Si hubieran nacido en otra parte, cerca de la Capital, seguramente se hubieran convertido en figuras indiscutibles del fútbol grande.
Eran dos colosos, cada uno en su puesto marcaba una diferencia impresionante sobre sus pares. Pero les tocó nacer por estos lares, lejos de las luces del centro.
Para colmo, se criaron enfrentados.
Romualdo en el seno de una familia relacionada históricamente con el Atlético. Primero su abuelo y luego su padre, habían sido presidentes de la Institución. Y él había heredado el amor por los colores desde la cuna.
Gervasio, en cambio, nació, se crió y aún vivía en una casa ubicada justo enfrente a la cancha del Deportivo. De purrete cruzaba la calle y se iba a patear a ese lugar que era mágico para él. Hincha fanático, jugador y colaborador permanente del Club.
Romualdo Ramón Barrenechea, el mejor pateador de la zona. Le pegaba fuertísimo a la pelota. Histórico encargado de los penales y tiros libres de su equipo. Lo apodaban ‘Cañoncito’, con la obviedad que ese sobrenombre significaba. Él había hecho toda su carrera defendiendo los colores del Atlético, jamás se le hubiera cruzado por la cabeza vestir otra camiseta. Allí jugó hasta el retiro, el día que cumplía treinta y cinco años, cuando su rodilla derecha dijo basta, después de un feroz planchazo que le propinara un defensor de La Colonia.
Gervasio Amador Mercado, arquero del Deportivo desde que tenía 16 años, y ya andaba rondando los cuarenta. Aunque, cuando le tocó la conscripción, lo habían fichado para el Defensores Unidos, el cuadro más prestigioso de la capital de la provincia. Pero allí jugó un año nada más, el año que duró la colimba, ni bien le dieron la baja volvió al pueblo y a ocupar nuevamente el arco del Deportivo. Famoso por el arte que tenía para atrapar la pelota. Un par de manos prodigiosas que lo habían convertido en el mejor guardametas de la región. Se había ganado con justicia el sobrenombre de ‘Tenazas’.
Los dos equipos, el Atlético y el Deportivo, fueron protagonistas excluyentes de las finales del año 1968. Un capricho del fixture quiso que el clásico se jugara en la última fecha del campeonato, el Deportivo llegaba un punto arriba del Atlético. Era el partido decisivo. Esa tarde habría un campeón en el poblado.
La gente, ante semejante promesa de emociones que deparaba el match, se había dado cita como nunca en la cancha del Deportivo. Hasta habían venido de los pueblos vecinos para presenciar el juego, el denominado: partido del año. Clásico y final. ¿Qué más se podía pedir?
Tarde de sol brillante, promediando el mes de octubre, una multitud expectante, estaba todo dado para vivir una incomparable jornada futbolera.
El partido fue transcurriendo sin que ninguno pudiera abrir el marcador. Hubiera quedado definitivamente en el olvido sino fuera que con el empate en blanco el Deportivo se estaba consagrando campeón de la temporada.
Hasta que llegó el momento culminante de la tarde.
¡Un penal para el Atlético sobre la hora!
Casi no se discutió la sanción del árbitro, quien además estaba haciendo señas de que se pateaba el penal y terminaba el partido, no había, ni siquiera, posibilidad de aprovechar un rebote.
De un lado y del otro confiaban ciegamente en quienes iban a ser los encargados de definir la historia, de develar la incógnita.
Si Barrenechea metía el penal, ganaba el Atlético y daba la vuelta olímpica. En cambio, si Mercado lo atajaba, el partido quedaba empatado, entonces era el Deportivo, por su punto de ventaja, el que obtenía el título máximo.
Frente a frente. El ‘Cañoncito’ Barrenechea y ‘Tenazas’ Mercado.
A pesar de la dilatada trayectoria de ambos, y de haber jugado muchos clásicos como el de aquella tarde, nunca se habían encontrado en una situación semejante. En los clásicos no era fácil cobrar penales, y cuando se había dado, o faltaba Barrenechea o no estaba Mercado. Pero por fin había llegado el momento tan esperado.
