Fue como un regalo de los cielos saber que Leônidas no jugaría. Verdadero artista, malabarista de la pelota, era el jugador que sorprendía a todos
(ALFREDO FONI, zaguero de la selección italiana en el Mundial de 1938)
Desde Ayacucho, Argentina, un humilde homenaje a esa gran protagonista del juego traducido en cuentos, frases y anécdotas.
Sabiamente la definió el viejo maestro Ángel Tulio Zoff, "lo más viejo y a su vez lo más importante del fútbol".
Ante los cambios realizados por Blogger, tiempo atrás, y que afectaron la plantilla de este blog hay textos largos que no se mostrarán totalmente. La solución a dicho inconveniente es hacer click en el título del artículo y así se logra que se muestre el resto de la entrada. Muchas gracias y disculpas por la molestia ocasionada.
Etiquetas: Italia, Lecturas, Mundial 1934, República Checa 0 comentarios
Etiquetas: Anécdotas, Argentina, Club-ARG: Lanús, Club-ARG: Vélez Sarsfield 0 comentarios
En aquel momento supe exactamente lo que significa la palabra soledad. Sabía que todo el mundo estaba pendiente de mi bota izquierda, pero en especial dos países, mi querido Brasil y Nigeria. Apenas fueron cuatro o cinco minutos los que pasaron desde que Nigeria marcó su último penalti, ahora me tocaba a mí tirar el último de la tanda. Un gol significaba el empate, prolongar la agonía de la suerte; un fallo la derrota, mi derrota, mi debacle.
Era consciente de ser el protagonista de un hecho que podía ser histórico, jamás un país africano había conquistado el cetro mundial, nunca antes una selección de aquel continente ganó un mundial de fútbol. El sudor frío mojaba mi frente, el griterío ensordecedor del público estallaba contra mi cabeza martilleándola una y otra vez. Miré a mi alrededor y todo eran gestos hostiles desde la grada, no en vano ellos jugaban en casa; apenas vi muestras de cariño, sólo las de mis compañeros. La portería cada vez era más y más pequeña, el portero más y más grande. Entre tantas muestras hostiles fue difícil escuchar el silbato del árbitro, pero finalmente sonó. Tomé carrera y mi bota golpeó suavemente el balón que comenzó a girar sobre su propio eje gracias a la rosca del golpeo. Resbalé por la humedad del campo y mis ojos quedaron apuntando al césped. Escuché un sonoro golpe y acto seguido una explosión de júbilo, me quedé allí tirado, con el cuerpo helado sin poder reaccionar. Sólo pude llorar cuando mis compañeros se acercaron a consolarme, era un hombre roto, un hombre destrozado. A mi mente vino el poder que tiene un insignificante jugador de fútbol en esos momentos, poder para hacer feliz a uno u otro país, y a mí me había tocado ser el que diera la felicidad a quien en ese momento no deseaba dársela.
Aquella noche no concilié el sueño, pero no por el estruendoso ruido provocado por la alegría de un país, que podía escuchar por mi ventana. Una y otra vez recordé el momento del penalti, repasé mentalmente cada uno de los minutos que transcurrieron hasta el golpeo del balón. Una y otra vez el golpe contra el palo resonaba en mi cabeza recordándome mi fracaso, el fracaso de una estrella de este mundo de lujo llamado fútbol. Seguramente con mi salario podría alimentar a buena parte de las gentes que ahora vitoreaban a sus héroes por las calles adyacentes a mi hotel. La alegría de esas gentes contrastaba con mi tristeza Por un momento una sonrisa ligera se dibujó en mi rostro, involuntariamente había hecho feliz a un país pobre, un país necesitado. Hasta es posible que un continente entero estuviera ahora mismo festejando mi fallo, un continente tocado por la mano de la pobreza y el subdesarrollo; el continente más desafortunado del planeta vivía momentos de felicidad en parte gracias a mí.
