(DANIEL PASSARELLA, flamante Presidente de River Plate, recordando sus tiempos de entrenador conjuntamente con Alejandro Sabella -actual DT de Estudiantes de La Plata- y Américo Rubén Gallego, entrenador de Independiente de Avellaneda. Diario "Olé" 15/12/09)
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(DANIEL PASSARELLA, flamante Presidente de River Plate, recordando sus tiempos de entrenador conjuntamente con Alejandro Sabella -actual DT de Estudiantes de La Plata- y Américo Rubén Gallego, entrenador de Independiente de Avellaneda. Diario "Olé" 15/12/09)
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(CARLOS KIESE, recientemente alejado de la dirección técnica del Club Olimpia, en declaraciones a la radio paraguaya “1º de Marzo”, luego del partido disputado en 2004 contra Cerro Porteño donde el elenco olimpista perdió por 5 a 1)
Los quince cambios de camiseta más polémicos del fútbol inglés
Con la llegada de Carlos Tévez al Manchester City y el sorprendente fichaje de Michael Owen por el United, la Premier League ha vivido una de las pretemporadas más controvertidas que se recuerdan. Quizá no igualen la convulsión la marcha de Sol Campbell al Arsenal en 2001, pero han servido para recordar algunos los fichajes que más iras han levantado en la historia del fútbol británico.
1. Sol Campbell (Tottenham: 1992-2001 / Arsenal: 2001-2006)
Tras nueve temporadas en White Hart Lane, el central protagonizó la que es considerada por muchos la mayor traición del fútbol inglés. Rechazó renovar por los Spurs y desestimó varias ofertas importantes del extranjero (entre ellas una del FC Barcelona) para firmar por el Arsenal. Ganó dos Premiers y tres FA Cups antes de fichar por el Portsmouth. A partir de este hecho los fans de los "Spurs" lo llaman Judas.
2. Mo Johnston (Celtic: 1984-1987 / Rangers: 1989-1991)
Tras abandonar ‘The Paradise’ y jugar dos temporadas en el Nantes, el escocés decidió no regresar a su equipo de orígen y fichar por el Rangers de Graeme Souness. Un movimiento que no contentó ni a los supporters del Celtic ni a los del Rangers. Los ‘Hoops’ vieron en Johnson un traidor y los protestantes a un católico y seguidor de su eterno rival que rompía las tradiciones y el orgullo de su club.
3. Alan Smith (Leeds: 1998-2004 / Manchester United: 2004-2007)
Más allá de la rivalidad que enfrenta a ambos clubs y que ha dejado a otros grandes traidores entre los que destacan Eric Cantona y Rio Ferdinand, la marcha del delantero de Elland Road rumbo a Old Trafford fue especialmente dolorosa por el momento en que se produjo. Tras confirmarse el descenso del Leeds, Smith abandonó el terreno de juego besando el escudo y jurando fidelidad eterna al equipo de toda su vida aunque fuera en segunda división. Algunas semanas más tarde cerraba su traspaso al United por unos 7 millones de libras.
Alan Smith juró fidelidad eterna al Leeds y fichó por el Manchester United tiempo más tarde.
4. Ashley Cole (Arsenal: 2000-2006 / Chelsea: 2006)
El lateral flirteó con el club de Stamford Bridge en varias ocasiones durante su estancia en los ‘Gunners’ hasta que en 2006 se enfundó la camiseta azul. La prensa desveló las reuniones secretas con la directiva del Chelsea que levantaron las iras de los seguidores del Arsenal. Cole aceptó una oferta que doblaba su salario y selló su traspaso por 5 millones de libras y el pase de William Gallas al conjunto de Ársene Wenger.
5. George Graham (Arsenal: 1986-1995 / Tottenham: 1998-2001)
Vía Leeds (1996-98), el ex jugador y técnico ‘Gunner’ firmó por el eterno rival en 1998. El escocés no pudo llevar al Tottenham donde si llevó al Arsenal a lo largo de las nueve temporadas en las que se sentó en el banquillo de Highbury, pese a conquistar la Copa de la Liga en 1999. Con los cañoneros logró dos ligas (1989 y 91), una FA Cup (93), dos Copas de la Liga (87 y 93) y la Recopa de 1994. En su etapa como jugador del Arsenal entre 1966 y 1972 sumó tres títulos más.
6. Lee Clark (Newcastle: 1990-1997: / Sunderland: 1997-1999)
Tras siete temporadas en St. James’ Park el centrocampista jugó durante dos temporadas en el gran rival de los ‘Magpies’, el Sunderland. Pero en la final de la FA Cup de 1999 entre el Newcastle y el Manchester United apareció fotografiado junto a unos supporters de los Urracas con una camiseta con el slogan “Sad Mackem Bastards”. (Mackem es un término que se refiere al acento de los habitantes de Sunderland). Lógicamente no volvió a jugar nunca con los ‘Black Cats’. Firmó por el Fulham y en 2005 volvió a ‘su’ Newcastle.
7. Pat Jennings (Tottenham: 1964-1977 / Arsenal: 1977-1985)
Después de 13 temporadas y 591 partidos, los ‘Spurs’ decidieron traspasar al guardameta norirlandés al Arsenal, el gran rival, considerando que el fin de su carrera estaba cerca. Pero Jennings aguantó a gran nivel hasta los 40 y llevó a los ‘Gunners’ a la conquista de la FA Cup de 1979. Hasta Sol Campbell, en 2001, fue el último jugador que abandonó el Tottenham para recalar en el Arsenal.
8. Nick Barmby (Everton: 1996-2000 / Liverpool: 2000-2002)
Tras seis temporadas en Goodison, el delantero se convirtió en el primer jugador en cruzar Stanley Park rumbo a Anfield desde que lo hiciera Dave Hickson en 1959. Unos años después el portugués Abel Xavier seguiría el mismo camino que Barmby y se convertiría en el último jugador que ha defendido ambas camisetas.
9. Harry Redknapp (Portsmouth: 2002-2004 / Southampton: 2004-2005 / Portsmouth: 2005-2008)
El longevo técnico no ha tenido problemas en sentarse en ambos banquillos en reiteradas ocasiones. En 2002 se hizo cargo del ‘Pompey’ y logró llevarlo a la Premier League en su primera temporada. En 2004 la falta de entendimiento con el propietario del club, Milan Mandaric, acabó con su salida del equipo en diciembre, rumbo al Southampton, el gran rival. Pero Redknapp no puedo evitar el descenso de los ‘Saints’ que abandonaron la máxima categoría tras 27 años. Sin embargo, permaneció en el equipo durante los primeros meses en el Championship hasta que, de nuevo, sus malas relaciones con la cúpula del equipo forzaron su salida. Paradójicamente, de vuelta al Portsmouth. Con la conquista de la FA Cup de 2008, la afición del ‘Pompey’ pareció perdonarle definitivamente, pero su espantada para fichar por el Tottenham en octubre del año pasado acabó por colgarle la etiqueta de traidor en Fratton Park de forma definitiva.
Los aficionados del Portsmouth no guardan un buen recuerdo de Redknapp pese a los éxitos.
10. Peter Beardsley (Liverpool: 1987-1991 / Everton: 1991-1993)
Tras triunfar en el Liverpool, el pequeño delantero firmó por los ‘Toffess’ en 1991 por un millón de libras. Hasta la fecha el traspaso más caro entre ambos clubs. Sin embargo, Beardsley no despertó las antipatías de los seguidores ‘Reds’ que culparon al club de su marcha. Durante sus dos años en Goodison Park se convirtió junto a David Johnson en uno de los dos únicos jugadores capaz de marcar en el Merseyside derby con ambas camisetas.
11. Paul Ince (West Ham: 1984-1989 / Manchester United: 1989-1995)
La afición ‘Hammer’ nunca perdonará al centrocampista por fotografiarse con una camiseta del Manchester United siendo todavía jugador del West Ham. Una falta de respeto al club en el que se formó que todavía se recuerda en Upton Park. Ince tampoco tuvo inconvenientes en fichar por el Liverpool en su vuelta a la Premier en 1997 pese a haber jugado con anterioridad en los ‘Red Devils’ durante seis temporadas.
