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Fue como un regalo de los cielos saber que Leônidas no jugaría. Verdadero artista, malabarista de la pelota, era el jugador que sorprendía a todos


(ALFREDO FONI, zaguero de la selección italiana en el Mundial de 1938)

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La final con prórroga

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La final del Campeonato Mundial de fútbol de 1934 fue la primera que necesitó de una prórroga para designar al nuevo campeón. A partir de entonces, este hecho se produciría más de una vez, pero pocas finales han sido tan duramente disputadas como la que sostuvieron Italia y Checoslovaquia el 10 de Junio de 1934. En aquella jornada se abatía sobre Roma una ola de calor que llevó los termómetros a temperaturas superiores a los 30 grados. Con todo, el ambiente era, si se permite la expresión, mucho más "caliente" todavía.

Cabe recordar que en 1934 Italia vivía aún la etapa expansiva de su nacionalismo, fomentado por el Gobierno fascista de Mussolini, que seguía alimentando sueños imperiales. Toda forma de afirmación -política, social, etc.- era explotada por el Gobierno, y el deporte no podía ser una excepción. Mussolini había seguido personalmente el desarrollo de aquel campeonato, organizado con gran fasto y solemnidad. La victoria de Italia, de la legendaria squadra azzurra, debía ser el lógico colofón apoteósico de la celebración.

El camino a la final no resultó sencillo: después de arrollar a los modestos amateurs norteamericanos por 7-1, Italia se enfrentó en cuartos de final a España, a la que venció por el tanteo mínimo de 1-0 en el partido de desempate, ya que en el primero se había empatado a un gol. Gianni Brera, el gran periodista italiano, no tuvo inconveniente en reconocer años más tarde la ilegalidad del gol italiano que obligó al desempate: "El empate se produjo casi al término del tiempo reglamentario: lo marcó Ferrari, mientras Schiavio sujetaba a Zamora y el arbitro fingió no verlo". Siete jugadores lesionados en el bando español y cuatro en el italiano no pudieron participar en el desempate, donde los italianos ganaron merced a un gol de Meazza a los 12 minutos de juego y se dedicaron a defender ardorosamente su exigua ventaja.

En la semifinal, dos días después, Italia ganó de forma similar con un gol del argentino nacionalizado Guaita a los 18 minutos; a partir de aquí, cerrada defensa y victoria por el mínimo tanteo. Con anterioridad, Checoslovaquia había vencido a Alemania por 3-1, impidiendo así la final Italia-Alemania soñada por Mussolini y Hitler.

Mussolini estaba, aquel 10 de Junio, en el palco de honor. Lo peor había pasado, pues se creía que Checoslovaquia no sería enemigo de consideración en la final, a pesar de contar en la portería con el famoso Planicka, un portero excepcional. Pero los checos no querían ser víctimas propiciatorias: con su típico juego lento y pausado, tejieron una "tela de araña" en el centro del campo, que envolvió a los italianos, los cuales, agotados por el esfuerzo de los días precedentes, se veían incapaces de imponer su propio ritmo de juego, mucho más vivo y dinámico.

Un silencio sepulcral se produjo en el estadio cuando, a los 26 minutos de la segunda parte, los checos se adelantaron en el marcador gracias a un error del guardameta italiano, que se lanzó tarde y mal a atajar un disparo, sin aparente peligro, del extremo Puc. A los 32 minutos, un disparo del delantero centro checo dio en el poste. Fue la jugada decisiva: el balón rebotado lo recogió un jugador italiano, que lanzó en profundidad a Orsi, otro ítalo-argentino nacionalizado, el cual alojó el balón en las redes. De un posible 2-0 para Checoslovaquia, a diez minutos del final, se había pasado al empate a uno.

En la prórroga, y a pesar de su agotamiento, los italianos sacaron fuerzas de flaqueza, y Schiavio, en el minuto cinco, marcó el gol de la victoria. El jugador sufrió un desvanecimiento a causa de la fatiga y de la emoción. Tras el encuentro, Mussolini saludó personalmente a los jugadores, y el seleccionador italiano Vittorio Pozzo manifestó que "las razones de la victoria italiana se encuentran en la atmósfera creada por el fascismo alrededor de todo el equipo".

El fútbol italiano iniciaba así una etapa de gloria, que le llevaría a revalidar su título mundial cuatro años después, siempre a las órdenes de Vittorio Pozzo. Este extraordinario preparador se retiró en 1948, cuando el equipo olímpico italiano fue batido por Dinamarca por 5-3. Su palmarés incluía 60 victorias, 16 empates y sólo 13 derrotas; Pozzo, sospechoso de haber colaborado generosamente con el fascismo, fue despedido sin homenajes de ningún tipo y con el único regalo de un pequeño apartamento en Roma, a unos centenares de metros del estadio donde su selección había conquistado su primera Copa del Mundo.

