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Nadie puede engañar el deporte, pues el deporte exige, sobre todo, un gran trabajo espiritual.


(JEAN COCTEAU [1889-1963], poeta, novelista, dramaturgo, pintor, diseñador, crítico y cineasta francés)

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La pena máxima (Antonio Larrey - España)


PRIMERA PARTE

El estadio ha enmudecido en un instante. Cien mil gargantas que hasta hace tan solo un segundo jaleaban al delantero con delirio, con el alma puesta en el pecho en cada suspiro, se han callado por completo. La tensión se palpa en el aire y podría cortarse con un cuchillo, si es que alguien tuviera tiempo para semejantes experimentos.

Ahora sólo hay alma y corazón, sobre todo corazón, para un pedazo de cuero que descansa probablemente ajeno a todo, condenado a sufrir el maltrato de sus creadores sobre un pequeño círculo de cal. El campeonato nacional está en juego, de la gloria al desastre hay apenas nueve metros y dos segundos, los que tardará la pelota enviada por el delantero en resolver tanto misterio concentrado en tan poco tiempo. De poco servirán entonces las anteriores victorias, las goleadas, las grandes tardes de fútbol, nadie se acordará de nada, excepto de si aquel día el delantero de moda marcó o no el gol que dio el título al equipo.

El destino ha querido demasiadas cosas esta noche. Por un lado que el primero y uno de los últimos clasificados se jugaran la liga en el último minuto. El equipo más modesto se juega tanto o más que el posible campeón, se juega seguir vivo porque su excéntrico presidente, que llegó al palco para cargarse de millones y de fama, ha anunciado que si el equipo desciende lo vende al mejor postor. Pero el destino no tenía bastante con eso y ha hecho del partido una agonía más. Todos los demás han terminado, y tal y como están ahora las cosas, con empate, el modesto se salva y el campeón no lo será. Noventa minutos de la misma historia, el modesto lanzando pelotazos de su campo y el grande bombardeándolo cada vez con menos criterio artístico y más corazón. Y es el destino, que es como un escritor caprichoso y desconsiderado, quien ha dispuesto esta última escena.

El delantero de moda del país se adentra en el área, regatea en un metro a un par de defensas que a la desesperada se han lanzado a por él mientras que un tercero que no ha medido tanto su asedio ha rebanado sus piernas a media altura provocando un indiscutible penalti. Entonces fue cuando el público rompió en alegría; en ese momento el triunfo parecía hecho, nadie en pleno delirio podía imaginarlo de otro modo. Pero durante los segundos en los que se ha ido organizando la escena -con el portero situándose bajo los palos, el delantero pisando el césped que rodea al balón para facilitar un correcto golpeo, el árbitro colocando al resto de los jugadores- la euforia se ha ido transformando en duda. La fe del ser humano es así, es como las hojas que se caen en otoño, una leve brisa de duda y caen al suelo como fruta madura. Y de ahí el silencio.

Cada uno espera estos instantes como puede: unos miran a otro lado y esperan que el resto con sus gritos le anuncie el desenlace; otros se tapan el rostro a intervalos caóticos, dependerá de su valentía en el momento final que lo vean o no; y la mayoría se aferra a sus creencias para lograr la confabulación de sus mayores, esos que descansan en el imaginario común y particular, incluso recordando frases del tipo "Dios mío ayúdame" que no pronunciaban desde la más tierna infancia. Pero en el aire hay una enorme luz que les da a todos esperanzas, quien va a lanzar la pelota es el mejor jugador de la historia -eso dijo una prestigiosa revista especializada-, con su edad lo ha hecho casi todo menos esto: ganar un campeonato.

Máximo goleador, uno de los mejores del continente, internacional y el mejor tirador de penaltis del mundo entero, jamás ha fallado uno y ha tirado decenas en su carrera. Aunque son evidencias que descansan en la profundidad de cada uno cubiertas por una enorme capa de temor e incertidumbre. Y el destino, ese que es tan juguetón, ha querido que en el escenario del área se concentren dos conceptos opuestos de lo que es el fútbol: un delantero que quiere ver el cuero besar la red y el portero que sueña con no recogerlo nunca más de ella. El joven triunfador, el maduro portero que prometía y prometía y acabó fracasando. El genio y el demonio -que lo sabe todo por lo que ha vivido-. El portero sabe que si el delantero, como es imaginable, lanza como sabe y el balón acaba en la red, su carrera habrá terminado para siempre, nunca más volverá a los grandes campos, a sentir el delirio de la primera división, acabará en campos de mala muerte o como comercial de una marca deportiva. Es su última oportunidad, el clavo al que debe asirse y es evidente que está ardiendo.

La escena sigue su curso, el delantero ya ha colocado el balón besándolo antes. El portero salta un par de veces en el sitio y mueve los brazos como haría un espantapájaros si de golpe tomara vida. El delantero se aleja, siempre mirando al balón, sin querer enfrentarse a los ojos del portero, que sigue saltando. El murmullo del público va creciendo. El delantero frena su marcha atrás, respira e inicia la carrera. Un paso, dos, tres, cuatro y por fin su pierna se estira, primero hacia atrás y después hacia delante, hasta que su bota golpea el cuero. Éste se desliza raso sin demasiada convicción, el portero se inclina hacia el otro lado y con los ojos desencajados comprueba cómo le han engañado, pero el balón se va acercando a la portería a la vez que se aleja porque acaba saliendo a medio metro del poste ante el aullido general...

