Cada tanto recuerdo a Don Ernesto. No lo conocí personalmente, pero me parece. En la sangre heredada se reconocen las pasiones a simple vista.
Una de sus nietas, de nombre Poesía, compartió hace muchos años una charla a bordo de un tren que regresaba de un viejo caserío convertido en pueblo fantasma gracias a las maravillas del "déme dos" que supimos conseguir.
Llevaba una carpeta habitada de tesoros increíbles: recortes, poemas, fotos, y entre ellas, dos que para mí fueron escenas de un partido que vi alguna vez desde una popu soleada y bien dominguera.
Estirpe de arquero en cada palmo de estatura, y hasta en la sombra. Actitud. La valentía podía medirse en el desafío de la mirada atenta. En la tensión de los muslos en el salto. Sobrio, Decidido.
Una de las fotos lo mostraba gateando hacia un balón envuelto en chispas. Mirando la bola de los encantamientos que le llegaba como enviada mágicamente por la cámara fotográfica.
La otra cartulina casi sepia lo reproducía en plenitud. Saltando para colgarse de esa luna marrón llena de costuras, todo largo, flaco y largo, con los antebrazos pegados al pecho y la cabeza erguida como invocando a los dioses de las alturas.
Don Ernesto Montemurro. Le decían "Fosforito".
Jugó en San Lorenzo y el "Ñuls" de no recuerdo bien qué año. Tuvo intervenciones sobresalientes. De esos arqueros que defendían la valla como a su casa. A diente apretado.
Una vez se escuchó decir en la tribuna: "cuantos patriotas así se necesitan!". Eran tiempos difíciles, donde se construía el nuevo país en medio de una crisis fenomenal y la voracidad de afuera llegaba a morder los intereses nacionales como una ofensiva de River y de Boca con todas las estrellas juntas para el mismo tiro libre sobre el área chica.
Ernesto tenía la virtud de dejarse hervir la sangre en el silencio de las esperas de su patria chica.
Es que el área para el arquero es eso: Patria Chica; territorio de su exclusiva responsabilidad, donde el señoreo de la hombría no admite vacilaciones.
Y se dejaba hervir la sangre hasta que le llegaban.
Entonces la fuerza decisiva que se estiraba hasta echar por tierra la consagración adversaria.
Se le nota en el gesto que era más garra que técnica, más alma de arquero que producto del manual del técnico. Y con eso se nace.
"Podés tener mucha plata, un par de botines franceses si querés, la gorrita hecha a medida y una defensa impasable... pero si no tenés el alma cargada de munición gruesa no hay barrera que te salve, pibe" -le dijo una vez al purrete que alcanzaba la pelota en los entrenamientos-.
No llegó a ser el gran maestro, oficio que buena parte de los mejores arqueros consigue a fuerza de amor por el puesto. Pero me parece que nunca le importó mucho.
Tipo extraño Ernesto. De convicciones como la muralla china.
No se quebraba por nada, podía doblarse, como dice un amigo radicheta, pero quebrarse jamás.
Terco para tantas cosas que donde parecía flexible nadie le creía.
Cuando en los treinta se profesionalizó el fútbol largó todo, de bronca nomás.
¡Ponerle precio al amor por la camiseta! ¿A quién se le ocurre?
Pasó a formar parte del seleccionado mitológico del balompié. Algunos lo siguieron, se quedaron de empleados de los ferrocarriles o el correo, de comerciantes o vendedores de pilchas o verduras, pero no le dieron el gusto al capitalismo.
Se conformaron corriendo cada tanto en picados de casados contra solteros.
¡Má qué capitalismo!, gritaban en el café los muchachos que vieron en la profesionalización el toque justiciero que los transformaba en laburantes del oficio de encantador de multitudes.
Pero Ernesto no retrocedió jamás.
Creo que se despidió aquel año en que Gimnasia y Esgrima La Plata salió campeón. El último campeón del amateurismo, algo así.
