(UBALDO MATILDO FILLOL, ex arquero de River y la Selección Argentina, haciendo gala de su prudencia)
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(UBALDO MATILDO FILLOL, ex arquero de River y la Selección Argentina, haciendo gala de su prudencia)
(DIEGO MARADONA, el 25 de Mayo de 2005 comentando en la cadena ESPN la legendaria final de la Champions League, entre Liverpool-Milan, cuando el brasileño se mandó una corrida de 50 metros y llegó a una pelota casi imposible)
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Fútbol y trenes (Daniel Console - Argentina)
Agosto de 1995. Por dos lógicas razones, casi siempre relacioné al fútbol con el ferrocarril, aunque una de ellas es más bien personal, vinculado por la misma afición a los dos; la otra es que concretamente el fútbol nació al lado del ferrocarril: muchos clubes llevan el nombre, o las siglas, F.C. antepuesta a un nombre sentimental o local, muchas canchas se encuentran al costado de una estación, o cerquita. Muchas.
¿Cuándo se me ocurrió vivenciar esta interrelación fútbol y trenes...? Una fría y destemplada tarde, acurrucado solitariamente en una espaciosa cabina, la primera contando desde a izquierda en cancha de Independiente de Avellaneda, cuando el estridente silbato de una locomotora, con su continuo pasar, herían la callada atmósfera previa al partido definitorio por el ascenso a Primera “C”, entre Victoriano Arenas y General Lamadrid.
Como de películas famosas, guardo en mi memoria, rápidas y efímeras imágenes de escenas vividas relacionando al tren con el fútbol... un amanecer de pueblo visto desde la ventanilla de un vagón dormitorio del ya retirado “El Luciérnaga”, que cubría el trayecto entre Retiro y Córdoba, al pasar por la localidad de Oncativo, próxima a la ciudad capital, pude divisar una canchita sin tribunas, pero seguramente convocante de todo el pueblo en un partido clásico entre clubes lugareños.
Una fría tarde de invierno, cuando una llovizna pertinaz desdibujaba el contorno de una formación del ex Ferrocarril Belgrano, que salía desde la estación Buenos Aires hacia un imaginativo tenebroso Oeste del Cran Buenos Aires... locomotora y vagones de madera con ventanillas sin vidrios o rotos, con el agua castigando impiadosamente a oscuros pasajeros.
Una visión imborrable como premio de ir a ver un partido entre Liniers y Barracas Central en Olavarria y Luna. Y similar vista, coincidentemente, otra tarde destemplada al ir a presenciar el espectacular Luján del ‘91 en la cancha de Lugano.., la misma formación, las mismas caras resignadas de los pasajeros, la misma pobreza de horizontes, tal vez, o desde el mirador que es el palco de prensa del Deportivo Morón, cuando en cualquier partido, resulta hasta risueño ver como los trenes aminoran la marcha y los viajeros estiran sus cuellos para ver un pantallazo fugaz, y ocurre que a veces los maquinistas se asocian a la fiesta haciendo sonar el silbato.
Y tantas visiones de trenes en Independiente, Platense, F. C. Midland, F. C. Oeste, Atlanta, E. C. Urquiza, Juventud Unida al lado de la estación Muñiz, las tradicionales vías de cualquier curva muerta en cercanías de “La Bombonera”... Ni que hablar de Talleres de Remedios de Escalada, donde en sus inmediaciones existía el mayor reservorio de las viejas y añoradas locomotoras a vapor, al igual que en la estación Holt, en la provincia de Entre Ríos, donde seguramente Germán Sopeña, autor del libro “La libertad es un tren”, y Paul Theroux, mi autor preferido, hacedor entre otros títulos de “Pasajeros en los trenes de América”, “Pasajeros en los trenes del mundo” y “El gallo de hierro”, decía, en esos lugares respirarían con mayor pureza sus aficiones.
Y precisamente Theroux, a quien debo la inspiración de haber escrito mi libro “Memorias de fútbol”, este escritor norteamericano afincado en Inglaterra, supo y pudo plasmar en el papel todo el sentimentalismo, al igual que Sopeña, sobre los ferrocarriles, algo que mínimamente intenté con el fútbol.
Y siguiendo con las relaciones, el increíble Unión Apeadero, que en 1985 lograra luego de espectacular campaña el torneo de la Cuenca del Salado, con la participación de jugadores de jerarquía, ya veteranos, como el “Negro” Oscar Alberto Ortiz y el “León” Roberto Mario Expósito, cumpliendo una vez más con el adagio fútbol-ferrocarril.
Y si no, cuando alguien, desorientado, quiere encontrar una cancha, la respuesta invariablemente empieza con: “... de la estación, son unas...”.
¿O no?
¿El partido? ¡Ah!, la excusa de éstas elucubraciones... lo ganó el equipo de Valentín Alsina, con gol de penal del morocho Capelli, pero ésto, para quienes se identificaron con el relato que vincula a ambas pasiones, es totalmente secundario.
Lo construyeron en poco más de cuatro años en terrenos donde no hacía mucho tiempo había enormes pastizales.
El primer partido de River Plate en lo que sería (y sigue siendo) el estadio más grande de Argentina, se jugó ante Peñarol de Montevideo. Era jueves por la tarde a pleno sol, pero la trascendencia del evento hizo que las tribunas rebalsaran por primera vez. Dicen que ese día en Nuñez había 120.000 personas.
