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Los hermanos Willie y René Van der Kerkhof (en la foto, abajo, 3º y 4º de izquierda a derecha) jugaron la final del Mundial en Argentina en 1978, defendiendo a Holanda cuando perdieron ante el seleccionado argentino en el estadio Monumental de River Plate.
También los hermanos alemanes Berndt y K. H. Foster estuvieron en la final de una Copa del Mundo, en España '82, cuando Alemania cayó ante Italia en el estadio Santiago Bernabeu.
La primera vez que dos hermanos pudieron consagrarse campeones en un mundial representando a su país, fue en el certamen organizado por Suiza en 1954 cuando en la final, Alemania le ganó a Hungría por 3 a 2 y en el equipo germano estaban Fritz y Ottmar Walter.
Fue el 4 de Julio de 1954, en Berna, y los equipos formaron así. Alemania (3): Turek; Posipal, Liebrich y Kohlmeyer; Eckel y Mai, Rahn, Morlock, Ottmar Walter, Fritz Walter y Schafer.
Hungría (2): Grosies; Buzansky, Lorant y Lantos; Bozsik, Zakarias; Czibor Kocsis, Hidegkuti, Puskas y Toth.
El segundo caso se dio en el Mundial de Inglaterra, en 1966, cuando en la final entre el local y Alemania Federal, para el ganador jugaron los hermanos Jackie y Robert Charlton.

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Invito a los estudiantes de literatura a leer crónicas sobre fútbol para comprobar su vitalidad e imaginación, y apreciar una muestra de libertad y audacia estilísticas mayores. En nuestros días la crónica de fútbol es una formidable creadora de mitos... Es un espléndido surtidor de irrealidades que alimenta el espíritu imaginario de vastas multitudes.

(MARIO VARGAS LLOSA, escritor peruano)

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Bobby Charlton posee virtudes envidiables. Sobre todo, es un hombre callado que habla a través de la magia de sus botas. Allá donde íbamos, los aficionados al fútbol extranjeros, de todo el mundo sin excepción, sabían todo lo que hay que saber sobre Bobby Charlton. Era nuestro Pelé particular.

(ALAN BALL, opinando sobre Bobby Charlton, ex compañero suyo en la selección inglesa)

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Señora!... La pelota!... (Cristian Cáceres - Argentina)


Cuántos misterios se entretejían alrededor de aquella vieja que no nos devolvía las pelotas, ¿no?

Éramos tan chicos, y sólo nos importaba jugar a la pelota. No nos interesaba nada más. ¿La tarea? ¿La siesta? ¿Las plantas de la abuela? Naaaah!!!... el fútbol papá… nos interesaba la pelota, el jugar en nuestra calle de tierra, descalzos, con pelota de cuero, de plástico, o en las épocas más pobres, con la pelota de trapo. Incluso existió la pelota de basura, hecha con una bolsa plástica y papel adentro, pero no soportaban más de cinco minutos dentro del campo de juego. ¿Éramos felices? ¡Pero claro que éramos felices! Si nos pasábamos horas jugando, esos partidos interminables que terminaban 32 a 30, y que se daba por terminado porque el sol se había cansado de ser el reflector de nuestro estadio, y se retiraba prometiendo volver mañana, dejando la posta a la noche.

Todo era perfecto, de color de rosas, como en los cuentos de hadas. Todo muy lindo hasta que el balón iba a parar a la casa de “la vieja”. Nadie realmente sabía su nombre, sólo por su apodo, que comúnmente iba acompañado de un insulto, pero eso no va al caso que les cuente.

Había tantas incógnitas en cuanto a aquella señora que dormía la siesta, y que le molestaba cualquier mínimo ruido.

Se decía que era viuda, y que su marido había muerto de una forma misteriosa, que la Justicia la investigó, pero que salió limpia de culpa y cargo. Otros auguraban que en realidad nunca había logrado casarse, que sólo había tenido un novio, el cual estuvo a su lado sólo por conveniencia, quien la habría dejado plantada en el mismísimo altar, y que desde entonces odiaría a la sociedad toda, incluídos los felices niños.

Tantos misterios nos quedaron de esa infancia, tantos misterios sin resolver. Nunca supimos si era cierto eso de que embalsamaba gatos, si es que se veían fantasmas por las noches en su casa, o si tiraba las cartas para ganarse unos pesos extra y llegar a fin de mes.

Eran muchas las creencias y pocas las certezas. Entre las certezas, seguramente estaba el hecho de que si la pelota caía en su terreno ¡Olvidate papá! Tu pelota ya era historia. Podía tener distintos finales, es cierto.

Podía ser regalada a sus nietos, cuando éstos la visitaban una vez por año, seguramente esperando que eso les hiciera creer que era una “vieja buenita” y que la vendrían a visitar un poco más de seguido, obviamente que no lo lograba.

Podía ser que se la dé a los perros, y disfrutar cómo destruía el preciado esférico ante nuestra atónita e impotente mirada.

