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Busquen un buen arquero, un buen cinco, un buen enganche, un buen delantero y después el resto cúbranlo con sus familiares si quieren.

(ÁNGEL LABRUNA,1918-1983, recordado jugador y técnico argentino, opinando sobre como armar un buen equipo)

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Si tengo que definir a Johan Cruyff, su primer año fue el mejor que le he visto hacer a un jugador del Barcelona. Después, como rendimiento, cero. Fumaba Camel sin filtro en la media parte de los partidos. Cuando llegó era un fenómeno y al segundo y tercer año ya no quiso entrenarse. Se estiraba en la sala de masaje y que lo hiciesen los otros. Preguntádselo y, si os dice que no, le explicáis que os lo ha dicho Sadurní. O el 'Chato', que era como me llamaban.

(SALVADOR SADURNI, ex portero del F.C. Barcelona desde 1961 a 1975, en el programa “¿Qué has comido?” de la emisora COM Ràdio, Noviembre 2008)

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No sean malos con el Cóndor Rojas (Samuel Orellana - Chile)


Quiso el triunfo cuando el triunfo era imposible.
Pidió comprensión. Le dimos la espalda.
Todos queríamos un pedazo de la torta,
un poquito de gloria para peinarnos en la mañana
antes de salir a la oficina.

No me vengan ahora a envolinar la perdiz
ni a darle lecciones a la historia, señores:
la honestidad no encontró silla
en nuestra mesa.

No sean malos con el Cóndor Rojas.
Y el que esté libre de pecado
que se meta la primera piedra
por la raja.

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El presidente del Valladolid le preguntó un día a Charles Rexach su opinión sobre Eusebio y Charly contestó: ‘No cabecea, no regatea a nadie, no es rápido, no es fuerte… pero jugando es un fenómeno’.
Empiezo por ahí para que se entienda por qué razón este ‘es un juego estúpido para personas inteligentes’.
No suele bastar la suma de algunas características para medir el valor de un jugador. Existen la visión, el sentido del tiempo, la astucia… y, a veces, ese tesoro suele estar escondido en un jugador de apariencia frágil y vulnerable, capaz de ver lo que otros no pueden ni espiar.

(JORGE VALDANO, reflexionando sobre el ex jugador vallisoletano y ex barcelonista Eusebio Sacristán. Párrafo tomado de su libro titulado “Apuntes del balón”)

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Vi al golero estético y se la tiré por arriba, fue un gol de odontología.

(NELSON PEDETTI, ex futbolista uruguayo de Nacional de Montevideo y con un extenso paso por el fútbol chileno, dejando para el recuerdo esta estupenda frase al ser entrevistado por Heber Pinto)

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Creo que tiene una personalidad inestable. Contrariamente a lo que muchos piensan, no es un Alex Ferguson. Es un rebelde y ha fracasado por su mentalidad de pit-bull.

(NIALL QUINN, Presidente del Sunderland inglés, ocupándose del renunciante entrenador del equipo, Roy Keane, quien dimitió el pasado jueves (4/12) mediante un mensaje de texto)

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Segundo tiempo (Carlos Béjar Portilla - Ecuador)


Eso mismo le digo. Si a "Cascarita" se le ocurre cruzarla por la izquierda así, en forma total, era seguro que yo la agarraba de chanfle, pero el otro aflojó y tuvo miedo de driblar en la línea de córner y para no perder el cuero prefirió, el menso, tocar los botines del back centro y los hizo refugiarse en el tiro de esquina. ¡Qué le cuento! Faltaban minutos para terminar y la general era un despelote completo, gritaban y ya invadían el grass para celebrar el empate y sacar a los locales en hombros. Con ese punto ganaban el campeonato. Bien aliviados nos íbamos a quedar, y eso que nosotros veníamos de sostener en Bolivia varias confrontaciones y en Montevideo las ganamos todas, para que vea nomás la experiencia que traíamos como visitantes.

