(ERIC GERETS, entrenador del Olympique de Marsella, opinando el pasado 7/3/09 sobre el defensor argentino Renato Civelli quien, tiempo atrás, le había pedido explicaciones acerca de su futuro en el equipo)
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(ERIC GERETS, entrenador del Olympique de Marsella, opinando el pasado 7/3/09 sobre el defensor argentino Renato Civelli quien, tiempo atrás, le había pedido explicaciones acerca de su futuro en el equipo)
Manchester City FC - We Love You City We Do
El cordobés Massei había llegado a Rosario desde su Río Cuarto natal. Debutó en la primera de Central en la 2ª fecha del campeonato de 1953, en reemplazo del consagrado Humberto Rosa.
Al poco tiempo quedó como titular. Tras su consagración como goleador de 1955, Massei fue tentado por el Inter de Italia, en una cifra millonaria. Allí los hinchas pusieron el grito en el cielo para que no vendieran a "Pachorra", o "Fatiga", como lo apodaban por su fría y positiva lentitud para definir en el área rival.
Como los ánimos estaban caldeados, el presidente de la institución rosarina de entonces, el inolvidable Mr. FIynn, decidió realizar un plebiscito referido a la venta, o no, de Massei a Italia. Los cómputos de ese 21 de Diciembre de 1955 dijeron: 552 votos por el sí y 436 por la negativa de la venta del goleador. Y Massei se fue a Italia. Con el dinero recibido Rosario Central construyó una de las tribunas del estadio de Arroyito. Por su parte. “Pachorra” Massei jugó en el Inter hasta 1958, cuando pasó al Triestina y en 1960 al Spal (foto).
Oscar Massei quedó en el recuerdo por sus goles y por su transferencia, en el más puro acto democrático.
Lo más difícil del fútbol es hacerlo sencillo.
(MARCOS SENNA, jugador brasileño del Villarreal CF, en “As” del 08/09/2008)
(JUAN VILLORO, escritor mexicano)
Alejandro Villanueva (Pedro Espinel - Perú)
El sol despuntaba, anunciando un nuevo día.
En las calles se advertía, un barullo matinal
Y en el nosocomio, una vida se extinguía
tras su lenta agonía partió hacia la eternidad.
Recuerdos de otros tiempos vienen hoy a mi memoria
Como un eco de la historia, un pasaje del ayer
de aquel gran deportista que dio nombre y gloria
al deporte nacional ¡Un as entre los ases!
¡Figura continental!
Días mas tarde, Holanda enfrentaba en la final a Argentina, pero el comienzo del partido se demoró unos minutos debido a que René Van de Kerkhof se disponía a jugar el partido con un yeso en su mano derecha y al percatarse, el capitán argentino, Daniel Alberto Passarella instó a que se lo quiten ya que está expresamente prohibido por los reglamentos de la F.I.F.A. El árbitro italiano Sergio Gonella apoyó el pedido de Passarella, mientras que Neeskens amenazaba con retirar al plantel del estadio. ¿Cómo terminó la historia?, el holandés se colocó una venda color carne sobre el yeso blanco y de ésta forma disputó la final del mundo.
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(MARK HUGHES, entrenador del Manchester City, opinando el 30/03/09 sobre la decisión de Diego Maradona de no convocar al lateral para los partidos con Venezuela y Bolivia por las eliminatorias del Mundial 2010)
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(SANDRO MOREYRA, periodista brasileño)
El penal perfecto
Los investigadores estudiaron los remates con las imágenes televisivas de la Premier League inglesa, sobre todo con las cámaras ubicadas dentro de los arcos. Compararon la distancia del punto de ejecución a la línea de gol (11 metros), hicieron una media de alcance de brazos y despegue de piernas de los arqueros y de velocidades de la pelota y lugares del arco más elegidos. Así, recomiendan que la pelota debe tener una velocidad mínima de 105 kilómetros horarios (65 millas) y el lugar ideal es el punto ubicado a 50 centímetros del travesaño (ubicado a 2,44 del piso) y a 50 del palo elegido por el ejecutante.
La John Moores University nació en 1992, como expansión de una escuela Politécnica fundada en 1893. Hace poco, otro estudio de sus laboratorios causó revuelo: se pierde un kilo de peso mensual jugando al Wii, de Nintendo, media hora diaria. Este mes acaba de firmar un convenio con el Real Madrid para el que creará métodos de entrenamiento Uno de los rectores es Brian May, guitarrista de Queen y astrofísico.
Los especialistas estudiaron horas de imágenes de alta definición provistas por la cadena Sky Sports Uk instaladas detrás de la línea de gol y "descubrieron cómo concretar cada tiro desde los doce pasos sin riesgo a fallar".