En ese certamen, cuando enfrentó a los triperos, los saludó uno por uno... "ustedes se merecen el título, muchachos, vienen haciendo un campañón, felicitaciones".
Caballero el hombre, que se cansó de sacar taponazos esa tarde.
Ernesto se encerró en su duelo luego del último domingo de fútbol, y tal vez de aquella decisión haya nacido la piedra de su silencio que se prolongó durante días enteros.
Vivía el rito de escuchar la transmisión de los partidos en una soledad tan densa como la pasión que lo envolvía.
Sabía qué era todo eso de las esperas mientras la pelota circulaba por terreno neutral o en el campo contrario.
Sabía todo lo que había que saber cuando el nueve adversario encaraba derechito y sin marca el arco, que a veces, en esas situaciones, se hacía más y más ancho y más alto, y más grande, hasta alturas insospechadas.
A veces bajaba el volumen de la radio ante situaciones de peligro y las armaba mentalmente hasta definirlas, luego le ponía voz al spiker para constatar hasta donde su imaginación había podido anticipar la jugada. No se equivocaba demasiado.
Tenía el don de la fantasía. Ingrediente del espíritu que, si falta en un arquero, lo hace decisivamente de cartón pintado, de trapo sucio, de nada incompleta, incluso.
"Fantasía pibe... imaginación... imaginá la jugada, atenti, si no imaginás, nunca en tu vida vas a anticipar a nadie", le repetía al chico de la reserva, el flaquito de ojitos vivaces que se estaba haciendo en los entrenamientos de la primera.
Ernesto fue un gran tipo. Aunque le achaquen un defecto medio traído de los pelos, eso de la cierta indiferencia por la gente de su edad.
Y claro, los viejos ya estaban hechos y qué joder! Es el momento de la juventud. Con los jóvenes sí que le gustaba hablar.
A los pibes chicos les contaba cuentos, historias de fútbol, jugadas casi mitológicas en las que hasta ciertos piratas renombrados se animaron a entrarle de palomita a un centro bien servido.
Solía repetirle a los nietos, en rondas domingueras de sobremesa, y en patios veraniegos en donde se esperaba la voz para rodear la mesa familiar, la historia de unos conejos voladores que se divertían haciendo zig zag entre ramas de árboles, a ciento ochenta kilómetros por hora. Los chicos fascinados.
Él sabía lo que era volar.
Desplegó alas todos los domingos, hasta dejar las canchas y seguir estirándolas entre relatores y comentaristas que se colaban en el silencio de su cuarto.
Alguna vez dijo que él mismo había llegado volando desde un cuento de las Mil y Una Noches.
Sería cierto.
Tipo extraño el Ernesto de los Tres Palos.
Nunca le gustó conducir, ni aprendió siquiera, había cosas más importantes que guiar un auto, por ejemplo: apreciar el vuelo de los pájaros o del hombre. Eso sí que valía la pena! Pero se llevó los rumbos del aire consigo.
Ni el Ruso, su amigo de toda la vida, pudo arrancarle la fórmula. Cuando Ernesto andaba flojo de voluntades el Ruso se lo llevaba a la sinagoga para meditar. Cuando el Ruso atravesaba crisis existenciales, Ernesto lo invitaba a la Iglesia para pensar mejor.
"El silencio lleva las palabras del alma al rincón del tiempo en donde están las respuestas", le decía al Ruso, que lo miraba callado, a veces confundido, y le daba la razón nomás de escucharle siempre la misma frase.
¿Dónde quedaron esos disparos a quemarropa que le movieron todos los huesos?
¿Por qué túnel injusto se perdieron los aplausos y las ovaciones que cosechó en el puesto más ingrato del más bello de los deportes?
Don Ernesto. Flaco y duro, pura fibra. Manos fuertes y grandes, ojos bien atentos siempre.
Una sola cosa compitió entre sus gustos más apasionados con el fútbol: la buena comida.
Cuando sintió que ya no había tiempo suplementario, que se cumplía el alargue dispuesto por el Juez, se fue en medio de una medicada veda de cocina a comer un lechón reciamente adobado. Volvió para despedirse de la familia, de los amigos que tenía a mano y se durmió.
