(MARCELLO LIPPI, entrenador de Italia, descreyendo sobre la superioridad que tendría la ‘azzurra’ ante Australia en el Mundial 2006)
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(MARCELLO LIPPI, entrenador de Italia, descreyendo sobre la superioridad que tendría la ‘azzurra’ ante Australia en el Mundial 2006)
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Pelota de cuero (Edmundo Rivero - Argentina)
la luz de mi barrio fue un rayo de sol.
Siguiendo la comba de aquel barrilete
a un arco de trapo le hice el primer gol.
Fui un crack y mis glorias en locas tribunas
igual que los sueños quedaron atrás,
y ahora este cruel referí de la zurda
restándome chance me marca el orsai.
Pelota de cuero, que amé desde pibe,
nacida en la magía de un mundo irreal.
Tras de la vidriera sos para el purrete
como una muñeca que dice:
“Llevame, que quiero jugar”.
Pelota de cuero, bordás en tu vuelo
el sueño más lindo de la juventud.
Nos das en la cancha el triunfo, el fracaso,
mas todos queremos beber en tu vaso,
pelota de cuero, la gloria de un club.
Mi pálida historia escrita en tus gajos
recorre a dos arcos el verde tapiz,
y veo a mi madre, cosiendo el andrajo
que vistió de fútbol mi infancia feliz.
En esta camisa azul, franja oro,
no puedo arrancarla, y me hace en el alma,
pelota de cuero, ¡el último gol!
Pelota de cuero, ¡el último gol!
Esta primera versión del duelo de los equipos de Avellaneda, terminó con el triunfo de Independiente por 3 a 2, pese a que los pronósticos lo daban como al equipo más débil, porque venía de perder por goleada frente Atlanta.
La expectativa era mucha. El primer tiempo había terminado 2 a 2 y ya era toda una sorpresa, porque Independiente ofrecía enorme tenacidad a su poderoso adversario.
Pero la sorpresa fue mayor cuando, faltaban solo 3 minutos para el final, el delantero Rosendo Degiorgi anotó el gol de la victoria.
Los diarios de la época reflejaron las alternativas del juego, iniciándose una rivalidad futbolera que aún perdura en estos tiempos, seguramente hoy con mucho más fervor.
Racing alineó con Marengo; Mignaburo y Deluchi; Werner, Juan Ohaco y Larralde; B. Ochoa, Collazo, Bruzone, Ibáñez y Piatti.
Independiente formó con Bazara; González y Paist; Zetti, Hermida y Degiorgi; Pumarini, Arregui, Tagliaferri, Peluffo y Rosendo Degiorgi.
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(JOHAN CRUYFF, resumiendo su pensamiento acerca del funcionamiento de Holanda y su "fútbol total" a mediados de los '70)
(HORACIO PAGANI, periodista deportivo argentino, en el programa “Estudio Fútbol” que se emite diariamente por el canal TyC Sports -2008-)
La leyenda de Epecuén (Horacio Iannella - Argentina)
Es probable que alguien le hable del pueblo que en Argentina, en la década del ochenta, desapareció bajo las aguas.
Quizás lea en un diario o vea por televisión un informe periodístico, seguramente complementado por datos de hidrología, que le explicará en detalle que las lagunas encadenadas se vieron desbordadas y que las compuertas que separaban las masas de agua de un pueblo con otro, fueron en algunos casos destruidas con explosivos por lugareños para los cuales, en ese momento, el habitante de la localidad vecina era el enemigo.
Dirán otros que la desaparición de alguna población era previsible. Le pondrán como ejemplo que los ingleses, cuando construyeron las vías ferroviarias en la zona, lo hicieron en varios tramos a seis o siete metros de altura previendo inundaciones.
Se hablará también, seguramente, de alguna obra hidráulica mal hecha o que se hizo a medias porque el dinero se malgastó en otras cosas.
No les crea. Por más explicaciones técnicas que le brinden, no les crea.
Lea eso sí, a continuación, la verdadera historia.
En el sudoeste de la provincia de Buenos Aires existió un pequeño pueblo llamado Epecuén.
Había allí un club, Gauchos de Epecuén, que participaba en los torneos regionales de fútbol.
Para aquellos campeonatos los equipos de cada pueblo solían reforzarse con varios jugadores de la capital o de otras ciudades, a los que les pagaban unos pesos y los viáticos. Gauchos de Epecuén jamás aceptó que ningún forastero formara parte de su escuadra. Esto lo llevó a ser considerado un ejemplo de ética deportiva aunque muchas veces los resultados no eran los esperados.
