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Al principio nuestra relación fue muy divertida, pero dejar a mis dos hijos en Brasil para venir a vivir con él en Milán fue la cosa más loca que he hecho por él. Adriano no hizo nada para mí, a cambio me faltó el respeto. Adriano no está en las drogas, su único vicio es la cerveza, pero ¿a quién no le gusta beber una cerveza?
Adriano es un niño-viejo de 27 años y no puedo cuidar de él, ya tengo dos hijos.
Lo tenía todo para ser feliz -dinero, una familia maravillosa, etc.-, pero sólo se siente "normal" cuando está en las favelas. Le gusta ir descalzo y remontar cometas con los niños locales. Es el lugar donde él no es 'L'Imperatore'.

(JOANA MACHADO, ex novia de Adriano)

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Los entrenadores trabajamos tácticamente con el jugador, pero la impronta la tienen que poner ellos. Es lo que pasaba con Alberto Olmedo, le daban el argumento y él después inventaba.

(JUAN JOSÉ LÓPEZ, ex futbolista y entrenador argentino, recordando al malogrado actor rosarino)

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Quilmes y la fundación incierta


Las evidencias son escasas, las fechas imprecisas y los testimonios inciertos. Existen buenas posibilidades de que los hechos que se dan por ciertos no hayan sido tales, y que el presente aniversario no tenga demasiado sentido. Varias páginas de esta historia permanecerán sumergidas eternamente en las desconocidas aguas del olvido. Pese a todo esto, una ciudad entera celebra en este día los 120 años de existencia de su institución deportiva más importante: el Quilmes Atlético Club.

Cuenta la historia oficial que el 27 de Noviembre de 1887, un pastor anglicano nacido en Sudáfrica bajo el nombre de Joseph Thomas Stevenson puso la piedra fundamental del Quilmes Rover’s Athletic Club, entidad creada para reunir a la enorme colectividad británica instalada en la ciudad. Tanto ingleses como escoceses e irlandeses eran apasionados del por entonces misterioso juego llamado fútbol. Esto provocó que el club se convirtiera en uno de los pioneros en esta actividad destinada a ganarse el amor de las multitudes. Una década después de la fundación, el nombre de la institución cambió por el de Quilmes Cricket Club, que apenas cuatro años más tarde dejaría paso al ya más familiar Quilmes Athletic Club, denominación que fue castellanizada en la década del 50. Hasta aquí lo que los libros sostienen como verídico, lo que sostiene el club. ¿Fue realmente esa la fecha de origen? Difícil saberlo.

Desde hace ya algunos años, varios especialistas en historia de la región se propusieron esclarecer algunas cuestiones referidas a la fundación del Quilmes Atlético Club. Según las investigaciones, existían en la ciudad varias entidades deportivas, pero ninguna de ellas tuvo la continuidad institucional suficiente como para poder ser considerada parte de lo que hoy es el club. Los argumentos son difíciles de explicar, aunque muchos ratifican que ni el Quilmes Club -miembro fundador de la AFA- ni el Quilmes Rover’s AC -partícipe de los primitivos torneos de fútbol- tuvieron algo que ver con la institución que se mantiene hasta la actualidad. Los historiadores señalan que ambos clubes cesaron sus actividades y desaparecieron por completo en 1894 y 1897 respectivamente.

En las investigaciones se afirma que el Quilmes Atlético Club fue realmente fundado el 7 de Noviembre de 1897, diez años después de la fecha que se reconoce. Esto se basa en algunos documentos que indican que Joseph Thomas Stevenson recién se ordenó como presbítero en 1888 y llegó a la Argentina en 1895, por lo que es imposible que haya fundado el club antes. Si bien esas evidencias parecen lo suficientemente precisas como para esclarecer el asunto, hay otros datos imposibles de ignorar que no hacen más que aportar confusión. Se hallaron registros fundacionales del club en los que se expresa que -luego de su liquidación- el Quilmes Rover’s AC dejó un pequeño saldo al recientemente fundado Quilmes Cricket Club. Bajo esta posición, podría decirse que las cosas realmente sucedieron como dice la historia oficial. Es decir, primero se fundó el Rover’s, que más tarde modificó su fisonomía y cambió su nombre por el de Cricket.

¿Puede considerarse que ese pequeño saldo representó una continuidad que indique que se trata del mismo club? Eso quedará a criterio de cada uno. Por lo pronto, todos los Cerveceros estamos de fiesta. 120 años no se cumplen todos los días.

(tomado del excelente blog “Café fútbol”)

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El día en el que Maradona deje de ser el ídolo nacional será el día en el que Argentina empiece a detener el hasta hoy inexorable avance hacia el subdesarrollo que comenzó en la primera mitad del siglo XX. Pero es poco probable que antes del Mundial presenciemos semejante revolución. No hay suficientes argentinos todavía capaces de entender que Maradona es el síntoma más visible de la gran enfermedad nacional, el símbolo por excelencia de la autodestructividad de un pueblo que una vez fue grande.
Así, por fin, quizá, se acabaría con el mito del milagroso, todopoderoso Maradona y el país con el más alto índice de psicoanalistas per capita del mundo (cuya mayoría prefiere a Martín Palermo como jugador a Messi) tendría la oportunidad de iniciar el proceso necesario para recuperar la salud mental.


(JOHN CARLIN, periodista británico, en “El País Deportes” de Madrid, 18/10/2009)

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Los que se quejan de como pica la pelota, es porque no le saben pegar.

(JOSÉ INGENIEROS [1877-1925], médico, sociólogo y escritor argentino)

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Los únicos que quieren que Ponzio vaya al Mundial, son la madre y el padre.

(HORACIO PAGANI, periodista deportivo argentino, en el programa “Estudio fútbol” que se emite diariamente por el canal TyC Sports, cuando se barajaba el nombre del jugador del Real Zaragoza para integrar el seleccionado nacional en Alemania 2006)

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Mañana, ni el el diario voy a salir (Ricardo A. Rodríguez - Argentina)


Hermosa tarde de domingo.

- Suerte que no fui a la cancha -se dijo para sus adentros “el Gaita” Fernández, mientras se disponía a regar el césped.

