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El loco Cansino (Roberto Fontanarrosa - Argentina)


Para que usted tenga una idea de qué tipo de futbolista era ese muchacho, le cuento que jugaba llorando. Pero no le digo llorando porque protestaba o porque se la pasaba quejándose a los árbitros o esas cosas que nos han dado a los argentinos la fama de llorones, no.
El Loco Cansino lloraba en serio, con lágrimas, desconsoladamente, mientras llevaba la pelota. Yo lo he visto. Parece algo digno de risa pero créame que era una cosa bastante impresionante. Cómo decirle... angustiante.
Cansino entraba a la cancha muy serio, no sé si concentrado o qué, pero usted lo veía serio, el ceño fruncido, con la vista perdida sobre el césped, parecía que no se fijaba ni en los adversarios ni en la gente que había ido a la cancha. Y le aseguro que por ese entonces iba muchísima gente a la cancha de Sparta, muchísima. Porque tenía un equipazo. Jugaban el Gringo Talamone, el Negro Oroño, Sebastián Drappo, que después fue a Racing, la Garza Olmedo, que era el arquero, y otros más que ahora escapan a mi memoria pero que ya me voy a acordar.
Pero la figura, la figura, era Cansino sin duda alguna, el Loco Cansino. Y mientras el partido iba bien, digamos, mientras no fueran perdiendo, Cansino se mostraba normal, calmo, tranquilo. Jugaba ahí, en su punta, participaba poco del juego, la pedía de vez en cuando, al estilo de los viejos punteros derechos, que no se movían de al lado de la raya. Hasta daba la impresión de ser un poco frío, de no interesarle demasiado el partido.
Pero si los rivales hacían un gol, se ponían en ventaja, ahí Cansino se ponía a llorar.
No le voy a decir que se ponía a llorar de golpe, de repente. Pero era una cosa como que entraba a hacer pucheros, a aspirar aire, a fruncir la cara, y ya la gente empezaba a prestarle más atención a él que al partido porque sabía que Cansino se iba a largar a llorar.
Era una cosa bastante dramática, permítame que le diga. Bastante dramática.
"¡Aguante, Cansino! ¡No es nada, Loco, ya van a empatar, no llores!" lo alentaban desde la tribuna, porque a la gente le daba no sé qué verlo así, tan sentido. Pero se largaba a llorar nomás, como los chicos. Y le cuento que Cansino, cuando pasó por Sparta ya andaba cerca de los 30, debía ser un muchacho de 28, 29 años.
Le juro que entonces, ya perdiendo uno a cero, se venía para el medio, era como que no podía esperar a que la pelota le llegase a la punta. Se venía para el medio y empezaba a conducir el juego, pero no dejaba de llorar, desconsoladamente lloraba, daba pena verlo pobre muchacho. Era algo desgarrador mirarlo correr con la pelota, levantando la cabeza para localizar a sus compañeros, saltando sobre las barridas de los rivales y llorando a moco tendido, la boca abierta, colorado por el esfuerzo, las venas del cuello hinchadas a punto de reventar.
Lo notable es que los árbitros no sabían cómo tratarlo, no hay en el reglamento ninguna regla que estipule que un jugador no puede jugar llorando. Que no pueda insultar, sí, está contemplado, o gritarle al referí, bueno, vaya y pase (o como ahora que no está permitido seguir si un jugador está sangrando), pero nunca el reglamento dijo algo sobre un jugador que llorara. Lo dejaban, entonces.
Me acuerdo que hubo un arbitro muy grandote, el Inglés Mackinson, que la primera vez que lo vio así trató de consolarlo porque él mismo, Mackinson, ya tenía los ojos enrojecidos, vidriosos. Vio usted que hay gente que cuando ve llorar a otra persona, llora también. Paró el partido y le habló, agarrándolo de un hombro, paternalmente.
Pero no hubo caso, Cansino se contuvo un momento, tratando de aspirar hondo para cortar los sollozos; apenas reanudado el juego empezó de nuevo a pucherear y enseguida volvió al llanto.
Se imagina que a la hinchada de Sparta la cosa mucho no le gustaba porque era motivo de la risa de las otras hinchadas. De las risas y de las cargadas. Si hasta llegaron a decirles " los llorones" a los hinchas de Sparta, por causa de Cansino.
Por otra parte, en esos momentos era cuando Cansino, desesperado por el resultado adverso, podía conseguir los milagros más conmovedores, futbolísticamente hablando. Era ahí cuando se hacía dueño de la pelota y podía dar vuelta un resultado con una facilidad asombrosa. Gambeteaba de a cuatro, de a cinco rivales, hacía jugadas que yo, después, no he visto hacerlas a nadie, podía dar vuelta un partido él solo aunque fuera perdiendo por 3 ó 4 a o (cero).
Después, cuando Sparta lograba empatar, Cansino ya se calmaba. Casi ni gritaba el gol del empate, le digo. Se abrazaba con sus compañeros, eso sí, y se limpiaba los ojos con la manga de la camiseta. O con un pañuelo mugriento que siempre llevaba en la media. En ocasiones los mismos árbitros le alcanzaban un pañuelo y en una oportunidad lo vi secarse los ojos con el banderín del córner luego de lanzar el centro que determinó la paridad en el marcador.
"Escaso nivel de resistencia ante la adversidad", así me lo definió el doctor Suárez una vez que le pregunté, preocupado, por el caso de Cansino. Porque, indudablemente, como periodista deportivo del matutino "Democracia", el caso me interesaba.
Consulté a Suárez, asimismo, y ya en otro orden de cosas, si había alguna condición física, alguna anomalía incluso, que generara esa capacidad que Cansino tenía para la gambeta. "A veces se presenta una distorsión congénita -recuerdo perfectamente que me dijo el doctor Suárez, médico del Sparta- que genera una apreciable diferencia entre un hemisferio del cerebro y el otro, lo que produce en el paciente una distinta captación del tiempo y el espacio. Esto, en algunos casos, motiva una distinta relación en el equilibrio, y es por eso que Cansino puede intentar algunas cabriolas, o recuperar la vertical en una forma totalmente imposible para el resto de los mortales".
Alguna explicación de ese tipo debía de haber porque era insólito lo que hacía este muchacho en la cancha. La ley de gravedad no parecía existir para él y a veces uno sospechaba que tenía un radar de ésos que tienen los murciélagos dada su capacidad para no chocar contra los objetos sólidos. Pasaba entre una multitud de piernas, zigzagueando, sin tocarlas, cambiando el ángulo de su carrera a medida que lo iban bloqueando, modificando incluso su volumen corpóreo como si fuese líquido, como si fuese de mercurio, en procura de evitar los choques.
Era, por supuesto, imprevisible, y por eso le decían "El Loco". Podía arrancar, de pronto, hacia su propio arco, como si hubiese perdido el sentido de la orientación, como esas tortugas que ante explosiones atómicas han perdido la brújula genética que les indica dónde se encuentra el mar. O, de repente, llegaba hasta la línea de fondo y echaba el centro hacia el lado de afuera de la cancha, estrellándolo contra el alambrado. Para no contar las veces en que, de repente, se iba de la cancha, murmurando cosas, hablando solo, hasta meterse en el túnel.
Nadie se animaba a decirle nada porque, por sobre todas las cosas, Cansino era muy manso, muy buen muchacho, muy dócil. Le digo esto porque un par de veces yo fui a hacerle alguna entrevista a los entrenamientos y me atendió con mucha cordialidad. Pero, eso era cierto, se le notaba que no era un muchacho muy normal. O, digamos, yo ya comencé a percibir que, en él, se estaba desencadenando lo que después terminó como terminó.
La primera vez que le hice un reportaje fue acá en el centro, en el Hotel Italia, donde él paraba. Recuerdo que nos sentamos a tomar un café y me esquivaba la mirada. Otro detalle que recuerdo perfectamente, porque me impresionó mucho, fue que transpiraba. Transpiraba muchísimo, y era pleno invierno. Yo le hice una pregunta y no me contestó, no me contestó nada.
Había empezado a mirarme con cierta molesta fijeza. Pensé que no me quería contestar aquella pregunta que ya no recuerdo pero que, sin duda, era una pregunta absolutamente convencional y tonta, como ser dónde había nacido o cosa así. Intenté entonces con otra, que tampoco me contestó. Opté por una tercera, ya francamente incómodo e inseguro: considere usted que yo era un pibe de poco más de 20 años. A la quinta pregunta, Cansino modificó un poco su postura en la silla, me señaló su oreja izquierda y me dijo: "Hábleme de este lado, porque no escucho nada con el otro oído". Yo le había estado hablando sobre el oído sordo.
De ahí en más pude hacerle la entrevista y me encontré con la sorpresa de que era un hombre muy culto. Me habló de los inconvenientes que debe superar un joven de clase trabajadora para acceder a los primeros niveles en el orden del deporte, del fino y personalizado trabajo artesanal que hay en la confección de una pelota de fútbol, del elevado porcentaje de lactosa que se encuentra en un litro de leche de vaca y de la reconstrucción de la ciudad de Constantinopla luego de haber sido destruida por la Cuarta Cruzada a los Santos Lugares.
Era un poco errático en materia de conversación, lo admito, pero muy interesante. Lo del oído lo comenté después con el doctor Suárez y él me corroboró que ese tipo de disminución auditiva influía en gran medida en el sentido del equilibrio, tema que ya habíamos tocado en relación con la gambeta. Había algo inconexo en él; debido a eso, había un quiebre del equilibrio o de la inercia que lo hacía imprevisible.
