(Sir ALEX FERGUSON, entrenador del Manchester United, opinando del delantero coreano, autor de un gol ante el Liverpool el pasado domingo)
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(Sir ALEX FERGUSON, entrenador del Manchester United, opinando del delantero coreano, autor de un gol ante el Liverpool el pasado domingo)
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La potencia (Housni Mkouboi "Rohff" - Francia)
La desazón de los locales fue indescriptible: el Maracaná estaba colmado por casi 220 mil espectadores.
Más allá de las críticas a sus jugadores, los cañones periodísticos apuntaron hacia el director técnico, Flavio Costa quien, hasta el partido ante Uruguay, era uno de los hombres más elogiados, como estratega. Luego de la derrota final, los hinchas lo querían matar y Flavio debió alejarse del ambiente del fútbol por un tiempo.
De todas formas, con el paso de los años, se le reconocieron sus virtudes y se destacaron algunos de sus preceptos futbolísticos, que colocaba en carteles pegados a las paredes del vestuario. Uno de ellos, decía: "Tú puedes ser el Jesucristo del fútbol, pero si te marca un loco que no te deja dar una patada a la pelota, nunca podrás jugar al fútbol". Otro, señalaba: "Los extremos (wines) son al equipo lo que los brazos al cuerpo humano".
Y también inculcaba: "Las distancias iguales entre los jugadores del mismo equipo mantienen la geometría del cuadro".
Flavio Costa había nacido en Río de Janeiro el 14 de Septiembre de 1906. Quiso seguir la carrera militar, pero se dedicó al fútbol jugando en el Flamengo. Después de varios años con los pantalones cortos, se convirtió en DT dirigiendo al Flamengo, para luego irse al Vasco Da Gama.
De allí pasó a ser técnico de la selección de su país, en una primera etapa desde 1944 hasta 1950. Pese a su fracaso en la Copa del Mundo, cinco años más tarde lo volvieron a llamar, dirigiendo a Brasil entre 1955 a 1957.
Falleció en Río de Janeiro en 1999, a los 93 años de edad.
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(HORACIO PAGANI, periodista deportivo argentino, en el programa “Estudio Fútbol” que se emite diariamente por el canal TyC Sports)
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(JUAN MANUEL LILLO, entrenador español, en Diario "As" del 09/02/10)
De la capital bonaerense al viejo mundo
Por aquellos años, la ciudad de La Plata no era tan conocida, los medios de comunicación eran otros y muy lentos. Lo cierto es que el club de Gimnasia y Esgrima La Plata salió con un equipo de fútbol reforzado como era la costumbre en aquella época.
Con toda la ansiedad de un puñado de jóvenes llenos de ilusiones y de alegría con la posibilidad de conocer el mundo salieron desde La Plata el 8 de Diciembre de 1930 presidiendo la delegación el señor Mario Sureda un conocido periodista platense y como entrenador Rafael “Kid” Lafuente, después gran boxeador de la ciudad.
Alfonso Doce fue el director técnico y empresario, partieron en el vapor francés “Lutetia” a lo que sería el debut en Brasilla delegación integrada por: Felipe Scarpone, Evaristo Delovo, Julio Di Giano, Vicente Ruscitti, José María Minella, Antonio Belli, Miguel Currell, Jesús Díaz, Arturo Naón, Juan González e Ismael Morgada de Gimnasia; plantel reforzado con Juan Botasso (Argentino de Quilmes), Pedro Chalú (Ferro Carril Oeste), Oscar Tarrio (San Lorenzo), Leonardo Sandoval y Juan Arrillaga (Quilmes) y Atilio Demaría (Estudiantil Porteño).
El debut no fue lo que se esperaba. En el arranque jugó con Vasco Da Gama con el que empató en un tanto. Cuatro días más tarde en la revancha perdió 4 a 0 con el Combinado Carioca, estos partidos se disputaron con luz artificial, a lo que no estaban acostumbrados los gimnasistas.
Desde Brasil el equipo a bordo del buque “Asturias”, siguió viaje hacia Portugal y desde allí hacia España donde jugó nada menos que contra el Real de Madrid, que no había podido ser derrotado ni por Boca en su gira del 25 ni por Nacional de Montevideo.
Lo cierto es que Gimnasia se impuso 3 a 2 y la prensa española dijo: Los argentinos parecen haber nacido para jugar bien al fútbol.
Gimnasia en Europa disputó 27 encuentros de los que ganó 11, empató 8 y perdió los 8 restantes, en esa memorable gira el equipo platense recogió innumerables elogios por su juego efectivo y vistoso. Se las tuvo que ver con el campeón de Europa, Sparta Praga, imbatible, ni la selección uruguaya campeona olímpica le había podido ganar.
Sureda contaba que los hinchas locales les mostraban los cinco dedos de la mano como vaticinando ya un resultado, el joven equipo de nuestra ciudad no se amedrentó y terminó ganando 3 a 1 en el nevado campo de juego quitándoles el invicto frente a equipos sudamericanos.
Gimnasia escribió una página gloriosa, jugando en el crudo invierno europeo, donde nadie lo había hecho antes, siendo el primer equipo argentino que jugó bajo la nieve, con arbitrajes a veces parciales.
Le cupo al equipo de Gimnasia quedar registrado en un hecho histórico, en Leipzig, 2 a 1 ganó Gimnasia al combinado de Düsseldorf en un día lluvioso y frío. Pero el hecho histórico para el fútbol argentino fue que un corresponsal de un diario de la Capital Federal envió a La Plata desde aquella lejana ciudad, la primera radiofoto que refleja el gol anotado por Ismael Morgada.
Si bien el tiempo pasó es bueno recordar esta página que tiene que llenar de orgullo a los platenses, si bien años más tarde Estudiantes de La Plata obtuvo su título intercontinental en Inglaterra, el “mens-sana” fue el primero en pasear la bandera argentina por aquellos remotos lugares.
(artículo del periodista Roberto Abrodos, publicado en el portal de Agencia NOVA del lunes 25 de Febrero de 2008)
En 1991 le otorgaron el Balón de Oro de la prensa europea, como el mejor jugador de la temporada. Milla jugó en el Valenciennes, luego en Mónaco y más tarde en el Bastia, equipos franceses. Posteriormente integró el plantel del Puebla, de México. Su tercer y último mundial lo jugó para Camerún en los Estados Unidos ‘94, cuando tenía 42 años de edad. Siempre demostró una enorme calidad.
Pudo tener su jornada de gloria al organizársele un homenaje en Wembley, cuando se enfrentaron los seleccionados de Camerún e Inglaterra. Claro que poco antes de salir a jugar, exigió una cotización personal cercana a los 70 mil dólares. No se los dieron y entonces optó por retirarse del estadio, sin jugar el partido.
Entre otra de sus facetas, para Milla el canto y la música ocupó un lugar importante de su vida, habiendo grabado un disco con el ex tenista Yannick Noah. Rogert Albert Milla, tan genial como díscolo: un verdadero personaje.
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(VINCE LOMBARDI [1913-1970], entrenador de fútbol americano)
(JORGE "Chino" BENÍTEZ, ex jugador y entrenador de Boca Juniors (2004-2005) opinando en "ESPN Radio" acerca del actual momento de la entidad de la Ribera)
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El domingo debutó el 'Negro' Fontanarrosa
Invitado por "El Gráfico", el entrañable 'Negro' experimentó su primer River-Boca en 1988. Una crónica que aún nos deleita y que fuera publicada en dicha revista el 20 de Septiembre de 1988.
