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Entre el Príncipe y el Rey (Washington "Canario" Luna - Uruguay)
Para muchos periodistas y entendidos, había ganado el "caballo del comisario". Pero le quedó a Uruguay (también fue perjudicada su selección por los arbitrajes en ese torneo) la satisfacción de haberle restado el único punto del torneo a Inglaterra. Fue el 11 de Julio de 1966, en el partido inaugural de la Copa, en el viejo estadio de Wembley, cuando Inglaterra jugó ante Uruguay. Igualaron sin abrir el marcador.
Aquel recordado cotejo, correspondiente al grupo que integraban Inglaterra, Uruguay, México y Francia, tuvo esta síntesis:
Inglaterra (0): Banks; Gohen, J. Charlton, Moore, Wilson, Stiles, R. Charlton, Bal!, Greaves, Hunt y Connelly.
ruguay (0): Mazurkiewicz; Ubiñas, Troche, Manicera y Caetano; Viera, Cortés, Gonçálvez y Rocha; Silva y Pérez.
Árbitro: Zsoit (Hungría)
Luego, el camino de Inglaterra para ganar el torneo proseguiría con triunfos ante México por 2 a 0; Francia por 2 a 0; Argentina por 1 a 0; Portugal por 2 a 1 y la final contra Alemania, por 4 a 2.
(ÁRSENE WENGER, entrenador del Arsenal, y más ecos de la gran actuación de ayer por Champions League de Lionel Messi ante los 'gunners')
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(Titular del periódico digital ”El Blaugrana”, en su edición de hoy haciendo alusión a la histórica actuación de Lionel Messi ante el Arsenal inglés en el día de ayer)
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Embambinados
Fue acusado por intentar abusar a un menor y terminó preso. Hoy es una celebridad mediática: es crítico de cine por tevé, comenta fútbol y su libro de anécdotas se convirtió en best-seller. Pero la misma sociedad que festeja su reinserción le niega ese beneficio a ex convictos que no son ricos ni famosos. Radiografía de una hipocresía social.
"Todos con el culo en la pared…" cantaban las hinchadas del fútbol argentino apenas Héctor Rodolfo Veira se asomaba en cualquier cancha como director técnico del Club Atlético San Lorenzo de Almagro. “…Llegó el Bambino. Larguen todo y salgan volando que acá está llegando el gran violador”. La popular, se sabe, es impiadosa.
Al recordar aquellas tardes de domingo, hoy, desde otra realidad que ubica a estos mismos actores en otro rol, caben algunas preguntas:
¿A dónde fueron a parar aquellos juicios de valor contra una persona que tiempo antes había sido idolatrado por toda la sociedad?
¿Quién silenció aquel canto/sentencia que bajaba implacable de las tribunas?
Un ídolo futbolero por excelencia, un icono viril y galante, habitué incansable de la noche porteña, aparecía involucrado en un caso de violación a un menor de edad. Así se conoció la noticia por esos días. Un hecho que lo sometió al escarnio público y por el que terminó tras las rejas. Hoy, veinte años después, vale una repregunta: ¿por qué la misma sociedad que lo culpó, hoy aplaude complaciente sus intervenciones televisivas?
El Bambino fue y es una estrella. Suma rating. Vende libros. Entretiene. Se presenta y lo presentan como un personaje de Buenos Aires. Fue un “matador” en las canchas y es un best-seller en las librerías. Aplausos para él, una figura que, la misma sociedad que le niega cualquier esperanza de reinserción a miles de compatriotas que pasaron por la tumba de la desesperación y la delincuencia, lo abruma de cariño como a una celebridad. Desigualdad o hipocresía, que va mucho más allá del Bambino y su locuacidad.
Pasado. En la tarde del 17 de Octubre de 1987, Sebastián Candelmo viajaba junto a un amigo en el auto conducido por su padre. Vieron a Veira, y los jóvenes se lanzaron del auto con una misión: conseguir su autógrafo. Veira accedió, pero no pudo dejar su rúbrica. No funcionó la lapicera. Pero el DT no quería defraudar: invitó a Candelmo -entonces de 13 años- a subir a su departamento. En esos minutos y en la intimidad, el joven sufrió el intento de abuso que condenaría a Veira a la cárcel. El escándalo, de inmediato, inundó las tapas de los diarios.
La suerte del ídolo cambió. La opinión pública, como es o debería ser lógico, se puso del lado de la víctima. No tuvo clemencia ni concesiones para el Bambino. El brillo se cubrió de sombra: la desilusión social fue implacable. Nadie en su sano juicio puede tolerar un delito aberrante. Pero el tiempo y la causa judicial siguieron su camino. El caso entró en un laberinto mediático y judicial, con un sinfín de idas y vueltas, donde estuvo involucrada la misma policía -que protegió al ídolo- al no dar parte inmediato al juez. Comenzó el lento proceso judicial que llevó a Veira tras las rejas.
Para 1988 y aún sin que la justicia se expidiera sobre la denuncia realizada al por entonces técnico de San Lorenzo de Almagro, Veira solía salir desde el vestuario hacia el campo de juego con la vista puesta sobre el césped y sin levantarla hasta llegar al banco de suplentes, mientras las miles de personas agolpadas en las tribunas se quedaban afónicas de tanto insultarlo.
El ídolo carismático que había sido el técnico campeón del mundo con River Plate en 1986, ahora era la cara del mal.
El 30 de Agosto de 1991, un fallo en primera instancia lo condenó a cuatro años de prisión por ser autor del delito de violación en grado de tentativa, en concurso ideal con promoción de la corrupción.
Días después el Bambino iniciaba su estadía en la cárcel de Villa Devoto. Estuvo sólo 11 meses detenido, hasta que abandonó el penal bajo libertad condicional. El caso estuvo cruzado por todo tipo de sospechas, la principal -un lugar común de aquellos años- recaía sobre la Justicia menemista, un terreno complaciente para ricos y famosos.