Digo: para siempre.
Hombre de decisiones valientes. Como todo buen arquero.
Con los jóvenes tenía una cosa... cierta afinidad... especial.
Los mocitos que ya sabían de pasiones y llevaban la sangre caliente dispuesta para meterle garra a la vida, para cambiar tanta cosa inútil por todos lados, se metían en los bolsillos, en cada charla, retazos de su corazón.
De los viejos qué decir.
Esa cuestión generacional de cierto nomeimporta que permitió que se profesionalizara el fútbol.
¿Parecerá poco?
(Mi agradecimiento a Gabriel Impaglione, escritor y periodista argentino, radicado en Italia, desde donde dirige la excelente publicación Isla Negra)
Ante los cambios realizados por Blogger, tiempo atrás, y que afectaron la plantilla de este blog hay textos largos que no se mostrarán totalmente. La solución a dicho inconveniente es hacer click en el título del artículo y así se logra que se muestre el resto de la entrada. Muchas gracias y disculpas por la molestia ocasionada.
El último arquero amateur (Gabriel Impaglione - Argentina)
En 1970, la dictadura militar construyó gigantescos estadios de concreto en las principales ciudades brasileñas; de todos esos monstruos de concreto, el “Zerao” (foto) es el más poético.
Zero sirve para denominar la línea de latitud cero, aunque también podría describir lo que sucede en Amapá: con un nombre que suena como un eufemismo para el vacío cósmico, qué lugar sería mejor para construir el Zerao que la Nada, un bocado de selva en el fin del mundo.
El estereotipo brasileño indica que sólo piensan en sexo y fútbol. Y con razón. ¿Qué hizo Gran Bretaña con el Meridiano de Greenwich? Construyó un observatorio, resaltando su privilegio longitudinal. ¿Cómo marca Brasil la línea de latitud cero? En el Zerao, el Ecuador señala la línea central. Cuando el árbitro lanza la moneda para el “cara o cruz” pregunta a los capitanes de los equipos: “¿En qué hemisferio quiere comenzar?”.
(THIERRY HENRY, futbolista francés, opinando sobre Carlos Tévez en diario "Clarín" del 13/07/08)
(NICK HORNBY, escritor inglés, “Fiebre en las gradas”, 1992)
Lo llevo en la sangre (Pablo Pérez - Argentina)
Tanto uno como otro tenían en común muchas cosas, profundamente queridos por sus pares sobresalían por su forma de hablar muy grotesca y con notoria falta de conjugación, su ignorancia en muchos temas, su gran corazón, su sentido de solidaridad, su poca cultura y su credibilidad hacia las cosas que uno les podía comentar, todos estos factores permitían que muchas veces fueran víctimas de situaciones divertidísimas.
Recuerdo con total claridad una tarde en los negocios de Nueva York, como se podrán imaginar un argentino con dólares en E.E.U.U. quiere comprarse todo lo que ve, sobretodo artículos de electrónica, lo nuestro no era una excepción, en esa época estaba de moda adquirir teléfonos inalámbricos, Carmelo me pidió asesoramiento sobre el aparato a comprar, teniendo en cuenta el alcance fuera de la base, la cantidad posible de almacenamiento en sus memorias, el contestador automático, su compatibilidad con nuestra red eléctrica, es decir contemple todo lo que un teléfono tenía que tener para su ideal funcionamiento en la Argentina, así fue y Carmelo contento como un niño compró su hermoso aparato, no viendo la hora de llegar a Bs. As. para instalarlo.
Ya de regreso y una vez retomada la actividad normal de entrenamientos, ocurrió lo inesperado por mí; Carmelo entró furioso al vestuario y me increpó de una manera matonesca, situación que llevó a todos mis compañeros a juntarse alrededor nuestro para interiorizarse de lo que pasaba, Carmelo insistía en que yo le había hecho comprar adrede un teléfono que no funcionaba en la Argentina.