Es sabido, el Negro Fontanarrosa es hincha de Rosario Central. Es, además, quien nos hace reír a diario con chistes unitarios o tiras como Inodoro Pereyra. O sea, un humorista de talento inmenso y creatividad permanente. Y como también sabe escribir, le pedimos que viajara desde Rosario para colaborar con nosotros. Aunque parezca mentira, y pese a su edad (que no quiso develar) fue la primera vez que presenció un River-Boca. Por eso no dudamos en anunciar su debut.
De la misma forma en que el coronel Aureliano Buendía ansiaba conocer el hielo para, de una vez por todas, saciar su curiosidad, empezar con buen pie “Cien años de soledad” y postular a Gabriel García Márquez como futuro Premio Nobel de Literatura, yo ansiaba ver un River y Boca.
He estado algunas veces en la cancha de River, pero, salvo en la tarde del Argentina-Holanda del 78, nunca la he visto tan llena. Sólo por esa final vi tanta gente. Y no creo que sea la misma. Al menos, no alcanzo a reconocer a ninguno. Es cierto que han pasado ya varios años pero no detecto rostros familiares. Cerca mío supongo reconocer a uno. Es un holandés, que también me mira con rostro de complicidad. Lo identifico porque no salta.
Es un domingo de sol esplendoroso. Con un estadio, el mayor del país, cubierto completamente. Está el colorido de las tribunas, las incontables banderas (hasta una inglesa veo, valioso aporte de los hooligans, quizás, al máximo encontronazo del fútbol argentino). Está el árbitro y los dos equipos formados para comenzar el partido. Y un césped verde impecable. Cierro los ojos y trato de recordar dónde he visto antes esta escena. Debo remontarme a la remota infancia: la he visto muchísimas veces en las tortas de cumpleaños.
Los dos arquitos, los equipos formados, los jugadores de pasta clavados en el bizcochuelo sosteniendo cada uno, una velita. En Rosario, esa escena era frecuentemente ocupada por los muñequitos de Central y Ñuls. Pero cuando el niño es pequeño, cuando aún no ha definido el color de su pelo, su ideología política ni su tendencia futbolera, no es raro que las madres se inclinen por la perdurabilidad de lo clásico: River, Boca y dulce de leche en el medio.
El estadio es de River, los colores son de River, los controles y auxiliares son de River, pero todo lo demás parece ser de Boca. Estoy rodeado de boquenses, atrás, a los costados, arriba. Y no son de los más tímidos. Gritan, saltan, vociferan. Debe haber gente de River, no lo dudo, pero no se dan a conocer, no se identifican. Se los puede adivinar por un gesto contrariado, un rictus severo, a veces, un manotazo veloz y crispado cuando alguna pelota da en un palo. La gente de Boca me hace acordar a la hinchada de Central. La de River a la de Newell’s. La hinchada de Boca, en cambio, se acuerda de Menotti. La de River de Alonso. Pero no se puede vivir de recuerdos.
Los primeros quince minutos son de River. Apenas larga, el Ruso Hrabina la toca para atrás buscando al arquero. Llega Centurión (viejo tiburón de aguas cálidas) y le entra flojito desde dos metros a las manos de Navarro Montoya. Estamos todos fríos, el Ruso, Centurión, el árbitro, los chocolatineros y nosotros. Parece como si nadie asumiese la importancia de esa jugada crucial cuando todavía no han pasado dos minutos. Si Centurión la metía, el curso de la historia podía volcarse. Pero también si Napoleón hubiese vencido en Waterloo, tal vez, los hinchas de River estarían ahora festejando.
Es difícil ver bien desde la platea. Hay gente parada en los pasillos y parada sobre las plateas. Me tengo que incorporar, a mi edad, por cada ataque de River y por los nervios. Entonces me pregunto: ¿por qué estoy nervioso, si yo soy hincha de Central? Es difícil no estarlo. Hay una carga eléctrica en estos partidos. Una energía que dinamiza y crispa, sea el partido bueno, malo o regular. Después los argentinos nos sobresaltamos cuando nos sorprende una sobrefacturación de fluido. Es por este tipo de cosas.
Van quince minutos y alguien grita: “¡Che, Boca, ya empezó el partido!”. Pese al estruendo del público, pese al ulular constante de las hinchadas, Boca lo escucha. Tapia cambia una pelota a la izquierda por la espalda de Basualdo y Barberón le pega un zurdazo bajo que se va junto al primer palo. Más tarde lo tendría Tapia, tras desborde de Graciani por la derecha. Llega como ocho y le da de zurda sacudiendo el triángulo lateral de la red por el lado de afuera.
River contesta, Basualdo se suelta como siete y la cruza al medio conde Centurión no alcanza con el arco descubierto. Pero después es de Perazzo, el goleador ausente, el hombre al que algunos memoriosos habían visto hacer goles. River juega al offside, una pelota terca, como en las maquinitas electrónicas de “pin-ball”, rebota en todos los rebotes y lo sirve a Walter disparando hacia el arco. La mida y la pone abajo, adonde no llega nadie. Ni el gol. La pelota pega en el poste, cruza el arco y se escabulle por el otro lado.
Hay una ley llamada “Ley de Murphy” que dice, sabiamente: “Si algo puede funcionar mal, funcionará mal”. Hay otra ley, más conocida y complicada, tal vez, que es la Ley de la Offside. A veces ambas leyes se entrecruzan y un marcador que no sale a tiempo o un zaguero que sale demasiado pronto o un linesman que desconoce ambas leyes, produce el cortocircuito. Y así como hay gente que se propone achicar el Estado, la última línea de River procura achicar el terreno. A los hinchas de River se les suben los sentimientos a la garganta durante los noventa minutos.
Visto de atrás, un jugador de Boca es un jugador de Boca. Usted puede ver un jugador de Boca en la cola del cine, adelante suyo y puede decir, sin temor a equivocarse: “Ese es un jugador de Boca”. Es más, si le ve el número puede decir: “Es Simón. O Marangoni”. Ahora, si usted ve un jugador de River de adelante es un jugador de River. Pero si lo ve de atrás, puede ser de River, de Huracán, de Argentino de Rosario o del Deportivo Cúcuta de Cúcuta jugando con la camiseta suplente. ¿Quién quitó la banda roja de las espaldas millonarias? No puede aducirse que sea un sitio destinado a publicidad. Al menos, yo no vi allí ningún reclamo de tal tipo. Tal vez están aguardando ofertas. Lo cierto es, que en algún lugar de los vestuarios locales deben estar, tiradas, las bandas rojas que ya no brillan sobre los dorsales de los jugadores riverplatenses.
Se agota el partido y ya, entre pelotazos para arriba y toques imprecisos, comenzamos a pensar en la ruleta rusa de los penales. Pero se va pico por la izquierda, la cruza larga, llega Tapia y no se anima de derecha, gira sobre la línea de córner y la cambia, suave y malintencionada, por arriba hacia el segundo palo. Por detrás salta Walter, la frentea débil y calculada y la mete adentro. Sin furia, como diciendo “¿Por qué tardaste tanto?”. Revienta el estadio y los de Boca van a caer, revueltos y sudorosos, bajo la cabecera que los ha alentado todo el partido.
