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A Santiago Wanderers se le llama el “Decano del fútbol chileno”, debido a que es una de las instituciones vigentes más tradicionales y antiguas del fútbol trasandino.
Esta tradicional institución tuvo su origen en el mismo puerto donde desembarcó el fútbol allá por el lejano Siglo XIX… Valparaíso.
El primer encuentro disputado por Wanderers en su historia habría sido frente al National Football Club del Cerro Artillería y la alineación del club habría estado compuesta por el portero Eduardo Real; Gilberto Hidalgo y Francisco Avaria en defensa; Romeo Real, Enrique González, Pedro Mujica en mediocampo y los delanteros Manuel Álvarez, Eduardo Pizarro, Arturo Acuña, Carlos Salar y Germán Sánchez.
Con el nacimiento del Siglo XX comenzó a participar en el campeonato de la Football Association of Chile, donde ganó varios campeonatos y protagonizó sus primeros clásicos con La Cruz Football Club y Everton de Viña del Mar.
Con la llegada de la primera Copa del Mundo de la historia (Uruguay ´30), un representante “caturro” fue seleccionado para representar a Chile en dicho campeonato: Humberto Elgueta.
En 1937 nace oficialmente los campeonatos nacionales organizados por la Asociación de Fútbol Profesional (lo que sería actualmente la ANFP) y si bien tiene un comienzo desastroso (12 derrotas en 12 partidos), con los años comenzaron a ser un equipo tradicional en dicho campeonato (ganándolo 3 veces) y la temporada 2010 lo tendrá como animador del torneo de Primera División del fútbol chileno.

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Los arqueros tenemos una función bastante antipática en el fútbol, evitar lo más lindo: que es el gol.

(CARLOS FERNANDO NAVARRO MONTOYA, ex futbolista argentino)

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¿Me deja dormir? Estas no son horas para bromas.

(ADRIANO, internacional brasileño, en 2000 cuando jugaba por Flamengo, al ser despertado por su madre quien le anoticiaba de su convocatoria a la selección brasileña)

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Justicia penal (Ricardo A. Rodríguez - Argentina)


Si hubieran nacido en otra parte, cerca de la Capital, seguramente se hubieran convertido en figuras indiscutibles del fútbol grande.

Eran dos colosos, cada uno en su puesto marcaba una diferencia impresionante sobre sus pares. Pero les tocó nacer por estos lares, lejos de las luces del centro.

Para colmo, se criaron enfrentados.

Romualdo en el seno de una familia relacionada históricamente con el Atlético. Primero su abuelo y luego su padre, habían sido presidentes de la Institución. Y él había heredado el amor por los colores desde la cuna.

Gervasio, en cambio, nació, se crió y aún vivía en una casa ubicada justo enfrente a la cancha del Deportivo. De purrete cruzaba la calle y se iba a patear a ese lugar que era mágico para él. Hincha fanático, jugador y colaborador permanente del Club.

Romualdo Ramón Barrenechea, el mejor pateador de la zona. Le pegaba fuertísimo a la pelota. Histórico encargado de los penales y tiros libres de su equipo. Lo apodaban ‘Cañoncito’, con la obviedad que ese sobrenombre significaba. Él había hecho toda su carrera defendiendo los colores del Atlético, jamás se le hubiera cruzado por la cabeza vestir otra camiseta. Allí jugó hasta el retiro, el día que cumplía treinta y cinco años, cuando su rodilla derecha dijo basta, después de un feroz planchazo que le propinara un defensor de La Colonia.

Gervasio Amador Mercado, arquero del Deportivo desde que tenía 16 años, y ya andaba rondando los cuarenta. Aunque, cuando le tocó la conscripción, lo habían fichado para el Defensores Unidos, el cuadro más prestigioso de la capital de la provincia. Pero allí jugó un año nada más, el año que duró la colimba, ni bien le dieron la baja volvió al pueblo y a ocupar nuevamente el arco del Deportivo. Famoso por el arte que tenía para atrapar la pelota. Un par de manos prodigiosas que lo habían convertido en el mejor guardametas de la región. Se había ganado con justicia el sobrenombre de ‘Tenazas’.

Los dos equipos, el Atlético y el Deportivo, fueron protagonistas excluyentes de las finales del año 1968. Un capricho del fixture quiso que el clásico se jugara en la última fecha del campeonato, el Deportivo llegaba un punto arriba del Atlético. Era el partido decisivo. Esa tarde habría un campeón en el poblado.

La gente, ante semejante promesa de emociones que deparaba el match, se había dado cita como nunca en la cancha del Deportivo. Hasta habían venido de los pueblos vecinos para presenciar el juego, el denominado: partido del año. Clásico y final. ¿Qué más se podía pedir?

