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No fue un partido de fútbol, porque un equipo se adueñó de la pelota y no se la dejó tocar al otro.

(DANTE PANZERI, recordado periodista argentino, tras Holanda 4 - Argentina 0 en Alemania 74)

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ÁGUILAS - Benfica (Portugal)


El Sport Lisboa e Benfica es el club de fútbol más laureado de Portugal y el que cuenta con más aficionados tanto dentro como fuera del país.

Su origen está en un grupo de ex-alumnos de la Real Casa Pía de Lisboa que en 1904, en el barrio de Belem, fundaron el club, eligieron sus colores (el rojo y blanco) y su emblema, el águila, que pretendía simbolizar la independencia, autoridad y nobleza.

Éstos jóvenes disputaban sus partidos cerca de la farmacia de la calle Dirita, propiedad de Pedro Franco. Los hijos del farmacéutico, así como dos de sus empleados, Santos Brito y Manuel Gauiarde, formaban parte de estos disputados partidos. La farmacia acabaría siendo la sede social del equipo. Un club que no disponía de un terreno propio donde poder disputar sus encuentros.

Pero el verdadero líder y fundador del equipo fue Cosme Damiao, que creó el Sport Lisboa el 28 de Febrero de 1904. La idea fue crear un club al estilo inglés. Es decir, un lugar en el que los hombres podrían pasar sus momentos de ocio y practicar el deporte que más les gustara. Cosme Damiao fue todo en el club: jugador, capitán, entrenador y presidente.

El gran inconveniente que se planteaba este equipo era que no disponía de un terreno propio. A pocos metros de su sede social, existía otro club, el Benfica, que también comenzaba su andadura. El Benfica, a pesar de tan solo contar con quince miembros en el club, sí disponía de campo propio.

Pronto se iniciaron las conversaciones con el fin de unificar los dos equipos y el 13 de Septiembre de 1908 nació el “Sport Lisboa e Benfica”. El Benfica aportaba el campo y el Sport Lisboa lo demás. Los colores del nuevo club son los del Lisboa, es decir, mantienen la camiseta roja y el pantalón blanco inicial, vestimenta que se mantiene en la actualidad.

El equipo ya está formado y tiene un terreno de juego donde poder disputar sus partidos. Pero la idea de este club no era la de formar un club de fútbol, sino también la de fomentar otro tipo de deportes, cosa que con el tiempo se ha cumplido.

Se crea la Liga

Después de la 1ª Guerra Mundial el deporte en Portugal se va extendiendo poco a poco. Con el paso del tiempo se van creando nuevos clubes, debido a la importancia que van adquiriendo los ya creados anteriormente. Así a partir de 1920, se va a crear una competición nacional. El Benfica, extrañamente, se niega a disputarla. El club tuvo que esperar hasta 1927 para probar suerte en alguna competición oficial. La consagración del club tuvo lugar en 1930 con el título del mejor equipo del país.

En 1935, las competiciones se estructuraron en divisiones, con lo que se iba a crear un verdadero campeonato. El Benfica estaba a la vanguardia de esta nueva asociación. Poco a poco el campeonato portugués iba tomando forma. Mientras, el equipo iba creciendo bajo la presidencia de Cándido Oliveira y sobre todo de Antonio Ribeiro Dos Reis.

Durante estos años el Benfica va tomando ciertas connotaciones sociales determinadas. Así, si el Sporting de Lisboa es un club de aristócratas, el Benfica, por su parte, parece estar más cerca de la gente modesta. Incluso, durante algunos años (1931-33, 1936-38 y después en 1946) fue un obrero el que ocupó la presidencia del club, Manuel Da Conceigao.

El equipo durante estos primeros años va consiguiendo título tras título. La fama sigue en aumento, pero el equipo seguía sin campo propio, hasta que en 1954 se inaugura el estadio de “La Luz”.

En cuanto al nivel de juego el Benfica era todavía semiprofesional, hasta que en 1955 diera el paso al profesionalismo, bajo la dirección de Joaquín Bogalhao y Mauricio Vieira de Brito.

La responsabilidad técnica es confiada entonces a Otto Gloria. Fue bajo su impulso cuando el Benfica logra superar la etapa nacional y el equipo empieza a tomar conciencia de sus posibilidades en Europa.

Rosario de entrenadores extranjeros

El entrenador brasileño le dio savia nueva al equipo. Siempre sonriente, ocultaba bajo su figura rolliza y simpática una gran inteligencia. Ésta, la inculcó a sus jugadores y sobre todo supo motivarlos siendo el primero en dar a entender la importancia de la dieta, del reposo y del seguimiento médico.

Con él llegaron los jugadores de las colonias africanas a Portugal, preparando lo que sería la edad de oro del equipo. Así, hombres como Costa Pereira, Coluna, Santana y Aguas llegan al Benfica.

Pero antes que Otto Gloria, el Benfica conoció otros entrenadores. Así, el austríaco Lippo Hertkz fue el primer entrenador profesional extranjero que ocupó este cargo dentro del club. Supo imponer a principios de los años 30 un estilo en el cual se mezclaban atinadamente el rigor germánico con las cualidades naturales de los jugadores lusitanos.

A este entrenador austríaco le sucedió el británico Arthur Joh, que iba a obtener tres títulos consecutivos.

Después de la 2ª Guerra Mundial, el Benfica tendría al húngaro Janus Birí, al argentino Alberto Zozoya y los portugueses Alfredo Valadas, Francisco Ferreira, Joaquín Bogalhao y José Domínguez, todos ellos bajo la atenta mirada de Ribeiro Dos Reis, el hombre fuerte del momento.

A principios de los años 50 llegó el argentino José Alberto Valdivieso, que reorganizó el club dándole mayor importancia a los jóvenes, con lo que creó un importante cimiento para los próximos años.

Otto Gloria iba a llegar a Portugal, en una gira por Europa, con el Atlético Mineiro, un club brasileño Atlético Mineiro, un club brasileño de Belo Horizonte. Dio una excelente impresión por su inteligencia, su ambición y su imaginación. A tal punto, que los dirigentes del Benfica le propusieron quedarse en el equipo. El técnico aceptó. Era su oportunidad para triunfar en Europa.

La era de Otto Gloria

Fue un excelente entrenador, creando una nueva táctica que por entonces recorrería toda Europa. Creó un sistema de juego basado en un 4-2-4, que tan buen resultado le diera al Benfica en aquellos años.

Con Gloria, el Benfica entró en la era moderna. Supo explotar las cualidades de sus pupilos. Entre estos jugadores se encontraba Mario Coluna, uno de los primeros en el Benfica que provenía de las colonias africanas. Coluna tendría que llenar páginas en el libro de éxitos del Benfica.

Con él empezó a llegar el “mercado africano”, fichando jugadores de Mozambique y Angola, cuyas cualidades técnicas y físicas eran extraordinarias. Pero de todos ellos el mejor ejemplo lo tenemos en Eusebio, el mejor jugador de la historia del fútbol portugués.

Con Otto Gloria el Benfica iba a ganar los títulos de 1955 y 1957. En Europa ya se había creado la Copa de Europa y con la consecución de este último campeonato le daba el pasaporte para disputar la II edición de la Copa de Europa. Aunque fuera eliminado a las primeras de cambio.

En la primavera de 1960, Otto Gloria decidió poner fin a su etapa como entrenador del Benfica. Era una vacante difícil de ocupar. Tras su marcha le iba a suceder el húngaro Bela Guttmann.

Guttmann iba a ser el gran beneficiario del trabajo de su predecesor. Este húngaro que nació con el siglo, fue titular del MTK de Budapest y miembro del equipo húngaro que disputó los juegos olímpicos de París, en 1924. Guttmann emigró a Estados Unidos donde entra a formar parte del equipo de los Giants de Nueva York, antes de convertirse, al final de su carrera, en bailarín profesional.

Al regresar a Europa se iba a instalar en Austria, convirtiéndose en entrenador. Una vez obtenido el título de entrenador se marchó a Holanda en donde condujo al Twente Enschede a la Segunda División. Una vez finalizada la guerra se iba a ocupar de equipos como Milán, Padova, Trieste. Pasó por Brasil (Sao Paulo), para llegar a Portugal y fichar por el Oporto. Pronto pasaría a formar parte del Benfica.

Con 60 años supo aprovechar la oportunidad que le ofrecía este equipo. Además podría impartir las enseñanzas de toda una vida dedicada al fútbol. Obtuvo el título portugués en su primer año en el equipo e igualmente al siguiente (1961 y 1962). Pero al año siguiente, el fracaso en la carrera por el título, que ganó finalmente el Sporting, le obligó a dimitir.

Primera Copa de Europa

En su primera temporada, llevaría al equipo a conseguir el máximo trofeo continental a nivel de clubes, campeones de Europa. Era todo un triunfo para el Benfica.
La final tuvo lugar el 31 de Mayo de 1961 en el estadio de Wankdorí de Berna, en Suiza. En frente iba a estar un equipo español, el Barcelona.

Aquella noche en Wankdorí, el estadio del Youn Boys acogía la sexta final de la Copa de Europa. Por primera vez el Real Madrid no iba a estar en la final. Pero a cambio sí iba a estar el Barcelona, club que partía como favorito.