12. Denis Law (Manchester United: 1962-1973 / Manchester City: 1973-1974)
Uno de los jugadores más grandes de la historia de los ‘Diablos Rojos’ jugó el último año de su carrera deportiva en el gran rival ciudadano, el City. El escocés ya había formado parte de los ‘Sky Blues’ la temporada 60-61 en la que llegó procedente del Huddersfield Town en el traspaso más caro de la historia del fútbol británico: 55.000 libras. Un año más tarde, Law firmaba por el Torino con el que realizó una buena temporada pero en la que no se adaptó al estilo de vida italiano. Su vuelta a Inglaterra era inevitable y lo hizo con otro traspaso récord de 115.000 libras que le llevó a Old Trafford. En el último partido de su carrera en 1974, el delantero marcó un gol ante el United que no celebró al creer que suponía el descenso del equipo con el que se hizo grande. Law fue sustituido inmediatamente y abandonó el campo cabizbajo, pero lo que no sabía era que sin aquel gol el United habría descendido de todas formas. Denis Law finalizó su carrera en el Manchester City.
13. Kenny Miller (Rangers: 2000-2002 / Celtic: 2006-2007 / Rangers: 2008-2009)
El delantero de Edimburgo no ha tenido ningún tipo de reparo en vestir las dos camisetas de los conjuntos que protagonizan el eterno derby de Glasgow. El más caliente del fútbol británico. Miller jugó en el Rangers la temporada 2000-01, antes de dar el primer salto al fútbol inglés para incorporarse a los ‘Wolves’, en los que jugó cuatro temporadas y media. En el año 2006 volvió a Escocia para jugar en el Celtic, pero tras una sola temporada con los ‘Hoops’ probó de nuevo suerte en Inglaterra, en esta ocasión la camiseta del Derby County. Tras una temporada para olvidar, fichó por el Rangers el pasado verano.
14. Billy Bonds (West Ham: 1967-1994 / Millwall: 1997-1998)
Leyenda en el West Ham, con el que jugó desde 1967 hasta 1988, se sentó en el banquillo de Upton Park entre 1990 y 1994 para suceder a Lou Macari. Logró el ascenso en la campaña 90-91, no pudo mantener el equipo en la máxima categoría la temporada siguiente, pero en 1993 devolvió a los ‘Hammers’ a la ya creada Premier League. En 1994 fue sustituido por Harry Redknapp y su carrera como técnico se prolongó por Queens Park Rangers y Reading antes de recalar en el Millwall en 1997. Los ‘Lions’ y el West Ham protagonizan una de las rivalidades más calientes de Inglaterra que ha dejado tras de sí, incluso, alguna película como Green Street Hooligans (2005) dirigida por Lexi Alexander y protagonizada por Elijah Wood.
15. Gordon Durie (Chelsea: 1986-1991 / Tottenham: 1991-1993)
En 1991, el escocés decidió abandonar el Chelsea, según afirmó, para estar cerca de su familia en Escocia…. pero fichó por el Tottenham. Años más tarde sí que acabaría cumpliendo su deseo y firmaría por el Glasgow Rangers, antes de retirarse en 2001 con la camiseta del Hearts.
(tomado del blog “Premier Football”)
El gol de un Dios con cara de niño
(TOMÁS RONCERO, periodista español, en Diario “AS” -07/10/2002-)
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Alguien vino y me chimentó: Mirá Julio, que hubo una charla y Fossati dijo tal cosa. Después los datos que me llegaron fueron que, en un momento de calentura, se había quejado de que yo estaba diciendo determinadas cosas. Después yo tuve una charla con él de cuatro horas en la que se aclararon las cosas.
(JULIO RÍOS, periodista deportivo uruguayo (en la imagen), y un recordado momento con el ex DT de Uruguay, 27 de Abril de 2005)
(RINUS MICHELS [1928-2005], entrenador de Johan Cruyff en el Ajax, Barcelona y en la selección holandesa)
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Tanta pasión para nada -La paradoja de Djukic- (Julio Llamazares - España)
Cuando recogió el balón, Djukic se acordó de lo que su mujer le había dicho aquella tarde; parecía como si se lo hubiese profetizado. Si acaso, le había dicho Ceca, no se te ocurra tirar un penalty.
Como cada domingo, Ceca estaba más preocupada que él. A decir verdad, él nunca se ponía nervioso, al menos no especialmente {sobre todo si se comparaba con algunos compañeros); era ella la que se ponía nerviosa por él, a veces desde varios días antes. Pero, aquel día, su equipo, el Deportivo de La Coruña, en el que jugaba por tercer año consecutivo tras su marcha del fútbol yugoslavo, se enfrentaba al partido más importante de toda su historia: se jugaba a una carta la Liga que durante toda la temporada había tenido en la mano.
Hasta seis puntos habían llegado a sacarle de ventaja al Barcelona, su perseguidor más inmediato, ventaja que habían ido perdiendo, sin embargo, en los últimos partidos, sin duda por la presión, hasta el extremo de llegar a la última jornada igualados a puntos al frente de la tabla; aunque al Depor le bastaba con ganar: a igualdad de puntos, le daría el título -el primero de su historia- su mejor gol average particular. Por eso, aquella semana, los jugadores del Deportivo, Djukic incluido, la habían vivido en medio de una gran tensión y, por eso, aquella tarde, cuando su mujer le llamó, como todos los días de partido, al hotel de concentración para desearle suerte, le dijo muy preocupada: si acaso, no se te ocurra tirar un penalty.
Cuando Ceca se lo dijo, Djukic -lo recordaba ahora- se había echado a reír. Le había hecho tanta gracia la cariñosa advertencia de Ceca, siempre tan temerosa, siempre tan preocupada por él, que se había echado a reír como hacía cuando su madre le decía de pequeño, allá, en Stitar (qué lejos estaba ahora), que no tirase muy fuerte no fuese a hacerle daño al portero.
Cuando Ceca le dijo lo del penalty, él ni siquiera había pensado en aquella posibilidad y, además, Djukic sabía que, en el caso de que se produjera (cosa bastante improbable teniendo en cuenta las circunstancias de aquel partido), el encargado de tirarlo, era Donato. El sólo tendría que hacerlo en el supuesto también bastante improbable de que Donato no estuviese en condiciones o en el campo (hasta el partido anterior, cuando Bebeto falló su segunda pena máxima en un mes, incluso habría sido el tercero, después de los dos brasileños, en el orden de los lanzadores).
Fue lo primero en lo que pensó cuando, a falta de un minuto para el final del partido y con el marcador a cero, el árbitro pitó penalty. Hacía dos minutos que en Barcelona había acabado el partido (con victoria del Barcelona) y, en ese instante, éste era el campeón de Liga. En Riazor, entre tanto, el partido había ido transcurriendo sin que el Coruña, hecho un manojo de nervios, fuese capaz de batir la portería Valencia que, por lo que se entregaban y corrían sus jugadores, que no se jugaban nada en aquel partido, estaba claro que había venido primado, y los presentimientos peores de las vísperas estaban a punto de consumarse. Lo que los más pesimistas habían augurado: que el Deportivo no tenía mentalidad de campeón, que al final le podría la presión, que La Coruña y toda Galicia sufrirían la peor decepción de su historia deportiva, etcétera, se estaba cumpliendo.
El Barcelona era ya el campeón de Liga. Quedaba sólo un minuto -más lo que añadiese el árbitro- para que se produjese el milagro y se produjo. Llegó el milagro cuando ya nadie en el campo ni en las gradas lo esperaba; en el campo, porque, los jugadores del Deportivo, aunque seguían intentándolo, ya apenas tenían fuerzas para correr (alguno, incluso, como Bebeto, renqueaba por el césped con calambres en las piernas) y, en las gradas, porque los aficionados, al principio tan bulliciosos, tan convencidos de la victoria, habían enmudecido, aunque siguieran en sus asientos contemplando impotentes la tragedia que se cernía sobre su estadio.
Pero, de repente, un delantero deportivista, quizá Fran, quizá Bebeto (con la tensión del momento y desde su posición en el campo, Djukic ni siquiera pudo ver quién había sido), se internó decidido en el área del Valencia, regateó a un defensor, el defensa le zancadilleó y, ante el asombro de todos los que seguían el partido con el corazón en un puño desde todos los puntos de España y de Yugoslavia (los de Yugoslavia por culpa de él), el árbitro pitó penalty.