Como suele ocurrir en los eventos de este tipo, el cotejo pasó a un segundo plano, pero la estadística rescata la victoria de River Plate sobre Peñarol por 3-1 con goles de Carlos Peucelle, José Manuel Moreno y Bernabé Ferreyra, descontando Juan Pablo Young para los uruguayos.
En las fotos que ilustran el post se observa el saludo previo de los capitanes de ambos equipos, José María Minella de River Plate y Álvaro Gestido de Peñarol, con el detalle del enorme banderín mirasol haciendo referencia al evento en cuestión.
Tres días más tarde River Plate jugaría su primer partido oficial en su nueva cancha, perdiendo ante Independiente de Avellaneda.
El primer gol oficial en el Monumental fue convertido por el delantero de Independiente Vicente De la Mata, el primer gol oficial de River fue señalado por el "Charro" José Manuel Moreno.
La primera victoria “Millonaria” en el flamante estadio se produjo el 12 de Junio de 1938 ante Almagro por 2-1.
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(ANTON POLSTER, ex jugador austriaco del Sevilla FC., en Diario "AS" -Septiembre de 2008-)
(NIALL QUINN, ex jugador irlandés y hoy presidente del Sunderland AFC)
La balada de Billy Bremner (Ronnie Hilton - Inglaterra)
Fue en el estadio La Serena de Chile, al igualar en el último partido del hexagonal final ante Paraguay: 1 a 1.
La Argentina había obtenido dicho título por última vez en el torneo organizado por Paraguay en 1967. Pero en Chile, y con el empate, Argentina retomó la tradición de las vueltas olímpicas (Diego Placente a los 47' para los nuestros y César Cáceres para los guaraníes) en dicha categoría.
Claro que es importante hacer una revisión de los nombres de ese plantel argentino, luego en su gran mayoría convertidos en verdaderas figuras del fútbol internacional.
La alineación ante los paraguayos fue la siguiente: Leonardo Franco; Juan José Serrizuela, Leandro Cufré, Walter Samuel y Diego Placente; Juan Román Riquelme (Martín Perezlindo), Diego Markic, Esteban Cambiasso y Pablo Aimar (Luis Calvo); Bernardo Romeo (Sixto Peralta) y Diego Quintana.
El plantel lo completaron Cristian Muñoz, Martín Román, Aldo Duscher, Mauro Gerk, Gabriel Loeschbor y Pablo Rodríguez.
El director técnico era José Pekerman y la Argentina fue campeón con 11 puntos, seguida por Brasil y Paraguay que sumaron 8 unidades cada selección, luego Uruguay con 6, Venezuela con 4 y Chile con 2 unidades.
Yo estaba en Rusia o en Francia cuando Passarella estaba en el club, y fui a saludar de buena onda al vestuario. Llegué y nadie me quería saludar, como persona no grata, parecía que entraba al vestuario de Boca y me sentí tan mal que dije que mientras esté ese hombre en River, no vuelvo nunca más.
(FERNANDO CAVENAGHI, ex goleador riverplatense, declarando en "El Argentino" días antes de que Daniel Alberto Passarella se convirtiera en el nuevo Presidente del Club Atlético River Plate)
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(DIEGO MARADONA, entrenador de la Selección Argentina, -1996-)
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El Ángel de los milagros (Labruna y el inolvidable Talleres de Córdoba 1974)
Don Ángel Labruna:
Él le va a contar una historia.
Por eso lo ha acomodado a usted en un sillón. Le sirve un café, le acerca el cenicero. Se sienta enfrente suyo, se aquieta. Pregunta cuantas cucharadas de azúcar, dice del tiempo, comenta la noticia del día. Está preparando el clima. Atención. Ahí va, se produce el primer silencio, ahora sí...
"Fue más o menos el 4 o 5 de Enero de este año. Me llaman por teléfono y me ofrecen dirigir a Talleres de Córdoba. Me sorprendió, no lo esperaba. Mi primera reacción no fue de entusiasmo; nunca había pensado en la posibilidad de irme al interior, y además en ese momento se estaba tratando mi ingreso en River. Se decía que podía ser yo o ‘Pipo’ Rossi. A los pocos días me vino a ver a casa el presidente del club, señor Nuccetelli..., Amadeo Nuccetelli. Él comprendía cual era mi situación pero, de todas maneras, insistía para que yo fuera a Córdoba.
Tuvimos como quince reuniones en veinte días. Incluso le dije que hablara a otros técnicos, a Spinetto, a Mareque, a Cavagnaro, y creo que conversó con ellos, pero no arreglaba con ninguno; entonces volvía a insistirme. En los últimos días de Enero se define todo. Me invita a pasar tres días en Córdoba para ver el equipo y conocer el ambiente, sin ningún compromiso de mi parte y siempre dependiendo de lo que pasara con River.
En esa corta estadía ya fui pensando seriamente en aceptar. Es que me atendieron una barbaridad y noté que había intenciones de hacer las cosas bien, en serio, al nivel de cualquier club de Buenos Aires. En cuanto al plantel, después de verlo les dije que para asegurar la clasificación para el Nacional hacían falta dos volantes, dos wines y un número nueve. Eran las exigencias mínimas para no fracasar. Cuando vuelvo a Buenos Aires me entero que River se había decidido por ‘Pipo’; entonces no dude más y resolví irme a Córdoba, con la única condición de que se contrataran los refuerzos".