El club provenía de la fusión, en 1968, del Atlético Epecuén y del equipo de Estancia “La Concepción”, de propiedad de los Alzaga Unzué. La utilería y los vestuarios estaban ubicados detrás del arco orientado hacia el norte y según se dijo siempre, una de las paredes lloraba las derrotas. Estaba comprobado que sólo esa pared chorreaba agua cuando el equipo perdía. Si ganaba o empataba el muro permanecía totalmente seco.
Hubo un año en que al empate del primer partido del campeonato le siguieron seis triunfos, lo cual generó una algarabía espectacular en el pueblo.
Para la fecha siguiente la cancha era una fiesta. La gente tapizó todo con los colores azul, blanco y rojo del club y la cancha se colmó de espectadores. Gauchos perdió siete a cero. La pared lloró tanto que los jugadores tuvieron que cambiarse en otro recinto, la inundación provocó que el campo de juego quedara totalmente tapado de agua y hubo que poner bolsas de arena adelantes de las puertas de varias casas aledañas.
Pero en aquellas tribunas, todavía como hinchas había un grupo de jóvenes, una generación de futuros cracks nacidos allí, en Epecuén, gracias a la intervención del ángel de la pelota. Estos chicos empezaron a ganar partido tras partido en las categorías infantiles y a los pocos años produjeron la mayor alegría en la historia del pueblo: campeones juveniles.
Luego de la obtención de este título llegaron representantes de clubes de distintas ciudades con la intención de llevarse a las nuevas estrellas del fútbol. Los jóvenes, imbuidos del espíritu que sus mayores les inculcaron desde la cuna, se negaron y decidieron seguir vistiendo la poco gloriosa aunque muy amada camiseta de Gauchos de Epecuén.
Disputaron el torneo de mayores, ganaron el Regional y obtuvieron el derecho de jugar otra instancia para acceder al Campeonato Nacional en el que participaban los grandes del fútbol argentino. La posibilidad de jugar frente a San Lorenzo, River o Boca no dejaba dormir a nadie en el pueblo. En la anteúltima página de la revista “El Gráfico” salió una pequeña foto del equipo y cada poblador compró y guardó un ejemplar.
Después de ganar los dos primeros partidos de un cuadrangular llegaron a la instancia final y el pueblo vivió aquellos días con una excitación incomparable.
Jugaron de locales contra Olimpo de Bahía Blanca que movilizó mucha gente. El partido fue un engaño ya que el referí estaba comprado. Antes que finalizara el primer tiempo ya habían expulsado a los dos mejores jugadores de Gauchos y el resto poco pudo hacer.
Promediando el segundo tiempo la pared empezó a llorar, Gauchos perdía dos a cero. Fue un llanto implacable.
El agua llegó rápidamente hasta la cancha y comenzó a inundarla. Diez minutos antes que finalizara el tiempo reglamentario el árbitro suspendió el partido ante la imposibilidad de seguir jugando.
Torrentes incontenibles arrasaban todo a su paso. Los hinchas bahienses no entendían qué estaba sucediendo.
Los locales sabían que era su pared que lloraba.
La gente de Bahía Blanca tuvo que dormir en los autos y colectivos en los que habían viajado porque el barro era tal que les fue imposible salir con los vehículos. Al día siguiente fue peor, debieron irse a pie y chapoteando el agua que les llegaba a las rodillas.
Al ver que no se detenía, un grupo de pobladores quiso acercarse a la pared para derribarla pero fue imposible.
Ésta siguió llorando su pena futbolera, no se detuvo y Epecuén desapareció bajo las aguas.
(un gracias enorme a Horacio por autorizarme a publicar este cuento)
En un principio los dirigentes argentinos le atribuyeron las amenazas a algunos fanáticos uruguayos, debido a que en la final del Campeonato Sudamericano de 1929, disputada en Buenos Aires y ganada por Argentina, Monti se había trenzado a golpes de puño con el guapo de la otra orilla, Lorenzo Fernández.
Francisco "Pancho" Varallo recordaba años después: "Monti no tendría que haber entrado en la final, se lo notaba cohibido, como con miedo a jugar".
Pero con el tiempo se sabría que se trataba de la mafia italiana, comandada nada más ni nada menos por Benito Mussolini. La idea era que la selección argentina fuera derrotada por los locales y que el culpable del subcampeonato sea de Luis Monti, para que todo el pueblo de su país lo maltrate y menosprecie, para que finalmente cuatro años más tarde acepte defender la camiseta del seleccionado italiano, el cual sería local en el '34.
Los espías italianos encargados de cumplir la misión eran Marco Scaglia y Luciano Benetti, quién apenas comenzada la final del mundo le comentó por lo bajo a su colega: "Dentro de noventa minutos sabremos si tendremos que matarlo a él, a su madre u ofrecerle mucho dinero para ir a jugar a Italia".