Allí estaban tomando ubicación, ante lo que sería, sin lugar a dudas la situación más importante en la vida futbolística de los máximos ídolos de todos los tiempos.
‘Tenazas’ parado sobre la raya de cal, levemente inclinado hacia delante, había empezado a abrir sus brazos, seguramente buscando ocupar la mayor parte de los siete con treinta y dos de ancho, por dos metros con cuarenta y cuatro de alto que medía su arco.
Enfrente, ‘Cañoncito’ había empezado a retroceder para tomar carrera, después de haber acomodado la pelota sobre la marca de cal que señalaba el punto penal, a once metros de la raya del arco, o doce pasos, que es casi lo mismo, aunque, a aquella altura de la tarde, poco importara la distancia reglamentaria.
Lo único que cautivaba la atención de la muchedumbre era la ejecución de la pena capital.
El mejor ejecutor frente al mejor arquero en aquella definición sin parangones.
La multitud parecía una postal. Nadie se movía. Era un momento histórico.
Dio la orden el árbitro, arrancó ‘Cañoncito’, uno, dos, tres pasos y le entró a la pelota de lleno, con el empeine de su pie derecho, remate seco, violentísimo, que buscó el poste derecho del arco rival. Hacia ese palo se arrojó ‘Tenazas’, convencido, seguro de sí mismo. El arquero atrapó el balón, apretándolo con ambas manos. Fue tan fuerte el apretón, y tan rápido venía la pelota, que las costuras del futbol no resistieron. Los hilos se abrieron dejando escapar del interior a la cámara de la número cinco, que emergió para seguir su camino rumbo al fondo de la red. ‘Tenazas’ terminó su fenomenal volada revolcándose en el suelo y aferrado al casco de cuero desinflado.
¡Gol! -gritaron unos. ¡Lo atajó! -exclamaron los otros.
El árbitro, atónito, no sabía qué hacer. Volvió a mirar la escena como para dar un veredicto. En el suelo, abrazado al cuero estaba Mercado. Y allá, en el fondo del arco, dormía la cámara su siesta primaveral.
Ambas parcialidades festejaban, amagaban con meterse al campo de juego. El delirio se generalizaba. La gente por momentos se exaltaba. Algunos se abrazaban celebrando el campeonato, otros insultaban al árbitro que seguía dudando. Los veintidós jugadores lo rodeaban esperando una definición y el hombre de negro no podía balbucear palabra alguna.
Entró la policía, ingresaron dirigentes de ambos clubes, hasta se colaron algunos hinchas. Por momentos parecía que se iba a desatar una batalla campal. Algunos amagaban a comenzar la vuelta olímpica. Otros se querían comer crudo al árbitro y los jueces de línea.
En el momento en que la Policía le brindó plena seguridad, el referí tomó una decisión salomónica. Suspendió el partido.
Como ya se había cumplido el tiempo de juego, todos sabían que ese encuentro nunca se iba a reanudar.
La decisión final estaría a cargo del Tribunal de Disciplina de la Liga, o del Consejo Federal, o la AFA o la FIFA, o vaya a saber qué estamento del fútbol internacional, iba a poder determinar el resultado final del partido, y por consiguiente consagrar al campeón del año.
Quince días después de aquel domingo lleno de magia y emoción, se conoció la noticia en el pueblo.
El Tribunal de Disciplina había decidido dar por concluido el partido con marcador incierto, otorgando, a ambos Clubes, el título de Campeón de la temporada 1968.
Hubo, entonces, dos vueltas olímpicas, dos fiestas de campeones, y, fundamentalmente, hubo, a partir de aquella tarde y de la posterior decisión de la Liga, dos jugadores de fútbol, Romualdo Ramón ‘Cañoncito’ Barrenechea y Gervasio Amador ‘Tenazas’ Mercado, que dejaron su condición de ídolos de sus hinchadas, para ascender a la categoría de héroes incondicionales de toda la afición futbolera.
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Justicia penal (Ricardo A. Rodríguez - Argentina)
Tres semanas después, nuevamente en Sportivo Barracas, Boca consiguió vencer en el cuarto encuentro disputado el 27 de Abril de 1924 en cancha de Sportivo Barracas por 2 a 0, dos goles de Alfredo Garasini, y coronarse campeón pasados 390 minutos de juego a lo largo de 43 días.
