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Fútbol (Luis San Vicente - México)

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Corazón pimentonero (Javier Sánchez - España)

* dedicado al club Real Murcia

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El 19 de Julio de 1966, en el Mundial de Inglaterra, se produjo el resultado más catastrófico para Italia, cuando Corea del Norte le ganó 1 a 0 (gol de Pak Doo Ik), partido correspondiente al Grupo IV, integrado además por Chile y la Unión Soviética...
Se anticipaba la clasificación de la URSS e Italia, pero los coreanos, cuyo plantel estaba integrado por militares solteros (Pak Doo Ik era odontólogo de la fuerza) y que casi no intervienen porque en principio, y por razones políticas (Inglaterra no autorizaba los visados de sus pasaportes), sorprendieron a todos...
Igualaron 1-1 con Chile y le ganaron a Italia, aunque perdieron frente a la Unión Soviética, 3-0. Así, coreanos y soviéticos se clasificaron para los cuartos del final...
A Corea del Norte le tocaba enfrentar, en cuartos, a la poderosa Portugal (con su estrella Eusebio a la cabeza) y en un momento del partido, tocaban el cielo con las manos. A los 22’, los coreanos solteritos ganaban por 3 a 0 con su fútbol vertiginoso, pero de escasa técnica...
Claro que Portugal sacó a relucir su mayor categoría y terminó ganando 5 a 3, con 4 de Eusebio (fue el goleador del torneo, con 9) y otro de José Augusto.

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Sobre futbolistas sabemos todos: entrenadores, presidentes, periodistas y aficionados; cada uno tiene sus gustos. Lo difícil es saber adaptar jugadores, por sus cualidades mentales y futbolísticas, a sistemas de juego.

(BENITO FLORO, entrenador español)

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Cuando uno habla de un goleador, inevitablemente tiene que echar mano de sus cifras. Y las cifras de Abreu hablan por él. Y también hay otra serie de aspectos que resultan más opacos para la gente, que tienen que ver con su forma de ser y de convivir en el vestuario, y con su forma de jugar, más allá del gol.

(JUAN MANUEL LILLO, director técnico de la Real Sociedad, dando la bienvenida al delantero uruguayo Abreu al equipo vasco, 20/01/09)

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El partido del fin del mundo


Así fue denominado por la prensa de la época a uno de los partidos más dramáticos que se recuerde en el fútbol peruano. Corría Noviembre de 1993 y se jugaba la fecha 25º del torneo descentralizado, tocándole en esa fecha a Alianza Lima subir a enfrentarse al Unión Minas de Cerro de Pasco, equipo que en ese entonces, contaba con el estadio (foto) ubicado a mayor altitud en el mundo (4.300 metros).

Era un partido de gran interés, debido a que Alianza pugnaba por hacerse del título nacional que ya le era esquivo demasiados años, mientras que el Minas, necesitaba sumar para alejarse de la baja y aprovechaba su condición de local, en la cual se había vuelto imbatible ante los equipos capitalinos, los cuales incluso llegaban a Cerro de Pasco provistos de balones de oxígeno.

A la altura se sumó el inicio de la temporada de lluvias, originándose al poco de iniciado el partido una lluvia torrencial, la cual derivó al poco en una fenomenal granizada, acompañada por una tormenta eléctrica que soltaba tremendos destellos de luz ante los aterrados camarógrafos llegados desde la capital, para transmitir en vivo el encuentro; por una decisión de ambos equipos, se continuó el partido: se jugaba mucho en aquella decisiva fecha.

Una lluvia salvaje, las pelotas de granizo, un frío que calaba los huesos y el oxígeno que apenas entraba a los pulmones se convirtieron en los enemigos de los capitalinos; eso, aunado a los rayos que no paraban de caer, crearon un ambiente dantesco,... era una de esas tormentas de las que te hacen temer a Dios.

El público y los jugadores del Minas estaban acostumbrados, pero para los aliancistas, jugando con guantes y gorras, el árbitro y sus jueces de línea, -también capitalinos-, y para el estoico equipo de transmisión de América, fue un infierno.

Los hinchas que seguían por televisión también tuvieron su cuota de sufrimiento: el empate a cero se mantuvo todo el partido, hasta le fatídico minuto 45: Waldir Sáenz finalmente pudo gritar gol casi sin aire en los pulmones.

Terminado aquel surreal cotejo, un argentino que llevaba apenas fichado unos meses en Alianza, corrió como loco a perseguir a los camarógrafos: "...¡dénme una copia; quiero una copia del video!!" -gritaba fuera de sí-, "...en la Argentina nadie me va a creer que jugamos y que ganamos este partido...!!"

Alianza salió victorioso del "Partido del fin del mundo", pero tuvo que esperar hasta 1997 para volver a campeonar luego de 18 años.

(tomado del blog “Leyendas y relatos de fútbol”)

1ª parte


2ª parte

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El apellido Hayes quedó en la historia del fútbol de Rosario Central y también de los comienzos del fútbol nacional.
Harry y Ennis Hayes eran hijos de un inmigrante inglés que se afincó en Rosario para trabajar en el ferrocarril que instalaron empresarios británicos.
Harry se destacó por su buen fútbol, pero además por haber sido el primer futbolista transferido en la Argentina (en 1905 pasó de Argentino de Rosario a Rosario Central).
Por su parte a su hermano Ennis se lo recuerda por su habilidad con la pelota y por su díscola manera de ser, lo que privó que llegara a tener tanto prestigio como Harry.
Testimonios periodísticos de aquéllos tiempos, destacaron que Ennis, en un partido entre Central y Gimnasia, eludió a varios adversarios y antes de hacer el gol, casi sobre la línea, se sentó sobre la pelota por unos segundos. Luego convirtió.
Fue casi una provocación para los adversarios, y que dio pie a una breve trifulca. Una actitud que motivó que su padre, en la precaria tribuna del estadio, le exigiera a los gritos, que se retirara de la cancha: "Hacer el gol sí, pero burlarse del rival, no", adujo el viejo Hayes, amplio conocedor del Fair Play.