O el caso más aberrante, podía esperar a que cayera la noche, y entre penumbras, salir a su patio con un cuchillo de carnicero recién afilado en una mano, y la pelota bajo el brazo, arrodillarse en el centro de su jardín, y darle certeros puntazos a la pelota, para herirla de muerte, riéndose muy fuerte… a penetrantes carcajadas… para luego arrojar los restos al patio vecino, que vendría a ser el mío.

Nunca supe bien en qué momento dejé de jugar al fútbol con mis amigos en nuestra calle de tierra, descalzos, con nuestros distintos tipos de balones. Pero desde que dejé la actividad, automáticamente olvidé la existencia de aquella señora.

Lo que fue de ella es un verdadero misterio. A veces creo oír sus carcajadas en plena madrugada, y el sonido del cuchillo atravesando el cuero del balón.

Por todo este sufrimiento que nos dejó traumados de chico, esta señora se merecía ir presa, ojalá algún día la justicia haga algo por chicos como nosotros, que fuimos víctimas psicológicas de esta homicida impune de pelotas de fútbol.

(Mi agradecimiento a Cristian por permitirme subir este cuento a “Los cuentos de la pelota”)

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Bayern Munich había goleado al Arminia Bielefeld en la Bundesliga, con dos golazos del entonces internacional alemán Mehmet Scholl y con gran actuación del peruano Claudio Pizarro.
La noticia fue levantada en varios medios periodísticos, y de ellos, uno digital informó en su introducción que "gracias a Scholl, a Pizarro y a Yellow Card, Bayern Munich aplastó a su rival en el Olímpico y se metió en la pelea por el título de la Liga alemana". ¿Yellow Card?
En efecto, en el cable de una agencia estadounidense -escrito en inglés- decía que Scholl anotó dos tantos y fue amonestado luego del segundo por el juez principal por sacarse la camiseta, revolearla y colgarse del alambre que separa la tribuna de la cancha.
Imaginamos que el autor de la nota sólo sabía español para pensar que Yellow Card (tarjeta amarilla en inglés) era un futbolista y, debido a las circunstancias del partido, el responsable de uno de los goles bávaros aquel día.

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Willington Ortiz ha sido y es importante para el fútbol de Colombia. De haber estado en otro país hubiese tenido mayor trascendencia. Yo a Ortiz lo conocí muy bien y es un jugador excepcional en todo el sentido de la palabra. Como futbolista, todos lo saben, con las cualidades técnicas que lo convirtieron en insustituible. Él sabe hacer todo y con una modestia conmovedora. Debe quedar claro que Willington Ortiz significaba para la Selección Colombia que yo dirigí, lo que ahora significa para Argentina la presencia de Diego Maradona.

(CARLOS BILARDO, ex jugador y director técnico argentino, opinando en 1987 sobre el extraordinario delantero colombiano)

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El fútbol es algo que es más simple que la teoría de Einstein y más complicada que dos y dos son cuatro.

(JACQUES THIBERT, periodista deportivo francés)

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Los goles (Ernesto Flores - Uruguay)

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Se sabe que en el Parque Central, en el tramo final que va hacia la cancha, justo antes de subir la escalera, en algo que parece ser un recodo, hay un armario. No es divisable todos los días, ni por todos, es más, hay algunos que nunca han logrado verlo, pero, ahí está... asombrosamente pequeño para su contenido, no guarda allí zapatos para un cambio de último momento, ni vendas o linimento para una urgencia, no, lo que atesora este armario, colgados en perchas que simulan arcos son...goles. Los hay de los más variados.
Desde los "importados" de Celio o Dely, hasta los "irreverentes" del Pichón o Ciengramos.
Los hay "avergonzados" de Revetria y Maneiro, junto con "los de media distancia" de Perucho y Lemos. Algunos agónicos como el de De Lima ante el América y otros repentinos, como los de Artime. Están los "casi olvidados" de Mantegazza o Pedetti, y los "con sabor a revencha" del Lucho Romero. Los "cargados de gloria" de Vitorio, y los "caídos del cielo" del Vasco. Los "que entraron definitivamente en la historia" como los 4 de Atilio y los "cargados de clase" de Ciocca, los "contagiosos" del Loco junto con "los históricos" de los Céspedes y los "recientes" de Suárez o Fornaroli, los "a lo guapo" del Chengue y Vidal González al ladito de los "exquisitos" de Zapirain o Scarone.
Se me hace que hoy, la puerta del armario... ¡va a quedar abierta!

(Un gracias enorme a Ernesto por su amabilidad de
cederme este relato para poder compartirlo con todos ustedes)

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En la década del 60, Chile mostró al mundo un notable zaguero: Elías Figueroa, que integrara aquel equipo de Peñarol junto Rocha, Abbadie, Tito Goncálvez y Joya, que imponía su fútbol en Sudamérica.
Al recordar su frustrado ingreso al fútbol argentino, el chileno comentó en alguna oportunidad que “yo estuve con un pie en el fútbol porteño cuando Luis Seijo me quiso llevar a Huracán, y prácticamente con los dos cuando el que se interesó fue Independiente. Con este club ya había realizado, inclusive, la revisión médica, pero los dirigentes llevaron todo a la larga y no terminaban nunca de arreglar con Wanderers de Chile. Y entonces apareció Washington Cataldi: me subió a un taxi y aparecí en la Asociación Uruguaya de Fútbol firmando para Peñarol”.
El histórico dirigente los durmió a todos y terminó quedándose con un jugador que ayudaría a escribir la historia grande de su club.

