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En el Mundial 1978 si veíamos que una pelota se iba afuera igual la corríamos con la intención de alcanzarla; en cambio en 1982, si veíamos que una podía llegar a irse, la dejábamos.

(OSVALDO ARDILES, ex futbolista y entrenador argentino)

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We've got the whole world in our hands (Nottingham Forest & Paperlace - Inglaterra)

* Dedicado al Nottingham Forest F.C.

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Hay una palabra que ya no se oye en los vestuarios: hipoteca.

(NIALL QUINN, ex internacional irlandés y actual Presidente del Sunderland A.F.C.)

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Casamiento de Diego Maradona en el estadio "Luna Park" en 1989. Estábamos con algunos jugadores y periodistas. Viene Carlos Bilardo y le dice a José Luis Brown que se pare al lado de Ciro Ferrara, que estaba en un estrado.
Vuelve y otra vez. “¿Qué pasa, Carlos?”, preguntamos. “Quiero saber bien la altura de Ferrara para ver si lo puede tomar en un córner en el Mundial del año que viene”.
Un Bilardo auténtico.

(EDUARDO "Ruso" RAMENZONI, periodista de TyC Sports)

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Los ingleses nos dieron la pelota y nosotros inventamos el fútbol que la gente quiere, incluso los ingleses.

(CÉSAR LUIS MENOTTI, ex jugador y entrenador argentino -1988-)

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Como un cuadro de Quinquela (José M. Pascual - Argentina)


Ni bien terminaba con la última lustrada agarraba la franela, la caja, el banquito y empezaba a caminar para el barrio. Ese rincón de río de la Plata que tan bien estampaba en sus cuadros Quinquela. Esa agua tranquila, el chaperío colorido y ese adoquinado grueso que pisaba todos los días para ir a buscar el mango que ayude a poner algo en la olla.

El nombre no importa, porque todos lo conocían por "Boquita", debe ser porque comía, dormía y soñaba con la misma camiseta desde que tenían memoria.

Nació ahí, pegadito al puente Avellaneda; aprendió el lenguaje de la calle tratando de entender que el mundo nunca es tan justo como a él le hubiera gustado.

Cuando la vida le daba un poco de tiempo para poder ser lo que era: un pibe, jugaba muy en serio a capitanear al equipo de la calle Necochea.

Si habrá visto al sol aparecer por sobre las tribunas de su querida bombonera para ir a dormirse, ahí, donde el río pega la vuelta.

¡Boquita! le gritaban las viejas desde las ventanas cuando lo querían para algún mandado, y dejaba de hacer cualquier cosa con tal de cachar algún vueltito, eso sino estaba corriendo detrás de la pelota.

En verano, cuando el sol pegaba fuerte, donde las veredas son más altas, se paseaba orgulloso con la azul y oro fuera del pantalón, y en invierno, cuando el aliento se hacía visible como un humito suave: dos camisetas de frisa, la bufanda y encima de todo la misma azul y oro.

Algunos dicen que la única vez que no lo vieron con la xeneize fue el día del casamiento de la hermana, pero otros dicen que la tenía debajo de la camisa, camisa que por no cortar la historia se la compró bien amarilla para que combinara con el traje azul que le prestó el tintorero.

Los andenes de Constitución se lo conocían de memoria, pisando firme con esa caja pesada adornada de chinches brillantes y un escudo con estrellas. Había que bancarse las cargadas de los clientes cuando el equipo perdía pero el que se atrevía se iba seguro con las medias llenas de pomada.

Si habrá dejado pedazos de su vida en esa popular incansable. Si habrá colgado los dedos del alambrado para llenarse los ojos de fútbol con las glorias que pisaron el pasto de Brandsen 805.

Los domingos a la tarde no había otro lugar que la cancha. Durante la semana le sacaba brillo a los zapatos de los trajeados para ir el domingo a ver como los de cortos le sacaban brillo a la pelota.

Una cosa es el laburo y otra es ese vicio de querer ir a la cancha llueva, truene o haga frío, les decía a los que ayer no lo vieron en su puesto por ir a alentar a Boca.

Pero el tiempo no viaja solo; ahora tiene todos los años encima y ya no se apura para llegar porque dice que el partido no empieza hasta que él llega.

En el barrio ya no se escuchan esos gritos en el xeneize que hablaba su padre, y algunas callecitas cambiaron bastante. El agua del río se fue oscureciendo y caminito a veces se llena de cámaras japonesas. Las viejas cantinas ven entrar a los turistas y el puerto ya no labura como lo hacía antes.

Pero el olor a pizza sigue en el ambiente, los adoquines se fueron gastando como su piel y la bombonera sigue allí, esperando verlo entrar por la misma puerta de siempre para seguir dejando pedazos de su vida por esa camiseta húmeda de lágrimas y estirada por las victorias, con ese talle 12 que le acaricia el cuello, golpeándole la espalda y el pecho. Porque aunque ahora peina canas y algunos le dicen ¡correte viejo!, nunca va a dejar de ser "Boquita", ese que come, duerme y sueña con la azul y oro puesta…

(Un gracias! enorme a José M. Pascual, por cederme este cuento para compartirlo con la gente de "Los cuentos de la pelota")

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-¿Hacia dónde cree que va el fútbol por este camino?

-Mientras la gente siga tarada, agarrándose los huevos y pensando en cuántas banderas va a llevar el domingo y no en qué es lo que va a quedar, puede pasar cualquier cosa. Independiente necesitaba puntos, lo entiendo, había que armar un gran equipo, pero el tema era también salió campeón Racing. Uno como hincha o como conductor no se puede comer esa pelotudez. Los clubes no pueden continuar así, dice Grondona. Claro, los clubes se funden por el cloro que gastan en la pileta... ¡No, viejo! Se funden porque los Mascardi están llenos de plata, porque los Aloisio están llenos de plata.

¿Adónde vamos?

Ojalá haya una revolución en el fútbol, una rebelión y que los protagonistas entiendan que es para ellos.

-Pero esa rebelión no pasa por la cabeza de los jugadores...

-¡Qué va a pasar! El jugador está esperando agarrar trescientas lucas y que no le secuestren al padre, y también en irse rápido a jugar afuera.
Después viene toda la mentira: juegan seis, ocho meses o un año, los que se pueden mantener, y los que no se quieren volver rápido porque pudieron meter la guita en Suiza y el técnico no los pone. Porque acá venden a cualquiera. Les dan 200.000 dólares y por esa guita son capaces de ir a jugar a Irak en el medio de los tiroteos.


(NORBERTO "Ruso" VEREA, ex arquero del ascenso argentino, columnista en programas de radio y TV, en declaraciones al diario 'Página 12' del domingo 31 de Agosto de 2003)

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Ya le dije a mi portero que le pegue más plano, más perpendicular a la bola. Porque él le pega vertical, y el balón sube hasta la estratosfera y baja con nieve.


(DAVID VIDAL, ex futbolista y entrenador gallego)

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A muchos les molesta que sea el mejor. Son los que piensan que los paraguayos deben estar en una obra en construcción o limpiando casas.