Los catalanes gozaban de una suntuosa delantera, compuesta por los húngaros Czibor y Kocsis, Kubala, el brasileño Evaristo y Luis Suárez. Se tenían que enfrentar a un equipo casi desconocido en Europa, el Benfica.

El equipo portugués para llegar a la final tuvo que eliminar con antelación a los escoceses del Hearth of Midlothian, los húngaros del Ujpest, a los daneses de Aarhus y a los austríacos del Rapid de Viena.

El partido lo empezó dominando el Barcelona y como consecuencia de esto vino el primer tanto de los catalanes, obra de Kocsis. El Benfica reaccionó y consiguió el empate por medio de Aguas. Gracias a un autogol de Ramalle, el Benfica se puso por delante del marcador. Coluna tras el descanso consiguió lo que era el gol de la tranquilidad.

El Barcelona después de este tanto puso cerco a la portería de Costa Pereira, que esa noche se mostró intratable. Czibor, a falta de quince minutos para la finalización del encuentro, logró marcar el que era el definitivo 3-2 con el que terminaría el encuentro. El preciado trofeo ya tenía un nuevo dueño, el Benfica.

Nuevo trofeo europeo

Con esta victoria conseguida por el Benfica, Portugal ganaba su primera Copa de Europa, hasta entonces sólo reservada para el Real Madrid. Pero ésta no sería la única vez, ya que a la temporada siguiente volvió a conseguir, de nuevo, este galardón.

En esta ocasión su rival iba a ser el Real Madrid. El equipo madrileño quería conseguir la hegemonía perdida en Europa y volver a conquistar el preciado trofeo. Se presentaba una final discutida. Pero los 68.000 espectadores que acudieron al estadio Olímpico de Ámsterdam estaban convencidos, a pesar de que el Benfica era el campeón, que iban a asistir a otro triunfo del Real Madrid.

Pero el partido no se disputó como la gente esperaba. La juventud y rapidez de los lisboetas marcaban la diferencia ante un equipo madrileño que estaba envejeciendo y que estaba lanzando sus últimos destellos esa noche. El Real Madrid ya no ofrecía ese juego tan vistoso que le había llevado a conseguir cinco Copas de Europa consecutivas.

Además de todo esto, los lisboetas contaban con la inestimable presencia de un joven jugador que había venido de África, de Mozambique, y que estaba haciendo las delicias de todos, Eusebio. Ese día empezó a entrar en la leyenda de los grandes jugadores, marcando los dos goles decisivos para su equipo. El Benfica se impuso por 5-3 al Real Madrid. Al término de los primeros cuarenta y cinco minutos estaban 3-3 pero Eusebio se encargó de deshacer la igualada.

No hay dos sin tres

El equipo ya había entrado a formar parte de los grandes en Europa. A partir de ese momento, ya tomaban en serio al equipo. Pero suelen decir que no hay dos sin tres. Y el Benfica se encontró con su tercera final consecutiva. Muchos decían que podría llegar a conseguir el nivel del Real Madrid con sus cinco Copas consecutivas.

El rival en esta ocasión era el Milán. Este año no había ningún equipo español en la final. El partido se celebró el 22 de Mayo de 1963 en el estadio de Wembley, en Londres, ante 55.000 espectadores.

Mal empezaron las cosas para los lisboetas. Eusebio marcaba primero y sin duda era un mal augurio para el equipo ya que en las dos ocasiones anteriores habían ido por detrás del marcador y habían remontado el partido. Pero Altafini con dos goles crucificó al portero Costa Pereira. Era el fin de un sueño que no se había hecho realidad: el poder conseguir el triplete.

Periodo de inestabilidad

A partir de este momento y coincidiendo con la dimisión de Guttmann, se va a iniciar un período de inestabilidad en el equipo. El club no encontraba el hombre idóneo para la dirección técnica y cambiaban constantemente de entrenador.

El chileno Fernando Riera sucedió a Guttmann y le dio al equipo nuevamente el título de Liga. Pero el fracaso ante el Milán en la final de la Copa de Europa le llevó a abandonar el club.

Tras su marcha fue otro húngaro el que ocupó la dirección técnica del equipo, Lajos Czeiler, que nuevamente le brindó el título nacional al Benfica. Pero la Copa de Europa sería otra vez el verdugo, el Benfica cayó eliminado por los alemanes del Borussia de Dortmund en octavos de final.

Posteriormente llegaría el alemán Eleck Schwartz que conseguiría, al igual que sus antecesores, el título de Liga. Pero lo verdaderamente importante para el club era la Copa de Europa. Schwartz llevó al equipo portugués a una nueva final europea.
Esta vez no lo tenía nada fácil para volver a conquistar la Copa de Europa. Era el 27 de Mayo de 1965 y el partido se iba a celebrar en el Estadio San Siro de Milán, campo del que era propietario el equipo rival, el Inter.

Esa noche en Milán llovía a cántaros. El Inter, campeón en la anterior edición de la competición europea, partía con ventaja. El Benfica había eliminado en esta ocasión a los luxemburgueses del Aris Bonnevoie, a los suizos del Chaux-des-Fonds, al Real Madrid y a los húngaros del Vasas-Gyoer.

Definitivamente, el Benfica no tenía suerte a la hora de disputar una final. El equipo lusitano tuvo que disputar casi todo el encuentro con diez hombres por la lesión de su defensa central Germano, quien tuvo que abandonar el terreno de juego. El ínter ganó gracias al solitario tanto marcado por el brasileño Jair. El Benfica perdía una nueva oportunidad para ser campeón de Europa.

Tras esa derrota vendría la destitución de Schwartz, e iban... Para ocupar su puesto volvió a contar con Bela Guttmann, técnico húngaro con el que conquistaría el Benfica su primera Copa de Europa.

Pero Guttmann ya no era el de antes. Tenía 65 años y ya no poseía la habilidad de años anteriores. No pudo conseguir ningún milagro, es más, no quedó campeón de Liga y fue eliminado en cuartos de final de la Copa de Europa, esta vez por el Manchester United.

Los dirigentes del Benfica decidieron volver a llamar a Fernando Riera, pero él también fracasaría. El equipo obtuvo, sin embargo, el título en 1967, pero fue eliminado de la Copa de Ferias por el Lokomotiv Leipzig, así que no terminaría la temporada que había comenzado, la 67-68. Riera sería reemplazado por otro clásico del Benfica, Otto Gloria. Era la época de la vuelta de los clásicos.

Quinta final europea

Gloria supo conducir al equipo a una nueva final de la Copa de Europa, y ya iban cinco. El equipo luso no pudo volver a conquistar una nueva Copa, esta vez frente al Manchester United.

Definitivamente, el Benfica no tenía suerte. Después de enfrentarse, hacía tres años, al ínter en su campo, esta vez sería frente al Manchester United y en el estadio de Wembley, en Londres, que se podía considerar casi su casa. Estadio de por sí maldito para el Benfica, derrotado aquí mismo cinco años antes por el Milán.

El Manchester, que por aquel entonces estaba dirigido futbolísticamente por Bobby Charlton, se iba a imponer por 4-1. Charlton sería autor de dos goles, el primero y el que cerraba el marcador. Igualmente se encontraba en el equipo el irlandés Georges Best, autor de otro tanto.

Nuevo entrenador inglés

Tras la marcha de Otto Gloria a mediados de temporada y la sustitución, sólo hasta final de temporada de José Augusto, se haría cargo del equipo un nuevo técnico extranjero, esta vez sería inglés, Jimmy Hagan. Desde la época de Guttmann, Hagan fue el primer entrenador en ocupar su puesto durante varias temporadas seguidas.

Ganó tres veces consecutivas el campeonato de Liga y los dirigentes no le reprocharon sus modestas actuaciones en competiciones europeas. Aunque llegó hasta las semifinales de la Copa de Europa en 1972, cayendo eliminado ante el Ajax.

A pesar de estar tres años en el banquillo, llegó la hora del cambio para Hagan. Su puesto iba a ser cubierto por un tándem formado por viejos conocidos de la entidad. Así, Cabrritta y Otto Gloria se hacen cargo de la dirección técnica del Benfica. Esto va a suponer una nueva etapa de cambios continuados en el banquillo luso.

Renacimiento del equipo

El renacimiento del equipo coincidió con la llegada del entrenador sueco Sven Goran Eriksson. Era la temporada 81-82. El técnico sueco llegó a Lisboa con la aureola de un gran entrenador europeo y con mentalidad campeona. Acababa de ganar la Copa de la UEFA con el Goteborg.

Eriksson logró obtener una extraordinaria simbiosis con las cualidades de los jugadores portugueses. Benfica ganó ese mismo año el título de Liga y llegó hasta la final de la Copa de la UEFA, contra el Anderlecht. Otra nueva oportunidad que volvió a desaprovechar.

Hacía ya catorce años que el Benfica no disputaba una final europea. El Benfica iba a empatar en el estadio de La Luz a uno, perdiendo en el partido de vuelta por 1 -0.
Muchos entrenadores, sobre todo extranjeros, habían pasado por el Benfica y ninguno había conseguido llegar de nuevo a la final de la Copa de Europa.