El campo se vino abajo. Los graderíos de Riazor, hasta esos momentos mudos, estallaron en un griterío como Djukic no había oído nunca antes; y eso que en Yugoslavia los aficionados al fútbol también gritaban lo suyo. A lo lejos, en el área del Valencia, los jugadores valencianistas rodeaban al árbitro protestándole el penalty -que, por cierto, había sido muy claro-, pero Djukic sólo oía el inmenso griterío que recorría el estadio. Penalty. Era verdad. El árbitro lo había pitado.
Algunos jugadores del Deportivo se llevaban las manos a la cabeza sin acabar de creérselo. Otros, como Liaño, el portero, se santiguaban. Aunque parecía imposible, el milagro se había consumado.
Mejor dicho: se podía consumar. El árbitro había pitado penalty, pero el penalty aún había que meterlo. ¡Ya ver quién era el guapo que lo tiraba en aquellas circunstancias! Fue Justo en ese momento, cuando calibró aquel trance, cuando Djukic se dio cuenta de que Donato no estaba ya en el campo. Hacía quince minutos que Arsenio le había sustituido por Alfredo jugándose a la desesperada la carta del ataque. Cuando el entrenador hizo el cambio, Djukic ni siquiera se fijó en él, entregado como estaba, igual que sus compañeros, a la difícil tarea de levantar el partido -un partido que se les escapaba-, pero ahora se daba cuenta de lo que suponía: que era él, precisamente él, el señalado por el destino para tirar el penalty.
De hecho, sus compañeros ya le buscaban con la mirada y, desde el banquillo, todos: Arsenio, el médico, el masajista, hasta los jugadores reservas -entre los que divisó a Donato-, le hacían gestos histéricos para que se dirigiera hacia la otra área. A Djukic le pareció que todo el estadio se apoyaba de repente sobre él.
Pese a ello, reaccionó con entereza. Aunque ninguno seguramente tan trascendental como aquél, a lo largo de su vida deportiva ya había vivido muchos momentos difíciles. Como cuando debutó en Primera (con el Rad de Belgrado, allá, en su país) o como cuando, con el Deportivo, consiguió el ascenso a la Primera División española en un final agónico en el que hubo hasta un incendio en los graderíos, en su primera temporada en el fútbol español.
Eso sin contar los que la otra vida, la de verdad, le había dado: el día que decidió dedicarse al fútbol abandonando el trabajo que tenía entonces y contra la voluntad de su padre, que prácticamente le echó de casa, el de su boda con Ceca -a la que conoció por aquella época-, el nacimiento de sus dos hijos (los seres que más quería) o la muerte de su hermano Milosav en accidente de tráfico.
Mientras cruzaba el campo entre el griterío del público y las palabras de ánimo de sus compañeros, que le daban consejos distintos y hasta enfrentados (¡por arriba!, ¡por abajo!, ¡a romper!, ¡colócala!, ¡vamos, Yuka! ...), Yuka, como le llamaban todos en La Coruña, quizá porque era más fácil, recordó el largo camino que había recorrido hasta ese instante, desde cuando jugaba en los prados de Stitar con los otros chicos del pueblo (todos más altos que él) hasta que fichó por el Deportivo buscando ganar dinero y huyendo de la guerra que asolaba su país.
En medio, perdidos entre las brumas del tiempo y de la distancia, quedaban los balones que su padre le pinchaba para que estudiara en vez de estar todo el día jugando al fútbol (y que él reponía en seguida con el dinero que ahorraba); la bicicleta que aquél, chatarrero de oficio, le fabricó, sin embargo, con trozos de bicis viejas para que pudiera ir a entrenar cada día a Savac, la capital de la región, por cuyo primer equipo -el Macva, de Segunda División- ya había fichado; su primera decepción y su abandono del fútbol tras su fracaso en el Macva; su trabajo posterior, como palista en la estación del ferrocarril, trabajo que alternaba por las tardes con los entrenamientos del Zeleznikar, el otro equipo de Savac, al que le llevó Milinkovic, un jugador de su pueblo que había jugado en Primera, a cambio precisamente de aquel trabajo; su triunfo en el Zeleznikar y su vuelta al Macva -ahora ya como profesional- o, en fin, el primer dinero serio que ganó jugando al fútbol cuando, dos años más tarde, le fichó el Rad de Belgrado: dos millones y medio de pesetas con los que se compró su primer coche y amuebló la casa que su hermano Milosav le había hecho en Stitar.
Djukic todavía recordaba algunas veces -ahora con una sonrisa- el viaje en tren de regreso a SAVAK comentando con Ceca, con la que se acababa de casar, si les daría tiempo en toda su vida de gastar todo el dinero que acababan de pagarles. La verdad es que la suya no había sido una carrera fácil. Al contrario que otros, desde que empezó en el fútbol, todo lo había logrado a base de mucho esfuerzo; nadie le regaló nada. Aunque siempre, sin embargo -pensaba Djukic ahora mientras se acercaba al área-, había tenido suerte en los momentos cruciales.
Parecía como si una estrella lo iluminase. Si no, ¿cómo se explicaba el hecho de que siempre hubiese acertado en las decisiones más importantes, esas que determinan la vida de una persona, o que, en los momentos bajos, cuando todo le iba mal, algo o alguien le empujaran a seguir hacia adelante? Le pasó cuando Milinkovic le llevó a jugar al Zeleznikar (cuando él ya había decidido dejar el fútbol) o cuando Juan Ballesta, el ayudante de Arsenio en el Deportivo, le fue a buscar a su casa. En este caso, además, el azar ayudó también. Ballesta, por lo que él supo luego; había viajado a Belgrado para espiar al Estrella Roja y al Partizán (el Deportivo andaba buscando un líbero), pero, como se aburría en la ciudad, se fue a ver jugar al Rad, que jugaba sus partidos los sábados por la noche para no coincidir con los de aquellos.
Ese día, Djukic hizo uno de sus mejores partidos. Es más: tuvo hasta la buena suerte de debutar como líbero (hasta entonces, lo hacía siempre de pivote) en sustitución del líbero titular, que atravesaba una mala racha. Ballesta quedó tan impresionado que no sólo se olvidó del Estrella Roja y el Partizán, que eran los dos equipos que había ido a ver, sino que se quedó dos semanas más en Belgrado para seguir a Djukic, quien, por su parte, ni siquiera sabía que alguien le estaba espiando. Lo supo a los pocos días, cuando Ballesta se presentó en su casa para ofrecerle fichar por el Deportivo de La Coruña, una ciudad y un equipo que Djukic oía nombrar por vez primera en su vida; ni siquiera sabía casi dónde quedaba España en el mapa.
De hecho, rechazó en un principio la oferta (tenía ya otras de equipos más importantes, como el Paris Saint-Germain francés o el Standard de Lieja belga) e incluso se escondía cuando veía el coche del ojeador español aparcado ante su casa para no tener que hablar con él. Aunque, al final, acabó aceptando: quería ganar dinero y las ofertas de aquellos no terminaban de concretarse. Si entonces -pensaba Djukic ahora- el azar y su buena estrella le iluminaron (desde que llegó al Deportivo todo habían sido éxitos), ¿por qué no habrían de hacerlo ahora que se enfrentaba al momento de su vida deportiva posiblemente más importante?
Cuando el árbitro le dio el balón (le miró, por cierto, un instante, como si le compadeciera), Djukic ya estaba decidido a tirar aquel penalty. No tenía, además, otra elección. Podía, ciertamente, todavía echarse atrás (otro, en su situación, quizá lo hubiera pensado) y pasarle la responsabilidad a otro compañero, a Bebeto, por ejemplo, que para algo era la estrella del equipo y el que más dinero cobraba, pero Djukic no era de los que se arrugaban. Desde que jugaba en Savac con apenas quince años, era de los que siempre daban la cara. Y, además, sus compañeros nunca se lo hubiesen perdonado. Como tampoco -pensó- le perdonarían en el caso de que fallase.
Cogió el balón y lo apretó con las manos. Lo hacía siempre en esos casos, como para asegurarse de que tenía aire. Aunque al que le faltaba el aire era a él.
