Don Ángel Labruna:
Él le va a contar una historia.
Por eso lo ha acomodado a usted en un sillón. Le sirve un café, le acerca el cenicero. Se sienta enfrente suyo, se aquieta. Pregunta cuantas cucharadas de azúcar, dice del tiempo, comenta la noticia del día. Está preparando el clima. Atención. Ahí va, se produce el primer silencio, ahora sí...
"Fue más o menos el 4 o 5 de Enero de este año. Me llaman por teléfono y me ofrecen dirigir a Talleres de Córdoba. Me sorprendió, no lo esperaba. Mi primera reacción no fue de entusiasmo; nunca había pensado en la posibilidad de irme al interior, y además en ese momento se estaba tratando mi ingreso en River. Se decía que podía ser yo o ‘Pipo’ Rossi. A los pocos días me vino a ver a casa el presidente del club, señor Nuccetelli..., Amadeo Nuccetelli. Él comprendía cual era mi situación pero, de todas maneras, insistía para que yo fuera a Córdoba.
Tuvimos como quince reuniones en veinte días. Incluso le dije que hablara a otros técnicos, a Spinetto, a Mareque, a Cavagnaro, y creo que conversó con ellos, pero no arreglaba con ninguno; entonces volvía a insistirme. En los últimos días de Enero se define todo. Me invita a pasar tres días en Córdoba para ver el equipo y conocer el ambiente, sin ningún compromiso de mi parte y siempre dependiendo de lo que pasara con River.
En esa corta estadía ya fui pensando seriamente en aceptar. Es que me atendieron una barbaridad y noté que había intenciones de hacer las cosas bien, en serio, al nivel de cualquier club de Buenos Aires. En cuanto al plantel, después de verlo les dije que para asegurar la clasificación para el Nacional hacían falta dos volantes, dos wines y un número nueve. Eran las exigencias mínimas para no fracasar. Cuando vuelvo a Buenos Aires me entero que River se había decidido por ‘Pipo’; entonces no dude más y resolví irme a Córdoba, con la única condición de que se contrataran los refuerzos".
Segundo silencio.
Un sorbo de café, él; un sorbo usted. Usted enciende un cigarrillo, él le dice que no fuma. Usted cruza una pierna sobre la otra, se recuesta, lo mira. Él advierte que usted espera, y sigue...
"En una semana, entre el Presidente y yo contratamos a todos los jugadores que necesitábamos. A Rivadero lo trajimos a préstamo con opción. Cuando el año pasado lo conocí en Racing, me pareció un buen jugador que no se adaptó a Buenos Aires.
Después, Valiente, que estaba libre del León, de México. Importante porque es goleador y tiene mucha experiencia. Yo le hablé a Mugione, que estaba libre de Millonarios de Colombia, un jugador que había tenido en Platense y me parecía muy útil: es disciplinado y cumple con lo que se le indica en el partido. A Pignani, libre de Gimnasia, que puede ser wing derecho o izquierdo. En Córdoba se contrató a Ludueña y a Comelles. Yo no los había visto jugar, pero mucha gente conocida mía, que me merece confianza, aseguraba que eran muy buenos. Dentro de las posibilidades del club creo que se hicieron operaciones importantes. Ya estaba casi todo listo para empezar a trabajar; entonces hablamos de mi contrato. Al principio hicimos un arreglo de palabra, solo faltaba firmar los papeles. Pero después fue pasando el tiempo y el Presidente o yo lo dejábamos para otro día. Al final nos tomamos tanta confianza el uno al otro que nunca lo hicimos. Yo ahora no tengo contrato. Nunca firmé nada, pero tampoco tuve ningún problema, siempre se respetó la palabra. Y creo que con los premios y todo debo ser uno de los técnicos mejor pagados del país...