Finalmente Monti jugó contra su voluntad, pero el miedo le impidió hacerlo como merecía la afición argentina. Tiempo después recordaría: "Me mandaban anónimos, no me dejaron dormir la noche anterior".
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Creo que tiene una especie de computadora en la cabeza y que sabe qué hacer en cada situación. No le dabamos órdenes especiales. Sólo le pedíamos que jugara como Roger Milla.
(VALERI NEPOMNIACHI, entrenador ruso a cargo de Camerún en Italia 1990 recordando a Roger Milla)
(THIERRY HENRY, opinando el pasado viernes en el periódico 'Le Parisien', acerca del rumbo de la Selección de Francia y la conducción de Raymond Domenech)
Otro ejemplo muy claro es el de Roberto Passucci, quien tras seis temporadas en Boca [1981-1987] donde le permitían (por decirlo de alguna manera) explayar libremente su riguroso trato a los rivales le fue muy difícil tener que adaptase a jugar sin esa habitual permisividad cuando le tocó desempeñarse en Talleres de Córdoba y en Unión de Santa Fe.
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(JOSÉ LUIS CHILAVERT, ex arquero paraguayo, "atendiendo" al goleador de Boca Juniors quien en 1999, jugando por la Selección, erró tres penales ante Colombia)
(CAMILO JOSÉ CELA (1916-2002) escritor prolífico, novelista, periodista, ensayista, editor de revistas literarias, conferenciante y académico español)
Profesionalismo vs. Amor a la camiseta
Los ídolos de equipos grandes que de chicos hinchaban por “la contra”
Racing e Independiente tienen técnicos con pasiones cruzadas. Pero también los tuvieron Boca y River y San Lorenzo y Huracán. ¿Es condición ser hincha para triunfar en un equipo? El listado de los que cuando eran niños alentaban a los rivales.
La llegadas de Claudio Borghi y de Juan Manuel Llop a las direcciones técnicas de Racing e Independiente y sus pasados como hinchas de la “contra” provocaron revuelo entre los fanáticos de ambas instituciones de Avellaneda. Mientras que a unos poco parecía importarles el pasado de “tablón” de sus nuevos directores técnicos, otros salieron ofuscados a denostarlos en los distintos foros de Internet.
La historia demostró que no siempre los que fueron más admirados por las hinchadas de los equipos grandes de la Argentina fueron los que desde la cuna abrazaron los colores que los consagraron. Hasta en algunos casos, los más ganadores con una escuadra, cuando pequeños soñaban con gritar goles trepados al alambrado de la tribuna diametralmente opuesta a la que los admira.
Enumeramos entonces los casos de ídolos de los cinco equipos grandes que de niños eran hinchas de otros cuadros.
ÍDOLOS DE BOCA JUNIORS
Diego Cagna (hincha de River)
El padre del capitán del equipo que batió el récord de partidos invicto trabaja en el estadio Monumental de Núñez desde hace décadas. Cagna heredó esa pasión pero tantos años en el Xeneize llevaron a que declare que ahora le quiere ganar sí o sí al que fue el equipo de sus amores durante su infancia.
Carlos Bianchi (hincha de River)
El entrenador que más títulos consiguió en la historia de Boca Juniors, soñaba de pequeño con lograr lo que logró pero con una banda roja en su pecho y el “9” en su espalda. Hoy ya se considera parte de la “familia” del equipo de la Ribera pero no niega su pasado.
Diego Armando Maradona (hincha de Independiente)
¿Quién puede negar que el “Diego” sea fanático de Boca? Su padre era desde siempre seguidor del equipo de la Ribera pero el más grande de todos los tiempos se eclipsó ante la magia del “Bocha” Bochini y tiró durante un tiempo por el “Rojo”. Su palco en la “Bombonera” hace que ese pasado quede totalmente sepultado.
ÍDOLOS DE RIVER PLATE
Daniel Passarella (hincha de Boca)
El defensor más goleador de la historia de River Plate, en su Chacabuco natal pateaba con su zurda el balón soñando con ser Marzolini, Rattín o “Rojitas”. En el ’98 estuvo a punto de ser entrenador Xeneize pero por algunos detalles el acuerdo se cayó y el elegido fue Carlos Bianchi. ¿Qué hubiera pasado?
Norberto Alonso (hincha de Racing)
El “Beto” se probó en Racing varias veces pero lo rebotaron. Cansado de no poder cumplir su sueño, se fue hasta Núñez en una época en la que el “Millonario” contaba años sin títulos. Cuando la sequía cumplía 18, con la “10” en la espalda llevó al equipo a la gloria y la hinchada lo adoptó como ídolo.
