(El chupamedias de Espina pidiendo perdón al señor Zañartu una semana después de que Cobreloa perdiera la final de la Libertadores del '82 en el minuto contra Peñarol en "La Oficina" el inolvidable y clásico sketch del célebre programa de humor chileno "Jappening con Ja" de las décadas del ’80 y ’90)
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(El chupamedias de Espina pidiendo perdón al señor Zañartu una semana después de que Cobreloa perdiera la final de la Libertadores del '82 en el minuto contra Peñarol en "La Oficina" el inolvidable y clásico sketch del célebre programa de humor chileno "Jappening con Ja" de las décadas del ’80 y ’90)
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Brasil y el Mundialito de 1972
El torneo estuvo marcado por su carácter federal. Se distribuyeron las sedes de manera tal que en cada sector del país se pueda acudir al estadio de turno. Río de Janeiro, Salvador, Curitiba, Natal, Recife, Maceió, fueron solo algunas de las ciudades que dijeron presente en la competición.
Grupo 1: Argentina, Colombia, Francia y dos veces en África unida y la CONCACAF (Confederación de la América Central, América del Norte y el Caribe).
Sedes: Aracaju, Salvador y Maceió.
Grupo 2: Portugal, Irlanda del Sur, Ecuador, Chile e Irán.
Sedes: Natal y Recife.
Grupo 3: Bolivia, Yugoslavia, Paraguay, Perú y Venezuela.
Sedes: Curitiba, Campo Grande (por entonces parte del Mato Grosso) y Manaos.
Los primeros de cada grupo diputarían la gran final mientras que los segundos accederían al partido por el tercer puesto y cuarto puesto.
El proyecto brasileño fue muy ambicioso en un principio, pues querían la participación de Alemania Federal, Inglaterra e Italia, ex campeones del mundo. Las negativas de estas Federaciones -tras muchas idas y venidas- obligaron a una modificación en los planes con el ingreso de Checoslovaquia, Unión Soviética y Escocia, como reemplazantes en las semifinales.
Francia y Argentina (dirigida por Juan José Pizzuti) pelearon palmo a palmo el liderato del Grupo 1. La igualdad en cero entre ambos equipos clasificó a los argentinos por mejor diferencia del gol. El combinado de África obtuvo el tercer puesto mientras que Colombia y el conjunto de la CONCACAF quedaron relegados al fondo de la tabla.
Portugal arrolló en el Grupo 2 y ganó sus cuatro partidos de manera cómoda al obtener un asombroso registro de doce goles a favor y solo dos en contra. Los demás equipos poco pudieron hacer ante el poderío ofensivo de Eusebio y compañía. Chile se ubicó en segundo lugar, seguido por Irlanda, Ecuador e Irán, respectivamente.
Por su parte el Grupo 3 presentó un equipo yugoslavo que tuvo una gran performance gracias a su juego ofensivo y de gran calidad técnica. Poco pudieron hacer los países sudamericanos ante el conjunto europeo. Uno de ellos, Venezuela, recibió la mayor paliza del torneo al perder por 10 a 0.
Argentina, Portugal y Yugoslavia fueron entonces los países que acompañaron a los equipos clasificados de antemano. Aún restaba la etapa más emotiva y de mayor caudal futbolístico.
Los ocho equipos de distribuyeron en dos grupos:
Grupo A: Brasil, Escocia, Checoslovaquia y Yugoslavia.
Grupo B: Portugal, Argentina, Uruguay y URSS.
Los primeros de cada grupo diputarían la gran final mientras que los segundos accederían al partido por el tercer puesto y cuarto puesto.>
La campaña de la Selección Argentina
5 victorias, un empate y 2 derrotas dejaron un saldo positivo en esta presentación argentina que tenía como meta fundamental empezar a curar las heridas producidas por la no clasificación al Mundial de México 1970 y como una forma de empezar a sentar las bases de lo que sería su participación en Alemania 74.
Estos fueron los resultados y goleadores:
11/06/72 (Salvador de Bahía) Confederación Africana 0 - Argentina 2 (Fischer y Mastrángelo)
18/06/72 (Salvador de Bahía) Concacaf 0 - Argentina 7 (Bianchi, Mas -2-, Fischer -4-)
22/06/72 (Salvador de Bahía) Colombia 1 - Argentina 4 (Brindisi y Bianchi -3-)
25/06/72 (Salvador de Bahía) Francia 0 - Argentina 0
29/06/72 (Rio de Janeiro) Portugal 3 - Argentina 1 (Brindisi)
02/07/72 (Belo Horizonte) Rusia 0 - Argentina 1 (Pastoriza)
06/07/72 (Porto Alegre) Uruguay 0 - Argentina 1 (Mas)
09/07/72 (Rio de Janeiro) Yugoslavia 4 - Argentina 2 (Brindisi -2-) -partido por el tercer puesto-
Si bien la base del plantel argentino que disputó el Mundialito de Brasil no fue la que participó dos años más tarde en tierra germana, algunos de estos jugadores (Carnevali, Santoro, Wolff, Bargas y Heredia) si estuvieron en la cita mundialista.
Más información sobre la participación argentina en este enlace.