Le pregunté que era lo que ocurría y me respondió con total naturalidad y muy seguro de lo que decía que no tenía tono en su aparato, es más, había pasado un papelón enorme frente a toda su familia de Temperley (unos 40) que se habían reunido exprofeso para ver la novedad adquirida en EEUU.
Después de mucho indagar comprobé que el susodicho pensaba que el teléfono debía funcionar en cualquier lugar donde se conectará, lo que el “gran Carmelo” ignoró, por supuesto uno lo descontaba, que era imprescindible tener una línea de teléfono, después de idas y vueltas confesó que él no tenía teléfono en su casa y que con el que había traído se le solucionaría el problema, las carcajadas por su ignorancia no tuvieron fin.
ex futbolista argentino José "Pepe" Castro)
(Sir ALEX FERGUSON, entrenador del Manchester United, ocupándose de Felipao en diario "As", Julio de 2008)
Etiquetas:
Brasil,
Entrenadores,
Flema británica,
Pegame que me gusta
0
comentarios
(ROBERTO FONTANARROSA, escritor y humorista gráfico argentino, 1944/2007)
Club Sportivo Cerrito (Uruguay)
Club Sportivo Cerrito, del barrio Montevideano del Cerrito de la Victoria, barrio obrero y laburador si los hay, de gente fuerte, guapa, solidaria y amiga como ninguna, ahí nació Cerrito hace más de 75 años.
Cerrito es sin dudas el club donde realmente su hinchada, su equipo y dirigentes son uno solo, están mancomunados, son lo mismo los tres (equipo, gente y dirigentes) se funden entre si y forman uno solo...
Cerrito conoció todo, es de un barrio muy humilde, estuvo en la “C”, estuvo en la “B” pasó muchas veces por problemas económicos y varias veces para tristeza de su gente tuvo algún año sabático, algún año donde no pudo jugar y tuvo que cerrar las puertas, la última vez fue en el año 2001 donde no pudo participar de la divisional “B”...
Cerrito nunca volvió, por que simplemente nunca se fue. Siempre en los momentos, donde por cuestiones económicas, la verdeamarela no estuvo en las canchas uruguayas, su gente nunca le dio la espalda, sino todo lo contrario. Siempre estuvo y son el motor principal del porqué Cerrito hoy existe.
Un gran amigo del Cerrito dijo hace poco: “este es el único cuadro donde vos le preguntás a un nene de tres años y a un abuelo de 70 que te diga cuál fue el mejor cuadro de Cerrito que vio hasta ahora y te dirán: el Cerrito 2004”... por la sencilla razón que en el 2003 Cerrito logró hacer un cuadro competitivo con la base del segundo semestre del 2002 y obtuvo a fines del 2003 el ansiado ascenso a la primera “A” del fútbol uruguayo.
Cerrito por primera vez logró el ascenso en el año 2003. El 2004 lo encontró en primera “A” del fútbol uruguayo, un sueño único para todo el mundo auriverde, logró el ascenso de forma que parece que lo hubiera armado un fan del Cerri, pero un fanático ¡eh! Se jugó una final contra el otro cuadro del barrio, contra Rentistas, Rentistas si tuviera que definirlo seria un cuadro de gente muy pecho fría que en las difíciles siempre falla...le ganó Cerrito la final de la “B” en el Estadio Centenario por 2 a 1 y dio la vuelta olímpica ante su rival de todas las horas y subió a Primera...
Cerrito no tiene cancha, pero si tiene la tercer hinchada del fútbol uruguayo, después de Peñarol y Nacional, los famosos Gitanos que nunca faltan...
Pensaron todos que Cerrito subía y listo no haría nada en primera. Lo miraban todos con cierto dejo de condescendencia, “el pobre cuadro que llegó un día”... se jugó un campeonato todos contra todos en la primera “A” se jugaron 16 partidos, de los cuales Cerrito ganó 10, perdió 4 y empató 2... eso le permitió sumar 32 puntos y salir segundo atrás de Danubio que siempre de la mano de los jueces llega lejos, pero eso es otra cosa. Lo importante es que Cerrito pasó del infierno al cielo, en resumen, en el 2001 no pudo participar, y en el 2004 es el subcampeón del primer torneo del fútbol uruguayo, una gran hazaña de este hermoso club...
