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Sábado a la tarde, lejos (Eduardo Pérsico - Argentina)


El hombre, profesor de español o spanish professor, según, esperaba en Miami su conexión a New York un sábado a la tarde y se distraía viendo a unos de sombreros y tacones que sobreactuaban su versión yanki de zona rural.

Estos vuelan a Tampa, se dijo al oír sus palabras nasales y fingirse recién desmontados. Los tipos se imitaban a ellos mismos confundiendo el ‘Ser’ con simular ser; cowboys que cuando pibe llamábamos ‘convóys’.

The professor volvía de Waco, cerca de Dallas. Sumaba ya treinta años viviendo en USA donde al llegar lo conmoviera tanto paisaje irrepetible y el aire trayendo y alejando los sonidos. Por suerte el viento está libre de orgullos nacionales y de cartógrafos que discuten límites, pensó cuando alguien copó el salón de espera dando los brincos y chillidos de la polca peliculera donde la chica rubia se casa con el muchacho, valiente y trabajador...

Tanto tiempo lejos de Argentina entraban a dolerle. Los freeway vigorosos y las cascadas dando contraluz a la montaña ya le fatigaban la mirada, y acaso debiera rearmar su asombro ante tantas estrellitas y panoramas gigantes. ‘Hay que quitarse tanto paisaje y sobrecarga sensorial’, recordó comentar una noche con Mary, su mujer. Y al mirar a un pelirrojo que levantó una ceja desechando verlo, le sugirió ‘este cree que yo dinamité las Torres’…

Volvía de cuatro semanas en Waco University, rutina de su clase en el Hispanic Departament a la orilla del Brazos Ríver y de ver apagarse la tarde. Eso sí, siempre a mano los whiskys en aquella atmósfera de "Lo que el viento se llevó", su visión demorada del sur que tanto le reprochaba Mary, quien lo aguardaría en el departamento del Village.

Conocer es reconocer, pensó que diría Platón sin hablar de herencia genética ni cosa parecida cuando lo distrajo ver a un vaquero al ajustarse unos audífonos. Hacía muy bien el cowboy en oír música country, aunque si Platón entendía que la memoria humana; lo sufrido y amado; era la ilusión de estar soñando un sueño, ¿qué le resucitaría al tipo aquel hacer sonar sus espuelas en un aeropuerto?

Aunque empujarle metafísicas a ese valiente personaje, -según la invención literaria de Zane Grey- no era tarea para él. Un latino enturbiado por cuatro whiskys que además lo hacían añorar las palomas de los bares porteños, picoteando maní entre los bebedores de cerveza. Y por ese mismo borde etílico recibía el ambiente futbolero de un Los Andes versus Témperley cuarenta años atrás, memorable tres a tres sobre la hora. ¿Aquel empate fue también una idea de Platón..?

- Pasajeros a Denver, puerta diez -y uno alisó su sombrero al estilo John Wayne al desenfundar. A estos pelotudos que viajan a Tampa, -retomó the professor- les contaría de las presuntuosas palomas de Plaza de Mayo pero también de los torneos del sesenta, las épicas de Talleres de Escalada y las luchas tribales entre Almagro, San Telmo y Defensores. Y por favor, respeten mis cuatro whiskis from Dallas a Miami, yankis giles, porque a ustedes, ¿quién los eligió para marcarnos el paso y el camino? Presumen a puro sombrero, tacos y espuelas en Miami Airport que pueden cuánto quieren.

Todos se sienten ‘wasp’; white, angle, saxon, protestant, mientras el mundo cada día les queda más lejos y ustedes siguen negando que sin acrobacias de alcoba con negras, asiáticas y latinas la humanidad es puro verso. Vamos vaquero, ustedes son buena gente, -saludan, sonríen- aunque son viva viva la soledad y por tanto ignorar al resto ni vislumbran el desprecio ajeno.

Y al no saber exhiben orgullosos sus jardines con la ardillita que corre sobre la cerca, sin atisbos de músculo en el alma. Viven acallando el cañón de la palabra meta watching y watching TV en el salón de estar, desolados que cumplen un albedrío con instrucciones: 'circule con precaución, no trespassing y stop que te vigilan, yanki’. Así que no jodamos, sabemos quiénes son y por respeto a mis tragos, dejemos todo como está…

Los vaqueros se desgranaron por el salón y the professor deliraba viendo lazos desplegados, alguien silbó al caballo Silver y el resto midiendo quién meaba más lejos. Qué aburrimiento mientras en Buenos Aires serían las cuatro de la tarde, sobre el campito de Gerli caería un íntimo sol y en la tribuna de espaldas a la vía resonarían alientos y zapatasos. Y de vuelta en casa, qué oportuno sería un asadito con los amigos, comentar el partido tomando vino tinto; artera fantasía que entró a zumbarle en el cerebro junto al instinto de las palomas, Platón y las alienaciones del conocimiento.

-Pasajeros a New York, puerta catorce -anunciaron y ahí the professor, balanceando el cuerpo, preguntó al del audífono algo sin traducción posible.

- Che convóy, ¿no sabés cómo va el Porve? *

* (El Porvenir, tradicional equipo del ascenso argentino)

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El Real Madrid C.F. cambió durante un año 1926 su vestimenta, en concreto el color del pantalón, en señal de admiración al Corinthians brasileño, en Inglaterra, concretamente en Leeds, sucedió algo parecido unos años más tarde, esta vez era un club inglés el que adoptaba los colores, mejor dicho el color, del Real Madrid C.F.
Este club fue el Leeds United Association Football Club, club histórico que desde hace unos años no pasa por sus mejores momentos, dando tumbos por las categorías inferiores de Inglaterra salpicado por numerosos problemas económicos, no obstante siguen contando con una de las hinchadas más fieles de Inglaterra.
El Leeds United (foto) cambió su camiseta azul por la blanca en el año 1960 después de que el Real Madrid C.F. dominase Europa conquistando cinco Copas de Europa de manera consecutiva. Cuentan que una de esas finales, en concreto la quinta, la disputada en el Hampden Park de Glasgow 7-3 frente al Eintracht la presenció en el estadio Don Revie, manager del Leeds en aquella época, este se enamoró del juego desplegado por los Di Stéfano, Gento, Puskas y compañía, y decidió que a partir de ese momento el Leeds United debía vestir igual que ese equipo que arrasaba allí por donde pasaba.

(tomado del blog "Real Madrid C.F.")

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Nada puede compensar ni pagar lo imposible que le hicieron la vida los empresarios del periodismo deportivo, que no son periodistas deportivos, son individuos muy vinculados con intereses, con ventas de jugadores de fútbol, con negocios particulares, con la idea de recibir una primicia por parte del técnico. Marcelo no es técnico de la Selección argentina entre otras razones por estos indeseables, por estos sujetos que dictan cátedra de cómo hay que vivir y viven de una manera distinta en la práctica de su prédica. Hubiese sido muy bueno que él continuara con ese proceso.

