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Tras el Mundial de Argentina ‘78, hubo dos talentosos futbolistas de nuestro seleccionado nacional que emigraron a Inglaterra, más precisamente al Tottenham Hospur: Ricardo Julio Villa (Racing) y el Pitón Osvaldo Ardiles (Huracán) en una operación conjunta cuyo monto oscilaba en el millón y medio de dólares. El primer entrenamiento fue una prueba de fuego para ambos, por las dificultades del idioma y por las diferentes costumbres que, se suponía, mantenían sus colegas del Tottenham. Sin embargo, lo sucedido resultó gracioso.
Recordaba Villa en un libro escrito por el periodista Héctor Vega Onesime: “Estábamos en el medio del vestuario cuando se levantó Peter Taylor, encarándome. En ese momento me pasé mil películas hasta que el tipo estiró la mano derecha. Yo hice lo mismo. Me apretó tanto que casi me rompió los dedos. Entendí su saludo en inglés y lo retribuí. Al soltarme, noté algo duro en la palma de la mano ¡Me había quedado con un dedo postizo! Escuché una ovación. Los ingleses se tiraban al suelo de la risa y nosotros respiramos tranquilos”.
Por su parte, Ardiles, rememoraba: “A mi me dieron la ropa y unos pantalones que parecían para gigantes. Me los puse, me paré y sentí la carcajada de todos. Me dio vergüenza, me senté y esperé que trajeran indumentaria de las divisiones inferiores”. Después, Villa y Ardiles hicieron historia en el fútbol inglés.

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Ser idealista es una tontería. Pero el problema es que o bien usted es un idealista o un tonto.


(JIMMY GREAVES, ex internacional inglés)

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Con él ganamos nuestro último Mundial y sólo Diego (Maradona) puede enseñar como se lleva esa camiseta.

(DIEGO MILITO, jugador argentino del Inter de Italia, en entrevista con el diario “La Stampa" publicada el 7/11/09)

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Entrevista a Francisco "Pancho" Varallo


Es el único futbolista sobreviviente de la final del Campeonato Mundial de 1930, el primero de la historia. Goleador de la Selección Argentina, figura de Gimnasia y Boca, club con el que ganó el primer título de la era profesional del fútbol argentino, en 1931, Francisco “Pancho” Varallo, que ya cumplió los 96 años, dialogó con “Página/12” sobre aquel Mundial y este que se viene:

-Usted es el único jugador vivo de todos los que participaron de la final del Mundial de 1930 y que Uruguay ganó por 4-2. A 76 años de aquel hecho, ¿por qué no fue campeón la Argentina?

-Teníamos un buen equipo, creo que fuimos los mejores de ese campeonato. Pero desde el primer partido, contra Francia, el público local nos hizo la guerra. Nos insultaron, nos tiraban cosas, era terrible. Y cuando jugamos la final contra Uruguay todo fue para peor. Ese día, además, nos mataron a patadas. El primer tiempo ganamos 2-1 y después en el segundo hubo jugadores nuestros que arrugaron. No se bancaron la presión, nos metieron tres goles y nos ganaron, porque fueron más guapos, nada más.

-¿Cómo vivió esa derrota?

-Fue una frustración terrible. La más grande de mi carrera, sobre todo por la forma en la que perdimos. Tenía 19 años, era muy joven y esa derrota me dolió mucho. El fútbol después me compensó con todas las alegrías que me dio. Lástima que después Argentina no participó de otros mundiales y no tuvimos revancha.

-¿Cómo cree que le irá a la Selección Argentina en el Mundial de Alemania?

-Y, jugadores hay. Debemos ser uno de los pocos países del mundo con material humano como para formar varias selecciones, además de Brasil, claro. Lo que pasa es que, después, depende mucho de las elecciones que realice el entrenador en función de los hombres que elija. Argentina tiene dos jugadores fundamentales y hay que saberlos acompañar: uno es (Román) Riquelme, y el otro es el pibe (Lionel) Messi, que para mí tiene un futuro enorme.

-Siempre se compara el fútbol que se jugaba en los años ’30 y ’40 con el actual y algunos dicen que aquél era mejor que el actual. Usted, que jugó en esos años, ¿coincide?

-No me parece justo comparar el fútbol que se jugaba en los años ’30 con el actual y decir que era mejor o peor. En definitiva, el fútbol es uno solo cuando se juega bien. Para mí, la diferencia pasa fundamentalmente por lo físico. Ahora los jugadores están más preparados que antes, se cuidan más que nosotros. Son más profesionales. Pero hay cosas de ahora que no me gustan nada.

