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A nosotros siempre nos hicieron sentir que no éramos tan buenos como los anteriores. Nuestras tres Copas de Europa no valían igual que la primera...

(GRAEME SOUNESS, gloria viviente del Liverpool, recordando la gloriosa década del 70’ en diario “El País” de España, Febrero de 2008)

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Yo viví el ascenso del Geta (Pablo Malagón - España)


Yo estaba allí. Había sufrido toda el año soñando un hito y no estaba dispuesto a perderme el partido clave de la temporada.

Había abonado mi cuota de socio con más dudas que entusiasmo. Ver la Segunda División cada domingo no era un reclamo muy convincente, pero finalmente me decidí por colgar mis asperezas y embarcarme en el proyecto del aficionado fiel que anima, un domingo sí y dos después también, al equipo de su pueblo.

Y el día en el que el Numancia vino a visitarnos fui consciente por vez primera de que lo que allí se jugaba era mucho más que el orgullo. Con un ascenso a Primera División en juego, toda la ciudad se había volcado para llevar en volandas al equipo hacia un objetivo impensable a principio de temporada.

Aquello ya no parecía el teatro de otras ocasiones; el silencio y el vacío de la temporada habían cedido su lugar al jolgorio y la algarabía. Se respiraba la ilusión por todos los costados del Coliseum y ya no quedaba tiempo ni espacio para devorar una sola bolsa de pipas. Ya sólo se vendían ilusiones, sólo se veía una marea azul que imaginaba con una sonrisa, una victoria que se iba a poner muy cara. Por eso, cuando Miguel Ángel anotó el segundo gol, más que alegría, fue frenesí lo que se respiró en la grada. Yo lo vi en directo porque yo estaba allí, relegado a un córner por la muchedumbre tan poco habitual en los lances del equipo, pero tan entusiasmado por la victoria como cualquier portador del escudo del equipo.

Y después llegó Murcia y yo no estaba allí. Pero estaba frente al televisor cumpliendo entre inquietudes el mandamiento que me había fijado para aquella tarde que apuntaba como histórica. Pasase lo que pasase, nada me iba a impedir ver el partido.

El ascenso era, por aquellas alturas, una obligación más que un sueño. Era impensable un fracaso que despertara de golpe las ilusiones que todo un pueblo había depositado sobre sus jugadores.

Sentí regresar mis ansias cuando Pachón anotó el primer gol del partido. Y mis sensaciones viajaron, en un momento, desde el cielo de la gloria hasta el infierno de la rabia cuando fui consciente de que podíamos perder toda nuestra cosecha por culpa de un penalti inexistente.

Nos empataron, claro. Pero no desanimé. Porque allí estaba yo frente al televisor y viendo pasar mi vida entre aspavientos de desaprobación; imaginando un gol que nos pusiese de nuevo rumbo al paraíso.

Y llegó de nuevo la algarabía desde la pierna izquierda de Miguel Ángel. Santo pepinero que llegaste desde el rival para ponernos de puntillas en la cima de nuestro sueño. Mi cuerpo estaba en mi hogar, dando saltos incontrolados y bailando incoherente al compás de mis alivios de entusiasmo. Pero mi espíritu estaba en Murcia; seguro de una victoria y ansioso por ser testigo del cumplimiento de un deseo que había pronunciado casi sin querer una tarde de agosto del año anterior. Por eso, no estaba dispuesto a perderme el siguiente enfrentamiento contra el Eibar.

Y allí estaba yo. Claro que estaba allí. Con mi pecho pintado de azul regalado y mi cabeza cubierta con la gorra del ascenso. Había remado tanto con el equipo que no estaba dispuesto a saltar del bote a apenas dos metros de la orilla. Dos últimos metros que recorrer en dos últimos partidos en los que la cara, la cruz, la vida y la muerte ya estaban servidas por el destino en bandeja de plata. Ya sólo faltaba saber si esta vez nos tocaría sonreír.

Cuando contemplé los aledaños del Coliseum teñidos de ilusión y algarabía, tuve un conato de ilusión, mi primera visita mental al ascenso a lo largo de aquella tarde irrepetible.

Esta vez no descuidé mi horario y me planté codo a codo con mi amigo José con una hora y media de antelación en la puerta del recinto. La entrada, obstruida por una muchedumbre ávida de victoria, no era sino el mejor precedente del espectáculo que estaba por llegar.

