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Coplas de un domingo sin fútbol (Carlos Toro - España)


No les llaméis domingos
a esos días
que, aunque domingo son,
no lo parecen.

No les digáis piropos
a esos días
que, aunque domingo son,
no lo merecen.

Sin la sal y pimienta
de la Liga
hay domingos que son
martes y trece.

Llamadles, ¡qué se yo!,
melancolía, soledad,
postración, aburrimiento.

Llamadles, por favor,
convencimiento de que
fútbol y vida son lo mismo.

¡Qué cruz! ¡Qué desazón!
¡Qué desconsuelo!

Es como un mal de amor,
como un tormento,
como la falta de aire
y alimento.

Un domingo sin fútbol
está mudo,
suena hueco,
banal y va desnudo,
poblado de fantasmas
y de ecos.

Ecos de goles
y giliproyectos,
banderas, himnos,
broncas, ovaciones,
supergarcía en superdirecto,
pichichis, puntos,
ceses y cesiones,
hinchas y asilvestrados
ágrafos presidentes,
árbitros invidentes,
guardas despendolados.

Un domingo
sin fútbol en primera
es un timo, un erial,
una patada,
una flor sin olor,
una putada,
un pecado mortal,
el mismo infierno.

Ningún partido hoy,
"porco governo".

En la tele no está
Ramón Mendoza,
pero sí un tal Solana.

Será Solana el del Zaragoza.

Con el fútbol, señores,
no hay quien pueda.

Se publican cien libros
sobre Franco.

Otro que juega en La Romareda.

El fútbol es el rey
de Las Batuecas.

En la radio, la tertulia
con Redondo y Camacho.

Tenerife de charla con Vallecas.

¡Qué incontinencia!
Ese González tan vilipendiado,
¿no es el portero
que fichó el Valencia?

Don Juan Carlos
te sale hasta en la sopa.

Se lo merece
por campeón de Europa.

Pero el cuero no rueda
en la moviola:
tan solo en mi cabeza.

Tengo "mono"
de Futre, de Guardiola,
de Stoichkov, de Pardeza,
del Buitre, de Bernardo,
de Amor, de Maradona.

A falta de balón intravenoso,
dadme triple ración
de metadona.

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El sueño de todo niño que empieza a jugar al fútbol es vestir la camiseta Nº 10 de su equipo. El número es cargado de historia, de mística y llevarla conlleva siempre la responsabilidad. Casi siempre es el crack del equipo que debe cumplir con esta misión. Pero no fue siempre así. Antes de Pelé, el número de las camisetas de fútbol era algo usado meramente para identificar a los jugadores. Solamente que todo eso cambió cuando aquel brasileño de apenas 17 años asombró el mundo en el Mundial de 1958.
Lo más curioso es que la elección de Pelé para vestir la 10 de la seleção ocurrió casualmente.
Antes del Mundial de Suecia, los dirigentes brasileños mandaron la relación de jugadores de la selección convocados para la competición. Sólo que se olvidaron de dar los números de los seleccionados. Para resolver el problema, un dirigente uruguayo que estaba en la sede de la FIFA, casualmente, acabó por escoger los números de los brasileños. El caso es que el uruguayo no conocía los jugadores brasileños. Pues así Brasil se fue a Suecia con la numeración más extravagante de la historia de los Mundiales. El portero Gilmar jugó con el 3, Garrincha, extremo derecha, con el 11, Didi, con el 6.
Y el destino quiso que Pelé se quedase con el 10.

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- ¿Estás caliente, Carrasco?

- ¡Sí, con tu mujer!


(delicadísima respuesta del entrenador uruguayo Juan Ramón Carrasco ante la pregunta de un periodista de Radio Maldonado, que metía el dedo en la llaga después de una derrota)

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Me reventaban el frente a piedrazos hasta que me avivé: antes de cada Mundial ponía el cartel “SE VENDE” y, más tarde, ya con todos los partidos encima, le agregaba otro de “VENDIDO”.
Igual cuando perdimos contra Camerún, en Italia ´90, nos tiraron de todo.

(CARLOS BILARDO, recordando lo que ocurría con la casa que tiene en el Bajo Flores cuando era entrenador del seleccionado nacional)

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GITANOS - Estrella Roja (Serbia)


El Estrella Roja es el equipo de la cultura, como se le conoce popularmente en los Balcanes. Esto no significa que sea un coto reservado a la clase intelectual, sino todo lo contrario.

Desde su fundación el equipo rojiblanco de la capital serbia caló hondo en la masa social de todo ese territorio. Es el club más popular del país con más de doce millones de simpatizantes.

Un nombre fuera de lo común

Corría la primavera de 1945. Las Repúblicas balcánicas que formaban la Confederación Yugoslava acababan de ser liberadas de la ocupación de las tropas alemanas. Los tanques soviéticos eran saludados con signos de gratitud y amistad. La moda era el rojo. El color del país soviético y el color de la sangre derramada por los guerrilleros partisanos que habían minado la moral de los invasores nazis con sus constantes incursiones desde las montañas. Si bien con los años la camiseta derivó al rojiblanco, ese vivo color original les adjudicó el apodo de cigani -gitanos en serbio-.

Los trece estudiantes que se reunieron en el anfiteatro de la Universidad de Belgrado con el objeto de fundar un club de fútbol se encontraban ante su primer dilema: ¿Cómo llamaremos a nuestro equipo? Uno de ellos, Slobodan Cosic, toma la palabra: “El equipo del ejército ha escogido Partizan. En Zagreb, los croatas se han puesto Dynamo. Seamos más originales, llamémonos la Estrella”. “De acuerdo -secunda Zoran Zujovic- pero que la Estrella sea roja”. El resto dio su aprobación y es así como surgió este nombre tan poco común para un equipo de fútbol que posee camiseta a rayas verticales rojas y blancas y pantalón rojo como uniforme oficial.

La estrella roja es y fue usada en banderas y escudos de estados socialistas, lo que puede verse en la bandera de la República Federal Socialista de Yugoslavia o en la de Corea del Norte. Algunas veces la hoz y el martillo son dispuestos dentro o debajo de la estrella. Desde la desaparición del Bloque del Este, la estrella roja fue prohibida en algunos países, como Hungría, donde es considerado un delito mostrar o usar públicamente el símbolo.

Fue exactamente el 4 de Marzo de 1945 cuando tuvo lugar esta reunión fundacional del “Fudbalski klub Crvena Zvezda” (en serbio), que muchos consideran el heredero del club estudiantes del “Yugoslavia Belgrado”, equipo asociado a la Universidad de Belgrado que venció en el campeonato de 1925 y 26.

El Estrella Roja debuta oficialmente frente al KNOJ, al que vence por 3-2, en un partido muy disputado. El primer gol de la historia del equipo rojiblanco es conseguido por uno de los mejores jugadores que contaba el club en sus inicios, el interior Kosta Tomasevic.
El encuentro se disputó en el Estadio Awal, en cuyas gradas se congregaron tres mil personas.

El balance del primer año de vida del Estrella Roja fue francamente bueno. De 36 partidos que disputó sólo perdió uno, el que le enfrentó a la selección de Rumania. Esto fue el preludio de algo que con el paso de los años se ha ido confirmando. Apenas había nacido y el Estrella Roja ya era un grande. Y su trayectoria posterior así le confirma como el mejor equipo yugoslavo, por delante de su rival ciudadano, el Partizan, y de los equipos croatas del Dynamo de Zagreb y el Hadjuk Split, sus más encarnizados rivales.

Tras el obligado parón por la II Guerra Mundial y la ocupación del territorio por tropas extranjeras, en la temporada 1946-47 el campeonato yugoslavo de fútbol reemprende su marcha. Cinco años tendrá que esperar el equipo rojiblanco para alzarse como el campeón de la Liga yugoslava, en 1951.

Sin embargo, cuando llega ese ansiado momento las vitrinas del Estrella Roja ya han acogido tres trofeos. Son las Copas de Yugoslavia de los años 1948, 49 y 50. El primer título lo consiguió al vencer en la final a su máximo rival, el Partizan de Belgrado, por 3-0. Los equipos del Nasa Krila y el Dynamo Zagrabia serán sus víctimas en las otras dos finales de Copa conquistadas por los rojiblancos.

Rajko Mitic, la primera figura

El equipo que consiguió conquistar el primer título de Liga en 1951 estaba plagado de talentos futbolísticos y jugadores dotados de una gran calidad técnica junto con otros de “raza” que ponían mucha garra y pundonor sobre el terreno de juego. La figura indiscutible de ese conjunto era Rajko Mitic, capitán y bandera del Estrella Roja y de la selección yugoslava.

Mitic era un interior ofensivo dotado de una clarividencia fuera de lo común. Su visión del juego era casi perfecta. Era el eje en torno al cual se movía todo el equipo. El director de la orquesta rojiblanca. De sus botas partían continuamente largos y precisos pases para el veloz Kosta Tomasevic, que con 16 goles en su casillero particular se proclamó máximo realizador de ese año. En la retaguardia de este conjunto destacaba el lateral izquierdo Branko Stankovic, famoso por sus frecuentes y tempestivas salidas ofensivas, llenas de pundonor y corazón.

Con leves cambios en el equipo, este magnífico bloque que había conjuntado el Estrella Roja le llevó a conquistar de nuevo el título de Liga en la campaña 1952-53. Esa temporada, con 17 goles, Zivanovic fue máximo goleador del campeonato.

