Invitado por "El Gráfico", el entrañable 'Negro' experimentó su primer River-Boca en 1988. Una crónica que aún nos deleita y que fuera publicada en dicha revista el 20 de Septiembre de 1988.
Es sabido, el Negro Fontanarrosa es hincha de Rosario Central. Es, además, quien nos hace reír a diario con chistes unitarios o tiras como Inodoro Pereyra. O sea, un humorista de talento inmenso y creatividad permanente. Y como también sabe escribir, le pedimos que viajara desde Rosario para colaborar con nosotros. Aunque parezca mentira, y pese a su edad (que no quiso develar) fue la primera vez que presenció un River-Boca. Por eso no dudamos en anunciar su debut.
De la misma forma en que el coronel Aureliano Buendía ansiaba conocer el hielo para, de una vez por todas, saciar su curiosidad, empezar con buen pie “Cien años de soledad” y postular a Gabriel García Márquez como futuro Premio Nobel de Literatura, yo ansiaba ver un River y Boca.
He estado algunas veces en la cancha de River, pero, salvo en la tarde del Argentina-Holanda del 78, nunca la he visto tan llena. Sólo por esa final vi tanta gente. Y no creo que sea la misma. Al menos, no alcanzo a reconocer a ninguno. Es cierto que han pasado ya varios años pero no detecto rostros familiares. Cerca mío supongo reconocer a uno. Es un holandés, que también me mira con rostro de complicidad. Lo identifico porque no salta.
Es un domingo de sol esplendoroso. Con un estadio, el mayor del país, cubierto completamente. Está el colorido de las tribunas, las incontables banderas (hasta una inglesa veo, valioso aporte de los hooligans, quizás, al máximo encontronazo del fútbol argentino). Está el árbitro y los dos equipos formados para comenzar el partido. Y un césped verde impecable. Cierro los ojos y trato de recordar dónde he visto antes esta escena. Debo remontarme a la remota infancia: la he visto muchísimas veces en las tortas de cumpleaños.
Los dos arquitos, los equipos formados, los jugadores de pasta clavados en el bizcochuelo sosteniendo cada uno, una velita. En Rosario, esa escena era frecuentemente ocupada por los muñequitos de Central y Ñuls. Pero cuando el niño es pequeño, cuando aún no ha definido el color de su pelo, su ideología política ni su tendencia futbolera, no es raro que las madres se inclinen por la perdurabilidad de lo clásico: River, Boca y dulce de leche en el medio.
El estadio es de River, los colores son de River, los controles y auxiliares son de River, pero todo lo demás parece ser de Boca. Estoy rodeado de boquenses, atrás, a los costados, arriba. Y no son de los más tímidos. Gritan, saltan, vociferan. Debe haber gente de River, no lo dudo, pero no se dan a conocer, no se identifican. Se los puede adivinar por un gesto contrariado, un rictus severo, a veces, un manotazo veloz y crispado cuando alguna pelota da en un palo. La gente de Boca me hace acordar a la hinchada de Central. La de River a la de Newell’s. La hinchada de Boca, en cambio, se acuerda de Menotti. La de River de Alonso. Pero no se puede vivir de recuerdos.
Los primeros quince minutos son de River. Apenas larga, el Ruso Hrabina la toca para atrás buscando al arquero. Llega Centurión (viejo tiburón de aguas cálidas) y le entra flojito desde dos metros a las manos de Navarro Montoya. Estamos todos fríos, el Ruso, Centurión, el árbitro, los chocolatineros y nosotros. Parece como si nadie asumiese la importancia de esa jugada crucial cuando todavía no han pasado dos minutos. Si Centurión la metía, el curso de la historia podía volcarse. Pero también si Napoleón hubiese vencido en Waterloo, tal vez, los hinchas de River estarían ahora festejando.
Es difícil ver bien desde la platea. Hay gente parada en los pasillos y parada sobre las plateas. Me tengo que incorporar, a mi edad, por cada ataque de River y por los nervios. Entonces me pregunto: ¿por qué estoy nervioso, si yo soy hincha de Central? Es difícil no estarlo. Hay una carga eléctrica en estos partidos. Una energía que dinamiza y crispa, sea el partido bueno, malo o regular. Después los argentinos nos sobresaltamos cuando nos sorprende una sobrefacturación de fluido. Es por este tipo de cosas.
Van quince minutos y alguien grita: “¡Che, Boca, ya empezó el partido!”. Pese al estruendo del público, pese al ulular constante de las hinchadas, Boca lo escucha. Tapia cambia una pelota a la izquierda por la espalda de Basualdo y Barberón le pega un zurdazo bajo que se va junto al primer palo. Más tarde lo tendría Tapia, tras desborde de Graciani por la derecha. Llega como ocho y le da de zurda sacudiendo el triángulo lateral de la red por el lado de afuera.
River contesta, Basualdo se suelta como siete y la cruza al medio conde Centurión no alcanza con el arco descubierto. Pero después es de Perazzo, el goleador ausente, el hombre al que algunos memoriosos habían visto hacer goles. River juega al offside, una pelota terca, como en las maquinitas electrónicas de “pin-ball”, rebota en todos los rebotes y lo sirve a Walter disparando hacia el arco. La mida y la pone abajo, adonde no llega nadie. Ni el gol. La pelota pega en el poste, cruza el arco y se escabulle por el otro lado.
Hay una ley llamada “Ley de Murphy” que dice, sabiamente: “Si algo puede funcionar mal, funcionará mal”. Hay otra ley, más conocida y complicada, tal vez, que es la Ley de la Offside. A veces ambas leyes se entrecruzan y un marcador que no sale a tiempo o un zaguero que sale demasiado pronto o un linesman que desconoce ambas leyes, produce el cortocircuito. Y así como hay gente que se propone achicar el Estado, la última línea de River procura achicar el terreno. A los hinchas de River se les suben los sentimientos a la garganta durante los noventa minutos.
Visto de atrás, un jugador de Boca es un jugador de Boca. Usted puede ver un jugador de Boca en la cola del cine, adelante suyo y puede decir, sin temor a equivocarse: “Ese es un jugador de Boca”. Es más, si le ve el número puede decir: “Es Simón. O Marangoni”. Ahora, si usted ve un jugador de River de adelante es un jugador de River. Pero si lo ve de atrás, puede ser de River, de Huracán, de Argentino de Rosario o del Deportivo Cúcuta de Cúcuta jugando con la camiseta suplente. ¿Quién quitó la banda roja de las espaldas millonarias? No puede aducirse que sea un sitio destinado a publicidad. Al menos, yo no vi allí ningún reclamo de tal tipo. Tal vez están aguardando ofertas. Lo cierto es, que en algún lugar de los vestuarios locales deben estar, tiradas, las bandas rojas que ya no brillan sobre los dorsales de los jugadores riverplatenses.
Se agota el partido y ya, entre pelotazos para arriba y toques imprecisos, comenzamos a pensar en la ruleta rusa de los penales. Pero se va pico por la izquierda, la cruza larga, llega Tapia y no se anima de derecha, gira sobre la línea de córner y la cambia, suave y malintencionada, por arriba hacia el segundo palo. Por detrás salta Walter, la frentea débil y calculada y la mete adentro. Sin furia, como diciendo “¿Por qué tardaste tanto?”. Revienta el estadio y los de Boca van a caer, revueltos y sudorosos, bajo la cabecera que los ha alentado todo el partido.
No faltan las explosiones, los papelitos, los puños cerrados, los besos a la camiseta, esas venas hinchadas que hacen aparecer los cuellos como viejos troncos de árbol. Todo, todo lo que hace a un partido de fútbol en la Capital de los argentinos. ¡Es lo que he venido a ver, caramba! ¡Qué triste hubiese sido mi regreso sin ningún gol para contar! ¡Qué hubiese dicho en “El Cairo” si regresaba con la mecánica obligación de narrar penales o atajadas desde los doce pasos! Tal vez no hubiese vuelto, por vergüenza, y me hubiese radicado en Buenos Aires.
River quema las naves. Perdió el atildamiento y el intento por jugar con mesura la pelota. Ha entrado Rinaldi, quien, con Higuaín y Tapia es un compendio de amores cruzados y tumultuosos. Ayer de Boca, hoy de River. Ayer de River, hoy de Boca. Hay reproches duros, palabras ácidas, recuerdos de goles perdidos o encontrados. Una maraña de pasiones salvajes. Un tema medular para una telenovela de cariños traicionados. Enrique es el toque impulsivo y meridional de la trama. Arranca por la izquierda y le pega de zurda para los que vienen. Pero le sale al arco y el pelotazo sacude al primer palo de Navarro Montoya, el mismo que fuera castigado por Perazzo.