Reinaldo Merlo (hincha de San Lorenzo)
En las veredas de La Paternal donde Paysandú y Añasco se cruzan, un nene de cabello rubio jugaba de delantero emulando a José Sanfilippo. Todo cambió con los años para Mostaza. Se quedó con la “5” de River hasta su retiro y dice que el Monumental es "su casa".
ÍDOLOS DEL RACING CLUB
Juan José Pizzutti (hincha de Independiente)
Uno de los máximos goleadores de la historia de Racing y el técnico más ganador con esa casaca, confesó que de chico le tiraba la contra. Con el tiempo esa pasión se le fue yendo y hoy nadie puede negar que “José” es tan de Racing como Gardel.
Claudio “Turco” García (hincha de Huracán)
Inolvidable es el “Turco” para los hinchas de la “Academia”. Su gol con la mano y los pantalones que se “dejaron caer” ante Independiente lo ponen entre los máximos ídolos de Racing. Pero ese atrevido wing nunca negó su pasado “Quemero”.
Rubén Oscar Capria (hincha de San Lorenzo)
Cuando era pequeño en General Belgrano, el “Mago” pateaba tiros libres con la misma precisión que lo caracterizó siempre pero soñando con que los hacía con la camiseta azulgrana. Su hermano Diego cumplió ese sueño pero al último “10” que tuvo Racing, le quedó como asignatura pendiente.
ÍDOLOS DE INDEPENDIENTE
Ricardo Bochini (hincha de San Lorenzo)
Nunca negó el “Bocha” que de chico era hincha de San Lorenzo. Poco les importa a los del “Rojo” que disfrutaron de sus pases milimétricos y de su talento por casi dos décadas. Una calle lindera al futuro estadio lleva su nombre por lo que su pasado “cuervo” queda para el álbum de fotos familiares.
Enzo Trossero (hincha de Racing)
En el ’83, Racing se estaba despidiendo de la Primera División e Independiente se estaba consagrando campeón. El árbitro sancionó un penal en contra de los más sufridos de Avellaneda y un férreo marcador central lo convirtió en gol. Ese era Enzo Trossero que de chico nunca hubiera imaginado ser protagonista de esa historia.
Luis Artime (hincha de Racing)
Su admiración por Rubén Bravo lo llevó a jugar siempre de delantero y a acostumbrarse a gritar goles. Uno de los más eficientes centro atacantes de los ’60 fue ídolo “Rojo” antes de pasar a River y Nacional de Montevideo pero nunca negó su fanatismo por la “Academia”.
ÍDOLOS DE SAN LORENZO DE ALMAGRO
Héctor “Bambino” Veira (hincha de Huracán)
“De la mano del ‘Bambino”, la vuelta vamos a dar” cantaba la hinchada de San Lorenzo. Veira fue la cuota de picardía de los “Carasucias” junto a Rendo, Doval, Areán y Casa pero de pequeño era ciudadano de Parque Patricios y como casi todos los de allí, el “Globo” era su pasión.
Néstor “Pipo” Gorosito (hincha de River)
Su padre le puso de nombre Néstor y de segundo nombre Raúl como claro homenaje a Rossi. De niño emulaba a su tocayo jugando de mediocampista central. Los años lo convirtieron en enganche y en símbolo “cuervo”.
Leandro Romagnoli (hincha de Huracán)
“Pipi” estuvo cerca del ring side en una oportunidad en la que se homenajeó a un ícono “quemero” como lo es Oscar “Ringo” Bonavena. Cuenta una leyenda que heredó esa pasión de su papá Atilio y hasta se hizo un tatuaje de un globo que ya tapó con otro.
Otros equipos
No es todo esto ya que podemos nombrar a otros símbolos de los equipos más importantes de la Argentina que simpatizan (o simpatizaban) por los denominados chicos.
En lo que respecta a Rosario Central cuenta como hinchas a Javier Mascherano (ex River) y Leandro Gioda (actual Independiente) e incluso al ex “leproso” Juan Simón. Su archirrival Newell’s tiene a Lionel Messi y al “Tolo” Gallego como simpatizantes.
Diego Latorre y el “Pipa” Jorge Nicolás Higuaín gritaron los goles del “Beto” Márcico en el Ferro de Griguol pero nunca pudieron ponerse la “verde” de sus amores, algo que sí pudo hacer Roberto Fabián Ayala.