El veloz y caza goles, Kosta Tomasevic fue el primer goleador nato. Con él comienza una tradición en el Estrella Roja, la de tener en sus filas a hombres que destacaban por su agudo olfato de gol, que llegará hasta nuestros días y que se personifica en la figura de Darko Pancev. Tomasevic fue goleador en las Ligas de 1951 (16 goles) y 1955 (20). Su sucesor en el “cargo” de cañonero fue Bora Kostic, un extremo que consiguió el galardón de máximo goleador del campeonato dos temporadas seguidas, 1959 y 60.

Los comienzos de un “loco”

Con un equipo muy renovado, el Estrella Roja vuelve a ganar la Liga en la temporada 1955-1956. Son los comienzos del “Extremo atómico”, Bora Kostic, el espectacular portero Vladimir Beara, procedente del Hajduk Split, y un fuera de clase llamado Dragosian Sekularac.

Sekularac era un jugador genial, un medio volante lleno de talento, inteligentísimo, enérgico en el campo; en definitiva, un jugador distinto. Decían de él que estaba un poco loco, sin duda porque su talento sobre el terreno de juego so salía de lo corriente.

El fue el primer futbolista que empezó a dar renombre al Estrella Roja. Se le puede echar buena parte de culpa a Sekularac de que el fútbol yugoslavo comenzase a tener prestigio y a ser tenido en cuenta en Europa, como ocurriría después con el de Holanda con Cruyff, el de Polonia con Deyna y Lato o el de Bélgica con Van Himst.

Sekularac era uno de los más destacados jugadores que integraban la formación del Estrella Roja que se asomaba por primera vez a un torneo continental, la Copa de Europa 1956-1957. En esta competición eliminarán al representante holandés, el Haariem, y al CDNA de Bulgaria, cayendo en semifinales ante los italianos de la Fiorentina.

Este fue el comienzo del Estrella Roja en una historia de las Copas de Europa, donde el equipo rojiblanco es célebre por tres razones, además de por ser el actual campeón. Es el único equipo que ha ganado al Bayern en Munich en la Copa de Europa (2-1, en la semifinal del pasado año).

Es uno de los cuatro equipos, con Borussia Dortmund, Ferencvaros y Leeds United, que ha doblegado al Liverpool en Anfield Road (2-1, en octavos de final de 1973-1974). Y, por último, el Estrella Roja fue el último equipo al que se enfrentó el Manchester United antes de sufrir el trágico accidente aéreo en Febrero de 1958.

Seis títulos en cinco años

El equipo rojiblanco de Belgrado de la segunda mitad de la década de los cincuenta no tuvo rivales en Yugoslavia. Su característica principal era la improvisación y la genialidad, personificadas en Sekularac y secundado por una buena corte de grandes talentos que hacían un fútbol técnico, rápido e intuitivo.

Con estas armas, las tradicionales de los jugadores yugoslavos, además de vencer en la Liga 55-56, como ya hemos dicho, se proclamaron campeones del Torneo de la regularidad en la 56-57, 58-59 y 59-60 y de Copa de Yugoslavia en 1958 y 1959. Lo que arroja un balance claramente positivo de seis títulos en cinco años, de 1955 a 1960.

Esta supremacía fue derrocada por su rival ciudadano, el Partizan. Este equipo ganó de forma consecutiva los tres primeros campeonatos ligueros de los sesenta y el de la campaña 1964-1965, lo que le dio derecho a participar al año siguiente en la Copa de Europa, llegando a la final donde perdió con el Real Madrid por 2-1.

La aparición de un joven jugador en el Estrella Roja en la temporada 63-64, Dragan Dzajic, hizo que el equipo reaccionase. El rápido extremo, que llegará a ser leyenda en el fútbol yugoslavo, junto con el retorno de Vicenza, del calcio italiano y la aportación de Sekularac, Durkovic y Kostic permitió que ese año el Estrella Roja hiciese doblete (Liga y Copa).

En las competiciones continentales las cosas no rodaron bien. Cuando el equipo realizaba su mejor fútbol, a finales de los 50, se encontró con dos rivales de mucha entidad, que le cortaron el paso en la Copa de Europa. La Florentina en las semifinales de 1957 y el potente Manchester United de Bobby Charlton en los octavos, en el trágico año en que el avión del equipo inglés se estrelló poco después de despegar de Belgrado (1958).

En la campaña 1961-1962 el Estrella Roja consigue llegar a las semifinales de la Copa de Ferias. Pero los rojiblancos tienen que doblegarse ante la superioridad del equipazo del Barcelona, que le vence los dos encuentros, 0-2 en Belgrado y 4-1 en la Ciudad Condal.

La era Miljanic

Con la llegada de Miljan Miljanic en 1966 a la dirección técnica se va a vivir una nueva época dorada. Miljanic, antiguo jugador del club, llevaba como técnico en las divisiones inferiores del club desde 1958. Dirigía una escuela de fútbol de la que salieron 20 jugadores que serían titulares con el primer equipo.

El nuevo técnico va a dar al equipo una nueva personalidad y va a imponer un sistema muy particular que recoge en un cóctel lo mejor del fútbol sudamericano y europeo. Comenzará a dar sus frutos después de un año de adaptación y madurez.

La tarea con que se encuentra Miljanic no es nada fácil. Acababa de terminar la generación de Sekularac y compañía y el técnico contaba sólo con jugadores jóvenes de la cantera y con poca experiencia.

La temporada 1967-1968 marcará el inicio de la esplendorosa “Era Miljanic”. Esa campaña el joven equipo rojiblanco, que tenía en el extremo izquierdo Dragan Dzajic a su mejor figura, va a vencer en las tres competiciones que participa. Conquista el título de Liga de forma brillante y clara (sacó una ventaja de cinco puntos al segundo, el Partizan); es el campeón de la Copa de Yugoslavia, al vencer en la final por un contundente 7-0 al Bor; y vence en la “Mitropa Cup” un torneo que disputan los equipos de centroeuropa.

La cantera de la selección

En ese año 1968, el club va a ser la base de los combinados nacionales. 22 jugadores de la entidad rojiblanca van a formar parte de las selecciones yugoslavas. Seis en equipo “A”, que se proclamó subcampeón de Europa y que tuvo en Dzajic a su estrella, cuatro a una selección “B” y doce jugadores para los equipos inferiores de la escuadra nacional, hecho que deja constancia de la juventud y calidad del conjunto de Miljanic.

Los dos años siguientes también consigue ser el primero en la clasificación de la Liga. En la campaña 68-69 va a “explotar” un nuevo valor de la fábrica rojiblanca de Belgrado, que continúa la tradición de los grandes goleadores del club. Voijn Lazarevic se consagra como el goleador del momento con 22 tantos en el campeonato liguero que le otorgan el título de máximo realizador.

Este galardón volverá a conseguirlo en la campaña 72-73, año en que el Estrella Roja vuelve a conquistar el título liguero, y aumentando el número de goles a 25.
El trofeo de Copa de 1971 y la Liga 1972-1973 son los dos últimos logros conseguidos por Miljanic al frente del equipo, antes de partir con rumbo a España en Enero de 1974 para fichar por el Real Madrid.

La pléyade de grandes jugadores (Dzajic, Bogicevic, Savic, Sestic, Filipovic, etc.) va a mostrar su enorme superioridad en la Copa del 71, que ganan al Slodoba por 4-0. Su juego ofensivo, ordenado y muy trabajado en los entrenamientos les hizo pasearse por los campos yugoslavos y ser campeones de Liga, con seis puntos de diferencia sobre el Vélez Mostar.
Con este título se cerraba la “Era Miljanic” con un palmarés de cuatro ligas, tres Copas y una “Mitropa Cup”, en los siete años (1966-1974), que estuvo al frente del primer equipo del Estrella Roja.

La selección yugoslava consiguió clasificarse para el Mundial del 74 en Alemania, tras una apasionante pugna con el combinado español. Seis jugadores del Estrella Roja formaron parte de aquella selección que consiguió pasar la primera fase, pero que fue apeada con rotundidad por los anfitriones alemanes, que a la postre serían los campeones. Los seleccionados fueron: los defensas Miroslav Pavlovic y Kiril Dojcinovski, el centrocampista Vladislav Bogicevic el número 10 Jovan Acimovic; y, por último, los delanteros Stanislav Karasi y Dragan Dzajic.

Su primera final europea

Si bien en la “Era Miljanic” el balance nacional fue muy positivo, no se puede decir lo mismo de las competiciones internacionales. El equipo hacía un fútbol bonito, alegre y despreocupado con unos hombres muy jóvenes y con falta de experiencia en el concierto internacional. Por ello los primeros años con Miljanic no se pasaba de la primera o segunda ronda de los diferentes torneos continentales.

En la Copa de Europa 70-71, el Estrella Roja llegó hasta las semifinales, frente a un rival, a priori, asequible, los griegos del Panathinaikos. En Belgrado vencieron por 4-1, pero en el partido de vuelta las lesiones de algunos hombres y el nerviosismo del resto hizo que los helenos les endosasen un 3-0, que dejaba fuera al equipo yugoslavo por el valor doble del gol conseguido en el encuentro de ida.

En su siguiente participación en la Copa de Europa (1973-1974) sólo consiguió llegar a los cuartos de final, aunque los equipos con los que se enfrentó eran de más entidad. En primera ronda eliminó al Stal Mielec, una ‘perita en dulce’.

En los octavos de final le tocó un hueso duro de roer, el Liverpool. Pero los yugoslavos realizaron dos magníficos encuentros y doblegaron a los ‘reds’ en ambos por 2-1.

En cuartos de final se enfrentaron a un Atlético de Madrid que atravesaba un gran momento de forma. Los Meló, Ovejero, Capón, Abelardo, Gárate, Luis, no dieron opción a los yugoslavos y, tras empatar sin goles en Belgrado, vencieron por 2-0 en el Vicente Calderón.