El mellizo Menéndez era el golero. El capitán e ídolo histórico máximo del club y mejor persona “Coco” Benia, el hijo del entrenador Ricardo Moller, Rivero (el que mejor le pega en Uruguay a los tiros libres) y en el otro lateral el Fifi... en el medio un gran jugador como El “Beto” Acosta, un negro bien uruguayo con una habilidad espectacular, dicen que le pegó un baile a Uruguay en un partido amistoso antes de la Copa América que hasta ahora andan arreglándole la cadera a Pouso. Richard Requelme volante de ida y vuelta completito, Martín Trueba muy habilidoso, Júnior un brasileño todo terreno de los brasileños de ahora, pura sangre, Nicolás López que marca y muerde todo y también juega en el fondo cuando se lo necesita, Mauricio Pérez veloz puntero y goleador y otro brasileño Everaldo Ferreira que si le das medio metro de ventaja no lo agarras más, esto mas el entrenador Raúl Moller más algún suplente como el argentino Pablito Russo era Cerrito...
Dos perlitas maravillosas en su primer partido contra un grande en el Estadio Centenario le gana a Nacional 1 a 0, y también le gana a Fénix 2 a 1 con un gol del capitán y símbolo del cuadro como lo es el “Coco” Benia, fue en la segunda fecha y se le gana a un Fénix que estaba en la Copa Libertadores como Nacional... también son famosas las caravanas que hace su gente luego de los partidos cuando el cuadro gana (casi siempre hay caravana que se termina en la sede con los jugadores tomando algo )
Cerrito es una gran familia, y al que me hable mal de Cerrito se arma bardo, Cerrito es único e irrepetible como el sol… ¡Así es el humilde y laburador Cerrito del Cerrito de la Victoria!
(Agradezco a Daniel Ibarra por acercarme este apasionado relato acerca del club de sus amores: Sportivo Cerrito. Muchas gracias Daniel!)
Etiquetas:
Club-URU: Sportivo Cerrito,
Lecturas,
Uruguay
5
comentarios
-El negocio es muy grande y a la AFA le sirve, porque desde este lado también puede apretar a los clubes. ¿Cómo se consigue la plata hoy? Por Torneos. Ellos dicen que la televisión salvó al fútbol: ¡las pelotas! Los clubes están cada vez más fundidos y entregaron todos sus futbolistas. Independiente tiene dieciséis jugadores que no son suyos y en Junio del 2004 se le van todos. Y eso ya pasó.
-¿Por qué cree que para esta temporada se registraron tantos pases de entre equipos de Primera?
–Porque el circo necesitaba esta renovación. El peligro es que dentro de cuatro años nadie va a poder festejar un gol. Es todo una sanata, una vergüenza: negocio. Es ver cómo se reflota esto de la miseria, mientras se venden las últimas joyas afuera.
(NORBERTO "Ruso" VEREA, ex arquero del ascenso argentino, columnista en programas de radio y TV, en declaraciones al diario Página12 del domingo 31 de Agosto de 2003)
Etiquetas:
Argentina,
El Ruso,
Opiniones,
Pegame que me gusta
0
comentarios
(FRANCISCO "Pancho" LAMOLINA, ex árbitro argentino -1998-)
(DANIEL CÓRDOBA, técnico argentino -1996-)
Posee el récord de mayor cantidad de goles anotados en una temporada: 66 en el campeonato de su país en 1946, cuando se estaba forjando la gran selección húngara que le quitaría el invicto a los ingleses en Wembley...
Aquella Hungría se clasificaría subcampeona mundial de la Copa de 1954, que organizó Suiza, al perder una final increíble ante Alemania, cuando pese a ir ganando por 2 a 0, cayó por 3 a 2 (Argentina no participó de ese certamen)...