Entre los cordobeses podemos decir que Pablo Aimar sueña con jugar en su querido Belgrano como lo hizo Mario Kempes en su amado Instituto y Oscar Dertycia en Talleres. Dos hinchas de equipos de La Plata como Ricardo Caruso Lombardi (Estudiantes) y Rodrigo Palacio (Gimnasia) nunca tuvieron vínculo alguno con los equipos de su corazón pero sueñan con poder conseguirlo.
El “Tigre” Gareca volvió de Colombia (tres veces finalista de la Libertadores con el América de Cali) para cumplir su sueño de jugar en Vélez. También Hernán Díaz pudo jugar en Colón (siempre dijo ser “sabalero”) cuando River lo cedió a préstamo. Cerca estuvo el “Chanchi” Estévez de jugar en su Huracán querido pero hasta ahora no lo concretó.
Si a equipos que están en el fútbol del ascenso nos referimos, podemos decir que Chacarita Juniors tendría un técnico que ahora dirige a un equipo grande (Carlos Ischia) y a un arquero de Selección (Oscar Ustari) si ambos se decidieran a trabajar en el equipo de sus amores. Siguiendo esa línea, Julio Cruz volvería al país para cerrar su carrera en su querido Témperley tal como lo hizo Néstor Fabbri (otrora capitán de Boca y Racing) en All Boys.
¿Amor a la camiseta?
Queda claro entonces que para triunfar en el fútbol no hace falta tener ese fuego sagrado que tienen los sufridos hinchas que pagan semana tras semana su popular para alentar al equipo. Profesionalismo, talento y garra son los condimentos necesarios para lograr ser ídolo.
Las viejas camisetas de piqué quedan archivadas y tanto futbolista como técnicos demuestran que con el pitazo inicial no hay pasado ni tradición que valga. Así entonces, los hinchas de Independiente podrán soñar con dar la vuelta de la mano del racinguista Borghi mientras que la “Guardia Imperial” anhela evitar la Promoción y por qué no construir una nueva estatua de un Juan Manuel Llop que cuando niño admiraba a Bochini.
Los verdaderos hinchas entonces están detrás del alambrado...
(artículo publicado en Abril de 2008 en el portal “26 Noticias”)
A Diego lo admiro como jugador, por lo que fue y lo que es, pero sobre todo como una persona que defiende sus principios e ideales por encima de todo. Maradona se animó a hacer y decir muchas cosas que mucha gente siente o piensa pero, por temor, oculta. Él las dijo, por eso se enfrentó a poderosos y a veces sufrió las consecuencias.
Si Maradona tuviera ahora 25 años no habría dinero con qué pagarlo.
(CARLOS "Pato" AGUILERA, ex futbolista uruguayo y amigo personal del astro argentino -2001-)
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(SALVADOR ALLENDE, ex presidente chileno, dirigiéndose a Leonardo "El Pollo" Véliz luego de recibir en La Moneda al plantel de Colo Colo por la extraordinaria actuación en la Copa Libertadores de 1973)
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(JOSÉ FRANCISCO SANFILIPPO, recordado goleador argentino, pegándole al DT de la Selección Argentina, tras la dura derrota sufrida ante Brasil horas atrás)
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Me va a tener que acompañar (Ricardo Rodríguez - Argentina)
De pibe iba a la cancha. La cancha de mi Club, piso de tierra, pero muy parejo, eso si. La nuestra era una de las mejores canchas de la zona. Cuando llovía, porque por aquel entonces llovía, no se juntaba nada de agua. Cuarenta, cincuenta milímetros el sábado, y el domingo se jugaba sin ningún problema.
Corrían los años de los torneos “relámpagos”. Se reunían cuatro, seis u ocho equipos una tarde de domingo en cualquier cancha de la zona, se armaba por sorteo el orden de los partidos y arrancaba el campeonato. Era por eliminación y en caso de empate se definía por tiros libres, desde la puerta del área grande, el pateador elegía el lugar donde poner la pelota y desde allí “ejecutaba” al arquero.
De tardecita, a veces con poca luz, ya que el sol empezaba a despedirse lentamente, se jugaba la final.
La gente, dispuesta alrededor del rectángulo de juego, sin más obstáculo que una mera baranda de madera, pero conservando su lugar, sin pensar en invadir en ningún momento, salvo que la situación lo amerite.
Esta no iba a ser una tarde de domingo más. Éramos locales, los nuestros estaban confiados. Se sentían candidatos a quedarse con la copa. Ese día se juntaron cuatro equipos. En el primer partido los dueños de casa vapulearon a los de Villa Alba por cuatro a cero. Tres goles del Negro Lezcano y el último, de penal, lo convirtió el capitán “Juancho” Amenábar.