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Nunca pensé mi equipo ideal. Pero de lo que estoy seguro es que de "5" lo pongo a Fernando Redondo.

(JOSÉ NÉSTOR PEKERMAN, ex jugador y entrenador argentino)

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Cuando el partido esta a mil, mi naftalina sube.

(MARIO JARDEL, ex jugador brasileño)

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El niño que perdió la pelota (Guillermo Jiménez Pavón - España)


* Cuento infantil

Juanito jugaba a la pelota con su amigo Pepe, al lado de un río y en un lance del juego, la pelota se les cayó.
El río era muy peligroso, pues raro era el año que no se ahogara alguna persona en él.
Los padres sabedores de lo peligroso que era, siempre les aconsejaban a sus hijos que no se bañaran en él, si no estaban ellos allí.
Los dos niños con tristeza miraban como el río, dando salpicones se llevaba su pelota y se quedaban sin juguete para jugar. Aunque pensaron meterse en el río para cogerla, se acordaron de los consejos de sus padres y prefirieron perder la pelota y no otra cosa.
Juanito, que era el dueño de la pelota (con temor), le dijo a su padre como la había perdido y este, creyendo que su padre le iba a regañar, se quedó sorprendido, cuando el padre le dio un beso y le compró, la mejor de todas las pelotas.

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El mundo como un balón (José María Pemán - España)


Dime, poeta:
Si el mundo es como un balón
redondo por la ilusión
de llegar pronto a su meta:
¡Vale la pena jugar!

Silencio del ultramar,
luna llena…
mar serena;
viejo amigo
en secreto te lo digo,
¡que lo que vale la pena
es ganar!

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El primer gol en Primera División suele ser algo inolvidable, fundamentalmente para aquellos cuya misión en la cancha es evitarlos antes que convertirlos.
Es el caso del “Negro” Néstor Rolando Clausen, aquel sobrio marcador de punta de Independiente de Avellaneda en las decádas del 80 y del 90.
Su primer gol oficial lo convirtió en 1981 contra Argentinos Juniors, “dejando en el camino a tres defensores y ganándoles con el cuerpo a un cuarto y al arquero Alles”, recuerda el Negro. Pero para él, lo más importante de este tanto fue “que en la platea estaba sentada mi mamá, que era la primera vez que iba a verme jugar”.
Por cierto, un momento inolvidable para todo jugador.

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Admiro la garra charrúa* de los paraguayos.

(FRANCISCO "Murci" ROJAS, futbolista chileno)

*Charrúas: pueblo indígena originario de las tierras del actual territorio del… ¡Uruguay!

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Cada jugador tiene el balón 2 o 3 minutos de cada juego. Los otros 87 minutos tiene que estar dispuesto a trabajar para el equipo...

(JOHAN CRUYFF, ex futbolista y entrenador holandés)

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Giacatori di pallone (Roberto Marcello Baldessari - Italia)

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Futebol Salvador (Zuco 103 - Brasil)


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Un hecho curioso se produjo a comienzos de este siglo en el fútbol de Inglaterra. Todos saben que los históricos monstruos sagrados de este deporte, como Diego Maradona, o Pelé, lucieron de forma emblemática sus casacas con el número 10 en sus espaldas. No aceptaban otro número.
Lo singular fue cuando, para la temporada 2000-2001, en el club Coventry City inglés ingresó el jugador marroquí Mustapha Hadji, que siempre tuvo el "10" asegurado en los equipos que integraba. Pero como en Coventry la preciada camiseta estaba en poder de Gary McAllister, Hadji, respetuoso de las trayectorias, aceptó utilizar la N° 11. Claro que tras el alejamiento de McAllister a Liverpool, Hadji solicitó que, finalmente, le dieran su ansiada "10".
Cuando el director técnico del Coventry anunció que el marroquí iba a lucir su nueva camiseta, un grupo de hinchas protestó airadamente. Es que ya se habían vendido casi 500 casacas con el nombre Hadji y el 11 establecido anteriormente. Pero eran tan grandes las ganas de Mustafá Hadji de quedarse con la 10, que puso de su bolsillo algo así como 30 mil dólares, para devolverle el dinero a cada uno de los hinchas que habían pagado por la vieja casaca, permitiendo liberar al mercado la venta de la flamante "10", con su nombre.

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Es tanta la alegría en un gol, son cinco segundos en los que me pongo en blanco. Después, tampoco me gusta sacarme la camiseta y mostrar cosas. No. El gol va festejado por lo que es. El gol es hermoso así y es lindo compartirlo con la gente y tus compañeros. Siempre me gustó agradecer al que me dio el pase y lo hago señalándolo.