En la temporada siguiente, la de la marcha de Miljanic del banquillo, el Estrella Roja consiguió llegar a la semifinal de la Recopa. En cuartos de final se enfrentó a un Real Madrid dirigido por su ex-técnico Miljan Miljanic. Los yugoslavos se clasificaron por penaltis. En la antesala de la final les cerró el paso el equipo húngaro del Ferencvaros por un solo gol de diferencia.

Tras cuatro semifinales disputadas por el Estrella Roja a lo largo de su historia continental (1957, 62, 71 y 75) por fin llegaba la ansiada final. Fue en la Copa de la UEFA 1978-1979. Su rival era el Borussia Moenchengladbach, equipo alemán que el año anterior, en la Copa de Europa, le había humillado ganándole los dos encuentros de octavos de final por 3-0, en Belgrado, y 5-1.

El equipo yugoslavo no tuvo suerte en esta final de la UEFA. En el encuentro de ida, celebrado en el ‘Pequeño Maracaná’ de Belgrado el defensa Jurisic marcó en propia puerta el gol del empate alemán (1-1). En el partido de vuelta un pequeño gran jugador danés en las filas del Borussia, Alan Simonsen, sentenciaría con su gol, dejando a los rojiblancos con la miel en los labios.

De la Estrella siguen saliendo destellos

El jugador más importante y decisivo del equipo que consiguió llegar a la final de la Copa de la UEFA era Dusan Savic, futbolista que sería fichado por el Sporting de Gijón. Savic jugaba de medio ofensivo o como delantero. Era un hombre gol, que fue máximo realizador del campeonato yugoslavo 74-75, 77-78 y 78-79.

Junto a Savic destacan dos jugadores que serán fundamentales para la consecución del título de Liga en la 79-80 y 80-81: Milos Sestic y Vladimir Petrovic. Este último sería traspasado años después al equipo inglés del Arsenal.

Los traspasos de Savic o Petrovic serán sólo una muestra del continuo y ya tradicional éxodo de los jugadores yugoslavos. Año tras año de la gran estrella colorada van saliendo destellos de talento y aptitud para el fútbol, jugadores y entrenadores que aceptan las ofertas de clubes extranjeros. Ahí están los casos de Miljanic (Real Madrid), Dzajic (Bastía), Bojicevic (Cosmos), Filipovic (Benfica) o de Robert Prosinecki (Real Madrid).

En el conjunto que vence en la Copa de 1982 y 1985 y la Liga 83-84 cabe reseñar la actuación del elegante líbero Marko EIzner y el inteligente centrocampista Milán Jankovic.
Tras unos años difíciles de transición y cambio generacional, donde los triunfos no llegaban ni en Yugoslavia ni en Europa (su mayor logro fue llegar a cuartos de final en la Recopa del 86, donde le venció el Atlético de Madrid y en la Copa de Europa de 1987, donde fue eliminado por el Real Madrid), en 1988 se vuelve a conquistar el campeonato liguero. La mano de Dragan Dzajic como manager general comenzaba a notarse.

Jóvenes talentos como Dragan Stojcovic, Darko Pancev, Dejan Savicevic o el niño prodigio Robert Prosinecki (mejor jugador del Mundial juvenil) comienzan a funcionar como una máquina de precisión. Con estas nuevas figuras surgidas del inagotable firmamento del Estrella Roja se va a vivir un nuevo ciclo glorioso en la historia del club que se plasma en las Ligas de 1987-88, 89-90 y 90-91, la Copa de Yugoslavia de 1990 y que alcanza su cenit con la conquista de la Copa de Europa en la temporada 1990-1991.

El camino hacia la victoria en el máximo trofeo continental a nivel de clubes no fue precisamente de rosas. Tras una semifinal de infarto frente al Bayern Munich, se encontraron en la final con el potente Olympique de Marsella. El partido decisivo, celebrado en Bari, fue bastante malo. Los dos equipos salieron con muchas precauciones y no arriesgaron en busca del triunfo. Los goles no llegaron y en la lotería de los penaltis el Estrella Roja fue más afortunado o efectivo. El fallo del lateral francés Amorós le dio la Copa al conjunto yugoslavo y le permitió tocar la gloria, entrando en el firmamento de los elegidos que han vencido en esta competición.

El 8 de Diciembre de 1991 en el Estadio Nacional de Tokio, Japón, ante unos 60.000 espectadores y con el arbitraje de Kurt Röthlisberger conquista la Copa Intercontinental venciendo claramente por 3 a 0 a Colo Colo de Chile y obtiene el logro más preciado del que pueda vanagloriarse cualquier dirigente o simpatizante de este club. Jugovic a los 19' y 58' y Darko Pancev a los 72' fueron los goleadores de ese histórico partido para la institución de Belgrado.

Pese al cambio del entorno político y la desaparición de lo que se denominó Yugoslavia, Estrella Roja siguió adelante con su marcha y fruto de ese firme andar llegaron los campeonatos nacionales de 1992, 1995, 2000, 2001, 2004, 2006 y 2007 y las Copas de Serbia de 1993, 1995, 1996, 1997, 1999, 2000, 2002, 2004, 2006 y 2007 aunque hay que mencionar que internacionalmente no ha ganado nada desde 1991 (incluyendo el proceso de desintegración de la antigua Yugoslavia) a la actualidad.

Dentro de esa guerra librada en los años 80, por ese entonces regresa a Yugoslavia el temible ex jefe paramilitar Zeljko Raznatovic, Arkan, convertido en un hombre rico; abrió una pastelería, adquirió parte de un hotel y creó una cadena de empresas.

En estos años se inició otra fase de su carrera, la de señor de la guerra. A Arkan se le encomendó la tarea de organizar a los seguidores del Estrella Roja de Belgrado. El Mariscal Tito había muerto y Yugoslavia ya presentaba indicios de desintegración. Las brigadas de los jóvenes del Estrella Roja podrían ser útiles en caso librarse una batalla por Belgrado.

Pero al final no fue necesario luchar por la capital. Milosevic surgió entre las filas del partido y, tras despojarse de la chaqueta roja del comunismo y vestirse con los vivos colores del más virulento nacionalismo serbio, se apoderó del trono vacante. La lucha por Belgrado quedó aplazada y los chicos del Estrella Roja pasaron a formar el grueso de la Guardia de Voluntarios Serbios ‘Los tigres’.

Pasado el tiempo, y ya en el nuevo milenio, en Mayo de 2007 Estrella Roja se convirtió en el primer campeón de Serbia, luego que se independizara de Montenegro, sin embargo ese fue el 25 título en la historia del club, sumados los que consiguió en la ex Yugoslavia y ex Serbia y Montenegro.

El equipo de Belgrado venció al Partizan en el clásico número 130 por 2-1, fiesta que fue empañada por los hinchas de Partizan, que boicotearon el encuentro por estar en desacuerdo con la directiva.

En Septiembre de ese año el Institute for market research and media, Mediana Adria de Belgrado realizo una encuesta acerca de las preferencias del fútbol en Serbia. El Estrella Roja ganó con un 43% de los votos mientras que su acérrimo rival, el Partizan, obtuvo el 32.3% de los votos.

Rajko Mitic, Dragoslav Sekularac, Dragan Dzajic, Vladimir Petrovic, Dragan Stojkovic, Dejan Savicevic, Robert Prosinecki y Vladimir Jugovic son, entre otros, verdaderas ‘estrellas’ que han pasado por esta entidad que es, a la fecha, el club más laureado de Serbia y de la extinta Yugoslavia, con 25 títulos de Liga y 22 de Copa. Además, en 1991, se convirtió en el único club de los balcanes que ha conquistado la Copa de Europa (actualmente Liga de Campeones) y el único de Europa del Este en obtener la ya extinta Copa Intercontinental.

El clásico rival

El Partizan es el clásico rival del Estrella Roja. El primer derby entre ambos clubes (denominado “El derby eterno”) se celebró el 5 de Enero de 1947 en un ambiente invernal con una temperatura de 14º bajo cero. La división entre los seguidores fue obvia a pesar de que sólo acudieron 4.000 espectadores al campo. El terreno cubierto de la nieve no impidió que los jugadores ofrecieran un partido emocionante cuyo resultado fue de 4 a 3 favorable al Estrella Roja.

Precisamente, los primeros títulos en la historia de los rojiblancos llegaron gracias a victorias puntuales contra los blanquinegros. El 29 de Noviembre de 1948, el Estrella Roja se adjudicó su primera Copa tras vencer a su rival por 3 a 0. Tres años más tarde, se estrenó en un éxito liguero tras derrotar al Partizan (2-0) en la última jornada, celebrada el 4 de Noviembre de 1951.

Tras la desintegración de Yugoslavia a principios de los 90, empezó la era del Partizan que no sólo suavizó su balance negativo en los duelos contra su enemigo sino que también logró acercarse en el número de ligas gracias a que conquistó ocho, por cinco de los cigani, entre 1992 y 2005.

El balance total de este clásico del fútbol balcánico demuestra una rotunda superioridad a favor del Estrella Roja. En 126 encuentros ligueros, los rojiblancos, que han conquistado 24 ligas por 19 de sus enemigos, suman 54 victorias (33 como local y 21 como visitantes) por las 33 de su rival (23 en casa y 10 fuera). En 39 ocasiones, el duelo acabó en tablas. Los del ‘Maracaná’ acumulan 193 goles a favor y 153 en contra.