El Deportivo, hoy, estaba jugando de local frente a los de Ferro, uno de los cuadros del pueblo vecino. Desde la vereda de su casa se habían escuchado nítidamente los bocinazos que recibían a cada uno de los equipos al ingresar al campo de juego. Y después un par de festejos más. Deberían ser dos goles.

- Ojalá sean del Deportivo -pensó, mientras acomodaba los regadores.

El Gaita supo jugar, cuando muchacho, pero nunca fue un virtuoso, ni le gustaba tanto el fútbol como para seguir. Ya estoy grande -decía.

Había comenzado a conformar su propia familia, se había casado con Elvira, su novia de toda la vida, y estaban esperando el primer hijo. Hacía poco que le habían dado una casita de barrio, la estaba pintando, acomodando los muebles, de a poco. El frente era algo que lo desvelaba, por eso sembró césped y quería mantenerlo, para ello aprovechaba los domingos por la tarde.

En esos menesteres estaba cuando de repente ve venir un auto en veloz carrera, y frenar hasta hacer chillar las gomas, justo frente a su casa.

Era el presidente del Deportivo, quien presuroso se bajó del vehículo y le gritó, casi sin aliento: ¡Gaita, venite conmigo, te precisamos ya en la cancha! -le gritó, casi, digamos, le ordenó.

El Gaita, sin entender lo que estaba ocurriendo, solo atinó a preguntar: -¿Qué pasa Felipe? ¿para qué me querés?

Felipe Alcántara, el presidente del Deportivo, sin recuperar aún su compostura habitual repitió: ¡Vamos, dale, en el viaje te voy contando! ¡Subí rápido que no llegamos!

El Gaita estaba en bermudas, con una vieja remera verde y en ojotas, pero claro, la urgencia de la situación no le permitió ni siquiera intentar pedir un rato para cambiarse, así que tal como se encontraba subió al auto y arrancaron.

Felipe apretó el acelerador y las cuatro cuadras que separan la casa de la cancha se consumieron rápido, no alcanzaron para explicar mucho.

- El Caballo Fernández, tu primo, como siempre, está suspendido -dijo el Presidente.

- Metimos la pata, lo pusimos porque nos faltaba uno, no completábamos...

El Gaita no entendía bien para qué lo precisaban a él.

- Está jugando, pero con la ficha tuya Gaita. El problema es que los de Ferro se dieron cuenta y nos van a protestar los puntos, justo hoy que vamos ganando dos a cero, ¿podés creer? -agregó el Presidente para despejar dudas.

El Caballo era así, al sobrenombre se lo había ganado por su arte para maltratar a los adversarios, gran candidato a la tarjeta roja, siempre jugaba al límite, áspero con los rivales e implacable con los árbitros, cuando algo no le gustaba, empezaba a protestar.

En el año jugaba pocos partidos, la mayoría de las veces estaba suspendido, como hoy… aunque hoy estaba jugando. Y estaba jugando bien. Un baluarte en la defensa para sostener la victoria del Deportivo.

Mientras tanto, levantando polvareda, el Presidente y el Gaita llegaron a la cancha, el partido todavía no había terminado, entraron con el auto por el lado del local y llegaron a la puerta del viejo vestuario.

- Bajate -ordenó el Presidente- ahí adentro te están esperando.

El Gaita, desconcertado, entró al vestuario y se encontró con el Pulga y Gavilán, los utileros, le tenían preparado un par de medias, el pantalón corto y unos botines gastados. Raudamente el Gaita empezó a “disfrazarse” de jugador. De a poco iba entendiendo de qué se trataba, iba a ser protagonista de una gran farsa.

Para esto el encuentro había terminado. ¡Ganó el Deportivo! Al final fue dos a cero nomás.

Los jugadores se abrazaban en la mitad de la cancha, se acercó el director técnico, don Gualberto Pardales, no parecía contento con la victoria, más vale daba la impresión de estar preocupado. Lo tomó al Caballo Fernández de un brazo, lo apartó del grupo bullanguero, y le dijo por lo bajo: -Rajá para el lado del vestuario Caballo, después te explico-

El Caballo, al momento, se dio cuenta que algo andaba mal, y para sus adentros pensó… ¿se habrán dado cuenta estos putos que estoy suspendido y jugué con la ficha de mi primo?

Corrió hacia el sector local, Gavilán, uno de los utileros, lo estaba esperando, sin mediar palabra alguna le sacó la camiseta, empapada en sudor y sucia de tierra, y salió corriendo rumbo al vestuario.

Don Gualberto sin darle tiempo a nada le dijo: ¡Caballo… desaparecé!

- Pero… ¿y mi ropa? -preguntó el Caballo.

- Mañana te la alcanzo. Vos rajá ya mismo boludo. ¡Te descubrieron!

El Caballo dio media vuelta y emprendió la retirada. Escondiéndose entre las plantas fue buscando la salida por atrás de la cantina, tratando de que no lo vea nadie.

Desde el sector de enfrente tres personas venían caminando a paso sostenido. El Doctor Camacho, presidente de Ferro, y dos laderos que metían miedo. Le salieron al cruce al referí del partido, que feliz con su desempeño arbitral ni se imaginaba lo que le esperaba.

Camacho lo increpó -Estos guachos nos metieron la mula -gritó. Hay un jugador mal incluído, quiero que ya mismo lo constate en el vestuario -dijo, sacando a relucir sus dotes de abogado. Les vamos a protestar los puntos, pero usted tiene que certificar que nosotros tenemos razón -agregó.

El árbitro no se podía negar a tan importante denuncia e invitando a los representantes del Club visitante a acompañarlo, se dirigieron al vestuario local.

El resto de los jugadores del Deportivo seguían ajenos al problema en ciernes, y lentamente habían emprendido también el camino a su vestuario. Entre cantos y festejos se fueron acercando.

En la puerta, parados los dos grandotes con pinta de patovicas de boliche bailable, no permitían pasar a nadie. El doctor Camacho ingresó con el referí al recinto, y allí estaba el Gaita, sentado en un banco, con la camiseta sudada y llena de tierra, los pelos mojados, porque lo habían rociado con agua de la canilla para que parezca transpirado, el pantalón corto, las medias a los tobillos y los botines desvencijados.