(HERNÁN CRESPO, jugador argentino, en revista "El Gráfico", Mayo de 2008)

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El menottismo en sí no existió. Lo que ocurre es que, como se ganó el Mundial 78, se aprovechó como argumento mediático para defender un estilo que, en definitiva, fue respetuoso con la historia del fútbol argentino. Tengo claro que lo que yo diga tiene repercusión, para bien y para mal. Pero nada más.

(CÉSAR LUIS MENOTTI, entrenador argentino)

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A bastonazo limpio: la historia del primer clásico del fútbol peruano


El lunes 24 de Septiembre de 1928 los limeños despertaron sobresaltados. Los niños que vendían los periódicos voceaban titulares que hablaban de escándalo, de agresiones, de incorrecciones y de golpes a palos y a puño limpio. La comidilla del día era el final escandaloso que tuvo el primer enfrentamiento entre los equipos de Alianza Lima y la Federación Universitaria, partido que se jugó por la fase final del campeonato de fútbol de primera división de 1928. Destacaba la primera plana del diario la Prensa que titulaba: “Ayer en el Estadio Nacional: bochornoso escándalo”.

Cada una de las personas que fue al viejo estadio Nacional el día anterior, domingo 23 de Septiembre de 1928, pudo tener su propia versión de lo que allí había ocurrido. El problema lo tuvieron aquellos que no asistieron al estadio. Cada uno de los diarios ofrecía no sólo una interpretación diferente sino que, en algunos casos, eran contradictorios aún en reseñar los hechos que se habían producido en el partido.

Entre estas incongruencias destacaba la asignación de culpas: mientras unos decían que la culpa del escándalo la habían tenido los jugadores universitarios, disculpando a los aliancistas; otros decían que habían sido los de Alianza los iniciadores de los sucesos escandalosos; y otros más, aunque hablaban duramente acerca del comportamiento de los jugadores de Alianza, los excusaban culpando de su reacción a los yerros del árbitro. Incluso, hubo un diario que culpó a los jugadores de Alianza, pero no a todos, exculpó a los que siempre mantienen un comportamiento caballeroso.

El día del partido, el equipo de Alianza Lima tenía dos puntos más que el de la Federación Universitaria. Los blanquiazules estaban en el primer lugar de la tabla de posiciones de la liguilla -un mini torneo final donde jugaron los cinco mejores equipos- con cuatro unidades. Mientras el cuadro aliancista había obtenido los títulos de 1918, 1919 y 1927; el de la universidad debutaba en un torneo oficial.

El encuentro lo ganó la Federación por un gol a cero. Sin embargo, lo que más se recuerda no es que el jugador Pablo Pacheco haya anotado el gol. Lo que ha quedado registrado es que al final, el árbitro debió concluir el partido antes del tiempo oficial porque Alianza se había quedado con seis jugadores, tras sufrir la expulsión de cinco. En tales circunstancias y, de acuerdo al Reglamento, un equipo no puede continuar jugando, dando como resultado final la victoria de la Federación.

Mientras los jugadores de Alianza salían de la cancha, los aficionados universitarios reclamaron al aliancista Filomeno García, de profesión chofer, por su juego excesivamente brusco. Algunas frases duras surgidas desde la tribuna contra el jugador García hicieron que éste reaccionase, generándose una gresca. Cuando todos los aliancistas fueron en defensa de su compañero, los aficionados rivales les lanzaron bastones, lo que hizo que años después este primer partido entre Alianza y la Federación Universitaria fuera conocido como el “Clásico de los Bastonazos”.

Aunque algunos diarios dicen que el juez del partido, el uruguayo Julio Borrelli, se había parcializado con los universitarios, creemos que su versión puede considerarse la más imparcial.

El juez empezó anotando que al iniciarse el segundo tiempo pudo notarse que el juego empezaba a degenerar, lo que me obligó a amonestar a varios jugadores, previniéndoles que de continuar en esta forma tendría que aplicar castigos. La cuestión empeoraría: "Más o menos a los 25 minutos de este tiempo el jugador Miguel Rostaing embistió a puntapiés al jugador de las Casas, quien repelió el ataque, produciéndose un pugilato, en el que intervino también el jugador Quintana que la emprendió a golpes contra de las Casas. Con tal motivo expulsé del fiel (sic) a los tres jugadores que intervinieron en el incidente. Por esta causa se suspendió el juego por 4 minutos.
Reiniciado el partido los jugadores del "Alianza" parecían preocuparse más de malograr físicamente a los contrarios que de jugar fútbol. Les hice diversas reconvenciones para ver si era posible encausar el juego a la normalidad; no obstante lo cual me vi obligado a expulsar primero al jugador Soria y luego al jugador Villanueva, por cometer ambos faltas muy graves.
Cuando faltaba diez minutos para expirar la hora reglamentaria el jugador Rostaing primero, cometió un foul penal de suma gravedad contra el jugador universitario Ruiz, por tal causa sancioné un penal, a la vez que indiqué que se retirara del campo al jugador causante. Sin embargo no hice ejecutar la pena porque, de acuerdo con la reglamentación internacional, no puede continuarse un partido con menos de siete jugadores por bando. Como el jugador Rostaing, que acabo de mencionar, era el quinto expulsado del team del Alianza, éste quedaba sólo con seis jugadores, razón por la cual di por terminado el match, continuando el score de uno a cero a favor de la Universidad.
Creo oportuno dejar constancia que en el transcurso de este halftime, el jugador Souza conquistó un gol más a favor de la Universidad que anulé por foul de este jugador a un zaguero contrario.
Cuando di por terminado el match, varios jugadores del "Alianza" al abandonar el campo provocaron incidentes con el público de las tribunas de preferencia, como es notorio.
Es cuanto tengo que informar a usted, señor Presidente.