Algunos de los equipos participantes ni siquiera trajeron uniforme, tal fue el caso de Irán, quien olvidó sus uniformes y para ganar la simpatía de la gente local pidió prestadas las camisetas del equipo más popular de Recife -el Santa Cruz Futebol Clube- y con la camiseta tricolor obtuvo los siguientes resultados:
11/06/72 Irán 1-2 Irlanda
14/06/72 Irán 0-3 Portugal
21/06/72 Irán 1-1 Ecuador
25/06/72 Irán 1-2 Chile
Portugal, subcampeón del Mundialito de 1972
Plantel argentino que disputó la Minicopa
La Copa Independencia fue un éxito en todo sentido. Se logró un torneo con equipos de jerarquía, se vivió un clima festivo y de gran armonía, reunió grandes jugadores, se confeccionó un precioso trofeo de oro para el ganador valuado en 25.000 dólares de la época y sobre todo logró unificar a un país extenso como lo es Brasil al designar trece sedes para llevar a cabo los distintos encuentros.
La campaña de Brasil
Brasil 0 - Checoslovaquia 0
Brasil 3 - Yugoslavia 0
Brasil 1 - Escocia 0
Brasil 1 - Portugal 0 (FINAL)
Fuentes consultadas:
* Wikipedia Brasil
* Blog "Morenacult"
* Portal "No’ gracia a vo"
El partido, correspondiente a la 17ª fecha del torneo de Primera División, arrojó la siguiente síntesis:
Boca alineó con: Fossatti; Bidoglio y Mutis; Moreyras, Spitale y Arico Suárez; Penella, Varallo, Vargas, Cherro y Alberino.
River formó así: Jorge Iribarren; Balvidares y Juan Iribarren; Malazzo, Dañil y Bonelli; Peucelle, Marassi, Castro, Lago y Méndez.
Las crónicas de la época destacaron que cuando el cotejo estaba favorable a River en el tanteador, con gol anotado por Carlos Peucelle a los 16m., el árbitro del partido, N. Scola, sancionó un tiro penal para Boca, a solo 15 minutos del final del partido. Hasta allí todo normal, más allá de algunas protestas de los jugadores visitantes.
Ejecutó la pena máxima Varallo, detuvo a medias el arquero riverplatense Iribarren, recogió el rebote nuevamente Varallo quien remató y otra vez se interpuso el cuerpo de Iribarren, hasta que una vez más tomó el rebote Varallo quien finalmente pudo convertir el gol, aunque chocándose con Iribarren que salía desesperado a tapar.
Todo River protestó, aduciendo falta de Varallo a su arquero, pero Scola confirmó el tanto. Entonces, los jugadores de River se retiraron de la cancha, en señal de total disconformidad. En las tribunas hubo gran revuelo, con golpes e incidentes con la hinchada de Boca interviniendo la policía, mientras que en los vestuarios, varios jugadores de River fueron detenidos por los agentes del orden.
Así de caliente comenzaba a forjarse el duelo entre River y Boca en tiempos del profesionalismo.
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(MATÍAS ALMEYDA, ex compañero de Juan Sebastián Verón en la Selección Argentina y actual jugador de River Plate en un reportaje realizado en "La Red", la semana pasada)
(MARCELINHO CARIOCA, ex internacional brasileño, al ser convocado por Wanderley Luxemburgo en 1999 para jugar en la Selección de Brasil, donde jugó apenas 4 partidos)
El Monito (Roberto Fontanarrosa - Argentina)
Llore Monito, llore. Usted puede. A usted se le permite que no es vergüenza llorar cuando las lágrimas tienen la pureza recóndita de aquello que llega desde el corazón que no quiere aflojar ante terceros. Tal vez, pibe, tal vez Monito, son las mismas lágrimas que, años atrás, no tantos quizás, usted tuvo que enjugar con el revés de la mano sucia de tierra en el fondo de la casita del patio con geranios y malvones de barrio Arroyito. Tal vez son las mismas lágrimas vertidas por la rabia, la impotencia, la vergüenza, ante el coscorrón justiciero de su viejita laburante cuando usted no llegaba a la hora establecida para tomar la leche.
¿Cómo iba a entender su madre, Monito, aquel cariño entrañable por la pelota de fútbol, que lo mantenía lejos de la casa, demorado, en ese romance infantil con la de cuero, en los yuyales sabios del campito que no sabía de redes ni de cal, tras de la vía? ¿Cómo podía entender su viejo, pibe, su viejo, don Telmo, el genovés terco de canzonetta y nostalgia, su noviazgo purrete con la de gajos y ese lenguaje dulcemente nuestro de los túneles, la pisada, el chanfle, los taquitos y la rabona? Porque no era, no, una piba quinceañera, rubia y pizpireta, de ojos celestes como los de la pulpera de Santa Lucía, lo que a usted le impedía volver en el horario, a gritos reclamado por su madre.
No era, no, Monito, el despertar púber del primer amor enredado en los últimos giros de un trompo o en la galleta enojosa del hilo de un barrilete, el que lo hacía terminar los deberes de la escuela a las corridas y escapar luego, gorrión ansioso, pájaro encendido, hacia la complicidad abierta de la calle, el griterío alborozado de los pibes y el llamado seductor de un taconeo. No Monito, lo suyo era más simple, como son simples las cosas que nacen del corazón y eluden las frías especulaciones de la mente. No. Lo suyo era tan sólo la caricia tierna de la capellada de su botín zurdo en la pelota, el toque, la volea, la suela que aprieta el fútbol indócil y lo convence, lo persuade, lo amaestra. Lo suyo era el amague, el pique corto, el freno seco, y el pecho amigo para que allí se durmiera la bella amada cuando caía desde el cielo como un globo cansado de volar sin rumbo cierto.
