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DINOSAURIOS - Hamburgo SV (Alemania)


Los inicios

El Hamburgo Sport Verein (HSV), tal y como se le conoce en la actualidad al Hamburgo, es el fruto de la fusión de tres clubes de una relativa importancia en el marco futbolístico germano: el Hamburgo SC, el Sport Club Germania y el FC. Falke. Los tres acuerdan fundirse en uno solo a partir del 1º de Junio de 1919.

No obstante, hay que remontarse al 29 de Septiembre de 1887, para encontrar su precedente más cercano. Ese día nació el Hamburgo como tal, aunque el más antiguo de estos clubes era el Germania, nacido algunos meses antes como sociedad polideportiva abierta a los extranjeros y a nacidos en Alemania pero de padres foráneos.

Por esta razón algunos han querido ver al Hamburgo como la más antigua sociedad futbolística de Alemania junto al Munich 1860 y de ahí el sobrenombre que poseen: “Los Dinosaurios”.

Pero sin duda lo más característico del Hamburgo en sus comienzos fue la defensa a ultranza de los valores surgidos en la propia ciudad. Durante bastantes años el club no permitía la admisión de jugadores o deportistas procedentes de otras regiones del país, con el fin de defender su propia identidad. Es decir, una especie de equipo vasco, al estilo de la Real Sociedad o Athletic de Bilbao. Pero ahora aquello no es más que un bello recuerdo. El romanticismo ha terminado. El Hamburgo no sólo se nutre de jugadores de otra parte del país, sino que en este momento en el equipo hay nigerianos, suecos, brasileños, checos, etc... Sólo el Athletic sigue fiel a sus principios; el Hamburgo hace tiempo que los abandonó. La salida de sus más importantes jugadores al extranjero o a otros equipos del país le obligó a replantearse la situación.

En principio, aquella medida no le fue mal. Más bien todo lo contrario. A los tres años de su creación el Hamburgo ya estaba en la primera final por el título de Liga junto con el Nüremberg, pero no logra hacerse con él después de dos partidos que terminan con empate (2-2 y 1-1). Ambos se repartirían el honor durante esa temporada.

Únicamente tendría que esperar un año para ver hecho realidad aquel sueño. El título sería para él sólo después de derrotar con claridad en la final por un contundente 3-0 que no dejaba la más mínima sospecha de que el Hamburgo era el equipo más fuerte de Alemania. Los goles de Schneider, Breuel y Harder serían la base fundamental del triunfo.

Otto Harder, también conocido como Tull, era el ídolo de aquel conjunto. En 1922, 1923 y 1928 se convierte en el máximo goleador de la Liga alemana en su fase regional. Harder debutará en la selección nacional absoluta en 1914 y tras un parón por motivos bélicos vuelve después a la escena futbolística hasta 1926, completando un total de quince partidos internacionales en los que logra 14 goles.

El segundo gran triunfo tampoco se haría esperar demasiado. Seis años después del primero, el Hamburgo volvía a presentarse en la final, esta vez frente al poderoso Hertha de Berlín, que en los dos primeros años de 1930 dominará la escena alemana.

Sin embargo, en 1928 caería ante el Hamburgo por otro resultado indiscutible: 5-2.
Kotzen en dos ocasiones, Horn, Rave y, de nuevo el artillero “Tull”, Harder, firmarían la victoria hanseática que le situaba en las primeras posiciones de una posible clasificación general de la Liga alemana por detrás del Nüremberg que, por aquel entonces, ya contaba con cinco Campeonatos en su poder. Pero sin duda lo del Hamburgo tenía más mérito, ya que los había conseguido con jugadores formados en sus propias categorías inferiores, mientras que el resto de clubes ya se reforzaban con los mejores productos del mercado nacional.

La terrible Guerra

El período de pre-guerra y post-guerra que vivía Alemania parece convulsionar el discurrir del Hamburgo. La buena marcha que llevaba hasta entonces se frena hasta el punto de desaparecer en la lucha por el Campeonato durante varios años. En el ámbito nacional había caído en el más profundo de los baches y se tiene que contentar con algún que otro título parcial. Así, en 1931, 1932 y 1933 se proclama campeón de la Oberliga de Alemania Norte que venía a ser algo así como el Campeonato regional que daba acceso a las eliminatorias por el título. Sin embargo, el Hamburgo cae a las primeras de cambio frente a conjuntos de menor importancia. Esto en lo que se refiere en la época anterior al proceso bélico.

La situación no variará demasiado en la posguerra. En el torneo regional demuestra que es el más fuerte de su zona -gana todos los años entre 1947 y 1958, con excepción de 1954 en que lo hace el Hannover 96- pero es incapaz de meterse entre los aspirantes a pesar de que en sus filas contaba con dos jugadores que en 1954 se proclamarían campeones del mundo con Alemania en el Mundial de Suiza. Se trataba de Fritz Laband, un defensa que actuó en tres partidos, y el también defensa de origen rumano Josef Posipal.

Fueron tiempos duros para los hanseáticos. El equipo se había trivializado, fruto también de la modestia con la que el club actuaba a la hora de las contrataciones. Los técnicos entonces optaban por mirar lo que podían descubrir dentro de su propia casa. Y en esta búsqueda apareció Uwe Seeler, una de las leyendas del fútbol alemán y hombre más carismático que ha dado el club.

Vuelven los laureles

Si hasta 1959 la trayectoria del Hamburgo había sido prometedora en sus inicios para desaparecer de los puestos de privilegio tras el segundo título de Liga (1928), a partir de 1960 todo cambiará. Este año marcará el inicio de una nueva época en la que el hombre fundamental será el ariete Uwe Seeler. El conjunto hanseático no sólo volverá a rendir al máximo nivel sino que sus apariciones en Europa serán frecuentes y exitosas.

El reencuentro del Hamburgo con el triunfo se produce en la temporada 1959-60. Habían pasado 32 años desde el último título liguero y ahora tenían la oportunidad de recordar unos momentos similares al imponerse al Colonia en el partido final por el Campeonato, por el resultado de 3-2.

Uwe Seeler será el hombre fundamental en la victoria al marcar dos de los tres tantos de su equipo, mientras que Dörfel haría el otro. En este equipo hay que destacar también la figura de Die-ter Seeler, hermano de la gran estrella y pieza básica de este conjunto en el centro del campo. Sin embargo, una lesión le obliga a retirarse cuando aún no había cumplido los 30 años.

Los éxitos no terminarán aquí. El Hamburgo había vuelto a la senda de la victoria y no quería dejarla. Por eso, tres años después, se hace con la Copa de Alemania, lo que le iba a dar la posibilidad de hacer su debut al año siguiente en una competición europea, concretamente en la Recopa. Este torneo comenzó a disputarse en la temporada 1960-61 y tuvo a la Fiorentina como primer campeón. El paso siguiente consistía en tratar de arrebatarle el trofeo al Tottenham que se había proclamado vencedor el año anterior.

Eurohamburgo

La presentación del Hamburgo en Europa se saldó con una eliminación al llegar a los cuartos de final frente a Lyon francés. Pero antes realizó la proeza de dejar fuera al Barcelona en octavos. En primera ronda los alemanes no tuvieron dificultades ante el flojo Unión de Luxemburgo al que vencieron en los dos partidos (4-0 y 3-2).

La verdadera prueba de fuego llegó en la siguiente eliminatoria. El Hamburgo le tocó en desgracia o suerte, según se mire, al Barcelona que, tres años antes, había llegado a la final de la Copa de Europa contra el Benfica.

Los germanos sacan un importante empate del Camp Nou, donde igualan a cuatro con el conjunto azulgrana y rematan la faena semanas después en su estadio venciendo por 3-2.

Uwe Seeler volvería a resultar decisivo para el triunfo del Hamburgo ya que los siete goles que marcó su equipo en el global de los dos encuentros él fue el autor de cuatro.

Sin embargo, su presencia no resultaría suficiente para hacer lo propio con el Lyon, con el que no pasan del empate en su casa y pierde en terreno galo por un claro 2-0 que le apea de la competición.

Volverá a repetir en este mismo torneo cuatro años más tarde pero no como campeón de Copa de su país -no lo será hasta 1976- sino como subcampeón. El Bayern, que le derrotó en la final de 1967, era, además, el poseedor de la Recopa del año anterior lo que posibilitaba que Alemania tuviera dos representantes en la competición.

Y en su segunda intervención continental está a punto de dar la gran sorpresa al plantarse en la final contra todo pronóstico y posibilitándole una dulce venganza frente al Lyon también en cuartos de final.

La realidad es que los enemigos a los que se enfrentó no eran del más alto nivel: Randers Freja, Wisla Cracovia, Lyon y Cardiff City eran conjuntos asequibles para los intereses hanseáticos que solventaron con seis victorias, un empate y una derrota. Los franceses fueron los únicos que les pusieron en algún aprieto ya que necesitaron de un partido de desempate en Hamburgo para dilucidar cuál de los dos pasaba a semifinales después de que en ambos partidos se diese el mismo resultado de 2-0. En el encuentro decisivo, Seeler, siempre Seeler, volvió a demostrar quién era y marcó los dos tantos de su equipo y ocho de los 18 en toda la Recopa.

La final se jugó el 23 de Mayo de 1968 con arbitraje del colegiado español Ortiz de Mendíbil. El Milán fue el otro finalista y el que se proclamaría campeón al vencer por dos a cero. El partido quedó casi resuelto a los 20 minutos cuando los italianos ya ganaban por ese mismo resultado gracias a los tantos del sueco Hamrirm que contaba en ese momento con 34 años.

Bastante habían hecho los muchachos alemanes. Se puede decir que en aquel equipo jugaban Seeler y diez más porque salvo Horst y Kramer el resto eran unos perfectos desconocidos en el concierto internacional. El equipo que presentó el Hamburgo estaba formado por Ozcan; Sandmann, Horst, Shulz, Kurbjuhn; Dieckmann, Hörning, Kramer; Dörfel I, Seeler y Dörfel II. Es decir un 4-3-3 en el que todo se dejaba a la capacidad realizadora de Uwe Seeler.

Vuelta a las andadas

Aquellos momentos históricos no fueron más que un espejismo. Como veíamos, el Hamburgo no contaba más que con un aceptable equipo, disciplinado pero poco más. Con esto le bastaba para estar en los puestos altos de la tabla alemana que le concedían la posibilidad, al menos, de disputar la Copa de Ferias. Pero otra cosa bien distinta era aspirar al Campeonato.

