(SALVADOR ALLENDE, ex presidente chileno, dirigiéndose a Leonardo "El Pollo" Véliz luego de recibir en La Moneda al plantel de Colo Colo por la extraordinaria actuación en la Copa Libertadores de 1973)
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(SALVADOR ALLENDE, ex presidente chileno, dirigiéndose a Leonardo "El Pollo" Véliz luego de recibir en La Moneda al plantel de Colo Colo por la extraordinaria actuación en la Copa Libertadores de 1973)
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(JOSÉ FRANCISCO SANFILIPPO, recordado goleador argentino, pegándole al DT de la Selección Argentina, tras la dura derrota sufrida ante Brasil horas atrás)
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Me va a tener que acompañar (Ricardo Rodríguez - Argentina)
De pibe iba a la cancha. La cancha de mi Club, piso de tierra, pero muy parejo, eso si. La nuestra era una de las mejores canchas de la zona. Cuando llovía, porque por aquel entonces llovía, no se juntaba nada de agua. Cuarenta, cincuenta milímetros el sábado, y el domingo se jugaba sin ningún problema.
Corrían los años de los torneos “relámpagos”. Se reunían cuatro, seis u ocho equipos una tarde de domingo en cualquier cancha de la zona, se armaba por sorteo el orden de los partidos y arrancaba el campeonato. Era por eliminación y en caso de empate se definía por tiros libres, desde la puerta del área grande, el pateador elegía el lugar donde poner la pelota y desde allí “ejecutaba” al arquero.
De tardecita, a veces con poca luz, ya que el sol empezaba a despedirse lentamente, se jugaba la final.
La gente, dispuesta alrededor del rectángulo de juego, sin más obstáculo que una mera baranda de madera, pero conservando su lugar, sin pensar en invadir en ningún momento, salvo que la situación lo amerite.
Esta no iba a ser una tarde de domingo más. Éramos locales, los nuestros estaban confiados. Se sentían candidatos a quedarse con la copa. Ese día se juntaron cuatro equipos. En el primer partido los dueños de casa vapulearon a los de Villa Alba por cuatro a cero. Tres goles del Negro Lezcano y el último, de penal, lo convirtió el capitán “Juancho” Amenábar.
¡Qué goleador Lezcano! Dentro de las dieciocho era inapelable. No perdonaba el Negro. Tipo vivo como pocos. Sacaba ventajas del error más pequeño del rival.
En el segundo partido se enfrentaban los de La Colonia con los empleados del ferrocarril de un pueblo vecino, que se estaban agrupando para dar vida, unos años después, al Deportivo Anglo Argentino.
Ganaron los de La Colonia 4 a 2, equipo fuerte, duro, el 9, el ruso Schmidt, medía como dos metros. Todos trabajadores del campo. Se entrenaban hombreando bolsas.
Y así llegó la final. El local frente a La Colonia. El Negro Lezcano se tenía una fe bárbara. Pero el encuentro se hizo muy parejo. Pasaban los minutos y el marcador seguía en blanco. Hasta que, sobre la media hora del segundo tiempo, en una de las pocas llegadas de La Colonia, se escapó el ocho de ellos, gambeteó a Amenábar, y cuando el pelado Corcuera, nuestro arquero, dio un paso para tratar de achicar el ángulo de tiro, se la pasó al ruso Schmidt que sacudió un latigazo y la pelota se fue a meter pegadita al palo izquierdo. Gol de La Colonia.
Fue un instante de silencio absoluto, que solo se rompió con el grito de gol del nueve y sus compañeros, y algunos pocos que habían venido en un camión destartalado, siguiendo a los visitantes.
Se cuenta que caminando para la mitad de la cancha, el Negro Lezcano, pelota bajo el brazo, se le acercó al referí y por lo bajo le dijo: ¡Hasta que no empatemos no lo terminás, eh!
El árbitro, había venido de Bahía, andaba de paso visitando unos parientes y aprovechaba la tarde para hacerse unos manguitos. Se sabía que allá en la ciudad era referí, lo que no sabía que era de esos que ‘no se casan con nadie’. ¡Juegue! ordenó, y siguió el partido.
Los grandotes de La Colonia, todos atrás y los nuestros a la carga barracas! El arquero de ellos parecía agigantarse, le pegaban por todos lados, una en el palo, otra apenas afuera, los minutos pasaban, iban 43, parecía que se nos escapaba. Hasta que la agarró el petiso Díaz, ligero el petiso, se escapó por la derecha y mandó un centro que era un poema, combado, perfecto, justo al corazón del área, el full back que duda, el arquero no sale, y allí estaba Lezcano, saboreándose esperando la pelota, la bajó, la acomodó, se disponía a rematar… cuando siente desde atrás un golpe duro que lo desparrama por el área. Penal!!! Gritaron todos. Penal!!! Vociferó el Negro mirando al referí.
El encargado de impartir justicia, realizando el clásico ademán con los brazos, expresó: siga… siga…
-¿Como siga, siga, estás loco, estás -exclamó el Negro desesperado. ¿No viste el golpe que me pegaron? -agregó haciendo señas ampulosas que se vieron desde el arco de enfrente.
-¡No serás tan hijuna gran puta de no cobrar penal!- recalcó.
El bahiense, imperturbable, frío como el mármol, se quedó plantado en la media luna, ante el estupor generalizado y los insultos recibidos desde afuera y desde adentro de la cancha, sentenció:
-Lezcano se va para afuera, está expulsado -extendiendo su brazo derecho y señalando con el dedo índice, el sector local.
-¿Cómo que lo echás? -gritó el capitán Amenábar
-¿Estás loco vos? Mirá que de acá no salís vivo, eh! -agregó para tratar de amedrentar al portador del silbato. Pero éste, lejos de arrugar, repitió: “Lezcano se va o no sigo el partido”.
Los nuestros, en la desesperación, viendo que los minutos se esfumaban y se nos iba el partido, apuraron el trámite.
-Dale Negro, dejate de joder, andá para afuera así seguimos jugando -fue el reclamo casi unánime, pensando que el árbitro en algún momento iba a aflojar y adicionar varios minutos. Le erraron fiero, porque el arquero sacó desde el área un fuerte y alto pelotazo y cuando el esférico pasaba de un campo a otro el silbato del referí se escuchó tres veces, sentenciando el final y la derrota.