(JOSÉ LUIS CHILAVERT, ex arquero paraguayo, -1995-)

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Acerca del juego de fútbol (Vincenzo Da Filicaia - Italia)


Ésta, excelso Señor, que ardiendo ves,
noble pugna, áspera, ruidosa, alada,
no es más que furia, magia desatada,
visión que guerra pareciera y es.

Fulgor, guerra y guerreros a la vez,
guerrera maestría confrontada,
golpe tras golpe, gracia en explanada,
vigor de brazo, agilidad de pies.

Raudo saque, se funda la refriega:
un campo frente al otro y en esquivo
vuelo uno corre, el otro se repliega;

entre saña y valor y alarde altivo
el fingimiento en que esta lid se ciega
fingida hace cualquier batalla al vivo.

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Tornado durante un partido de fútbol en Japón

Tornado durante un partido de f

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Ganar un partido es más importante para la gente que capturar un pueblo en el Este.

(PAUL JOSEPH GOEBBELS [1897–1945], político alemán, Ministro de Propaganda de la Alemania Nazi, figura clave en el régimen y amigo íntimo de Adolf Hitler)

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De pibe, yo era ‘morfón’, individualista. Mi maestro, Ernesto Duchini -foto- un día paró la práctica: ‘¿Querés jugar solo? Bueno’… Sacó a mis compañeros y me dijo. ‘Ahora corré’. Claro, los rivales me hicieron 15 goles y terminé ahogado, boca arriba. Y entendí que jugar para el equipo es la única forma de seguir vivo.

(ROBERTO PERFUMO, ex jugador argentino y actual comentarista deportivo)

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Azzurros por superstición


Si los colores de la bandera de Italia son rojo, blanco y verde, ¿cómo puede ser que la selección vista siempre de azul? El origen del 'azzurro' en la equipación de la tetracampeona del mundo tiene tintes históricos y se ha mantenido inamovible con el paso de los años por una mezcla de tradición y superstición.

Para explicar el origen de la casaca 'azzurra' hay que remontarse a principios del siglo pasado. Concretamente en el año 1910, la selección italiana de fútbol disputó sus primeros partidos vestida completamente de blanco, el color central de su bandera tricolor desde que el país fuera unificado en 1870. Pero en Enero de 1911, en un encuentro ante Hungría, la 'nazionale' estrenó una zamarra de color azul, en homenaje a la familia real de Saboya (ese mismo azul aparecía en su estandarte), que logró la unificación del país y se mantuvo en el poder hasta 1946, cuando se proclamó la República y el pueblo repudió a sus monarcas, debido a su complacencia con la monarquía de Mussolini.

Fue entonces cuando el escudo real desapareció de la enseña transalpina, pasando ésta a ser tal y como hoy la conocemos. Pero el combinado nacional italiano (y no sólo el de fútbol sino el del resto de disciplinas deportivas) ha seguido vistiendo hasta nuestros días ese azul tan característico (conocido allí como Azul Saboya) a pesar de representar a una monarquía que hace décadas fue expulsada del país. La explicación es sencilla; se debe a una simple cuestión supersticiosa. Italia ganó los Mundiales de 1934 y 1938 vistiendo de azul, y como los transalpinos son supersticiosos casi por naturaleza no tuvieron duda en que su selección nacional continuara luciendo los colores que la habían llevado al éxito a pesar de que en su bandera no hubiera ningún resquicio azul.

El poder 'azzurro'


En Italia muchos aficionados están plenamente convencidos del poder victorioso del azul, al que se recurre en las citas más decisivas. Por ejemplo, allí se recuerda que este color es superior al blanco por las victorias italianas en las finales del último Mundial de Alemania (en la que la ‘azzurra’ jugó contra Francia) o del anterior triunfo mundialista transalpino en España '82 ante Alemania (que también jugó de blanco), y por la derrota del combinado italiano en la final de la Eurocopa de 2000, jugando de blanco y también ante Francia, que llevó en esa ocasión su característica casaca ‘bleu’.

El país de la 'scaramanzia'


La 'scaramanzia' es como se conoce en Italia a una serie de supersticiones, repeticiones de hábitos que se consideran afortunados y que ayudan al equipo de fútbol a ganar. Los aficionados más supersticiosos repiten minuciosamente lo que sucedía cuando su conjunto logró su última gran victoria. Ver el partido en el mismo lugar, sentarse en el mismo orden, con la misma ropa (incluso sin lavarla desde la última vez) reunirse con los mismos amigos... Todos los detalles deben repetirse para mandar buenas vibraciones a los jugadores. Este tipo de rituales rozan el delirio cuando se trata de la selección nacional transalpina. Por ejemplo, está prohibido hablar de la victoria hasta que ésta se consume, porque si no, se gafará de inmediato.

(tomado de la revista “Fútbol life”, Nº 6, año 2007)

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En un torneo mexicano de mediados de los 90, el delantero argentino Antonio "Turco" Mohamed venía convirtiendo un gol de tiro libre durante cinco partidos consecutivos.
En el entrenamiento previo al sexto donde su equipo, Toros Neza, se enfrentaría a las Águilas del América, Televisa lo entrevistó al respecto y allí declaró que, como mínimo, metería un gol de tiro libre.
Para completar, a modo de exhibición, puso el balón en el pasto, ubicaron alcanzapelotas de barrera y mostró como patear con fuerza y efecto para que la pelota cayera rápido y lejos del alcance del arquero.
Por parte del América desestimaron sus declaraciones y sostuvieron que no les metería ni un gol.
En la cancha, donde como se dice 'se ven los pingos', terminó metiendo los dos goles de tiro libre con los cuales Toros venció 2-1 en el estadio Azteca.

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Si le tengo que dar una patada a Marcelo Salas, se la voy a pegar nomás.

(GARY MEDEL, declarando la semana previa a debutar profesionalmente en Universidad Católica frente a Universidad de Chile en 2006. Entró, pegó, se ganó la amarilla y el reemplazo en el entretiempo)

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El fútbol es la última representación sagrada de nuestro tiempo. Mientras que otras representaciones sagradas están en declive, el fútbol es el único sobreviviente. El fútbol es el espectáculo que sustituye al teatro.

(PIER PAOLO PASOLINI [1922–1975] -foto-, escritor, poeta y director de cine italiano)

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Cuando sea grande… (Iván Sadovsky - Argentina)





“En este club a los viejos se los respeta”






A nuestras glorias...



I

Hay cosas que pasan sólo una vez en la vida... y aquella tarde fue, definitivamente, una vez en la vida. El clima estaba más o menos templado. Como a las tres menos cuarto empezó a nublarse y los autos ya no circulaban tanto. Calle 1 había quedado casi desierta, y ya no había gente que fuese y viniese con ritmo desenfrenado. La parada del 214 no tenía más de 3 personas, y eso que tenía que llegar hasta Berisso igual que el 202, ese que va hasta el Jardín 904 del Barrio Obrero. Néstor y su Viejita que ya va por los 80, comen una pizza de panceta con ají parados en la barra de Bacci de diagonal 79. La especialidad de la casa después de la Tercera que mata. La cancha había quedado vacía hacía ya varios meses. El pasto, descuidado, crecía sin miramientos.

