Si podía aguantar mi entrada, es que estaba recuperado.
(PAUL INCE, ex jugador británico)
Desde Ayacucho, Argentina, un humilde homenaje a esa gran protagonista del juego traducido en cuentos, frases y anécdotas.
Sabiamente la definió el viejo maestro Ángel Tulio Zoff, "lo más viejo y a su vez lo más importante del fútbol".
Ante los cambios realizados por Blogger, tiempo atrás, y que afectaron la plantilla de este blog hay textos largos que no se mostrarán totalmente. La solución a dicho inconveniente es hacer click en el título del artículo y así se logra que se muestre el resto de la entrada. Muchas gracias y disculpas por la molestia ocasionada.
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Un partido de fútbol es la estética de la humanidad condensada en 90 minutos.
El sueño de la alegría entrando en la realidad.
La luz haciéndose color.
La historia estallando en el minuto 21.
Algo infinito desbordando su inmensidad en la existencia cotidiana.
Banderas rojinegras flameando en los corazones. Libertarios.
El rojinegro es un solo color, vibrando y resplandeciendo cuando la alegría logra plenitud.
El juego no es trabajo.
La Lepra es salud.
Entre el infinito y la nada, hay un gol.
Pasión de pasiones. Siempre estuvo y estará.
Un gol, un padre, un hijo.
Algo tan mágico y sencillo como una pelota penetrando en el arco rival hace que las leyes de la física desnudadas por Newton exploten en la alegría colectiva de la hinchada. Gesto humano, desbordante placer ontológico, entristece a unos y alegra a otros. Pero este gol brilla, brilla en su ingenuidad,
1 a 0.
En el juego, como en la Revolución sólo se vence con la creación
En el universo rosarino, el infinito es rojinegro y el límite con la nada auriazul es una estrucutura mucho más compleja que en el resto del cosmos. Se juegue contra quien se juegue, en potrero o en estadio, en pata o con botines, cualquiera sea el lugar del mundo donde jueguen rosarinos, siempre es un partido entre la inmensidad y la pequeñez, siempre es un partido entre Ñuls y los hijos de Génova y Cordiviola.
El juego es creación inesperada e irrepetible.
La lepra es salud.
La alegría es rojinegra.
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Cuántos misterios se entretejían alrededor de aquella vieja que no nos devolvía las pelotas, ¿no?
Éramos tan chicos, y sólo nos importaba jugar a la pelota. No nos interesaba nada más. ¿La tarea? ¿La siesta? ¿Las plantas de la abuela? Naaaah!!!... el fútbol papá… nos interesaba la pelota, el jugar en nuestra calle de tierra, descalzos, con pelota de cuero, de plástico, o en las épocas más pobres, con la pelota de trapo. Incluso existió la pelota de basura, hecha con una bolsa plástica y papel adentro, pero no soportaban más de cinco minutos dentro del campo de juego. ¿Éramos felices? ¡Pero claro que éramos felices! Si nos pasábamos horas jugando, esos partidos interminables que terminaban 32 a 30, y que se daba por terminado porque el sol se había cansado de ser el reflector de nuestro estadio, y se retiraba prometiendo volver mañana, dejando la posta a la noche.
Todo era perfecto, de color de rosas, como en los cuentos de hadas. Todo muy lindo hasta que el balón iba a parar a la casa de “la vieja”. Nadie realmente sabía su nombre, sólo por su apodo, que comúnmente iba acompañado de un insulto, pero eso no va al caso que les cuente.
Había tantas incógnitas en cuanto a aquella señora que dormía la siesta, y que le molestaba cualquier mínimo ruido.
Se decía que era viuda, y que su marido había muerto de una forma misteriosa, que la Justicia la investigó, pero que salió limpia de culpa y cargo. Otros auguraban que en realidad nunca había logrado casarse, que sólo había tenido un novio, el cual estuvo a su lado sólo por conveniencia, quien la habría dejado plantada en el mismísimo altar, y que desde entonces odiaría a la sociedad toda, incluídos los felices niños.