Segundo silencio.
Un sorbo de café, él; un sorbo usted. Usted enciende un cigarrillo, él le dice que no fuma. Usted cruza una pierna sobre la otra, se recuesta, lo mira. Él advierte que usted espera, y sigue...
"En una semana, entre el Presidente y yo contratamos a todos los jugadores que necesitábamos. A Rivadero lo trajimos a préstamo con opción. Cuando el año pasado lo conocí en Racing, me pareció un buen jugador que no se adaptó a Buenos Aires.
Después, Valiente, que estaba libre del León, de México. Importante porque es goleador y tiene mucha experiencia. Yo le hablé a Mugione, que estaba libre de Millonarios de Colombia, un jugador que había tenido en Platense y me parecía muy útil: es disciplinado y cumple con lo que se le indica en el partido. A Pignani, libre de Gimnasia, que puede ser wing derecho o izquierdo. En Córdoba se contrató a Ludueña y a Comelles. Yo no los había visto jugar, pero mucha gente conocida mía, que me merece confianza, aseguraba que eran muy buenos. Dentro de las posibilidades del club creo que se hicieron operaciones importantes. Ya estaba casi todo listo para empezar a trabajar; entonces hablamos de mi contrato. Al principio hicimos un arreglo de palabra, solo faltaba firmar los papeles. Pero después fue pasando el tiempo y el Presidente o yo lo dejábamos para otro día. Al final nos tomamos tanta confianza el uno al otro que nunca lo hicimos. Yo ahora no tengo contrato. Nunca firmé nada, pero tampoco tuve ningún problema, siempre se respetó la palabra. Y creo que con los premios y todo debo ser uno de los técnicos mejor pagados del país...
Otra cosa que me impresionó muy bien fue el primer día que llegué al club. Se hizo una reunión de comisión directiva y después de presentarme el Presidente les dijo a todos: "Bueno, ahora tienen la oportunidad de preguntarle lo que se les ocurra. El señor Labruna les va a contestar sin ningún problema, aunque tengamos que estar acá dos días seguidos, porque después no se va a admitir ningún tipo de requerimientos ni de intromisiones". Así fue, nunca tuvimos ningún inconveniente. Me nombraron dos asesores y el Vicepresidente, que hace de coordinador. El recibe mis informes después de cada partido: si hay lesionados, como vamos a viajar si nos toca ir afuera, en fin, todo lo que debe saber la comisión. Como ya empezaba el campeonato local, me decido por hacer tres o cuatro partidos de práctica para ver a los jugadores y ya ir armando el equipo. Hasta ahí todo iba muy bien, pero después de esos partidos casi largo todo y me vuelvo a Buenos Aires".
Tercer silencio.
Usted está muy interesado en que siga pero él ahora se ha metido en el recuerdo por unos segundos. Está volviendo a vivir aquella bronca, pero ya retoma, necesita descargarse...
"La primera vez que salgo al campo, yo no sabía cómo me podían recibir, pero nunca pensé que iba a haber hinchas esperando que me asomara para gritarme “ladrón”. No lo podía creer. Me decían que yo estaba robando. Eso fue terrible. Quería renunciar. Me convencieron que era solo un grupito, que ni siquiera eran hinchas de Talleres. Íntimamente me propuse demostrarles que yo había ido a ganar. Para mí era una carta muy brava...
Venía de hacer excelentes campañas en equipos importantes. Si fracasaba me retiraba definitivamente. Seguí el trabajo y después de probar muchos jugadores me quedé con 23 o 24. Hice algunos cambios de puesto y armé el equipo base. A Comelles, que era volante, lo puse de marcador de punta.
Así aprovecho que es jugador de marca y que puede proyectarse. Porque me gusta que se vayan al ataque. A Ocaño lo cambié para marcar sobre el lateral izquierdo. A Patire, que era número 9, lo pasé a la punta derecha: es veloz y tiene habilidad para el puesto. No tuvimos tiempo para hacer pretemporada porque ya empezaba el torneo. El cuerpo técnico se completó con el preparador físico Hugo Ivancich y el médico, doctor Rodolfo Kobylanski, que ya estaban en el club desde hace 7 años. Dos profesionales muy buenos. El equipo esta excelentemente preparado y cuando hay lesiones el doctor es un fenómeno para curarlas en poco tiempo. Al principio hacíamos reuniones con todo el plantel, se charlaba mucho. Yo siempre les dije que ellos estaban en condiciones de ganarle a cualquiera.
Les pedía que tomaran cada partido como una final. Que no se pararan nunca adentro de la cancha. Pero no los ataba.
La idea es simple: jugar cuando la tienen, abrir la cancha y, si la pierden, no retroceder: luchar para recuperarla.
Eso lo aprendí en mi época de jugador. Me acuerdo que cuando jugábamos contra Boca y ‘Lucho’ Sosa se mandaba, si no lo corríamos, los de atrás nos insultaban de arriba abajo. Hay que hacer eso, marcar al que la tiene, y a ese que va a la marca cubrirle las espaldas para que no le hagan el 2-1. En el primer campeonato que jugamos, que era clasificatorio para el Nacional '74, perdimos la final con Belgrano, 2-1. El único partido que perdimos.
