(AMADEO CARRIZO, a juicio de muchos, el mejor arquero argentino de todos los tiempos)
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(AMADEO CARRIZO, a juicio de muchos, el mejor arquero argentino de todos los tiempos)
Beckham (de penalti)
(primera de cinco partes del capítulo Nº 11 del libro “Mi vida” de David Beckham con el periodista Tom Watt, RBA Libros, 2003)
¿Qué está pasando? No puedo respirar.
En la actualidad me pregunto: “¿Aquella noche en Dubai me ayudó a dejar de ser un jugador del Manchester a ojos del entrenador?”.
Estaba bajo la luz del sol con la selección en lugar de estar de nuevo en Carrington, haciendo kilómetros a solas en la cinta de correr. Sé que el entrenador no estaba muy contento con aquello. En general, tenía la sensación de que no le gustaba mucho la idea de que asumiera la responsabilidad extra -y la atención extra- que suponía ser capitán de la selección. Además, seguramente tampoco le gustaba mucho el hecho de que Victoria y Brooklyn me acompañaran en Dubai. No importaba que yo opinase que el matrimonio y la paternidad habían hecho que me asentase y que habían tenido un efecto positivo en mí como jugador. El entrenador siempre había creído que mi familia era una distracción de la seria cuestión del fútbol. Me lo había repetido bastantes veces desde que había conocido a Victoria. Creía que mi vida privada era un obstáculo en el camino, tanto para mí como para él.
Hacía tiempo que había decidido que no valía la pena tener aquella discusión. ¿Acaso hay algo que valga la pena discutir con el entrenador? No iba a convencerlo de que sentirme realizado como persona era algo que sólo podía ayudarme como jugador. Y, evidentemente, nada que él dijera iba a cambiar lo mucho que yo quería y respetaba a mi familia. Fue estupendo que Victoria y Brooklyn estuvieran conmigo en Dubai.
Sven pensó que sería bueno que los jugadores estuvieran con sus familias. Al fin y al cabo, esperábamos estar en Japón mientras durase el Mundial. Recuerdo haber hablado con él sobre esto antes de salir de Inglaterra, mientras planificaba nuestro programa. Sven cree conveniente que los jugadores pasen tiempo con sus parejas e hijos. La mayoría de entrenadores de otros países lo entiende de esa forma. Recuerdo que en Francia 98, el equipo danés se concentraba en un hotel justo al final de la calle donde estaba el nuestro y se alojaban con sus familias en el mismo complejo.
Al principio, Sven no estaba seguro de qué opinarían los jugadores ingleses del hecho de estar con sus familias, así que me pidió a mí, el capitán, que lo comentase con ellos. En Dubai, organizamos actividades para los niños por las mañanas en la piscina y barbacoas para todos por las noches. Las familias disfrutaron haciéndose mutua compañía y aquello, al mismo tiempo, contribuyó a que los chicos intimasen más.
Tener a Victoria y a Brooklyn allí me permitía tener las ideas claras para concentrarme en lo que importaba, el Mundial, y me sentía en forma para ello. Me preparaba con uno de los fisioterapeutas ingleses, Alan Smith, todas las mañanas. Acababa de empezar a correr, acababa de empezar a probar qué tal estaba la lesión del metatarso. Tuve que poner mucho de mi parte para intentar estar en forma. No podía entrenar con el equipo de forma regular todos los días a la misma hora. En Dubai disfrutamos del equilibrio perfecto: trabajo duro y luego la playa y algo de sol en compañía de nuestras familias.
Todavía no estaba seguro de poder estar listo para jugar nuestro primer partido contra Suecia. Algunos días me despertaba sintiéndome preparado, pero otros, tenía la sensación de que se me estaba acabando el tiempo. Estaba desesperado por jugar en el Mundial como capitán de la selección. Para ofrecer al equipo y a mí mismo la mejor oportunidad, debía jugar desde el primer partido. Incluso antes de irme de Inglaterra, había hecho todo lo posible por acelerar el proceso de curación. A esas alturas, en Dubai, podía cargar peso sobre el pie lesionado. Además de poder empezar a correr, había otras cosas que hacer antes de estar listo para la sesión de entrenamiento, jugar un partido seguía siendo impensable. Puede ser que la gente haya visto fotos mías en una cama elástica, pero no podía ni saltar. Esos ejercicios estaban destinados a recuperar el equilibrio ayudándome de la pierna. Además de que los músculos estuvieran perdiendo fuerza, los tendones y los ligamentos olvidaron cómo hacer su trabajo. Tenía que mantenerme en pie sobre una pierna y aguantar el equilibrio cuando me tiraban un balón; a continuación, cambiar de pierna. El siguiente paso fue devolver el balón en lugar de cogerlo. Al final de cada día, los fisioterapeutas se sentaban con los médicos de la selección y hablaban sobre lo que habíamos hecho. El equipo médico seguía el mismo protocolo con todos los jugadores lesionados. A continuación, el doctor Crane se reunía con Sven por la noche para asegurarse de que el entrenador sabía exactamente cuáles eran mis progresos diarios.