Julio Borrelli, árbitro


Para el árbitro, entonces, los que provocan los incidentes del final fueron los jugadores de Alianza. En esto, sólo coincidirá con el diario “El Comercio”.

Por aquel entonces, hacia el final del Oncenio de Leguía, los diarios "La Prensa", "El Comercio", "La Crónica" y "El Tiempo" mantenían una importante página deportiva. Los dos primeros diarios coincidieron en darle la página completa a los sucesos escandalosos del clásico. Pero eso fue en lo que único que coincidieron.

Mientras para “El Comercio” los futbolistas de Alianza atacaron a los espectadores y se trabó un recio pugilato con ellos, sin reparar que en los palcos había elemento femenino; “La Prensa” sostenía que no se puede aceptar que se diga que los jugadores del Alianza provocaron al público. Los insultos y la provocación partieron de la tribuna de preferencia donde se hallaban los partidarios del equipo universitario, y la actitud de éstos no puede ser más censurable.

La subjetividad propia del individuo está presente en los cronistas que relataron lo ocurrido aquel 23 de Septiembre de 1928. Más aún, parece que el cronista de “El Comercio” hubiera sido hincha de los universitarios, mientras que el de “La Prensa” lo habría sido de Alianza.

Sobre estos sucesos escandalosos del final del partido, el diario “El Tiempo”, parece estar de acuerdo con "El Comercio", aunque dice que el causante de que el partido terminara con varios jugadores de Alianza provocando un alboroto en el que menudearon palos, trompadas y silletazos, fue el árbitro para quien pide a la Federación Peruana de Fútbol que le cancele el contrato.

Para el periodista de "La Crónica", el incidente lo iniciaron dos espectadores de la tribuna de a dos que, apasionados por los incidentes ocurridos en el campo de juego, discutieron acaloradamente. El cronista no lo afirma pero es de suponer que uno de estos aficionados era hincha de Alianza y el otro lo era de la Federación. La discusión creció tanto que el público se arremolinó provocando la intervención de la policía. La imprudencia y temeridad de Filomeno García, Rostaing, Quintana y otros jugadores del Alianza hizo que, para contrarrestar la protesta del público, se treparon a las tribunas. El público los repelió a puñadas y el escándalo cobró mayor intensidad.

Entre los jugadores que "La Crónica" salva de las críticas está Montellanos, a quien consideran caballeroso y pulcro.

"El Comercio" dijo que tras la expulsión del jugador aliancista Filomeno García, éste fue a las tribunas de preferencia donde uno de los espectadores le dirigió algunas frases duras. Saltó sobre la valla que separa los palcos y tribunas yendo contra los espectadores. Éstos castigaron al jugador. "La Prensa", en cambio, dijo que cuando algunos de los jugadores del Alianza abandonaban la cancha, luego que el árbitro diese por terminado el partido, fueron objeto de insultos de parte de un grupo de aficionados universitarios. Estos insultos se concretaron al jugador Filomeno García, quien exasperado se lanzó contra la persona que lo insultaba. En ese momento más de 20 bastones cayeron sobre este jugador, siendo agredido, además, con golpes de puño.

El apoyo total del diario “El Comercio” a las actividades deportivas de los universitarios queda demostrado cuando al final del primer enfrentamiento entre Alianza Lima y el equipo de la Universidad un numeroso grupo de entusiastas, entre los que la mayor parte eran estudiantes, cargó en hombros a los jugadores, organizando un desfile. [...] Llegados a las puertas de ‘El Comercio’, requirieron la presencia de alguno de sus redactores. El jefe de redacción salió y recibió una calurosa manifestación de simpatía. El señor De las Casas (jugador de la Universidad) reveló el objeto de los manifestantes, quienes habían querido venir a testimoniar su reconocimiento a este diario por la forma cómo habían sido siempre estimulados en sus prácticas deportivas. Se dieron tres hurras por ‘El Comercio’ y por la ‘Universidad’.