Tarde de sol brillante, promediando el mes de octubre, una multitud expectante, estaba todo dado para vivir una incomparable jornada futbolera.

El partido fue transcurriendo sin que ninguno pudiera abrir el marcador. Hubiera quedado definitivamente en el olvido sino fuera que con el empate en blanco el Deportivo se estaba consagrando campeón de la temporada.

Hasta que llegó el momento culminante de la tarde.

¡Un penal para el Atlético sobre la hora!

Casi no se discutió la sanción del árbitro, quien además estaba haciendo señas de que se pateaba el penal y terminaba el partido, no había, ni siquiera, posibilidad de aprovechar un rebote.

De un lado y del otro confiaban ciegamente en quienes iban a ser los encargados de definir la historia, de develar la incógnita.

Si Barrenechea metía el penal, ganaba el Atlético y daba la vuelta olímpica. En cambio, si Mercado lo atajaba, el partido quedaba empatado, entonces era el Deportivo, por su punto de ventaja, el que obtenía el título máximo.

Frente a frente. El ‘Cañoncito’ Barrenechea y ‘Tenazas’ Mercado.

A pesar de la dilatada trayectoria de ambos, y de haber jugado muchos clásicos como el de aquella tarde, nunca se habían encontrado en una situación semejante. En los clásicos no era fácil cobrar penales, y cuando se había dado, o faltaba Barrenechea o no estaba Mercado. Pero por fin había llegado el momento tan esperado.

Allí estaban tomando ubicación, ante lo que sería, sin lugar a dudas la situación más importante en la vida futbolística de los máximos ídolos de todos los tiempos.
‘Tenazas’ parado sobre la raya de cal, levemente inclinado hacia delante, había empezado a abrir sus brazos, seguramente buscando ocupar la mayor parte de los siete con treinta y dos de ancho, por dos metros con cuarenta y cuatro de alto que medía su arco.

Enfrente, ‘Cañoncito’ había empezado a retroceder para tomar carrera, después de haber acomodado la pelota sobre la marca de cal que señalaba el punto penal, a once metros de la raya del arco, o doce pasos, que es casi lo mismo, aunque, a aquella altura de la tarde, poco importara la distancia reglamentaria.

Lo único que cautivaba la atención de la muchedumbre era la ejecución de la pena capital.

El mejor ejecutor frente al mejor arquero en aquella definición sin parangones.

La multitud parecía una postal. Nadie se movía. Era un momento histórico.

Dio la orden el árbitro, arrancó ‘Cañoncito’, uno, dos, tres pasos y le entró a la pelota de lleno, con el empeine de su pie derecho, remate seco, violentísimo, que buscó el poste derecho del arco rival. Hacia ese palo se arrojó ‘Tenazas’, convencido, seguro de sí mismo. El arquero atrapó el balón, apretándolo con ambas manos. Fue tan fuerte el apretón, y tan rápido venía la pelota, que las costuras del futbol no resistieron. Los hilos se abrieron dejando escapar del interior a la cámara de la número cinco, que emergió para seguir su camino rumbo al fondo de la red. ‘Tenazas’ terminó su fenomenal volada revolcándose en el suelo y aferrado al casco de cuero desinflado.

¡Gol! -gritaron unos. ¡Lo atajó! -exclamaron los otros.

El árbitro, atónito, no sabía qué hacer. Volvió a mirar la escena como para dar un veredicto. En el suelo, abrazado al cuero estaba Mercado. Y allá, en el fondo del arco, dormía la cámara su siesta primaveral.

Ambas parcialidades festejaban, amagaban con meterse al campo de juego. El delirio se generalizaba. La gente por momentos se exaltaba. Algunos se abrazaban celebrando el campeonato, otros insultaban al árbitro que seguía dudando. Los veintidós jugadores lo rodeaban esperando una definición y el hombre de negro no podía balbucear palabra alguna.

Entró la policía, ingresaron dirigentes de ambos clubes, hasta se colaron algunos hinchas. Por momentos parecía que se iba a desatar una batalla campal. Algunos amagaban a comenzar la vuelta olímpica. Otros se querían comer crudo al árbitro y los jueces de línea.

En el momento en que la Policía le brindó plena seguridad, el referí tomó una decisión salomónica. Suspendió el partido.

Como ya se había cumplido el tiempo de juego, todos sabían que ese encuentro nunca se iba a reanudar.

La decisión final estaría a cargo del Tribunal de Disciplina de la Liga, o del Consejo Federal, o la AFA o la FIFA, o vaya a saber qué estamento del fútbol internacional, iba a poder determinar el resultado final del partido, y por consiguiente consagrar al campeón del año.