-¿Por ejemplo?

-Hay mucha deslealtad, se juega muy fuerte y por momentos parece que quieren hacerle daño al rival cuando van a disputar una pelota dividida. Para mi gusto, existe demasiada violencia y mala intención. No quiero caer en el lugar común de decir que en mi época todo era mejor que ahora, pero me parece que nos respetábamos más, sobre todo porque nos conocíamos y éramos amigos. Por ejemplo, recuerdo que yo me llevaba muy bien con Arsenio Erico y Vicente De la Mata, que jugaban en Independiente, nos enfrentamos varias veces pero salíamos juntos, nos divertíamos dentro y fuera de la cancha. Al fútbol lo vivíamos con más alegría, y eso ahora se perdió, o al menos es lo que a mí me parece.

-Pero reconoció que ahora el jugador es más profesional. ¿Eso no es bueno?

-Y sí, por un lado sí. Pero ¿de qué te sirve cuidarte y hacer un buen contrato si no te vas a divertir? No digo que se tomen todo en joda, pero veo que no disfrutan lo que hacen, lo sufren, y eso me parece terrible, porque en definitiva el fútbol es un juego. Por eso me gusta verlo jugar al pibe (Sergio) Agüero, porque se nota que le gusta lo que hace. Cuando pisa la pelota e intenta gambetear a los rivales, se le nota que es feliz.

-¿Le parece que los hinchas también lo viven distinto?

-Seguro, si están todos locos. Gritan, insultan, se ponen mal. Van a ver un partido como si fuera lo último que hay en la vida. Todo parece ser una cuestión de matar o morir y por eso después pasan las cosas que pasan. Veo por televisión los incidentes en la cancha y la verdad es que me amargo. Esa violencia que se manifiesta en la cancha es hija de una manera de vivir este juego, y eso está muy mal.

-Hay quienes dicen que los jugadores como usted, que brillaron en las décadas del 30 y 40 no podrían haber jugado en un fútbol tan competitivo y dinámico como el que existe en la actualidad ¿Está de acuerdo?

-¡Pero si en el fútbol lo que importa es la técnica! Está bien, nosotros entrenábamos menos que ahora, pero tomemos futbolistas de la calidad que tenían Ángel Labruna, José María Moreno o un (Roberto) Cherro, preparémoslos en la parte física y vamos a ver si después no rinden en la cancha. Por favor...

-¿Está conforme con el reconocimiento que le tributa el ambiente del fútbol?

-Sí, a mí siempre me trataron bien y me respetaron. ¿Qué más puedo pretender? ¿Un monumento de bronce? Si no soy un prócer, apenas fui un jugador de fútbol. Nada más ni nada menos.

(entrevista del periodista Leonardo Castillo, publicada en el diario argentino “Página 12” del miércoles 12 de Abril de 2006)

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Invierno de 1980, River se encaminaba al tricampeonato y el 30 de Julio, enfrentó en el Giant’s Stadium al Cosmos de New York. En aquel momento ya no tenía a Pelé, pero contaba con estrellas como Beckenbauer, Rijsbergen, Neeskens, Chinaglia, Eskandarian (el iraní que jugó en Argentina 78), los paraguayos Julio Cesar Romero “Romerito” y un jovencísimo Roberto Cabañas.
El equipo de Angelito Labruna, por su parte viajó con todas sus figuras del momento, saliendo a la cancha con Fillol (Landaburu) Comelles, Pavoni, Passarella, Tarantini (Héctor López), J.J López, Merlo (De Los Santos), Alonso, Pedro González (Ramón Díaz), Luque y Comisso.
Para la ocación se puso en juego la Copa “Aerolíneas Argentina”. El match en cuestión terminó 1-1 y los goles fueron marcados por el ‘Negro’ López a los 83, empatando Bogicevic a los 90.
Un detalle de color fue que al jugarse en pasto sintético, algunos jugadores utilizaron el calzado provisto por Puma, otros no llegaron a un acuerdo económico para calzarlos, y el ‘Beto’ Alonso jugó con unas viejas y casi desvencijadas Flecha, como podemos ver en la foto. La otra imagen nos muestra al ‘Kaiser’ original, haciendo marca personal sobre un ya no tan veloz Pedrito González.
Un par de años más tarde el equipo americano terminó desapareciendo y la mayoría de sus estrellas retiradas. Al millonario le ocurriría algo similar en 1982/1983, ya sin la pléyade de figuras que formaron parte de este equipo.