¡Hasta parecía cansado!

Camacho no lo podía creer, ¿pero… cómo? -dijo. Este nos es el que estaba jugando hace un rato.

- Cómo que no -dijo el Gaita demostrando una seguridad absoluta en sus palabras. Y resoplando agregó: Acabo de entrar al vestuario, lo que pasa es que estoy fusilado.

El árbitro con la ficha del jugador en una mano y la planilla del partido en la otra, empezó a mirar con mala cara a Camacho.

- Señor Presidente ¿qué me hace?, no quedan dudas que esta persona es la misma cuya foto está en la ficha -sentenció mostrando el documento que acreditaba al Gaita Fernández y coincidía con el casillero número tres, el mismo número de la camiseta que transpiró el Caballo adentro de la cancha, pero que ahora tenía puesta su primo, el Gaita.

Camacho, rojo de furia, no podía entender lo que estaba ocurriendo. Si él lo conocía al Caballo, pero claro las evidencias le jugaban en contra. Pegó un puñetazo a la vieja puerta de chapa del vestuario y se retiró, junto a los grandotes.

- ¡Cómo nos cagaron! -exclamó fuera de sí, mientras emprendía el regreso hacia su sector, insultando a diestra y siniestra.

Al Caballo Fernández lo vieron disparando por una de las calles laterales rumbo a su casa, sin camiseta.

Al llegar, se encontró con su padre, que podaba las acacias de la vereda. Viejo hincha del Deportivo don Dionisio Fernández, aunque ya no iba a la cancha.

- ¿Y, cómo salieron? -preguntó el padre.

El Caballo, algo agitado por la carrera y sin siquiera ponerse colorado, le contestó:

- ¡Ganamos dos a cero! Yo jugué un partidazo, pero mañana, ni en el diario voy a salir

(Mi agradecimiento a Ricardo por cederme este cuento para compartirlo con todos ustedes)

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Fuiste grande con una pelota en los pies y dentro de la cancha, pero fuera sos lamentable, miserable, un tipo soberbio y un autoritario patotero que sólo se agranda cuando gana.
Esta clasificación no hay que festejarla porque fue patética. Es hora de decir basta y dar un paso al costado, Diego. Te quieren llevar porque fuiste grande en una cancha. Pero hay que asumir responsabilidades. Porque el lugar que estás ocupando vos se lo serruchaste al “Coco” Basile. Sabés bien cómo fue la maniobra. Bilardo es el verdadero estratega de esta clasificación argentina, el único que se merece esto.
Es una de las peores performances de todos los tiempos, estadísticamente. Ya nos avergonzó en 1994 con la famosa efedrina que no se la puso nadie, se la puso él. Esto no es un mensaje de un líder y lo acuso porque se levanta a las 5 de la tarde para empezar a entrenar. Este Maradona está a kilómetros de distancia de lo que era.


(LUIS VENTURA, periodista de espectáculos, pegándole al DT de la Selección Argentina en la apertura del programa “Intrusos en el espectáculo”, que se emite por el canal “América”, el jueves 15/10/09)

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Siempre he dicho que uno vuelve al lugar al que pertenece. Nunca he dejado de decir que amo al Arsenal y que algún día volveré. ¿Cómo? No lo sé. Quizás como el chico que reparte el agua. Quién sabe. Sencillamente, amo al club y eventualmente seguro que algún día volveré.

(THIERRY HENRY, delantero del F.C. Barcelona, en declaraciones a "Sky Sport News" el pasado jueves 01/10/09)

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En el Mundial 1978 si veíamos que una pelota se iba afuera igual la corríamos con la intención de alcanzarla; en cambio en 1982, si veíamos que una podía llegar a irse, la dejábamos.

(OSVALDO ARDILES, ex futbolista y entrenador argentino)

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We've got the whole world in our hands (Nottingham Forest & Paperlace - Inglaterra)

* Dedicado al Nottingham Forest F.C.

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Hay una palabra que ya no se oye en los vestuarios: hipoteca.

(NIALL QUINN, ex internacional irlandés y actual Presidente del Sunderland A.F.C.)

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Casamiento de Diego Maradona en el estadio "Luna Park" en 1989. Estábamos con algunos jugadores y periodistas. Viene Carlos Bilardo y le dice a José Luis Brown que se pare al lado de Ciro Ferrara, que estaba en un estrado.
Vuelve y otra vez. “¿Qué pasa, Carlos?”, preguntamos. “Quiero saber bien la altura de Ferrara para ver si lo puede tomar en un córner en el Mundial del año que viene”.
Un Bilardo auténtico.

(EDUARDO "Ruso" RAMENZONI, periodista de TyC Sports)

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Los ingleses nos dieron la pelota y nosotros inventamos el fútbol que la gente quiere, incluso los ingleses.

(CÉSAR LUIS MENOTTI, ex jugador y entrenador argentino -1988-)

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Como un cuadro de Quinquela (José M. Pascual - Argentina)


Ni bien terminaba con la última lustrada agarraba la franela, la caja, el banquito y empezaba a caminar para el barrio. Ese rincón de río de la Plata que tan bien estampaba en sus cuadros Quinquela. Esa agua tranquila, el chaperío colorido y ese adoquinado grueso que pisaba todos los días para ir a buscar el mango que ayude a poner algo en la olla.

El nombre no importa, porque todos lo conocían por "Boquita", debe ser porque comía, dormía y soñaba con la misma camiseta desde que tenían memoria.

Nació ahí, pegadito al puente Avellaneda; aprendió el lenguaje de la calle tratando de entender que el mundo nunca es tan justo como a él le hubiera gustado.

Cuando la vida le daba un poco de tiempo para poder ser lo que era: un pibe, jugaba muy en serio a capitanear al equipo de la calle Necochea.

Si habrá visto al sol aparecer por sobre las tribunas de su querida bombonera para ir a dormirse, ahí, donde el río pega la vuelta.

¡Boquita! le gritaban las viejas desde las ventanas cuando lo querían para algún mandado, y dejaba de hacer cualquier cosa con tal de cachar algún vueltito, eso sino estaba corriendo detrás de la pelota.