Quince días después de aquel domingo lleno de magia y emoción, se conoció la noticia en el pueblo.

El Tribunal de Disciplina había decidido dar por concluido el partido con marcador incierto, otorgando, a ambos Clubes, el título de Campeón de la temporada 1968.

Hubo, entonces, dos vueltas olímpicas, dos fiestas de campeones, y, fundamentalmente, hubo, a partir de aquella tarde y de la posterior decisión de la Liga, dos jugadores de fútbol, Romualdo Ramón ‘Cañoncito’ Barrenechea y Gervasio Amador ‘Tenazas’ Mercado, que dejaron su condición de ídolos de sus hinchadas, para ascender a la categoría de héroes incondicionales de toda la afición futbolera.

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Tras empatar en el primer puesto del campeonato de 1923 Boca Juniors (foto) y Huracán (campeón de los dos últimos torneos argentinos) disputaron una serie desempate por el título. El primer partido se jugó en el estadio de Sportivo Barracas (el principal del país en esa época) donde Boca se impuso 3-0 y dos semanas luego en el mismo escenario Huracán ganó la revancha 2-0, pero dado que no definía el tanteador sino solo el resultado una semana después en el estadio de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (G.E.B.A.) se jugó un tercer partido decisivo: este terminó 0-0, se jugó media hora de alargue pero no se sacaron diferencia.
Tres semanas después, nuevamente en Sportivo Barracas, Boca consiguió vencer en el cuarto encuentro disputado el 27 de Abril de 1924 en cancha de Sportivo Barracas por 2 a 0, dos goles de Alfredo Garasini, y coronarse campeón pasados 390 minutos de juego a lo largo de 43 días.
La formación xenieze fue con: Tesorieri, Bidoglio y Mutis, Médici, Busso y Elli, Calomino, Cerrotti, Garasini, Pozzo y Pertini. El árbitro fue el señor D. R. Vallarino (Uruguayo).

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Una vez le pregunté a un amigo italiano por qué veía tanto fútbol inglés y me contestó: ‘Porque no paran durante los 90 minutos”.

(BOBBY CHARLTON, ex jugador del Manchester United y la selección inglesa)

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El fútbol, abrazado por el mercado, crecerá como negocio. Sin embargo, un solo niño que corra tras un balón lo devolverá a su apasionante punto de partida.

(JORGE VALDANO, ex jugador y entrenador argentino)

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Mediocampo (Gilberto Gil - Brasil)


Querido amigo Afonsinho
yo continuo aquí mismo
perfeccionando lo imperfecto.

Dando un tiempo, dando una forma,
despreciando la perfección,
que la perfección es una meta
defendida por el arquero
que juega en la selección.

Y yo no soy Pelé ni nada
si algo fuera, yo soy Tostao,
hacer un gol en ese partido
no es fácil, mi hermano.

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El honor de ser 'pincha'


Ser hincha de Estudiantes de La Plata es un hecho distintivo. Y como toda distinción es, generalmente, resistida, rechazada y objetada. Sobre todo, por la concepción de su historia. Y eso, a los pinchas, nos llena de honor y valentía.
Estudiantes es único y brillante...
Cuenta mi padre, Emilio, a los 86 años, que un peluquero llamado Puricelli lo convirtió en ‘pincha’ en 1932, en la ciudad de Mercedes. Y que vio jugar a los famosos "Profesores". Pero para él no hubo otro wing como Juan Ramón Verón.
Recordamos con mi hermano Oscar aquel día en que gritamos agónicamente el gol de Pedro Prospitti en el viejo Fortín de Vélez, en 1963, cuando vimos por primera vez a Estudiantes. Fue el punto de partida.
Ser de Estudiantes siempre fue especial. Sobre todo para mí, que fui un hincha rebelde y que abandoné por un buen tiempo sus colores para luego volver, casi como arrepentido de haber cometido un pecado capital. Estudiantes tiene el significado de la comunión familiar para los Príncipi. Quizá para nosotros sea el lazo afectivo más importante después del sanguíneo. Las hazañas coperas ante Peñarol, Racing, Palmeiras y Nacional convirtieron a Estudiantes en héroe de tiempos modernos. Ajeno y distinto de cualquier otro campeón de América.
La hazaña mundialista en Manchester, por su grandeza emblemática y su apariencia de tercera guerra mundial, fue un acto exclusivo y colosal, sepultando la soberbia de los Charlton y de los ingleses que habían despreciado a nuestro país en aquel Mundial de 1966. Esa consagración pincha lo diferencia de cualquier otro club argentino, mayormente triunfador ante sonrisas, abanicos y llaves de autos gigantes en el pacífico Japón.
Fuimos y seremos especiales e incomprendidos. Tan incomprendidos que hasta nuestra vieja cancha de madera ha sido condenada al derrumbe por intereses políticos y no a extinguirse por muerte natural. Para defender su caída, casi como parte de la última misión del centenario, los Príncipi de Mercedes estaremos juntos, como cuando gritamos aquel gol de Prospitti, por primera vez...