(tomado del blog “En una baldosa”)

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El que diga que le gusta ser entrenador miente. Sos entrenador porque ya no podés ser futbolista.

(ALFREDO DI STÉFANO, ex jugador y entrenador argentino)

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Aldo Pedro Poy es uno de los ejemplos más claros del cariño por una camiseta. Aparte, un muy buen jugador que tuvo que superar una extraña oposición de la tribuna, que lo detestaba. Y lo superó porque empezó a hacerle goles a Newell’s.

(ROBERTO FONTANARROSA [1944-2007], recordado humorista argentino, opinando sobre uno de los más grandes ídolos de Rosario Central)

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The Graf Zeppelin from Wembley


Fecha: 1930
Lugar: Wembley, Inglaterra
Fotógrafo: Martin Munkacsi [1896-1963] (Hungría)

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Canción oficial del Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010 ( K'naan Warsame - Somalía)

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Las cosas en la Selección no se hicieron bien desde la salida de (Marcelo) Bielsa en adelante. No hay un desarrollo de planes, los tiempos no son los que corresponden, los amistosos no han tenido la preocupación de la búsqueda del funcionamiento del equipo. Creemos que tenemos una terrible dependencia de los futbolistas y dependencia de lo que pueda hacer Maradona en estos veinte días previos al Mundial. Buenos jugadores hay, no lo duda nadie. Son capaces de ganarte un partido.
Por suerte a Messi lo tenemos nosotros y está cada vez más solidario, al menos se lo ve así en el Barcelona. En el seleccionado todavía no ha rendido, estamos esperando que nos gane un partido y el partido lo gana el equipo, no un futbolista. Messi es un lujo de futbolista. Hay que ver en el rendimiento de lo colectivo.


(CÉSAR LUIS MENOTTI, ex futbolista y entrenador argentino, opinando sobre el futuro de la Selección Argentina)

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Ramón siempre se postula cuando las cosas están mal.

(ENZO FRANCESCOLI, emblema riverplatense, ayer en el programa "Sportia" por TyC Sports, respondiendo así a las expresiones de Ramón Díaz, quien hace poco más de diez días admitió públicamente sus ganas de volver a dirigir a River Plate en este complicado momento de la institución millonaria)

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Fue como un regalo de los cielos saber que Leônidas no jugaría. Verdadero artista, malabarista de la pelota, era el jugador que sorprendía a todos


(ALFREDO FONI, zaguero de la selección italiana en el Mundial de 1938)

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La final con prórroga

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La final del Campeonato Mundial de fútbol de 1934 fue la primera que necesitó de una prórroga para designar al nuevo campeón. A partir de entonces, este hecho se produciría más de una vez, pero pocas finales han sido tan duramente disputadas como la que sostuvieron Italia y Checoslovaquia el 10 de Junio de 1934. En aquella jornada se abatía sobre Roma una ola de calor que llevó los termómetros a temperaturas superiores a los 30 grados. Con todo, el ambiente era, si se permite la expresión, mucho más "caliente" todavía.

Cabe recordar que en 1934 Italia vivía aún la etapa expansiva de su nacionalismo, fomentado por el Gobierno fascista de Mussolini, que seguía alimentando sueños imperiales. Toda forma de afirmación -política, social, etc.- era explotada por el Gobierno, y el deporte no podía ser una excepción. Mussolini había seguido personalmente el desarrollo de aquel campeonato, organizado con gran fasto y solemnidad. La victoria de Italia, de la legendaria squadra azzurra, debía ser el lógico colofón apoteósico de la celebración.

El camino a la final no resultó sencillo: después de arrollar a los modestos amateurs norteamericanos por 7-1, Italia se enfrentó en cuartos de final a España, a la que venció por el tanteo mínimo de 1-0 en el partido de desempate, ya que en el primero se había empatado a un gol. Gianni Brera, el gran periodista italiano, no tuvo inconveniente en reconocer años más tarde la ilegalidad del gol italiano que obligó al desempate: "El empate se produjo casi al término del tiempo reglamentario: lo marcó Ferrari, mientras Schiavio sujetaba a Zamora y el arbitro fingió no verlo". Siete jugadores lesionados en el bando español y cuatro en el italiano no pudieron participar en el desempate, donde los italianos ganaron merced a un gol de Meazza a los 12 minutos de juego y se dedicaron a defender ardorosamente su exigua ventaja.