II

Don Alberto está sentado sobre una pelota de tiento detrás del arco que da al Industrial Albert Thomas con la mirada perdida en algún punto del césped, como queriendo revivir alguna jugada que no había salido bien durante el partido. Don Alberto es Alberto Zozaya, el hombre que juega y da vida a los míticos ”Profesores”. No levanta ni por un segundo la mirada, aunque la tarde se haya nublado y esté a punto de largarse a llover. Tiene muchos años y sin embargo está igual que en 1931 cuando clavó 33 en un solo campeonato y fue el goleador del primer torneo profesional del fútbol argentino.

Está igual que cuando hace algún tiempo ya, en su casa, jugaba con la sangre de su sangre. Cuando Claudia, la niña mimada, y Marcelo, callado, introvertido y con una pegada exquisita idéntica a la del Profesor, pasaban tardes enteras escuchando a Papá Alberto contar cuanto le gustaba hacer goles de cabeza porque le sacaba un cuerpo a los defensores rivales. Está igual que cuando soñaba ser el bisabuelo de Julia, de Juana y de Simón, aunque aún no hubieran nacido Juan, Rodrigo y Rosario, sus nietos.

Nadie lo sabe, pero Don Alberto está esperando a alguien. Hay cosas que pasan una sola vez en la vida.

De golpe un ruido lo saca de su concentración y lo hace levantar la vista.

A los lejos, por el costado de la cancha, se acerca un chico caminando. Trae una pelota entre las manos y la hace girar mientras masca un chicle. Viene de Defensores de Cambaceres para hacer historia como hace muchos años vino Alberto desde Entre Ríos.

III

- ¿Qué hacés pibe?, te estaba esperando -le dice Don Alberto extendiéndole la diestra para saludarlo, tenía ganas de conocerte.

- Hola, yo soy Calderón -contesta tímido el pibe mientras estrecha la mano de Zozaya.

Cuando el tiempo se detiene, es inútil tratar de contarlo… Y esa tarde el tiempo se detuvo.

Un sol radiante comenzó a asomar por entre las nubes que anunciaban chaparrones un instante antes y ya nunca nada volvió a ser lo mismo.

- Me contaron que estás por colgar los botines -dice Zozaya para romper el hielo-. Si Don, ya tengo casi 39, creo que este es el último que juego. Vengo peleándola desde hace mucho y ya va siendo tiempo de largar. Hay que dejarle el lugar a los más pibes, ¿vio? Recién, cuando venía para acá, me acordaba que el último gol en esta cancha lo hice yo en un partido contra Gimnasia.

La mirada de Calderón se nubla de golpe, como cayendo en la cuenta que los goles tienen fecha de vencimiento en la cancha pero no en el alma de la gente y se tapa las manos con la cara mientras pisa la pelota.

Zozaya paternalmente le acaricia la cabeza y bajito, casi al oído, le dice: - No llores pibe, hiciste tantos goles en Estudiantes que nunca nadie se va a olvidar de vos. Fijate si no en mí, que los hice allá por el ’31 y todavía la gente se acuerda. No llorés que vos sos parte de la historia del club y eso no te lo puede quitar nadie.

Calderón se seca las lágrimas con la camiseta número 9 y le sonríe a Zozaya.

- Gracias Alberto, si me lo dice Ud. que vive en la historia del club se lo creo. Igual me pone un poco triste dejar de jugar.

- Tranquilo, tranquilo, a todos nos pasó lo mismo cuando colgamos los botines -dice Zozaya y mira la pelota.

- ¿Me la prestás? Me dieron ganas de hacer unos jueguitos. El gran Alberto Zozaya se vuelve luz con una pelota.

- ¡Cuánto hace que no hacía esto, nene! ¡No sabés como lo extrañaba! ¿Tenés ganas de patear un rato? Tengo algunos amigos para que hagamos un picadito.

- Más bien don Alberto, yo quiero jugar siempre -responde José Luis mientras para de pecho el centro que tiró Zozaya.

- Ya lo sé pibe… ya lo sé…. Te veo todos los domingos desde la platea preferencial. Esperá que le chiflo a unos amigos que siempre se prenden a jugar.

Zozaya se lleva los dedos índices de las dos manos a la boca y emite un chiflido que aturde. Por las dudas lo repite. No pasa nada.

- ¡Siempre lo mismo con estos pibes! Se deben haber quedado charlando en los vestuarios -dice- es que hace mucho que no se ven, sabés? Vuelve a chiflar dos veces con la misma intensidad. A los pocos segundos un chirrido metálico interrumpe el silencio del estadio. Es el sonido característico de la puerta del túnel que lentamente comienza a abrirse. Por ese hueco en el corazón del césped comienzan a salir de a uno en fila: el “Indio” Guaita, Alejandro “el Conejo” Scopelli, el “Nolo” Ferreira y Miguel Ángel “Flecha de Oro” Lauri, todos vestidos con la camiseta de ‘Los Profesores’. La camiseta de Estudiantes de La Plata.

Todos saludan a Calderón estrechándole la mano.

Estos juegan conmigo -dice Zozaya- ahora llamo a los de tu equipo.

Don Alberto nuevamente se lleva los índices a la boca y vuelve a emitir un silbido matador. Otra vez nada… El “Conejo” y el “Indio”, que jugaban unas cabezas a unos metros de distancia, comienzan a reírse por el fallido.

- Hey, Padilla, ¿qué pasa? ¿Te estás poniendo viejo? Zozaya los mira y se ríe.

- ¿Viejo yo? Viejo es el viento y todavía sopla...

Otra vez el chiflido ensordecedor.

- Voy a tener que afinar la puntería -le dice Zozaya por lo bajo a José y larga la carcajada. Ahora van a ver estos dos. Un chiflido más ensordecedor aún.

Por debajo de la techada, al trote, aparece Osvaldo Zubeldía con un pizarrón bajo el brazo y unas tizas en la mano. No hay tiempo para saludos ni presentaciones.

- Calderón, usted juega arriba, de 9, pero va a jugar con la camiseta número 4 así los del otro equipo no van a saber que lo tienen que marcar, ¿me entendió? No lo hago jugar con la ‘2’ porque esa está reservada.

- Don Osvaldo, yo voy al arco de 57 -grita el “Flaco” Pezzano poniéndose los guantes a las corridas y dejando la carterita de cuero con los documentos y las llaves del Fiat 600 a un costado mientras le hace un guiño a Caldera que a esta altura no puede creer lo que está viendo y se frota los ojos como un niño que recién se despierta.

- ¡Calderón! ¡Deje de toquetearse los ojos que no tiene conjuntivitis y póngase a jugar porque si no, le hago hacer 20 abdominales más!

La voz del “Profe” Echeverría retumba en todo el José Luis Hirsch. Ninguno de los presentes presta importancia al hecho, pero el Profe está en pijama y con un sobretodo encima, como cuando lo llamaron a las 2 de la mañana Bilardo y Correbo para que se sume al equipo del ’82.