Así en el período comprendido entre 1968 y 1974, el Hamburgo participará en cinco ediciones del tercer torneo en importancia de Europa. Su mayor «éxito», si así se le puede llamar, fue llegar hasta semifinales en la temporada 1975-76, pero el Brujas se encargará de frustrarle sus deseos.

Pero sin duda lo más destacable será su rápida eliminación en todas sus intervenciones y su retirada en cuartos de final de la edición 68-69, cuando el sorteo le emparejó con el Goztepe Izmir turco.

El Hamburgo irá incorporando gente importante de las categorías inferiores, pero todavía estaban un poco verdes para competir por un título con clubes que contaban con mayor veteranía y sabían afrontar los encuentros de riesgo con mayor serenidad. Por eso nadie se quejaba. Todos eran conscientes de la imposibilidad de hacer más cosas.

Eso sí, comenzaban a sonar con fuerza dos nombres que más tarde darían gloria y poder al Hamburgo. Se trataba de Kaltz, un lateral derecho de enorme proyección ofensiva, y Magath, un centrocampista que se iba a convertir en el auténtico director de la orquesta hanseática. La época de Uwe Seeler se había terminado con algunos logros importantes, pero los buenos tiempos todavía estaban por llegar. Y no tardarían mucho. Sólo habrá que esperar un año tras la última eliminación en Copa de la UEFA (1977) para verle entre los grandes de Europa.

Rey de Re... copas

El año 1976 trae un nuevo título para el Hamburgo: la Copa de Alemania. Dieciséis años llevaba de sequía desde que en 1960 obtuviera la Liga. En 1973 también ganó un título, pero menor: La Copa de la Liga.

Con su victoria en la Copa volvía por tercera vez a un torneo que no se le había dado mal las dos ocasiones precedentes. En una fue cuartofinalista y en otra subcampeón.

A la tercera irá la vencida, Hamburgo destronaría en la final al Anderlecht que defendía su título aquella noche.

El Hamburgo se plantó en la final con una sola derrota, la que le infligió el Atlético de Madrid en semifinales (3-1). Todo hacía pensar que aquella ventaja sería suficiente para los colchoneros. Pero en la vuelta el Hamburgo arrasó y terminó con las aspiraciones atléticas en un santiamén y dio la vuelta al marcador con un 3-0. Atrás habían quedado también en el camino el IBK de Reikjavik, el Hearts escocés y el MTK de Budapest.

La final se celebrará en Amsterdam el 11 de Mayo de 1977 con el inglés Partridge de colegiado. El partido fue muy igualado y hasta el final se mantuvo la incertidumbre en el marcador. El primer gol llegaría en el minuto 81 por medio de Volkert, el goleador por aquel entonces. El segundo y definitivo tanto llegaría en el último minuto por mediación de Magath. Al final, 2-0 para el Hamburgo que lograba su primer entorchado continental con una formación en la que sobresalían por encima de los demás, aparte de los mencionados Kaltz y Magath, el centrocampista Gaspar Memering, el guardameta Kargus y el delantero Volkert.

Keegan llega al Hamburgo

El título europeo supuso un estímulo y una elevación del optimismo en el seno del Hamburgo, que en la temporada 1977-78 se decide tirar la casa por la ventana y ficha al delantero inglés Kevin Keegan, campeón de Europa en 1977 con el Liverpool y Balón de plata (segundo mejor jugador del continente) por detrás de Simonssen. Para acompañarle en el ataque el club contrata a Hrubesch, un delantero centro de 1,88 metros y 88 kilos de peso. Con el pie, nada o muy poco, pero con la cabeza resulta imparable.

El primer compromiso que debe atender el Hamburgo junto con la Liga es la Recopa. Sin embargo, ni en uno ni en otro frente tiene demasiada fortuna. En la Recopa cae ante el Anderlecht, víctima suya en la final de unos meses antes. Y en la Liga no consigue ni tan siquiera clasificarse para la copa de la UEFA. En consecuencia, el conjunto alemán había fracasado de manera estrepitosa.

Tendrá que esperar todavía un año más para ver realizado el sueño de ser campeón. Pero lo consigue en un duelo glorioso con el Stuttgart al que logra aventajar en un punto al final de la temporada. El Hamburgo volvía a ser el mejor equipo de Alemania 19 años después.

Este triunfo le permitía al Hamburgo debutar en la Copa de Europa en la que partía como uno de los favoritos junto al Liverpool, Nottingham, Real Madrid, Ajax y Milán. Valur de Reikjavik, Dinamo Tbilisi, Hajduk Split y Real Madrid serán sus adversarios antes de llegar a la final del Santiago Bernabéu. Precisamente las mayores complicaciones le surgirían frente a los blancos, y más después del partido de ida en que el equipo madridista consigue una ventaja de dos goles, ambos marcados por Santillana. Si el encuentro de vuelta se recuerda por la forma en que el Hamburgo trató al Real, la ida pasó a la historia como la del mareaje de Pérez García a Keegan en el que el madridista anuló al inglés.

En la final decidió el solitario gol de Robertson para el Nottingham Forest. El Hamburgo fue incapaz de darle la vuelta al encuentro a pesar de que utilizaron toda su artillería. El yugoslavo Zebec, por entonces técnico de los alemanes, puso en liza a Kargus; Kaltz, Nogly, Jakobs, Buljan; Hieronymus (Hrubesch), Magath, Memering; Keegan, Milewski y Reimann.

Dos años después recibiría la recompensa por su insistencia en hacerse dueño de Europa.

Europa a los pies de Magath

No se puede contar la historia del Hamburgo sin tener en cuenta los años 1982 y 1983, quizá los más trascendentales desde su fundación. En 1982 el conjunto hanseático vuelve a hacerse con el poder de Alemania al ganar la Liga con 3 puntos de ventaja sobre el Colonia. Además se planta en la final de la Copa de la UEFA aunque pierde con el Goteborg en los dos partidos (0-1 y 0-3). Los alemanes habían llegado después de haber dejado fuera al Utrecht (6-4), Burdeos (3-2), Aberdeen (5-4), Neuchatel (3-2) y Radnicki (6-3), todos ellos después de que en la ida en Suecia sólo perdieran 1-0, pero su alocado ataque concedió demasiadas alegrías en defensa y el Goteborg les destrozó al contragolpe.

Esta derrota fue resarcida con la Liga. El Hamburgo volvía por segunda vez a la Copa de Europa de la mano de Ernst Happel, un técnico duro que ya había dirigido en España al Sevilla. La primera eliminatoria le enfrenta a sus hermanos del Este, el Dynamo de Berlín al que gana por un global de 3-1. Luego irán cayendo a sus pies el Olympiakos (5-0), Dinamo Kiev (5-1) y Real Sociedad (3-2). Como se puede apreciar fue ante el cuadro donostiarra cuando el Hamburgo pasó los mayores apuros. En la ida empate a uno en Atocha después de los goles de Gajate para la Real y Rolff para los alemanes.

Pero en la vuelta, donde se esperaba una goleada del Hamburgo, los locales tuvieron que dar gracias al colegiado, al conceder el decisivo gol de Von Hessen, en claro fuera de juego, cuando faltaban pocos minutos para el término del partido y la prórroga se veía llegar.

La final se jugó el 25 de Mayo de 1983 en Atenas. Como contendientes estaban el equipo alemán y la Juventus. El Hamburgo no contaba con grandes estrellas en comparación con la Juventus, pero sí con hombres de enorme amor propio. Happel colocó a Rolff sobre Platini al que anuló por completo. Ya había mucho ganado. Pero todavía más a raíz del gol de Magath a los ocho minutos. El centrocampista se escapó de Bettega y Scirea y con un fuerte disparo por alto batió a Zoff. De nada valió que en los últimos minutos, Trapattoni, el técnico juventino, sustituyera a Rossi por Marocchino y colocara a Platini en posiciones más avanzadas. Todo estaba visto para sentencia. El Hamburgo era campeón de Europa.

Este mismo año el Hamburgo vuelve a ganar la Liga -sería la última hasta el momento-, igualado a puntos con el Werder Bremen, pero en su defensa del título europeo fracasa rápidamente al ser eliminado en octavos de final por el Dinamo de Bucarest.

El último gran triunfo del conjunto germano data de 1987 en que consigue la Copa alemana. Las nuevas estrellas que habían aparecido fueron el centro-campista internacional Rolff, un incansable todoterreno, Von Hessen, todavía en el club y Bastrup, el goleador danés, además del centrocampista Hartwig, una delicia con el balón en los pies.

Seeler significa gol

Todos los clubes del mundo tienen o han tenido jugadores emblemáticos, de los que dan gloria y prestigio a la entidad. Así oímos hablar del Madrid de Di Stéfano, del Bayern de Beckenbauer, del Ajax de Cruyff, del Benfica de Eusebio, del Santos de Pelé,... o del Hamburgo de Seeler.

Porque además Seeler es un hombre hecho en la casa. Su padre, Erwin, ya había sido jugador del Hamburgo en la posguerra e invita a entrar a su hijo cuando éste tenía edad juvenil. Este hecho se produce el 1 de Agosto de 1946, cuando Uwe Seeler contaba con 10 años, ya que había nacido el 5 de Noviembre de 1936.

Su debut con el primer equipo tiene lugar el 5 de Agosto de 1953 a la edad de 17 años, y el 29 de ese mismo mes marca su primer gol en el Campeonato alemán frente al Oldenburg. En Octubre, Hepberger, el seleccionador alemán, le convoca para el equipo nacional que meses antes se había proclamado campeón del mundo para un partido contra Francia. No obstante su primer gol no llegará hasta 1958 ante Argentina.

Seeler fue máximo goleador de la Oberliga Norte durante seis temporadas de las cuales en cuatro también lo fue a nivel nacional. Jugó 18 temporadas en el Hamburgo, lo que hace un total de 718 partidos en los que marcó 404 goles. En la selección formó en 72 ocasiones logrando 43 tantos. En su palmarés a nivel de club nos encontramos con una Liga (1959-60) y una Copa (1963). Fue máximo goleador de la Bundesliga la temporada 1963/64 con 30 tantos.

Sus características como jugador se basaban en la fuerza y el coraje. Tiraba a puerta desde cualquier posición fuera difícil o no, de ahí que muchas veces resultara acrobático y espectacular en sus acciones, poseía un buen manejo de la pierna derecha y dominaba con destreza el juego aéreo. Disputó cuatro Mundiales: Suecia 1958, Chile 1962, Inglaterra 1966 y México 1970 (16 partidos y 7 goles) y asumió como Presidente del Hamburgo en Noviembre de 1995.