Hrabina anuncia un zurdazo desde el fondo y la cruza larga. Graciani, los ojos muy abiertos, la nariz filosa, como tantas y tantas veces en su destino de puntero, gana la posición en su diagonal hacia adentro y la mata cuando baja. Casi antes de que de que llegue al piso, atisba un resquicio junto a la cadera de Comizzo y se la toca allí. La bola se va picando hacia la red y Graciani sigue disparado hacia la tribuna de Boca, saltando los carteles de publicidad, especialidad que ya, hoy por hoy, debería exigírsele a todos los goleadores.
Conocí el mar ya de grande, cuando había pasado la veintena. Estuve después en las pirámides de El Cairo (el verdadero) atraído por la leyenda de Keops, Kefrén y Micerino, aquel terceto central como nunca más volverían a tener los egipcios. Y vi un River-Boca en cancha de River. “Puedo morir tranquilo -aseveró cierta vez un agudo estadista norteamericano-. He visto al hombre llegar a la Luna y he visto el perfil de Jane Mansfield”. Yo no tuve el gusto de conocer a la señorita. Pero vi una película de Isabel Sarli. Y he visto jugar al “Gitano” Juárez.
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El domingo debutó el 'Negro' Fontanarrosa
Los 'leopardos' emprendieron viaje hacia Alemania con una advertencia de su presidente, el delirante dictador Mobutu Sese Seko: "Si pierden, no vuelvan". Lo recordaron, sin duda, cuando Yugoslavia les ganó por 9 a 0.
Ya consumada su eliminación, intentaron poner en práctica un plan desesperado: subieron al autobús que les prestaba la organización e intentaron huir hacia cualquier sitio, menos hacia su propio país.
Según algunas versiones, el plan consistía en volver a Zaire por carretera y aplacar la ira de Mobutu regalándole el vehículo. La cosa no funcionó. La policía alemana les detuvo en la frontera y les obligó a devolver el autocar. Volvieron a Kinshasa, capital de ese país y, como temían, sufrieron represalias y alguna paliza policial.
(ALFREDO RELAÑO, periodista español, en diario "AS" en su edición de hoy)
(SAMI AL JABER, ex futbolista saudí, acerca de los retos que afrontan sus compatriotas que compiten en el extranjero)
Mi corazón en México (Carlos Drummond de Andrade - Brasil)
las artes de jugar.
Late alejado del balón
del estadio que enloquece
al forofo, esclavo de su club.
Vive conmigo, y en mí, mis cuidados.
Hoy, sin embargo, despierto, y he aquí que me extraño:
¿Qué es de mi corazón? Está en México,
voló certero y ni me consultó,
se acomodó, discreto, en un rinconcito
cualquiera, entre banderas tremolantes,
micrófonos, charangas, ovaciones,
y de repente, sin que yo mismo sepa
cómo quedó así, se exacerba,
se vuelve corazón de aficionado,
tuerce, retuerce, se destuerce todo,
grita: ¡Brasil! con furia y con amor.
Fue 9 veces campeón con la camiseta de Nacional de Montevideo (1940, 1941, 1942, 1943, 1946, 1947, 1950, 1952 y 1955) y una vez campeón Sudamericano con la Celeste (1942).
El “Mono” Gambetta había nacido en Montevideo en 1920, falleciendo en la misma ciudad en 1991.
Era un volante de entrega total, incansable, aguerrido, polifuncional y con mucha llegada al gol. Estaba donde tenía que estar y poniendo todo lo que había que poner. En cada acción era como si se jugara la vida, disputando la pelota como la última de su carrera.
En 1949, a menos de un año del Mundial de Brasil, sufrió una fractura de tobillo que, prácticamente, descartaba su participación. Pero con mucho amor propio se recuperó y fue convocado por el técnico Juan López.
Al final de su trayectoria, sus batallas en el campo de juego le dejaron un balance de fracturas en los dos brazos, rotura de ligamentos de rodilla derecha, fracturas en ambos tobillos, fractura de maxilar, y un hundimiento de pómulo, además de una operación de meniscos que le realizaron una vez retirado. Un retiro que se produjo a los 50 años, luego de deambular, despuntando el vicio, por varios equipos del interior del Uruguay, para terminar como empleado en el Casino del Parque Rodó. Schubert “Mono” Gambetta, fue un jugadorazo y un guapo de verdad.
(JEAN GIRAUDOUX, [1882-1944], novelista, ensayista, escritor y diplomático francés)
(ARSENIO IGLESIAS, entrenador español, en El Correo Digital -Abril de 2008-)
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Glorioso botín derecho (Ricardo A. Rodriguez / Gonzalo Plaza - Argentina)
Dedicado a Carlos Felipe “El Loco” Ponce
-Y si… decirlo es fácil… y repetirlo tantas veces como se te venga a la boca, aun más. Pero lograr aquello…, daba la sensación que era casi imposible, -sentencia Joselito Maldonado, mientras engulle una aceituna.
-No digo que nunca sucedió, porque estaría mintiendo. Dos o tres, a lo sumo cuatro veces he visto una cosa así, haciendo un esfuerzo enorme para tratar de recordar. Seguramente si lo vi, fue por televisión, porque estas cosas no son de pasar todos los años, -agrega ante la atenta mirada de la barra de amigos reunidos en el Club.
Se juntaban todos los lunes, cuando la noche le iba pidiendo permiso a la tardecita, y los ecos del fútbol dominguero todavía no se habían acallado. Generosa picada de por medio, que algunos acompañaban con cerveza, otros con espumosos Cinzanos con fernet, y, los menos, con gaseosa.
Era una cita casi obligatoria. Salvo causa de fuerza mayor, el lunes cerca de las siete y media de la tarde, comenzaba el ritual. Cada uno con su lugar reservado, alrededor de la mesa grande, cerca de la ventana.
-Es más, pasaron diez años y pico de aquel momento y va a pasar mucho tiempo, para que alguien, en la zona, pueda volver a ver algo igual, en vivo y en directo como dicen los relatores de televisión -extiende su recuerdo Joselito.
-Pensar que nosotros estábamos ahí mismo, en el punto justo y estirando el cogote para ver si, en realidad, aquello iba a ocurrir -rememora, como abriendo el tema para que los demás participen.
-Es cierto- toma la posta el 'Chapu' Bertero. La suerte te tiene que acompañar, como en todos los órdenes de la vida. Y en aquella tarde, típica de nuestro pueblo y de la zona, el viento fue cómplice de todo lo que iba a transcurrir -añade, aludiendo a una situación climática que había sido clave para el desenlace de la situación.
-¡El viento que había! ¡Impresionante! -exclama.
-Aunque lo que ocurrió en aquel partido, para mí, fue la frutilla de un postre de ídolo que nunca dejaré de saborear -interviene 'Beto' Santolaria, apelando a una de esas frases literarias, con las que cada tanto sorprendía a la barra.
-Tenés razón -confirma Joselito.
-Para indagar un poco en la historia de su vida, podríamos llamarla semiprofesional, porque hasta ese momento casi todos jugaban con el corazón y eran poquitos los que se ganaban el mango dentro del rectángulo de cal. Por eso es más elogioso lo de él o lo de ellos, porque fueron varios los que se llevaron la gloria por aquellos años, y todavía hoy guardamos en la retina los hermosos recuerdos que nos dejaron husmear detrás del alambrado -sigue Santolaria haciendo gala de sus dotes de filósofo.
El flaco Ignacio estaba serio, como siempre, buen tipo, pero muy reservado el flaco, aunque la conversación le estaba interesando.
-Creo que hoy, el tema excluyente es la historia del 'Loco' Poncini. Me parece bien. Se podría filmar una película con la vida futbolística del Loco -asevera el flaco, mientras busca, con el palillo, pinchar un dadito de queso.
-¡Qué arquero! Estuvo más de veinte años en primera. Un personaje -afirma el Beto.
-Porque jugar de esa manera y ser reconocido y muchas veces silbado y puteado, porque antes sí que se puteaba y se sacan los trapitos al sol ¡eh! -dice el Chapu.
-Y tener que cruzarte al otro día con los rivales cara a cara, no era nada sencillo en este pueblo. Y el loco siguió jugando, a veces se alunaba, ¡pero cuando se agrandaba no había Cristo que le metiera un gol! -agrega el flaco Ignacio.