En la semifinal, dos días después, Italia ganó de forma similar con un gol del argentino nacionalizado Guaita a los 18 minutos; a partir de aquí, cerrada defensa y victoria por el mínimo tanteo. Con anterioridad, Checoslovaquia había vencido a Alemania por 3-1, impidiendo así la final Italia-Alemania soñada por Mussolini y Hitler.

Mussolini estaba, aquel 10 de Junio, en el palco de honor. Lo peor había pasado, pues se creía que Checoslovaquia no sería enemigo de consideración en la final, a pesar de contar en la portería con el famoso Planicka, un portero excepcional. Pero los checos no querían ser víctimas propiciatorias: con su típico juego lento y pausado, tejieron una "tela de araña" en el centro del campo, que envolvió a los italianos, los cuales, agotados por el esfuerzo de los días precedentes, se veían incapaces de imponer su propio ritmo de juego, mucho más vivo y dinámico.

Un silencio sepulcral se produjo en el estadio cuando, a los 26 minutos de la segunda parte, los checos se adelantaron en el marcador gracias a un error del guardameta italiano, que se lanzó tarde y mal a atajar un disparo, sin aparente peligro, del extremo Puc. A los 32 minutos, un disparo del delantero centro checo dio en el poste. Fue la jugada decisiva: el balón rebotado lo recogió un jugador italiano, que lanzó en profundidad a Orsi, otro ítalo-argentino nacionalizado, el cual alojó el balón en las redes. De un posible 2-0 para Checoslovaquia, a diez minutos del final, se había pasado al empate a uno.

En la prórroga, y a pesar de su agotamiento, los italianos sacaron fuerzas de flaqueza, y Schiavio, en el minuto cinco, marcó el gol de la victoria. El jugador sufrió un desvanecimiento a causa de la fatiga y de la emoción. Tras el encuentro, Mussolini saludó personalmente a los jugadores, y el seleccionador italiano Vittorio Pozzo manifestó que "las razones de la victoria italiana se encuentran en la atmósfera creada por el fascismo alrededor de todo el equipo".

El fútbol italiano iniciaba así una etapa de gloria, que le llevaría a revalidar su título mundial cuatro años después, siempre a las órdenes de Vittorio Pozzo. Este extraordinario preparador se retiró en 1948, cuando el equipo olímpico italiano fue batido por Dinamarca por 5-3. Su palmarés incluía 60 victorias, 16 empates y sólo 13 derrotas; Pozzo, sospechoso de haber colaborado generosamente con el fascismo, fue despedido sin homenajes de ningún tipo y con el único regalo de un pequeño apartamento en Roma, a unos centenares de metros del estadio donde su selección había conquistado su primera Copa del Mundo.

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El 14 de Mayo de 1961, en Liniers, Vélez recibió a Lanús, por el campeonato de Primera. Vélez formó con Sarmiento; Simeone, Dalmao, Volken y Mareque; Basílico, Cielinsky y Callá; Mosca, López Espinosa y José Fernández Den.
Lanús con: Righini; Canela, Bravo, Bertulessi y J. Díaz; Godoy, Guidi y Gambassi; Curia, Reynoso y Lallana.
Lo que dejó este partido para destacar, más allá del resultado favorable al local, 3-1 (Callá -2- y Bertulessi, en contra, para Vélez y Gambassi para Lanús) fue un hecho acontecido a los pocos minutos de la iniciación del cotejo.
Fue cuando el capitán de Lanús, Héctor Guidi, que había observado el primer tiempo del encuentro preliminar (tercera división), le advirtió al árbitro Miguel Comesaña, que el arquero suplente de Vélez, Rodolfo Piazza, quien ocupaba el banco de Primera, había sido expulsado a los pocos minutos del partido anterior y entonces, no debería tener la posibilidad reglamentaria de ingresar.
El juez le respondió al inolvidable Nene Guidi que él no lo había expulsado a Piazza y que aquél fue otro cotejo, que ni siquiera había dirigido.
De todas formas, Abel Sarmiento ocupó la valla de Vélez sin contratiempos, y no dando lugar al ingreso de Piazza. Vélez ganó y Guidi se fue del estadio con la bronca por la derrota y con las dudas de su reclamo reglamentario, que el árbitro desestimó.

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Mi nombre es generalmente el del final en los labios de la gente.

(IAN WRIGHT, leyenda viva del Arsenal inglés)

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El fútbol es un juego muy divertido. Por eso lo practiqué desde niño. Pero gradualmente, a medida que pasaban los años, entendí que también era un gran negocio. Y por eso seguí jugando cuando llegaron los momentos difíciles. Para ganar mucho dinero, para que todos me conozcan. No tengo miedo de decirlo. Sé muy bien que éste es mi tiempo. Ahora yo soy el ídolo. Zico es ídolo. Pero sé también que dentro de un par de años puede que no sea nadie. Por eso trato de aprovechar cada segundo. Vivir intensamente este período, esto me ofrece la vida. Y llenar de millones de cruzeiros mi cuenta bancaria.