(RAFAEL BIELSA, político argentino, defendiendo a su hermano en declaraciones al programa "Allá vamos" de Radio LT8 de Rosario -19/10/09-)

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No son diarios deportivos, son diarios de fútbol porque es el fútbol lo que los mueve, la pasión del fútbol es lo único que a la gente le interesa. El fútbol es más que la religión, la familia y los amigos porque todos podemos convertirnos, divorciarnos, olvidarnos de los amigos, pero nadie cambia de equipo de fútbol, es demasiado importante.
De ahí radica la importancia del fútbol, una pasión que une a través de los estratos sociales. Los diarios deportivos tienen éxito porque les da a los fanáticos del deporte lo que quieren leer: "la culpa es siempre del árbitro".
El fútbol es una gran mentira, nunca hay que tomarlo en serio, sólo la pelota es legal y todos la patean.

(ROGELIO RENGEL, periodista de la revista "Don Balón" de Madrid, en la 65ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que sesionó en Buenos Aires este fin de semana)

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Bambino Veira, personaje de Buenos Aires


(fragmento del Capítulo 11 en el cual narra los días posteriores al 17/09/92 en donde recupera la libertad)

Pasó menos de un año aferrado a la vida sólo por los afectos. La familia, los amigos y la certeza de que lo que no llega a matar, fortalece. El abrazo interminable con Carlos Gatti no se detuvo nunca. Siempre estuvieron ligados y, naturalmente, cara a cara buscaban retazos de energía y coraje para seguir adelante.

- Me comí un garrón, Carlitos. Me embocaron.

- Hay que seguir Bambi, no te podés caer.

- Ya lo sé, pero pasé por un momento muy duro. Muy especial, muy doloroso. Me ayudó mucho mi conciencia, mi fe. Y, por supuesto, mi familia, mis amigos y la gente que siempre me quiso. Yo intuyo que el hincha de fútbol me va a apoyar.

- No tengas dudas.

- Solamente mi conciencia me hizo seguir adelante. Yo tenía la gran tranquilidad de que era inocente de todo lo que se me acusaba. Y eso me ayudó a salir. Era mi tranquilidad mental. Sabía que en algún momento todo ese flagelo se iba a terminar.

- Y decís bien… Tu mundo se había reducido al pabellón VIP, una cuadra con las camas una al lado de la otra, un solo baño para diez personas, un televisor viejo, una heladera, un teléfono público, una mesa de ping pong y cuatro livings con una mesa y cuatro sillas para recibir familiares y amigos. ¡Eso lo usaste mucho vos porque no pararon de visitarte!

- Tenés razón ¡Cuánto me ayudaron! Cuánto y cuántos. La lista es interminable. Todos los amigos del barrio, obviamente, más Carlos Veglio, Toscano Rendo, Victorio Cocco, Víctor Hugo Morales, el loco Gatti, Marcelo Araujo, Fernando Niembro, Roberto Rimoldi Fraga, que se puso a cantar, ¡y muchos más!.. Y el gran Joan Manuel Serrat, claro.

- Todos se portaron muy bien. Lo de Serrat fue impresionante.

- Un fuera de serie. No sé si te conté alguna vez como fue que te ubicó. Vino a cantar a Argentina y me llamó por teléfono a mi trabajo. Me empezó a hablar y yo pensé que era alguien que me estaba cargando, pero no, me citó en el Hotel Panamericano y me explicó que quería verte. Él consideraba que tenía que obrar con vos del mismo modo que lo hiciste en Guatemala, cuando lo recibiste en tu casa. Teníamos una relación linda desde que en 1969 presentó “Tu nombre me sabe a hierba” en San Lorenzo y nos vimos al salir de un entrenamiento.
Ahora se bancó toda la fila como uno más y eso que los guardias le ofrecieron pasar de largo. Esperó pacientemente y después estuvo como cinco horas con vos. ¡Un domingo a la mañana, después de un show y antes del siguiente! Yo no me olvido nunca más de eso. No me va a alcanzar todo el tiempo del mundo para agradecerle.


- El mejor agradecimiento es que estés entero.

- Estoy entero. No me quebraron. Para mí esto fue un accidente de vida. Me la tuve que bancar. Tuve que poner el pecho y salir adelante. A mí me tocó eso. Tuve la suerte, la fortuna de que no me quemaron la mente, que no lograron quebrarla. Yo estaba fuerte y mi fuerza crecía día a día porque yo sabía cuál era la verdad. En el pabellón de Villa Devoto leí mucho la Biblia y eso me ayudó bastante. Me tranquilizó. Recuerdo los salmos 27 y 70. Fueron los que más me reconfortaron, sobre todo el primero: “Cuando se juntaron contra mí los malignos para comer mis carnes, ellos mismo, mis adversarios y mis enemigos, tropezaron y cayeron”.

- ¿Qué vas a hacer ahora? No tenés que esconderte.

- ¡Noooo! ¿Por qué? Mirá, cuando abandoné el pabellón me sentí totalmente liberado. Voy a hacer una vida normal, como la que había hecho antes de ingresar en la cárcel. No tengo por qué esconderme.

- Así te quiero escuchar.

- Así va a ser. Tengo dos opciones: vengarme de todos o dedicarme a mi familia. Sonia, mi mujer, y mi papá Víctor me aconsejaron bien. Voy a optar por la segunda. Vuelta de página y a continuar.

- Tenés razón. Vamos ya mismo a sacarte la duda sobre cómo te va a recibir la gente. Vamos a caminar por la calle.

-¿Te parece? ¿Ahora?

- Ahora, levantate. Es plata o mierda. Vamos a la calle Florida.

Llegaron a la peatonal y divisaron a una veintena de alumnos que paseaban de excursión. Antes de que cualquier otra persona se les acercara, la maestra apuró el paso y les solicitó permiso tímidamente para que se tomaran fotografías. Rieron durante varios minutos y, ya completamente distendidos por la prueba superada, volvieron al bar a encontrarse con la barra de amigos. A poco de entrar, el Bambino miró fijamente a Carlos y le aseguró: “Estoy de vuelta, gracias por todo”. Cuarenta días después, San Lorenzo lo citó otra vez.

La otra versión, no menos confusa, viene de Malenna (ex Sebastián) Candelmo. Ocurrió el 17 de Octubre de 1987 en el departamento que entonces Héctor Veira tenía en el barrio de Caballito. Por miedo, por vergüenza y también por ser menor de edad, Sebastián Candelmo, el chico de 13 años que acusó al ex técnico de Boca y San Lorenzo de haber sido abusado, permaneció en silencio. Hace unos años, a sus 27, Malenna, como Sebastián se hace llamar, apareció “Aunque recuerdo todo, trato de no revivirlo porque me hace mal”, adelantó ante las cámaras de “Intrusos”. Se negó a dar detalles. “No sé si Veira usaba slip, me acuerdo del pantalón marrón que llevaba y que peló el coso -dijo y pidió que no lo obliguen a dar precisiones-. Pasó lo que puede pasar en una cama”, resumió. Fue mi primer hombre”.