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El fútbol se populariza con la revolución industrial, en pleno siglo XIX, y en la cancha se realiza una especie de ideal social: la planificación colectiva, la repartición por puestos y el espíritu de equipo tienen que ver con ese origen.

(CHRISTIAN BROMBERGER, antropólogo francés)

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Yo le armé el equipo a Cagna, Gorosito y Gamboa, todos los que pelean arriba.

(RICARDO CARUSO LOMBARDI, entrenador argentino, Noviembre de 2008)

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Un espíritu inquebrantable (Beth Kephart - Estados Unidos)


Jeremy tiene apenas ocho años y ya está convencido de que el fútbol es lo suyo. Se sienta a la mesa de la cocina y me cuenta lleno de emoción lo que ocurrió en el recreo:

-Los chicos se pusieron a jugar al fútbol. Los de segundo, tercero, cuarto y quinto. ¡Qué bien juegan! ¡Me encanta el fútbol!

- ¿De veras? -le pregunto- ¿Te gusta mucho aunque nunca has pateado un balón?

- Sí.

- ¿Por qué? -insisto, intrigada.

- Porque me gusta... Y voy a jugar. Voy a ser muy bueno.

Me mira con sus ojos grandes y soñadores, y yo le creo, porque soy su madre.

Al día siguiente, cuando paso a recogerlo a la escuela, intenta disimular el temblor de sus labios apretándolos con fuerza.

-¿Cómo te fue? -le pregunto, descorazonada al ver su tristeza.

-Bien - dice, sin convicción.

En el primer semáforo en rojo me vuelvo para mirarlo mejor.

- ¿Qué te pasó?

Se queda callado en el asiento trasero, y al cabo de un rato, tras avanzar varios kilómetros más, por fin rompe el silencio:

- ¡Qué difícil es el fútbol!

Jeremy es la viva imagen de la tenacidad. Desde que nació su desarrollo no fue como el resto de los niños. Se le dificultaba retener las palabras, y algunas que para los demás chiquillos eran familiares, como cuchara, triciclo, crayón, columpio y pelota, para él resultaban terriblemente incomprensibles.

Desde muy pequeño, el pan de cada día para él fueron las visitas a terapeutas y las desalentadoras predicciones de supuestos especialistas. Pero al final sólo una persona podía superar los desafíos: él mismo. Y, en efecto, Jeremy tomó magistralmente las riendas de su vida. Ahora que tiene ocho años, no le faltan amigos y va muy bien en la escuela. Es mi héroe. Pero, sobretodo, es mi pequeño, y como el fútbol empieza a torturarlo, lo primero en que pienso es en alejarlo de él.

Quizá sea lo mejor, en vista de sus impedimentos: reacciones lentas, flacidez muscular, percepción espacial limitada. Además, ni siquiera una flor es tan delicada como éste niño, que de la noche a la mañana se ha enamorado de un deporte que exige energía, arrojo y tácticas de guerra.

- Me encanta el fútbol -me dice cuando llegamos a casa. Luego de comer un dulce helado y varias galletas vuelve a la carga:

-Sí, es el deporte que más me gusta.

Tenemos un balón y dos caballetes que hacen las veces de porterías. ¡Y allí vamos, a jugar al fútbol. Pero cuando el balón rueda hacia Jeremy, y él se prepara, alza la pierna y calcula el disparo, barre el césped con la suela...y el balón pasa de largo. Compramos libros y videos de fútbol y luego invitamos a jugar algunos amigos. Mi esposo anota las reglas en un cartón. Hacemos cuanto podemos por alimentar la afición de nuestro hijo.

Pero la escuela se ha convertido en una prueba despiadada, y casi a diario, cuando recojó a Jeremy, veo que le tiemblan los labios. Conforme pasan las semanas empieza a bajar la guardia.

- Se burlan de mí -me cuenta. Dicen que no me sé las reglas. Que mejor me vaya a los columpios, o que primera aprenda a patear bien el balón.

-¿Y qué les contestas? - Le pregunto conteniendo el coraje.

- Que lo único que quiero es jugar, saber qué se siente patear la pelota aunque sea una vez -responde, hecho un mar de lágrimas.

- ¡Ay Jeremy! Quiero abrazarlo en ese mismo instante, pero faltan ocho kilómetros para llegar a casa.

Él continúa: - Dicen que soy un tonto porque recojo el balón con las manos, y eso no se debe hacer.

- ¿Lo tomas con las manos? - ¿Porqué?, si sabes que no se permite.

- ¿Cómo voy a poder patearlo si no me dejan que me acerque? - Tengo que agarrarlo para poder hacerlo mamá. Necesito practicar.

Más tardes de entrenamiento, más libros, más videos. Siguen las lágrimas durante los recreos y las historias desgarradoras. Casi todos los trayectos de la escuela a casa nos dejan a los dos el corazón hecho pedazos.

Empiezo a entender que para Jeremy el fútbol ha empezado a dejar de ser sólo un deporte y se ha vuelto en una metáfora: es la llave para entrar en un mundo nuevo, y si alguien le da la oportunidad, habrá traspuesto otra puerta fundamental; se habrá acercado a esa arbitraria condición que llamamos "normalidad". Jeremy no se rinde. Practica todas las tardes y estudia religiosamente los libros de fútbol.

Un día anuncia que sabe cómo resolver el problema: -Voy a entrar en una verdadera liga de fútbol. En la que juegan mis amigos. Así me volveré un buen futbolista, y me darán un trofeo.

- ¿Estás seguro, hijo? He oído que una liga es muy dura.

El entorna los ojos, y con un dejo de impaciencia contesta: -¿Cómo voy a mejorar, mamá, si no juego en una liga de verdad?

No vivimos en la ciudad que patrocina la liga que Jeremy escogió, pero las mamás de sus amiguitos prometen ayudarlo a inscribirse en un equipo. Y al cabo de varias semanas la noticia es oficial: Jeremy jugará con los Tiburones, usará una camiseta morada y espinilleras de plástico. Le han asignado el número tres. ¡Es todo un acontecimiento!