Pero había que ver, los paisanos eran duros y el machete zumbaba en las dieciocho. El referí no decía nada, como que el muy torcuato ya estaba pitando cargado desde que empezó la complementaria y me derribaron un par de veces, a la altura de los veinte y los cuarentidós, cuando entraba embalado; por más que reclamamos, nada, nada. Al ver esto la defensa de ellos se avispó y comenzaron con los fauls descarados, si hasta me sacaron la manga de la camiseta, además que como nueve me tocaba la peor parte y usted siente que las cañoneras se le agarrotan y cuando corre en profundidad a buscar el claro o hace la pared con el interior es como que va con plomo en los botines. Eso siempre pasa a los cuarenta, así que no se puede hacer jugadas de fantasía y que me cache acariciar el cuero, las cascaritas se acaban, se busca el hueco para patear, pero todo se cierra. Ve únicamente defensas por todos lados, de manera que hay que retrasar el balón con las consabidas rechiflas de la general.

Me imagino aquí los nervios de toda la fanaticada oyendo la radio ya casi para finalizar y la vieja esperando que ponga el de honor que también nos hubiera dado el campeonato. En eso lesionaron al zurdo Gobea, cuando hacía una entrada de mucho peligro, arremetiendo por el centro y ya todos coreaban el gol, la bola que viaja al fondo de los piolines, y el referí no pita aplicando la ventaja y hace sonar el silbato sancionando el tanto. Faltaban treinta segundos. Era nuestra victoria y nos pusimos a brincar como niños en la grama. El estadio se derrumbaba de puro silencio, los paisanos se quedaron fríos cuando en eso el arbitro indica el punto en donde se cometió la infracción para que se cobre, anulando así nuestra conquista. Gobea se levantó y corrió como loco a reclamarle y todavía no salíamos de la euforia cuando ya lo había expulsado.

Esto me hace acordar de las finales que jugamos en Bogotá por la Libertadores. Era en el sesenta y dos y el respetable había colmado totalmente las aposentadurías del "Campín" sin dejar claros. Récord de taquilla que pasaba del millón de pesos. Nuestro cartel era fabuloso porque veníamos de cumplir una campaña de puros triunfos. Yo estaba en la cabeza de la tabla, veintidós goles en doce partidos. Gobea y el ñato Santacruz todavía andaban por el banco. Nos entrenaba Pepe Silveira que después se fue al Corinthians y nos impuso el cuatro a tres con un libero adelante, que ése era yo, como nueve, a pesar que algunas veces cambiamos las camisetas para confundir un poco a las defensas. El hecho es que tenían depositadas en nosotros todas las expectativas. En esa vez teníamos poca barra porque fueron pocos los aficionados que pudieron acompañarnos, no como en Guayaquil, un partido antes de la final, cuando la hinchada se venía estadio abajo ya que en los primeros cuarenta y cinco les habíamos metido cinco a los peruanos.

No se olvide que los del Rímac son lo que hay para un desmarque y juegan con profundidad. Perico Cruz era un show pateando desde las dieciocho pero no había nada que hacer, estábamos inspirados y atrás el patucho Carpió no dejaba pasar ni el aire. Comenzamos con el baile, la filigrana, el ballet funcionaba como nunca y nos marcaban el ritmo desde las tribunas batiendo las manos. Dos minutos antes el árbitro dio por finalizado el encuentro, porque el respetable empezó a invadir la cancha para sacarnos en hombros y todo era una locura increíble; las banderas, los pitos, los cohetes, encendieron los periódicos en galería, nos arrancaron en pedazos la celeste y al rato también me quedé sin los botines. Imagínese usted el recibimiento que me esperaba en el barrio. La vieja estaría llorando de pura emoción prendida de los comentarios finales en donde se iba a dar cuenta exacta de los tres goles que me tocaron, sobre todo del segundo que fue una jugada de mucha inspiración.

Vino un centro de la derecha para nadie. Sacó de lateral uno de los muchachos justo sobre mi cabeza, saltamos con el back y me lo llevé largo para bajarla con el pecho, driblar a dos más que se botaron y disparar de zurda al vuelo, bajo y cruzado sobre el parante derecho porque había visto con el rabillo del ojo que el man del arco andaba cazando moscas en el izquierdo. Un partido más y nos llevábamos la Copa. Por eso vino lo de Quito y como le dije era algo bárbaro que dos equipos nacionales se hubieran clasificado pero todos nos daban el mayor chance para el triunfo. Se sabía que los paisanos juegan recio y en cancha propia se creen como cuando le metieron dos a cero al seleccionado de Argentina, pero qué le íbamos a hacer, llevábamos la camiseta, usted sabe lo que son los colores, y teníamos fe absoluta en llevarnos los puntos.