Otra cosa que me impresionó muy bien fue el primer día que llegué al club. Se hizo una reunión de comisión directiva y después de presentarme el Presidente les dijo a todos: "Bueno, ahora tienen la oportunidad de preguntarle lo que se les ocurra. El señor Labruna les va a contestar sin ningún problema, aunque tengamos que estar acá dos días seguidos, porque después no se va a admitir ningún tipo de requerimientos ni de intromisiones". Así fue, nunca tuvimos ningún inconveniente. Me nombraron dos asesores y el Vicepresidente, que hace de coordinador. El recibe mis informes después de cada partido: si hay lesionados, como vamos a viajar si nos toca ir afuera, en fin, todo lo que debe saber la comisión. Como ya empezaba el campeonato local, me decido por hacer tres o cuatro partidos de práctica para ver a los jugadores y ya ir armando el equipo. Hasta ahí todo iba muy bien, pero después de esos partidos casi largo todo y me vuelvo a Buenos Aires".
Tercer silencio.
Usted está muy interesado en que siga pero él ahora se ha metido en el recuerdo por unos segundos. Está volviendo a vivir aquella bronca, pero ya retoma, necesita descargarse...
"La primera vez que salgo al campo, yo no sabía cómo me podían recibir, pero nunca pensé que iba a haber hinchas esperando que me asomara para gritarme “ladrón”. No lo podía creer. Me decían que yo estaba robando. Eso fue terrible. Quería renunciar. Me convencieron que era solo un grupito, que ni siquiera eran hinchas de Talleres. Íntimamente me propuse demostrarles que yo había ido a ganar. Para mí era una carta muy brava...
Venía de hacer excelentes campañas en equipos importantes. Si fracasaba me retiraba definitivamente. Seguí el trabajo y después de probar muchos jugadores me quedé con 23 o 24. Hice algunos cambios de puesto y armé el equipo base. A Comelles, que era volante, lo puse de marcador de punta.
Así aprovecho que es jugador de marca y que puede proyectarse. Porque me gusta que se vayan al ataque. A Ocaño lo cambié para marcar sobre el lateral izquierdo. A Patire, que era número 9, lo pasé a la punta derecha: es veloz y tiene habilidad para el puesto. No tuvimos tiempo para hacer pretemporada porque ya empezaba el torneo. El cuerpo técnico se completó con el preparador físico Hugo Ivancich y el médico, doctor Rodolfo Kobylanski, que ya estaban en el club desde hace 7 años. Dos profesionales muy buenos. El equipo esta excelentemente preparado y cuando hay lesiones el doctor es un fenómeno para curarlas en poco tiempo. Al principio hacíamos reuniones con todo el plantel, se charlaba mucho. Yo siempre les dije que ellos estaban en condiciones de ganarle a cualquiera.
Les pedía que tomaran cada partido como una final. Que no se pararan nunca adentro de la cancha. Pero no los ataba.
La idea es simple: jugar cuando la tienen, abrir la cancha y, si la pierden, no retroceder: luchar para recuperarla.
Eso lo aprendí en mi época de jugador. Me acuerdo que cuando jugábamos contra Boca y ‘Lucho’ Sosa se mandaba, si no lo corríamos, los de atrás nos insultaban de arriba abajo. Hay que hacer eso, marcar al que la tiene, y a ese que va a la marca cubrirle las espaldas para que no le hagan el 2-1. En el primer campeonato que jugamos, que era clasificatorio para el Nacional '74, perdimos la final con Belgrano, 2-1. El único partido que perdimos.
Pero igual entramos porque ellos ya estaban clasificados de antes; entonces nos correspondió a nosotros también. Después jugamos el zonal. Ganamos la zona "A" y fuimos a la final con Instituto, ganador de la "B". Ganamos 2-0 y pasamos a disputar lo que se llama la finalísima, con Belgrano: dos partidos. Empatamos 0-0 el primero y ganamos 2-0 el segundo. Salimos campeones de Córdoba y además ganamos la clasificación para el Nacional '75. Y todo esto lo veníamos haciendo jugando miércoles y domingos, todas las semanas: por eso, hace poco, para no perder el ritmo, organizamos un amistoso contra Boca y les ganamos 2-0.