Sentía como si el pecho se le estuviese cerrando. A su lado, un compañero le daba todavía algún último consejo (¡por abajo, junto al palo!, ¡Vamos, Yuka!...) y el árbitro le decía lo que siempre dicen los árbitros en esos casos: que no hiciese nada extraño, que no se detuviera a mitad de su carrera, que esperase a tirar a que él pitase..., pero él no les oía.
Ni siquiera oía ya el griterío del público, que se había ido apagando poco a poco, a medida que el instante decisivo se acercaba. Djukic sólo oía ya el palpitar de su corazón y el zumbido entrecortado de su respiración ahogada. Fue la primera prueba que tuvo de que estaba más nervioso de la cuenta.
Intentó recobrar la calma. Respiró hondo buscando aire y sintió cómo éste se agolpaba en su diafragma. No podía llegar a los pulmones; era como si aquél se le hubiese bloqueado. Djukic volvió a intentarlo.
Posó el balón en el suelo, en el punto de penalty, y retrocedió unos pasos. Frente a él, a mitad de camino entre el penalty y la portería, el árbitro le daba ahora las advertencias correspondientes al portero del Valencia (por primera vez en todo el partido, Djukic se fijó en él; hasta entonces, sólo se había fijado en que llevaba un jersey azul) e imaginó, para consolarse, que a éste tampoco le llegaría el aire hasta los pulmones, porque estaría tan nervioso como él en ese instante. La suposición no bastó para tranquilizarle, pero sí al menos para que comenzase a pensar en el penalty. Hasta entonces, había sopesado una por una todas las circunstancias de aquel momento, pero no en cómo iba a tirarlo.
A veces, en los entrenamientos -recordó Djukic entonces- él y sus compañeros habían imaginado aquella posibilidad como un juego, como una hipótesis tan lejana que incluso se divertían imaginándola: último minuto de un partido, empate a cero o a goles y el árbitro pita un penalty. ¿Quién lo tira? ¿y cómo? Djukic y sus compañeros (del Deportivo de La Coruña y de todos los equipos en que había jugado antes) lo habían imaginado muchas veces, siempre como una posibilidad, pero ahora aquella hipótesis no era una posibilidad, y mucho menos un juego. Ahora, la hipótesis de los entrenamientos se había hecho realidad y en las peores circunstancias en las que podía darse: en el último minuto del último partido de una Liga que se jugaba precisamente en aquel penalty.
Djukic, en esos casos -recordó entonces también-, era el primero en tirarlo. Le gustaba tirar penaltys porque era la única manera que tenía de recordar sus tiempos del Macva, y antes aún: de los partidos con el equipo del pueblo, cuando, por su pequeña estatura, jugaba de delantero. Hasta los quince años, de hecho, era tan diminuto que la gente iba a mirarlo, admirada de ver a aquel chiquillo que volvía locos a los contrarios pese a que a algunos de ellos apenas les llegaba a la cintura. Pero, a los quince años, estando ya en el Macva, Djukic empezó a crecer (en un año solamente creció 20 centímetros) y los entrenadores comenzaron a retrasarle, primero al centro del campo y luego ya a la defensa, para aprovechar su estatura y su poderío físico ante los delanteros contrarios. Pero él siempre prefirió el juego de ataque.
Le gustaba coger el balón, bien del portero o bien de algún compañero, que se lo pasaban para que lo jugara, y, con su depurada técnica, cruzar el campo con él hasta la portería contraria regateando a cuantos le salían al paso; lo cual le había causado más de una bronca de sus entrenadores, que veían con temor cómo arriesgaba el balón y cómo dejaba huecos a sus espaldas (Arsenio, incluso, le había prohibido pasar del medio campo), aunque su natural instinto le llevara a repetir sus arrancadas en cuanto se le presentaba otra oportunidad. Por eso, le gustaba subir a rematar los córners (a lo que sí estaba autorizado) y, por eso, en los entrenamientos, era el primero en tirar los penaltys. Lo hacía siempre muy suave, a la izquierda o a la derecha, colocando el balón y engañando al portero con la mirada.
Pero ahora era distinto. Ahora se estaba jugando el futuro de la Liga y de su equipo (por no hablar del suyo propio) y no era momento para florituras. Era mejor tirar a romper, olvidarse de la técnica y de lo que decía su madre y pegarle al balón con todas sus fuerzas para asegurarse al menos que nadie le diría nada. Porque, si el balón entraba, nadie se iba a fijar en si iba bien o mal tirado (lo importante es que había entrado) y, si no, daría lo mismo: la decepción iba a ser tan grande que durante toda su vida la seguiría recordando. Pero, al menos, nadie podría decirle que la había provocado él por quererse lucir en aquel trance.
No le dio tiempo a seguir pensando. De repente, Djukic oyó el silbato del árbitro y comprendió con angustia que el momento decisivo había llegado. Frente a él, la mancha azul del portero llenaba toda la portería (que hasta entonces le había parecido inmensa: siempre pasaba lo mismo) y a su lado ya no vio a nadie. Sólo otra mancha -la mancha negra del árbitro-, que esperaba también a su derecha, junto a la raya del área. Los demás: los jugadores de ambos equipos, el público, hasta los policías y los fotógrafos que hasta ese instante se amontonaban por centenares detrás de la portería habían desaparecido. En el estadio de Riazor -y en el mundo- sólo estaban ya él, el portero y el árbitro.
Djukic comenzó a correr sin saber todavía cómo tirar el penalty. Ya no podía pensar; ya era tarde para todo. Le dio al balón sin mirarlo, como si le pegara al aire (el aire que a él le faltaba), y durante unos segundos, que a él le parecieron eternos, larguísimos, interminables, miró cómo se alejaba en dirección a la portería donde la mancha azul del portero comenzaba lentamente a desplazarse. Ni siquiera vio adónde iba; no vio cómo lo paraba. Sólo vio que, de repente, el campo volvió a rugir, después de varios segundos mudo, y el portero del Valencia, que había vuelto a levantarse, comenzaba a correr ya dar saltos de alegría mientras sus compañeros de equipo corrían a abrazarlo. Había parado el penalty.
Los compañeros de Djukic tardaron más en hacer lo mismo con él, pero él ni llegó a enterarse. Arrodillado en el césped, como un boxeador caído, sólo pensaba en huir de allí mientras se repetía a sí mismo, como cuando se mató su hermano, lo que su padre solía decir de la vida cuando la vida le golpeaba: tanta pasión para nada.
El fútbol es un drama. En abstracto puede resultar absurdo. Son veintidós señores en pantalón corto detrás de un trozo de cuero cosido. No deja de ser la prehistoria de la humanidad. Sin embargo, cuando adquiere determinados componentes puede ser una tragedia. Cuando me pidieron un cuento, me vino a la cabeza esta historia. Parece un guión de una película de John Huston. El protagonista, en el último segundo del último partido de la liga tiene que tirar un penalti del que depende, no sólo ganar el partido, sino el primer campeonato de un equipo gallego en la historia. De la patada de un chico yugoslavo que hacía unos meses no sabía ni donde estaba Coruña, dependía el destino futbolístico de Galicia y de Breogán y lo falló. Aquella cara, tras el fallo del penalti, se me quedó grabada.
(JULIO LLAMAZARES, escritor español, autor del cuento que aparece arriba de este post)
(OSVALDO ZUBELDÍA [1927-1982], recordado entrenador argentino)
(JOAO HAVELANGE, ex Presidente de la FIFA, opinando sobre el entrenador brasileño y Campeón del Mundo, como jugador en Suecia 1958, Mario "Lobo" Zagallo)
Tempus fugit (Miguel D'Ors - España)
cada hora nos va acercando un poco
más al negro cuchillo de la Parca.
¿Qué es esta vida sino un breve sueño?
Hoy lo repite, a su manera, el Marca:
en Junio se retira Butragueño.
Aquel día participaron muchos deportistas que habían compartido vestuario con el mítico portero y las autoridades políticas, tanto nacionales como provinciales.
El Camp Nou se llenó como en las grandes tardes de fútbol y se pactaron dos partidos. El primero entre la Selección de España, compuesta por jugadores ya retirados de la práctica activa del fútbol, y un equipo de "Les Cinc Copes" que finalmente se impondría por 3 a 2. En este partido jugarían:
Barcelona: Velasco, Seguer, Biosca, Calvet (Navarro III), Gonzalvo III, Flotats, Basora, César, Aloy, Moreno (Colino) y Manchón (Rueda).