En Septiembre del ’92, la cárcel quedó atrás, y al poco tiempo Veira volvió al club de sus amores, San Lorenzo de Almagro.
Su camino de regreso había comenzado.
De a poco el Bambino, a fuerza de histrionismo desde el banco de suplentes, retomó su personaje más popular: el del porteño pintoresco y entrador.
En 1995 sacó campeón a San Lorenzo. Habían pasado 21 años desde que el club no ganaba un campeonato. El Bambino recuperaba su lugar de ídolo popular. La sociedad lo había indultado.
¿Por qué?
La psicóloga María Beatriz Müller, especialista en abuso de menores, intenta encontrar una respuesta: "Recuerdo que cuando sucedió lo del Bambino, hubo un fuerte posicionamiento a favor suyo y en contra del joven. La gente pretende, en estos casos, tratar el tema del abuso como si fuera una mentira del abusado y, en este caso más, porque el chico Candelmo era ‘rarito’. Hoy el trato de la sociedad sería diferente".
Respecto a Veira visto como un modelo social, técnico de fútbol ganador o crítico de cine por TV, hay una gran desmemoria que, también, refleja la decadencia de la sociedad: nivelamos para abajo”. Y enfatiza: “El Bambino forma parte de ese grupo de personas que son los ídolos de una sociedad ciega, sorda, muda y sin memoria”.
La reinserción social de Veira una vez que dejó la dirección técnica de fútbol para trabajar en los medios de comunicación, fue de menor a mayor. Desde su lugar de comentarista fue captando al público que esperaba sus intervenciones ocurrentes y festivas con la misma ansiedad con la que esperaban gritar un gol. Sentado frente a las cámaras y amparado por su gracia natural, se instaló como una celebridad mediática de la tevé.
Para una emisión del programa “Hay equipo” que se emite por la señal de TyC Sports, en la que integrantes de equipos recordados juegan un partido contra los periodistas del canal y luego comparten un asado, el Bambino fue invitado junto a algunos ex jugadores del San Lorenzo campeón de 1995, a compartir la mesa. Llegada la hora de la sobremesa, sin guiones ni formatos diagramados, el Bambino hizo explotar de risa a los más de quince comensales que lo rodeaban. Inesperadamente, Héctor Rodolfo Veira promovió la risa desde el fútbol y alcanzó el estrellato como comediante a tal punto, que YouTube tiene entre sus videos más visitados a los del Bambino.
Desde otra perspectiva, un conocedor del derrotero de ex convictos que intentar volver a ser admitidos por la sociedad, el abogado Christian Vargas, defensor de Luis “Gordo” Valor y Hugo “La Garza” Sosa, define que la exposición pública contribuye a que el perdón social prevalezca por sobre las críticas. “No hay que olvidar que en algunos lugares, como cuando Veira estaba dando una nota durante el Mundial 2006, le gritaron ‘violador’. Sin embargo, la exposición del propio personaje genera que se lo acepte y se echen al olvido las cosas antiguas. La mayoría de los que incursionan en estas cuestiones delictivas, con el tiempo buscan expiar las culpas, a fin de que la sociedad lo absuelva. Pero algo es cierto: si los padres de Candelmo estuvieran reclamando públicamente como los padres de Cromañón, el Bambino no tendría un segundo más en televisión”.
La vida de Veira andaba sin mayores sobresaltos, gozando de su fama recobrada, hasta que el pasado volvió para sopapearlo. En 1998 debió indemnizar a Candelmo, por daños y perjuicios, con 145 mil dólares. Además, sufrió el embargo del 90 por ciento de sus bienes y el 20 por ciento de su sueldo como entrenador de San Lorenzo.
Y tiempo después, el joven Sebastián Candelmo volvía a aparecer en público: para entonces ya era Malena, una travesti que decidió contar su drama en el programa de Jorge Rial: “Aunque recuerdo todo, trato de no revivirlo porque me hace mal. Veira fue mi primer hombre. Por eso siento que es culpable de mi homosexualidad, aunque no de mi travestismo. Mi apellido es una cruz. Mis amigos se borraron. A los 16 años me escupían y pegaban. Fui discriminado en el colegio y en el barrio. Siempre era conocido como el chico del caso Veira. Odiar no odio a nadie, pero si me cruzase con el Bambino le diría: ¡Cómo me cagaste la vida!”. Por esas semanas, Veira se alejó de la exposición.
No hizo declaraciones.
El psicólogo, especialista en grupos de riesgo, Alfredo Moffatt analiza: “En el pibe no pensó nadie. Hasta el propio padre lo sometió a un escándalo mediático. La sociedad entera lo desprotegió. Luego vendría su transformación de identidad y más puntos de rating. La Justicia es injusta. Demora 30 años en poner tras las rejas a Mario Benjamín Menéndez mientras que a los ídolos los pone en un lugar de inimputabilidad. Los ídolos populares ejercen la impunidad o es la gente misma la que se la regala. La sociedad olvida estos hechos. El ídolo es más fuerte”.
Best Seller. Los amigos que estuvieron al lado de Veira durante toda su vida no se cansan de decir que el Bambino es un personaje único de Buenos Aires. Son pocas las voces de la farándula que se animan a realizar un juicio de valor sobre los motivos que lo dejaron tras las rejas.
Fueron esos compañeros de la vida, del fútbol o de la farándula, quienes lo animaron para que sus anécdotas pasaran al formato de libro. Una idea audaz. Una gran negocio.
Otro condimento para el análisis.
La directora del Comité de seguimiento y aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, Nora Shullman, señala: “Veira logró a través de la televisión que la gente se olvidara de una faceta oscura que marcó la vida de un chico que se desarrolló con una mancha que no pudo olvidar. Muchas veces la credibilidad de los chicos se pone en duda, como en el caso Grassi, mientras que personajes como Veira ganan la pantalla. El hecho de ser una persona mediática condiciona la condena social: ‘¿cómo va a ser abusador si era futbolista?’. Ese olvido se da con los ricos y famosos y, obviamente, también con el poder”.