(ARTUR ANTUNES COIMBRA “Zico”, ex jugador y entrenador brasileño -1990-)

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El precio de la victoria (Marcos Gómez Juan - España)


En aquel momento supe exactamente lo que significa la palabra soledad. Sabía que todo el mundo estaba pendiente de mi bota izquierda, pero en especial dos países, mi querido Brasil y Nigeria. Apenas fueron cuatro o cinco minutos los que pasaron desde que Nigeria marcó su último penalti, ahora me tocaba a mí tirar el último de la tanda. Un gol significaba el empate, prolongar la agonía de la suerte; un fallo la derrota, mi derrota, mi debacle.

Era consciente de ser el protagonista de un hecho que podía ser histórico, jamás un país africano había conquistado el cetro mundial, nunca antes una selección de aquel continente ganó un mundial de fútbol. El sudor frío mojaba mi frente, el griterío ensordecedor del público estallaba contra mi cabeza martilleándola una y otra vez. Miré a mi alrededor y todo eran gestos hostiles desde la grada, no en vano ellos jugaban en casa; apenas vi muestras de cariño, sólo las de mis compañeros. La portería cada vez era más y más pequeña, el portero más y más grande. Entre tantas muestras hostiles fue difícil escuchar el silbato del árbitro, pero finalmente sonó. Tomé carrera y mi bota golpeó suavemente el balón que comenzó a girar sobre su propio eje gracias a la rosca del golpeo. Resbalé por la humedad del campo y mis ojos quedaron apuntando al césped. Escuché un sonoro golpe y acto seguido una explosión de júbilo, me quedé allí tirado, con el cuerpo helado sin poder reaccionar. Sólo pude llorar cuando mis compañeros se acercaron a consolarme, era un hombre roto, un hombre destrozado. A mi mente vino el poder que tiene un insignificante jugador de fútbol en esos momentos, poder para hacer feliz a uno u otro país, y a mí me había tocado ser el que diera la felicidad a quien en ese momento no deseaba dársela.

Aquella noche no concilié el sueño, pero no por el estruendoso ruido provocado por la alegría de un país, que podía escuchar por mi ventana. Una y otra vez recordé el momento del penalti, repasé mentalmente cada uno de los minutos que transcurrieron hasta el golpeo del balón. Una y otra vez el golpe contra el palo resonaba en mi cabeza recordándome mi fracaso, el fracaso de una estrella de este mundo de lujo llamado fútbol. Seguramente con mi salario podría alimentar a buena parte de las gentes que ahora vitoreaban a sus héroes por las calles adyacentes a mi hotel. La alegría de esas gentes contrastaba con mi tristeza Por un momento una sonrisa ligera se dibujó en mi rostro, involuntariamente había hecho feliz a un país pobre, un país necesitado. Hasta es posible que un continente entero estuviera ahora mismo festejando mi fallo, un continente tocado por la mano de la pobreza y el subdesarrollo; el continente más desafortunado del planeta vivía momentos de felicidad en parte gracias a mí.

Eran las cinco de la mañana cuando, sin saber por qué, me puse a pensar en la noche anterior al partido. Aquella noche de pasión junto a una de las mujeres más bellas con las que había estado en mi vida. Aún no entiendo bien lo que ocurrió, lo fácil que resultó disfrutar de la tersa piel y las dulces caricias de una mujer de ensueño. Recordé el momento en que se acercó a mí después de la cena en el hotel, me tomó por el brazo, se acercó a mi oído y emitió un gemido placentero que hizo que se erizaran todos y cada uno de los pelos de mi cuerpo. Su aroma era intenso, sus labios carnosos rozaron mi oreja y un escalofrío me recorrió desde los pies a la cabeza. Me condujo al ascensor y una vez allí besó apasionadamente mi boca. Estupefacto, contemplaba sus aproximadamente 178 centímetros de mujer de piel tostada por el sol. Sus piernas parecían no terminar nunca, su pelo rizado acariciaba mi cuello en cada uno de sus besos, su lengua jugueteaba con mi oreja, mi cuello, mis labios.