Ví a la gente temblar desde mi sitio privilegiado. Ví a la gente soñar y ví a la gente animar con tanta fuerza que parecían escupir el alma en cada canción. Ví sonrisas y ví lágrimas de emoción cuando Gari hizo el segundo gol que nos transportaba al final de un sueño casi cumplido a cinco minutos del final.

Yo estaba allí, impasible y emocionado, cuando el árbitro señaló el final del encuentro y toda la ciudad se precipitó al césped para abrazar a los héroes del terreno. Todo el mundo estaba convencido de un logro al que aún le quedaba un último metro por remar. Aún quedaba Tenerife.

Y allí estaba yo de nuevo, dispuesto a ser fiel testigo del acto definitivo. El equipo salía a muerte en Tenerife y yo les animaba a muerte desde el rincón más futbolero de mi casa.

La televisión lo daba todo muy bonito, pero los nervios me impedían disfrutar del todo de un espectáculo irrepetible e inolvidable. En mi hogar, mis ánimos rompían el aire de incertidumbre; en la calle, los gritos de mis vecinos aclamaban las gestas del equipo de todos y en Tenerife, sobre el campo, Pachón se encargaba de demostrar a todos que la manera más rápida de alcanzar un sueño es la decisión.

Fue un partido memorable. Tantos sueños hechos realidad y tantas recompensas para nuestras ilusiones. La sensación de haber acertado en mi decisión veraniega me regaló una fascinante satisfacción. Estaba orgulloso de mi equipo y mis gracias y alabanzas al cielo fueron tan constantes que, por un momento, me sentí acariciado por la mano de Dios.

El quinto gol de Pachón no fue sino la guinda de un pastel tan dulce como costoso en su fabricación; todas las pesadillas que habían atacado al equipo a lo largo de una temporada de lo más regular.

Se bajó el telón de la temporada y se abrió una nueva función con la Primera División como escenario grandioso. Ahora sólo queda la comprobación que asuma si somos capaces de vencer al miedo escénico que tanta fama ganó desde el fútbol.

Ya no quedaba tiempo para más. Ni siquiera le quedaba un segundo a Josu Uribe, por eso comprendí su ilusión de empleado fiel e incomprendido. Delante del tiempo sólo quedaba La Cibelina.

Y a La Cibelina me fui. Allí estaba yo para ser testigo del último acto de una función que estaba a punto de inscribirse en el libro de oro de la historia del deporte. Un hito inolvidable que quedará para siempre marcado a fuego en nuestros corazones de fieles aficionados.

Me abrí paso entre la gente y me abracé con cada vecino bebiendo de un trago toda su alegría. Salté, boté, canté y no agoté ninguna fuerza ebrio como estaba de alegría de la más buena.

Encontré a mis amigos tan alborozados como yo y los abracé con el entusiasmo que requería el momento. Toda la ciudad se había volcado en una celebración con la que llevaban dos meses soñando. Cuando todas las posibilidades se habían agotado en una realidad, todos los habitantes del pueblo se habían echado a la calle para gritar sin cordura todo su entusiasmo.

Yo estaba en La Cibelina y ví salpicar el agua sobre el pecho de todo aficionado que se acercaba a la fuente para exclamar su alegría. No cabía un alfiler en la Plaza del General Palacio y todas las verdades que se cantaron aquella noche fueron el reflejo más simple del logro que el equipo había conseguido; un ascenso a Primera División que agruparía a nuestra ciudad con las más grandes potencias del deporte rey.

Yo estaba allí aquella noche de sábado y puedo confesar que todo Getafe lloró de alegría por el ascenso de su equipo.

(Mi agradecimiento a Pablo por autorizarme a publicar este cuento)

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El debut de la Argentina en los Juegos Olímpicos de Holanda en 1928, fue una espectacular goleada por 11 a 2 ante los Estados Unidos. Conocida la noticia, uno de los diarios argentinos tituló: “Once ‘pepas’ inolvidables”.
En ese primer partido de Argentina, disputado el 29 de Mayo por los octavos de final, el seleccionado formó así: Bossio: Bidoglio y Paternoster; Médici, Calandra y Monti; Carricaberry, Tarasconi, Ferreira, Cherro y Orsi.
Los goles: Tarasconi (4), Cherro (3), Orsi (2) y Ferreira (2).
Nuestros jugadores lamentaban que el débil equipo norteamericano les haya convertido dos tantos. Después, Argentina apabulló (por cuartos de final) a Bélgica 6 a 3 y a Egipto (semifinal) 6 a 0, llegando a la final frente a Uruguay.
Ese enfrentamiento terminó 1 a 1 y entonces el reglamento establecía que había que jugar el desempate.
Pese a las goleadas previas, Argentina no pudo ejercer predominio. Vencieron los uruguayos 2 a 1 en emotivo encuentro, logrando la medalla de oro olímpica por segunda vez consecutiva (habían sido campeones cuatro años antes, en París).