Analizado este y otros casos donde se presentan hechos de abusos de menores, las estadísticas sostienen que casi el cien por ciento de los abusadores y violadores reincide. Para el psiquiatra y perito legista Miguel Maldonado, “lo que ocurre en general con los abusadores de menores es que tienen un perfil no tan virulento. Suelen recurrir a la seducción, al convencimiento y a la persuasión. Este tipo de mecanismo se ve en los abusos intrafamiliares, donde los individuos comienzan con una fase de envolvimiento que va llevando a lo demás. Recuerdo que cuando Veira volvió a la cancha, la tribuna lo ovacionó. Hay un trastocamiento de valores en la sociedad. Soy de la opinión de que los que cometen delitos sexuales deben quedar presos de por vida en institutos especiales. Tanto la castración como otros métodos no sirven”.
Pero la figura del Bambino, paradójicamente, despierta simpatía en un sector de la sociedad que aboga por la mano dura cuando el delito no viste Versace ni huele a fragancia importada. Reflejo de una sociedad desigual y miope. Veira tuvo la oportunidad de reinsertarse. Pero no todos corren la misma suerte. En este marasmo de estadísticas imprecisas que es la Argentina, no hay datos fidedignos sobre el porcentaje de ex convictos que lograron retomar una vida socialmente aceptada tras el encierro, pero según los especialistas consultados, la cifra es tan menor que explica, en parte, el nivel de reincidencia en el delito. La vara, se sabe, no es igual para todos.
Arremete el diseñador Roberto Piazza: “La Argentina es un país de pelotudos sin memoria. Si viera a mi hermano, que me abusó desde los seis años frente a una cámara para hacerse famoso, no pararía hasta verlo en el último averno del Dante. No hay justificación para semejante crueldad”. Y va más allá: “Que un acusado por violación sea ídolo de multitudes me parece la atrocidad más grande que le puede pasar a este país. El Bambino es ídolo, best seller y columnista en televisión. Solo le falta que conduzca programas infantiles. Ahí me pondría tetas y me hago puta”, ironizó.
¿En dónde anida el olvido?
¿En dónde el perdón?
¿Y la hipocresía?
Y valga una discreción: soy “cuervo” desde la cuna y he disfrutado oír hablar a los abuelos de mi barrio sobre el eximio jugador de fútbol que fue Veira. También lloré de emoción durante el campeonato “azulgrana” del ‘95 en una fría noche rosarina de Junio.
Un año después, cuando Veira ya era el director técnico de Boca Juniors, en un partido jugado en estadio de San Lorenzo, la tribuna local no tardó en reclamar la patria potestad de uno de sus máximos ídolos. Cuando Veira entró al campo de juego para sentarse en el banco de suplentes visitantes, la espontaneidad futbolera dijo lo que hoy podría resumir de dos o cinco maneras las múltiples y disímiles caras de la sociedad en la que estamos inmersos. El grito ensordecedor duró diez minutos y Veira saludó aprobando aquella ocurrencia popular: “Esta es tu hinchada, la que siempre te bancó, los bosteros te gritaban violador”. El Bambino sonrió. La sociedad ya lo había perdonado.
Pero la Argentina, más allá de Veira, es desigual. Perdona a unos pocos y condena a la mayoría.
(artículo de Lucas Cremades, publicado en revista “Veintitrés”, Octubre de 2008)
En principio, aparecieron las tarjetas, de cartón o plástico, de color amarillo y rojo (para amonestación y expulsión, respectivamente), para que no existiesen dudas respecto a las determinaciones del árbitro, habida cuenta de lo sucedido en el Mundial anterior, en Inglaterra, con la expulsión de Antonio Rattin.
Sin lugar a dudas, Rattin fue echado inexplicablemente por las dificultades para hacerse entender con el controvertido árbitro alemán Kreitlen.
En segundo lugar, en ese Mundial se autorizó el cambio de dos jugadores por equipo.
Por otra parte, hasta ese momento las delegaciones llevaban cocineros, médicos y psicólogos. Pero en México, la de Suecia estuvo integrada por un cocinero real, Peter Olander, quien fue incorporado a último momento.
Era el cocinero de la Casa Real sueca, el cocinero de Su Majestad, Gustavo Adolfo. El menú de los jugadores, estaba compuesto por los más exquisitos manjares.
Y finalmente, de manera insólita, el príncipe afgano, Faruk Saraj, fue como árbitro de su país. De todas formas, no utilizó el silbato al no ser designado para dirigir ningún partido. México y su Mundial lleno de connotaciones inolvidables.
(MAX MERKEL, ex jugador y entrenador austríaco, en 1972, mientras era entrenador del Atlético de Madrid)
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(JULIO HUMBERTO GRONDONA, Presidente de AFA, -1998-)
Ahora también estamos en Facebook
En el ámbito de Internet, las redes sociales son páginas que permiten a las personas conectarse con amigos, realizar nuevas amistades, compartir contenidos, interactuar y compartir intereses comunes. En nuestro caso, el fútbol.
A estos efectos elegí Facebook, creada en 2004 por Mark Zuckerberg, por ser una de las más populares de la web con 380 millones de miembros y traducciones de 70 idiomas para que, a través de ella, podamos tener un contacto más estrecho y conocer vuestras opiniones acerca de la página así como para recibir todo tipo de críticas, sugerencias y fundamentalmente, para que los lectores del blog se conozcan y nos enriquezcan con sus opiniones.
Les mando un grande abrazo y espero que ahora nuestro contacto sea más cercano pues ahora voy a conocerlos, aunque sea a través de la red.
Gracias a todos.
Afectuosamente.-
Gloria maldita (José Antonio Fernández - España)
El estadio quedó vacío tras el partido, aunque los focos aún iluminaban el césped. Meditabundo, Oldrych Nejedly contemplaba el escenario con las manos en los bolsillos del pantalón, con ese mal sabor de boca que imprime la derrota; para él era aun peor, había fallado una pena máxima en el último suspiro del encuentro.