Me alegraba estar con los demás jugadores a los que sólo Ies preocupaba empezar el torneo. Compartir la emoción del resto me hizo enfrentarme a lo que tenía que hacer con una actitud más positiva. No sé si fue el hecho de ser capitán lo que me hacía sentir más viejo, o ser consciente de la experiencia que había tenido hasta ese momento, después de cuatro años desde Francia 98. Me gustaba observar a los jugadores jóvenes de la selección: estaban emocionados por los preparatorios, los equipos nuevos, la ropa, la atención del público y todo eso. Pero en cuanto a fútbol se refiere, el Mundial sólo significaba partidos importantes que jugar. No les asustaba nada y eso los mantenía muy relajados. Michael Owen, Gareth Southgate, Martin Keown, Dave Seaman y yo habíamos estado antes en esa situación y sabíamos lo importante que era el Mundial y lo mucho que nos jugábamos todos.
La semana en Dubai nos ofreció a los jugadores un tiempo de descanso una vez terminada la temporada en casa. Parecía que no había pasado el tiempo desde el momento en que me despedí de Victoria y de Brooklyn para partir a Oriente con el equipo. Iba a haber tantos viajes durante el Mundial que decidimos que sería demasiado agotador para nuestras familias. Tendríamos la base en Japón para el torneo, pero haríamos una parada en Corea del Sur para los dos primeros amistosos de preparación. Tras el registro en el hotel ya se notaba el cambio de humor en el rostro de los jugadores. Ya estábamos allí. Era el lugar donde iba a jugarse el Mundial. Ese primer partido nos dejó bastante derrotados porque sólo conseguimos un empate a uno contra los coreanos en Seogwipo. Experimentamos un par de jugadas y nadie jugó al cien por cien, aunque era evidente que Corea del Sur sabía cómo hacerlo. Y estaban en una forma increíble, que era más de lo que se podía decir de mí. No había recuperado ni la mitad de mis fuerzas a once días de nuestro primer partido oficial.
Sven había contratado a un holandés, Richard Smith, como uno de los cuatro masajistas que viajarían con el equipo a Japón. Alguien pegó una tarjeta en la puerta del cuarto de Richard que decía: “Casa del dolor”. Y no andaban muy errados. Richard te trabajaba a conciencia la lesión. Soy incapaz de describir lo que sentía, se me retorcían las tripas de dolor. Pero funcionaba. Gracias a Richard pude jugar al final y, más adelante, Michael Owen consiguió jugar el partido contra Brasil gracias a que Richard estuvo tratando su lesión en la ingle el día anterior al encuentro.
Nuestro otro partido amistoso fue el domingo siguiente en Japón contra Camerún. Aunque no pude jugar, el equipo médico pensó que necesitaba el estímulo de sentirme implicado con los demás chicos, así que me dejaron capitanear al equipo durante el calentamiento. El partido no estuvo mal pese a que los jugadores no se arriesgaron, por razones evidentes, y el resultado final fue de 2-2. Esa tarde empecé a recordar mi peor momento durante todo el proceso de rehabilitación. Poco después de que se produjera la lesión, la selección jugó un partido amistoso contra Paraguay en Anfield. El equipo se concentró en un hotel en Cheshire, y Sven me invitó. Quería que tomara parte en los preparativos porque, ya por aquel entonces, creía que iba a jugar en Japón. Acudí a la cena y me gustó ver al resto de los chicos, aunque todavía tenía que llevar muletas gran parte del tiempo. A la mañana siguiente, cuando el equipo se fue a entrenar, me encontré sentado a solas en el hotel, viendo la tele. Durante ese par de horas, me sentí realmente deprimido. Si no podía ni ir a ver los entrenamientos, y ni qué decir entrenar ¿qué salida me quedaba? Allí estaba, alejado. Aunque aún no mi sentía seguro, ¿estaba a unos días de recibir la recompensa por todo ese trabajo de rehabilitación? ¿o a unos días de sentir una decepción a la que no podía ni imaginar tener que enfrentarme?
Todavía faltaba una semana para el partido inaugural contra Suecia en Saitama. Sven no me presionó, quería darme todo el tiempo posible, aunque no podía permitir que eso interfiriese en la preparación del resto del equipo. Con una lesión de larga duración, los médicos siempre te marcan objetivos semanales. En parte, lo hacen así para asegurarse de que te esfuerzas para llegar a la siguiente fase, ya se trate de correr sobre una pista dura, de ejercicios de cambio de ritmo y de orientación o de lanzamientos fuertes con el balón. Aunque también lo hacen para asegurarse de que un jugador no se deprime al ponerse una meta a largo plazo. Desde un punto de vista psicológico, el secreto está en concentrarse en lo que uno hace a diario. Aunque en ese instante, yo había llegado a un punto sin retorno. ¿Sería capaz de participar en un partido de competición al final de esa semana? Sven sabía -y yo también- que había llegado la hora de tomar una decisión. Si no podía participar en el entrenamiento completo durante los días previos al partido, entonces, claro está, no podría jugar de ninguna de las maneras. Sabía que el equipo médico confiaba en la curación de mi pie, aunque no estaba del todo seguro de que estuviera en buena forma en general: había estado sin jugar mucho tiempo. El míster era quien tenía que tomar la decisión. Llegó el miércoles, el último día en el que me podía permitir no hacer los ejercicios con los demás. Sabía desde el principio que Sven querría darme una oportunidad siempre que la ocasión así lo favoreciera, tanto para mí como para la selección. Sabía que no había llegado tan lejos y había trabajado tanto para abandonar al final. Aunque no me sintiera en forma al cien por cien, estaba seguro de que lo conseguiría. Después del desayuno, Sven me hizo una pregunta:
-Bueno, ¿estás en forma?