El negro Lezcano, todavía refunfuñando, estaba juntando su ropa. Se colocó el capote y se puso la gorra chata, azul, con el escudo nacional de bronce en el frente, y se acodó en la baranda. Se le oyó decir: ¡Vos me echaste hijuna gran perra. Ahora vas a ver! -y cuando el referí se acercó a donde el Negro estaba esperándolo, éste emitió la frase que tantas veces había dicho en procedimientos policiales:
- ¡Señor árbitro, disculpe... me va a tener que acompañar!
Y ahí salieron los dos. El referí y Lezcano. El árbitro sin entender porqué se lo estaban llevando, de última no había visto un penal grande como una casa y nos había echado un jugador, creía que no era para tanto, pero claro cómo iba a pensar que ese jugador que había expulsado, el goleador, el ídolo nuestro, era ni más ni menos que el Comisario del pueblo, Obdulio “el negro” Lezcano.
Y Lezcano que lo llevaba agarrado de un brazo, con el capote sobre los hombros, la gorra chata, azul, con el escudo al frente… pantalón corto y botines, repetía: ¡yo te voy a dar… echarme a mí!
Ante la mirada atónita de todos los presentes, ahí iban los dos, caminado, rumbo… a la Comisaría.
(Mi agradecimiento a Ricardo por el envío de este, su primer cuento -y esperamos que no sea el último- para compartirlo con todos ustedes)
A veces tener fama de goleador tiene sus bemoles, porque muchos querían eliminar a “Lolo” de prepo, o sea a la mala.
Una tarde nos tocó jugar contra el Sporting Tabaco (actualmente Sporting Cristal) y salió un zambo medio desteñido a marcarme. Se apellidaba Cancino y tenía fama de bravo en el Rímac.
De arranque comenzó a provocarme, a trabajarme a la boquilla tratando de ganarme la moral, quería atarantarme con frases subidas de tono y me soltaba de vez en cuando “te voy a romper la pierna blanquiñoso…”
Yo estaba tranquilo y el árbitro ya se había dado cuenta de lo que buscaba Cancino, en esos tiempos no había nada de tarjetas amarillas.
En una de esas, en que voy a parar la pelota, con el rabillo de lo ojo “manye” que el zambo se me venía encima con malas intenciones. Entonces voltee rápidamente y lo enganché en el aire, y se metió un revolcón de los mil diablos.
Se levantó enfurecido y se me cuadró en plan desafiante. En ese momento me acordé de las cowboyadas, de esos héroes del lejano oeste como Tom Mix, Red Barry y tantos otros, y lo crucé con un golpe de derecha en la mejilla y luego lo empalmé con uno en el ojo.
¡Para qué contarles...! El zambo no regresó por el vuelto. Salió de la cancha con el ojo morado sin ser Octubre. Pero lo que tuvo más significado para mí, fue que el árbitro ni siquiera me llamó la atención. Es que se había percatado que Cancino era malero y había cobrado en plato hondo.
(TEODORO “Lolo” FERNÁNDEZ (1913-1996), célebre jugador peruano de las décadas del ’30 y ’40)
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(ANTONIO CASSANO, jugador italiano, en su libro autobiográfico “Dicco Tutto” -Lo digo todo-)
Cuando llegué al banderín del córner agarré la banderita inglesa, la retorcí, los insulté y me empezaron a tirar latitas de cerveza. Me fui porque o me mamaba con cerveza o me mataban.
(ANTONIO RATTIN, ex internacional argentino, recordando su polémica expulsión en el Mundial de 1966)
Gracias Arsenio (Héctor Negro - Argentina)
gambetear los ángeles con diabla voltereta?
¿Qué salto te mandaste más allás de las nubes,
que el cielo, en el crepúsculo, tiene tu camiseta?
Un algo de mi asombro de chiquilin se "pianta"...
Bailarín de leyenda al que amó la gramilla.
Y el pájaro redondo que te prestó las alas
rompe todas las redes y al vuelo lo hace astillas...
Arsenio de las canchas. Gran Erico, "Paragua"
no te vas por el túnel de esta bola que gira..
Te quedás en domingos. Regresás por la magia
de tus goles que la hinchada respira...
Arsenio de las canchas. Gran Erico, "Paragua"
Que ennoblezca tu clase al tablón y al cemento...
y gracias por tu fiesta que ya nunca se emparda.
Yo te brindo este pase. Jugalo de taquito...
que la muerte es cuento...
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- El equipo incaico de México formará de la siguiente manera...
(Pregunta de Carlos Muñoz -foto- e insólita respuesta del vestuarista "Freddy" Hernández en la previa, por radio Carve de Uruguay, de un amistoso Uruguay-México antes del Mundial 86)
(BRIAN CLOUGH (1935-2004), recordado entrenador británico, tras ganar 1 a 0 con el Nottingham Forest la Copa de Europa ante el Malmoe sueco el 30 de Mayo de 1979 en Munich)
(MARCELO BIELSA, entrenador de la Selección de Chile recriminando a Arturo Vidal, Diario “El Mercurio” -21.06.2008-)
Verde y blanco a franjas verticales (Eduardo Pérsico - Argentina)
El episodio había acontecido en 1942 y por los cincuenta Pablo supo merodear los vestuarios del estadio tras una prueba futbolística que nunca consiguió, quizá porque ya los jugadores llegaban de lejos. Luego, se fueron cambiando sus vocaciones y él empezó a cuestionar las mismas alegrías que de chico agigantaba en su corazón.
'El fútbol sirve al Poder', solía repetir, aunque una vez vendiendo libros por alguna provincia y ser invitado a pelotear con otros viajantes, disfrutó al vestir ocasionalmente la casaca de sus amores. Verde y blanca a franjas verticales.
En los años del setenta algo lacerante le aconteció a Pablo: unos tipos con capuchas de pesquisar escritos rompieron su casa en la alta noche, violaron a su mujer y en una dependencia embanderada lo torturaron a gusto. Pero eso no se agregaría a ninguna reseña deportiva ni tampoco que una semana más tarde, en una madrugada lo tiraron desde un auto con su existencia rota, donde apenas latentes guardaría sus evocaciones de infancia. Así que llegando los años del ochenta Pablo se encontró viviendo en España donde unos imprevisibles amigos en Sevilla lo instaban a compartir agasajos y tabernas; y hasta en un luminoso 12 de Octubre él, que ya no consentía el atavismo de la muerte gratuita, vomitó en la plaza de La Maestranza cuando el diestro Rafael de Luca, que esa tarde saliera por la Puerta del Príncipe, faenaba su segundo toro.