Intercede en la conversación el cantinero, don Roque Salinas, que había llegado con la bandeja repleta de platitos con ingredientes para reponer la picada.
-Perdonen que me meta pero, ¿ustedes saben que yo jugué con el Loco? -pregunta, y sin esperar respuesta continúa:
-Yo era bastante madera para jugar. Siempre fui defensor. ¡Tengo el honor de haberle metido el primer gol en contra al Loco Poncini! -parece enorgullecerse de una hazaña poco plausible.
-Fue en el partido en que debutó en el Deportivo, la quise rechazar de cabeza y apenas la rocé, cuando miro para atrás lo veo al Loco, que se había corrido del arco para buscar la pelota, ¡pero yo se la había cambiado de palo! -culmina don Roque, causando el abucheo de la barra.
-Mirá que hay profesiones jodidas, hay actividades complicadas. En el fútbol, por ejemplo, hay unos puestos más difíciles que otros, pero el de arquero, para mí, fue, es y será, uno de los oficios más injustos. Podés quedar bien parado o ser defenestrado con todas las letras -asegura el Beto Santolaria, con esa forma algo rebuscada que tiene para hablar.
-El Loco es de esos tipos que van de menos a más, como quien no quiere la cosa y con el paso de los años se fue afirmando, y las situaciones se le pusieron más claras, salir desde abajo y que seas reconocido no es para nada fácil -agrega el Beto, dándole una larga pitada a su Particulares 33.
-¡Y cuando se puso a llorar en un partido! -irrumpe nuevamente don Roque tratando de seguir aportando recuerdos vividos con el Loco adentro de la cancha.
-Resulta que nos estaban cagando a pelotazos, por allá el árbitro nos cobró un corner en contra, y alguien protestó, creo que fue el 'Coco' Figueredo, con quien integrábamos la dupla de marcadores centrales, el referí escuchó la protesta, pensó que había sido Poncini, y lo amonestó. ¡El Loco se puso a llorar! No quería seguir jugando. No lo podíamos convencer. Hasta que el árbitro se dio cuenta y no tuvo más remedio que, en el medio del partido, ir a pedirle disculpas al Loco. Por favor perdoname, le dijo. Y recién ahí el Loco aflojó y volvió a ocupar el arco -cuenta don Roque, mientras destapa una cerveza bien helada.
-El Loco Poncini, ¡qué arquero! -exclama Joselito, haciendo notar que el segundo Cinzano le está pegando un poco. Ahora se escucha como más sentimental.
-¿Se acuerdan lo que había hecho un par de años antes de coronarse el número uno de todos los superhéroes que uno, a esa edad, puede tener? -pregunta, temblándole un poco la voz y con cierto brillo en los ojos.
-Suficiente para mí. Para idolatrarlo hasta el alma. Aunque seguramente para los mayores y fanáticos del Club, fuera un acto de responsabilidad solamente. Que le podía haber tocado a él, como a tantos otros que se hubiesen parado debajo de los tres palos. Y más teniendo en cuenta que el Deportivo hacia como treinta años que no salía campeón. Ya no querían prorrogar más la necesidad de ganar -rememora Joselito ya casi al borde del llanto. Evidentemente entre el Cinzano y los recuerdos le estaban jugando una mala pasada.
-Claro Joselito, como no nos vamos a acordar. Aquellas tardes de la Liguilla. Era final tras final, partidos de ida y de vuelta. El que ganaba seguía y el otro se iba para la casa -interrumpe el Chapu con una carcajada, tratando de levantar el ánimo de la reunión.
-¡El partido con los de Rivadeo! -exclama don Roque, mientras riega con soda al fernet depositado en el fondo del vaso de Joselito, para darle forma al copo de espuma que adornará su tercer Cinzano consecutivo.
-Aquel fue uno de esos pleitos en los que parece que los noventa minutos y los treinta de alargue, hubiesen estado de mas, tendrían que haber ido derecho a los penales. Obviamente si todos hubiesen sabido cual sería el resultado final. Esa tarde, el Loco Poncini, abarajó dos penales seguidos y le dio el pase a la final al Deportivo -agrega el cantinero.
-¡Qué final aquella! ¡Qué cruce bravo! -recuerda el Beto mientras le entra a un bastoncito de mortadela.
-¡Gracias a Dios y a todos los santos, se dio el ansiado campeonato! -dice, casi gritando Joselito.
-¡Dale campeón! ¡Dale Campeón! -empieza a cantar mientras levanta su Cinzano sugiriendo un brindis al que todos se suman de inmediato.
-¡Por el Deportivo! -propone.
-¡Salud! responden todos.
-¡Por el Loco Poncini! -induce Joselito.
-¡Salud! -contesta la barra.
Y se chocan los vasos para terminar en un fondo blanco memorable.
-Pero aquello fue solo una parte. Porque el moño final lo puso después -retoma la conversación el Chapu.
-Y, no pasó mucho tiempo, solo un par de años, cuando al Deportivo le tocó jugar otra final de la liga. Ya con un poco más de experiencia en estos aspectos y con la seguridad de saber lo que es tener enfrente un conjunto similar y en condiciones parecidas -dice el Beto.
Joselito lo mira como no habiendo entendido muy bien la frase, pero de pronto se le vienen a la mente una catarata de recuerdos.
-Ahora si, a esto quería llegar -dice como queriendo significar que el momento clave de la conversación está cerca.
-Porque dos penales en un partido los puede llegar a atajar casi cualquiera les podría decir. Pero lo que hizo este hombre es mil veces más. Ni hablar que esa final la ganamos -expresa Joselito.
-Estábamos en una tribuna que se había inventado con el semirremolque del camión del 'Muñeco' Saravia. Solo para estar unos metros más arriba del ras del suelo, y poder, tan si quiera, llegar un poco más lejos con el gargajo si el línea que corría por esa banda no levantaba la bandera o se la dejaba guardada ante situaciones dudosas -dice Joselito, que a esta altura está parado y gesticula como si todavía estuviera arriba de aquella improvisada tribuna.
-Nos mirábamos atónitos en la hinchada por lo que acababa de suceder. Hasta el relator de la radio no sabía que había pasado y estiraba el grito de gol para otorgárselo a quien era el merecedor. Porque todos saltábamos y festejábamos. Veíamos que la pelota había ingresado adentro del arco, pero nadie se había podido imaginar algo así -sigue Joselito, mirando a los amigos de la barra, que a pesar de conocer la historia, se encuentran ensimismados ante semejante relato.
-Eso era justamente lo que había pasado. ¡Al segundo gol lo había hecho el 'Loco' Poncini! -grita Joselito.
-Y no como nos tienen acostumbrados algunos arqueros modernos, que patean tiros libres o penales -continúa.
-Este gol fue de arco a arco. Si, sacó desde el arco, un furibundo remate de derecha, la pelota cruzó toda la cancha, y se le metió en el ángulo al arquero rival -dice, haciendo los ademanes pertinentes, para luego reflexionar…
-Por eso les decía que a veces la suerte te tiene que acompañar en cada momento de la vida, y a veces un poco el viento claro, que otro más amigo de nuestras tierras le iba a dar una manito -concluye Joselito al borde las lágrimas, por la emoción, por el recuerdo, por el beneplácito de estar hablando de su máximo ídolo en la historia del fútbol local.
-Ah, me olvidaba, ese fue su último partido. El Loco colgó los botines… bah, uno solo, porque el glorioso botín derecho quedó en la vitrina del Club. Y él se retiró como se retiran los grandes. A los que nunca les podés reprochar absolutamente nada -finaliza, ahora sí, Joselito Maldonado, y arranca para la puerta, yéndose, con los ojos húmedos y varios Cinzanos encima.
-¡Viva el Loco Poncini viejo y peludo nomás!
Pero no siempre fue de esta manera.
A los colegiados se les llamaba por su apellido paterno, y se podía leer en las crónicas de los periodicos deportivos o escuchar en la radio "Pérez tuvo una mala actuación o García estuvo correcto", pero hace unas décadas hubo un colegiado de apellido Franco que tuvo una tarde nefasta.
Por esos tiempos, había que ver quién era el guapo que tenía bemoles de radiar o escribir "Franco estuvo desacertado, Franco se equivocó constantemente o Franco no da ni una" cuando el destino de la Madre Patria estaba en manos del Generalísimo.