Debido a sus logros, en 1972 la Federación Alemana de Fútbol le otorgó el título de capitán honorífico de la selección alemana. Comparte este honor con jugadores de la talla de Fritz Walter, Franz Beckenbauer y Lothar Matthäus. Fue incluido por Pelé en la lista FIFA 100 de los mejores futbolistas vivos. En su ciudad natal se le conoce con el apodo cariñoso ‘Uns Uwe’ ("nuestro Uwe").

Los ’90 y el nuevo milenio

Esta década se caracteriza por la mediocridad en la que el equipo pasa sin pena ni gloria por la Bundesliga. En esta década el club no obtiene trofeos internacionales o locales y a comienzos de la misma tenía una gran deuda y fue rescatado de sus problemas financieros, mediante la transferencia de su más valioso jugador al Lazio italiano: Thomas Doll.

En la temporada 1999/2000 llegó en 3º lugar en la Bundesliga y calificó para la Liga de Campeones, todo un logro si miramos la pobreza de resultados en los años precedentes y otra buena noticia se suma para el club hamburgués: la terminación del nuevo estadio.

Un hito importante en la historia de la entidad lo marca el 7 de Febrero de 2004, cuando es inaugurado el museo del Hamburgo SV en el AOL Arena, dando la bienvenida a los aficionados de todo el mundo a recorrer el pasado de este maravilloso club de fútbol.

Meses después el club se vio involucrado en el caso de Robert Hoyzer, a quien se le imputó haber apostado fuertes sumas por el SC Paderborn y luego favorecer a ese equipo en el duelo de la Copa de Alemania ante el Hamburgo, que él arbitró el 21 de Agosto de 2004.

El Hamburgo estaba en ventaja por 2-0 y Hoyzer cobró dos penales, uno de ellos claramente inexistente y otro dudoso, a favor del Padeborn y expulsó al delantero hamburgués Emile Mpenza. "Sigan jugando así y del resto me encargo yo", se supone que le dijo el colegiado Hoyzer a los jugadores del Padeborn, en palabras que citó la revista deportiva "Kicker" días después.

Al final, el partido terminó con un 4-2 a favor del Padeborn, equipo de segunda división. Tras el encuentro, la agencia de apuestas Oddset informó a la DFB de que se habían registrado fuertes apuestas a favor del Padeborn -cuya victoria se pagaba por 575 a 100-, lo que generó las posteriores investigaciones, las cuales llevaron a Hoyzer a renunciar a su condición de árbitro de primera división, evitando una posible destitución.

Además, meses después, la Federación Alemana de Fútbol (DFB) pagó una indemnización de cerca de medio millón de euros al Hamburgo debido a la manipulación de que fue objeto en el partido en cuestión. Este episodio se convirtió en el mayor escándalo en el fútbol alemán en los últimos 30 años.

El Hamburgo SV es el único club que ha disputado todas las ediciones de la Bundesliga desde que esta comenzó en 1963 y sus últimos logros a nivel internacional son las Copas Intertoto que logró en 2005 y 2007.

Hamburgo, un gran club que quiere reverdecer viejos laureles de la mano de su actual Presidente, Bernd Hoffmann, quien parece tener la receta para recuperar el tiempo perdido.

El uniforme

El uniforme titular consta de camiseta blanca, pantalón rojo y medias azules, mientras que el uniforme alternativo se compone de camiseta, pantalón y medias negras.

El Estadio

El HSH Nordbank Arena es un estadio de fútbol ubicado en la portuaria "Ciudad Libre y Hanseática" de Hamburgo, al norte de Alemania. En él, el Hamburger SV realiza sus partidos de local, al igual que el equipo de fútbol americano Hamburg Sea Devils de la NFL Europa.

Fue construido en el año 2001 bajo las ruinas del antiguo Volksparkstadion, con un costo de 97 millones de euros. El campo de juego tiene una superficie de 105 x 68 mts. y su capacidad es para 55.000 espectadores. También denominado antiguamente como Volksparkstadion y AOL Arena, durante el desarrollo de la Copa Mundial de la FIFA 2006 pasó a llamarse Estadio de la CM de la FIFA de Hamburgo (en idioma alemán: FIFA WM-Stadion Hamburg), ya que la FIFA no permite ningún tipo de publicidad en el nombre de los estadios.

Es uno de los tres estadios en Alemania que cuenta con el galardón de cinco estrellas que otorga el comité de estadios de la UEFA.

Palmarés

Torneos nacionales
* Bundesliga: 1922/1923 (no oficial), 1927/1928, 1959/1960, 1978/1979, 1981/1982 y 1982/1983
* Copa de Alemania: 1963, 1976 y 1987
* Copas de la Liga: 1973 y 2003

Torneos internacionales
* Liga de Campeones de la UEFA: 1982-1983
* Recopa de Europa: 1977
* Copa Intertoto de la UEFA: 2005 y 2007

Torneos amistosos
* Trofeo Ciudad de Zaragoza: 1972
* Trofeo Santiago Bernabéu: 1982
* Emirates Cup: 2008
* Dubai Challenge Cup: 2007 y 2008

Campeón de la Liga de Campeones 1982-1983

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En el Mundial 78 terminaste en el banco pero hiciste cosas buenas también.

Menotti me sacó bien, era muy irregular. Yo no anduve muy bien, pero el equipo era un equipazo.

No hubo nada raro, ¿no?

No, basta de boludeces. Yo nunca vi nada raro. En el famoso 6 a 0 a Perú, en el primer tiempo fueron mejores ellos. Son partidos que se dan... Te digo una cosa, yo si sabía que se estaba matando gente, no jugaba. Mira cómo ignoraba a los milicos que cuando terminó el partido vino Videla al vestuario y lo recibí en bolas porque terminaba de bañarme. Todos corrían a arreglarse, pero yo le di la mano en bolas.

(RENÉ HOUSEMAN, ex jugador argentino, en revista “Viva” del domingo 4 de Enero de 2009)

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Qué bárbaro... qué bárbaro... Tenías toda la cancha para pegarle a donde quisieras, pero claro, elegiste la tribuna.

(JUAN RAMÓN CARRASCO, DT de River Plate de Montevideo, reprochándole a su arquero un despeje a la tribuna en un partido entrenamiento con Atenas de San Carlos, Enero de 2009)

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Cuando llegué a España la gente me gritaba Indio... Cuando me fuí me gritaban Hugoool.

(HUGO SÁNCHEZ, ex jugador y entrenador mexicano)

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El atrofiado hipertrofiado


Mundialmente, el deporte es una logia secreta. Una secta socialmente contrabandista sin eludir Aduanas.

Una secreta logia con apariencia de universalizada apertura a las leyes ordinarias de la sociedad. Un neocuatrerismo ajustado al Derecho. Una chantocracia chantajista.

Tanto hay de cofradía masónica en el actual deporte industrializado y politizado, que sus organizaciones rectoras distribuyen títulos de domésticas distinciones en el estrecho ámbito de sus cerrados cenáculos.

Esa logia llamada El Deporte (que en algunos casos llega a ser auténtico y todavía puro en medio de una generalizada corrupción de su esencia primitiva) no es otra cosa que una suma multitudinaria de organizaciones civiles de lícita apariencia; para ejercer, subrepticiamente, actividades tan ilícitas o tan repulsivas a la igualdad de los derechos humanos, como las que seguidamente se enumeran como las más conocidas, todas, por supuesto, colocadas bajo el estandarte de la recreación, la salud física y la felicidad de los pueblos:

-1) La extorsión o el chantaje a los Estados.

-2) La burguesía y el privilegio más aberrantes a los comunes clamores de igualdad social de los pueblos (indistintamente en los países capitalistas, como en los comunistas, o los llamados terceristas).

-3) El adoctrinamiento de las masas populares en el insólito derecho a lo prohibido, no obstante haberse institucionalizado al deporte como escuela de civismo.

-4) El pragmatismo de lo vedado por lo moral, en aras de lo apetecido por lo material.

-5) La parasitología humana como carga de la sociedad, sin mediar jamás expresa aprobación de la sociedad para financiar esa imposición de tales castas burguesas que argumentan “obrar socialmente”.

-6) La actividad política comparable a las agrupaciones específicas, tanto donde éstas están permitidas, como donde están proscriptas por las leyes.

-7) Los más impunes delitos en punto a dolo, defraudación, estafas o drogadicción, con el amparo de la inocencia admitida en quien delinque en cumplimiento de mandatos societarios siempre anónimos, por masificados que son los pronunciamientos de las asambleas, en los cuales se escudan aquellos delitos para impunidad de sus verdaderos autores.

-8) La venalidad y la prostitución de los periodistas supuestamente preceptores de la conducta ciudadana, incorporados en crecido número al núcleo accionario de aquella secta parasitaria en todo el mundo.

-9) la difusión, primero; el estímulo, luego; y por último la más abundante información pública respecto de la drogadicción, hoy llevada a extremos de suicidio.

-l0) El soborno, el cohecho, la incentivación ilícita de las motivaciones competitivas, según lo exigen interese de asociados paralelos, o de organizaciones gangsteriles copartícipes de los intereses deportivos.

¿Qué es el deporte?

Desde luego, es algo muy transformado respecto de su idea original; de su inicio entre castas económicamente privilegiadas; de su concepción inicial sin multitudes de activos y pasivos intervinientes, ahora consumidores, o consumidos.

En respuesta a aquella pregunta, no hay ningún diccionario ni enciclopedia que aporte una definición encuadrada en la actual función positiva que el deporte puede cumplir en la sociedad, según sus muchas transformaciones sociales, económicas, industriales, morales y éticas.

Por eso me permito establecer, como pauta del sujeto a analizarse en este trabajo, una definición que me es propia y con cuyo basamento ruego al lector ubicarse en la filosofía del ideal, y la crítica de la realidad, que ha de encontrar en las páginas posteriores. Hela aquí:

DEPORTE SEGÚN SIGLO XX: Juego limpio. Cultivo del honor. No importa si por profesionalismo o amateurismo. Pueden ser deportes los dos. Pueden no ser deportes ninguna de las dos disciplinas mencionadas, si se apartan del juego limpio y honorable. Específicamente: toda actividad física o atlética de carácter competitivo. O aquello que procura una perfomance con fines recreativos, y/ o espectaculares, que sin atentar contra la salud de sus protagonistas en forma intrínseca de sus fines (boxeo, automovilismo) propenda al mejoramiento físico, moral, intelectual, y aun patrimonial de quienes lo practiquen.

