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Sin duda, el jugador español más emblemático de la actualidad en el fútbol de España es el delantero del Real Madrid, Raúl González Blanco; o simplemente, Raúl...
Nacido en el barrio madrileño de Villaverde el 27 de Junio de 1977, se inició en el fútbol en las divisiones infantiles del Atlético de Madrid. Sin embargo, los del club presidido por entonces por el controvertido Jesús Gil y Gil, lo dejaron libre al verle escasas condiciones.
Rápidamente, Raúl fue fichado en uno de los equipos alternativos del Real Madrid, donde convirtió 65 goles por temporada. En el Real Madrid 'C', conquistó 13 goles en 7 partidos.
Lo vio el argentino Jorge Valdano, que era el técnico de la Primera División, y lo hizo debutar en la categoría máxima el 29 de Octubre de 1994, frente al Zaragoza, cuando apenas tenía 17 años de edad.
La historia posterior confirma que Raúl mostraría una categoría excepcional. En agradecimiento y recuerdo al que le dio su gran oportunidad en el fútbol mayor, Raúl le puso el nombre de Jorge (por Valdano) al mayor de sus cuatro hijos.
Los del Atlético de Madrid aún discuten quien fue el culpable, o "visionario" de la ida de Raúl de la entidad "colchonera".

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El Sevilla a partir de hoy se convierte en invencible, porque el espíritu de Antonio Puerta jugará siempre con nosotros. Eso hace que mi recomendación al rival sea que impugne los partidos, porque a partir de ahora jugamos con doce.

(JOSÉ MARÍA DEL NIDO, Presidente del Sevilla F.C., tras la muerte del jugador Antonio Puerta, ocurrida el 28 de Agosto de 2007)

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Es más difícil dejar de amar a un club que a una mujer.

(MÁRIO FILHO [1908-1966], periodista brasileño, fundador del “Journal dos Sports”)

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El balón de Pitágoras: armonía y esfera


Leonte: ¿Y tú quién eres?

Pitágoras: Un filósofo.

Dice Johan Cruyff que los jugadores han perdido cualidades técnicas desde que los niños ya no juegan al fútbol en las calles. Nosotros, de quienes no se puede decir precisamente que exhibamos una técnica brasileña con el balón en los pies, disfrutamos de aquel tiempo en el que en cualquier descampado improvisábamos un estadio sin ser molestados por el continuo pasar de los coches: que no desarrolláramos un excelente control del esférico se debió más a nuestra torpeza que a un error en la teoría de Cruyff.

Pero a lo que estamos, que este capítulo va de armonías y pelotas. Pelotas de fútbol, entiéndanos. Si por un lance del juego ocurría que alguno de nosotros, con ocho, diez, doce años, da igual, rematábamos de cabeza, el dolor de coco quedaba garantizado durante el resto del partido; y le aseguramos que aquellos encuentros solían durar hasta que la falta de luz nos obligaba a dejarlo. Qué balones de fútbol, qué duros, duros como ellos solos. Una vez nos dieron un balonazo en el dedo de una mano y hasta hace nada hemos estado mudando la uña, créanos. Veíamos lo que hacía Santillana de cabeza e intuíamos que la madurez significaba rematar de esa forma sin que la frente se te diera de baja.

Las cosas han cambiado, que dirá Heráclito en otro capítulo.

Pasamos de aquél a un balón que botaba más pero pesaba menos, que hacía menos daño. Ya era tarde para aprender a rematar de cabeza, estábamos mayores, pero sentimos que aquellos nuevos balones no estaban hechos para héroes, como los esféricos de nuestra niñez. ¿Qué había ocurrido para que esos utensilios sin los cuales el fútbol no es posible se hubieran transformado de esa manera?

Simplemente, que el balón se había reencarnado, responde Pitágoras.

¿Cómo? ¿Quién es ése? ¿Pitágoras? ¿Qué pinta él en todo esto?

Ya le decimos: no hay fútbol sin balón, pero tampoco filosofía sin Pitágoras. Él nos lo va a hacer entender todo, y sin tantos dolores de cabeza como provocaban aquellas piedras que osábamos rematar con ocho, diez, doce años, da igual.

De modo que el balón es algo imprescindible, esférico y que cambia cada cierto tiempo, cada cierta generación. Últimamente, por refrescar, hemos visto rodar el Roteiro, el balón del Europeo de 2004 y, en la Liga española, un balón amarillo de cuyo nombre no queremos ni acordarnos y que, con total certeza, ha sido lo más feo que se ha visto en un terreno de juego, lo cual es mucho decir: ¿recuerda a Reizieger, el holandés del Barça, o a Prosinecki, el ínclito yugoslavo que fumaba puros en la banda del Bernabéu?

Pitágoras no dejó nada escrito: tampoco los balones, que como mucho dejan una señal en el rostro del que se topa con él sí ha sido Ronald Koeman quien ha botado la falta.

Acerca de Pitágoras se han escrito muchas cosas y se han comprobado muy pocas, pero comencemos recordando que él fue el primero que empleó el término filósofo (“amante de Sofía, de la sabiduría”), cuando el tirano Leonte le preguntó: “¿Y tú quién eres?”. No le haga esta pregunta a la pelota, a la vieja, que le llama Di Stéfano, a la joya de la corona, sino escuche, porque el tal Pitágoras fue precisamente hijo de un joyero, en la isla de Samos, cerca de Mileto. Nació en el 570 a. C. y cuentan que su padre le financió los mejores estudios que se le podía dar en aquel tiempo a un hijo, pero lejos de él. Ya debía de intuir el joyero la joya de muchacho que estaba criando, y lo mandó con viento fresco a Egipto, que es como si hoy mandas al chico a Londres, a los Estados Unidos, a Pekín, para quitártelo del medio un tiempo y a ver si espabila. Pitágoras espabiló, pasando de Heliópolis a Menfis, de Menfis a Tebas, y después continuó su formación en manos de los caldeos, los fenicios, los Magos de Asia Menor, los persas...

Cuando acaba sus estudios, cercano a la cuarentena (para que luego digan que ahora la gente tarda en independizarse), nuestro hombre regresa a Samos, donde se encuentra con un estilo de vida que le parece depravado. El tirano Polícrates había desarrollado una desaforada pasión por Baco, ya sabe, el dios de las orgías, del vino, y al grito de “¡Evohé!” (expresión proferida en los rituales báquicos) cada noche convencía un poco más a Pitágoras de que debía pedir el traspaso a otro equipo.

Lo hizo, y recaló en la ciudad de Crotona, donde lo contrataron para que impartiera clase. Menuda cosa le ofrecieron al bueno de Pi, que en poco tiempo se había organizado un grupito de jóvenes acólitos del que surgió, más que una mera escuela filosófica, una secta elitista donde el conocimiento traspasado por el Maestro se guardaba con el mayor de los celos. Este secretismo concuerda con lo misterioso de los vestuarios, donde se pretende que nada trascienda al exterior.

Pitágoras fundamenta sus enseñanzas en dos conceptos: la metempsicosis y el número. Tranquilo, porque sólo nos hallamos ante una palabrota de académicos, “metempsicosis”, que no esconde más que un concepto sencillo: alude a la reencarnación de las almas.

Comencemos por esto.

