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Hermanos (Héctor Alberto Robles - Argentina)
El canto de los ausentes (Claudio Morresi - Argentina)
Un veneno sin antídoto (Tomás Furest - España)
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Está en la miseria el hombre que cambió el curso del fútbol mundial
Gordo y con una calvicie notable, Jean-Marc vive en una pequeña casa a las afueras de Lieja, Bélgica. Es su única posesión material. Ahora, su única motivación son sus hijos Martin, de casi 2 años, y Samuel, de 5. Pero no puede vivir con los niños ni con su madre, Carine, por miedo a que les retiren (a ellos) el plan social estatal.
Sobre Bosman se dijo que llegó a tener 2 casas y 2 Porsches pero ahora sonríe cuando escucha esa afirmación: "La gente piensa que gané una fortuna pero con mi 'fortuna' no podría pagar ni un solo día de salario de Wayne Rooney".
“Busco trabajo, pero no lo encuentro”, confesó ante el tabloide británico el hombre que dio un cambio radical al mercado futbolístico. “Wayne Rooney gana 200.000 libras por día, pero yo vivo de un subsidio", afirmó.
También es cierto que compró un Porsche de segunda mano, aunque los problemas económicos le obligaron a venderlo. "Normalmente, cuando ganas un juicio te sientes libre pero los medios en Bélgica se pusieron en mi contra tras el caso. Caí en depresión y empecé a beber más y más. Al final, sólo estaba en casa bebiendo vino y cerveza" reconoce el ex jugador.
Bosman presentó una denuncia después de que su club, el RFC Lieja, le recortara 60% el sueldo tras no autorizar una transferencia al equipo francés Dunquerque al término de su contrato en 1990.
Tras un duro y costoso proceso legal de 5 años, logró un veredicto favorable en los tribunales que cambió para siempre la manera de contratar a los jugadores de fútbol en Europa y les permitió moverse libremente entre clubes al finalizar sus contratos, actuando como sus propios agentes, lo que hizo que aumentara su capacidad negociadora y potencial para ganar dinero.
Fuentes consultadas
* The Sun
* Revista "El gráfico"
* Diario digital "Urgente 24"
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Un búlgaro en Puente Alsina (Juan Sasturain - Argentina)
Furmiga, el fútbol de las hormigas (Pedro Pablo Sacristán - España)
* Cuento infantil
El amor platónico de Bill Shankly
Los ravioles del domingo para ser un buen deportista (Nelson Castro - Argentina)
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Gol argentino (Héctor Marcó - Argentina)
Por la legión de todos esos que alzan su gloria,
en la gramilla o en el tablón.
Por ese hincha que los domingos
deja en el fútbol su pecho a tajos,
cuando la loca de doce gajos
busca los puntos de la ilusión.
Por el canilla, por el purrete
que atrás del arco grita su verbo
dejo este tango para el recuerdo,
como un golazo del corazón.
Los once leones del cuadro argentino
ya están en la cancha midiendo al rival.
Ya suena el silbato, ya el arco enemigo
de miedo en sus redes parece temblar.
La esférica danza su loca pirueta,
la hinchada delira caldeándose al sol.
Y a músculo y nervio sedientos de meta
van cinco saetas en busca del gol.
De pronto un pase del eje medio,
un wing se corta centrando al field.
La toma un ágil, driblea un hombre,
ya las tribunas están de pie.
Empieza el vino, gran remolino,
pase y gambeta, suena un tapón
¡Goool!
Gol en el aire, gol argentino,
y a la criolla nace un campeón.
La estrella del fútbol rutila en el Plata,
nació en un potrero de un pie sin botín.
De un pie de lauchita, de un barrio de lata,
por eso es suburbio shoteando en un team.
El mundo te aclama, campeón de campeones,
mi blanca y celeste casaca inmortal.
Un hurra a esos cracks que te dieron honores.¡Hurra!
Silencio, muchachos, por los que no están.
De pronto un pase del eje medio,
un wing se corta buscando el gol.
Gol en el aire, gol argentino
y a la criolla nace un campeón.
“La chapa de ese gol te deja ir a todos los Mundiales”, dicen mis amigos. Al bajar del palco, nos cruzamos con Diego. Me muestra el tobillo y me baja la presión. Víctor Hugo y Diego, que tenía un melón en el tobillo, terminaron llevándome. Todo al revés.
(ALEJANDRO APO, periodista deportivo argentino)
Etiquetas: Anécdotas, Argentina, Diego Maradona, El Diego, Mundial 1990 0 comentarios
(WASHINGTON CUCURTO, escritor argentino)
Nadie puede engañar el deporte, pues el deporte exige, sobre todo, un gran trabajo espiritual.
(JEAN COCTEAU [1889-1963], poeta, novelista, dramaturgo, pintor, diseñador, crítico y cineasta francés)
La pena máxima (Antonio Larrey - España)
PRIMERA PARTE
El estadio ha enmudecido en un instante. Cien mil gargantas que hasta hace tan solo un segundo jaleaban al delantero con delirio, con el alma puesta en el pecho en cada suspiro, se han callado por completo. La tensión se palpa en el aire y podría cortarse con un cuchillo, si es que alguien tuviera tiempo para semejantes experimentos.