En verano, cuando el sol pegaba fuerte, donde las veredas son más altas, se paseaba orgulloso con la azul y oro fuera del pantalón, y en invierno, cuando el aliento se hacía visible como un humito suave: dos camisetas de frisa, la bufanda y encima de todo la misma azul y oro.

Algunos dicen que la única vez que no lo vieron con la xeneize fue el día del casamiento de la hermana, pero otros dicen que la tenía debajo de la camisa, camisa que por no cortar la historia se la compró bien amarilla para que combinara con el traje azul que le prestó el tintorero.

Los andenes de Constitución se lo conocían de memoria, pisando firme con esa caja pesada adornada de chinches brillantes y un escudo con estrellas. Había que bancarse las cargadas de los clientes cuando el equipo perdía pero el que se atrevía se iba seguro con las medias llenas de pomada.

Si habrá dejado pedazos de su vida en esa popular incansable. Si habrá colgado los dedos del alambrado para llenarse los ojos de fútbol con las glorias que pisaron el pasto de Brandsen 805.

Los domingos a la tarde no había otro lugar que la cancha. Durante la semana le sacaba brillo a los zapatos de los trajeados para ir el domingo a ver como los de cortos le sacaban brillo a la pelota.

Una cosa es el laburo y otra es ese vicio de querer ir a la cancha llueva, truene o haga frío, les decía a los que ayer no lo vieron en su puesto por ir a alentar a Boca.

Pero el tiempo no viaja solo; ahora tiene todos los años encima y ya no se apura para llegar porque dice que el partido no empieza hasta que él llega.

En el barrio ya no se escuchan esos gritos en el xeneize que hablaba su padre, y algunas callecitas cambiaron bastante. El agua del río se fue oscureciendo y caminito a veces se llena de cámaras japonesas. Las viejas cantinas ven entrar a los turistas y el puerto ya no labura como lo hacía antes.

Pero el olor a pizza sigue en el ambiente, los adoquines se fueron gastando como su piel y la bombonera sigue allí, esperando verlo entrar por la misma puerta de siempre para seguir dejando pedazos de su vida por esa camiseta húmeda de lágrimas y estirada por las victorias, con ese talle 12 que le acaricia el cuello, golpeándole la espalda y el pecho. Porque aunque ahora peina canas y algunos le dicen ¡correte viejo!, nunca va a dejar de ser "Boquita", ese que come, duerme y sueña con la azul y oro puesta…

(Un gracias! enorme a José M. Pascual, por cederme este cuento para compartirlo con la gente de "Los cuentos de la pelota")

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-¿Hacia dónde cree que va el fútbol por este camino?

-Mientras la gente siga tarada, agarrándose los huevos y pensando en cuántas banderas va a llevar el domingo y no en qué es lo que va a quedar, puede pasar cualquier cosa. Independiente necesitaba puntos, lo entiendo, había que armar un gran equipo, pero el tema era también salió campeón Racing. Uno como hincha o como conductor no se puede comer esa pelotudez. Los clubes no pueden continuar así, dice Grondona. Claro, los clubes se funden por el cloro que gastan en la pileta... ¡No, viejo! Se funden porque los Mascardi están llenos de plata, porque los Aloisio están llenos de plata.

¿Adónde vamos?

Ojalá haya una revolución en el fútbol, una rebelión y que los protagonistas entiendan que es para ellos.

-Pero esa rebelión no pasa por la cabeza de los jugadores...

-¡Qué va a pasar! El jugador está esperando agarrar trescientas lucas y que no le secuestren al padre, y también en irse rápido a jugar afuera.
Después viene toda la mentira: juegan seis, ocho meses o un año, los que se pueden mantener, y los que no se quieren volver rápido porque pudieron meter la guita en Suiza y el técnico no los pone. Porque acá venden a cualquiera. Les dan 200.000 dólares y por esa guita son capaces de ir a jugar a Irak en el medio de los tiroteos.


(NORBERTO "Ruso" VEREA, ex arquero del ascenso argentino, columnista en programas de radio y TV, en declaraciones al diario 'Página 12' del domingo 31 de Agosto de 2003)

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Ya le dije a mi portero que le pegue más plano, más perpendicular a la bola. Porque él le pega vertical, y el balón sube hasta la estratosfera y baja con nieve.


(DAVID VIDAL, ex futbolista y entrenador gallego)

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A muchos les molesta que sea el mejor. Son los que piensan que los paraguayos deben estar en una obra en construcción o limpiando casas.

(JOSÉ LUIS CHILAVERT, ex arquero paraguayo, -1995-)

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Acerca del juego de fútbol (Vincenzo Da Filicaia - Italia)


Ésta, excelso Señor, que ardiendo ves,
noble pugna, áspera, ruidosa, alada,
no es más que furia, magia desatada,
visión que guerra pareciera y es.

Fulgor, guerra y guerreros a la vez,
guerrera maestría confrontada,
golpe tras golpe, gracia en explanada,
vigor de brazo, agilidad de pies.

Raudo saque, se funda la refriega:
un campo frente al otro y en esquivo
vuelo uno corre, el otro se repliega;

entre saña y valor y alarde altivo
el fingimiento en que esta lid se ciega
fingida hace cualquier batalla al vivo.

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Tornado durante un partido de fútbol en Japón

Tornado durante un partido de f

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Ganar un partido es más importante para la gente que capturar un pueblo en el Este.

(PAUL JOSEPH GOEBBELS [1897–1945], político alemán, Ministro de Propaganda de la Alemania Nazi, figura clave en el régimen y amigo íntimo de Adolf Hitler)

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De pibe, yo era ‘morfón’, individualista. Mi maestro, Ernesto Duchini -foto- un día paró la práctica: ‘¿Querés jugar solo? Bueno’… Sacó a mis compañeros y me dijo. ‘Ahora corré’. Claro, los rivales me hicieron 15 goles y terminé ahogado, boca arriba. Y entendí que jugar para el equipo es la única forma de seguir vivo.