Eran las cinco de la mañana cuando, sin saber por qué, me puse a pensar en la noche anterior al partido. Aquella noche de pasión junto a una de las mujeres más bellas con las que había estado en mi vida. Aún no entiendo bien lo que ocurrió, lo fácil que resultó disfrutar de la tersa piel y las dulces caricias de una mujer de ensueño. Recordé el momento en que se acercó a mí después de la cena en el hotel, me tomó por el brazo, se acercó a mi oído y emitió un gemido placentero que hizo que se erizaran todos y cada uno de los pelos de mi cuerpo. Su aroma era intenso, sus labios carnosos rozaron mi oreja y un escalofrío me recorrió desde los pies a la cabeza. Me condujo al ascensor y una vez allí besó apasionadamente mi boca. Estupefacto, contemplaba sus aproximadamente 178 centímetros de mujer de piel tostada por el sol. Sus piernas parecían no terminar nunca, su pelo rizado acariciaba mi cuello en cada uno de sus besos, su lengua jugueteaba con mi oreja, mi cuello, mis labios.
El ascensor paró en mi planta y cogidos de la mano fuimos a mi habitación. Una vez en el cuarto la dulzura de sus besos se convirtió en pura pasión, en deseo irrefrenable, hicimos el amor varias veces; sinceramente había sido la mejor experiencia de mi vida. Cuando desperté a la mañana siguiente ya no estaba en mi cama. Me extrañé al comprobar que mis calzoncillos habían desaparecido, pensé que quizás los hubiera tomado a modo de recuerdo o, quién sabe, quizá como trofeo. Mi peine tampoco estaba en el baño pero no le di mayor importancia.
El reloj marcó las seis de la mañana, el sol comenzaba a entrar por la ventana, un nuevo día estaba a punto de comenzar. Hubiera preferido que aquella noche durara eternamente, los periodistas me acosarían por la mañana, la televisión, los periódicos, otra vez contemplar la cara de mis derrotados compañeros. ¡Dios mío! ¿Pudiera ser que...? ¡Cielos! Súbitamente recordé sin quererlo una vez más el momento del penalti, justo en el momento del golpeo sentí un ligero pinchazo a la altura de la rodilla. ¡Quizás...! ¡Oh, tengo que ir al campo por última vez!
Tardé tres minutos en vestirme y coger un taxi, que arrancó en dirección al estadio tras ofrecerle una buena suma de dinero. Las calles aún estaban repletas de gente festejando la victoria, pero el taxista volaba gracias a la propina. Llegamos al estadio, convencer al vigilante jurado para poder acceder al césped me costó un taco de aquellos billetes malolientes y sucios. Otra vez volvía al escenario de mi fracaso. Al volver a pisar aquella hierba mi cabeza voló, volvieron a mi mente todos los recuerdos, los malos recuerdos de apenas unas horas atrás. Y entre ellos el pinchazo, ¡cómo no había caído antes! Fue un dolor no muy intenso, como si de un calambre se tratara. Corrí hacia el punto de penalti, ese desde el que había estrellado el balón en el palo, que ahora parecía reírse de mí. Miré a la cal que conformaba el redondo punto fatídico y lo que vi me sobresaltó: el punto blanco tenía restos de tizón negro; me arrodillé y pude comprobar que estaba lleno de cenizas. Uno de los trozos no se había llegado a consumir, lo examiné con detenimiento y vi que era un trozo blanco de tela en el que podían leerse dos letras: CK. ¡Cielo santo! Aquella prenda me era muy familiar. ¡No me lo puedo creer! ¡Estúpido! Palpé mi rodilla en busca del punto exacto del extraño dolor que había sentido segundos antes de marrar la pena máxima.
Una vez localizado mis ojos pusieron ante mí la claridad de los sucesos, pude ver perplejo un pequeño agujero muy fino en mi rodilla, como si una aguja la hubiera penetrado. Sin quererlo solté una carcajada, ahora todo tenía sentido, sólo tenía que denunciar los hechos y el cetro mundial volvería con nosotros de vuelta a Brasil, pasaría de ser un villano a ser el héroe nacional. Mi sonrisa se volvió turbia y mi mente oscureció. Durante algo más de diez minutos permanecí sentado en el punto de penalti desde el que horas antes me había sentido morir; ahora mis sentimientos eran contradictorios, alegría y pena se entremezclaban en mi cabeza. Me incorporé con energía, había tomado una decisión y la mantendría hasta el final pasara lo que pasara.