El estudio agrega que "si el jugador espera más de 0.41 milisegundos un movimiento del portero, la posibilidad de éxito se reduce a la mitad". De todos modos, entre tantas precisiones no se tomaron en cuenta condicionantes metereológicas ni ambientales.
En 1890, William Mc Crown propuso a la International Board la creación del penal. El primero se ejecutó en 1897, en Stoke-Notts. Más de un siglo después, el asunto sale del laboratorio sin novedades. El resultado del estudio se traduce al lenguaje futbolero: un sablazo al ángulo es inatajable. Sin embargo, hay otros elementos que no fueron tomados en cuenta por el RISES. Carlos Babington, por ejemplo, sostiene que es difícil rematar siempre igual. Y tiene razón. Y luego está la cuestión de estilo.
Como recomiendan los científicos ingleses pateaba Daniel Passarella (aunque nunca tan al palo, sino más al medio especulando con el movimiento del arquero). En la línea de los cañoneros se puede ubicar a Bernabé Ferreyra, Santiago Vernazza o Mario Boyé en los primeros tiempos del fútbol local. A Ricardo Pavoni, Héctor Scotta, Luis Nicolau, Aníbal Tarabini, Gabriel Batistuta o José Luis Chilavert, más acá. En otra línea, la de los que tiran a colocar, deben ubicarse a dos fenómenos: José Rafael Albrecht y Omar Corbatta.
Hoy, Ariel Ortega, es el más conocido de los colocadores. Y la mayoría, reúne potencia y dirección en proporciones parecidas. En una tabla de conversiones según los remates realizados, detrás de Albrecht se ubican José Leonardi (25 de 27); Oscar Mas (30 de 33); Santiago Santamaría (27 de 30); Pedro Barrios (33 de 37); Corbatta (39 de 45); Enzo Francescoli (38 de 44); Néstor Gorosito (29 de 34); Carlos Babington (56 de 66) y Miguel Oviedo (28 de 33). Cristian Lucchetti, ¡un arquero!, es el más goleador de penal de la actualidad, con 14 goles en 19 remates.
Para gritar gol, siempre queda el recurso de Johan Cryuff. En 1972, en el Ajax, llegó a la pelota, se paró y la tocó hacia adelante. Fue un pase a Jesper Olsen. Y fue gol de Olsen...
Es relativo (Carlos Babington, ex internacional argentino)
Es muy posible que si se patea el penal tal cual sugieren, se convierta en gol el remate. Pero eso es relativo porque la perfección no existe. Reunir todas las condiciones una vez, no es descabellado. Pero repetirlas, es imposible. Ningún jugador puede repetir un remate más de una vez de forma idéntica. Hay factores que convierten a cada penal en irrepetible. El contexto influye. La serenidad del pateador, el resultado del partido y el estado anímico del jugador siempre gravitan.
O eso parecía. Greaves empezó a notar en el pecho una sensación rara, como una humedad tibia que le empapaba la camiseta, y no era precisamente su sudor. Los espectadores se lo estaban pasando en grande, al igual que Garrincha, que acababa de decidir que aquel animal era su mascota de la suerte. "Empecé a apestar de tal manera... era asqueroso", recordaba Greaves. "Yo no me explico cómo no gané aquel partido yo solo... ¡desde aquel momento ningún defensa brasileño se atrevió a acercarse a mí!".
Cuatro años más tarde, cuando robaron el Trofeo "Jules Rimet" del vestíbulo central de Westminster durante la exposición Stampex de Stanley Gibbons, un perro volvió a acaparar toda la atención en Inglaterra. Un año después del robo, Pickles, el perro del señor David Corbett, recuperó el trofeo en un seto de acebo de una propiedad situada en el sur de Londres y, por la hazaña, ganó para su dueño las 5.000 libras esterlinas del rescate: una cifra cinco veces superior a la prima que había cobrado cada uno de los jugadores de la selección inglesa cuatro meses antes por la conquista de la Copa Mundial de la FIFA.
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(JUAN NUÑO, filósofo venezolano)
(JOHAN CRUYFF, ícono viviente del fútbol holandés)
Final (Rodrigo Fresán - Argentina)
Jorge Luis Borges -ese escritor que aborrecía el fútbol porque “es feo estéticamente. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos... Mucho más lindas que el fútbol son las riñas de gallos. Ocurren ahí nomás al lado de uno, son ideales para miopes”- se había muerto unos días antes, casi al principio de todo el asunto, el 14 de Junio.
A mí, recuerdo, me divertían las opiniones de Borges. El fútbol nunca me había atraído demasiado y si bien podía apreciar la belleza sobrenatural del segundo gol de Maradona contra Inglaterra, obligado a elegir un deporte, continuaba prefiriendo la previsibilidad zen del baseball contagiada por cortesía de un tropical exilio durante los ‘70.