El mejor goleador del clásico es Marko Valok (Partizan), que consiguió 13 tantos en 14 partidos entre 1947 y 1958. Por detrás de Valok se encuentran dos jugadores ‘gitanos’, Bora Kostic y Dragan Dzajic con nueve goles cada uno.

El estadio

El viejo estadio Estrella fue construido en el año 1927. El último partido que se disputó en dicho establecimiento fue el de Estrella roja contra FK Novi Sad. Fue reconstruido en el año 1963. Después de haberse derribado el estadio, los ciudadanos sintieron que se derribo una importante parte del fútbol en toda su historia. Después de la segunda Guerra Mundial fue el escenario para la disputa de diversos partidos políticos.

Para la creación del nuevo establecimiento tuvieron que mover una cantidad de 350.000 metros cúbicos de tierra, ya que se tenia pautado que el nuevo estadio debía de estar 12 metros mas abajo que el anterior. La inauguración del nuevo estadio se llevo a cabo el 1º de Septiembre del 1963, en un partido de Estrella Roja contra el NK Rijeka. Dicho evento contó con la observación de las de 54.000 espectadores. La mayor marca de visitantes al estadio se anotó en un partido contra el FK Partizan, donde asistieron 74.000 personas.

Por el motivo de que el establecimiento tenía gran demanda en la población, se decidió ampliar su capacidad para acoger aun más fanáticos. El estadio incremento su nivel a 110.000 espectadores. Después de esta remodelación el estadio adopto nuevo nombre, ahora era conocido como el ‘Marakana’ que significaba ‘Pequeño Maracaná de Belgrado’ en homenaje al coloso brasileño.

En esa misma remodelación también se incluyo un terreno de juego con sistema de drenaje. El mayor record de ventas en el estadio se produjo en un partido realizado el 1 de Abril del 1975, en un partido final de la Recopa de Europa. Se piensa que esa noche el total de visitantes fue de 96.000 personas, aunque hay quienes aseguran que el estadio se lleno a su máxima capacidad que son 110.000 personas.

En los años posteriores el estadio fue decreciendo gradualmente. Cuando era remodelado, cada vez se eliminaban más asientos y como una medida de prevención se eliminaron los espacios de pie. Fueron instalando asientos en todas las gradas, lo que resume la capacidad del estadio 51.538 espectadores.


Palmarés

Torneos nacionales

Liga de Serbia (25): 1951, 1953, 1956, 1957, 1959, 1960, 1964, 1968, 1969, 1970, 1973, 1977, 1980, 1981, 1984, 1988, 1990, 1991, 1992, 1995, 2000, 2001, 2004, 2006 y 2007

Copa de Serbia (22): 1948, 1949, 1950, 1958, 1959, 1964, 1968, 1970, 1971, 1982, 1985, 1990, 1993, 1995, 1996, 1997, 1999, 2000, 2002, 2004, 2006 y 2007

Torneos internacionales

Copa Intercontinental: 1991
Copa de Europa: 1991
Copa Mitropa: 1958 y 1968

Torneos amistosos

Trofeo Teresa Herrera: 1971
Trofeo Costa del Sol: 1973



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Durante una concentración, cuando era entrenador de Estudiantes de La Plata, mientras miraba un partido por televisión escuché que desde otra habitación gritaron como locos ¡goool!
Fui corriendo a ver porque pensé que también se transmitía otro encuentro; pero cuando entré vi que ¡estaban jugando a los video games con la Play Station mientras se disputaba un partido del campeonato argentino!
Además, para colmo de males, cuando ingresé Marcelo Carrusca se distrajo mirándome y le metieron un gol. ¡Ay nene, en la cancha siempre te pasa lo mismo!, le dije.

(CARLOS BILARDO, ex futbolista y entrenador argentino)

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En el primer tiempo estuvimos apagados, no jugamos a nada, y el público lo supo. Tras el descanso empezamos a achuchar y a apretarnos, y el público se puso cachondo.

(JAVIER CLEMENTE, siendo entrenador del Athletic Club de Bilbao)

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Es de mal gusto intelectual hablar de fútbol, como si los jarrones de la cultura estuvieran en riesgo de estropearse con los pícaros movimientos del balón.

(JORGE VALDANO, ex futbolista y entrenador argentino)

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Diálogo en la tribuna (Eduardo Pérsico - Argentina)


-¿Qué tal? Hoy vino temprano.

-Sí, para ver la tercera. ¿Y ese número cuatro?

- Es un crack. ¡Es el nieto de Sánchez!

-¿Del zurdo Sánchez?

- No, del chueco Sánchez, el que jugó junto a Gimarri.

- Ah, ¿y éste de la peluca verde es el nieto? ¿Usted no se acuerda del padre?

- Sí, lo baleamos cuando erró un penal sobre la hora.

- Un jugador fuerte; la pelota o el hombre.

-Ni me hable. Se tiraba tanto a los pies que fracturó al fotógrafo de “El Gráfico”. Bueno, en 1940 Valussi el de Boca lesionó para siempre a un manisero.

- ¡Qué rápido es el seis, parece Sarcutti!

- Sí, pobre Sarcutti; lo masajeaban con líquido de freno. A Lanús le hizo un gol de palomita y se lo anularon por volar muy alto

- Y sí, cosas del Reglamento. Ese año descendimos por la camarilla del técnico y la barrabrava.

- Usted lo dijo, una camarilla. A Vigorito ni de suplente lo ponían esos tipos.

- ¿Sabe que viene un cabeceador paraguayo que mide dos metros?

- Y, con dos metros cabecea cualquiera, pero los delanteros de antes lo hacían a ras del piso. Los wines corrían por la línea, centro, palomita y gol. Albella, Erico y Mastrufio cabecearon tanto que perdieron la memoria.

- Y hoy falta habilidad y sobra estado físico. ¿Se acuerda cuándo a los europeos le hacíamos seis?

- No me acuerdo. Igual, nuestro jugador es el mejor.

- Por supuesto, con Panamá nunca perdimos y Brasil nos gana de suerte.

- Usted lo ha dicho. ¿Se acuerda cómo pateaba Santini?

- Sí, una vez hizo un gol de doscientos metros y se lo anularon por lejanía.

- Me acuerdo, a Ríver. Pero jugador jugador fue Pedernera. En verano jugaba con ojotas y a la sombra pero le sobraba panorama de cancha.

- Pero con esos compañeros jugaba hasta un burro como Pelé, que jugaba porque era negro y no lo discriminaban…

- A propósito; Banfield trajo un senegalés que de noche no lo agarra nadie.

- ¿Y no se acuerda de Olkenian? Le cobraban exceso de velocidad y una vez se cayó al foso.

- Sí, en cancha de Racing y suerte que no estaba el cocodrilo…

- Nosotros éramos el fantasma de los clubes grandes.

- Sí, jugábamos con una sábana… El técnico que tenemos ahora en Banfield exige otra marca de zapatos para no resbalar en la media puntada, y el analista Cachulo Montalbán dijo “por fallarle el plan estratégico táctico explosivo intercambiable, el Taladro recepcionó nueve derrotas consecutivas neutralizantes de su efímera aspiración campeonativa”. Ese tipo analiza bien, ¿no le parece?

- No. Yo digo que si jugáramos con seis delanteros retráctiles y nueve stoppers medio libres, perderíamos menos.

- Sí, pero serían quince; el técnico anterior quiso jugar con seis enganches, cuatro carrileros y un maquinista, pero la AFA no autorizó el contrato del guarda.

- Ahí tiene, siempre el asunto del contrato. Mardoquio erró ocho penales seguidos y siguió pateando por el contrato: “los penales serán pateados exclusivamente con mocasines Sacachispa”. ¿O quieren que vuelva a patear Páez, como en el sesenta?

- ¿Cómo nos olvidamos de Paéz? Lo miraba en los ojos y el arquero se tiraba al revés. Paéz tomaba carrera, miraba aquí y pateaba allá…

- Sí, era un fenómeno el bizco pero ahora nos dan penal si nuestro jugador ingresa en terapia intensiva.

- El último que erramos ya perdíamos cinco a cero.

- Y qué quiere con los referís. Una vez la AFA suspendió a Nai Foino por gritar un gol de Atlanta mientras dirigía…

- De ese referí ni me hable; contra Lanús nos dirigió apuntando con una Luger.

- Era otro tiempo. ¿Vio a los rosarinos; en cada gol se acarician las partes?

- La psicóloga de ellos dice que la caricia íntima fortalece el grupo humano.

- Sí, ahora se acarician también si es gol del contrario y el arquero ya formó pareja con el back central, uno rubiecito.

- Está bien, así la familia vuelve al fútbol. ¿Sabe que volvió de Europa el Piolín Filosi?

-¡Qué despelote la mujer de Filosi! La nobleza inglesa la condecoró como “groncha sudaca” y el Piolín exigió entrenar en su casa.

- Hizo bien, para eso hizo guita. Este año cobró trescientos mil millones de euros.

- Vea, la plata no es nada si somos campeones. ¿Y la alegría; quién nos quita la alegría?

- Si señor, la alegría popular es lo más grande que hay. No se imagina la bronca de mi cuñado cuando gana Banfield…

- Hoy reaparece el turco Urdapilleta. Viene con publicidad de un laboratorio colombiano y tendrá un guardaespalda lentesnegro en el área contraria.

- Jugador que juega con custodia, mal negocio.

- Por eso Filosi. ¿Cuánto recaudaron la última vez? Millones de millones. El Filosi hoy no domina bien la pelota porque juega con tacos altos y medias negras de “Fetiche, Calzado Femenino”, pero el jugador tiene su público.

- Sí, y antes los jugadores se divertían más. Chisotti en curda era imparable.