Según Candelmo todo empezó con un pedido de autógrafo. Viajaba con su padre en auto cuando vio al Bambino en la calle: “Ese día mi padre lo reconoció y yo le pedí un papel para solicitarle un autógrafo”. Sebastián estaba con un amigo -explicó- y los dos se bajaron del coche y se acercaron para pedirle su firma. “Me dijo que la birome no funcionaba, y me invitó a subir al departamento”. Candelmo cuenta que subió solo por pedido del Bambino. Como no había lugar en la cuadra para estacionar su padre quedó dando unas vueltas a la manzana y al volver vio que su hijo no estaba. Una vez en el departamento Sebastián pidió permiso para ir al baño. “Cuando salí él me estaba esperando en la habitación”.

Candelmo reconoce que “él sabía que tenía una tendencia homosexual” y que tenía miedo “de la homosexualidad, porque si eras travesti en ese entonces te pegaban o te mataban”. Comentó que así se lo hizo saber a Veira. “Tuve miedo y yo se lo planteé”, dijo: “Fue mi primer hombre. Por eso es que siento que Veira es culpable de mi homosexualidad, aunque no de mi travestismo”. Y negó que todo haya sido “una cama” para sacarle plata a Veira. “Cuando sucedió este hecho vivíamos en Martínez -se defendió explicando que entonces gozaban de un buen pasar-. Después mi familia cayó en bancarrota por lo que tuvimos que pagar en abogados”. Se gastó todo, “el Bambino” también perdió.

El escándalo lo obligó a dejar el fútbol y después de tres años de acusaciones y desmentidas, pagó con 11 meses de cárcel en Devoto. Veira quedó en libertad en 1992, pero el caso siguió con una demanda por daños morales que se resolvió a favor de la familia Candelmo en 1998. Veira debió pagar una indemnización de 110.000 dólares más intereses -$ 145 mil- y sufrió el embargo del 90% de sus bienes y el 20% ciento de su sueldo en San Lorenzo que lo llevaron casi a la quiebra.

¿Qué hizo Candelmo con la plata que cobró? La gastó en menos de un año. Compró una oficina para su padre, la casa donde vive con su mamá y otra casa en Mar del Plata a donde se fue a vivir un año para escapar de su vida. “Mi apellido es una cruz. Mis amigos se borraron. A los 16 años me escupían y pegaban. Fui discriminado en el colegio y en el barrio. Aunque nos mudábamos seguido, la gente se enteraba, y siempre era conocido como el chico del caso Veira…”, dijo.

La depresión que vivió desde los 16 lo hizo cambiar de hábitos. “La droga fue un escape, empecé a consumir cocaína a los 17 y dejé a los 22, porque siempre que consumía me los imaginaba a mis viejos llorar”.

En ese lapso estuvo varias veces muy cerca de la muerte. “Me internaron en el Ramos Mejía y me hicieron un lavaje de estómago porque había tomado un montón de pastillas”. No fue una casualidad, dice que varias veces más intentó acabar con su vida. “Quise suicidarme otras veces, me corté las venas a los 16 y, también, a los 18″. Dijo haber terminado con “tanta locura”. Pero ni la plata cobrada, ni el cambio de imagen -“me hice las lolas el 8 de Mayo de este año” (2000)-, cuenta le dieron tranquilidad. Con las operaciones de cola y de nariz (con la que dijo a Foco no haber quedado satisfecha), los peeling faciales, la plata se acabó rápido y Sebastián se volcó a una nueva vida.

Adoptó el nombre de Malenna por una película que había visto, y que trata de una chica que es violada, y abrió un sitio web para mostrarse. Un amigo la convenció de sacarse fotos desnuda, cuenta a Foco. “Para poder trabajar publiqué mis fotos en Internet con el nombre de Malenna Candelmo. Usé mi apellido porque sé que muchos van a buscarme para decir: ´A ver qué se siente hacerlo con el chico del caso Veira”.

Debutó unas semanas después y fue una situación traumática: “Con el primer tipo que tuve relaciones estaba en pedo, tomé tres whiskies, y cuando estaba un poco mareada subimos al hotel alojamiento. Una hora después volví a casa corriendo. Subí las escaleras, me encerré en mi cuarto y me puse a llorar” -cuenta angustiado-. Aunque jura que sus padres la apoyan, cuenta que vio la vergüenza en la cara de su padre cuando se lo confesó, y que su mamá Nélida sufre un ataque de nervios desde que salió la nota de Intrusos. Sentido dolor Pero hay quienes dicen que su dolor no es genuino.

Yanina Veira, la hija del Bambino, desliza que en la homosexualidad de Candelmo está la prueba de la inocencia de su padre. “Él lo acusó de violación y ahora aparece siendo un tremendo travesti. Yo también tuve que cambiarme de ocho colegios porque mi vida era un caos, y ahora tengo que remontar todo ese pasado”.

Lidia Pepe, la primera esposa de Veira, también acusa a Candelmo: “Su condición venía de nacimiento y ahora dice que el caso del Bambino lo arruinó, que tuvo que hacer la calle y en un año se gastó la plata. Yo sabía que lo habían echado del colegio por amanerado. Además ellos vivían en una pocilga y ahora tienen dúplex”.

Malenna se defiende y mostró a Foco su casa sin lujos, donde vive con su madre, su perra Luna y su gato Chatrán. En su cuarto se ven algunas de sus fotos. Todas son de la infancia, antes del escándalo con Veira, antes de que se reconociera como “travesti”, condición de la que está orgullosa (sueña con llegar a ser como Florencia de la Vega).

Además, está repleto de imágenes de Jesús y la Virgen. “Dios es fundamental” dijo su mamá, y Malenna reza para poder mitigar su dolor. “Odiar, no odio a nadie, pero si me cruzase con el Bambino Veira le diría: ‘¡Cómo me cagaste la vida!´”.