SEGUNDA PARTE

Está abrazado a su pecho. Aún guardan en la respiración la resaca de la batalla, en oleadas de suspiros que como el mar mueren en la arena que es ya el recuerdo de sus cuerpos formando parte de uno solo. Le encanta sentir la piel suave e incluso imaginar cómo se va durmiendo mecido por esa dulce resaca. No soporta a los hombres con demasiado pelo, por eso le gustó tanto desde la primera vez. Luego ha habido tantas cosas que le han ido subyugando que cree haber nacido para amarlo. Hoy ha sido un día duro para los dos, han vivido un momento demasiado tenso y el reencuentro ha servido para que esa tensión saliera a golpetazos pélvicos, el uno contra el otro. Casi no han hablado pero él, que acaricia su pelo con ternura, por fin tiene deseos de romper el silencio.

-¿Sabés una cosa? -le susurra casi al oído.

-No -responde sin darse la vuelta, algo sumergido en su interior, como si en el fondo la persona que a su espalda le habla y que un segundo atrás mordisqueaba fuera de sí su cuerpo no fuera más que un desconocido que le pregunta la hora en la calle.

-Creo que no te he dado las gracias todavía.

-¿Gracias por qué?

-Por lo de esta noche.

-Pero otras veces eres tú quien me recibes y no te doy las gracias... no te entiendo.

-No, tonto -le besa cariñosamente en la oreja-, gracias por fallar el penalti.

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Manel Grau era vicepresidente del FC Barcelona en 1973 y la Comisión Directiva se reunió en Palamos (Girona). La razón es que desde Madrid se quería que el Barça retirara de la directiva a: Raimon Carrasco, Josep Lluís Vilaseca, Gonçal Lloveras y Ferran Ariño todos ellos miembros de la directiva de Agustin Montal (foto), y asistieron por parte del Gobierno Central un jovencisimo Adolfo Suárez (era el director General de TVE), Juan Gich (que habia sido Gerente de la entidad, pero ahora estaba en el otro bando) y Bech Careda que eran miembros de la Direción General de Deportes. La razón es que eran considerados "catalanistas" y por lo tanto "peligrosos" para el régimen.
Se debía consensuar la Junta Directiva que dirigiría al FC Barcelona. Adolfo Suárez manifestó que prefería no meterse y fueron el subsecretario de Gobernación: Rodríguez de Miguel, Juan Gich quienes pactaron que Carrasco, Vilaseca, Lloveras pudieran entrar en la Junta, Ariño quedaría como en un segundo plano.
Y es que durante muchos años, las Juntas Directivas eran elegidas ‘a dedo’ desde la Capital de España y siempre entre personas afines al gobierno.
Como el propio Agustín Montal reconoce, ser presidente del Barça en aquella época era muy duro, ya que el Barça tenía encima los ojos del centralismo y sobre todo de la Dirección General de Deportes que dependía directamente del Ministerio del Movimiento y el mero hecho de hablar en catalán, incluso por la megafonía del estadio era "pecado". Tanto que en un partido ocurrió la siguiente anécdota:
Se dió un aviso por megafonía. El Ministro de la Gobernación que estaba invitado preguntó:
- ¿Qué idioma están hablando? -preguntó el Ministro.
- El Catalán. Ha sido una decisión de la Asamblea del club -le contestó Montal.
- La Asamblea del Barça es el acto politico antifranquista más importante que se ha hecho desde la Guerra. Si hablan este idioma otra vez, te lo diré en otro sitio y de otra manera -contestó el Ministro.

(tomado de la página “Mushofútbol”)

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Se puede disponer de las mejores instalaciones y contratar a los mejores jugadores del mundo, pero la llave del éxito la tiene el entrenador.

(STEFAN KOVACS [1920-1995], entrenador húngaro, recordado por su gran paso en el Ajax de Johan Cruyff)

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Si se va Pekerman sería como perder un tesoro.

(JULIO GRONDONA, Presidente de la A.F.A., Junio de 1997)

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Bobby Charlton



Fecha: 1970
Lugar: Ipswich, Inglaterra
Fotógrafo: Peter Robinson

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Bloopers del fútbol

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¿Cómo fue su llegada al Nantes?

Jugaba en Boca Juniors y le convertí cuatro goles al Málaga durante un partido amistoso. Cuando regresó a la Argentina, le dije al Presidente: "Ahora véndame”. Durante esa gira por España me di cuenta del mundo que para mí y para mi familia podría descubrir a través del fútbol.

En Nantes, los jugadores argentinos ya estaban de moda en ese momento...

Buscaban un ‘9’ y Ángel Marcos, les dijo acerca de la cantidad de goles que hice en Boca. También tengo una historia. Habían pedido referencias mías a Hugo Bargas, quien también fue mi compañero en Nantes, acerca qué tipo de jugador y la persona era yo. Él les dijo que yo era un goleador de primera clase, pero fuera del campo, no sé por qué, nunca le había dicho "hola" a nadie. Yo era un tipo que saludaba a la gente en realidad.

¿Por qué?

Yo era muy introvertido y no me gustaba escuchar a la gente. Yo estaba tratando de marcar goles y hablar en el campo, no más. Yo nunca hablaba mucho, pero las personas que me conocen dicen que hoy hablo en nombre de todo lo que yo no hablé cuando era joven.

Después de sólo seis meses en Nantes, donde también se las arregló para terminar como máximo goleador, se va a Metz...

Yo no fui a Metz, pero acepté su oferta, porque éramos seis extranjeros para los tres lugares en Nantes. Fue una lucha constante entre nosotros. Mis amigos pensaban que estaba cometiendo un error al ir al Oriente, donde hacía tanto frío, en un club de mitad de tabla, pero gracias a Dios estuve allí y fue el equipo más prolífico de la liga. Incluso ha fracasado en ganar la Copa de Francia.