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Nosotros nunca retrocedemos.

(ALFREDO DI STEFANO, antes de la final de la Copa de Europa de Glasgow, contra el Eintracht de Frankfurt en 1960, mientras el plantel "merengue" bajaba apresuradamente del autobús porque este iba a aparcar ¡marcha atrás!)

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Yo soy el Diego bueno.

(DIEGO LATORRE, ex jugador y actual comentarista de TV -1991-)

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Beckenbauer (Annelies Štrba - Suiza)

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Bilardo y el "Bambino" Veira en dudoso estado

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-Don Santiago, ¿qué pasa con Netzer?

-Nada, hijo. Está bien de salud. Es un gran chico.

-Pero el entrenador Miljanić no cuenta con él…

-Eso es cosa de los técnicos.

-Dicen que usted lo ha sacado a subasta con una puja inicial de un millón de marcos...

-Por Dios!, esto es una barbaridad. Yo ya estoy viejo para comprar y vender. Esto lo hace la Sociedad. Yo estoy aquí sólo para ver buenos partidos, buen fútbol.

-¿Ha decidido ya el Real Madrid el futuro de Netzer?

-Esto es competencia exclusiva de los técnicos.

-¿Lo cambiaría con los ojos cerrados por Cruyff?

-No. Sería una descortesía hacia nuestro jugador. Además, no tengo envidia al Barcelona, sino que me alegro de sus éxitos, y prueba de ello es que acabo de mandar un telegrama a Montal para felicitarle por un homenaje que le tributan en Madrid.

-En una palabra, ¿no existe el ‘caso Netzer’?

-No. Es jugador del Madrid y se acabó.

(Don Santiago Bernabéu, célebre presidente madridista, entrevistado en diario “El Mundo Deportivo”, viernes 21 de Junio de 1974 y contestando acerca de la continuidad en el club del talentoso volante alemán Günter Netzer -foto-)

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Al principio nuestra relación fue muy divertida, pero dejar a mis dos hijos en Brasil para venir a vivir con él en Milán fue la cosa más loca que he hecho por él. Adriano no hizo nada para mí, a cambio me faltó el respeto. Adriano no está en las drogas, su único vicio es la cerveza, pero ¿a quién no le gusta beber una cerveza?
Adriano es un niño-viejo de 27 años y no puedo cuidar de él, ya tengo dos hijos.
Lo tenía todo para ser feliz -dinero, una familia maravillosa, etc.-, pero sólo se siente "normal" cuando está en las favelas. Le gusta ir descalzo y remontar cometas con los niños locales. Es el lugar donde él no es 'L'Imperatore'.

(JOANA MACHADO, ex novia de Adriano)

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Los entrenadores trabajamos tácticamente con el jugador, pero la impronta la tienen que poner ellos. Es lo que pasaba con Alberto Olmedo, le daban el argumento y él después inventaba.

(JUAN JOSÉ LÓPEZ, ex futbolista y entrenador argentino, recordando al malogrado actor rosarino)

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Quilmes y la fundación incierta


Las evidencias son escasas, las fechas imprecisas y los testimonios inciertos. Existen buenas posibilidades de que los hechos que se dan por ciertos no hayan sido tales, y que el presente aniversario no tenga demasiado sentido. Varias páginas de esta historia permanecerán sumergidas eternamente en las desconocidas aguas del olvido. Pese a todo esto, una ciudad entera celebra en este día los 120 años de existencia de su institución deportiva más importante: el Quilmes Atlético Club.

Cuenta la historia oficial que el 27 de Noviembre de 1887, un pastor anglicano nacido en Sudáfrica bajo el nombre de Joseph Thomas Stevenson puso la piedra fundamental del Quilmes Rover’s Athletic Club, entidad creada para reunir a la enorme colectividad británica instalada en la ciudad. Tanto ingleses como escoceses e irlandeses eran apasionados del por entonces misterioso juego llamado fútbol. Esto provocó que el club se convirtiera en uno de los pioneros en esta actividad destinada a ganarse el amor de las multitudes. Una década después de la fundación, el nombre de la institución cambió por el de Quilmes Cricket Club, que apenas cuatro años más tarde dejaría paso al ya más familiar Quilmes Athletic Club, denominación que fue castellanizada en la década del 50. Hasta aquí lo que los libros sostienen como verídico, lo que sostiene el club. ¿Fue realmente esa la fecha de origen? Difícil saberlo.