No faltan las explosiones, los papelitos, los puños cerrados, los besos a la camiseta, esas venas hinchadas que hacen aparecer los cuellos como viejos troncos de árbol. Todo, todo lo que hace a un partido de fútbol en la Capital de los argentinos. ¡Es lo que he venido a ver, caramba! ¡Qué triste hubiese sido mi regreso sin ningún gol para contar! ¡Qué hubiese dicho en “El Cairo” si regresaba con la mecánica obligación de narrar penales o atajadas desde los doce pasos! Tal vez no hubiese vuelto, por vergüenza, y me hubiese radicado en Buenos Aires.
River quema las naves. Perdió el atildamiento y el intento por jugar con mesura la pelota. Ha entrado Rinaldi, quien, con Higuaín y Tapia es un compendio de amores cruzados y tumultuosos. Ayer de Boca, hoy de River. Ayer de River, hoy de Boca. Hay reproches duros, palabras ácidas, recuerdos de goles perdidos o encontrados. Una maraña de pasiones salvajes. Un tema medular para una telenovela de cariños traicionados. Enrique es el toque impulsivo y meridional de la trama. Arranca por la izquierda y le pega de zurda para los que vienen. Pero le sale al arco y el pelotazo sacude al primer palo de Navarro Montoya, el mismo que fuera castigado por Perazzo.
Hrabina anuncia un zurdazo desde el fondo y la cruza larga. Graciani, los ojos muy abiertos, la nariz filosa, como tantas y tantas veces en su destino de puntero, gana la posición en su diagonal hacia adentro y la mata cuando baja. Casi antes de que de que llegue al piso, atisba un resquicio junto a la cadera de Comizzo y se la toca allí. La bola se va picando hacia la red y Graciani sigue disparado hacia la tribuna de Boca, saltando los carteles de publicidad, especialidad que ya, hoy por hoy, debería exigírsele a todos los goleadores.
Conocí el mar ya de grande, cuando había pasado la veintena. Estuve después en las pirámides de El Cairo (el verdadero) atraído por la leyenda de Keops, Kefrén y Micerino, aquel terceto central como nunca más volverían a tener los egipcios. Y vi un River-Boca en cancha de River. “Puedo morir tranquilo -aseveró cierta vez un agudo estadista norteamericano-. He visto al hombre llegar a la Luna y he visto el perfil de Jane Mansfield”. Yo no tuve el gusto de conocer a la señorita. Pero vi una película de Isabel Sarli. Y he visto jugar al “Gitano” Juárez.
Los 'leopardos' emprendieron viaje hacia Alemania con una advertencia de su presidente, el delirante dictador Mobutu Sese Seko: "Si pierden, no vuelvan". Lo recordaron, sin duda, cuando Yugoslavia les ganó por 9 a 0.
Ya consumada su eliminación, intentaron poner en práctica un plan desesperado: subieron al autobús que les prestaba la organización e intentaron huir hacia cualquier sitio, menos hacia su propio país.
Según algunas versiones, el plan consistía en volver a Zaire por carretera y aplacar la ira de Mobutu regalándole el vehículo. La cosa no funcionó. La policía alemana les detuvo en la frontera y les obligó a devolver el autocar. Volvieron a Kinshasa, capital de ese país y, como temían, sufrieron represalias y alguna paliza policial.
(ALFREDO RELAÑO, periodista español, en diario "AS" en su edición de hoy)
(SAMI AL JABER, ex futbolista saudí, acerca de los retos que afrontan sus compatriotas que compiten en el extranjero)
Mi corazón en México (Carlos Drummond de Andrade - Brasil)
las artes de jugar.
Late alejado del balón
del estadio que enloquece
al forofo, esclavo de su club.
Vive conmigo, y en mí, mis cuidados.
Hoy, sin embargo, despierto, y he aquí que me extraño:
¿Qué es de mi corazón? Está en México,
voló certero y ni me consultó,
se acomodó, discreto, en un rinconcito
cualquiera, entre banderas tremolantes,
micrófonos, charangas, ovaciones,
y de repente, sin que yo mismo sepa
cómo quedó así, se exacerba,
se vuelve corazón de aficionado,
tuerce, retuerce, se destuerce todo,
grita: ¡Brasil! con furia y con amor.
Fue 9 veces campeón con la camiseta de Nacional de Montevideo (1940, 1941, 1942, 1943, 1946, 1947, 1950, 1952 y 1955) y una vez campeón Sudamericano con la Celeste (1942).
El “Mono” Gambetta había nacido en Montevideo en 1920, falleciendo en la misma ciudad en 1991.
Era un volante de entrega total, incansable, aguerrido, polifuncional y con mucha llegada al gol. Estaba donde tenía que estar y poniendo todo lo que había que poner. En cada acción era como si se jugara la vida, disputando la pelota como la última de su carrera.
En 1949, a menos de un año del Mundial de Brasil, sufrió una fractura de tobillo que, prácticamente, descartaba su participación. Pero con mucho amor propio se recuperó y fue convocado por el técnico Juan López.
Al final de su trayectoria, sus batallas en el campo de juego le dejaron un balance de fracturas en los dos brazos, rotura de ligamentos de rodilla derecha, fracturas en ambos tobillos, fractura de maxilar, y un hundimiento de pómulo, además de una operación de meniscos que le realizaron una vez retirado. Un retiro que se produjo a los 50 años, luego de deambular, despuntando el vicio, por varios equipos del interior del Uruguay, para terminar como empleado en el Casino del Parque Rodó. Schubert “Mono” Gambetta, fue un jugadorazo y un guapo de verdad.
(JEAN GIRAUDOUX, [1882-1944], novelista, ensayista, escritor y diplomático francés)
(ARSENIO IGLESIAS, entrenador español, en El Correo Digital -Abril de 2008-)
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Glorioso botín derecho (Ricardo A. Rodriguez / Gonzalo Plaza - Argentina)
Dedicado a Carlos Felipe “El Loco” Ponce
-Y si… decirlo es fácil… y repetirlo tantas veces como se te venga a la boca, aun más. Pero lograr aquello…, daba la sensación que era casi imposible, -sentencia Joselito Maldonado, mientras engulle una aceituna.
-No digo que nunca sucedió, porque estaría mintiendo. Dos o tres, a lo sumo cuatro veces he visto una cosa así, haciendo un esfuerzo enorme para tratar de recordar. Seguramente si lo vi, fue por televisión, porque estas cosas no son de pasar todos los años, -agrega ante la atenta mirada de la barra de amigos reunidos en el Club.
Se juntaban todos los lunes, cuando la noche le iba pidiendo permiso a la tardecita, y los ecos del fútbol dominguero todavía no se habían acallado. Generosa picada de por medio, que algunos acompañaban con cerveza, otros con espumosos Cinzanos con fernet, y, los menos, con gaseosa.
Era una cita casi obligatoria. Salvo causa de fuerza mayor, el lunes cerca de las siete y media de la tarde, comenzaba el ritual. Cada uno con su lugar reservado, alrededor de la mesa grande, cerca de la ventana.
-Es más, pasaron diez años y pico de aquel momento y va a pasar mucho tiempo, para que alguien, en la zona, pueda volver a ver algo igual, en vivo y en directo como dicen los relatores de televisión -extiende su recuerdo Joselito.