- ¿Y Vigorito? Era un crack y no tomaba ni agua. Casi se muere.

- Es que siempre aparecen jugadores. En el potrero los pibes gambetean solos, sin un miserable sponsor. ¿Por qué se olvidan del potrero, el de mi barrio ni baño tiene?

- Bueno, aquí tampoco hay… Le decía, Vigorito, nieto del otro Vigorito, se mete en el arco con pelota y todo, pero el técnico lo hace jugar de limpiaparabrisas al vacío arrastrando la marca en diagonal al isósceles, y el pibe fracasó por no saber matemática. Pero le digo, hoy en el metegol es un genio.

- Yo no entiendo. Antes un insai era un insai, la línea media era Caparelli, Mouriño y Dángelo o luego Juan, Perico y Andrés calzados con Llavetex, y a otra cosa.

- Y hoy por ahorrar plata entrenan sin pelota. Igual, creo que modificar el desplazamiento inorgánico de los verticales transitorios y jugar sin wines ni jases y con polifuncionales multirreceptores cuánticos, que antes no había, está bien; pero respetando al jugador. Y hoy mi sobrino Vigorito que no tiene un sponsor para su camiseta de metegol…

- Igual, yo vengo a la cancha porque en casa degollaría a mi mujer.

- Tiene razón. ¿Vio a Masci, el arquero de Lanús que salta para abajo? El domingo le hicimos siete pero ante la prensa lo aplaudieron. Recita lindo el loco…

-Otro genio explicador es el técnico de la Selección: “mis jugadores serán los de mejor presencia física”, dijo y exigió que le concentraran a Carlos Gardel. Y pobre el Morocho, habrá sonreído. ¿Qué más quiere?

- Le doy una noticia: a Peña y Arenales le ofrecieron una pichicata al litio sin rastros ni en la picadora de carne. Cualquier falopa es dietética al lado del Potenplux mil: un jeringazo a cada uno, incluído el masajista, y si empatamos un partido será para disimular.

- Dios lo oiga. Bueno, gracias por la noticia y ya me voy.

- ¿Cómo, ya están saliendo y hoy tampoco verá la Primera?

- Ni loco, yo al fútbol lo veo en la tele. Es más emocionante, ¿vio?


(cuento tomado del portal “Euro Banfield” a quien agradecemos)

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Silvio Marzolini recuerda lo que fue su doble vuelta olímpica con Boca Juniors en el Monumental de River Plate, en el año 69. "Era un partido difícil y nosotros sólo teníamos que empatar para salir campeones. Ganábamos 2-0 con dos golazos del Muñeco Madurga, pero después nos empataron y, aunque con algo de susto, nos consagramos”.
Con el título de campeón, los muchachos de Boca iniciaron una vuelta olímpica por el campo de juego, tomado el recaudo de no acercarse a la pista de atletismo. Así hasta que el personal de intendencia riverplatense abrió los grifos de riego para “aguarle la fiesta a Boca”.
Allí fue cuando Marzolini desoyó los consejos de Rattín sobre que no había que dar la vuelta porque podía haber “bronca grossa”. Y sin compañía se mandó una segunda vuelta, pero esta vez por el centro de la pista de atletismo y “gambeteando hinchas”. Ese día, el pulcro Marzolini (considerado en su tiempo el mejor 3 de la historia) sacó a relucir el híper bostero que llevaba dentro.

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Si es por los títulos que ganó, Gorosito no puede dirigir nada.

(NORBERTO "Beto" ALONSO, ídolo histórico de River, pegándole a "Pipo" Gorosito, flamante técnico millonario y compañero de equipo en 1986, en entrevista al portal Esparavos.com, 10/01/09)

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Los jugadores sólo son pedazos de carne. Si el club decide venderles, hay poco que puedan hacer.

(ROY KEANE, ex jugador irlandés, en 2001 cuando jugaba para el Manchester United)

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El pase atrás (Torgny Lindgren - Suecia)


Cuando un futbolista ya no sabe qué hacer, cuando los contrarios se precipitan sobre él corriendo a toda velocidad por todos los lados, entonces puede retrasar el balón a su portero, es lo que se llama un pase atrás.

Hubo una vez un futbolista, un líbero, que nunca en su vida había dado un pase atrás al portero, era famoso por ello, era bajo de estatura pero nervudo y tozudo y valiente.

Lo más notable de su vida era eso: que jamás había dado un pase atrás al portero.

También por esa razón se sentía orgulloso, casi arrogante, llevaba la cabeza alta y jamás bajó la mirada ante árbitros o entrenador o jueces de línea.

Pero una vez ocurrió, una sola, que le falló la confianza. Fue a finales de un partido en que los ganadores iban a recibir una gran urna de oro abombada con gigantescas asas de platino, ninguno de los equipos había marcado, el portero sacó pasándole la pelota, él se encontraba a mitad de camino entre su área de penalti y el centro del campo, controló el balón con el pie derecho y giró para avanzar como solía hacer siempre. Entonces vio venir hacia él a toda velocidad al delantero más terrible de los contrarios, un tío duro al que llamaban Toro Cuernicorto.

Y el toro gritó: ¡No soy culpable de tu sangre vertida!

La pierna izquierda del líbero que sostenía todo el peso de su cuerpo comenzó a temblar, la saliva se le evaporó instantáneamente en la boca, los brazos y las manos se le derrumbaron como si de repente se hubiesen marchitado y toda la confianza se le escurrió como si apenas hubiese sido del tamaño y peso de una gota de sudor.

Inesperadamente se vio abandonado por sí mismo.

Y envuelto en una cobardía y una congoja que casi le obligó a vomitar dio el primer pase atrás de su vida a su portero.

Pero también su pie derecho lo traicionó, golpeó el balón con tales dudas y tal flojera que la pelota apenas rodó unos metros por la hierba dando botecitos, el Toro Cuernicorto se precipitó hacia ella y la alcanzó bramando aterradoramente, hizo una espléndida vaselina fuera del alcance del portero que estaba saliendo y el balón acabó en el fondo de la red.

Por culpa de aquel único pase atrás, aquel acto de alta traición, lo llevaron al juez de la ciudad, ante el que se presentó con la cabeza baja y la mirada derrotada.

Y fue condenado al suplicio de la rueda, le rompieron las extremidades y lo ataron a los radios de una gigantesca rueda de carro y así lo exhibieron en la plaza pública.

Si hubiese tenido la costumbre de retrasar el balón al portero, si hubiese sido así por naturaleza, entonces a nadie se le hubiera ocurrido ni siquiera señalarlo con el dedo.

Entonces Dios se le presentó allí en la plaza, aquel Dios que en el momento de la muerte, en el lugar de la ejecución, había gritado: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? aquel Dios que se preguntaba a sí mismo por qué se había abandonado a sí mismo, y cogió al futbolista y lo recompuso y lo curó, y le dijo: "Mi amado futbolista, también tú tienes derecho a ser hombre".

¿Hombre?, dijo el futbolista.

"Tuviste un momento de vertiginosa debilidad y perdiste la cabeza", dijo Dios. "Es en esos momentos en los que se revela la verdadera naturaleza humana".

¿Y ahora? dijo el futbolista.

"Ahora la prueba que has pasado te ha curtido. Ahora ya eres un hombre libre".

Entonces el futbolista se fue a casa a ver a su mujer, iba con la cabeza alta y contestaba abiertamente a todas las asombradas miradas de las personas boquiabiertas con que se cruzaba, Dios lo había devuelto a la vida, sobre todo había borrado aquel pase atrás.

Pero la esposa no quiso saber nada de él, por un lado porque había visto cómo lo había enrodado el verdugo tras lo cual tenía que estar muerto para siempre, y por otro por lo del pase atrás.

No obstante ella le dio un saco para sus cosas más valiosas y él metió las botas de fútbol, la camiseta con el número 5 a la espalda, las espinilleras de plástico reforzado, el frasco de las vitaminas, el viejo oso de peluche deshilachado y el rollo de venda elástica, se echó el saco a la espalda y se fue, subiendo las montañas y atravesando los bosques, también llevaba la pequeña pelota de gomaespuma, a veces la sacaba y jugaba a que los tocones y las piedras eran contrarios a los que tenía que regatear y dejar atrás, era otoño y se alimentó de bayas y frutos de la tierra.

Y pasó el tiempo y un día llegó a una ciudad que tenía un equipo de fútbol que era casi tan magnífico y famoso como el que había tenido que abandonar de manera tan desgraciada y se puso en manos del entrenador.

Y firmó con su nombre una promesa de que sería fiel y no traicionaría a su nuevo equipo.

El entrenador que vio su valentía y tenacidad y el número 5 en su camiseta, quiso probar inmediatamente sus condiciones para líbero.

Pero él dijo: “Puedes utilizarme donde quieras. Sin embargo jamás seré defensa”.

¿No eres acaso un líbero temerario y famoso? le dijo el entrenador que hasta creyó reconocerlo.

Mi viejo ser era defensa, dijo el futbolista. Fue en mi vida anterior.

No quería verse nunca más ante la odiosa tentación del pase atrás.

Entonces lo pusieron de delantero, su vocación debería ser la de ariete y su lugar de trabajo el área de penalti de los contrarios, le encomendaron ser indefectiblemente el más adelantado en cada ataque, respondería al nombre de Obús.

En un principio sus éxitos fueron modestos, todavía durante algún tiempo siguió siendo involuntariamente, en grado excesivo, una rémora y un ralentizador en lugar de ser el hombre que abría las defensas y finalizaba los ataques, era su vieja personalidad que aún quedaba en él.