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El 14 de Mayo de 1961, en Liniers, Vélez recibió a Lanús, por el campeonato de Primera. Vélez formó con Sarmiento; Simeone, Dalmao, Volken y Mareque; Basílico, Cielinsky y Callá; Mosca, López Espinosa y José Fernández Den.
Lanús con: Righini; Canela, Bravo, Bertulessi y J. Díaz; Godoy, Guidi y Gambassi; Curia, Reynoso y Lallana.
Lo que dejó este partido para destacar, más allá del resultado favorable al local, 3-1 (Callá -2- y Bertulessi, en contra, para Vélez y Gambassi para Lanús) fue un hecho acontecido a los pocos minutos de la iniciación del cotejo.
Fue cuando el capitán de Lanús, Héctor Guidi, que había observado el primer tiempo del encuentro preliminar (tercera división), le advirtió al árbitro Miguel Comesaña, que el arquero suplente de Vélez, Rodolfo Piazza, quien ocupaba el banco de Primera, había sido expulsado a los pocos minutos del partido anterior y entonces, no debería tener la posibilidad reglamentaria de ingresar.
El juez le respondió al inolvidable Nene Guidi que él no lo había expulsado a Piazza y que aquél fue otro cotejo, que ni siquiera había dirigido.
De todas formas, Abel Sarmiento ocupó la valla de Vélez sin contratiempos, y no dando lugar al ingreso de Piazza. Vélez ganó y Guidi se fue del estadio con la bronca por la derrota y con las dudas de su reclamo reglamentario, que el árbitro desestimó.

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Mi nombre es generalmente el del final en los labios de la gente.

(IAN WRIGHT, leyenda viva del Arsenal inglés)

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El fútbol es un juego muy divertido. Por eso lo practiqué desde niño. Pero gradualmente, a medida que pasaban los años, entendí que también era un gran negocio. Y por eso seguí jugando cuando llegaron los momentos difíciles. Para ganar mucho dinero, para que todos me conozcan. No tengo miedo de decirlo. Sé muy bien que éste es mi tiempo. Ahora yo soy el ídolo. Zico es ídolo. Pero sé también que dentro de un par de años puede que no sea nadie. Por eso trato de aprovechar cada segundo. Vivir intensamente este período, esto me ofrece la vida. Y llenar de millones de cruzeiros mi cuenta bancaria.

(ARTUR ANTUNES COIMBRA “Zico”, ex jugador y entrenador brasileño -1990-)

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El precio de la victoria (Marcos Gómez Juan - España)


En aquel momento supe exactamente lo que significa la palabra soledad. Sabía que todo el mundo estaba pendiente de mi bota izquierda, pero en especial dos países, mi querido Brasil y Nigeria. Apenas fueron cuatro o cinco minutos los que pasaron desde que Nigeria marcó su último penalti, ahora me tocaba a mí tirar el último de la tanda. Un gol significaba el empate, prolongar la agonía de la suerte; un fallo la derrota, mi derrota, mi debacle.

Era consciente de ser el protagonista de un hecho que podía ser histórico, jamás un país africano había conquistado el cetro mundial, nunca antes una selección de aquel continente ganó un mundial de fútbol. El sudor frío mojaba mi frente, el griterío ensordecedor del público estallaba contra mi cabeza martilleándola una y otra vez. Miré a mi alrededor y todo eran gestos hostiles desde la grada, no en vano ellos jugaban en casa; apenas vi muestras de cariño, sólo las de mis compañeros. La portería cada vez era más y más pequeña, el portero más y más grande. Entre tantas muestras hostiles fue difícil escuchar el silbato del árbitro, pero finalmente sonó. Tomé carrera y mi bota golpeó suavemente el balón que comenzó a girar sobre su propio eje gracias a la rosca del golpeo. Resbalé por la humedad del campo y mis ojos quedaron apuntando al césped. Escuché un sonoro golpe y acto seguido una explosión de júbilo, me quedé allí tirado, con el cuerpo helado sin poder reaccionar. Sólo pude llorar cuando mis compañeros se acercaron a consolarme, era un hombre roto, un hombre destrozado. A mi mente vino el poder que tiene un insignificante jugador de fútbol en esos momentos, poder para hacer feliz a uno u otro país, y a mí me había tocado ser el que diera la felicidad a quien en ese momento no deseaba dársela.

Aquella noche no concilié el sueño, pero no por el estruendoso ruido provocado por la alegría de un país, que podía escuchar por mi ventana. Una y otra vez recordé el momento del penalti, repasé mentalmente cada uno de los minutos que transcurrieron hasta el golpeo del balón. Una y otra vez el golpe contra el palo resonaba en mi cabeza recordándome mi fracaso, el fracaso de una estrella de este mundo de lujo llamado fútbol. Seguramente con mi salario podría alimentar a buena parte de las gentes que ahora vitoreaban a sus héroes por las calles adyacentes a mi hotel. La alegría de esas gentes contrastaba con mi tristeza Por un momento una sonrisa ligera se dibujó en mi rostro, involuntariamente había hecho feliz a un país pobre, un país necesitado. Hasta es posible que un continente entero estuviera ahora mismo festejando mi fallo, un continente tocado por la mano de la pobreza y el subdesarrollo; el continente más desafortunado del planeta vivía momentos de felicidad en parte gracias a mí.

Eran las cinco de la mañana cuando, sin saber por qué, me puse a pensar en la noche anterior al partido. Aquella noche de pasión junto a una de las mujeres más bellas con las que había estado en mi vida. Aún no entiendo bien lo que ocurrió, lo fácil que resultó disfrutar de la tersa piel y las dulces caricias de una mujer de ensueño. Recordé el momento en que se acercó a mí después de la cena en el hotel, me tomó por el brazo, se acercó a mi oído y emitió un gemido placentero que hizo que se erizaran todos y cada uno de los pelos de mi cuerpo. Su aroma era intenso, sus labios carnosos rozaron mi oreja y un escalofrío me recorrió desde los pies a la cabeza. Me condujo al ascensor y una vez allí besó apasionadamente mi boca. Estupefacto, contemplaba sus aproximadamente 178 centímetros de mujer de piel tostada por el sol. Sus piernas parecían no terminar nunca, su pelo rizado acariciaba mi cuello en cada uno de sus besos, su lengua jugueteaba con mi oreja, mi cuello, mis labios.