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Este artículo que nada tiene que ver con partidos de leyenda, ni fechas memorables, ni citas con la historia. Es un relato encontrado al girar la vista hacia atrás, una historia sin moraleja, pero muy real.
Los nombres de las personas están alterados con el fin de proteger la privacidad de estos.
Corría el año 1969; fue el año en el que eso que llaman "festival" de Eurovision se celebró en España y en el que Salomo compartió victoria; con su canción "Vivo cantando".
También ocurrió en el ámbito internacional, la noticia más importante del año y tal vez del siglo, la llegada del hombre a la luna. ¿Un gran paso o un acontecimiento falso?
Lo cierto es que gracias a esto Neil Amstrong se hizo mundialmente famoso.
En otras noticias de aspecto negativo tenemos la serie de asesinatos perpetrados por "La Familia" la banda de asesinos comandada por Charles Manson.
En la actualidad deportiva, el Real Madrid de los Gento, Pirri, Sanchís o Amancio se alzaba con el campeonato liguero, y sin salir de la capital hablamos de la Copa de Europa, pero no porque el conjunto merengue diera buena cuenta de ella sino porque su final se disputó allí entre Milán y Ajax con resultado de 4 a 1 para los "azzurros".
Lo que incumbe a este relato ocurrió en el tercer torneo de España, la Copa del Rey. La final, se disputó en el Bernabéu, entre Athletic Club y Elche, este segundo llegaba por primera y única vez a este evento.
En aquel Bilbao industrial, donde no sobraba el dinero, la gente seguía con su equipo a muerte y eran capaces de hacer cosas como éstas por ir a ver en vivo y en directo la final de Copa.
Cuentan que Ismael Etxevarria; cuarentón, trabajador de una siderurgia y casado con María Jesús; estaba entusiasmado con ir a la final y volver a ver a su equipo en lo más alto.
Tan animado estaba que tomó la decisión de ir a esa final costase lo que costase.
Como ya hemos dicho el dinero no abundaba por esos lares, a pesar de que Ismael era ahorrador y de que su mujer trabajaba en casa con una fantástica máquina de coser, haciendo arreglos y remiendos a cambio de dinero, no lograba reunir el dinero suficiente. El viaje le salía de balde ya que unos compañeros le llevaban en coche, el alojamiento y la entrada era el problema.
Sus ansias eran tantas que en un punto tomó la drástica, errática y equivoca decisión de tomar la máquina de coser de su mujer y empeñarla.
Dicho y hecho, fue a Madrid, celebro la victoria del Athletic (1-0) y volvió a casa... Donde no comió perdices sino que se comió un divorcio de su mujer a causa de su decisión de empeñar la máquina de coser sin consultarlo con María Jesús.

(tomado del blog “Jugador interesante”)

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En 1996 Ronaldo, jugador del Barcelona F.C., se va a Brasil alegando problemas familiares y es pillado in fraganti en el carnaval de Río de Janeiro. Los periodistas catalanes claman por una sanción disciplinaria. Cuando regresa Ronaldo...

Periodista: "¿Qué le ha dicho a Ronaldo?"

Bobby Robson: "Le he dicho que si vuelve a pasar... que me lleve con él!"

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Ningún equipo jugando la Champions ha descendido ese mismo año.

(HORACIO GÓMEZ, ex Presidente del Celta de Vigo, en 2006, año en que el club gallego jugó la Champions League y descendió)

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Decision blues (Bernd Baldus - Alemania)

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Lujos al por mayor

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“La cancha fue una cadera envuelta en banderas blancas y rojas. Fillol, un mago que sacaba de su galera increíbles palomas de todos colores. Antes de los veinte minutos iniciales, Estudiantes merecía estar tres goles arriba. No tanto por diferencias futbolísticas como por los goles hechos que el arquero de Núñez evitó milagrosamente. Aquí van resumidas esas tres postales para recuerdo. Cinco minutos: Benito se le fue a Comelles, envió el centro de zurda y en la boca del área se zambulló Verón. Fillol iba hacia su poste derecho y el frentazo de la Bruja hacia el otro. Gol. ¡Gol! ¿Gol? Para toda la cancha era eso. Menos para Fillol, que voló hasta su poste derecho y la encerró entre sus diez dedos de oro”.

La crónica del diario “Clarín” aquel partido jugado el 21 de Diciembre de 1975, escrita por el periodista Jorge Ruprecht refleja en tiempo y circunstancia por qué Estudiantes no ganó ese partido ante River, que le hubiera permitido ser campeón del Nacional de ese año. La razón se llamó Ubaldo Matildo Fillol. Sin embargo, de todas esas muestras de invulnerabilidad que tuvo aquella noche en cancha de Vélez, hubo una, la primera, que uno de los mejores arqueros de la historia del fútbol argentino recuerda como excepcional. Incluso para él. “Para mí, ese cabezazo que le tapé a la Bruja Verón fue la atajada de mi carrera. No digo la más importante, porque ahí compite con la que tuve en la final del Mundial 78 ante Holanda. Pero por la forma en que saqué la pelota, por el movimiento y los reflejos, yo no recuerdo una igual”, rememora el “Pato”.
Tan cierto es que ese partido los palos también ayudaron a Fillol (en ellos rebotaron un tiro libre de Galletti y un penal de Carlos López), como que aquella atajada, aquellas atajadas, dejaron a Estudiantes con las manos vacías y algo más. Será por eso que, varios años después, Juan Ramón Verón todavía recuerda esa jugada: “Fue increíble: yo cabeceé entre el penal y el área chica. En ese momento, Fillol no estaba. Había ido a cubrir el primer palo. Y de repente, de la nada, apareció para sacar la pelota. Yo nunca vi algo así, nadie me atajó una pelota de esa manera”, cuenta La Bruja, con mezcla de asombro y resignación.
De todas maneras, jura que jamás felicitó al “Pato” por eso. “¡Qué lo voy a felicitar si nos sacó el campeonato! Con ese gol éramos campeones. Ese día, encima, erramos un penal y nos ganaron 1 a 0. Si entraba mi cabezazo tal vez otra era la historia”, asegura Verón padre.
En definitiva, la última fecha también rompió esa ilusión: Estudiantes ya le había ganado 2 a 0 a Temperley y River, a poco del final, empataba con Central en Rosario 1 a 1. Con ese resultado, el equipo que dirigía un joven Carlos Salvador Bilardo daba la vuelta. Pero sobre la hora, en el minuto 89, la “Pepona” Reinaldi apareció otra vez. Así, los de Núñez festejaron el título.

(tomado del portal digital “Animals”)

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Hay futbolistas que cuanto más difícil es el partido, mejor juegan. Por eso digo que a mí me gusta que el jugador tenga actitud, personalidad; porque no se juega en la quinta de fin de semana, se juega ante sesenta mil personas en el estadio, y agregale la gente que ve el partido por televisión.

(MAURICIO MACRI, ex Presidente de Boca Juniors y actual Intendente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

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Cuando veo a Messi, en mi opinión el mejor jugador del mundo, que pierde una pelota y sale corriendo hasta recuperarla o hacer una falta, me gusta.
Los nuestros pierden la bola y se cruzan de brazos.


(LULA, Presidente de Brasil, en declaraciones a EFE -Septiembre de 2008-)

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Vos tirá el ollazo, que alguno va a cabecear


Doble turno, pelotas detenidas, jugadas preparadas. Hace 40 años, Racing ganó la Intercontinental estrenando recursos que hoy aplican casi todos los equipos.