Lo mismo y sin saberlo ni la dueña del apartamento que rentaba en la calle La María, cada domingo Pablo solía irse de paseo luego del mediodía y regresaba al crepúsculo. Y entonces sólo, con la mirada sin convicción se recostaba en el sillón de su lectura o recordaba, sencillamente, y en algún abismo volvió a ver la alegría de su viejo con él en brazos al festejar un gol, al vasco Lángara colorado de furia pateando aquella pelota gigantesca y al negro Silveyra corriendo jorobeta contra la línea, igual que una gallina. Toda su vida reducida a esos pocos fotogramas de aquel Banfield tres San Lorenzo uno, cuando al salir de la cancha su padre, con su sombrero rancho y aquella sonrisa gardeliana y grandota, le preguntó '¿te gustó?', él dijo 'sí, mucho', y el viejo agregó 'ojalá siempre te acuerdes'.
Hasta que a mediados del noventa, en un soledoso atardecer de un domingo en Sevilla, Pablo sintió en el pecho un dolor profundo y definitivo; y al entrar los vecinos a su habitación, alguien observó una camiseta fútbol era desplegada bajo su cuerpo y comentó apenas:
-Del Betis, verde y blanco a franjas verticales.
(un gracias enorme a Eduardo por el envío de este relato para ser compartido con todos ustedes)
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El ya legendario ‘Tito’ Pizzuti fue el director técnico que conformó un equipo extraordinario: el Racing campeón de 1966, el que al año siguiente conquistó, por vez primera para la Argentina, la Copa Intercontinental.
Pero como jugador, Pizzuti marcó toda una época. Debutó en la Primera División de Banfield el domingo 29 de Julio de 1947, por la 17ª fecha del torneo, enfrentando a Rosario Central.
Esa tarde, Banfield alineó con Poy; Laidiaw y Bagnato; Guzmán, Gómez y Tolosa; Sánchez, Pizzuti, Albella, Sanz y Hernández. Ganó Banfield por 4 a 1, con goles de Sánchez (2), Pizzuti y Hernández, descontando para Central, Hobberg. Pizzuti jugó en Banfield desde 1947 hasta 1950, logrando un total de 47 goles.
En 1949, fue el goleador del torneo, compartiendo el liderazgo junto a Llamil Simes, de Racing, con 26 conquistas cada uno.
En 1951 pasó a River y luego, entre 1952 y 1954, jugó en Racing -foto- (en 1953 fue goleador del campeonato junto a José Benavides, de San Lorenzo, con 22 tantos).
En 1955 se puso la camiseta de Boca, regresando al año siguiente a la Academia donde fue campeón en 1958 y 1961 (213 partidos y 118 goles en sus dos periodos en el club de Avellaneda).
Retomó a Boca en 1962 (campeón) retirándose como jugador al año siguiente. En el seleccionado nacional, disputó 12 partidos (fue capitán del Campeón Sudamericano de 1959). La historia como técnico la comenzó en Chacarita, pero lo mejor lo realizó en Racing, aunque también dirigió el seleccionado nacional entre 1971 y 1972.
(MARCELO BIELSA, entrenador de la Selección de Chile)
(HÉCTOR “Bambino” VEIRA, ex jugador y entrenador argentino)
Etiquetas: Argentina, Club-ARG: San Lorenzo, El Bambino, Entrenadores 0 comentarios
La muralla de la ciudad
(PAUL INCE, ex internacional británico)
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Lo cierto es que después de pasar buenos momentos en la Primera División de Boca, en 1949, se incorporó a Gimnasia y Esgrima La Plata, donde jugó hasta 1951.
En Boca, Corcuera logró un récord, al integrar los dos equipos que, en 1942 y 1943, obtuvieron históricas goleadas.
La primera de ellas, en 1942, cuando Boca le ganó 11 a 2 a Tigre, y en 1943, cuando los xeneizes derrotaron a Chacarita por 10 a 1. En este último equipo, Boca alineó con la siguiente delantera: Boyé, Corcuera, Sarlanga, Varela y Sánchez.
Pío Sixto Corcuera había nacido el 17 de Julio de 1921, debutando en la Primera de Boca el 22 de Junio de 1941, frente a San Lorenzo, ganando estos últimos por 3 a 2.
En Boca, Corcuera ganó los campeonatos de 1943 y 1945 y era muy querido por la hinchada por su infatigable entrega a lo largo de los 90 minutos de juego.
En Gimnasia y Esgrima La Plata, Corcuera tuvo como compañeros a Camacho, nuevamente a Sarlanga, Walter y Mourín, entre otros.
Su último partido lo disputó el 25 de Noviembre de 1951, frente a Huracán. Se retiró a los 30 años de edad, dejando un grato recuerdo en ambas instituciones en las que jugó.
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(ALBERT CAMUS (1913-1960), novelista, ensayista, dramaturgo y filósofo francés de origen argelino)
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El "gordo" Muñoz
Ocurrió en la cancha de Racing hace muchos años atrás. El verborrágico relato de José María Muñoz iba dibujando las líneas de un partido que sólo parecía existir en su cabeza. Fue entonces que se escuchó la voz de su comentarista ‘Pepe’ Peña diciendo: "No mientas, gordo, no mientas".
La frase del copete, aunque dicha en tono festivo, sirve para descubrir el lado flaco de ese gordo relator radiofónico, transformado luego en el más poderoso empresario de la información deportiva.
Pero, ¿era cierto que Muñoz mentía? Digamos mejor que exageraba, que abusaba del lenguaje connotativo para crear imágenes auditivas fuertemente coloreadas de emotividad.
Él no inventó el estilo pero fue él quien lo exhumó mejor que nadie. Se trataba de un tipo de relato que funcionalmente se correspondía con la vieja radio cuando ésta era la única intermediaria entre el hombre y su fantasía o, por lo menos, el vehículo más idóneo para estimular su imaginación.
La realidad era maltratada por al radio que, a través del radioteatro, se empeñaba en inventar las historias más fantásticas con pretensión de creíbles, y por el relato deportivo que operaba una suerte de transfiguración metafórica de la realidad donde los jugadores eran leones o titanes y donde los espectadores en vez de gritar o aplaudir, rugían. A partir de tales datos la representación mental que cada uno se hacía de un partido narrado de esa manera tendría que ver con proyecciones y otros mecanismos igualmente sutiles de nuestra psiquis.