El ascensor paró en mi planta y cogidos de la mano fuimos a mi habitación. Una vez en el cuarto la dulzura de sus besos se convirtió en pura pasión, en deseo irrefrenable, hicimos el amor varias veces; sinceramente había sido la mejor experiencia de mi vida. Cuando desperté a la mañana siguiente ya no estaba en mi cama. Me extrañé al comprobar que mis calzoncillos habían desaparecido, pensé que quizás los hubiera tomado a modo de recuerdo o, quién sabe, quizá como trofeo. Mi peine tampoco estaba en el baño pero no le di mayor importancia.

El reloj marcó las seis de la mañana, el sol comenzaba a entrar por la ventana, un nuevo día estaba a punto de comenzar. Hubiera preferido que aquella noche durara eternamente, los periodistas me acosarían por la mañana, la televisión, los periódicos, otra vez contemplar la cara de mis derrotados compañeros. ¡Dios mío! ¿Pudiera ser que...? ¡Cielos! Súbitamente recordé sin quererlo una vez más el momento del penalti, justo en el momento del golpeo sentí un ligero pinchazo a la altura de la rodilla. ¡Quizás...! ¡Oh, tengo que ir al campo por última vez!

Tardé tres minutos en vestirme y coger un taxi, que arrancó en dirección al estadio tras ofrecerle una buena suma de dinero. Las calles aún estaban repletas de gente festejando la victoria, pero el taxista volaba gracias a la propina. Llegamos al estadio, convencer al vigilante jurado para poder acceder al césped me costó un taco de aquellos billetes malolientes y sucios. Otra vez volvía al escenario de mi fracaso. Al volver a pisar aquella hierba mi cabeza voló, volvieron a mi mente todos los recuerdos, los malos recuerdos de apenas unas horas atrás. Y entre ellos el pinchazo, ¡cómo no había caído antes! Fue un dolor no muy intenso, como si de un calambre se tratara. Corrí hacia el punto de penalti, ese desde el que había estrellado el balón en el palo, que ahora parecía reírse de mí. Miré a la cal que conformaba el redondo punto fatídico y lo que vi me sobresaltó: el punto blanco tenía restos de tizón negro; me arrodillé y pude comprobar que estaba lleno de cenizas. Uno de los trozos no se había llegado a consumir, lo examiné con detenimiento y vi que era un trozo blanco de tela en el que podían leerse dos letras: CK. ¡Cielo santo! Aquella prenda me era muy familiar. ¡No me lo puedo creer! ¡Estúpido! Palpé mi rodilla en busca del punto exacto del extraño dolor que había sentido segundos antes de marrar la pena máxima.

Una vez localizado mis ojos pusieron ante mí la claridad de los sucesos, pude ver perplejo un pequeño agujero muy fino en mi rodilla, como si una aguja la hubiera penetrado. Sin quererlo solté una carcajada, ahora todo tenía sentido, sólo tenía que denunciar los hechos y el cetro mundial volvería con nosotros de vuelta a Brasil, pasaría de ser un villano a ser el héroe nacional. Mi sonrisa se volvió turbia y mi mente oscureció. Durante algo más de diez minutos permanecí sentado en el punto de penalti desde el que horas antes me había sentido morir; ahora mis sentimientos eran contradictorios, alegría y pena se entremezclaban en mi cabeza. Me incorporé con energía, había tomado una decisión y la mantendría hasta el final pasara lo que pasara.

El vuelo procedente de Nigeria tomó tierra según lo previsto en el aeropuerto de Río de Janeiro. Bajé la escalerilla del avión con nerviosismo, recogí la maleta y me dirigí a la puerta de salida con titubeo y desconcierto. Nervios, impaciencia, temor y duda eran algunos de los sentimientos que me invadían ¿Qué me esperaría detrás de aquella puerta? Por fin la puerta se abrió y multitud de periodistas se abalanzaron sobre mí; traté de responder a todas sus preguntas pero casi resultaba utópico. Apenas sin darme cuenta sentí como varias personas se abalanzaban sobre mí y me cubrían de besos. Entre besos y caricias pude ver varias caras conocidas, las caras de mis hijos, mis padres y mis hermanos, mi familia siempre fiel. Al menos ellos siempre me adorarían a pesar de los pesares y es que ¿quién era capaz de robarle la inmensa alegría a un país tan acostumbrado a la tristeza? Al fin y al cabo Brasil volvería a luchar por el mundial dentro de cuatro años y Nigeria, la pobre Nigeria, quién sabe qué será de ella.

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Gol de Atilio


Fue en 1939, Nacional de Montevideo y Boca Juniors de Buenos Aires iban empatados en dos goles, y el partido estaba llegando a su fin. Los de Nacional atacaban; los de Boca, replegados, aguantaban, entonces Atilio García recibió la pelota, enfrentó una jungla de piernas, abrió espacio por la derecha y se tragó la cancha comiendo rivales.
Atilio estaba acostumbrado a los hachazos. Le daban con todo, sus piernas eran un mapa de cicatrices. Aquella tarde, en el camino al gol, recibió trancazos duros de Angeletti y Suárez, y él se dio el lujo de eludirlos dos veces.
Valussi le desgarró la camiseta, lo agarró de un brazo y le tiró una patada y el corpulento Ibañez se le plantó delante en plena carrera, pero la pelota formaba parte del cuerpo de Atilio y nadie podía parar esa tromba que volteaba jugadores como si fueran muñecos de trapo, hasta que por fin Atilio se desprendió de la pelota y su disparo tremebundo sacudió la red.
El aire olía a pólvora.
Los jugadores de Boca rodearon al árbitro: le exigían que anulara el gol por las faltas que ellos habían cometido. Como el árbitro no les hizo caso, los jugadores se retiraron, indignados, de la cancha.