En aquel campeonato regional del año 37, gracias a Cansino, Sparta se prendió en las primeras posiciones, cosa que nunca había conseguido. Pero a medida que se acercaba la definición del campeonato, la conducta de Cansino se hizo más y más extraña. Nunca se mostró agresivo o violento, pero siempre daba la nota con algún detalle fuera de lo común o medio raro. Salía a la cancha, por ejemplo, con una toalla rodeándole el cuello, como si recién se hubiera bañado. Había referís que se la hacían quitar, otros se hacían los distraídos, pero no era un detalle que pasara desapercibido pese a que le estoy hablando de una época en que los árbitros dirigían con saco y, a veces, los arqueros usaban sombrero, pero sombrero de fieltro, funyi.
Por esa época, Cansino empezó a escuchar voces, afirmaba que escuchaba voces que le hablaban en otros idiomas. Y lo que era más raro, las escuchaba en el oído sordo. En Sparta lo tenían entre algodones, preservándolo para la final, especialmente el ingeniero Wernicke, el presidente del club. Wernicke, muy preocupado, me decía: "Yo fui el que lo traje al club. Y cuando lo contraté sabía que le decían "El Loco", como se les dice a tantos wines derechos, pero no sabía que era loco de verdad".
Hacía bien en preocuparse Wernicke, quien además quería mucho a Cansino. En la semana previa al partido final contra Deportivo Federación, Cansino empeoró. Lo encontraron una noche caminando desnudo por las terrazas en la manzana de la pensión donde vivía. Dijo que estaba entrenando. O caminaba por calle Córdoba señalando con dedo índice hacia el cielo, vocalizando como si hablara pero sin emitir sonido. La gente no le decía nada porque lo reconocían. Lo reconocían porque andaba siempre con la camiseta de Sparta puesta, debajo del saco y la corbata.
Dos días antes del partido me enteré que lo habían llevado a un manicomio. Una cosa muy mesurada, hecha bajo cuerda para que no tomara estado público, pero con la intención de que lo trataran, lo sedaran, procurando que para el domingo estuviera bien. Un tratamiento rápido, por supuesto, de shock se diría ahora.
El sábado lo fui a ver, con una curiosidad más humana que periodística. Le estoy hablando de una época en que había menos canibalismo periodístico, no existía esa compulsión hacia los escándalos y las noticias rimbombantes. De ser así... ¿cuántos periodistas hubieran dado lo que no tenían para disponer de una primicia como la que yo sabía, revelada por el propio presidente del club?
Me fui a Oliveros, entonces, donde había por entonces, una pequeña casa de reposo, de salud. Y ahí estaba Cansino. Le habían hecho un tratamiento de electroshock que le había chamuscado casi todo el pelo. Él tenía un pelo bastante mota, renegrido y, cuando yo llegué, todavía le humeaba. Se imagina usted que, por esos años, no había un cabal conocimiento del manejo de la energía eléctrica y esos tratamientos se hacían un poco a lo bestia. Le conectaban unos alambres, le humedecían la ropa para que hubiera una mejor transmisión de la corriente y ahí le sacudían. Cuatro, cinco veces, las que fueran necesarias. El doctor que estaba a cargo del establecimiento me dijo que también le habían suministrado unas inyecciones de láudano, tilo y mercurio, para tranquilizarlo. También me contó que indudablemente la práctica del fútbol había empeorado la disfunción mental de Cansino, aquella descoordinación entre un hemisferio cerebral y el otro, de la cual me había hablado Suárez.
"Cada vez que este muchacho va a cabecear, y cabecea -me dijo-, el cimbronazo del impacto descoloca un poco más la armonía entre un hemisferio y el otro, haciendo más grande la grieta entre ambos".
De todos modos, la verdad es que Cansino lucía tranquilo, calmo. Se paseaba entre los otros pacientes con una sonrisita por esa especie de parque que tenía la clínica. Me reconoció enseguida y fue muy cordial conmigo. Me dijo que iba a jugar al día siguiente, que estaba perfecto. Me preguntó si yo sabía idiomas, porque creía reconocer la voz mía entre las voces que solía escuchar, habiéndole en portugués. Le dije que no, que lamentablemente sólo hablaba castellano. Incluso en un rasgo de sensatez me consultó cuál sería la formación del equipo de Sportivo Federación al día siguiente, y si había llegado al país en el dirigible Hindenburg. Ahí la pifiaba feo porque Federación era un club de acá nomás, de Roldan. Pero no lo encontré mal, dentro de todo.
Al día siguiente, el domingo, fui a la cancha. Había un gentío impresionante. Era la final, creo que ya le dije. Y el Loco Cansino salió con el equipo, lo que provocó una algarabía enorme entre la hinchada de Sparta porque algo había trascendido sobre su internación y había rumores de que no iba a jugar. Humeaba un poco, todavía, o al menos así me pareció a mí, pero también es posible que haya sido ese vapor que se desprende de los jugadores cuando están transpirados por el calentamiento previo y salen al frío del invierno.
Eso sí, lo noté algo descoordinado en los movimientos. Se hizo la señal de la cruz -yo no sabía que era tan católico- tocándose la frente, un hombro, una cadera, la rodilla derecha y el otro hombro. Luego se le producía un estremecimiento facial, una contracción como la que ocurre cuando uno bebe algo muy ácido. Pero estaba bien.
La cuestión es que empezó el partido y Federación metió un gol, así nomás, de arranque. Y, por supuesto, curado o no curado, contenido o no contenido, el Loco se largó a llorar, lo que produjo la burla, la cargada, el sarcasmo de la hinchada rival que había llegado en buen número.
Era algo contradictorio porque, como ya le he contado, Cansino lloraba y metía pierna como el que más, trababa más fuerte que ninguno y gambeteaba a cuanto rival se le cruzara. Sin embargo, todo su esfuerzo fue en vano. Cerca del final del primer tiempo, Federación metió el segundo gol. Era más equipo, buscar otras explicaciones sería faltar a la verdad. Más equipo. Empieza el segundo tiempo y el Loco estaba desatado.
Lloraba y metía centros, lloraba y pateaba al arco, lloraba y eludía a los adversarios. Cerca de los 20 minutos hizo una jugada bárbara y se metió en el arco con pelota y todo: 2 a 1.
En eso, yo, que estaba agarrado al alambrado, cerca de los palcos para la prensa y las autoridades, entre el griterío de la gente escucho una sirena. Me doy vuelta y veo llegar, por detrás del estadio, una ambulancia, a toda velocidad. Enseguida entran al estadio un par de enfermeros, con el médico que yo había conocido en la casa de salud de Oliveros y se dirigen corriendo hacia el palco del ingeniero Wernicke. Me acerco, entonces, a riesgo de que me consideraran un entrometido. Y escucho que el médico le cuenta al ingeniero que Cansino había matado a uno de los pacientes de la clínica. Se suponía que lo había degollado con un vidrio durante la noche, pero había escondido el cuerpo bajo la cama de su propia habitación y los enfermeros recién lo encontraron al mediodía, cuando a Cansino ya le habían permitido volver a Rosario para jugar el partido. Según el médico, había que encerrarlo de inmediato porque era muy peligroso.
Yo vi la cara del presidente y comprendí de inmediato el intenso conflicto emocional que lo invadía en esos momentos. Cansino era fundamental para alcanzar el empate que les permitiría consagrarse campeones. Le pidió, entonces, le rogó, al médico, que le diera a Cansino diez minutos más de libertad. El médico accedió, en parte porque le gustaba el fútbol, y en parte porque estaba esperando la llegada de la policía para dominar a Cansino.
Diez minutos después, exactamente diez minutos después, Cansino hizo otra jugada extraordinaria y le sirvió el gol al Valija Molina, un nueve grandote que era muy bruto pero que siempre la empujaba adentro. Molina hizo el gol y, automáticamente, toda la hinchada de Sparta invadió la cancha, para festejar.
Fue lo que aprovecharon la policía y los enfermeros, junto con nosotros, para correr hacia donde todos los jugadores de Sparta celebraban apilados: una decisión providencial, creo. Cuando llegamos hasta la montaña de jugadores, debajo de dos o tres de ellos, Cansino, rojo, desencajado, estaba estrangulando a Sturam, al petiso Sturam, el cuatro de su propio equipo con un alambre de enfardar.
Se le tiraron encima los enfermeros, los policías y hasta el presidente mismo para contenerlo. Después la prensa, desinformada, acusó a la policía de parcialidad manifiesta por unirse en el festejo de la conquista. Lo cierto es que, en el remolino de gente, lo agarraron a Cansino entre muchos y se lo llevaron para el túnel.
El partido no pudo reanudarse, había mucha gente dentro de la cancha y en realidad faltaban nada más que dos minutos. Entre la algarabía de la hinchada, yo escuché las sirenas de las ambulancias y de la policía alejándose. Fue la última vez que pude ver a Cansino. El club notificó luego que lo habían vendido a Montevideo, hubo trascendidos de que se había retirado del fútbol. Pero lo cierto es que nadie supo nada más de él.
Quedó como un héroe, eso sí. Vaya usted y pregunte a los viejos hinchas de Sparta por el Loco Cansino y todos se van a llenar la boca de elogios hablándole de él. Yo estuve tentado un par de veces de irme para Oliveros porque tenía la sospecha de que lo habían vuelto a encerrar allí. Pero vio cómo son estas cosas, va pasando el tiempo, uno se ocupa de otras cosas, y al final no va nunca. Pero... qué wing derecho era el Loco... Qué wing derecho.