El partido iba a ser de trámite violento por lo que se jugaba y le repito que en el área chica zumbaba la patada, además teníamos miedo de que el referí de puro bandido nos pite un penal en las postrimerías, así que había que jugar limpio abajo, entrándole al cuero con anticipación. Ya le conté cómo nos anularon el gol del zurdo Gobea faltando treinta segundos y estábamos jugando el descuento con el público metido en la cancha cuando un mal rechazo de la defensa permitió desviar la esférica hacia la izquierda en donde el ñato la cogió solo y enfiló potente cañonazo a media altura hasta el mismo fondo de las redes, así fue que nos llevamos la Copa. Ahora, si usted quiere que le cuente el partido que jugamos con Santos en el sesenta, pida media botella más de caña, bríndeme otro trago y verá lo que es candela.

(tomado de "Joyas de la Literatura Ecuatoriana", Círculo de Lectores, 1985, Quito, Ecuador)

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El inolvidable astro brasileño Edevaldo Isidro Netto, más conocido como Vavá, fue uno de los futbolistas que contribuyeron a que Brasil se coronara bicampeón mundial, tras ganar las Copas Jules Rimet en 1958 (en Suecia) y en 1962 (en Chile).
Vavá (nacido en Recife) quedó en la historia al ser el primer futbolista en convertir goles en dos finales del mundo consecutivas, y ganar el trofeo.
En 1958 anotó 2 para el triunfo de Brasil en la final ante Suecia por 5 a 2, y 1 gol en la final de 1962 ante Checoslovaquia (Brasil 3 a 1). Pese a esos títulos y a jugar en clubes como el Vasco Da Gama, Atlético de Madrid, Palmeiras, América de México, San Diego, en EEUU, y cerrar su trayectoria, en 1970, actuando para el Portuguesa de su país, tuvo un retiro con poco dinero en su cuenta bancaria.
Para colmo, no le habían hecho aportes jubilatorios y se le hizo difícil sobrevivir. Murió en 2002, a los 67 años, enfermo y angustiado por su situación económica. Para sobrellevar su hogar, su viuda, Miriam, recurrió a subastar la camiseta que utilizó su esposo y todo el equipo de Brasil en la final ante Suecia, en 1958. Una camiseta de color azul, y no la tradicional amarilla de Brasil. Dicha casaca se compró en Suecia, de apuro (los escudos y los números de las mismas se cosieron horas antes del partido), porque apenas unos pocos advirtieron que Suecia llevaba también la casaca amarilla.
Lo cierto es que esa camiseta de Brasil, única en su historia, quedó como una reliquia que a Mirian Netto le sirvió para aliviar su momento económico.

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Todos los futbolistas nos retiramos. Más pronto o más tarde. Es ley de vida. Y es, entonces, al mirar atrás, cuando te das cuenta de las cosas. Cuando ya no hay vuelta atrás. Y como ex futbolista sé que no hay nada peor que estar convencido de que en su día dejaste escapar cosas que tenías en la mano.

(JOHAN CRUYFF, ex futbolista y entrenador holandés)

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A Casillas no le gustan los partidos donde le rematan muy poco. Hay porteros que rezan por no tener que ejercer de porteros. A Casillas le ocurre lo contrario. Le gusta el guitarreo.

(SANTIAGO SEGUROLA, periodista español, en diario Marca del 16 de Junio de 2008)

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La promesa - (Eduardo Sacheri -Argentina- por Alejandro Apo)

1ª parte




2ª parte

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"Te necesito de lateral, Luquitas", le dijo un buen día de 1998 el “Bambino” Veira a Lucas Gatti (foto), hijo de Hugo Orlando Gatti, quien había llegado de Argentinos Juniors como volante ofensivo.
"Vas a ser un 3 fantássstico", completó el técnico para motivar a su jugador. El problema fue que al pibe justo le tocó vérselas de cerca con dos “pesos pesados” que enseguida le tomaron el tiempo: Maradona y Caniggia.
Al ver lo que estaba pasando, Veira decidió parar la práctica y hablar con su nuevo lateral izquierdo. "Luquitas, una barrrbaridad... Pero primero encargate de Cani y después de Diego", fue el consejo que le dio para evitar el 2-1. El Bambino dio media vuelta y comenzó a alejarse, pero a los dos pasos giró nuevamente y cerró su charla con Gatti: "Luquitasss, Caniggia es el rubio, eh".