Desde hace ya algunos años, varios especialistas en historia de la región se propusieron esclarecer algunas cuestiones referidas a la fundación del Quilmes Atlético Club. Según las investigaciones, existían en la ciudad varias entidades deportivas, pero ninguna de ellas tuvo la continuidad institucional suficiente como para poder ser considerada parte de lo que hoy es el club. Los argumentos son difíciles de explicar, aunque muchos ratifican que ni el Quilmes Club -miembro fundador de la AFA- ni el Quilmes Rover’s AC -partícipe de los primitivos torneos de fútbol- tuvieron algo que ver con la institución que se mantiene hasta la actualidad. Los historiadores señalan que ambos clubes cesaron sus actividades y desaparecieron por completo en 1894 y 1897 respectivamente.

En las investigaciones se afirma que el Quilmes Atlético Club fue realmente fundado el 7 de Noviembre de 1897, diez años después de la fecha que se reconoce. Esto se basa en algunos documentos que indican que Joseph Thomas Stevenson recién se ordenó como presbítero en 1888 y llegó a la Argentina en 1895, por lo que es imposible que haya fundado el club antes. Si bien esas evidencias parecen lo suficientemente precisas como para esclarecer el asunto, hay otros datos imposibles de ignorar que no hacen más que aportar confusión. Se hallaron registros fundacionales del club en los que se expresa que -luego de su liquidación- el Quilmes Rover’s AC dejó un pequeño saldo al recientemente fundado Quilmes Cricket Club. Bajo esta posición, podría decirse que las cosas realmente sucedieron como dice la historia oficial. Es decir, primero se fundó el Rover’s, que más tarde modificó su fisonomía y cambió su nombre por el de Cricket.

¿Puede considerarse que ese pequeño saldo representó una continuidad que indique que se trata del mismo club? Eso quedará a criterio de cada uno. Por lo pronto, todos los Cerveceros estamos de fiesta. 120 años no se cumplen todos los días.

(tomado del excelente blog “Café fútbol”)

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El día en el que Maradona deje de ser el ídolo nacional será el día en el que Argentina empiece a detener el hasta hoy inexorable avance hacia el subdesarrollo que comenzó en la primera mitad del siglo XX. Pero es poco probable que antes del Mundial presenciemos semejante revolución. No hay suficientes argentinos todavía capaces de entender que Maradona es el síntoma más visible de la gran enfermedad nacional, el símbolo por excelencia de la autodestructividad de un pueblo que una vez fue grande.
Así, por fin, quizá, se acabaría con el mito del milagroso, todopoderoso Maradona y el país con el más alto índice de psicoanalistas per capita del mundo (cuya mayoría prefiere a Martín Palermo como jugador a Messi) tendría la oportunidad de iniciar el proceso necesario para recuperar la salud mental.


(JOHN CARLIN, periodista británico, en “El País Deportes” de Madrid, 18/10/2009)

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Los que se quejan de como pica la pelota, es porque no le saben pegar.

(JOSÉ INGENIEROS [1877-1925], médico, sociólogo y escritor argentino)

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Los únicos que quieren que Ponzio vaya al Mundial, son la madre y el padre.

(HORACIO PAGANI, periodista deportivo argentino, en el programa “Estudio fútbol” que se emite diariamente por el canal TyC Sports, cuando se barajaba el nombre del jugador del Real Zaragoza para integrar el seleccionado nacional en Alemania 2006)

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Mañana, ni el el diario voy a salir (Ricardo A. Rodríguez - Argentina)


Hermosa tarde de domingo.

- Suerte que no fui a la cancha -se dijo para sus adentros “el Gaita” Fernández, mientras se disponía a regar el césped.

El Deportivo, hoy, estaba jugando de local frente a los de Ferro, uno de los cuadros del pueblo vecino. Desde la vereda de su casa se habían escuchado nítidamente los bocinazos que recibían a cada uno de los equipos al ingresar al campo de juego. Y después un par de festejos más. Deberían ser dos goles.

- Ojalá sean del Deportivo -pensó, mientras acomodaba los regadores.

El Gaita supo jugar, cuando muchacho, pero nunca fue un virtuoso, ni le gustaba tanto el fútbol como para seguir. Ya estoy grande -decía.