Él conocía la respuesta y no percibí ningún matiz de duda ni tensión en su voz. Quería escucharlo de mis labios y sabía que yo tenía confianza en mí mismo. Se me pasó por la mente que, si me hubiera roto el pie en el partido de la Liga inglesa, el fin de semana siguiente en lugar de habérmelo roto contra el Deportivo a mediados de semana, el míster de la selección y yo no habríamos tenido esa conversación. Por muy poco no ocurrió de aquella manera. Tragué saliva e intenté que mi respuesta fuera tan breve y tranquila como la pregunta de Sven.
-Estoy en forma.
-Bien, pues vamos.
La primera sesión con los demás chicos fue difícil. Había estado haciendo mucho ejercicio, corriendo y dándole al balón. Ésa era la primera vez que tenía que atreverme con el contacto físico. Debí de haberlo supuesto; en cuanto nos pusimos a jugar, el primer desafío crucial en cuanto a contacto físico me lo planteó Martin Keown, ¿quién si no? En realidad, no llegó a tocarme la lesión, fue un impacto en los gemelos. No pude contener la reacción instintiva. Caí al suelo, esperando lo peor; estaba enfadado con Martin, con Aldo Duscher, enfadado con todo. Tardé un rato en darme cuenta de que, por primera vez en dos meses, me dolía más algo que no era el pie. El dolor nunca me ha resultado tan placentero. Lo que quiero decir es que fue como si hubiera estado esperándolo. Martin siempre ha sido el que se dedica a ponerte a prueba: te golpea, te desafía, intenta averiguar si eres capaz de mantener la calma. Él sabía, y yo también, que llegado el domingo habría alguien dispuesto a hacer lo mismo que él acababa de hacer. La diferencia era que si lo hubiera hecho un jugador sueco habría cabido esperar que no me levantase del suelo. En ese momento me levanté como pude y seguí jugando. Si podía sobrevivir a Martin, seguramente podría sobrevivir a cualquiera. Me dolía muchísimo el pie incluso antes de que terminásemos la sesión, pero estaba contento de haberla aguantado. Entrenarme con los demás me levantó el ánimo para el resto de la semana.
Era genial pertenecer a ese equipo, sobre todo cuando llegamos a Japón y los jugadores empezaron a meterse de lleno en la competición. El ambiente que había en el grupo que formamos en Japón era especial. Sin embargo, ¿qué era lo que estaba ocurriendo fuera del campo? No creo que ninguno de nosotros haya visto jamás nada parecido. Empezó en el instante en que bajamos del avión en Tokio; recorrer la terminal hacia la salida fue algo increíble. Había miles de japoneses esperándonos: madres, padres, niños y adolescentes, que habían convertido a Inglaterra en su equipo para el Mundial. Llevaban las camisetas de la selección. Era prácticamente como un concierto pop, con fans que nos saludaban, gritaban y se daban empujones, y la policía que los retenía. En el momento en que subíamos al autobús, vi con el rabillo del ojo a una mujer que debía de tener más de setenta años, diría yo, con el pelo teñido de blanco y un mechón de color rojo. Los padres alzaban a sus hijos por encima de las miradas expectantes. Esos niños eran demasiado pequeños para saber quién era yo, pero muchos de ellos me habían copiado el corte de pelo: el mechón rubio y el corte mohicano. Y llevaban el número siete en sus camisetas. Era caótico, pero de la forma respetuosa que tal vez sea característica de los japoneses. Estaban emocionados de vernos y se mostraban muy positivos con el equipo y con los ingleses.
Creo que su actitud tuvo mucho que ver con que no hubiera problemas entre el público durante el Mundial, aunque, el temor a que se produjeran disturbios había sido una preocupación generalizada durante los dos meses previos al torneo. Sin embargo, resultó que los japoneses eran unos verdaderos apasionados del fútbol y les encantaba ir con la selección inglesa; a nosotros nos apasiona el fútbol de la misma forma. Y no sólo los jugadores fueron bienvenidos, nuestra afición también. Dice mucho a favor de los aficionados ingleses que nuestros seguidores se esforzaran por corresponder a ese gesto. Ese es el espíritu que tendría que respirarse en todos los Mundiales. Para un futbolista, por supuesto, lo primordial del Mundial son los partidos. Haber sido capitán de la selección en el estadio de Saitama, durante nuestro primer partido en el campeonato de 2002 contra Suecia, será siempre uno de los momentos de los que me sentiré más orgulloso en toda mi trayectoria profesional.
Al pensar en el escenario, la ocasión y el privilegio de ser el cabeza de grupo como capitán de tu país en un Mundial, se me desbocaba el corazón. Es un sueño infantil, pero es la clase de sueño que uno no se atreve a tener. Y ahí estaba, estaba ocurriendo. El ambiente era increíble. En un extremo del campo había unos cuantos miles de seguidores suecos, el resto del estadio era rojo y blanco; eran nuestra afición y los japoneses que habían decidido convertir a Inglaterra en su equipo. ¿Metatarso fracturado? ¡A mí qué! No me lo habría perdido por nada del mundo.
(continuará…)
El uruguayo Luis Cubilla fue protagonista en 18 ediciones de la Copa. De ellas fueron 11 como futbolista (con Peñarol 4 veces, con River Plate 3, otras 4 con Nacional de Montevideo) y 7 como director técnico, todas conduciendo a Olimpia de Paraguay.
El argentino Francisco “Pancho” Sá disputó 7 finales, de las 15 ediciones en que participó en la Copa Libertadores. Fue campeón 6 veces.