El destino prefijado de correr alrededor del diamante esmeralda siempre me había parecido más literario que el fútbol, donde el libre y poco estético albedrío condenado por Borges me hacía recordar, por momentos, la desordenada y suicida carrera de lemmings en busca de un precipicio. Algo tan ajeno como digno de ser alcanzado.
Durante mi infancia lejos estuve de ser un animal de plaza y pelota. Para el año '86 todavía no había pisado una cancha más que para asistir a algún concierto de rock. Mi bautismo de fuego tuvo lugar muchos años después con el célebre match entre San Lorenzo y Vélez interrumpido por falta de pelotas. Me hice de San Lorenzo por cuarenta y cinco minutos, me reí mucho y no volví más.
Tampoco mi familia había profesado devoción alguna por el fenómeno. Mi padre, creo, supo jugar al básquet en los Campeonatos Evita y eso fue todo.
Y aun así, ahora me había comprometido a no perderme partido alguno. Compaginaba horarios con mis actividades en una revista gastronómica y postergaba la escritura de cualquier cuento porque, bueno, acompañar a los muchachos se había convertido en lo más importante, en lo único digno de ser tomado en cuenta.
Pronto aprendí a reconocerlos de lejos adelantándome incluso a la voz certera del relator. Pronto tuve la seguridad de que ese Mundial iba a ser nuestro. México iba a ser una fiesta, supe.
Claro que todo milagro tiene una explicación racional así como toda proeza de Schwarzennegger descansa sobre un mullido lecho de efectos especiales preparado y tendido por especialistas. He aquí el truco detrás de la magia: México no era una fiesta.
La casa de mi madre quedaba en la calle México y allí había llegado yo el día exacto de la muerte de un escritor llamado Jorge Luis Borges. Mis días junto a mi pareja de entonces se habían convertido en lo más parecido a una riña de gallos miopes. Heridas y plumas y la imposibilidad de verse. Por eso ahora estaba viviendo el Mundial en la casa de mi madre. Viendo todo en un pequeño televisor blanco y negro como si fuera la primera vez, reprochándome en voz baja el espanto ahora incomprensible de haber estado fuera de todo durante todos estos años.
Había despreciado el milagro con la incredulidad de Santo Tomás pero -aún así- había sido perdonado y ahora se me permitía ser parte del paraíso vía satélite bebiendo todas y cada una de las palabras de Macaya Márquez como si se trataran de colores alucinados por Quetzalcóatl sobre el verde del Estadio Azteca, como si fueran los dictámenes de un Moisés enfurecido cuyas opiniones descendían como mandamientos inapelables mientras yo jugaba en los Campos del Señor.
El día que ganamos, recuerdo, fue la noche en que yo comprendí -agotados los minutos suplementarios- que el partido que venía jugando con o contra mi pareja de entonces estaba irreversiblemente perdido.
Fuimos a comer, teorizamos una vez más sobre posibles estrategias para un próximo encuentro que intuíamos innecesario y perdido de antemano, y -de regreso a México (calle), mientras el paisaje alrededor del Obelisco remitía indistintamente a las abigarradas delicias del Bosco o a los primeros tramos de 2001: Odisea del espacio, a cualquier postal de Cecil B. De Mille- me prometí hundirme, esa medianoche, en el programa especial sobre lo mejor de México '86.
El segundo gol de Maradona contra los ingleses seguía siendo tan hermoso como entonces, pocos días atrás, sí, no había ilusión o ingenio mecánico detrás de ese milagro. Había sido algo fuera de este mundo. Una revelación. Afuera, en San Telmo, alguien vaciaba un revólver en el frío de la noche con inequívocos modales de mariachi austral.
Algunas semanas después del final y la final conocí a la mujer de mi vida y -sí, yo estaba curado- el fútbol dejó de interesarme otra vez, para siempre.
(publicado en 'Página 30', suplemento del diario argentino "Página 12" -1993-)
-Lo más incómodo llegaba cuando jugábamos de visitante: el público del equipo rival cada vez que tocaba la pelota gritaba un uhhhhh repetido, siempre. Pero algo muy light. Imaginaba que un inglés acá en Argentina no podría haber jugado...
-¿Cómo se sentía esa dualidad?
-Ellos sabían separar al futbolista de esa situación que nosotros no habíamos provocado. Ellos decían: "Ese es un conflicto entre gobiernos y no entre personas comunes". Esa distancia siempre me pareció muy inteligente de parte de ellos.
-¿Cuál era su sensación de una guerra tan cercana y tan lejana a la vez?