Tuvo que ser un técnico de la casa que durante siete años se había formado a la sombra de todos los entrenadores que habían pasado durante este tiempo por el club (Eriksson, Ivic, Mortimore, Csernai...). Su nombre, simplemente Toni.
Toni logró la hazaña de llevar al Benfica a una final de la Copa de Europa, veinte años después de la última final que disputó.

Los penaltis decidieron

Veinte años después de Wembley, se encontraba el Benfica en el Neckarstadion de Stuttgart, para disputar esa final tan añorada durante esos años, y en frente el PSV Eindhoven. Los portugueses para llegar a esa final habían eliminado al Partizan Tirana, a los daneses del Aarhus, al Anderlecht y a los rumanos del Steaua de Bucarest.

La final fue mediocre. Disminuidos por varias ausencias como consecuencia de las lesiones, los portugueses no lograron imponerse a un equipo holandés, que disputaba la final sin haber ganado ningún partido. No se marcó ningún tanto y tuvo que ser a través de los penaltis para conocer el nuevo campeón. Los holandeses ganaron 6-5 en la tanda de penaltis.

El equipo portugués formaba con: Silvinho, Veloso, Dito Mozer, Alvaro, Elzo, Chiquinho, Sheu, Pacheco, Magnussen (Hajri), Rui Aguas (Wando).
Toni, rompiendo la costumbre del equipo luso, de final perdida, entrenador nuevo, continuó en su cargo y logró un nuevo título de Liga en 1989. Pero a la temporada siguiente fue sustituido por otro conocido, Sven Goran Eriksson.

Éxodo de jugadores brasileños

Durante estos últimos años, el Benfica ha tenido su punto de mira hacia el mercado brasileño. Si en otra época, se dirigía a los países africanos, en estos últimos, el equipo ha visto cómo se han incorporado gran número de brasileños. ¿La razón?, sencilla.

El reglamento portugués permite la incorporación de estos jugadores, sin que ocupen plaza de extranjeros, ya que se pueden beneficiar de la doble nacionalidad. Así, se han podido ver en el Benfica jugadores brasileños internacionales tales como Mozer, Lima, Elzo, Ricardo y Valdo. Jugadores que daban al equipo un aire puramente brasileño.

A todos estos, habría que añadir a los angoleños o los europeos que han fichado estas últimas temporadas, como Magnusson, Thern, etc.
Con toda esta mezcla de jugadores y bajo la dirección de Eriksson, el Benfica llegaría, de nuevo, a otra final de la Copa de Europa. Esta vez frente al Milán, en el Prater de Viena. Una nueva desilusión para los aficionados, que veían como su equipo llegaba una vez más a disputar la final y no conseguía la Copa. Esta vez perdió 1-0 frente al Milán.

Pero a pesar de todas las desilusiones que el Benfica da a sus aficionados, estos, cada vez se encuentran más identificados con el equipo. Sus cerca de 90.000 socios, son ante todo una familia, una gran familia, cuyos vínculos no se aflojan nunca.
Esta familia vería como a la temporada siguiente (90-91), su equipo volvía a llegar a lo más alto de la competición y era eliminado por el Marsella, en semifinales.

Una nueva victoria para la temporada, pero que no conseguía hacer realidad el sueño de todos los aficionados lusos, que ven como una y otra vez, su equipo pierde los partidos en los momentos claves, la final.

La década del noventa no fue la mejor para el equipo lisboeta pues a nivel deportivo solo obtuvo el Torneo de Primera división en las temporadas 1990/91 y 1993/94 y la Copa de Portugal en las ediciones 1992/93 y 1995/96. Parecería mucho para cualquier institución pero no lo es para unas águilas sedientas de triunfos y que venían de una década del 80 por demás exitosa.

Hacia la temporada 1998/99 preside el club João Vale e Azevedo. En Octubre de 2000, hay elecciones para presidente del club, en donde Vale e Azevedo fue sustituido por Manuel Vilarinho, quien fue presidente de la entidad durante tres años y fue sustituido por Luis Felipe Vieira, en Noviembre de 2003. Días antes, el 25 de Octubre, el Benfica inauguró el nuevo estadio de la Luz, el cual fue elegido para la fase final de la Eurocopa 2004. El festival estuvo marcado por la inauguración del mismo con un partido en el que Benfica ganó 2 a 1 a Nacional de Montevideo.

La actualidad

La historia reciente del Benfica quedó marcada por la trágica muerte de su jugador húngaro Miklos Feher durante un partido en 2004. El título de liga logrado al año siguiente fue el mejor homenaje al querido futbolista y el último conquistado por el equipo lisboeta.

El Benfica es el club de fútbol con mas socios de todo el mundo (Libro Guinness de récords mundiales, 2006). En 2007 contaba con 167.000 socios por lo que queda delante del FC Barcelona (150.000), Bayern de Munich (125.000) y Real Madrid (85.000).

Disputa el Clásico de Lisboa contra el otro club de la ciudad, el Sporting. Además, el Benfica tiene equipos profesionales de baloncesto, balonmano, fútbol sala, voleibol, hockey patines y rugby, deportes en los que también está considerado uno de los mejores clubes de su país. Cuenta, además, con profesionales en las modalidades de Atletismo, Billar, Capoeira, Ciclismo, Gimnasia, Golf, Judo, Natación, Pesca, Tenis de mesa, Tiro con arco y Triatlón.

A lo largo de su historia, el Sport Lisboa e Benfica recibió del Gobierno muchas condecoraciones por su labor deportiva y social, entre ellas: Comandante de la Orden Militar de Cristo, Revista de la Cruz de Benemerência, la Cruz Roja de Benemerência, Medalla oro y Mérito de viajes, Medalla del Mérito Deportivo, Medalla de Oro de la ciudad de Lisboa y la Medalla de la Orden del Infante D. Henrique.

En 2008 la UEFA deniega, en un principio, al FC Oporto en la Liga de Campeones por sobornar a árbitros, por lo que es admitido el Benfica. Unos días más tarde La UEFA rectifica y de nuevo readmite al FC Porto en lugar del Benfica.

Tras la retirada del jugador emblema del club, Rui Costa, ahora director deportivo de la entidad, la temporada 2009 encuentra al club dirigido por el técnico, procedente del Braga, Jorge Jesús y que con figuras de gran experiencia internacional aspiran a desbancar al Oporto del pedestal conquistado en los últimos tiempos.

El vuelo del águila

Una de las grandes curiosidades del club es la tradición que mantiene viva antes de cada encuentro. El águila Vitória sobrevuela el Estadio da Luz antes del pitido inicial y termina posándose en lo alto del escudo del club. Dicen que si el ave da dos vueltas, el Benfica ganará, mientras que si sólo da una, el partido lo ganarán los visitantes.



El Estadio

El Estadio del Sport Lisboa e Benfica o Estadio da Luz, localizado en Lisboa, fue sede de varios partidos durante la Eurocopa de fútbol 2004, incluyendo la final. El estadio fue totalmente reconstruido para el torneo, alcanzando su capacidad actual de 66.500 lugares. El arquitecto, Damon Lavelle, diseñó la construcción de forma tal que se aprovecha el máximo de luz natural posible.

Su clasificación como "estadio de 5 estrellas" por parte de la UEFA le permite albergar las finales de los principales torneos de fútbol en Europa. En el Estadio da Luz original, inaugurado en 1954, se disputó la final de la Supercopa de Europa, ante 120.000 espectadores.

Palmarés

Torneos nacionales

* Primera División de Portugal (32): 1935/36, 1936/37, 1937/38, 1941/42, 1942/43, 1944/45, 1949/50, 1954/55, 1956/57, 1959/60, 1960/61, 1962/63, 1963/64, 1964/65, 1966/67, 1967/68, 1968/69, 1970/71, 1971/72, 1972/73, 1974/75, 1975/76, 1976/77, 1980/81, 1982/83, 1983/84, 1986/87, 1988/89, 1990/91, 1993/94, 2004/05 y 2009/10

* Copa de Portugal (24): 1939/40, 1942/43, 1943/44, 1948/49, 1950/51, 1951/52, 1952/53, 1954/55, 1956/57, 1958/59, 1961/62, 1963/64, 1968/69, 1969/70, 1971/72, 1979/80, 1980/81, 1982/83, 1984/85, 1985/86, 1986/87, 1992/93, 1995/96 y 2003/04