Se le llamaba el "artillero de Metz"...

Sí, hemos formado un gran dúo con Michael Braun y es allí cuando se cantaba “¡Hugo! Hugo! Hugo!”

(HUGO CURIONI, formidable goleador argentino de la década del '70, en una entrevista publicada en la página del periodista francés Nicolas Deltort, 19/09/09)

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Si todas las personas que dicen haber estado en la final del Mundial 1950 frente a Uruguay realmente hubieran concurrido, el público presente esa tarde en el Maracaná tendría que haber sido de más de un millón de espectadores.

(JO SOARES, humorista brasileño)

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Yo tengo una costumbre cuando tomo un plantel, les digo: Muchachos, todos suplentes. Cuando yo los pongo, no me agradezcan, no me regalen nada, pero cuando los tengo que sacar hay que aguantársela... porque si no los voy a pelear en la mitad de la cancha, eh... Yo 'paro la chata' desde el vamos.

(JORGE "el Indio" SOLARI, ex jugador y entrenador argentino)

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Ramón 'Cabezón' Mifflin Páez era entrenador de Sport Boys de El Callao y un día le pidió a los dirigentes que contraten a un delantero extranjero para que refuerce el ataque de su equipo, que llevaba varias fechas en preocupante sequía goleadora. El presidente 'rosado' decidió incorporar a un delantero argentino que fue suplente del famoso artillero Martín Palermo en Estudiantes de La Plata. Durante la conferencia de prensa de presentación del nuevo futbolista porteño, Mifflin se acercó a un periodista que cubría el evento y le preguntó quién era el jugador, de qué jugaba, qué perfil tenía, si era goleador y de qué club venía.
El reportero, muy sorprendido por la consulta del 'Cabezón', le respondió que se trataba de Martín Fúriga (foto), que era delantero, que su pierna fuerte era la izquierda, que solía meter goles cuando reemplazaba al 'Loco' Palermo y que jugaba en Estudiantes de La Plata antes de recalar en El Callao. Mifflin escuchó las referencias, se quedó tranquilo, después hizo uso del espigado Fúriga en cuanto partido pudo del torneo local, pero el ariete rioplatense no marcó gran diferencia y volvió a su país al poco tiempo.
Hasta hoy el periodista se pregunta a sí mismo como el entrenador de Sport Boys no sabía nada de su nuevo pupilo en el año 2001.

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¿Cómo debe comentarse un partido de fútbol?


Indudablemente hubo un cambio en la manera de comentar el fútbol. En el pasado se trataba sólo de contar el partido, de narrarlo. No se aventuraban juicios personales. No había incursiones en lo técnico. El cronista era un espectador más.
Pero desde hace unos años se viene operando una transformación. Se intenta juzgar. Se utilizan argumentos tácticos. El cronista es un técnico más.

En muchos casos se ha pasado de un extremo a otro; es decir, de elogiar todo porque sí, por rutina, saltamos a criticar todo porque sí, también por rutina. Antes aquello, que era malo por sensiblero. Ahora esto, que es malo por destructivo.

Personalmente creo que esto no es más que un proceso de evolución, en el que aparecen exageraciones, como en cualquier orden de la vida, hasta que llega la decantación, y entonces luego sí la identificación de los auténticos valores. Me parece positiva la nueva inquietud de los cronistas por averiguar los secretos futbolísticos y transmitirlos al público. Eso es bueno. Pero no hay que olvidar que el fútbol es pasión, y que comentar un partido de fútbol no es dar una lección de tácticas, sino también penetrar y participar de un hecho que por ser masivo y por ser popular es parte de nuestra apasionada manera de vivir.

Hoy se prestan a responder a nuestra pregunta cronistas de la antigua modalidad, cronistas de la nueva modalidad, periodistas de otras actividades y críticos de arte. Quizá alguien se sorprenda de encontrar a un crítico de cine o de música en esta encuesta, pero aclaro que aquí no se trata de hablar de fútbol, sino de actitudes críticas, de formas críticas. Por eso responden aquí.

Nuestros encuestados son: Borocotó, de los que hicieron El Gráfico; Edmundo Eichelbaum, crítico de teatro de El Mundo y de cine en Radio Municipal; Calki, decano cronista de cine; Jorge Rodríguez Duval, joven y maduro periodista; Bernardo Neustadt, creador de una modalidad periodística; Juvenal, Osvaldo Ardizone (los dos son de la casa); Jorge D’Urbano, crítico musical, y Alberto Laya, estilista, jefe de deportes de La Nación.

BOROCOTÓ
Crítico de revista “El Gráfico”
Se producen partidos claros, fáciles para el comentario, así como otros muy complicados, en los que “pudo ser lo que no fue” y que incluimos en un denominador común: “cosas del fútbol”. Me sería fácil enumerar muchísimos de éstos cuya explicación hay que hallarla hurgando en la trastienda, pero la lista sería muy extensa. Remitiéndome a los cotejos normales, presto mucha atención al desempeño de los medios porque, a mi entender, brindan un rumbo para el comentario. No obstante, admito que no hay regla fija. Es la experiencia, es el conocimiento que se tiene acerca de capacidades individuales y colectivas de equipos lo que ayuda al comentarista. A veces encuentro una colaboración en los recuerdos, ventaja de los que hace rato tenemos escarchado el techo del rancho...