El ascensor paró en mi planta y cogidos de la mano fuimos a mi habitación. Una vez en el cuarto la dulzura de sus besos se convirtió en pura pasión, en deseo irrefrenable, hicimos el amor varias veces; sinceramente había sido la mejor experiencia de mi vida. Cuando desperté a la mañana siguiente ya no estaba en mi cama. Me extrañé al comprobar que mis calzoncillos habían desaparecido, pensé que quizás los hubiera tomado a modo de recuerdo o, quién sabe, quizá como trofeo. Mi peine tampoco estaba en el baño pero no le di mayor importancia.

El reloj marcó las seis de la mañana, el sol comenzaba a entrar por la ventana, un nuevo día estaba a punto de comenzar. Hubiera preferido que aquella noche durara eternamente, los periodistas me acosarían por la mañana, la televisión, los periódicos, otra vez contemplar la cara de mis derrotados compañeros. ¡Dios mío! ¿Pudiera ser que...? ¡Cielos! Súbitamente recordé sin quererlo una vez más el momento del penalti, justo en el momento del golpeo sentí un ligero pinchazo a la altura de la rodilla. ¡Quizás...! ¡Oh, tengo que ir al campo por última vez!

Tardé tres minutos en vestirme y coger un taxi, que arrancó en dirección al estadio tras ofrecerle una buena suma de dinero. Las calles aún estaban repletas de gente festejando la victoria, pero el taxista volaba gracias a la propina. Llegamos al estadio, convencer al vigilante jurado para poder acceder al césped me costó un taco de aquellos billetes malolientes y sucios. Otra vez volvía al escenario de mi fracaso. Al volver a pisar aquella hierba mi cabeza voló, volvieron a mi mente todos los recuerdos, los malos recuerdos de apenas unas horas atrás. Y entre ellos el pinchazo, ¡cómo no había caído antes! Fue un dolor no muy intenso, como si de un calambre se tratara. Corrí hacia el punto de penalti, ese desde el que había estrellado el balón en el palo, que ahora parecía reírse de mí. Miré a la cal que conformaba el redondo punto fatídico y lo que vi me sobresaltó: el punto blanco tenía restos de tizón negro; me arrodillé y pude comprobar que estaba lleno de cenizas. Uno de los trozos no se había llegado a consumir, lo examiné con detenimiento y vi que era un trozo blanco de tela en el que podían leerse dos letras: CK. ¡Cielo santo! Aquella prenda me era muy familiar. ¡No me lo puedo creer! ¡Estúpido! Palpé mi rodilla en busca del punto exacto del extraño dolor que había sentido segundos antes de marrar la pena máxima.

Una vez localizado mis ojos pusieron ante mí la claridad de los sucesos, pude ver perplejo un pequeño agujero muy fino en mi rodilla, como si una aguja la hubiera penetrado. Sin quererlo solté una carcajada, ahora todo tenía sentido, sólo tenía que denunciar los hechos y el cetro mundial volvería con nosotros de vuelta a Brasil, pasaría de ser un villano a ser el héroe nacional. Mi sonrisa se volvió turbia y mi mente oscureció. Durante algo más de diez minutos permanecí sentado en el punto de penalti desde el que horas antes me había sentido morir; ahora mis sentimientos eran contradictorios, alegría y pena se entremezclaban en mi cabeza. Me incorporé con energía, había tomado una decisión y la mantendría hasta el final pasara lo que pasara.

El vuelo procedente de Nigeria tomó tierra según lo previsto en el aeropuerto de Río de Janeiro. Bajé la escalerilla del avión con nerviosismo, recogí la maleta y me dirigí a la puerta de salida con titubeo y desconcierto. Nervios, impaciencia, temor y duda eran algunos de los sentimientos que me invadían ¿Qué me esperaría detrás de aquella puerta? Por fin la puerta se abrió y multitud de periodistas se abalanzaron sobre mí; traté de responder a todas sus preguntas pero casi resultaba utópico. Apenas sin darme cuenta sentí como varias personas se abalanzaban sobre mí y me cubrían de besos. Entre besos y caricias pude ver varias caras conocidas, las caras de mis hijos, mis padres y mis hermanos, mi familia siempre fiel. Al menos ellos siempre me adorarían a pesar de los pesares y es que ¿quién era capaz de robarle la inmensa alegría a un país tan acostumbrado a la tristeza? Al fin y al cabo Brasil volvería a luchar por el mundial dentro de cuatro años y Nigeria, la pobre Nigeria, quién sabe qué será de ella.