(texto tomado del libro “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano)

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Liverpool sin fútbol europeo es como un banquete sin vino.

(ROY EVANS, ex futbolista y entrenador inglés)

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No creo se pueda hacer eso con la mujer de otro jugador. Es complicado decir algo sobre lo que hizo Terry. Pero está mal. Terry no tiene códigos. Si hace eso en mi barrio, perdería las piernas, o más. No sobreviría.

(CARLOS TEVEZ, jugador del Manchester City, opinando la semana pasada sobre el "affaire" que el inglés John Terry, capitán del Chelsea, tuvo con la pareja de su ex compañero de equipo, Wayne Bridge)

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¡Gol! -Génesis del grito- (Héctor Negro - Argentina)


Cuando la "G" se agolpa en la garganta
como miles de "GES" que se atropellan,
para buscar la "O", irse con ella
y alargarla en el aire que se exalta.

Y se sueltan las dos, diseminadas,
detrás de otras iguales que estallaron.
Y disparan peñones que rodaron
y van por las distancias asombradas.

Y la "L" final, como un tañido,
como un sonido de metal vibrante,
tiembla cuerda de pulso electrizante,
buscando el diapasón de los latidos.

Juntas las tres serán el grito sumo.
El que esperó creciente, agazapado.
El que se da o no se da, mas dado
tiene pólvora, chispa, explosión, humo...

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Joaquín Rodríguez Ortega [1903-1984], fue un torero sevillano conocido también como “Cagancho, el torero fantástico”.
“Cagancho”, poseedor de una gran incultura, era tan famoso por sus habilidades taurinas como por sus respuestas disparatadas. Cierto día fue invitado a presenciar, por primera vez, un partido de fútbol. Observó atentamente el desarrollo del encuentro y cuando sonó el pitazo final le preguntaron qué le había parecido el mismo. La infeliz respuesta fue la siguiente:

- No está mal, pero no me explico cómo esos hombres con esas piernas tan fuertes y esas patadas tan tremendas, no han podido, en hora y pico, desinflar la pelota.

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Todo el mundo pensaba que Clarín me arreglaba y que entonces Grondona iba y lo resolvía pero yo no tenía a nadie atrás... y digan que apareció esta mujer [Cristina Kirchner]... el marido [Néstor Kirchner] no se salva tampoco porque es un cagón.

(JULIO HUMBERTO GRONDONA, Presidente de la A.F.A., al comunicarse con la producción del programa “Ahí, donde está el silencio”, que conduce Mauro Viale por Radio Rivadavia en ocasión del partido amistoso Alemania-Argentina del miércoles pasado. Grondona hablaba con otra persona acerca de la ayuda del Gobierno a la AFA en la televisación del fútbol argentino sin percatarse que estaba saliendo al aire. Se puede escuchar en este enlace.)

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¿Quién es más grande que el Liverpool?

(JAMIE CARRAGHER, futbolista del Liverpool F.C., al ser consultado meses atrás en "Sky Sports" si había pensado en mudarse a un club más grande)

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Piel de Judas (Juan José Panno - Argentina)


Rajá pa dentro, rajá para dentro te digo, que te voy a arrancar la cabeza, te miraste como tenés las rodillas desgraciumana, me vas a volver loca, vos querés que me vuelva loca, que me internen en un manicomio querés, decí, decí la verad, callate la boca y andá a lavarte, mirá esas manos, vení para acá, vení para acá, mirate esos tobillos, ayyyy, el soponcio me agarra el soponcio, el hígado, ahora vas a ver cuando vuelva tu padre, porque con tu padre no jodés, claro, para eso está la señora, la sirvienta que te tiene que planchar la ropa, preparar la comida y vos en lo único que pensás es en jugar a la pelota con esa manga de atorrantes, te voy a mataaaar, un día se me va a terminar la paciencia y te voy a pegar una paliza que no te vas a olvidar en tu vida, eso querés ¿no?, tiene razón la Pocha, a ustedes hay que tenerlos cortitos, porque una les da el codo y se agarran todo el brazo, te dije media hora y mirá la hora que es, no me comés, no me hacés los deberes y encima te pasás toda la tarde con esa pelota de porquería, nooo, pero ya vas a ver cuando vuelva tu padre. ¿Sabés que sos vos? Sos la piel de Judas, la peste bubónica sos, callate la boca, chito, chito eh, anda a lavarte, vení para acá, ¿te viste las zapatillas?, noooo que te vas a mirar vos si lo único que te importa es jugar a la pelota con los desgraciados esos, meta pelota y pelota todo el día y a mí que me parta un rayo ¿te vas a ir a lavar o no te vas a ir a lavar? ¡esas rodillas! percudidas las tenés, per-cu-di-das, te vas a tener que lavar con acaroina, ayyy, tu hermano no era así, ah nooo, el Carlitos es una monada, nunca me llamaron del colegio para decirme nada, nunca una palabra de más, un niño prodigio el Carlitos, no como vos, pedazo de bestia, machona de porquería, tendrías que haber sido varón vos, siempre lo dije.

(extraído del libro “Corazón y pases fuertes” de Editorial Colihue)

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Roma, Italia, año 1934. Despacho del entonces presidente Benito Mussolini, padre del fascismo mundial. El mandatario, feliz porque su nación iba a ser la sede del II Campeonato Mundial de Fútbol, pidió entrevistarse con Vittorio Pozzo, director técnico de la selección italiana.