Había comenzado a conformar su propia familia, se había casado con Elvira, su novia de toda la vida, y estaban esperando el primer hijo. Hacía poco que le habían dado una casita de barrio, la estaba pintando, acomodando los muebles, de a poco. El frente era algo que lo desvelaba, por eso sembró césped y quería mantenerlo, para ello aprovechaba los domingos por la tarde.

En esos menesteres estaba cuando de repente ve venir un auto en veloz carrera, y frenar hasta hacer chillar las gomas, justo frente a su casa.

Era el presidente del Deportivo, quien presuroso se bajó del vehículo y le gritó, casi sin aliento: ¡Gaita, venite conmigo, te precisamos ya en la cancha! -le gritó, casi, digamos, le ordenó.

El Gaita, sin entender lo que estaba ocurriendo, solo atinó a preguntar: -¿Qué pasa Felipe? ¿para qué me querés?

Felipe Alcántara, el presidente del Deportivo, sin recuperar aún su compostura habitual repitió: ¡Vamos, dale, en el viaje te voy contando! ¡Subí rápido que no llegamos!

El Gaita estaba en bermudas, con una vieja remera verde y en ojotas, pero claro, la urgencia de la situación no le permitió ni siquiera intentar pedir un rato para cambiarse, así que tal como se encontraba subió al auto y arrancaron.

Felipe apretó el acelerador y las cuatro cuadras que separan la casa de la cancha se consumieron rápido, no alcanzaron para explicar mucho.

- El Caballo Fernández, tu primo, como siempre, está suspendido -dijo el Presidente.

- Metimos la pata, lo pusimos porque nos faltaba uno, no completábamos...

El Gaita no entendía bien para qué lo precisaban a él.

- Está jugando, pero con la ficha tuya Gaita. El problema es que los de Ferro se dieron cuenta y nos van a protestar los puntos, justo hoy que vamos ganando dos a cero, ¿podés creer? -agregó el Presidente para despejar dudas.

El Caballo era así, al sobrenombre se lo había ganado por su arte para maltratar a los adversarios, gran candidato a la tarjeta roja, siempre jugaba al límite, áspero con los rivales e implacable con los árbitros, cuando algo no le gustaba, empezaba a protestar.

En el año jugaba pocos partidos, la mayoría de las veces estaba suspendido, como hoy… aunque hoy estaba jugando. Y estaba jugando bien. Un baluarte en la defensa para sostener la victoria del Deportivo.

Mientras tanto, levantando polvareda, el Presidente y el Gaita llegaron a la cancha, el partido todavía no había terminado, entraron con el auto por el lado del local y llegaron a la puerta del viejo vestuario.

- Bajate -ordenó el Presidente- ahí adentro te están esperando.

El Gaita, desconcertado, entró al vestuario y se encontró con el Pulga y Gavilán, los utileros, le tenían preparado un par de medias, el pantalón corto y unos botines gastados. Raudamente el Gaita empezó a “disfrazarse” de jugador. De a poco iba entendiendo de qué se trataba, iba a ser protagonista de una gran farsa.

Para esto el encuentro había terminado. ¡Ganó el Deportivo! Al final fue dos a cero nomás.

Los jugadores se abrazaban en la mitad de la cancha, se acercó el director técnico, don Gualberto Pardales, no parecía contento con la victoria, más vale daba la impresión de estar preocupado. Lo tomó al Caballo Fernández de un brazo, lo apartó del grupo bullanguero, y le dijo por lo bajo: -Rajá para el lado del vestuario Caballo, después te explico-

El Caballo, al momento, se dio cuenta que algo andaba mal, y para sus adentros pensó… ¿se habrán dado cuenta estos putos que estoy suspendido y jugué con la ficha de mi primo?

Corrió hacia el sector local, Gavilán, uno de los utileros, lo estaba esperando, sin mediar palabra alguna le sacó la camiseta, empapada en sudor y sucia de tierra, y salió corriendo rumbo al vestuario.

Don Gualberto sin darle tiempo a nada le dijo: ¡Caballo… desaparecé!

- Pero… ¿y mi ropa? -preguntó el Caballo.

- Mañana te la alcanzo. Vos rajá ya mismo boludo. ¡Te descubrieron!

El Caballo dio media vuelta y emprendió la retirada. Escondiéndose entre las plantas fue buscando la salida por atrás de la cantina, tratando de que no lo vea nadie.