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Tal vez habría que organizar un sextangular.

(REINALDO “Don Choco” SÁNCHEZ, ex Presidente de la ANFP chilena, con ideas claras acerca de la organización de un torneo y un tanto oscuras acerca de geometría)

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El árbitro tiene que saber a quién tiene delante. Los jugadores no son iguales. Yo no me dirigía igual a Butragueño que a Hugo Sánchez; con uno empleas un tono amable y reposado y con el otro tenías que ser mucho más enérgico poniéndole, además, la cara adecuada. Pero yo no inventé nada; está en el manual de los árbitros.

(VICTORIANO SÁNCHEZ ARMINIO, Presidente del Comité Técnico de Árbitros de España, en revista "Don Balón", Octubre de 2008)

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Un matrimonio sagrado


La mejor manera de explicar lo que significa ser hincha de un equipo de fútbol la dio el escritor inglés Nick Hornby en su libro “Fiebre en las gradas”, donde cuenta su relación de amor con el Arsenal londinense. Es como un matrimonio. Pero no cualquier matrimonio como los de ahora, que duran menos que el noviazgo. No, éste es un matrimonio estricto, espartano, victoriano. Indisoluble. Como dicen los sacerdotes, “hasta que la muerte los separe”. “Un matrimonio sagrado”, agregaría el cantante dominicano Juan Luis Guerra en su canción “Como abeja al panal”.
Un matrimonio, además, que no concibe la infidelidad. El hincha de Santa Fe jamás tendrá un affaire clandestino de dos semanas con Millonarios, el otro equipo de Bogotá. Si acaso, furtivos y pasajeros amores platónicos con equipos de otras ciudades, como el Deportivo Cali, el Unión Magdalena o el Júnior de Barranquilla, amores platónicos que se desintegran y vuelan por los aires el día en que estos equipos enfrentan a Santa Fe.
El hincha se comporta como un marido ejemplar, sumiso y leal. Acepta y asume los defectos de su equipo, como un esposo acepta que su señora ya no sea tan delgada como el día que se enamoró de ella, o que ronque, o que tenga ojeras y haga mala cara 18 de las 24 horas del día. Más allá de las iras momentáneas cuando el equipo juega mal. (En el caso concreto del Santa Fe, son veintidós años sin ganar ningún título.) Más allá de los airados reclamos al técnico de turno o a los ineptos jugadores que son incapaces de defender con decoro los colores del equipo. El hincha siempre termina en el estadio, siempre acompaña a su equipo en las buenas y en las malas y le cantará siempre, así sea en voz baja: “Olé olé olá/ cada día te quiero más.”
Y así como el marido paga cumplidamente las cuentas del hogar sin importar que a ratos éste se parezca más a un infierno que a otra cosa, el hincha le gasta plata al equipo. Y mucha. Antes bastaba con las boletas. Ahora no. También hay que comprar camiseta del equipo (que cambia de diseño o de fabricante en promedio cada seis meses y, por tanto, toca actualizarla), bufanda, bandera, el disco oficial con las canciones de la barra...
¿Y qué gana a cambio? Una serie de intangibles que sólo conoce quien es hincha de verdad. Un sentido de pertenencia tribal que no se consigue en ninguna otra parte del mundo, llámese triunfo electoral, concierto de rock de 100.000 personas o victoria militar. Un delicioso corrientazo por el espinazo cada vez que el equipo hace un gol, o le gana al enemigo eterno, y que se transforma en una sensación indescriptible que dura varios días. O años. En 1992 Santa Fe le ganó 7 a 3 a Millonarios y ese recuerdo, siete años después, todavía nos llena de orgullo a los hinchas del equipo rojo y se lo restregamos cada vez que podemos a los seguidores del equipo azul.
Una razón para aferrarse a la vida: no me puedo morir sin saber antes quién queda campeón este año o por cuánto le vamos a ganar a Millonarios en el próximo clásico.
Sin importar si uno elige bien o mal (Athletic de Bilbao o Real Sociedad, Boca Juniors o River Plate, Inter o AC Milan, Arsenal o Tottenham Hotspurs), el equipo de fútbol es sólo eso y nada más que eso: el único y verdadero amor de la vida.