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El pintor argentino Antonio Berni (1905-1981), fue un gran amante del fútbol. Era hincha del Club Colón de Santa Fe.
El último partido que presenció fue en la cancha del Club Atlético Boca Juniors, días antes de su muerte. Ese día jugó Diego A. Maradona, a quién él mucho admiró.
Se cuenta que estaba viendo el partido y al ser descubierto por un grupo que estaba en los palcos vecinos estos comenzaron a gritarle: "Maestro, esto es lo que tiene que pintar, la cancha y sus jugadores", a lo que él respondió "ya lo hice".
Efectivamente, Berni involucró en su pintura el tema del fútbol, pero dándole un carácter pueblerino y barrial.
Los protagonistas de "Club Atlético Nueva Chicago" (foto) y "Team de fútbol" son, precisamente, los chicos del barrio.

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Franz Beckenbauer es un defensor del fútbol, los momentos culminantes y la mentalidad ganadora. Además, ganó la Copa Mundial en nuestro país. Estamos orgullosos de él.

(BORIS BECKER, leyenda del tenis alemán, opinando sobre un emblema del fútbol germano)

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Tuve el placer de disfrutar de la compañía de Pelé en más de una ocasión, y si hubiera una selección mundial de bebedores también llevaría el número diez.

(ALAN HUDSON, ex internacional inglés)

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Entrevista a Diego Maradona (4ª parte)


94 ¿Vos, que te bancaste todas las presiones en todas las canchas, te estresaste por un programa?

Sí, porque era en vivo y había que dar la cara. En el vivo te imponen cosa por cosa, me hubiera gustado hacerlo a mi manera.

95 ¿Qué comés todos los días? ¿Tenés muchas cosas prohibidas?

Tengo una dieta pero tampoco es que dejo de comer lo que quiero. Ya no estoy a purecito como en otro momento.

96 ¿Cuántas veces por semana hablás con tus viejos?

La casa de mis hijas queda a diez cuadras de la de mis viejos, así que paso por las dos. Vivo en Ezeiza y voy a Devoto todos los días... Pero Devoto del lado de afuera, eh.

97 ¿Qué te dijeron tus viejos cada vez que estuviste cerca de ir a jugar picados con el Barba?

Se preocuparon, como todo padre. Me piden que me cuide, como yo les digo a mis hijas también. Puede ser una guía como yo puedo ser una guía para mis hijas, pero después decide cada uno.

98 “Llegó el momento de dejarme de hinchar las pelotas y quererme un poquito más”, admitiste hace seis meses, cuando saliste de la última. ¿Estás cumpliendo?

Sí, todos los días.

99 El doctor Cahe dijo, también en la última, que en tu caso mueren 8 de cada 10, ¿sos un milagro no sólo futbolístico sino también médico?

Ojo que Cahe también dice muchas boludeces, de verdad, así que no le lleven mucho el apunte.

100 Hace 15 años, ¿pensabas que ibas a llegar a los 47?

Sí, quizás no tan bien como estoy hoy, pero sí.

101 Algunos “amigos” tuyos aseguraban que no llegabas a los 40.

Y, bueno, les gané.

102 De todas las veces que coqueteaste con la muerte, ¿en cuál te asustaste más?

En la última, porque toqué fondo. Ahí fue cuando Gianinna me pidió que viviera para ella. Me lo contó Dalma, porque yo estaba muerto, no la escuchaba, sólo veía oscuridad, me veía para mis adentros y no podía reaccionar.

103 ¿Tévez o Riquelme?

Tévez, por la villa.

104 Bueno, Riquelme tampoco nació en Recoleta.

Pero Riquelme es más fino, viste. Tévez es más villero como yo.

105 Sinceramente, ¿te gustaría ser DT o no te ves yendo todos los días a entrenar a un equipo?

No, no, pará que en la Selección Argentina, Basile no va todos los días, pará.

106 ¿Pero te bancarías el traqueteo del día a día?

Sí, si es algo que me tiene alegre, sí, que se pueda disfrutar de un entrenamiento.

107 ¿Cuál fue tu mayor logro en el fútbol?

Haber llegado a vestir la camiseta argentina y defenderla como la defendí siempre: en mundiales, en eliminatorias, amistosos. Siempre.

108 ¿Y el mayor milagro fue haber sacado campeón al Napoli?

Sí, puede ser (risas), y también haberme salvado del descenso con Argentinos Juniors.

109 De todos los posibles sucesores de Maradona, ¿quién creés que es el que más se acercó?

Pongámoslo a Messi, dale, hagamos ese juego.

110 El Mundial 86 lo ganaba cualquiera de los ocho finalistas con Maradona. Verdadero o falso.

Yo era argentino, soy argentino y voy a morir argentino.