Los primeros dos entrenamientos se cancelan, y sólo queda uno antes del partido inaugural. Llegamos temprano, y Jeremy baja de un salto del coche, con las piernas de gacela ocultas por los gruesos calcetines y los protectores, dando pasos inseguros con sus zapatos de taco.

Cuando llegan los demás Tiburones, se ponen a calentar por toda la cancha: cabecean el balón, lo golpean con los muslos, driblan furiosamente a sus compañeros. Jeremy solo salta de aquí para allá y parece un cometa solitario. ¡Ay, Dios mío, apiádate de él, imploro! En eso, aparece la entrenadora y toca el silbato. Los chicos corren hacia ella...excepto Jeremy, que sigue dando saltos -¡Jeremy! le grito, ¡acércate!- No me oye, dejo mi bolso un lado para ir por él.

-No vayas,
me dice una de las madres-. Déjalo sólo. Asiento con la cabeza. Juro mantener la boca cerrada y me pongo de espaldas para poder cumplirlo.

Tres días después es el primer partido Aún no amanece y Jeremy ya está de pie, luciendo orgulloso su camiseta morada. En todos estos confusos y emotivos años jamás imaginé que lo vería jugar con un equipo “tú eres el mejor” -le digo-. Y es que no importa lo que ocurra dentro de una hora: él ha salvado mayores obstáculos. El juego es estrujante.

Mi pequeño se entrega por completo al frenético y rudo vaivén. Y tres veces patea el balón. ¡Tres veces, en un partido oficial de liga! Jeremy cumple su parte, mientras los gritos de júbilo de mi marido y los míos resuenan en la cancha. Mi hijo juega al fútbol, y yo pertenezco en el sitio que al fin entiendo que me corresponde: el área para padres delimitada por una línea blanca.

Muchas semanas después, cuando la temporada termina, le comento a mi héroe que voy a escribir su historia en el fútbol. Ahora ya puede ufanarse de que ha ganado un trofeo. "Jeremy de los Tiburones", dice una pequeña placa que está al pie de un futbolista dorado. Me pide que incluya algunas observaciones:

-Escribe que todavía estoy trabajando duro para mejorar. Y no olvides hablar del pase, de que en el quinto juego se me quitó el miedo y llevé el balón desde la media cancha hasta la portería. Y que se lo pasé a Garret, porque él es el goleador.

-No lo olvidaré, hijo
-le digo-. Eso es muy importante.

- Escribe también que papá y tú eran los únicos que me animaban. Ahí estaban los demás papás y la entrenadora, gritando que corriéramos, como en los equipos de verdad.

- Tampoco lo olvidaré.

- Creo que es todo, mamá. Bueno, si te queda espacio, habla del fútbol profesional.

- ¿Del fútbol profesional?

- Sí, que cuando crezca seré futbolista profesional. Que no sé si estaré en los Juegos Olímpicos, o en la Copa del Mundo, pero que todo el mundo me verá por televisión.

- Eso voy a escribir. Sé que puede lograrlo. Lograr lo que quiera. Sólo necesita una oportunidad, que lo llamen Tiburón, que lo incluyan en el equipo.

(tomado de la revista “Selecciones”, edición en español de Septiembre de 2000)




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El recordado entrenador de fútbol, Carmelo Faraone, quien tuvo como ayudante a Héctor "Bambino" Veira en sus comienzos como técnico, dirigió a varios clubes hasta que llegó a Boca Juniors en la década del ochenta.
Inagotable fuente de anécdotas, hombre de mucha calle y de muchos amigos de la noche, Faraone relataba que cuando conducía a Boca, todas las mañanas, antes del entrenamiento, daba el parte diario con referencia a los descuidos físicos de sus jugadores. Decía algo así como: “Alguien me dijo que anoche (y mencionaba puntualmente a dos o tres futbolistas delante de todo el grupo) estuvieron en un boliche hasta las tres de la madrugada tomando unas copas en muy buena compañía...”
Lógicamente, y sabiendo que lo que decía era verdad, los jugadores querían conocer al acertado informante de Faraone. “No me jodan -retrucaba el carismático entrenador- ustedes se deben de cuidar porque si no van a terminar en el banco de suplentes. Pero si quieren saber quien me lo dijo -como para sacárselos de encima e inventando un personaje en un minuto- les voy a comentar que mi chimentero es el hombre de la moto que camina”.
Nunca nadie lo pudo descubrir. Fue una gran intriga en el plantel. Hasta que por entonces, una persona conectada con el propio Faraone, que filmaba todos los partidos de Boca, como para analizarlos tácticamente (eran otros tiempos, claro) se había hecho amigo de los muchachos del plantel.
Claro que una tarde, el buen hombre llegó a un entrenamiento muy golpeado, y al verlo, Faraone le preguntó que le había sucedido. La respuesta fue: “No sé, Carmelo. Algunos de sus jugadores, cuando me vieron venir en mi moto nueva, me empezaron a pegar. No entiendo nada...”

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Una de las cosas más importantes que me ha dado el fútbol ha sido defender la camiseta de mi país. Eso no hay dinero que lo pague. A mis nietos les contaré que unas cuantas veces su abuelo vistió la camiseta de España.

(JOSÉ LUIS PÉREZ CAMINERO, ex internacional español, revista "Don Balón", Octubre de 2007)

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El fútbol tiene un problema y es que el equipo contrario existe.

(JEAN PAUL SARTRE, 1905-1980, filósofo, escritor y dramaturgo francés, exponente del existencialismo)

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Yo era Scotta (cuento)


Es difícil sentirse más libre que a los 9 años. La pelota de cuero era un lujo impensado para la calle San Ignacio, en Ciudadela. Pero el álbum lleno de alguno de los chicos del barrio había hecho el milagro y allí estaba. Candorosa, soñada.