-Pensar que nosotros estábamos ahí mismo, en el punto justo y estirando el cogote para ver si, en realidad, aquello iba a ocurrir -rememora, como abriendo el tema para que los demás participen.
-Es cierto- toma la posta el 'Chapu' Bertero. La suerte te tiene que acompañar, como en todos los órdenes de la vida. Y en aquella tarde, típica de nuestro pueblo y de la zona, el viento fue cómplice de todo lo que iba a transcurrir -añade, aludiendo a una situación climática que había sido clave para el desenlace de la situación.
-¡El viento que había! ¡Impresionante! -exclama.
-Aunque lo que ocurrió en aquel partido, para mí, fue la frutilla de un postre de ídolo que nunca dejaré de saborear -interviene 'Beto' Santolaria, apelando a una de esas frases literarias, con las que cada tanto sorprendía a la barra.
-Tenés razón -confirma Joselito.
-Para indagar un poco en la historia de su vida, podríamos llamarla semiprofesional, porque hasta ese momento casi todos jugaban con el corazón y eran poquitos los que se ganaban el mango dentro del rectángulo de cal. Por eso es más elogioso lo de él o lo de ellos, porque fueron varios los que se llevaron la gloria por aquellos años, y todavía hoy guardamos en la retina los hermosos recuerdos que nos dejaron husmear detrás del alambrado -sigue Santolaria haciendo gala de sus dotes de filósofo.
El flaco Ignacio estaba serio, como siempre, buen tipo, pero muy reservado el flaco, aunque la conversación le estaba interesando.
-Creo que hoy, el tema excluyente es la historia del 'Loco' Poncini. Me parece bien. Se podría filmar una película con la vida futbolística del Loco -asevera el flaco, mientras busca, con el palillo, pinchar un dadito de queso.
-¡Qué arquero! Estuvo más de veinte años en primera. Un personaje -afirma el Beto.
-Porque jugar de esa manera y ser reconocido y muchas veces silbado y puteado, porque antes sí que se puteaba y se sacan los trapitos al sol ¡eh! -dice el Chapu.
-Y tener que cruzarte al otro día con los rivales cara a cara, no era nada sencillo en este pueblo. Y el loco siguió jugando, a veces se alunaba, ¡pero cuando se agrandaba no había Cristo que le metiera un gol! -agrega el flaco Ignacio.
Intercede en la conversación el cantinero, don Roque Salinas, que había llegado con la bandeja repleta de platitos con ingredientes para reponer la picada.
-Perdonen que me meta pero, ¿ustedes saben que yo jugué con el Loco? -pregunta, y sin esperar respuesta continúa:
-Yo era bastante madera para jugar. Siempre fui defensor. ¡Tengo el honor de haberle metido el primer gol en contra al Loco Poncini! -parece enorgullecerse de una hazaña poco plausible.
-Fue en el partido en que debutó en el Deportivo, la quise rechazar de cabeza y apenas la rocé, cuando miro para atrás lo veo al Loco, que se había corrido del arco para buscar la pelota, ¡pero yo se la había cambiado de palo! -culmina don Roque, causando el abucheo de la barra.
-Mirá que hay profesiones jodidas, hay actividades complicadas. En el fútbol, por ejemplo, hay unos puestos más difíciles que otros, pero el de arquero, para mí, fue, es y será, uno de los oficios más injustos. Podés quedar bien parado o ser defenestrado con todas las letras -asegura el Beto Santolaria, con esa forma algo rebuscada que tiene para hablar.
-El Loco es de esos tipos que van de menos a más, como quien no quiere la cosa y con el paso de los años se fue afirmando, y las situaciones se le pusieron más claras, salir desde abajo y que seas reconocido no es para nada fácil -agrega el Beto, dándole una larga pitada a su Particulares 33.
-¡Y cuando se puso a llorar en un partido! -irrumpe nuevamente don Roque tratando de seguir aportando recuerdos vividos con el Loco adentro de la cancha.
-Resulta que nos estaban cagando a pelotazos, por allá el árbitro nos cobró un corner en contra, y alguien protestó, creo que fue el 'Coco' Figueredo, con quien integrábamos la dupla de marcadores centrales, el referí escuchó la protesta, pensó que había sido Poncini, y lo amonestó. ¡El Loco se puso a llorar! No quería seguir jugando. No lo podíamos convencer. Hasta que el árbitro se dio cuenta y no tuvo más remedio que, en el medio del partido, ir a pedirle disculpas al Loco. Por favor perdoname, le dijo. Y recién ahí el Loco aflojó y volvió a ocupar el arco -cuenta don Roque, mientras destapa una cerveza bien helada.
-El Loco Poncini, ¡qué arquero! -exclama Joselito, haciendo notar que el segundo Cinzano le está pegando un poco. Ahora se escucha como más sentimental.
-¿Se acuerdan lo que había hecho un par de años antes de coronarse el número uno de todos los superhéroes que uno, a esa edad, puede tener? -pregunta, temblándole un poco la voz y con cierto brillo en los ojos.
-Suficiente para mí. Para idolatrarlo hasta el alma. Aunque seguramente para los mayores y fanáticos del Club, fuera un acto de responsabilidad solamente. Que le podía haber tocado a él, como a tantos otros que se hubiesen parado debajo de los tres palos. Y más teniendo en cuenta que el Deportivo hacia como treinta años que no salía campeón. Ya no querían prorrogar más la necesidad de ganar -rememora Joselito ya casi al borde del llanto. Evidentemente entre el Cinzano y los recuerdos le estaban jugando una mala pasada.
-Claro Joselito, como no nos vamos a acordar. Aquellas tardes de la Liguilla. Era final tras final, partidos de ida y de vuelta. El que ganaba seguía y el otro se iba para la casa -interrumpe el Chapu con una carcajada, tratando de levantar el ánimo de la reunión.
-¡El partido con los de Rivadeo! -exclama don Roque, mientras riega con soda al fernet depositado en el fondo del vaso de Joselito, para darle forma al copo de espuma que adornará su tercer Cinzano consecutivo.
-Aquel fue uno de esos pleitos en los que parece que los noventa minutos y los treinta de alargue, hubiesen estado de mas, tendrían que haber ido derecho a los penales. Obviamente si todos hubiesen sabido cual sería el resultado final. Esa tarde, el Loco Poncini, abarajó dos penales seguidos y le dio el pase a la final al Deportivo -agrega el cantinero.
-¡Qué final aquella! ¡Qué cruce bravo! -recuerda el Beto mientras le entra a un bastoncito de mortadela.
-¡Gracias a Dios y a todos los santos, se dio el ansiado campeonato! -dice, casi gritando Joselito.
-¡Dale campeón! ¡Dale Campeón! -empieza a cantar mientras levanta su Cinzano sugiriendo un brindis al que todos se suman de inmediato.
-¡Por el Deportivo! -propone.
-¡Salud! responden todos.
-¡Por el Loco Poncini! -induce Joselito.
-¡Salud! -contesta la barra.
Y se chocan los vasos para terminar en un fondo blanco memorable.
-Pero aquello fue solo una parte. Porque el moño final lo puso después -retoma la conversación el Chapu.
-Y, no pasó mucho tiempo, solo un par de años, cuando al Deportivo le tocó jugar otra final de la liga. Ya con un poco más de experiencia en estos aspectos y con la seguridad de saber lo que es tener enfrente un conjunto similar y en condiciones parecidas -dice el Beto.