- Nene, hacé caso que yo sé lo que es hacer 200 abdominales, yo ya lo pasé con Kistenmacher -le dice Eduardo Luján Manera a Calderón por lo bajo para que el “Yacaré” no escuche y se pone a hacer piques cortos para ablandar las piernas.

- ¡Mirá que el “Yacaré” te deja todo roto de tanto hacerte correr y después no te cura ni Marelli, eh! -acota Felipe Ribaudo mientras le sonríe a Echeverría y corre a darle un abrazo.

- Caldera, mirá como la clavo olímpica igual que contra el Boca de Rattín -grita El “Piojo” Zibecchi y, como quien no quiere la cosa, la clava nomás. El “Cusa” Orife mientras tanto, le cuenta a quien quiera escucharlo que sueña con romperla en Primera. Cabezas, para no perder la costumbre y como para impresionar, hace 3 seguidos como contra Deportivo Galicia aquel 30 de Marzo de 1976 por la Libertadores, cuando la muerte oscura andaba rodando por aquí.

- Dale Calderón, pateáme unos tiros así voy entrando en calor, soy Gabriel Mario Ogando, arquero, encantado.

- Alberto, ¿en serio vinieron todos para jugar conmigo?
pregunta José Luis.

- Esto no es nada pibe -le dice Zozaya con una sonrisa cariñosa y sobradora- esperá un ratito que alguno más seguro va a caer.

Casi todos comienzan a patearle unos tiros al arco a Ogando y al Flaco y, cinco minutos después, entran corriendo Ricardo “El Beto” Infante y el “Payo” Pellegrina, agitados como si hubieran perdido el tranvía que los trae a 57 y 1.

- Perdón muchachos, se nos hizo un poquito tarde ¿para quién juego? -dice el “Beto” mientras se ata los cordones de los botines. ¿Qué hacés Caldera?, disculpame, no te había visto -acota el “Payo”.

- ¿Jugás con nosotros, Beto? -le dice Zozaya- ¿o ya te olvidaste como era?

El Beto lo mira, y así como venía la pelota que le había tirado el Nolo con la excelencia de siempre, la clava de rabona en un ángulo como en aquel partido contra Central, cuando el arquero rival se acercó a felicitarlo por el gol.

- Ahora andá a buscarla -le dice Infante - Ahí tenés, mirá como me olvidé. Infante y Zozaya se ríen y se dan un abrazo como si hiciera años que no se vieran. José Luis no sabe a quien mirar primero. Tiene a todas las glorias de Estudiantes ante sus ojos y no lo puede creer. Nuevamente la 9 se empapa de lágrimas: “Si mi viejo me viera con todos estos monstruos” piensa.

- ¡Calderón, hey! ¡Calderón! Preste atención que voy a dar la charla técnica -ruge el “León” Zubeldía.

- Préstele atención Calderón, yo sé por qué se lo digo, préstele atención, yo lo conozco a este tipo, vaya si lo conozco. No nos presentaron. Soy Mariano Mangano, Presidente del Club.

José lo mira como quien mira a un Prócer hasta que una voz, que le resulta familiar, lo trae de vuelta a la realidad.

- Jóse! Jóse! ¡Dale pedazo de boludo, dale que queremos arrancar. Dale que vinimos todos a jugar con vos! ¡Es tu partido, boludo! Yo conozco esa voz -piensa José Luis por unos instantes, yo conozco esa voz- y comienza a buscar con la mirada para ver de donde viene.

Edgardo Prátola con los rulos sobre los hombros y metiéndose la camiseta dentro de los pantalones le sonríe desde la medialuna del área grande. - ¡Dale boludo, dale así arrancamos! -le repite el “Ruso” para aclarar los tantos y revolea un fulbazo a la tribuna para dejárselo bien claro mientras se acomoda el brazalete de Capitán.

- Vio Calderón, yo se lo dije. La ‘2’ estaba reservada -aclara Don Osvaldo para poder arrancar el partido.

IV

Teodoro Nitti, el árbitro, da por comenzado el match. A los 3 minutos, para ser exactos, “Los Profesores” comienzan a dar cátedra. Solamente pasaron setenta años desde la última vez que jugaron juntos y sin embargo las paredes de Guaita y Scopelli salen solas. Tienen la misma vigencia que si las hubieran tirado ayer, domingo a la tarde. Lo llevan en la sangre. El “Ruso” trata de cerrar como puede y de paso le pega un par de gritos a sus compañeros para que apuren la marca y no se duerman en los laureles.

El “Beto” Infante toca con la maestría habitual para que Lauri se escape por derecha y lance un centro incontrolable como un rayo que Alberto Zozaya conecta de memoria con la cabeza, como a él más le gusta, para mandarla al fondo del arco.

- Un golazo, veo que todavía te acordás -le dice el Nolo a Don Alberto mientras lo abraza para festejar la conquista. Zozaya se ríe y le hace un gesto a Ferreira como diciendo: “pueden pasar cien vidas y jamás voy a olvidarme”.

Al reanudarse el juego sale Calderón al ataque y hace una jugada de antología con Eduardo Luján Manera. Tocan ambos como si toda la vida hubieran jugado juntos. Felipe Ribaudo, Manera y Calderón se entienden de memoria y Prátola comanda desde el fondo. “Los Profesores” se miran desconcertados, la jugada termina con un penal de Gabriel Ogando a Calderón.

- No me quedó otra que bajarlo porque se iba solo al gol -explica el guardameta cuando Scopelli pregunta.

- ¡Patealo vos José Luis! -grita desde el arco Oscar Pezzano.

- ¡Dale que es tu partido! Calderón lo mira a Prátola y le dice: “Ruso, pateálo vos, regalame un gol más. Regalame el de la despedida”. El “Ruso” le guiña un ojo como diciendo: “te debo una” y con actitud decidida parte hacia el punto del penal. Acomoda la pelota, toma carrera y la clava al lado del palo. La estirpe de gran Capitán en el alma.

Después de hacer el gol, automáticamente se besa la camiseta albirroja. Ana Laura y sus dos nenas lloran de emoción en la techada. Zubeldía y Mangano también. José Luis lo abraza como se abraza a un hermano y Prátola cariñosamente le palmea la espalda. Ambos caminan juntos hacia el centro de la cancha. Antes que el partido se reanude José Luis se saca la número 9 y se la da a Prátola.

- Ruso, estás con nosotros -le dice y comienza a caminar hacia el costado de la cancha. “Los Profesores” le hacen una doble fila de honor a José Luis. Lo van abrazando mientras sale del campo de juego y entra en la gloria. El ‘Beto’ Infante llora de emoción. La emoción de los grandes. Con la salida de Calderón la gente comienza a treparse al alambrado. De a uno van subiendo todos.

El réferi lo mira a Prátola y le dice: -Mister, hágase cargo. Ud. es el Capitán. Pellegrina y el “Yacaré” Echeverría sonríen. Prátola, como buen caudillo, se encarga del asunto.

- Espere un cachito Jefe -le dice al árbitro-, espere que son todos amigos los que están subidos al alambrado.