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Gol de Atilio


Fue en 1939, Nacional de Montevideo y Boca Juniors de Buenos Aires iban empatados en dos goles, y el partido estaba llegando a su fin. Los de Nacional atacaban; los de Boca, replegados, aguantaban, entonces Atilio García recibió la pelota, enfrentó una jungla de piernas, abrió espacio por la derecha y se tragó la cancha comiendo rivales.
Atilio estaba acostumbrado a los hachazos. Le daban con todo, sus piernas eran un mapa de cicatrices. Aquella tarde, en el camino al gol, recibió trancazos duros de Angeletti y Suárez, y él se dio el lujo de eludirlos dos veces.
Valussi le desgarró la camiseta, lo agarró de un brazo y le tiró una patada y el corpulento Ibañez se le plantó delante en plena carrera, pero la pelota formaba parte del cuerpo de Atilio y nadie podía parar esa tromba que volteaba jugadores como si fueran muñecos de trapo, hasta que por fin Atilio se desprendió de la pelota y su disparo tremebundo sacudió la red.
El aire olía a pólvora.
Los jugadores de Boca rodearon al árbitro: le exigían que anulara el gol por las faltas que ellos habían cometido. Como el árbitro no les hizo caso, los jugadores se retiraron, indignados, de la cancha.

(texto tomado del libro “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano)

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Liverpool sin fútbol europeo es como un banquete sin vino.

(ROY EVANS, ex futbolista y entrenador inglés)

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No creo se pueda hacer eso con la mujer de otro jugador. Es complicado decir algo sobre lo que hizo Terry. Pero está mal. Terry no tiene códigos. Si hace eso en mi barrio, perdería las piernas, o más. No sobreviría.

(CARLOS TEVEZ, jugador del Manchester City, opinando la semana pasada sobre el "affaire" que el inglés John Terry, capitán del Chelsea, tuvo con la pareja de su ex compañero de equipo, Wayne Bridge)

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¡Gol! -Génesis del grito- (Héctor Negro - Argentina)


Cuando la "G" se agolpa en la garganta
como miles de "GES" que se atropellan,
para buscar la "O", irse con ella
y alargarla en el aire que se exalta.

Y se sueltan las dos, diseminadas,
detrás de otras iguales que estallaron.
Y disparan peñones que rodaron
y van por las distancias asombradas.

Y la "L" final, como un tañido,
como un sonido de metal vibrante,
tiembla cuerda de pulso electrizante,
buscando el diapasón de los latidos.

Juntas las tres serán el grito sumo.
El que esperó creciente, agazapado.
El que se da o no se da, mas dado
tiene pólvora, chispa, explosión, humo...

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Joaquín Rodríguez Ortega [1903-1984], fue un torero sevillano conocido también como “Cagancho, el torero fantástico”.
“Cagancho”, poseedor de una gran incultura, era tan famoso por sus habilidades taurinas como por sus respuestas disparatadas. Cierto día fue invitado a presenciar, por primera vez, un partido de fútbol. Observó atentamente el desarrollo del encuentro y cuando sonó el pitazo final le preguntaron qué le había parecido el mismo. La infeliz respuesta fue la siguiente:

- No está mal, pero no me explico cómo esos hombres con esas piernas tan fuertes y esas patadas tan tremendas, no han podido, en hora y pico, desinflar la pelota.

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Todo el mundo pensaba que Clarín me arreglaba y que entonces Grondona iba y lo resolvía pero yo no tenía a nadie atrás... y digan que apareció esta mujer [Cristina Kirchner]... el marido [Néstor Kirchner] no se salva tampoco porque es un cagón.

(JULIO HUMBERTO GRONDONA, Presidente de la A.F.A., al comunicarse con la producción del programa “Ahí, donde está el silencio”, que conduce Mauro Viale por Radio Rivadavia en ocasión del partido amistoso Alemania-Argentina del miércoles pasado. Grondona hablaba con otra persona acerca de la ayuda del Gobierno a la AFA en la televisación del fútbol argentino sin percatarse que estaba saliendo al aire. Se puede escuchar en este enlace.)

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¿Quién es más grande que el Liverpool?