* Supercopa de Portugal (4): 1979/80, 1984/85, 1988/89 y 2004/2005

* Campeonato de Portugal (1921/22 y 1937/38) (3): 1929/30, 1930/31 y 1934/35

* Copa de la Liga portuguesa (1): 2008/09

Torneos internacionales

* Copa de Europa (2): 1960/61 y 1961/62

* Copa Latina: 1949/50

* Copa Ibérica: 1983





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La cancha de Central Ballester desapareció: se la llevó una villa. No es una metáfora, fue una realidad.
La historia la cuenta Fernando González, el presidente de este club que juega en Primera D y es el único afiliado a la AFA que, además de estadio, tampoco tiene sede: "Somos el club más pobre del país, pero lo que nos pasó con la cancha fue por mala suerte. Cuando ascendimos a la C, en 1996 -continúa González-, la AFA clausuró momentáneamente nuestro estadio, que quedaba en José León Suárez, al lado de la villa La Cárcova. Entonces tuvimos que alquilar la cancha de Colegiales y notamos que La Cárcova empezó a crecer. Pero creció tanto que un día, aprovechando que nuestro estadio no se usaba, los ocupantes del asentamiento rompieron el alambrado, entraron al campo de juego, tomaron el terreno y se instalaron. Nunca más pudimos jugar ahí. La cancha desapareció, no queda nada".
La toma del estadio también amenaza a otros clubes, como a Barracas Central, de la Primera C, cuyo estadio está ubicado en las proximidades de la villa 21. Según un folleto repartido por vecinos de Barracas y Parque Patricios, "los dirigentes del club se turnan para dormir dentro de la cancha porque corre peligro de ser tomada. Ya hubo enfrentamientos con muchos heridos". Pero, hasta ahora, Barracas resiste.
En cambio, desde que su estadio desapareciera, Central Ballester se convirtió en un paria que va de un lado a otro. Ahora alquila el estadio de FC Urquiza, curiosamente llamado ‘El Monumental’ de Villa Lynch, que tiene capacidad para 500 personas y un palco de prensa, escrito en inglés -press-, con cuatro sillas.

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Siempre pensé que hay que tratar a la pelota como a una mujer. Acariciándola, dándole cariño y tomándote el tiempo necesario. Es la mejor manera de obtener la respuesta adecuada.

(JIM BAXTER, internacional escocés de los años sesenta)

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Pelé fue el físico como una postal del perfecto biotipo de un futbolista. Una enciclopedia técnica, una visión panorámica, una inteligencia hecha para jugar al fútbol. Uno de esos jugadores que amaron y nos ayudaron a amar este juego. Miles de partidos, de aplausos, de goles. Un mito construido entre lo que vimos, lo que nos contaron y lo que imaginamos, porque Pelé perteneció a un tiempo en el que aún existía el misterio. Mientras estuvo dentro de la cancha, sólo pudimos quererlo, después… qué importa el después.

(JORGE VALDANO, ex futbolista y entrenador argentino)

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El 22 de Enero de 1939, en Río de Janeiro, la selección argentina enfrentó a Brasil en un partido válido por la Copa Roca. Una semana antes, en el primer cotejo, el triunfo de los argentinos había sido contundente ganando por 5 a 1. En el desquite había cierto clima de violencia.
El marcador tuvo alternativas cambiantes. Comenzó ganando Brasil con un gol de Leônidas da Silva, pero dos tantos sucesivos de Bruno Rodolfi y Enrique García dieron ventaja parcial a los visitantes. Empató Brasil, ya en el segundo tiempo, con un gol de Adílson y faltando cuatro minutos para el final del encuentro el árbitro brasileño Oliveira Monteiro sancionó un penalti para los locales que los argentinos protestaron por considerar inexistente.
Fue entonces que tomaron la determinación de abandonar la cancha, mientras el jugador Peracio con el arco desguarnecido ejecutaba el penal y convertía. El partido lo ganó Brasil por 3 a 2 pero los jugadores argentinos no estaban dentro del campo de juego cuando el último tanto fue convertido, en un hecho verdaderamente insólito. Puesta la pelota en el medio del campo, y luego de reanudado el partido, el árbitro dio por finalizado el encuentro.
Argentina regresó días más tarde a Buenos Aires... con la Copa Roca que no quisieron entregar porque consideraron que no correspondía dársela a los brasileños...

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29 fechas sin victorias (Claudio Cherep - Argentina)


Al Toni, que supo tirarle caños a los Falcon verdes



I

Hay quienes no entienden la pasión. Son aquellos tipos que preguntan con gesto taimado: “¿pero cómo podés ser hincha de Laferrere?”. O, trasladado al pago de Santa Fe, el desprestigio que supone para los que quieren administrar los sentimientos como si fueran un estudio contable, que alguien, en lugar de ser hincha de Colón o de Unión, sea un fanático de Gimnasia de Ciudadela, de Nacional o de Pucará. El Andrés, o el Flaco Precona, era un muchacho que no concebía el amor repartido. Siempre les decía a los amigos que no los entendía, que eso de ser de Colón y Boca no iba. Que adorar en el barrio a Sportivo Guadalupe y a Unión, no tenía sentido, que se era de un equipo o de otro.

Muchas veces ponía un ejemplo que los dejaba a todos conviviendo con la duda. Les decía que no se podía amar a dos mujeres. Que uno se podía levantar todas las minas del mundo, pero que amaba sólo a una. Que un levante era como festejar un gol de otro equipo porque fue un golazo, una jugada digna de ser festejada. Pero que no por eso uno se iba a hacer hincha de ese equipo. Y además, que si uno para ser hincha cotejara los campeonatos ganados, la cantidad de hinchas, la historia y la infraestructura del club, sólo dos equipos por país tendrían fanáticos, y sólo Graciela Alfano y Susana Giménez tendrían enamorados.

-¿Qué pasa si un día juegan Guadalupe y Unión?, qué, van a alentar un tiempo para cada uno, pajeros- les discutía el Flaco y se le inflamaban las venas.

Para colmo, el Andrés, no era fanático de Boca o de River. Tampoco de Colón o Unión. Ni siquiera de San Cristóbal o Ciclón Racing, equipos módicos de la Liga local. No. El Andrés era hincha solamente del Sportivo Desfachatados, el club del barrio que había fundado su padre en la zona de Sargento Cabral. Un equipo sin aspiraciones, que no tenía sede ni cancha, que en realidad, consistía en los once titulares que se juntaban para participar de una liga tipo la Amistad Deportiva o la Cordial, con dos o tres suplentes, porque nunca juntaban cinco y con un derrotero de caídas similar al del equipo de San Vicente que imaginó Dolina, conocido como el cuadro de las mil derrotas.

O sea, el Desfachatados era un equipo para tomárselo en joda, para juntarse a jugar con los amigos y no hacerse problemas mayores.

Los muchachos que lo integraban eran desocupados, tenían empleos de paga indigna, se habían separado, mantenían a los padres, en fin, podían esgrimir más de cien motivos como para tomarse para la chacota al Sportivo Desamparados.

-Flaco, déjate de hinchar las pelotas. Te vas a morir antes de cumplir los 30 si te tomas esto tan a pecho. No seas boludo-, se escuchaba a menudo en la antesala de algún partido sabatino.

-Claro, con ese criterio, no lavo las camisetas porque ésto es joda, no pago la cuota en las reuniones de la Liga porque ésto es joda, no mangueo el “bolo” a los de la Vecinal porque ésto es joda. Y entonces en lugar de jugar los sábados, en lugar de jugar, qué mierda hacemos! ¿Me quieren decir qué mierda hacemos?

El Andrés pensaba que el hecho de poder juntarse a jugar con los amigos era determinante para amar única y solamente al Sportivo Desfachatados. Entendía las reuniones de los sábados como una tarea realizadora.

No era marxista y lejos estaba de serlo, pero consideraba que el verdadero ocio creativo se canalizaba en esos muchachos -la mayoría obreros- en un partido de fútbol por semana. Y no había con qué darle al Andrés cuando se trenzaba a defender sus ideas. Su padre, un peón de la construcción, de orígenes anarquistas, lo había criado entre cuentos de Tolstoi y leyendas de Saco y Vanzetti. Su madre, una gringa tozuda y laburante, le había legado esa herencia de genes protestones que se imponían casi siempre de la mano de la tan mentada prepotencia de trabajo que se le ocurrió a Roberto Arlt. Él, nada de otro mundo: laburaba en una imprenta, lavaba y secaba la camiseta del cuadro a mano y silbando una canción de Sandro a la que él mismo le había cambiado la letra.

Esperaba los partidos del sábado un rato después de que éstos terminaran. Y militaba. Porque sí, porque creía que había que cambiar el mundo. Porque se acordaba del día que a su viejo lo echaron a patadas de la constructora después del '55. Porque era joven y tenía fuerzas. Porque estaba convencido. 0 porque no lo estaba pero gustaba de nuevas búsquedas. Por lo que quiera que sea, el Flaco militaba...

II

-Che, este Flaco es más raro que un tatú mulita caminando por la peatonal San Martín, decía el Loco Zubieta, bromista internacional, mientras se cambiaban en el vestuario.

-Sí, para mí que el Flaco va a terminar comiéndosela, ja ja ja, contestaba el arquero, el Urso Molinari.

-Muchachos, hay que parar de darle cuerda al Flaco. Un día de éstos, lo vamos a hacer entrar como siempre y el tipo, en lugar de los botines, va a sacar de ese bolso Poni que tiene, porque el hijo de puta tiene un bolso marca Poni, ¿lo vieron?, ¿cómo va a tener un bolso Poni?, pero va a sacar una ametralladora y no va a quedar uno acá, ja ja ja.

-Sabes qué podemos decirle hoy al Flaco? Vamos a decirle que dejamos de jugar. Que estamos podridos de no ganarle a nadie. Nos plantamos y se muere, ja ja ja.