La solución que tomó la prensa fue la de nombrar al trencilla por sus dos apellidos y al no haber lugar a confusión podían ponerlo a caldo sin riesgo de acabar delante de un tribunal con juez togado y fiscal.
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(CHARLIE NICHOLAS, ex internacional escocés y jugador del Arsenal inglés de mediados de los '80)
El fútbol, Señor, no es un juego, sino un medio para batirse, es una práctica sangrienta y brutal.
(Oración de la Iglesia Anglicana acerca del fútbol, citada por Julián García Candau)
Cuando juega Uruguay (Jaime Roos - Uruguay)
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La de Victoriano Arenas. Ahí fui con Defensores, en la C. Caímos para jugar un partido clave, en el 81. Ellos tenían que ganar porque sino descendían. Yo era conocido, ya estaba en el Juvenil. Llegamos temprano y se me dio por tomar sol a un costado. En un momento se me nublo, abrí los ojos y eran dos monos: “Mirá que Victoriano tiene que ganar ¿eh?" Ganaron porque fueron mejores pero si no hubiera tenido que meterla yo de cabeza…
¿Lloraste muchas veces por el fútbol?
Dos. Después del 0-5 con Colombia y luego de debutar en el Mundial 90, aunque esa vez fue una mezcla de sentimientos: alegría por lo mío e impotencia por la fractura de Pumpido.
Tuviste una época en que las mujeres se te tiraban encima. ¿Hubo algún acoso desmedido que se pueda contar?
Un día salí con mi señora del programa de Susana Giménez y nos empezó a seguir un auto. En un momento paramos y se bajaron dos chicas. Les firmé, sacamos fotos y les di un beso. Todo bien hasta que una la mira a mi señora y le dice: “Y vos lo podrías dejar un poquito solo, ¿no?”. Mi mujer casi le salta a la yugular.
(SERGIO GOYCOCHEA, ex arquero argentino, en revista “El Gráfico” -Octubre de 2002-)
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(CARLES REXACH, ex jugador y entrenador español)
(LUIGI COMPAGNONE, "Carta (apócrifa) de Diego Maradona", La Gazzetta dello Sport, 14 de Agosto de 1989)
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Cholo con orgullo
En el Perú no se puede hablar de la importancia del fútbol sin tocar el caso de Hugo Sotil. Fue símbolo, una figura paradigmática, un predecesor de la importancia que tienen los cholos en el Perú. Fue un notable jugador, por ello el país se le rindió. Ahora conozcamos de él y de su significado para la sociedad peruana.
Corría el año de 1969 y por primera vez éramos ganadores. El himno que se cantaba en las esquinas, el que se escuchaba en las radios era el famoso "Perú Campeón" ("es un grito que repite la afición"). La tarde de la "Bombonera" (estadio argentino donde Perú se clasificó para el Mundial de 1970), será siempre tarde de gratos recuerdos, igual que aquella voz que gritó, ¡¡¡ NO NOS GANAN!!!
Se abría así un nuevo capítulo no sólo en la historia del fútbol, sino también en nuestra propia forma de mirarnos y de mirar a aquellos que eran los protagonistas del drama: los jugadores. Hasta antes de asistir al Mundial de México 70, pocos, muy pocos hubieran apostado su vida a correr detrás de una pelota. El fútbol se jugaba sobre todo porque se llevaba en la sangre, el alcanzar la fama sería obra del destino.
Una clasificación nos colocó donde jamás habíamos llegado, y el fútbol se hizo pan de cada día. Los goles de "Cachito Ramírez" llegaron, sin necesidad de que "Pocho"(comentarista deportivo fallecido) los anunciara, y el Perú se estremeció de júbilo. Didí (el entrenador de la selección) fumó su enésimo cigarrillo y el juego bonito tuvo su partida de nacimiento.
De eso hace ya tiempo, mas nadie olvida esa generación de futbolistas que ya han colgado los chimpunes. Varios de ellos se fueron sin un adiós digno, entre ellos uno que terminó jugando por el Espartanos de Pacasmayo: Hugo Sotil, "El Cholo Sotil".
El de México 70 fue el primer Mundial de nuestra historia futbolística. Con él empieza el ciclo de los mundiales, de las esperanzas en la viveza criolla del entrenador Marcos Calderón en el Mundial del 78, o en la sabiduría del abuelo Tim en el Mundial del 82. Los contratos millonarios llovieron como el maná. Nadie que se precie de ser peruano no puede dejar de reconocer que con ese Mundial el fútbol tuvo su mayoría de edad, y el país entero lo sigue con pasión. El fútbol es el deporte más popular y "es un gran espejo en donde se refleja en gran medida lo que somos como sociedad" (1).
Después de más de veinte años (2), ya es posible hacer un balance de lo que significó aquella generación mundialista, México 70. De todos los jugadores, Sotil tiene un brillo particular. Su historia trascendió fronteras, tal como quedara demostrado en las afirmaciones del ex-técnico de Alianza Lima, el brasileño Amaral, quién aprendió a querer al Perú cuando supo de ese jugador que se escapaba sin zapatos para jugar fútbol.
Estando de acuerdo con el carácter popular del fútbol, con el nuevo ciclo abierto a partir de la clasificación al Mundial, y con la posibilidad de encontrar aspectos de nuestras diversas identidades colectivas en la práctica deportiva, entonces empecemos por el principio. ¿Quién es Sotil?
Es un ídolo. Sí, un ídolo popular cholo. Es la primera gran emergencia futbolística de los cholos en el Perú. Antecede a la música chicha. Con sus quiebres informales conquistó espacios tan exquisitos como el Nou Camp, donde su nombre fue coreado por multitudes. Europa se le rindió y de eso hace como diecisiete años (3).
Años después otro cholo pasearía por Europa su talento, esta vez musical, Chapulín y los Shapis. Pero no olvidemos al ídolo, aquel que nació un 18 de Mayo de 1949, en la décima cuadra de la calle Paita, en Ica. El que jugaba en El Porvenir, en la cancha del Cura, dos o tres partidos los días domingo.
En la sierra, en los tiempos de las haciendas, las mujeres más deseadas solían ser las hijas del patrón, pues éste era considerado el último suspiro de Dios. Eran el sueño lejano que alguna vez se conquistaría. Y así fue, Sotil contrajo matrimonio, un 20 de Febrero de 1970 en la Catedral de Lima, con Guillermina, hija de Don Patronicio Eche, un próspero comerciante de café tipo exportación de Chanchamayo, quien en sus ratos libres se divertía viendo jugar fútbol a sus muchachos de La Parada. Fútbol recio, de cholos que se abren un lugar en la urbe.
A Sotil lo vio jugar en El Gamarra, uno de tantos equipos que tenían su mundo en La Victoria. Don Patronicio tenía un equipo, el Gaillard, que jugaba en la segunda división amateur de la liga de La Victoria. Lo llevo a su equipo y le dio trabajo en su empresa. Sotil se casó con su hija.
Años más tarde el "Cholo" declaró: "Yo nací humilde y sigo siendo humilde. Si juego aquí es porque aquí está la gente más pobre de nuestra Lima, aquí está la pobreza, aquí está la lágrima" (4). La entrevista se realizó al borde del campo deportivo de Manzanilla. Era un campeonato organizado por los trabajadores del Mercado Mayorista de La Parada, cerca del cerro San Cosme.
II
"La tradición del ídolo peruano se engarza en definitiva con el destino cotidiano del pueblo. Es decir, estuvo en la bonanza, pero regresa irremediablemente a su condición de pobre" (5).
La bonanza de Sotil empieza en el modesto estadio de San Martín de Porras, donde desde antaño se desarrollaba el torneo de segunda de ascenso. El ganador del campeonato subía a la profesional. El Municipal, el cuadro de la franja, vivía su hora amarga. La segunda no era un lugar para un club con su tradición por más que esa tradición se pierda en la noche de los tiempos.
Fueron los dirigentes Enrique Noriega y Luis Mora quienes llevaron a Sotil al club. Ellos estaban recorriendo los barrios para armar un nuevo cuadro que disputara el ascenso. Hasta sus oídos llegó la fama del jugador del Gaillard, lo vieron jugar en el estadio nacional frente al Genovesa (equipo reserva del ya desaparecido Defensor Arica), pero no convenció. Volvieron a verlo jugar en el estadio San Martín y allí sí decidieron contratarlo. Sotil sólo por la presión familiar pudo dejar el Gaillard. Las mejoras económicas se dejaron sentir, 3.500 soles sería su nuevo sueldo. Municipal pagó 5,000 soles por su pase, era el año de 1968.