Todos confiaban en él; sin embargo erró el disparo y la luz se convirtió en tinieblas, ése es el precio que tiene pagar el lanzador, que en las botas tiene por un momento la gloria y el fracaso, en un segundo que parece eterno.
Italia, 1934. Llegó con la esperanza de ganar el campeonato, como todos, pero su equipo comenzó a ganarse el respeto de los demás en el primer partido cuando ganaron a Rumanía por 2 goles a 1, marcados por él mismo y por su compañero Puc.
Así comenzó Checoslovaquia su andadura por el mundial de ese año, pero además del poder futbolístico de los azzurri tendrían en contra el poder del Duce. Mussolini, amén de organizar el torneo superando obstáculos burocráticos de forma polémica, quería ganarlo a toda costa, por lo que utilizó todo ese poder.
Mientras tanto el equipo checoslovaco seguía avanzando y se encontraba ya en cuartos de final. Enfrentándose a Suiza y venciendo por 3 goles a 2 pasaron a la siguiente ronda donde les esperaba Alemania. En ese momento pensó Nejedly que el sueño había llegado a su fin, pues era de esperar que los alemanes ganaran el partido, pero su espíritu era fuerte y no se dio por vencido, al igual que sus compañeros, la gran final estaba ahí, a la vuelta de la esquina, el sueño de todo jugador: abrazar la gloria por un momento, escribir una página en la historia.
Nejedly lo sabía, infundió ánimos a su equipo y Alemania sucumbió; tres goles suyos catapultaron a su equipo a la gran final, el momento soñado. Y llegó el gran día, sólo tenían que salvar un escollo más y el trofeo más preciado sería para ellos, pero se enfrentaban al país anfitrión: Italia. Combi, Alemandi, Bertolini, Meazza, Orsi... la squadra azzurra.
En el Olímpico de Roma no cabía un alfiler. Mussolini presidía el encuentro como un emperador romano que espera en el Coliseo la salida de los gladiadores para levantar o bajar el pulgar según le plazca.
Mientras, en el vestuario, el seleccionador checo se sube en uno de los bancos y se dirige a los jugadores. Parece que les va a dar las órdenes pertinentes e infundirles ánimo para ganar el encuentro, pero no, se saca un papel del bolsillo y lo lee. Abatidos, algunos lloran, otros se sientan cabizbajos, pero deben salir al terreno y afrontar el partido.
Nejedly mira alrededor cuando salta al terreno, el ruido es ensordecedor, una banda de música se prepara, los equipos se sitúan y suenan los himnos. Cuando suena el de Italia la multitud lo entona al unísono y estalla en un clamor cuando éste acaba. El partido comienza, los checos no parecen los mismos de encuentros anteriores; Nejedly pierde el balón con facilidad y falla ocasiones inexplicablemente.
A pocos minutos del final, Puc marca para Checoslovaquia pero extrañamente apenas lo celebran, el Olímpico de Roma enmudece, los jugadores se miran unos a otros, se reanuda el juego y en poco tiempo marca Orsi para Italia y poco después Schiavio, en una gran jugada, le da la vuelta al marcador.
Pero a un minuto del final Nejedly se interna en el área y Allemandi le derriba, el árbitro decreta pena máxima. El estadio vuelve a enmudecer. Nejedly coloca el balón en el punto de penalti, mira detenidamente al portero; luego gira la cabeza y contempla la tribuna donde Mussolini aguanta la respiración debajo de su rostro pétreo -en realidad parece que todo el mundo aguanta la respiración-.
Vuelve a mirar a la portería, toma carrerilla y lanza: el balón roza el poste izquierdo y sale por la línea de fondo. El Olímpico vuelve a estallar, Mussolini se levanta como un resorte, el árbitro pita el final del partido y todo es un clamor. Italia es campeón del mundo.
Cincuenta años más tarde, Nejedly, sentado en un butacón de su casa el día de Navidad, el día de su cumpleaños, observa el recorte de periódico donde puede verse su foto después del partido mirando hacia la portería donde erró el penalti, cabizbajo, con las manos en los bolsillos. Extrajo un papel semiarrugado del interior de un libro y volvió a leerlo:
“Les recuerdo con esta misiva que si ganan este partido, los jugadores de la selección italiana serán fusilados al amanecer dentro del terreno de juego.
Ese mismo año el escritor checo Milan Kundera publica su obra “La insoportable levedad del ser”. En ese libro Nejedly guardaba el papel entre unas páginas donde había subrayado este texto: “La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes”.
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No, yo quería jugar al fútbol. Nunca quise dejarlo. Y creo que si hubiera pensado en hacer otra cosa, mi padre no lo hubiera permitido porque él quería ver a su hijo jugar al fútbol. Igual yo siempre dije que sí. Digamos que fue una elección libre pero obligada.
En Argentina sos de Boca...
¿Sabes por qué me gusta más Boca? Porque es el club más popular. No tengo nada contra otros equipos, pero yo le pregunté a mi amigo David Trezeguet cuál es en Buenos Aires el club del pueblo.
¿Y si te mentía? Porque no es de Boca...
Es verdad, pero Boca es más de la gente. Por supuesto también me gusta por culpa de Maradona. Y por la camiseta. No puedo describirlo, pero la camiseta me llama. Los sentimientos son así, inexplicables.
(THIERRY HENRY, futbolista francés, en la revista argentina "Viva" del domingo 27/07/08)
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Era oficial de los Alpini (Cazadores de Montaña) en pleno régimen fascista. Le gustaba que los trenes llegaran en punto, pero no soportaba los actos de violencia armada.