La era televisiva destruyó sólo parcialmente el mundo cerrado de fantasmas que creó la radio. Como un elemento residual sobrevivió el relato a la manera de Muñoz. Según él, a la gente le gusta que le mientan un poco.
En viejas declaraciones al diario “Clarín” dijo: "Cuando un partido es chato yo hago lo posible para levantarlo, darle ritmo, alegría, color. Eso es lo que la gente necesita". Cuando el Mundial del 78 el país entero experimentaba una sensación inédita al acoplar a la seca imagen de la televisión el fervor narrativo de Muñoz, mucha de la emotividad que anduvo por las calles en esos días se nutrió de aquella singular experiencia.
Intentemos ahora hacer el trazado sintético de los principales elementos contenidos en el discurso radiofónico del Gordo Muñoz. Veamos:
1) Juego alternativo de ambigüedad y exactitud en la información
"Va a ejecutar el tiro libre. Uno... dos... tres metros fuera del área chica". Más adelante es posible que diga: "Rechaza un marcador. Desde el lugar que nos encontramos se hace difícil identificarlo".
Sus colaboradores en las otras canchas debían informar acerca de la cantidad de espectadores. Se entendía que era una estimación a simple ojo, pero la referencia de cada uno de ellos los llevaba a decir: "Cancha de Boca, 75%; cancha de River, 90%" y así sucesivamente. Las estadísticas ya se empezaban a poner de moda y los relatores deportivos no iban a ser una excepción. Vanguardistas del boca de urna.
Otras formas habituales de narración presuntamente exacta y minuciosa: "Le pegó a la pelota con la cara superior del empeine. Le dio con el parietal izquierdo". En definitiva, también precursores del ya famoso tiro con tres dedos.
Cuando alguien se lesionaba, el diagnóstico era inmediato: "Fue una distensión en la parte anteroposterior del muslo. Esperemos que no tenga consecuencias". En otros pasajes asomaban vaguedades del tipo de: "Se produce un amontonamiento de jugadores. Rechaza un hombre del equipo adversario. Sale jugando un volante. Acciones confusas en el medio campo. Partido enredado. Pelota que se va en aire".
2) Juego expresivo con los tonos e inflexiones de voz
La actitud de solemnidad, por ejemplo, era manejada con mucha sagacidad. Comienza con el "Señoras y Señoras", ahuecando la voz y estableciendo imperceptibles pausas para luego lanzar chorros de palabras que se atropellaban entre sí, como si se ahogaran en la garganta.
Eran largos parlamentos que más parecían arengas que exposiciones de ideas.
En las entrevistas nunca había dudas sobre quién dirigía la conversación. Las concluía con un expresivo "¡eh!", interjección denotativa de dudoso gusto.
El grito de gol le demandaba el esfuerzo máximo de su voz. De golpe, la tensión se quebraba mediante un "GOL-GOL-GOL" que iba creciendo en potencia y extensión. Era la descarga final. Cuando el gol era de buena factura la exclamación era: "IM-PRE-SIO-NANTE".
3) Empleo de un vocabulario sui generis
Para mantener vivo el interés del oyente, el Gordo Muñoz acuñó la expresión PELIGRO DE GOL. El relato exigía también el uso de un dialecto o argot cuya paternidad nadie podía -en rigor- adjudicarse. Tal jugador hacía un puente, una pared o tiraba un caño o lanzaba centros a la olla, palabras éstas que se mezclaban con el inglés nada ortodoxo del off-side o el córner.
Determinadas palabras tenían gran variedad de sustitutos. Así el arco era la portería, el vertical, los tres palos, el marco, la ciudadela.
¿Tenía alguna ideología el señor Muñoz? "A mí la política no me interesa", dijo más de una vez. Se sabe que estuvo interdicto durante varios años por haber pertenecido a la organización de Luis Elías Sojit, voz notoria del gobierno peronista caído en 1955. Pero la anécdota fue irrelevante con el tiempo porque si de algo se preciaba Muñoz era de no asumir compromisos.
En la vieja revista “Match” apareció un reportaje donde se le preguntaba por ciertas recomendaciones de técnicos que habría hecho cuando la estrella de Menotti, meses antes del Mundial 78, amenazaba apagarse. Muñoz respondió: "No, no. Yo en esa no me quemo nunca. Esa la aprendí en el año 55 con Campagnale y Aróstegui. Nunca hay que dar nombres. Yo nunca recomiendo técnicos porque te podés quemar".
Un curso abreviado de oportunismo debería tener como lema: "Hacer las cosas según como venga la mano". De seguro que aquel que lo cumpla no va a perder. No importa si para alcanzar esa meta deban perderse principios o convicciones muy íntimas.
Que Muñoz padeciera de fobias y manías persecutorias es algo que tal vez muchos no sepan.
Sin embargo fue así. Cuando en la cancha visualizaba a algún jugador con el pelo muy largo o con barba, no podía disimular su disgusto. Lo señalaba con el dedo y de paso le recomendaba la máquina de una conocida marca de hojas de afeitar. Si el jugador tenía el pelo largo o barba en algo raro andaría. Y el fútbol no podía permitirse esas cosas. El fútbol es derecho y humano.
Para concluir no podemos menos que incurrir en el vicio de una nueva cita. Dante Panzeri escribió lo que sigue sobre nuestro personaje: "José María Muñoz es un retrato del país actualizado y metido en el cambio. Corresponde a la degradación del buen gusto que nos inferioriza respecto de lo que éramos nosotros mismos hasta el actual auge de la mersería con ese. Muñoz es una prolongación de Sojit. Pero éste era inteligente. El pobre gordito es un carrero puesto a orientar la cultura de un país a través de su deporte. Con bases educacionales tales como las de confundir ‘harina de otro costado’ por ‘harina de otro costal’, ‘idiosincrasia’ por ‘idiosincracia’, ‘éstasis’ por ‘éxtasis’, ‘enjuagar por ‘enjugar’ el déficit; o descubrir en algún colorido espectáculo ‘una policromía de colores’. A lo que hay que agregar su ductilidad dialéctica para felicitar a un caballo, descubrir que una delegación futbolística es ejemplar si la absolvemos de una bochornosa pelea y de su mal jugar".
Y sí. Está todo dicho.