Pero igual entramos porque ellos ya estaban clasificados de antes; entonces nos correspondió a nosotros también. Después jugamos el zonal. Ganamos la zona "A" y fuimos a la final con Instituto, ganador de la "B". Ganamos 2-0 y pasamos a disputar lo que se llama la finalísima, con Belgrano: dos partidos. Empatamos 0-0 el primero y ganamos 2-0 el segundo. Salimos campeones de Córdoba y además ganamos la clasificación para el Nacional '75. Y todo esto lo veníamos haciendo jugando miércoles y domingos, todas las semanas: por eso, hace poco, para no perder el ritmo, organizamos un amistoso contra Boca y les ganamos 2-0.
Esa campaña logró algo sensacional: que la gente de Talleres volviera a la cancha. Ahora copamos cualquier estadio del país. Siempre se hacen recaudaciones millonarias. Por ejemplo, contra..."
Cuarto silencio.
Ahora él quiere ser preciso. Pone cara de "Humm, a ver..." Los ojos hacia arriba recorren sin ver. Usted lo observa. Tres arrugas profundas en la frente, unas cuantas más tenues le bordean la cara. Pelo blanco arriba, nariz cortada abruptamente, algunos dientes encimados, carón, bigotito sobre el labio. Bueno, no se distraiga, él le habla otra vez...
"Contra Boca, en el amistoso, hicimos 33 millones, y hace dos domingos, con River, en Buenos Aires, Talleres se trajo limpios 22 millones. Inclusive los dirigentes ya piensan que si las cosas siguen bien, en el verano se va a organizar un torneo internacional con el Santos, un equipo polaco con la base de los que jugaron el Mundial, Boca y River y, por supuesto, Talleres. La hinchada influyó mucho. Le dio moral, fe y ganas al equipo. Como jugamos tan seguido ahora no los exijo. Entrenamos de tarde y concentramos la noche previa al partido. No me gusta tenerlos más tiempo encerrados. La única vez que estuvimos tres días, perdimos. Tengo confianza en los jugadores.
El caso de Willington fue muy especial. Cuando yo llegué al club estaba fuera de estado y con ganas de retirarse. Le dije que iba a tener su oportunidad, si se preocupaba. A él le molestaba salir con el número 11. Yo lo puse de 10. Ahí jugó todo el torneo. Hasta que lo echaron en la final con Belgrano y le dieron 40 días de suspensión. Entonces entró Taborda, que estaba listo para jugar. Ahora utilizo a los dos de acuerdo a como los necesito. Daniel es más ofensivo, Taborda la tiene más y le hace el relevo a Artico.
Cuando empezó el Nacional el equipo ya venía bien; lo único que tenía que hacer era cambiar 3 ó 4 jugadores, alternarlos para oxigenar al cuadro. Al principio no me gusto la zona que nos tocó, me parecía que los partidos bravos estaban muy seguidos pero después empecé a analizar, hice el cálculo del puntaje que podíamos sacar en cada partido y no me equivoqué. En la primera rueda conseguimos el puntaje que yo había previsto. La segunda es más difícil por los partidos que tenemos de visitante, pero con 9 ó 10 puntos estamos clasificados. Los más fuertes del grupo son River, Newell's y Altos Hornos Zapla. Pero ahora el equipo está agrandado: aunque todavía nos falta serenidad para meterla adentro podemos hacer 2 ó 3 goles por partido. Además se les paga muy bien y al día. Tienen 105 mil pesos de premio por partido ganado y en las finales va a haber 500 mil pesos extra para cada uno. El problema lo tengo yo. Es que yo juego con un equipo de 13 ó 14. En el medio, especialmente... Con Taborda y Willington hago uno, porque son distintos. Con Mugione me aseguro la marca sobre el armador del contrario, y cuando va arriba le pega muy bien de lejos. Por eso a veces entra en lugar de Ludueña. Rivadero está pasando un gran momento. Con él y Ludueña puedo llegar al área de en frente tocando con seis jugadores. Los dos llegan al gol. Arriba, también Fachetti y Valiente son distintos. Fachetti es veloz, picador, pero le falta serenidad para definir. Valiente es más lento y tocador, pero más frío y certero. Los dos son muy útiles. Pero los muchachos entienden cuando uno hace los cambios, acá no hay figuras. Creo que a algunos ya se los puede ver para la selección. Artico es un fenómeno y tiene 25 años. Ludueña, Comelles, Ocaño. Tengo fe en el futuro: con la humildad que tienen y como vienen trabajando, los resultados se tienen que dar. Yo no pienso en el campeonato, tampoco los jugadores. La meta es el próximo partido. El próximo domingo..."
(tomado de una edición de revista “El Gráfico” del segundo semestre de 1974)
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En 1951 comenzó a jugar en Boca, pero dos años más tarde pasó a préstamo a Chacarita Juniors. En 1954 regresó a la Boca para consagrarse campeón con un equipo cuya base era la siguiente: Musimessi; Colman y Otero; Lombardo, Mouriño y Pescia; Navarro, Baiocco, Borello, Roselló y Markarián. Fue cuando ‘Pepino’ Borello se consagró goleador del torneo con 19 conquistas, junto a Conde, de Vélez Sársfield, y Berni, de San Lorenzo.