Joselito lo mira como no habiendo entendido muy bien la frase, pero de pronto se le vienen a la mente una catarata de recuerdos.
-Ahora si, a esto quería llegar -dice como queriendo significar que el momento clave de la conversación está cerca.
-Porque dos penales en un partido los puede llegar a atajar casi cualquiera les podría decir. Pero lo que hizo este hombre es mil veces más. Ni hablar que esa final la ganamos -expresa Joselito.
-Estábamos en una tribuna que se había inventado con el semirremolque del camión del 'Muñeco' Saravia. Solo para estar unos metros más arriba del ras del suelo, y poder, tan si quiera, llegar un poco más lejos con el gargajo si el línea que corría por esa banda no levantaba la bandera o se la dejaba guardada ante situaciones dudosas -dice Joselito, que a esta altura está parado y gesticula como si todavía estuviera arriba de aquella improvisada tribuna.
-Nos mirábamos atónitos en la hinchada por lo que acababa de suceder. Hasta el relator de la radio no sabía que había pasado y estiraba el grito de gol para otorgárselo a quien era el merecedor. Porque todos saltábamos y festejábamos. Veíamos que la pelota había ingresado adentro del arco, pero nadie se había podido imaginar algo así -sigue Joselito, mirando a los amigos de la barra, que a pesar de conocer la historia, se encuentran ensimismados ante semejante relato.
-Eso era justamente lo que había pasado. ¡Al segundo gol lo había hecho el 'Loco' Poncini! -grita Joselito.
-Y no como nos tienen acostumbrados algunos arqueros modernos, que patean tiros libres o penales -continúa.
-Este gol fue de arco a arco. Si, sacó desde el arco, un furibundo remate de derecha, la pelota cruzó toda la cancha, y se le metió en el ángulo al arquero rival -dice, haciendo los ademanes pertinentes, para luego reflexionar…
-Por eso les decía que a veces la suerte te tiene que acompañar en cada momento de la vida, y a veces un poco el viento claro, que otro más amigo de nuestras tierras le iba a dar una manito -concluye Joselito al borde las lágrimas, por la emoción, por el recuerdo, por el beneplácito de estar hablando de su máximo ídolo en la historia del fútbol local.
-Ah, me olvidaba, ese fue su último partido. El Loco colgó los botines… bah, uno solo, porque el glorioso botín derecho quedó en la vitrina del Club. Y él se retiró como se retiran los grandes. A los que nunca les podés reprochar absolutamente nada -finaliza, ahora sí, Joselito Maldonado, y arranca para la puerta, yéndose, con los ojos húmedos y varios Cinzanos encima.
-¡Viva el Loco Poncini viejo y peludo nomás!
Pero no siempre fue de esta manera.
A los colegiados se les llamaba por su apellido paterno, y se podía leer en las crónicas de los periodicos deportivos o escuchar en la radio "Pérez tuvo una mala actuación o García estuvo correcto", pero hace unas décadas hubo un colegiado de apellido Franco que tuvo una tarde nefasta.
Por esos tiempos, había que ver quién era el guapo que tenía bemoles de radiar o escribir "Franco estuvo desacertado, Franco se equivocó constantemente o Franco no da ni una" cuando el destino de la Madre Patria estaba en manos del Generalísimo.
La solución que tomó la prensa fue la de nombrar al trencilla por sus dos apellidos y al no haber lugar a confusión podían ponerlo a caldo sin riesgo de acabar delante de un tribunal con juez togado y fiscal.
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(CHARLIE NICHOLAS, ex internacional escocés y jugador del Arsenal inglés de mediados de los '80)
El fútbol, Señor, no es un juego, sino un medio para batirse, es una práctica sangrienta y brutal.
(Oración de la Iglesia Anglicana acerca del fútbol, citada por Julián García Candau)
Cuando juega Uruguay (Jaime Roos - Uruguay)
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La de Victoriano Arenas. Ahí fui con Defensores, en la C. Caímos para jugar un partido clave, en el 81. Ellos tenían que ganar porque sino descendían. Yo era conocido, ya estaba en el Juvenil. Llegamos temprano y se me dio por tomar sol a un costado. En un momento se me nublo, abrí los ojos y eran dos monos: “Mirá que Victoriano tiene que ganar ¿eh?" Ganaron porque fueron mejores pero si no hubiera tenido que meterla yo de cabeza…
¿Lloraste muchas veces por el fútbol?
Dos. Después del 0-5 con Colombia y luego de debutar en el Mundial 90, aunque esa vez fue una mezcla de sentimientos: alegría por lo mío e impotencia por la fractura de Pumpido.
Tuviste una época en que las mujeres se te tiraban encima. ¿Hubo algún acoso desmedido que se pueda contar?
Un día salí con mi señora del programa de Susana Giménez y nos empezó a seguir un auto. En un momento paramos y se bajaron dos chicas. Les firmé, sacamos fotos y les di un beso. Todo bien hasta que una la mira a mi señora y le dice: “Y vos lo podrías dejar un poquito solo, ¿no?”. Mi mujer casi le salta a la yugular.
(SERGIO GOYCOCHEA, ex arquero argentino, en revista “El Gráfico” -Octubre de 2002-)
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(CARLES REXACH, ex jugador y entrenador español)
(LUIGI COMPAGNONE, "Carta (apócrifa) de Diego Maradona", La Gazzetta dello Sport, 14 de Agosto de 1989)
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Cholo con orgullo
En el Perú no se puede hablar de la importancia del fútbol sin tocar el caso de Hugo Sotil. Fue símbolo, una figura paradigmática, un predecesor de la importancia que tienen los cholos en el Perú. Fue un notable jugador, por ello el país se le rindió. Ahora conozcamos de él y de su significado para la sociedad peruana.
Corría el año de 1969 y por primera vez éramos ganadores. El himno que se cantaba en las esquinas, el que se escuchaba en las radios era el famoso "Perú Campeón" ("es un grito que repite la afición"). La tarde de la "Bombonera" (estadio argentino donde Perú se clasificó para el Mundial de 1970), será siempre tarde de gratos recuerdos, igual que aquella voz que gritó, ¡¡¡ NO NOS GANAN!!!
Se abría así un nuevo capítulo no sólo en la historia del fútbol, sino también en nuestra propia forma de mirarnos y de mirar a aquellos que eran los protagonistas del drama: los jugadores. Hasta antes de asistir al Mundial de México 70, pocos, muy pocos hubieran apostado su vida a correr detrás de una pelota. El fútbol se jugaba sobre todo porque se llevaba en la sangre, el alcanzar la fama sería obra del destino.
Una clasificación nos colocó donde jamás habíamos llegado, y el fútbol se hizo pan de cada día. Los goles de "Cachito Ramírez" llegaron, sin necesidad de que "Pocho"(comentarista deportivo fallecido) los anunciara, y el Perú se estremeció de júbilo. Didí (el entrenador de la selección) fumó su enésimo cigarrillo y el juego bonito tuvo su partida de nacimiento.
De eso hace ya tiempo, mas nadie olvida esa generación de futbolistas que ya han colgado los chimpunes. Varios de ellos se fueron sin un adiós digno, entre ellos uno que terminó jugando por el Espartanos de Pacasmayo: Hugo Sotil, "El Cholo Sotil".