¡Mire qué fácil, pibe, que era aquello! De la misma forma en que el amor, el puro amor, se presenta, florece y crece como una flor nocturna, como un clavel del aire brotado en la luminosidad escasa de un pasillo, así creció en usted el sortilegio. Nadie le enseñó, como no se enseña el dolor ni la paciencia, ni se sabe de dónde surge el gusto por silbar o el de hablar bajo. Usted ya lo traía impreso, se lo digo, quizás desde el fondo de la historia de ese barrio que ha visto nacer a tantos ídolos y guarda en el aire la vibración, el eco, el reverbero de mil goles gritados en la tarde, atronando el cemento, quebrando la quieta y asombrada calma de su río. O lo aprendió como se aprenden estas cosas, mirando a los demás, tratando de atrapar con ojos asombrados el misterio metafísico del chanfle, la secreta ley física que hace que el balón vaya hacia allá y dé una vuelta. Por eso, por todo eso, pibe, no se inquiete si lo ven aflojar y su mirada se empaña como el cristal de una ventana cuando recibe el tamborileo sonoro de la lluvia. No. Llore Monito, llore. Usted puede. A usted se le permite.
Así lo soñó usted tal vez, un día, allá, aferrado a la almohada confidente de su cama, en la casita del patio con geranios y malvones, alguna de esas noches de verano cuando el calor aprieta y el sueño viene.
Ya está el mago de varita presta. Ya está el ilusionista sutil que hace creer en cosas que no existen y miente que en el dorso de su mano se ocultan pañuelos, palomas y barajas. Está en el medio de la cancha y su eterna enamorada, la pelota, parece que se ha ido y está inmóvil, simula emprender vuelo y no se aleja, o bien hace creer que se le escapa pero vuelve bajo la presión apenas ruda de la suela. Ahora el estadio enmudece, el mago muestra el juego. El Monito arranca y empieza el toque, el pelotazo sabio, el amague que argumenta una cosa y dice otra.
De la zurda precisa del insider brotan conejos, luces multicolores, toques lujosos, las dos cortas sabidas y una larga, la cabeza alta, el ojo inquieto. El público se deleita. Ya la metió de nuevo bajo el pie, la mostró, "ahí la tenés, es tuya" ha dicho, pero no está más, la sacó, la puso en otro lado, la cambió de lugar, la amarreteó de nuevo. Allá está el compañero, el wing derecho, no lo ha visto, pero gira y le pone el pelotazo desde cuarenta metros, en el pecho. Sólo faltan los clarines, los clarines, las fanfarrias, el galope incesante de los corceles blancos girando en torno de la cancha y las ecuyères de pie sobre sus ancas.
Así lo soñó usted, tal vez, un día, Monito. Ya el espectáculo termina y, a pesar de la magia del insider, a pesar de sus moñas y regates, pibe, a pesar de las cuatro pelotas de gol que usted puso en los pies del centrofoward, el partido se agosta en la chatura aburrida del empate. Pero faltaba, nomás, la carcajada. El cierre magistral, la pincelada justa que el artista deposita por fin sobre la tela e ilumina el azul, aviva grises y ruboriza la macilencia de los sepias. Faltaba nomás, la carcajada. Ese balón que llega de atrás, como un balazo.
El pecho receptor del entreala tan afecto a refrenar, mullido, el rebote previsto de la bola. Ya empieza la danza, el giro sobre un pie para enfrenta el arco y el resbalar mansamente de la globa del pecho a la rodilla y de allí al suelo. Allí, en la temible ferocidad del área, allí, donde la puerta de las dieciocho se convierte en muralla pertrechada, donde hay piernas, codos, tapones alevosos y guadaña, allí la puso en el piso el entreala. Allí, en esa media luna, en lo que algunos llaman la empanada, allí donde uno se olvida de la novia, del primer amor, de lo aprendido en la escuela, de la Vieja, "vení conmigo" le dijo el Monito a su amiga del alma. Y se metió en el área con pelota dominada.
No sé si hubo un caño o fueron cuatro. Quebró la cintura, pisó el cuero, pareció en un momento que pateaba, se le vinieron dos, se cerró el cuatro pero el Monito la llevaba atada.
Tal vez ya no me acuerdo, decíme vos si miento, pero quedó frente al arquero y la puso en un rincón, de cachetada. No el cachetazo mordaz, el del reproche, sino el empujón cordial, el que te aprueba, la palmada que se le da a un pibe y se le dice "cruzá que yo te miro". La pelota entró pidiendo permiso y ni tocó la red de puro cauta. Luego, el pibe se fue hasta su tribuna y adentro de su puño apretó el gol, lo abrió de golpe y fue otra vez paloma y carcajada.
Llore Monito. Así lo soñó usted tal vez un día, en la casa de malvones y geranios del barrio Arroyito. Y se quedó en sueño nomás, no se dio nunca.