-No. Déjate de romper las guindas. Después te lo tenés que aguantar al Flaco explicándote tres horas que es mejor jugar, que el resultado es lo de menos, que lo bueno es que desde este tipo de confraternidad se han gestado grandes cosas.

Era rutina en el camarín improvisado entre dos autos viejos colocados en «ele», este tipo de charlas.

-¿Ché, vieron que el Andrés anda siempre con libros raros?- preguntó el “Manteca” Fernández, wing derecho del Desfachatados.

-Sí. Que querés. Si no, de dónde va a sacar merca para engrupimos a nosotros... ja ja ja., contestaba el Loco Zubieta…

-¿Los entenderá el Flaco? tiró la piedra el Feo De Diego, que jugaba de “3”.

-Sí. Eso seguro. El Flaco estará medio chiflado con los brolis, pero que los entiende los entiende. Además es un tipazo. Hablando en serio, si el Flaco no estuviera acá, no se juega.

-Sí. Y si no fuera por él no hay asados de camaradería.

Al Flaco Andrés lo quería todo el mundo, eso estaba claro. Muchas veces les decía a los vagos que no daba más, que alguna vez tenían que ganar un partido, aún contradiciendo su lógica noble de jugar por jugar. Porque en la imprenta de los Cotone, donde laburaba, lo cargaban hasta los que pasaban vendiendo cubanitos. A veces se plantaba y decía que no iba a pagar la inscripción. Pero todos sabían, aún sin consultárselo entre sí, que después el Flaco sacaba del aguinaldo, “ese aguinaldo que nos legó Perón”, decía el Flaco, y pagaba para que pudieran seguir jugando. Y no era que los otros lo vivían al Andrés. Para nada. Francamente, los muchachos no podían poner una moneda. Llegaban a fin de mes con lo justo. Si lo querían con mierda y todo al Flaco.

Un día, el día que motivó esta historia, en el vestuario siempre improvisado, el Narigón Villalba, un volante de sacrificio al que casi no le conocían la voz, se plantó en firme:

-Loco, hoy tenemos que dejarnos de romper los huevos y tenemos que ganar. Mañana es el cumpleaños del Flaco y llevamos 29 partidos sin romper un culito. Tenemos que ganar por él.

Las voces se siguieron sumando, adherentes, eufóricas, mientras lo esperaban porque el Andrés siempre llegaba tarde, siempre tenía algo que hacer.

-Vamos a hacer una cosa: ganamos, nos hacemos los boludos, nos vamos como sin saber que mañana el Cofla está de festejos y a la noche le caemos todos a la casa, a eso de las 12, para recibir el día del cumpleaños- apuntó el Tape Cosentino.

-No, boludo. Estás loco. Si el Flaco es más sensible que uña de meñique. Mira si se nos muere ahogado en llanto, ja ja ja- descomprimió la situación el Loco Zubieta.

-Y si justo se le da por culiar y le arruinamos el estofado? bramó, ordinario, mientras se enrollaba una venda agujereada, el Tato Volpogni, volante central.

Era verdad. El Sportivo Desfachatados, el cuadro de las camisetas negras y blancas, el único gran amor de Andrés, la formación que desvivía al Flaco, la que le hacía latir el corazón como una pelea de Monzón, estaba de mal en peor. Llevaba 29 fechas sin ganar, y en tiempo, contemplando que la Liga jugaba aproximadamente 12 partidos por rueda, estiraba la cifra a más de un año. Si Alejandro Fabbri hubiera comentado los partidos por aquellos tiempos, seguro hubiera dicho algo así:

-Ingresa a la cancha el Sportivo Desfachatados, con una deshonrosa marca de 24 traspiés y sólo 5 empates, habiendo convertido en ese lapso apenas 8 goles, siendo que su arquero, el Urso Molinari, ha recibido 83. El último gol de Desfachatados fue convertido por el full back Rulo Sarito, mediante la ejecución de un tiro libre que se desvió en la barrera.

III

El Flaco Andrés tenía una novia. Una novia a la que le desconfiaban los amigos. “No te conviene esa chica, anda en política, Y las minas no son para la política, Flaco”, le batían de la Susana, una militante de la Juventud Peronista. “Las minas son para la casa, boludo, ¿o vas a lavar bombachas y corpiños cuando te cases? Mirá que no es lo mismo que camisetas del Sportivo, che!”, le decía el Loco Zubieta. Se habían conocido en la parada del colectivo. Una típica historia de barrio. Él que esperaba el “1” en Rivadavia. Ella que salía del kiosco del Negro Luna, donde se empleaba. Un par de colectivos que no pasaron a tiempo. Un día él que la ve con un libro de Hernández Arregui; le pregunta sobre el autor con honestidad, sin segundas intenciones, más interesado en la lectura que en los pechos prominentes de Susana, y después historia conocida...

La Susana y el Flaco se llevaban bastante bien. Era cierto que ella militaba en la Juventud Peronista.

-Vámonos a la mierda, Flaco, le decía ella cuando volvía quebrada de su trabajo voluntario en la villa- este país no da para más.

-Hay que aguantar, Negra. Ya va a volver el Viejo. Hay que aguantar...


Nadie lo sabe bien pero se cree que el Flaco, entre los motivos nunca confesos por los que se negaba a abandonar el país, no sólo estaba la eventual vuelta del líder de los trabajadores, sino también su Sportivo Desfachatados.

La Susana estaba convencida de que esa dosis de infantilismo barato que invadía al Flaco cuando hablaba del equipo, lo iba a abandonar un día, sobre todo ahora que era un tipo grande. Pero nada más desacertado. El Flaco Andrés seguía empecinado con la idea de la amistad y la solidaridad expresadas a través de un equipo. Y, sobre todo, con la íntima convicción de que un sábado de éstos se iba a cortar la serie de 29 partidos sin victorias.

En la canchita, los muchachos seguían con la alegría de siempre, la alegría que solo brinda un fin de semana cambiándose para ingresar aunque más no sea a un partido barrio contra barrio, esa sensación de libertad y regocijo del alma que solo pueden explicar los que alguna vez se calzaron los cortos.

-Qué le pasa a este pelotudo que no viene, dijo el Loco Zubieta, serio por primera vez.

-Se debe haber quedado cachucheando con esa mina que lo llevaba loco. A la minita no le gusta el fútbol. Así que en cualquier momento el Flaco nos deja.

-Eyyy, Pájaro -le dijo el Tato a Martín Valverde- si el Flaco se demora prepárate que entrás vos.

-Pero la concha de su madre. Es pelotudo o qué este Flaco? Si él tiene las camisetas, la puta que lo parió.


Y el pitazo del Colorado Retamar, el referí, sonó un par de veces, escoltado por los dos jueces de línea y los dos policías que la Liga pagaba por si los muchachos se pasaban de pasión, indicando que no había más margen, que había que empezar. Al Colorado Retamar le decían Harry Hartles, porque era parecido al referí inglés que se hizo famoso dirigiendo en la Argentina entre el '48 y el '54. Y la verdad es que tenía puntualidad inglesa.

Además, no se podía demorar el partido, porque después había dos más y los iba a agarrar la noche. La cancha no tenía luz y el barrio era peligroso, sobre todo para el árbitro, o para cualquier otro uniformado que osara visitar la zona.

Así que los muchachos tuvieron que salir a la cancha con unas camisetas que le prestaron los del partido anterior, con un olor a zorrino espantoso y con las maldiciones a mano para Andrés, al que, evidentemente, el amor lo tenía bastante pelotudo.

Como por un extraño designio, a Desfachatados se le presentó demasiado fácil el partido con Laboratorios Yerutí. A los 15 minutos ya ganaban dos a cero, aunque la mala puntería seguía con la banda de Andrés: ambos tantos fueron en contra y convertidos por el “4” de ellos, el experimentado Pablo Storani.

-Por qué no viene ese pelotudo..., tuvo tiempo para preguntarle el Loco Zubieta al alemán Albrecht, que jugaba de “6”.

Siguió el baile y se sucedieron los goles. Cuando Zubieta anotó el quinto para darle al marcador cifra de goleada histórica, todos lo buscaron al Flaco para abrazarlo y regalarle un triunfo que era para el disfrute del cuadro, sí, pero que se había concebido como regalo de cumpleaños del tipo con fama bien adquirida de imprescindible.

Ni ellos ni la Susana sospechaban que la dictadura de Videla lo había secuestrado aquella tarde nublada de 1976 cuando se dirigía a la canchita de Scarafía. Le encontraron un bolso con un par de botines gastados, una camiseta del Huracán del '73 que un tío le había acercado de manos de Carrascosa, un desodorante, un peine y una copia a mimiógrafo de la Carta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh. Lo ataron con el cordón de los botines y lo cargaron en el baúl de un Falcon sin patente.

Desfachatados ganó 5 a 0. 25 años después lo siguen buscando.


(extraído del libro “Hambre de gol”)

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En Carlos Bianchi se destaca la simpleza para dirigir; una vez me dijo que él prefiere darle a los jugadores una orden sola para que la cumplan, y no diez para que cumplan cinco.