(GIORGIO BOCCA, escritor italiano, recordando al entrenador de la ‘azzurra’ entre 1928 y 1948 y con la cual ganó dos Copas del Mundo)
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(RUDI ASSAUER, entrenador alemán de la época dorada del Schalke 04, sorprendiendo la semana pasada a toda Alemania con duras declaraciones sobre los homosexuales)
Cacho, el capitán (Rubén Herrrera - Argentina)
"muchas veces, regesar,
no es estar de vuelta"
-¡Volvió, Doña Cata, volvió! -le grité desde la mitad de la cuadra al ver que no se dio vuelta, le volví a gritar mientras corría hacia ella. La calle estaba cubierta de hojas, hacia frio, y comenzaba a lloviznar.
-¡Volvió, Doña Cata, volvió! Pensé que no me había escuchado, porque no giró su cuerpo para verme. Cuando la tuve ahí, le toqué el hombro, y le volví a decir.
-¡Volvió, Doña Cata, al fin volvió! Vio que le dijimos que todo iba a salir bien, que iba a volver, que estaría con nosotros de nuevo. Pero me miró con una mirada triste y a la vez indiferente, como ausente, como pensando en otra cosa.
-Sí, por suerte volvió -me contestó-. Mientras se dio vuelta como para continuar su viaje. Seguro que iba a la capilla para agradecerle a Dios.
-Claro que sí, claro que volvió, recién me enteré. Y ya les dije a mis hermanos y a todos los muchachos. El sábado, le vamos a preparar un asado de bienvenida. Ya arreglamos todo, lo vamos a hacer en la casa de Don Jiménez, el padre de Javier. Así que dígale a Cacho que esta tarde voy a su casa y arreglamos la hora, mientras nos tomamos una cerveza.
Doña Cata me miró y dijo algo que nunca pensé que diría.
-¡No!, El Cacho no quiere verlos, no quiere ver a nadie, él solo quiere descansar.
-¿Cómo dijo Doña Cata?, ¿Que no quiere vernos? A nosotros, a sus amigos, a sus hermanos, a los que siempre estuvieron con él en todas, ya sean buenas o malas. Bueno está bien, hoy déjelo que descanse, dígale que se duerma todo, porque en realidad debe estar muy cansado, pero que mañana, nos vamos con todos los muchachos, a celebrar y esperar ese asado que le preparamos, mientras charlamos sobre como paso allá, en ese lugar lejano.
Doña Cata se alejó lentamente, llevaba como siempre, un vestido largo y oscuro, con un abrigo negro encima, como para cubrirse del fuerte viento de Junio, cartera y zapatos negros y su infaltable pañuelo en la cabeza. Se la veía distinta, algo raro le sucedía, porque su hijo había vuelto y no se la veía feliz, parecía más bien preocupada.
Yo me fui a la casa del enano, para que organicemos un partido de solteros contra casados, ya que hace como tres meses que no jugábamos. Claro, el Cacho no estaba, entonces decidimos entre todos los muchachos, que no jugaríamos hasta que el capitán del equipo volviera, y ahora que esta de vuelta con nosotros, que mejor que jugar un partido.
Al otro día, después de juntarnos en la cancha de Don Julio y cuando estaba cayendo la tarde, fuimos hasta la casa de Cacho, como para charlar mientras nos tomábamos una birra, que habíamos comprado en el almacén de la esquina.
Su casa era una prefabricada que compraron cuando su padre aún trabajaba en el ferrocarril y su madre lavaba ropa para un geriátrico de Capital. Él, su padre, murió, como hace diez años en un accidente, que nunca fue esclarecido, después que se unió a la huelga del sindicato. Cacho tuvo que trabajar duro junto a su madre para salir adelante, ya que las cosas eran difíciles.
Cuando llegamos, golpeamos las manos por arriba del portoncito de caño verde, que tenía este, al lado del tejido que da a la vereda. Salió el perro ladrando desde el fondo, esperamos unos segundos y al ver que nadie atendía volvimos a golpear. Se abrió la puerta de la casa y apareció Doña Cata.
-¿Cómo le va Doña? -le pregunté- venimos con los muchachos para verlo a Cacho, estamos ansiosos por hablar con él, así que dígale que venga, que queremos verlo.
Su respuesta, nos sorprendió a todos:
-¡No! Cacho está cansado y me dijo que no quiere ver a nadie.
-Pero señora dígale que somos nosotros, los muchachos, sus amigos.
-Ya les dije que no quiere ver a nadie -nos volvió a contestar.
-¿Cómo que no quiere ver a nadie? Le dije levantando la voz. Dígale que salga o sino entramos nosotros igual. Una nueva, que no quiere ver a nadie.
En la ventana, se vio correr la cortina desde adentro, y para sorpresa de todos, su figura se dibujo en ella. Estaba ahí, sí Cacho estaba ahí, nuestro amigo, nuestro hermano, aquel que nos enseñó a jugar al fútbol, a casi todos. Aquel que nos defendía si alguno de otro barrio quería pegarnos. Claro tenía como dos años más que todos.
Estaba en la ventana, lo vimos mucho más flaco que cuando se fue, tenía la cara demacrada y una barba mal cuidada, cuando de repente dijo:
-¡Acaso no escucharon lo que dijo mi vieja! ¡Qué, ¿habla inglés acaso?! Les dijo que no quiero ver a nadie, o no entendieron. Quieren que se los diga yo entonces. -Bueno- ¡no quiero ver a nadie! -gritó desde adentro.
Yo lo miré al Enano, a mi hermano Bocha, a Topo, al Zurdo, a todos como buscando alguna explicación a lo que había escuchado, pero nadie entendía nada.