Desde el sector de enfrente tres personas venían caminando a paso sostenido. El Doctor Camacho, presidente de Ferro, y dos laderos que metían miedo. Le salieron al cruce al referí del partido, que feliz con su desempeño arbitral ni se imaginaba lo que le esperaba.

Camacho lo increpó -Estos guachos nos metieron la mula -gritó. Hay un jugador mal incluído, quiero que ya mismo lo constate en el vestuario -dijo, sacando a relucir sus dotes de abogado. Les vamos a protestar los puntos, pero usted tiene que certificar que nosotros tenemos razón -agregó.

El árbitro no se podía negar a tan importante denuncia e invitando a los representantes del Club visitante a acompañarlo, se dirigieron al vestuario local.

El resto de los jugadores del Deportivo seguían ajenos al problema en ciernes, y lentamente habían emprendido también el camino a su vestuario. Entre cantos y festejos se fueron acercando.

En la puerta, parados los dos grandotes con pinta de patovicas de boliche bailable, no permitían pasar a nadie. El doctor Camacho ingresó con el referí al recinto, y allí estaba el Gaita, sentado en un banco, con la camiseta sudada y llena de tierra, los pelos mojados, porque lo habían rociado con agua de la canilla para que parezca transpirado, el pantalón corto, las medias a los tobillos y los botines desvencijados.

¡Hasta parecía cansado!

Camacho no lo podía creer, ¿pero… cómo? -dijo. Este nos es el que estaba jugando hace un rato.

- Cómo que no -dijo el Gaita demostrando una seguridad absoluta en sus palabras. Y resoplando agregó: Acabo de entrar al vestuario, lo que pasa es que estoy fusilado.

El árbitro con la ficha del jugador en una mano y la planilla del partido en la otra, empezó a mirar con mala cara a Camacho.

- Señor Presidente ¿qué me hace?, no quedan dudas que esta persona es la misma cuya foto está en la ficha -sentenció mostrando el documento que acreditaba al Gaita Fernández y coincidía con el casillero número tres, el mismo número de la camiseta que transpiró el Caballo adentro de la cancha, pero que ahora tenía puesta su primo, el Gaita.

Camacho, rojo de furia, no podía entender lo que estaba ocurriendo. Si él lo conocía al Caballo, pero claro las evidencias le jugaban en contra. Pegó un puñetazo a la vieja puerta de chapa del vestuario y se retiró, junto a los grandotes.

- ¡Cómo nos cagaron! -exclamó fuera de sí, mientras emprendía el regreso hacia su sector, insultando a diestra y siniestra.

Al Caballo Fernández lo vieron disparando por una de las calles laterales rumbo a su casa, sin camiseta.

Al llegar, se encontró con su padre, que podaba las acacias de la vereda. Viejo hincha del Deportivo don Dionisio Fernández, aunque ya no iba a la cancha.

- ¿Y, cómo salieron? -preguntó el padre.

El Caballo, algo agitado por la carrera y sin siquiera ponerse colorado, le contestó:

- ¡Ganamos dos a cero! Yo jugué un partidazo, pero mañana, ni en el diario voy a salir

(Mi agradecimiento a Ricardo por cederme este cuento para compartirlo con todos ustedes)

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Fuiste grande con una pelota en los pies y dentro de la cancha, pero fuera sos lamentable, miserable, un tipo soberbio y un autoritario patotero que sólo se agranda cuando gana.
Esta clasificación no hay que festejarla porque fue patética. Es hora de decir basta y dar un paso al costado, Diego. Te quieren llevar porque fuiste grande en una cancha. Pero hay que asumir responsabilidades. Porque el lugar que estás ocupando vos se lo serruchaste al “Coco” Basile. Sabés bien cómo fue la maniobra. Bilardo es el verdadero estratega de esta clasificación argentina, el único que se merece esto.
Es una de las peores performances de todos los tiempos, estadísticamente. Ya nos avergonzó en 1994 con la famosa efedrina que no se la puso nadie, se la puso él. Esto no es un mensaje de un líder y lo acuso porque se levanta a las 5 de la tarde para empezar a entrenar. Este Maradona está a kilómetros de distancia de lo que era.


(LUIS VENTURA, periodista de espectáculos, pegándole al DT de la Selección Argentina en la apertura del programa “Intrusos en el espectáculo”, que se emite por el canal “América”, el jueves 15/10/09)

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Siempre he dicho que uno vuelve al lugar al que pertenece. Nunca he dejado de decir que amo al Arsenal y que algún día volveré. ¿Cómo? No lo sé. Quizás como el chico que reparte el agua. Quién sabe. Sencillamente, amo al club y eventualmente seguro que algún día volveré.