-¡Tan bueno que parecía de purrete! Nunca llegó a jugar ni en la Tercera. Y en el equipo que se arma en la oficina a veces lo ponen un rato y otras, nada. Está gordo, pibe, algo pelado, calvo. Y me han dicho que ni va a la cancha.
(cuento incluído en el libro: "Nada del otro mundo y otros cuentos" de Roberto Fontanarrosa, 1987, Ediciones de la flor)
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(ADRIÁN PAENZA, Licenciado y Doctor en Ciencias Matemáticas y periodista deportivo argentino)
(VÍCTOR HUGO MORALES, relator deportivo uruguayo)
De huracanes y ciclones (Juan Garlos Guastoni - Argentina)
Encono singular. Domingo denso
de pasión y de grito futbolero...
se enfrentan Huracán y San Lorenzo.
Las hinchadas del “cuervo” y el “quemero”
Hoy concuerdan un único consenso:
les parece más linda “la de cuero”
y el verde de la cancha más intenso...
Son noventa minutos de porfía
ciñendo el corazón. Y de repente
¡la explosión!; ¡el clamor!; ¡la algarabía!
De un ”Goooooool” inapelable y concluyente
trayendo tu pesar o tu alegría.
(Mi alegría o pesar, inversamente).
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La insignia se la concedieron porque en un partido, el portero local Arnau, resultó lesionado en un encontronazo con él y pese a encontrarse sólo ante la puerta y poder marcar, decidió lanzar el balón fuera para que atendieran al guardameta. Lo mismo le sucedió otra vez contra el Deportivo de la Coruña. Por aquella acción recibió el Botafumeiro. Zarra siempre aplicó una norma que debería de enseñarse en todas las escuelas de fútbol. Y es que como él dijo: "Antes me lesiono que lesionar".
De hecho, él mismo llegó a lesionarse en la temporada 1951-1952 por no lesionar al portero del Atlético de Madrid.
(ERMINDO ONEGA [1939-1979], recordado crack argentino, refiriéndose al sorteo en el polémico partido con Inglaterra en el Mundial de 1966)
(HUGO ORLANDO GATTI, ex arquero argentino, en declaraciones a la TV española -24/11/09-)
Hermanos de sangre (Alberto Fabián Montagna - Argentina)
Un 4 de Abril de 1962, allá en Doctor Gabriel Márquez, nacieron Gustavo y Guillermo. Hijos de padres sin antecedentes de mellizos en la familia, ellos salieron gemelos. Eran dos gotas de agua. Si hasta Beatriz, su mamá, los confundía, a no ser por ese lunar que tenía Guillermo, que servía para distinguirlos cuando los bañaba, ya que estaba oculto bajo la ropa y no era precisamente un lugar donde el sol le diera.
Supieron aprovecharse de su similitud, en la escuela, cuando eran chicos, con las mujeres, cuando fueron más grandes.
Guillermo era un excelente jugador de fútbol y ya a los 15 años había debutado en la primera de Argentino de Márquez, gracias a él ganaron varias ligas locales.
Gustavo, en cambio era pésimo futbolista, y se había dedicado a estudiar, era él quien más de una vez salvó a su hermano en la escuela, cuando debían dar una lección o rendir algún examen. Se destacaba en Matemáticas, pero lo suyo era la Literatura, ávido lector de las tragedias griegas, su sueño era estudiar y recibirse de Profesor de Lengua.
Estos eran los aspectos que los diferenciaban, en el resto eran idénticos.
En Mayo del 81 los sortearon para el servicio militar, 856 y 725 fueron los números que sacaron, los dos de cabeza adentro. Averiguaron que la ley estipulaba que uno de los dos, por sorteo o por propio acuerdo, se podía salvar.
Como lo habían hecho tantas otras veces, cuando uno de los dos debía poner la cara por los dos, jugaron su destino a piedra, papel y tijera, y como tantas otras veces el que perdió fue Guillermo. Ninguno se amargó con lo que el azar había determinado y también como otras tantas veces lo aceptaron.
A Guillermo lo incorporaron los primeros días de Enero del 82, no muy lejos de su Márquez natal, en Junín. Estuvo casi un mes sin volver, ese fue el tiempo que duró la instrucción. Finalmente un viernes de mediados de Febrero apareció por el barrio, le dieron licencia por una semana y le prometieron que luego lo dejarían salir los fines de semana para que pudiera jugar al fútbol.
Cuando llegó a Márquez, Gustavo se había cortado el pelo como un colimba*, volvían a ser idénticos para volver locos a todo el mundo.
Cuando a principios de Marzo comenzó la Liga, los benévolos milicos* que lo tenían a su servicio, y tal como le habían prometido, lo dejaron ir a jugar para Argentino. Con su aporte el equipo empezó a ganar y a ser serio candidato a repetir el campeonato logrado el año anterior a un punto de Douglas Haig y a dos de su eterno rival el Márquez A. C.
Cuando el 2 de Abril comenzó la guerra con Inglaterra por las Islas Malvinas, Guillermo la estaba rompiendo y ya se hablaba del interés de Boca para contratarlo.