En la segunda de ascenso jugó junto a otro cholo y tocayo: Hugo Ocsas, a quien hizo goleador. Hacer goleadores sería una de las especialidades de Sotil. Era un delantero que no se desesperaba por meter el gol, eso era para otros. El ponía el espectáculo. Generosidad lo llamaron muchos, pero en esa increíble habilidad para dejar regados a los rivales, para burlar hasta a los arqueros y no disparar al arco, había mucho de revancha. Era el "Cholo" quien se entretenía con los rivales, era su manera de demostrarles su superioridad, el gol no era el fin, sus malabares hacían que brotaran aplausos de las tribunas que se rendían a sus pies. El gol lo podía convertir otro.
El Municipal volvió a jugar en la profesional y Sotil fue llamado "El Maestrito", era 1969 y Didí ya tenía armada la selección. La eliminatoria la vivió como cualquiera de nosotros. Su debut profesional fue el 17 de Mayo de 1969 frente a la "U" de José Fernández, Nicolás Fuentes, Héctor Chumpitaz, Challe, Cruzado, etc. Municipal perdió 5-2, pero Sotil demostró su valía.
Bailaba a las defensas y el público gozaba. Alegría, desbordante alegría había en las tribunas cuando el "Cholo" Sotil jugaba. Jaime Mosquera fue goleador, lo mismo que Mellán después, pero siempre serán recordados como resultados de las genialidades de Sotil.
III
La bonanza empezaba a sonreírle. El año de 1970 cinco días después de su matrimonio, el 25 de Febrero, jugo al lado del "Nene" Cubillas, en el famoso combinado Alianza-Muni y fueron los alemanes del Bayer de Munich quienes supieron del fútbol que se practica por estas tierras. Un cholo y un negro, dos exponentes de razas que han sufrido el desprecio de los blancos y que para diferenciarse se han despreciado mutuamente, estaban allí, llenándonos de orgullo. Era un reconocimiento. Cholo y negro no serían el peyorativo de siempre, no cuando se tratara de Sotil o Cubillas.
La sociedad oligárquica que jamás los integró, hubiera dicho "cosa de cholos", "cosa de negros", pero ya los cambios se empezaban a sentir, las tribunas aplaudían y los consideraban parte de todos los peruanos.
El Perú empezaba a reconocerse sin prejuicio en sus jugadores. Era la dupla de oro. Se respetaban y se comprendían. El campo alcanzaba para los dos y todos salían ganando, incluidos los dirigentes que organizaban las ya difuntas temporadas internacionales de verano.
Ya se acercaba el Mundial y Didí no tuvo más remedio que convocar a Sotil. Bulgaria, nuestro principal rival, llegó para realizar dos partidos amistosos previos al Mundial. El partido premonitorio fue aquel en que se perdía en el primer tiempo por uno a cero. En el segundo tiempo ingreso Sotil, pelado a coco, y el cabezón Del Castillo. Perú empató, los búlgaros volvieron a avanzar, nuevo empate y otra vez Bulgaria, 3-2. Sólo faltaba quince minutos para irse a los camarines con una derrota, pero Cubillas dijo presente y otra vez tablas. Las tribunas ya no cabían en su alegría.
Hasta que llego la apoteosis. A los 42 minutos Sotil, sin ser soldado en Ayacucho, diezmó a los búlgaros, eliminó al arquero y las tribunas corearon el gol antes que ingresara la pelota al arco dando botes. El quinto fue lo de menos. Lo real es que se volteó un partido en quince minutos y Sotil dejó sentado que era un mago con la pelota; pero aún así debió saber de la banca.
El equipo de Didí ya estaba armado y él no estaba en sus planes. Pero Sotil demostró tener paciencia. Había invadido para hacerse de un lugar, como invaden sus congéneres la ciudad hasta hacerla suya, hasta ser reconocidos como: "Los héroes anónimos de nuestro tiempo".
El segundo tiempo le aguardaba en la selección y el "Cholo" no se impacientaba. Hasta que llegó el día esperado, el dos de Junio de 1970 en México. Perú con crespón negro y sin Sotil, empezó las acciones otra vez contra Bulgaria. Rafael García, periodista de France Press, escribió: "Todo es desconcertante en Sotil, vista de lince, regateo sorprendente en un pañuelo, especialista en cambiar de velocidad en pequeñísimo trecho. No es la primera vez que la aparición de Sotil cambia el ritmo de la escuadra Inca". El resto es silencio y cosa conocida, incluídas las acusaciones que se lanzaron contra Didí por la derrota frente a Brasil. Hasta comisión investigadora se nombró, y eso que el Parlamento estaba recesado.
Sotil volvió como lo que era, un triunfador. El pelo ya le había crecido y los "sotiles" eran vistos por todo Lima. El peinado "estilo Sotil", era parte del paisaje de la ciudad (‘estilo chontril’ dirían los muchachos de Breña).
Esto es muy importante porque los provincianos siempre afrontaron desprecios, por su forma de hablar, por llevar siempre puesta una chompa como en la sierra, etc. esta pesada carga hacía que muchos se ondularan el pelo, se negaban a sí mismos. "El desprecio a una parte de sí mismos es ingrediente de la hostilidad e inestabilidad. Para sobrevivir como limeños habría que rechazar una parte de sí" (6).
Si hasta hoy se habla de desprecios, hace 20 años ser cholo era una marca pesada. Pero Sotil fue elevado a la categoría de estrella de cine en el año de 1971.
Fernando Batiewsky se encargó de financiar el film "El Cholo". La canción de Abanto Morales "Cholo soy y no me compadezcas", ya no se adecuaba al nuevo momento que se vivía. Al "Cholo" se le admiraba, se le quería y hasta se le imitaba.
La película lo llevó a viajar por mes y medio al viejo continente; Londres, París, Roma, Florencia y Pisa lo vieron en los ajetreos de la filmación. Su co-protagonista era la modelo Nancy Gross, hoy un nombre como miles, en esos días la modelo de la TV más cotizada. Sus hermanas menores bailaban los viernes en el programa del Tío Johnny a GO-GO. "Las estrellitas" vivían en Breña.
Sotil también jugó ese partido y no despreció el gol en esa ocasión. Pasado el tiempo la ex-modelo le recordaría que la vida tiene sus lados crueles. Pero eso estaba lejos de sospecharlo Sotil. en aquellos días los reflectores le seguían, como en aquel partido Muni-Cristal, en donde intentó marcarlo el "Dr" Campos, quien tenía órdenes de su entrenador, el alemán Rudy Gutendorf, de no dejarlo libre en ningún instante. La cámara estaba filmando y Sotil jugó para ella, recostado en la punta izquierda haciendo y deshaciendo al fiel Campos que no lo dejó por más huachas, sombreros y relojes que el "Cholo" le hizo ese día.
Los días de gloria se prolongaban y los estadios seguían llenándose para verlo jugar. Definitivamente había conquistado Lima y de paso el Perú. Pero en el año de 1973 ocurrió el resbalón que pocos imaginaban. La planificación no es nuestro fuerte y menos en el fútbol que es gitano, dicen. Lajos Barotti quiso planificar nuestra clasificación al Mundial de Alemania 74 y no ganar partidos de preparación, pero acostumbrados como estábamos a vivir de apariencias, más valían triunfos mentirosos que un plan serio de preparación, y el buen Lajos tuvo que irse sin que nadie lo acompañe al aeropuerto. Los resultados no pudieron ser peores. Chile nos dejó fuera del camino y los ídolos del 70 conocieron la cara triste de la fama. Está en el recuerdo la rabia de Cubillas y sus lágrimas frente a las cámaras, por no haber podido jugar el partido de desempate en Uruguay. Eran los días donde el nacionalismo de los periódicos se tornó oscuro y chauvinista.
Querían jugadores machos que no se cuidaran las piernas. Cubillas fue excluido de la selección porque se rumoreaba su pase a un equipo extranjero. Al "Cholo" no pudieron tocarlo, pero igual perdimos. Esa señora tan conocida por los peruanos, llamada frustración, se enseñoreó de los campos de juego y todos los jugadores descubrieron que tenían defectos.
Los mismos patrioteros del 73, que no permitieron que un hombre nacionalizado peruano de todo corazón, Ballesteros, atajase por la selección, años más tarde exigirían en todos los tonos que el "Loco" Quiroga se nacionalice. Morales Bermúdez ya estaba en el poder.