A saber, conocemos los siguientes balones de fútbol: los de trapo, anudados con cordeles y propios de épocas de penuria o de una infancia fecunda en imaginación; los de plástico, lisos, que no pesan, y tras los cuales los más tiernos infantes aprenden a corretear; los balones de las postales y las fotos amarillentas, que eran unos esféricos de tono ocre, con visibles costuras y en pos de los cuales se estiraban los guardametas que lucían aquellas gorras enormes y como de paseo de domingo en la plaza del pueblo; los balones compuestos por hexágonos y pentágonos, durísimos, que ya hemos dicho que intentábamos rematar en nuestra niñez; los mismos, pero sabrá Dios de qué otro material y hechura, que ya no pesaban tanto y con los cuales uno podía dar mejor la rosca; el ya citado Roteiro, que fue muy criticado, entre otros por el griego Tsartas, a la postre campeón del Europeo, porque experimentaba un extraño efecto en los metros finales de un lanzamiento largo o tras el bote; y no volveremos a citar los esféricos amarillos de la Liga 2004/2005 (y eso que aún recordamos a Reizieger y su boquita de piñón...). Seguro que a usted se le ocurren más modos, más formas de balón de fútbol... más reencarnaciones.

Pitágoras diría que todas estas manifestaciones de un balón se deben a esto que hemos llamado metempsicosis: la reencarnación del alma del balón, que además no recuerda sus vidas pasadas. O sea, que siempre es el mismo objeto, idéntica alma en distintos cuerpos, en distintas envolturas. Pitágoras sostenía que ya había vivido cuatro veces antes, y que lo volvería a hacer eternamente: habló de haber sido pescador, luchador en la guerra de Troya, hijo de un dios... incluso después de su muerte algunos pitagóricos afirmaron que el Maestro se había reencarnado en varios señores más, y hasta en una señora dedicada a hacer la vida más agradable a los señores a cambio de una cantidad determinada de dinero.

Además, habría que contar con las reencarnaciones en las que Pitágoras se transformó en animal, planta u objeto. Y atención, porque aquí se introduce un concepto que a la civilización occidental le suena debido a algunas enseñanzas posteriores al pitagorismo: los cambios de su cuerpo, de la envoltura de su alma, dependen de cómo se haya portado, lector, así que ojo. O sea, que si usted ha sido un balón estupendo, que ha protagonizado magníficos y espectaculares partidos, la próxima vez que su alma rellene de aire otro esférico será un balón de reglamento de primera categoría; si en cambio lo ha hecho de pena y con usted no le han metido un gol ni al arco iris, no descarte que en su próxima vida se convierta en esa pelotita amarilla tan fea de la Liga española... que no, que no nos queremos ni acordar de su nombre.

Debido a esta creencia, los pitagóricos no comían el corazón de ningún animal, no fuera que se estuvieran jalando el de un ilustre antepasado. No era la única manía incluida en su ideario: no comían habas, no partían el pan, no podían dejar huella de su cuerpo al levantarse de la cama… un portento de muchachos, en definitiva. Si los pilla Camacho, en un mes les quita todas esas curiosas costumbres, ya sabe.

Y hemos hablado del número. Para los filósofos griegos, la cuestión de la materia resultaba de una importancia absoluta: ¿de qué estaba hecho el universo?, ¿cuál era la sustancia que todo lo formaba?

Para Tales de Mileto, por ejemplo, esta sustancia esencial, o arké, era el agua, que sólida, líquida o gaseosa era capaz de dar forma a todo lo que conocemos, desde una piedra a los propios seres humanos. Anaxímenes, en cambio, se inclinaba por la opción del aire. Heráclito, ya lo veremos, por el fuego.

Cada filósofo tenía un elemento esencial. Y Pitágoras cree que el arké lo constituye el número: el universo material está compuesto de números. Para él, el Uno es un punto; el Dos, una línea recta; el Tres, un plano; el Cuatro, un cuerpo sólido… Si bien nosotros creemos que los balones de fútbol están formados por cuero, por aire, por costuras… para Pitágoras están hechos de cuatros, de seises, de treintas…

Pero no sólo eso, sino que los números, para el señor Pi, cuentan con una importancia propia, se hallan sometidos a una jerarquía que indica cuál de ellos es más noble, el “mejor número”, del mismo modo que los jugadores de fútbol se pelean por lucir el 1 de portero a la espalda, el mítico 10, el avispado 7, el talento del 8, el 14 de Cruyff, el 23 de Beckham… El 1, 2, 3 y 4 eran los más importantes para los pitagóricos, y con ellos dibujaban la figura llamada tetractis, es decir, el número 10, el número divino:



Y opinaban que la ordenación correcta de los números es la armonía, que identifican con todo lo bueno. Así, la salud es la armonía entre el calor y el frío de los cuerpos vivos, la justicia social es la armonía entre lo que se trabaja y lo que se percibe como salario…

La armonía del universo se esconde tras el secreto de los números.

¿Qué figura más armónica, pensamos por tanto, que la esfera, sin un solo vértice y con todos a la vez, delimitada pero infinita, sin esquinas pero con un centro equidistante a todos los puntos de la superficie?

El cuerpo más armónico es la esfera, entonces, y para nosotros queda reencarnada precisamente en el balón de fútbol, aunque sea ese que rematábamos a finales de los setenta y principios de los ochenta y que nos provocó tal conmoción cerebral que quién sabe si no fue ahí cuando en nuestras pobres cabezas empezamos a gestar la idea de hablar de filosofía y fútbol.

Quédese con la idea de que Pitágoras, amigo del secretismo, de la idea de la reencarnación de las almas y del número, es el primero que habla de ser “filósofo”. El resto de griegos, para bien o para mal, no dejarán de referirse a él y a sus enseñanzas. Vamos, que Pitágoras fue el que se trajo el balón para que empezáramos el partido.

Y ya que tenemos balón, pasemos, sin más, a jugar.

(fragmento tomado del libro "Futbolia - Filosofía para la hinchada" de José Machado y Manuel Valera)

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Uno de los grandes árbitros que dio el fútbol argentino es Roberto Goicoechea, quien dirigió, entre 1959 y 1975, un total de 374 partidos de Primera División, y fue el representante argentino en el Mundial de Inglaterra de 1966.
Entre sus recuerdos del arbitraje, decía que en Brasil, se hizo amigo de un colega, Duicidio Vanderlei Boschilia (en la imagen, observando a Pelé), con quien dialogaba mucho acerca de temas de la profesión, en especial de cuando era el momento de sacar la tarjeta amarilla y de cuando comenzar con la roja.
"Un domingo, a Vanderlei le tocó arbitrar en San Pablo -rememoraba Goicoechea- era un partido muy duro. Amonestó a uno, a dos, a tres, a cuatro, a cinco. Hasta que se cansó. Entonces, se acercó al medio de la cancha y les dijo a los capitanes: '¿Ven? Esta es la tarjeta amarilla. No la uso más'. Y ahí nomás, la rompió. No lo podían creer".
En lo personal, Goicoechea contaba que en los años '60 le tocó dirigir Ferro-Estudiantes de La Plata. En Ferro jugaba el temperamental "Chamaco" Rodríguez, y en Estudiantes el inefable Carlos Bilardo: "Apenas se inició el encuentro, Bilardo lo planchó a Rodríguez. El de Ferro lo miró como para matarlo. Al rato, nuevamente Bilardo le dio duro, pero el "Chamaco" no reaccionó. Hasta que vino un córner. Cayeron los dos y Bilardo quedó abajo. Rodríguez sacó una derecha que le dio justo en el ojo a Bilardo, el que inmediatamente se le inflamó. Los eché a los dos. Ahí fue cuando Rodríguez se me acercó y me dijo: 'Está bien, me voy, pero contento. ¿Usted vio cómo le quedó el ojo? ¡Ese no me carga más!"'