Sin anacronismos, y con generosa aceptación de muchas de sus transformaciones propias de toda masificación, aquello es a mi juicio el acto deportivo encuadrado en la humanidad contemporánea, tanto en lo que respecta a sus derechos, como a sus obligaciones, en situación de convivencia.

Por cierto que los diez puntos que sintetizan aquella ubicación del deporte en una logia parasitaria (de la que implícita y explícitamente quedan excluidas las contadísimas y honrosas excepciones propias de toda generalización) no tienen armonía con la aspiración estética y social de dicha definición respecto de Deporte según siglo XX.

El deporte es, hoy, en el mundo, un gigante atrofiado e hipertrofiado a la vez.

Tan corrupto como el hombre, cosa muy natural tratándose de un quehacer de hombres; mucho más natural cuando su conducción -desde todos los ángulos- pasó a ser casi un monopolio de hombres comunes; frecuentemente mediocres. En contraposición de alguna época en la que esa conducción estuvo a cargo de hombres incomunes, acaso de “inadaptados sociales”, si afinamos sin sentido peyorativo el alcance de la expresión. Desde que el deporte quedó totalmente en manos de los “adaptados” (a épocas y distorsiones), su anatomía es la de aquella contradictoria coexistencia de la atrofia y la hipertrofia en un mismo, gigantesco, cuerpo.

ATROFIA: Falta de desarrollo de una parte del cuerpo. Consumisión. Falta de nutrición de un órgano.

ATROFIAR: Padecer atrofia, disminuir su tamaño.

HIPERTROFIA: Aumento anormal del volumen de un órgano.

Veremos ahora, recorriendo hechos comunes, sucesos sobresalientes, citas intrascendentes, publicaciones inadvertidas, constancias muy publicitadas, personajes populares, personalidades casi desconocidas, noticias deportivas y no deportivas, cómo el deporte se constituye en una suerte de logia masónica; en una típica -y casi incomprensible- burguesía igualmente imperante - con omnipotencia de oligarquía intocable- en el mundo llamado capitalista- liberal; y en el opuesto denominado socialista con su fuerte capitalismo clasista, o en el más reciente de los denominados terceristas no alineados.

Entre la extensa nómina de burguesías contra las que la humanidad proletaria lucha desde hace siglos para extirpar los privilegios, las desigualdades ajenas a la inevitable desigualdad mental de los hombres, se ha oído mentar a las burguesías agroganaderas; a las burguesías industriales; a las burguesías feudales; a las burguesías de banqueros; a las burguesías de gangsters; a las burguesías del arte; a las burguesías intelectuales; a las burguesías literarias; a las burguesías de tratantes de blancas; a las burguesías universitarias; a las burguesías del vicio; en tiempos más recientes aquella colección de burguesías se ha ampliado con las más notoriamente reemplazantes de la burguesía política, que son la burguesía militar y la burguesía sindical.

Pero no veo que se advierta la existencia de la burguesía deportiva. Se la conoce. Pero no se le da importancia.

Y tampoco advierto aproximación imaginativa- cuando los inadvertidos advierten su existencia- de lo que esa burguesía deportiva consume del tributo impositivo y voluntario que la sociedad brinda para que esa burguesía se sustente. Y se agigante hasta la hipertrofia, si se trata de su nocivo desarrollo como hecho social.

Sospecho que no transcurrirán muchos años sin que las explosiones masivas de indignación por los privilegios de los menos, produzcan el hasta ahora imposible caso de la rebelión de las masas contra el deporte parasitólogo.

Sin desearlo exactamente, creo que se trataría de un hecho plenamente justificado en el proceso de la rebeliones populares. Comprendo que la predicción es por ahora demasiado antedatada.

Pero en la proclamada era de las “transformaciones y cambios para liberar a los pueblos sojuzgados”, es absolutamente aberrante que el deporte (precisamente con aquella bandera en la mano) se convierta en un primerísimo consumidor de bienes cada vez más escasos del común plato de nuestros consumos. Que desplace, por caso, a la salud y la educación pública.

Cuando ello sea advertido, no solamente se pueden producir agresiones masivas como las registradas en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 (cuando guerrilleros árabes masacraron a los atletas judíos), sino la desaparición por mucho tiempo de consumo de suntuosidad faraónica como han pasado a ser, en perjuicio de los contribuyentes anónimos, los Juegos Olímpicos, los Campeonatos Mundiales, y por el estilo una sucesión de otras semejantes periódicas programaciones, supuestamente “obligatorias” al “honor y promoción de los países”, pero en verdad solamente destinadas al lucro sectario de aquella logia de burgueses deportivos que han hecho del deporte un trampolín y una vidriera de otros objetivos de chantócratas (creación lunfarda de Jorge Sábato.)

Aquella, que no pretende ser una predicción, sino una mera ecuación del andar de la vida, ya tuvo algún anticipo en el rechazo que por decisión popular supiera hacer la ciudad norteamericana de Denver (Colorado) de la sede olímpica que habían logrado inconsultamente sus “representantes” en la mesa de la burocracia de la parasitología internacional del deporte. El despertar de los pueblos pocas veces se hace con racionalidad. Pero los abusos con los pueblos dormidos suele culminar en pesadillas.

Y esto es válido para el saqueo que el deporte le está haciendo a todos los pueblos del mundo, aun cuando una prensa adocenada y cómplice del engaño, aparentemente logre, momentáneamente, la felicidad de esos pueblos por verse así insultados en su pobreza.

En Febrero de 1974, ante un enfrentamiento con España, los futbolistas representativos de Yugoslavia en las eliminatorias para el Campeonato Mundial de ese año, recibían la oferta de un premio de 50.000 dinares (3.000 dólares aproximadamente) para cada uno, en caso de obtener el acceso a dicho certamen.

La revista yugoslava Nin, comentando el episodio, hablaba de “maquinaciones en el alto nivel del fútbol” y agregaba: “Podrá ser el partido de la década, pero aún cuando fuera el del milenio, preguntamos: ¿qué sociedad puede darse el lujo de estimular cada 60 segundos de un partido con 350 dólares a cada jugador?” (La Nación, 20/01/74)

El día anterior, Tom Weiskopf, el golfista que mayor cantidad de dinero ganó en el mundo durante 1973 (245.463 dólares) declaraba (La Nación, 19/01/74) que no comprendía cómo un golfista podía ganar 100.000 dólares en dos semanas, y se manifestaba partidario de una distribución más equitativa de los premios, agregando: “Me gusta ganar dinero, pero no tendría inconveniente en que se reduzcan mis beneficios anuales en 50.000 dólares”.

No participo de la ñoñería de regular honorarios profesionales según las exigencias formativas previas del sujeto, como lo sustenta el frecuentemente alegato de que “un jugador de fútbol no debe ganar más que un médico”. Acepto que gane más, si su arte cuenta con mayor demanda que el de curar.

Pero no comparto la universalizada insolencia socioeconómica que hace del recreador de multitudes (sea deportista, artista o cualquier profesión exclusivamente recreativa, no productora de servicios esenciales para la sociedad) el ciudadano económicamente privilegiado dentro de las escalas retributivas de los salarios.

Lejos de ser un lastre del capitalismo, esa aberración igualmente imperante en el mundo capitalista como en el comunista, es mucho más que cualquier otra cosa, un caso de inconsciencia social colectiva contra el cual tendrán que alzarse alguna vez los clamores populares o los procesos auténticamente socializantes, dentro de los cuales, hasta ahora, aquella lacra sobrevive, curiosamente, como uno de sus puntos de supuesto apoyo, según es generalizado el uso del deporte como anestésico mental de todos los pueblos que lo pagan sin cuestionar su característica de monopolio de una secta parasitaria.

El entusiasmo deportivo terminó por inundar de infantilismo la vida continental, decía Ortega y Gasset, en una suerte de asociación de extremos igualmente representativos de una degeneración humana en el deporte, como pueden serlo, con la misma gravedad, la detención del desarrollo de los individuos por insuficiencia glandular, o el desarrollo anormal del volumen de sus órganos por desproporcionada actividad. Atrofia e hipertrofia deportivas.

El deporte desnaturalizado como juego o como negocio del juego, está en esos extremos, que por cierto sobrepasan lo que imaginó y condenó Ortega y, como él, muchos sociólogos del hecho deportivo.

Pero con todo, la vigencia de sus anatemas sigue siendo fresca:

“La exageración de los deportes (…) es uno de los vicios, de las enormidades, contra la norma de nuestro tiempo; constituye una de sus falsificaciones.”

“Está bien alguna dosis de fútbol. Pero ya tanto es intolerable.”

(Y en la época que Ortega decía esto no había aún copas de campeones, recopas, supercopas, copas de ganadores de copas, campeonatos metropolitano y nacional, y todo este fútbol convertido en bazar que puede determinar que River Boca jueguen 9 veces en el año y esos nueve partidos se multiplican en 18 exhibiciones por televisión…)

“Una confirmación nos la proporcionan los diarios, que por su misma naturaleza (…) son el lugar donde más prontamente y de modo más claro se revela lo falso de cada época. Columnas y páginas, y más páginas, no hacen si no hablar del deporte.”

“Los jóvenes sólo se ocupan con fervor de su cuerpo y se están volviendo estúpidos.”


(Ortega no imaginó que también podían transformarse en estúpidos a través del mismo fervor volcado en la atención de sus melenas y sus patillones convertidos en “el cuerpo del joven 1970”.)

Huizinga, otro ensayista del fenómeno social del deporte, coincide diciendo: “Nos amenaza la misma organización exagerada de la vida deportiva, con la excesiva importancia que las noticias relativas al deporte adquieren en la prensa diaria, en los diarios especializados, hasta convertirse en el alimento espiritual de muchos.”

Volpicelli, hoy primera autoridad mundial en la educación física, señala: “Es ya un hecho que la radio, la televisión, la prensa, no sepan que imágenes y superlativos emplear, de qué inéditos poemas épicos extraer metáforas para exaltar la gloria de los campeones, los incuestionables caudillos de las masas de hoy… Si la cultura nace en el juego deportivo, su propagación en nuestro tiempo habría tenido, como única consecuencia, la de difundir puerilidad y estupidez.