(OSVALDO PRÍNCIPI, periodista deportivo argentino, especializado en boxeo)

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El jugador nace y se hace en la calle, no en los clubes.

(JUAN CARLOS MURÚA, ex jugador argentino, revista “El Gráfico” Nº 2700, 6 de Julio de 1971, pág. 59)

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El fútbol es, en muchas partes del mundo, la guera por otros medios.

(JOHN CARLIN, periodista británico)

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Señor Labruna (Rodolfo Braceli - Argentina)

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¿Puede decirnos acerca de sus inicios en el fútbol?

Como cualquier niño, e incluso en mi tiempo, nuestro único juguete fue una pelota y había potreros de tierra donde golpearla con el pie todo el día. Lo que falta hoy en día. Era fútbol, fútbol y fútbol. Tenía todas las condiciones para convertirme en "goleador”, ser un "9" y marcar goles. A la edad de diecisiete años llegué a Instituto de Córdoba, donde el fútbol ha cambiado mi vida. Tuve la oportunidad de marcar cuarenta y seis goles en dos años. En ese momento no había campeonato nacional, disputaba la Liga Cordobesa con otros muy buenos equipos como Talleres de Córdoba, Racing y Belgrano.

Y un club grande de la Argentina ha venido a buscarte...

Sí. Se decía en el país que había un "9", que marcaba muchos goles, lo que ha suscitado el interés de Boca Juniors. Al principio parecía que iba a firmar por Independiente o River Plate pero enseguida se coló Boca. Yo, en mi ciudad, Bell Ville, Córdoba, escuchaba las noticias en la radio... Por último, mi traslado se hizo cuando jugamos un amistoso contra Boca en Córdoba. Yo sólo jugué veinte minutos porque Blanco me ha enviado a un hospital. Todo el mundo pensó que me había roto todo, pero finalmente solo fue un golpe. Cuando volví a la cancha, el juego ya estaba terminado y mi presidente dijo: “Hugo, Boca acaba de comprarlo”. Pensé que era mentira, pero el gran Alfredo Di Stefano, quien era el entrenador de Boca, había ordenado a su presidente comprar el ‘9’ de Instituto.

En Boca ha sido un delantero halagado...

Sí, pero no era fácil para mí. He ganado mi lugar en los últimos días de 1969, cuando salimos campeones. Un día le dije al entrenador: "Oiga, maestro, me voy a ir a casa. Marco dos goles en cada entrenamiento y no juego. ¿Cuál es el problema? Y él respondió: “No simplemente pensé que no tenías las bolas (hombría) suficientes para pedírmelo”. Y de ahí, me puso en espera el domingo siguiente y nunca más salí del equipo. Hice 68 goles en 126 partidos, no está mal como promedio ¿no? (risas).

(HUGO CURIONI, temible goleador argentino de la década del '70, en una entrevista publicada en la página del periodista francés Nicolas Deltort, 19/09/09)

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Tengo sueños, ¿sabés?

- Todos tenemos sueños

- Sí, pero los míos son sueños de fútbol.

(MARIO BENEDETTI [1920-2009], célebre escritor uruguayo, extracto de su libro "El césped")

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En el vestuario, antes del partido, Perfumo me dijo que la idea era jugar la pelota rápido para no perder tiempo y que quería saber qué pensaba Suñé, quien estuvo de acuerdo. Entonces, en el foul que terminó en gol, sobre el costado derecho del área, el “Chapa” Suñé se me acercó y me comentó al oído: "Yo pateo Ithurralde". Y yo le contesté que sí y me alejé. La pelota entró y nadie protestó nada, porque era algo que había quedado claro de antemano.