(artículo de Miguel Bianchi, especialista en sociología de los medios de comunicación, publicado en el portal “El ático”)
Para ser integrante de la OCAL hay que pasar rigurosos exámenes, no solo poner una firma y nada más. Hay que demostrar fehacientemente el amor por la camiseta de Central.
Pues bien, esta institución (la OCAL) tiene un museo en Rosario, en donde se guardan preciados recuerdos canallas, en especial algunos de aquél memorable partido del 19 de Diciembre de 1971, entre Central y Newell's, (se jugó en el estadio de River) cuando Central venció con antológico gol de "palomita" de Aldo Pedro Poy al arquero rojinegro Fenoy.
En el Museo de la OCAL se guardan, entre otras cosas, el apéndice (en un frasco con Formol) del lateral de Newell's, De Rienzo quien fuera operado años más tarde) y que fue el defensor al que superó el uruguayo González para poder tirar el centro con que Poy (con el parietal izquierdo), conectó para definir el partido. También se expone, embalsamado, a un loro que repetía en sus años gloriosos la canción emblemática del equipo de Arroyito.
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(JOSÉ MARÍA AGUILAR, Presidente de River Plate)
(MICHEL, ex jugador español y actual comentarista deportivo, "atendiendo" al internacional argentino)
Manuel y la bandera (Rodrigo Damián Gaite - Argentina)
Cuenta la leyenda que allá por el 1812 a orillas del Paraná, el General Manuel Belgrano se encontraba descansando en la calidez de su tienda de campaña. Transcurrían las primeras horas de una pintoresca mañana. Luego de la derrota al frente del ejército del Norte en Tacuarí, el gobierno lo había llamado de urgencia para contener el avance de las tropas Realistas en la Banda Oriental.
En Rosario, Belgrano creó dos baterías a las que bautizó con los nombres de Independencia y Libertad. El ciudadano ejemplar, el hombre que puso su vida al servicio de la patria quería empezar a escribir su nombre en la historia.
Desde su catre distinguió la figura de Blas de Mondéjar, su amigo fiel y hombre de confianza. Este se aproximó a la tienda acelerando el paso. Al verlo llegar, Belgrano un tanto sorprendido le preguntó si pasaba algo grave.
Blas de Mondéjar se llevó una mano al corazón como queriendo serenarse, respiró hondo y sus ojos desprendieron un halo enternecedor, trató de hablar con calma pero se lo notaba muy agitado.
-Manuel quería contarte algo que estuve pensando seriamente y hasta ahora nunca me atreví a confesártelo, pero creo que ha llegado el momento, ya no puedo sostenerlo más dentro de mí, es algo muy raro que me sucedió no hace mucho.
Belgrano que ya se había hecho a la idea de que el enemigo había descubierto sus planes y estrategias, volvió a recostarse en su catre.
-A ver contame.
Blas de Mondéjar sentía que el corazón le iba a estallar de un momento a otro.
-Manuel, siempre decís que no querés tener ninguna insignia ni nada por el estilo que provenga de España ni de don Fernando VII.
-Así es -aprobó Belgrano con un gesto de desconcierto.
Blas trató de serenarse pero la emoción lo embragaba.
-Hay que crear una bandera que nos represente- expresó con orgullo.
Belgrano enarcó las cejas en señal de admiración. Se encontraba frente a una frase que podía cambiar el curso de la historia.
-Imaginate Manuel. Una bandera que nos represente, que el viento agite con orgullo en los estandartes de la victoria, para que la llevemos en el alma, para que vean esos jetones de la Madre Patria que tenemos identidad, que tenemos colores.
Belgrano no salía de su asombro y a cada palabra de Blas de Mondéjar se le hacía agua la boca, se sentía suspendido en el aire placentero de Rosario.
-¿Qué te parece la idea Manuel?
-Sensacional, brillante, no se no tengo palabras para describir lo que siento, es una idea magnifica.
Belgrano se bajó del catre y juntos salieron de la tienda. Era una esplendida mañana, el sol se regocijaba en un cielo azul claro por dónde se lo mirase, caminaron distendidos por la ribera del Paraná, Blas hacía gestos y ademanes de entusiasmo, Belgrano caminaba lento, con las manos en las solapas de la chaqueta y el porte altivo que lo distinguía. Siguieron caminando. De pronto Blas se paró delante de él cortándole el paso. Su entusiasmo había decrecido, trató de mirar los ojos claros del General pero no pudo, era como si no se atreviese a decir lo que pensaba en ese momento. Manuel hizo una mueca de no entender, miró a su amigo quien a su vez miraba la hierba delante de sus zapatos, como si se sintiese avergonzado, cohibido.
-¿Qué sucede?- inquirió Belgrano.
-Bueno es que no se cómo decírtelo Manuel- murmuró Blas sin levantar la vista.
-Te pido que hables y seas claro- la voz de Belgrano sonó firme.
-Es que en realidad yo quería contarte algo más.
-Adelante. Te escucho.
Blas de Mondéjar miró en derredor como asegurándose de que nadie que anduviese por allí pudiese oírlos. Pero no había nadie, estaban solos con la naturaleza. Casi en un murmullo como si le costara hablar comenzó a decir:
-¿Te acordás cuando el otro día caí de mi caballo y estuve no se cuanto tiempo inconsciente?
-Si claro que me acuerdo. Estuviste inconsciente un día entero y para serte franco creíamos que no te ibas a volver a despertar- le recordó con un aire fraternal en sus palabras.
-Pero acá estoy, más sano y más lucido que nunca- dijo alegremente- ¿Y sabés lo que me sucedió mientras estuve inconsciente?- sin darle tiempo a responder agregó- Me vi inmerso en una luz muy tenue y una voz me iba relatando una especie de profecía o algo por el estilo. Era una voz muy cálida, muy agradable.
Belgrano soltó su mano derecha de la solapa, hizo un gesto vago y dijo con cierta indiferencia: “No jodás”.
Blas de Mondéjar se sobresaltó, no en vano se había atrevido a confesarle lo de la bandera a su amigo y ahora que tenía algo más importante que decirle a él parecía no interesarle. Pero no se iba a dar por vencido así porque si.
-Por favor Manuel te pido que me escuches un momento. ¿No somos íntimos amigos?, ¿alguna vez te fallé, te mentí? Por favor te lo pido, prometo contarte todo tal cual me sucedió sin omitir ni agregar nada. ¿O de donde te pensás que salió lo de la bandera? Pero como me imaginé la cara que ibas a poner si te decía que me lo dijo esa profecía no me quedó otra que decírtelo así y hacer un poco de teatro. Juro decir toda la verdad y nada más que la verdad, lo juro por la Patria.