Faltan pocos días para que se cumplan 40 años de la obtención de la primera Copa Intercontinental por un equipo argentino. El 4 de Noviembre de 1967, día del triunfo definitivo de Racing contra el Celtic, fue una fecha de quiebre para la historia de nuestro fútbol. Y se hizo añicos un paradigma: "Los europeos corren más que nosotros". Era algo que no podíamos superar. En el Mundial 58 hicimos un papelón por correr menos que ellos. Lo mismo sucedió en el 66. Como buenos colonizados, teníamos metida en la cabeza la idea de que eran superiores, por condición táctica y atlética.

El "equipo de José" arrasó con esos prejuicios. En Glasgow compartí la pieza con Basile. Y después del primer partido (ganaron ellos), le dije: "Yo no vi que sean más rápidos que nosotros... Creo que es más grande el susto que la disparada". "Es cierto, pero son muy ordenados", me retrucó el 'Coco'. Y siguió: "La única forma de desordenarlos es con garrote. Se van a enojar, y ésa es la chance que tenemos; que se enojen y no jueguen". Tal cual. La revancha en Avellaneda fue palo y palo y les ganamos.

Hubo tercer partido en Montevideo. Más enojados que nunca, no jugaron a nada. Nosotros tampoco, pero Cárdenas metió un gol, y ellos ninguno. Basile acertó en su diagnóstico, como siempre. Y cuando se iba expulsado -nunca lo olvidé- me dijo: "Cuidá la defensita". Le respondí lo que él esperaba después de años de convivencia: "¡Te echaron, andá a la concha de tu madre!".

Ese era nuestro Racing, liderado por Pizzuti, un maestro en el arte de manejar y disciplinar a una manga de hijos de puta que ni sabían en qué cancha jugaban y que estuvieron 39 fechas invictos. Un récord sólo superado no hace mucho por el Boca de Bianchi. José agarró ese equipo -anteúltimo- a mediados del 65 (creo que último iba el Pincha que luego tomó Zubeldía y ganó todo). Fuimos los primeros en entrenarnos mañana y tarde; y también en el recurso de la pelota detenida. Despectivamente, porque se decía que abusábamos de ese recurso, se nos criticó por tirar centros "a la olla". Y luego de un triunfo contra Boca, tituló Osvaldo Ardizzone: "La olla más popular". Sí, fuimos los primeros... La gente festejaba un córner como se grita la sanción de un penal a favor. Los impecables centros de Martinoli hacían blanco en las cabezas de Basile, de Díaz, de Yaya Rodríguez, Raffo o Cardozo... Cada tiro libre, cada "ollazo", era medio gol.

Ese Racing se adelantó cuarenta años al fútbol actual. Me debía esta nota porque jugué, porque es un homenaje a los compañeros, los utileros, cuerpo médico, hinchas, dirigentes... Y a Pizzuti, el que armó todo. Felices 40 años.

(artículo de Roberto Perfumo en el diario “Olé” del 30 de Octubre de 2007)

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Saliste campeón en la 'C' con Defensores al año siguiente, y pasaste al Huracán del 73 campeón, glorioso e histórico.

Dicen que se había corrido la bola de que había un flaquito al que la hinchada de Defe le decía ‘Quenó’ y hacía firuletes en la cancha. ‘Quenó’ quedó porque yo decía "qué no voy a animarme a ese marcador o a esa chica". Un día fue a verme el ayudante del Flaco Menotti, Rogelio Poncini, y parece que le gusté. Se te vino toda la fama encima. Y... Me compré un Torino, les daba plata a mis amigos de la villa, a veces desaparecía de las concentraciones. Bah, no, llegaba algo tarde…

¿Es verdad o mito lo de la jugada que hacías en las prácticas, en la que ibas por la raya gambeteando y tocabas con la mano el banco de suplentes?

No, es verdad, Menotti me pedía que la hiciera en un partido pero no me animé. Si la hacía, me iban a romper todo con un guadañazo.

(RENÉ HOUSEMAN, ex jugador argentino, en revista “Viva” del domingo 4 de Enero de 2009)

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No soy el único que estuve ausente durante mucho tiempo pero tengo que luchar por mi lugar. No lo entiendo. Esto me pone furioso y de mal humor. Estoy en forma, hago todo lo posible para ayudar al equipo y quiero demostrarlo. Tendría que haber tenido el mismo apoyo que otros jugadores que volvían tras una lesión.

(MARTÍN DEMICHELIS, jugador argentino del Bayern Munich, quejándose la semana pasada -tras una larga ausencia por lesión- en el diario sensacionalista alemán 'Bild' contra el técnico holandés Louis Van Gaal)

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La quinta del Buitre nunca tuvo ni el protagonismo ni el reconocimiento que mereció por su calidad, y la misma suerte corrieron notables jugadores como López Ufarte, Cardeñosa, Guardiola, Valerón, Hierro, Gallego, y tanto otros que padecieron la incapacidad y el miedo imperantes.
Mentiras como la preparación física, el fútbol directo, la practicidad del pelotazo, la lucha, fueron arrinconando a la única verdad del fútbol: el talento.


(ÁNGEL CAPPA, entrenador argentino, en diario "Marca" -Julio de 2008-)

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Fútbol (Antonio Del Toro - México)


Entre la multitud que se agita como un bosque encantado,
libres del deber, por el gusto del pasto, en la delicia de ver rodar,
de sentir cómo nace del pie la precisión que en la vida
normal le arrebató la mano,
estamos reunidos hoy en este campo donde no crece
ni la cebada ni el trigo;
somos el coro que lamenta y que festeja,
el suspiro que acompaña al balón cuando pasa de largo
y el grito entre las redes.

Nació la pelota con una piedra o con la vejiga hinchada
de una presa abatida.

No la inventó un anciano, un una mujer, ni un niño;
la inventó la tribu en la celebración, en el descanso,
en el claro del bosque.

Contra el hacer, contra la dictadura de la mano,
yo canto al pie emancipado por el balón y el césped,
al pie que se despierta de su servil letargo,
a la pierna artesana que vestida de gala va de fiesta,
al corazón del pie, a su cabeza, a su vuelo aliado
de Mercurio,
a su naturaleza liberada del tubérculo;
a cada hueso de los pies, a sus diez dedos
que atrapan habilidades hace milenios olvidadas
en las ramas de los árboles.

Yo canto a los pies que fatigados de trabajar las sierras
llegaron al llano e inventaron el fútbol.

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Era el 16 de Junio de 1938 y el encuentro entre Italia y Brasil en el estadio Velodrome en Marsella llevaba una hora de juego. Italia ganaba por 1 a 0 y tenía la oportunidad de aumentar a través de un penal. El jugador encargado para las tales situaciones normalmente era Guiseppe Meazza, pero tenía un problema: el elástico de sus pantalones se había roto.
Sin embargo, Meazza no se detuvo; con su mano izquierda sostuvo los pantalones, con la derecha colocó la pelota en el punto penal y no le dio ninguna oportunidad al arquero brasileño con su remate.
Italia ganaría el partido y avanzaría a la final donde defendería exitosamente su título.