- Señor Pozzo, terminada la ceremonia inaugural de la Copa del Mundo se hará un desfile militar. Sucede que quiero saludar al pueblo, y sucede también que los jugadores y usted tendrán que hacer presencia en el mismo.

- Presidente, me parece buena idea lo del desfile, pero mis muchachos no podrán asistir. Eso los podría desconcentrar.

- Vamos, señor Pozzo, es una simpleza. Además, yo quiero que usted y el resto del equipo participen del desfile.

- Pero a usted también le gustaría que Italia consiga el título mundial y esas dos situaciones se contraponen.

- Señor Pozzo, seré más concreto. Asuma que la presencia suya junto a la de la selección, es una orden mía.

- En ese caso no tenga ninguna duda, presidente. Ellos estarán, pero sin mí. Yo solamente dirijo lo que puedo controlar.

- Está bien, señor don Vittorio. Tiene usted razón. Si va a desconcentrar al equipo no asistan al desfile, pero Dios le ayude si Italia no gana la Copa del Mundo.

Y con esa Espada de Damocles sobre su cabeza, Vittorio Pozzo, director técnico de la selección italiana de fútbol a la II Copa del Mundo, encaró el compromiso, ganó el evento, y salvó su vida.
Vittorio Pozzo, 4 años más tarde, en 1938, también dirigió el equipo ‘azzurri’ a la tercera Copa del Mundo que se celebró en Francia y también ganó. En la ocasión Italia se convirtió en el primer país que gana en 2 Campeonatos del Mundo de manera consecutiva, Brasil ganó en 1958 y 1962, pero la única que lo hace con un mismo Director Técnico.

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Gracias Señor!

(Frase publicada en el blog del jugador del Inter Marco Materazzi, tras las declaraciones de Zinedine Zidane quien había dicho que antes de pedirle disculpas al italiano por el cabezazo que le dio en la final del Mundial 2006, prefería morirse)

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Odenkey podría ser otro paso en mi vida. Tengo una camiseta azul francés, mi cinta de capitán en el brazo, un gallo en mi corazón... Nací en Ghana, pero es como si hubiera nacido en Niza.

(MARCEL DESAILLY, ex internacional francés, al ser consultado sobre su lugar de nacimiento y su sentimiento hacia Francia)

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Giovanni van Bronckhorst (Erwin Olaf - Holanda)

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La cumbia de los trapos (Yerba brava - Argentina)

* dedicada al Club Deportivo Los Millonarios (Colombia)

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-¿Por qué Boca no encuentra el rumbo?

-A mí no me llama la atención, porque esto siempre sucedió en equipos como Boca y River. Lo he vivido en carne propia. Boca viene de diez años de triunfos y es lógica esta mala racha. Después de tantos triunfos, te aflojás, la motivación no es la misma. Fijate que hasta el público tiene paciencia. Igual, para esta mediocridad de este fútbol en descenso, Boca tiene un plantel para pelear. Yo lo sigo viendo con buenas pretensiones.

-¿No creés que más allá de los resultados hay una crisis en el club, la misma por la que se fueron Basile y Bianchi?

-Eso dicen los medios. Yo, si no lo veo, no lo creo. Desde que tengo uso de razón, los grandes quilomberos son los periodistas. Que si el técnico pone a un jugador, que si saca a otro, que hay cortocircuitos dentro de un plantel. El tema es que ahora a la gente le gusta consumir eso. Ya no hay paladar negro en el fútbol argentino. Nos venden pescado podrido y lo comemos. En este país, decir la verdad es estar loco. Yo hablo pelotudeces o genialidades desde los 16 años. Y si digo que se juega mal al fútbol, soy una mala persona. En todo el mundo se juega mal, pero en la Argentina peor. En mi época se podía jugar mal pero había otra entrega, otra profesionalidad. Lo digo con todo el dolor del alma.

-¿Por qué cambió tanto el fútbol?

-El fútbol no va a cambiar nunca. El que dice eso es un mentiroso. Acá confunden lucha física, correr rápido, con velocidad. El fútbol de ahora parece rugby. Se corre, se lucha, hay que apretar. En un partido europeo, están todos en su lugar. Hay un dibujo. Pero acá todos corren atrás de la pelota, presionan, y una vez que agarran la pelota no saben qué hacer. Ha bajado la personalidad de los jugadores. Sólo les importa cumplir lo que dice el técnico. Antes no era que no le hacíamos caso, pero había más libertad dentro de la cancha. En ese sentido, Riquelme es un jugador de antes. Hace lo que quiere, se divierte, maneja los árbitros y los partidos. Riquelme es hoy el Maradona que jugó en Boca, porque maneja toda la situación.

(HUGO GATTI, ex internacional argentino, en entrevista con Maxi Goldschmidt, 23/02/10)

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El hombre que mira tres partidos de fútbol seguidos debe ser declarado con muerte cerebral.

(ERMA BOMBECK [1927-1996], ex periodista y humorista norteamericana)

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Lo único que tengo en común con George Best es que venimos del mismo lugar, jugamos en el mismo club y fuimos descubiertos por el mismo hombre.