El hecho de que el deporte se origina en la civilización de rapiña, se demuestra, entre otras cosas, por la jerga de los atletas, formada en gran parte por locuciones sumamente sanguinarias, provenientes de la terminología guerrera (“matar”, “sacrificio”, “machos”, “fuerza”, “degollar”). De este modo, las cualidades que por lo común se admiran en el tipo masculino producto de la vida deportiva, tales como “la confianza en sí mismo y la camaradería” podrían denominarse más bien “crueldad y complicidad del silencio”.

No es sólo que el fanatismo puede emplearse con fines demagógicos para distraer y adormecer a las masas, sino que, de un modo más amplio, el deporte, como fanatismo, como participación emotiva, acentúa la arcaica tendencia de las masas a rehuír el control de la crítica y del juicio y a someterse a los mecanismos contemporáneos de condicionamiento y alineación.”


Representando de una manera más realista a este concepto, se podría decir: no es sólo que el fanatismo sea usado por los gobiernos para hacer demagogia sobre las masas fáciles de seducir con dulces bocadillos; lo peor es que ya nos hemos ido al otro extremo del proceso y tenemos en boga el contrauso de aquella demagogia gobernante en todo el mundo, por las propias masas elegidas para ser adormecidas en la etapa inicial del proceso: ahora esas masas son poderosas sucursales de la explotación autónoma de esa misma demagogia, desde luego que teniendo como clientes a los hombres-masas que aún se encandilan con ella. Y así se da el caso que prácticamente los gobiernos más proclives a aquella explotación ya casi no necesitan actuar para que ese proceso de captación mental de las masas siga su curso. ¡Ahora son las masas las que actúan demagógicamente y en alguna forma son los gobiernos los que hacen de clientes de ellas!

En un comienzo fue al revés: los gobiernos ponían el circo y en él hacían de payasos los pueblos; ahora los pueblos han puesto su circo propio y colocado a los gobernantes a hacer de payasos dentro de ellos. Y lo curioso es que todos, absolutamente todos, proclaman a cada momento, aunque cuidándose de hacerlo en forma pública:

-¡Todo esto es camelo! ¡Puro camelo!

-El deporte ahora es circo en todos los niveles.

-Es todo mentira
(aporteñadamente: “es puro grupo”).

El relator de más audiencia en la radiofonía futbolera argentina es un típico ejemplo de ese sentido: viendo crecer aquella corriente de “apoyo al deporte”, se puso a su vera y en su ritmo; hoy la encabeza y hasta en cierto modo la orienta hacia donde a él se le ocurra o más convenga: tanto hace llorar a coro, como aplaudir a coro, como sufrir a coro, como gozar a coro, a la “sensibilidad futbolística del país”. Se mete en la vida privada más herméticamente cerrada y puede ser capaz de obligar al Estado a hacerse partícipe de lo que el Estado haya querido dejar librado al uso privado de la población; requiere la palabra del hombre de la calle y del hombre de gobierno; los obliga a integrar el carnaval; y en definitiva la comedia se hace absolutamente “nacional” sin exclusión de clases ni rangos; todos “están en el jardín” (título de obra teatral descriptiva del llamado mundo contemporáneo). Todos participan del rosado rosal, puesto que la presión desde aquel medio es tan grande, que no adherirse a él puede ser, para cualquier obrero como para cualquier ministro, peligrosamente “antipopular” como muestra de “insensibilidad de masas”.

Lo demás es obra de la prensa, que refuerza esa educación emotiva e irracional del hombre-masa -dice Volpicelli- para lo cual los diarios deportivos destilan una forma de embrutecimiento de la cual no siempre se tiene conciencia. Aquél que asistió a un partido espera con ansia el lunes para poder leer el relato de un diario deportivo, pero el lunes el partido le resulta nuevo y el lector vuelve a presenciarlo sin que siquiera medie la duda de que existan exageraciones y deformaciones”. El lector- tipo las hace suyas y las lleva consigo al próximo partido que ha de presenciar con sus ojos y tratará de saber “cómo fue”… con el diario del lunes.

Un alemán, Kischnick, ha dicho: “Por lo tanto, si nos preguntamos si el deporte constituye la forma espiritual de expresión de nuestro tiempo, la respuesta es que en ninguna actividad se niega el principio espiritual tanto como en el deporte, mientras que por otra parte, y esto es lo trágico, en ninguna otra se lo busca con tanta sinceridad. Si la práctica del deporte se vuelve absorbente, el arte desaparece y la fantasía viviente deja de encontrar el placer del alegre juego.”

Del pintor Quinquela Martín: “A mí me gustaba el fútbol cuando lo jugaban los líricos y los tuberculosos. Pero ahora se ha convertido en refugio de millonarios”. (29/10/1967).

Del poeta Alberto Girri: “En el fútbol de antaño se ganaba o se perdía; en el de hoy, nuestros “reyes del estadio”, como los llamaría Montherlant, siempre son “vencedores morales”, una expresión tan ambigua como hipócrita”. Y agregaba refiriéndose al tango como actitud nacional semejante al fútbol… “parece haber sucumbido definitivamente bajo los embates de sociólogos, intelectuales y renovadores” (16/02/1969).

Con las mismas palabras que para el tango pudo referirse al fútbol con igual exactitud.

(texto perteneciente al libro “Burguesía y gangsterismo en el deporte”, del recordado periodista deportivo argentino Dante Panzeri, Editorial Líbera, Buenos Aires, 1974)

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Carlos Peucelle, en tiempos del amateurismo, jugaba para Sportivo Buenos Aires. Luego, en 1931, logró el espaldarazo al ser transferido a River, convirtiéndose en la primera gran transferencia del profesionalismo. De ahí lo de los "Millonarios".
Peucelle, que jugaba como puntero derecho, formó parte del equipo argentino que participó de la primera Copa del Mundo, la de Uruguay en 1930.
Luego de una meritoria carrera como futbolista, se dedicó al trabajo en divisiones inferiores, mostrando una enorme capacidad. A través de un testimonio recogido por el inolvidable periodista Dante Panzeri en su libro "Fútbol, dinámica de lo impensado", se rescata una sabia opinión de Peucelle, expresada en Diciembre de 1966: "¿Qué 'La Máquina' -el River de 1943- no podría jugar ahora como en su época? En aquél tiempo todos jugaban contra River a defender. Y de 90 minutos, nosotros teníamos la pelota 80, haciendo juego por los laterales para poder entrar entre equipos totalmente puestos a la defensiva. Se hacía muy difícil hacerles gol. No por nada “La Máquina” fue también conocida como ‘Los Caballeros de la Angustia’. En 1946, Lanús nos puso 10 jugadores a defender y adelante quedó solamente Arrieta. Tuvimos 80 minutos de dominio total. Lanús hizo dos contraataques y Arrieta nos hizo dos goles y nos ganó el partido. ¿Y eso no era marcación?, ¿no era fútbol moderno? ¡Qué me vienen con que ahora meten gente atrás! Siempre la actitud instintiva del que se sabía menos fuerte fue ir a la defensiva como primera medida de seguridad. ¡Siempre! Ahora quieren presentar esa actitud natural del juego como "táctica", "cerrojo", "catenaccio". Y eso siempre se llamó "amontonarse". Sí, antes hablábamos de amontonarnos y ahora hablamos de cerrojo. El fútbol es siempre el mismo, con otro nombre. Porque antes y ahora los que deciden un resultado son los elementos humanos que están dentro de una cancha...".
Finalmente, Peucelle, agregaba: "Cuando hablan de fútbol moderno yo me pregunto, ¿cuál es el antiguo? Sospecho que eso demuestra que fútbol hay uno solo: bien jugado y mal jugado, con buenos jugadores o con malos jugadores. Y nada más...".

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Los golpes quitan años.

(HUGO ORLANDO GATTI, ex arquero argentino, en alusión a los golpes innecesarios en arqueros propensos a volar cuando la situación no lo requiere)

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Bueno la verdad es que sé muy poco, sólo que está en Grecia y que están sextimos en la tabla.

(ALEJANDRO CARRASCO, ex volante de Audax Italiano, respondiendo en Abril de 2003, al ser consultado sobre su nuevo equipo, el Skoda Xanthi griego)

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Lo que debo al fútbol (Albert Camus - Francia)


Sí, lo jugué varios años en la Universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero cuando, en 1940, volví a calzarme los zapatos, me di cuenta de que no había sido ayer. Antes de terminar el primer tiempo, tenía la lengua como uno de esos perros con los que la gente se cruza a las dos de la tarde en Tizi-Ouzou. Fue, entonces, hace bastante tiempo, en 1928 para adelante, supongo. Hice mi debut con el club deportivo Montpensier. Sólo Dios sabe por qué, dado que yo vivía en Belcourt y el equipo de Belcourt - Mustapha era el Gallia.

Pero tenía un amigo, un tipo velludo, que nadaba en el puerto conmigo y jugaba waterpolo para Montpensier. Así es como a veces la vida de una persona queda determinada. Montpensier jugaba a menudo en los jardines de Manoeuvre, aparentemente por ninguna razón especial. El césped tenía en su haber más porrazos que la canilla de un centro forward visitante del estadio de Alenda, Orán. Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha.

Al cabo de un año de porrazos y Montpensier en el “Lycée” me hicieron sentir avergonzado de mí mismo: un “universitario” debe jugar con la Universidad de Argel, RUA. En ese periodo, el tipo velludo ya había salido de mi vida. No nos habíamos peleado, sólo que ahora él prefería irse a nadar a Padovani donde el agua no era tan “pura”. Ni tampoco, para ser sinceros, eran “puros” sus motivos. Personalmente, encontré que su motivo era “adorable”, aunque ella bailaba muy mal, lo que me parecía insoportable en una mujer. ¿Es el hombre, o no es, quien debe pisarle los dedos de los pies? El tipo velludo y yo prometimos volver a vernos. Pero los años fueron pasando. Mucho después comencé a frecuentar el restaurante de Padovani (por motivos “puros”) pero el tipo velludo se había casado con su paralítica, quien seguramente le prohibía bañarse, como suele ocurrir.

¿Pero qué es lo que estaba diciendo? Ah sí, el RUA. Estaba encantado, lo importante para mí era jugar. Me devoraba la impaciencia del domingo al jueves, día de práctica, y del jueves al domingo, día del partido. Así fue como me uní a los universitarios. Y allí estaba yo, golero del equipo juvenil. Sí, todo parecía muy fácil. Pero no sabía que se acababa de establecer un vínculo de años, que abarcaría cada estadio de la provincia, y que nunca tendría fin.