(ARTURO ANDRÉS ITHURRALDE, árbitro de la final del Torneo Nacional de 1976 que Boca le ganó a River por 1 a 0 con el sorpresivo tiro libre de Rubén “Chapa” Suñé)

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El portero (S.Grigoriev - Rusia)

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Te sigo (Los calzones rotos - Argentina)

* dedicado al Club Rangers de Talca (Chile)

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El periodista deportivo Enrique Macaya Márquez, escribió en su libro "Mi visión del fútbol", conceptos acerca del valor de los técnicos, rematando con una contundente apreciación de Alfredo Di Stéfano. Dice Macaya: "Un buen técnico es aquél que tiene conocimiento y que sabe transmitirlo. Y saber transmitirlo no es solo disponer de palabras bellas y adecuadas sino, además, saber cuál es el lugar donde esas palabras deben ser expresadas y en qué momento corresponde hacerlo. Asimismo debe saber cómo mantener e incentivar la capacidad grupa! y, sobre todo, aceptando sus límites, saber apoyarse de manera inteligente en las técnicas más modernas y en el conocimiento específico de los componentes del cuerpo técnico. En la actualidad parece ser que el técnico es lo que más cuesta y lo que menos vale, originando el concepto en la condición de fusible que le asigna la dirigencia y con la que él mismo se suicida aceptando con fatalismo el final de su trabajo".
Y agrega: "Alfredo Di Stéfano, el mismo día que lo saludé por su cumpleaños número 70, casi sin darse cuenta, me decía: ‘a los que siempre echan es a los técnicos, por eso juegan a no perder, para que no los despidan. Total, ellos no son patrimonio del club como los jugadores, que tienen un valor y que pueden ser transferidos. A los técnicos basta con echarlos’".

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Nuestra afición es exigente. Si tenemos a los mejores, no vale con ganar. Hay que dar espectáculo.

(FLORENTINO PÉREZ, Presidente del Real Madrid, en TV Caracol de Colombia)

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Es tan bonita que se parece a Pietro Vierchowod.

(GENNARO GATTUSO, internacional italiano, comparando a su esposa con el ex defensor de Roma, Sampdoria y la selección de Italia -elegida como una de las mejores frases del 2009 en Europa-)

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Fútbol y narcotráfico


Otra actividad que permitía lograr apoyo popular y lavar dinero es la dedicación de los narcotraficantes colombianos al deporte, y muy especialmente al fútbol, a pesar de que el organismo encargado de su vigilancia, Coldeportes, nunca ha tomado medidas.

El equipo de fútbol Atlético Nacional tenía como principal accionista al narcotraficante Hernán Botero Moreno, quien además era propietario de una cadena de hoteles. Su hermano Roberto fue condenado en los Estados Unidos por el lavado de 70 millones de dólares, y contra el propio Hernán, los norteamericanos libraron una orden de detención en 1981 por haber lavado 5 millones de dólares y ser propietario de un cargamento de 1.762 kilogramos de cocaína, incautado en Miami.

A pesar de haber interpuesto decenas de maniobras legales para evitar su extradición, fue entregado a las autoridades norteamericanas el 15 de Noviembre de 1984. Por este motivo, la división mayor del fútbol colombiano suspendió los partidos de la fecha en señal de protesta. El Nacional fue adquirido luego por Ignacio Aguirre, quien cargaba con una solicitud de extradición, librada por un tribunal peruano, por tráfico de cocaína.

El Club Deportivo Los Millonarios, de Bogotá, era controlado por el ya difunto Edmer Tamayo, vinculado a un cargamento de 2.000 kilos de cocaína, capturado en Septiembre de 1982 en La Florida. Tras su muerte en 1983, sus intereses fueron representados por los abogados Germán y Guillermo Gómez, quienes recibieron un pago de 15 millones de dólares por la venta del total de sus acciones en favor de Gonzalo Rodríguez Gacha.

En 1984 el arquero argentino Raúl Navarro, jugador comprado por el equipo colombiano, denunció públicamente que el fútbol se encontraba infiltrado por la mafia del narcotráfico. Como su pase estaba en manos de un socio de Rodríguez Gacha, lo pasaron a reserva y hasta el momento no ha podido volver a jugar.

El Club América de Cali es propiedad de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, sobre quienes pende una solicitud de extradición a los Estados Unidos por 15 cargos relacionados con el narcotráfico.

Uno de los casos más conocidos se identificó con el nombre de "La maleta de Fonseca", apellido de un valijero de los hermanos Orejuela, encargado de e ntregar 25.000 dólares a cada jugador del equipo si ganaban la final de la Copa Libertadores de América. Por otra parte, en el edificio “Los Conquistadores de Cali”, los Rodríguez le regalaron un departamento al jugador Roberto Cabañas por un gol que les dio el campeonato.

(fragmento tomado del libro “Colombia, cuentos cortos” del ex diputado argentino Eduardo Varela-Cid)

NOTA: En la imagen aparece Pablo Escobar Gavíria [1949-1993], célebre líder del Cartel de Medellín, y quien fuera el máximo capo de la mafia colombiana, portando la Copa Libertadores de América. Más información sobre este tema en este enlace.