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El trofeo fue a Alemania, la gloria a Holanda.

(titular del diario italiano "Corriere dello Sport" al otro día de la Final del Mundial de 1974)

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Es maravilloso y especial jugar en un fútbol tan competitivo como el brasileño, que tiene jugadores de excelente nivel, como Adriano. Lo mejor es jugar con y contra los mejores. Adriano es uno de los mejores atacantes del mundo. Voy a disfrutar mucho de este enfrentamiento en Río de Janeiro.
Cuando alguien elige un equipo para jugar al fútbol, no piensa apenas en la propuesta económica. Para mí, es importante pensar también en otras cosas, como, por ejemplo, el nivel de fútbol que se va a jugar, el nivel competitivo que el equipo puede tener y, claro, enfrentar grandes equipos.

(SEBASTIÁN ABREU, delantero uruguayo, flamante incorporación del club Botafogo de Futebol e Regatas de Rio de Janeiro)

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Fútgol (Germán Herrán Urrutia - España)


Se reúnen en los bares periféricos al estadio en el que juega el equipo de su alma alrededor de una bota (de vino). Sus grandes barrigas les delatan. Es como si llevaran el balón escondido bajo la camiseta. Beben tanta cerveza que podrían posar sus bebidas encima de su propia barriga. Algunos incluso necesitan una carretilla para transportar sus salientes carnes. Ésta es la conversación que mantuve un día con uno de estos grupos al final del partido en el que su equipo había perdido...

-Si ya lo decía yo. Si los jugadores corriesen la banda igual que corren con el último modelo BMW, las cosas no serían igual. Cuando van al volante bien ponen cara de velocidad... Si es que no puede ser. La buena vida al final pasa factura.

-Y encima se cambian las camisetas... Seguro que están pensando: "hoy me llevo la camiseta de este vago...".

-Lo que no tiene nombre es lo del árbitro. Mira que no ver el penalti. Ya sé que su madre no tiene ninguna culpa, pero esta mujer podía haber tenido un hijo torero. Si es que todo nos viene a nosotros. Lo mismo que la jugada del fuera de juego. ¿Dónde se encontraban los linieres? Yo para mí que estaban comiendo el bocadillo. Por cierto, para bocadillo el que hemos preparado hoy... Ha sido uno de los mejores descansos que yo recuerdo.

-Lo que sí que tienen es una afición muy mediocre. Donde esté la nuestra. A las duras y a las maduras. Ahí estamos siempre. Llueva o haga sol. Nunca fallamos..

-¿Y el Mister? ¿Pero cómo es posible que faltando cuatro minutos haya hecho ese cambio?

No tiene sentido. El próximo día bajo yo y hago los cambios... La millonada que está cobrando el muy hijo puta y luego va y nos deja en canicas... Si ya lo decía yo... Por la mitad lo hago yo mejor.

-Hasta al comentarista se le notaba que era del equipo visitante. El otro día le vi charlando con uno de ellos...

-Por cierto, ¿te has fijado que habían mojado el campo? Cómo se nota que les gusta jugar a la contra. Un poco de agua y a correr... Si es que se las saben todas...

-Desplázate ochocientos kilómetros para que te roben la cartera en tus propias narices... Si es que no hay derecho. Pásame la bota...

-Este año la directiva lo está haciendo fatal. Todavía no han hecho una inversión con beneficios. Si es que parece que están atontaos..., con lo fácil que es..., comprar al bueno y vender al tuerce botas..., si es que está chupao..., deben haber contratado a un cazatalentos miope. No le encuentro otra explicación.

-Cada día me gusta menos el fútbol.

-Sí. Este deporte ya no es lo que era.

-Es cierto. Ya no es lo que era.

-Por cierto, ¿tuviste un hijo, no?

-Sí. A ver si tengo suerte y me sale futbolista...

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Teófilo Cubillas Arizaga ya tiene 60 años y es un legendario ex futbolista peruano, al punto que la FIFA lo incluyó entre los cien mejores jugadores de la historia, al lado de Pelé, de Johan Cruyff y del argentino Diego Armando Maradona. Cubillas jugó en Alianza Lima, Portugal (FC Porto), Suiza (Basel o Basilea) y Estados Unidos (Strikers y South Florida Sun), además en tres Mundiales de fútbol (México 1970, Argentina 1978 y España 1982).
El 'Nene', como le dicen, tiene tres hijos, dos hombres y una mujer (Cynthia). Los dos varones, Christian César y Juan Teófilo Cubillas Collazos (en la imagen junto a su padre) llegaron a ser futbolistas, pero sin mayor resonancia. Le dieron prioridad a sus carreras profesionales. Christian (Porto, 1975), el más conocido, estuvo en Alianza Lima (1999) y Juan Aurich (2000) y luego se retiró del fútbol profesional; hoy es sólo aficionado.
Juan Teófilo (Lima, 1977), 'Coco', estuvo en el desaparecido Miami Fusion, de la Major League Soccer (MLS), y jugaba hasta hace poco en la Liga Centroamericana de Broward, en Miami, por Max Soccer USA, donde fue compañero del ex internacional liberiano George Weah. Hoy trabaja en una empresa dedicada al fútbol en EE.UU.

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El secreto del éxito de un director técnico no consiste en adoptar o crear tácticas, sino en resolver un rompecabezas que consta de once piezas. Su fracaso se debe, a veces, a que el director técnico no es un pedagogo y no sabe explicar qué es lo que quiere.

(ADOLFO PEDERNERA [1918-1995], recordado jugador y entrenador argentino)

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Se merece ser campeón Juan Sebastián Verón. El mejor jugador del fútbol argentino. El más determinante, el más influyente y el más inteligente de todos. Verón es un auténtico líder positivo. Sus compañeros lo respetan por su juego de adentro y por sus comportamientos de afuera. En todos influye y a todos los eleva. A los útiles los hace valiosos y los buenos los hace mejores. Es un director de orquesta, pero su satisfacción sólo se verá si todos los instrumentos respetan la partitura. A la hora de volver al fútbol local siempre soñó con este momento. Tenerlo en nuestras canchas es un lujo y el título continental es, por si todavía hacía falta, su reivindicación absoluta. El Olimpo ya le tiene reservado un sitial de privilegio.

(ROMÁN IUCHT, periodista deportivo argentino, en su columna de "Cancha llena", 17 de Julio de 2009)

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A conquistar tu ideal (Javier Elizalde Blasco - España)


Qué pocos supieron verte
con la paz que da el domingo,
deleitándose en tu risa,
en tus gestos y en tu ritmo.

La impaciencia desbordaba
como un río de aguas bravas
al que añoraba un Mesías
desde épocas lejanas.

El contagio o la venganza
con desatada pasión
hervía en quien se empeñaba
mostrar su equivocación.

Te bautizaron “el Niño”
pero qué pocos veían
la comprensión y el cariño
que todos niños ansían.

Ellos están enzarzados
por ver quién tiene razón,
no tiene que ver contigo
su tozuda obstinación.

El fútbol no se ha inventado
para callar otras bocas,
sembrar asombro o elogios,
navegar en barcas rotas.

El fútbol, como la vida,
fluye por un ideal,
tan fuerte como una roca
tan profundo como el mar.