EDMUNDO EICHELBAUM
Crítico de Teatro
El partido de fútbol es un espectáculo dramático, en la medida en que existen dos fuerzas en conflicto. Es también un espectáculo plástico, ya que el deporte genera movimientos, ritmos, dinámica, que se manifiestan corporalmente en los jugadores. Y es un espectáculo técnico, porque ese deporte posee sus reglas y sus recursos propios, que cada jugador y cada equipo dominan en determinada magnitud. El comentario de fútbol debe reflejar fundamentalmente lo que ocurrió en la cancha respecto de esos tres órdenes, en el plano colectivo y en el plano individual, valorando cada uno de los aspectos y ofreciendo un balance total. Además, en nuestro país es el deporte popular por excelencia, lo que comprende una fuerte carga sentimental en el espectador y en el hincha, y eso debe ser contemplado en cierto modo, sin disminuir la importancia mayor de los otros tres aspectos.

JORGE RODRÍGUEZ DUVAL
Crítico de diario “El Mundo”
Comentar un partido de fútbol sugiere, fundamentalmente, contarlo. La base está allí. No se trata de volcar necesariamente el hecho, para después desmenuzarlo. Tampoco el periodista debe caer en el análisis subjetivo, agrio, muchas veces desalmado.
El periodismo evoluciona, como cualquier orden de la vida. De la misma manera se supone que el lector sabrá digerir las disquisiciones del comentarista. Sólo, para el caso, se requiere un término medio que contemple cualquier situación. Pensar que el fútbol es una actividad que apasiona a todas las clases sociales. Y que cuando hablamos o escribimos de él, comprendamos que nos están leyendo o escuchando un médico, un político, un obrero, un empleado.

BERNARDO NEUSTADT
Periodista de intensa trayectoria
No hay líneas rígidas. Ni fundamentos clásicos. Quien se quiera ajustar a tales estrecheces mentales, desde ya es antiguo. Comentar es tener una óptica. Si se me exigiera definiciones siempre flexibles diría: ni dedicarse exclusivamente al clima, ni aburrir y aburrirse en abstracciones filotécnicas, en lenguaje intelectualizado. Ni el “ayer” de fabricantes de falsos mitos, ni el hoy destructor por actitud espectacular. Personalmente no abandonaría el campo social que ofrece el fútbol. No lo desvincularía del país-país. Trataría de probar que el individualismo del siglo XVIII o XIX ha “muerto en una cancha de fútbol”. Que los países tienen buen fútbol si alcanzan su desarrollo. Y si no tienen desarrollo, por lo menos tienen “orgullo nacional”. Trataría de crear mitos sobre bases sólidas. Y me abrazaría a ellos con espíritu de conjura. Tenemos necesidad de volver a adorar algo. No negarnos. No autodestruirnos. No sería complaciente, pero tampoco iracundo gratuito. Iría al estadio con fervor, no con espíritu lípido. Comentaría para servir, no para servirme.

CALKI
Crítico de Cine
Un partido de fútbol está allí, desarrollándose sobre la cancha, del mismo modo que una película desarrolla su acción sobre la pantalla. Debe ser sencillo, para el crítico, mirar y juzgar objetivamente. Es el precepto número uno. Desde luego, a una perfecta objetividad se llega desprendiéndose de todo partidismo. Después, en segundas y terceras instancias, llega aquello del conocimiento, de la sensibilidad y el talento, que puede llegar a construir un estilo. La tarea de un crítico es siempre difícil. Creo que cuando llegue a la perfección se quedará sin amistades.

JUVENAL
Crítico de revista “El Gráfico”
Con sentido crítico. Es no quiere decir con acritud. Con criterio pedagógico. Eso no significa deshumanizarse. Con objetividad. Es decir: hablando de lo que uno realmente vio. No de lo que quiso ver o llevaba previsto ver. Con la preocupación permanente de darle al lector o al oyente, un panorama total del juego. Al mismo tiempo con la inquietud técnica de marcar aciertos y errores individuales, explicando los motivos de elogio o de crítica. Tratando de usar el idioma con fluidez y si es posible con elegancia. Con una pizca de ironía. Pero midiendo mucho lo que se dice, para no caer en un concepto erróneo por hacer una frase bonita o intercalar un dicho gracioso. Lo que interesa fundamentalmente es que el concepto sea justo para el actor. Y claro para el que lee o escucha.

JORGE D’URBANO
Crítico musical de diario “El Mundo”
Se me ocurre que la crítica de fútbol debe tener las tres condiciones de cualquier clase de crítica: sinceridad, conocimiento y claridad. La primera porque el crítico siempre debe decir lo que piensa; la segunda porque el crítico debe saber por qué piensa así; la tercera porque cualquier crítica es inútil si los demás no la entienden. Quiero agregar que la crítica de fútbol se me imagina de tremenda dificultad. Por lo menos, eso es lo que piensa de ella un crítico musical.

ALBERTO LAYA
Jefe de deportes del diario “La Nación”
No ser corto de vista ni tener úlceras. Conocer gramática. Poder de captación, poder descriptivo, poder de convicción, poder poder. No ponerse de acuerdo con nadie para coincidir en una jugada o en un gol. Ver con los ojos de uno mismo. La miopía mental es más deplorable que la miopía óptica. No llegar a la cancha al comenzar el segundo tiempo ni irse de ella al terminar el primero. Preferir el contenido al continente. Si se consiguen las dos cosas, tanto mejor. Y ser, al fin, lo suficientemente veraz como para que el lector, en su afán de saber lo que pasó y cómo pasó, no compre otro diario. Eso sería un harakiri periodístico porque el papel cada vez está más caro. ¡Ah...!, me olvidaba. Saber lo que es fútbol y no simpatizar exageradamente con ningún equipo, con ningún club, con ningún dirigente ni con ningún aguatero.