La formación xenieze fue con: Tesorieri, Bidoglio y Mutis, Médici, Busso y Elli, Calomino, Cerrotti, Garasini, Pozzo y Pertini. El árbitro fue el señor D. R. Vallarino (Uruguayo).
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(BOBBY CHARLTON, ex jugador del Manchester United y la selección inglesa)
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(JORGE VALDANO, ex jugador y entrenador argentino)
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Mediocampo (Gilberto Gil - Brasil)
yo continuo aquí mismo
perfeccionando lo imperfecto.
Dando un tiempo, dando una forma,
despreciando la perfección,
que la perfección es una meta
defendida por el arquero
que juega en la selección.
Y yo no soy Pelé ni nada
si algo fuera, yo soy Tostao,
hacer un gol en ese partido
no es fácil, mi hermano.
El honor de ser 'pincha'
Estudiantes es único y brillante...
Cuenta mi padre, Emilio, a los 86 años, que un peluquero llamado Puricelli lo convirtió en ‘pincha’ en 1932, en la ciudad de Mercedes. Y que vio jugar a los famosos "Profesores". Pero para él no hubo otro wing como Juan Ramón Verón.
Recordamos con mi hermano Oscar aquel día en que gritamos agónicamente el gol de Pedro Prospitti en el viejo Fortín de Vélez, en 1963, cuando vimos por primera vez a Estudiantes. Fue el punto de partida.
Ser de Estudiantes siempre fue especial. Sobre todo para mí, que fui un hincha rebelde y que abandoné por un buen tiempo sus colores para luego volver, casi como arrepentido de haber cometido un pecado capital. Estudiantes tiene el significado de la comunión familiar para los Príncipi. Quizá para nosotros sea el lazo afectivo más importante después del sanguíneo. Las hazañas coperas ante Peñarol, Racing, Palmeiras y Nacional convirtieron a Estudiantes en héroe de tiempos modernos. Ajeno y distinto de cualquier otro campeón de América.
La hazaña mundialista en Manchester, por su grandeza emblemática y su apariencia de tercera guerra mundial, fue un acto exclusivo y colosal, sepultando la soberbia de los Charlton y de los ingleses que habían despreciado a nuestro país en aquel Mundial de 1966. Esa consagración pincha lo diferencia de cualquier otro club argentino, mayormente triunfador ante sonrisas, abanicos y llaves de autos gigantes en el pacífico Japón.
Fuimos y seremos especiales e incomprendidos. Tan incomprendidos que hasta nuestra vieja cancha de madera ha sido condenada al derrumbe por intereses políticos y no a extinguirse por muerte natural. Para defender su caída, casi como parte de la última misión del centenario, los Príncipi de Mercedes estaremos juntos, como cuando gritamos aquel gol de Prospitti, por primera vez...
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(JUAN CARLOS MURÚA, ex jugador argentino, revista “El Gráfico” Nº 2700, 6 de Julio de 1971, pág. 59)
(JOHN CARLIN, periodista británico)
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Señor Labruna (Rodolfo Braceli - Argentina)
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Como cualquier niño, e incluso en mi tiempo, nuestro único juguete fue una pelota y había potreros de tierra donde golpearla con el pie todo el día. Lo que falta hoy en día. Era fútbol, fútbol y fútbol. Tenía todas las condiciones para convertirme en "goleador”, ser un "9" y marcar goles. A la edad de diecisiete años llegué a Instituto de Córdoba, donde el fútbol ha cambiado mi vida. Tuve la oportunidad de marcar cuarenta y seis goles en dos años. En ese momento no había campeonato nacional, disputaba la Liga Cordobesa con otros muy buenos equipos como Talleres de Córdoba, Racing y Belgrano.
Y un club grande de la Argentina ha venido a buscarte...