Ahora sólo hay alma y corazón, sobre todo corazón, para un pedazo de cuero que descansa probablemente ajeno a todo, condenado a sufrir el maltrato de sus creadores sobre un pequeño círculo de cal. El campeonato nacional está en juego, de la gloria al desastre hay apenas nueve metros y dos segundos, los que tardará la pelota enviada por el delantero en resolver tanto misterio concentrado en tan poco tiempo. De poco servirán entonces las anteriores victorias, las goleadas, las grandes tardes de fútbol, nadie se acordará de nada, excepto de si aquel día el delantero de moda marcó o no el gol que dio el título al equipo.
El destino ha querido demasiadas cosas esta noche. Por un lado que el primero y uno de los últimos clasificados se jugaran la liga en el último minuto. El equipo más modesto se juega tanto o más que el posible campeón, se juega seguir vivo porque su excéntrico presidente, que llegó al palco para cargarse de millones y de fama, ha anunciado que si el equipo desciende lo vende al mejor postor. Pero el destino no tenía bastante con eso y ha hecho del partido una agonía más. Todos los demás han terminado, y tal y como están ahora las cosas, con empate, el modesto se salva y el campeón no lo será. Noventa minutos de la misma historia, el modesto lanzando pelotazos de su campo y el grande bombardeándolo cada vez con menos criterio artístico y más corazón. Y es el destino, que es como un escritor caprichoso y desconsiderado, quien ha dispuesto esta última escena.
El delantero de moda del país se adentra en el área, regatea en un metro a un par de defensas que a la desesperada se han lanzado a por él mientras que un tercero que no ha medido tanto su asedio ha rebanado sus piernas a media altura provocando un indiscutible penalti. Entonces fue cuando el público rompió en alegría; en ese momento el triunfo parecía hecho, nadie en pleno delirio podía imaginarlo de otro modo. Pero durante los segundos en los que se ha ido organizando la escena -con el portero situándose bajo los palos, el delantero pisando el césped que rodea al balón para facilitar un correcto golpeo, el árbitro colocando al resto de los jugadores- la euforia se ha ido transformando en duda. La fe del ser humano es así, es como las hojas que se caen en otoño, una leve brisa de duda y caen al suelo como fruta madura. Y de ahí el silencio.
Cada uno espera estos instantes como puede: unos miran a otro lado y esperan que el resto con sus gritos le anuncie el desenlace; otros se tapan el rostro a intervalos caóticos, dependerá de su valentía en el momento final que lo vean o no; y la mayoría se aferra a sus creencias para lograr la confabulación de sus mayores, esos que descansan en el imaginario común y particular, incluso recordando frases del tipo "Dios mío ayúdame" que no pronunciaban desde la más tierna infancia. Pero en el aire hay una enorme luz que les da a todos esperanzas, quien va a lanzar la pelota es el mejor jugador de la historia -eso dijo una prestigiosa revista especializada-, con su edad lo ha hecho casi todo menos esto: ganar un campeonato.
Máximo goleador, uno de los mejores del continente, internacional y el mejor tirador de penaltis del mundo entero, jamás ha fallado uno y ha tirado decenas en su carrera. Aunque son evidencias que descansan en la profundidad de cada uno cubiertas por una enorme capa de temor e incertidumbre. Y el destino, ese que es tan juguetón, ha querido que en el escenario del área se concentren dos conceptos opuestos de lo que es el fútbol: un delantero que quiere ver el cuero besar la red y el portero que sueña con no recogerlo nunca más de ella. El joven triunfador, el maduro portero que prometía y prometía y acabó fracasando. El genio y el demonio -que lo sabe todo por lo que ha vivido-. El portero sabe que si el delantero, como es imaginable, lanza como sabe y el balón acaba en la red, su carrera habrá terminado para siempre, nunca más volverá a los grandes campos, a sentir el delirio de la primera división, acabará en campos de mala muerte o como comercial de una marca deportiva. Es su última oportunidad, el clavo al que debe asirse y es evidente que está ardiendo.
La escena sigue su curso, el delantero ya ha colocado el balón besándolo antes. El portero salta un par de veces en el sitio y mueve los brazos como haría un espantapájaros si de golpe tomara vida. El delantero se aleja, siempre mirando al balón, sin querer enfrentarse a los ojos del portero, que sigue saltando. El murmullo del público va creciendo. El delantero frena su marcha atrás, respira e inicia la carrera. Un paso, dos, tres, cuatro y por fin su pierna se estira, primero hacia atrás y después hacia delante, hasta que su bota golpea el cuero. Éste se desliza raso sin demasiada convicción, el portero se inclina hacia el otro lado y con los ojos desencajados comprueba cómo le han engañado, pero el balón se va acercando a la portería a la vez que se aleja porque acaba saliendo a medio metro del poste ante el aullido general...