Está bien que están gritando como unos desaforados, pero son todos amigos. Espere que ya los bajo. ¡Ché, loco, bájense y miren el partido! Ya sabemos que vinieron todos al partido de despedida del Jóse, pero siéntense y no hagan quilombo que queremos seguir jugando un ratito más!

- Ruso, vos no perdés más la maña de gritar adentro de la cancha ¿eh?

- ¡Mirá que yo también juego con ese número!
-grita, subido al alambre, Julián Camino y todos le festejan la humorada.

José Luis Calderón los mira de frente desde la línea de cal y golpeándose el corazón con el puño derecho parece querer decirles “Gracias por todo, los llevo conmigo”.

De golpe el gesto de José Luis funciona como un bálsamo y uno a uno, todos los que están colgados del alambrado, van sentándose en la tribuna: Camino, el “Negro” Rubén Agüero, Juan Carlos Delménico, el “Bambi” Flores, Hugo Medina, Raúl Forteis, Abel Herrera, Luis Raimundo, Alberto Poletti, Carlitos Cajade, Ignacio Peña, Antonio García Almeijenda, Hugo Issa, José Luis Brown, Néstor Togneri, Hugo Gottardi, Juan Ramón Verón, Guillermo José Trama, Marcos Conigliaro, Alejandro Sabella, Raúl Madero, Huguito Spadaro, “Juanchi” Taverna, Carlos Maschio, Oscar “Cacho” Malbernat, José Daniel “Bocha” Ponce, Milano, Rudzki, el “Petiso” Frassoldatti, el “Tucu” Aguirre Suárez, Henry Barale, el “Fantasma” Benito, Alfredo Letanú, Raúl Lavezzi, Miguel Ángel Russo, Eduardo “El Bocha” Flores, Rubén Horacio Galletti, Carlos Pachamé, Hugo Mateos. Todos.

El grito de “Caldeeera, Caldeeera” comienza brotar de las gargantas de toda la tribuna y a bajar por los tablones de madera del viejo estadio de 57. Bilardo se arregla el nudo de la corbata y mira para otro lado porque no quiere que lo vean llorar. En el alambrado quedó solo un chico trepado. Es Juan Sebastián, el amigo de José Luis que grita emocionado porque es el hincha más fanático…

V

Llovía a cántaros y las chapas goteaban por todos lados. El despertador sonó como cada mañana a las siete menos cuarto dentro de la diminuta habitación de paredes descascaradas. La mamá de José Luis fue hasta el cuarto del fondo esquivando pelotas y camisetas a despertarlo.

- Má, no sabés lo que soñé, no sabés lo que soñé! -le dijo José Luis aún transpirado por el sueño a su madre-. Soñé que jugaba en la Primera de Estudiantes, ¡Mamá, con todos los grandes! Zozaya, Zubeldía, Manera, Pezzano, Prátola, Infante, Ferreira, Ogando, estaban todos Mamá. Estaban todos!!!!!!!!!! Y sabés lo que me dijo Zozaya en el sueño ¿Ma, sabés? ¿Querés que te cuente? Me dijo: Pibe, el viejo Ignomiriello algún día dirá que Estudiantes antes que deportistas forma hombres de bien. Ahora vos lo sabés tan bien como nosotros… Ahora sabés que nada en el mundo se compara a lo que siente una persona que se pone la camiseta del Pincha. ¡Eso me dijo Má! ¿Y sabés que? ¿Sabés que, mami? Ya se que quiero ser cuando sea grande.

Quiero ser el goleador de Estudiantes de La Plata.

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Si vos ponés un cronómetro, Argentina corrió mucho más que Brasil. ¿Y eso qué tiene que ver? Hay que ser más serio. El equipo no gana porque juega como el culo. No jodamos. La falta de actitud en la selección argentina es una mentira. Ningún jugador entra a la cancha con una pandereta o pensando en si va comer pizza a la noche. Las mismas cosas que le pasaron a Maradona en estas Eliminatorias le pasó a otros con más tiempo de trabajo.
En el '85 contra Perú clasificamos tirando carteles a la cancha, y Basile fue al repechaje y nos costó un huevo.
El 98 por ciento de los periodistas no entiende de fútbol. Pero no tienen por qué entenderlo. Basta con que se sientan público. Ni gente como nosotros que hace 40 años que trata de buscarle un razonamiento logra entenderlo. Acá lo que se rechaza es esa autoridad para decir: 'Si yo hubiese estado ahí, hubiera puesto puesto a fulano'. Eso es una irrespetuosidad que no le corresponde al periodismo.
La táctica es programática. Por lo tanto, todo lo que sea programático en el mundo de la acción, donde aparece lo inesperado, no tiene mucho sentido. Vos elaborás una táctica para tu día, pero te aparece algo imprevisto y a la mierda la táctica. Un entrenador genera una idea, luego tiene que convencer de que esa idea es la que lo va a acompañar a buscar la eficacia, después tiene que encontrar en el jugador el compromiso de que cuando venga la adversidad no traicionemos la idea. Son las tres premisas que tiene un entrenador. Napoleón no era un táctico, sino un estratega. Si tenía que cambiar, cambiaba. Eso vale para el fútbol también.


(CÉSAR LUIS MENOTTI, entrenador argentino, en una entrevista que le concedió a la revista “La Final”, que realizan los alumnos de 2º año de Deportea el pasado 07/10/09)

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El fútbol no es matemáticas. Dos más dos nunca son cuatro.

(LEO BEENHAKKER, entrenador holandés)

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La gente ya se ha dado cuenta de que no somos gorilas que comemos bananas de los árboles.

(FRANÇOIS OMAN BIYIK, ex internacional camerunés, tras el Mundial de Italia 90)

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Entrevista a John Carlin


John Carlin nos atiende desde Ifakara (Tanzania), donde escribe para “El País Semanal” un reportaje sobre la malaria. Una enfermedad que, como él mismo explica, mata anualmente a casi un millón de menores de cinco años; la gran mayoría, en África, un continente que no le resulta en absoluto desconocido.

Carlin, londinense de madre española, ha trabajado como corresponsal en México, Centroamérica, Suráfrica y Estados Unidos. Es un trotamundos y, además, un todoterreno. Desde hace algunos años nos deleita en las páginas de “El País”, donde lo mismo analiza el momento de Cesc o las rotaciones de Rafa Benítez que relata sus charlas con presos en el corredor de la muerte.

¿Se compagina bien el periodismo político con el deportivo?

Para mí, sí. Tengo el descaro de escribir de muchas cosas muy variadas. El límite que me pongo es el mundo financiero. Hasta ahí no llego.

¿Afrontas ambos de la misma manera?

Me suelto más cuando escribo de fútbol.

¿Se puede aportar al conocimiento de la realidad desde el periodismo deportivo o lo entiendes más como algo así como un entretenimiento?