No sabía entonces que veinte años después, en las calles de París e incluso en Buenos Aires (sí, me ha sucedido) la palabra RUA mencionada por un amigo con el que tropecé, me haría saltar el corazón tan tontamente como fuera posible. Y ya que estoy confesando mis secretes, debo admitir que en París por ejemplo, voy a ver los partidos del Racing Club, al que convertí en mi favorito sólo porque usan las mismas camisas que el RUA, azul con rayas blancas. También debo decir que Racing tiene algunas de las mismas excentricidades que el RUA. Juega “científicamente”, pierde partidos que debería ganar. Parece que esto ahora ha cambiado (eso es lo que me escriben de Argel), cambiado -pero no mucho-. Después de todo, era por eso que quería tanto a mi equipo, no solo por la alegría de la victoria cuando estaba combinada con la fatiga que sigue al esfuerzo, sino también por el estúpido deseo de llorar en las noches luego de cada derrota.

Como zaguero esta el "Grandote" -quiero decir Raymond Couard. Le dábamos bastante trabajo, si mal no recuerdo. Jugábamos duro. Los estudiantes, los nenes de papá, no escatiman nada. Pobres de nosotros -en todo sentido- ¡muchos nos burlábamos de la dureza de nuestros propios pies! No teníamos más remedio que admitirlo. Y teníamos que jugar “deportivamente”, porque ésa era la dorada regla del RUA, y “firmes”, porque, cuando todo está dicho y hecho, un hombre es un hombre. ¡Difícil compromiso! Eso no puede haber cambiado, estoy seguro.

El equipo más difícil era el Olympic Hussein Dey. El estadio quedaba detrás del cementerio. Ellos nos hicieron notar, sin piedad, que podíamos tener acceso directo. En cuanto a mí, ¡pobre golero!, vinieron por mi cadáver. Sin Roger ¡lo que hubiera sufrido! Estaba Boufarik, ese centro forward grande y gordo (entre nosotros lo llamábamos "Sandia") se excusaba con un: "Lo siento nenito" y una sonrisa franciscana.

No voy a seguir. Ya me excedí de mis límites. Y entonces, me pongo reblandecido. Hasta en "Sandía" veo bondad. Además, seamos sinceros, bien que esto era lo que habían enseñado. Y a esta altura, no quiero seguir bromeando. Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol, lo que aprendí con el RUA, no puede morir. Preservémoslo. Preservemos esta gran y digna imagen de nuestra juventud. También estará vigilándolos a ustedes.


Revista La Maga (Extra)
Literatura de la Pelota
Octubre 1996

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En Febrero de 2008, el club Sportivo Unidas de Las Garcitas (Chaco), ya eliminado del Torneo Argentino ‘C’ (o Torneo del Interior), debía visitar a sus comprovincianos de Juventud de Tirol por la última fecha de la Zona 29.
Sin ganas de pagarle a sus mejores hombres pero con la obligación de presentar equipo para no comerse una sanción del Consejo Federal de Fútbol, el club envió lo que encontró a mano. Y así fue como salieron al rectángulo de juego sólo 7 jugadores: Marcelo Mugnier, Rubén Molina, José Amarilla, Pedro Monzón, Ernesto Cardozo, José Ortiz y Alejandro Montiel (foto).
A los 55 segundos, el local, que tenía once jugadores en cancha y buscaba el triunfo para clasificarse, ya ganaba 1 a 0. Cuatro minutos más tarde hizo el segundo. A esa altura ya no se esperaba ningún milagro por parte de los '7 magníficos'. Mucho menos cuando a los 8 minutos de la primera etapa el defensor Amarilla se lesionó y tuvo que ser retirado en camilla, quedando su equipo en inferioridad numérica y fuera del reglamento.
No es una historia producida o sacada de algún cuento. Sucedió de verdad y en un campeonato oficial del fútbol argentino.

(tomado de la página "En una baldosa")

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Los cuatro fantásticos del Barça (Messi, Henry, Ronaldinho y Eto'o) pueden jugar mejor o peor, pero ni ganan ni pierden porque se les llame de esta manera. Los vestuarios de los equipos de elite están por encima de los motes que se ponen a los jugadores y, si no lo estuvieran, tendrían un problema grave.

(SANTI NOLLA, director de Mundo Deportivo, Agosto de 2007)

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Es un tipazo. He tenido muy buenos compañeros pero pocos como Blas... Me defendía en las prácticas. Cuando a alguno se le iba una patada, saltaba. Decía: "Pará que Diego nos tiene que hacer ganar plata el domingo".

(DIEGO LATORRE, ex jugador de Boca Juniors, opinando sobre su ex compañero Blas Giunta)

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Palabra del fútbol desnudo (Salomón Valderrama Cruz - Perú)


El fútbol es un desnudo,
piel invisible, deporte extraño,
a más,
absurdo y casi divertido.

Allí los límites,
las fronteras apareadas,
apaleadas,
de las religiones,
autonomías gubernamentales
(de imaginación impuesta)
y status monetario,
no existen sino únicamente en las líneas,
silbatazos,
que definen los penales,
los tiros de esquina,
los fuera de lugar,
los tiros libres y uno que otro escupitajo,
codazo o pisada en el beso de la,
más pura,
madre para no seguir perdiendo o,
al menos,
para intentarlo.

Pervertir con la,
magistral,
gambeta,
hacer volar idea,
existencia,
con forma de planeta,
patear planetas camino a la imaginación con el único,
inconmensurable,
propósito de correr para meter un Gol.

Tan simple como eso y no al revés.

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Hace tres décadas, por esta misma época, el ambiente futbolero de Cali como ciudad y del Deportivo Cali como institución, estaba enfervorizado con la presencia en las filas del equipo ‘azucarero’ del nuevo jugador argentino Ernesto Juan ‘El Cococho’ Álvarez, un hombre del medio campo, de exquisito y sutil manejo del balón, independientemente de su virtuosismo y efectividad en la ejecución de los tiros de esquina.
Con escasos 27 años en ese tiempo, casado con Margarita María Izaurralde y padre de dos pequeñas niñas, ‘El Cococho’ Álvarez heredó tal sobrenombre, por el simple hecho de tener el mismo apellido del famoso jugador uruguayo de su mismo apellido.
Álvarez se inició en el equipo Pueblo Nuevo de su ciudad natal. Poco tiempo después pasó a Estudiantes de La Plata, conjunto con el cual tuvo la feliz oportunidad de salir campeón intercontinental de clubes en 1968. Pasó más adelante a las toldas del equipo Colón de Santa Fe.
Su primera experiencia internacional fue jugando para Emelec del Ecuador en el año 1974. Con este equipo, en la Copa Libertadores de América, logró su primer ‘gol olímpico’, jugando frente al Cuenca del mismo país.
Cuando Juan Ernesto ‘El Cococho’ Álvarez llegó a Colombia, era un hombre moldeado futbolísticamente hablando, por técnicos de reconocido prestigio en nuestro medio como Juan Eulogio Urriolabeitia, jugador del mismo Deportivo Cali, Oswaldo Juan Zubeldía, forjador de grandes figuras en el Atlético Nacional de Medellín y el ‘Piojo’ José Yudica. ‘El Cococho’ Álvarez se vinculó a las filas del Cali, cuando al frente de la orientación técnica estaba el famoso ‘flaco’, Néstor Raúl Rossi, a quien jamás había tenido como entrenador.
Ernesto Juan Álvarez, un hombre con 1,79 metros de estatura y 80 kilos de pesos, inauguró su serie de históricos goles, el domingo 29 de Agosto de 1976, al cumplirse la 6ª fecha de la primera ronda del certamen ‘Finalización’. En el estadio ‘Pascual Guerrero’ Deportivo Cali superó al Cúcuta Deportivo por marcador de 3-2. El primer gol ‘olímpico’ del juego lo concretó ‘El Cococho’ Álvarez a los 25 minutos del tiempo inicial, en el arco sur del estadio sanfernandino, frente al portero Roganti. Fue el estreno del eficaz medio campista argentino. Después llegarían más anotaciones de la misma factura.
En ese tiempo el medio campo del cuadro de Rossi estaba conformado por Oswaldo Calero (ya fallecido), Diego Edison Umaña y la nueva contratación, Ernesto Juan ‘El Cococho’ Álvarez.
La consagración definitiva de este brillante volante ofensivo, como goleador ‘olímpico’, se hizo realidad la noche del 20 de marzo de 1979, en partido de la Copa Libertadores de América, frente a Quilmes de la Argentina. Cali ganó por marcador de 3-2. En el arco gaucho de Bernabé Adolfo Palacios, el gran ‘Cococho’ Álvarez hizo el gol de la victoria, cuando restaban solamente 11 minutos para la conclusión del juego.
En el Deportivo Cali jugó un total de 226 partidos y marcó 35 goles. Después de su paso por el equipo ‘Azucarero’, prestó sus servicios a Huracán de Buenos Aires y de regreso a Colombia actuó en el Deportes Quindío y el Cúcuta Deportivo. En nuestro medio conquistó seis goles ‘olímpicos’.
Pocos jugadores netamente zurdos, tan talentosos, de tan excepcional forma de pegar al balón, como Ernesto Juan ‘El Cococho’ Álvarez, un hombre que hizo época en el balompié nacional.

(artículo del periodista colombiano Tobías Carvajal Crespo, publicado en el sitio “Arco triunfal” del 30 de septiembre de 2006)

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Actualmente, la posición fundamental en el fútbol es la de mediocampista central, porque de ahí parte el ordenamiento para recuperar y manejar el balón; no es extraño que a muchos futbolistas de gran técnica los estén poniendo a jugar en esa posición, como por ejemplo es el caso de Juan Sebastián Verón o de Esteban Cambiasso.

(ROBERTO PERFUMO, ex futbolista argentino y actual comentarista de fútbol en TV)

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Los campeonatos los ganan los jugadores. El técnico podrá ayudar, guiar, aconsejar, pero jamás debe olvidar que los que están adentro son ellos y no uno.

(STEFAN KOVACS 1920-1995, célebre entrenador rumano, creador del "Fütbol total")

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Para un jugador de fútbol (Banchero Andersen - Uruguay)


Su estropeado esqueleto yacía en el calor mientras imaginaba cosas así, mientras pensaba que había que empezar todo de nuevo, buscar algo, y sólo encontraba los recuerdos.