No quiero verte en portadas,
que digan que es tu Mundial,
lo que quiero que te lleve
a conquistar tu ideal.

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Normalmente para concurrir a los entrenamientos uno se pone de acuerdo con otro compañero, decidiendo el turno de la semana y el auto a utilizar. La elección se produce debido a la proximidad domiciliaria y a la afinidad que los pueda unir.
Me acuerdo perfectamente como fue aquel día, el "Puma" Carlos Morete me pasó a buscar con su coupé Renault "Fuego", roja, por mi departamento en Belgrano, al subir al auto el "Puma" me advirtió que me contaría un secreto, pero con una condición, que no se lo contara a nadie del plantel y menos al "Negro" Juan José López (en la imagen), porque el Negro no paraba de cargarlo.
Lógicamente le dije que me contara, por ese entonces después de un rato de estar en el auto, yo sentía un olor muy desagradable dentro del habitáculo. En medio de esa situación el "Puma" empezó el relato: "Pepe, gracias a mi abuela voy a volver a tener pelo y por consiguiente no se caerá más", acercándome la cabeza a mi nariz me pidió que oliera y que le dijese que sentía, lógicamente oculté, a fuerza de un gran esfuerzo, el hedor asqueroso que se instaló en mis fosas nasales respondiéndole que no sentía absolutamente nada, sí le pregunte el porqué de su actitud, contestándome que su abuela le había mandado un preparado a base de perejíl, ajo y otras yerbas, para que se lo frotara por su cabeza antes de dormir y no se la lavara por tres días, oculté mi risa y nos dirigimos rumbo al entrenamiento.
Apenas llegué, sin perder tiempo me fui al sector donde el "Negro" J.J. se cambiaba y le conté lo sucedido en el viaje con el Puma, pidiéndole por favor que le huela la cabeza, el Negro que lo volvía loco esperó al límite del horario para comenzar con el entrenamiento para que la concurrencia fuese mayor. Acercándose al "Puma" empezó a gritarle que tenía un olor nauseabundo en su cuero cabelludo e incitando a todos los compañeros a alejarse de su lado. El "Puma" me quería comer y no tuvo más remedio que contarles lo que había sucedido, lo que el "Puma" no tuvo en cuenta que el famoso preparado de su abuela había fermentado e impregnado de tal forma que se tuvo que lavar la cabeza con Espadol.

(anécdota extraída de la página web de José "Pepe" Castro)

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Discreción es mi nombre y cautela mi apellido.

(UBALDO MATILDO FILLOL, ex arquero de River y la Selección Argentina, haciendo gala de su prudencia)

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Cafú tiene la edad de mi papá y sigue corriendo.

(DIEGO MARADONA, el 25 de Mayo de 2005 comentando en la cadena ESPN la legendaria final de la Champions League, entre Liverpool-Milan, cuando el brasileño se mandó una corrida de 50 metros y llegó a una pelota casi imposible)

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Fútbol y trenes (Daniel Console - Argentina)


Agosto de 1995. Por dos lógicas razones, casi siempre relacioné al fútbol con el ferrocarril, aunque una de ellas es más bien personal, vinculado por la misma afición a los dos; la otra es que concretamente el fútbol nació al lado del ferrocarril: muchos clubes llevan el nombre, o las siglas, F.C. antepuesta a un nombre sentimental o local, muchas canchas se encuentran al costado de una estación, o cerquita. Muchas.

¿Cuándo se me ocurrió vivenciar esta interrelación fútbol y trenes...? Una fría y destemplada tarde, acurrucado solitariamente en una espaciosa cabina, la primera contando desde a izquierda en cancha de Independiente de Avellaneda, cuando el estridente silbato de una locomotora, con su continuo pasar, herían la callada atmósfera previa al partido definitorio por el ascenso a Primera “C”, entre Victoriano Arenas y General Lamadrid.

Como de películas famosas, guardo en mi memoria, rápidas y efímeras imágenes de escenas vividas relacionando al tren con el fútbol... un amanecer de pueblo visto desde la ventanilla de un vagón dormitorio del ya retirado “El Luciérnaga”, que cubría el trayecto entre Retiro y Córdoba, al pasar por la localidad de Oncativo, próxima a la ciudad capital, pude divisar una canchita sin tribunas, pero seguramente convocante de todo el pueblo en un partido clásico entre clubes lugareños.

Una fría tarde de invierno, cuando una llovizna pertinaz desdibujaba el contorno de una formación del ex Ferrocarril Belgrano, que salía desde la estación Buenos Aires hacia un imaginativo tenebroso Oeste del Cran Buenos Aires... locomotora y vagones de madera con ventanillas sin vidrios o rotos, con el agua castigando impiadosamente a oscuros pasajeros.

Una visión imborrable como premio de ir a ver un partido entre Liniers y Barracas Central en Olavarria y Luna. Y similar vista, coincidentemente, otra tarde destemplada al ir a presenciar el espectacular Luján del ‘91 en la cancha de Lugano.., la misma formación, las mismas caras resignadas de los pasajeros, la misma pobreza de horizontes, tal vez, o desde el mirador que es el palco de prensa del Deportivo Morón, cuando en cualquier partido, resulta hasta risueño ver como los trenes aminoran la marcha y los viajeros estiran sus cuellos para ver un pantallazo fugaz, y ocurre que a veces los maquinistas se asocian a la fiesta haciendo sonar el silbato.

Y tantas visiones de trenes en Independiente, Platense, F. C. Midland, F. C. Oeste, Atlanta, E. C. Urquiza, Juventud Unida al lado de la estación Muñiz, las tradicionales vías de cualquier curva muerta en cercanías de “La Bombonera”... Ni que hablar de Talleres de Remedios de Escalada, donde en sus inmediaciones existía el mayor reservorio de las viejas y añoradas locomotoras a vapor, al igual que en la estación Holt, en la provincia de Entre Ríos, donde seguramente Germán Sopeña, autor del libro “La libertad es un tren”, y Paul Theroux, mi autor preferido, hacedor entre otros títulos de “Pasajeros en los trenes de América”, “Pasajeros en los trenes del mundo” y “El gallo de hierro”, decía, en esos lugares respirarían con mayor pureza sus aficiones.

Y precisamente Theroux, a quien debo la inspiración de haber escrito mi libro “Memorias de fútbol”, este escritor norteamericano afincado en Inglaterra, supo y pudo plasmar en el papel todo el sentimentalismo, al igual que Sopeña, sobre los ferrocarriles, algo que mínimamente intenté con el fútbol.

Y siguiendo con las relaciones, el increíble Unión Apeadero, que en 1985 lograra luego de espectacular campaña el torneo de la Cuenca del Salado, con la participación de jugadores de jerarquía, ya veteranos, como el “Negro” Oscar Alberto Ortiz y el “León” Roberto Mario Expósito, cumpliendo una vez más con el adagio fútbol-ferrocarril.

Y si no, cuando alguien, desorientado, quiere encontrar una cancha, la respuesta invariablemente empieza con: “... de la estación, son unas...”.

¿O no?

¿El partido? ¡Ah!, la excusa de éstas elucubraciones... lo ganó el equipo de Valentín Alsina, con gol de penal del morocho Capelli, pero ésto, para quienes se identificaron con el relato que vincula a ambas pasiones, es totalmente secundario.