IV
Si el pueblo ante las derrotas se encierra en sus frustraciones y el desencanto le gana horas al día, en cambio la salida para los de arriba es mirar al extranjero y asegurar el negocio.
El "Cholo" interesó al Barcelona de España, y las exportaciones no tradicionales empezaron a tener auge. La afición no perdonaba la eliminación en manos de Chile, y el "Cholo" se fue sin despedida de masas, pero en Barcelona demostró que valía tanto oro como el que los conquistadores, durante siglos, se llevaron del Perú. Sotil era quien guiaba al equipo, y no el renombrado Cruyff, pero no supo, no quiso hacer respetar su valía.
Jamás debió aceptar no jugar por espacio de un año, por más que le dieran cinco millones de pesetas y las primas y premios que cobraban los jugadores titulares, esas cadenas de oro pesaron demasiado. se olvidó que de niño eran tales sus ganas de jugar que a pesar de que su madre lo encerraba sin ropa en su cuarto, siempre encontraba a alguien que le proporcionaba lo indispensable para jugar. Se olvidó que en la cancha del Cura vestía distintas casaquillas de equipos para no salir del campo de juego. No supo de los versos de Javier Heraud que dicen: "Un año es un siglo/cuando es un año/de sueños y olvido". 365 días con todas las comodidades y sin poder jugar para el gran público.
El Ferrari era amarillo y las noches interminables. Atrás quedaron las privaciones de la pobreza, pero no era su mundo, y su alma de jugador empezó a morir. De vuelta ya en Lima, y en el Municipal, tendría una experiencia parecida: dejemos que él mismo nos dé su versión: "El impase que tuve con cierta persona, quien me dio una puñalada por la espalda cuando volvía a ser el Sotil de mis primeros momentos... Realmente me perjudicó mucho en mi carrera deportiva, me marginó del equipo, luego de haber jugado la primera rueda y parte de la segunda rueda del descentralizado de 1983. Aducía razones de indisciplina que no existieron... aunque en épocas diferentes, han sido golpes fuertes que he sufrido en mi vida deportiva y jamás podré olvidarlos por sus consecuencias perjudiciales" (7). "La verdad es que entrenaba fuerte, pero muchas veces se me ignoró hasta en el banco de suplentes. Entonces para qué me dije, bajó mi interés, pero yo no me he despachado contra Hobberg" (8).
Lo mismo le sucedió 10 años antes con Rinus Michels. La farra y la bohemia española impidieron que Sotil fuera el de siempre. Pero aún tuvo aliento, fue en 1975 cuando jugó por la selección el partido final de la copa América frente a Colombia. Su físico no era el mismo pero anotó el gol del triunfo a los 24 minutos de la complementaria. Después sería dos años campeón con Alianza Lima, el 77 y el 78, asistiendo al Mundial de Argentina 78, sin el brillo de su primer Mundial.
No es una novedad decir que vivimos tiempos difíciles como tampoco lo es, que cada día y con más frecuencia, los peruanos buscan fortaleza para el espíritu en la fe. Sotil no fue una excepción.
Los periódicos anunciaban su purificación en la fe Mahikari. "Como se recordará, Sotil fue llevado a la congregación Mahikari por su esposa, con la intención de alejarlo del mal camino: El "Cholo" ha decidido rectificar su conducta y el primer paso ha sido recibir la purificación" (9).
Por el año de 1984, Sotil fue nuevamente a las primeras planas de los periódicos, pero por un juicio de alimentos que le interpuso la ex-modelo Nancy Gross. Sotil se defendió: "A mí la gente no me puede decir cómo debo ser ni cómo debo vivir, uno vive como quiere. Me dicen de todo porque sigo caminando por La Victoria, por el barrio de la Avenida América, porque en vez de frecuentar el Sheraton frecuento la tienda del chino José". Continúa diciendo, "lo más importante del hombre es que sea honrado, honesto, sincero y leal y lo que quiero es la lealtad" (10).
Reiteradamente Sotil ha sostenido que "el juego hay que sentirlo, el que es malo es malo y el que es bueno es bueno toda la vida" (11). A pesar de ello sabemos que las jugadas que hacían del fútbol un espectáculo mayor ya no volverán.
Los años del quiebre desconcertante pasaron, pero el "Cholo" buscaría reencontrarse con el aprecio del público. Sino, por qué declarar: "En Barcelona jugué relativamente muy poco y nunca me olvidaron, qué diferencia con el Municipal. En este club me inicié y jugué mis mejores años; es más, pensaba retirarme luciendo sus colores. Pero el trato es totalmente diferente y por eso como peruano me duele, porque creo que hice mucho por esa institución" (12).
Es un descargo con sabor a reproche, contra quienes en años anteriores no le escatimaron elogios, y cuando estaba en dificultades, no dudaron en buscar el lado truculento de la noticia para poder vender sus periódicos. Lo real es que ese tipo de informaciones alejarían a Sotil de importantes sectores juveniles, creyentes en el progreso y que todo en la vida debe ir hacia arriba, siempre consolidando lo ganado, sea dinero o prestigio, como Cubillas, pero esa es otra historia.
Lo importante en Sotil es que es la primera gran emergencia de lo cholo en el fútbol. en el seguimiento a su carrera deportiva es posible comprobar que un amplio sector popular se identificó con él. El mundo criollo aprendió a no burlarse de los jugadores recios, cholos, se les aprendió a mirar como iguales. Los sotiles de cerquillo indomable no supieron de venganza sino de orgullo. Sotil siempre reinvidicó sus orígenes.
Para una sociedad fuertemente impregnada de actitudes aristocratizantes, la victoria de Sotil fue la afirmación d sectores marginados. Sotil hizo mucho más por acercarnos entre peruanos que lo que él mismo imagina. Y eso no se olvida jamás, por más que se haya retirado del fútbol profesional sin un homenaje de despedida. Tal vez haya sido mejor, porque ese vacío puede hacer más grande su figura con el tiempo, único y definitivo juez de lo que realmente es trascendente en una sociedad.
Notas:
1.- Sánchez León, Abelardo, Fútbol: un espejo para mirarnos mejor. QUE HACER 7, 1980
2.- Este ensayo fue publicado por primera vez en La Revista Los Caminos del Laberinto N° 2, Noviembre de 1985.
3.- Este ensayo escrito en 1985, fue incorporado como parte del libro; Perú: Los Eslabones del Archipiélago, ediciones El Laberinto, año 1993.
4.- Diario Expreso, 15 Julio de 1984.
5.- Sánchez León, Abelardo, op. cit.
6.- Cánepa, María Ángela, Páginas N° 90.
7.- diario La Crónica, 18 de Mayo de 1984.
8.- Diario Última Hora, 29 de Marzo de 1984.
9.- Salinas Roberto, "El Cholo se rehabilita" HOY, 12 de Junio de 1984.
10.- Diario La República, Junio 5 1984.
11.- Idem
12.- Diario La Crónica, Mayo 27 1984.
(artículo de Artemon Ospina Salinas publicado en la revista “Los caminos del laberinto” Nº 2, Noviembre de 1985)
San Lorenzo, que buscaba desesperadamente un hombre goleador para integrar el centro de la línea de ataque inició tratativas y luego de cristalizar las negociaciones importó desde España a Isidro Lángara.
El dia 21 de Mayo y en oportunidad del clásico frente a River Plate, la entidad azulgrana hizo debutar al promocionado número 9 y su presentación quedaría para siempre en la historia y en el corazón de los sanlorencistas.
El encuentro se jugó en el "Gasómetro" y San Lorenzo presentó a Gualco, Terzolo, Gilli, Zubieta, Montoya, Colombo, Cavadini, Waldemar, Langara, Ballesteros y Baristain. Los riverplatenses a su vez formaron con Besuzzo, Vaghi, Cuello, Dofolfi, Minilla, Werfigker, Peucelle, Vaschetto, Rongo, Moreno y Pedernera.
A los 7 minutos el Vasco Langara hacia estallar la tribuna sanlorencista con un golazo de su sello poniendo en ventaja a su equipo. Seis minutos después Peucelle lograba el empate. A esta altura cada vez le resultaba más difícil a la defensa de River poder cubrir las entradas punzantes del hispánico que los tenía a mal traer. A los 15', 21' y 39' el vasco lograba sendos goles para su equipo y ponía el resultado 4-1 al término de la primera etapa, convertido en goleador absoluto y desde ese momento en ídolo indiscutido de la hinchada azulgrana.
El partido terminó 4 a 2 al descontar Rongo mediante tiro penal.