(NORMAN WHITESIDE, ex jugador irlandés del Manchester United, en su libro autobiográfico)

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Entrevista a Ondino Viera


Ondino Viera [1901-1997] fue un célebre entrenador de fútbol uruguayo con una larga carrera en la historia del fútbol sudamericano.
También dejó un gran recuerdo en el fútbol brasileño, más específicamente en Río de Janeiro, donde la historia del Club de Regatas Vasco da Gama le tiene guardado un lugar de privilegio. Además entrenó los equipos de Botafogo, Fluminense y Bangú y en su país natal, condujo a los dos principales equipos uruguayos, Peñarol y Nacional y fue el entrenador de Uruguay en el Mundial de la FIFA de 1966. Reproducimos aquí una entrevista realizada a mediados de los ’90 en la página “People's Century”.

¿Cuándo empezó a jugar al fútbol?

Empecé a jugar a los seis años de edad. Vine desde el interior. Entonces empecé a jugar al fútbol. Cuando llegué desde el interior, yo no sabía que era el fútbol. Nosotros no sabíamos nada en el interior. Estábamos completamente aislados de la vida en las ciudades. Mis padres me hacían ver caballos, ya que provenía del interior, y me encontré por primera vez un grupo de chicos corriendo de un lado a otro. Yo no sabía por qué corrían. Vi que tenían la vejiga de un animal, no un balón de fútbol, la vejiga de un animal. Así que corrí y corrí y corrí, y de repente, uno de ellos se acercó y me dijo que entrara. Me dije, "¿Entrar para qué?" Yo no sabía cómo jugar. Así que me quedé, y más tarde se me volvió a preguntar, me invitan enfáticamente a entrar. Así que entré porque sabía que podía correr más que ellos.
Cuando la vejiga se fue a un lado llegué primero y me encontré con ella pero no le pegué. Yo no podía golpearla porque no sabía cómo y la vejiga se fue en otra dirección.
Cuando terminó la práctica y se dice "Hasta mañana", me dijeron, "Otro día te pondremos en el equipo para jugar con nosotros". Yo no sabía lo que esto significaba y le dije a mi padre: "Mira lo que me pasó hoy". "Ah", dijo. "Eso un campo de fútbol, se juega en un lado y en el otro. Jugaste en ambas partes. Eso que te dijo tu amigo es muy bueno." Al día siguiente, jugué con ellos de nuevo. Así comenzó mi carrera en el fútbol...

¿Cuáles eran las diferencias entre el europeo y el estilo del fútbol uruguayo?

Bueno, ellos eran hombres desarrollados. Nosotros aún éramos jóvenes. Los ingleses fueron los creadores, los reyes invencibles, los maestros del pasado. Ellos introdujeron el fútbol a través de las concesiones del ferrocarril. Así que los equipos se formaron en todas las estaciones de trenes en toda América. Ahí comenzó nuestra confrontación con ellos. Hubo una diferencia de edad enorme, porque éramos niños de 17 o 18 años, y ellos eran hombres con barba en sus rostros. Eran los funcionarios, los hombres encargados de las estaciones. Fueron todos los funcionarios públicos, y algunos funcionarios de las compañías de ferrocarriles, los que jugaban.

Háblenos de la primera victoria olímpica en 1924.

Cuando hicimos nuestra cruzada olímpica, fue un verdadero drama. Una decisión importante se tomó en la Asociación Uruguaya de Fútbol al retirar a Peñarol, que es uno de los más grandes clubes de la capital, y la Asociación Uruguaya de Fútbol se quedó con jugadores de Nacional y de algunos otros clubes.
Y felizmente José Nassazi, el capitán de nuestro equipo, un jugador que, felizmente y por suerte, eligió jugar ese torneo. Con nuestro sistema hemos conquistado la Olimpíada de 1924, se consigue nuevamente en el 28, se reitera en la Copa del Mundo de 1930, y más tarde en la Copa del Mundo de 1950.
Pero déjeme decirle que nosotros fundamos la escuela, la escuela del fútbol uruguayo, sin entrenadores, sin preparación física, sin medicina deportiva, sin kinesiólogos. Sólo nosotros, solos en los campos de Uruguay, jugando de la mañana a la tarde y en la noche iluminados por la luna. Jugamos durante 20 años para aprender a hacernos jugadores, para convertirnos en los jugadores que teníamos que ser: maestros absolutos de la pelota, agarrar la pelota y no dejarla ir por ningún motivo. De modo que nuestra superioridad era enorme. Pases avanzado buscando a los delanteros, interceptando los tiros de los europeos. Lo hicimos también cuando había jugadores libres, pero cuando no los había, jugador que agarraba la pelota asistía a su compañero de equipo.

Cuéntanos sobre los partidos del Mundial de 1930 en Montevideo.

Sí, yo estaba trabajando, porque me quedé en el Estadio Centenario hasta el momento en que fue terminado, hasta el día de la final. Estábamos seguros de lo que hacíamos, teníamos confianza. Fue una lucha contra el reloj, imprevisible. Tuvimos que empezar la Copa del Mundo en otros ámbitos que el Estadio Centenario, ya que todavía el Centenario no estaba preparado...
La fecha llegó y tuvieron que jugar los primeros partidos en campos de Peñarol y Nacional. Hemos tenido que esperar que el cemento armado se endureciera completamente para soportar 70 o 100 mil personas. Hubo mucha preocupación sobre esto, porque el Estadio Centenario estaba completamente fresco. Había temores de que se derrumbara, sobre todo porque pensaban que no había nadie para contener a los aficionados. Había policías pero no era suficiente, la presencia policial no es suficiente para contener lo que puede hacer una muchedumbre de 70 a 90 mil personas. Así que todos preveían estas cosas, y se temía que podría ocurrir un desastre, pero felizmente no fue así. Aún allí se encuentra el Estadio Centenario, construido en 1930.

¿Qué le parece el hecho de que muchos países europeos no llegaran a la Copa del Mundo?