Esta última frase hizo que Belgrano cambiara su parecer.
-Está bien- dijo un tanto resignado y sentándose sobre la hierba humedecida.
Blas se sentó delante de él y comenzó a recordar.
-Soñé o vi, no sé cómo decirlo con una voz que me iba recitando una serie de hechos que sucederán dentro de muchos años; en todo momento me sentí sumergido en esa luz muy tenue que me trasmitía paz y armonía. Esa voz fue la que me dijo lo de la bandera, si bien no fue un comentario breve tampoco se explayó demasiado en el tema; al parecer lo de la bandera era como una especie de introducción a la prédica que ahora te voy a contar, eso sí que fue largo. La voz me iba hablando que nuestro país llegará a ser una potencia mundial. ¡Pero no en lo que vos te imaginas Manuel!- se anticipó a aclarar viendo la cara que ponía Belgrano- nuestro país llegará a ser una potencia mundial en el fútbol.
-¿En el qué?- preguntó Manuel totalmente desorientado.
Blas hizo un gesto de comprensión.
-Trataré de ser breve así no nos vamos del tema que nos concierne. El fútbol es un juego que van a inventar los ingleses. Bah, en realidad no van a inventar nada, lo van a robar los piratas de algún lugar como hacen con todo lo que encuentran a su paso, es una vieja tradición inglesa.
El General Manuel Belgrano lo exterminó con la mirada, aun se palpaba el clima tenso sobre la ciudad de Buenos Aires, luego de la heroica resistencia de las milicias criollas en las traicioneras invasiones inglesas. Manuel sentía en su piel el ardor de las batallas, como esas heridas que no cicatrizarán fácilmente. Su patria sería agraviada por el enemigo y él se sentiría tocado en su fibra más íntima.
-¡Un juego inglés practicado en nuestras tierras!- su voz sonó amenazante y hasta el río pareció detenerse.
-¡Es que ahora viene lo mejor, no te impacientes!
-Según esta profecía en este juego, dos equipos de once jugadores por bando lanzan un balón con el pie y tienen que introducirlo en una especie de abertura.
Gana el equipo que más veces lo logra, lógicamente con el correr de los años, este juego adquirirá mucha popularidad, se crearán torneos nacionales, ligas, competencias mundiales, etcétera.
Pero para desarrollar eficazmente este juego se necesitan de varias condiciones más bien innatas. Como por ejemplo: Garra, tesón, sacrificio, voluntad, hacerlo con pasión. Bueno no hace falta que yo te lo cuente, ahí tenés el ejemplo de la revolución.
Belgrano siente en sus venas el ferviente sabor de la victoria, pero no dice nada solo se abstiene de seguir escuchando a su amigo y confidente.
-Pero además se necesita ser inteligente, tener hambre de gloria, tener picardía, ¿me seguís?, engañar al adversario, crear estrategias. Ahora decime Manuel ¿Qué nos falta a nosotros de todo lo que te nombré?
Belgrano seguía cavilando sin emitir palabra, el interés por conocer a fondo la profecía de Blas crecía en su interior.
-Ahora bien, este sería el nudo de la cuestión, ahora viene el desenlace, digamos lo más importante, la prédica decía que dentro de muchos, muchísimos años va a nacer en nuestras tierras, un pibe que con el correr de los años se va a convertir en el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.
Blas abrió los brazos mirando al cielo como esperando una señal divina, su voz adquirió un tono Mosaico- Nacerá un domingo a los 30 días del mes de Octubre, será de origen humilde, de padres trabajadores y tendrá muchos hermanos. Él será el elegido entre millones para llevar a lo más alto la bandera que se ha de crear, su zurda prodigiosa nos conducirá inexorablemente hacia la victoria.
-Veinte. Serán las letras que han de conformar sus nombres y apellido completo.
-Diez. El número que llevará en su casaca más allá del tiempo.
-Muchas las piedras que ha de sortear en el camino.
-Único. El amor que emanará del pueblo hacia él.
-Dejará pinceladas eternas en el barrial del potrero de las siete canchitas. Su primer sueño será jugar en el mundial y el segundo salir campeón con Argentina.
Tendrá, su bautismo de fuego en una calurosa tarde de primavera, al ingresar al campo de juego con su melena enrulada resonará en sus oídos: “Juegue como usted sabe y si puede tire un caño”, y al primer contacto con el balón hará realidad aquel pedido. En el imperio del sol naciente levantará su primer trofeo con el conjunto nacional. El universo entero será testigo de su magia, no solamente paseará su arte y filosofía por las tierras del Río de La Plata, sino también por todo el viejo continente. Solo él podrá llenar escenarios y levantar multitudes y antes de irse a conquistar Europa, pasará por equipo de sus amores y cosechará otro título, no sin antes hacer una fantasía en una lluviosa noche de abril. Amortiguará el balón con su guante zurdo y haciendo morder el barro al arquero y al defensor definirá con un toque sutil. En el país de la Madre Patria no lo tratarán muy bien, pues allí tendrá prohibido ser artista. Luego trasladará su magia al país de la península, será el gladiador que llevará la bandera del sur empobrecido y de la mano de San Genaro desafiarán al norte rico.
Será el argentino más conocido del planeta, y entonces, cuando se encuentre en la cresta de la gloria con la picardía criolla y la mano de Dios les robará los ingleses, les robará descaradamente y saldrá corriendo con el puño en alto. Total ladrón que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Pero para que no queden dudas de su don celestial, algunos minutos después iniciará su obra más sublime; recorrerá más de sesenta metros y gambeteando a todos enfrentará al arquero, rubricando el tanto más extraordinario de la historia, en una corrida memorable, en una jugada de todos los tiempos, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina, y gracias Dios por el fútbol, por estas lágrimas. Y así regando de gloria este suelo les 'pasará el trapo' a los ingleses.
A Belgrano los ojos claros se les pusieron vidriosos. “Pasarles el trapo a los ingleses”.
-Alzará la copa para todo su pueblo, se jugará entero por su patria. Desde el pedestal más alto de la gloria hará flamear la bandera nacional y la besará tan solo como se besa al primer amor, porque después de todo la patria es el primer amor. Les dirá en la cara lo que piensa a los jetones del poder sin pelos en la lengua y desafiando a los infames poderosos. Por supuesto que los jerarcas de turno no se van a quedar de brazos cruzados, lo tildará de “Cabecita negra” y él les responderá: “Y a mucha honra”.