Tantos misterios nos quedaron de esa infancia, tantos misterios sin resolver. Nunca supimos si era cierto eso de que embalsamaba gatos, si es que se veían fantasmas por las noches en su casa, o si tiraba las cartas para ganarse unos pesos extra y llegar a fin de mes.
Eran muchas las creencias y pocas las certezas. Entre las certezas, seguramente estaba el hecho de que si la pelota caía en su terreno ¡Olvidate papá! Tu pelota ya era historia. Podía tener distintos finales, es cierto.
Podía ser regalada a sus nietos, cuando éstos la visitaban una vez por año, seguramente esperando que eso les hiciera creer que era una “vieja buenita” y que la vendrían a visitar un poco más de seguido, obviamente que no lo lograba.
Podía ser que se la dé a los perros, y disfrutar cómo destruía el preciado esférico ante nuestra atónita e impotente mirada.
O el caso más aberrante, podía esperar a que cayera la noche, y entre penumbras, salir a su patio con un cuchillo de carnicero recién afilado en una mano, y la pelota bajo el brazo, arrodillarse en el centro de su jardín, y darle certeros puntazos a la pelota, para herirla de muerte, riéndose muy fuerte… a penetrantes carcajadas… para luego arrojar los restos al patio vecino, que vendría a ser el mío.
Nunca supe bien en qué momento dejé de jugar al fútbol con mis amigos en nuestra calle de tierra, descalzos, con nuestros distintos tipos de balones. Pero desde que dejé la actividad, automáticamente olvidé la existencia de aquella señora.
Lo que fue de ella es un verdadero misterio. A veces creo oír sus carcajadas en plena madrugada, y el sonido del cuchillo atravesando el cuero del balón.
Por todo este sufrimiento que nos dejó traumados de chico, esta señora se merecía ir presa, ojalá algún día la justicia haga algo por chicos como nosotros, que fuimos víctimas psicológicas de esta homicida impune de pelotas de fútbol.
(Mi agradecimiento a Cristian por permitirme subir este cuento a “Los cuentos de la pelota”)
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Admiro la garra charrúa* de los paraguayos.
(FRANCISCO "Murci" ROJAS, futbolista chileno)
*Charrúas: pueblo indígena originario de las tierras del actual territorio del… ¡Uruguay!
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El lunes 24 de Septiembre de 1928 los limeños despertaron sobresaltados. Los niños que vendían los periódicos voceaban titulares que hablaban de escándalo, de agresiones, de incorrecciones y de golpes a palos y a puño limpio. La comidilla del día era el final escandaloso que tuvo el primer enfrentamiento entre los equipos de Alianza Lima y la Federación Universitaria, partido que se jugó por la fase final del campeonato de fútbol de primera división de 1928. Destacaba la primera plana del diario la Prensa que titulaba: “Ayer en el Estadio Nacional: bochornoso escándalo”.
Cada una de las personas que fue al viejo estadio Nacional el día anterior, domingo 23 de Septiembre de 1928, pudo tener su propia versión de lo que allí había ocurrido. El problema lo tuvieron aquellos que no asistieron al estadio. Cada uno de los diarios ofrecía no sólo una interpretación diferente sino que, en algunos casos, eran contradictorios aún en reseñar los hechos que se habían producido en el partido.
Entre estas incongruencias destacaba la asignación de culpas: mientras unos decían que la culpa del escándalo la habían tenido los jugadores universitarios, disculpando a los aliancistas; otros decían que habían sido los de Alianza los iniciadores de los sucesos escandalosos; y otros más, aunque hablaban duramente acerca del comportamiento de los jugadores de Alianza, los excusaban culpando de su reacción a los yerros del árbitro. Incluso, hubo un diario que culpó a los jugadores de Alianza, pero no a todos, exculpó a los que siempre mantienen un comportamiento caballeroso.
El día del partido, el equipo de Alianza Lima tenía dos puntos más que el de la Federación Universitaria. Los blanquiazules estaban en el primer lugar de la tabla de posiciones de la liguilla -un mini torneo final donde jugaron los cinco mejores equipos- con cuatro unidades. Mientras el cuadro aliancista había obtenido los títulos de 1918, 1919 y 1927; el de la universidad debutaba en un torneo oficial.