Pero después de tres partidos metió su primer gol, fue un tremendo zambombazo con la izquierda desde el punto de penalti, las falanges del portero se ennegrecieron y se le rompieron.

Y todos dijeron: ¡Ahora sí que se ha soltado!

Pronto se convirtió en el goleador más eminente del reino, su nombre, Obús, estaba en labios de todo el mundo, obligaba a la pelota a entrar una y otra vez en la portería con ayuda de todas las fuerzas de su cuerpo y su alma, utilizaba todas las partes permitidas del cuerpo de manera que, finalmente, se le cubrieron de rugosas durezas y callos.

Ahora lo más notable de su vida: que metía uno o varios goles en cada partido, este acto decisivo de sagrada e irrevocable conclusión y consumación.

Y los hinchas lo llevaban literalmente en palmetas.

Pasaron tres años, pasaron con vertiginosa rapidez y sin dejar la menor huella, lo mismo que un partido de fútbol.

En un partido en que se disputaba una enorme copa de plata repujada pareció que finalmente la fortuna abandonaba a Obús, se encontró frente a un defensa que jamás había retrasado la pelota a su portero, un líbero que no le permitió tocar la pelota una sola vez en todo el partido ni siquiera con la punta de la bota.

Cuando en la ampolleta del reloj del árbitro ya solo quedaban unos adarmes de arena, Obús aún no había marcado ningún gol. Sintió cómo una vez más estaba a punto de traicionarse y entregarse, la desesperación y la desconfianza crecieron dentro de él como retorcidos matorrales.

Entonces el líbero se quedó solo con la pelota a unos pasos de su área de penalti, el portero le había echado la pelota, un breve instante pareció vacilante y confundido.

Y Obús gritó: ¡No soy culpable de tu sangre derramada!

Luego se precipitó hacia adelante, pisaba el césped con toda la fuerza de que disponía e hizo sinceros esfuerzos para bramar como un toro.

Y una oleada de agobiante cansancio recorrió el cuerpo del líbero, el jamás había imaginado que algún día se vería tentado a dar un pase atrás. Luego lo hizo, tan pronto como hubo tomado su decisión se llenó de una fuerza increíble y un gran equilibrio interior, golpeó la pelota con dureza y decisión con el empeine derecho.

Pero Obús que ya no podía contener su ardiente voluntad de meter la pelota en la portería, voluntad ahora convertida en obsesión, pasó volando al lado del líbero como si se creyese capaz de alcanzar el balón que se escapaba, sí, estaba convencido de que iba a alcanzarlo, se precipitó hacia adelante como un toro rabioso aunque irrisorio, los hinchas gritaron su vibrante ardor hacia el cielo del atardecer coloreado de malva, la tremenda velocidad le plegó los brazos hacia atrás, y cuando solo le quedaban unos pasos hasta la portería, el portero ya tenía atenazada la pelota en sus brazos, entonces dio un salto espantoso, se lanzó hacia adelante de manera que voló por el aire como un faisán, y su frente fue a dar en el poste derecho a dos pies del suelo, chocó con tal fuerza y precisión que se abrió la cabeza y expiró como una víctima de un sacrificio ritual.

Fue enterrado con todos los honores que la ciudad pudo movilizar, la gran y resplandeciente banda municipal, un sinfín de banderas, caballos de patas rectas cubiertos de velos negros, seis sacerdotes y un obispo, plañideras, cerdos enteros al horno y un novillo de cuernos cortos asado. Y asistió el duque. Y un príncipe bastardo.

Y el alcalde. Y el mariscal.

Pero no Dios. No patentemente en ninguna de sus figuras.

No estuvo más presente de lo que suele estar cuando se entierra a alguien que se ha abierto la cabeza en un último esfuerzo abocado al fracaso o una esperanza vana o un último indecible pensamiento.

(mi agradecimiento al maestro Francisco J. Uriz, quien me acercó este cuento del libro de Torgny Lindgren “Agua y otros cuentos” publicado por Nórdica Libros, Madrid 2008)

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Uno de los sucesos más increíbles de la historia de los mundiales de fútbol sucedió en el de España 1982.
Los jugadores que integraban la selección de Kuwait habían estado concentrados dos años, el tiempo que duraron las eliminatorias clasificatorias para esa cita mundialista.
El emir kuwaití les había prometido 150.000 dólares a cada uno, si lograban la clasificación.
Kuwait llegó a España a jugar el Mundial que el emir había soñado, pero su rendimiento no fue el esperado.
El 21 de Junio de 1982 en el Estadio José Zorrilla de Valladolid el jeque Fahid Al Ahmad Al Sabah (foto), hermano del emir de Kuwait, quién harto del bajo rendimiento de su selección fue protagonista de un echo insólito: en el minuto 35, Kuwait perdía 3-1 con Francia (goles de Jean Tigana, Michael Platini y Didier Six), cuando la defensa kuwaití se detuvo debido al sonido de un silbato que parecía venir de la tribuna, creyendo que era del árbitro del encuentro.
Desde el palco principal del estadio, un individuo ataviado con vestimentas árabes, el jeque Al Sabah, hacia aspavientos indicando al equipo kuwaití que abandonaran el terreno de juego.
Tras varios minutos de incertidumbre, el hombre del turbante aparece sobre el césped entre el tumulto de jugadores y acompañado por varios escoltas. El público en las gradas y los jugadores franceses observan la insólita escena.
Tras una conversación con el árbitro soviético Miroslav Stupar, rodeado de jugadores y policías, Fahid Al Ahmad Al Sabah vuelve a amenazar con retirar a sus jugadores del terreno de juego si no se anulaba el gol.
Tras varios minutos de descontrol, el árbitro toma la inexplicable decisión de anular el gol.
El árbitro no había pitado, el gol era legal, pero las presiones del jeque surten efecto y el tanto no es convalidado.
Dicen los testigos que el ucraniano vio en la cintura del jeque un cuchillo tan amenazante como filoso. El partido se reanuda con un pique, la intervención del jeque Fahid no sirvió de mucho, minutos después Bossis decretó el definitivo 4-1.
Años más tarde, el 2 de Junio de 1990, Irak dio el puntapié inicial a la Guerra del Golfo al invadir Kuwait. Por dicha invasión el COI (Comité Olímpico Internacional) decidió excluir a Irak de los Juegos Asiáticos de ese año.
En represalia, las tropas de Saddam Hussein invadieron el palacio del COK (Comité Olímpico Kuwaití) y un pelotón se encargó de fusilar a todos los atletas que permanecían en el edificio y al jeque Fahid, que presidía dicho organismo.

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He sudado más en el banquillo que algunos en el campo de juego.

(JOHN BENJAMIN TOSHACK, ex jugador y entrenador galés)

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Era pobre, aunque he de reconocer que en mi vida nunca he trabajado, más que nada porque no sé hacer nada.

(ANTONIO CASSANO, jugador italiano, en su libro autobiográfico "Dicco Tutto" -Lo digo todo-)

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Toco y me voy (dedicado al club Danubio -ROU-)

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La Copa Libertadores, a su vez, entraba en su fase crítica histórica. Llovían reclamos de todos los medios acerca de la brutalidad criminal que imperaba en el torneo continental. Y Estudiantes, que seguía para 1970 en la cumbre de la Copa, viajó a Montevideo para chocar en el partido revancha ante los mirasoles de Peñarol. Y chocar es una buena forma de definirlo, sin eufemismos de por medio.
El partido de ida había sido para los de La Plata por uno a cero. Los platenses buscaban su tercera copa consecutiva, cosa que lograrían al empatar en cero en la capital uruguaya.
El ex jugador de Estudiantes "Tato" Medina recuerda: “Faltaban quince minutos para el final, empatábamos cero a cero, y cuando iba a sacar un lateral, Bilardo me gritó que lo hiciera engranar a "Tito" Gonçalves (foto). Empecé a demorar el saque, me acerqué al uruguayo y lo insulté para que reaccionara ahí mismo. Ni se inmutó. Me miró fijamente y me dijo ‘cuando termine el partido te vas a acordar de mí’. Pasaron los minutos, llegó el final y salí corriendo para celebrar con mis compañeros la tercera Libertadores seguida que ganaba Estudiantes.
De repente, sentí que me agarraban del cuello y me pegaban en la trucha. No recuerdo nada más. Cuando me desperté, estaba en mi cama, en el hotel, con una bolsa de hielo en el melón para achicar los chichones. Durante los diez días siguientes, mi única alimentación fueron líquidos que tomaba con una pajita. Recién entonces comprendí por qué le habían hecho fama de caudillo a Tito Gonçalves”.

(tomado de la página “En la tribuna”)

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El amor que uno tiene por el club, Newell’s en este caso, es mayor al que se siente por la Selección. La época de Bielsa, quizás, era algo distinta. Si vienen y me preguntan: ¿Elegí entre un título para Newell’s o uno para la Selección? Y casi te digo que me quedó con uno para Newell’s.

(EDUARDO VAN DER KOOY, periodista argentino)

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Oscar Córdoba pondrá en riesgo el nombre que tiene, porque es difícil ganarse la titularidad en buena forma a los 39 años. Yo desearía recordar a Oscar como lo ví.

(JORGE BERMÚDEZ, ex jugador de Boca Juniors, en el programa “Un buen momento”, de radio La Red, Argentina, opinando horas atrás sobre la posibilidad que el arquero colombiano retorne a la entidad de la Ribera)

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La tragedia que cambió el fútbol


El tiempo no ha logrado borrar de la memoria el horror de aquella tarde en Sheffield. 96 hinchas del Liverpool murieron por aplastamiento y asfixia en la tribuna oeste del campo de Hillsborough, en Sheffield. La tragedia significó el final de una época, el acta de defunción del fútbol como rito tribal de la clase obrera en Inglaterra y, en buena medida, en el resto de Europa.