En la tierra donde deslumbrará con su magia, sacando a relucir su amor propio y con un martirio permanente en su tobillo izquierdo, luego de pasar un gran sofocón ante nuestros hermanos brasileños, el genio frotará la lámpara para que defina el hijo del viento y así continuar por la senda triunfal. Insultará a los cuatro vientos cuando una silbatina generalizada desprecie nuestra canción patria. Llorará con bronca y el alma herida cuando injustamente nos despojen de la copa. Intentarán crucificarlo con la misma intensidad con la de que ha de ser amado, pero como el llanto de su derrota será el llanto del pueblo y con el dolor corriendo por sus venas resucitará de sus cenizas, volverá contra todo y contra todos. Primero hará un paso fugaz dejando destellos de su destreza por las tierras de Andalucía y luego por Rosario. Se preparará como nunca.
Será nuestra identidad, el emblema de una nación con sus aciertos y sus errores; y cuando la máxima competencia se dé cita en el país de los que se creen los dueños del mundo, tras una perfecta combinación de toques con sus fieles compañeros, un zurdazo impecable se incrustará en el ángulo, asombrando hasta a los Dioses del Olimpo, y cuando nuevamente se regocije en el amor de su pueblo otra vez se ensañarán contra él y trataran de condenarlo al peor de los infiernos. Con el alma herida no podrá controlar las lágrimas que brotarán de su maltrecho corazón, pero por más que le corten las piernas seguirá caminando, pues todos sabrán que no correrá por esa extraña mentira sino por el amor a su gente, y ni así, aunque le den todo el oro del mundo le venderá el alma al diablo.
Y cuando los hipócritas mandamases se den por satisfecho creyendo haberlo aniquilado, en el club de sus amores él resucitará una vez más, su ángel emergerá nuevamente sobre el rectángulo verde, la ovación desmesurada bajará desde un Coliseo enajenado barnizado por un mar de humo azul y oro, y les tapará la boca a los que lo daban por muerto.
En una tarde de Octubre pondrá puntos suspensivos a su vasta e inigualable trayectoria, pues nunca tendrá punto final su carrera.
Un enemigo de blanca apariencia, pero oscuro y traicionero como Judas, intentará destruirlo y arrancarle el corazón, y ese ha de ser su partido más difícil, pero si te caes cien veces cien veces has de levantarte, porque cuanto más arriba se está más fácil es caerse, pero más heroico es levantarse.
Con el tiempo nos dejará una herencia inagotable de sueños y gambetas, y con el pasar de los años su trono quedará vacío, pues nadie ha de ocupar su lugar, simplemente porque no habrá ninguno igual y su corona no será cubierta jamás por el polvo del cruel e inmodificable pasar de los años.
En una isla del Caribe intentará restablecerse de tantos avatares. A la distancia seguirá ligado a su tierra y como ausentarse aumenta la nostalgia, un día volverá para ser alabado por una multitud que formará un río de lágrimas en homenaje al ídolo amado. El Dios del fútbol agradecerá una y otra vez a su querida gente, porque él será de la gente. Lo hará en el templo sagrado del fútbol mundial, que Dios ha de construir en las cercanías de las aguas del Riachuelo, de las aguas hasta las que navegó don Pedro de Mendoza, y en las tierras donde se produjo la primera fundación de Buenos Aires, y ha de convertirse por deseo del Supremo en el epicentro de las Provincias Unidas. Y allí, en un día que amanecerá nublado y lluvioso, pero que comenzará a sonreír con el correr de las horas, su zurda acariciará nuevamente a su amiga más leal, despertando la admiración de una multitud fervorosa que inundará la tarde de pasión y cariño.
Jugará simbólicamente junto a las figuras del fútbol mundial rodeado por sus afectos; convertirá dos tantos desde la pena máxima y sobre el final de la ceremonia cuando el aire del Riachuelo deslice un manto de nostalgia por los momentos vividos, enfundados en los colores de sus amores e inmersos en un silencio catedrático dirá a corazón abierto: “Esto es increíble. Cuando yo lo contaba no era creíble, pero ahora el mundo ve lo que son los argentinos, la pasión que sienten por el fútbol y la pasión que sienten por un número 10 que alguna vez le arrancó una sonrisa. Yo la verdad que no se con que pagarles de verdad. Yo traté de ser feliz jugando al fútbol y de hacerlos felices a todos ustedes y creo que lo logré, la verdad que esto no me lo esperaba, porque esto es demasiado, es demasiado para una persona, es demasiado para un jugador de fútbol, les agradezco con mi corazón. Esperé tanto este partido y ya se terminó. Ojalá que no se termine nunca el amor que siento por el fútbol, que no se termine nunca esta fiesta, que no se termine nunca el amor que me tienen. Les agradezco en nombre de mis hijas, en nombre de mi vieja, en nombre de mi viejo y de todos los jugadores de fútbol del mundo. El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo, de eso que no le quepa la menor duda a nadie. Por que se equivoque uno no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero… pero la pelota no se mancha” y cuando la multitud emocionada caiga rendida a sus pies con lágrimas en los ojos añadirá: “Les pido que este amor no se termine nunca, se los pido por favor”. La puta Manuel que se va a terminar.
Pero como el tiempo es orgulloso y sigue transcurriendo, también pasará ese día maravilloso que nunca será una despedida, por que el amor no conoce el paso del tiempo y los sentimientos que se graban en el alma no desaparecen jamás, y el idilio con la gente permanecerá inalterado en el corazón del ídolo, y dentro de tantas pálidas (que dicho sea de paso este país tendrá y muchas, todo por culpa de cuatro atorrantes) él intentará arrancarnos una sonrisa y hacernos participe de su obra.
Sus hazañas se trasmitirán de generación en generación, no te olvides Manuel que los griegos decían que los grandes acontecimientos suceden para ser contados; y así, los padres con los ojos humedecidos contarán a sus hijos y a los hijos de sus hijos sus memorables jugadas. Y el Dios del fútbol será alabado por los siglos de los siglos.
Belgrano agachó la cabeza, pestañó un par de veces y una lágrima rodó por su mejilla, no quería que Blas lo viese llorisquear, era un guerrero, pero por sobre todas las cosas era un mortal de carne y huesos ¿Cómo carajo no iba a llorar con todo lo que estaba escuchando?