Sí. Se decía en el país que había un "9", que marcaba muchos goles, lo que ha suscitado el interés de Boca Juniors. Al principio parecía que iba a firmar por Independiente o River Plate pero enseguida se coló Boca. Yo, en mi ciudad, Bell Ville, Córdoba, escuchaba las noticias en la radio... Por último, mi traslado se hizo cuando jugamos un amistoso contra Boca en Córdoba. Yo sólo jugué veinte minutos porque Blanco me ha enviado a un hospital. Todo el mundo pensó que me había roto todo, pero finalmente solo fue un golpe. Cuando volví a la cancha, el juego ya estaba terminado y mi presidente dijo: “Hugo, Boca acaba de comprarlo”. Pensé que era mentira, pero el gran Alfredo Di Stefano, quien era el entrenador de Boca, había ordenado a su presidente comprar el ‘9’ de Instituto.
En Boca ha sido un delantero halagado...
Sí, pero no era fácil para mí. He ganado mi lugar en los últimos días de 1969, cuando salimos campeones. Un día le dije al entrenador: "Oiga, maestro, me voy a ir a casa. Marco dos goles en cada entrenamiento y no juego. ¿Cuál es el problema? Y él respondió: “No simplemente pensé que no tenías las bolas (hombría) suficientes para pedírmelo”. Y de ahí, me puso en espera el domingo siguiente y nunca más salí del equipo. Hice 68 goles en 126 partidos, no está mal como promedio ¿no? (risas).
(HUGO CURIONI, temible goleador argentino de la década del '70, en una entrevista publicada en la página del periodista francés Nicolas Deltort, 19/09/09)
- Todos tenemos sueños
- Sí, pero los míos son sueños de fútbol.
(MARIO BENEDETTI [1920-2009], célebre escritor uruguayo, extracto de su libro "El césped")
(ARTURO ANDRÉS ITHURRALDE, árbitro de la final del Torneo Nacional de 1976 que Boca le ganó a River por 1 a 0 con el sorpresivo tiro libre de Rubén “Chapa” Suñé)
Te sigo (Los calzones rotos - Argentina)
Y agrega: "Alfredo Di Stéfano, el mismo día que lo saludé por su cumpleaños número 70, casi sin darse cuenta, me decía: ‘a los que siempre echan es a los técnicos, por eso juegan a no perder, para que no los despidan. Total, ellos no son patrimonio del club como los jugadores, que tienen un valor y que pueden ser transferidos. A los técnicos basta con echarlos’".
(FLORENTINO PÉREZ, Presidente del Real Madrid, en TV Caracol de Colombia)
(GENNARO GATTUSO, internacional italiano, comparando a su esposa con el ex defensor de Roma, Sampdoria y la selección de Italia -elegida como una de las mejores frases del 2009 en Europa-)
Fútbol y narcotráfico
El equipo de fútbol Atlético Nacional tenía como principal accionista al narcotraficante Hernán Botero Moreno, quien además era propietario de una cadena de hoteles. Su hermano Roberto fue condenado en los Estados Unidos por el lavado de 70 millones de dólares, y contra el propio Hernán, los norteamericanos libraron una orden de detención en 1981 por haber lavado 5 millones de dólares y ser propietario de un cargamento de 1.762 kilogramos de cocaína, incautado en Miami.
A pesar de haber interpuesto decenas de maniobras legales para evitar su extradición, fue entregado a las autoridades norteamericanas el 15 de Noviembre de 1984. Por este motivo, la división mayor del fútbol colombiano suspendió los partidos de la fecha en señal de protesta. El Nacional fue adquirido luego por Ignacio Aguirre, quien cargaba con una solicitud de extradición, librada por un tribunal peruano, por tráfico de cocaína.
El Club Deportivo Los Millonarios, de Bogotá, era controlado por el ya difunto Edmer Tamayo, vinculado a un cargamento de 2.000 kilos de cocaína, capturado en Septiembre de 1982 en La Florida. Tras su muerte en 1983, sus intereses fueron representados por los abogados Germán y Guillermo Gómez, quienes recibieron un pago de 15 millones de dólares por la venta del total de sus acciones en favor de Gonzalo Rodríguez Gacha.