El vuelo procedente de Nigeria tomó tierra según lo previsto en el aeropuerto de Río de Janeiro. Bajé la escalerilla del avión con nerviosismo, recogí la maleta y me dirigí a la puerta de salida con titubeo y desconcierto. Nervios, impaciencia, temor y duda eran algunos de los sentimientos que me invadían ¿Qué me esperaría detrás de aquella puerta? Por fin la puerta se abrió y multitud de periodistas se abalanzaron sobre mí; traté de responder a todas sus preguntas pero casi resultaba utópico. Apenas sin darme cuenta sentí como varias personas se abalanzaban sobre mí y me cubrían de besos. Entre besos y caricias pude ver varias caras conocidas, las caras de mis hijos, mis padres y mis hermanos, mi familia siempre fiel. Al menos ellos siempre me adorarían a pesar de los pesares y es que ¿quién era capaz de robarle la inmensa alegría a un país tan acostumbrado a la tristeza? Al fin y al cabo Brasil volvería a luchar por el mundial dentro de cuatro años y Nigeria, la pobre Nigeria, quién sabe qué será de ella.
Etiquetas: Anécdotas, Argentina, Club-ARG: Boca Juniors, Club-URU: Nacional, Uruguay 0 comentarios
Etiquetas: Anécdotas, Entrenadores, Fútbol y política, Italia, Mundial 1934 0 comentarios
Etiquetas: Argentina, Club-ARG: Boca Juniors, Entrevistas 0 comentarios
Etiquetas: Club-ING: Manchester United, Flema británica 0 comentarios
Ondino Viera [1901-1997] fue un célebre entrenador de fútbol uruguayo con una larga carrera en la historia del fútbol sudamericano.
También dejó un gran recuerdo en el fútbol brasileño, más específicamente en Río de Janeiro, donde la historia del Club de Regatas Vasco da Gama le tiene guardado un lugar de privilegio. Además entrenó los equipos de Botafogo, Fluminense y Bangú y en su país natal, condujo a los dos principales equipos uruguayos, Peñarol y Nacional y fue el entrenador de Uruguay en el Mundial de la FIFA de 1966. Reproducimos aquí una entrevista realizada a mediados de los ’90 en la página “People's Century”.
¿Cuándo empezó a jugar al fútbol?
Empecé a jugar a los seis años de edad. Vine desde el interior. Entonces empecé a jugar al fútbol. Cuando llegué desde el interior, yo no sabía que era el fútbol. Nosotros no sabíamos nada en el interior. Estábamos completamente aislados de la vida en las ciudades. Mis padres me hacían ver caballos, ya que provenía del interior, y me encontré por primera vez un grupo de chicos corriendo de un lado a otro. Yo no sabía por qué corrían. Vi que tenían la vejiga de un animal, no un balón de fútbol, la vejiga de un animal. Así que corrí y corrí y corrí, y de repente, uno de ellos se acercó y me dijo que entrara. Me dije, "¿Entrar para qué?" Yo no sabía cómo jugar. Así que me quedé, y más tarde se me volvió a preguntar, me invitan enfáticamente a entrar. Así que entré porque sabía que podía correr más que ellos.
Cuando la vejiga se fue a un lado llegué primero y me encontré con ella pero no le pegué. Yo no podía golpearla porque no sabía cómo y la vejiga se fue en otra dirección.
Cuando terminó la práctica y se dice "Hasta mañana", me dijeron, "Otro día te pondremos en el equipo para jugar con nosotros". Yo no sabía lo que esto significaba y le dije a mi padre: "Mira lo que me pasó hoy". "Ah", dijo. "Eso un campo de fútbol, se juega en un lado y en el otro. Jugaste en ambas partes. Eso que te dijo tu amigo es muy bueno." Al día siguiente, jugué con ellos de nuevo. Así comenzó mi carrera en el fútbol...
¿Cuáles eran las diferencias entre el europeo y el estilo del fútbol uruguayo?