(capítulo extraído del libro “Memorias de fútbol y ascenso”)

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El 26 de Mayo de 1938 fue un día fundamental en la historia de River Plate. Por aquellos días los periodistas habían acuñado la frase de que “un equipo de lujo, necesitaba un estadio de lujo”. Por eso el Monumental, a fines del mes de Mayo de 1938, acababa de convertirse en una enorme medialuna con la cara abierta al Río de la Plata.
Lo construyeron en poco más de cuatro años en terrenos donde no hacía mucho tiempo había enormes pastizales.
El primer partido de River Plate en lo que sería (y sigue siendo) el estadio más grande de Argentina, se jugó ante Peñarol de Montevideo. Era jueves por la tarde a pleno sol, pero la trascendencia del evento hizo que las tribunas rebalsaran por primera vez. Dicen que ese día en Nuñez había 120.000 personas.
Como suele ocurrir en los eventos de este tipo, el cotejo pasó a un segundo plano, pero la estadística rescata la victoria de River Plate sobre Peñarol por 3-1 con goles de Carlos Peucelle, José Manuel Moreno y Bernabé Ferreyra, descontando Juan Pablo Young para los uruguayos.
En las fotos que ilustran el post se observa el saludo previo de los capitanes de ambos equipos, José María Minella de River Plate y Álvaro Gestido de Peñarol, con el detalle del enorme banderín mirasol haciendo referencia al evento en cuestión.
Tres días más tarde River Plate jugaría su primer partido oficial en su nueva cancha, perdiendo ante Independiente de Avellaneda.
El primer gol oficial en el Monumental fue convertido por el delantero de Independiente Vicente De la Mata, el primer gol oficial de River fue señalado por el "Charro" José Manuel Moreno.
La primera victoria “Millonaria” en el flamante estadio se produjo el 12 de Junio de 1938 ante Almagro por 2-1.

(tomado del blog “River, lujo y pueblo”)

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Siempre estaré ligado al fútbol porque es mi vida. Cantar me apasiona. Siento lo mismo que cuando jugaba al fútbol hace años. Pero no abandono lo que he hecho antes. Hace cuatro semanas saqué el carnet de entrenador con buena nota. Ya podría entrenar, pero no quiero salir de Viena. Y aquí es complicado.

(ANTON POLSTER, ex jugador austriaco del Sevilla FC., en Diario "AS" -Septiembre de 2008-)

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Aprendí mi oficio en el Arsenal, me convertí futbolista en el Manchester City, pero Sunderland se puso en mi piel. Amo el Sunderland.

(NIALL QUINN, ex jugador irlandés y hoy presidente del Sunderland AFC)

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La balada de Billy Bremner (Ronnie Hilton - Inglaterra)

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El 7 de Febrero de 1997, el seleccionado argentino Sub 20 se consagró, después de 30 años y por segunda vez, campeón Sudamericano en el torneo Juventudes de América.
Fue en el estadio La Serena de Chile, al igualar en el último partido del hexagonal final ante Paraguay: 1 a 1.
La Argentina había obtenido dicho título por última vez en el torneo organizado por Paraguay en 1967. Pero en Chile, y con el empate, Argentina retomó la tradición de las vueltas olímpicas (Diego Placente a los 47' para los nuestros y César Cáceres para los guaraníes) en dicha categoría.
Claro que es importante hacer una revisión de los nombres de ese plantel argentino, luego en su gran mayoría convertidos en verdaderas figuras del fútbol internacional.
La alineación ante los paraguayos fue la siguiente: Leonardo Franco; Juan José Serrizuela, Leandro Cufré, Walter Samuel y Diego Placente; Juan Román Riquelme (Martín Perezlindo), Diego Markic, Esteban Cambiasso y Pablo Aimar (Luis Calvo); Bernardo Romeo (Sixto Peralta) y Diego Quintana.
El plantel lo completaron Cristian Muñoz, Martín Román, Aldo Duscher, Mauro Gerk, Gabriel Loeschbor y Pablo Rodríguez.
El director técnico era José Pekerman y la Argentina fue campeón con 11 puntos, seguida por Brasil y Paraguay que sumaron 8 unidades cada selección, luego Uruguay con 6, Venezuela con 4 y Chile con 2 unidades.

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Si Passarella es presidente, no vuelvo aunque tenga 55 años. Un día fui al club a saludar y me echó de adentro del vestuario de River. Fue cuando era entrenador. Lo juro, un día hice una declaración normal diciendo que era una lástima que River no pueda salir campeón, porque no lo hacía hace muchos años, y cuando fui al vestuario a saludar a los utileros y a mis ex compañeros, pasó eso. Así que si Passarella es presidente de River no voy ni a ver un partido.
Yo estaba en Rusia o en Francia cuando Passarella estaba en el club, y fui a saludar de buena onda al vestuario. Llegué y nadie me quería saludar, como persona no grata, parecía que entraba al vestuario de Boca y me sentí tan mal que dije que mientras esté ese hombre en River, no vuelvo nunca más.

(FERNANDO CAVENAGHI, ex goleador riverplatense, declarando en "El Argentino" días antes de que Daniel Alberto Passarella se convirtiera en el nuevo Presidente del Club Atlético River Plate)

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Estoy orgulloso cuando se habla de Alfredo Di Stéfano porque cuando Pelé fue a jugar a Europa dio asco, mientras que Alfredo jugó bien en todo el mundo.

(DIEGO MARADONA, entrenador de la Selección Argentina, -1996-)

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El Ángel de los milagros (Labruna y el inolvidable Talleres de Córdoba 1974)


Don Ángel Labruna:

Él le va a contar una historia.

Por eso lo ha acomodado a usted en un sillón. Le sirve un café, le acerca el cenicero. Se sienta enfrente suyo, se aquieta. Pregunta cuantas cucharadas de azúcar, dice del tiempo, comenta la noticia del día. Está preparando el clima. Atención. Ahí va, se produce el primer silencio, ahora sí...

"Fue más o menos el 4 o 5 de Enero de este año. Me llaman por teléfono y me ofrecen dirigir a Talleres de Córdoba. Me sorprendió, no lo esperaba. Mi primera reacción no fue de entusiasmo; nunca había pensado en la posibilidad de irme al interior, y además en ese momento se estaba tratando mi ingreso en River. Se decía que podía ser yo o ‘Pipo’ Rossi. A los pocos días me vino a ver a casa el presidente del club, señor Nuccetelli..., Amadeo Nuccetelli. Él comprendía cual era mi situación pero, de todas maneras, insistía para que yo fuera a Córdoba.

Tuvimos como quince reuniones en veinte días. Incluso le dije que hablara a otros técnicos, a Spinetto, a Mareque, a Cavagnaro, y creo que conversó con ellos, pero no arreglaba con ninguno; entonces volvía a insistirme. En los últimos días de Enero se define todo. Me invita a pasar tres días en Córdoba para ver el equipo y conocer el ambiente, sin ningún compromiso de mi parte y siempre dependiendo de lo que pasara con River.

En esa corta estadía ya fui pensando seriamente en aceptar. Es que me atendieron una barbaridad y noté que había intenciones de hacer las cosas bien, en serio, al nivel de cualquier club de Buenos Aires. En cuanto al plantel, después de verlo les dije que para asegurar la clasificación para el Nacional hacían falta dos volantes, dos wines y un número nueve. Eran las exigencias mínimas para no fracasar. Cuando vuelvo a Buenos Aires me entero que River se había decidido por ‘Pipo’; entonces no dude más y resolví irme a Córdoba, con la única condición de que se contrataran los refuerzos".