El encuentro lo ganó la Federación por un gol a cero. Sin embargo, lo que más se recuerda no es que el jugador Pablo Pacheco haya anotado el gol. Lo que ha quedado registrado es que al final, el árbitro debió concluir el partido antes del tiempo oficial porque Alianza se había quedado con seis jugadores, tras sufrir la expulsión de cinco. En tales circunstancias y, de acuerdo al Reglamento, un equipo no puede continuar jugando, dando como resultado final la victoria de la Federación.
Mientras los jugadores de Alianza salían de la cancha, los aficionados universitarios reclamaron al aliancista Filomeno García, de profesión chofer, por su juego excesivamente brusco. Algunas frases duras surgidas desde la tribuna contra el jugador García hicieron que éste reaccionase, generándose una gresca. Cuando todos los aliancistas fueron en defensa de su compañero, los aficionados rivales les lanzaron bastones, lo que hizo que años después este primer partido entre Alianza y la Federación Universitaria fuera conocido como el “Clásico de los Bastonazos”.
Aunque algunos diarios dicen que el juez del partido, el uruguayo Julio Borrelli, se había parcializado con los universitarios, creemos que su versión puede considerarse la más imparcial.
El juez empezó anotando que al iniciarse el segundo tiempo pudo notarse que el juego empezaba a degenerar, lo que me obligó a amonestar a varios jugadores, previniéndoles que de continuar en esta forma tendría que aplicar castigos. La cuestión empeoraría: "Más o menos a los 25 minutos de este tiempo el jugador Miguel Rostaing embistió a puntapiés al jugador de las Casas, quien repelió el ataque, produciéndose un pugilato, en el que intervino también el jugador Quintana que la emprendió a golpes contra de las Casas. Con tal motivo expulsé del fiel (sic) a los tres jugadores que intervinieron en el incidente. Por esta causa se suspendió el juego por 4 minutos. Julio Borrelli, árbitro
Reiniciado el partido los jugadores del "Alianza" parecían preocuparse más de malograr físicamente a los contrarios que de jugar fútbol. Les hice diversas reconvenciones para ver si era posible encausar el juego a la normalidad; no obstante lo cual me vi obligado a expulsar primero al jugador Soria y luego al jugador Villanueva, por cometer ambos faltas muy graves.
Cuando faltaba diez minutos para expirar la hora reglamentaria el jugador Rostaing primero, cometió un foul penal de suma gravedad contra el jugador universitario Ruiz, por tal causa sancioné un penal, a la vez que indiqué que se retirara del campo al jugador causante. Sin embargo no hice ejecutar la pena porque, de acuerdo con la reglamentación internacional, no puede continuarse un partido con menos de siete jugadores por bando. Como el jugador Rostaing, que acabo de mencionar, era el quinto expulsado del team del Alianza, éste quedaba sólo con seis jugadores, razón por la cual di por terminado el match, continuando el score de uno a cero a favor de la Universidad.
Creo oportuno dejar constancia que en el transcurso de este halftime, el jugador Souza conquistó un gol más a favor de la Universidad que anulé por foul de este jugador a un zaguero contrario.
Cuando di por terminado el match, varios jugadores del "Alianza" al abandonar el campo provocaron incidentes con el público de las tribunas de preferencia, como es notorio.
Es cuanto tengo que informar a usted, señor Presidente.
Para el árbitro, entonces, los que provocan los incidentes del final fueron los jugadores de Alianza. En esto, sólo coincidirá con el diario “El Comercio”.
Por aquel entonces, hacia el final del Oncenio de Leguía, los diarios "La Prensa", "El Comercio", "La Crónica" y "El Tiempo" mantenían una importante página deportiva. Los dos primeros diarios coincidieron en darle la página completa a los sucesos escandalosos del clásico. Pero eso fue en lo que único que coincidieron.
Mientras para “El Comercio” los futbolistas de Alianza atacaron a los espectadores y se trabó un recio pugilato con ellos, sin reparar que en los palcos había elemento femenino; “La Prensa” sostenía que no se puede aceptar que se diga que los jugadores del Alianza provocaron al público. Los insultos y la provocación partieron de la tribuna de preferencia donde se hallaban los partidarios del equipo universitario, y la actitud de éstos no puede ser más censurable.