SEGUNDA PARTE
Está abrazado a su pecho. Aún guardan en la respiración la resaca de la batalla, en oleadas de suspiros que como el mar mueren en la arena que es ya el recuerdo de sus cuerpos formando parte de uno solo. Le encanta sentir la piel suave e incluso imaginar cómo se va durmiendo mecido por esa dulce resaca. No soporta a los hombres con demasiado pelo, por eso le gustó tanto desde la primera vez. Luego ha habido tantas cosas que le han ido subyugando que cree haber nacido para amarlo. Hoy ha sido un día duro para los dos, han vivido un momento demasiado tenso y el reencuentro ha servido para que esa tensión saliera a golpetazos pélvicos, el uno contra el otro. Casi no han hablado pero él, que acaricia su pelo con ternura, por fin tiene deseos de romper el silencio.
-¿Sabés una cosa? -le susurra casi al oído.
-No -responde sin darse la vuelta, algo sumergido en su interior, como si en el fondo la persona que a su espalda le habla y que un segundo atrás mordisqueaba fuera de sí su cuerpo no fuera más que un desconocido que le pregunta la hora en la calle.
-Creo que no te he dado las gracias todavía.
-¿Gracias por qué?
-Por lo de esta noche.
-Pero otras veces eres tú quien me recibes y no te doy las gracias... no te entiendo.
-No, tonto -le besa cariñosamente en la oreja-, gracias por fallar el penalti.
Se debía consensuar la Junta Directiva que dirigiría al FC Barcelona. Adolfo Suárez manifestó que prefería no meterse y fueron el subsecretario de Gobernación: Rodríguez de Miguel, Juan Gich quienes pactaron que Carrasco, Vilaseca, Lloveras pudieran entrar en la Junta, Ariño quedaría como en un segundo plano.
Y es que durante muchos años, las Juntas Directivas eran elegidas ‘a dedo’ desde la Capital de España y siempre entre personas afines al gobierno.
Como el propio Agustín Montal reconoce, ser presidente del Barça en aquella época era muy duro, ya que el Barça tenía encima los ojos del centralismo y sobre todo de la Dirección General de Deportes que dependía directamente del Ministerio del Movimiento y el mero hecho de hablar en catalán, incluso por la megafonía del estadio era "pecado". Tanto que en un partido ocurrió la siguiente anécdota:
Se dió un aviso por megafonía. El Ministro de la Gobernación que estaba invitado preguntó:
- ¿Qué idioma están hablando? -preguntó el Ministro.
- El Catalán. Ha sido una decisión de la Asamblea del club -le contestó Montal.
- La Asamblea del Barça es el acto politico antifranquista más importante que se ha hecho desde la Guerra. Si hablan este idioma otra vez, te lo diré en otro sitio y de otra manera -contestó el Ministro.
(tomado de la página “Mushofútbol”)
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(STEFAN KOVACS [1920-1995], entrenador húngaro, recordado por su gran paso en el Ajax de Johan Cruyff)
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(JULIO GRONDONA, Presidente de la A.F.A., Junio de 1997)
Bobby Charlton
Jugaba en Boca Juniors y le convertí cuatro goles al Málaga durante un partido amistoso. Cuando regresó a la Argentina, le dije al Presidente: "Ahora véndame”. Durante esa gira por España me di cuenta del mundo que para mí y para mi familia podría descubrir a través del fútbol.
En Nantes, los jugadores argentinos ya estaban de moda en ese momento...
Buscaban un ‘9’ y Ángel Marcos, les dijo acerca de la cantidad de goles que hice en Boca. También tengo una historia. Habían pedido referencias mías a Hugo Bargas, quien también fue mi compañero en Nantes, acerca qué tipo de jugador y la persona era yo. Él les dijo que yo era un goleador de primera clase, pero fuera del campo, no sé por qué, nunca le había dicho "hola" a nadie. Yo era un tipo que saludaba a la gente en realidad.
¿Por qué?
Yo era muy introvertido y no me gustaba escuchar a la gente. Yo estaba tratando de marcar goles y hablar en el campo, no más. Yo nunca hablaba mucho, pero las personas que me conocen dicen que hoy hablo en nombre de todo lo que yo no hablé cuando era joven.
Después de sólo seis meses en Nantes, donde también se las arregló para terminar como máximo goleador, se va a Metz...
Yo no fui a Metz, pero acepté su oferta, porque éramos seis extranjeros para los tres lugares en Nantes. Fue una lucha constante entre nosotros. Mis amigos pensaban que estaba cometiendo un error al ir al Oriente, donde hacía tanto frío, en un club de mitad de tabla, pero gracias a Dios estuve allí y fue el equipo más prolífico de la liga. Incluso ha fracasado en ganar la Copa de Francia.
Se le llamaba el "artillero de Metz"...
Sí, hemos formado un gran dúo con Michael Braun y es allí cuando se cantaba “¡Hugo! Hugo! Hugo!”
(HUGO CURIONI, formidable goleador argentino de la década del '70, en una entrevista publicada en la página del periodista francés Nicolas Deltort, 19/09/09)
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