(artículo de Eduardo Arias, periodista e hincha del
Deportivo Independiente Santa Fe, Bogotá, Colombia -1999-)

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Estábamos en la concentración de “Los Aromos”. Habíamos quedado de conversar cada uno con los dirigentes para dar una versión sobre el tema de los premios. Cuando estábamos cenando llegaron los dirigentes y llamaron al Tito Goncálvez, a Maidana y al Pepe Sasía. Cuando regresaron le digo: "Oye, Pepe, ¿para qué te han llamado?" "Nos llamaron para arreglar los premios", "¿cómo? ¿no habíamos quedado que cada uno iba a dar una versión? Yo no sé lo que arreglaron ustedes". "¿Qué, no te gusta? -me respondió él-" "Dejá, si ya arreglaron ya arreglaron" le dije, pero quedó la intriga. "Si quieres reunimos a los dirigentes y hablamos de vuelta" me ofreció. "No, dejá", le dije.
Al día siguiente jugábamos contra Líverpool, en Belvedere. Estaba jugando la reserva. Nosotros en la tribuna, y de pronto nos miramos cara a cara con el Pepe. ¿Querés algo conmigo?" preguntó. "Lo que quieras, pues". "Bueno, vamos calladitos al vestuario". "Vamos pues". "Nada en la cara ¿de acuerdo?", nos pusimos de acuerdo, para que nadie se diese cuenta y nos agarramos meta golpes. De pronto tocan a la puerta, porque había terminado el primer tiempo y las reservas se tenían que cambiar. "¡Abran!" gritan.
Nos arreglamos como pudimos y abrimos, pero nos encontraron agitados y dijimos que estábamos calentando. Después empieza el partido y todo normal; "damelá, Pepe", "damelá, Juan". Ganamos cinco a uno. Enseguida en el vestuario, nos estábamos bañando y nos cruzamos otra vez. "¿Quieres seguirla?" preguntó. "Ya, pues" contesté. Y otra vez. A la salida, yendo cada cual hacia su auto, me gritó: "Oye, Joya, nos vemos el martes". "Ya. Para la próxima mis asuntos me los arreglo yo" le grité. Y así ha sido. De ahí quedamos íntimos amigos. Tanto que al siguiente entrenamiento me llevó en el auto de él, un Peugeot de aquellos años, a tomar cerveza al Ipiranga y nos quedamos hasta las seis de la mañana. Era un gran muchacho. Una lástima que haya partido.

(JUAN JOYA CORDERO, 1934-2007 -foto-, ex jugador peruano de Peñarol en la década del ‘60, recordando viejos tiempos en la entidad carbonera)

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El fútbol no es realmente sobre ganar, o goles, o atajadas o hinchas. Se trata de gloria. Es hacer las cosas con estilo, con un firulete; es ir a darle palos a los otros, no esperar que se mueran de tedio; es soñar con la gloria que nos dio el doblete (Copa y Liga).

(ROBERT "Danny" BLANCHFLOWER, ex futbolista y manager irlandés, jugó entre 1954 y 1964 en el Tottenham Hotspur)

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Los grandes defensores del fútbol siempre han considerado que el juego de manos es juego de villanos.

(JULIÁN GARCÍA CANDAU, periodista y escritor español)

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El tango de Lavezzi (Nápoli - Italia)

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De vuelta del Mundial de 1958, los jugadores de la selección brasileña fueron recibidos por el Gobernador de Río de Janeiro. Los reunió en el estadio para conmemorar el acontecimiento del último triunfo conseguido por “la canarinha”.
Fue el primer mundial que ganaron los brasileños en una heroica final contra Suecia (5-2).
Entre los elementos de adorno y cosas que formaban parte del entorno y del acontecimiento había una jaula con una paloma. El Gobernador anunció que, como reconocimiento a la consecución de la Copa del Mundo, se iba a premiar a cada futbolista con una casa con jardín en la playa.
Garrincha se dirigió al gobernador y le dijo: “Señor, no me interesa la casa en la playa; yo tengo otro deseo”.
Se quedó mirando a la paloma y pidió su liberación.