Segundo silencio.

Un sorbo de café, él; un sorbo usted. Usted enciende un cigarrillo, él le dice que no fuma. Usted cruza una pierna sobre la otra, se recuesta, lo mira. Él advierte que usted espera, y sigue...

"En una semana, entre el Presidente y yo contratamos a todos los jugadores que necesitábamos. A Rivadero lo trajimos a préstamo con opción. Cuando el año pasado lo conocí en Racing, me pareció un buen jugador que no se adaptó a Buenos Aires.

Después, Valiente, que estaba libre del León, de México. Importante porque es goleador y tiene mucha experiencia. Yo le hablé a Mugione, que estaba libre de Millonarios de Colombia, un jugador que había tenido en Platense y me parecía muy útil: es disciplinado y cumple con lo que se le indica en el partido. A Pignani, libre de Gimnasia, que puede ser wing derecho o izquierdo. En Córdoba se contrató a Ludueña y a Comelles. Yo no los había visto jugar, pero mucha gente conocida mía, que me merece confianza, aseguraba que eran muy buenos. Dentro de las posibilidades del club creo que se hicieron operaciones importantes. Ya estaba casi todo listo para empezar a trabajar; entonces hablamos de mi contrato. Al principio hicimos un arreglo de palabra, solo faltaba firmar los papeles. Pero después fue pasando el tiempo y el Presidente o yo lo dejábamos para otro día. Al final nos tomamos tanta confianza el uno al otro que nunca lo hicimos. Yo ahora no tengo contrato. Nunca firmé nada, pero tampoco tuve ningún problema, siempre se respetó la palabra. Y creo que con los premios y todo debo ser uno de los técnicos mejor pagados del país...

Otra cosa que me impresionó muy bien fue el primer día que llegué al club. Se hizo una reunión de comisión directiva y después de presentarme el Presidente les dijo a todos: "Bueno, ahora tienen la oportunidad de preguntarle lo que se les ocurra. El señor Labruna les va a contestar sin ningún problema, aunque tengamos que estar acá dos días seguidos, porque después no se va a admitir ningún tipo de requerimientos ni de intromisiones". Así fue, nunca tuvimos ningún inconveniente. Me nombraron dos asesores y el Vicepresidente, que hace de coordinador. El recibe mis informes después de cada partido: si hay lesionados, como vamos a viajar si nos toca ir afuera, en fin, todo lo que debe saber la comisión. Como ya empezaba el campeonato local, me decido por hacer tres o cuatro partidos de práctica para ver a los jugadores y ya ir armando el equipo. Hasta ahí todo iba muy bien, pero después de esos partidos casi largo todo y me vuelvo a Buenos Aires".

Tercer silencio.

Usted está muy interesado en que siga pero él ahora se ha metido en el recuerdo por unos segundos. Está volviendo a vivir aquella bronca, pero ya retoma, necesita descargarse...

"La primera vez que salgo al campo, yo no sabía cómo me podían recibir, pero nunca pensé que iba a haber hinchas esperando que me asomara para gritarme “ladrón”. No lo podía creer. Me decían que yo estaba robando. Eso fue terrible. Quería renunciar. Me convencieron que era solo un grupito, que ni siquiera eran hinchas de Talleres. Íntimamente me propuse demostrarles que yo había ido a ganar. Para mí era una carta muy brava...

Venía de hacer excelentes campañas en equipos importantes. Si fracasaba me retiraba definitivamente. Seguí el trabajo y después de probar muchos jugadores me quedé con 23 o 24. Hice algunos cambios de puesto y armé el equipo base. A Comelles, que era volante, lo puse de marcador de punta.

Así aprovecho que es jugador de marca y que puede proyectarse. Porque me gusta que se vayan al ataque. A Ocaño lo cambié para marcar sobre el lateral izquierdo. A Patire, que era número 9, lo pasé a la punta derecha: es veloz y tiene habilidad para el puesto. No tuvimos tiempo para hacer pretemporada porque ya empezaba el torneo. El cuerpo técnico se completó con el preparador físico Hugo Ivancich y el médico, doctor Rodolfo Kobylanski, que ya estaban en el club desde hace 7 años. Dos profesionales muy buenos. El equipo esta excelentemente preparado y cuando hay lesiones el doctor es un fenómeno para curarlas en poco tiempo. Al principio hacíamos reuniones con todo el plantel, se charlaba mucho. Yo siempre les dije que ellos estaban en condiciones de ganarle a cualquiera.

Les pedía que tomaran cada partido como una final. Que no se pararan nunca adentro de la cancha. Pero no los ataba.

La idea es simple: jugar cuando la tienen, abrir la cancha y, si la pierden, no retroceder: luchar para recuperarla.

Eso lo aprendí en mi época de jugador. Me acuerdo que cuando jugábamos contra Boca y ‘Lucho’ Sosa se mandaba, si no lo corríamos, los de atrás nos insultaban de arriba abajo. Hay que hacer eso, marcar al que la tiene, y a ese que va a la marca cubrirle las espaldas para que no le hagan el 2-1. En el primer campeonato que jugamos, que era clasificatorio para el Nacional '74, perdimos la final con Belgrano, 2-1. El único partido que perdimos.

Pero igual entramos porque ellos ya estaban clasificados de antes; entonces nos correspondió a nosotros también. Después jugamos el zonal. Ganamos la zona "A" y fuimos a la final con Instituto, ganador de la "B". Ganamos 2-0 y pasamos a disputar lo que se llama la finalísima, con Belgrano: dos partidos. Empatamos 0-0 el primero y ganamos 2-0 el segundo. Salimos campeones de Córdoba y además ganamos la clasificación para el Nacional '75. Y todo esto lo veníamos haciendo jugando miércoles y domingos, todas las semanas: por eso, hace poco, para no perder el ritmo, organizamos un amistoso contra Boca y les ganamos 2-0.
Esa campaña logró algo sensacional: que la gente de Talleres volviera a la cancha. Ahora copamos cualquier estadio del país. Siempre se hacen recaudaciones millonarias. Por ejemplo, contra..."

Cuarto silencio.

Ahora él quiere ser preciso. Pone cara de "Humm, a ver..." Los ojos hacia arriba recorren sin ver. Usted lo observa. Tres arrugas profundas en la frente, unas cuantas más tenues le bordean la cara. Pelo blanco arriba, nariz cortada abruptamente, algunos dientes encimados, carón, bigotito sobre el labio. Bueno, no se distraiga, él le habla otra vez...

"Contra Boca, en el amistoso, hicimos 33 millones, y hace dos domingos, con River, en Buenos Aires, Talleres se trajo limpios 22 millones. Inclusive los dirigentes ya piensan que si las cosas siguen bien, en el verano se va a organizar un torneo internacional con el Santos, un equipo polaco con la base de los que jugaron el Mundial, Boca y River y, por supuesto, Talleres. La hinchada influyó mucho. Le dio moral, fe y ganas al equipo. Como jugamos tan seguido ahora no los exijo. Entrenamos de tarde y concentramos la noche previa al partido. No me gusta tenerlos más tiempo encerrados. La única vez que estuvimos tres días, perdimos. Tengo confianza en los jugadores.