(ROBERTO PERFUMO, ex futbolista y entrenador argentino)

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Estoy animado, estoy tan feliz que podría volar a casa, al igual que Superman.

(DAVID BENTLEY, futbolista inglés, después de un Tottenham 4 - Arsenal 4)

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Era un sueño (Iñaki Gálvez Ciria - España)


Ya era de día y el sol se hacía notar en la habitación porque las ventanas no tenían persianas. Khaled abrió los ojos ayudado por la claridad que inundaba la habitación pero los volvió a cerrar porque el sol le cegó sus ojos deslumbrados por la luz que le daba en la cara. Estando despierto pero con los ojos cerrados comenzó a pensar y los pensamientos, recuerdos y momentos, buenos momentos que a él le hacían sentirse bien, llenaron su cabeza.

Casi siempre su pensamiento y sus buenos momentos eran los mismos: el fútbol, su equipo en la aldea. Sí, él jugaba y todos en el pueblo decían que muy bien, que algún día llegaría a jugar en Europa, aunque a él no le gustaba que estuvieran continuamente diciéndoselo, en su cabeza se había construido un futuro en el que el fútbol tenía sitio preferente y, además, con ello ayudaría a su familia y saldrían de este país sin presente ni futuro, porque la única ocupación y preocupación de la gente de la aldea era vivir, y para él, además, jugar al fútbol. En realidad, para él y los chicos las prioridades estaban cubiertas jugando al fútbol todo el día.

Khaled era el mejor de la aldea, todos querían que estuviera en su equipo, incluso se comentaba que iban a venir cazatalentos de equipos de Bélgica para verle jugar, pero él no sabía dónde estaba ese país ni acababan de llegar nunca esas personas. En su cabeza siempre goles, los goles que él marcaba; los repasaba siempre mentalmente una y otra vez en su cabeza y los celebraban como habían visto en la tele a los jugadores de Europa, en la única tele que había en veinte kilómetros a la redonda y cuyo único uso que tenía era mostrar fútbol. Era alrededor de aquel aparato donde chicos y hombres se reunían a ver partidos y los seguían como si de un evento religioso se tratase, en silencio, hasta que cualquiera de los dos equipos marcaba un gol que se celebraba sin más, ya que sus cabezas no estaban viciadas con sentimientos fanáticos de ningún equipo. Celebraban el fútbol, que para ellos ya era bastante.

A Khaled le gustaba pensar que algún día se reunirían a celebrar sus goles; ésos goles sí que los celebrarían y no los de los dos equipos contrarios. Eran los sueños de un chico de quince años que había visto cómo mucha gente de la aldea se había marchado de allí, porque la única posibilidad que existía en ese lugar era vivir, vivir sin más; prosperar en esa tierra era muy difícil, lo sabían los que se marchaban y también los que se quedaban, unos porque no podían y otros a los que su cabeza y su alma no les dejaban. Era irónico que ellos se reunieran alrededor de una televisión para ver lo que ocurría en Europa con la misma actitud que un europeo ve en la televisión las noticias de la carrera espacial en Marte, algo tan lejano, inalcanzable.

Para Khaled el fútbol era el sueño de la oportunidad que el deporte rey en todo el planeta da a cualquier persona, sea de la raza y condición que sea. Él, además, era muy bueno, ningún chico de la aldea conseguía arrebatarle la pelota sin hacerle caer al suelo y todos le tenían mucho aprecio y esperanzas puestas en él.

A Khaled le gustaban estos momentos en los que con su cabeza, con sus pensamientos y con sus sueños todas las penurias del día desaparecían y se convertían en jugadas increíbles, goles que cualquier jugador profesional firmaría, celebraciones con todos sus amigos como si hubieran ganado la Copa de Europa. Estos pensamientos sólo estaban en su cabeza; cuando abría los ojos volvía al lugar que le correspondía, una aldea pisoteada por la guerra, desolada por la emigración masiva en una huida hacia ninguna parte, siempre hacia delante y sin rumbo, y su vida, la de un chico sin oportunidades.

Ya con los ojos abiertos miró a su lado y vio a todos los pacientes con los que compartía habitación, una gran habitación con veinte camas. Todos dormían todavía, pero a él la cama ya no le podía agarrar; se sacudió la manta y las sábanas de un manotazo y con un rápido movimiento se quedó sentado en el borde de la cama y sus muletas quedaron apoyadas frente a él en una silla; se estiró, las cogió y, apoyándose sobre ellas, cargó el peso de su delgado cuerpo sobre ellas y se levantó.

Ya de pie, un nudo en el estómago hizo que le temblaran sus brazos y sintió como si un gran peso aplastara su cuerpo contra el suelo, sensación que se repetía todas las mañanas del último mes. Su mirada perdida por los nervios se dirigió hacia el suelo y se atrevió a comprobar lo que tanto le aterraba ver todas las mañanas y que vería el resto de las mañanas de su vida: con el miedo agarrado en su interior como si se le hubieran fijado los tentáculos de un pulpo, vio su pierna izquierda apoyada en el suelo cargando todo el peso del cuerpo y, en su derecha, el hueco que una maldita mina había dejado entre su rodilla y el suelo. Es lo que vería siempre aunque su cabeza intentara borrarlo, cuando volviera a abrir los ojos el hueco estaría allí. Una mina, una guerra, gente con unos sueños sucios que no eran limpios como los suyos, sueños de un niño. Y pensó: “malditas minas, maldita guerra, yo sólo quería jugar al fútbol y tener mi oportunidad como todos los chicos del mundo”.

Eso era lo que quería él, no ganar una guerra ni dominar un país ni hacer daño a un desconocido que no le ha hecho ningún daño, sino dominar una pelota, marcar un gol, hacer un caño, celebrar un gol, tantas cosas que se podían hacer con una pelota y que le habían quitado. Porque le habían quitado su pierna, su sueño, su oportunidad, pero pensó que el fútbol no lo sacaría de su cabeza ningún soldado, ninguna guerra, ninguna mina, por lo menos si no acababan lo que un mes antes una mina había empezado.

Se apoyó en sus muletas y comenzó a andar al mismo tiempo que pensaba y sonreía: “quizá los que hicieron eso tampoco tenían piernas o no tenían ningún sueño, o lo que era peor, no tenían ningún balón para cumplir un sueño”.

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Los domingos, a las 10, yo salía de Altos del Chipión y me iba a dirigir a varios clubes de la zona, de otros pueblos, que jugaban en la Liga Regional de San Francisco, en Córdoba. Y Nico no se perdía ninguno de esos viajes; tenía seis o siete años y siempre quería venir conmigo. Hasta las siete u ocho de la tarde no volvíamos, pero él igual se aguantaba el tirón. El tema era con quién lo dejaba cuando empezaba el partido entonces más de una vez lo metíamos apretadito entre dos suplentes, en el banco, para que el árbitro no se diera cuenta. Después, los jueces ya sabían y no me hacían problema. Entonces, el Nico salía como mascota y estaba en todas las fotos con los equipos.

(ENIO BURDISSO, ex jugador de Instituto de Córdoba en 1977 junto a Marcelo Bielsa y Carlos Picerni, hablando de su hijo Nicolás en “La Nación Deportiva Mundial” del lunes 19 de Junio de 2006)

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Señora, si su hijo no quiere tomar la sopa, hágale ver este partido...

(ALEJANDRO FABBRI, periodista deportivo argentino, previo a un Platense-Gimnasia de Jujuy)

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El Manchester United se te mete en la sangre, son los mejores. Cuando vas al Old Trafford, ves a ex jugadores y directivos que han estado allí durante 30 o 40 años, porque se convierte en parte de tu vida.

(GEORGE BEST, célebre jugador irlandés, Junio de 2003)

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Valeriano López (Arturo Corcuera - Perú)


No con patadas. Nos enseñó que el fútbol se juega con la cabeza. Solo Lolo Fernández o el 'Feo' Salinas tuvieron la potencia de sus disparos. La diferencia estriba en que Valeriano López, para hacer goles, no necesitaba de chimpunes. Le bastaba que sus elásticos lo elevaran al cielo (ya está en el cielo) para colocar un mortífero gol de cabeza. Por eso el 'Tanque de Casma' hacía ver estrellas a los guardametas que intentaban detener sus misiles. De puro cunda hubiera sido capaz de meter un gol de palomita derribando los travesaños del arco iris. Quienes lo vimos jugar sabemos que su biografía supera la palidez de su leyenda. Como a él, a nadie se le temió tanto en nuestro fútbol cuando, al comienzo del partido, le señalaba al guardavallas por dónde le metería el gol. Cuando el juez de esquina cobraba un córner todos los espectadores sabían que equivalía a un gol. Lo he visto privar arqueros, descalabrar defensas.
¿Qué torbellino de ébano es ese que avanza arrollador con un turbante de goles en la cabeza?

No hay muro que le salga al frente
demoliendo barreras,
cañoneando con la cabeza,
hombre gol de rutilante casco,
el 'Tanque de Casma' Valeriano López,
y -su compadre Barbadillo-
carnales de césped y de la cebada
bebiéndose todo el rocío de los prados
¿dónde iremos a 'buscallos'?