111 Maradona era hincha de Independiente y después cambió. Verdadero o falso.

Nunca fui hincha de Independiente. Yo iba a ver la Copa Libertadores con mi cuñado, el Colorado, que me sacaba de Fiorito y me llevaba a la cancha de Independiente. Para mí, salir de Fiorito e ir a la cancha de Independiente era como ir a Manhattan (risas). Admiraba al Bocha, pero hoy también lo admiro y no por eso soy hincha de Independiente.

112 A Maradona no le podés decir que no. Verdadero o falso.

Falso. Le di en la cabeza a Aldo Proietto cuando era director de "El Gráfico" porque puso eso del “sidieguismo”. Preguntale a Proietto si no le metí con El Gráfico en la cabeza en el hotel de Italia. Decía que mi hermano había jugado en el Juvenil por ser mi hermano, y el Turco la rompió. Entonces le di en la cabeza con la revista. Se me salió la cadena.

113 Maradona es una persona llena de contradicciones. Verdadero o falso.

Falso. Soy como todo el mundo.

114 Mundial 86, 2-1 a Inglaterra, entraste al vestuario, ¿en qué momento se te ocurrió la frase “la mano de Dios”?

Es que no lo podía mandar al frente al referí, nos estaba dando una mano grande...

115 El referí no la vio.

El que lo tenía que ver era el línea, que me tenía de frente. A propósito de eso, te voy a contar una anécdota. Hace un tiempo vino a hacerme una nota Gary Lineker para la televisión inglesa, le preparé un asado en la casa de mi mamá y todo. En un momento me dice: “¿No te parece que vos les robaste a los ingleses?”. Y yo le contesté: “No, porque nosotros jugamos así desde chiquitos, para nosotros es un juego, no es que pensamos que vamos a cagar a alguien a propósito”. En otro momento él me comentó: “Los ingleses no robamos”. Ah no, fijate lo que le hizo McLaren a Ferrari, que le robó la información. Ahora, a través de El Gráfico, me gustaría decirle a Lineker que venga a hacer otro reportaje y me hable de los ingleses (risas). Igual, todo bien con Lineker, está afiliado a la Iglesia Maradoniana.

116 ¿Cómo se te ocurrió la frase, te la sopló alguien?

No, no, para nada, pará, a mí no me sopla nadie las frases; si no, no las digo. Teníamos conferencia de prensa cada cinco minutos y dije “fue la mano de Dios”, no podía decir “fue con la mano”, porque era volver atrás otra vez, por qué lo hiciste, por qué no lo hiciste, al referí lo iban a sancionar de por vida, era Inglaterra, los capos del fútbol, era todo para quilombo.

117 Lo del gol con la mano es una picardía, ¿pero con el bidón no se les fue la mano?

Lo del bidón es algo que se le ocurrió a Carlos y Carlos es así, ¿qué querés que te diga? No por nada dicen de las agujas de Zubeldía, dicen que en esa época existía el doping en el fútbol argentino, se dijeron un montón de cosas que no fueron probadas.

118 ¿No intentaste frenar a Bilardo con el bidón?

No, para nada, porque no creí que Branco fuera a tomar. ¿Qué querés que haga, viejo? El que iba a tomar era Olarticoechea y le grité: “Noooooooo, Vasco, nooooo”.

119 ¿Es muy jodido ser Maradona?

Es el precio que hay que pagar por ser argentino y vivir en un país de fútbol. Por eso cuando vos tenés que elegir las vacaciones, hay que irse a países donde no se juegue al fútbol. Tenés que ir a Tanzania, si hoy en todos lados juegan al fútbol. Yo una vez me fui a la Polinesia con mi hija, al mismo lugar donde 25 años atrás no veían fútbol, y lo primero que me dijo un portugués apenas llegué fue: “Mañana hacemos un partido”. Mi hija le retrucó: “Pará, portugués, mi papá es mío, lo traje hasta acá para tenerlo para mí”.

120 ¿Y a vos te jode ser Maradona?

No, para nada, estoy tranquilo.

121 ¿Te genera algo que haya una Iglesia Maradoniana o que un tipo les ponga de nombres a sus hijas Mara y Dona o ya se agotó tu capacidad de asombro?

Me conmueven como el primer día, por supuesto que todavía tengo capacidad de asombro. Por eso les mandé un mensaje en video a los muchachos de la Iglesia.

122 ¿Tus hijas tienen una vida tranquila o las vuelven locas por el apellido?

Tienen una vida totalmente tranquila, la gente entiende que son mi hijas y que el que hizo los goles fui yo. Aparte mis hijas se manejan como Gianinna y Dalma, no como Maradona.

123 ¿Sos una persona melancólica? ¿Te da cada tanto por sentarte y ver partidos viejos?

No, incluso cuando hablan de mí, bien o mal, cambio. Tampoco me gusta cuando dicen “genio, maestro”, esas cosas.

124 La última: si pudieras pedir tres deseos.

Que mis hijas sean felices, ser técnico de la Selección y que mi sobrino se cure.

(entrevista publicada en la revista "El Gráfico", edición Diciembre de 2007)

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En su paso por el fútbol uno va recogiendo muchas vivencias, sobretodo en las giras, en las concentraciones y en los entrenamientos, elige con el tiempo quienes serán sus compañeros de mesa, su compañero de cuarto, como así también su compinche o ladero.
A medida que el tiempo transcurre junto con la vivencia cotidiana, uno empieza a querer a aquellos que eligió. Tal es el caso de jugadores con los cuales me ligan un montón de anécdotas como Pedro Larraquy, Carlos Morete, Julio Falcioni, Carlos Ereros, Gustavo Tognarelli, Hugo Iervasi, todos ellos me han demostrado en algún momento su hombría de bien.
Hoy me quiero referir a una anécdota muy sabrosa que tiene como intérprete a Carlos Manuel Morete (foto).
Demás esta decir que "el Puma" fue un goleador de raza, capaz de esperar más de 20 minutos sin tocar una pelota para tener una oportunidad y mandarla a guardar-
En Argentinos Juniors estaba visto como el jugador que desentonaba en cuanto al juego que desenvolvía aquel glorioso equipo del 85, más de una vez le gritaron desde la platea que le pusiera "cascabeles" a la pelota, pero lo más gracioso que escuché que le gritaran al "puma" fue cuando se vio involucrado en una jugada violenta sin ser responsable de alguna actitud antideportiva, pero como se formó un tumulto de jugadores, el juez no sabía quien fue el agresor, por consiguiente no sabía a quien echar, cuando un hincha de Argentinos se acercó lo más que pudo al alambrado y le gritó al juez:
¡el que le pegó fue Morete!
Lógicamente el hincha no lo quería ver ni en figuritas.

(Anécdota extraída de la página web de José "Pepe" Castro)

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Con los futbolistas que mejores relaciones formé en mi carrera fue con los otros número cinco que pasaron por el plantel. Tanto con Zapata, con Claut, con Villarreal, con el Pelado Almeyda..., porque siempre entendí que el tema era competir sanamente, que todo pasaba por mi esfuerzo.

(LEONARDO ASTRADA, ex futbolista de River Plate y actual DT de Estudiantes de La Plata)

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Hasta sus pies son inteligentes.

(MICHEL HIDALGO, ex seleccionador de Francia, opinando sobre Michel Platini)

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Entrevista a Diego Maradona (3ª parte)


63 De todas las canciones, poesías y ofrendas en general, ¿cuál es la que más te gusta?

La canción de Rodrigo me parece la más linda de todas. Hay un proyecto de juntar en un CD todas las canciones que me hicieron y que yo las cante. Me parece fantástico.

64 Supongo que cantarás mejor que Tevez...

Yo canto.

65 Vas en auto y cruza Ruggeri por la calle, ¿le tocás bocina?

Lo ignoro.

66 ¿Por qué te peleaste con él?

Porque quiso ser el ejemplo, y de ninguna manera Ruggeri es ejemplo. Le quiso decir a mis hijas quién era yo, por eso le respondí y le voy a responder. Es otro que está con Coppola. Es un traidor. Lo conozco bien a Ruggeri.