En 1996, el Barcelona de Ecuador, tuvo un plantel multinacional. Participó con 6 jugadores extranjeros: el colombiano Alverio Usuriaga, el camerunés Cirille Makanaky y el brasileño Gilson de Souza y los argentinos Carlos Alfaro Moreno, Marcelo Morales y Néstor Villarreal.
Solo uno de los casi 190 equipos que alguna vez jugaron la Copa, se mantiene invicto. Es Cobresal, de Chile. Participó de una sola edición, la de 1996. Jugó 6 partidos, de los cuales ganó 1 y empató los restantes.
En el partido de la edición pasada de la Copa, se produjo el gol en contra más rápido de la historia de la Libertadores. Fue cuando Boyacá Chico (de Colombia) le ganó por 4 a 3 a Audax Italiano (Chile). Allí el camerunés Jules Ntarnak, de los colombianos, venció su valla a los 40 segundos de iniciadas las acciones.
(TERRY NEIL, ex manager del Arsenal, sobre si debía fichar para los 'gunners' a Ruud Gullit por 35.000 libras)
(KEVIN KEEGAN, ex futbolista inglés, contando en el diario alemán "Welt am Sonntag" del 20/11/77 como se sintió al unirse al plantel del Hamburgo SV a comienzos de ese año)
Para Bilardo (Jonathan Soriano - España)
con la hartura del simple aburrimiento,
es mentir a los pibes con el cuento
de Clemente y Capello, de Bilardo.
Colocar los porteros a resguardo,
y perder los balones en el viento,
es cerrarle cerrojos al talento,
y ensuciar el escudo del tabardo.
Son las mentes cuadradas sin Redondo,
las que abrancan grilletes en las botas,
y silencian los poetas de Macondo.
El pensar un rival en la pelota,
apoliya a la Doce, que en el fondo
de las gradas, se añapa en la derrota.
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Tras el partido, el plantel 'Pincha' aplaudió a sus rivales, justos ganadores. Mientras todos piensan que fue un acto de Fair Play, Oscar "Cacho" Malbernat cuenta la verdad: "el 'Gallego' Rosl, el 3 de San Lorenzo, era hincha del 'Lobo' y tenía la camiseta de Gimnasia y Esgrima de La Plata puesta abajo. Para que no la mostrase, lo primereamos con los aplausos. Y ya no daba para cargarnos".
(PAULO ROBERTO FALCAO, ex futbolista brasileño, en referencia a Bruno Conti, después de que Brasil cayera frente a Italia por la segunda ronda del Mundial 1982)
En segundo lugar es un uruguayo exitoso que empezó desde abajo. Tuvo una carrera deportiva excepcional. Siempre fue un hombre derecho, tanto en su carrera como jugador como entrenador.
Pero eso no es todo, porque la consagración deportiva no es suficiente para aspirar a ser Vicepresidente de la República.
Su vida posterior a la deportiva es especialmente exitosa: es un reconocido productor agropecuario y también un exitoso desarrollador inmobiliario. Inteligente en el manejo de las inversiones, una persona hecha desde abajo que hoy es un exitoso empresario.
(PEDRO BORDABERRY, candidato presidencial por el Partido Colorado, opinando sobre Hugo De León, ex futbolista y entrenador uruguayo, su compañero de fórmula con vistas a las elecciones del mes de Octubre en Uruguay)
¡No me detendrán! (Lucas Godoy - Argentina)
Todo habría sido normal, si no fuera porque había una pelota de fútbol. Alejandro la miró, la tomó con sus manos y comprobó si estaba bien inflada. Podría estar mejor, pero era aceptable. Lanzó el balón al aire enfrente de sus ojos y cayó al piso amortiguado por su pie derecho.
“Vamos a jugar”, dijo.
Todos lo miramos. Curiosamente, Cynthia (mi Cynthia) respondió “vamos a jugar todos”. Las respuestas afirmativas no se hicieron esperar. Sin embargo, el partido no comenzaba. Todos discutían quién debía jugar para el equipo de quién y comencé a impacientarme.
La pelota estaba en un costado y yo fui a buscarla. Me entretuve haciendo ‘jueguito’ con el pie zurdo hasta que escuché la voz de alguien que decía ¡todos contra todos!
Alejandro no vaciló un momento. Era un hombre de acción. Comenzó a correr hacia mí gritando ¡quítenle la pelota!.
Lo primero que pensé fue ¡no me detendrán!. Enfilé hacia la hamaca, que era el único arco defendido por Roberto. Primero superé a Alejandra pisando la pelota y enganchando para adentro. Ella me entró a destiempo y recibí un golpe en la pantorrilla. Pero no fue suficiente para detenerme. Luego encaré a Cynthia. Tuve que cubrir la pelota con el cuerpo porque, a diferencia de las demás chicas, ella no tenía ningún pudor en tocarme. La dejé atrás con un amague y un movimiento de cintura y ella, en su afán de sujetarme, tocó las partes de mi cuerpo que yo quería que tocara desde hacía tiempo. Pero no sentí nada. Tenía la vista fija en el arco. Luego empecé a tomar velocidad. Una pierna cruzó ante mí, pero adelanté la pelota y esquivé el contacto mediante un saltito. Ya me costaba distinguir a mis rivales, pues estaba rodeado de ellos. Otra pierna cruzó y tocó la pelota, pero yo la recuperé después de tropezar y casi caer.