Jugábamos en la calle hasta que se hacía de noche. Gritábamos ¡¡¡colectivoooo!!! cada vez que en la esquina doblaba el 289. Y quedábamos inmóviles, cada uno en su lugar, para seguir cuando el micro pasaba y la calle volvía a ser la cancha. En la franja de vereda que iba del frente de una casa al árbol que estaba junto al cordón nosotros veíamos un arco. Me recuerdo pateando, probando chanfles que no me salían. Pero, más que eso, tomando mucha carrera y dándole de puntín. Y gritando, siempre: Scottaaaaaaaa.... ¡¡¡uuhhh!!!!!, cuando la pelota volaba por arriba de un travesaño imaginario, que conveníamos con los arqueros a la altura de lo que ellos podían saltar con las manos estiradas hacia arriba.

El Gringo era mi identidad, en aquel sueño colectivo de chicos que se creían inventando firuletes en el césped mientras tropezaban en el empedrado. Que tiraban una pared con la pared, creyendo a un socio que la devolvía redonda. Yo, Scotta, jugaba con Bochini y Bertoni, los chicos de a la vuelta. Vivía frente a la casa de Potente, y a metros del Beto Alonso. A veces tomaba la leche con Julio Villa.

Aquel Enero, los Reyes dejaron una camiseta de San Lorenzo. Y dos detalles gloriosos: el escudito blanco, de pañolenci, para colgar con un alfiler sobre el pecho. Y el número siete de cuerina para coser en la espalda. El siete era el del Gringo. Y salí a patear más fuerte. Hice algunos goles, pero no lo conseguí. Jamás alcancé los sesenta.

(publicado por el editor del diario "Clarín" del miércoles 23/11/2005)

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El último gol anotado en la primera Copa del Mundo, realizada en Montevideo en 1930, fue obra de Héctor Castro, apodado el "Manco".
Faltando apenas un minuto para terminar la final ante la Argentina, el uruguayo hizo el gol de cabeza, y se desmayó. Así, Uruguay se consagraba campeón con un 4 a 2 concluyente.
Fue un día glorioso para todo Uruguay, donde se festejó la obtención del máximo trofeo hasta altas horas de la noche.
Pero claro, eran otros tiempos, porque el "Manco" Castro, al otro día debió concurrir por la mañana, bien temprano, a su trabajo en UTE (Usina Telefónica del Estado).
Firmó la planilla de ingreso, y a trabajar como todos los días por más Copa del Mundo que haya ayudado a conquistar con sus goles.
El "Manco" fue una figura legendaria del fútbol charrúa, respetado y admirado por todos. Mucho tiempo después fue director técnico del seleccionado "celeste".
Nacido el 29 de Noviembre de 1904, siendo muy joven se le debió amputar el antebrazo derecho a raíz de un accidente con una sierra eléctrica cuando trabajaba en una carpintería.
Pese a ello, fue un jugador de fútbol excepcionales características, actuando en Nacional de Montevideo, donde fue campeón en varias temporadas.
Con la selección uruguaya ganó el oro olímpico en 1928, además de la Copa América de 1926 y 1935.
Falleció el 15 de Septiembre de 1960.

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De Caruso aprendí qué no hay que hacer, si un día decido ser técnico.


(ROLANDO SCHIAVI, jugador de Newell's Old Boys, mostrando sus diferencias con su DT en revista "El Gráfico", Septiembre de 2008)


De Schiavi aprendí todo lo que no tengo que hacer como persona. A sus compañeros no les impone respeto sino miedo, pero con el Presidente se calla.


(RICARDO CARUSO LOMBARDI, ex DT de Newell's, recogiendo el guante en diario "Olé" del 8/9/08)

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Un partido de fútbol es una metáfora perfecta de lo que sucede en el espacio de la existencia humana.

(FRANCIS AMALFI, escritor español)

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Entrevista a Jorge "Toto" Da Silveira


Es uno de los personajes más carismáticos y reconocidos de nuestro país. Hace más de 45 años que analiza los partidos del deporte más popular del mundo con un estilo único. El "Toto" habló de su infancia, dijo que su padre es su guía espiritual y criticó con dureza a los futbolistas actuales.

"Mi nombre es Jorge Da Silveira Silva, me dicen "Toto". Nací el 30 de Agosto de 1943, tengo 64 años. Empecé a trabajar en radio el 3 de Junio de 1961, con 17 años, como comentarista de reserva en Radio Sarandí, en donde la gran figura era don Carlos Solé. En 1965, con 21 años, recibí la distinción de que Solé me nombrara como su comentarista de primera división. Al año siguiente fui a mi primer Mundial en Inglaterra, y de ahí en más fui a todos. Me recibí de abogado el 18 de Diciembre de 1969. Estoy casado y tengo 3 hijos: Florencia, de 28; Manuela, de 26; y Jorge, de 22. Soy hijo de un profesor y de una maestra. Mi padre, Jorge, fue profesor de Historia y Director del Museo "Juan Zorrilla de San Martín".
Mi mamá fue una mujer maravillosa. Murió cuando yo tenía sólo 15 años, hecho que marcó mi vida a fuego"
, dijo como carta de presentación el "Toto".

Sus orígenes

-¿Como nació la pasión por el periodismo deportivo?

-El amor por el deporte nació desde chiquito. Me encanta ver otros deportes, no solo el fútbol. Cuando mi madre se enfermó era una época que el mutualismo no tenía la infraestructura que tiene ahora, y mi padre tenía tres trabajos. A los 13 años la vida me hizo madurar de golpe, al darme una cantidad importante de responsabilidades en las que no podía fallar. Como en mi casa nunca sobró dinero, a los 17 años decidí empezar a trabajar. En ese entonces estaba haciendo segundo año de preparatorio de Derecho y Notariado en el IAVA. Entonces mi viejo me sugirió que, como me encantaba el deporte, me buscara un trabajo en una radio deportiva. Fue entonces que me conseguí una entrevista con el gerente de Radio Sport, don Roberto López Baroffio, un fenómeno. Salí encantado de la entrevista, y días más tarde me llamó Don Carmelo Imperio porque había una vacante de comentarista de fútbol de reserva en Radio Sarandí. Me preguntó si me animaba, y después de tres pruebas, el sábado 3 de Junio de 1961, comenté mi primer partido: Nacional-Rampla por el campeonato competencia de reserva. Así empecé en esto. Abogacía la ejercí sólo por necesidad; para mí el dinero en la vida siempre fue una cosa secundaria.