Selección de España: Eizaguirre (Quique), Alonso (Babot), Parra, Asensi (Navarro I), Pasieguito, Puchades (Alonso), Iriondo (Juncosa), Venancio (Hernández), Zarra (Arcas), Pañizo (Taltavull) y Gaínza.
Goles: 1-0 Gonzalvo, 2-0 Rueda, 3-0 Aloy, 3-1 Pasieguito (p), 3-2 Hernández.
Como colofón hubo un partido que el FC Barcelona ganó al SV Hamburgo por 5 tantos a 1. Las alineaciones fueron las siguientes:
Barcelona: Ramallets (Sadurní), Benítez, Gensana (Rodri), Chicao (Olivella), Segarra (Marañón), Garay (Vergés), Zaballa (Pereda), Evaristo, Martínez, Seminario (Villaverde) y Villaverde (Vicente).
Hamburgo: Schnoor, Krug, Meinke, Jughun, Werner, D. Seeler, Dehn. Neisner, U. Seeler, Dahre y Doerfel.
Goles: Eulogio Martinez, Evaristo (2), Vicente y Verges.
En el intermedio, se le impuso al portero la Medalla al Merito Deportivo. Ramallets, que tenía 38 años, hizo vibrar el Camp Nou con sus intervenciones, especialmente una increíble parada al delantero alemán Uwe Seeler.
Años después, el 11 de Marzo de 2008, recibe un nuevo homenaje cuando recibe la llave de Barcelona de manos del ex Presidente del FC Barcelona, Joan Gaspart.
Ramallets se consagró definitivamente en el Mundial de 1950 que se celebró en Brasil. En este Mundial la selección española obtuvo la mejor clasificación de su historia.
El portero azulgrana era conocido como el "gato de Maracaná" por su gran agilidad y por la extraordinaria actuación que realizó en el estadio brasileño.
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(DIDÍ, ex jugador y entrenador brasileño, opinando sobre el Campeón Mundial en México 1970)
(ROBERTO PERFUMO, ex jugador, entrenador y psicólogo social argentino)
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La mentira de la vejez (Germán Kijel - Argentina)
Debutó en 1913 en el viejo patio donde entrenaban los héroes de Alumni, jugando un partido contra el Lomas Athletic Club, pero en realidad nadie lo recuerda por sus hazañas deportivas; sino que, "El padre" Mumope es recordado por sus sabios consejos.
Cuando "El Bambino" Alfio Salvador Tierratriste tuvo que debutar en Defensores de Belgrano allá por 1955, él lo llamó a un costado, mientras precalentaban en el vestuario, y le hizo una revelación, que quedó marcada en la memoria del novato por el resto de sus días: "No te calentés pibe, dejalos que corran, que nos hagan los primeros dos goles, total el dos a cero es el mejor resultado".
No pudimos hablar con Diego, entonces fuimos a la cancha. No me dejaban pasar. “¿Usted cree que este negro de dos metros se va a querer colar*?”, le pregunto al guarda.
Al final aparecí en el campo de juego, corriendo a Diego mientras hacía calentamiento. El Negro no tenía idea quién era Diego. Hicimos la foto. Soy de los pocos que pueden decir: “Corrí a Maradona por toda la cancha… y lo agarré”.
(CARLOS IRUSTA, periodista deportivo argentino, especialista en boxeo)
Glosario
* Colarse: Ingresar sin entrada a un espectáculo
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(Titular del diario británico "THE DAILY HERALD" del 19 de Mayo de 1960 tras la Final de la Copa de Europa ganada por el Real Madrid al Eintracht Frankfurt por 7 a 3 el día anterior en el Hampden Park de Glasgow, Escocia, ante 135.000 espectadores)
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(LUIS “Chiqui” CHAVARRÍA, ex futbolista chileno, participó en las Eliminatorias de Francia 1998, concretamente en un partido entre Chile y Uruguay, que finalizó con victoria para Chile por 1 a 0 y en el que lesionó al crack oriental)
Maradona Blues (Charly García - Argentina)
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Queda el recuerdo de cuando, por ejemplo, Independiente salía a la cancha mientras en los parlantes se escuchaba el himno del club:
de pierna fuerte y templada
guapos para una jornada
dignos de un team muy valiente."
no es impermeable
se lo puedo asegurar",
ó
"venga del aire o del sol
del vino o de la cerveza
cualquier dolor de cabeza
se quita con un Geniol...",
ó
"primero papá
después mamá
y ahora nosotros dos
tomamos Pulmosán".
Los equipos de toda la jornada estaban identificados con una letra (por ejemplo M vs R) y cuando había alguna novedad, un hombre que recibía el dato por teléfono, colocaba en el cartel la placa anunciando un gol, o una expulsión (con paneles de diferentes colores), o así como cuando se producía un penal, si era marrado, o cuando terminaba el primer tiempo o el partido. La llegada, a fines de la década del 50, de las radios portátiles (la Spika, enfundada en cuero color dulce de leche, era la más codiciada) terminó con la revista "Alumni", iniciándose una nueva etapa en las comunicaciones.
(Titular del periódico inglés “The Guardian” el 8 de Julio de 1974, al otro día de la Final del Mundial de ese año entre Alemania y Holanda)
(JOHN IRVING, novelista estadounidense)
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Francisco Franco y el Real Madrid (II)
A raíz del post anterior sobre Francisco Franco y el Real Madrid, que pueden ver en este enlace, y las polémicas que levantó y levantará siempre este tema que relaciona en el pasado español el fútbol y a la política de ese país, he decidido publicar un artículo que encontré en esta página en donde se plantea otra realidad acerca de la relación que ¿unía? al Generalísimo Franco con el club merengue y del cual publico un fragmento.
El debate sigue abierto...
EL FRANQUISMO EN EL REAL MADRID
Todas las argumentaciones posibles de por qué Franco no favoreció nunca al Real Madrid.
1ª Argumentación: En 1936 Comienza la Guerra Civil y llega a España la figura de Francisco Franco. El cual todo el mundo piensa que era del Madrid, pero en realidad fue del Atlético Aviación (Atlético de Madrid) Este equipo era el equipo de los militares y del gobierno y durante la II República el Atlético estaba en Segunda, y cuando llegó Franco subió a Primera, además hay escritos que demuestran que obligó a varios de los mejores jugadores de España en edad de servicio militar a fichar por el Atlético, además que falangistas como Suevos eran del Atlético también. Este equipo eral el único que viajaba en avión, mientras que el Madrid y el resto lo hacían en autobús y pagándose ellos mismos la gasolina.
Mucha gente piensa que en cuanto Franco llegó al poder, el Real Madrid comenzó a ganar títulos, pero se equivocan. El primer año de franquismo que casualidad que ganó la Liga: EL ATLÉTICO AVIACIÓN.
2ª Argumentación: Bueno en resumen, pasaron 21 años (17 de franquismo) para que el Real Madrid ganara ¡una Liga! (Increíble, ¿verdad?) En esos primeros 17 años de franquismo había 6 grandes equipos, y sus títulos fueron:
-Barcelona: 5 Ligas y 4 Copas= 9 títulos
-Valencia: 3 Ligas y 3 Copas= 6 títulos
-Athletic: 1 Liga y 4 Copas= 5 títulos
-Atlético: 4 Ligas y 0 Copas = 4 títulos
-R. Madrid: 1 Liga y 2 Copas= 3 títulos
-Sevilla: 1 Liga y 1 Copa= 2 títulos
3ª Argumentación: El hecho de que el Madrid ganara todo lo que ganó a continuación fue que consiguió el objetivo más importante en la historia del club, que fue ganarle el pulso al Barcelona en el fichaje de Alfredo Di Stéfano. El mejor futbolista de la época y considerado hoy en día entre los 3 mejores de la historia. Y si al hecho de que Di Stéfano jugara en el Madrid se le suma que durante los próximos 20 años el Madrid fichó jugadores tan grandes como Gento, Puskas, Santa María, Amancio, Pirri, Santillana, Miguel Ángel y Juanito, podemos ver como el Madrid tuvo una plantilla con los mejores futbolistas capaces de ganar cientos de títulos sin ayuda de nadie.