Presurosa y menuda, poquita cosa más que una niña, casi le daba pena verla subir la cuesta de la calle bajo el sol a plomo de las siestas del verano, ocultando por momentos su vestido blanco, la prisa de sus pasos, detrás de las mezquinas islitas de sombra de los árboles. Más allá del reverberar del aire en la resolana iba su prisa, su figurita blanca, y fueron todas las siestas de aquel verano que cuando ella desaparecería a lo lejos, la calle quedaba sola de toda soledad.

Después se iba adensando el perfume de los jazmines, de las madreselvas y revivía el olor del campo bajo las sombras azules, violáceas, que se extendían lenitivas sobre la tierra ardiente, mientras las hojas verdes se balanceaban sobre la calle en la ilusión de frescura que creaba la virazón y alguna vez pudo imaginarse que las cosas esperaban que las lejanas sirenas de las fábricas la devolvieran a la calle, al barrio.

Veía todo aquello desde la esquina del boliche donde perdía las tardes junto al Cebolla y Miseria y algún otro vago como ellos y nunca se le hubiera ocurrido, nunca hubiera pensado que él mismo era un vago, si la mujer del bolichero no le hubiera dicho delante de todos que la muchacha no se iba a andar fijando en el primer atorrante que le hablara.

Escuchaba a Gardel en la gangosa radio del boliche y se confundía, se identificaba con todos los protagonistas de letras de tangos y amores infortunados; acaso alguna vez lloró por el parecido de los tangos con lo que a él le estaba pasando.

Eso fue casi todo, así de simple, simplificado por los inevitables olvidos.

Tirado sobre el caluroso colchón mojado por el sudor de su espalda, bajo las recalentadas chapas del techo de lata, el recuerdo, el sueño, tenían el mismo olor a la sombra, a la cerveza rancia de las botellas vacías en los casilleros apilados en el depósito de la cantina donde él dormía, en un rincón que los hermanos Arrieta, los cantineros (los dueños del club, se decía) le habían cedido.

Podía ver por la puerta entreabierta del casi ruinoso galponcito unas guías de la parra, lacias en el aire caliente, en la luz verde que filtraban las hojas entre las que ya habían colgado los parlantes, los amplificadores para el baile del sábado, para que los tangos, las milongas y los valses llovieran sobre los bailarines, sobre el torpe susurro de los pies en las baldosas rojas del patio.

También aquello pertenecía a los Arrieta, aquel calor, la rancia sombra más calurosa que la intemperie que él ahora estaba usurpando porque el mayor de ellos, el más gordo, se lo había dicho:

-Vos no vas a poder jugar más.

Lo había sabido todo el tiempo que pasó con la pierna inerte, monstruosamente hinchada por el yeso y el resto del cuerpo como un ligero apéndice atormentado de esa pierna, menos aquella parte de él que miraba girar lentamente en el techo la claridad de los días de afuera o, a veces, oía la lluvia resbalando del otro lado de la pared, pisoteada por los neumáticos, asordinando las bocinas en la calle donde había un letrero amarillo con letras negras: "silencio, hospital". Imaginando la misma lluvia en las laderas, en un barrio, una calle única entre todas las calles del mundo donde, a pesar de todo, iban a seguirse sucediendo las estaciones, iban a ocurrir otros veranos con jazmines y lentas hojas abanicando sin refrescar el aire.

Había pagado todo aquello, el techo de lata, el olor de los restos de bebidas dulzonas y hasta las cucarachas, jugando al fútbol por el club y ahora el gordo había tenido que darle a entender que lo estaba usurpando.

"Cuando me vaya, el gordo hijo de puta va a contar hasta las cucarachas -pensó-. No sea que yo me vaya a llevar alguna".

Justo entonces, en aquel partido en que, antes de empezar, el gordo lo había llamado aparte, no bien salieron del precario vestuario de lata.

-Mirá que te vinieron a ver de Nacional -le dijo.

Detrás de uno de los arcos, debajo de los eucaliptos, había un grupo de tipos hincados timbeando al seven-eleven, y parte del público, los muchachones, se habían entreverado en los peloteos preliminares porque la cancha no tenía tejido, era un cuadrilátero marcado con cal en medio de un campo con caballos sueltos y algunos ranchitos desperdigados, escondidos detrás de los ligustros.

Ahora el gordo le miraba aquella pierna que todavía arrastraba, pensando, seguramente, en los pesos que le hubieran tocado al club por su transferencia.

"Como si yo no fuera el más jodido en este asunto -pensó-. El único jodido".

Fue en las primeras jugadas. Cebolla levantó el centro y la pelota pareció quedar por un segundo suspendida del cielo, más alta que los eucaliptos, más alta que todas las cosas cuando él se metió entre las camisetas azules del otro equipo y de pronto se dio de boca contra el pasto. No oyó ningún crujido de huesos, nada, y todavía no era dolor, era una sensación, casi de pesadilla, de no poder moverse, la pelota había quedado a dos o tres pasos de él, al nivel de su vista y grande como un planeta, como todo un mundo que todavía no se daba cuenta que se le estaba escapando, quieta sobre la raya blanca del área chica. Y de pronto se encontró rodeado de piernas forradas de medias de lana, y veía allá arriba, invertida contra el cielo, la cara sudorosa, angustiada del Cebolla, mientras alguien gritaba, aproximándose en el sol:

-¡No lo muevan! ¡No vayan a moverlo!

Tenía una cara simpática el Cebolla, pecosa, de un rubio sucio, que la hacía parecer a la cara mal lavada de un chiquillo. Quizás creyera que tenía algo de culpa en aquello, aunque nunca lo dijo, no decía otra cosa que:

-Vas a ver que vas a seguir jugando. Vas a ver...

La primera vez que había ido a verlo al hospital con un paquete de cigarrillos y una botella chata, de esas de usar en el bolsillo de atrás del pantalón, llena de caña, se había quedado un rato callado, tratando de no mirarle la pierna enyesada, y de repente tuvo un arranque.

-El penal lo erré, hermano. Lo tiré como para matarlo, te juro.

Su expresión era tan sincera, tan dolida, que él no quiso decirle que ya no tenía ninguna importancia.

Más allá de la pared salpicada por la sombra de la parra, los Arieta proseguirían arreglando la sede para el próximo baile, colgando del techo y las paredes tiras de papeles de colores, globos y farolitos. Iba a tener que irse antes de la noche del sábado, y no era sólo que los Arrieta se lo iban a exigir y en último caso le iban a tirar la cama y el colchón al medio de la calle. Era que no iba a poder soportarlo.

Todo eso; sobre todo los tangos flotando sobre los tristes perfumes de peluquería de barrio, sobre el torpe susurro de los pies irremediablemente divorciados de la música, sobre las muecas, establecidas y desilusionadas, conque los bailarines iban a jugar al amor mientras él yacía allí, solo entre las cucarachas.

Se removió sobre el caliente y húmedo colchón. Un rayo de sol, polvoriento y oblicuo, había empezado a entrar en el galponcito, y en la calle, lejanamente, habían empezado a despertarse los ruidos del verano, la corneta de un heladero, los gritos de unos botijas, que le permitieron recordar exactamente, un repecho con mezquitas sombras que el sol achataba rabiosamente en las veredas.

-Y cantaba Gardel cosas así de tristes -se dijo.

No era la calle, la figurita blanca, ahora el sueño era la pena. Era un cielo de tarde de domingo hacia el que se encumbraba mientras los vociferantes relatores deportivos repetían su nombre por toda la ciudad y acaso también a lo largo de aquella calle desde algunas radios encendidas detrás de los cercos. Era el sueño lo que evocaba, su pena ya sola en el mundo, ya sin dueño, mientras su estropeado esqueleto yacía en el calor.


(tomado de “El País Cultural”, Montevideo, Nº 499 -28 de Mayo de 1999-)

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El 22 de Mayo de 1974 Inglaterra y Argentina se enfrentaron en el viejo estadio de Wembley dentro de una gira previa al Mundial de Alemania que realizó la selección albiceleste por Europa.
En un momento del partido Vladislao Cap, entrenador de la visita, tuvo intenciones de hacer ingresar a René Houseman (foto); pero miró al banco y no lo encontró... le preguntó a uno de sus colaboradores "¿y René dónde está?", mientras le hacía un gesto para tranquilizarlo el masajista dijo "no se preocupen, ya vuelvo" y se fue hacia al vestuario; al minuto "el Loco" salió al campo de juego para hacer de las suyas.
Según explicó después, se había ido a fumar ahí dado que tenía entendido que afuera estaba prohibido.

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Estoy muy emocionado porque no todos los días se viaja a Europa.

(FRANK LOBOS, ex futbolista chileno, cuando lo entrevistaron en 1995 previo a una gira de la Sub-20 chilena a los Estados Unidos)

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Pelé es muy conocido por las tonterías que dice, es gracioso, no hay que hacerle caso. Romario dijo que Pelé es un poeta callado. Yo le he respetado. Pido a Dios que cuando deje el fútbol no quiero ser una persona amargada que comenta y dice tonterías de la actualidad. Quiero ser recordado por lo que he hecho.

(RONALDO, internacional brasileño)

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El jugador de fútbol (Pavluk Arkady Grigorievich - Ucrania)

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Que gire la pasión (Ignacio Copani - Argentina)

* dedicado al Club Atlético Peñarol

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Uno de los grandes goleadores de la historia del fútbol argentino fue el cordobés Manuel Pelegrina, quien se consagrara en Estudiantes de La Plata, logrando 221 conquistas.
Se inició a mediados de la década del '30 en el club Lavalle de Córdoba, destacándose por su poderoso remate de zurda. Sus actuaciones lo llevaron a integrar al seleccionado provincial.
Rosario Central se mostró interesado a incorporarlo a su plantel, pero los dirigentes de Estudiantes de La Plata les ganaron la iniciativa y se lo llevaron a ‘la ciudad de las diagonales’.
Pelegrina llegó a Estudiantes en 1938 para sustituir al legendario Enrique Guayta.
A partir de 1942, Peregrina integró una delantera que entusiasmó a los hinchas ‘pincharratas’. Gagliardo, Negri, Infante, De Sagastizábal (en 1945 se incorporó Arbios y más tarde Antonio) y Pelegrina.
Sus goles provocaron gran interés en los directivos de San Lorenzo, pero en Estudiantes quisieron conservarlo en el equipo.
En 1953 pasó a Huracán, donde convirtió 10 goles, llegando al final de su trayectoria con un total de 231 tantos. Volvió a Estudiantes en 1955, finalizando al año siguiente su exitosa campaña en Primera División.