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Fue la peor derrota de mi vida. Incluso Bilardo nos advirtió que si llegábamos a perder otra vez y quedábamos eliminados en la primera fase, él mismo iba a tirar abajo el avión con tal de no volver a la Argentina...

(SERGIO BATISTA, ex internacional argentino, recordando la derrota con Camerún en Italia '90)

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Riquelme es una expresión individual dentro de un fútbol con tendencia colectiva. Hoy está desafiante a la cultura imperante en el fútbol. Lo admirable es que aún sobreviva.

(JORGE VALDANO, opinando sobre Juan Román Riquelme)

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Cuatro líneas para cuatro arqueros (Arturo Corcuera - Perú)


Vitoreaban gol cuando 'el Mago' Juan Valdivieso se sacaba la pelota de la manga.

Jorge Garagate, relámpago dotado para atrapar la luna o una golondrina en el aire.

Teódulo Legario, portero suicida capaz de atenazar la pelota de los chimpunes de un tornado.

René Higuita, guardavallas que convirtió el veneno del escorpión en el dulce manjar de las tribunas.

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En los tiempos del gran Peñarol, Abbadie, Joya, Pedro Rocha, todos jugaban para mí. Yo sólo tenía que estar adentro del área y definir. Hoy el nueve casi no existe, y si existe juega tan solo que le es más difícil llegar a la red. Ese Peñarol tenía categoría y mucha escuela, porque Rocha era un talento impresionante, completo; el Pardo Abbadie, ¡por favor!, otro jugadorazo con una habilidad tremenda; el peruano Joya, con un pique y una velocidad imparables, llegaba al área de manera sorprendente… En fin, un equipazo con magia y clase que convertía muchos y lindos goles. Fue un momento notable el que me tocó vivir con Peñarol, y que marcó una etapa inolvidable en la historia del fútbol uruguayo y mundial.

(ALBERTO SPENCER, 1937-2006, ex futbolista ecuatoriano de imborrable paso por Peñarol de Montevideo, máximo goleador histórico de la Copa Libertadores con 54 goles)

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Tuvo una carrera completa en Hungría y la repitió en España con el Real Madrid. Por eso no es sólo un jugador de categoría mundial, sino que pertenece al reino de los sueños.

(GYULA GROSICS, portero de la selección húngara en la década del '50, opinando sobre Ferenc Puskas)

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Zoff defendía su meta con total rigor; mi estilo de juego pertenece a otro registro. Sinceramente, creo que los porteros estamos un poco locos. Nuestra función es especial, atípica, tenemos un carácter distinto.

(GIANLUIGI BUFFON, arquero de la Italia Campeona del Mundo en 2006, opinando sobre Dino Zoff, 112 veces internacional por Italia y participante en cuatro Copas del Mundo -1970, como suplente de Enrico Albertosi; 1974; 1978 y 1982-)

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Si lo hubieran visto al Pela (Martín Garrido – Argentina)


Los jóvenes se dirigieron al Almacén de la 33, en el único lugar que funcionaba un metegol fuera de temporada, compraron dos fichas y se dispusieron dos por lado. El dueño sabía que con una ficha trabarían la palanca para jugar unas bolas gratis pero no les dijo nada.

Los chicos jugaban al mismo tiempo que relataban el partido nombrando jugadores de moda, -“Rossi para Berta, Devaca para Luque, amaga, la toca para el centrooo, gooool de Bragieri”- “Bragieri, quien es Bragieri, si ustedes lo hubieran visto jugar al Pela, ese era un goleador, como definía el Pela”, dijo el hombre a medida que se acercaba a los muchachos.

La mujer cebó el primer mate, apoyó la pava en el mostrador, tomó un paquete de galletitas de la góndola y se marchó a abrir su peluquería, sabiendo que su esposo atacaría a los chicos con historias de Quilmes, de finales de los ochenta, con hazañas que no fueron y jugadores que ya nadie recuerda. “El Pela don Martín? ¿Y ese quién es?” preguntó uno de los chicos.

El hombre sacó de un cajón una carpeta polvorienta, y empezó a mostrar unos recortes de diario amarillentos. “Miren acá está, éste era un nueve, no como estos giles de ahora que hacen dos goles y se van a Europa. Miren que equipo, Amestoy, Morán Arias Coronel y González, De Sábato Silva y Abelen, Navarro Di Luca y Di Luca, ven este es el Pela, el Pela Di Luca, el mejor nueve que ví”.