-Cómo que no querés ver a nadie? -le dije-, mientras lo miraba a la cara, notando un extraño comportamiento. ¿Qué, acaso no te acordás más? Nosotros somos tus amigos de toda la vida. Los que rezábamos todas las noches para que regresaras pronto a casa. Si hasta fuimos haber al Papa cuando vino. ¡Sí!, fuimos a pie, y hasta Don Vicente nos acompañó, y vos sabés mejor que todos, que él no creía en nada, ni en nadie. Pero estuvo ahí, acompañándonos para pedir que vuelvas. Justamente a los muchachos, los que todas las tardes nos juntábamos en la casa de Armando, para escuchar la radio y comentar lo que pasaba. Los que te escribíamos dos veces por semana, si hasta compramos todas las barras de chocolate que existían en la zona, con tal de enviártelas, para vos y para todos los que estaban con vos. Así que dejate de joder y vení, abrí el portoncito, que tenemos que hablar de muchas cosas. Ah, la llamé a Carmencita y me dijo que viene para acá, ella está laburando cama adentro, pero no puede aguantar hasta el sábado a la tarde y se tomaba el primer bondi que venía. Me dijo que se moría por verte, que te extrañaba mucho, y que se volvía loca si no venías pronto.
-No muchachos, váyanse que quiero preparar todo, porque nos vamos del barrio. Nos mudamos cerca de mi tío allá en Corrientes.
-¿Cómo que te vas del barrio? Si vos sos parte de él. Si creciste acá, si fuiste a la escuela con nosotros, y para colmo sos el capitán del equipo. Porque acá, para que sepas y sino preguntale a tu vieja si no me creés a mí, no se jugó más al fútbol.
-No chicos, ustedes no entienden nada, yo ya no quiero jugar más, yo me cansé de jugar, así que mejor búsquense otro capitán, por que me voy al Interior.
-No Cacho, no digas nada de lo que te puedas arrepentir -le dije- lo que todos queremos, es que te quedes, que descanses mucho, y vuelvas a jugar con todos nosotros. Porque tenés una zurda espectacular, le pegás los tiros libres como nadie, gambeteas como un elegido, si hasta hiciste como cinco goles de córner, en el último campeonato.
-Ya me cansé de todos -volvió a decir- me cagué de hambre, me cagué de frio, me cagué de miedo, por qué y para qué, me pregunto todas las noches. Ya que ni siquiera duermo. Yo solo quería ser feliz, casarme con Carmencita y tener muchos hijos.
-Y bueno hermano, ya estás aquí -le grité también- Ahora podrás hacer todo lo que soñaste, casarte tener hijos, jugar al fútbol todo los domingos, y todo el pueblo se juntará detrás del alambrado, para verte jugar y disfrutar.
Cacho empezó a gritar y maldecir a todos. A los tipos que lo mandaron ahí, a los que no entendían nada, a los que creían que era todo un juego, a los que seguían la vida como si nada sucediera, a los que hablaban por hablar. Sabiendo que a ellos nunca les iba a tocar. Decía que estaba cansado y que otra vida comenzaría pronto, mientras decía esto, su voz empezó a quebrarse.
-No ven que no quiero jugar más, por que no me dejan de joder, ¡no quiero jugar más! Nos gritó a todos, mientras se corría desde la ventana, hacia la puerta. Y una vez apoyado en el marco de ésta, dijo:
-No es que no quiero ¡no pueeedooo! Gritó llorando fuerte, y con mucha bronca, que le nacía desde el fondo de su corazón.
Aquella zurda, de los pases milimétricos, de los tiros libres impecables, de los goles olímpicos. La que nos deleitaba a todos, ya no estaba en su lugar, se la habían amputado en Malvinas, en un conflicto bélico, que él no había elegido…
(En memoria de todos los “Cachos” que volvieron, y de todos los que dejaron la vida, en defensa de las Islas Malvinas)
"El Sapo", -así se lo apoda-, se aproxima a los 90 años de edad y es uno de los periodistas deportivos trasandinos más importantes de la televisión. Jugó 22 temporadas en la Universidad Católica, un año en Racing de Avellaneda, y uno en el Colo Colo de su país.
En sus memorias recuerda con sumo orgullo su estadía en la Argentina, atajando para la "Academia". Para él fue un paso muy importante, jugando al lado de compañeros de gran renombre.
Claro que hoy rememora esa época, en 1943, cuando tenía 23 años, con cierto arrepentimiento en el tema de sus decisiones personales, porque en vez de continuar en nuestro fútbol, verdadero espaldarazo internacional para la posibilidad de irse a jugar en Europa, retornó a Chile, por estar enamorado de una compatriota.
Si bien el amor todo lo puede, dejó entrever que ese noviazgo finalmente no prosperó y le quedó trunco ese sueño ambicioso en cuanto a lo deportivo.
De todas formas, Livingstone, quien admite que el mejor futbolista que vio, el más completo, fue Alfredo Di Stéfano, defendió el arco de Chile en 75 partidos (34 en 6 Copas de América) retirándose el 18 de Noviembre de 1959, en el estadio Nacional de Santiago, cuando su representativo le ganó, en un amistoso y por primera vez en su historia, a la Argentina (4 a 2).
El padre de "El Sapo" había sido árbitro de fútbol, llegando a dirigir la final del Sudamericano de 1917, entre Argentina (1) y Uruguay (0). Fue un buen antecedente de un grande del fútbol sudamericano.
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(DARÍO CONCA, estrella del Fluminense respondiendo, el pasado martes 30, sobre si se nacionalizaría brasileño para así poder defender a la 'canarinha' en caso de ser convocado)
Yo jugué ese partido pensando en Malvinas. Sentimentalmente, hice culpable a cada uno de los jugadores ingleses de lo que había sucedido y mis goles tuvieron un sabor diferente. El primero fue como meterle la mano en el bolsillo a un inglés y sacarle una plata que no era de ellos.
El segundo tapó todo...
(DIEGO MARADONA, recordando su enfrentamiento con Inglaterra en México '86 y el recuerdo de la Guerra de Malvinas de cuatro años antes)
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Un encuentro romántico (Jesús Castañón Rodríguez - España)
El fotógrafo serpenteó el paseo marítimo entre el rugir acompasado de las olas y las caricias del viento y llegó a un estadio entre un aroma de eucaliptos. Franqueó la puerta de prensa y recogió la acreditación. Se enfundó un peto entre un bullicio de gente con prisas, trípodes que parecían andar solos, luces de flashes dispuestas a iluminar un nuevo milagro y voces de saludos efusivos.