Gustavo, en tanto, estaba cada vez mejor en los estudios, y su futuro como profesor estaba asegurado. Preparaba alumnos en su casa y así siempre tenía un manguito para darse algunos gustos. Estaba de novio con Cecilia y durante la ausencia de Guillermo, salían con Camila, la novia de Guillermo, los tres se habían hecho muy compinches.
Para fines de Abril, un viernes que salía de franco, como tantos otros, le dieron la noticia: El lunes bien temprano acá, mira que estas en la lista de los que viajan a Malvinas. Fue como un mazazo. En el viaje a Márquez no pudo pensar en otra cosa, como se lo diría a su familia, como reaccionarían con la noticia.
Al llegar a Márquez no le dijo nada a nadie. Después del partido contra Gimnasia, donde la rompió y fue observado por dirigentes de Boca, que quedaron en volver el fin de semana siguiente para empezar a cerrar el trato, le comentó a Gustavo lo que ocurría.
Los dos sabían que era su gran oportunidad, Gustavo le ofreció entonces ser él el que fuera a Malvinas. Guillermo le dijo que estaba loco, que de ninguna manera podía aceptar.
Gustavo le dijo que era su gran oportunidad, que no se preocupara por él, que iría a Malvinas, mataría a algunos ingleses y volvería victorioso.
Cuando le contaron a sus padres lo que pensaban hacer, se opusieron de plano: Ustedes están locos, fue la respuesta inmediata.
Gustavo mismo minimizó el asunto:
- Voy por unos días a cagarme de frío y de risa a Malvinas y vuelvo como un héroe.
- Yo voy a volver como un héroe, replicó Guillermo, no te olvides que para los milicos el que va a estar en Malvinas soy yo…
- Vos rompela acá que cuando juegues en Europa me tenés que llevar, me encantaría conocer Grecia y caminar por aquellos lugares de los que tanto hablan los grandes escritores antiguos.
- Trato hecho.
Y se fundieron en un abrazo.
El lunes, bien temprano, Gustavo salía de su casa vestido de colimba, rumbo a Junín, nadie notaría la diferencia.
El domingo, los dirigentes de Boca fueron a la cancha a verlo a Guillermo, nadie, salvo su familia y su novia, sabían de su convocatoria para ir a Malvinas.
La rompió, hizo tres goles y le dio la victoria a su equipo. Los dirigentes quedaron maravillados y decidieron contratarlo.
En tanto, la novia de Gustavo no salía de su asombro, no lograba entender como su novio
había tomado semejante decisión, arriesgando su vida en lugar de su hermano.
Lo primero que hizo Guillermo, al enterarse la noticia, fue escribirle a Gustavo contándole lo sucedido y agregaba que no veía la hora que terminara toda aquella locura de la guerra, para darle un abrazo y agradecerle lo que había hecho por él.
Gustavo recibió la carta una semana después. Cuando pudo leerla estaba en una trinchera, tapado de barro y agua, muerto de frío y de hambre. Se puso contento por su hermano y agradeció que todo hubiera salido bien. Pensó en escribirle, pero no tenía papel, así que pospuso la carta para cuando lo consiguiera.
El domingo 2 de Mayo, Guillermo debutó en la primera de Boca. Su actuación fue soberbia, gracias a él Boca ganó, como tantas otras veces había pasado con Argentino. Ese mismo domingo, vaya a saber como, llegó a las islas la noticia de la victoria de Boca y de la gran actuación del debutante.
Ningún milico se preguntó qué hacía aquel muchacho jugando en la primera de Boca y en todo caso quién era aquel que estaba en la trinchera, tenían otros problemas mucho más importantes que resolver, los ingleses eran mucho mejores de lo que les habían hecho creer, en armamento, vestimenta, comida y en cantidad de efectivos los superaban ampliamente.
Ellos en cambio, estaban pasando frío, hambre y su equipamiento no era el mejor, sin contar que nuestros soldados eran chicos de 20 años y ellos un ejército profesional.
Gustavo, al saber la noticia, quiso salir corriendo a contarles a todos lo orgulloso que estaba de su hermano, pero se contuvo, no podía revelar su identidad.
Mientras tanto, Guillermo salía en todos los diarios y programas deportivos habidos y por haber. Era la nueva sensación del fútbol argentino, por supuesto no se olvidaba de su hermano, en cada nota lo mencionaba.
En las siguientes tres fechas volvió a ser figura y ya se hablaba de su futuro europeo.
Gustavo, en tanto sufría cada vez más el hambre, el frío y la incomprensión de sus superiores, que no paraban de torturar a los chicos, sin darse cuenta que el verdadero enemigo era otro. Lo único que lo alentaba a seguir aguantando esa situación era saber lo bien que le estaba yendo a su hermano.
El viernes 28 de Mayo, en un entrenamiento previo al superclásico, Guillermo sintió un gran pinchazo en el medio del pecho, el dolor lo paralizó, luego del susto inicial, el dolor fue cesando, todo volvió a la normalidad y pudo terminar el entrenamiento sin problemas.
A miles de kilómetros de allí, en Malvinas, en ese momento, Gustavo también sintió un gran dolor en el pecho, era producto de un tiro de un fusil enemigo, que lo hizo caer, a varios metros de donde estaba parado, boca arriba. Cuando miró al cielo estaba gris, cubierto de nubes, de lo primero que se acordó fue de su familia, de su novia y de su hermano. Instantes después moría con una sonrisa en los labios.