Ello determinó que el técnico del seleccionado nacional, Guillermo Stábile, lo convocara al equipo, donde estaba en el arco Amadeo Carrizo, con quien tuvo históricos duelos en el clásico mayor del fútbol argentino: River y Boca. Allí, ambas figuras se hicieron entrañables amigos.
Lamentablemente, en 1955, ‘Pepino’ Borello padeció una lesión de rodilla que lo perjudicó para su posterior campaña. Fue varias veces intervenido quirúrgicamente, pero el problema persistió.
En 1959 pasó al Magallanes de Chile, y luego integró equipos provinciales de aquel país, hasta que decidió su retiro, en 1963. Su inolvidable paso por Boca y su seudónimo ‘Pepino’, quedó grabado a fuego en la memoria boquense.
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(ROBERT PIRES, jugador francés, en revista "Don Balón" -Julio de 2008-)
(MARCELLO LIPPI, entrenador italiano, en una charla con estudiantes en la ciudad de Vicenza, a mediados de Diciembre pasado)
El tren de las cuatro (Rubén Herrera - Argentina)
Todos en el pueblo salieron a recibirlo. Todos, absolutamente todos. Nadie podía faltar a la cita. Desde los más ancianos, hasta los niños. Desde el intendente, hasta el último de los empleados.
El pueblo solo trabajó mediodía. Todos se pusieron de acuerdo, para que nadie por la tarde realizara ninguna tarea. Los negocios no abrirían sus puertas. Es que nadie quería estar ausente cuando él, regresara en el tren de las cuatro.
Si bien, volvía al pueblo todos los años para las fiestas, este era un regreso muy especial. Todos en la estación del tren, estaban vestidos de manera muy particular, como no lo habían hecho antes. Ante ellos, en unos minutos estaría él, el niño mimado del pueblo. Al principio querían traerlo en un helicóptero, luego en el camión de los bomberos, en un ómnibus preparado para tal ocasión, pero el pueblo en todo su conjunto, dijo que no. Que sería mejor que lo trajeran en el tren.
Todo el pueblo quería homenajearlo, viéndolo descender desde el vagón principal. Apenas el tren se detuviera sería recibido con un aplauso cerrado como se merece un héroe del fútbol. El ¡dale campeón, dale campeón!, se escucharía sin cesar. Es que fue campeón mundial con la Selección Nacional, y un triunfador en toda Europa. Y de la misma manera sería despedido, con un fuerte aplauso, como se merece.
Se me vienen a la mente aquellos recuerdos de la infancia, cuando solíamos ir a la escuela. Él, después de ayudar a su madre, a ordeñar las vacas, de darle de comer a las gallinas, se ponía su guardapolvo blanco y partía rumbo al colegio. Ahí aprendimos a leer y escribir, a saber comunicarnos con los demás. A entender, el porqué de ayudarnos entre todos los del pueblo, para poder afrontar los problemas cuando venían las inundaciones. De los maestros rurales que tenían que ir varias lenguas a caballo para poder cumplir, no solo con su obligación de educar, sino también con su propia conciencia moral, de sentirse bien en espíritu con el creador.
Cuando acompañábamos a nuestros padres a cazar, los domingos después del almuerzo. De las noches de verano, cuando jugábamos hasta la madrugada a la luz de un candil a querosén, que poníamos en el patio de la casa de sus padres.
Así fuimos creciendo, hasta que después de terminar la escuela primaria, fuimos hasta la capital de la provincia, a jugar un partido, invitados por la liga infantil del fútbol regional. En ese momento fue descubierto por un ayudante de campo, de un equipo de primera, que estaba de vacaciones.
Después de hablar con sus padres, lo llevó a vivir en una pensión del club.
Al principio se hizo duro, porque nunca había salido del pueblo y ahora al encontrarse en un mundo diferente, le costaba adaptarse. Ahí además de jugar al fútbol, los orientaban para poder seguir con una carrera universitaria, si estos querían hacerlo.
Conoció a muchos chicos que se encontraban en la misma situación que él, y eso lo ayudó a trabajar más duro, para seguir soñando con jugar en primera. Estando en la tercera lo convocaron para jugar en la selección juvenil. Este fue el escalón para llegar a la primera, ya que se destacó en el sudamericano, como la revelación del campeonato. De ahí en más su carrera fue ascendente, hasta ubicarse entre los mejores jugadores del mundo.
Después de salir campeón con su equipo y salir campeón con la selección juvenil, fue vendido a Europa por una cifra millonaria. Si bien esto le trajo tranquilidad económica, sus padres siguieron viviendo en el pueblo que lo vio nacer, y donde habían trabajado toda la vida.
Después de jugar dos años y haber logrado un campeonato europeo, este año salió campeón de América con la Selección Nacional. Donde fue la figura indiscutible del certamen, llevándose el balón de oro.
Ahora después de tres meses de este logro, regresaba al pueblo que lo vio nacer, al pueblo que le regaló los mejores recuerdos de la infancia. Es por eso que el pueblo, no quería faltar cuando regresara. Querían recibirlo y también despedirlo como él se lo merecía, al grito de ¡dale campeón, dale campeón!