Fue engullido por largos y estrechos pasillos hasta salir al túnel de vestuarios. Subió los peldaños que accedían a la cancha mientras aumentaba el número de pulsaciones de su corazón. Abrió un sobre con una misión que le había sido asignada. Leyó su contenido y no movió ningún músculo. Había sido enviado allí para hacer un reportaje difícil: el arte en el campo más antiguo del fútbol profesional en España.
Lanzó unas primeras fotografías y recorrió las bandas cabizbajo para estudiar las posibilidades del campo. Pensaba que aquello era imposible. Vio cómo las diferentes personas que forman parte del espectáculo iban tomando posiciones. Se situó tras la portería del fondo norte. Se sentó en el suelo y preparó el equipo. Hizo más instantáneas durante el primer cuarto de hora de la primera parte.
En un mal paso, el fotógrafo resbaló y cayó al suelo. Temió haber roto la cámara y rápidamente comprobó que conservaba las fotos lanzadas. Descubrió que el brazo izquierdo de la estatua de la mujer le hacía un gesto para que cerrara los ojos. Por un instante todo se detuvo y se llenó de magia. Al volver a abrirlos muy lentamente, en un contrafundido, la cancha había tomado otro aspecto al haber sido conectada la luz artificial. Aparecía un nuevo mundo de colores y contrastes que le hizo sentarse en los fosos, subir a las gradas, tirarse en plancha a ras de suelo, colocar la cámara detrás de las porterías...
Ante la cámara digital El Molinón era ahora un museo especial y el partido un encuentro romántico con las bellas artes. Era el cuadro de una playa donde el rojo y el blanco iluminaban de ilusión un césped de colores verde y azul y la arena gris de las gradas mientras las gaviotas sobrevolaban en círculos.
Captaba estatuas fluidas. Fijaba paradas, remates, regates, fintas... mientras los jugadores y el partido seguían en su imparable discurrir. Detenía en el tiempo infantiles sonrisas ilusionadas, bocas abiertas y miradas de agua que ya no correspondían a escolares sino a futuros atletas.
Disfrutaba de la percusión de silbidos y palmas, de la sinfonía del picar de la pelota, de los ruidos contrapuestos de arrastres de botas, gritos de entrenadores o relatos periodísticos apasionados hasta estallar al unísono en una ola de fantasía envuelta en rugidos de ges, cimbreos de oes alargadas y eles en cascada cuando marcó el Sporting.
Notaba la gimnasia de las palabras en busca de expresiones populares, de esfuerzos de imaginación para conseguir una alquimia de los estados de ánimo. Estaba ante un juego de ingenio y de creación literaria para narrar la lucha por hacer realidad los sueños, para cantar que lo mejor está siempre por ser conquistado.
Gracias a aquella intervención de la estatua descubrió la arquitectura apacible del estadio y su capacidad para esparcir felicidad y crear nuevos sentidos. Comprendió que el fútbol es un bello arte en movimiento en el que los zapatos de la fantasía rematan desde la grada, los corazones unidos realizan parábolas junto al balón, los sentimientos corren la banda para buscar un contagioso estado de euforia y gratitud, las emociones hacen paredes de color esperanza para salvar tiempos de necesidad.
Posteriormente, cubrió el bullicio de la rueda de prensa entre crónicas realizadas al vuelo, relatos por teléfonos móviles, noticias rápidas saliendo con urgencia para diseminarse desde Internet, más fotos, imágenes de televisión... El fotógrafo entregó el peto y recogió el material. Salió feliz del estadio entre una riada de gentes porque ya tenía el reportaje de la misión que le había sido encomendada.
Volvió a pasar entre los eucaliptos, a ser abrazado por el viento. Se acercó a la estatua que le había sugerido ese punto de vista tras su caída. Con ternura, rodeó su cuello con una bufanda rojiblanca, agarró su mano izquierda y besó con suavidad sus labios de bronce. Un tintineo de lágrimas era su agradecimiento por abrigarle el corazón en aquella misión. Aquel lugar se convirtió para el fotógrafo en un puerto del que zarpar con nuevas energías.
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(DIEGO "Chavo" FUCKS, periodista deportivo argentino, trabajando actualmente en Canal 9)
(MANUEL ALCÁNTARA, poeta, escritor y periodista español)
(JULIO PÉREZ, ex futbolista uruguayo, campeón mundial en 1950)
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El tema fue que el seleccionado español (en la imagen), dirigido por Luis Iribarren Cavanilles, debía lograr su clasificación enfrentando al representativo de Turquía. Había tranquilidad entre los españoles, porque el fútbol turco de entonces, carecía del nivel que mantiene en la actualidad.
El primer partido se disputó en Madrid. Fue el 6 de Enero de 1954 y allí el local le ganó a Turquía por 4 a 1. Parecía ‘pan comido’.
La revancha se realizó en Estambul y allí la sorpresa. Fue el 14 de Marzo de ese año, donde los turcos lograron vencer por 1 a 0, con mucho amor propio y un público que alentaba a sus jugadores a luchar hasta el último minuto.
Lo cierto es que como en aquellos tiempos no existía el "gol de diferencia", se disputó un tercer partido, jugado el 17 de Marzo en Roma, donde hubo un empate: 2 a 2. Y no estaban contemplados en el reglamento los penales que definieran la situación. Ya las cosas no aparecían tan sencillas para España.
Fue allí cuando las autoridades de FIFA determinaron que la clasificación quedara determinada por sorteo. Para ello se colocaron dos bolillas en una hielera de acero donde un niño, con los ojos vendados, sacó una de ellas, la que determinó que España quedara afuera del Mundial de Suiza. Puro azar. A partir de esa situación, el sorteo nunca más definió una clasificación mundialista.