Todo aporta a todo. Ahora estoy aprendiendo de la malaria, tema bastante nuevo para mí. Eso, de una manera u otra, aportará algo a todo lo que escriba de ahora en adelante, sobre cualquier tema. El periodismo deportivo es tan “real” como cualquier otra cosa, o más. Para muchos de los pobres y los jodidos del mundo, el fútbol es el gran consuelo, la mejor diversión. Que no lo menosprecie nadie.
Ahora, entretener es clave. En todo lo que uno escribe, porque si no la gente no te lee. Y entonces, ¿para qué? Cuando la gente me lee sobre fútbol espero que lo haga dispuesta a sonreír, con sentido del humor, porque así suelo intentar escribir. El día en que me convierta en uno de esos profetas del Antiguo Testamento, o solemnes ayatolás, que tanto abundan en la prensa deportiva, avísenme, por favor, ¡y prometo que lo dejo para siempre!

Conoces profundamente la realidad de Sudáfrica. ¿Están superadas las consecuencias del apartheid?

No están superadas de la misma manera que, por ejemplo, no están superadas en España las consecuencias de la Guerra Civil. Fenómenos sociales y políticos tan enormes dejan huella para siempre.

¿Está preparada Sudáfrica para albergar un Mundial?

Creo que sí. En cuanto a infraestructura general, no lo dudo. Hay un problema grave de delincuencia que me preocupa, en cuanto a la seguridad de los aficionados que vengan de fuera. Como selección, lamentablemente, NO están preparados.

¿La convivencia en igualdad de negros y blancos es más un lema que una realidad?

Conviven en igualdad de oportunidad hoy, pero tras tres siglos y medio de desigualdad pasarán muchos años antes de que haya paridad económica.

Has escrito también sobre la situación de Ruanda. ¿Cómo fue posible que en un país tan a priori idílico se gestara tamaña barbarie?

Lo mismo podrías preguntar de la Alemania de los años 30. Goethe y Beethoven para poco sirvieron.

¿Cómo ves la superación del conflicto y al gobierno de Paul Kagame?

Superado está hoy. No sé si podría volver a estallar. Al gobierno de Paul Kagame lo veo bien, lo mejor posible en las circunstancias, aunque eso signifique que no sea un democracia ni remotamente perfecta.

Y, finalmente, cuando Ruanda se clasificó por primera vez en su historia para la CAF se habló de un paso fundamental a la hora de superar la división del país entre hutus y tutsis. ¿Fue una exageración de la prensa deportiva o tiene esto algo de realidad?

De exageración nada. El deporte tiene una fuerza unificadora inigualable.

¿Cuál piensas que es el nivel deportivo relativo de la Premier y la Liga española?

A nivel deportivo veo a las dos ligas muy parejas, con quizá más técnica en España en los clubes menos fuertes.

¿No crees que en la popularidad de la primera -además de que está mejor vendida- influyen todo el mito que rodea al fútbol inglés y también el dinamismo de los partidos?

Sin duda la historia es un factor a favor. También el dinamismo dentro y fuera del campo, en las gradas, que se palpa en China, California y Singapur.

¿Qué debe hacer la Liga si no quiere perder la estela de la Premier como relatas en tu artículo del pasado domingo?

Mirar más afuera, abrirse y venderse al resto del mundo; no anclarse en los viejos estereotipos; entender que el fútbol es el espectáculo más grande del planeta, no sólo de España o de Europa, o incluso de América Latina.

¿Qué medidas debería tomar la Federación Española de Fútbol para convertir la Copa del Rey en una competición del carisma, la pasión y la trascendencia de la FA Cup?

Difícil. La historia no se compra. Un puesto en la Champions no vendría nada mal, claro.

Es curioso que en un país tan ligado a la tradición se haya terminado por sucumbir a la Ley Bosman ¿Cómo ves la masiva llegada de futbolistas extranjeros a los grandes de Inglaterra?

Como dijo Mandela una vez de la globalización, “es como el invierno, te guste o no te guste, ahí está”. Con lo cual, mejor disfrutarlo sin demasiadas lamentaciones.

¿Crees que han perdido parte de su esencia equipos como el Arsenal por no contar más que con dos jugadores ingleses en su plantilla?

Curiosamente, no. Es notable como jugadores de lugares tan dispares llegan a la Premier y de cierto modo asimilan esa furia que tiene el fútbol tradicional inglés. Lo ves hoy en el Arsenal, cuyos aficionados ingleses nunca han estado más felices, me consta.

¿Cuál es el motivo del descenso de competitividad, en general, de los equipos británicos cuando juegan fuera de las Islas?

Será que sigue la tendencia desde mediados del siglo XIX a que los demás mejoren y los ingleses se queden parados.

¿Por qué está teniendo la selección inglesa tantos problemas para clasificarse [finalmente ha caído eliminada] en su grupo de la Eurocopa?

No sé.

Se señala como culpable a McClaren, pero ¿crees que ha influido un posible descenso en la calidad media del futbolista inglés? ¿Crees que puede montarse una selección competitiva, o que hay problemas en algunos puestos? ¿Son compatibles Lampard y Gerrard?

Creo que sí que se podría montar una selección inglesa competitiva (Terry, los dos Coles, Gerrard, Rooney…). Por ejemplo, con Mourinho de entrenador, cosa que no veo, por cierto. Me parece absurdo que no sean compatibles los dos, que los seleccionadores sean incapaces de encontrar una solución.

¿Crees que el desembarco generalizado de millonarios inversores en el fútbol inglés será bueno a medio/largo plazo? Al hilo de esto, ¿qué futuro le ves al Chelsea? ¿crees que camina hacia una “galactización”?

Repito lo del invierno y Mandela… El Chelsea hará muy bien si logra seguir siendo altamente competitivo con Avram Grant, o con quien sea.

Tu libro "Los ángeles blancos" relata el momento cumbre del Madrid galáctico: la gira asiática nada más fichar a Beckham. ¿Por qué crees que ese equipo se desplomó de forma tan inesperada?

Desplome del Madrid; fue algo épico, extraordinario. En Marzo lo iban a ganar todo y a finales de Abril no les quedaban opciones en nada. Obviamente la explicación reside en el estado anímico de los jugadores (¡¡que no me vengan con estupideces de que la gira del verano anterior tuvo que ver!!). Me atrae la explicación de Florentino, que dijo que lo que pasó fue que cuando perdieron la copa y vieron que no iban a lograr el gran triplete histórico empezaron a perder la motivación (ya que lo demás ya lo habían logrado casi todo) y cuando el pobre Raúl falló esa ocasión contra el Mónaco y se fueron de la Champions, pues ahí se rindieron. Se aburrieron. Ese equipo galáctico con la cuarta parte de la garra del actual Madrid hubiera hecho cualquier cosa.

(entrevista publicada en “Diarios de fútbol”, 21 de Noviembre de 2007)

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Repasando la historia de las visitas de equipos del fútbol extranjero, se dio un caso muy extraño cuando a comienzos de nuestro profesionalismo, allá por 1933, el Motherwell escocés realizó una gira por Argentina. El dato curioso es que comenzaron sus actuaciones, en amistosos, con una serie de derrotas, alimentando el pensamiento local de que nuestro fútbol era el mejor del mundo.
Claro está que luego, al promediar la extensa serie de partidos programados, el Motherwell pareció imbatible, revertiendo las opiniones desfavorables y quedándose con un balance muy favorable. La serie de partidos realizados fue la siguiente:
Combinado de Capital 1 - Motherwell 0
Combinado de Capital 3 - Motherwell 0
Combinado de Provincia 2 - Motherwell 1

Tres primeros partidos y tres derrotas. Mal comienzo, pero después...