¡Qué goleador Lezcano! Dentro de las dieciocho era inapelable. No perdonaba el Negro. Tipo vivo como pocos. Sacaba ventajas del error más pequeño del rival.
En el segundo partido se enfrentaban los de La Colonia con los empleados del ferrocarril de un pueblo vecino, que se estaban agrupando para dar vida, unos años después, al Deportivo Anglo Argentino.
Ganaron los de La Colonia 4 a 2, equipo fuerte, duro, el 9, el ruso Schmidt, medía como dos metros. Todos trabajadores del campo. Se entrenaban hombreando bolsas.
Y así llegó la final. El local frente a La Colonia. El Negro Lezcano se tenía una fe bárbara. Pero el encuentro se hizo muy parejo. Pasaban los minutos y el marcador seguía en blanco. Hasta que, sobre la media hora del segundo tiempo, en una de las pocas llegadas de La Colonia, se escapó el ocho de ellos, gambeteó a Amenábar, y cuando el pelado Corcuera, nuestro arquero, dio un paso para tratar de achicar el ángulo de tiro, se la pasó al ruso Schmidt que sacudió un latigazo y la pelota se fue a meter pegadita al palo izquierdo. Gol de La Colonia.
Fue un instante de silencio absoluto, que solo se rompió con el grito de gol del nueve y sus compañeros, y algunos pocos que habían venido en un camión destartalado, siguiendo a los visitantes.
Se cuenta que caminando para la mitad de la cancha, el Negro Lezcano, pelota bajo el brazo, se le acercó al referí y por lo bajo le dijo: ¡Hasta que no empatemos no lo terminás, eh!
El árbitro, había venido de Bahía, andaba de paso visitando unos parientes y aprovechaba la tarde para hacerse unos manguitos. Se sabía que allá en la ciudad era referí, lo que no sabía que era de esos que ‘no se casan con nadie’. ¡Juegue! ordenó, y siguió el partido.
Los grandotes de La Colonia, todos atrás y los nuestros a la carga barracas! El arquero de ellos parecía agigantarse, le pegaban por todos lados, una en el palo, otra apenas afuera, los minutos pasaban, iban 43, parecía que se nos escapaba. Hasta que la agarró el petiso Díaz, ligero el petiso, se escapó por la derecha y mandó un centro que era un poema, combado, perfecto, justo al corazón del área, el full back que duda, el arquero no sale, y allí estaba Lezcano, saboreándose esperando la pelota, la bajó, la acomodó, se disponía a rematar… cuando siente desde atrás un golpe duro que lo desparrama por el área. Penal!!! Gritaron todos. Penal!!! Vociferó el Negro mirando al referí.
El encargado de impartir justicia, realizando el clásico ademán con los brazos, expresó: siga… siga…
-¿Como siga, siga, estás loco, estás -exclamó el Negro desesperado. ¿No viste el golpe que me pegaron? -agregó haciendo señas ampulosas que se vieron desde el arco de enfrente.
-¡No serás tan hijuna gran puta de no cobrar penal!- recalcó.
El bahiense, imperturbable, frío como el mármol, se quedó plantado en la media luna, ante el estupor generalizado y los insultos recibidos desde afuera y desde adentro de la cancha, sentenció:
-Lezcano se va para afuera, está expulsado -extendiendo su brazo derecho y señalando con el dedo índice, el sector local.
-¿Cómo que lo echás? -gritó el capitán Amenábar
-¿Estás loco vos? Mirá que de acá no salís vivo, eh! -agregó para tratar de amedrentar al portador del silbato. Pero éste, lejos de arrugar, repitió: “Lezcano se va o no sigo el partido”.
Los nuestros, en la desesperación, viendo que los minutos se esfumaban y se nos iba el partido, apuraron el trámite.
-Dale Negro, dejate de joder, andá para afuera así seguimos jugando -fue el reclamo casi unánime, pensando que el árbitro en algún momento iba a aflojar y adicionar varios minutos. Le erraron fiero, porque el arquero sacó desde el área un fuerte y alto pelotazo y cuando el esférico pasaba de un campo a otro el silbato del referí se escuchó tres veces, sentenciando el final y la derrota.
El negro Lezcano, todavía refunfuñando, estaba juntando su ropa. Se colocó el capote y se puso la gorra chata, azul, con el escudo nacional de bronce en el frente, y se acodó en la baranda. Se le oyó decir: ¡Vos me echaste hijuna gran perra. Ahora vas a ver! -y cuando el referí se acercó a donde el Negro estaba esperándolo, éste emitió la frase que tantas veces había dicho en procedimientos policiales:
- ¡Señor árbitro, disculpe... me va a tener que acompañar!