Isidro Lángara había entrado por la puerta grande en el fútbol argentino.
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(JORGE VALDANO, director general deportivo del Real Madrid, en declaraciones a Canal Plus tras el triplete del argentino, el domingo 14/03/10, y defendiendo de esa manera a quien se le adjudicaba la culpa de la eliminación 'merengue' de la Champions League)
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(RUUD VAN NISTELROOY, ex delantero del Real Madrid, en declaraciones recientes al dominical alemán "Bild am Sonntag")
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Infamias (Rubén Herrera - Argentina)
-Escuchame bien, lo que te digo, es posta posta, nada de chamuyo. Lo que puedan decir los demás me lo paso por las pelotas. ¿Escuchaste bien? Por las pelotas. Lo que digan esos mal paridos realmente no interesa.
Lo que pasa es que esos culo roto, todavía hoy están calientes, porque él y solamente él les amargó la vida, cuando en el último minuto les hizo un gol de chilena, y ahí perdieron el campeonato pasado.
Y si fuera como ellos dicen ¿cuál es? Eh! ¿cuál es? Pero no es así, son puras infamias y él ya no está para defenderse. Los que estos guachos andan diciendo por ahí no tiene perdón de Dios. Si él estuviera acá y escucha lo que se dice de él, te juro que los caga a trompadas. Lo que importa es lo que todos nosotros sabemos. Él era un chabón de aquellos, un verdadero amigo. Era de esos que te daban una mano si la necesitabas. Lo que se dice de fierro. Eso sí, era un poco desbolado, un poco inocente tal vez, pero eso no quitaba lo que realmente era, o sea un tipo de corazón grande.
No faltaba nunca a los partidos del domingo, aunque jugáramos a las nueve el siempre estaba presente y eso que el sábado le daba al boliche hasta que terminaba.
Se prendía en cualquier joda que había. Y por el chupi ni hablar, le daba con todo como si fuera la última vez que se pondría en pedo.
Y así con unas copas de más, no jodía a nadie y le daba a la milonga. Lo tenían que sacar del boliche, recién cuando cerraban.
Pero como te dije antes jamás faltó a un partido. Jamás acusó alguna lesión para no ir.
Si hasta algunas veces jugaba en curda. Así y todo igual la rompía, la dejaba así de chiquitita.
Todos lo consideraban el mejor enganche del lugar, que digo del lugar de toda la zona sur.
Tenia despliegue, toque corto, pases milimétricos, habilidad como nadie y corría como loco, eso que era un tanque de uno noventa de alto.
Era muy fuerte, difícil de voltearlo y mirá que los guachos hacían cola para pegarle.
Le daban de todos lados pero siempre estaba de pie, como un gladiador.
Ojo así como te digo que cobraba, así te digo que le rompía la gamba a cualquiera. Y por eso le tenían pica, porque el chabón era calentón, entonces devolvía todo lo que le daban. Jugar con él era jugar con la ley del talión. O sea que si le daban un codazo, en el próximo cruce que tenia, era fijo que le rompía la boca con el codo, a cualquiera.
Más de uno se iba con el ojo negro y con una pierna en el hombro. Me acuerdo que una vez jugamos contra la villa, y el guacho después de recibir un fuerte golpe en la rodilla derecha, cuando se volvió a cruzar con el chileno le fue con los tapones de punta y lo quebró en dos partes.
Y ahí se armó la gorda, las piñas iban y venían como si nada. Y lo peor era que nadie se acordó del tipo que estaba en el piso. Pobre le quedó la gamba torcida, si hasta el apodo le cambiaron, no le decían mas chileno, ahora le dicen el rengo, el pirata Morgan y no sé cuantos sobrenombres más.
Por eso, te digo que no te dejes llevar por lo que escuchas de esos boludos. Los guachos, siguen caliente por lo del otro campeonato. Cuando tenían el torneo asegurado, todo preparado para los festejos, el guacho les arruinó la fiesta, les pinchó el globo.
Ellos con el empate salían campeones, pero en el último minuto de juego, armamos una jugada con el Roly por el lado derecho, tiré el centro y él de espalda al arco la mandó a la red de chilena. Ellos se quedaron mudos, fue un baldazo de agua fría que recibieron todos. No lo podían creer, era la primera vez que iban a salir campeones y el chabón, les arruinó la fiesta.
Lo que yo digo es posta, lo que lo cagó a él fueron las minas. Se transaba cuanta mujer se cruzaba por el medio. En el boliche se apretaba a dos minas por noche. Y claro el chabón tenia una buena pinta, una buena parla y para colmo era grandote, entonces ellas se morían por él. Y eso lo llevó a la perdición, el descuido, la confianza, la inocencia, y tal vez la falta de información.
Nosotros lo vimos cambiado los últimos meses. Lo encontramos más flaco, entonces le preguntábamos con que médico estaba haciendo dieta, y él jodiendo decía que seguía la dieta del gobierno, o sea comer un día por medio.
Cuando chupábamos cerveza en el bar de Fito, el chabón pedía un vaso para él, cuando antes tomaba del pico, y no era porque estaba haciendo cursos de buenos modales, sino porque algo no estaba bien.
Yo me quedé hablando con él una noche y le pregunté si le pasaba algo, que lo encontraba con ojeras, un poco demacrado, pero él me dijo que no pasaba nada, que estaba todo bien. Dejé de verlo por un tiempo porque se había ido a la capital, pero cuando volvió ya no era el mismo.
Me acuerdo de aquel día como si fuera hoy. Cuando supe lo que le pasaba me quise morir. Estábamos jugando un partido contra los chabones del parque. Era un partido sin importancia, un partido de mierda, que todavía no se por que lo jugamos. En el medio del encuentro saltó a cabecear una pelota con el flaco Beto y sin querer chocaron las cabezas. Al otro no le pasó nada pero el se cortó la ceja derecha y le salía mucha sangre, cuando lo fui a ayudar me dijo gritando.
-¡No me toques, no me toques!
-¿Qué te pasa chabón, no ves que te quiero ayudar?
-Dejame solo, que estoy bien -me dijo- y se fue a lavar la herida al vestuario.
Por suerte Quique y Gusti estaban de franco y lo llevaron en la Trafic que usaban para laburar, hasta su casa. Nosotros seguimos jugando, pensando que estaba todo bien, que era algo leve. Cuando terminó el partido voy hasta su casa para ver como estaba. Su madre me hizo pasar y me dijo que estaba en su dormitorio, pasé a verlo y tenía una gasa en la ceja, cuando le quise ver la herida me gritó que no lo tocara.
-Pero qué pasa ¿tanto te duele? - le pregunté.
-No hermano, lo que pasa es que... no se como decirlo.
-¿Decirme que chabón?, dale hablá, ¿decirme qué?.
Te juro que cuando me enteré lo que le pasaba, parecía que estaba viviendo una pesadilla, parecía que se abría la tierra y nos tragaba a los dos.
-Tengo SIDA... tengo SIDA hermano -me lo dijo llorando.
- No jodas che... no jodas, mirá que con eso no hay que... la amargura se apodero de mi, lo abrace fuerte y me puse a llorar con el.
-¿Estas seguro, quién te lo dijo? -le pregunté.
-Los médicos. Primero acá y luego allá en la capital -me dijo con amargura.
Cuando se enteraron los muchachos de que estaba mal, le hacíamos compañía todos los días, no salíamos de nuestro asombro. Lo cuidábamos como se cuida a un niño. Tratábamos de darle todos los gustos, pero los días fueron pasando y cada vez estaba peor. Los médicos dijeron que la enfermedad estaba muy avanzada y que deberíamos resignarnos, ya que no había solución.
Cuando cayó para no levantarse más, me puse a pensar en todo lo que había sufrido solo, tratando de no decirle a nadie que estaba enfermo, y así no preocuparnos. Él solo quería cuidarnos, trataba de tomar cerveza con otro vaso, sin saber, que de esa manera no se contagia el virus. No quiso que le tocara la herida, cuando se cortó la ceja, se que vivió con miedo los últimos días, pero no por su estado, sino porque tenia miedo que algunos de sus amigos, pasaran por esa misma situación.
Él nos quería cuidar a todos antes que nada, por eso te digo que no hagas caso de lo que dicen esos pelotudos, son infamias, puras infamias.
Lo que yo te digo es la posta, el chabón era de fierro, creeme a mi y no a esos piojosos, hijos de puta. El chabón era macho, ¿escuchaste? ¡Bien macho!