Bueno, ellos eran hombres desarrollados. Nosotros aún éramos jóvenes. Los ingleses fueron los creadores, los reyes invencibles, los maestros del pasado. Ellos introdujeron el fútbol a través de las concesiones del ferrocarril. Así que los equipos se formaron en todas las estaciones de trenes en toda América. Ahí comenzó nuestra confrontación con ellos. Hubo una diferencia de edad enorme, porque éramos niños de 17 o 18 años, y ellos eran hombres con barba en sus rostros. Eran los funcionarios, los hombres encargados de las estaciones. Fueron todos los funcionarios públicos, y algunos funcionarios de las compañías de ferrocarriles, los que jugaban.
Háblenos de la primera victoria olímpica en 1924.
Cuando hicimos nuestra cruzada olímpica, fue un verdadero drama. Una decisión importante se tomó en la Asociación Uruguaya de Fútbol al retirar a Peñarol, que es uno de los más grandes clubes de la capital, y la Asociación Uruguaya de Fútbol se quedó con jugadores de Nacional y de algunos otros clubes.
Y felizmente José Nassazi, el capitán de nuestro equipo, un jugador que, felizmente y por suerte, eligió jugar ese torneo. Con nuestro sistema hemos conquistado la Olimpíada de 1924, se consigue nuevamente en el 28, se reitera en la Copa del Mundo de 1930, y más tarde en la Copa del Mundo de 1950.
Pero déjeme decirle que nosotros fundamos la escuela, la escuela del fútbol uruguayo, sin entrenadores, sin preparación física, sin medicina deportiva, sin kinesiólogos. Sólo nosotros, solos en los campos de Uruguay, jugando de la mañana a la tarde y en la noche iluminados por la luna. Jugamos durante 20 años para aprender a hacernos jugadores, para convertirnos en los jugadores que teníamos que ser: maestros absolutos de la pelota, agarrar la pelota y no dejarla ir por ningún motivo. De modo que nuestra superioridad era enorme. Pases avanzado buscando a los delanteros, interceptando los tiros de los europeos. Lo hicimos también cuando había jugadores libres, pero cuando no los había, jugador que agarraba la pelota asistía a su compañero de equipo.
Cuéntanos sobre los partidos del Mundial de 1930 en Montevideo.
Sí, yo estaba trabajando, porque me quedé en el Estadio Centenario hasta el momento en que fue terminado, hasta el día de la final. Estábamos seguros de lo que hacíamos, teníamos confianza. Fue una lucha contra el reloj, imprevisible. Tuvimos que empezar la Copa del Mundo en otros ámbitos que el Estadio Centenario, ya que todavía el Centenario no estaba preparado...
La fecha llegó y tuvieron que jugar los primeros partidos en campos de Peñarol y Nacional. Hemos tenido que esperar que el cemento armado se endureciera completamente para soportar 70 o 100 mil personas. Hubo mucha preocupación sobre esto, porque el Estadio Centenario estaba completamente fresco. Había temores de que se derrumbara, sobre todo porque pensaban que no había nadie para contener a los aficionados. Había policías pero no era suficiente, la presencia policial no es suficiente para contener lo que puede hacer una muchedumbre de 70 a 90 mil personas. Así que todos preveían estas cosas, y se temía que podría ocurrir un desastre, pero felizmente no fue así. Aún allí se encuentra el Estadio Centenario, construido en 1930.
¿Qué le parece el hecho de que muchos países europeos no llegaran a la Copa del Mundo?
Estábamos todos trabajando juntos, pero hubo un boicot en el Viejo Mundo contra los campeones del mundo. Francia respondió al primer compromiso, porque los habíamos invitado y habíamos competido en sus Juegos Olímpicos. Y desde allí ellos hicieron un camino en la diplomacia deportiva europea. Al venir ellos otros países vendrían, fue en realidad el primer campeonato del mundo.