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Uno de los mayores inconvenientes que tenían los organizadores de la Copa del Mundo de 1962, era el idioma, ya que con la fecha de inicio cerca no habían podido conseguir intérpretes más que para las lenguas más tradicionales, como el inglés, el francés y el alemán.
En esa instancia apareció en la Subcomisión de Informaciones, un muchacho de la región de Temuco (al sur de Chile), ataviado con ropas humildes llamado Segundo Sánchez pidiendo trabajo, “...domino dieciocho lenguas nada más señor...”, le comunicó al encargado de la Comisión de Fútbol Chilena.
Luego de una exhaustiva evaluación, notaron que Sánchez dominaba más de los dieciocho idiomas que dijo, entonces el joven declaró: “...en realidad hablo hasta veinticinco lenguas, sin contar algunos dialectos como el malayo y el indonesio...”, más tarde explicó que los había aprendido por su propia cuenta a través de diccionarios, libros y revistas comprados en una vieja librería.
El muchacho fue contratado de inmediato y una vez finalizado el Campeonato del Mundo continuó su carrera en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

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El fútbol debe ser la caza de la red adversaria, no como el desbaratamiento de la iniciativa del rival ni la táctica del aguante.

(DANIEL PASSARELLA, figura de la Fiorentina de Italia por aquellos tiempos, definía "su" fútbol de esta manera, a la revista partidaria "La Florentina" -Febrero de 1984-)

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Morí el 17 de Mayo de 1987, a la edad de treinta y dos años, el día en el que me retiré del fútbol.

(MICHEL PLATINI, el mejor futbolista francés de todos los tiempos y actual Presidente de la UEFA)

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Dennis Bergkamp (Nigel Downing - Inglaterra)

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¿Lo podés hacer?

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Recuerdo perfectamente que a un kilómetro de nuestra trinchera había combates cuerpo a cuerpo, y entre tiro y tiro llegamos a escuchar por la radio el gol de Bélgica. ¡Putéabamos por ir perdiendo! El segundo partido, contra Hungría, lo vimos en Campo de Mayo porque la guerra ya había terminado. Éramos ciento cincuenta soldados mirando un televisor color. Todavía me pregunto: ¿cómo pudo ser que mientras nos jugábamos la vida, Argentina participaba de un Mundial de Fútbol? ”

(MARCELO ROSASCO, actual periodista y ex-combatiente, reflexionando años después sobre la participación del seleccionado argentino en el Mundial de España 82)

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El juego de un equipo de fútbol tiene muchos puntos de contacto con el ballet. La diferencia fundamental es que, mientras el cuerpo de baile tiene una coreografía y poco espacio para la improvisación, el futbolista va armando la suya al toque, a medida que se desarrolla el partido.

(MAXIMILIANO GUERRA, bailarín argentino)

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Ha marcado goles preciosos. Todos los jugadores del Santos, incluido yo mismo, sabíamos que Eusebio era un jugador excelente, a pesar de que ninguno de nosotros supiera muy bien quién era.

(PELÉ, tras un Benfica-Santos celebrado en París en Junio de 1960, opinando sobre Eusebio, legendario crack portugués)

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Crónica de un caño con historia


El 20 de Octubre de 1976, cambiaría para siempre la historia del fútbol argentino. Un pibe de 15 años hacía la primera de sus miles de gambetas...

El 20 de Octubre de 1976 no fue un día más... Si bien el país pasaba por uno de sus momentos más negros -quizás el peor- de su historia, los cientos -años después fueron miles, millones- de simpatizantes que estuvieron ese día de mitad de semana en el viejo estadio de madera de Boyacá y Juan Agustín García veían consumado el hecho más destacado desde lo futbolístico que se había vivido en Argentinos Juniors en los últimos 15 años. Desde aquel espectacular equipo de 1960 que el hincha del 'Tifón de Boyacá' no se deleitaba ante tanto fútbol.

Aquel 20 de Octubre de 1976 por vez primera integraba el banco de los suplentes un pibe que 10 días más tarde cumpliría 16 años. Ese miércoles por la tarde, el Director Técnico Juan Carlos Montes decidía que, para el segundo tiempo del partido que Argentinos perdía 1 a 0 por el gol de Ludueña -resultado finalmente definitivo- ante Talleres de Córdoba, ingresara por Rubén Aníbal Giacobetti un pibe... Un tal Diego Armando Maradona...

El pequeño gran genio llevaba en sus espaldas la casaca N° 16, y bastaron unos pocos minutos para que quienes no lo conocían supieran de su presencia y su capacidad de juego. Fue el 'Bicho' Pellerano quien le pidió al juez, Roberto Maino, que protegiera a ese muchachito de tres lustros de vida de los posibles golpes de los rivales. Quizás Juan Domingo Patricio Cabrera fue quien intentó imponer presencia y mostrarle a ese chiquilín que el fútbol no era lirismo y gambeta... Pero ese pibe le mostró toda su magia en tan sólo escasos segundos...

El mismo Maino fue testigo de un 'caño' que hizo historia... y Cabrera, con su impotencia a cuestas, sólo pudo observar como ese mago sacó un conejo de la galera... Las frías estadísticas dicen que Argentinos Juniors aquella tarde formó con Carlos Munutti; Dante Roma, Ricardo Pellerano, Miguel Gette y Humberto Minutti; Carlos Fren, Mateo Di Donato y Rubén Giacobetti; Jorge López, Carlos Álvarez y Sebastián Ovelar. En el entretiempo ingresó Diego Maradona por Giacobetti y promediando el complemento Ibrahim Hallar por Ovelar.

En ese Nacional de 1976 Argentinos desarrolló una buena tarea pero no pudo alcanzar las rondas finales. Quiso el destino que once días más tarde, Juan Carlos Montes dimitiera de su cargo de entrenador del primer equipo. Sin embargo Jorge Enrico primero y Antonio D'Accorso después no hicieron caso omiso a lo que se había gestado. Una nueva figura nacía... Quizás, la más importante de los últimos 32 años... Por varios años, Maradona mediante, la gente de Argentinos se olvidó del descenso... Por varios años, y por 166 partidos, la gente de Argentinos tuvo en sus filas a un jugador por el que valía la pena pagar la entrada...

Ese 20 de Octubre de 1976, miércoles laboral por la tarde, hubo un millar de personas en La Paternal... Varios años después, ese millar se transformó en un millón... Para los que dudaban de la capacidad del viejo y querido 'Cajoncito de Boyacá'...

Testimonios

JUAN CARLOS MONTES (DT ARGENTINOS Jrs.)
"Jamás imaginé que aquella tarde iba a quedar en la historia del fútbol. Nunca pensé que ese pibe de rulitos iba a ser el mejor del mundo en poco tiempo más. Antes de entrar le dije que tirara un caño, ¡y lo hizo!"

JUAN DOMINGO CABRERA (TALLERES Cba.)
"¡Cómo me voy a olvidar de ese caño! Es más: cada día estoy más orgulloso de haberlo recibido. Nuestro DT no nos había dicho nada sobre él. En realidad, eran pocos quienes conocían su potencial"

RUBÉN GIACOBETTI (ARGENTINOS Jrs.)
"Diego tenía que jugar. La gente lo pedía y hasta nosotros veíamos que él era diferente. Por el cambio quedé en la historia del mejor del mundo de casualidad, y bienvenido sea"

MIGUEL GETTE (ARGENTINOS Jrs.)
"Todo el mundo se acercó al vestuario para felicitarlo, especialmente la gente de inferiores. Diego puso una cara de felicidad que no olvidaré. Todos le dijimos que la derrota no importaba"

HUMBERTO MINUTI (ARGENTINOS Jrs.)
"Fue un caño terrible, pero no sé si fue la primera pelota que tocó o no. Lo que sí recuerdo es que Diego estaba cerca de uno de los laterales"

(artículo del periodista Javier Roimiser, publicado en la página web ¿Te acordás bicho?, 28/06/08)

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No caben dudas que el gol más espectacular de la historia del seleccionado nacional lo anotó Diego Maradona a los ingleses, el segundo, en la Copa del Mundo de 1986 en México.
Pero en los años 40, todo el mundo hablaba del famoso gol que le convirtió a Uruguay, el futbolista de San Lorenzo de Almagro, Rinaldo Martino (foto), a quien apodaban "Mamucho".
Era el gol de la final del torneo Sudamericano de 1945, disputado en Santiago de Chile.
Por eso se lo denominó "El gol de América".
Argentina, en ese 25 de Febrero de 1945, había formado así: Ricardo; Salomón y Palma; Sosa, Perucca y Colombo; Muñoz (Boyé), Méndez, Ferraro, Martino y Loustau.
La Argentina venció 1 a 0, gracias a una genial jugada personal de Martino. Arrancó desde el mediocampo, por la izquierda, eludiendo sucesivamente a Obdulio Varela, Prado y Tejera y ante la salida del arquero Máspoli, lo derrotó con un suave toque por sobre su cuerpo.
En la vuelta olímpica, los chilenos llevaron en andas al goleador argentino.
Martino, tras jugar en San Lorenzo, fue transferido, en 1948, a Juventus de Turín, Italia, donde ese mismo año ganó el scudetto, pasó más tarde a Nacional de Montevideo, ganando los torneos de 1950 y 1952.
Para el seleccionado argentino jugó 33 partidos, convirtiendo 18 goles.