La subjetividad propia del individuo está presente en los cronistas que relataron lo ocurrido aquel 23 de Septiembre de 1928. Más aún, parece que el cronista de “El Comercio” hubiera sido hincha de los universitarios, mientras que el de “La Prensa” lo habría sido de Alianza.
Sobre estos sucesos escandalosos del final del partido, el diario “El Tiempo”, parece estar de acuerdo con "El Comercio", aunque dice que el causante de que el partido terminara con varios jugadores de Alianza provocando un alboroto en el que menudearon palos, trompadas y silletazos, fue el árbitro para quien pide a la Federación Peruana de Fútbol que le cancele el contrato.
Para el periodista de "La Crónica", el incidente lo iniciaron dos espectadores de la tribuna de a dos que, apasionados por los incidentes ocurridos en el campo de juego, discutieron acaloradamente. El cronista no lo afirma pero es de suponer que uno de estos aficionados era hincha de Alianza y el otro lo era de la Federación. La discusión creció tanto que el público se arremolinó provocando la intervención de la policía. La imprudencia y temeridad de Filomeno García, Rostaing, Quintana y otros jugadores del Alianza hizo que, para contrarrestar la protesta del público, se treparon a las tribunas. El público los repelió a puñadas y el escándalo cobró mayor intensidad.
Entre los jugadores que "La Crónica" salva de las críticas está Montellanos, a quien consideran caballeroso y pulcro.
"El Comercio" dijo que tras la expulsión del jugador aliancista Filomeno García, éste fue a las tribunas de preferencia donde uno de los espectadores le dirigió algunas frases duras. Saltó sobre la valla que separa los palcos y tribunas yendo contra los espectadores. Éstos castigaron al jugador. "La Prensa", en cambio, dijo que cuando algunos de los jugadores del Alianza abandonaban la cancha, luego que el árbitro diese por terminado el partido, fueron objeto de insultos de parte de un grupo de aficionados universitarios. Estos insultos se concretaron al jugador Filomeno García, quien exasperado se lanzó contra la persona que lo insultaba. En ese momento más de 20 bastones cayeron sobre este jugador, siendo agredido, además, con golpes de puño.
El apoyo total del diario “El Comercio” a las actividades deportivas de los universitarios queda demostrado cuando al final del primer enfrentamiento entre Alianza Lima y el equipo de la Universidad un numeroso grupo de entusiastas, entre los que la mayor parte eran estudiantes, cargó en hombros a los jugadores, organizando un desfile. [...] Llegados a las puertas de ‘El Comercio’, requirieron la presencia de alguno de sus redactores. El jefe de redacción salió y recibió una calurosa manifestación de simpatía. El señor De las Casas (jugador de la Universidad) reveló el objeto de los manifestantes, quienes habían querido venir a testimoniar su reconocimiento a este diario por la forma cómo habían sido siempre estimulados en sus prácticas deportivas. Se dieron tres hurras por ‘El Comercio’ y por la ‘Universidad’.
La Federación Peruana de Fútbol se reunió el martes 16 de Octubre en asamblea presidida por el doctor Eladio Lanatta y emitió el Boletín N° 162, haciendo conocer las conclusiones de la Comisión de Justicia sobre los acontecimientos del encuentro del 23 de Septiembre y que, entre otras cosas, eran las siguientes:
1. Hacer una reconvención al Club Alianza Lima.
2. Suspensión por el resto de la temporada a Miguel Rostaing y Julio Quintana del equipo Alianza Lima.
3. Amonestación para los jugadores Villanueva, García y Soria.
Así acabó el clásico. Con los universitarios festejando por las calles de Lima el triunfo de 1-0 y los jugadores de Alianza sancionados por el escándalo. Sin embargo, estas sanciones no se cumplieron. Los universitarios pidieron que los aliancistas estuvieran en los partidos de desempate. Y es que tras el triunfo, los universitarios igualaron a Alianza en el primer lugar del campeonato y debieron jugar dos partidos adicionales para definir al campeón de 1928.
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