El domingo, después del partido, que Boca le ganó a River, con otra notable actuación suya, Guillermo y su familia recibieron la noticia: Había muerto como un héroe, defendiendo a sus compañeros y a su nación.
Guillermo, rodeado de los suyos, no pudo contener las lágrimas. En ese mismo momento tomó una decisión: No volvería a jugar.
Fue imposible convencerlo que reviera su decisión.
Una semana después las pertenencias de Gustavo le eran entregadas a su familia: Una gorra verde militar, una camiseta de Argentino de Márquez y una foto, sacada de algún diario que llegó a las Islas, de su hermano con la camiseta de Boca gritando un gol.
El 12 de Agosto de 1982, Guillermo no aguantó tanto sufrimiento y se pegó un tiro en el medio del pecho.
Él y Gustavo volvían a estar juntos, quién sabe donde, para hacer de las suyas.
Glosario
*Colimba: Soldado
*Milico: Militar / Policía
‘Pipo’ Rossi, además de haber sido un "5" de excepcionales características técnicas poseía un enorme temperamento, además de un gran sentido del humor. Siempre le gritaba a sus compañeros de equipo, ordenándolos tácticamente y criticándolos en pleno partido, con mucho de ironía.
Críticas y comentarios que, muchas veces, alcanzaban a sus rivales. Por ello lo denominaban también como “La Voz de América”.
Una tarde, en el estadio de Núñez, River recibió la visita de Racing, y ante un córner desde la izquierda favorable a los de Avellaneda, se acercó al área el puntero derecho académico, Ornar Orestes Corbatta. Cuando un compañero de Rossi se aprestaba a marcarlo, ‘Pipo’ le gritó: "No, no lo marqués Corbatta. Tranquilo, que este no cabecea ni en los velorios".
En otro partido, mientras el equipo rival se venía con todo hacia la valla defendida por Amadeo Carrizo, Rossi metía como nunca, recuperando la pelota en todo el sector del medio campo. En uno de esos quites, se la pasó al puntero izquierdo Roberto Zárate, quien quiso jugarla de lujo, pero su marcador la rechazó sin inconvenientes. Entonces se escuchó en todo el estadio el vozarrón de ‘Pipo’ dirigido a Zárate: "¡Claro, Mono, vos perdela fácil, que a mí la pelota me la regalan los Reyes Magos!".
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(ALEX FERGUSON, en Abril de 2008, cuando el portugués aún militaba en el Manchester United)
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(RICARDO "El Tigre" GARECA, ex futbolista argentino y actual entrenador de Vélez Sarsfield)
Tras eliminar al Bahía (Brasil) por el Grupo II, su futuro rival, en semifinales, era Peñarol de Montevideo. Entre los aficionados argentinos, y particularmente en los hinchas de San Lorenzo, esta Copa no interesaba demasiado. No tenía mucha "prensa".
El primer partido se disputó en el estadio Centenario de Montevideo (foto), ante 55 mil espectadores. En Uruguay, las cosas se tomaron de una manera diferente. Allá, las expectativas eran muchas. Pero pese a todo, como San Lorenzo tenía un equipo muy fuerte, en especial en su ofensiva (Facundo, Ruiz, Oscar Rossi, Sanfilippo y Boggio) se logró un importantísimo empate. Linazza convirtió para los mirasoles y Boggio para los santos.
La revancha fue en Buenos Aires, en el estadio de Huracán, ante solo 10 mil personas. Muy poca gente para la época. Y fue empate en cero.
Como en esos tiempos no existía el gol de visitante para definir la paridad, tuvo que realizarse un tercer partido, en país neutral. Y ahí apareció la experiencia del recordado directivo de Peñarol, Washington Cataldi, viendo el negocio y el cierto desinterés del club argentino. Entonces, ofreció una suma de dinero (50 mil pesos de la época) para que la definición se realizara en el Estadio Centenario.
Los dirigentes de San Lorenzo aceptaron y Peñarol, nuevamente como local, y con dos tantos del ecuatoriano Alberto Spencer al arquero Vladimiro Tarnawski llegó a la final.
Finalmente, Peñarol ganó la primera Copa Libertadores al derrotar a Olimpia, quedando en la historia sudamericana.
(GEORGE BEST, célebre jugador galés, al preguntársele en 2003 si Wayne Rooney estaba a su nivel)
(ENRIQUE OMAR SÍVORI, ex jugador y entrenador argentino -1994-)
La pasión oculta de Perón por Boca Juniors
En una charla con el periodista Julio Blanck, el senador justicialista Antonio Cafiero, fanático xeneize, se mostró muy interesado en la filiación futbolística del ex Presidente argentino, Gral. Juan Domingo Perón.
Blanck: -¿Perón era de Racing como decían?
Cafiero: -Ahí hay una confusión porque, allá en los años 50, en el primer gobierno de Perón, un hincha de Racing, que lo llevaba en la sangre, era Ramón Cereijo, ministro de Hacienda de la Nación. Como diríamos Cavallo ahora, o López Murphy. El impulsó la construcción de un nuevo estadio para Racing, que después, cuando se inaugura, se le pone el nombre de Presidente Perón.