De las consecuencias de aquel drama se deriva el perfil actual del fútbol: un espectáculo que se interpreta prioritariamente en términos económicos, propulsado por las grandes compañías de televisión, gestionado por magnates y arribistas, generador de un nuevo tipo de aficionado (el espectador virtual a través de la teletaquilla), aceptado como un colosal juguete por la sociedad actual. Por supuesto, el fútbol había perdido su inocencia en Heysel, donde murieron 39 hinchas de la Juve tras el brutal ataque de los hooligans del Liverpool. Fue su momento de máxima degradación, pero aquella tragedia repercutió principalmente sobre la conciencia del fútbol, a través de una perspectiva moral. El efecto de Hillsborough tiene otra naturaleza. Se relaciona con una mirada práctica, con el nacimiento de una nueva época que destierra viejos hábitos y alumbra un tiempo diferente.

El 15 de Abril de 1989, las hinchadas del Liverpool y el Nottingham Forest se dirigieron en masa hacia Sheffield, el lugar elegido por la Federación Inglesa para disputar la semifinal de Copa. El partido convocó a 25.000 aficionados de cada equipo, en su mayoría menores de 25 años. El escenario del partido era Hillsborough, un estadio construido en 1899 entre las callejas de una ciudad industrial. Un típico campo inglés: viejo, mal acondicionado, símbolo de un tiempo que llegaba a su fin. El tiempo del fútbol como gran bandera de las clases populares en Inglaterra.

Todo lo que podía ir mal aquel sábado de Abril, fue rematadamente mal. La tribuna oeste de Hillsborough, conocida como Leppings Lane, observaba todas las condiciones para convertirse en un matadero. Pequeña, seccionada por barras de hierro que actuaban a modo de rediles, precedida por escasos y angostos pasillos, rematada por una valla que impedía el acceso de los hinchas al terreno de juego.

A las 14.45, un cuarto de hora ante de comenzar el partido, la parte central del fondo se encontraba atestada de gente. Pero los seguidores del Liverpool continuaban entrando hacia ese sector de la tribuna. Algunos aficionados comenzaron a protestar a los agentes de policía por los primeros síntomas de aglomeración. Pero lo peor estaba por venir. A David Duckenfield, el superindente encargado de la seguridad, se le había designado en su puesto sólo 19 días antes. No contaba con experiencia alguna para manejar esa situación.

El partido comenzó a las 15 horas, pero las cámaras de la BBC dedicaban más atención a lo que sucedía en el fondo oeste que en el campo. Se hacía evidente la posibilidad de una catástrofe. Agolpados en el sector central de la tribuna, los seguidores del Liverpool pedían a los agentes que cerraran las puertas de acceso. Fuera del estadio, un número insuficiente de policías no conseguía detener a la marea humana que se dirigía desde el callejón de Lepping a las puertas de entrada del fondo oeste, atestadas de hinchas, unos con entradas, otros sin ellas. Dentro y fuera del estadio, reinaba la confusión y el pánico.

En los dos primeros minutos del encuentro, el Nottingham lanzó dos saques de esquina. Algo terrible debía suceder: algunos espectadores saltaron las vallas y entraron en el campo. Querían detener el juego. "Ahí dentro está muriendo nuestra gente", le dijo un aficionado a Alan Hansen, capitán del Liverpool. Pero el juego continuó, mientras cerca de 2.000 hinchas pugnaban por acceder al fondo oeste.

Un policía solicitó al superintendente Duckenfield el permiso para abrir una de las puertas. Duckenfield, que luego aseguró que la puerta fue derribada por los hinchas, dio el permiso para abrirla. La gente entró en tropel, aplastando, derribando, asfixiando. La tragedia era irremediable. Sin embargo, la policía se negó a abrir las portezuelas que daban acceso desde las vallas al terreno de juego. Se sentían más preocupados por impedir la invasión del terreno de juego que por aliviar el drama de la muchedumbre atrapada en el matadero.

El partido terminó en el minuto siete, instantes después de un tiro al palo de Peter Beardsley. En el otro fondo del campo, la tragedia se había consumado. Las cámaras de televisión recogían la espantosa escena de cientos de hinchas luchando con desesperación por sus vidas. 96 personas no lo consiguieron. Se habló de la responsabilidad de los hoolingans, pero el desastre se consumó sobre todo por la incompetencia de la policía, por las deficientes condiciones del estadio, por el descontrol que presidió los acontecimientos de aquella tarde mortífera.

El juez Peter Taylor fue designado por el gobierno para investigar la tragedia, dirimir responsabilidades y elaborar un informe decisorio. En sus conclusiones, el juez Taylor propuso un nuevo escenario para el fútbol, en la confianza de evitar tragedias como las de Hillsborough. El gobierno asumió las directrices del informe, destinado a cambiar el destino del fútbol en el Reino Unido y, por extensión, en el resto de Europa.

Se eliminaron las vallas, se obligó a los clubes a disponer en los campos sólo de localidades de asiento, se instruyeron todas las medidas para convertir los estadios en lugares seguros y confortables. Fue el final del fútbol como una ceremonia tribal destinada a satisfacer el ocio de la clase obrera. Así había ocurrido desde el siglo XIX. A finales del XX, el fútbol es otra cosa. Es el tiempo del dinero, del comercio, de la televisión, del espectador virtual que no ocupa su asiento en el campo, sino en el sofä de su salón. Es el fútbol que nació de la tragedia de Hillsborough.

(artículo de Santiago Segurota publicado en el diario “El País” de España del 15/04/1999)


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El diario sensacionalista The Sun señaló a los culpables de la tragedia de Hillsborough. Bajo el título "La verdad" (The truth) y siguiendo testimonios de los responsables policiales, acusó a hinchas reds de robar a los muertos y orinarse encima, así como de golpear a agentes y sanitarios, además de generar el problema por estar borrachos. Ni un solo fallecido dio positivo por alcohol en las autopsias. En Liverpool todavía se toman represalias contra The Sun y su ofensa.
Según las evidencias recogidas por el juez Taylor en sus investigaciones, la negligencia policial fue manifiesta. El responsable del operativo se empeñó en meter a 3.000 hinchas en una zona para 1.600 para evitar incidentes en el exterior, sólo se habilitaron dos puertas y, cuando ya había decenas de cadáveres y el partido estaba suspendido, el inexperto oficial al mando pidió permiso al superintendente Duckenfield para abrir las salidas de emergencia y dejar que la gente escapara por el césped. Le fue negado.
Dos hipótesis afectan al trabajo de Duckenfield. "Si vio morir a los chicos y no hizo nada, no es humano", justifican los voluntarios de la campaña para la justicia. Y, "si no vio a la gente morir a través del televisor, ¿dónde estaba?". En Liverpool juran que, tarde o temprano, se hará justicia y alguien pagará por sus 96 muertos, que nunca caminarán solos.

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De no haber sido futbolista, habría estado allí, animando al Liverpool. Durante seis meses no pude volver a pisar un campo. Tenía amigos en la grada y no pude hacer nada por salvarles. Aún me cuesta hablar de aquello. Vuelven a mí imágenes terribles. Todos se merecen justicia. Tarde o temprano, se sabrá la verdad.

(JOHN ALDRIDGE, ex jugador del Liverpool, quien vivió desde el césped el infierno del 15 de Abril de 1989 en Hillsborough)

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Regalo de Reyes (Guillermo Rönnow - Argentina)


* Cuento infantil

Facu había estado lodo el día escribiendo la carta.

-Dejala así y andá a acostarte -le había dicho la madre.

Era cinco de Enero y a él no lo conformaba que estuviera escrita así nomás. Quería que quedara linda. Pero sobre el regalo que esperaba no tenía dudas: una pelota de verdad. Número cinco profesional; la pelota oficial, la que usa la selección.

Se despidió, entró en el cuarto y se desvistió. Aunque no quería dormir. Quería aguantar con los ojos abiertos. Quería ver si los escuchaba. Al rato, el sueño empezó a empujarlo. Entonces, prendió el televisor y lo puso bajito, para que no lo oyeran y para no quedarse dormido.

Cambió de canal hasta encontrar algo que no fuera para grandes. En el siete, encontró un programa en el que daban pedazos de partidos. Vio goles de Cambiasso, de Riquelme y de Romagnoli.

Después de un par de propagandas, empezaron a dar los mejores goles de Maradona.

Empezaron a jugar y un defensor sacó la pelota por encima del alambre. Pateó tan fuerte que la redonda cayó donde estaban los tipos disfrazados.

El partido se corría con todo. El estaba jugando bien, aunque se sentía nervioso. La hinchada había coreado su nombre. Faltaba poco para que terminara el primer tiempo, cuando el cinco le pasó la pelota e hicieron una pared con Diego, que no terminó en gol por muy poco: pateó apenas desviado, pero igual el diez lo aplaudió. Se sintió orgulloso. En el vestuario lo felicitaron.

Empezó el segundo tiempo y se largó a llover. En esa parte hizo algunas jugadas buenas y otras, no tanto. Pero nadie le hacía reproches. Seguían cero a cero y todavía había tiempo para ganar.

Después de un rebote, volvieron a juntarse con Diego y cada uno hizo una gambeta hermosa. Cuando iba a marcarlo un defensor, "el genio" (Maradona) le devolvió el pase justo. Entraba al área y vio que el arquero se apuraba a salirle todo despatarrado. Apretó los dientes y sintió que su mamá lo llamaba. Ella lo besó y le mostró el regalo. Cuando la vio junto a sus zapatos, le pareció que la pelota estaba embarrada. Después se dio cuenta de que no. Se volvió a acurrucar y dijo que tenía mucho sueño. Dijo que quería dormir un poco más.