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Si no hay un componente de optimismo en el deporte uno no puede ser deportista. Yo soy un hombre alegre que tiene el fútbol como vicio. No me cansa hablar de él.

(VICENTE DEL BOSQUE, ex futbolista y actual seleccionador nacional de España, en revista "Don Balón", Julio de 2008)

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No hay persona alguna que deba pensar tanto, en tan poco tiempo y a tanta velocidad, como un futbolista cuando enfrenta al arquero y éste lo mira a los ojos.

(OSVALDO SORIANO [1943-1997], recordado escritor argentino)

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Jorge “Mágico” González era un jugador técnicamente extraordinario. Manejaba la pelota mejor que Maradona. Una vez Superpaco le retó en el lanzamiento de una falta durante un entrenamiento. Le puso una barrera de siete y Mágico la colocó en la escuadra. Paco le dijo que había sido casualidad y que le regalaba su coche si era capaz de repetirlo. Mágico volvió a posar la pelota y entonces se la metió por su palo. Atacaba al balón muy arriba y no se le iba nunca. Ahora, defendiendo era un peligro. Yo no le quería en nuestro área porque era capaz de ponerse a regatear. La disciplina tampoco era lo suyo: "Podía pasar quince días sin venir a entrenar". Siendo segundo técnico, Joanet me mandó a su casa. Cuando llegué, su mayordomo le estaba enjabonando en la bañera... Pero en Cádiz le adoran, era un artista.

(DAVID VIDAL, entrenador español, recordando al célebre crack salvadoreño)

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Gambetas para un poema (Marcelo Vallejos - Ecuador)


Carta abierta

Globo libre,
el primer balón flotaba
sobre el grito espiral
de los vapores.
Roma y Cartago
frente a frente iban,
marionetas fugaces
sus sandalias.


Rafael Alberti




Para salir de pobrezas Cirilo Montaño planeó una estrategia.

Durante su vida lo había intentado todo, desde someterse en cuerpo y alma al trabajo porque, según el orden natural de las cosas, ese es el camino correcto; pero llevaba quince años en su oficio y no había logrado completar ni siquiera el menaje de su casa. Eso de "su casa" es un decir, porque era un arrendatario que se veía en pindingas para pagar puntualmente las mensualidades. En algún momento, cuando su espíritu rebosaba fe y optimismo, condenó la posición de un viejo compadre suyo que rechazaba sistemáticamente cualquier posibilidad de trabajo bajo un argumento simple: para morir pobre y cansado; prefiero vivir pobre pero descansado.

Hoy ya no era tan radical en esa apreciación, incluso había llegado a darle la razón porque él mismo, tras esos tres lustros de sacrificios sin cuenta, tras deslomarse trabajando en un aserradero primero, y en las oficinas de la empresa maderera después, (había estudiado por las noches hasta alcanzar el título de Contador Público), apenas si podía mantener decentemente a su familia.

Cuando se dio cuenta que por el camino del trabajo no llegaría jamás a su objetivo, decidió entregarse por entero a la esperanza. Jugó sistemáticamente a la lotería y apostó a cuanto sorteo se promocionaba en la tele, él se atrevía a soñar, tal y como recitaba un extrovertido animador; pero, como sabemos, todo en la vida es sueño y los sueños sueños son, cada jueves, o el día siguiente a los sorteos, volvía a la frustración y a la realidad desalmada de su pobreza.

La Providencia entonces le envió un mensaje, por lo menos así lo creyó Cirilo, hombre de convicciones y perseverancia, a través de una noticia publicada en primera página por un matutino de gran tiraje. La información contaba que en Madrid un emigrante ecuatoriano había logrado vender a su hijo en seis millones de euros. Hay que precisar que el negocio comprende su "carta pase", es decir a los derechos deportivos, que no a la persona misma, aun cuando en la práctica es igual, más todavía si el objeto de venta es de raza negra.

El comprador era el Real Madrid, aquel equipo de fútbol que, en su tiempo, fue gloria del balompié de España y Europa y del generalísimo Franco, así lo afirma con pelos y señales el escritor uruguayo Eduardo Galeano, y si él lo dice así debe haber sido, no sólo porque es hombre merecedor de crédito sino porque la afirmación está publicada y nadie la ha desmentido todavía.

Fue entonces cuando Cirilo Montaño se fijó en su hijo. ¿Tenía dotes para futbolista?

No lo sabía, porque se dedicó por entero y sin distracciones al trabajo, poniendo sus cinco sentidos en la meta sagrada de ganar dinero.

De ninguna manera podría atribuírsele falta de preocupación hacia su único hijo.

Por el contrario, buena parte de su exigua renta la dedicaba a educarlo con esmero, a cuidar de su salud y a vestirlo convenientemente; lo que no se le ocurrió jamás fue comprarle unos zapatos de fútbol, o unos guantes de arquero, ni siquiera una camiseta del equipo campeón.

A su criterio tal actitud hubiese sido un desperdicio.

Pero ante la realidad plasmada en la noticia se dio cuenta de su equivocación, creyó que el camino era evidente y decidió seguirlo.

De la noche a la mañana cambió su conducta.

Renunció a los tiempos extra que le daban algún dinerillo adicional y actuó como manda la lógica: compró literatura futbolera para adentrarse en el tema y leyó, a más de obras de táctica y estrategia y manuales de entrenamiento, a Osvaldo Soriano, Eduardo Galeano, innúmeros cuentos de fútbol, la autobiografía de Diego Maradona y hasta, nadie lo hubiera creído, a Pier Paolo Pasolini, el cineasta apasionado por el fútbol.

Así instruido pasó de la teoría a la práctica.

Compró un balón e invitó a su hijo, que a la sazón frisaba diez años, a un picadito de indorfútbol. Y se sorprendió de la habilidad del chiquillo. Jugaba a lo Franklin Salas, paseando el balón como si estuviera en una fiesta, acariciándolo, escondiéndolo del rival, y goleando. Era un diez que no se contentaba con servir sino con hacer.

Y se dio cuenta de la mina de oro que tenía en sus manos o, propiamente expresado, en los pies de su hijo. Sin embargo, existía una grave dificultad.

No lo podía vender en el país. Ningún club nacional arriesgaría un dólar por su muchacho, y si lo hicieran, los del negocio serian ellos, excluyéndolo. Tenía que seguir el ejemplo que le daba la vida y que había sido reseñado por los periódicos: tenía que emigrar, y se fue.

De nada valieron los llantos de su mujer, acostumbrada ya a las pobrezas cotidianas. Para ella tenía más valor la integridad familiar que los posibles réditos que las habilidades de su hijo pudieron eventualmente ofrecerles. Prefería a su marido en casa que en esa búsqueda incierta.