Blanck: -El actual estadio de Racing.
Cafiero: -De ahí nace la leyenda de que Perón era hincha de Racing. Y no es así. Yo me preocupé por este tema.
Blanck: -Me imagino.
Cafiero: -Porque bueno, me parecía que era una anécdota que no tenía una probanza seria.
Blanck: -Era una falla en la historia.
Cafiero: -Yo tenía una anécdota. En el año '53 viene al país Milton Eisenhower, hermano del Presidente de los Estados Unidos, y un agasajo, si se puede llamar así, fue llevarlo a un partido de fútbol. Entre otras cosas, Perón le quería mostrar la adhesión de la gente hacia la persona de él (...) Un día de invierno llegamos a la cancha y yo lo acompañaba. En ese momento yo era ministro del Poder Ejecutivo y formaba parte de la comitiva (...)
Blanck: -¿Era la cancha de...?
Cafiero: -La cancha de River. River ganaba dos a uno...
Blanck: -¿River y Boca era el partido?
Cafiero: -River y Boca. Mantegari erró un penal, o se lo atajó el arquero de Boca, no recuerdo, y en vez de ponerse 3 a 1, me acuerdo que Navarro (jugador de Boca), con un zapatazo de treinta metros, empató. Ardió la tribuna de Boca y faltando un minuto, Rolando, el número 9 de Boca, se mete con pelota y todo dentro del arco de River. Al estallido, Perón saltó... (imita el movimiento con los puños en alto) ... yo me di cuenta (pone cara de sorpresa) yo... (mira para el costado como si estuviera viendo a Perón) Perón saltó... Después, se compuso. Pero evidentemente...
Blanck: -Usted dice que era de Boca. ¿Eso le alcanza para decir que era de Boca?
Cafiero: -Pero no. Hay otra cosa mucho más importante. En uno de los viajes que hizo Isabel Perón, ya ahora desalojada del poder, acá a la Argentina, y tengo testigos porque éramos varios, yo me animé y le dije: "Dígame, Isabelita, usted es la única que nos puede sacar de dudas. ¿De quién era hincha Perón?, ¿de Boca o de Racing?". "No lo dude (parodiándola), de Boca".
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Boca y Perón, un sólo corazón
(por el Lic. Roberto Baschetti, Historiador del Peronismo)
Corría el año 1964, Argentina estaba convulsionada por un hipotético regreso de Perón a la patria antes de fin de año. De hecho trató de volver en los primeros días de diciembre y no se lo permitieron, como se sabe, lo detuvieron en Brasil y lo devolvieron a España.
Pero antes, el diario 'Crónica', edición vespertina del 7-9-64, trataba de sondear al ex Presidente a través de una entrevista que le hizo su enviado especial Mario Oscar Ruzza. La pregunta del millón era: ¿retornaba a la Argentina? Perón hábilmente no largó prenda ni adelantó su estrategia, pero si se ocupó de demostrar su incondicionalidad por la azul y oro.
El equipo boquense había perdido un partido amistoso de verano con el Betis de Sevilla en España, lo que le permitió aseverar: "La derrota de Boca no solo la sentí como simpatizante de ese club del que soy hincha desde hace muchos años, sino que me costó pagarle una apuesta a mi jardinero que es rabioso simpatizante del Betis" para más adelante afirmar "Estuve leyendo en el diario 'Marca' un comentario sobre la última jornada de fútbol, en la que Boca venció a San Lorenzo por goleada y empató River. Estoy contento de que sigamos primeros", en clara referencia al club de sus amores, el equipo de la Ribera.
Ese año Boca salió campeón del torneo de AFA con la defensa menos batida, la que al mejor estilo Coco Basile, podía recitarse de memoria: Roma, Silvero y Marzolini, Simeone, Rattín y Silveira. Adelante descollaban entre otros, Ángel Clemente Rojas, el brasileño Paulo Valentín, Norberto Menéndez, Ernesto Grillo, Alberto González y Eugenio Callá.
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Nuestro seleccionado se quedó con una victoria que tendría un indudable valor histórico. Es que a partir de esa fecha, Argentina tuvo que esperar 41 años para poder derrotar nuevamente a los brasileños en el Maracaná de Río de Janeiro (sí lo había hecho en San Pablo).
Fue el miércoles 29 de Abril de 1998, amistoso previo de la Copa del Mundo de ese año, cuando Argentina, dirigida técnicamente por Daniel Passarella y con gol de Claudio ‘Piojo’ López, quebró esa mala racha de varias décadas. La síntesis de ese partido es la siguiente:
Brasil (0): Taffarel; Cafú, Júnior Baiano, Aldair (Cléber) y Roberto Carlos: César Sampaio, Zé Elías, Denilson (Edmundo), Raí (Leonardo), Romario y Ronaldo.
DT: Mario ‘Lobo’ Zagallo
Argentina (1): Burgos; Vivas, Ayala, Sensini y Zanetti; Almeyda, Simeone y Verón; Ortega (Delgado) Batistuta y López (Delgado).
DT: Daniel Alberto Passsarella
Gol: 83' Claudio López (A)
En aquel día los brasileños aplaudieron de pie al equipo visitante en un acontecimiento histórico.