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El uruguayo Juan Ramón Carrasco es uno de los futbolistas sudamericanos de más rica trayectoria: jugó 28 años en Primera división. Debutó en Nacional de Montevideo en 1973, para cerrar su campaña en 2001 en el club Rocha de su país.
Actuó en Venezuela, México, Colombia y España, como así también en Argentina, en imborrables pasos por River Plate y Racing de Avellaneda.
Cuando jugaba para River, se vio enfrentado con el ídolo de la hinchada, Norberto Alonso. En su biografía, "Un tipo auténtico", 'Pita' (apodo de su juventud) Carrasco, relata ese inconveniente profesional, cuando el Millo jugó ante Ferro.
Dice Carrasco: “Resulta que Alonso venía de ser suplente por mi gran momento y reapareció. Tenemos un tiro libre justo para mi perfil, pero cuando el juez pita, él remata. No aguanté, lo insulté, le dije de todo, `¿querés salvarte ahora y no levantás las patas?’. Él se quedó sorprendido. Terminó el partido, nos bañamos y quedó todo tranquilo. El martes en el entrenamiento, voy con mi casillero para cambiarme y veo que me estaba esperando. `Uruguayo, ¿puedo hablar con vos?’, y enseguida me dice ‘¡que sea la última vez que me hacés eso en una cancha!’. Dejé el casillero en el piso y le digo `¿Cómo?, repetime por favor’. ‘Sí, que sea la última vez que me insultás, ¿quién te crees que sos?’. Y lo paré: `A vos no te gusta que te insulte, a mi no me gusta que me saquen los tiros libres, así que vos tirá de tu lado y yo del mío’. Pero Alonso buscaba amedrentarme. `yo quería decir que si vuelvo a tener problemas vos, tengo amigos en la pesada de River que hacen lo que les digo’. Fue como si me llamara a mi juego, le respondí: ‘Está bien, me pueden patotear, me pueden dar una paliza, pero después vengo y te rompo todo’. Desde ese momento, cortamos el diálogo con el Beto”.
Años más tarde, en una entrevista, Carrasco admitió que Alonso era una buena persona, respaldado por Ángel Labruna, el técnico. “Ninguno de los dos hicimos cosas para odiarnos”, resaltó.

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Odio hablar sobre fútbol, yo solo lo juego.

(ROBBIE FOWLER, ex goleador del Liverpool F.C., hoy en el North Queensland Fury australiano)

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El Presidente quiere el dinero en el banco, yo lo prefiero en el campo. ¿Para qué paga la gente? ¿Para ver tribunas nuevas y sillones caros o para ver a los mejores jugando en su equipo? Pregunten eso a los socios, ellos les darán la respuesta.

(BRIAN CLOUGH [1935-2004], célebre entrenador inglés, refiriéndose a Sam Longston, Presidente del Derby County de comienzos de los ’70)

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En el libro "Memorias de la pelota", escrito por el periodista uruguayo Alfredo Etchandy, se menciona un dato curioso de un arquero absolutamente ganador en los torneos de la vecina orilla, casi un amuleto de la buena suerte para el equipo en el que jugara: Héctor Tuja.
“En un verdadero amuleto, en eso se convirtió Tuja. Con sus manos evitó goles, pero con su presencia generó una confianza que se veía confirmada al final de cada temporada cuando había que festejar con la vuelta olímpica”, comenzaba diciendo Etchandy.
“Defendiendo el arco de Central Español se coronó por partida doble. En 1983 logró el certamen de la B y al año siguiente repitió en el círculo de privilegio, siendo protagonista del único caso de la historia en la que un club que ascendió terminó ganando el título. Pero no quedó allí y en 1987, consiguió ser campeón uruguayo con Defensor. Más tarde lo logró con Racing en 1989 retornando a Primera e hizo lo propio con River Plate en 1991 y con Rampla Juniors en 1992. Cuando parecía que estaba cerca del retiro, en plena década del 90, sorpresivamente pasó a Peñarol e integró el plantel que se coronó como mejor en 1993 y 1994. En definitiva, ocho títulos conseguidos con varias instituciones en doce temporadas. En realidad, un verdadero récord que merece el más amplio reconocimiento. Además de arquero era el gran amuleto para esas conquistas” finaliza la anécdota Etchandy.

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De once pasos -Crónica deportiva para una vida fuera de las canchas- (César Cruz García - México)


Para José, ángel sin cielo pero con imaginación suficiente para crearlo.



"Este era un hombre entre muchos otros, pero se decía que tenia habilidades superiores a los demás. Siempre hay que demostrar en el campo de juego quien es el dueño del balón ¿quién es el dueño del balón?"