Deak, que jugaba para el club Szentolorinci, formó parte de la generación de futbolistas húngaros que hicieron historia, con jugadores de la talla de Puskas, Kubala, Czibor y Kocsis, a manera de ejemplo, aunque se quedaron con las manos vacías en cuanto a títulos...
En ese torneo, Sandor Kocsis fue el goleador con 11 tantos y Hungría resultó la selección más ofensiva con 27 goles en 5 partidos. Deak tuvo menos repercusión, pero quedó en la historia de los máximos goleadores de ligas locales...
Si podía aguantar mi entrada, es que estaba recuperado.
(PAUL INCE, ex jugador británico)
Etiquetas:
Anécdotas,
Flema británica,
Pegame que me gusta
0
comentarios
(JACK CHARLTON, ex internacional británico, "atendiendo" al ídolo del Liverpool)
La alegría es rojinegra (Hugo Alberto Ojeda - Argentina)
Un partido de fútbol es la estética de la humanidad condensada en 90 minutos.
El sueño de la alegría entrando en la realidad.
La luz haciéndose color.
La historia estallando en el minuto 21.
Algo infinito desbordando su inmensidad en la existencia cotidiana.
Banderas rojinegras flameando en los corazones. Libertarios.
El rojinegro es un solo color, vibrando y resplandeciendo cuando la alegría logra plenitud.
El juego no es trabajo.
La Lepra es salud.
Entre el infinito y la nada, hay un gol.
Pasión de pasiones. Siempre estuvo y estará.
Un gol, un padre, un hijo.
Algo tan mágico y sencillo como una pelota penetrando en el arco rival hace que las leyes de la física desnudadas por Newton exploten en la alegría colectiva de la hinchada. Gesto humano, desbordante placer ontológico, entristece a unos y alegra a otros. Pero este gol brilla, brilla en su ingenuidad,
1 a 0.
En el juego, como en la Revolución sólo se vence con la creación
En el universo rosarino, el infinito es rojinegro y el límite con la nada auriazul es una estrucutura mucho más compleja que en el resto del cosmos. Se juegue contra quien se juegue, en potrero o en estadio, en pata o con botines, cualquiera sea el lugar del mundo donde jueguen rosarinos, siempre es un partido entre la inmensidad y la pequeñez, siempre es un partido entre Ñuls y los hijos de Génova y Cordiviola.
El juego es creación inesperada e irrepetible.
La lepra es salud.
La alegría es rojinegra.
También los hermanos alemanes Berndt y K. H. Foster estuvieron en la final de una Copa del Mundo, en España '82, cuando Alemania cayó ante Italia en el estadio Santiago Bernabeu.
La primera vez que dos hermanos pudieron consagrarse campeones en un mundial representando a su país, fue en el certamen organizado por Suiza en 1954 cuando en la final, Alemania le ganó a Hungría por 3 a 2 y en el equipo germano estaban Fritz y Ottmar Walter.
Fue el 4 de Julio de 1954, en Berna, y los equipos formaron así. Alemania (3): Turek; Posipal, Liebrich y Kohlmeyer; Eckel y Mai, Rahn, Morlock, Ottmar Walter, Fritz Walter y Schafer.
Hungría (2): Grosies; Buzansky, Lorant y Lantos; Bozsik, Zakarias; Czibor Kocsis, Hidegkuti, Puskas y Toth.
El segundo caso se dio en el Mundial de Inglaterra, en 1966, cuando en la final entre el local y Alemania Federal, para el ganador jugaron los hermanos Jackie y Robert Charlton.
Etiquetas:
Alemania,
Argentina,
Holanda,
Hungría,
Mundial 1954,
Mundial 1966,
Mundial 1978
0
comentarios
(MARIO VARGAS LLOSA, escritor peruano)
(ALAN BALL, opinando sobre Bobby Charlton, ex compañero suyo en la selección inglesa)
Señora!... La pelota!... (Cristian Cáceres - Argentina)
Cuántos misterios se entretejían alrededor de aquella vieja que no nos devolvía las pelotas, ¿no?