En 1984 el arquero argentino Raúl Navarro, jugador comprado por el equipo colombiano, denunció públicamente que el fútbol se encontraba infiltrado por la mafia del narcotráfico. Como su pase estaba en manos de un socio de Rodríguez Gacha, lo pasaron a reserva y hasta el momento no ha podido volver a jugar.
El Club América de Cali es propiedad de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, sobre quienes pende una solicitud de extradición a los Estados Unidos por 15 cargos relacionados con el narcotráfico.
Uno de los casos más conocidos se identificó con el nombre de "La maleta de Fonseca", apellido de un valijero de los hermanos Orejuela, encargado de e ntregar 25.000 dólares a cada jugador del equipo si ganaban la final de la Copa Libertadores de América. Por otra parte, en el edificio “Los Conquistadores de Cali”, los Rodríguez le regalaron un departamento al jugador Roberto Cabañas por un gol que les dio el campeonato.
(fragmento tomado del libro “Colombia, cuentos cortos” del ex diputado argentino Eduardo Varela-Cid)
NOTA: En la imagen aparece Pablo Escobar Gavíria [1949-1993], célebre líder del Cartel de Medellín, y quien fuera el máximo capo de la mafia colombiana, portando la Copa Libertadores de América. Más información sobre este tema en este enlace.
Actuó en Venezuela, México, Colombia y España, como así también en Argentina, en imborrables pasos por River Plate y Racing de Avellaneda.
Cuando jugaba para River, se vio enfrentado con el ídolo de la hinchada, Norberto Alonso. En su biografía, "Un tipo auténtico", 'Pita' (apodo de su juventud) Carrasco, relata ese inconveniente profesional, cuando el Millo jugó ante Ferro.
Dice Carrasco: “Resulta que Alonso venía de ser suplente por mi gran momento y reapareció. Tenemos un tiro libre justo para mi perfil, pero cuando el juez pita, él remata. No aguanté, lo insulté, le dije de todo, `¿querés salvarte ahora y no levantás las patas?’. Él se quedó sorprendido. Terminó el partido, nos bañamos y quedó todo tranquilo. El martes en el entrenamiento, voy con mi casillero para cambiarme y veo que me estaba esperando. `Uruguayo, ¿puedo hablar con vos?’, y enseguida me dice ‘¡que sea la última vez que me hacés eso en una cancha!’. Dejé el casillero en el piso y le digo `¿Cómo?, repetime por favor’. ‘Sí, que sea la última vez que me insultás, ¿quién te crees que sos?’. Y lo paré: `A vos no te gusta que te insulte, a mi no me gusta que me saquen los tiros libres, así que vos tirá de tu lado y yo del mío’. Pero Alonso buscaba amedrentarme. `yo quería decir que si vuelvo a tener problemas vos, tengo amigos en la pesada de River que hacen lo que les digo’. Fue como si me llamara a mi juego, le respondí: ‘Está bien, me pueden patotear, me pueden dar una paliza, pero después vengo y te rompo todo’. Desde ese momento, cortamos el diálogo con el Beto”.
Años más tarde, en una entrevista, Carrasco admitió que Alonso era una buena persona, respaldado por Ángel Labruna, el técnico. “Ninguno de los dos hicimos cosas para odiarnos”, resaltó.
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(ROBBIE FOWLER, ex goleador del Liverpool F.C., hoy en el North Queensland Fury australiano)
(BRIAN CLOUGH [1935-2004], célebre entrenador inglés, refiriéndose a Sam Longston, Presidente del Derby County de comienzos de los ’70)
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“En un verdadero amuleto, en eso se convirtió Tuja. Con sus manos evitó goles, pero con su presencia generó una confianza que se veía confirmada al final de cada temporada cuando había que festejar con la vuelta olímpica”, comenzaba diciendo Etchandy.