El de México 70 fue el primer Mundial de nuestra historia futbolística. Con él empieza el ciclo de los mundiales, de las esperanzas en la viveza criolla del entrenador Marcos Calderón en el Mundial del 78, o en la sabiduría del abuelo Tim en el Mundial del 82. Los contratos millonarios llovieron como el maná. Nadie que se precie de ser peruano no puede dejar de reconocer que con ese Mundial el fútbol tuvo su mayoría de edad, y el país entero lo sigue con pasión. El fútbol es el deporte más popular y "es un gran espejo en donde se refleja en gran medida lo que somos como sociedad" (1).
Después de más de veinte años (2), ya es posible hacer un balance de lo que significó aquella generación mundialista, México 70. De todos los jugadores, Sotil tiene un brillo particular. Su historia trascendió fronteras, tal como quedara demostrado en las afirmaciones del ex-técnico de Alianza Lima, el brasileño Amaral, quién aprendió a querer al Perú cuando supo de ese jugador que se escapaba sin zapatos para jugar fútbol.
Estando de acuerdo con el carácter popular del fútbol, con el nuevo ciclo abierto a partir de la clasificación al Mundial, y con la posibilidad de encontrar aspectos de nuestras diversas identidades colectivas en la práctica deportiva, entonces empecemos por el principio. ¿Quién es Sotil?
Es un ídolo. Sí, un ídolo popular cholo. Es la primera gran emergencia futbolística de los cholos en el Perú. Antecede a la música chicha. Con sus quiebres informales conquistó espacios tan exquisitos como el Nou Camp, donde su nombre fue coreado por multitudes. Europa se le rindió y de eso hace como diecisiete años (3).
Años después otro cholo pasearía por Europa su talento, esta vez musical, Chapulín y los Shapis. Pero no olvidemos al ídolo, aquel que nació un 18 de Mayo de 1949, en la décima cuadra de la calle Paita, en Ica. El que jugaba en El Porvenir, en la cancha del Cura, dos o tres partidos los días domingo.
En la sierra, en los tiempos de las haciendas, las mujeres más deseadas solían ser las hijas del patrón, pues éste era considerado el último suspiro de Dios. Eran el sueño lejano que alguna vez se conquistaría. Y así fue, Sotil contrajo matrimonio, un 20 de Febrero de 1970 en la Catedral de Lima, con Guillermina, hija de Don Patronicio Eche, un próspero comerciante de café tipo exportación de Chanchamayo, quien en sus ratos libres se divertía viendo jugar fútbol a sus muchachos de La Parada. Fútbol recio, de cholos que se abren un lugar en la urbe.
A Sotil lo vio jugar en El Gamarra, uno de tantos equipos que tenían su mundo en La Victoria. Don Patronicio tenía un equipo, el Gaillard, que jugaba en la segunda división amateur de la liga de La Victoria. Lo llevo a su equipo y le dio trabajo en su empresa. Sotil se casó con su hija.
Años más tarde el "Cholo" declaró: "Yo nací humilde y sigo siendo humilde. Si juego aquí es porque aquí está la gente más pobre de nuestra Lima, aquí está la pobreza, aquí está la lágrima" (4). La entrevista se realizó al borde del campo deportivo de Manzanilla. Era un campeonato organizado por los trabajadores del Mercado Mayorista de La Parada, cerca del cerro San Cosme.
II
"La tradición del ídolo peruano se engarza en definitiva con el destino cotidiano del pueblo. Es decir, estuvo en la bonanza, pero regresa irremediablemente a su condición de pobre" (5).
La bonanza de Sotil empieza en el modesto estadio de San Martín de Porras, donde desde antaño se desarrollaba el torneo de segunda de ascenso. El ganador del campeonato subía a la profesional. El Municipal, el cuadro de la franja, vivía su hora amarga. La segunda no era un lugar para un club con su tradición por más que esa tradición se pierda en la noche de los tiempos.
Fueron los dirigentes Enrique Noriega y Luis Mora quienes llevaron a Sotil al club. Ellos estaban recorriendo los barrios para armar un nuevo cuadro que disputara el ascenso. Hasta sus oídos llegó la fama del jugador del Gaillard, lo vieron jugar en el estadio nacional frente al Genovesa (equipo reserva del ya desaparecido Defensor Arica), pero no convenció. Volvieron a verlo jugar en el estadio San Martín y allí sí decidieron contratarlo. Sotil sólo por la presión familiar pudo dejar el Gaillard. Las mejoras económicas se dejaron sentir, 3.500 soles sería su nuevo sueldo. Municipal pagó 5,000 soles por su pase, era el año de 1968.
En la segunda de ascenso jugó junto a otro cholo y tocayo: Hugo Ocsas, a quien hizo goleador. Hacer goleadores sería una de las especialidades de Sotil. Era un delantero que no se desesperaba por meter el gol, eso era para otros. El ponía el espectáculo. Generosidad lo llamaron muchos, pero en esa increíble habilidad para dejar regados a los rivales, para burlar hasta a los arqueros y no disparar al arco, había mucho de revancha. Era el "Cholo" quien se entretenía con los rivales, era su manera de demostrarles su superioridad, el gol no era el fin, sus malabares hacían que brotaran aplausos de las tribunas que se rendían a sus pies. El gol lo podía convertir otro.
El Municipal volvió a jugar en la profesional y Sotil fue llamado "El Maestrito", era 1969 y Didí ya tenía armada la selección. La eliminatoria la vivió como cualquiera de nosotros. Su debut profesional fue el 17 de Mayo de 1969 frente a la "U" de José Fernández, Nicolás Fuentes, Héctor Chumpitaz, Challe, Cruzado, etc. Municipal perdió 5-2, pero Sotil demostró su valía.
Bailaba a las defensas y el público gozaba. Alegría, desbordante alegría había en las tribunas cuando el "Cholo" Sotil jugaba. Jaime Mosquera fue goleador, lo mismo que Mellán después, pero siempre serán recordados como resultados de las genialidades de Sotil.
III
La bonanza empezaba a sonreírle. El año de 1970 cinco días después de su matrimonio, el 25 de Febrero, jugo al lado del "Nene" Cubillas, en el famoso combinado Alianza-Muni y fueron los alemanes del Bayer de Munich quienes supieron del fútbol que se practica por estas tierras. Un cholo y un negro, dos exponentes de razas que han sufrido el desprecio de los blancos y que para diferenciarse se han despreciado mutuamente, estaban allí, llenándonos de orgullo. Era un reconocimiento. Cholo y negro no serían el peyorativo de siempre, no cuando se tratara de Sotil o Cubillas.
La sociedad oligárquica que jamás los integró, hubiera dicho "cosa de cholos", "cosa de negros", pero ya los cambios se empezaban a sentir, las tribunas aplaudían y los consideraban parte de todos los peruanos.
El Perú empezaba a reconocerse sin prejuicio en sus jugadores. Era la dupla de oro. Se respetaban y se comprendían. El campo alcanzaba para los dos y todos salían ganando, incluidos los dirigentes que organizaban las ya difuntas temporadas internacionales de verano.