-¿Ser un tipo con principios es una actitud que te la inculcó tu formación en derecho?

-No, creo que es un tema de educación. Yo tuve la suerte de tener dos padres fenomenales. A mis hermanas y a mí nos educaron de una manera que no podíamos salir mal. Se nos inculcaron principios de vida que eran absolutamente irrenunciables. Yo iba a hacer un mandado y a la vuelta tenía que rendir cuentas. Mi viejo siempre me dijo: "Cuando quieras terminar de conocer a una persona, llevala al terreno del dinero".

-¿Elegiste ser periodista deportivo porque fuiste un futbolista frustrado, o es una frase hecha?

-Yo nunca fui un virtuoso jugando al fútbol, pero cuando jugaba era un tipo con mucho olfato goleador. Bueno, nariz tengo (risas). Nunca fui un deportista de gran destreza desde el punto de vista técnico, pero siempre fui muy inteligente. Además como tuve un problema en la rodilla, mi vieja no quería que jugara al fútbol, por lo que empecé a ir al Sporting que estaba enfrente de mi casa. En el básquetbol pude jugar mucho mejor, pero me retiré muy joven, a los 18 años. Salí goleador del Federal de reserva de 1961, me tendrían que haber ascendido al plantel de primera, pero hubo un problemita interno de mal manejo. Me calenté y me fui. Siempre fui muy tajante y cuando algo no me gusta lo digo.

La cabecita

-En líneas generales, ¿cómo es tu relación con los futbolistas?

-Con los de antes muy buena. Todos los meses tengo cenas y encuentros con antiguas glorias. Hoy hablé con Forlán (Pablo, ex jugador de Peñarol), también lo hago con Artime (Luis, ex jugador de Nacional). De los jugadores de ahora, tengo muy pocos amigos. Creo que es porque es muy difícil que el jugador entienda el rol del periodista. Para mí el periodismo se tiene que cumplir de una sola forma. Eso me ha llevado a perder un montón de relaciones con gente que yo apreciaba. Y he tenido que elogiar a tipos que no sólo no aprecio, sino que tampoco quiero como personas y que me resultan malos bichos.

-¿Creés que un futbolista de buenas condiciones y que además estudie, marca la diferencia?

-Sí, totalmente, fijate en Forlán (Diego, jugador del Atlético de Madrid y de la Selección uruguaya). Creo que obviamente tiene que tener buenas condiciones, lo innato es muy importante. Pero aún los que no tienen las condiciones, pero que son perseverantes y saben lo que quieren, lo más seguro que hagan una buena carrera.
Mi viejo siempre me dijo:
"Mi experiencia de docente me dice que estoy harto de ver fracasar a talentosos indolentes y ver a mediocres con voluntad". Estoy harto de ver fracasar a jugadores con terribles condiciones. Mirá el caso de Peralta (Horacio, ex jugador de Danubio y Nacional). Con las condiciones que tiene, si hubiera tenido cabeza hubiera sido un crack de otro planeta y no bajaba del Real Madrid.

-Al criticar a algún jugador da la impresión que no tenés realmente en cuenta de dónde salió. ¿Es así?

-No, para nada. Lo tengo muy en cuenta. Esos jugadores tienen que hacer todo lo posible para superarse. Deben adquirir hábitos de conducta si quieren llegar a algo. Para mí es muy fácil decir que está todo fenómeno, si yo gano lo mismo. Me preocupa y mucho los jugadores de fútbol. Hay muchos que van a un medio de primer nivel, y con las carencias que tienen fracasan rotundamente. Si yo les digo determinadas cosas para que mejoren y se enojan, mala suerte. Trato de trasmitirle mi experiencia, porque yo he vivido en Europa y sé cómo son los clubes. Pero el representante le dice que es un fenómeno y le da la plata, se ven expuestos a un montón de tentaciones, como las mujeres. En los tiempos míos para conseguir a una chiquilina había que laburarla. Hoy en día, salen de un estadio y tienen a cinco con la bombacha en la mano esperándolos. Tienen que entender que no pueden decirle que sí a todas.

-¿Pero el problema de que se mareen los jugadores no pasa solo acá? En Brasil Ronaldo y Ronaldinho son indisciplinados, pero son excelentes jugadores.

-Sí, pero mirá cómo está Ronaldinho. Era el mejor del mundo y hoy está separado del plantel. Yo como uruguayo quiero lo mejor para los de acá.
Te pongo un caso, cuando Marcelo Tejera, muy jovencito él, se estaba por ir al Cagliari yo le dije que si quería triunfar tenía que correr mucho más, dejó los auriculares y se fue. Pasaron los años, me lo encuentro en México y me dijo:
"Sabe una cosa, si le hubiera dado bola a usted estaría jugando en Italia". El gran problema es que la gran mayoría de los jugadores jóvenes no quieren escuchar, tampoco ven fútbol. ¿Cómo no pueden no ver a los mejores jugadores del mundo? Por suerte hay excepciones, pero a la mayoría no les importa. Yo ví a los mejores jugadores del fútbol uruguayo del 55 en adelante. Ninguno de los de antes dejaba de entrenarse cuando finalizaba la práctica. Hay muchos que tienen carencias técnicas espantosas, y no hacen nada para mejorar. No escuchan y les molesta que se les aconseje. Además el fútbol de hoy requiere mayor fundamentación técnica y velocidad que el de antes. Hoy tenemos mucho menos técnica.

-Hay jugadores dicen que es mucho más fácil opinar desde un cabina.