La Federación Peruana de Fútbol se reunió el martes 16 de Octubre en asamblea presidida por el doctor Eladio Lanatta y emitió el Boletín N° 162, haciendo conocer las conclusiones de la Comisión de Justicia sobre los acontecimientos del encuentro del 23 de Septiembre y que, entre otras cosas, eran las siguientes:

1. Hacer una reconvención al Club Alianza Lima.

2. Suspensión por el resto de la temporada a Miguel Rostaing y Julio Quintana del equipo Alianza Lima.

3. Amonestación para los jugadores Villanueva, García y Soria.

Así acabó el clásico. Con los universitarios festejando por las calles de Lima el triunfo de 1-0 y los jugadores de Alianza sancionados por el escándalo. Sin embargo, estas sanciones no se cumplieron. Los universitarios pidieron que los aliancistas estuvieran en los partidos de desempate. Y es que tras el triunfo, los universitarios igualaron a Alianza en el primer lugar del campeonato y debieron jugar dos partidos adicionales para definir al campeón de 1928.

(excelente crónica del historiador y periodista
peruano Jaime Pulgar-Vidal Otálora)

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Un singular récord futbolístico le tocó inscribir al marcador central argentino Daniel Pedro Killer quien, entre las décadas del 70 y el 80 jugó para Rosario Central, Racing, Newell's Old Boys, Vélez, Estudiantes de Río Cuarto y Unión de Santa Fe.
Es que el recordado "Perro" Killer jugó 22 partidos (entre 1975 y 1978) en el Seleccionado argentino, siendo el único zaguero en anotar 3 goles, todos en un mismo partido.
El encuentro fue en el marco de la Copa América de 1975, cuando Argentina enfrentó el 10 de Agosto de ese año a Venezuela en el estadio de Rosario Central, ganando ¡11 a 0!
Argentina alineó con Gatti; Mario Killer, Pavoni, Daniel Killer y Andrés Rebottaro; Ardiles (Asad), Gallego y Zanabria (Valencia); Bóveda, Luque y Kempes. DT: César Menotti
Los goles fueron convertidos por Daniel Killer (3), Gallego, Kempes (2), Ardiles, Zanabria (2), Bóveda y Luque.
Daniel Killer formó parte del plantel argentino que ganó la Copa del Mundo de 1978, aunque no jugó ninguno de los partidos.

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Los argentinos ganamos con las mujeres porque los hombres allá son feos. Mi problema era el idioma, pero aprendí a decir ‘vamos para casa’ y me dio resultado.

(CRISTIAN "El Ogro" FABBIANI, jugador de Newell's Old Boys de Rosario, recordando su paso por el fútbol y la noche de Rumania. Abajo el video del increíble gol perdido el pasado domingo 02/11/08 ante Rosario Central)

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El fútbol hizo feliz a Uruguay, le dio importancia, personalidad. Que un país tan chico tuviera cuatro títulos mundiales era una cosa increíble. Y lo del Maracaná ya fue el colmo.


(MARIO BENEDETTI, escritor uruguayo)

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La verdadera creación (Germán Kijel - Argentina)


Un lunes Dios despertó, se restregó los ojos, miró al piso, unas pantuflas celestes de felpa esperaban por sus pies, se puso en marcha hacia el baño, en el trayecto tuvo una visión y se dio cuenta de todas sus miserias y decidió que él no debía cargar con todas ellas y creó la Tierra, con pasto y piedras; con agua y fuego; con olores y reflejos.
El martes miró todo lo que había hecho el lunes y se dijo que no había logrado su cometido, entonces dispuso un ejército de animales y alimañas para que destruyeran todo lo que había hecho el día anterior y para que se procuraran sus propias vidas.
El día siguiente se despertó cansado, ya estaba viejo para esos trotes y decidió no trabajar, aunque unas horas más tarde se dijo que lo mejor para aplacar sus miserias era poner sobre la Tierra a quien pudiera destruir lo que ya había creado. Cientos de hombres se aventuraron sobre las nuevas tierras para infligir terror.
El jueves Dios se recuperó, disfrutó de su obra y decidió que los hombres no eran tan desdichados como debían y los llenó de sentimientos; el amor y la pasión fluyeron en los corazones de los nuevos seres, pero no tardó en parir el odio y la envidia; la maldad y el resentimiento; la desgracia y el abandono.
Las ideas fueron puestas sobre los hombres durante el viernes, los sueños brotaron de sus jardines, se llenaron de valor y recorrieron el mundo con sus recientes habilidades y la más grande de las palabras salió de sus fauces.
El sábado se rebelaron, aprendieron los dotes de la guerra y los códigos de la retórica; comenzaron a discutir el poder divino y lo desafiaron. Se quejaron de todos sus males; dejaron de temerle a Dios y se dedicaron a sembrar sombras en los cielos.
Dios se dio cuenta de que seguía siendo miserable un domingo, toda la culpa renació en él e intentó suicidarse, pero se despertó de golpe y pensó: “Debo cambiar el mundo”. Entonces comenzó a reconstruir la tierra y el pasto, le quitó la maldad y el odio de los corazones a los hombres, liberó a las mariposas, le pidió a los hombres que se divirtieran, predicó que la cooperación era indispensable y pronunció la última frase que se le haya escuchado hasta nuestros días: “Yo al arco, no voy”.