(ROBERTO PERFUMO, ex jugador argentino y actual comentarista deportivo)

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Azzurros por superstición


Si los colores de la bandera de Italia son rojo, blanco y verde, ¿cómo puede ser que la selección vista siempre de azul? El origen del 'azzurro' en la equipación de la tetracampeona del mundo tiene tintes históricos y se ha mantenido inamovible con el paso de los años por una mezcla de tradición y superstición.

Para explicar el origen de la casaca 'azzurra' hay que remontarse a principios del siglo pasado. Concretamente en el año 1910, la selección italiana de fútbol disputó sus primeros partidos vestida completamente de blanco, el color central de su bandera tricolor desde que el país fuera unificado en 1870. Pero en Enero de 1911, en un encuentro ante Hungría, la 'nazionale' estrenó una zamarra de color azul, en homenaje a la familia real de Saboya (ese mismo azul aparecía en su estandarte), que logró la unificación del país y se mantuvo en el poder hasta 1946, cuando se proclamó la República y el pueblo repudió a sus monarcas, debido a su complacencia con la monarquía de Mussolini.

Fue entonces cuando el escudo real desapareció de la enseña transalpina, pasando ésta a ser tal y como hoy la conocemos. Pero el combinado nacional italiano (y no sólo el de fútbol sino el del resto de disciplinas deportivas) ha seguido vistiendo hasta nuestros días ese azul tan característico (conocido allí como Azul Saboya) a pesar de representar a una monarquía que hace décadas fue expulsada del país. La explicación es sencilla; se debe a una simple cuestión supersticiosa. Italia ganó los Mundiales de 1934 y 1938 vistiendo de azul, y como los transalpinos son supersticiosos casi por naturaleza no tuvieron duda en que su selección nacional continuara luciendo los colores que la habían llevado al éxito a pesar de que en su bandera no hubiera ningún resquicio azul.

El poder 'azzurro'


En Italia muchos aficionados están plenamente convencidos del poder victorioso del azul, al que se recurre en las citas más decisivas. Por ejemplo, allí se recuerda que este color es superior al blanco por las victorias italianas en las finales del último Mundial de Alemania (en la que la ‘azzurra’ jugó contra Francia) o del anterior triunfo mundialista transalpino en España '82 ante Alemania (que también jugó de blanco), y por la derrota del combinado italiano en la final de la Eurocopa de 2000, jugando de blanco y también ante Francia, que llevó en esa ocasión su característica casaca ‘bleu’.

El país de la 'scaramanzia'


La 'scaramanzia' es como se conoce en Italia a una serie de supersticiones, repeticiones de hábitos que se consideran afortunados y que ayudan al equipo de fútbol a ganar. Los aficionados más supersticiosos repiten minuciosamente lo que sucedía cuando su conjunto logró su última gran victoria. Ver el partido en el mismo lugar, sentarse en el mismo orden, con la misma ropa (incluso sin lavarla desde la última vez) reunirse con los mismos amigos... Todos los detalles deben repetirse para mandar buenas vibraciones a los jugadores. Este tipo de rituales rozan el delirio cuando se trata de la selección nacional transalpina. Por ejemplo, está prohibido hablar de la victoria hasta que ésta se consume, porque si no, se gafará de inmediato.

(tomado de la revista “Fútbol life”, Nº 6, año 2007)

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En un torneo mexicano de mediados de los 90, el delantero argentino Antonio "Turco" Mohamed venía convirtiendo un gol de tiro libre durante cinco partidos consecutivos.
En el entrenamiento previo al sexto donde su equipo, Toros Neza, se enfrentaría a las Águilas del América, Televisa lo entrevistó al respecto y allí declaró que, como mínimo, metería un gol de tiro libre.
Para completar, a modo de exhibición, puso el balón en el pasto, ubicaron alcanzapelotas de barrera y mostró como patear con fuerza y efecto para que la pelota cayera rápido y lejos del alcance del arquero.
Por parte del América desestimaron sus declaraciones y sostuvieron que no les metería ni un gol.
En la cancha, donde como se dice 'se ven los pingos', terminó metiendo los dos goles de tiro libre con los cuales Toros venció 2-1 en el estadio Azteca.

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Si le tengo que dar una patada a Marcelo Salas, se la voy a pegar nomás.

(GARY MEDEL, declarando la semana previa a debutar profesionalmente en Universidad Católica frente a Universidad de Chile en 2006. Entró, pegó, se ganó la amarilla y el reemplazo en el entretiempo)

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El fútbol es la última representación sagrada de nuestro tiempo. Mientras que otras representaciones sagradas están en declive, el fútbol es el único sobreviviente. El fútbol es el espectáculo que sustituye al teatro.

(PIER PAOLO PASOLINI [1922–1975] -foto-, escritor, poeta y director de cine italiano)

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Cuando sea grande… (Iván Sadovsky - Argentina)





“En este club a los viejos se los respeta”






A nuestras glorias...



I

Hay cosas que pasan sólo una vez en la vida... y aquella tarde fue, definitivamente, una vez en la vida. El clima estaba más o menos templado. Como a las tres menos cuarto empezó a nublarse y los autos ya no circulaban tanto. Calle 1 había quedado casi desierta, y ya no había gente que fuese y viniese con ritmo desenfrenado. La parada del 214 no tenía más de 3 personas, y eso que tenía que llegar hasta Berisso igual que el 202, ese que va hasta el Jardín 904 del Barrio Obrero. Néstor y su Viejita que ya va por los 80, comen una pizza de panceta con ají parados en la barra de Bacci de diagonal 79. La especialidad de la casa después de la Tercera que mata. La cancha había quedado vacía hacía ya varios meses. El pasto, descuidado, crecía sin miramientos.

II

Don Alberto está sentado sobre una pelota de tiento detrás del arco que da al Industrial Albert Thomas con la mirada perdida en algún punto del césped, como queriendo revivir alguna jugada que no había salido bien durante el partido. Don Alberto es Alberto Zozaya, el hombre que juega y da vida a los míticos ”Profesores”. No levanta ni por un segundo la mirada, aunque la tarde se haya nublado y esté a punto de largarse a llover. Tiene muchos años y sin embargo está igual que en 1931 cuando clavó 33 en un solo campeonato y fue el goleador del primer torneo profesional del fútbol argentino.