-¡Ahí viene el tren! gritó el enano desde arriba de un árbol. La locomotora se dejaba ver a lo lejos. Sus colores despintados por el maltrato de los años se podían ver a la distancia. El tren llegaba cansado, trayendo al ídolo del pueblo, aquel mismo que había llevado en busca de un sueño.
Al ver que se acercaba, empezaron a agitarse banderas argentinas. Los gritos se hicieron escuchar, así como también los aplausos y el llanto que brotaba de la emoción. Cuando la máquina se detuvo hubo un minuto de silencio, nadie decía nada, hasta que el padre del 'chueco' gritó.
-¡Genio, monstruo, campeón! Todos se hicieron eco de esto y comenzaron a gritar.
¡Dale campeón, dale campeón!
Él descendió del tren junto a seis personas. Los acompañaban tres de cada lado. Estaban vestidos todos de oscuro y el tenia una bandera que lo cubría todo. Su mama apenas lo vio se le tiro encima. De aquí en más lo escoltaríamos nosotros. De un lado estaban su papá, el ‘enano’ y ‘bocha’ y del otro Martín el peluquero, mi viejo y yo. Su mamá se había desmayado por eso no lo acompañó.
Lo teníamos que escoltar hasta el otro lado del pueblo. Siempre por la calle principal.
Mientras caminábamos, al grito de ¡dale campeón, dale campeón!, sentí que ya no sería lo mismo. Que el pueblo tampoco sería el mismo de siempre. Entonces le empecé a decir que estaba orgulloso de él, que el pueblo estaba agradecido por todo lo que hizo. De no olvidarse de sus orígenes. De ser respetado por donde quiera que vaya. Y no era para menos ya que hablaba poco, solo lo necesario.
Nunca estuvo mal con nadie. Jamás estuvo involucrado en nada extraño. Era un verdadero profesional y por sobre todo muy solidario.
Mientras le decía lo mucho que lo quería, comencé a llorar. Lo mire al enano, y vi que hacía lo mismo. Una tenue lluvia comenzó a caer, sobre toda la multitud, que seguía caminando, como si no se hubiera dado cuenta.
Mi mano, comenzó a temblar mientras sentía el frió de la manija de metal. Una vez que llegamos, lo dejamos en el lugar preparado para él. Todos se pusieron alrededor y comenzaron a aplaudir.
Gritaban ¡dale campeón, dale campeón! mientras lloraban y arrojaban flores, al mismo tiempo que él descendía hasta su morada final. El ataúd cubierto con una bandera argentina fue dejado en el fondo de la fosa.
Él, el campeón, el niño mimado del pueblo, murió en un atentado terrorista, a manos de unos hijos de mil p...
(En memoria de aquellas victimas, que hay en todo el mundo)
Carlos Alberto Torres y Jairzinho habían sido revelaciones en ese Panamericano en el que el scratch se alzó con la medalla de oro, en un momento en que el fútbol brasileño, campeón del mundo en Chile 1962, pasaba por un momento de esplendor.
Pero lo que marcó Mayo de 1963 fue la inolvidable visita del equipo de Madureira a Cuba, donde sería recibido con honor y reverencia por Ernesto “Ché” Guevara, líder de la revolución cubana que llevó a Fidel Castro al poder en 1959 y una figura destacada de su tiempo.
"El contacto con el Che Guevara fue muy amable. Fue amor. Nos visitó en el hotel y asistió a uno de los encuentros en donde distribuyó serpentinas", recuerda Jorge Farah, hincha del Madureira presente en la gira por la isla.
El paso de Madureira por la isla era parte de una gira por América, dos años después que el club se había convertido en el primero en Brasil en hacer un viaje alrededor del mundo. Meses antes, el Che Guevara había recibido en Brasilia, de manos del presidente brasileño, la “Orden de la Cruz del Sur”.
En el mismo período Flamengo, Fluminense y Bangú viajaron de gira a Europa y Bonsucesso armó sus maletas para un amistoso en Guayaquil, Ecuador.
La gira del Madureira, concretada por José Correia da Gama da Silva, que presidió el club durante el período 1959/1960, se inició en Colombia, prosiguiendo luego por Costa Rica, El Salvador y México.
En Cuba, Madureira hizo un total de cinco partidos, ganando todos: el primero por 5 a 2 ante Industriales (campeón local), el segundo por 6 a 1 ante un combinado del Municipio de Morón, de la provincia de Camagüey, el tercero ante una Universidad (11 a 1) y dos presentaciones ante una selección de La Habana (el primero lo ganó por 1 a 0 y 3 a 2 el segundo, el 20 de Mayo de 1963, cuando contó con la presencia en la tribuna oficial del Ché Guevara, por entonces Ministro de Industria cubano.
"Llevaba el uniforme verde oliva del Ejército y después del partido saludó uno por uno a los veintidós jugadores. Parecía un hombre íntegro" recuerda Farah.
En 1963, Cuba llevaba cuatro años bajo el régimen comunista, establecido después del triunfo del Movimiento “26 de Julio”. La delegación brasileña se hospedó en el legendario hotel “Habana Hilton”, un símbolo de la opulencia de América durante la dictadura de Fulgencio Batista y renombrado luego "Cuba Libre" por Fidel Castro.
Después de tantos años, muchos recuerdos se desvanecen, pero Jorge Farah no olvida a Cuba, el Che y la fascinación suscitada por la gente cubana.