4ª Argumentación: Otro hecho importante es que en los últimos 21 años del franquismo, el Madrid ganó 13 títulos de Liga, y el resto los consiguió el Barcelona y el Atlético, pero entonces cuando Franco murió en 1975 el Madrid debería haber dejado de ganar títulos, ya que no recibiría su ayuda, es más, por odio tendrían que haber hundido al Madrid y no dejarle ganar ningún otro título, pero no fue así, el Madrid continuó ganando 13 Ligas más, y eso sin contar las Copas de Europa.
5ª Argumentación: Uno de los hechos más importantes que demuestran que el Madrid no recibió ayuda es que durante el franquismo, el Real Madrid ganó:
-6 Copa de Europa con su equipo de fútbol
-5 de ellas consecutivamente, 5 con el baloncesto
-1 Copa Intercontinental
-2 Copas del mundo
En Europa todos los países odiaban a España y a Franco, por lo tanto jamás nos ayudarían a ganar la copa de Europa, en todo caso nos perjudicarían, pero no fue así, el Madrid ganó las copas honestamente. Y entonces si el Madrid fue capaz de ganar 6 copas de Europa, ¿Por qué no iba a poder ganar la Liga española?
6ª Argumentación: Se dice que el Madrid gana los partidos por los árbitros. Un árbitro no puede no puede hacer que un equipo gane 13 Ligas, ni si quiera 1, como mucho puede hacer que gane partidos aislados. Además el árbitros no pueden influir tanto como para que Alfredo Di Stefano sea el ‘Pichichi’ durante 5 temporadas con una media de 27 goles por partidos, o Puskas 4 temporadas máximo goleador con una media de 24 goles. Aunque incluso en este hecho también se está mal informado, ya que en 1960 el Real Madrid tuvo que jugar los octavos de final contra el Barcelona.
Quedaron 2-2 en Chamartín, y en campo del Barcelona quedaron 2-1, clasificándose el Barça, pero en ese partido al Madrid no se le pitó un claro penalti a favor y además se le anularon 4 goles injustamente. Entonces Franco debería haber mandado matar al árbitro llamado Mr. Ellis, o a la plantilla del Barcelona, y no fue así.
Otros 2 casos parecidos sucedieron en 1966 cuando el Madrid fue eliminado de la Copa de Europa por un penalti a Amancio que el árbitro Lloris no pitó, y lo mismo ocurrió en la final de la Copa del Rey contra el Barcelona.
7ª Argumentación: Todo el mundo sabe que el Barcelona es el eterno rival del Madrid; por lo tanto si Franco hubiera sido del Madrid, habría intentado hundir al Barcelona como equipo y no fue así. Durante el periodo franquista desde el 39 hasta el 75 el Barcelona ganó en su conjunto como club:
-13 Campeonatos de España
-2 Copas Latinas
-17 Copas de Cataluña
-3 Copas de Feria
-18 Copas del Rey
-11 Ligas
Es decir un total de 64 títulos en 36 años, casi a 2 copas por año… Y el Madrid ganó 71 títulos en 36 años… Es decir hay una diferencia de 7 títulos solamente…
Pero si quitamos los 9 títulos europeos del Madrid vemos como dentro de España, donde únicamente tenía el poder Franco, el Barcelona supera por 2 copas al Madrid (64 a 62).
Si yo hubiera sido Franco, y realmente hubiera sido del Madrid, con mi poder y autoridad si podía hacer ganar al Madrid, también podía hacer perder al Barça, pero sus 64 títulos demuestran que no fue así…
8ª Argumentación: Como he dicho al principio, el Madrid antes de la llegada de Franco, ya había conseguido más de 32 trofeos, entre ellos Ligas y Copas del Rey, así que ¿Por qué no iba a poder ganar honestamente durante el franquismo, si antes de la dictadura ya era uno de los mejores equipos del país? Otra cosa sería que el Madrid no hubiera ganado absolutamente nada y fuera un club menor, y al llegar Franco se convirtiera en el mejor club del mundo de la noche a la mañana… Eso si sería sospechoso.
9ª Argumentación: Santiago Bernabéu tuvo un conflicto con dos falangistas en un partido del Real Madrid. El presidente terminó por echar del estadio a dichos generales. Por ese motivo, Santiago estuvo bastante tiempo amenazado por el franquismo.
RESUMEN DE ARGUMENTACIONES:
1-Franco fue del Atlético, y hay pruebas que lo demuestran...
2-El R.M estuvo 17 años de Franquismo sin ganar un título liguero.
3-Porque tenía la mejor plantilla con mejores futbolistas, entre ellos Di Stéfano.
4-Al morir Franco continuó ganando Ligas consecutivamente.
5-Porque ganaba en Europa, a pesar de tener a los países extranjeros en contra.
6-Los árbitros perjudicaron varios títulos al Madrid. Uno contra el Barça
7-Porque el Barcelona dentro de España consiguió más títulos que el Madrid.
8-La relación de Franco con el Madrid era solamente por los triunfos del Madrid.
9-Porque el Madrid ya había ganado 32 títulos antes de llegar Franco al poder
10-Porque Bernabéu estuvo amenazado por el Franquismo
11-A Franco no le gustaba ni el futbol ni los toros.
Así que por favor, pido que se deje de decir que Franco ayudaba al Madrid, porque quitan todo el mérito al que se ha reconocido que es el mejor club del siglo, porque nosotros podríamos decir que el Barça vive su mejor momento gracias a Zapatero, pero eso es absurdo y yo aplaudo al Barcelona por conseguir títulos con sus méritos y sus estrellas.
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"Antes de partir para Montevideo hicimos dos partidos de práctica: uno en Sportivo Barracas y otro en la antigua cancha de River, ubicada en Libertador y Tagle. En ambos encuentros jugamos suplentes contra titulares y esa preparación fue más que suficiente. Es que cuando los jugadores, como ocurrió en esa oportunidad, saben jugar bien al fútbol enseguida se entienden. Por eso no hizo falta una larga concentración, ya que solamente estuvimos todos juntos durante los veinte días que duró el torneo. Además, éramos suficientemente responsables como para cuidarnos solos. La preparación física la hizo cada jugador por su cuenta. Yo, por ejemplo, me entrenaba todas las noches dando 25 vueltas alrededor de la manzana de mi casa. No cobramos ninguna clase de premios, sólo nos asignaron un viático de cinco dólares diarios per cápita y nadie protestó. Imagínese, ¿quién iba a reclamar más plata sí el solo hecha de integrar el seleccionado nacional ya era una honra sin precio?
Desde el primer partido fuimos a la ofensiva. Siempre tratamos de jugar la nuestra, tocando y yendo para arriba. A veces, los rivales nos dejaron hacerlo; otras no, pero siempre intentamos la que sabíamos. Ahora, después de tantos años, pienso que nuestra buena labor se debió a que el director técnico solamente se dedicó a elegir los jugadores y a darnos algunos consejos. El equipo lo designábamos los mismos jugadores, pues nadie mejor que nosotros sabía lo que podía rendir dentro del campo de juego. Con nosotros se dio la lógica: llegamos a la final jugando bien y sólo perdimos por mala suerte, contra los dueños de casa. Es que en el fútbol siempre hay lógica, como también la hubo en este último campeonato de Alemania (1974). Ganaron los que jugaron bien. Los argentinos, que en nuestras canchas se conforman con los oles de la tribuna cuando tocan la pelota para atrás, tuvieron su merecido. Ahora que huelan".
(CARLOS PEUCELLE [1908-1990], recordado jugador argentino, ofreciendo su testimonio acerca del Mundial de 1930, del que fue partícipe, en la revista argentina “7 Días ilustrados” del 28 de Julio de 1974)
(ARTURO SEGOVIA, ex internacional colombiano)
(MANUEL CRUZ, filósofo español, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona)
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Los Dioses del Olimpo (Juan Ignacio Casero - Argentina)
Quizá la historia que voy a contarles haya comenzado en alguno de esos lugares en donde los parroquianos se reúnen a distraerse un rato después de la culminación de la jornada laboral.