Está igual que cuando hace algún tiempo ya, en su casa, jugaba con la sangre de su sangre. Cuando Claudia, la niña mimada, y Marcelo, callado, introvertido y con una pegada exquisita idéntica a la del Profesor, pasaban tardes enteras escuchando a Papá Alberto contar cuanto le gustaba hacer goles de cabeza porque le sacaba un cuerpo a los defensores rivales. Está igual que cuando soñaba ser el bisabuelo de Julia, de Juana y de Simón, aunque aún no hubieran nacido Juan, Rodrigo y Rosario, sus nietos.

Nadie lo sabe, pero Don Alberto está esperando a alguien. Hay cosas que pasan una sola vez en la vida.

De golpe un ruido lo saca de su concentración y lo hace levantar la vista.

A los lejos, por el costado de la cancha, se acerca un chico caminando. Trae una pelota entre las manos y la hace girar mientras masca un chicle. Viene de Defensores de Cambaceres para hacer historia como hace muchos años vino Alberto desde Entre Ríos.

III

- ¿Qué hacés pibe?, te estaba esperando -le dice Don Alberto extendiéndole la diestra para saludarlo, tenía ganas de conocerte.

- Hola, yo soy Calderón -contesta tímido el pibe mientras estrecha la mano de Zozaya.

Cuando el tiempo se detiene, es inútil tratar de contarlo… Y esa tarde el tiempo se detuvo.

Un sol radiante comenzó a asomar por entre las nubes que anunciaban chaparrones un instante antes y ya nunca nada volvió a ser lo mismo.

- Me contaron que estás por colgar los botines -dice Zozaya para romper el hielo-. Si Don, ya tengo casi 39, creo que este es el último que juego. Vengo peleándola desde hace mucho y ya va siendo tiempo de largar. Hay que dejarle el lugar a los más pibes, ¿vio? Recién, cuando venía para acá, me acordaba que el último gol en esta cancha lo hice yo en un partido contra Gimnasia.

La mirada de Calderón se nubla de golpe, como cayendo en la cuenta que los goles tienen fecha de vencimiento en la cancha pero no en el alma de la gente y se tapa las manos con la cara mientras pisa la pelota.

Zozaya paternalmente le acaricia la cabeza y bajito, casi al oído, le dice: - No llores pibe, hiciste tantos goles en Estudiantes que nunca nadie se va a olvidar de vos. Fijate si no en mí, que los hice allá por el ’31 y todavía la gente se acuerda. No llorés que vos sos parte de la historia del club y eso no te lo puede quitar nadie.

Calderón se seca las lágrimas con la camiseta número 9 y le sonríe a Zozaya.

- Gracias Alberto, si me lo dice Ud. que vive en la historia del club se lo creo. Igual me pone un poco triste dejar de jugar.

- Tranquilo, tranquilo, a todos nos pasó lo mismo cuando colgamos los botines -dice Zozaya y mira la pelota.

- ¿Me la prestás? Me dieron ganas de hacer unos jueguitos. El gran Alberto Zozaya se vuelve luz con una pelota.

- ¡Cuánto hace que no hacía esto, nene! ¡No sabés como lo extrañaba! ¿Tenés ganas de patear un rato? Tengo algunos amigos para que hagamos un picadito.

- Más bien don Alberto, yo quiero jugar siempre -responde José Luis mientras para de pecho el centro que tiró Zozaya.

- Ya lo sé pibe… ya lo sé…. Te veo todos los domingos desde la platea preferencial. Esperá que le chiflo a unos amigos que siempre se prenden a jugar.

Zozaya se lleva los dedos índices de las dos manos a la boca y emite un chiflido que aturde. Por las dudas lo repite. No pasa nada.

- ¡Siempre lo mismo con estos pibes! Se deben haber quedado charlando en los vestuarios -dice- es que hace mucho que no se ven, sabés? Vuelve a chiflar dos veces con la misma intensidad. A los pocos segundos un chirrido metálico interrumpe el silencio del estadio. Es el sonido característico de la puerta del túnel que lentamente comienza a abrirse. Por ese hueco en el corazón del césped comienzan a salir de a uno en fila: el “Indio” Guaita, Alejandro “el Conejo” Scopelli, el “Nolo” Ferreira y Miguel Ángel “Flecha de Oro” Lauri, todos vestidos con la camiseta de ‘Los Profesores’. La camiseta de Estudiantes de La Plata.

Todos saludan a Calderón estrechándole la mano.

Estos juegan conmigo -dice Zozaya- ahora llamo a los de tu equipo.

Don Alberto nuevamente se lleva los índices a la boca y vuelve a emitir un silbido matador. Otra vez nada… El “Conejo” y el “Indio”, que jugaban unas cabezas a unos metros de distancia, comienzan a reírse por el fallido.

- Hey, Padilla, ¿qué pasa? ¿Te estás poniendo viejo? Zozaya los mira y se ríe.

- ¿Viejo yo? Viejo es el viento y todavía sopla...

Otra vez el chiflido ensordecedor.

- Voy a tener que afinar la puntería -le dice Zozaya por lo bajo a José y larga la carcajada. Ahora van a ver estos dos. Un chiflido más ensordecedor aún.

Por debajo de la techada, al trote, aparece Osvaldo Zubeldía con un pizarrón bajo el brazo y unas tizas en la mano. No hay tiempo para saludos ni presentaciones.

- Calderón, usted juega arriba, de 9, pero va a jugar con la camiseta número 4 así los del otro equipo no van a saber que lo tienen que marcar, ¿me entendió? No lo hago jugar con la ‘2’ porque esa está reservada.

- Don Osvaldo, yo voy al arco de 57 -grita el “Flaco” Pezzano poniéndose los guantes a las corridas y dejando la carterita de cuero con los documentos y las llaves del Fiat 600 a un costado mientras le hace un guiño a Caldera que a esta altura no puede creer lo que está viendo y se frota los ojos como un niño que recién se despierta.

- ¡Calderón! ¡Deje de toquetearse los ojos que no tiene conjuntivitis y póngase a jugar porque si no, le hago hacer 20 abdominales más!