Éramos tan chicos, y sólo nos importaba jugar a la pelota. No nos interesaba nada más. ¿La tarea? ¿La siesta? ¿Las plantas de la abuela? Naaaah!!!... el fútbol papá… nos interesaba la pelota, el jugar en nuestra calle de tierra, descalzos, con pelota de cuero, de plástico, o en las épocas más pobres, con la pelota de trapo. Incluso existió la pelota de basura, hecha con una bolsa plástica y papel adentro, pero no soportaban más de cinco minutos dentro del campo de juego. ¿Éramos felices? ¡Pero claro que éramos felices! Si nos pasábamos horas jugando, esos partidos interminables que terminaban 32 a 30, y que se daba por terminado porque el sol se había cansado de ser el reflector de nuestro estadio, y se retiraba prometiendo volver mañana, dejando la posta a la noche.
Todo era perfecto, de color de rosas, como en los cuentos de hadas. Todo muy lindo hasta que el balón iba a parar a la casa de “la vieja”. Nadie realmente sabía su nombre, sólo por su apodo, que comúnmente iba acompañado de un insulto, pero eso no va al caso que les cuente.
Había tantas incógnitas en cuanto a aquella señora que dormía la siesta, y que le molestaba cualquier mínimo ruido.
Se decía que era viuda, y que su marido había muerto de una forma misteriosa, que la Justicia la investigó, pero que salió limpia de culpa y cargo. Otros auguraban que en realidad nunca había logrado casarse, que sólo había tenido un novio, el cual estuvo a su lado sólo por conveniencia, quien la habría dejado plantada en el mismísimo altar, y que desde entonces odiaría a la sociedad toda, incluídos los felices niños.
Tantos misterios nos quedaron de esa infancia, tantos misterios sin resolver. Nunca supimos si era cierto eso de que embalsamaba gatos, si es que se veían fantasmas por las noches en su casa, o si tiraba las cartas para ganarse unos pesos extra y llegar a fin de mes.
Eran muchas las creencias y pocas las certezas. Entre las certezas, seguramente estaba el hecho de que si la pelota caía en su terreno ¡Olvidate papá! Tu pelota ya era historia. Podía tener distintos finales, es cierto.
Podía ser regalada a sus nietos, cuando éstos la visitaban una vez por año, seguramente esperando que eso les hiciera creer que era una “vieja buenita” y que la vendrían a visitar un poco más de seguido, obviamente que no lo lograba.
Podía ser que se la dé a los perros, y disfrutar cómo destruía el preciado esférico ante nuestra atónita e impotente mirada.
O el caso más aberrante, podía esperar a que cayera la noche, y entre penumbras, salir a su patio con un cuchillo de carnicero recién afilado en una mano, y la pelota bajo el brazo, arrodillarse en el centro de su jardín, y darle certeros puntazos a la pelota, para herirla de muerte, riéndose muy fuerte… a penetrantes carcajadas… para luego arrojar los restos al patio vecino, que vendría a ser el mío.
Nunca supe bien en qué momento dejé de jugar al fútbol con mis amigos en nuestra calle de tierra, descalzos, con nuestros distintos tipos de balones. Pero desde que dejé la actividad, automáticamente olvidé la existencia de aquella señora.
Lo que fue de ella es un verdadero misterio. A veces creo oír sus carcajadas en plena madrugada, y el sonido del cuchillo atravesando el cuero del balón.
Por todo este sufrimiento que nos dejó traumados de chico, esta señora se merecía ir presa, ojalá algún día la justicia haga algo por chicos como nosotros, que fuimos víctimas psicológicas de esta homicida impune de pelotas de fútbol.
(Mi agradecimiento a Cristian por permitirme subir este cuento a “Los cuentos de la pelota”)
La noticia fue levantada en varios medios periodísticos, y de ellos, uno digital informó en su introducción que "gracias a Scholl, a Pizarro y a Yellow Card, Bayern Munich aplastó a su rival en el Olímpico y se metió en la pelea por el título de la Liga alemana". ¿Yellow Card?