-Ellos estaban muy acostumbrados a ese tipo de situaciones de conflicto. Siempre tuvieron muchísimas colonias. Lo tomaron como un conflicto más. Pero a medida que fue creciendo, la preocupación era más grande. De todos modos, en Inglaterra, no se vivía de manera tan masiva. Lo único que me molestaba era que la información argentina no coincidía con la inglesa. Me parecía que eran mucho más precisos los datos que tenían ellos. Y me pasaba al charlar con mis familiares: me encontraba con que me contaban una cosa y acá se decía algo muy distinto. Y el tiempo me dio la razón de que la información argentina era distorsionada. Sentí que habían engañado a mi familia, a la gente. Por más dura que sea, siempre tenemos derecho a saber la verdad... Eso me dolió mucho.
-¿Cómo fue el trato cada vez que volvió a Inglaterra?
-Espectacular. Estoy yendo seguido... Hace 25 años que no juego ahí y todos se acuerdan de mi paso. Incluso nuestra generación, la mía y de Osvaldo, está llegando a la etapa del museo de la fama del club. En breve vamos a tener un lugarcito...
-¿Te volvieron a hablar de las Malvinas?
-Nunca.
(JULIO RICARDO VILLA, ex internacional argentino, recordando su paso por el fútbol inglés en plena Guerra de Malvinas -1982-, en diario “Clarín” del sábado 7 de Abril de 2007)
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Por que me gusta.
¿Por qué club ficharías?
Por el que más me pague.
(SAMUEL ETO'O, jugador camerunés del FC Barcelona, respondiendo las preguntas que le realizó un niño en una rueda de prensa, Febrero de 2008)
(SALVATORE GARRITANO, 53 años, ex delantero del Ternana, Torino, Atalanta, Sampdoria, Bologna y Pistoiese, respondiendo el 8/1/2009 acerca de las sospechas del abuso de medicamentos en el ‘calcio’ en las décadas del 70 y 80)
Desde el día que nací... (Hernán Gávito - Argentina)
No eran muchas las familias que vivían junto al río, pero en cada una había hijos como para que casi se pudiera armar un equipo completo.
Fue por entonces, que algunos vecinos empezaron a decir que ellos eran de Boca, otros de Colón, porque era de Santa Fe, explicaban.
Una tarde, mi hermano mayor, que tendría 13 ó 14 años, le preguntó a papá lo que todos nos empezábamos a preguntar:
-Nosotros ¿de quién somos?
Papá, con su habitual seriedad, pareció meditar unos segundos:
-Dejáme pensarlo.
Al rato, como todos seguíamos cerca de él en ansiosa espera, nos dijo:
-Cuando vaya a Buenos Aires, voy a hacer unas averiguaciones y les voy a decir.
Una vez por mes, papá se iba con un par de amigos a Buenos Aires. Salía el viernes al mediodía y volvía el domingo a la tardecita o, a veces, el lunes a la mañana.
Para nuestra preocupación, todavía faltaban casi dos semanas para que volviera a viajar. Durante todos esos días antes de su viaje, jugábamos a la pelota como con menos entusiasmo, como con cierta angustia, ¿de quién seríamos?
Los que lo sabían eran hinchas, llevaban la camiseta puesta en la ilusión.
Por fin, un viernes nublado, papá salió, con su ropa elegante, bien afeitado, bien peinado, con olor a colonia y con su bolso de siempre en la mano.
El fin de semana fue interminable. No se lo conté a nadie pero el sábado a la noche casi no pude dormir.
El domingo era un día de brillante sol de verano, supongo que de un calor tremendo pero, para nosotros, el calor no era calor, era la vida, como el Paraná, como los sauces, como los caminos polvorientos y el canto de los sapos.
En algún momento, mientras dormitábamos la siesta obligada, Laureano le preguntó a mamá si papá vendría esa tarde o el lunes a la mañana. Ella no lo sabía. Pensé que me iba a resultar espantoso pasar otra noche con aquella incertidumbre, con aquel cosquilleo del alma.
Al atardecer, estábamos metidos en el río, desnudos. Pescábamos anguilas. Pero yo me pasaba casi todo el tiempo dado vuelta, mirando la calle de tierra que bajaba por la barranca. De pronto, como si hubiera sido un duende portador de la felicidad, vi aparecer a papá: alto, flaco, morocho, caminado altivo con su paso rápido y ágil.
¡Llegó papá! -grité.
Creo que mis dos hermanas mujeres no, pero los otros siete salimos corriendo a recibirlo. Siempre nos alegraba su llegada pero esta vez era diferente. Era... emocionante.
Nos saludó con su cariño parco, tocándonos la cabeza. Entró a la casa. Saludó a mamá. Se sacó la camisa. Puso sobre la mesa algo que había traído para convidarnos y que empezó a desenvolver.