Y cuando levanté la vista pude ver finalmente el arco. Estaba corriendo, pero todo parecía ocurrir a cámara lenta. Era como ver la repetición de la jugada pero con mis propios ojos y no a través de la televisión. Con el último aliento, crucé el balón al palo derecho de la hamaca con un zurdazo. Roberto estiró el pie para rechazar, pero no pudo evitar que la pelota entrara.
“¡Goool!”, grité alzando el puño.
Todos me miraron incrédulos. Los había superado. Los había dejado en ridículo.
Cynthia se me acercó y me abrazó. Yo suspiré y dije con una sonrisa:
-Ahora vamos a jugar en serio.
El hecho conmueve a un país todavía en ruinas luego de la Segunda Guerra Mundial. El pueblo argentino toma la tragedia como propia, y por iniciativa del Presidente Juan Domingo Perón, River Plate viajó hacia Italia para jugar una serie de encuentros amistosos en ayuda al club y la familia de las víctimas.
Los millonarios juegan una serie de partidos en Italia, cosechando una serie innumerable de elogios, no sólo por sus actuaciones en el campo de juego, sino por la constante actitud solidaria.
En homenaje y agradecimiento al club sudamericano, los dirigentes del Torino le regalaron a sus pares riverplatenses un juego de camisetas granates del 'Toro'. Y así fue que desde ese momento, River Plate, durante muchos años, usó el granate como color secundario.
En los últimos años, el granate fue usado en la camiseta que usó en un partido ante Banfield en 2002 (foto), y volvió, en 2005 con un diseño muy particular.
Pero lo importante y hermoso, es el gesto recíproco de amistad entre ambos clubes.
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(MAXIMILIANO RODRÍGUEZ, autor del gol de la victoria argentina ante México en Alemania 2006)
(GIORGIO SAVIANE, "Corriere dello Sport-Stadio", 16 de Noviembre de 1986)
Anfield Rap (Liverpool FC - Inglaterra)
Un día antes de disputado el partido, la F.I.F.A. le comunica a la delegación húngara que debido al color rojo de su camiseta y al azul de la de los galos, se podían confundir las mismas en los televisores blanco y negro que predominaban en Argentina por ese entonces, deberían jugar con la camiseta suplente, sin prever que los franceses adoptando la misma postura hacen lo propio y salen al campo de juego, al igual que sus rivales, con la casaca blanca, y como ambos seleccionados estaban convencidos de que estaban haciendo lo correcto, ninguno había llevado las camisetas titulares, por lo cual el árbitro no podía comenzar el partido.
Entonces a los franceses se les ocurre enmendar su error y pedirle prestado un juego de camisetas al club de fútbol que estuviera más cerca del estadio. Como el partido debería disputarse en el estadio mundialista de Mar del Plata, el club Kimberley de dicha ciudad le proporciona sus casacas blancas y verdes a rayas verticales con las que finalmente los franceses vencen por 3 a 1 a Hungría.
Lo más curioso del caso es que en la vestimenta del conjunto galo, los jugadores Dominique Rocheteau y Olivier Rouyer, tenían en sus pantalones los números 7 y 11, mientras que en sus casacas llevaban el 18 y el 20 respectivamente.
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(MILENE DOMINGUES, modelo, futbolista y presentadora brasileña, ex mujer de Ronaldo, hablando sobre su ritual durante las Copas del Mundo)
(KURT LUTMAN, ex jugador de Newell’s Old Boys de Rosario a mediados de los ’90, uno de los pocos que se atrevió a enfrentar al ex presidente rojinegro Eduardo López, aquí denunciando la decadencia de la histórica cantera del club rosarino)
Entrevista a Kurt Lutman
Fue un enganche metedor que prometía, pero más se lo recuerda por ser el único jugador que enfrentó abiertamente el ex presidente de Newell’s Old Boys de Rosario, Eduardo López.
Kurt Lutman nació en Rosario el 11 de Septiembre de 1976, en el apogeo de la dictadura militar. Todavía ajeno a esa atmósfera, un día empezó a patear con la camiseta de Newell’s adherida a la piel, en la vieja canchita de Malvinas. Pronto aprendió que la vida es mucho más que una pelota y esa cosmovisión empezó a distinguirlo a mediados de los ’90, sobre todo cuando empezó a militar en H.I.J.O.S., ya como jugador profesional. Movilizado por el cambio de aire en la conducción del club del Parque, el flaco pelilargo de tupida barba a lo Pichón de Cristo (como aquel personaje de Fontanarrosa) saca a relucir su chapa de rebelde en los años de Eduardo López como amo y señor de la entidad rojinegra.
-¿Qué es de tu vida? ¿Por qué se te perdió el rastro?
-Sí, yo perdí el rastro, ja. No, estoy tranquilo, soy papá de dos nenes, Juan y Francisca, novio de Ingrid y estoy laburando en albañilería.
-¿Y qué pensás acerca de esta vida que llevás?
-Estoy re contento y tranquilo. Además, todavía estoy festejando la derrota de (Eduardo) López en las urnas de Newell’s.
-¿Te pegó fuerte eso?
-Sí, como a todos los que queremos bien a Newell’s. Ahora la gente se está dando cuenta de la cantidad de cosas que puede hacer en el club, porque se había llegado al extremo de que no se pudiera ir a comer un asado, o utilizar las instalaciones. Era común que a los empleados les debieran doce meses de sueldo. Y por suerte se rompió con todo eso. La cancha de Newell’s no era una cancha normal, ni siquiera se podía colgar una bandera de Bielsa o Martino porque te mataban.