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Por ahí queda mal que lo diga, pero en mis años en River yo me sentía el mejor de todo el mundo.

(UBALDO FILLOL, ex internacional argentino)

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El fútbol es como una rosaleda donde están las rosas más hermosas, pero nadie puede agarrar una sin pincharse.

(CARLOS QUEIROZ, entrenador portugués)

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La noche soñada (Rodrigo Damián Gaite - Argentina)


Para ser sinceros hay que decir que durante su juventud, él siempre había soñado con una tarde de domingo; pero quiso el destino, de que no fuese una tarde sino una noche y de que no fuese un domingo sino un sábado. Así había sido programado por la televisión, que había fijado el horario de las 21.10 para el inicio; en vivo y en directo para todo el país, excepto para Capital Federal y gran Buenos Aires.

Tantas veces había soñado con ese momento, que no daba crédito a lo que iba a vivir en pocos días. Durante la semana con sus amigos y familiares no hacía otra cosa que hablar del tema. Igual, algunos dudaban de que pudiera estar presente por que venía arrastrando una molestia en la rodilla derecha, pero como el martes y el jueves en el gimnasio no sintió ningún malestar, el médico le dio el visto bueno, pero a decir verdad, aunque le doliera desde la rodilla hasta la cabeza ¿cómo no iba a estar presente si había estado esperando ese día durante tanto tiempo?

De las amigas de su hermana iban a ir todas, aunque a él solo le importase que fuese Carina, esa morocha menudita que le robaba horas de sueño.

Una semana antes se habían agotado todas las localidades. No era para menos, en los portales de Internet se lo anunciaba como el “evento del año”.

De chico, cuando escuchaba los partidos de Vélez por la radio cerraba los ojos e imaginaba al comentarista diciendo: “ingresa al campo de juego Juan Pablo Villanueva”.

El estadio de Vélez Sársfield había sido remodelado para el Mundial 78 y era uno de los mejores del país. Cuando veía al “Fortín” desde la General Paz o desde Rivadavia cruzando las vías del Sarmiento, se ponía pensar que sentiría cuando llegado el momento estuviese allí dentro, por que algún día ese momento iba a llegar y lo único que le pedía al cielo es que no le agarrase el famoso “miedo escénico”.

Por eso, aunque fuese de noche y aunque fuese un sábado para él iba a ser algo soñado y anhelado, como lo era para muchos de los nacidos en Liniers, Villa Luro, Floresta, Ciudadela o Ramos Mejía. Además, Vélez había pasado de ser un equipo de barrio a ser el equipo de la década del 90, cuando gano todo y fue campeón de América y del mundo. De los muchachos de la barra, el único Velezano era él, los demás eran de Boca, River y San Lorenzo. El otro descolgado era el pelado Sergio, que era un rabioso hincha de Ferro por que había nacido en Caballito. A pesar de la rivalidad los dos tenían algo en común: La admiración por el uruguayo Julio Cesar Jiménez, quien fuese ídolo tanto en Vélez como en Ferro, donde fue campeón de la mano del viejo Griguol.

Juan Pablo había vuelto al país después de su estadía de más de una década en España. Se había ido antes de cumplir los 20 años, y ahora que ya había cruzado la barrera de los 30, su sueño estaba cada vez más cerca, porque si bien es cierto que antes de irse había estado en dos ocasiones en la cancha de River, ahora se iba a dar el gusto de entrar al campo de juego del club del cual era hincha, y eso, iba a ser una experiencia única y quizás irrepetible.

La noche anterior en su habitación se colgó viendo el televisado del viernes, pero sin prestarle demasiada atención; más tarde, se puso a jugar al Play Station simulando ser Ronaldinho, cerca de la media noche, se recostó en la cama sin sacarse las zapatillas con las manos cruzadas por detrás de la nuca, mientras sus ojos grises se fijaban en un punto cualquiera del taparrollo de la ventana.

El sábado no desayunó por que se levantó tarde y después de afeitarse almorzó liviano tomando solamente agua mineral. Durmió una larga siesta y faltando poco más de una hora él y los demás salieron rumbo al estadio. A través de las ventanillas advertían que la Juan B. Justo era un caos, la gente caminaba entre los autos y un par de pájaros observaban tranquilamente al gentío desde la copa de un árbol.

Cuando traspasaron el portón de acceso caminaron por debajo de las plateas. La gente de seguridad se entremezclaba con el personal de control. Estaba todo muy tranquilo y el tiempo comenzó a transcurrir velozmente.

Él, solo escuchaba algunos murmullos distorsionados y ni siquiera sentía el olor del puesto de comidas, donde una rubia elegantemente vestida trataba de ponerle mostaza a un pancho sin mancharse.

Estaba tan ensimismado que no se percató de que los minutos transcurrieron aceleradamente y había que ingresar al campo de juego. Fue al baño, se paró frente al espejo y este le devolvió la imagen de su cuerpo atlético y fibroso, sus ojos estaban serenos y por ser tan diminutos para todos sus amigos era simplemente el “chino”.

Había llegado el momento. En fila india fueron subiendo las escalinatas de cemento, él se persigno y cuando ingresó al campo de juego lo hizo apoyando primero el pie derecho, de manera tal de sentir bien el contacto con el suelo. A partir de ese momento el tiempo dejó de existir para él, ya que se dedicaba a saborear cada instante plenamente. Los demás, como tenían más experiencia estaban con cara de “como si nada”.

Él trataba de sentir las huellas de Willington, de Bianchi, de Carone, de Wehbe. Miró con cierta deferencia hacia uno de los arcos donde atajara Chilavert.

Recorrió con la mirada las tribunas, haciendo un rápido paneo. Había una enorme cantidad de mujeres con cámaras digitales y el cielo amenazaba con llover, por eso, en distintos puntos de las tribunas, sobre todo en las plateas, se veía a gente con pilotos de plásticos verdes, rojos o amarillos, mientras el vendedor se regocijaba ofreciéndolos a ¡15 pesos!

También había uno que vendía unas raras vinchas fosforescentes. La cuestión es que finalmente no llovió.

Las cámaras de televisión estaban estratégicamente ubicadas y a ojo de buen cubero calculó más de 40.000 personas.

Faltaba muy poco para el inicio y el sueño del pibe se hacía realidad. Miró por última vez hacia el banco de suplentes, y se paró entre el círculo central y el área grande, recostado sobre la derecha.

Se ató los cordones y se acomodó el elástico de la media aunque no le molestase, cuando se incorporó, aspiró y exhaló el aire fresco para relajarse, se hizo sonar los huesos del cuello ladeando la cabeza de un lado a otro, mientras de las tribunas bajaban los acordes de la multitud. Entrecerró los párpados y se estaba concentrando cuando de pronto la multitud explotó. Abrió los ojos y le costó reconocer a ese tipo vestido de negro, por que los reflectores de iluminación le daban de lleno en la cara. Pasó un instante hasta que sus ojos de acostumbraron y cuando se disponía a disfrutar de aquella noche soñada, fue como si de repente las torres de iluminación hubiesen sufrido un corte de luz dejando al estadio en penumbras.

Miles de gritos histéricos lo hicieron tambalear, y en ese preciso momento, con el vibrar de la gente comenzó a cantar Luis Miguel.

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En el invierno de 1979, Argentinos Juniors viajó al exterior en una gira nacional e internacional que tenía la finalidad de solventar la continuidad de Diego Armando Maradona en sus filas. En esa ocasión, Argentinos enfrentó a un seleccionado peruano con figuras destacadas de la talla de Héctor Chumpitaz, Jaime Duarte y Roberto Rojas, el combinado de Perú recibió a los "bichos colorados" en el Estadio Nacional de Lima.
En el equipo argentino sobresalían los nombres de Rafael Domingo Moreno, Hugo José Saggioratto y Ricardo Pellerano. En la foto podemos ver a Maradona junto César Cueto, figura peruana de aquellos días, que había disputado el Mundial de 1978 en Argentina. El partido finalizó igualado en dos tantos por bando.
Maradona había adelantado a Argentinos en el tanteador antes de finalizar la primera etapa, pero en el amanecer del complemento igualó Leguía. Minutos más tarde Rafael Moreno puso en ventaja nuevamente a los de La Paternal pero Minutti, en contra de su propia valla, dejó las cosas empatadas, resultado que se mantendría hasta el final. Casi 15 mil personas presenciaron el encuentro, que fue arbitrado por Sergio Leibinger.

(Extraido del blog "En una baldosa")

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Quieren que me meta en los jaleos de antes, pero yo me meteré en los jaleos que yo quiera y cuando yo quiera.

(JAVIER CLEMENTE, entrenador español, en 1984 cuando dirigía al Athletic Club de Bilbao)

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Hubo muchos partidos en los que no hice goles, pero nunca dejé a mi equipo con diez.

(IVÁN ZAMORANO, ex internacional chileno)

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