Remató el futbolista Horacio Corbalán, y el tiro salió desviado. El juez, ordenó una nueva ejecución ante el adelantamiento indebido del arquero Migueluchi.
Cambió el ejecutor; pateó entonces Nicolás Bieladinovich, pero Migueluchi volvió a adelantarse y contuvo el remate. Nitti lo amonestó e hizo reiterar la acción.
Otra vez ejecutó Bieladinovich, Migueluchi se adelantó por tercera vez y atajó el disparo. El árbitro observó nuevamente un adelantamiento, indicó la nueva ejecución del penal y expulsó al arquero.
El zaguero Ricardo Tello ocupó el arco de Almirante Brown, Bieladinovich se hizo cargo nuevamente del penal, y el improvisado portero contuvo el remate sin adelantamiento alguno.
En síntesis, el penal se pateó 4 veces, y en ninguna de las 4 fue gol.
(HUGO ORLANDO GATTI, ex arquero argentino, en “Radio 10”, 29 de Enero de 2010)
(ROBINHO, actual jugador del Santos de Brasil, saliendo en defensa de Kaká, en el diario Marca, tras la eliminación del Madrid de una nueva edición de la Champions League)
Dinamitero (Francisco Laino / Adolfo Dispagna - Argentina)
* dedicada a Isidro Lángara [1912-1992]
al formidable vasco Dinamitero.
Los hinchas de los 'gauchos' están contentos
pues les cayó una estrella del firmamento.
Domingo tras domingo se va portando,
partido tras partido se va agrandando.
Que era justa la fama con que venía
lo demostró con creces el primer día.
¡Dinamitero¡ ¡Dinamitero!
es el grito de la hinchada,
que lo alienta entusiasmada,
contagiándole emoción.
¡Dinamitero! ¡Dinamitero!
Vasco lindo que trajiste
Ese shot que no resiste,
el arquero más varón.
Te temen los contrarios, Dinamitero
pues que tus dinamitas tumban arqueros.
¡Un goal Dinamitero!, grita la hinchada
y entra al arco rugiendo, la ball shoteada.
Para este formidable Dinamitero,
¡Que de cemento armado le hagan arqueros!
Que por algo es Isidro Vasco fornido
y en cancha donde pise será temido.
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Recordaba Villa en un libro escrito por el periodista Héctor Vega Onesime: “Estábamos en el medio del vestuario cuando se levantó Peter Taylor, encarándome. En ese momento me pasé mil películas hasta que el tipo estiró la mano derecha. Yo hice lo mismo. Me apretó tanto que casi me rompió los dedos. Entendí su saludo en inglés y lo retribuí. Al soltarme, noté algo duro en la palma de la mano ¡Me había quedado con un dedo postizo! Escuché una ovación. Los ingleses se tiraban al suelo de la risa y nosotros respiramos tranquilos”.
Ser idealista es una tontería. Pero el problema es que o bien usted es un idealista o un tonto.
(JIMMY GREAVES, ex internacional inglés)
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(DIEGO MILITO, jugador argentino del Inter de Italia, en entrevista con el diario “La Stampa" publicada el 7/11/09)
Entrevista a Francisco "Pancho" Varallo
Es el único futbolista sobreviviente de la final del Campeonato Mundial de 1930, el primero de la historia. Goleador de la Selección Argentina, figura de Gimnasia y Boca, club con el que ganó el primer título de la era profesional del fútbol argentino, en 1931, Francisco “Pancho” Varallo, que ya cumplió los 96 años, dialogó con “Página/12” sobre aquel Mundial y este que se viene:
-Usted es el único jugador vivo de todos los que participaron de la final del Mundial de 1930 y que Uruguay ganó por 4-2. A 76 años de aquel hecho, ¿por qué no fue campeón la Argentina?
-Teníamos un buen equipo, creo que fuimos los mejores de ese campeonato. Pero desde el primer partido, contra Francia, el público local nos hizo la guerra. Nos insultaron, nos tiraban cosas, era terrible. Y cuando jugamos la final contra Uruguay todo fue para peor. Ese día, además, nos mataron a patadas. El primer tiempo ganamos 2-1 y después en el segundo hubo jugadores nuestros que arrugaron. No se bancaron la presión, nos metieron tres goles y nos ganaron, porque fueron más guapos, nada más.
-¿Cómo vivió esa derrota?
-Fue una frustración terrible. La más grande de mi carrera, sobre todo por la forma en la que perdimos. Tenía 19 años, era muy joven y esa derrota me dolió mucho. El fútbol después me compensó con todas las alegrías que me dio. Lástima que después Argentina no participó de otros mundiales y no tuvimos revancha.
-¿Cómo cree que le irá a la Selección Argentina en el Mundial de Alemania?
-Y, jugadores hay. Debemos ser uno de los pocos países del mundo con material humano como para formar varias selecciones, además de Brasil, claro. Lo que pasa es que, después, depende mucho de las elecciones que realice el entrenador en función de los hombres que elija. Argentina tiene dos jugadores fundamentales y hay que saberlos acompañar: uno es (Román) Riquelme, y el otro es el pibe (Lionel) Messi, que para mí tiene un futuro enorme.
-Siempre se compara el fútbol que se jugaba en los años ’30 y ’40 con el actual y algunos dicen que aquél era mejor que el actual. Usted, que jugó en esos años, ¿coincide?
-No me parece justo comparar el fútbol que se jugaba en los años ’30 con el actual y decir que era mejor o peor. En definitiva, el fútbol es uno solo cuando se juega bien. Para mí, la diferencia pasa fundamentalmente por lo físico. Ahora los jugadores están más preparados que antes, se cuidan más que nosotros. Son más profesionales. Pero hay cosas de ahora que no me gustan nada.
-¿Por ejemplo?
-Hay mucha deslealtad, se juega muy fuerte y por momentos parece que quieren hacerle daño al rival cuando van a disputar una pelota dividida. Para mi gusto, existe demasiada violencia y mala intención. No quiero caer en el lugar común de decir que en mi época todo era mejor que ahora, pero me parece que nos respetábamos más, sobre todo porque nos conocíamos y éramos amigos. Por ejemplo, recuerdo que yo me llevaba muy bien con Arsenio Erico y Vicente De la Mata, que jugaban en Independiente, nos enfrentamos varias veces pero salíamos juntos, nos divertíamos dentro y fuera de la cancha. Al fútbol lo vivíamos con más alegría, y eso ahora se perdió, o al menos es lo que a mí me parece.
-Pero reconoció que ahora el jugador es más profesional. ¿Eso no es bueno?
-Y sí, por un lado sí. Pero ¿de qué te sirve cuidarte y hacer un buen contrato si no te vas a divertir? No digo que se tomen todo en joda, pero veo que no disfrutan lo que hacen, lo sufren, y eso me parece terrible, porque en definitiva el fútbol es un juego. Por eso me gusta verlo jugar al pibe (Sergio) Agüero, porque se nota que le gusta lo que hace. Cuando pisa la pelota e intenta gambetear a los rivales, se le nota que es feliz.
-¿Le parece que los hinchas también lo viven distinto?
-Seguro, si están todos locos. Gritan, insultan, se ponen mal. Van a ver un partido como si fuera lo último que hay en la vida. Todo parece ser una cuestión de matar o morir y por eso después pasan las cosas que pasan. Veo por televisión los incidentes en la cancha y la verdad es que me amargo. Esa violencia que se manifiesta en la cancha es hija de una manera de vivir este juego, y eso está muy mal.
-Hay quienes dicen que los jugadores como usted, que brillaron en las décadas del 30 y 40 no podrían haber jugado en un fútbol tan competitivo y dinámico como el que existe en la actualidad ¿Está de acuerdo?
-¡Pero si en el fútbol lo que importa es la técnica! Está bien, nosotros entrenábamos menos que ahora, pero tomemos futbolistas de la calidad que tenían Ángel Labruna, José María Moreno o un (Roberto) Cherro, preparémoslos en la parte física y vamos a ver si después no rinden en la cancha. Por favor...
-¿Está conforme con el reconocimiento que le tributa el ambiente del fútbol?
-Sí, a mí siempre me trataron bien y me respetaron. ¿Qué más puedo pretender? ¿Un monumento de bronce? Si no soy un prócer, apenas fui un jugador de fútbol. Nada más ni nada menos.
(entrevista del periodista Leonardo Castillo, publicada en el diario argentino “Página 12” del miércoles 12 de Abril de 2006)
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