El caso de Willington fue muy especial. Cuando yo llegué al club estaba fuera de estado y con ganas de retirarse. Le dije que iba a tener su oportunidad, si se preocupaba. A él le molestaba salir con el número 11. Yo lo puse de 10. Ahí jugó todo el torneo. Hasta que lo echaron en la final con Belgrano y le dieron 40 días de suspensión. Entonces entró Taborda, que estaba listo para jugar. Ahora utilizo a los dos de acuerdo a como los necesito. Daniel es más ofensivo, Taborda la tiene más y le hace el relevo a Artico.

Cuando empezó el Nacional el equipo ya venía bien; lo único que tenía que hacer era cambiar 3 ó 4 jugadores, alternarlos para oxigenar al cuadro. Al principio no me gusto la zona que nos tocó, me parecía que los partidos bravos estaban muy seguidos pero después empecé a analizar, hice el cálculo del puntaje que podíamos sacar en cada partido y no me equivoqué. En la primera rueda conseguimos el puntaje que yo había previsto. La segunda es más difícil por los partidos que tenemos de visitante, pero con 9 ó 10 puntos estamos clasificados. Los más fuertes del grupo son River, Newell's y Altos Hornos Zapla. Pero ahora el equipo está agrandado: aunque todavía nos falta serenidad para meterla adentro podemos hacer 2 ó 3 goles por partido. Además se les paga muy bien y al día. Tienen 105 mil pesos de premio por partido ganado y en las finales va a haber 500 mil pesos extra para cada uno. El problema lo tengo yo. Es que yo juego con un equipo de 13 ó 14. En el medio, especialmente... Con Taborda y Willington hago uno, porque son distintos. Con Mugione me aseguro la marca sobre el armador del contrario, y cuando va arriba le pega muy bien de lejos. Por eso a veces entra en lugar de Ludueña. Rivadero está pasando un gran momento. Con él y Ludueña puedo llegar al área de en frente tocando con seis jugadores. Los dos llegan al gol. Arriba, también Fachetti y Valiente son distintos. Fachetti es veloz, picador, pero le falta serenidad para definir. Valiente es más lento y tocador, pero más frío y certero. Los dos son muy útiles. Pero los muchachos entienden cuando uno hace los cambios, acá no hay figuras. Creo que a algunos ya se los puede ver para la selección. Artico es un fenómeno y tiene 25 años. Ludueña, Comelles, Ocaño. Tengo fe en el futuro: con la humildad que tienen y como vienen trabajando, los resultados se tienen que dar. Yo no pienso en el campeonato, tampoco los jugadores. La meta es el próximo partido. El próximo domingo..."

(tomado de una edición de revista “El Gráfico” del segundo semestre de 1974)

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Uno de los ídolos de todos los tiempos con la camiseta de Boca es José ‘Pepino’ Borello. Se había iniciado futbolísticamente en su ciudad natal, Bahía Blanca, en el club Olimpo. Allí fue donde le colocaron el apodo, Pepino, por su fuerte remate. "Una vez hice un gol desde muy lejos -decía Borello- y un compañero me gritó: "¡Bien, José, qué pepino!', y eso me quedó para siempre".
En 1951 comenzó a jugar en Boca, pero dos años más tarde pasó a préstamo a Chacarita Juniors. En 1954 regresó a la Boca para consagrarse campeón con un equipo cuya base era la siguiente: Musimessi; Colman y Otero; Lombardo, Mouriño y Pescia; Navarro, Baiocco, Borello, Roselló y Markarián. Fue cuando ‘Pepino’ Borello se consagró goleador del torneo con 19 conquistas, junto a Conde, de Vélez Sársfield, y Berni, de San Lorenzo.
Ello determinó que el técnico del seleccionado nacional, Guillermo Stábile, lo convocara al equipo, donde estaba en el arco Amadeo Carrizo, con quien tuvo históricos duelos en el clásico mayor del fútbol argentino: River y Boca. Allí, ambas figuras se hicieron entrañables amigos.
Lamentablemente, en 1955, ‘Pepino’ Borello padeció una lesión de rodilla que lo perjudicó para su posterior campaña. Fue varias veces intervenido quirúrgicamente, pero el problema persistió.
En 1959 pasó al Magallanes de Chile, y luego integró equipos provinciales de aquel país, hasta que decidió su retiro, en 1963. Su inolvidable paso por Boca y su seudónimo ‘Pepino’, quedó grabado a fuego en la memoria boquense.

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En Inglaterra cada domingo acabas muerto físicamente. Allí, los entrenamientos y los partidos son igual de fuertes. Se trabaja más duro que en España.

(ROBERT PIRES, jugador francés, en revista "Don Balón" -Julio de 2008-)

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En Italia no hay problemas de racismo en el fútbol. El racismo es un problema que no nos pertenece, forma parte de la sociedad civil pero desgraciadamente hay que hablar de él cuando diez o veinte imbéciles gritan en el estadio.

(MARCELLO LIPPI, entrenador italiano, en una charla con estudiantes en la ciudad de Vicenza, a mediados de Diciembre pasado)

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El tren de las cuatro (Rubén Herrera - Argentina)


Todos en el pueblo salieron a recibirlo. Todos, absolutamente todos. Nadie podía faltar a la cita. Desde los más ancianos, hasta los niños. Desde el intendente, hasta el último de los empleados.

El pueblo solo trabajó mediodía. Todos se pusieron de acuerdo, para que nadie por la tarde realizara ninguna tarea. Los negocios no abrirían sus puertas. Es que nadie quería estar ausente cuando él, regresara en el tren de las cuatro.

Si bien, volvía al pueblo todos los años para las fiestas, este era un regreso muy especial. Todos en la estación del tren, estaban vestidos de manera muy particular, como no lo habían hecho antes. Ante ellos, en unos minutos estaría él, el niño mimado del pueblo. Al principio querían traerlo en un helicóptero, luego en el camión de los bomberos, en un ómnibus preparado para tal ocasión, pero el pueblo en todo su conjunto, dijo que no. Que sería mejor que lo trajeran en el tren.

Todo el pueblo quería homenajearlo, viéndolo descender desde el vagón principal. Apenas el tren se detuviera sería recibido con un aplauso cerrado como se merece un héroe del fútbol. El ¡dale campeón, dale campeón!, se escucharía sin cesar. Es que fue campeón mundial con la Selección Nacional, y un triunfador en toda Europa. Y de la misma manera sería despedido, con un fuerte aplauso, como se merece.

Se me vienen a la mente aquellos recuerdos de la infancia, cuando solíamos ir a la escuela. Él, después de ayudar a su madre, a ordeñar las vacas, de darle de comer a las gallinas, se ponía su guardapolvo blanco y partía rumbo al colegio. Ahí aprendimos a leer y escribir, a saber comunicarnos con los demás. A entender, el porqué de ayudarnos entre todos los del pueblo, para poder afrontar los problemas cuando venían las inundaciones. De los maestros rurales que tenían que ir varias lenguas a caballo para poder cumplir, no solo con su obligación de educar, sino también con su propia conciencia moral, de sentirse bien en espíritu con el creador.

Cuando acompañábamos a nuestros padres a cazar, los domingos después del almuerzo. De las noches de verano, cuando jugábamos hasta la madrugada a la luz de un candil a querosén, que poníamos en el patio de la casa de sus padres.

Así fuimos creciendo, hasta que después de terminar la escuela primaria, fuimos hasta la capital de la provincia, a jugar un partido, invitados por la liga infantil del fútbol regional. En ese momento fue descubierto por un ayudante de campo, de un equipo de primera, que estaba de vacaciones.