(Un gracias inmenso a Germán por autorizarme a publicar este cuento)

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Nolberto Solano tenía 19 años, era jugador de Sporting Cristal y había sido llamado por Miguel Company a la selección peruana para disputar un cuadrangular en el Estadio "Orange Bowl", de Miami, Florida, junto a los combinados de Colombia, Honduras y México.
Antes de partir a Estados Unidos, el 'Ñol', quien ya pintaba para crack en 1994, fue consultado por un periodista sobre el evento. El futbolista, hoy en el Larisa de Grecia, dijo: "Me emociona esta convocatoria. Ojalá que los resultados acompañen y que podamos quedar entre los cuatro primeros del cuadrangular".
El ex jugador de Boca Juniors de Argentina, Aston Villa y Newcastle de Inglaterra no recordó que en el certamen iban a tomar parte cuatro selecciones y era inevitable quedar en cualquiera de esas ubicaciones.
Finalmente, la blanquirroja cayó ante los cafeteros por 1 a 0 y sufrió un nuevo revés ante los centroamericanos en el segundo y último partido. ¿Y Solano? Apenas pudo mostrarse. Sus condiciones sobre los campos de juego se verían tiempo después.

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Es un grandísimo jugador que marcó una época, y siempre está bien que los jugadores se coloquen en las altas esferas que dirigen el fútbol. Conoce todos los parámetros de este deporte.

(LILIAN THURAM, ex futbolista de la selección francesa y del FC Barcelona, opinando sobre Michel Platini)

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El fútbol es guerra.

(RINUS MICHELS, 1928/2005, ex entrenador nacional holandés, conocido como "El general")

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Entrevista a Alcides Ghiggia


Llegó tímido, diríamos casi desconfiado. Hubo que esperar un rato, por lo que tomamos un paseo por la ciudad vieja de la hermosa Montevideo, con sus calles empedradas y edificios señoriales, balcones y mercados. La gente y el mate, el bullicio de la ciudad a mediodía, el humo flotando desde las parrillas y los bares con historia de arrabal, fútbol y tango. La tarde es azul en invierno y el bullicio es solo un murmurar manso. Montevideo es una ciudad calma que se mece como los barcos de la bahía, llena de historias de inmigrantes, de glorias y derrotas. El tango y el fútbol, la garra charrúa, sus grandes aciertos.

El hombre del que hablamos y camina a nuestro lado, se llama Alcides Ghiggia y es nada menos que el hombre que hizo el gol frente a un estadio Maracaná enmudecido y llevó a Uruguay a ser campeón del Mundo, el 16 de julio del año 50.

A 57 años de ese triunfo, su gloria queda como un símbolo de ese país, pero también del mundo. Su gol es considerado como uno de los mejores goles de la historia de los mundiales. Maracaná es una victoria que no se olvida, Alcides es el hombre que nos la cuenta.

-Usted jugó en la Roma. ¿Cómo era irse a Italia en los 50; era un paso adelante futbolística y económicamente hablando?

-Me fui para Italia. Son países más avanzados, con un mayor profesionalismo. Jugué nueve años en Roma y uno en el Milán. Qué puedo decir… encontré un grupo muy bueno y me acoplé a ellos.
Me costó adaptarme un poco, de todas formas. Había dos uruguayos en esa época. Después del mundial del 54 empezaron a haber más. El fútbol antes yo lo jugaba porque me gustaba. Ni sabía cuanto iba a ganar ni nada. Yo arreglaba los contratos, todo. Ahora cambió, hay muchas cosas, hay sponsors, todo es muy distinto. El jugador que se va sin experiencia, como los están vendiendo a Europa, es bravo, es difícil. Tenés que acostumbrarte al entrenamiento. Te llevan al trote, de mañana y de tarde.


-Usted jugó muchos años al fútbol…

-Cuando volví a Uruguay tenía 37 años. Venía para no jugar más. Acá hicieron una selección de los del 50, con otros más jóvenes e hicimos unos partidos a beneficio. Se llamó “La cruzada del Dr. Caritat”. Después de eso vinieron de Danubio, un cuadro uruguayo con menos trayectoria y yo les dije que no iba a seguir jugando, fijáte, tengo 37 años, pero ellos me dijeron que me vieron muy bien y me fui con ellos. Yo jugaba para divertirme, era otra época. Jugué hasta los 42 años. Ahí dije no va más y me retiré. Pero sí jugué mucho al fútbol. Empecé en Sudamérica en el año 44 en inferiores. Antes había cuarta, tercera, reserva y primera. No como ahora que hay sexta, séptima, octava. Ahí íbamos escalando posiciones. En el año 46 Sudamérica descendió. Ahí hicimos un año en la “B”. En el 48 pasé a Peñarol, vino una huelga de jugadores, y no jugamos. En el 49 se arregló y ahí el técnico me puso en el primer equipo y ahí quedé.

-¿Cómo eran los jugadores de esa época?