“Defendiendo el arco de Central Español se coronó por partida doble. En 1983 logró el certamen de la B y al año siguiente repitió en el círculo de privilegio, siendo protagonista del único caso de la historia en la que un club que ascendió terminó ganando el título. Pero no quedó allí y en 1987, consiguió ser campeón uruguayo con Defensor. Más tarde lo logró con Racing en 1989 retornando a Primera e hizo lo propio con River Plate en 1991 y con Rampla Juniors en 1992. Cuando parecía que estaba cerca del retiro, en plena década del 90, sorpresivamente pasó a Peñarol e integró el plantel que se coronó como mejor en 1993 y 1994. En definitiva, ocho títulos conseguidos con varias instituciones en doce temporadas. En realidad, un verdadero récord que merece el más amplio reconocimiento. Además de arquero era el gran amuleto para esas conquistas” finaliza la anécdota Etchandy.
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De once pasos -Crónica deportiva para una vida fuera de las canchas- (César Cruz García - México)
Para José, ángel sin cielo pero con imaginación suficiente para crearlo.
"Este era un hombre entre muchos otros, pero se decía que tenia habilidades superiores a los demás. Siempre hay que demostrar en el campo de juego quien es el dueño del balón ¿quién es el dueño del balón?"
I - Época de contrataciones
La época de contrataciones, demostraba quien era el dueño del balón, cada equipo con sus nuevos jugadores prometía alcanzar el campeonato. Yo no me preocupaba, cada inicio de campaña mi lugar estaba seguro en el "América" el más querido o el más odiado pero del que más se hablaba ¡Yo fui campeón hace dos torneos cortos! La estrella, el goleador, nuestros seguidores le obsequiaban a sus hijos mi nombre ante el registro civil, nunca pensé en demandarlos ante derechos de autor pero... Esté torneo sería extraño algunos seleccionados nos iríamos antes de que este termine. Los nombres aparecieron uno a uno en la pantalla del hotel, no me gusta ver la cara de los compañeros, algunos tenían que dejar la capital y cambiare la escuela de los hijos, su casa, sus amigos, como gitanos en lo ancho y largo del país (algunos nombres y estaré en la playa). Acapulco puerto en el cual la mayoría estábamos en la espera de un poco de sol. La pantalla con nombres de los "peces gordos" ¡un momento ahí estaba yo! Nunca hay que leer nuestro nombre y pronunciarlo para ser escuchado por uno mismo. Adrián "Bazuca" Rodríguez, un sinfín de datos: logros, estadísticas, el equipo: Guadalajara, compra definitiva. Los ojos, el llanto (tal vez el calor), tengo que buscar a los representantes del "América". Siempre hay que demostrar en el campo de juego quien es el dueño del balón ¿quién es el dueño del balón?
II - Recorte de diario deportivo
Segunda final de fútbol mexicano. Juego de ida.
"El 0 a 0 jugo a favor nuestro"
¡Déjenme aprender a quererla! Estas fueron las palabras que dije al momento de venir a este equipo que me ha recibido con los brazos abiertos. He luchado con los seguidores para ser aceptado como una "Chiva" más, este equipo que tiene de adeptos un 50% más uno (yo) este 0 a 0 juega a nuestro favor siendo que para la vuelta somos locales, como goleador de esta campaña prometo anotar tres goles al "América", y si no que la porra me lo demande, gracias a Ricardo Lavolpe por dejar que yo y el portero de ellos (América) seamos los únicos que nos encontremos aun luchando por el campeonato, no se preocupen el domingo mismo salgo para Alemania, que se preparen porque seremos campeones del mundo.
Víctor Severiano, Récord.