OSVALDO ARDIZZONE
Crítico de revista “El Gráfico”
Se da “por aprobada” la lección tan difundida de la objetividad, ecuanimidad, sinceridad, idoneidad, dad..., dad..., dad...
Además de todo eso, es importante que el comentario de un partido califique el juego, alcance a descifrar el porqué de un resultado o de una superioridad, transmita la característica de los equipos al margen de ese partido y haga conocer a la opinión una opinión sobre los jugadores.
Además de todo eso, es importante que el comentarista no muestre especial vocación por administrar justicia en los resultados, que generalmente no sirve para nada. El excesivo celo en debitar y acreditar los shots en los palos, los penales no cobrados, las atajadas heroicas, los centros malogrados, los córners cedidos forzados, las oportunidades “perdidas”, el arbitraje “mal intencionado”, no esclarece nada.
Además: el vuelo de la pluma. Que esté bien escrito es, al cabo, lo más importante...

(Artículo de Julio Lagos publicado en revista “El Gráfico”, mediados de la década del ‘60)

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El fútbol es siempre un juego de riesgos. Tenemos que asumir esos riesgos. Después de ciertos éxitos en mi carrera, decidí venir aquí. Me siento muy contento de estar en medio del fútbol turco. El fútbol turco ha hecho un gran progreso y está subiendo en Europa. Soy un hombre de trabajo. Vine aquí a trabajar y todo el mundo lo verá durante los dos años. Por mi carácter, siempre intento lo mejor.

(LUIS ARAGONÉS, entrenador español, declarando en Julio de 2008 a "Marca" los motivos que lo llevaban al Fenerbahçe turco, en donde estuvo hasta Junio de 2009)

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Es cierto que se han comparado los estadios con santuarios y que existe mucha afinidad entre la pasión por el fútbol y la religión. Hay, en efecto, un espacio consagrado (el césped), oficiantes (los jugadores), feligreses con un gestualidad codificada similar a la liturgia y toda una serie de actitudes mágico-religiosas. Creo, no obstante, que se diferencia de una religión por el hecho de que el fútbol no aporta ningún mensaje sobre la salvación.

(CHISTIAN BROMBERGER, antropólogo francés)

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El hombre que espera (Alberto Fabián Montagna - Argentina)


Aquel domingo, Juan Carlos, se levantó más temprano que de costumbre.

En la casa todos dormían aún. Salió sin hacer ruido de la habitación y se dirigió al baño.

Entró, prendió la luz y se puso a orinar, después se lavó la cara. Ya un poco más despabilado, preparó las cosas para afeitarse. Se arregló prolijamente el bigote, cuando acabó, limpió con esmero los elementos y los guardó nuevamente en el último cajón. Posteriormente se desnudo frente al espejo. Primero se sacó la camiseta de River con la que hacía años dormía, luego el calzoncillo. Cuando ya estaba completamente desnudo, miró su imagen reflejada en el espejo, en su pubis descubrió un vello de otro color al resto, le llamó la atención que allí estuviera, pero no le prestó mayor atención.

De manera que abrió la ducha y se introdujo en la bañera. El agua tibia cayó sobre su cuerpo, lo relajó. Lo necesitaba. Estaba un poco ansioso y la ducha lo tranquilizaba. Habrá estado bajo el agua unos quince minutos, pero al él le pareció una eternidad. Cerró la canilla y se secó con esmero la cabeza, la espalda las piernas y los pies, mientras lo hacía se acordó del vello encontrado hacía un rato. Se volvió a mirar en el espejo, estuvo a punto de arrancárselo, pero desistió de la idea, después de todo no se notaba tanto.

Se puso desodorante en las axilas y talco en los pies. Peinó sus cabellos con la raya al medio como hacía años. Se vistió lentamente. Había elegido la ropa la noche anterior. Cuando estuvo listo, abrió la puerta tratando de no hacer ruido y se dirigió a la cocina. Allí, Rosa, ya había preparado el desayuno. La saludó con un beso en la mejilla y le musitó algo al oído.

Ella lo miró y sonrió.

Luego se sentó a la mesa mientras ella ponía una taza con café con leche y tostadas delante.

-Dulce de leche y manteca, le preguntó Rosa.

-No, solo manteca, le respondió él.

Luego le alcanzó el diario y se fue a preparar el desayuno para el resto de los habitantes de la casa, que en cualquier momento se levantarían.

Él tomó el desayuno en silencio mientras leía la parte de deportes. Se aseguró del horario del partido: A las cinco.

Ricardo quedó que pasaría a buscarlo para ir juntos a la cancha. Faltaba tanto.

Releyó la formación. Otra vez habían puesto a ese pibe que jugaba de nueve. A él no lo convencía, pero a la gente le gustaba y el pendejo hacía goles.

Luego de leer la parte de deportes, leyó el horóscopo, en sorpresa le decía: Un día muy especial. Y claro que lo sería pensó.

Cuando terminó el desayuno, juntó la taza, y el plato con tostadas y lo llevó a la mesada, guardó la manteca en la heladera y se fue para el living con el diario.

Se sentó en el sillón y leyó lo que le faltaba del diario. Luego prendió el televisor, el Napoli del Diego jugaba contra el Milán y lo quería ver. Un poco por eso y otro porque quería que el tiempo pasara rápido y que de una buena vez llegara el momento de que Ricardo lo fuese a buscar. Hacía tiempo que no iban a la cancha juntos y hoy, después de tanto, al fin lo harían.