Y ahí salieron los dos. El referí y Lezcano. El árbitro sin entender porqué se lo estaban llevando, de última no había visto un penal grande como una casa y nos había echado un jugador, creía que no era para tanto, pero claro cómo iba a pensar que ese jugador que había expulsado, el goleador, el ídolo nuestro, era ni más ni menos que el Comisario del pueblo, Obdulio “el negro” Lezcano.
Y Lezcano que lo llevaba agarrado de un brazo, con el capote sobre los hombros, la gorra chata, azul, con el escudo al frente… pantalón corto y botines, repetía: ¡yo te voy a dar… echarme a mí!
Ante la mirada atónita de todos los presentes, ahí iban los dos, caminado, rumbo… a la Comisaría.
(Mi agradecimiento a Ricardo por el envío de este, su primer cuento -y esperamos que no sea el último- para compartirlo con todos ustedes)
A veces tener fama de goleador tiene sus bemoles, porque muchos querían eliminar a “Lolo” de prepo, o sea a la mala.
Una tarde nos tocó jugar contra el Sporting Tabaco (actualmente Sporting Cristal) y salió un zambo medio desteñido a marcarme. Se apellidaba Cancino y tenía fama de bravo en el Rímac.
De arranque comenzó a provocarme, a trabajarme a la boquilla tratando de ganarme la moral, quería atarantarme con frases subidas de tono y me soltaba de vez en cuando “te voy a romper la pierna blanquiñoso…”
Yo estaba tranquilo y el árbitro ya se había dado cuenta de lo que buscaba Cancino, en esos tiempos no había nada de tarjetas amarillas.
En una de esas, en que voy a parar la pelota, con el rabillo de lo ojo “manye” que el zambo se me venía encima con malas intenciones. Entonces voltee rápidamente y lo enganché en el aire, y se metió un revolcón de los mil diablos.
Se levantó enfurecido y se me cuadró en plan desafiante. En ese momento me acordé de las cowboyadas, de esos héroes del lejano oeste como Tom Mix, Red Barry y tantos otros, y lo crucé con un golpe de derecha en la mejilla y luego lo empalmé con uno en el ojo.
¡Para qué contarles...! El zambo no regresó por el vuelto. Salió de la cancha con el ojo morado sin ser Octubre. Pero lo que tuvo más significado para mí, fue que el árbitro ni siquiera me llamó la atención. Es que se había percatado que Cancino era malero y había cobrado en plato hondo.
(TEODORO “Lolo” FERNÁNDEZ (1913-1996), célebre jugador peruano de las décadas del ’30 y ’40)
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(ANTONIO CASSANO, jugador italiano, en su libro autobiográfico “Dicco Tutto” -Lo digo todo-)
Cuando llegué al banderín del córner agarré la banderita inglesa, la retorcí, los insulté y me empezaron a tirar latitas de cerveza. Me fui porque o me mamaba con cerveza o me mataban.
(ANTONIO RATTIN, ex internacional argentino, recordando su polémica expulsión en el Mundial de 1966)
Gracias Arsenio (Héctor Negro - Argentina)
gambetear los ángeles con diabla voltereta?
¿Qué salto te mandaste más allás de las nubes,
que el cielo, en el crepúsculo, tiene tu camiseta?
Un algo de mi asombro de chiquilin se "pianta"...
Bailarín de leyenda al que amó la gramilla.
Y el pájaro redondo que te prestó las alas
rompe todas las redes y al vuelo lo hace astillas...
Arsenio de las canchas. Gran Erico, "Paragua"
no te vas por el túnel de esta bola que gira..
Te quedás en domingos. Regresás por la magia
de tus goles que la hinchada respira...
Arsenio de las canchas. Gran Erico, "Paragua"
Que ennoblezca tu clase al tablón y al cemento...
y gracias por tu fiesta que ya nunca se emparda.
Yo te brindo este pase. Jugalo de taquito...
que la muerte es cuento...
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- El equipo incaico de México formará de la siguiente manera...
(Pregunta de Carlos Muñoz -foto- e insólita respuesta del vestuarista "Freddy" Hernández en la previa, por radio Carve de Uruguay, de un amistoso Uruguay-México antes del Mundial 86)
(BRIAN CLOUGH (1935-2004), recordado entrenador británico, tras ganar 1 a 0 con el Nottingham Forest la Copa de Europa ante el Malmoe sueco el 30 de Mayo de 1979 en Munich)
(MARCELO BIELSA, entrenador de la Selección de Chile recriminando a Arturo Vidal, Diario “El Mercurio” -21.06.2008-)
Verde y blanco a franjas verticales (Eduardo Pérsico - Argentina)
El episodio había acontecido en 1942 y por los cincuenta Pablo supo merodear los vestuarios del estadio tras una prueba futbolística que nunca consiguió, quizá porque ya los jugadores llegaban de lejos. Luego, se fueron cambiando sus vocaciones y él empezó a cuestionar las mismas alegrías que de chico agigantaba en su corazón.