-Cuando te fuiste, enfrentado con López, ¿veías que el club podía terminar en lo que terminó?
-Sí, pero lo bueno es que cuando se suman voluntades estos poderes mafiosos caen. Pasó con María Soledad y con poderes más pesados todavía, ¿¡cómo no iba a pasar con un perejil como López que, como dice Serrat, si no fuera tan dañino daría lástima?! Porque López realmente daba lástima: huraño, metido en una oficina todo el tiempo, sin poder caminar por la calle. Esa realidad se la regalo, con todos los millones de pesos y toda la guita que se comió yo le digo ‘tomá, quedate con tu vida’. Yo prefiero mi realidad, la de caminar libremente por la calle y la de haberlo enfrentado en aquel momento.
-¿En qué año te fuiste de Newell’s?
-En el 2000. En Diciembre de ese año tenía que haber elecciones en el club y yo creí que ahí caía López. Le erré nada más que por ocho años, je. Soy un visionario.
-¿Y por qué pasó aquello justo cuando estabas apareciendo en Primera?
-Yo ya estaba enojado con López desde el ‘96, pero no por creerme más vivo que él, sino porque lo venía sufriendo desde adentro. Estábamos en pleno auge del menemismo y López encajaba perfecto en ese sistema impune, donde cualquiera podía saquear lo que era de todos, sin riesgo a ser enjuiciado.
-¿Cuáles eran los síntomas de ese deterioro?
-Compañeros que pasaban hambre en la pensión, pibes que se iban a dedo hasta Formosa porque el club no se hacía cargo de ellos, o que tenían que dejar el colegio porque no tenían plata para estudiar. La mayoría no llegó a primera y quedaron hechos mierda, sin tener herramientas para ganarse la vida más allá del fútbol. Lo viví también con mi viejo, que como director técnico de inferiores, se pasaba un año sin cobrar. O con un utilero que tenía una hija parapléjica y lo echaron porque se atrevió a reclamar sueldos atrasados. Entonces, desde el ‘96 en adelante me resistí a firmar contrato y me tuvieron a las vueltas por varios clubes.
-¿Qué te llevó a militar en H.I.J.O.S.?
-Yo no tengo viejos desaparecidos ni exiliados, pero entendí que soy parte de una generación agredida por la dictadura y empecé a militar.
-¿Hubo un hecho puntual que te hizo elegir ese camino?
-En el ‘96 fui a jugar a Godoy Cruz de Mendoza porque no tenía cabida en Newell’s. Aclaro que no tenía cabida porque jugué algunos partidos y fui un desastre, tampoco voy a pasar por víctima. El técnico era ‘Tatín’ Donsanti, que también era un desastre: les pedía plata a los jugadores. Y caminando por la plaza Independencia de Mendoza vi mujeres que marchaban con pañuelos blancos. Eso me cambió la cabeza. Y en un recital de Víctor Heredia me topé con los cumpas de H.I.J.O.S. y ahí empecé a patear con ellos.
-¿Ahí te colgaste el cartelito de bicho raro en el fútbol?
-Un poco sí, pero ojo que muchos de mis compañeros pensaban como yo, que Videla era un hijo de puta. En el 2000 salí a la cancha con una remera que decía cárcel a Videla y a todos los genocidas, pero ningún medio le fue a preguntar a mis compañeros si estaban de acuerdo con esa remera o no. Los periodistas siempre prefieren preguntarles a los futbolistas qué mina, qué auto o qué gusto de helado prefieren. De las rondas de mate en la concentración salieron partidos a beneficio de los chicos de la calle motorizados por Bernardi, Vojvoda, el 'Rulo' París, porque ellos veían que cada vez había más chicos pidiendo monedas en los semáforos.
-Entonces, ¿es mentira eso de que el futbolista vive en una burbuja?
-Es una verdad a medias. Es una profesión que quita mucho tiempo y da mucha plata. Pero quien más quien menos, todos tenemos un familiar o un conocido que se quedó sin laburo y esa es una realidad que el jugador no puede negar.
-¿Cómo fue la experiencia de Huracán de Corrientes en el ‘98?
-Otro despelote más. Fuimos a préstamo con un par de compañeros y al toque nos pagaron. Pero después nos enteramos que a los pibes del club les debían seis meses. Hablamos con los directivos y ahí empezamos a chocar. Hasta que en un entrenamiento en pleno verano, con 40 grados, el preparador físico, que lo mandaban para que nos bardeara, le dijo a un compañero que se pusiera la remera cuando todos estábamos en cueros. Este pibe se negó y el tipo sacó un facón de atrás del pantalón y empezó a amenazarlo. Yo salí corriendo para meterme, pero el tipo me tiró un cuchillazo y me hizo un corte en la panza. Ahí nomás me pegué la vuelta.
-¿Y tu representante?
-Bueno, esa fue la única vez que tuve. Me representaba la gente de Soccer. Lo llamé al tipo y me dijo: “Vos cobraste, ¿no? Entonces no te metás, jugá al fútbol y quedate piola”. Esa fue la última vez que tuve representante.