Estábamos todos trabajando juntos, pero hubo un boicot en el Viejo Mundo contra los campeones del mundo. Francia respondió al primer compromiso, porque los habíamos invitado y habíamos competido en sus Juegos Olímpicos. Y desde allí ellos hicieron un camino en la diplomacia deportiva europea. Al venir ellos otros países vendrían, fue en realidad el primer campeonato del mundo.
Pensamos que era una cosa lógica (que algunas naciones no vinieran) porque era un acontecimiento completamente nuevo. Había información muy mala en Europa acerca del fútbol en Sudamérica. Éramos los salvajes de América. Era un fútbol salvaje nuestro juego. Era algo empírico, autoenseñado, el estilo nativo de nuestro fútbol. Era un fútbol que todavía no entraba dentro de los cánones del fútbol en el Viejo Mundo. Comenzamos a jugar uno contra el otro. Sin profesores. Sin entrenadores. Solo los directivos, las comisiones de fútbol y nosotros, los jugadores. Ese era nuestro fútbol, y así formamos nuestra escuela de juego, y así es como se formó la escuela de juego para todo nuestro continente.

¿Cuál fue la rivalidad más fuerte?

Uruguay y Argentina. Teníamos mucho respeto a Europa entonces, pero no miedo. Sabíamos que sosteníamos una superioridad enorme sobre ellos, en general una superioridad técnica. Ellos eran superiores físicamente, atléticamente, pero los enfrentamos conscientes de nuestro talento. Así que las cosas eran muy diferentes, muy diferentes. Los respetamos, pero sabíamos quienes éramos.
Teníamos mucha confianza en lo que estábamos haciendo. Pero había un antecedente. Fuimos los campeones olímpicos y mundiales. Hemos ganado en el 28 contra los argentinos. Hemos sido los finalistas. Pero más tarde, la estrategia política y diplomática deportivo creó un partido que nunca debería haber sido jugado, y los argentinos ganaron. El resultado fue la creación de una rivalidad tan grande que cuando los argentinos partieron de Buenos Aires hacia Montevideo, el periódico más grande, el más influyente en la Argentina tituló "Los Campeones del Mundo retornan a Montevideo".
¿Pero cómo? preguntamos antes del juego, antes de entrar al Estadio Centenario, ¿los argentinos, porque ganaron un partido amistoso contra los Campeones Olímpicos y Mundiales, dicen que 'los Campeones del Mundo retornan a Montevideo’? Esta fue una declaración de guerra. Un grito de guerra, y el campeonato derivó en una guerra psicológica entre Uruguay y Argentina, que alcanzó su punto máximo con la interrupción de las relaciones diplomáticas entre los dos países.

¿La tensión continuó hasta el último día?

Bueno, el día de la final recuerdo el grito de guerra del que hablé al ver los papeles impresos: "los Campeones del Mundo retornan a Montevideo!" El árbitro belga John Langenus sacó un seguro de vida al ver este clima de guerra, y después del juego pidió más ayuda para salir del estadio y se olvidó de advertir a los guardias que lo ayudaran y tuvo que ser llevado al túnel. De esa manera eran las cosas, con clima de guerra y el entusiasmo que se sentía. Nos olvidamos de tomar las medidas necesarias para llevar el juez a su vestuario. De todas maneras después fue llevado por un voluntario y se fue con un seguro de vida que nunca se hizo efectivo, así que él fue muy afortunado.
Bueno, de todas formas, todo el mundo tuvo suerte y cada uno defendía lo suyo. Todos querían ver quién sería el ganador del juego. Así que uruguayos y argentinos estaban involucrados en su objetivo, el gol de la victoria.

¿Qué pasó después de la victoria?

Hubo celebraciones que, sin duda, comenzaron en el estadio y se extendieron por todas las calles de Montevideo, se extendieron a todas las calles de República, y de la República, se extendió a todas las naciones del continente, con excepción de Argentina, por supuesto, que no podía celebrar nuestra victoria. Así que los festejos estaban en todas partes, y eran, digamos, en solidaridad con la conquista de Uruguay del primer Campeonato Mundial. Inaugurar el estadio era el deber de los campeones del mundo. El hecho de hacer algo trascendental en la historia del fútbol, cayó sobre nosotros para implantar el espíritu del fútbol americano moderno, que también es del viejo mundo, aquí en Uruguay.

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Una anécdota muy graciosa en el fútbol español fue protagonizada años atrás entre el jugador danés John Lauridsen (foto) y José María Maguregui su entrenador en el Espanyol de Barcelona.
Maguregui, más bien conservador, era conocido por poner tranvías en la portería y el danés apostaba por un futbol creativo en el centro del campo.
La cuestión es que Lauridsen se descolgó a principio de temporada con unas declaraciones en las que decía que el Espanyol debía apostar por el espectaculo, el toque y el buen futbol. En la siguiente sesión de entrenamientos, Maguregui llamó a Lauridsen delante de sus compañeros y le dijo que le iba a hacer caso, "durante 90 minutos hará usted lo que yo le mande, y al final del partido llegará el momento del espectáculo, se va usted al centro del campo y se baja los pantalones".

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El dribbling consiste en amagar una cosa y hacer otra, pero Garrincha simulaba precisamente lo que terminaría haciendo.

(ARMANDO NOGUEIRA, escritor y periodista deportivo brasileño)

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Los ganadores están siempre solos.