Cabeceaba de sueño, pero se mantenía con los ojos abiertos gracias al relator, que gritaba como un loco cada vez que Maradona convertía un gol. Hasta que volvieron a pasar publicidad y se quedó dormido. La tele quedó encendida.

Y, dormido, soñó que jugaba. Era la cancha de su equipo y aparecían todos sus ídolos. Ellos y él. Las tribunas estaban llenas y se jugaba la final del campeonato. Pero había un colado: a la izquierda de él, que jugaba de nueve, estaba Maradona. Antes de que empezara el partido, vio que desde la platea, Brenda, su compañera de banco, le deseaba suerte. Cerca de ella, estaban su mamá y su papá, y unos hinchas disfrazados de reyes. Uno tenía piel morena. Estar en la final, le parecía un sueño.

(tomado de el libro “Cuentos de fútbol para chicas y chicos”, Editorial Estrada, 2007)

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El día anterior al decisivo partido entre Italia y Argentina en el Mundial de 1990, Maradona, aprovechando que el cotejo se jugaría en Nápoles, realizó unas declaraciones dirigidas a los sureños: “... me disgusta que ahora les pidan a los napolitanos que sean italianos y que alienten a la selección. Nápoles fue marginada por el resto de Italia. La han condenado al racismo más injusto...el norte los desprecia, no los considera como parte de Italia. ¿Van a alentar a los que los consideran extranjeros en su propio país o me van a apoyar a mí que soy uno de ustedes?...”
Los hinchas napolitanos no hicieron esperar a Maradona con su respuesta, en una de las cabeceras del estadio se podían leer varias banderas que decían: “Maradona: Nápoli te ama pero Italia es nuestra patria” y “Diego en los corazones, Italia en los coros”.
Incluso el jefe de la barra brava del Nápoli (auto proclamada Curva B), Genaro Mutori, alias Palumbella, tuvo que realizar una proclama oficial: “Haremos fuerza para que gane Italia, pero respetando y aplaudiendo a los argentinos”.
Los principales diarios de Italia, los días previos al cotejo titularon: “Ahora, Italia contra Maradona”, “Querido Diego, nos vemos en tu casa”.
Incluso la bandera argentina que había sido izada en la concentración argentina, apareció arrancada e incendiada, luego se supo que dicho acto lo había realizado el propio entrenador de la Selección Argentina, Carlos Salvador Bilardo, para tocar el orgullo de sus dirigidos.
Pero a pesar de la propaganda mediática adversa, los napolitanos aplaudieron el himno argentino de principio a fin.
El propio Diego, lo recordaría años más tarde: "...Yo no había intentado una sublevación de los napolitanos contra el resto de los italianos, cuando jugamos allá, porque yo sí sabía y sentía que los napolitanos eran italianos también... Pero eran los otros italianos, los que no vivían en Nápoles, los que no querían enterarse, los que no querían aceptarlo: solo aquel día, el día del partido, se dieron cuenta de que los napolitanos también pertenecían a Italia y podían ayudar a la selección...
Yo sabía muy bien lo que nos ocurría cuando íbamos a jugar de visitantes, aquellos carteles de "Bienvenidos a Italia", "Lavatevi", "Terroni". ¿Por qué quería esconder aquel racismo?, ¿por qué no lo iba a recordar justo en el momento en los italianos, por interés, querían agregar a Nápoles en su mapa?. Jamás pretendí que hincharan por mí, jamás... Pero me querían, me querían tanto, que la Curva B gritó mi gol de penal contra Italia, lo gritó. Porque argentinos no había tantos y el grito yo lo escuché... El problema es que lo escucharon todos, todos... Y no me lo perdonaron".

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Esa pregunta me la hice muchas veces yo después. Cómo reaccionaría un torturador al escuchar nuestros goles por ejemplo, si se ‘ablandaría’ un poquito, porque estaría más contento porque Argentina ganó. Pero al mismo tiempo significaba más tiempo de permanencia en el poder para el Gobierno, más tiempo de permanencia para el torturado...
¿La respuesta? No, no la tuve.

(OSVALDO ARDILES, ex futbolista argentino reflexionando sobre el Mundial 78 y la situación política imperante en esos momentos en Argentina)

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Para muchas personas el amor es cómo el fútbol: persiguen apasionadamente un objeto para darle un puntapié una vez que lo han alcanzado.

(ANÓNIMO)

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La firma (Martín Garrido - Argentina)


Ese seria el último, no había vuelta atrás, la próxima vez que se jugara el clásico, él estaría del otro lado, ya no vistiendo la verde y blanca a bastones que lució durante cuatro años, sino del otro lado, con la azul, con la de sus “enemigos”, la que siempre quiso ver derrotada, a la que le grito tantos goles. Los cuatro años habían sido por demás positivos para su estadística personal, ocho clásicos jugados, ocho ganados, veinticinco goles a favor (él aportó 15) y solo nueve en contra.

La historia cambiaria, allá por Marzo del próximo año estará del otro lado, con todos los que hoy serán sus compañeros del lado contrario, y el único que lo sabia era él.

El clásico se jugaba dos veces al año, una en Marzo y otra en Septiembre, en la cancha del Parque, a las 10 de la mañana, con un mundo de gente alrededor, casi siempre amigos y familiares y algún que otro imparcial. Entre los dos equipos había buena onda, pero no se regalaban nada, se jugaba como todo clásico, a dientes apretados y salían partidos horribles.

Durante las últimas semanas se preguntaba, se reprochaba, como había decidido firmar, porque puso fecha y hora, como se dejó convencer tan fácil. Talvez la insistencia de Marisa, su novia de hace tres años, o por su vieja que quería un cambio de aires para él. Primero estaba embalado, le gustó la propuesta y le dio para adelante, pero ahora la idea del arrepentimiento le daba vuelta en la cabeza, estaba desorientado, perdido.

El día del partido le costó armar el bolso, tardó un montón en enrollar las vendas, lustrar los botines, alistar la ropa. Llegó casi sobre la hora, en el camino se imaginó con la “azul” y rápidamente sacudió la cabeza para volver en si. Pensó que esta sería la última vez que tiraría paredes con el Pelu, que ya no volvería a tirar un pase en cortada sabiendo que Guille picaría al vacío, que nunca mas esperaría el centro llovido de Lucas en el borde del área, la próxima vez los tendría en frente y se le hizo un nudo en la garganta.

Fue todo el camino en silencio, casi llegando al parque, Marisa le preguntó -¿le dijiste a los muchachos?

-No, en el entretiempo les digo, o cuando termine.

Se cambió y empezó a calentar, sus amigos lo notaron distante, frío. Él miraba a los que serían sus compañeros y no podía entender su propia desición. “Con estos rústicos no gano un partido mas” se dijo.

No le salió una, ni un pase, una pared, un pique, un remate al arco, nada. El clásico terminó 1 a 0 gracias a una genialidad del Gaby, pero no hubo nada más. Se cambió rápido y se fue, no dijo nada, ni siquiera se quedó a comer la picada con los muchachos.

Los días siguientes estuvo raro, pensante y desaparecido.

El primer viernes de Diciembre, a las 11, debía firmar. Estaban todos, la vieja, el padre, los hermanos, Marisa, sus viejos, fotógrafos, todos, hasta algunos de los muchachos del equipo se habían juntado en la esquina para ver si era cierto lo que les había contado Cachi.

No fue, no apareció. Lo buscaron por todos lados y nada, ni en el club, ni en el bar del Pua, ni en el laburo sabían nada de él. El Gaby y Damián se fueron en el “fito” a buscarlo a Claromecó, pero nada, se lo había tragado la tierra. Un hermano de Marisa fue a ver un conocido en la policía, el oficial Gorostegui, pero les dijo que tenían que pasar 48 hs, que cualquier cosa les avisaba.

El domingo a la mañana le mandó un mensaje a la vieja “estoy bien, no te preocupes, me vine a dedo al sur, cuando me acomode te llamo no digas nada, besos”.

Se rajó, no soportó la presión de cambiar de bando, de equipo. Intimamente sabía que no volvería, que ya no vería a los chicos, compañeros y rivales, que aquel había sido su último partido, su último clásico.

Su último “solteros contra casados”…

(Un gracias enorme al tresarroyense Martín por enviarme este cuento y poder compartirlo con todos ustedes)

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A pocos meses de finalizado el Mundial de México ´86, el ex arquero argentino Sergio Javier Goycochea, participó como invitado de un programa de televisión donde una tarotista le auguró un desempaño destacado en el certamen de Italia ´90.
Pasados los años, la Selección Argentina disputaba el segundo partido de la primera fase versus la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el 13 de Junio de 1990 en Nápoles, y a los doce minutos del primer tiempo, un desafortunado choque entre el defensor Julio Jorge Olarticoechea y el arquero titular Nery Alberto Pumpido, dejó como saldo la fractura de la pierna derecha del guardameta titular albiceleste.
Ante la imposibilidad de continuar el partido (y el resto del torneo), ingresó en su lugar el primer suplente, Sergio Javier Goycochea, quién se convirtió en el artífice de la llegada de su selección hasta la final luego de atajarle dos penales el 30 de Junio a Yugoslavia a los jugadores Brnovic y a Hadzibegic en cuartos de final y a Italia por la semifinal el 3 de Julio a Donadoni y Serena, en ambas definiciones por penales y en la cual dejó a los organizadores fuera del certamen.
Creer o reventar.

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