III - Crónica de la gran final
El estadio repleto gracias a la adrenalina de una final esperada, el partido no desentonaba adornado con acciones de buen fútbol, 3 a 2 el marcador global que lucia poderosamente vivo ante la igualada de un marcador de 0 a 0 (en el partido de ida) que poco presagiaba, pero que ahora nos presentaba la emoción de ida y vuelta del equipo local "Chivas" que lucia casi finiquitado al faltar no más de 3 minutos, más lo que agregara él arbitro (no sé a perdido tiempo argumentaría el equipo visitante), descolgada del equipo local que nace del ímpetu del portero Fernando Areas que realiza un servicio largo (siempre buscando al compañero mejor colocado), el "Rocambole" Saucedo (el mejor pasador del campeonato en curso) sólo cabecea para colocar en inmejorable posición al "bazuca" Rodríguez que observa al portero como se acerca valiente directo al balón (quiere su tercer gol), pero por esos extraños momentos del "juego del hombre" que nos muestran que tan pequeña es la distancia entre el error y el acierto, él arbitro marca penal (se supone y sólo se supone que el "nazareno" debe expulsar al arquero, por su artero accionar), castigo desde "los once pasos", la tribuna salta demostrando la pasión que no les cabe en los asientos (celebran, lloran, se quitan la camiseta, pero nunca se ruborizan ante la atrayente figura de una espectadora completamente desnuda), el "bazuca" Rodríguez aun mareado pide el balón, desde la banca el viejo entrenador Garza grita al mismo tiempo que levanta un rápido inventario del tiempo faltante (basta recordar que hasta el último minuto tiene 60 segundos): Dénsela al muchacho (se dice que el técnico es un segundo padre para cada jugador dentro de un club); él arbitro dialoga con los dos únicos actores de este prometedor castigo, portero y tirador (los nervios insensatos brincotean entre los dos que se observan como si fuera la primera vez que lo hicieran), se miran a los ojos sin hablar ya que las palabras estarán seguramente aun lado del recoge balones o de la crónica en los diarios del día siguiente (el periodista y el narrador extrañamente siempre saben lo que dicen entre dientes los actores del encuentro), el "bazuca" se prepara recordando toda esa experiencia adquirida gracias a las dos horas que practica los penales después de cada entrenamiento, no toma mucho impulso y aun así el balón sale con una fuerza tremenda atestiguando a favor del apodo del tirador, siente miedo el portero (y es natural), entre cierra los ojos, tal vez se adelanta un pequeño paso para amortiguar el impacto (es comprensible ya que los expertos opinan que casi siempre un penalti bien cobrado es gol); Quizás fue suerte o la juventud experimentada del portero pero sus guantes nos indican que esta vez el balón no entraría, el "bazuca" cae herido por su propio error (es testigo presencial el pasto, que recibe un puñetazo colérico), él arbitro silba para indicar que todos los honores pertenecen al campeón "América" y el olvido se queda con el sub campeón "Chivas".
IV - El ídolo pierde algo más que el juego
¿Cuánto lleva así?, creo que desde el silbatazo final, se desvaneció en pleno campo de juego y golpeo a todo aquel que se acercaba repitiendo: "Esa pelota estaba dentro". Bien señorita enfermera manténgalo bajo vigilancia medica y dígale al Dr. Robles que le administre estas ampolletas y sobretodo que descanse: ya que hay que descartar un cuadro de estrés, si Doctor ¿usted cree que se recupere, digamos para el Mundial? Confiemos en su juventud y en llegar al punto en el cual él mismo sea capaz de ayudarse. En un cuarto con paredes acolchonadas donde viven los sueños apresados entre realidad y locura, el "bazuca" Rodríguez mira hacia algún punto, tal vez tratando de encontrar una respuesta. La afición olvida los viejos fracasos cuando los nuevos logros colman la cancha, pero los ídolos pueden quedarse atrapados a una distancia de once pasos.
(MIGUEL ÁNGEL RUSSO, ex jugador y entrenador argentino)
(CHRISTIAN BROMBERGER, antropólogo francés)
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Hugo Sotil (Nicomedes Santa Cruz - Perú)
Villanueva y 'Tito' Drago
cabe otro maestro y mago
Hugo Sotil nuestro cholo.
No chuta como Lolo
ni en mitra es un Valeriano
no quiebra cual Montellanos
ni es un Adelfo Chontril,
Sotil es como Sotil
grande en el futbol peruano.
Es la perfección del toque
que domina a su merced
y en jugadas de pared
exacto en piques y embroque.
Su dribleo es el disloque
su servicio es magistral
y si en el Municipal
bien vale por medio equipo,
es peruano prototipo
dentro del fútbol mundial.
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El gol más rápido en Primera División del fútbol argentino
Aquella tarde le tocó iniciar el juego a un delantero corpulento, que había llegado desde River luego de un inicio muy prometedor en el ascenso defendiendo los colores de Flandria, el equipo ‘canario’ de Jáuregui.