(JAMIE CARRAGHER, futbolista del Liverpool F.C., al ser consultado meses atrás en "Sky Sports" si había pensado en mudarse a un club más grande)

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Piel de Judas (Juan José Panno - Argentina)


Rajá pa dentro, rajá para dentro te digo, que te voy a arrancar la cabeza, te miraste como tenés las rodillas desgraciumana, me vas a volver loca, vos querés que me vuelva loca, que me internen en un manicomio querés, decí, decí la verad, callate la boca y andá a lavarte, mirá esas manos, vení para acá, vení para acá, mirate esos tobillos, ayyyy, el soponcio me agarra el soponcio, el hígado, ahora vas a ver cuando vuelva tu padre, porque con tu padre no jodés, claro, para eso está la señora, la sirvienta que te tiene que planchar la ropa, preparar la comida y vos en lo único que pensás es en jugar a la pelota con esa manga de atorrantes, te voy a mataaaar, un día se me va a terminar la paciencia y te voy a pegar una paliza que no te vas a olvidar en tu vida, eso querés ¿no?, tiene razón la Pocha, a ustedes hay que tenerlos cortitos, porque una les da el codo y se agarran todo el brazo, te dije media hora y mirá la hora que es, no me comés, no me hacés los deberes y encima te pasás toda la tarde con esa pelota de porquería, nooo, pero ya vas a ver cuando vuelva tu padre. ¿Sabés que sos vos? Sos la piel de Judas, la peste bubónica sos, callate la boca, chito, chito eh, anda a lavarte, vení para acá, ¿te viste las zapatillas?, noooo que te vas a mirar vos si lo único que te importa es jugar a la pelota con los desgraciados esos, meta pelota y pelota todo el día y a mí que me parta un rayo ¿te vas a ir a lavar o no te vas a ir a lavar? ¡esas rodillas! percudidas las tenés, per-cu-di-das, te vas a tener que lavar con acaroina, ayyy, tu hermano no era así, ah nooo, el Carlitos es una monada, nunca me llamaron del colegio para decirme nada, nunca una palabra de más, un niño prodigio el Carlitos, no como vos, pedazo de bestia, machona de porquería, tendrías que haber sido varón vos, siempre lo dije.

(extraído del libro “Corazón y pases fuertes” de Editorial Colihue)

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Roma, Italia, año 1934. Despacho del entonces presidente Benito Mussolini, padre del fascismo mundial. El mandatario, feliz porque su nación iba a ser la sede del II Campeonato Mundial de Fútbol, pidió entrevistarse con Vittorio Pozzo, director técnico de la selección italiana.

- Señor Pozzo, terminada la ceremonia inaugural de la Copa del Mundo se hará un desfile militar. Sucede que quiero saludar al pueblo, y sucede también que los jugadores y usted tendrán que hacer presencia en el mismo.

- Presidente, me parece buena idea lo del desfile, pero mis muchachos no podrán asistir. Eso los podría desconcentrar.

- Vamos, señor Pozzo, es una simpleza. Además, yo quiero que usted y el resto del equipo participen del desfile.

- Pero a usted también le gustaría que Italia consiga el título mundial y esas dos situaciones se contraponen.

- Señor Pozzo, seré más concreto. Asuma que la presencia suya junto a la de la selección, es una orden mía.

- En ese caso no tenga ninguna duda, presidente. Ellos estarán, pero sin mí. Yo solamente dirijo lo que puedo controlar.

- Está bien, señor don Vittorio. Tiene usted razón. Si va a desconcentrar al equipo no asistan al desfile, pero Dios le ayude si Italia no gana la Copa del Mundo.

Y con esa Espada de Damocles sobre su cabeza, Vittorio Pozzo, director técnico de la selección italiana de fútbol a la II Copa del Mundo, encaró el compromiso, ganó el evento, y salvó su vida.
Vittorio Pozzo, 4 años más tarde, en 1938, también dirigió el equipo ‘azzurri’ a la tercera Copa del Mundo que se celebró en Francia y también ganó. En la ocasión Italia se convirtió en el primer país que gana en 2 Campeonatos del Mundo de manera consecutiva, Brasil ganó en 1958 y 1962, pero la única que lo hace con un mismo Director Técnico.

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Gracias Señor!

(Frase publicada en el blog del jugador del Inter Marco Materazzi, tras las declaraciones de Zinedine Zidane quien había dicho que antes de pedirle disculpas al italiano por el cabezazo que le dio en la final del Mundial 2006, prefería morirse)

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Odenkey podría ser otro paso en mi vida. Tengo una camiseta azul francés, mi cinta de capitán en el brazo, un gallo en mi corazón... Nací en Ghana, pero es como si hubiera nacido en Niza.

(MARCEL DESAILLY, ex internacional francés, al ser consultado sobre su lugar de nacimiento y su sentimiento hacia Francia)

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Giovanni van Bronckhorst (Erwin Olaf - Holanda)

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La cumbia de los trapos (Yerba brava - Argentina)

* dedicada al Club Deportivo Los Millonarios (Colombia)

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