I - Época de contrataciones

La época de contrataciones, demostraba quien era el dueño del balón, cada equipo con sus nuevos jugadores prometía alcanzar el campeonato. Yo no me preocupaba, cada inicio de campaña mi lugar estaba seguro en el "América" el más querido o el más odiado pero del que más se hablaba ¡Yo fui campeón hace dos torneos cortos! La estrella, el goleador, nuestros seguidores le obsequiaban a sus hijos mi nombre ante el registro civil, nunca pensé en demandarlos ante derechos de autor pero... Esté torneo sería extraño algunos seleccionados nos iríamos antes de que este termine. Los nombres aparecieron uno a uno en la pantalla del hotel, no me gusta ver la cara de los compañeros, algunos tenían que dejar la capital y cambiare la escuela de los hijos, su casa, sus amigos, como gitanos en lo ancho y largo del país (algunos nombres y estaré en la playa). Acapulco puerto en el cual la mayoría estábamos en la espera de un poco de sol. La pantalla con nombres de los "peces gordos" ¡un momento ahí estaba yo! Nunca hay que leer nuestro nombre y pronunciarlo para ser escuchado por uno mismo. Adrián "Bazuca" Rodríguez, un sinfín de datos: logros, estadísticas, el equipo: Guadalajara, compra definitiva. Los ojos, el llanto (tal vez el calor), tengo que buscar a los representantes del "América". Siempre hay que demostrar en el campo de juego quien es el dueño del balón ¿quién es el dueño del balón?

II - Recorte de diario deportivo
Segunda final de fútbol mexicano. Juego de ida.

"El 0 a 0 jugo a favor nuestro"

¡Déjenme aprender a quererla!
Estas fueron las palabras que dije al momento de venir a este equipo que me ha recibido con los brazos abiertos. He luchado con los seguidores para ser aceptado como una "Chiva" más, este equipo que tiene de adeptos un 50% más uno (yo) este 0 a 0 juega a nuestro favor siendo que para la vuelta somos locales, como goleador de esta campaña prometo anotar tres goles al "América", y si no que la porra me lo demande, gracias a Ricardo Lavolpe por dejar que yo y el portero de ellos (América) seamos los únicos que nos encontremos aun luchando por el campeonato, no se preocupen el domingo mismo salgo para Alemania, que se preparen porque seremos campeones del mundo.

Víctor Severiano, Récord.


III - Crónica de la gran final

El estadio repleto gracias a la adrenalina de una final esperada, el partido no desentonaba adornado con acciones de buen fútbol, 3 a 2 el marcador global que lucia poderosamente vivo ante la igualada de un marcador de 0 a 0 (en el partido de ida) que poco presagiaba, pero que ahora nos presentaba la emoción de ida y vuelta del equipo local "Chivas" que lucia casi finiquitado al faltar no más de 3 minutos, más lo que agregara él arbitro (no sé a perdido tiempo argumentaría el equipo visitante), descolgada del equipo local que nace del ímpetu del portero Fernando Areas que realiza un servicio largo (siempre buscando al compañero mejor colocado), el "Rocambole" Saucedo (el mejor pasador del campeonato en curso) sólo cabecea para colocar en inmejorable posición al "bazuca" Rodríguez que observa al portero como se acerca valiente directo al balón (quiere su tercer gol), pero por esos extraños momentos del "juego del hombre" que nos muestran que tan pequeña es la distancia entre el error y el acierto, él arbitro marca penal (se supone y sólo se supone que el "nazareno" debe expulsar al arquero, por su artero accionar), castigo desde "los once pasos", la tribuna salta demostrando la pasión que no les cabe en los asientos (celebran, lloran, se quitan la camiseta, pero nunca se ruborizan ante la atrayente figura de una espectadora completamente desnuda), el "bazuca" Rodríguez aun mareado pide el balón, desde la banca el viejo entrenador Garza grita al mismo tiempo que levanta un rápido inventario del tiempo faltante (basta recordar que hasta el último minuto tiene 60 segundos): Dénsela al muchacho (se dice que el técnico es un segundo padre para cada jugador dentro de un club); él arbitro dialoga con los dos únicos actores de este prometedor castigo, portero y tirador (los nervios insensatos brincotean entre los dos que se observan como si fuera la primera vez que lo hicieran), se miran a los ojos sin hablar ya que las palabras estarán seguramente aun lado del recoge balones o de la crónica en los diarios del día siguiente (el periodista y el narrador extrañamente siempre saben lo que dicen entre dientes los actores del encuentro), el "bazuca" se prepara recordando toda esa experiencia adquirida gracias a las dos horas que practica los penales después de cada entrenamiento, no toma mucho impulso y aun así el balón sale con una fuerza tremenda atestiguando a favor del apodo del tirador, siente miedo el portero (y es natural), entre cierra los ojos, tal vez se adelanta un pequeño paso para amortiguar el impacto (es comprensible ya que los expertos opinan que casi siempre un penalti bien cobrado es gol); Quizás fue suerte o la juventud experimentada del portero pero sus guantes nos indican que esta vez el balón no entraría, el "bazuca" cae herido por su propio error (es testigo presencial el pasto, que recibe un puñetazo colérico), él arbitro silba para indicar que todos los honores pertenecen al campeón "América" y el olvido se queda con el sub campeón "Chivas".