El resto de los habitantes de la casa se levantaron y al igual que él fueron a desayunar. Rosa con esmero les fue sirviendo a medida que llegaban a la cocina.

Ángel, cuando finalizó el desayuno, se fue a sentar al living a mirar el partido con él. Mientras, en la cocina, las mujeres ayudaban a Rosa a preparar el almuerzo.

Como todos los domingos comerían ravioles, ya era un clásico y a todos les gustaba el tuco que Rosa preparaba.

El Napoli, con una extraordinaria actuación del Diego, le ganó al Milán 4 a 0.

Lástima que el Diego era bostero, que lindo sería verlo con la de River, pensó Juan Carlos.

A la una en punto todos estaban ubicados para almorzar. Él comió despacio, pero mirando el reloj, ya se acercaba la hora y su ansiedad aumentaba.

Cuando terminaron el postre y el café sonó el teléfono.

Rosa fue la que atendió:
-Geriátrico “La casona”, ¿quién habla?

Desde el otro lado de la línea una voz de hombre pidió por Juan Carlos.

-Ya lo llamo, un segundito, le respondió Rosa.

-Juan Carlos, gritó Rosa desde el living, teléfono.

-¿Quién es?, preguntó él desde la cocina.

-No sé, no le pregunté, pero me parece que es su hijo.

-Hola, ¿Ricardo, sos vos?

-Sí papá, soy yo Ricardo.

Luego de unos minutos, Juan Carlos volvió a la cocina, una lágrima le rodaba por la mejilla.

Les pidió disculpa a todos y se fue a su habitación.

-Otra vez lo dejó cambiado y sin salir, comentó Ángel a los demás, cuando Juan Carlos ya se había retirado.

-Nunca tienen tiempo para nosotros, comentó Norma, mientras ayudaba a Rosa a lavar los platos.

-¿Jugamos un partidito de chinchón?, preguntó Ángel a los que todavía estaban sentados a la mesa.

-Yo me prendo, le contestó Norma secando un plato.

Mientras tanto, Juan Carlos, se desvestía en su habitación, colgó el saco, los pantalones, la camisa y la corbata en el roperito. Puso los zapatos debajo de la cama. Buscó la camiseta de River y se la puso. Se acostó y prendió la “Spica”.

La voz de Costa Febre les daba la bienvenida a todos los hinchas de River y anhelaba un gran triunfo del “Millonario”.

Con la radio de fondo, se quedó medio dormido. Recordó cuando él era jugador, sus tardes de gloria, junto con los otros integrantes de “La Máquina”

Un rato más tarde, cuando se estaba quedando dormido, la voz del relator lo sacó de ese sopor: Goooool de River.

El pendejo, ese que jugaba de nueve y que a él no le gustaba, le daba el triunfo, nuevamente, en el último minuto.

Besó la camiseta y ahora sí se durmió.

Tal vez el próximo domingo o el siguiente, Ricardo, su hijo, tendría tiempo y juntos irían a la cancha.

(mi agradecimiento a Alberto por permitirme publicar este cuento)

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Mucho se ha hablado de la presencia de Carlos Gardel en las concentraciones de los seleccionados de Argentina y Uruguay, en el día previo a la gran final de la Copa del Mundo de 1930, en Montevideo.
Después de saludar a los uruguayos en el lugar donde se hospedaban, Gardel se dirigió a La Barra de Santa Lucía -distante varios kilómetros de la capital uruguaya- donde "velaban sus armas" los argentinos.
Una vez llegado al lugar, según lo relata Pancho Varallo -por aquél tiempo delantero de 19 años, figura de nuestro seleccionado- Gardel se puso a charlar con casi todos muchachos, excepto con Orlandini y Mario Evaristo, porque estaban durmiendo la siesta.
"Lo llevamos a Gardel a la habitación de Orlandini y Evaristo, que dormían como angelitos. La sorpresa de Gardel fue grande cuando vio que esos jugadores argentinos, dormían vistiendo la camiseta celeste y blanca. "¡Como quieren la camiseta!, me comentó Gardel", recordaba Varallo. Después, comieron algo, Gardel cantó un par de tangos (foto) y jugaron un rato a la Lotería.
"Al otro día, fuimos a jugar la final al Centenario -prosiguió Don Pancho- y como algunos compañeros estaban asustados por el entorno, no jugaron todo lo que podían. A mí, que era un pibito, el defensor uruguayo Lorenzo Fernández, me dijo en pleno partido: "mira, botija, apenas agarrés una pelota, te hundo en el césped, te mato".
El otro back, Gestido, que era un señor y que escuchó la conversación, me tranquilizó: "no le hagas caso, botija, jugá tranquilo. Es que Lorenzo es medio loco". Al final, perdimos 4 a 2, pero si el partido seguía quince minutos más, nos hacían siete".

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Tenía un radar en el lugar del cerebro.

(CESARE MALDINI, entrenador italiano, opinando sobre el uruguayo Juan Alberto Schiaffino, su ex compañero en el Milan por seis años)

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Estuve en el Ajax desde 1964 y ahi encontré a un gran técnico que me enseñó a explotar mejor lo que ya sabía desde niño: manejar el balón.


(JOHAN CRUYFF, célebre futbolista y entrenador holandés)

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Ofrendas (Francisco Javier Uriz - España)


Aunque sólo creía en los portentos del agua milagrosa
sabía que los éxitos necesitan su liturgia
y tienen sus servidumbres.