Rosario 3 - Motherwell 4
Selección Argentina 0 - Motherwell 3
Combinado argentino-uruguayo 0 - Motherwell 3
Combinado de provincias 1 - Motherwell 4
Rosario 2 - Motherwell 3

Al Motherwell lo frenó Boca Juniors en el último partido de su gira, pero consiguiendo apenas un empate sin goles. El Motherwell fue fundado en Escocia el 17 de Mayo de 1886 y su indumentaria deportiva consiste en pantalón blanco, casaca amarilla y medias rojas.
Su estadio es el Fir Park Stadium, con capacidad para 13.742 espectadores. Fue campeón escocés en 1932, obtuvo 2 campeonatos de División I (1982 y 1985), 2 campeonatos de División II (1954 y 1969) y 2 Copas de Escocia (1952 y 1991).

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Si uno necesita un piano y compra un Mercedes Benz, tiene un Mercedes Benz, pero le sigue faltando el piano.

(FERNANDO RIERA, discutiendo en 1971 con Alberto J. Armando, Presidente de Boca Juniors, luego que éste le contratara dos jugadores que el técnico chileno no había pedido)

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Siempre nos recordaba lo importante que era ganar. ‘Plin-caja’, nos decía antes de un partido, queriendo explicar que primero estaban los puntos y luego lo demás. Después, si ganábamos, nos decía: ‘Ahora tienen que pasar todos por caja para cobrar la prima’.
Dentro del vestuario era amigo de todos y el ambiente era inmejorable. Tenía mucha gracia y nos hacía salir con confianza a la cancha.

(JOSÉ EULOGIO GÁRATE, ex jugador del Atlético de Madrid, recordando al entrenador argentino recientemente desaparecido: Juan Carlos “Toto” Lorenzo -foto-)

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El niño pelota (Luis Martín - España)


El doctor Jaume Matamala se levantó del sillón, llenó un vaso con agua y se lo acercó a aquella mujer sollozante, desesperada, que sentada en su despacho y recién llegada de Logroño le imploraba ayuda.

Cálmese, señora, y explíquemelo otra vez, poco a poco, para que pueda entenderla.

Doña Engracia Mejorana sorbió del vaso, se secó las lágrimas, tomó resuello y volvió a intentarlo.

-Pues nada, doctor, que mi hijo quiere ser pelota y me han dicho que es usted el único en España que nos puede ayudar.

El eminente psicólogo volvió a sentarse en su sillón de cuero y con tono tranquilo le dijo a aquella buena mujer.

-Pero a ver, señora. ¿Pelota? En todos los colegios del mundo hay niños que se chivan de los compañeros a los profesores, que confunden la traición a su colectivo con el buen comportamiento. Yo mismo fui un poco pelota durante mi etapa de bachillerato y al empezar los estudios universitarios cambié radicalmente mi conducta en las aulas. La verdad, no acierto a comprender su preocupación.

La señora, evidentemente, había pasado antes por una situación parecida, así que sin mediar palabra, se levantó de su asiento, dio un par de pasos, se acercó a la bolsa de deportes que había dejado en el suelo al entrar en el despacho y la abrió.

Han pasado unos años y demasiadas cosas, unas buenas y otras malas, la mayoría sorprendentes y extraordinarias, pero la vida del doctor Matamala tuvo un antes y un después de aquella mañana. Nunca olvidará el momento que conoció a Eugenio López Mejorana en su consulta de la calle Jordi Bas de Barcelona.

-¿Lo ve, doctor? Eugenio quiere ser pelota. No chivato de sus compañeros de clase, no. ¡Pelota, pelota de fútbol!; aclaró doña Engracia al tiempo que una bola blanca con topos negros le miraba tímidamente desde el suelo.

Tenía ojos, había perdido la nariz y las orejas, pero conservaba una boca pequeña y dos manitas se adivinaban a cada lado de aquello que antes fue un niño y que apenas ya ni podía andar, desplazándose dando botes sobre aquello que un día habían sido dos pies.

La primera reacción del doctor fue beberse el vaso de agua que le había acercado a su cliente. Después retiró un enorme tomo de una estantería, lo abrió, sacó una botella de Cardhu y se echó un buen trago. Miró de nuevo a la señora, miró a su hijo, o a la pelota, o a lo que fuera aquello y no pudo por menos que exclamarse.

-¡La madre que me parió!

Delante suyo, una pelota, con sus hexágonos negros y todo, le saludó:

-Buenos días, doctor.

Estiró su mano y tocó al niño. No tenía piel, el tacto recordaba al cuero sintético de los balones con los que jugaban sus hijos. Reprimió el instinto de patearlo pero el crío, o la pelota o lo que fuera, no era tonto y le dijo.

-Chúteme, doctor, chúteme. Es lo que más me gusta, le pedía “aquello”.

Enseguida reparó que tenía ante sí un caso excepcional de mutación por efecto de la voluntad y no dudó.

-Señora, chaval, pueden contar con mi ayuda, dijo.

Durante semanas buscó en libros de psiquiatría un antecedente semejante. Durante meses viajó de seminario en seminario por medio mundo mientras Eugenio seguía mutando en su pueblo de Las Almodrejas, tan feliz. A cobijo de sus paisanos, que compartían gustosos su secreto, aguardó la llamada del doctor, que no tardó en contactar con la NASA. Allí le llevaron ante una eminencia en física psicomolecular, al que conocía de leer sus artículos en revistas especializadas: el doctor Márius Stevanger, doctor honoris causa en Psicología por tropecientas universidades.

Descubrió así una patología rara como pocas: cuatro casos en el mundo. Una niña/silla en la India, en 1930, un bate de béisbol en Colorado en 1948, y otro caso, éste más moderno, datado en 1994, el de dos gemelos convertidos en raquetas de tenis en Achillmore, al norte de Glasgow. Y punto pelota… nunca mejor dicho.

El doctor tuvo acceso a documentación restringida de los archivos del departamento de micromutación de la Universidad de Berlín y entró a formar parte de un reducido grupo de psicólogos ante los que juró mantener en el más puro secreto profesional aquel caso de patología increíble. Le explicaron que no había vuelta atrás para su paciente mientras no cejara en su voluntad de convertirse en balón de fútbol, algo que descartó, y supo que el proceso se completaba en la pubertad y no tenía vuelta atrás. A los 17 años, sería una pelota.

Así fue. Dos años después, Eugenio, aquel niño, era una pelota de fútbol. Y hubiera sido una pelota feliz para deleite de sus sobrinillos y demás lugareños del pueblo de no ser porque Lluis Bermell, buen periodista pero peor que la tiña como persona, traicionó a su propia esposa, prima del susodicho Eugenio, la pelota, bueno, eso, que le contó la historia con motivo de una visita a los tíos del pueblo.