(THIERRY HENRY, delantero del F.C. Barcelona, en declaraciones a "Sky Sport News" el pasado jueves 01/10/09)

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En el Mundial 1978 si veíamos que una pelota se iba afuera igual la corríamos con la intención de alcanzarla; en cambio en 1982, si veíamos que una podía llegar a irse, la dejábamos.

(OSVALDO ARDILES, ex futbolista y entrenador argentino)

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We've got the whole world in our hands (Nottingham Forest & Paperlace - Inglaterra)

* Dedicado al Nottingham Forest F.C.

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Hay una palabra que ya no se oye en los vestuarios: hipoteca.

(NIALL QUINN, ex internacional irlandés y actual Presidente del Sunderland A.F.C.)

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Casamiento de Diego Maradona en el estadio "Luna Park" en 1989. Estábamos con algunos jugadores y periodistas. Viene Carlos Bilardo y le dice a José Luis Brown que se pare al lado de Ciro Ferrara, que estaba en un estrado.
Vuelve y otra vez. “¿Qué pasa, Carlos?”, preguntamos. “Quiero saber bien la altura de Ferrara para ver si lo puede tomar en un córner en el Mundial del año que viene”.
Un Bilardo auténtico.

(EDUARDO "Ruso" RAMENZONI, periodista de TyC Sports)

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Los ingleses nos dieron la pelota y nosotros inventamos el fútbol que la gente quiere, incluso los ingleses.

(CÉSAR LUIS MENOTTI, ex jugador y entrenador argentino -1988-)

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Como un cuadro de Quinquela (José M. Pascual - Argentina)


Ni bien terminaba con la última lustrada agarraba la franela, la caja, el banquito y empezaba a caminar para el barrio. Ese rincón de río de la Plata que tan bien estampaba en sus cuadros Quinquela. Esa agua tranquila, el chaperío colorido y ese adoquinado grueso que pisaba todos los días para ir a buscar el mango que ayude a poner algo en la olla.

El nombre no importa, porque todos lo conocían por "Boquita", debe ser porque comía, dormía y soñaba con la misma camiseta desde que tenían memoria.

Nació ahí, pegadito al puente Avellaneda; aprendió el lenguaje de la calle tratando de entender que el mundo nunca es tan justo como a él le hubiera gustado.

Cuando la vida le daba un poco de tiempo para poder ser lo que era: un pibe, jugaba muy en serio a capitanear al equipo de la calle Necochea.

Si habrá visto al sol aparecer por sobre las tribunas de su querida bombonera para ir a dormirse, ahí, donde el río pega la vuelta.

¡Boquita! le gritaban las viejas desde las ventanas cuando lo querían para algún mandado, y dejaba de hacer cualquier cosa con tal de cachar algún vueltito, eso sino estaba corriendo detrás de la pelota.

En verano, cuando el sol pegaba fuerte, donde las veredas son más altas, se paseaba orgulloso con la azul y oro fuera del pantalón, y en invierno, cuando el aliento se hacía visible como un humito suave: dos camisetas de frisa, la bufanda y encima de todo la misma azul y oro.

Algunos dicen que la única vez que no lo vieron con la xeneize fue el día del casamiento de la hermana, pero otros dicen que la tenía debajo de la camisa, camisa que por no cortar la historia se la compró bien amarilla para que combinara con el traje azul que le prestó el tintorero.

Los andenes de Constitución se lo conocían de memoria, pisando firme con esa caja pesada adornada de chinches brillantes y un escudo con estrellas. Había que bancarse las cargadas de los clientes cuando el equipo perdía pero el que se atrevía se iba seguro con las medias llenas de pomada.

Si habrá dejado pedazos de su vida en esa popular incansable. Si habrá colgado los dedos del alambrado para llenarse los ojos de fútbol con las glorias que pisaron el pasto de Brandsen 805.

Los domingos a la tarde no había otro lugar que la cancha. Durante la semana le sacaba brillo a los zapatos de los trajeados para ir el domingo a ver como los de cortos le sacaban brillo a la pelota.

Una cosa es el laburo y otra es ese vicio de querer ir a la cancha llueva, truene o haga frío, les decía a los que ayer no lo vieron en su puesto por ir a alentar a Boca.

Pero el tiempo no viaja solo; ahora tiene todos los años encima y ya no se apura para llegar porque dice que el partido no empieza hasta que él llega.