(RICARDO LA VOLPE, ex jugador y entrenador argentino, acerca del temperamento de los jugadores de fútbol)
(HUGO GATTI, ex arquero argentino, opinando en 1985 de su ex director técnico en Boca Juniors)
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Alemania 1972, la mejor cosecha alemana
El equipo se había renovado con un grupo de jóvenes jugadores, muchos de ellos desconocidos. El seleccionador, Helmut Schoen, se apoyó casi exclusivamente en dos clubes: el Bayern de Munich y el Borussia Moenchengladbach.
La facción bávara estaba encabezada por Franz Beckenbauer, excepcional centrocampista que llevaba una semilla desastrosa. Muy pronto, decidió refugiarse como líbero, blindarse con defensas, retrasar al equipo diez metros, convertir sus formidables condiciones técnicas en pirotecnia y animar a los futuros grandes creadores a hacer lo mismo (Stielike, Matthaus…). El centro de gravedad del juego alemán pasó del medio campo al líbero. No hacía falta mucho para adivinar el siguiente paso: el pelotazo.
Sin un papel relevante de sus creativos centrocampistas, sin Schuster, que rescató al equipo en fogonazo de la Eurocopa de 1980, Alemania comenzó a estirarse: cada vez más cerca de su portero y cada vez un gigante más alto en la punta del equipo: Dieter Hoenness, Hrubesch, Bierhoff. La simplificación llevó a la simpleza. Y la simpleza es deprimente. El precio que ha pagado el fútbol alemán es muy alto. No han faltado las victorias, pero los jugadores alemanes han perdido prestigio. Pocos actúan en las grandes Ligas. No añaden gran cosa. Se simplificó demasiado. Se creó un prototipo funcional que, a fuerza de repetirse, terminó por degradarse. Pero hubo un tiempo donde Alemania era una selección maravillosa.
En aquel partido de Wembley, cuartos de final de la Eurocopa, Alemania derrotó 1-3 a Inglaterra. El resultado fue menos importante que la manera de conseguirlo y quiénes lo consiguieron. A un lado, Beckenbauer se acompañaba del portero Maier, el central Schwarzenbeck, el lateral izquierdo Breitner, el goleador Gerd Müller y el media punta Uli Hoeness. Tanto Hoeness, extraordinario jugador prematuramente disminuido por una grave lesión, como Breitner eran jóvenes y desconocidos en Europa.
La otra parte del equipo estaba dirigida por Günther Netzer, eterno suplente de Overath. Netzer, que jugó el partido de su vida en Wembley, había conducido al Borussia Moenchengladbach del anonimato al primer peldaño de la Bundesliga. Junto a él, el lateral derecho Vogts, el magnífico centrocampista Wimmer y el delantero Jupp Heynckes. Todos estaban en Wembley, donde se exhibió Alemania con un fútbol perfecto.
El duelo con Inglaterra y la victoria en la Eurocopa de 1972 marcan el momento de mayor altura en el juego de la selección alemana. Antes de adentrarse en el fútbol especulador y pesadísimo que caracterizó al Bayern de los años setenta, la selección alemana jugó tan bien como Holanda y con jugadores tan brillantes. Fue un período que merece recordarse, lo mismo que el triste destino del Borussia Moenchengladbach. Siempre jugó mejor que el Bayern, pero perdió sus oportunidades en la Copa de Europa, mientras el equipo de Beckenbauer ganaba las finales con poco juego y mucha suerte.
Como Moenchengladbach, una pequeña ciudad junto a la frontera belga, no es Munich, las posibilidades de sobrevivir a la ausencia de éxito son mucho menores. El Borussia entró en un declive lastimoso para los aficionados que preferían su aventura a la calculadora maquinaria del Bayern. Y como el Bayern se ha preocupado de eliminar cualquier atisbo de oposición en la Bundesliga -cada vez que aparece un competidor, sus mejores jugadores acaban irremediablemente en el equipo bávaro-, el fútbol alemán es prisionero de un club con una perniciosa querencia por la depredación.
Este ídolo 'carbonero' nació el 2 de Febrero de 1952, su carrera la comienza jugando en Baby Fútbol, con el equipo de Faro de Punta Carretas, más tarde entra en las formaciones inferiores del Club Racing.
Una de las instituciones que le dio cobijo fue el Club River Plate, donde debuta en primera división.
Para 1973 se concreta el gran pase a Peñarol, quien logró con gran visión de futuro para él. Su primera anotación fue en un encuentro amistoso en el Estadio Centenario, contra San Lorenzo de Almagro (Argentina), en ese encuentro Peñarol gana 3 a 2 y dos de los tantos fueron convertidos por el 'Potrillo' al arquero argentino Agustín Irusta. Si debemos destacar una, entre muchas cosas de nuestro goleador, es que en tan solo una década obtuvo para sí y la institución 31 títulos, convirtiendo 34 goles en el año 1975 por el campeonato Uruguayo, batiendo así el récord de Pedro Young. Luego llegó a 36 anotaciones en el Campeonato Uruguayo de 1978, además de convertir la friolera de siete goles en un partido.
Títulos conseguidos
* Campeón Uruguayo con Peñarol en 1973, 1974, 1975, 1978, 1979, 1981 y 1982.
* Campeón de la Copa Libertadores e Intercontinental con Peñarol en 1982
* Campeón de la Liguilla Pre-Libertadores en 1974, 1975, 1977, 1978 y 1984.
* Campeón de la Copa Teresa Herrera en 1973 y 1974 y Costa del Sol en 1975.
* Campeón de la Copa América con Uruguay en 1983
* Campeón de la Super Copa Europea con el Valencia en 1980
(JOSÉ MARÍA DEL NIDO, presidente del Sevilla F.C., en la presentación del futbolista holandés, cedido por el Chelsea, 13 de Julio de 2007)
(JUAN "Candonga" CARREÑO, ex futbolista chileno, recordando su amor por el fútbol y por la buena vida)
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