(DARÍO CONCA, ídolo del Fluminense, contando días pasados en “Globo Esporte” sus pocas ganas de volver a jugar en el fútbol argentino).
(THOMAS DOSSEVI, jugador de la Selección de Togo, relatando en ‘Radio Montecarlo’ el triste momento que vivió el viernes pasado al ser baleado en Angola el autobús que transportaba a esa selección en el marco de la Copa de África, a manos de un grupo separatista angoleño)
No me arrepiento de este amor (Attaque 77 - Argentina)
La búsqueda fue intensa y larga; cientos de currículos habían llegado a la mesa de la Comisión de Fútbol de ese club, que presidía Peter Ramsey Gálvez.
La contratación del nuevo '10' blanquiazul había generado una expectativa enorme en la afición, al punto que los directivos argumentaron que la demora se debía a que tenía que ser un futbolista A1, o sea del nivel del ex Sao Paulo, Cruzeiro y Sporting Cristal.
Finalmente, Ramsey, entre cientos de flashes y hombres de prensa una noche en Matute, anunció que William César de Oliveira (foto), ex seleccionado juvenil de Brasil, había sido elegido para ser el nuevo conductor íntimo.
Ramsey explicó, entre otras cosas, que el futbolista tenía una hoja de vida envidiable por haber jugado en América de Cali, Vasco Da Gama, Fluminense, Flamengo, Guaraní, Marítimo de Portugal, América de Río de Janeiro, entre otros equipos, además de haber sido premiado -quizá lo más importante de su trayectoria- como el mejor jugador del Mundial Juvenil que se disputó en China, en ¡¡1984!!, cuando el zurdo tenía 16 años y jugaba al lado de Neto, Bismarck, Iván Rocha, André Cruz, Marques y Gilson.
William se hizo acreedor, entonces, del Balón de Oro por su actuación descollante en la cita en Asia y por los cinco goles que marcó, aunque su selección quedó tercera, detrás de Nigeria y de la República Federal de Alemania.
El brasileño, finalmente, se puso la blanquiazul, ya con 34 años encima, pero nunca dio fuego. Caminaba en la cancha, daba pases con las justas con su ¿prodigiosa? zurda y apenas hizo un gol.
Los años, pues, no habían pasado en vano. Estaba condenado al retiro definitivo, aunque aquí le hicieron un gran favor. Lo cierto es que Ramsey y compañía ya no creen en los futbolistas que fueron estrellas en sus inicios. No vaya a ser que hoy se ensarten con otro jugador.
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(DIEGO ARMANDO MARADONA, entrenador de la Selección Argentina de Fútbol)
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(JOSÉ MOURINHO, entrenador portugués, "atendiendo" a su colega Claudio Ranieri)
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El hincha que todo sufre… (Manoel Castanho - Brasil)
Llego a mi casa, estoy solo. No falta mucho para empezar el partido. La TV ya está encendida, busco lo que puedo para hinchar: la camiseta, la bandera y los equipos de fútbol de botones. En los botones, hay dos con mi nombre y hay tambien dos con nombres de jugadores que estarán en campo: Marco Vanzini y Gonzalo Castro. Siendo brasileño y viviendo en Brasilia, son muy pocas las oportunidades que tengo para ver a Nacional por la televisión. (En realidad mucha gente pregunta cómo es que soy “Bolso” si soy brasileño).
El partido empieza, es Nacional quien va dominando las acciones. Yo siempre soy muy frío cuando veo partidos, pero ésta vez era distinto. No es que estuviera caliente, sino ansioso. ¿Cuántos goles haríamos? ¿Podría Nacional alcanzar un empate? La campaña del año pasado fue muy mala. Pero igual aquí estoy...
Llega el gol, lo grito a plenos pulmones, en la calle se podría escuchar, pero estaba en posición adelantada Castro, el auxiliar actuó bien. Caramba, qué diferencia podría marcar un gol tan temprano! Pero poco tiempo después vino otro, y ahora gol válido, otra vez de Castro, vamos ganando 1 a 0! En el primer tiempo seguimos mejor, pero tuve un susto en un ataque de Pumas.
Viene el segundo tiempo, Pumas tiene dos cambios que de nada sirven. Es Nacional quien sigue dominando las acciones. Algunos centros (con las manos, en laterales) terminaban en las manos del portero. Jaume pierde un gol, yo sigo conversando con la televisión... decía "maaaaaaaaal" cuando venía Pumas al ataque, o cuando Nacional perdía alguna pelota fácil. Pero vino otro centro, hubo un penal contra Vázquez. Lo primero que hice fue decir "eeeeh, es penal", pero a bien de la verdad fue un penal discutible. Cobra Castro, estoy con la bandera en la cara, y como ella es un poquito transparente, así veo el gol. Grito otra vez, la bandera es largamente agitada, Nacional va preparando su resultado.
Sale Castro, entra Garcés, el inepto comentarista brasileño siempre decía Cáceres... y en su primera participación Garcés ya mete un gol, otra vez festejo, él festeja un largo rato hasta darse cuenta de que no vale, que otra vez hay offside, y desgraciadamente otra vez el árbitro estaba acertado.
Seguido a esto viene un ataque peligroso de Pumas, yo tiemblo, porque Jorge Bava es un arquero que me da miedo, pero con gran actuación él tapa el gol. Gracias Bava, ¡desde hoy te respetaré bastante más!