Estaba muy tranquilo, parecía que se había olvidado de la misión principal de ese viaje a Buenos Aires.
Al final, no aguanté más:
-¿Y papá? ¿de quién somos?
El adoptó un aire circunspecto y nos dijo con más pausa de la que le era habitual y que fue la única vez en mi vida que la sentí como una lentitud desesperante:
-Bueno... estuve averiguando, y estuve pensando... Somos de Independiente.
Lo escuché y sentí que el corazón me dio un salto, que no me hacía falta haberlo escuchado porque yo siempre había sido de Independiente; había nacido de Independiente.
Ahora todos sabíamos de quién éramos.
Papá siguió explicando que era un equipo de gran juego, que tenía su propio estadio ¡ de cemento ! y con visera, el único en América. Y que lo había construido el club sin pedirle plata a nadie.
Laureano le preguntó de qué color era la camiseta.
Imagino que es imposible que yo lo supiera pero la respuesta de papá fue, de nuevo, algo así como la confirmación verbal de lo que ya estaba en mi mente: roja, por supuesto. Eramos de los grandiosos 'Rojos de Avellaneda'.
Con la rosada luz del atardecer, antes de que nos fuera imposible por la oscuridad, salimos corriendo a jugar a la pelota. Teníamos un entusiasmo que jamás habíamos sentido. Estábamos orgullosos y felices. Llevábamos sobre el pecho una maravillosa camiseta roja invisible a los ojos.
Éramos de Independiente... para siempre...
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Hay que ser muy inteligente. Este es un puesto para inteligentes, al menos según la manera que yo tengo de sentir el fútbol. No se trata sólo de volar de palo a palo, sino de leer el juego, buscar que la jugada sea más sencilla antes de que se transforme en peligro. Así como lo hizo Amadeo, el maestro de todo, el 'Flaco' Errea y Hugo Gatti.
En los '60 había una frase que decía: “wines locos, arqueros boludos” ¿La suscribís?
Para nada. El de arquero es un puesto difícil, sufrido, ingrato pero de mucho reconocimiento también.
¿Y hay que tener el ego potenciado también?
Mucha capacidad de absorción en circunstancias difíciles, diría yo. Y el que ve eso es el técnico. El DT ve si tenés las pelotas suficientes para recomponerte enseguida de un error. Burgos es el primero en ese rubro.
De los que se quedan pateando en las prácticas, ¿quién te tuvo de hijo?
El 'Loco' Willington, en Talleres. Le pegaba de una manera monstruosa. También me las metía en la cara, me decía que había que aguantar. Trabajaba más para él que para mí el hijo de puta, se divertía.
(ÁNGEL DAVID COMIZZO, ex arquero argentino, en revista "El Gráfico" de Mayo de 2002)
(HORACIO ELIZONDO, ex árbitro argentino, en declaraciones formuladas a la señal de cable TyC Sports, 08/01/09)
(JORGE "El Mágico" GONZÁLEZ, el mejor jugador salvadoreño de todos los tiempos)
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Maradona por siempre (Los Ratones Paranoicos - Argentina)
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-¿Te acordás del 31 de Mayo del ´98, cuando te dediqué el campeonato de Vélez en “Fútbol de Primera”?- me descerraja a boca de jarro…
Cómo no me voy a acordar…
-Bueno,- continúa, inexorable- creo que no debí haberlo hecho...
Por una décima de segundo me estremezco. Lo imagino irrumpiendo en “Fútbol de Primera” a paso redoblado, dispuesto a enmendar la injusticia retirándome el homenaje; involuntariamente, aprieto el puño como atrapando un talismán…
-Tengo tres razones -explica-. La primera es que uno no debería disponer de la totalidad de lo que sólo es parcialmente propio. Aquella noche, campeones habíamos salido todos, los jugadores y yo, de manera tal que al haber estado ausente del programa el plantel completo, yo no debí apropiarme de ninguna manera de lo que no era mío. …- La segunda razón es que si una dedicatoria contiene un sentido eminentemente personal, ya que uno expresa un sentimiento íntimo, de dicho modo debería hacérsela llegar al destinatario, y no por televisión. …- En tercer lugar, -cierra- uno no debe dar al periodismo una herramienta tan poderosa como el conocimiento de la propia emotividad desnuda. Si todos los que acceden a ella le fueran a dar el trato que merece un sentimiento noble, podría ser, pero no hay garantías, no hay garantías.
…La conversación gana caudal… Una parte de mi cabeza repite una maniobra que vi en algún partido de los que jugó la selección nacional, una jugada que sólo puede concebir una mente martirizadamente concienzuda.