En la ofrenda de trofeos a la Virgen del Pilar
o a la de Monserrat
se borran las diferencias de religión y raza.

En esos momentos de embriaguez y religiosa unción
se lanzan promesas
que jamás se cumplirán:
El año que viene volveremos a ser campeones,
dice alguien que sabe que ni siquiera estará en el equipo.

Y sabiendo que no es verdad
gritamos enfervorizados.


(Mi agradecimiento al Maestro Francisco J. Uriz quien, con toda generosidad, me envió su libro "Un rectángulo de hierba" de donde tomé este poema)

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Una de las historias más extrañas que sucedieron en el Mundial de Brasil de 1950 tiene como protagonista a Joe Gaetjens, jugador de Estados Unidos pero nacido en Haití. El combinado norteamericano llegaba a este campeonato del mundo con cierta inexperiencia y en uno de los partidos de su grupo se tuvieron que ver las caras ante una soberbia Inglaterra, que pensaba que se iba a llevar el Mundial sólo porque en su país el fútbol estaba más avanzado.
Sin embargo, ‘Jo’ Gaetjens se iba a encargar de romper ese sueño. Después de perder ante España y con ya casi ninguna posibilidad de clasificarse para la fase de grupos final, Estados Unidos acabó también con las posibilidades de Inglaterra en el Mundial gracias a un gol del futbolista nacido en la ahora devastada ciudad de Puerto Príncipe. El partido finalizó 1-0 y el tanto de Gaetjens le convirtió en una auténtica leyenda y en el auténtico héroe de aquel encuentro. Aquella derrota fue un duro golpe para Inglaterra y el país lo llegó a etiquetar como “catástrofe”.
Parecía que la vida de Joe Gaetjens iba a cambiar por su gol ante Inglaterra y que todo iba a ser color de rosa... pero nada más lejos de la realidad. El futbolista de Estados Unidos no iba a disfrutar de un final feliz. Después de jugar unas temporadas en Francia, decidió colgar las botas para convertirse en comercial.
Catorce años más tarde de su gol en el Mundial de Brasil regresó a su Haití natal. En 1964 la dictadura de François Duvalier ahogaba todos los sueños de sus ciudadanos y los de Gaetjens no iban a ser menos. El ya ex futbolista fue detenido por la policía secreta y desapareció para siempre. Nadie supo más de él. El hermano de ‘Jo’ movió cielo y tierra para conocer su paradero pero sin ninguna fortuna. Muchos investigadores apuntan a que el futbolista falleció el mismo año de ser arrestado, en 1964, pero sin ninguna prueba convincente que así lo demuestre. ¿El lugar? Nadie lo sabe.
En 1976 la Federación de Fútbol estadounidense incluyó a Joe Gaetjens en su ‘Salón de la Fama’. Un bonito homenaje hacia un héroe que no tuvo un final feliz.

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Bernabé Ferreyra, Moreno, Pedernera, 'Tucho' Méndez o Pontoni antes que grandes jugadores eran hombres. No era sólo la calidad fútbolística, eran las condiciones humanas las que los transformaron en cracks.

(VICTORIO SPINETTO [1911-1990], ex jugador y entrenador argentino)

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El fútbol es un juego muy sencillo. Son los jugadores los que lo hacen complicado.

(GORDON STRACHAN, ex jugador y entrenador escocés)

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Fuerte, abajo y lejos de Michel Foucault (Eduardo Pérsico - Argentina)


Cualquiera que atajara la pelota que a Jorgito Chopin le sacudieron aquel sábado en San Isidro, no hubiera hablado de otra cosa, pero él anduvo por el vestuario exhibiendo los guantes mágicos color rosa recién estrenados que le protegían sus dedos de pianista, y riéndose.

Los locales quisieron mostrarse ante su gente jugando contra Once Corazones un partido durísimo y cuando el loquito Chopin agarró la última pelota con las dos manos, se fueron a llorar a la iglesia...

La gente miraba desde unos escalones sobre parapetos de caños y era una linda tarde para jugar. Un sol de Octubre, muchas minas vistosas, unos pibes rubiecitos chillando y Once Corazones propuesto a jugar prolijo, como siempre, pero chocaron contra un equipo de camisetas de rugby y pierna demasiado fuerte que protestaba todo, así que decidieron no discutir con nadie sin descuidarse atrás.

El ambiente se iría calentando, los jugadores, socios y familiares del San Isidro le reclamaban al referí el reglamento íntegro y ¿qué cobrás, hijo de puta? era lo más suave, y los línea se conviritieron en dos asustados personajes. A los Once también el público los alentaba: ‘negro de mierda’ o ‘judío asqueroso’, y al narigón Aguilera que se divertía al esconderla bajo el pie izquierdo, una señora con un conjunto deportivo blanco; buenísima, le indicó ‘zurdo putito, no te hagas el vivo que te desaparecemos’. Por el segundo tiempo el Nene embocó un gol que casi no gritaron y ni ahí luego toquetearon la bola para perder tiempo.

Había que irse tranquilos y sin calentar a nadie porque ya las mamás de los nenes rubiecitos les puteaban la tercera generación y en el final, uno a cero, cuando el referí apenas miró el reloj tres tipos de pelo engominado entraron al campo y chau ‘fair play’ para gente bien vestida. Uno de bigote cacheteó al juez para recordarle algún artículo escrito en inglés, ‘vos de aquí no salís, la puta que te parió’, otro bigotudo le manoteó el cogote y el partido, reglamentariamente, prosiguió.