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Y una cosa es comprometerse y otra es prometer, cosa que han estado manejando algunos (medios) que han dicho que yo he prometido; yo no prometo nunca nada, simplemente lo que sí es que nos comprometemos. Muy diferente es comprometerse a prometer.

(HUGO SÁNCHEZ, el 26 de junio de 2007, cuando no pudo ser campeón de la Copa Oro con la selección de México, a la que dirigía por entonces)

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El fútbol es uno de los muchos signos que se basan en la mentira. Canibaliza y carnavaliza la cultura -utilizando sus mismos sistemas de representación según una serie de reglas propias y arbitrarias- para hacerla participar en un juego que algunos se toman muy en serio y que a veces tiene graves consecuencias.
Se fomenta y se busca sistemáticamente la rivalidad a toda costa. Los conflictos sociales y políticos pasan a formar parte de la violencia competitiva entre grupos de seguidores enfrentados. El objetivo es superar a un igual por el derecho a reclamar honor y status en el seno de las hinchadas rivales y entre éstas.

(tomado del libro “Umberto Eco y el fútbol" de Peter Pericles Trifonas)

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Cuando en Cuba se jugaba al fútbol


En Cuba, durante los gobiernos de Prío Socarrás y Fulgencio Batista, en el arranque de la década que culminaría con la revolución de Castro y Guevara, floreció una efímera liga profesional en un país sin tradición aparente ni continuidad futbolera. Y no faltaron -como siempre sucede en cualquier lugar del mundo- las presencias argentinas, jugadores más o menos oscuros o conocidos que en la memoria de espontáneos historiadores dejaron huella de buen fútbol en una isla que no usa potreros.

Todos eran argentinos, como el Che. Viajaron a Cuba cuando ya alumbraban las ideas revolucionarias, un puñado de años antes del desembarco que lideró Fidel Castro a bordo del “Granma” y que culminó con la gesta de Sierra Maestra. Habían viajado a la isla sin el propósito de sumarse a la insurrección, pero sí con el afán de ganar dinero jugando al fútbol. Desde Buenos Aires partieron empujados por la huelga de 1948, la misma que provocó un éxodo masivo hacia Colombia de las principales figuras como Alfredo Di Stéfano y Adolfo Pedernera.

Un tal Boby Maduro, nacido en las Antillas Holandesas, precursor entre los intermediarios que hoy abundan como plaga, había tenido bastante que ver en esa aventura. Sus nombres, atesorados en la memoria de Juan Antonio Lotina, cubano, entrenador y pieza clave en la asociación de su país, han vuelto a cobrar vida en páginas repletas de estadísticas. Algunos estudiosos de aquí, como el periodista Alejandro Fabbri, contribuyeron para completar las trayectorias de estos hombres que, cuando en La Habana gobernaban Carlos Prío Socarrás y Fulgencio Batista, escogieron la efímera liga profesional de fútbol cubana como escenario para mostrar su juego.

“Amadeo Colángelo fue un futbolista extraordinario, el mejor de los argentinos que pasó por aquí. Llegó para la temporada de 1949-1950 y jugó en el Centro Gallego...”, cuenta Lotina desde Cuba, quien dirige la sección de Historia y Estadísticas del fútbol en su país. Se refiere a un entreala izquierdo -hoy sería un volante de creación- que integró el plantel de Boca entre 1955 y 1957, jugó 18 partidos y marcó 7 goles. Colángelo había surgido en Ferro cuando el equipo de Caballito militaba en el Ascenso y su campaña en Argentinos Juniors -posterior a su retorno de Cuba- le valió que el club de la ribera lo contratara al año siguiente. No era para menos. Había convertido 60 goles en 55 encuentros durante el torneo de Primera B, una marca que en la actualidad sería casi imposible de igualar. Chacarita, el campeón de la misma categoría en 1959 y El Porvenir en 1960 también contaron con él.

La Liga cubana se mantuvo entre 1948 y 1953, el año en el que fracasó la toma del cuartel Moncada. El primer campeonato lo jugaron cuatro equipos: Puentes Grandes -que ganó el título en tres temporadas sucesivas-, Fortuna, Juventud Asturiana e Iberia. Hasta que el fútbol profesional desapareció, se agregaron Centro Gallego (campeón de 1951) y Marianao. Casi todos contaron con el aporte de jugadores argentinos que incluso se quedaron en Cuba cuando la Liga finalizó. Aquéllos fueron tiempos de visitas deportivas ilustres, como las del Real Madrid y el Botafogo de Brasil. Lotina recuerda que “el estadio Latinoamericano de La Habana convocaba a 25 o 30 mil personas para ver a esos jugadores argentinos de mucha calidad. También había uruguayos, mexicanos y haitianos”.

Los pioneros que llegaron desde la Argentina entre 1948 y 1949 fueron Alberto Soto y Raúl Torrens, este último un volante izquierdo, cuyo rastro se pierde hasta 1956. Ese año jugó para El Porvenir, donde marcó cuatro goles en cinco partidos. Pero el grupo más nutrido arribó a la isla una vez comenzada la década del 50, cuando ni siquiera se había iniciado la segunda dictadura de Batista.

Juan Carlos Carrera integró el equipo de la Juventud Asturiana, el último campeón del profesionalismo cubano. Mediocampista ofensivo, había tenido una trayectoria respetable antes de jugar en Cuba. Entre 1945 y 1946 formó parte del plantel de Racing, donde hizo 28 goles en 18 partidos. Luego pasó por Newell’s (1947), Banfield (1948) y Atlanta (1949-51). Carrera tuvo como compañero en aquel conjunto de la colectividad española que residía en Cuba a Américo Belén, quien no es la “Bruja”, aquel delantero de Racing que se consagró campeón en 1959. El Belén menos conocido había jugado básicamente en el Ascenso, en clubes como Quilmes, All Boys y Talleres de Remedios de Escalada. Era un volante central de carácter y que no escatimaba poner la pierna fuerte cuando los partidos se ponían fuleros.

El memorioso Lotina, primo lejano del entrenador vasco que dirige en la actualidad al Celta de Vigo (Miguel Ángel Lotina), matiza sus recuerdos de aquella Liga cubana con algún comentario sobre la época: “Batista no se ocupó del fútbol ni nada de eso. No había apoyo ni presupuesto. Quienes conducían los principales equipos que tenían base en la colectividad española eran dueños de fábricas o empresas que les pagaban un salario a los jugadores extranjeros. Recuerdo que algunos, como los argentinos Torrens, Soto y Pelegrino se quedaron trabajando en Cuba o se casaron. Yo mismo llegué a entrenar con el Iberia en la etapa profesional”. El último de los futbolistas mencionados, Benjamín Pelegrino, jugó cuatro partidos como arquero en la primera de San Lorenzo durante 1948.

Del lustro de fútbol rentado que tuvo la tierra de José Martí ya casi no quedan huellas, a no ser por el trabajo de recopilación que ha ido desarrollando Lotina y que ansía editar algún día en un libro. Podría afirmarse, como sostienen aquellos que lo tratan a diario, que nadie conoce como él la historia del fútbol cubano. Martín Mendizábal, un periodista deportivo argentino que reside en La Habana y colabora con la Asociación de ese país, puede dar fe. Y el propio entrevistado lo corrobora cuando evoca la visita a Cuba de Vélez Sarsfield a mediados de la década del 20. De esa época (1924) data la fundación de la entidad que rige su fútbol y que se afilió a la FIFA en 1932. Seis años después y cuando se cernía sobre Europa la amenaza del nazismo, el seleccionado cubano jugaría su único Mundial. Ocurrió en Francia, donde el 9 de Junio de 1938 superó primero a Rumania por 2 a 1, para luego caer goleado por Suecia con un lapidario 8 a 0.

Por entonces, el fútbol cubano era tan amateur como ahora. El béisbol y el boxeo lo superaban con holgura en popularidad, tanto como sucede hoy. Sin embargo, durante el último Mundial de Corea y Japón, el pueblo siguió con mucho interés las campañas de Brasil y la Argentina, por sobre los otros equipos. En la isla, el actual campeonato está estructurado de acuerdo con su división administrativa -juegan dieciséis equipos de catorce provincias- y el último campeón salió de Villa Clara, la ciudad donde se hizo fuerte el Che en plena lucha revolucionaria.

Una pequeña curiosidad que los biógrafos del Comandante nacido en Rosario, hincha de Central y arquero en sus escasos ratos libres, no pasarían por alto.

(artículo del periodista Gustavo Veiga, publicado en el diario “Página 12” del lunes 10 de Marzo de 2003)

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El recordado relator deportivo argentino José María Muñoz -1914/1992-, tuvo un accidentado debut en el periodismo, fue en 1946 en cancha de Barracas Central, en un encuentro entre el local y Banfield por la máxima categoría del ascenso en donde Muñoz hacía de corresponsal en ese estadio.
Como en el estadio no había teléfono, Muñoz debía llegar hasta el aparato de una casilla del ferrocarril, después de saltar una alambrada y recorrer más de 100 metros. Así, pasaba el informe gol a gol y volvía rápidamente a seguir viendo el partido.
No era su día de suerte, ya que Banfield, ganó por 5-2 y él se la paso corriendo de un lado al otro. En uno de esos viajes se enganchó en el alambre y se hizo un ‘siete’ en el pantalón.
La reparación histórica llegó en 1982 cuando el club Barracas Central lo premió con una sugestiva plaqueta que rezaba “El pantalón de oro” después de agradecer, el popular “Gordo” Muñoz recordó con gran claridad aquella tarde que por esos tiempos "era el único que tenía".

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Ustedes hablan del hijo... el padre jugaba diez veces más. ¡Ese sí era un fenómeno! No le podías dar un metro. Jugaba de puntero, enganchaba para adentro y ¡chau! El hijo no tiene nada que ver con el padre.

(JUAN MARTÍN MUJICA, ex jugador de Nacional de Montevideo, recordando en 'Ovación digital' del 24/06/09 sus duelos con Estudiantes de La Plata por Copa Libertadores de América a fines de la década del 60 y en particular a Juan Ramón Verón, padre de Sebastián)

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Al acabar el partido, los "tifosi" me han desnudado y tocado. Los entiendo, yo también lo habría hecho y me hubiera tocado a mí mismo.

(SALVATORE "Totó" SCHILLACI, opinando sobre su dulce momento durante el Mundial de Italia 1990)

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