La voz del “Profe” Echeverría retumba en todo el José Luis Hirsch. Ninguno de los presentes presta importancia al hecho, pero el Profe está en pijama y con un sobretodo encima, como cuando lo llamaron a las 2 de la mañana Bilardo y Correbo para que se sume al equipo del ’82.

- Nene, hacé caso que yo sé lo que es hacer 200 abdominales, yo ya lo pasé con Kistenmacher -le dice Eduardo Luján Manera a Calderón por lo bajo para que el “Yacaré” no escuche y se pone a hacer piques cortos para ablandar las piernas.

- ¡Mirá que el “Yacaré” te deja todo roto de tanto hacerte correr y después no te cura ni Marelli, eh! -acota Felipe Ribaudo mientras le sonríe a Echeverría y corre a darle un abrazo.

- Caldera, mirá como la clavo olímpica igual que contra el Boca de Rattín -grita El “Piojo” Zibecchi y, como quien no quiere la cosa, la clava nomás. El “Cusa” Orife mientras tanto, le cuenta a quien quiera escucharlo que sueña con romperla en Primera. Cabezas, para no perder la costumbre y como para impresionar, hace 3 seguidos como contra Deportivo Galicia aquel 30 de Marzo de 1976 por la Libertadores, cuando la muerte oscura andaba rodando por aquí.

- Dale Calderón, pateáme unos tiros así voy entrando en calor, soy Gabriel Mario Ogando, arquero, encantado.

- Alberto, ¿en serio vinieron todos para jugar conmigo?
pregunta José Luis.

- Esto no es nada pibe -le dice Zozaya con una sonrisa cariñosa y sobradora- esperá un ratito que alguno más seguro va a caer.

Casi todos comienzan a patearle unos tiros al arco a Ogando y al Flaco y, cinco minutos después, entran corriendo Ricardo “El Beto” Infante y el “Payo” Pellegrina, agitados como si hubieran perdido el tranvía que los trae a 57 y 1.

- Perdón muchachos, se nos hizo un poquito tarde ¿para quién juego? -dice el “Beto” mientras se ata los cordones de los botines. ¿Qué hacés Caldera?, disculpame, no te había visto -acota el “Payo”.

- ¿Jugás con nosotros, Beto? -le dice Zozaya- ¿o ya te olvidaste como era?

El Beto lo mira, y así como venía la pelota que le había tirado el Nolo con la excelencia de siempre, la clava de rabona en un ángulo como en aquel partido contra Central, cuando el arquero rival se acercó a felicitarlo por el gol.

- Ahora andá a buscarla -le dice Infante - Ahí tenés, mirá como me olvidé. Infante y Zozaya se ríen y se dan un abrazo como si hiciera años que no se vieran. José Luis no sabe a quien mirar primero. Tiene a todas las glorias de Estudiantes ante sus ojos y no lo puede creer. Nuevamente la 9 se empapa de lágrimas: “Si mi viejo me viera con todos estos monstruos” piensa.

- ¡Calderón, hey! ¡Calderón! Preste atención que voy a dar la charla técnica -ruge el “León” Zubeldía.

- Préstele atención Calderón, yo sé por qué se lo digo, préstele atención, yo lo conozco a este tipo, vaya si lo conozco. No nos presentaron. Soy Mariano Mangano, Presidente del Club.

José lo mira como quien mira a un Prócer hasta que una voz, que le resulta familiar, lo trae de vuelta a la realidad.

- Jóse! Jóse! ¡Dale pedazo de boludo, dale que queremos arrancar. Dale que vinimos todos a jugar con vos! ¡Es tu partido, boludo! Yo conozco esa voz -piensa José Luis por unos instantes, yo conozco esa voz- y comienza a buscar con la mirada para ver de donde viene.

Edgardo Prátola con los rulos sobre los hombros y metiéndose la camiseta dentro de los pantalones le sonríe desde la medialuna del área grande. - ¡Dale boludo, dale así arrancamos! -le repite el “Ruso” para aclarar los tantos y revolea un fulbazo a la tribuna para dejárselo bien claro mientras se acomoda el brazalete de Capitán.

- Vio Calderón, yo se lo dije. La ‘2’ estaba reservada -aclara Don Osvaldo para poder arrancar el partido.

IV

Teodoro Nitti, el árbitro, da por comenzado el match. A los 3 minutos, para ser exactos, “Los Profesores” comienzan a dar cátedra. Solamente pasaron setenta años desde la última vez que jugaron juntos y sin embargo las paredes de Guaita y Scopelli salen solas. Tienen la misma vigencia que si las hubieran tirado ayer, domingo a la tarde. Lo llevan en la sangre. El “Ruso” trata de cerrar como puede y de paso le pega un par de gritos a sus compañeros para que apuren la marca y no se duerman en los laureles.

El “Beto” Infante toca con la maestría habitual para que Lauri se escape por derecha y lance un centro incontrolable como un rayo que Alberto Zozaya conecta de memoria con la cabeza, como a él más le gusta, para mandarla al fondo del arco.

- Un golazo, veo que todavía te acordás -le dice el Nolo a Don Alberto mientras lo abraza para festejar la conquista. Zozaya se ríe y le hace un gesto a Ferreira como diciendo: “pueden pasar cien vidas y jamás voy a olvidarme”.

Al reanudarse el juego sale Calderón al ataque y hace una jugada de antología con Eduardo Luján Manera. Tocan ambos como si toda la vida hubieran jugado juntos. Felipe Ribaudo, Manera y Calderón se entienden de memoria y Prátola comanda desde el fondo. “Los Profesores” se miran desconcertados, la jugada termina con un penal de Gabriel Ogando a Calderón.

- No me quedó otra que bajarlo porque se iba solo al gol -explica el guardameta cuando Scopelli pregunta.

- ¡Patealo vos José Luis! -grita desde el arco Oscar Pezzano.

- ¡Dale que es tu partido! Calderón lo mira a Prátola y le dice: “Ruso, pateálo vos, regalame un gol más. Regalame el de la despedida”. El “Ruso” le guiña un ojo como diciendo: “te debo una” y con actitud decidida parte hacia el punto del penal. Acomoda la pelota, toma carrera y la clava al lado del palo. La estirpe de gran Capitán en el alma.