Ortega toma la pelota, y el soplo de su irreflexión la conduce entre las piernas de varios rivales, se la pasa al Piojo López que generosamente se estira sobre la otra banda, como hacen los corredores olímpicos que están a punto de cruzar la meta, como hacen los pájaros, y éste la hace llegar a Batistuta, que está en el lugar justo en el momento adecuado, en ese sitio inacabablemente identificado y ocupado durante los fatigosos entrenamientos. Batistuta, con un remate despiadado transforma las largas horas de falta de autoindulgencia, de aplicación y de tenacidad, en gol argentino…
…Recuerdo que le hablé de ese gol a mi hermano Marcelo.
-Sí, me dijo, pero en las prácticas Bati no disparaba con violencia, sino que tenía que tocar suave a un costado del arquero, tomándolo a contrapierna. El tanto que te gustó no debió haber sido gol. Te voy a dar tres razones por las que no es justo que la jugada terminara como terminó...
(fragmento del libro "Argentina, una luz de almacén", de Rafael Bielsa, el hermano de Marcelo, en donde el autor cuenta un par de anécdotas que lo tienen al 'Loco' como protagonista)
(MARCELO BIELSA, actual entrenador de la Selección de Chile -2003-)
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(artículo de Federico Saez de Robles publicado en la revista española “Semana”, año 1959)
Entrevista a Germán Burgos
Pregunta: Para empezar, ¿cómo prefiere que le llame, Germán o ‘Mono’?
Respuesta: Como quieras. Esta cara acepta cualquier apodo. Te diré que mis amigos me llaman ‘cabezón’. No me molesta lo de ‘mono’, es como la creación de un personaje. En Argentina son muy normales los motes; el juego es tan veloz que hay que ahorrar tiempo, por lo que se usa algún rasgo distintivo como denominación.
P: Columnista del diario Marca, comentarista del programa “Tablero deportivo” en RNE y co-presentador de los deportes en los Informativos de la tarde del fin de semana en Telemadrid. ¿Usted nos quiere quitar el puesto?
R: Son ellos los que me llaman a mí, no yo a ellos (risas). La verdad es que ahora que estoy “en el otro lado”, no veo las cosas de otra forma. Siempre comprendí que esto es un juego, y cuando conoces sus reglas ya es muy fácil. Yo lo hice y me lo pasé muy bien. Los jugadores a veces no entienden que el periodista tiene que trabajar, y por eso se enfrascan en un lugar común para no quedar mal. Eso no les invita a tener humor. Aunque prefiero eso a uno que, sin tener gracia, intenta ser humorista.
P: Hablando de ese “otro lado”: también se está sacando el carné de entrenador.
R: Sí, además de mi papel en los medios de comunicación, ahora estoy realizando las prácticas para entrenador nacional con el Atlético de Madrid C, en 3ª división. Bueno, también trabajo con mi grupo, “The Garb”.Y a veces también atiendo a mi familia (risas). Es cierto que hago muchas cosas, pero yo me veo en cualquiera de esas facetas. Si no creo que lo vaya a hacer bien, simplemente no lo hago.
P: Hasta hace poco fue entrenador de porteros en el Alcorcón, equipo madrileño de 2ª B. Desde su experiencia como jugador, entrenador y comentarista, ¿qué necesita un buen cancerbero?
R: Valor para convivir con el gol, saber que es imposible que no te hagan uno. Sólo tienes la red detrás, por lo que va a ser más evidente el fallo del arquero que el del defensa o el delantero. Y, claro, luego hay que ser un ganador, pero no sólo por la actitud. Yo fui un ganador por las ocho copas que gané. Si quedas segundo no te ven. En cuanto al aspecto técnico, creo que es esencial que en los entrenamientos, desde niños, los porteros jueguen también en otras posiciones. Mi entrenador Carlos Timoteo Griguol (quien me dio el mote) me ponía de delantero, por banda, de central…a los 6 años. Me hacía sacar en diez segundos. Todo eso me daba una agilidad y un toque de balón tremendos. Siempre fui un portero-jugador, no limité mi espacio a la portería. Era muy arriesgado, pero me encanta convivir con el peligro.
P: Con esa forma de jugar, ¿cuántas veces le han dicho “Germán, está loco”?
R: Me lo digo yo mismo a diario. Sin embargo, jamás he recibido ninguna crítica por parte de mis clubes. Soy un tipo muy metódico, me gusta hacer las cosas bien y ganar. Pero hacia fuera sale otra imagen. Yo iba todos los días dos horas antes al entrenamiento, y si no me moría de vergüenza. Llegaba antes que el utilero. Por eso mismo siempre fui uno de los líderes del plantel. Hasta me llevaba una bolsa enorme con mi ropa: cuatro pares de guantes, dos gorras, setenta cintas del pelo, una camiseta con la foto de mis hijos, dos pares de botas…La camiseta también me la llevaba a mi casa y la lavaba yo. El equipo sólo me ponía los pantalones y las medias. En ese sentido soy insoportablemente obsesivo.