En el barrio ya no se escuchan esos gritos en el xeneize que hablaba su padre, y algunas callecitas cambiaron bastante. El agua del río se fue oscureciendo y caminito a veces se llena de cámaras japonesas. Las viejas cantinas ven entrar a los turistas y el puerto ya no labura como lo hacía antes.

Pero el olor a pizza sigue en el ambiente, los adoquines se fueron gastando como su piel y la bombonera sigue allí, esperando verlo entrar por la misma puerta de siempre para seguir dejando pedazos de su vida por esa camiseta húmeda de lágrimas y estirada por las victorias, con ese talle 12 que le acaricia el cuello, golpeándole la espalda y el pecho. Porque aunque ahora peina canas y algunos le dicen ¡correte viejo!, nunca va a dejar de ser "Boquita", ese que come, duerme y sueña con la azul y oro puesta…

(Un gracias! enorme a José M. Pascual, por cederme este cuento para compartirlo con la gente de "Los cuentos de la pelota")

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-¿Hacia dónde cree que va el fútbol por este camino?

-Mientras la gente siga tarada, agarrándose los huevos y pensando en cuántas banderas va a llevar el domingo y no en qué es lo que va a quedar, puede pasar cualquier cosa. Independiente necesitaba puntos, lo entiendo, había que armar un gran equipo, pero el tema era también salió campeón Racing. Uno como hincha o como conductor no se puede comer esa pelotudez. Los clubes no pueden continuar así, dice Grondona. Claro, los clubes se funden por el cloro que gastan en la pileta... ¡No, viejo! Se funden porque los Mascardi están llenos de plata, porque los Aloisio están llenos de plata.

¿Adónde vamos?

Ojalá haya una revolución en el fútbol, una rebelión y que los protagonistas entiendan que es para ellos.

-Pero esa rebelión no pasa por la cabeza de los jugadores...

-¡Qué va a pasar! El jugador está esperando agarrar trescientas lucas y que no le secuestren al padre, y también en irse rápido a jugar afuera.
Después viene toda la mentira: juegan seis, ocho meses o un año, los que se pueden mantener, y los que no se quieren volver rápido porque pudieron meter la guita en Suiza y el técnico no los pone. Porque acá venden a cualquiera. Les dan 200.000 dólares y por esa guita son capaces de ir a jugar a Irak en el medio de los tiroteos.


(NORBERTO "Ruso" VEREA, ex arquero del ascenso argentino, columnista en programas de radio y TV, en declaraciones al diario 'Página 12' del domingo 31 de Agosto de 2003)

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Ya le dije a mi portero que le pegue más plano, más perpendicular a la bola. Porque él le pega vertical, y el balón sube hasta la estratosfera y baja con nieve.


(DAVID VIDAL, ex futbolista y entrenador gallego)

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A muchos les molesta que sea el mejor. Son los que piensan que los paraguayos deben estar en una obra en construcción o limpiando casas.

(JOSÉ LUIS CHILAVERT, ex arquero paraguayo, -1995-)

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Acerca del juego de fútbol (Vincenzo Da Filicaia - Italia)


Ésta, excelso Señor, que ardiendo ves,
noble pugna, áspera, ruidosa, alada,
no es más que furia, magia desatada,
visión que guerra pareciera y es.

Fulgor, guerra y guerreros a la vez,
guerrera maestría confrontada,
golpe tras golpe, gracia en explanada,
vigor de brazo, agilidad de pies.

Raudo saque, se funda la refriega:
un campo frente al otro y en esquivo
vuelo uno corre, el otro se repliega;

entre saña y valor y alarde altivo
el fingimiento en que esta lid se ciega
fingida hace cualquier batalla al vivo.

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Tornado durante un partido de fútbol en Japón

Tornado durante un partido de f

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Ganar un partido es más importante para la gente que capturar un pueblo en el Este.

(PAUL JOSEPH GOEBBELS [1897–1945], político alemán, Ministro de Propaganda de la Alemania Nazi, figura clave en el régimen y amigo íntimo de Adolf Hitler)

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De pibe, yo era ‘morfón’, individualista. Mi maestro, Ernesto Duchini -foto- un día paró la práctica: ‘¿Querés jugar solo? Bueno’… Sacó a mis compañeros y me dijo. ‘Ahora corré’. Claro, los rivales me hicieron 15 goles y terminé ahogado, boca arriba. Y entendí que jugar para el equipo es la única forma de seguir vivo.

(ROBERTO PERFUMO, ex jugador argentino y actual comentarista deportivo)

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