Hay tormenta eléctrica en Brasilia, se acaba la luz por algunos minutos, no había hora peor para quedarmos sin luz. Pero amo al Bolso, no importa que haya tormenta eléctrica, sigo con la TV encendida... pero ahora estábamos sin luz. Y esto no es todo, esto es apenas la bomba de Hiroshima... la de Nagasaki viene después: a los 35 minutos la televisión deja de transmitir el partido para mostrar otro, un amistoso de mierda entre Peñarol y Flamengo!!!
Tengo ganas de mandar la gente de la TV a la palabra más fea que pueda imaginar! ¿Perder el final del partido por un amistoso de mierda? Y las tribunas estaban vacías!!! Mandaré un mail a la TV (quisiera mandar quinientos).
Muy furioso intento conectarme con alguna radio uruguaya, el comentarista hablaba como si el partido ya estuviera terminado, y cuando el relator dice “44 minutos”, se acaba la luz otra vez, y así fue hasta el final del partido. Mañana contaré el resultado a un par de compañeros de trabajo que son hinchas de Inter, que está en el mismo grupo de la Libertadores.
Así se sufre para apoyar a Nacional desde lejos, así es la vida de un Bolso por ahí en el mundo en una de las pocas veces que puede ver al equipo por la TV. Al menos pude ver una buena victoria, pude conocer mejor al equipo que apoyo desde aquí. Gracias Nacional, nos vemos otra vez cuando la televisión permita y cuando no haya ningun amistoso de mierda por ahí...
(Un gracias enorme a Manoel Castanho por autorizarme a publicar este relato)
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(SERGIO RESK, periodista deportivo argentino)
(ROBERTO CARLOS, internacional brasileño, opinando en 2003 sobre la llegada de David Beckham al Real Madrid)
(JULIO HUMBERTO GRONDONA, Presidente de AFA, opinando sobre Diego Maradona el 6/6/2008. Meses después, en Octubre de 2008, tras la renuncia de Alfio Basile, Maradona fue presentado como nuevo entrenador de la Selección Argentina de Fútbol)
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Pregón del Centenario del Sevilla F.C. -2ª parte- (Antonio Garcia Barbeito - España)
que bajan para juntarse
perfecta línea, que al darse,
cierra un siglo de fortuna.
Once barras,
blancas unas,
rojas otras.
No lo dudo,
me queda el pecho viudo
si me quito tu razón,
que más que mi corazón
a mí me late tu escudo.
Un símbolo manifiesto,
una clara identidad,
cuasi, cuasi santidad
para el que te lleva puesto.
Siempre tu orgullo enhiesto,
firme aquí, ajustado nudo.
Prefiero quedarme mudo
antes que negarte a tí
que lo mejor que sentí
lo sentí por este escudo.
¡Qué primavera destapa
este azahar rojiblanco!
¡Qué otoño si me lo arranco
del ojal de mi solapa!
Ninguna sombra lo tapa.
Nadie puede,
nadie pudo,
desteñir este menudo
símbolo de mi pasión.
Morirá mi corazón
pero quedará tu escudo.
Uno de los goleadores históricos del fútbol argentino fue, sin dudas, Luis Artime (padre de Luis Fabián ‘Luifa’ Artime, ídolo de Belgrano de Córdoba).
Artime comenzó en Atlanta, se consagró en el River de los años 60, y también se cansó de hacer goles en Independiente, Palmeiras, Nacional de Montevideo y el seleccionado argentino, sin ejecutar penales. La única vez que lo hizo en Primera, se desgarró.
Fue un goleador excepcional, querido y respetado por todos y, por sobre todas las cosas, modesto y criterioso en sus procederes y declaraciones.
Pues bien, Luis Artime nunca negó su cariño por Racing, pese a ser el club al que le convirtió muchos goles. Uno de esos partidos en los que estaba inspirado, jugando para River y teniendo enfrente la camiseta de la Academia, se disputó el 26 de Mayo de 1963, en Núñez, por la 5ª fecha del torneo.
Racing era superior y en el segundo tiempo ya ganaba por 2 a 0, y con baile. Pedro Marchetta, de Racing, habilidoso y pícaro, hacía lujos, sombreros y caños, que dio insólito motivo para que el árbitro Roberto Goicoechea lo reprendiera por sus "cargadas".
Claro que sobre el final, Luisito Artime se despachó con 3 tantos en ocho minutos, para dar un vuelco fundamental al partido, ganando River por 4 a 2.
La síntesis de ese cotejo, fue la siguiente:
River Plate (4): Amadeo Carrizo; Ramos Delgado y Grispo; Sáinz, Cap y Varacka; Onega, Pando, Artime, Delem y Roberto.
Racing Club (2): Luis Carrizo; Anido y Mesías; Martín, Reynoso y Sacchi; Mattera, Marchetta, Mansilla, Julio San Lorenzo y Belén.
Goles en el primer tiempo: 35' Mattera (RC).
Goles en el segundo tiempo: 4' Julio San Lorenzo (RC), 25' Onega, de penal (RP), 35', 39' y 43' Luis Artime (RP).
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(JOSÉ MOURINHO, entrenador portugués del Inter de Italia, en el periódico inglés ”The Guardian” del 29/12/09)