De inmediato centro al área de Once Corazones, penal del hombre invisible y en segunda escena del griterío y el Chopin ajustando sus guantes rosas, se ordenó la ejecución. El cuatro alisó el pastito con la pelota pidiendo ‘que no se adelante el arquero’, el referí le gritó a Jorgito ‘no se mueva de la línea’ y quizá sumara algo menos estridente.

El de San Isidro tomó tres pasos de carrera, hamaque de Chopin y la inatajable bola abajo al rincón izquierdo hizo 'chaf’' contra sus guantes y quedó seca. Hubo un silencio metálico, del fondo salieron jugando bien lejos para nadie, el heroico referí se animó a pitar el final y los dueños de casa lo siguieron puteando hasta el vestuario. Pero el hombre sobrevivió.

El penal que atajó Jorgito Chopin fue impresionante pero recién lo comentó en el tren de vuelta con el Quelo Varela, el vendedor de libros.

-El referí era un turro. Sabía adónde pateaba el otro, me gritó no se mueva de la línea pero entredientes me aclaró ‘abajo, a tu izquierda’.

-¿Y eso no fue una demostración de poder con mayúscula?

-Qué lástima Quelo; no le pregunté si había leído a tu amigo Foucault -y los dos se cagaron de risa.

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El reconocido periodista argentino Juvenal escribió en el año 1970 sobre Juan RamónVerón (padre de Juan Sebastián): "Llegó a ser, para Estudiantes de La Plata, tanto o más importante que Pelé para el Santos. Porque al genio de Pelé lo respaldaban otros morenos talentosos y felinos".
Pero a Juan Ramón Verón, en Estudiantes, lo acompañaban el sudor, la virilidad, el sacrificio y la generosidad de otros diez cinchadores, ninguno de los cuales estaba en la cuerda inspirada y sutil de La Bruja. No importaba.
Con esa ayuda, gravitante en el plano espiritual, mínima en el orden estrictamente futbolístico, Verón se las ingenió para darle a Estudiantes momentos memorables. El himno de la hinchada "pincha" en aquellos años decía: "Si ve una Bruja montada en una escoba, ese es Verón, Verón que está de moda".

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El pueblo brasileño sufre mucho, vamos a salir campeones por ellos y por Ayrton Senna.

(BEBETO, ex jugador brasileño, días antes del Mundial USA 1994, dedicando con antelación un título que después obtendría, al recordado piloto)

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Las tácticas dependen de la calidad, no del mero hecho de ponerlas en práctica.

(ERNESTO LAZZATTI, excepcional jugador de Boca Juniors en la década del '40)

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Meninos jogando futebol (Alfredo Volpi - Brasil)

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El reggae de Maradona (Jovine - Italia)

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Llegué a Montevideo en Diciembre de 1973 y tras una reunión con Miguel Restuccia, un dirigente como pocos, solucioné me incorporación a Nacional.
En los primeros días de Enero de 1974 me instalé en Montevideo y trabajaba no menos de diez o doce horas por días. Del Parque Central a Los Céspedes y de nuevo al Parque. Así todos los días... Supervisábamos el trabajo de todas las divisionales. Me encontré con una camada de notables jugadores... Juan Ramón Carrasco, el "Polilla" De Los Santos, Rafael Villazán, Hebert Revetria, Miguel Caillava, José María Muniz, Martín Taborda, Adán Machado, Ricardo Pagola... También en las divisiones menores había jugadores de gran calidad. Recuerdo a Alberto Bica y a Daniel Enríquez -hoy gerente deportivo del club- que militaban en la sexta división y directamente, sin escalas los ascendí a la tercera. Los dos terminaron coronándose campeones del mundo con Nacional. Todos ellos verdaderos profesionales.
Cuando me hice cargo del plantel, solamente Hebert Revetria había debutado en primera, los demás procedían de las divisiones formativas del club. Unas divisiones formativas que supimos dignificar, gracias a nuestro trabajo y principalmemte a la maestría del gran Miguel Restuccia. Le dábamos de comer a ochenta chicos por día en el Parque Central. Se compraban y se tomaban ochenta litros de leche diarios. Porque primero los chicos tienen que comer y después jugar. Si no comen, no pueden entrenar y mucho menos jugar... Es mentira que pueden hacerlo sin alimentarse correctamente, como por otra parte, deben hacerlo los verdaderos deportistas. Y es mentira, porque indirectamente los estás matando... Hoy la mayoría de los futbolistas surgen de las villas de emergencia. Además los chicos llegan con 10 u 11 años a los clubes y a esa edad necesitan alimentarse para desarrollarse, lo necesitan también para estudiar y por supuesto para jugar al fútbol. A esa edad del desarrollo, a mí no me preocupa el 4-4-2 o el 4-3-3... Quiero que tengan a su disposición buenos botines, agua caliente en el vestuario, calefacción en los dormitorios y la alimentación correspondiente en los comedores. Toda la vida entendí que esto es lo primordial y fundamental que deben cubrir los conductores de jóvenes... Y así lo llevamos a cabo en Nacional. Formamos a verdaderos hombres que hoy tengo la dicha de llamar amigos.

(MIGUEL IGNOMIRIELLO, entrenador argentino, recordando su paso por Nacional de Montevideo, en Tenfield Digital del 27 de Mayo de 2008)

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No veo un sucesor. Pelé solo hubo uno, Maradona también y con seguridad Romario solo habrá uno. En el área soy el mejor, me considero el mejor.

(ROMARIO, sobre sus cualidades como futbolista)

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