67 ¿Vos imaginabas, antes de empezar la final con Alemania en el 90, que Codesal los iba a bombear?

Sí, porque Grondona me agarra en la ducha, un día antes de la final, cuando hicimos el reconocimiento de campo en Roma, y me dice: “Está difícil mañana, eh”. Yo le pregunté: “¿Qué quiere decir, Julio?”. Y él: “No, nada más, Diego...”

68 ¿Y por qué creés que los bombeó?

Porque estaba todo armado. Nosotros le cagamos a Matarrese (Antonio, integrante del Comité Organizador del Mundial) y a Italia una final puesta con la mano, que era Italia-Alemania. Ya estaba todo el negocio, le cagamos 180 millardi (millones) al ente que hacía el Mundial, le cagamos la bandera, le cagamos la bocina, le cagamos el festejo, la televisión, les hicimos un desastre total. Y nos tenían que pasar la factura.

69 ¿Qué fue lo primero que pensaste apenas viste entrar a la enfermera en USA 94, después del 2-1 a Nigeria?

No se me cruzó nada. Yo tendría que haber salido en ese partido, le había pedido el cambio al Coco, pero él me pidió que esperara, que aguantara la pelota arriba porque se nos venía Nigeria. Las últimas 2 o 3 jugadas las hice prácticamente en apnea, no me entraba aire por ningún lado. Después salí, se equivocaron con el remedio, el famoso coso que me daba Cerrini y fui en cana. ¿Qué voy a hacer? Ya está.

70 ¿A quién se le escapó la tortuga: a vos, a Basile, al médico, a Cerrini o a Grondona?

El primer culpable soy yo y asumo todo lo que venga, pero en realidad al que se le escapa la tortuga es a Cerrini y a Marcos Franchi, que eran los dos que manejaban la cosa.

71 ¿En el repechaje, contra Australia, no hubo antidoping, no?

No hubo ni allá ni acá.

72 ¿Eso fue una manera de decirte: “Tomá lo que quieras que no te vamos a joder, te necesitamos en el Mundial porque se nos cae el negocio”?

Yo no miento, hermano, por estas dos (se señala el tatuaje de sus brazos), que no las vea más. Para mí estaba todo arreglado. ¿Por qué no hubo antidoping con Australia? ¿No se acuerdan de que salimos todos desnudos por Canal 9, que el "Colorado" Mac Allister salió en bolas con Romay, y Romay no sabía si estábamos jugando fútbol o rugby? ¡Vamos, viejo!

73 ¿Te llegó alguna vez la versión de que Basile no te quería en ese equipo y no le quedó otra que llamarte por los cinco goles de Colombia?

Puede ser que no me haya querido, pero la pelota hace cambiar de parecer a muchos. Aparte yo defendía la camiseta argentina como ninguno y Basile quería lo mejor para la Selección. Yo le servía tanto adentro como afuera de la cancha.

74 ¿Por qué te enojaste con Basile?

Se olvidó de los códigos, nada más. Sabiendo que yo le fui de frente, él se fue de vacaciones con Coppola, me parece una falta de respeto. Pero bueno, es grande, está vacunado, tiene todos los documentos en regla. El hará su vida y yo la mía, cada uno por su lado.

75 Tu día más feliz y tu día más triste en el fútbol.

Los más felices fueron cuando salí campeón del mundo con la Selección, con Napoli, con Boca, con el juvenil. Y el más triste cuando me cortaron las piernas en USA 94, porque era el último Mundial y porque íbamos a ser los campeones del mundo. Cuando después de ese Mundial me los crucé a Romario y a Bebeto, los dos me dijeron lo mismo: “Cuando vimos que le remontaban el partido a Nigeria, nos dimos cuenta de que tendríamos que jugar la final contra ustedes”.

76 El mejor partido de tu vida.

Contra Uruguay, en Puebla, por el Mundial 86. Ese día en que me anularon el gol, por plancha. Claro, era italiano el árbitro. Ese día jugué mejor que contra Inglaterra, las gané todas, todas.

77 ¿Grondona hizo más cosas buenas que malas para el fútbol argentino o al revés?

Estando tantos años en un sillón como el de la AFA habrá hecho cosas buenas.

78 ¿Qué harías hoy si fueras el presidente de la FIFA?

Le daría mucha más importancia a los jugadores para que estén más cubiertos futbolísticamente. Haría calendarios para que rindan más y se vean mejores espectáculos. Si los de rugby hacen un Mundial de 45 días, ¿por qué los de fútbol son de 30?

79 ¿Qué le recomendarías a Riquelme?

Me gustaría que juegue, yo voy a defender siempre a Riquelme, no sé cuál es el problema con este chileno, si tiene la menstruación o qué, no lo entiendo. Riquelme no es un jugador polémico para decir: “No lo pongo porque se portó mal o hace camarilla o es jodido”. No es así. Lo conozco bien a Román.

80 Definí a Passarella.

Un buen técnico.

81 ¿Como persona?

No lo terminé de conocer.

82 ¿Por qué se pelearon?

Todavía no entendí por qué fue la pelea, creo que tenemos una charla pendiente y me gustaría hablar de eso, entre otras cosas.

83 ¿Por qué no lo hiciste, si dijiste que tenías ganas? ¿No te da para llamarlo?

Yo levanté el teléfono para llamarlo cuando le pasó lo del hijo, le dejé mensajes a los teléfonos que me dieron, nunca tuve respuestas y bueno, cada uno es como es, yo no voy a insistir.

84 ¿Ramón Díaz no fue al Mundial 86 ni al 90 porque estaba mal con vos?

A mí no me incomodaba. En la época de Menotti yo me entendía bien con Ramón, el problema es que él estaba del lado de Passarella. Yo me lo banqué a Passarella, me lo hubiese bancado a Ramón, me banqué a Burruchaga, a Ruggeri, me banqué a un montón, no había problemas.

85 Por ahí Bilardo no quiso incomodarte.

No creo, y te voy a decir una cosa: Bilardo, en el 90, no llevaba a Caniggia. Yo lo paré y le dije: “Entonces borrá a dos”. El Narigón no entendía: “¿Cómo?” (hace el gesto de ajustarse la corbata). “Borrá a dos: Maradona y Caniggia”, le pedí: “Ah, no, no, pará, pará”.

86 ¿Es cierto que en un Napoli-Avellino, Ramón te mandó a tirar sal?

Sí, me mandó al masajista a tirarme sal en los botines antes de empezar. ¿Sabés la patada en el orto que le di al masajista? Le metí el botín bien en el orto. Y al Pelado lo mandé a la concha de su madre, porque ésa es de él, lo conozco.

87 ¿No volviste nunca más a hablar con Ramón?

Con él no. Hablé varias veces con el hijo, que es napolitano, tengo buena onda con él.

88 ¿Cómo viviste el Mundial 78?

Vi un par de partidos en la cancha, me invitaron contra Italia y fui con mi hermano. También estuve en la final con Holanda.

89 ¿Por adentro estabas contento por los éxitos o puteabas porque te habías quedado afuera?

Me puse contento por los muchachos, por el fútbol argentino, pero yo sabía que tenía que estar, yo volaba en ese momento. Si volví con Argentinos y le ganamos a Chacarita 5-3 y metí tres goles. Igual salí a festejar al Obelisco como todos, pero yo estaba convencido de que estaba para jugar ese Mundial.

90 Un periodista.

Hubo muy buenos periodistas, me parece que Víctor Hugo es una persona excepcional. Alguna vez hablamos de su relato de mi segundo gol a Inglaterra y lo felicité. Hasta el día de hoy me conmueve cuando algún pibe me dice que tiene el ringtone con el relato de Víctor Hugo del gol a Inglaterra. Es una de las cosas que me emocionan.

91 ¡¿Vos le agradeciste a Víctor Hugo por el relato?! ¿Y él que te contestó: “Gracia' a vo' pibe, por la jugadita”?

Sí, sí (risas), en realidad Víctor Hugo llegó a Argentina en el 81 cuando yo pasé a Boca y es como que le di la bienvenida al fútbol argentino. Es un hombre al que admiro mucho.