P: Quizá su aspecto físico hacía pensar lo contrario. Por cierto, ¿cuándo dejó de ir a la peluquería?
R: Mi ‘viejo’ es peluquero. Nací dentro de una peluquería, aunque no lo parezca. Por eso mismo cuando Daniel Passarella, seleccionador de Argentina en el Mundial de Francia 98’, dijo que prefería que sus jugadores no llevaran el pelo largo, a mí no me costó nada cortármelo. Era un día más en la peluquería. Yo, por ejemplo, no entendí a Redondo, que dijo que no se lo cortaba y por eso no fue al Mundial. Fue muy criticado; negar a la selección argentina es terrible. Yo me habría cortado hasta los pelos del culo, si hubiera sido necesario. Pero bueno, al igual que por mi carácter, nunca ningún club me ha censurado mi imagen. Tampoco creo que lo hubiera permitido. Además, quien te contrata no es tonto: si te ve vestido de comunión y luego no vas así, se va a sorprender. Yo siempre fui igual: detesto el traje y la corbata, pero como no soy un maniquí, no me lo tengo que poner.
P: Y un rockero como usted, ¿cómo aguantaba las concentraciones antes de los partidos y la abstemia que conlleva todo deporte?
R: Porque me muevo en personajes. No tengo problema en adaptarme, en decir que no a la música o a ir a conciertos de amigos. Máxime si hay un objetivo que cumplir. Y hasta que no lo consigo, no paro. Para eso soy muy esquemático, y ésa es mi ventaja. Todos sospechan de mí, esperan que falle, pero al final les sorprendo haciendo bien mi trabajo. Eso también me ha ocurrido en la música, pero nunca me importó. Sé que vengo de otro lado, de la televisión, y que no nací con una banda de garaje. Pero lo bueno es que el músico me acepta. He tocado con gente que si no les gustas te dicen que no: Javier Vargas, Mago de Oz, Pancho Varona…
P: Al compaginar la música con ese mundo de la televisión y el deporte, tuvo que presentar sus tres primeros discos en ciudades diferentes: Buenos Aires, Mallorca y Madrid. ¿Sus músicos no se quejaban?
R: No, para nada. Yo les traía a España, no los llevaba a Irán (risas).Además, voy cambiando de músicos. Esto no nació como grupo, sino como mi proyecto, así que es un grupo solista. Eso lo refleja el nombre, GARB. Son las iniciales de mi nombre, Germán Adrián Ramón Burgos. Lo saqué de mi padre, que como vivíamos en una cuesta, tenía miedo a que el coche se le escapara y puso unas maderas detrás de las ruedas. Entonces se pintó en las maderas sus iniciales, RAB, de Ramón Arnold Burgos, en blanco y sobre fondo azul. No sé para qué hizo tanto escándalo, pero me dio la idea.
P: Después del verano, en torno a Octubre, quiere sacar su quinto disco. ¿Qué me puede adelantar?
R: Dinero no (risas). Será una línea más dura, más hard-rock. Habrá alguna balada para las chicas que se acerquen al concierto. Aunque a vernos a nosotros viene cada bulldog con cadenas… Las chicas guapas ven a Bisbal, a Alejandro Sanz y a todos éstos que hacen música rara (risas). Claro que la edad y la figura no acompañan. Aunque realmente eso va y viene, no me importa. Sé que puedo estar flaco; el año pasado bajé 8 kilos. Lo que pasa es que no quiero. Ya estoy casado (risas). En cuanto a la edad…Tengo 39 años, pero me veo encima de un escenario siempre, como los Rolling Stones.
P: Diga, ¿usted qué piensa de las incursiones en la música que han hecho jugadores como Agüero o Drenthe?
R: Lo pueden hacer, pero no tienen ni idea de música. El rap de Drenthe y la cumbia que hace Agüero no existen. Yo llevo toda la vida en esto. Abrí una puerta a la gente del deporte hacia el mundo del espectáculo. Recuerdo que en uno de mis primeros conciertos, en Cañuelas (provincia de Buenos Aires) en el 93, me pinté la cara con un corcho negro y me puse un gorro para que no me reconocieran, porque yo ya estaba jugando en Ferro. Por el calor de los focos, a los quince minutos se me borró todo y me vieron. Después, cuando ya estaba en River, me puse a pedir en una plaza cantando para una cámara oculta de televisión. Yo decía “una moneda, señora, que River no está pagando últimamente”, o “del fútbol sólo no se puede vivir”, y la gente se empezó a juntar. Es como si el portero del Madrid se pone en la Puerta del Sol. Aunque Casillas no lo haría igual. Quizá Julio Iglesias, que también es del Madrid.