Después de hacer el gol, automáticamente se besa la camiseta albirroja. Ana Laura y sus dos nenas lloran de emoción en la techada. Zubeldía y Mangano también. José Luis lo abraza como se abraza a un hermano y Prátola cariñosamente le palmea la espalda. Ambos caminan juntos hacia el centro de la cancha. Antes que el partido se reanude José Luis se saca la número 9 y se la da a Prátola.

- Ruso, estás con nosotros -le dice y comienza a caminar hacia el costado de la cancha. “Los Profesores” le hacen una doble fila de honor a José Luis. Lo van abrazando mientras sale del campo de juego y entra en la gloria. El ‘Beto’ Infante llora de emoción. La emoción de los grandes. Con la salida de Calderón la gente comienza a treparse al alambrado. De a uno van subiendo todos.

El réferi lo mira a Prátola y le dice: -Mister, hágase cargo. Ud. es el Capitán. Pellegrina y el “Yacaré” Echeverría sonríen. Prátola, como buen caudillo, se encarga del asunto.

- Espere un cachito Jefe -le dice al árbitro-, espere que son todos amigos los que están subidos al alambrado.

Está bien que están gritando como unos desaforados, pero son todos amigos. Espere que ya los bajo. ¡Ché, loco, bájense y miren el partido! Ya sabemos que vinieron todos al partido de despedida del Jóse, pero siéntense y no hagan quilombo que queremos seguir jugando un ratito más!

- Ruso, vos no perdés más la maña de gritar adentro de la cancha ¿eh?

- ¡Mirá que yo también juego con ese número!
-grita, subido al alambre, Julián Camino y todos le festejan la humorada.

José Luis Calderón los mira de frente desde la línea de cal y golpeándose el corazón con el puño derecho parece querer decirles “Gracias por todo, los llevo conmigo”.

De golpe el gesto de José Luis funciona como un bálsamo y uno a uno, todos los que están colgados del alambrado, van sentándose en la tribuna: Camino, el “Negro” Rubén Agüero, Juan Carlos Delménico, el “Bambi” Flores, Hugo Medina, Raúl Forteis, Abel Herrera, Luis Raimundo, Alberto Poletti, Carlitos Cajade, Ignacio Peña, Antonio García Almeijenda, Hugo Issa, José Luis Brown, Néstor Togneri, Hugo Gottardi, Juan Ramón Verón, Guillermo José Trama, Marcos Conigliaro, Alejandro Sabella, Raúl Madero, Huguito Spadaro, “Juanchi” Taverna, Carlos Maschio, Oscar “Cacho” Malbernat, José Daniel “Bocha” Ponce, Milano, Rudzki, el “Petiso” Frassoldatti, el “Tucu” Aguirre Suárez, Henry Barale, el “Fantasma” Benito, Alfredo Letanú, Raúl Lavezzi, Miguel Ángel Russo, Eduardo “El Bocha” Flores, Rubén Horacio Galletti, Carlos Pachamé, Hugo Mateos. Todos.

El grito de “Caldeeera, Caldeeera” comienza brotar de las gargantas de toda la tribuna y a bajar por los tablones de madera del viejo estadio de 57. Bilardo se arregla el nudo de la corbata y mira para otro lado porque no quiere que lo vean llorar. En el alambrado quedó solo un chico trepado. Es Juan Sebastián, el amigo de José Luis que grita emocionado porque es el hincha más fanático…

V

Llovía a cántaros y las chapas goteaban por todos lados. El despertador sonó como cada mañana a las siete menos cuarto dentro de la diminuta habitación de paredes descascaradas. La mamá de José Luis fue hasta el cuarto del fondo esquivando pelotas y camisetas a despertarlo.

- Má, no sabés lo que soñé, no sabés lo que soñé! -le dijo José Luis aún transpirado por el sueño a su madre-. Soñé que jugaba en la Primera de Estudiantes, ¡Mamá, con todos los grandes! Zozaya, Zubeldía, Manera, Pezzano, Prátola, Infante, Ferreira, Ogando, estaban todos Mamá. Estaban todos!!!!!!!!!! Y sabés lo que me dijo Zozaya en el sueño ¿Ma, sabés? ¿Querés que te cuente? Me dijo: Pibe, el viejo Ignomiriello algún día dirá que Estudiantes antes que deportistas forma hombres de bien. Ahora vos lo sabés tan bien como nosotros… Ahora sabés que nada en el mundo se compara a lo que siente una persona que se pone la camiseta del Pincha. ¡Eso me dijo Má! ¿Y sabés que? ¿Sabés que, mami? Ya se que quiero ser cuando sea grande.

Quiero ser el goleador de Estudiantes de La Plata.

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En el '85 contra Perú clasificamos tirando carteles a la cancha, y Basile fue al repechaje y nos costó un huevo.
El 98 por ciento de los periodistas no entiende de fútbol. Pero no tienen por qué entenderlo. Basta con que se sientan público. Ni gente como nosotros que hace 40 años que trata de buscarle un razonamiento logra entenderlo. Acá lo que se rechaza es esa autoridad para decir: 'Si yo hubiese estado ahí, hubiera puesto puesto a fulano'. Eso es una irrespetuosidad que no le corresponde al periodismo.
La táctica es programática. Por lo tanto, todo lo que sea programático en el mundo de la acción, donde aparece lo inesperado, no tiene mucho sentido. Vos elaborás una táctica para tu día, pero te aparece algo imprevisto y a la mierda la táctica. Un entrenador genera una idea, luego tiene que convencer de que esa idea es la que lo va a acompañar a buscar la eficacia, después tiene que encontrar en el jugador el compromiso de que cuando venga la adversidad no traicionemos la idea. Son las tres premisas que tiene un entrenador. Napoleón no era un táctico, sino un estratega. Si tenía que cambiar, cambiaba. Eso vale para el fútbol también.


(CÉSAR LUIS MENOTTI, entrenador argentino, en una entrevista que le concedió a la revista “La Final”, que realizan los alumnos de 2º año de Deportea el pasado 07/10/09)

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