En efecto, en el cable de una agencia estadounidense -escrito en inglés- decía que Scholl anotó dos tantos y fue amonestado luego del segundo por el juez principal por sacarse la camiseta, revolearla y colgarse del alambre que separa la tribuna de la cancha.
Imaginamos que el autor de la nota sólo sabía español para pensar que Yellow Card (tarjeta amarilla en inglés) era un futbolista y, debido a las circunstancias del partido, el responsable de uno de los goles bávaros aquel día.
(CARLOS BILARDO, ex jugador y director técnico argentino, opinando en 1987 sobre el extraordinario delantero colombiano)
Etiquetas:
Argentina,
Colombia,
Diego Maradona,
El Diego,
El Doctor,
Opiniones
0
comentarios
(JACQUES THIBERT, periodista deportivo francés)
Etiquetas:
Francia,
Frases del fútbol,
Intelectuales y Fútbol
0
comentarios
Los goles (Ernesto Flores - Uruguay)
Desde los "importados" de Celio o Dely, hasta los "irreverentes" del Pichón o Ciengramos.
Los hay "avergonzados" de Revetria y Maneiro, junto con "los de media distancia" de Perucho y Lemos. Algunos agónicos como el de De Lima ante el América y otros repentinos, como los de Artime. Están los "casi olvidados" de Mantegazza o Pedetti, y los "con sabor a revencha" del Lucho Romero. Los "cargados de gloria" de Vitorio, y los "caídos del cielo" del Vasco. Los "que entraron definitivamente en la historia" como los 4 de Atilio y los "cargados de clase" de Ciocca, los "contagiosos" del Loco junto con "los históricos" de los Céspedes y los "recientes" de Suárez o Fornaroli, los "a lo guapo" del Chengue y Vidal González al ladito de los "exquisitos" de Zapirain o Scarone.
Se me hace que hoy, la puerta del armario... ¡va a quedar abierta!
cederme este relato para poder compartirlo con todos ustedes)

Etiquetas:
Club-URU: Nacional,
Cuentos de fútbol,
Uruguay
0
comentarios
Al recordar su frustrado ingreso al fútbol argentino, el chileno comentó en alguna oportunidad que “yo estuve con un pie en el fútbol porteño cuando Luis Seijo me quiso llevar a Huracán, y prácticamente con los dos cuando el que se interesó fue Independiente. Con este club ya había realizado, inclusive, la revisión médica, pero los dirigentes llevaron todo a la larga y no terminaban nunca de arreglar con Wanderers de Chile. Y entonces apareció Washington Cataldi: me subió a un taxi y aparecí en la Asociación Uruguaya de Fútbol firmando para Peñarol”.
El histórico dirigente los durmió a todos y terminó quedándose con un jugador que ayudaría a escribir la historia grande de su club.
Etiquetas:
Anécdotas,
Chile,
Club-URU: Peñarol,
Uruguay
0
comentarios
(JOSÉ NÉSTOR PEKERMAN, ex jugador y entrenador argentino)
El niño que perdió la pelota (Guillermo Jiménez Pavón - España)
El río era muy peligroso, pues raro era el año que no se ahogara alguna persona en él.
Los padres sabedores de lo peligroso que era, siempre les aconsejaban a sus hijos que no se bañaran en él, si no estaban ellos allí.
Los dos niños con tristeza miraban como el río, dando salpicones se llevaba su pelota y se quedaban sin juguete para jugar. Aunque pensaron meterse en el río para cogerla, se acordaron de los consejos de sus padres y prefirieron perder la pelota y no otra cosa.
Juanito, que era el dueño de la pelota (con temor), le dijo a su padre como la había perdido y este, creyendo que su padre le iba a regañar, se quedó sorprendido, cuando el padre le dio un beso y le compró, la mejor de todas las pelotas.