El hombre acercó un escudo de Quilmes hecho en fundición, que un tío le había dado cuando trabajaba en la fabrica Istilart, y se le llenaron los ojos de lágrimas: “qué equipo por Dios, qué equipo” les dijo mientras sacaba un recorte cuyo título era “Ocho goles para cimentar una ilusión”. “¿Ocho goles don? ¿en serio?”. “Si pibe, ese era un equipo no como esos giles de Huracán que no le ganaron a nadie y llegaron a primera, por favor, antes no llegaba cualquiera eh, el cervecero se recorría toda la provincia, Dolores, Azul, Madariaga, Mar del Plata, Necochea, Bahía, y eran todos equipazos ¡eh! no te confundas pibe” “¿y salieron campeones jefe?” preguntó uno de los jóvenes, “no, después de hacerle ocho a Defensa de Dolores, perdimos en Necochea y no pasamos por un punto, si hubiéramos empatado pibe, si hubiéramos empatado…”

El hombre sacó una ficha de la caja y se las dio a los chicos “jueguen el último y vayan a la canchita, que en el club hacen falta jugadores de fútbol y no de metegol”.
Se quedó en silencio, guardó los recortes, acomodó el escudo en la repisa, se sirvió otro mate y meneando la cabeza repitió, “si lo hubieran visto al Pela, si lo hubieran visto…”

(Mi agradecimiento a Martín, fanático del cervecero tresarroyense, quien gentilmente me envió este cuento, y la imagen que lo ilustra, para compartirlo con todos ustedes. Gracias Martín!!)

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La visita de San Lorenzo de Almagro a España


En plena temporada de Liga, se inicia un descanso en la competición debido a la interesante jira (sic) que por tierras españolas ha de realizar el famoso conjunto argentino, campeón de su nación, San Lorenzo de Almagro. El fútbol del país unido al nuestro por estrechos e inquebrantables vínculos de sangre y hermandad, personificaba en aquellos instantes el de más clase de todas las naciones sudamericanas, y era lógico se quisiera cotejar la valía del español frente a otro de indudable categoría superior. Se hablaba ya de los ya famosos “gambeteos” y todo el mundo quería presenciar las maravillosas exhibiciones de un equipo que venía precedido de extraordinaria, y como se vio después, merecida, fama. Además, en sus filas, y como capitán del once, se presentaba nuevamente ante el público español, después de largos años de ausencia, nuestro compatriota el medio ala vasco Zubieta, que a los diecisiete años había vestido en España la camiseta internacional, y en aquellos instantes se decía mostrarse en la plenitud de sus facultades y juego.
El partido de presentación se realizó en el Estadio Metropolitano, frente a un equipo del Atlético de Madrid, en el que se observaban varias bajas sensibles en su conjunto. Constituyó el encuentro de punta a punta una auténtica y extraordinaria exhibición del San Lorenzo. El dominio de la pelota, verdaderamente cuajado de malabarismo, que ponían en práctica todos sus elementos y el acoplamiento de las diversas líneas con su espectacular raseado juego en corto trajo de cabeza al equipo madrileño, que pretendió batir con sus mismas armas al formidable contrario.
Nada pudo hacerse, y el once argentino, paseándose por el terreno, se apuntó la victoria por cuatro tantos a uno. Todo el mundo salió del Estadio Metropolitano convencido de que los conjuntos españoles nada tenían que hacer frente a tan caracterizado enemigo. Nadie se daba cuenta de que restaban unas armas de propiedad exclusiva nacional capaces de modificar de modo radical tan general criterio.
Y vino el segundo encuentro…

(tomado del “Libro de Oro del Real Madrid C. de F.", página 192, y que hace alusión a la gira de San Lorenzo de Almagro en el año 1946 por el viejo continente. Más información aquí)

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Para imponerse, el entrenador debe tener buenos conocimientos e inspirar confianza. No puede convertirse en un verdugo, ese error suele pagarse caro porque los grandes equipos, como las grandes empresas, se construyen con unidad y respeto mutuo, no con un látigo.

(PELÉ, ex jugador brasileño)

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El fútbol es un juego simple, lo difícil es hacer que lo parezca.

(RON GREENWOOD, 1921-2006, ex jugador y entrenador inglés)

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