Prefería ver a su hijo en la escuela, estudiando e imaginarlo en el colegio y en la universidad, que correteando tras una pelota, aun cuando su habilidad era evidente.

No pudo detenerlo y, como en el bolero, cerrando los ojos lo dejó partir.

Han transcurrido varios años. Don Cirilo Montaño vive en España. Ha progresado. Después de cosechar aceitunas y brócoli, derrochando su tesón habitual llegó a las oficinas de una empresa internacional donde hoy trabaja llevando las cuentas. Es un hombre eficiente aunque insatisfecho.

Mi madre viajó a reunirse con él. Hoy viven juntos en Murcia. Yo tengo 20 años. Llegué a jugar con algún suceso en el Esmeraldas Petrolero; pero seguí la carrera de Letras en la extensión de la Universidad Católica. Pretendo ser escritor. Pero no puedo dar por terminado este relato sin consignar que fue mi propio padre, don Cirilo Montaño, el culpable de que yo no esté jugando en el Real Madrid o en el Barcelona, ni siquiera en la Liga de Quito, cuadro del que soy devoto hincha, porque, cuando él se fue, y como una forma de mitigar mi tristeza, empecé a leer los libros que compró y que, como a don Quijote de la Mancha, le llevaron a su particular locura, y desde entonces dejé el balón por el oficio de las letras.

Siempre sería pobre.

Pero no me importa, nada mejor que la gambeta de un poema, digo yo, contrariando los sueños de mi adorado y ausente progenitor.

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Si tienes una plantilla de 24 jugadores y sólo puedes poner a 11, tienes 13 enemigos. Esos 13 enemigos tienes que multiplicarlos por cuatro: las esposas, los padres y los hijos de los suplentes.

(JOHN BENJAMIN TOSHACK, ex jugador y entrenador galés)

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Con Inglaterra acaba mi recorrido. Mi trabajo sobre el campo se termina con la experiencia inglesa. Eso lo tengo totalmente seguro.

(FABIO CAPELLO, ex futbolista y actual seleccionador de Inglaterra, en diario "As", Julio de 2008)

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Diego Armando Maradona (William Ferreira - Uruguay)

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Fragmentos (Francesco Castiglione - Italia)


Siempre fui hincha del Napoli.

Mis primeros recuerdos son los del papel impreso. Eran años en que la televisión todavía estaba en casa de pocos, y de todos modos no en mi propia casa. Reacio a otorgar la menor confianza a las ponderadas admoniciones de mi padre, me asomé al fútbol con el entusiasmo y el ímpetu de los años juveniles.

El ritual era más o menos el mismo. Después de las "extraordinarias" empresas de precampeonato, que nuestros diarios ciudadanos publicitaban oportunamente como un seguro presagio de que ese año el Nápoli era el esperado equipazo que haría grandes destrozos, se proveía a la fatídica sustitución una suerte de catarsis del joven hincha.

La hermosa fotografía del nuevo equipo tomaba el lugar de aquella ahora ya vieja y amarillenta, la de los tontos del año anterior. Esos rostros nuevos, esos lomos voluminosos y brillantes, las miradas mucho más asesinas que las de los borrachos de la pasada temporada eran la anunciación de empresas gloriosas. Llegaba después, finalmente, el primer domingo al que habrían de seguir todos los otros de la Resurrección.

Emocionado, como si fuera yo el que debutaba, el oído alerta a escuchar los resultados de los primeros tiempos, una aflicción creciente a medida que la robusta voz de nuestra radio de válvulas avanzaba según un riguroso orden alfabético: "En Milán: Inter 2-Bologna 0, en Roma: Lazio 1-Atalanta 0; en Nápoles (a esta altura hasta el año se contraía): Nápoli 1... Juventus 3".

Las cosas no cambiaron con el transistor ni con la televisión, ni con la frecuentación de las tribunas. Recuerdo una transmisión radiofónica dominical, que comentaba irónicamente los habituales problemas de nuestra ciudad, con una constante que tenía este pequeño motivo: "Es siempre lo mismo, no hay nada que hacer, es siempre lo mismo, y seguimos viviendo".

Y se volvió también el ritornello de los hinchas. Parecía que el Napoli tuviera todo: estaba el gran estadio, estaba el magnífico público, el A. C. Napoli se había transformado también en la S. S. C. Nápoli (rimbombante mutación a la cual -no se sabe por qué- se unió el signo de una segura inversión en la tendencia); todos los años llegaban los campeones que solamente algunos años antes -con casacas casi siempre de franjas verticales- nos habían flagelado, pero nada cambiaba. Jamás.

Parecía que el Asno tuviera el extraordinario poder de patear a sus propios adeptos.

Más o menos alrededor de los veinte años, también nosotros ex jovencitos no?, habíamos alineado con nuestros viejos, habíamos alcanzado su misma madurez futbolística: el escepticismo.

Existía la certeza -casi siempre no revelada, pero bien esculpida dentro de cada uno de nosotros- de que la Juve o el Milán o el Inter, que desde siempre nos habían mortificado, fatalmente seguirían haciéndolo, y siempre serían más poderosos que nosotros. Una década de desilusiones había signado nuestra pasión, imprimiéndole el estigma amargo de la derrota.

Relegada la conquista del scudetto a esa parte profunda del corazón donde reside la tropa abigarrada de nuestros deseos inalcanzables, ya no se daban tampoco las ganas de comprender, de preguntarse por qué este maldito equipo no funcionaba nunca. Se invocaba al Destino, o a la mala suerte, como diría años más tarde Ramón Díaz: ‘a ciorta’, como decimos nosotros. Así como había destinado que en Nápoles estuviera el Vesubio, evidentemente en virtud de los mismos inescrutables motivos, el Padre Eterno había decidido negar el éxito futbolístico a la Ciudad.

Atribuida a las esferas ultraterrenas la responsabilidad de las desventuras del ensamble azul, fue natural, ante todo en los momentos más negros, que la hinchada confiara a enérgicas intervenciones de San Gennaro, patrono al cual hasta ahora nadie se atreve a negar, el mérito de éxitos aislados del equipo, no por casualidad definidos como milagros.

El escepticismo no recibió siquiera un rasguño por la llegada de Sívori y Altafini, de Nielsen, de Sormani, de Hamrin, de Clerici, de Savoldi, de Krol, de Dirceu; a lo sumo, con los años, salió todavía más reforzada la convicción de la absoluta inalcanzabilidad de la meta del Scudetto.

El escepticismo no fue tampoco afectado por la llegada de Diego. La acogida triunfal -en la que seguramente encontraba lugar también la naturaleza curiosa, festiva y hospital de la gente napolitana- fue dictada más que nada por el deseo del público de presentarse al campeón, casi como para tranquilizarlo sobre la sabiduría de su decisión de imponerle al Barcelona su quiero irme. Pero realmente nadie pensó que aquella sociedad habría de quebrar la fuerza del destino.