IV - El ídolo pierde algo más que el juego

¿Cuánto lleva así?, creo que desde el silbatazo final, se desvaneció en pleno campo de juego y golpeo a todo aquel que se acercaba repitiendo: "Esa pelota estaba dentro". Bien señorita enfermera manténgalo bajo vigilancia medica y dígale al Dr. Robles que le administre estas ampolletas y sobretodo que descanse: ya que hay que descartar un cuadro de estrés, si Doctor ¿usted cree que se recupere, digamos para el Mundial? Confiemos en su juventud y en llegar al punto en el cual él mismo sea capaz de ayudarse. En un cuarto con paredes acolchonadas donde viven los sueños apresados entre realidad y locura, el "bazuca" Rodríguez mira hacia algún punto, tal vez tratando de encontrar una respuesta. La afición olvida los viejos fracasos cuando los nuevos logros colman la cancha, pero los ídolos pueden quedarse atrapados a una distancia de once pasos.

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Tiene tanto coraje el que se tira de cabeza a los pies de un adversario para quitarle la pelota como el que dice 'dámela que jugamos'.

(MIGUEL ÁNGEL RUSSO, ex jugador y entrenador argentino)

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Una de las lecciones que el fútbol nos da para el mundo es que como requisitos para tener éxito, además del mérito, hace falta solidaridad, tener suerte, recurrir a la trampa y contar con una justicia favorable.

(CHRISTIAN BROMBERGER, antropólogo francés)

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Hugo Sotil (Nicomedes Santa Cruz - Perú)


En la línea de Campolo
Villanueva y 'Tito' Drago
cabe otro maestro y mago
Hugo Sotil nuestro cholo.

No chuta como Lolo
ni en mitra es un Valeriano
no quiebra cual Montellanos
ni es un Adelfo Chontril,
Sotil es como Sotil
grande en el futbol peruano.

Es la perfección del toque
que domina a su merced
y en jugadas de pared
exacto en piques y embroque.

Su dribleo es el disloque
su servicio es magistral
y si en el Municipal
bien vale por medio equipo,
es peruano prototipo
dentro del fútbol mundial.

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El gol más rápido en Primera División del fútbol argentino


Transcurrió tanto tiempo como dura un estornudo, un bostezo, un relámpago, o un largo suspiro. Fueron apenas cinco segundos los que pasaron desde que rodó la pelota por primera vez en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata ese 18 de Marzo de 1979.

Aquella tarde le tocó iniciar el juego a un delantero corpulento, que había llegado desde River luego de un inicio muy prometedor en el ascenso defendiendo los colores de Flandria, el equipo ‘canario’ de Jáuregui.

Carlos Dantón Seppaquercia (foto) había mirado de reojo el arco rival que defendía un arquero que estaba hacía poquito en el arco de Huracán. Era Jesús Osvaldo Borzi, quien tras un paso fugaz por Ferro en 1971 se fue a probar suerte a Australia y regresó en el 78 para jugar en el club de Parque Patricios.

La mirada rápida le permitió verlo adelantado haciendo sobre el área chica dos marcas sobre la raya de cal. Entonces, Seppaquercia no dudó y le pidió la devolución a Tutino y se animó a patear desde la mitad de la cancha.

Ese "globo" tardó apenas una ráfaga en traspasar la humanidad del sorprendido Borzi y también superó la línea para transformarse en gol de Gimnasia -el partido fue flojo y terminó 1-1; Carlos Babington empató de penal en el segundo tiempo- y quedó registrado como el gol más rápido del fútbol argentino en el profesionalismo.

Hubo antes y después de ese gol, miles de goles que compitieron con la rapidez de aquel grito. Luis Torres, de Acassuso, alcanzó a superarlo por un segundo cuando le hizo un gol a Juventud Unida, pero no fue en Primera División sino en Primera 'D', en Octubre de 1996.

Carlos Seppaquercia, que solo jugó 33 partidos en River y en Gimnasia y marcó 8 goles, entró en la historia con esa avivada: ese remate que tantos se perdieron de ver porque recién estaban sacando su entrada en la cancha del Bosque.

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