(entrevista publicada en el portal “Crítica digital” del 24/01/09)
(FAUSTINO “Tino” ASPRILLA, uno de los mejores futbolistas de la historia de Colombia, en su despedida del fútbol activo, el pasado 4 de Julio -foto-)
(CAMILO JOSÉ CELA 1916-2002, célebre escritor español, en el libro "Once cuentos de fútbol")
(RONALDO, ironizando a comienzos de Mayo de 2008 y acusando al travesti André Luis Ribeiro Albertini -alias Andréia Albertini- de intentar extorsionarlo con el pago de 30.000 dólares a cambio de que el travesti no armase un escándalo ante la prensa ni acusarlo de consumo de drogas. Ribeiro Albertini -foto- falleció días atrás)
Maradona merengue (Leonardo Enríquez Gabeiras - España)
Lo de Di Stéfano fue como el primer amor, algo inolvidable pero difuminado por el tiempo y la experiencia. Pero ver a Maradona vestido de blanco, como una conjunción planetaria o un eclipse total de sol, hubiera causado trastornos permanentes en la afición, todo hubiera sido diferente.
Las Copas de Europa hubieran llegado antes, porque a Míchel y a los demás no les hubiera quedado más remedio que meter pierna y recibir balonazo, so pena de sufrir la media sonrisa de Diego. La combinación del poderío macarra argentino y la temerosa hidalguía española de la Quinta parece una poción mágica insuperable, y aquellos recuerdos borrosos de la infancia se hubieran convertido en realidad y gloria mucho tiempo antes.
Con Valdano y Butragueño a su vera, Maradona tendría ahora mejores modales, y sin renunciar a llevar la camiseta del Che a modo de ropa interior, ahora sería un discreto izquierdista en el Madrid, como Del Bosque o Breitner, e incluso se permitiría alguna licencia poética en las entrevistas, como mandan sus genes porteños.
Si Maradona hubiera gambeteado en Chamartín, quizá Mirtita habría venido antes a España, atraída por algo más concreto que aquello que le hizo venir, y ahora tendría, además de la albiceleste con el 10, otro fetiche aún más excitante. Si El Pibe hubiera venido aquí, es posible que Nachito nunca hubiera devuelto el carné de socio, y así probablemente habría cruzado alguna mirada de complicidad en la grada con aquella rubia argentina en el descanso de algún derby.
Las pasiones mutuas nunca realizadas siempre acaban en catástrofe, se convierten en terribles termitas que taladran el corazón de forma irreversible.
Que no vuelva a ocurrir.
El certamen -para menores de 20 años- fue idea del periodista deportivo Horacio Aiello y sirvió de presentación en sociedad de figuras como Borghi, Passet, Percudani, Gorosito y Navarro Montoya. Pero nadie lo gozó como los chicos de la Academia.
El club estuvo a punto de no presentarse, hasta que Daniel Silguero -el coordinador de las inferiores por entonces- decidió dirigir el equipo. Que con un fútbol de alto vuelo empezó a sortear etapas y se convirtió en la atracción. La gente llenaba la cancha de Vélez y se pegaba a la pantalla de Canal 11 para ver en acción a Zubzuck; Héctor Fernández, Williner, Adrían Martínez, Garzete; Jorge Acuña, Anciart, Marcos Leiva, De Andrade; Gustavo Calderón y el Torito Raffo, los responsables de esos instantes de felicidad en épocas de vacas flacas. La final, ante más de 40 mil personas, fue con victoria frente a Newell's por 3 a 1 en la segunda final y vuelta olímpica.
Increíblemente, salvo Acuña, ninguno de esos pibes hizo larga trayectoria en la Primera División. Algunos forjaron su carrera en el ascenso y otros colgaron los botines de forma temprana. Hoy muchos tienen ocupaciones lejos del fútbol. Pero nadie les sacará el orgullo de haber formado parte de ese equipo inolvidable.
(MARCELINHO CARIOCA, opinando sobre la crisis que Corinthians enfrentó en 2006)
Todo lo que pedíamos como mínimo era que se comprometiera con nosotros, no sólo porque cobra más que nadie, pero no lo ha demostrado ni dentro ni fuera del campo. Digamos que se queda aquí otros tres años... pero no voy a gastar los próximos años de mi vida así, es miserable, no quiero que el fútbol sea así. Hay que entrenar duro, jugar fuerte. Tal vez no sea un líder, ni el capitán, de acuerdo. Pero como mínimo debe esforzarse todos los días. Mi sensación es que David piensa que todo esto es una broma.
(LANDON DONOVAN, jugador de Los Ángeles Galaxy, dando las palabras de "bienvenida" a David Beckham quien debe regresar a la disciplina del equipo angelino el próximo día 16 de Julio)
Yo vi jugar a Jesús Trepiana (Erick Pohlhammer - Chile)
y eso que todo lo que ven los ojos es ilusión.
Pero yo lo vi jugar con estos ojos verdes
en el estadio Santa Laura pegadito a mi novia.
Que era un asiento vacío
el vacío es forma la forma es vacío.
Rememoro que esa tarde el Santa Laura tenía un aura
a gran coliseo deportivo,
más que el Nacional el 62,
más que el Sausalito en primavera,
más que en otoño el San Eugenio.
Repito, yo vi jugar al fabuloso Jesús Trepiana
guardavallas de Unión Española,
por desgracia eterno reserva de Francisco Nitsche
que también era extraordinario.
Insustituible en el arco una especie de senador designado
de la portería roja
qué chance le quedaba al pobre Jesús Trepiana.
Francisco Nitsche tenía una hija se llamaba
Ana María Nitsche,
de quien me enamoré a primera vista durante algunas horas.
Cuando yo jugaba en las inferiores de Ferrobádminton
ocurrió que fui a recoger una pelota a la pista de ceniza
y vi su preciosa cara tras la reja de contención
Son amores fugaces que ni la fugacidad del tiempo esfuma
pero vamos a lo nuestro que es lo más importante
yo vi jugar a Jesús Trepiana con mis propios ojos,
ustedes no.