Ya se acercaba el Mundial y Didí no tuvo más remedio que convocar a Sotil. Bulgaria, nuestro principal rival, llegó para realizar dos partidos amistosos previos al Mundial. El partido premonitorio fue aquel en que se perdía en el primer tiempo por uno a cero. En el segundo tiempo ingreso Sotil, pelado a coco, y el cabezón Del Castillo. Perú empató, los búlgaros volvieron a avanzar, nuevo empate y otra vez Bulgaria, 3-2. Sólo faltaba quince minutos para irse a los camarines con una derrota, pero Cubillas dijo presente y otra vez tablas. Las tribunas ya no cabían en su alegría.
Hasta que llego la apoteosis. A los 42 minutos Sotil, sin ser soldado en Ayacucho, diezmó a los búlgaros, eliminó al arquero y las tribunas corearon el gol antes que ingresara la pelota al arco dando botes. El quinto fue lo de menos. Lo real es que se volteó un partido en quince minutos y Sotil dejó sentado que era un mago con la pelota; pero aún así debió saber de la banca.
El equipo de Didí ya estaba armado y él no estaba en sus planes. Pero Sotil demostró tener paciencia. Había invadido para hacerse de un lugar, como invaden sus congéneres la ciudad hasta hacerla suya, hasta ser reconocidos como: "Los héroes anónimos de nuestro tiempo".
El segundo tiempo le aguardaba en la selección y el "Cholo" no se impacientaba. Hasta que llegó el día esperado, el dos de Junio de 1970 en México. Perú con crespón negro y sin Sotil, empezó las acciones otra vez contra Bulgaria. Rafael García, periodista de France Press, escribió: "Todo es desconcertante en Sotil, vista de lince, regateo sorprendente en un pañuelo, especialista en cambiar de velocidad en pequeñísimo trecho. No es la primera vez que la aparición de Sotil cambia el ritmo de la escuadra Inca". El resto es silencio y cosa conocida, incluídas las acusaciones que se lanzaron contra Didí por la derrota frente a Brasil. Hasta comisión investigadora se nombró, y eso que el Parlamento estaba recesado.
Sotil volvió como lo que era, un triunfador. El pelo ya le había crecido y los "sotiles" eran vistos por todo Lima. El peinado "estilo Sotil", era parte del paisaje de la ciudad (‘estilo chontril’ dirían los muchachos de Breña).
Esto es muy importante porque los provincianos siempre afrontaron desprecios, por su forma de hablar, por llevar siempre puesta una chompa como en la sierra, etc. esta pesada carga hacía que muchos se ondularan el pelo, se negaban a sí mismos. "El desprecio a una parte de sí mismos es ingrediente de la hostilidad e inestabilidad. Para sobrevivir como limeños habría que rechazar una parte de sí" (6).
Si hasta hoy se habla de desprecios, hace 20 años ser cholo era una marca pesada. Pero Sotil fue elevado a la categoría de estrella de cine en el año de 1971.
Fernando Batiewsky se encargó de financiar el film "El Cholo". La canción de Abanto Morales "Cholo soy y no me compadezcas", ya no se adecuaba al nuevo momento que se vivía. Al "Cholo" se le admiraba, se le quería y hasta se le imitaba.
La película lo llevó a viajar por mes y medio al viejo continente; Londres, París, Roma, Florencia y Pisa lo vieron en los ajetreos de la filmación. Su co-protagonista era la modelo Nancy Gross, hoy un nombre como miles, en esos días la modelo de la TV más cotizada. Sus hermanas menores bailaban los viernes en el programa del Tío Johnny a GO-GO. "Las estrellitas" vivían en Breña.
Sotil también jugó ese partido y no despreció el gol en esa ocasión. Pasado el tiempo la ex-modelo le recordaría que la vida tiene sus lados crueles. Pero eso estaba lejos de sospecharlo Sotil. en aquellos días los reflectores le seguían, como en aquel partido Muni-Cristal, en donde intentó marcarlo el "Dr" Campos, quien tenía órdenes de su entrenador, el alemán Rudy Gutendorf, de no dejarlo libre en ningún instante. La cámara estaba filmando y Sotil jugó para ella, recostado en la punta izquierda haciendo y deshaciendo al fiel Campos que no lo dejó por más huachas, sombreros y relojes que el "Cholo" le hizo ese día.
Los días de gloria se prolongaban y los estadios seguían llenándose para verlo jugar. Definitivamente había conquistado Lima y de paso el Perú. Pero en el año de 1973 ocurrió el resbalón que pocos imaginaban. La planificación no es nuestro fuerte y menos en el fútbol que es gitano, dicen. Lajos Barotti quiso planificar nuestra clasificación al Mundial de Alemania 74 y no ganar partidos de preparación, pero acostumbrados como estábamos a vivir de apariencias, más valían triunfos mentirosos que un plan serio de preparación, y el buen Lajos tuvo que irse sin que nadie lo acompañe al aeropuerto. Los resultados no pudieron ser peores. Chile nos dejó fuera del camino y los ídolos del 70 conocieron la cara triste de la fama. Está en el recuerdo la rabia de Cubillas y sus lágrimas frente a las cámaras, por no haber podido jugar el partido de desempate en Uruguay. Eran los días donde el nacionalismo de los periódicos se tornó oscuro y chauvinista.
Querían jugadores machos que no se cuidaran las piernas. Cubillas fue excluido de la selección porque se rumoreaba su pase a un equipo extranjero. Al "Cholo" no pudieron tocarlo, pero igual perdimos. Esa señora tan conocida por los peruanos, llamada frustración, se enseñoreó de los campos de juego y todos los jugadores descubrieron que tenían defectos.
Los mismos patrioteros del 73, que no permitieron que un hombre nacionalizado peruano de todo corazón, Ballesteros, atajase por la selección, años más tarde exigirían en todos los tonos que el "Loco" Quiroga se nacionalice. Morales Bermúdez ya estaba en el poder.
IV
Si el pueblo ante las derrotas se encierra en sus frustraciones y el desencanto le gana horas al día, en cambio la salida para los de arriba es mirar al extranjero y asegurar el negocio.
El "Cholo" interesó al Barcelona de España, y las exportaciones no tradicionales empezaron a tener auge. La afición no perdonaba la eliminación en manos de Chile, y el "Cholo" se fue sin despedida de masas, pero en Barcelona demostró que valía tanto oro como el que los conquistadores, durante siglos, se llevaron del Perú. Sotil era quien guiaba al equipo, y no el renombrado Cruyff, pero no supo, no quiso hacer respetar su valía.
Jamás debió aceptar no jugar por espacio de un año, por más que le dieran cinco millones de pesetas y las primas y premios que cobraban los jugadores titulares, esas cadenas de oro pesaron demasiado. se olvidó que de niño eran tales sus ganas de jugar que a pesar de que su madre lo encerraba sin ropa en su cuarto, siempre encontraba a alguien que le proporcionaba lo indispensable para jugar. Se olvidó que en la cancha del Cura vestía distintas casaquillas de equipos para no salir del campo de juego. No supo de los versos de Javier Heraud que dicen: "Un año es un siglo/cuando es un año/de sueños y olvido". 365 días con todas las comodidades y sin poder jugar para el gran público.