-Por supuesto que es más fácil opinar. Pero yo he jugado al básquetbol que le lleva 20 años de ventaja al fútbol. Un día vino un técnico de primera división que me pidió que hablara con un jugador. A ese jugador de selección le enseñe 6 o 7 cosas que no tenía idea. Hoy hay jugadores que para marcar se paran al revés.
Es un tema de querer mejorar. Yo sé que nunca jugué profesionalmente, pero estoy capacitado para opinar. Markarián
(Sergio, actual técnico de Universidad de Chile) no fue jugador y es un excelente técnico.

-Ante lo que me planteas, ¿jamás se te ocurrió ser director técnico?

-No, nunca. Una vez me ofrecieron ser Presidente de la AUF, pero zapatero a tu zapato. Lo mío es el periodismo, pero si los jugadores quieren que los aconseje no tengo ningún problema.

-¿Nunca pensaste en dejar tu profesión?

-No, porque me sigue apasionando. Pero me desagrada el ambiente que hay hoy en el fútbol y también en el periodismo. La plata pudrió todo.

-¿Y jamás pensaste en hacer otro tipo de periodismo?

-Sí. Me acuerdo que una vez se me había pasado por la cabeza que quería ser el conductor de un informativo. Pero hubiera durado muy poco, por mi forma de encarar la vida. Además el mundo político es muy cruel.

¿Bolsilludo?

-Se te ha relacionado toda la vida con el Club Nacional de Fútbol. ¿Sos hincha?

-Mirá, los de Nacional dicen que soy de Peñarol. Es un país muy particular. Yo lo único que digo es: ¿soy objetivo o no?, ¿les pego a los que les tengo que pegar o no? Debería importar sólo eso, pero acá hay una especie de morbo de saber de quién sos hincha. De lo único que soy hincha es de mis hijos. Tengo una filosofía de vida muy particular, jamás le pregunté a mis hijos a qué partido político votaron. En 38 años de casado nunca voté lo mismo que mi señora. En mi casa jamás hablamos ni de política ni de fútbol, si no, me vuelvo loco.

Tenfield y Paco Casal

-¿Que opinión tenés de Tenfield?

-A la primera persona que le ofrecieron para trabajar en Tenfield en el año 2000 fue a mí. Y yo me negué rotundamente, porque me conozco y sé lo que soy. Y ojo que había una torta de dinero, y tengo determinadas situaciones familiares que me demandan mucha plata. Pero a esa generosa oferta, le dije que no.

-¿Es como dicen muchos, que si sos empleado de Tenfield no podés hablar mal de "Paco" Casal?

-No lo sé. Sería un atrevido si opinara de eso, porque realmente no sé lo que pasa. Yo soy muy respetuoso de mis colegas. Nunca hablo de periodismo independiente. Me parece que cada uno es dueño de hacer y decir lo que quiere. Somos todos mayores de edad, yo no juzgo a nadie.

(entrevista publicada en el diario “La República” del Domingo, 27 de Abril de 2008)

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Estábamos concentrados en Chololó con Cerro Porteño en el año 1985. Mi compañero de habitación era Osvaldo Zimnavoda (ex River Plate de Paraguay, defensa central). Él se levantaba muy temprano, y una mañana olvidó su prótesis dental en el baño.
Cuando me percaté de eso lo tomé y la escondí debajo de su almohada. Yo me escondí luego detrás de una cortina y le dije al mozo que se fijara en él. Al rato salió apresurado y empezó a querer silbarle al mozo, y no le salía el chiflido. Entonces le dije al mozo que le dijera que estaba debajo de su almohada y fue ahí que se dio cuenta de la broma que le hice y tomando un cuchillo del comedor empezó a perseguirme en la concentración. No tuve más remedio que correr, hasta que se calmó. De no ser así la hubiera pasado mal.

(JUSTO JACQUET, ex carrilero de Cerro Porteño y la Selección de Paraguay (foto), recordando una broma que pudo haber terminado mal)

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El partido más difícil de todos fue contra España. El equipo que los españoles enviaron para la Copa era formidable: técnico, aguerrido, con velocidad latina y ardor ibérico. Precisamos pasar por 210 minutos de juego para vencer. Ningún otro equipo nos exigió tanto. Con tal valor se comportaron los españoles en aquellos dos partidos en Florencia, que fueron necesarios hombres de temperamento especial para batirlos, hombres fuertes y confiables como solo el fascismo puede crear.

(VITTORIO POZZO, técnico italiano en el Mundial de 1934)

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Que jugador tan versátil es Maradona. Puede anotar goles con su mano izquierda y detenerlos con la derecha.

(SEBASTIAO LAZZARONI, técnico de Brasil en Italia 90, “atendiendo” a Diego Maradona quien hizo un gol con la mano izquierda frente a Inglaterra en México '86, e impidió con la mano derecha un gol de Rusia en la Copa del Mundo 1990)

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Chica con balón de fútbol (Tim Ayres - Inglaterra)

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Cometa de la farola (Jaime Roos - Uruguay)