-No te preocupes, no te preocupes, cariño; dijo aquel tipejo.

Bermell se fue de Las Almodrejas, tras haber hablado largas horas con el niño balón y una foto que, una semana después, convirtió en la portada del MARCA.

Maldita la hora.

Al doctor se le fue el paciente de las manos, y al paciente su vida. Inconsciente del daño que a una indefensa pelota le podía causar un mundo tan hostil como el del periodismo deportivo, sucumbió a la fama y al dinero convirtiéndose en un producto mediático.

Doña Engracia lloraba y Agapito, el padre de la pelota, se lamentaba.

-¡Dos hostias y pal campo!, eso tenía que haber hecho. ¡Si me hubierais dejao, dos hostias “dás” a tiempo y to arregláo!, bramaba.

Al principio, todo fueron risas para Eugenio, el niño que quería ser pelota y ya lo era. Fichado por una multinacional americana, se convirtió en icono de lo que llamaron “una manera inteligente de amar el fútbol”. Patrañas. Sólo faltó que el más famoso periodista radiofónico, Juan Cazón de la Almorrena, iniciara una campaña para que Eugenio fuera el balón oficial de la final de Copa del Rey de la temporada 2007. Lo fue. Y maldita la hora.

-¡No, desaparece, vámonos de España!, le suplicaron doña Engracia y el doctor Matamala.

Pero Eugenio no hizo caso y acabó en el centro del campo del Vicente Calderón en brazos de Mejuto González. A un lado, el Real Madrid. Al otro, el Athletic Club de Bilbao. 22 jugadores, millones de espectadores y Eugenio feliz como nunca. España estaba pendiente de él, que iba de las botas de Raúl a las manos de Aranzubia, de la cabeza de Llorente a la zurda de Yeste, de la valla de publicidad a las manos de Casillas y de allí a Helguera… Así hasta el minuto 87 de partido cuando Iraola le recibió con la izquierda y sin proponérselo, la armó buena. Qué contento iba Eugenio/pelota pegado a los pies de aquel crack, que fue superando a un rival, a dos, a tres, que tiró una pared con Tiko y encaró a Casillas, amagando el disparo abajo y golpeando a Eugenio con pie de seda para superar por alto la salida del portero.

Ahí estaba Eugenio, la pelota, eso, volando camino de la portería que da al Manzanares en el Calderón, todo el País Vasco empujando para que entrara, media España lamentando ya el gol. El niño pelota botaba camino de la gloria. Ya intuía los gritos de GOOOOL. Cerró los ojos y… buen golpe se dio en el palo.

Y cuando el madridismo respiró tranquilo, la pelota, o sea Eugenio, pensó.

-Esta jugada merece ser gol.

Lo fue. Eso, la pelota, Eugenio, dio media vuelta y se metió dentro. El árbitro, claro, dio gol.

Y la final terminó 1-0, no sin antes cambiar de pelota. La que se armó.

“Balón etarra”, tituló La Razón. “El Athletic mereció la Copa y la final, otro balón”, escribió Santiago Segurez en “El País”. “Maldita pelota” abrió el AS. La Copa del Rey se fue a Bilbao y en Madrid empezó una campaña inhumana contra Eugenio/pelota, terrible y despiadada. En el pueblo, a Don Agapito le quemaron los campos.

La casa en Cabrils del doctor Matamala fue atacada por un grupo de españolistas. Cuando Doña Engracia enfermó, muriendo poco después, Eugenio trató de suicidarse bajo las ruedas de un camión, sin lograrlo. Enganchado al remolque desapareció del pueblo… y nunca más se supo de Eugenio, el niño que quiso ser pelota hasta que años después apareció en Bilbao.

Una tarde. Andoni Zubizarreta presidente del Athletic, paseaba por el Arenal de Bilbao con su hija Jone, cuando vio un trozo de cuero sintético tirado en una de las escaleras que bajan hasta la ría. Por un momento le pareció que aquello hablaba y se acercó. Murmuraba delirando aquella pelota que reconoció rápidamente.

Era Eugenio, aquel niño pelota que conoció un par de años antes, en aquella final contra el Madrid. Estaba fatal, casi no tenía topos negros, pálido, helado estaba, después de una semana de lluvias, calado el niño pelota hasta los huesos… bueno, hasta lo que tuviera dentro. Zubi cogió aquella piltrafa y se la llevó a Lezama. Allí la cuidaron como sólo se cuida al fútbol en Bilbao.

Meses después, un seguidor del Real Madrid le denunció. Eugenio era el balón oficial del Infantil A en Lezama. La federación le retiró la Copa al Bilbao y el presidente convocó una rueda de prensa.

“Perdemos una Copa, pero ganamos una pelota”, dijo Zubi.

Una pelota llamada Eugenio que fue feliz y no comió perdiz, porque los balones no zampan pajaritos.

(publicado en el libro “37 cuentos alrededor de un balón”, editado por periodistas catalanes, con la colaboración de Samuel Eto’o. Los beneficios fueron destinados a la Fundación Campaner que lucha contra la enfermedad del Noma en África)

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Nuestro pueblo busca el arte


En deportes, nuestro pueblo demuestra que es inteligente y latino. Gusta de lo espectacular; busca el arte. Con sólo haber hecho del fútbol una predilección evidencia la calidad de su inteligencia. Nada comparable en deportes a una cancha bañada de sol, con los pentagramas de sus graderías bulliciosas formando una aureola sobre ese suelo verde... Un ring suele transmitir emoción, una cancha de rugby también, pero es una emoción más sajona. Se nos dirá que el fútbol es de procedencia sajona. De acuerdo con ello, pero de procedencia solamente, porque tenemos la plena seguridad de que en ninguna parte se juega uno tan lucido, tan emotivo.
Al jugador de estas orillas del Plata le dieron un libro de buen contenido y él se encargó de ilustrarlo.
Los ingleses nos enseñaron las reglas y algo del juego pero cuando entraron a tallar nuestros muchachos se comenzaron a improvisar las jugadas que le dieron fisonomía propia. Y hoy quizá los profesionales ingleses nos ganen a meter goles pero a jugar, a jugar en el sentido ampliio.de! vocablo, a hacer los más endiablados dribblings, a eso, nunca. Todos estos detalles justifican la inteligencia intuitiva de nuestro pueblo. Tiene, pues un valor fundamental.

(RICARDO LORENZO "Borocotó" [1904-1964], periodista deportivo, escritor y guionista uruguayo, radicado en Argentina -1928-. En la imagen, parado a la izquierda de Juan Manuel Fangio)

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Dios no me dió la posibilidad de tener hijos. Pero me dio otra chance: ese lugar para mí lo ocupa River Plate.

(ANTONIO VESPUCIO LIBERTI [1902-1978], y toda su pasión por el Club Atlético River Plate, del que fue varias veces Presidente)

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La pasión que genera el futbol hunde sus raíces en la oculta presencia de la muerte, que está presidiendo todos los actos humanos, cada vez que estos actos se miden por el paso del tiempo.

(JUAN VILLORO, escritor mexicano)

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Gol (William Roberts - Inglaterra)

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