Después Diego nos encantó. Entrenado o con el aliento corto, gordo o flaco, llegado apenas de vía Orazio o de Buenos Aires, contra los arbitrajes y contra las más vulgares agresiones periodísticas, Diego vencía. Diego rompía los encantamientos. Diego hizo verdad el sueño. Diego era indispensable.

Cuando, precedido por el habitual cancán semanal, llegaba el domingo pleno de dudas, no había quien, dirigiéndose al estadio, no tuviera necesidad de aquel reaseguro: “Pero Diego, ¿está?”, era la pregunta que aleteaba, antes de que los megáfonos, confirmando que el 10 -como siempre- era de Diego, nos permitieran arrojar el aliento suspendido y conquistar la certeza de no haber ofendido al estofado anteponiéndole el estadio.

Todos querían ver a Diego. El Inter, el Milan, la Juve, a veces llenaban y llenaban los estadios, pero la gente no va al estadio solamente para asistir a las atléticas prestaciones de Matthaeus, de Van Basten o de Schillaci. En cualquier lugar donde jugara el Nápoli, independientemente de lo que se ponía en juego, de los intereses de la tabla o de las rivalidades históricas, el todo-agotado estaba en cambio garantizado por una sola presencia: estaba Maradona, y hasta el más insípido amistoso se volvía una ocasión que era mejor no perder.

A los napolitanos los vicios de Maradona no les disgustaban. La indolencia matutina, la resistencia a las férreas reglas de cuartel, aquella vestimenta absurda, el aro en el lóbulo de la oreja, las trasnochadas en los night, usos y abusos, su disolución en suma, que tanto indignaba al periodismo pacato, ese su ser semejante solamente a sí mismo que es típico del fuera de serie, del caballo de raza, exaltaban hasta la leyenda sus empresas dominicales; cuanto más disoluta había sido la semana, tanto más sus goles valían el doble, y mayor era la satisfacción de ver burlados a los perfectos atletas, a las sociedades-modelo, a las S.p.A. del fútbol.

Para los Agnelli y los Berlusconi eran mucho más que derrotas, eran precipitarse en el ridículo. Para los hinchas napolitanos -todavía muy inclinados a ver en el fútbol el sentido del juego- era la ocasión para ejercitar una de sus actividades predilectas: lo sfottó (lo jodió). Una suerte de colectivo y gigantesco pedo con la boca -el de Eduardo, Don Ersilio Miccio del Oro de Nápoles, para entendernos- simbólicamente se elevaba desde Fuorigrotta a cada proeza de aquel zurdo maligno y divino.

Los napolitanos no son el pueblo alegre y descuidado que se tiende a proponer muy a menudo, aun hoy. Su cultura es densa de melancolía, invadida por un profundo sentido del límite, de la provisionalidad, del final. Acaso también por ello muchos de nosotros, en estos sin embargo increíbles años, no han podido liberarse de la obsesión del "después".

¿Qué hubiera sucedido cuando viéramos cómo aquella inconfundible cabeza desaparecía por última vez hacia abajo por las escaleras del vestuario? ¿Le hubiéramos preparado una fiesta de despedida tan grandiosa como había sido bien venido, o qué otra cosa? ¿Hubiéramos tenido el deseo de volver al estadio sin él? ¿Y para ver qué? ¿Y a quién?

Es cierto que los rieles del destino suelen correr a lo largo de recorridos imprevisibles. Nadie hubiera podido imaginar que lo vería por última vez, sin saber que era "la última vez". Se ha ido en silencio, sin un gracias, sin un apretón de manos, y ni siquiera una bandera azul que le dijera adiós.

Después de los Idus de Marzo, se ha desencadenado la Restauración. Los órganos de información pacata -aquellos que lo usaban para vender del lunes al sábado, pero a los que él, los domingos, hacía callar- han recibido las órdenes de la escudería: después del jugador, borrar también su modo destructivo de ser vencedor, destruir el símbolo, retornar a la "normalidad", devolver a los banderines el estilo Juventus.

De aquel adiós que no se dijo y de la furia provocada por las infamias y las mentiras propinadas a diestra y siniestra ha nacido en mí y en los otros amigos de "La calidad no es poca cosa" el deseo insuprimible de organizar el Te Diegum: una jornada de reconocido agradecimiento a quien nos resarcía de nuestras trescientas mil liras por año ofreciéndonos todos los domingos la ebriedad de un espectáculo de categoría absoluta.

Hoy he sentido la fuerza, no las ganas, de volver al estadio: ha sido como asistir a las vulgares exhibiciones de Jovanotti después de escuchar una suntuosa sinfonía de Mozart.

Escribe Gastón Bachelard: “Es necesario ir hacia... donde la razón quiere estar en peligro”. Y entonces, yo vuelvo a esperar realmente que Él vuelva.

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Ningún futbolista consagrado denunció como él a los amos del negocio. En la estructura profesional, fuente de prestigio político y tremendos negocios, los jugadores son los monos del circo. Pero él fue el más popular de todos los tiempos y supo romper lanzas en defensas de los que no eran famosos ni populares. Un ídolo generoso y solidario. También está todo lo demás. La gente lo adora por los dos goles. Por el más hermoso de la historia de los mundiales y por el tramposo, el de la mano. A veces es más digno de admiración el gol del ladrón que el del artista. Quizás ahí está la fuente de la veneración universal: no siempre la gente se reconoce en los Dioses intactos, purísimos. Él es un Dios sucio, pecador, el más humano de los Dioses. Es su tragedia: los Dioses no se jubilan por más humanos que sean. No regresan a la anónima multitud de dónde vienen. Están obligados a ser el muerto de cada velorio, el marido de cada boda. Es difícil dejar de creerse Maradona. Por eso, la droga más devastadora no fue la cocaína sino la exitoína, que los análisis de orina o sangre no detectan.

(EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo, -2007-)

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Si no me siento interiormente feliz, no puedo expresarme, no puedo ser un campeón. En Nápoles, rendiré como en los mejores años, cuando gané el mundial juvenil. En Nápoles volverán a ver al verdadero Maradona.

(DIEGO MARADONA, a "La Gazzetta dello Sport", 3 de Julio de 1984)

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Creo que la mayor decepción de mi papá fue cuando dejé el colegio para irme al Campeonato Sudamericano de 1977, en Venezuela, porque ya no podía coordinar el estudio con la pelota, y ahí fue el quiebre. Mi papá estuvo una semana sin hablarme porque él quería que yo estudiase. Me decía: 'Quiero que estudies por si te pasa algo con el fútbol'. Pero bueno, yo aposté al fútbol, insistí... y le gané a mi papá.

(DIEGO MARADONA, en declaraciones a la revista argentina "Viva" del 8 de Junio de 2008)

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