92 ¿Sabés de dónde viene la frase “barrilete cósmico” del relato de ese gol?

Sí, por una declaración previa de Menotti sobre mí, que era un barrilete o algo así... No, no, yo me hago el boludo pero no soy tan boludo (risas).

93 ¿Por qué después del éxito de “La Noche del Diez” no seguiste con la tele?

El proyecto es hacerlo por las provincias y llevar a los invitados que no pudieron venir la vez pasada, pero la verdad es que fue mucho estrés, no es fácil.

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A comienzos de 1959, el club Real Madrid le había echado el ojo a un brasileño que acababa de consagrarse campeón del mundo en Suecia '58: Waldir Pereira, Didí.
Era figura de Botafogo, como un futbolista fino, estilizado, al que se le adjudicaba ser el inventor de la "folha seca" (un disparo seco y fuerte).
Didí golpeaba la pelota con la parte exterior del pie, con bastante potencia, elevándolo por encima de la barrera, y por lo general marcaba el gol de forma espectacular.
Al principio daba la impresión que la pelota iba a la tribuna, pero enseguida bajaba hacia el ángulo del arco para convertirse, lentamente, en gol, como caen las hojas secas (folha seca).
El tema es que el entrenador Fleitas Solich lo llevó al Madrid, con toda la pompa de haber sido una de las piezas clave, junto a Pelé, del Brasil ganador de la Copa del Mundo en Suecia.
Pero todo terminó con una gran desilusión: Didí fracasó rotundamente. Su traslado cansino por el campo de juego y su escaso espíritu de sacrificio no cuajaron con la manera de transpirar la camiseta de Alfredo Di Stéfano o Gento. Didí duró muy poco jugando en Europa y pronto regresó a su país, mientras que el propio presidente del Real, Santiago Bernabeu, declaraba a la prensa, de manera irónica: "Hemos pagado las hojas secas a precio de oro dieciocho quilates".

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Riquelme es un jugador bastante complicado de manejar, es diferente... y algunos compañeros se molestan por sus actitudes porque en algunos partidos aparenta correr y en otros, aparenta estar pasivo. Tal vez, jugando en la selección esté poquito más motivado que jugando en Boca. Le está costando muchísimo en estos últimos partidos, porque no ha alcanzado el nivel que normalmente da. Creo que debería estar un poquito mejor anímicamente, trabajar un poco más, porque es un jugador que ha ganado todo prácticamente, y por ahí, si en el fútbol no tenés motivación tenés que dar un paso al costado. La diferencia entre Riquelme y Palermo es que Martín, con 34 años, hace la pretemporada a la par de los chicos que tienen 17 años y es un jugador que ganó todo con Boca. Palermo nunca tuvo una mala cara para trabajar, siempre está primero a la punta del grupo.
(JULIO CÉSAR CÁCERES, defensor de Boca Juniors, disparando munición gruesa a través de Radio Cáritas de Paraguay contra Juan Román Riquelme)

Yo a este club lo amo. Él no sabe lo que amo al club y siento por él. El club me dio todo, yo le di todo, y me duele porque es un muchacho (por Cáceres) que no dio nada a nuestro club. Es muy doloroso. Lo que hace (Cáceres) con esta actitud es afectarnos a nosotros, justo ahora que viene el superclásico. Me duele el culo, la espalda y juego igual. Si soy otro digo que estoy cansado y me quedo en mi casa. Yo juego igual y no acuso ninguna lesión.
A mí me da pensar que por algo se fue mal de todos los clubes y me pone a mí de excusa para irse del club.

(JUAN ROMÁN RIQUELME, devolviendo la gentileza horas después en “La última palabra” de Fox Sports)


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Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: No saben nada de fútbol.

(EDUARDO SACHERI, escritor argentino)

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Entrevista a Diego Maradona (2ª parte)


32 ¿Quiénes es hoy el mejor jugador argentino?

Messi, sin ninguna duda. Lo siguen en el podio Agüero y Riquelme.

33 ¿Y quién es el mejor del mundo?

Entre Ronaldinho y Messi, puede acercarse Rooney.

34 ¿Kaká?

A Kaká lo pongo en el pelotón, no lo destaco tanto, lo veo más atrás.

35 ¿Messi podrá alcanzarte?

Si es para el bien del fútbol argentino, que me pase.

36 ¿Qué fue lo primero que sentiste apenas viste el gol de Messi al Getafe?

No tiene nada que ver con el mío.

37 Las circunstancias no, pero las jugadas fueron parecidas, Diego...

No, no, dejá, no tienen nada que ver. De esos goles, en los entrenamientos, yo hice millones, pero no están grabados. No me jodás. Si vamos a hablar en serio en esta nota, no me hagás decir cosas...

38 El mejor jugador que viste en tu vida.

Está entre Romario y Van Basten.

39 ¿Quién te gustaría que fuera hoy el DT de la Selección?

Diego Maradona. El pompón mío, que es Gianinna, me lo pide todos los días. Es quien más me lo recuerda; Dalma está un poco más alejada y ya tiró la toalla, pero Gianinna, cada vez que hay un partido, me dice: “Papá, ¿por qué no estás vos?”. Y no sé, yo no puedo obligar a nadie.

40 ¿Te la llegaron a ofrecer formalmente alguna vez?

Te juro por mis dos hijas (se hace la cruz con los dedos sobre la boca): fue antes del partido con Alemania, en el último Mundial. Cara a cara, en persona, Grondona me dijo: “Diego, el próximo sos vos”. Estaban Claudia y la mujer de Grondona como testigos. Después no se dio, no sé por qué.

41 ¿Qué significa para vos el showbol?

Es un volver a vivir dentro del fútbol, porque decir que uno “fue” como jugador es olvidarse de los momentos lindos que vivió. Y uno no se puede olvidar jamás de lo que fue el fútbol.

42 ¿Cómo se armó?

La idea viene de los brasileños, que nos ofrecieron jugar, nos dieron un CD con un partido y nos gustó. Reunimos a los muchachos que teníamos y fuimos a hacer una prueba a Brasil. Ellos estaban acostumbrados a jugar con la pared, nosotros nada, y el primer tiempo fue 4-0 abajo. Al final ganamos 8-4. Nosotros ni nos habíamos concentrado, jugamos relajados, pero los brasileños nos hicieron entender que era por los puntos y nos cayó la ficha de que defendíamos la camiseta argentina. Esa noche, otra vez volvimos a sentir el fuego que nos corrió durante toda la vida.

43 ¿Juegan en el interior del país por algún motivo en especial?

Es otro de los puntales del showbol. En la Capital te cruzás con Palermo, Orteguita o cualquiera en la calle, pero para la gente del interior nada que ver. Ir a Bahía, Mendoza o Paraná y que la gente llene la puerta del hotel para vernos nos enorgullece. Yo soy hijo de correntinos y sé lo que es el provinciano, cómo siente, es otro trato, otra tranquilidad.

44 El ritmo de juego es muy intenso, ¿no te preocupa tu salud?

El doctor Cahe me hace análisis de sangre cada mes. En el último me salió bajo el potasio, entonces me dio potasio. Estoy muy controlado.

45 ¿Cómo empezó tu relación con Mancuso?

A Mancu lo conozco de la Selección y seguimos siempre ligados, nos reunimos para hacer esto del showbol y metimos gente del riñón nuestro. Acá no tenemos camiseta, no es ni River ni Boca ni San Lorenzo, el único requisito para estar en el equipo es ser buena gente. No hay nadie que no sea buena gente.

46 ¿Ramón Díaz o Bianchi como DT?

Los dos son capaces de entrenar a cualquier equipo, lo han demostrado.

47 De los jóvenes, ¿Cagna, Simeone o Mohamed?

Simeone les lleva una luz a todos. El Cholo tiene un poco más de empuje, pero Cagna y el Turquito son muy buenos proyectos.

48 ¿Al Cholo lo ves como el futuro técnico de la Selección?

No.