(RAYMOND KOPA, "El Napoleón del fútbol", uno de los mejores jugadores franceses de todos los tiempos)

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Ídolos (Alejandro Apo - Argentina)


Yo soy hincha de Defensores de Belgrano y lo vi campeón de la vieja “B” en 1967. A la cancha salía como entrenador José Arce Gómez pero el director técnico era Ángel Amadeo Labruna.

El equipo formaba con Francisco Javier Gerónimo; “Toti” Marenda y Ernesto Camino; Rodolfo Chitti, Oscar Guillermo Bonnia y Jorge Busti; Angel José Tomino, Roberto Parodi, Juan María Larrea, Ramiro Pérez y Roberto Angel Fumagalli.

Defensores le ganó la final a Tigre dos a cero con goles de Tomini y Fumagalli, en la inolvidable y nostálgica cancha de Platense, en Manuela Pedraza y Cramer. Pero no ascendió a Primera porque fue a un torneo reclasificatorio con los últimos de la “A” y en ese minitorneo quedó último.

En ese año “El Feo” dirigía al Calamar que tenía aquella delantera con Miranda, Muggione, Bulla, Subiat y Medina. Labruna fue un tipo increíble que está en el podio del fútbol, un rarísimo fabricante de vueltas olímpicas: Central del ‘71, River del ‘75 y Defe.

A la cancha me llevaba Carlitos Ferraro, el actual presidente del Círculo de Periodistas Deportivos y eterno compañero de tareas de mi padre. Ibamos junto a su hermano Salvador y su tío Natalio. Era un rito de todos los sábados.

El recuerdo de aquellos días me remonta a la cancha del Bajo comiendo unos sandwichs de chorizo, los más ricos del mundo. Y un detalle exquisito: los lupines de la cancha de Dock Sud. Cierro los ojos y veo a los veteranos con la cara alambrada mirando las gambetas de Ramiro Pérez o un gol de Fumagalli.

También iba a la cancha de San Telmo junto a mi tío Neno, hincha del candombero, que ya no está en vida pero sí en el recuerdo. El me enseñó a respetar a futbolistas como Carlos Pandolfi, Juan Carlos Czentoricky y Norberto Monteleone, que pateaba como un animal y tenía un remate que levantaba la red.

En esas canchas del pasado que aún están y las recuerdo en sepia vi jugar a Maurilio Merian Alves de Souza, un delantero de Excursionistas que era terrible; al brasileño Jaburú, de Italiano, un futbolista de culto. Y a Oscar Tomás López -El Gallego- un gran goleador que jugó en Dock Sud, All Boys, Los Andes, Deportivo Morón y Defensores de Belgrano. Bueno, yo soy de esa “B”.

En ese tiempo Tigre tenía un equipo que recuerdo de memoria: Hernandorena, Fortunato y Capdevilla; Rivoiro, Alé y De Buono; Carlos Santana, Villamor, René del Carmen Herrera, Vargas y Colarte. Santana era un puntero derecho ligerísimo que jugaba bárbaro. Le decían “Forli” como a un caballo de esa época, que era una luz y ganó el Gran Premio Carlos Pellegrini.

Muchos años más tarde, después de una función del espectáculo “Y el fútbol contó un cuento”, que hago junto al ‘Turco’ Sanjurjo, un asistente me dijo: “Hay un señor que jugó al fútbol y te quiere saludar”. Abrí la puerta, lo miré fijo y le dije:

- No me diga quién es que lo voy a sacar.

El tipo se quedó helado.

- Usted es alguien muy importante del fútbol de ascenso….

- Bueno, le doy un tiempo, concedió asombrado.

Y lo saqué…

- ¡Usted es “Forli”! ¡Usted es un maestro, un jugador de antología!

Cuando le dije “Forli” el tipo se puso a llorar… Creía que no me iba a acordar de semejante figura. ¡Cómo no lo iba a recordar si esos cracks de la vieja y querida “B” eran mis ídolos!

(el autor es un afamado periodista y comentarista deportivo; actualmente se desempeña en Radio Nacional)

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Por la 6ª fecha del Torneo Nacional de 1972 Huracán vencía de local 2 a 0 a Estudiantes de La Plata, y casi sobre el cierre del primer tiempo, el árbitro Washington Mateo cobró un penal para el visitante, que uno de los jueces de línea corrigió.
Mateo se retractó y dio tiro libre. Los jugadores del "Pincha" se le fueron al humo al árbitro, que terminó expulsando al joven Carlos Alberto De Marta (en la imagen), quién recién daba sus primeros pasos en el fútbol profesional.
El partido finalizó con la victoria de Huracán por 5 a 1, pero la cuestión continuó en la semana, ya que todos esperaban fuertes sanciones para De Marta por sus insultos, sin embargo el Tribunal de Penas le dio apenas una fecha al jugador por protestar el fallo.
No es que el tribunal fuera un órgano inmaculado que estaba desautorizando el informe arbitral, el tema fue que De Marta era sordomudo de nacimiento.

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Si quieres hacerte rico, debes marcharte de Alemania... y si quieres ser inmensamente rico, debes fichar por el Inter.

(FRANZ BECKENBAUER, aconsejando a Uwe Seeler ante el interés del Inter de Italia, a mediados de los '60 por el potente delantero alemán)

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Todo lo que tenía que hacer era escribir las nueve letras de mi nombre y con esto hubiera resuelto mi vida, pero decidí seguir en mi equipo de toda la vida, el Hamburgo, porque era donde me sentía querido. Preferí la comodidad de mi casa, de estar con mi familia y de poder seguir siendo comercial de Adidas.

(UWE SEELER al declinar la oferta del Inter italiano y aceptó quedarse en el equipo que amaba, el Hamburgo)

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