En nuestros pagos hay miles de ritos que rodean a lo telúrico pero sin dudas una de las cuestiones que religiosamente llevaban adelante nuestros paisanos ha sido la reunión en el boliche del pago, al finalizar la jornada de trabajo.
Y allí se podían encontrar muchos y muy lindos personajes. Desde el que se bajaba del tractor y venía por un trago y un rato de mus, hasta aquellos que entre copa y copa, apasionados por el deporte, intentaban llevar adelante algún que otro emprendimiento que popularizara y diera vida a ese pequeño grupo de gente afincada en medio del campo.
Bien podría decirse que esta historia nació en una de las tantas mesas del buffet, en un club de un pueblo muy cercano a Tandil.
Futboleros de alma, un grupo de paisanos miraban con desazón la cancha que yacía vacía, descuidada y hasta mostrando una imagen dolorosa por la falta de hombres que corrieran en ella detrás de una pelota.
La mesa de los paisanos daba a un gran ventanal que dejaba ver lo que alguna vez había sido todo un orgullo para ellos, la cancha de fútbol.
Era sábado por la tarde, llovía y el pueblo estaba apagado. Lo poco que pasaba se congregaba en el club. En la mesa los hombres. Parecía que todos querían decir algo pero nadie se animaba. Hasta que el “Gallego”, uno de los más viejos preguntó: ¿qué nos pasa…?
Como contrapartida, el más joven de la reunión de parroquianos, un estudiante de Medicina que pasaba unos días con sus padres en al campo y que además era miembro de la comisión del club, manifestó con firmeza y hasta con cierta crueldad “lo que pasa es que acá uno mira la cancha y parece que las redes están dormidas, el césped se nos ha teñido de gris y da la sensación que los alambres quisieran desprenderse para ir en busca de otro lugar”.
¿Este está estudiando pa’ médico o pa’ poeta?, se preguntaron algunos. Pero las palabras del joven calaron muy profundo en aquellos dirigentes que amaban el fútbol a tal punto que uno de ellos, el delegado político manifestó, casi como si fuera un discurso presidencial; “es el momento de revivir el deporte que más nos gusta. Porqué no trabajamos para formar un gran equipo que vuelva a darle al pueblo orgullo y reconocimiento desde el ámbito futbolero, vayamos por más” -culminó.
Y algo más por esta parte del mundo… significaba por ejemplo jugar y ganar el torneo de la liga.
Fueron un par de días cargados de debate hasta que aquellos gauchos futboleros finalmente decidieron por mayoría armar un gran equipo para afrontar el torneo de la liga local.
En aquel momento hablar de una figura emblemática que comandara todo lo futbolístico era cosa seria y más aún si el personaje en cuestión era nada más y nada menos que el “Conejo” Aníbal Roberto Tarabini. Un emblema del fútbol argentino, con innumerables diplomas y un gran arraigo en la zona. Pero uno de los directivos trajo su nombre a la mesa una de esas tardes de debate y finalmente el reconocido y famoso jugador se transformó a los pocos días en el nuevo técnico del equipo.
Dicen algunos que Tarabini era uno de esos tipos a los que les gustaba duplicar la apuesta rápidamente. A tal punto que se menciona por ahí, que al ser tentado para dirigir el equipo y sugerírsele como meta ganar el torneo local, el mismo manifestó a los dirigentes; “¿el torneo local? Yo te armo un equipo y llegamos al Nacional”.
Al escuchar esas declaraciones el primero que puso la voz en alto fue el Presidente de la institución, un hombre hecho y derecho, muy serio pero un poco ingenuo y más adelante verán por qué, quien dejó en claro que el club “no iba a hacer ninguna locura que los perjudique”.
Las charlas fueron “la vedette” de la semana y al comenzar la jornada de trabajo del lunes el pueblo era un alboroto.
- “Viste que el club va a armar un gran equipo” -chusmeaban las viejas en cada uno de los boliches. Algunas despotricaban contra la decisión, sobre todo las más veteranas quienes argumentaban que solo serviría para que sus maridos gasten plata. En cambio las más jóvenes apoyaban el proyecto que traería al pueblo no solo el fútbol sino los bailes para recaudar fondos, y alegres tardes de domingo que convocarían a toda la gente de las zonas aledañas.
Así fue nomás que el conjunto “albiceleste”, el club del pueblito cercano a Tandil, de la mano del “Conejo”, comenzó a ganar y ganar y fue de a poco y merced a las virtudes futbolísticas de sus jugadores, el protagonista que finalmente se quedó con la gloria del torneo de la liga local.
Increíblemente o no ese grupo de muchachos había hecho que el nombre de Gardey ahora fuera noticia en los diarios más importantes de la zona y también en las páginas de “Clarín” y “El Gráfico”.
Algunos de los jugadores que integraban ese plantel aseguran hoy en día que jamás ganaron tanto dinero en el fútbol lugareño como el que lograron con ese equipo. Sobre ese tema precisamente está centrada esta historia.
Aunque extrañamente todo comenzó con: -“Acá no hay un mango”.
Dicen que el momento más difícil fue ese, en el que el “Conejo”, con su equipo ya clasificado para el torneo Regional, mantuvo una reunión con los dirigentes.
Los muchachos le habían dado la facultad al técnico para que negociara las pretensiones económicas de sus muchachos con vistas a la competencia que se avecinaba.
Lo que pedían los jugadores, hoy por hoy y simplemente para graficarlo serían unos ochocientos pesos por mes, a lo que el club respondió, podemos pagar $ 150 y de ahí no nos movemos.
La cara del “Conejo” lo decía todo. Su rostro mostraba el fracaso de la negociación cuando ingresó al vestuario luego de un entrenamiento para comunicarles la decisión de la dirigencia a sus muchachos.
- “Listo, que se vayan a la mierda, que jueguen ellos”; le habría manifestado el más temperamental del plantel.
De común acuerdo la muchachada decidió que no iban a jugar en esas condiciones. La gran ilusión de ir por más y llevar el nombre del pueblo a una esfera futbolística mucho más importante, comenzaba a derrumbarse.
Pero el tema no terminaría ahí, porque “el Conejo”, esa misma noche tramaría con la almohada una hermosa idea que no solo haría jugar a todo el mundo sino que si le salía bien le haría ganar mucho dinero.
El DT se presentó al otro día en el club y pidió hablar a solas con el Presidente. Una vez solos en una pequeña oficina al costado del buffet, el “Conejo” le manifestó, contrariamente a lo que habían decidido sus jugadores, que sí aceptaban los $ 150 y que iban a jugar, pero que debía hacerle una promesa.
Ni lerdo ni perezoso y con esa habilidad para hablar similar a la que mostraba en la cancha “el Conejo”, le dijo que aceptaban esa plata por la primera fase, pero que si llegaban a clasificar a la etapa final, el equipo se repartiría las recaudaciones de los partidos que jugara de local.
Era una más de las tantas apuestas del querido “Conejo” a lo largo de su vida, pero esta integraría la lista de las que le salieron bien.
Luego del entrenamiento, el DT volvió a reunir a sus muchachos en el vestuario y allí los convenció de que debían jugar, ganar y clasificar y que allí empezarían a obtener réditos económicos.
Llegar a la fase final les garantizaba tener en el Estadio “General San Martín”, un promedio de 5.000 personas. Eran otros tiempos.
Demás esta decir que el potencial futbolístico del “albiceleste”, le permitió a Racing de Gardey ganar su zona y llegar a la fase final. Sus muchachos disfrutaban al ver la cancha llena. No solo por el aliento sino por lo que significaba toda esa gente trasladada a las boleterías y posteriormente al bolsillo de cada uno de ellos.
Y así llegó la noche del 29 de Enero de 1984. Hoy se cumplen 25 años de la noche más negra que recuerden los simpatizantes de Rivadavia de Lincoln.
Los muchachos de Juan Carlos Pirez le habían ganado en su cancha 3 a 2 a los de Gardey y llegaban a Tandil con la expectativa más grande del mundo. No se les podía escapar.
No estaba en ellos la palabra derrota. Era tal la chance de ascender a la Primera División del fútbol argentino que el acompañamiento para el equipo por parte de sus hinchas sentó un precedente que aún hoy no ha podido ser ni siquiera igualado.