Esa campaña logró algo sensacional: que la gente de Talleres volviera a la cancha. Ahora copamos cualquier estadio del país. Siempre se hacen recaudaciones millonarias. Por ejemplo, contra..."
Cuarto silencio.
Ahora él quiere ser preciso. Pone cara de "Humm, a ver..." Los ojos hacia arriba recorren sin ver. Usted lo observa. Tres arrugas profundas en la frente, unas cuantas más tenues le bordean la cara. Pelo blanco arriba, nariz cortada abruptamente, algunos dientes encimados, carón, bigotito sobre el labio. Bueno, no se distraiga, él le habla otra vez...
"Contra Boca, en el amistoso, hicimos 33 millones, y hace dos domingos, con River, en Buenos Aires, Talleres se trajo limpios 22 millones. Inclusive los dirigentes ya piensan que si las cosas siguen bien, en el verano se va a organizar un torneo internacional con el Santos, un equipo polaco con la base de los que jugaron el Mundial, Boca y River y, por supuesto, Talleres. La hinchada influyó mucho. Le dio moral, fe y ganas al equipo. Como jugamos tan seguido ahora no los exijo. Entrenamos de tarde y concentramos la noche previa al partido. No me gusta tenerlos más tiempo encerrados. La única vez que estuvimos tres días, perdimos. Tengo confianza en los jugadores.
El caso de Willington fue muy especial. Cuando yo llegué al club estaba fuera de estado y con ganas de retirarse. Le dije que iba a tener su oportunidad, si se preocupaba. A él le molestaba salir con el número 11. Yo lo puse de 10. Ahí jugó todo el torneo. Hasta que lo echaron en la final con Belgrano y le dieron 40 días de suspensión. Entonces entró Taborda, que estaba listo para jugar. Ahora utilizo a los dos de acuerdo a como los necesito. Daniel es más ofensivo, Taborda la tiene más y le hace el relevo a Artico.
Cuando empezó el Nacional el equipo ya venía bien; lo único que tenía que hacer era cambiar 3 ó 4 jugadores, alternarlos para oxigenar al cuadro. Al principio no me gusto la zona que nos tocó, me parecía que los partidos bravos estaban muy seguidos pero después empecé a analizar, hice el cálculo del puntaje que podíamos sacar en cada partido y no me equivoqué. En la primera rueda conseguimos el puntaje que yo había previsto. La segunda es más difícil por los partidos que tenemos de visitante, pero con 9 ó 10 puntos estamos clasificados. Los más fuertes del grupo son River, Newell's y Altos Hornos Zapla. Pero ahora el equipo está agrandado: aunque todavía nos falta serenidad para meterla adentro podemos hacer 2 ó 3 goles por partido. Además se les paga muy bien y al día. Tienen 105 mil pesos de premio por partido ganado y en las finales va a haber 500 mil pesos extra para cada uno. El problema lo tengo yo. Es que yo juego con un equipo de 13 ó 14. En el medio, especialmente... Con Taborda y Willington hago uno, porque son distintos. Con Mugione me aseguro la marca sobre el armador del contrario, y cuando va arriba le pega muy bien de lejos. Por eso a veces entra en lugar de Ludueña. Rivadero está pasando un gran momento. Con él y Ludueña puedo llegar al área de en frente tocando con seis jugadores. Los dos llegan al gol. Arriba, también Fachetti y Valiente son distintos. Fachetti es veloz, picador, pero le falta serenidad para definir. Valiente es más lento y tocador, pero más frío y certero. Los dos son muy útiles. Pero los muchachos entienden cuando uno hace los cambios, acá no hay figuras. Creo que a algunos ya se los puede ver para la selección. Artico es un fenómeno y tiene 25 años. Ludueña, Comelles, Ocaño. Tengo fe en el futuro: con la humildad que tienen y como vienen trabajando, los resultados se tienen que dar. Yo no pienso en el campeonato, tampoco los jugadores. La meta es el próximo partido. El próximo domingo..."
(tomado de una edición de revista “El Gráfico” del segundo semestre de 1974)