Después de hablar con sus padres, lo llevó a vivir en una pensión del club.

Al principio se hizo duro, porque nunca había salido del pueblo y ahora al encontrarse en un mundo diferente, le costaba adaptarse. Ahí además de jugar al fútbol, los orientaban para poder seguir con una carrera universitaria, si estos querían hacerlo.

Conoció a muchos chicos que se encontraban en la misma situación que él, y eso lo ayudó a trabajar más duro, para seguir soñando con jugar en primera. Estando en la tercera lo convocaron para jugar en la selección juvenil. Este fue el escalón para llegar a la primera, ya que se destacó en el sudamericano, como la revelación del campeonato. De ahí en más su carrera fue ascendente, hasta ubicarse entre los mejores jugadores del mundo.

Después de salir campeón con su equipo y salir campeón con la selección juvenil, fue vendido a Europa por una cifra millonaria. Si bien esto le trajo tranquilidad económica, sus padres siguieron viviendo en el pueblo que lo vio nacer, y donde habían trabajado toda la vida.

Después de jugar dos años y haber logrado un campeonato europeo, este año salió campeón de América con la Selección Nacional. Donde fue la figura indiscutible del certamen, llevándose el balón de oro.

Ahora después de tres meses de este logro, regresaba al pueblo que lo vio nacer, al pueblo que le regaló los mejores recuerdos de la infancia. Es por eso que el pueblo, no quería faltar cuando regresara. Querían recibirlo y también despedirlo como él se lo merecía, al grito de ¡dale campeón, dale campeón!

-¡Ahí viene el tren! gritó el enano desde arriba de un árbol. La locomotora se dejaba ver a lo lejos. Sus colores despintados por el maltrato de los años se podían ver a la distancia. El tren llegaba cansado, trayendo al ídolo del pueblo, aquel mismo que había llevado en busca de un sueño.

Al ver que se acercaba, empezaron a agitarse banderas argentinas. Los gritos se hicieron escuchar, así como también los aplausos y el llanto que brotaba de la emoción. Cuando la máquina se detuvo hubo un minuto de silencio, nadie decía nada, hasta que el padre del 'chueco' gritó.

-¡Genio, monstruo, campeón! Todos se hicieron eco de esto y comenzaron a gritar.

¡Dale campeón, dale campeón!

Él descendió del tren junto a seis personas. Los acompañaban tres de cada lado. Estaban vestidos todos de oscuro y el tenia una bandera que lo cubría todo. Su mama apenas lo vio se le tiro encima. De aquí en más lo escoltaríamos nosotros. De un lado estaban su papá, el ‘enano’ y ‘bocha’ y del otro Martín el peluquero, mi viejo y yo. Su mamá se había desmayado por eso no lo acompañó.

Lo teníamos que escoltar hasta el otro lado del pueblo. Siempre por la calle principal.

Mientras caminábamos, al grito de ¡dale campeón, dale campeón!, sentí que ya no sería lo mismo. Que el pueblo tampoco sería el mismo de siempre. Entonces le empecé a decir que estaba orgulloso de él, que el pueblo estaba agradecido por todo lo que hizo. De no olvidarse de sus orígenes. De ser respetado por donde quiera que vaya. Y no era para menos ya que hablaba poco, solo lo necesario.

Nunca estuvo mal con nadie. Jamás estuvo involucrado en nada extraño. Era un verdadero profesional y por sobre todo muy solidario.

Mientras le decía lo mucho que lo quería, comencé a llorar. Lo mire al enano, y vi que hacía lo mismo. Una tenue lluvia comenzó a caer, sobre toda la multitud, que seguía caminando, como si no se hubiera dado cuenta.

Mi mano, comenzó a temblar mientras sentía el frió de la manija de metal. Una vez que llegamos, lo dejamos en el lugar preparado para él. Todos se pusieron alrededor y comenzaron a aplaudir.

Gritaban ¡dale campeón, dale campeón! mientras lloraban y arrojaban flores, al mismo tiempo que él descendía hasta su morada final. El ataúd cubierto con una bandera argentina fue dejado en el fondo de la fosa.

Él, el campeón, el niño mimado del pueblo, murió en un atentado terrorista, a manos de unos hijos de mil p...


(En memoria de aquellas victimas, que hay en todo el mundo)

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En 1963 Brasil todavía respiraba el éxito de los Juegos Panamericanos de San Pablo y se preparaba para el Campeonato del Mundo de 1966 en Inglaterra.
Carlos Alberto Torres y Jairzinho habían sido revelaciones en ese Panamericano en el que el scratch se alzó con la medalla de oro, en un momento en que el fútbol brasileño, campeón del mundo en Chile 1962, pasaba por un momento de esplendor.
Pero lo que marcó Mayo de 1963 fue la inolvidable visita del equipo de Madureira a Cuba, donde sería recibido con honor y reverencia por Ernesto “Ché” Guevara, líder de la revolución cubana que llevó a Fidel Castro al poder en 1959 y una figura destacada de su tiempo.
"El contacto con el Che Guevara fue muy amable. Fue amor. Nos visitó en el hotel y asistió a uno de los encuentros en donde distribuyó serpentinas", recuerda Jorge Farah, hincha del Madureira presente en la gira por la isla.
El paso de Madureira por la isla era parte de una gira por América, dos años después que el club se había convertido en el primero en Brasil en hacer un viaje alrededor del mundo. Meses antes, el Che Guevara había recibido en Brasilia, de manos del presidente brasileño, la “Orden de la Cruz del Sur”.
En el mismo período Flamengo, Fluminense y Bangú viajaron de gira a Europa y Bonsucesso armó sus maletas para un amistoso en Guayaquil, Ecuador.
La gira del Madureira, concretada por José Correia da Gama da Silva, que presidió el club durante el período 1959/1960, se inició en Colombia, prosiguiendo luego por Costa Rica, El Salvador y México.
En Cuba, Madureira hizo un total de cinco partidos, ganando todos: el primero por 5 a 2 ante Industriales (campeón local), el segundo por 6 a 1 ante un combinado del Municipio de Morón, de la provincia de Camagüey, el tercero ante una Universidad (11 a 1) y dos presentaciones ante una selección de La Habana (el primero lo ganó por 1 a 0 y 3 a 2 el segundo, el 20 de Mayo de 1963, cuando contó con la presencia en la tribuna oficial del Ché Guevara, por entonces Ministro de Industria cubano.
"Llevaba el uniforme verde oliva del Ejército y después del partido saludó uno por uno a los veintidós jugadores. Parecía un hombre íntegro" recuerda Farah.
En 1963, Cuba llevaba cuatro años bajo el régimen comunista, establecido después del triunfo del Movimiento “26 de Julio”. La delegación brasileña se hospedó en el legendario hotel “Habana Hilton”, un símbolo de la opulencia de América durante la dictadura de Fulgencio Batista y renombrado luego "Cuba Libre" por Fidel Castro.
Después de tantos años, muchos recuerdos se desvanecen, pero Jorge Farah no olvida a Cuba, el Che y la fascinación suscitada por la gente cubana.

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Mi familia siempre me dice que jugué muy poco en Argentina y que me quieren ver allá, pero en Brasil y en Fluminense estoy muy feliz, nunca estuve tan bien en un club y hoy no pienso en volver a jugar en mi país.

(DARÍO CONCA, ídolo del Fluminense, contando días pasados en “Globo Esporte” sus pocas ganas de volver a jugar en el fútbol argentino).

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