El Ferrari era amarillo y las noches interminables. Atrás quedaron las privaciones de la pobreza, pero no era su mundo, y su alma de jugador empezó a morir. De vuelta ya en Lima, y en el Municipal, tendría una experiencia parecida: dejemos que él mismo nos dé su versión: "El impase que tuve con cierta persona, quien me dio una puñalada por la espalda cuando volvía a ser el Sotil de mis primeros momentos... Realmente me perjudicó mucho en mi carrera deportiva, me marginó del equipo, luego de haber jugado la primera rueda y parte de la segunda rueda del descentralizado de 1983. Aducía razones de indisciplina que no existieron... aunque en épocas diferentes, han sido golpes fuertes que he sufrido en mi vida deportiva y jamás podré olvidarlos por sus consecuencias perjudiciales" (7). "La verdad es que entrenaba fuerte, pero muchas veces se me ignoró hasta en el banco de suplentes. Entonces para qué me dije, bajó mi interés, pero yo no me he despachado contra Hobberg" (8).
Lo mismo le sucedió 10 años antes con Rinus Michels. La farra y la bohemia española impidieron que Sotil fuera el de siempre. Pero aún tuvo aliento, fue en 1975 cuando jugó por la selección el partido final de la copa América frente a Colombia. Su físico no era el mismo pero anotó el gol del triunfo a los 24 minutos de la complementaria. Después sería dos años campeón con Alianza Lima, el 77 y el 78, asistiendo al Mundial de Argentina 78, sin el brillo de su primer Mundial.
No es una novedad decir que vivimos tiempos difíciles como tampoco lo es, que cada día y con más frecuencia, los peruanos buscan fortaleza para el espíritu en la fe. Sotil no fue una excepción.
Los periódicos anunciaban su purificación en la fe Mahikari. "Como se recordará, Sotil fue llevado a la congregación Mahikari por su esposa, con la intención de alejarlo del mal camino: El "Cholo" ha decidido rectificar su conducta y el primer paso ha sido recibir la purificación" (9).
Por el año de 1984, Sotil fue nuevamente a las primeras planas de los periódicos, pero por un juicio de alimentos que le interpuso la ex-modelo Nancy Gross. Sotil se defendió: "A mí la gente no me puede decir cómo debo ser ni cómo debo vivir, uno vive como quiere. Me dicen de todo porque sigo caminando por La Victoria, por el barrio de la Avenida América, porque en vez de frecuentar el Sheraton frecuento la tienda del chino José". Continúa diciendo, "lo más importante del hombre es que sea honrado, honesto, sincero y leal y lo que quiero es la lealtad" (10).
Reiteradamente Sotil ha sostenido que "el juego hay que sentirlo, el que es malo es malo y el que es bueno es bueno toda la vida" (11). A pesar de ello sabemos que las jugadas que hacían del fútbol un espectáculo mayor ya no volverán.
Los años del quiebre desconcertante pasaron, pero el "Cholo" buscaría reencontrarse con el aprecio del público. Sino, por qué declarar: "En Barcelona jugué relativamente muy poco y nunca me olvidaron, qué diferencia con el Municipal. En este club me inicié y jugué mis mejores años; es más, pensaba retirarme luciendo sus colores. Pero el trato es totalmente diferente y por eso como peruano me duele, porque creo que hice mucho por esa institución" (12).
Es un descargo con sabor a reproche, contra quienes en años anteriores no le escatimaron elogios, y cuando estaba en dificultades, no dudaron en buscar el lado truculento de la noticia para poder vender sus periódicos. Lo real es que ese tipo de informaciones alejarían a Sotil de importantes sectores juveniles, creyentes en el progreso y que todo en la vida debe ir hacia arriba, siempre consolidando lo ganado, sea dinero o prestigio, como Cubillas, pero esa es otra historia.
Lo importante en Sotil es que es la primera gran emergencia de lo cholo en el fútbol. en el seguimiento a su carrera deportiva es posible comprobar que un amplio sector popular se identificó con él. El mundo criollo aprendió a no burlarse de los jugadores recios, cholos, se les aprendió a mirar como iguales. Los sotiles de cerquillo indomable no supieron de venganza sino de orgullo. Sotil siempre reinvidicó sus orígenes.
Para una sociedad fuertemente impregnada de actitudes aristocratizantes, la victoria de Sotil fue la afirmación d sectores marginados. Sotil hizo mucho más por acercarnos entre peruanos que lo que él mismo imagina. Y eso no se olvida jamás, por más que se haya retirado del fútbol profesional sin un homenaje de despedida. Tal vez haya sido mejor, porque ese vacío puede hacer más grande su figura con el tiempo, único y definitivo juez de lo que realmente es trascendente en una sociedad.
Notas:
1.- Sánchez León, Abelardo, Fútbol: un espejo para mirarnos mejor. QUE HACER 7, 1980
2.- Este ensayo fue publicado por primera vez en La Revista Los Caminos del Laberinto N° 2, Noviembre de 1985.
3.- Este ensayo escrito en 1985, fue incorporado como parte del libro; Perú: Los Eslabones del Archipiélago, ediciones El Laberinto, año 1993.
4.- Diario Expreso, 15 Julio de 1984.
5.- Sánchez León, Abelardo, op. cit.
6.- Cánepa, María Ángela, Páginas N° 90.
7.- diario La Crónica, 18 de Mayo de 1984.
8.- Diario Última Hora, 29 de Marzo de 1984.
9.- Salinas Roberto, "El Cholo se rehabilita" HOY, 12 de Junio de 1984.
10.- Diario La República, Junio 5 1984.
11.- Idem
12.- Diario La Crónica, Mayo 27 1984.
(artículo de Artemon Ospina Salinas publicado en la revista “Los caminos del laberinto” Nº 2, Noviembre de 1985)
San Lorenzo, que buscaba desesperadamente un hombre goleador para integrar el centro de la línea de ataque inició tratativas y luego de cristalizar las negociaciones importó desde España a Isidro Lángara.
El dia 21 de Mayo y en oportunidad del clásico frente a River Plate, la entidad azulgrana hizo debutar al promocionado número 9 y su presentación quedaría para siempre en la historia y en el corazón de los sanlorencistas.
El encuentro se jugó en el "Gasómetro" y San Lorenzo presentó a Gualco, Terzolo, Gilli, Zubieta, Montoya, Colombo, Cavadini, Waldemar, Langara, Ballesteros y Baristain. Los riverplatenses a su vez formaron con Besuzzo, Vaghi, Cuello, Dofolfi, Minilla, Werfigker, Peucelle, Vaschetto, Rongo, Moreno y Pedernera.
A los 7 minutos el Vasco Langara hacia estallar la tribuna sanlorencista con un golazo de su sello poniendo en ventaja a su equipo. Seis minutos después Peucelle lograba el empate. A esta altura cada vez le resultaba más difícil a la defensa de River poder cubrir las entradas punzantes del hispánico que los tenía a mal traer. A los 15', 21' y 39' el vasco lograba sendos goles para su equipo y ponía el resultado 4-1 al término de la primera etapa, convertido en goleador absoluto y desde ese momento en ídolo indiscutido de la hinchada azulgrana.
El partido terminó 4 a 2 al descontar Rongo mediante tiro penal.
Isidro Lángara había entrado por la puerta grande en el fútbol argentino.
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(JORGE VALDANO, director general deportivo del Real Madrid, en declaraciones a Canal Plus tras el triplete del argentino, el domingo 14/03/10, y defendiendo de esa manera a quien se le adjudicaba la culpa de la eliminación 'merengue' de la Champions League)
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