Si bien el conjunto tandilense también tenía cierta chance, era de los tres el que más complicado estaba a la hora de la definición por goles. Para clasificar al Nacional no solo debía ganar sino que también debía golear a Rivadavia, cosa que era imposible.
Pero lo que Pirez y sus muchachos no sabían es que en la semana previa un alto directivo de Olimpo de Bahía Blanca, el otro candidato al ascenso, se había comunicado con el “Conejo”, manifestándole que ellos sabían que para Racing era bastante difícil llegar. Por eso si los tandilenses les daban una manito con todo gusto ellos llegarían con un regalito para el plantel.
Ante tanta bondad y sabiendo que quien hablaba era un tipo de códigos, el entrenador del albiceleste le garantizó al menos un empate pero no tuvo reparos a la hora de manifestarle; “Ché Gordo el regalito tiene que ser de tanto”.
Incentivación, soborno ¿???, no señores. Sencillamente algo que siempre ha sucedido en todos los ámbitos de la vida.
¿O acaso tu mamá no te daba un caramelo para que te quedaras quieto?
¿En el laburo no te daban premio por ir todos los días?, siendo una obligación.
Que nadie quiera hacerse el puritano, además la causa ya prescribió.
En el estadio casi 8.000 personas. La recaudación 184.185 pesos argentinos.
El árbitro, Carlos Coradina, y en la cancha, Tato Medina, Solimanto, Gamalero, Chazarreta y el ‘Negro’ Conti; Villar, Fava, Daniel Tarabini, Oudoukian, Ruysch y Sommi, dirigidos por el “Conejo” Tarabini, quien además integraba el banco de suplentes e ingresaría faltando muy poco para el final y a los 41 minutos del complemento convertiría el gol del empate que garantizaba el pacto con los del sur.
Rivadavia de Lincoln formó esa noche con Pérez, Casado, Coria, Digilio y Domenech; Salse, Cillo y Diosquez, Naites, Mazola y Juan José Lupino quien a los 24 minutos del primer tiempo puso en ventaja al conjunto de Pirez, que estuvo a 4 minutos del logro histórico que significa un ascenso a la Primera División del fútbol argentino. Cosa que aún hoy no ha podido lograr.
Olimpo jugó ese mismo día pero a las 21,30 hs., cuando el partido en Tandil había finalizado. Nadie puede corroborar un pacto con los muchachos de Zárate pero debía ganar y golear para lograr el ascenso. El partido terminó 7 a 1. Como atenuante y a favor de los muchachos de Belgrano de Zárate sirve decir que terminaron últimos con una sola unidad lo que hacía que el marcador en definitiva no fuera tan sospechoso… digo yo, se me ocurre.
Para Rivadavia fue una noche sombría y pálida, llena de llantos aunque hoy se recuerde a ese equipo como el de la mayor hazaña lograda por la institución.
Para el “albirojo” de Lincoln el estadio “San Martín” de Tandil, se guardó debajo de sus redes las explicaciones del porqué.
Los postes del arco que da al Calvario enterraron las ilusiones de aquellos muchachos que indudablemente hubieran preferido vivirlo del lado de enfrente.
La llegada a los vestuarios de Pirez y sus jugadores fue una prolongada procesión de piernas arrastradas, ilusiones deterioradas y sueños destruidos.
Más de uno caminaba recordando a los santos y angelitos que no escucharon las plegarias. Eran rostros que mostraban resignación como los condenados ante la lectura del veredicto en contra.
A unas cuadras de allí y luego del partido mientras en el colectivo de la delegación “albiroja” persistían la tristeza y el llanto, el “Conejo” y sus muchachos degustaban placenteramente un rico asado.
Como contrapartida, en el salón de ese viejo hotel no había lágrimas sino alegría, risas, música y una gran incógnita a medida que la noche iba pasando. Todos se miraban como sintiendo que algo faltaba… el postre que no era precisamente helado.
Por ahí uno de los más desfachatados del plantel soltó la frase: - “¿Ché vendrán no vendrán los de Bahía?”
- ¡Esperalos sentado! Ya está, clasificaron.
- ¿Vos te pensás que van a venir? ¿todavía crees en los Reyes Magos?
- Hoy es 29, no 6 de Enero.
Algunos testigos que estuvieron ahí afirman que solo quedaban un par de botellas a las que le quedaban un poco de bebida y nadie quería servirse como para que el encuentro gastronómico durara un poco más. Sin embargo a algunos los atrapó el sueño y se marcharon a sus casas.
Era de madrugada ya, como las dos y pico, cuando se abrió la puerta del viejo hotel y los muchachos en medio del salón que daba a un gran patio, divisaron la figura de tres hombres.
Uno de ellos portaba una especie de valija.
- “Es el Gordo”, afirmó el “Conejo”. ¿Qué te dije? Estos son de primera, estos no te fallan.
Los hombres que habían ingresado al viejo hotel eran tres dirigentes de Olimpo de Bahía Blanca.
Como el capitán del equipo era uno de los que ya se había ido a dormir, “el Conejo”, mandó a un delantero y un morocho y reconocido defensor para contar el premio.
Algunos afirman que ese regalo les valió para pagar un año entero del alquiler de su casa. Otros dicen que lograron cambiar el autito y los más austeros guardarla en el colchón pensando en alguna inversión a futuro.
Pero eso no sería todo para este equipo. Porque el “Conejo” iría por más. Caro le había salido al presidente bonachón aquel ofrecimiento pobre, de tan solo ciento cincuenta pesos.
Pero como el compromiso del club y las recaudaciones era hasta que los muchachos le pusieran punto final a su paso por la institución el “Conejo” programó un encuentro despedida.
Utilizó su amistad con el “Pato” Pastoriza y el amigo no dudó en venir a jugar con el Independiente campeón de la Copa Libertadores un amistoso frente a Racing de Gardey.
Hasta ese lujo se dio el equipo del pequeño pueblo cercano a Tandil. Obviamente aquella recaudación también fue repartida entre los muchachos.
Historias, anécdotas, exageraciones, alguna que otra mentira y este relato para compartir con aquellos que aman nuestro fútbol. Con aquellos a los que alguna vez se les escapó una lágrima en una cancha de Tandil.
Brindo por esos muchachos que integraron el plantel y el cuerpo técnico de Racing de Gardey en la temporada 1983-1984, en especial por ese 29 de Enero, un día como hoy pero de 1984, el día que aquellos hombres fueron por un rato… LOS DIOSES DEL OLIMPO.
(Mi enorme agradecimiento a Juan Ignacio Casero por este hermoso relato que tanto valoramos los amantes del fútbol de esta parte de la Provincia de Buenos Aires así como la ilustración del gol del "Conejo" Tarabini esa histórica noche. Muchas gracias Juan!!)
A Carnevali le siguieron sucesivamente ‘Quique’ Wolff, Carlos Morete y Miguel Ángel Brindisi. Estos foráneos, unidos a los jugadores procedentes de la inagotable cantera amarilla, fueron configurando un bloque que, bajo las órdenes de Miguel Muñoz, alcanzó la tercera y última participación en competición europea para el club.
En la gran temporada 1977-1978, la Unión Deportiva Las Palmas vence en la Copa de la UEFA a Sloboda de Tuzla en primera ronda, para caer eliminado por el Ipswich Town inglés. Asimismo, esa misma temporada, los amarillos alcanzan la final de la Copa del Rey, en la que cayeron derrotados por 3-1 frente al FC Barcelona.
La genialidad de estos futbolistas argentinos no pasó desapercibida para los grandes clubes del fútbol español. Poco a poco, fueron abandonando el equipo contratados por otros clubes. El primero en abandonar las filas amarillas fue ‘Quique’ Wolff, quien en la temporada 76-77 pasa a Real Madrid donde estuvo 2 temporadas, jugando 68 partidos y marcando 4 goles. Gana la Liga en ambas campañas con los ‘merengues’.
Cuatro años más tarde, hacen lo propio Daniel Carnevali (retorno al club argentino Rosario Central) y Miguel Brindisi (quien retorna a su primer amor, el club Huracán -de Parque de los Patricios-). Carlos Manuel Morete abandona la Unión Deportiva Las Palmas en 1981 traspasado al Sevilla FC.
(CARLOS HEITOR CONY, escritor y periodista brasileño)
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