Blas de Mondéjar dio por finalizado su discurso. Distendido se alejó a paso lento; él tampoco quería que Belgrano lo viese lagrimear, él también se sentía un soldado que tanto joder.
Sin darse vuelta dijo:
-Pensalo Manuel, vos vas a quedar en la historia y quien te dice en una de esas a algún gobierno de turno se le ocurra dedicarte una avenida, un barrio en la Capital, o sin ir más lejos algún equipo de fútbol lleve tu nombre, que se yo.
Belgrano se encontró solo sentado sobre la hierba viendo a la distancia la sobra irregular de su amigo.
“La puta Manuel. ¿Te estarás poniendo viejo? -pensó- esta no me la esperaba. Justo vos que batallaste en el Paraguay. Que anduviste entre libros por Salamanca y Valladolid, de tertulia en tertulia con las mujeres más hermosas. Que fuiste un duro en los días de Mayo. ¿Ahora se te pianta un lagrimón?”
“Por ese pibe por la patria hay que crear una bandera.”
Pensó que allí cerca del Paraná sería un buen sitio para enarbolar la nueva insignia patria.
“Necesito pensar -se dijo mientras trataba de controlar su agitada respiración- Todo esto me turbó. Tengo que relajarme, estar concentrado. Lo primero que tengo que hacer es pensar en los colores”.
Sintió la brisa de la esplendida mañana deslizarse por su rostro. Sus ojos claros contemplaron el cielo celeste, luego los cerró y trató de poner la mente en blanco.
(Mi agradecimiento a Rodrigo Gaite por cederme este hermoso cuento para compartirlo con todos ustedes)
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El torneo tuvo una enorme repercusión de público y fue televisado en directo para todo nuestro país y para el exterior.
El partido final se realizó en el estadio de Vélez Sársfield, (escenario de toda la programación) y Argentina le ganó a Brasil por 3 a 2, luego de dramáticas alternativas.
El local alineó así: Miguel; Valenzuela, Almirón, Cibulsky y Marino; Kuyumchoglu, Fernando Redondo y Hugo Maradona; Rocca (Dennis), Salaberry y Lorenzo Frutos. El director técnico fue Carlos Pachamé. En el banco de suplentes de nuestro representativo estaban Corrales, Fernando Cáceres, Montero, Presa, Diego Alvarez y Alejandro Ruidíaz.
Los goles de la final los anotaron Hugo Maradona (2) y Lorenzo Frutos.
La campaña del conjunto argentino resultó inmejorable: ganó los 8 partidos disputados, con 32 goles a favor y solo 5 en contra. El goleador fue Pedro Salaberry, con 10 anotaciones.
Un equipo de apellidos que hoy, en su mayoría son olvidados, salvo los de la trayectoria que posteriormente lograron Redondo, Cáceres y Salaberry.
(JUAN RAMÓN CARRASCO, ex jugador y entrenador uruguayo, en diario “La Nación” del Lunes 19 de Mayo de 2003)
(MICHAEL PLATINI, ex internacional francés y actual presidente de la UEFA)
Los colores de mi cuadro (Padre Raúl Entraigas - Argentina)
como el mismo cielo,
son los colores que ostenta
nuestro heroico San Lorenzo!
Rojo como el sacrificio de sus muchachos primeros
que escalaron posiciones pero sólo a sangre y fuego;
y azul como la guardrapa turquí del cielo porteño
que envuelve, como una madre, la ciudad de los ensueños...
Rojo como los ocasos que tiñen de oro y bermejo
a nuestras pampas tranquilas en largas tardes de Enero;
y azul como los ideales que llevamos en el pecho
que son valor y energía en los bravos entreveros.
Rojo como los pimpollos de nuestro clásico ceibo,
que es la flor que simboliza todo lo criollo, lo nuestro;
y azul como la superficie dormida de un mar sereno
cuando parece que acuna diafanidades de sueños...
Rojo como sangre joven y azul como el mismo cielo
son los colores que ostenta nuestro heroico San Lorenzo.
No era socio ni simpatizante del Barcelona y no tenía ninguna relación con el mundo del fútbol, los objetivos que se le habían impuesto al Marqués eran otros, descatalanizar el Barça y apartarlo de su significación cívica.
De su falta de conocimientos futbolísticos da idea la anécdota contada por Rossend Calvet, un domingo, ocupando un sillón en el palco presidencial, preguntó ingenuamente a cuantos iban los contendientes en el encuentro que se celebraba había confundido el fútbol con la pelota vasca, o su reglamentación de su discurso de toma de posesión destacamos dos frases: "Desde luego, opino que hemos de considerar nuestro mandato como servicio al engrandecimiento de la causa de España", "No he de ocultar que vamos a encontrar una tarea delicada y dura".
Dificultades de todo tipo se iban a cruzar en su camino, los jerarcas del deporte español realizan manifestaciones que ponen en duda la existencia del F.C Barcelona como sociedad deportiva en función de los valores que la situación política exige, él y sus directivos responden de forma contundente y se les impone una multa por alteración del orden público, la reacción de la masa social de apoyo a su directiva es fulminante, aportando donativos anónimos.
El Marqués presenta por primera vez la dimisión en el año 42, tras proclamarse el club Campeón de Copa y campeón de 8 especialidades deportivas, creía que había conseguido su objetivo de retornar al club al lugar que por su historia le correspondía, la dimisión no le fue aceptada y se enfrascó en el proyecto de la construcción de la gran tribuna del Campo de les Corts, uno de los proyectos más ambiciosos de la historia del Barça. Cabe destacar que durante su presidencia se ampliaron los laterales y los goles del campo de Les Corts y se construyó una pista de baloncesto. Además, también se crearon las secciones de béisbol y balonmano.
Tras la vergonzosa multa de 25.000 pesetas impuesta al Barcelona por el comportamiento del publico de Chamartín el día del 11 a 1, Enrique Piñeyro, Marqués de la Mesa de Asta, presentó su dimisión de forma irrevocable al no tolerar discriminaciones y lo que el creía una campaña orquestada y dirigida precisamente por aquellos que debían encauzarla por los caminos de la caballerosidad y deportividad
Era el 20 de Agosto de 1943. Un hombre que vino a destruir al Barça se convirtió a la fe azulgrana y eso no fue perdonado en los mentideros de la política española.
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