P: Hábleme del Atlético de Madrid. Necesito que me explique cómo un tipo internacional con su selección y en Primera División con el Mallorca decide irse a Segunda.
R: Porque te enamoras del objetivo, del desafío de ascender. Y porque el Atleti es el equipo del obrero. Es más fácil ser del Madrid o del Barcelona; sabes que algún día van a ganar. Cuando llegué a Mallorca y vi las riadas de aficionados rojiblancos que iban al estadio, se me ponía el vello de punta. Había un sentimiento derrotista, pero incluso en Segunda División llenaban los estadios. Yo lo comparo mucho con Racing de Avellaneda, en Argentina. Además, a la hora de irme al Atlético de Madrid, influyó muchísimo el entrenador, Luis Aragonés. Yo sabía que si estaba él íbamos a quedar campeones. Y él sabía que si me llevaba a mí saldría campeón (risas).Y así pasó: desde el primer día fuimos primeros en la tabla. Luis quiere ganar siempre y nunca duda. Los que dicen que está viejo se equivocan, no lo conocen.
P: Cuando se enteró del cáncer de riñón, ¿cómo reaccionó?
R: Bien, porque fue un jueves y jugaba el domingo y quería que me operaran el lunes. No me dejaron y me operaron el sábado. Lo cogieron a tiempo. Tuve mucha suerte.
P: ¿Tu familia cómo se lo tomó?
R: Yo sigo con la misma onda positiva, estaba bien, sin dolor. El tema era decírselo a la familia, y hablé con mi madre y me preguntó: “¿Quién te va a operar?” y le contesté “No sé, mamá, creo que el doctor ve bien de un ojo” (risas). Me lo tomé con mucha filosofía positiva.
P: ¿El cáncer es el peor penalti que has parado?
R: Sí, pero es más complicado el asunto, porque no te enteras de lo que te dice el doctor. Luego, cuando estás en el hospital, te das cuenta de lo que verdaderamente pasa. Después de que me operaron no sentía lo mismo.
P: Tras el tumor la retirada…
R: Así es. El tumor del riñón fue fundamental. Tras la operación yo estaba bien físicamente, pero llegaba dos horas antes al entrenamiento y pensaba “¿qué hago acá tan temprano?”. Me sentía extraño, como si el futbolista me fuera abandonando. Luego se dijo que había intentado sobornar a Regueiro, jugador del Racing de Santander, aunque judicialmente se demostró que fue una broma. También dijeron que me llevaba mal con el entrenador, Gregorio Manzano. Pero nada de eso influyó en mi retirada. Simplemente, ya no tenía ganas de jugar al fútbol. Me llamaron de Arabia y me di el gusto de rechazarlo. Me pareció bárbaro lo que me ofrecían, pero no quise irme. No tenía ganas de seguir en la cancha.
P: Una pena para los árabes. Imagínese que allí rueda un anuncio como el que hizo aquí, saliendo de una alcantarilla en la Gran Vía madrileña para anunciar la vuelta de ‘su Atleti’ a Primera…
R: Sí, seguro que lo habría realizado. Yo soy del mundo del espectáculo, siempre he estado muy ligado a eso. La verdad es que ya no sé qué personaje hacer. No sé qué espera Almodóvar para llamarme.
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Días antes esta misma selección soviética había enfrentado a la selección Argentina en River empatando 1 a 1, el gol argentino lo convirtió Ramón Díaz.
El partido según las crónicas de la fecha fue mediocre, Loma Negra luego del pitazo final del árbitro Carlos Coradina consumó la hazaña. Ganó 1 a 0, gol de Husillos a los 36 minutos del segundo tiempo.
El “Ignacio Zubiria” se convirtió de repente en el cementerio de los elefantes de la década del 80´ ya que desde el 21 de noviembre de 1979, cuando había perdido por última vez en Tbilisi, Georgia, con Alemania Federal por 3 a 1, la selección soviética llevaba 18 partidos sin perder, sumaba 13 triunfos y 5 empates con 43 goles a favor y solo 10 en contra.
La recaudación fue de 12.000 dólares y estuvo muy por debajo del cachet cobrado por los soviéticos (30.000) pero en la tierra donde brota el cemento todo es posible.
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(RAFA BENÍTEZ, entrenador español, tratando de explicar en “The Times” porqué el Liverpool desechó en 2006 comprar al jugador que brillaba, en ese entonces, en Independiente de Avellaneda)
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