'El fútbol sirve al Poder', solía repetir, aunque una vez vendiendo libros por alguna provincia y ser invitado a pelotear con otros viajantes, disfrutó al vestir ocasionalmente la casaca de sus amores. Verde y blanca a franjas verticales.
En los años del setenta algo lacerante le aconteció a Pablo: unos tipos con capuchas de pesquisar escritos rompieron su casa en la alta noche, violaron a su mujer y en una dependencia embanderada lo torturaron a gusto. Pero eso no se agregaría a ninguna reseña deportiva ni tampoco que una semana más tarde, en una madrugada lo tiraron desde un auto con su existencia rota, donde apenas latentes guardaría sus evocaciones de infancia. Así que llegando los años del ochenta Pablo se encontró viviendo en España donde unos imprevisibles amigos en Sevilla lo instaban a compartir agasajos y tabernas; y hasta en un luminoso 12 de Octubre él, que ya no consentía el atavismo de la muerte gratuita, vomitó en la plaza de La Maestranza cuando el diestro Rafael de Luca, que esa tarde saliera por la Puerta del Príncipe, faenaba su segundo toro.
Lo mismo y sin saberlo ni la dueña del apartamento que rentaba en la calle La María, cada domingo Pablo solía irse de paseo luego del mediodía y regresaba al crepúsculo. Y entonces sólo, con la mirada sin convicción se recostaba en el sillón de su lectura o recordaba, sencillamente, y en algún abismo volvió a ver la alegría de su viejo con él en brazos al festejar un gol, al vasco Lángara colorado de furia pateando aquella pelota gigantesca y al negro Silveyra corriendo jorobeta contra la línea, igual que una gallina. Toda su vida reducida a esos pocos fotogramas de aquel Banfield tres San Lorenzo uno, cuando al salir de la cancha su padre, con su sombrero rancho y aquella sonrisa gardeliana y grandota, le preguntó '¿te gustó?', él dijo 'sí, mucho', y el viejo agregó 'ojalá siempre te acuerdes'.
Hasta que a mediados del noventa, en un soledoso atardecer de un domingo en Sevilla, Pablo sintió en el pecho un dolor profundo y definitivo; y al entrar los vecinos a su habitación, alguien observó una camiseta fútbol era desplegada bajo su cuerpo y comentó apenas:
-Del Betis, verde y blanco a franjas verticales.
(un gracias enorme a Eduardo por el envío de este relato para ser compartido con todos ustedes)
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El ya legendario ‘Tito’ Pizzuti fue el director técnico que conformó un equipo extraordinario: el Racing campeón de 1966, el que al año siguiente conquistó, por vez primera para la Argentina, la Copa Intercontinental.
Pero como jugador, Pizzuti marcó toda una época. Debutó en la Primera División de Banfield el domingo 29 de Julio de 1947, por la 17ª fecha del torneo, enfrentando a Rosario Central.
Esa tarde, Banfield alineó con Poy; Laidiaw y Bagnato; Guzmán, Gómez y Tolosa; Sánchez, Pizzuti, Albella, Sanz y Hernández. Ganó Banfield por 4 a 1, con goles de Sánchez (2), Pizzuti y Hernández, descontando para Central, Hobberg. Pizzuti jugó en Banfield desde 1947 hasta 1950, logrando un total de 47 goles.
En 1949, fue el goleador del torneo, compartiendo el liderazgo junto a Llamil Simes, de Racing, con 26 conquistas cada uno.
En 1951 pasó a River y luego, entre 1952 y 1954, jugó en Racing -foto- (en 1953 fue goleador del campeonato junto a José Benavides, de San Lorenzo, con 22 tantos).
En 1955 se puso la camiseta de Boca, regresando al año siguiente a la Academia donde fue campeón en 1958 y 1961 (213 partidos y 118 goles en sus dos periodos en el club de Avellaneda).
Retomó a Boca en 1962 (campeón) retirándose como jugador al año siguiente. En el seleccionado nacional, disputó 12 partidos (fue capitán del Campeón Sudamericano de 1959). La historia como técnico la comenzó en Chacarita, pero lo mejor lo realizó en Racing, aunque también dirigió el seleccionado nacional entre 1971 y 1972.
(MARCELO BIELSA, entrenador de la Selección de Chile)
(HÉCTOR “Bambino” VEIRA, ex jugador y entrenador argentino)
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