49 ¿A La Volpe en Boca le hicieron la cama los jugadores?

Noooo, La Volpe no ganó los partidos que tenía que ganar y por eso se fue.

50 ¿Quién te gustaría que fuera el próximo DT de Boca?

Russo, no hay otro para dirigir a Boca. Me pareció desacertado, aunque lo respeto mucho, que Digón esté promoviendo a Bianchi en medio de un campeonato.

51 ¿Cómo lo ves a Boca en Japón?

Bien, con chances. Todos hablan del Milan, pero el Milan es kakádependiente. No le tengo miedo al Milan, yo quiero que Boca llegue bien físicamente, que no se desgaste tanto en el campeonato.

52 ¿A quién votás en una encuesta de los máximos ídolos de la historia de Boca?

A Rojitas, Giunta, Pernía, Marzolini, el Loco Gatti, Riquelme, Schelotto, Palermo... A Rattín no.

53 ¿Y Maradona?

Vengo peleándola ahí, pero yo no me meto nunca...

54 Te metemos nosotros.

(Silencio, espera unos segundos) Meteme como primero, entonces (risas).

55 ¿Cómo estás con Bianchi?

Nunca lo elogiaste demasiado a pesar de ser el DT más ganador de la historia de Boca. Yo le agradezco con el alma a Bianchi los títulos pero está con Coppola, y él sabe que si va al cumpleaños de Coppola está en mi contra.

56 Se están ahogando Havelange, Coppola y Codesal, y vos estás en un barco con un solo salvavidas.

Que se mueran los tres, no les tiro el salvavidas a ninguno. Yo no perdono.

57 ¿En qué te falló Coppola?

En todo, me cagó en todo. Me sacó la plata de mis hijas.

58 Cuando te agarraste a piñas con Bilardo, en el Sevilla, ¿qué dijeron las tarjetas del jurado?

Que gané yo.

59 ¿Por nocaut o por puntos?

Por puntos, porque se metió Claudia. Pero ya lo aclaramos con Carlos y quedó todo bien. Igual, conste que tenía razón yo: le había preguntado si jugaba o no, él me contestó que sí y me pidió que me infiltrara. Me infiltré y después me sacó a los diez minutos, ¿cómo no me iba a calentar?

60 ¿Te hubiera gustado ser ahora DT del Sub-20?

No.

61 ¿Quién fue el peor DT que tuviste?

Ottavio Bianchi, en el Napoli. No sabía nada y tenía un equipazo. Era una cosa lamentable.

62 ¿Había un rival al que no querías enfrentar? Uno que en la noche anterior decías: “Uh, este tipo otra vez, no...”

Sí, a Pietro Vierchowod, uno que era mitad tano y mitad ruso. Físicamente era un animal, tenía músculos hasta en las cejas. Jugaba en la Sampdoria, también en la selección de Italia, lo marcó a Borghi en México 86. Era fácil pasarlo, pero cuando lo pasabas y levantabas la cabeza, estaba otra vez. Yo lo hacía pasar de largo 2 o 3 veces y a la cuarta vez tenía que pasar la bola porque ya me cansaba de verlo.

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Se puede decir que Fritz Walter tenía una personalidad parecida a la de Sepp Herberger, sólo que más sensible. Siempre estaba dispuesto a echar una mano, tanto dentro como fuera del campo. Hablaba mucho con sus compañeros, era una especie de segundo entrenador para nosotros. La disciplina y los buenos modales eran muy importantes para él.
Hay una pequeña anécdota que no olvidaré nunca. Después de los partidos era habitual ir a comer con los demás jugadores. En una ocasión, me senté con mi compañero Karl Wanger y decidimos ir a la ciudad tras la comida. Estábamos ya preparados, así que nos levantamos de la mesa antes que nadie y cometimos el 'error' de no colocar la silla convenientemente. Fritz Walter nos reprochó agriamente el gesto y nos indicó con severidad que no es de buena educación levantarse de la mesa antes que los demás y, además, no colocar la silla convenientemente. Aquello se me quedó tan grabado que, desde entonces siempre espero a que la gente se levante de la mesa y coloco la silla convenientemente.


(HORST ECKEL, compañero en la selección campeona del mundo en 1954, opinando sobre Fritz Walter)

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Hay jugadores de River que le tiene que dar una parte de lo que cobran al cuerpo técnico; los jugadores no quieren hablar, no lo quieren decir.

(ADRIÁN PAENZA, periodista argentino, 02-11-99)

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Pagliuca sale del área como un ciervo del bosque.

(VUJADIN BOSKOV, técnico serbio, opinando sobre el ex arquero de la Sampdoria)

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Entrevista a Diego Maradona (1ª parte)


1 Salís a la calle y te lo cruzás a Shilton, ¿qué le decís?

“Arquero”, le grito, “arquerazo”. No me quiso invitar a su partido homenaje. ¡No voy a poder dormir Shilton, qué pena!

2 Vas en auto por el desierto y está Codesal haciendo dedo...

Le tiro una anchoa.

3 De pibe, en la pobreza de Fiorito, ¿nunca se te cruzó por la cabeza ir a robar?

No, porque mi viejo me hubiera cagado a trompadas. Mi viejo me enseñó todo lo mejor que pudo. Me educó demasiado bien, el mal aprendido fui yo con todo lo que hice mal en mi vida. Si vieras la ternura que tiene hoy mi viejo en los ojos es algo increíble. Yo siempre les digo a mis hijas que le miren los ojos a mi viejo. El no habla, no dice, hay que mirarlo nada más.

4 ¿Por qué te drogaste la primera vez?

Por investigar. Y me fue mal.

5 ¿Estabas con amigos y te incitaron?

Fue por mí, no le echemos la culpa a nadie. Ahora, te aclaro otra cosa: todos los que dicen que no tomaron conmigo, todos esos tomaron, ¡eh! Te lo digo a vos: tomaron. No doy nombres porque no soy vigilante, pero si me dicen algo, les contesto. Ojo, que no se hagan los pícaros.

6 ¿A qué edad te drogaste por primera vez?

A los 22 años.

7 ¿Fumaste un porro?

Cocaína.

8 ¿La droga es pasado o tenés miedo de que vuelva?

Sueño. Sueño y es feo, pero hace tres años que no tomo nada.

9 ¿Tu polvo más grande fue contra Inglaterra en el 86, contra Brasil en el 90 o contra Italia en el 90?

Italia, por todas las connotaciones que tuvo, y aunque me haya costado un montón de cosas después, porque vivía en Italia, porque la Gazetta dello Sport tituló “Maradona es el diablo”, y porque los dejamos afuera. ¡No sabes qué placer, hermano!

10 Cuando decís que te costó un montón de cosas, ¿te referís a las facturas que te pasaron con el dóping?

Sí, y también se las pasaron a Cani (por Caniggia). Pero si hoy supiera el final de la historia, cómo termina, lo volvería a hacer de nuevo. Que no quede ninguna duda.

11 ¿Bilardo o Menotti?

El técnico más grande que yo tuve fue Menotti. Tiene las cosas muy claras, a Bilardo lo entendía a través del Profe Echevarría. Tácticamente, Bilardo es diez veces más que Menotti, pero te tenía en la cancha mucho tiempo, mientras el Flaco te lo fraccionaba y te lo explicaba de una manera que vos lo entendías rápidamente.

12 ¿Bilardo te supo usar mejor que Menotti, entonces?

Puede ser. Menotti tenía más el equipo en la cabeza y Bilardo me puso un equipo para mí, para que me pudiera realizar.

13 En la disputa entre bilardistas y menottistas, los primeros sacan chapa argumentando que los resultados los obtuviste con el Narigón.

Pero no por tener resultados es más grande. Cuando Platini ganaba campeonatos con la Juventus, decían que yo era un buen jugador, un giocoliere (en italiano: “malabarista”), un jugadorcito, porque Platini ganaba. Después, cuando yo empecé a ganar decían que Platini era un jugador muy táctico. Pónganse de acuerdo. Los resultados no explican todo.