Carlos Dantón Seppaquercia (foto) había mirado de reojo el arco rival que defendía un arquero que estaba hacía poquito en el arco de Huracán. Era Jesús Osvaldo Borzi, quien tras un paso fugaz por Ferro en 1971 se fue a probar suerte a Australia y regresó en el 78 para jugar en el club de Parque Patricios.
La mirada rápida le permitió verlo adelantado haciendo sobre el área chica dos marcas sobre la raya de cal. Entonces, Seppaquercia no dudó y le pidió la devolución a Tutino y se animó a patear desde la mitad de la cancha.
Ese "globo" tardó apenas una ráfaga en traspasar la humanidad del sorprendido Borzi y también superó la línea para transformarse en gol de Gimnasia -el partido fue flojo y terminó 1-1; Carlos Babington empató de penal en el segundo tiempo- y quedó registrado como el gol más rápido del fútbol argentino en el profesionalismo.
Hubo antes y después de ese gol, miles de goles que compitieron con la rapidez de aquel grito. Luis Torres, de Acassuso, alcanzó a superarlo por un segundo cuando le hizo un gol a Juventud Unida, pero no fue en Primera División sino en Primera 'D', en Octubre de 1996.
Carlos Seppaquercia, que solo jugó 33 partidos en River y en Gimnasia y marcó 8 goles, entró en la historia con esa avivada: ese remate que tantos se perdieron de ver porque recién estaban sacando su entrada en la cancha del Bosque.
(MARCELO BIELSA, entrenador de la Selección de Chile)
(ROBERTO PERFUMO, ex futbolista, entrenador y Psicólogo Social argentino)
Historia de un 'cuervo' (Daniel Delfino “Maracho” - Argentina)
-Acá no digas que soy de San Lorenzo porque los de Huracán me achuran -le dije temiendo sus típicas humoradas. Painito es un Joker, un payaso, pero el ambiente de fútbol no entiende mucho de bromas. Y ni terminé de decírselo, que empezó con su show.
-Maaaaraaaaachooo es de Saaaannn Loren..... - y señaló mi cabeza con el dedo.
En el bar había más o menos diez personas, la mayoría tipos grandes, que al escuchar el cantito de Painito, comenzaron a mirarse entre sí, con ojos cómplices, informándose la presencia del cuerpo extraño, que lamentablemente, era yo. En voz baja le supliqué.
-No seas pelotudo, loco.
-No pasa nada, son toda gente buena -dijo en voz alta para que lo escuchen.
Un viejo que estaba apoyado en la barra abrió el fuego, el café se detuvo en mi garganta y retornó a mi boca.
-Che, por qué no vas a acomodar los changuitos al supermercado.
Yo lo miré a Painito con odio.
-Viste boludo, acá se arma el quilombo.
-No pasa nada, quedate tranquilo.
Un pelado desde una mesa me decía no sé qué. Yo no los miraba y observaba nervioso hacia afuera por la ventana. Painito hablaba con todos y todos juntos iniciaron un cantito: "San Lorenzo, no se diga, van a jugar un campeonato con Jumbo y Casa Tía".
Painito conducía la orquesta ampulosamente con los brazos y yo los miraba a todos presintiendo la catástrofe.
Como era de esperar, la jocosidad del cantito pasó a migas voladoras teledirigidas hacia mi cabeza. De repente uno con una remera verde se paró y con voz cruda dijo:
-Loco ¿qué tiene que hacer un cuervo acá? En este lugar no queremos pajarracos.
El clima se espesaba y Painito comenzó a defenderme tratando de calmar los ánimos. Pero la moción del de remera verde cosechaba nuevos adeptos a cada segundo.
-Loco paren, es mi amigo -Painito buscaba remendar el desastre que había desatado de puro fresco.
-Qué paren ni ocho cuartos. ¿Sabés cómo nos habrá puteado éste en la cancha? Que se vaya a acomodar changuitos con todos los cuervos piojosos a la Avenida La Plata.
No aguanté más y me levanté. Al verme de pie, todos enmudecieron como leones expectantes, saboreando a cuenta al cristiano próximo a devorar...