* dedicado al club Defensor Sporting

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En la final del Mundial ‘74 la camiseta número 14 de Johan Cruyff tenía 2 tiras y no las 3 de Adidas, porque él era hombre de Puma.
Años más tarde, en 1983, River Plate le rescindió el contrato a Ubaldo Fillol por que se negó a jugar (teniendo sus haberes al día) por solidaridad con sus compañeros que tenían un conflicto con la entidad.
La situación se complicó cuando el arquero no quiso vestir la indumentaria oficial de River (Adidas) por que tenía un contrato con otra empresa (Le Coq Sportif).
Previo al encuentro ante Rosario Central por la 3° fecha del Metropolitano, el jugador fue intimado por un grupo de dirigentes a utilizar la ropa del club. Debido a ello el Pato dejó la concentración.
El domingo 26 de Junio, al mediodía, Fillol le declaraba a la Revista "El Gráfico": “Quiero que una cosa quede bien en claro: no juego pero no estoy en rebeldía. River quiere que salga a jugar con una remera Adidas, como el resto del equipo. Si lo hago así, Le Coq Sportif me hace un juicio y lo pierdo con toda seguridad, por que tengo un contrato en exclusividad con esa empresa que firmé en Agosto del ‘82. Si me pongo la remera de Le Coq, como lo hice el martes contra Racing, voy a perjudicar a River porque Adidas puede romper el contrato que acaba de acordar con el club. En ese caso, River pierde, además de 400.000 pesos argentinos, de provisión de ropa para sus representantes en todas las disciplinas deportivas. Por eso le dije a Patrick Noher (dirigente del club) que la solución no estaba en mis manos. Por que no quiero perjudicar a River de ninguna manera y no quiero perjudicarme yo. Tampoco me dejan usar una remera "neutral", que no fuera de ninguna de las dos firmas. Y me vine a mi casa porque pensé que eso esa lo mejor, aunque me arriesgara a una multa por no jugar contra Central. Al menos me daba tiempo para que hicieran lo que no consiguieron antes: reunir a la gente de Adidas y de le Coq, y juntos conversar hasta llegar a las conclusiones que no perjudicaran ni a River ni a mi”.
Mediante un comunicado de la Gerencia General de River, la CD suspendió sin goce de sueldo por el plazo de 10 días al jugador.
La disputa se solucionó luego de la intervención del Ministerio de Acción Social que logró el levantamiento parcial de la sanción para que el Pato pudiera jugar en la Selección y ser transferido a Argentinos, donde jugó el resto del torneo.

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Jimmy Hasselbaink es como Joe Frazier y Anelka es como Mohamed Alí, flota como una mariposa y pica como una abeja.

(JOHN BENJAMIN TOSHACK, entrenador galés, opinando sobre el goleador nativo de Paramaribo, Surinam)

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Nos tenían locos en la década del ’60. Merecíamos ganar 4 a 0 y perdíamos 1 a 0. En esa época, una camiseta azulgrana o roja nos ganaba en cualquier lado. Hasta Huracán usaba contra nosotros la camiseta colorada, para ver si nos ganaba.

(ANTONIO UBALDO RATTIN, célebre jugador de Boca Juniors, recordando en 1998 la racha negativa de esa institución con clubes como Independiente y San Lorenzo en la década del '60)

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Arquero suplente (Daniel Delfino - Argentina)


El domingo venía River a la Bombonera y no se habría podido ni empatar en Liniers, si se quería mantener la ventaja de un punto sobre los primos de Núñez. Clásico y última fecha. Sólo empatarle a River significaba ser campeón. Era la final más fascinante que nadie hubiera imaginado. Dar la vuelta frente a los enemigos eternos de la banda roja.

Sin embargo, en el banco de Boca alguien maldecía para sus adentros. Mario Fermata, el eterno arquero suplente de los de la Ribera, veía cada vez más remota su chance de ser titular. Ya llevaba cuatro años detrás de Podeley.

A veces creía que nunca más entraría en una cancha para jugar. Aquellos días defendiendo la valla de Banfield le parecían de otra vida. Boca lo había comprado por sus buenas actuaciones en el club del sur, pero esa misma temporada también había comprado a Podeley a Independiente Rivadavia de Mendoza. Y después de los primeros partidos en que alternaron la titularidad, el técnico de aquel momento optó por Podeley para el puesto, el que jamás abandonó.

El tiempo y su seguridad bajo los tres palos lo hicieron capitán y referente del equipo. La 12 lo hizo ídolo. Fermata estaba convencido de que él tenía la misma capacidad, pero jamás le habían dado el chance de demostrarlo. Además, la salud de Podeley era inquebrantable. Ni un resfrío ni una uña encarnada lo marginaron de partido alguno. Su nombre se doraba de gloria domingo a domingo.

El apodo de ‘el imbatible’ le ajustaba de maravillas. Había tardes en las que parecía ser más grande que el arco. En cambio a él lo habían bautizado ‘el bancario’. Sus compañeros decían que para Fermata el fútbol era como trabajar en un banco. Y eso le dolía, porque los años pasaban y su nombre no encontraba lugar en la historia grande de Boca Juniors. La gente lo recordaría con una risa irónica como “el suplente de Podeley”, que sería lo mismo que decir “la sombra de Podeley”.

Lo torturaban estos pensamientos. A veces, subido a la paranoia desatada en la sociedad por la implantación de la pena de muerte en el país, fantaseaba con la idea de que Podeley asesinara a alguien. El durísimo nuevo gobierno había impuesto la pena capital para los crímenes dolosos y ya se había ejecutado a tres asesinos en la Plaza de Mayo, según establecía la temible nueva ley.

Y aquella tarde en la cancha de Vélez su mente hizo un clic. La fuerza ingobernable de su frustración comenzó a mover los hilos de su estrategia. Ya había sido suficiente.

Su plan, el que durante tantas noches había pergeñado con la libertad de lo que nunca se llevará a cabo, ahora se le presentaba como la única posibilidad de alterar el rumbo de su destino. El brebaje que le había ofrecido aquella bruja de la calle Tres Arroyos era su única posibilidad de iluminar de gloria su carrera.

La tenebrosa anciana preparaba una extraña sustancia que, sin dañar seriamente, provocaba un par de semanas de intensos dolores estomacales. Le había sugerido que se lo proporcionara a Podeley y así él tendría su ansiada chance en la primera de Boca Juniors.

La gorda chance de sus sueños era sin lugar a dudas el domingo que se avecinaba. El lunes por la mañana, ahogando las estridentes voces de su conciencia, se encaminó hacia la calle Tres Arroyos.

El sábado, después de un liviano entrenamiento, como acostumbraba, se quedó practicando penales con Podeley. En el vestuario, mientras se cambiaban, le ofreció una gaseosa. Su contenido estaba mezclado con el brebaje. Fermata no dudaba: el partido con River sería su consagración y su acceso a la titularidad. Fermata sólo pensaba en sí mismo. La foto del campeón humillador de River lo incluiría. La historia lo encontraría en sus páginas doradas. Confiaba ciegamente en su talento.

Por la tarde, en la concentración, al cabo de un encarnizado partido de truco, Podeley comenzó a quejarse de un intenso malestar estomacal. Vomitó varias veces, hasta que los médicos, por precaución, decidieron internarlo.