-En los 50 no existían jugadores del exterior. Podían ser dos, tres selecciones, a cuál de ellas mejores. Eran buenos jugadores, jugadores jóvenes y de experiencia, ambos dentro del campo se manejan. Un director técnico no puede parar un partido para dar una instrucción. Ahora es muy distinto el fútbol. Yo hace 17 años que no voy. Solamente voy a ver la selección, no a los cuadros. Los veo en TV y si es malo la apago enseguida. No me llama la atención. El fútbol es un espectáculo; si das un buen espectáculo la gente va, si das un mal espectáculo la gente no va. Antes jugaban los cuadros que llaman los chicos e iban muchísimas personas. Ahora no.

-¿Pensaron en algún momento que se podía ganar ese partido en Maracaná?

-Nosotros a ellos los conocíamos. En esa época se jugaba la “Copa Río Branco” y jugamos tres veces, el primero lo ganamos 4 a 3, el segundo perdimos 2 a 0 y el último lo perdimos 2 a 1. Sacamos muchas conclusiones, sabíamos como jugaban. Lo difícil era jugar contra los europeos, no sabíamos nada de ellos, en esa época no había tele, no había video, nada.

-¿Cómo fue ese segundo gol que lo metió en la historia del fútbol mundial?

-Fue una jugada similar a la del empate, yo era muy rápido, me iba en velocidad y Barbosa creyó que iba a hacer la misma jugada y se abrió un poco para cortar el centro, dejó un hueco y agarré y tiré y cuando él se tiró, ya era tarde. Después fue el silencio más impresionante que he escuchado.

-¿Se vieron campeones cuando hacen el gol o creían que Brasil todavía les podía empatar?

-No hubo una reacción de la hinchada, no los apoyaron y ellos quedaron muertos, ahí quedaban 11 minutos y nos dimos cuenta que ellos no nos podían ganar, estaban muertos.

-¿Cómo fue ese momento con Jules Rimet que parece que escondía la copa a Obdulio Varela?

-En esa época el mundial era por puntos. Brasil nos llevaba un punto y Jules Rimet bajaba en el ascensor cuando hicimos el gol pero el no se enteró y cuando estaba entrando a la cancha ahí le dijeron que Uruguay había ganado y el hombre no tenía preparado discurso, nada. Entonces Obdulio le dice “si me quiere dar la Copa me la da, total con Copa o sin Copa somos campeones del mundo igual”.

-¿Es cierto ese cuento-mito que después del partido los dirigentes no los dejaron salir del hotel y ellos se fueron de cabaret y Obdulio se escapó y salió de copas por los bares?

-No, no es verdad, incluso algunos dirigentes se fueron antes del partido, fueron tres o cuatro y agarraron antes de irse a Obdulio, a Máspoli, a Gambetta, a los más expedientes y les dijeron que habíamos cumplido y que trataran de que no nos golearan y que se comportaran bien dentro del campo de juego y ellos se fueron. Se quedaron tres, el Presidente de la delegación, un Delegado y el Tesorero. Pero no hubo nada de eso, Obdulio salió por su cuenta a unos bares que había cerca del hotel y se fue a tomar con los brasileros, él era muy bohemio, se fue solo por ahí.

-¿Se sintieron como héroes cuando llegaron?

-La verdad que yo nunca vi tanta gente en Montevideo, nos fueron a esperar al aeropuerto y después todo por la rambla, Boulevard Artigas, la fuente luminosa del Parque de los Aliados y de allí para el estadio, lleno de gente.

-¿Qué supo de la vida de Barbosa?

-Pobre hombre, le hacían la vida imposible. No podía ni salir de la casa. Yo cuando hablé con él le dije, no les hagas caso, en el fútbol el cuadro se compone de 11, si ganás son los 11, si perdés pierden los 11.

-¿Se volvieron a ver con los brasileros del 50?

-Nos encontramos con el cuadro. Los invitamos a jugar un partido acá en el estadio para juntar fondos para las cruzadas del Dr. Caritat y ellos accedieron, que no era fácil, eso fue por el 63, cuando me vine de Italia y con ellos hicimos una amistad, que siguió y ahora lo contás y la gente no lo puede creer. Esa vez atajó Barbosa.

-¿Volvió al Maracaná?

-Sí volví. Fui a ver eliminatorias de Uruguay. Mirá, una vez fui, y cuando bajo del avión y presento mi carnet de identidad, una muchacha miraba, daba vueltas de aquí para allá; yo le pregunto si pasa algo con el documento, y me dijo: “¿Usted es Ghiggia, el del 50?” Sí, le contesto, pero eso pasó hace mucho tiempo, y me dice: “pero a mi todavía me duele acá (señalándose el pecho)”. Te das cuenta que ella no vivió eso, pero se va pasando de generación en generación. La última vez que fui los diarios publicaron “Llegó el fantasma del Maracana”. Les quedó, sí, les quedó.

(entrevista publicada en la revista digital “Sala de Espera”, 10/08/07, realizada por Laura Federici y Gonzálo Delgado, Montevideo, Uruguay)

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