Ustedes estaban en otra esperando algo
algo intrascendente o la llegada del mesías,
yo ya había encontrado al auténtico mesías
en la persona de Jesús Trepiana
Tengo el recuerdo fresquito era el 5 de Junio de 1967,
meses después del Mundial de Inglaterra,
lo vi jugar ataviado de blanco nieve
bajo los tres palos del arco norte
que daba a la avenida Independencia.
Soy la persona más afortunada del mundo,
ustedes no vieron jugar a Jesús Trepiana.
En qué andaban
trepando posiciones corriendo la carrera de las ratas.
Jamás me cansaré de reiterarlo,
yo vi jugar a Jesús Trepiana con estos ojos de lince.
Yo puedo morir en paz.
El resto es literatura.
Allí guardaba perros, caballos con los que le encantaba galopar a pesar de tenerlo prohibido, y hasta ¡un león! “Me lo regaló de cachorro un seguidor del Barça de Palma de Mallorca. Le pusimos Simba, como el hijo del Rey León y al principio corría suelto por casa donde jugaba con los niños. Hasta que se hizo mayor y un día les quiso atacar y me tuve que poner por medio para reducirlo como un domador. Al final no tuve más remedio que donarlo al zoo”.
Heredia llegó al Barça en 1972 junto a 'Cuchi' Cos. Los dos venían de oriundos, pero al 'Milonguita' que era el bueno del lote, le tiraron para atrás la documentación. El Barça elevó sus protestas en vano y como contrarréplica la directiva de Agustí Montal envió a Sudamérica al joven abogado Miquel Roca i Junyent a investigar todas las irregularidades. Regresó con una cartera llena de documentaciones falsificadas: 'el dossier de los oriundos', que convenientemente guardado en un cajón sirvió para que la Delegación Nacional de Deportes abriese en Junio del 73 nuevamente las fronteras a los futbolistas extranjeros.
(LOUIS VAN GAAL, flamante entrenador del Bayern Munich, Sport Bild -08/07/09-)
(LUIS GARISTO, ex futbolista y entrenador uruguayo)
Los de siempre (María Paz Torres Nieto - España)
Y es que el fútbol a veces es muy irónico. Y por culpa de las ironías del deporte, allí estaba yo, intentado remediar el problema que se nos había creado, cumpliendo condena por un delito que no había cometido. ¿O acaso había sido culpa mía? Pues no; yo no había empujado a mi rival dentro del área, yo no había cometido aquel penalti que tanto nos iba a hacer sufrir. Pero así es la vida del portero: nadie te alaba cuando el balón no entra (¡vaya mierda de delantero!). Y, sin embargo, los insultos se hacen tuyos cuando el equipo pierde porque tú no has sabido reaccionar ante un gol que era evidente, imparable incluso para el mejor guardameta de todos los tiempos.
Sí, ésas son las cosas que tiene el fútbol: todo el mundo ha soñando de pequeño con ser Ronaldo, Butragueño o tantos otros, con salir cada domingo al césped y ser aclamado por miles de eufóricos aficionados, llegar a ser el Pichichi de la Liga, o que tu equipo gane la Champions gracias al golazo que marcaste a los doce minutos de partido; pero, ¿qué hay de nosotros, los porteros? Pasamos cada tarde jugándonos el cuello, rezando para que el esférico no roce las redes, sudando más que nadie cuando el rival se acerca, y sin embargo... ¿nadie ha soñado nunca con ser portero? Ni siquiera los chiquillos de mi barrio quieren ser como yo... y en el fondo les entiendo, ¿para qué ser portero, pudiendo ser estrella? La elección está clara.
Pero, aún así, nunca me he arrepentido de ser guardameta; yo sé lo que valgo, aunque pocos lo reconozcan, yo siento cada tarde que estoy haciendo algo bueno por mi equipo, noto en mi interior la satisfacción de un héroe cuando atrapo el cuero entre mis guantes y sé que, de no haber sido por mí, aquel lanzamiento nos habría eliminado.
Diez milésimas de segundo a veces dan para mucho; dan incluso para reflexionar sobre éstas y muchas otras cosas. Pero un buen portero nunca pierde la concentración, ni tan siquiera cuando, aun sabiendo que de su actuación depende la alegría de esos diez que están en el campo junto a él, de aquellos otros que se quedaron en el banquillo y de los tantos miles de aficionados que le observan expectantes, se para a recapacitar quién le mandaría a él ser portero. Y entonces observas que tu rival ya ha golpeado la pelota y que ya no hay marcha atrás, y es en este momento cuando te das cuenta de que eres el mejor portero del mundo y que esa tarde vas a triunfar... y aquella tarde triunfé... o eso creo; la verdad, no lo sé, porque el balón me golpeó en la cabeza...
-¡Nena, despierta!
Pues no; ni el esférico me había golpeado, ni yo era Vitor Bahía, ni me estaba jugando la Champions, ni miles de aficionados gritaban mi nombre... ni siquiera me encontraba en un estadio de fútbol. Lo que había golpeado mi cabeza había sido la mano de Alicia; y, otra tarde como tantas otras, al abrir los ojos comprobé que allí estábamos los de siempre, sentados frente al televisor de Adrián, viendo otro partido cualquiera entre dos equipos cualquiera... y es que las damas a veces también soñamos con brillar bajo el larguero.