(KOLO TOURÉ, internacional marfileño, explicando en "Europa Press" el pasado 2 de Agosto el porqué de su ida del Arsenal inglés)
(DANIEL PASSARELLA, ex jugador y entrenador argentino)
El Pata y el Testa (Julio V. Altman - Argentina)
- El fútbol, antes, era cosa de hombres -me dijo el Gordo, una vez en que coincidimos en un bar de la calle Sarmiento. Allí donde, en una época se reunían los artistas de variedades.
Un televisor sin sonido, mostraba un aburrido partido, entre dos equipos, que yo, que no se nada del tema, no pude reconocer por sus camisetas.
Fue el punto de partida para una larga charla, en la que el protagonista fue él, que sabía o inventaba tantas historias que podría haber escrito varios libros, sin repetir nada, ni un penal fallido.
Aquellos eran tiempos en que aparecían jugadores que jamás podrían pasar por la tecnocracia de estos directores de laboratorio, me dijo a manera de introducción, y yo sabía que venía algo fuerte, lo intuía.
El Gordo, había vivido bastante tiempo en las provincias y ese era el motivo por el que no era posible chequear los datos, que tiraba como al descuido, como que “fue el año en que se hizo lo de Suecia” o que “Al intendente lo volvían loco esos partidos de medio pelo, que se hacían entre los pueblos vecinos” y hasta daba nombres de tipos que luego trascendieron en la vida pública.
- Vos sabés, que lo que pasa afuera, nunca se lee en los diarios de acá. No es noticia.
La cosa es que había un campeonato que se jugaba en el verano del 58’, en Comodoro Rivadavia. Era el auge del petróleo y como ocurre en el Sur, se juntaba un gaucho de cada pueblo. A uno de esos que jugaba de delantero, lo llamaban “Pata de Burro”.
Era un personaje de esos, que si hubiese sido mudo, no se le habría notado y no te voy a decir que era de bajo perfil, porque tenía una nariz de sifón que la rompía. El pelo de alambre renegrido, marcaba su origen, aunque por esas travesuras de nuestra condición, tenía ojos claros.
Cuando corría, se le notaba un leve balanceo hacia los costados, pisaba como para que no crezca la hierba, como Atila, y lo de “Pata de Burro”, se lo pusieron el día que en un apuro, frente al arco, partió de una patada uno de los palos, por lo que tuvieron que parar el partido.
Le tenían miedo, era de de buena leche, pero peligroso hasta de contragolpe. Sus penales no fallaban. Él los pateaba al medio, a las manos y, muchas veces los dejaban pasar, por instinto de conservación.
El otro equipo, con el que se definiría quién se llevaba la copa y las cinco “fragatas”, que puso el intendente, de la caja municipal, también tenía lo suyo, el guarda vallas era el único que le había atajado un penal al Pata y pudo seguir jugando.
Era el “Testa”, a él le gustaba meter el cabezazo y era tan potente, que hacía volar la pelota como un misíl. El tipo justo para ese partido. Como señas particulares, era culón, cosa que no es común en esos oficios y de hombros estrechos y cuello largo. Su silueta era reconocible de lejos.
La tarde era más que calurosa. La cancha, bien cuidada, tenía de fondo las torres de un campamento de YPF.
El partido comenzó sin emoción, se jugaba con desgano. Transcurrió el primer tiempo sin pena ni gloria.
Al salir, en el segundo tiempo, hubo algunas corridas más interesantes. El “Pata” esperaba “su” pelota y se dio un tiro libre, que pateó un compañero. Hubo un rebote y varias piernas buscando la redonda.
Cuando la vio el “Testa”, en línea con el “Pata” no dudó. Se tiró de panza sobre ella. Fueron esos segundos en los que puede explotar el mundo. Los hinchas gritaron el gol a garganta llena, incluyendo al intendente.
El referí hizo señas diciendo que no, levantó la pelota de entre las manos del arquero, al tiempo que daba por terminado el partido.
En el fondo de la red, unos ojos terriblemente abiertos, indicaban el error. El “Testa” seguía en el suelo, a diez metros de su cabeza.
El Gordo, para estas historias, era increíble.
Junto a los éxitos, Pumpido tuvo serios accidentes como futbolista. Si bien pocos recuerdan que sufrió la fractura de uno de sus brazos durante un partido ante Estudiantes de La Plata, nadie olvida dos hechos puntuales. El que más impacto fue su fractura de tibia y peroné en Italia '90 (frente a la Unión Soviética) al chocar en forma casual con Julio Olarticoechea. Lo sustituyó con singular éxito Sergio Goycochea.
También se recuerda, por lo insólito, el mal momento que sufrió cuando en 1987, en un entrenamiento en River, al saltar a "descolgar" una pelota, uno de sus dedos, en el que llevaba su alianza matrimonial, quedó enganchado en los soportes traseros (de acero) del travesaño, soportes que sirven de sostén para la red.
Casi pierde el dedo, lo salvó una microcirugía y pudo continuar con su campaña futbolística.
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(JUAN SASTURAIN, escritor argentino, en su libro “Wing de metegol”)
Seguramente tienes razón... el problema es que aún no le ha llegado a las piernas.
(Sabrosa respuesta de BILL SHANKLY a un ojeador del Liverpool al rechazar a un joven jugador)
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