Pensamos que era una cosa lógica (que algunas naciones no vinieran) porque era un acontecimiento completamente nuevo. Había información muy mala en Europa acerca del fútbol en Sudamérica. Éramos los salvajes de América. Era un fútbol salvaje nuestro juego. Era algo empírico, autoenseñado, el estilo nativo de nuestro fútbol. Era un fútbol que todavía no entraba dentro de los cánones del fútbol en el Viejo Mundo. Comenzamos a jugar uno contra el otro. Sin profesores. Sin entrenadores. Solo los directivos, las comisiones de fútbol y nosotros, los jugadores. Ese era nuestro fútbol, y así formamos nuestra escuela de juego, y así es como se formó la escuela de juego para todo nuestro continente.
¿Cuál fue la rivalidad más fuerte?
Uruguay y Argentina. Teníamos mucho respeto a Europa entonces, pero no miedo. Sabíamos que sosteníamos una superioridad enorme sobre ellos, en general una superioridad técnica. Ellos eran superiores físicamente, atléticamente, pero los enfrentamos conscientes de nuestro talento. Así que las cosas eran muy diferentes, muy diferentes. Los respetamos, pero sabíamos quienes éramos.
Teníamos mucha confianza en lo que estábamos haciendo. Pero había un antecedente. Fuimos los campeones olímpicos y mundiales. Hemos ganado en el 28 contra los argentinos. Hemos sido los finalistas. Pero más tarde, la estrategia política y diplomática deportivo creó un partido que nunca debería haber sido jugado, y los argentinos ganaron. El resultado fue la creación de una rivalidad tan grande que cuando los argentinos partieron de Buenos Aires hacia Montevideo, el periódico más grande, el más influyente en la Argentina tituló "Los Campeones del Mundo retornan a Montevideo".
¿Pero cómo? preguntamos antes del juego, antes de entrar al Estadio Centenario, ¿los argentinos, porque ganaron un partido amistoso contra los Campeones Olímpicos y Mundiales, dicen que 'los Campeones del Mundo retornan a Montevideo’? Esta fue una declaración de guerra. Un grito de guerra, y el campeonato derivó en una guerra psicológica entre Uruguay y Argentina, que alcanzó su punto máximo con la interrupción de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
¿La tensión continuó hasta el último día?
Bueno, el día de la final recuerdo el grito de guerra del que hablé al ver los papeles impresos: "los Campeones del Mundo retornan a Montevideo!" El árbitro belga John Langenus sacó un seguro de vida al ver este clima de guerra, y después del juego pidió más ayuda para salir del estadio y se olvidó de advertir a los guardias que lo ayudaran y tuvo que ser llevado al túnel. De esa manera eran las cosas, con clima de guerra y el entusiasmo que se sentía. Nos olvidamos de tomar las medidas necesarias para llevar el juez a su vestuario. De todas maneras después fue llevado por un voluntario y se fue con un seguro de vida que nunca se hizo efectivo, así que él fue muy afortunado.
Bueno, de todas formas, todo el mundo tuvo suerte y cada uno defendía lo suyo. Todos querían ver quién sería el ganador del juego. Así que uruguayos y argentinos estaban involucrados en su objetivo, el gol de la victoria.
¿Qué pasó después de la victoria?
Hubo celebraciones que, sin duda, comenzaron en el estadio y se extendieron por todas las calles de Montevideo, se extendieron a todas las calles de República, y de la República, se extendió a todas las naciones del continente, con excepción de Argentina, por supuesto, que no podía celebrar nuestra victoria. Así que los festejos estaban en todas partes, y eran, digamos, en solidaridad con la conquista de Uruguay del primer Campeonato Mundial. Inaugurar el estadio era el deber de los campeones del mundo. El hecho de hacer algo trascendental en la historia del fútbol, cayó sobre nosotros para implantar el espíritu del fútbol americano moderno, que también es del viejo mundo, aquí en Uruguay.
Etiquetas: Anécdotas, Club-ESP: Espanyol, Dinamarca, Entrenadores 0 comentarios
Etiquetas: Club-ALE: Hamburgo, Club-ITA: Inter, Italia 0 comentarios
Etiquetas: Alemania, Club-ALE: Hamburgo, Club-ITA: Inter, Italia 0 comentarios