A partir de ese momento, el técnico Pereyra se volcó a Fermata. Fermata se convirtió en la persona más importante de su vida.

El domingo, descartado definitivamente Podeley, quien empeoraba en su estado de salud, Fermata fue tapa de los diarios y los millonarios de Núñez se relamían con la certeza de que el imbatible no estaría bajo los tres palos xeneizes.

A las cinco de la tarde, puntualmente, dio comienzo el fabuloso match. La Bombonera lucía atestada de gente y todos los flashes cayeron sobre él. Los fotógrafos, mayormente, habían elegido instalarse detrás de su arco, nadie le daba crédito.

Sin embargo, su actuación del primer tiempo fue maravillosa e inolvidable.
River, que había mostrado una marcada superioridad sobre los de La Ribera, no pudo de manera alguna doblegar el escollo del inesperadamente fantástico Fermata.

Los jugadores de Boca habían sentido el bajón anímico del drama de Podeley.
Para colmo, durante el entretiempo alguien trajo la noticia de la muerte del imbatible. El técnico, hondamente conmovido, pidió que en su memoria ganaran el campeonato.

Fermata, al escuchar la noticia de la muerte de Podeley, sintió que su cuerpo se paralizaba. Las sensaciones bloquearon su sangre.

En las tribunas la noticia cayó como un balde de agua fría. La hinchada de River continuaba alentando a su equipo y desplegando un folclórico humor negro. La ventaja del shock en los jugadores de Boca era prácticamente la obtención del partido y del campeonato.

Pero las cosas en el césped fueron totalmente distintas. El once xeneize salió a jugar el segundo tiempo de manera magistral. Como si los animara el espíritu de Podeley desde el cielo, arrinconaron a River sobre el arco del Riachuelo, y a pesar de que el gol no llegaba, la superioridad auriazul era abrumadora.

Fermata, en el otro arco, continuaba conmocionado. La palabra asesino resonaba fantasmalmente en su mente. La felicidad de estar bajo sus ansiados tres palos se extinguía totalmente con la muerte de Podeley. Nunca deseó matarlo. Ni en sus delirios más absurdos había abrigado esa posibilidad. Sólo sacarlo del medio y tener una posibilidad de quedar en la historia. Y todo había funcionado de maravillas. La gente sólo se acordó de Podeley en el entretiempo, por la conmocionante noticia de su muerte. En la cancha su actuación ya lo había asesinado.

Fermata sudaba, sus manos tambaleaban. La certeza de que tarde o temprano saldría a la luz su cobarde ardid, lo sumía en una parálisis de pánico. Los sabuesos llegarían hasta él. La vieja de la calle Tres Arroyos lo delataría.

El partido se jugaba en campo de River y eso hacía que no se interrumpieran sus tortuosos pensamientos. Pero a los 44 minutos, y sin que Boca hubiera podido quebrar el marcador, una escapada aislada de Buschiazzo, el centrofoward riverplatense, terminó en penal. Hugo Corino, el aguerrido marcador central xeneize, debió derribarlo desde atrás, ante la falta de achique de Fermata.

El estadio enmudeció un segundo. La popular del Riachuelo estalló en gritos, agitando con algarabía las banderas rojas y blancas. Fermata comprendió que estaba sentenciado. Su mente lejos, muy lejos de aquella abarrotada Bombonera.

Cuando el habilidoso Luser colocó la pelota en el punto del penal, no veía al diez de la banda roja, veía a un pelotón de fusilamiento. Se paró frente a ellos, aterrorizado. Pensó en su mamá, en su mujer, en su pequeña hija Liliana. De soslayo, observaba que la gente en la Plaza de Mayo gritaba por su muerte.

Con todo el arrepentimiento de su corazón le pidió perdón a Podeley. Láser ejecutó con el alma y Fermata ante las balas se arrodilló hecho un bollito en el suelo.

El cañonazo pegó en su cuerpo con violencia y se desvió. La popular de Boca estalló en festejos. Cuando sus compañeros corrieron a abrazar a Fermata, con horror descubrieron que estaba muerto.

Fermata sólo pensaba en sí mismo. La foto del campeón humillador de River lo incluiría. La historia lo encontraría en sus páginas doradas.

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El portero titular de Uruguay para el Mundial de 1930 era Andrés Mazzali, Campeón Olímpico con su selección en 1924 y 1928, era un atleta tan completo, que además era campeón sudamericano de los 400 metros vallas, y jugaba al básquetbol en el club Nacional de Montevideo.
Por si fuera poco, Mazzali era una especie de sex symbol, fue así que una noche llegó una dama rubia muy bonita a la concentración, y Mazzali no tuvo mejor idea que irse con ella; cuando los dirigentes se enteraron de este suceso, el portero fue expulsado del equipo, pese a la negativa de sus compañeros, que querían brindarle otra oportunidad. Así Mazzali, por culpa de una rubia, se quedó sin Mundial, y sin la gloria de poder ser campeón.
Los jugadores ingresaban al terreno de juego con una chaqueta por encima de su ropa deportiva, esto con el fin de posar formalmente para la foto.
En la final se registró otro dato curioso, Argentina y Uruguay querían jugar con “su pelota”, por lo tanto el árbitro en una decisión salomónica, hizo que el primer tiempo se jugara con la pelota que habían traído los argentinos, y en el segundo tiempo con la pelota de los uruguayos.

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El futbolista que sabe que puede, que se siente potente, no necesita todo el tiempo estar mirando hacia el banco de suplentes (pendiente de las indicaciones del entrenador); estoy de acuerdo con que hay una dependencia, pero existe porque han disminuido fuertemente las calidades individuales.

(ADRIÁN PAENZA, periodista y matemático argentino)

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Cuando él tenía diez años lo recomendé al Manchester City, pero cuatro más tarde me decepcioné muchísimo porque lo habian vendido al Manchester United.

(Un panadero británico, hincha de Manchester City, descubridor del galés Ryan Giggs)

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