14 Vamos con una frase maradoniana: ¿quién es más falso que dólar celeste?

Uhhhh, hay tantos... Se juegan el podio entre Blatter, Beckenbauer y Platini. Y un poquito más atrás entra el morocho... el diez brasileño. En otra época iba primero de cabeza, pero hoy hay otros. Son todos mamaderas (sic). Fijate vos: el Mundial se lo dieron a Francia porque estaba Platini y hoy Platini es el presidente de la UEFA. El 2006 se lo dieron a Alemania, a Beckenbauer, otro mamadera. Y ahora se lo dan a Brasil... Está muy clarito todo esto, por eso cuando Blatter me invita a formar parte de la familia de la FIFA, yo le contesto: “Por el amor de Dios, a esa familia no la quiero, yo tengo a la Tota y a don Diego, ésa es mi familia, la otra dejá...”.

15 ¿Con Pelé te amigaste para subir el rating de tu programa o era de verdad?

Mientras él se gane su vida, está todo bien; ahora, cuando quiere cagar más alto que el culo, no existe.

16 ¿Qué no te bancás de él?

Que lo mame a Blatter, a Beckenbauer, a Platini, que esté queriendo meterse permanentemente en todos los negocios, eso no me banco. Que se olvide de que fue jugador de fútbol, eso no me banco. Ya se lo dijo Romario, también Zico, los propios brasileños. A mí no me gusta el tipo que quiere llegar rampicándose (en italiano: “trepando”) porque él no lo necesita, se lo ganó dentro de la cancha, él no necesita ser un Blatter que nunca le pegó a una pelota de fútbol y tiene que ser mamón (sic) para llegar a ser el presidente de la FIFA.

17 ¿Por qué creés que perdiste con Fangio en “El gen argentino”?

No sé qué quieren inventar. Yo ya les gané a Fangio, Monzón, De Vicenzo y Vilas como el mejor deportista de todos los tiempos. Les saqué un montón de votos a los cuatro y me dieron el premio. ¿El gen argentino? Ganó San Martín, ¿no? Si San Martín no cruzó los Andes, ¿qué me vienen a hablar? ¿Me van a decir que San Martín cruzó los Andes? ¡¿Y encima en burro?! Mirá, hoy te alquilás un avión de 50 mil dólares y el avión te hace así (mueve las manos como una coctelera) y me dicen que cruzó los Andes... Mentira...

18 Dame tu ranking de los cinco deportistas argentinos más grandes de la historia.

Sin ponerme yo, estaría Monzón, Di Stéfano... Me acuerdo de que una vez, en España, Alfredo entró a un restaurante y se pararon todos a aplaudirlo. Fue la primera vez que vi algo así, mientras Alfredo decía “vete a tomar por culo”... Vilas también le dio mucho al deporte argentino y a mí me hizo muuuuy feliz Nicolino Locche...

19 De los actuales.

Me encanta Nalbandian. En el momento en que decían que estaba gordo, que esto y lo otro, cazó la raqueta y le ganó al primero, al segundo y al tercero. Y para que no queden dudas, lo hizo dos veces. Y nos cerró el orto a todos. Bah, a mí no, porque siempre creí en él, pero a los giles que tienen la lapicera y el chamuyo fácil les cerró el orto.

20 ¿Admiraste mucho a algún deportista del mundo por sobre el resto?

A Michael Jordan, Tiger Woods y Federer.

21 ¿Alguna vez pediste un autógrafo?

De chico se los pedí al Chivo Pavoni y a Rojitas. Recuerdo que cuando pasé a Boca, El Gráfico nos juntó con Rojitas y fuimos a comer juntos. Fue maravilloso. Yo vi jugar una vez a Rojitas: ya estaba grande, pero hizo dos o tres cosas bárbaras... Tengo varias anécdotas con jugadores viejos. Una vez, el que era mi suegro, me dijo: “Acá, a unas cuadras, va a jugar Ermindo Onega”. Yo tenía 16 años, estaba noviando con Claudia. Lo fui a ver y era tan distinto Ermindo, jugando, tocando, pegándole a la pelota. Yo decía: “¡Mirá qué diferencia, cómo me gustaría ser como Ermindo!”. Terminó el partido y me acerqué a saludarlo.

22 ¿Quién es Diego Maradona?

Un tipo que está peleando la vida todos los días, que aprendió a ser feliz día a día. Mis nenas me enseñaron que me tengo que levantar todas las mañanas y estar con ellas. Las veo siempre, y si no puedo las llamo y también nos mandamos mensajes de texto. La chiquita, cuando yo estaba casi muerto, la última vez, me dijo: “Papá, tenés que vivir para mí”. Y eso me lo hice carne, viste, o sea me levanto todos los días pensando en eso, no me lo puedo sacar de la cabeza.

23 Hablando de Gianinna, ¿le preguntaste si pasó algo con el Kun?

Me contó que lo encontró en Sunset, pero ya se conocían de antes.

24 Si lo tenés a Agüero adelante, ¿qué le decís?

Que sea feliz con la persona que esté al lado de él.

25 Uno imagina al hijo de una Maradona con un Agüero, y el resultado puede ser una bomba...

¡Pará, te estás pareciendo a Rial, che! Lo que digo es que yo, viéndola feliz a mi hija, está todo bien. Uno dice que es celoso, que le va a cortar la cabeza al novio y esas cosas, pero es todo para convencerse a uno mismo...

26 ¿Está en tus planes tener más hijos?

No.

27 ¿Te ves abuelo?

Síííííí, por supuesto, me veo un gran abuelo. Las nenas todavía no me dan ningún síntoma, pero tienen 20 y 18 años.

28 ¿Por qué desde 1986 Argentina no volvió a ganar un Mundial y ni siquiera llega a una semifinal desde 1990?

¿Culpa tuya? ¿Culpa mía? Pará. Yo creo que en la Selección falta algo adentro, un revulsivo en el vestuario, como dicen los españoles. Es lo que veo, la Selección necesita un poco de rebeldía, alguien que le dé otro sentido, otro tono.

29 ¿Cómo se consigue?

No sé, no estoy adentro para entenderlo. Me encantaría estarlo.

30 Mañana es la final del Mundial, ¿cómo formaría tu Selección?

Es difícil, yo jugaría con Crespo, también metería a Tevez, a Messi tirado atrás, a Riquelme. Tampoco faltarían Agüero, Gago, Mascherano y Ayala. La verdad que ésta es una camada linda de jugadores para agarrar, yo estaba muy ilusionado después del último Mundial, pero la realidad es que hay un técnico y se dará cuando se tenga que dar.

31 ¿Por qué dijiste que te aburría la Selección?

Cuando hablo de la Selección, a los únicos que no les quiero faltar el respeto es a los jugadores. Ellos lo saben, porque lo charlé con Lio, con Carlitos, con Román. Espero mucho más de este equipo. En el arranque de las eliminatorias (la nota se hizo antes del partido con Bolivia) me aburrí. Jugamos contra Chile y parecía que venía Brasil del 70, como si Bielsa pudiera cambiarles la mentalidad a sus jugadores en un mes. Con Venezuela lo mismo, y nos quedamos con el toque fácil para el costado.

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El fútbol se hace menos dramático cuando lo ejecutan los que saben.

(MARCELO BIELSA, actual entrenador de la Selección chilena de fútbol)

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El delantero boliviano Luis William Ramallo fue el primer futbolista de su país en consagrarse goleador de una eliminatoria mundialista.
Logró su récord anotando 7 goles en la eliminatoria sudamericana clasificatoria para el Mundial de los Estados Unidos de 1994.
Ramallo, que de tal forma, en 1993, dejó atrás a goleadores de la talla de Gabriel Batistuta, del colombiano Asprilla o el brasileño Bebeto ampliamente triunfadores en el fútbol internacional, convirtió su última y definitoria conquista para su país ante Ecuador, logrando para su selección el pasaporte al mundial.
De tal modo, el goleador boliviano quedó en la historia futbolística de su país.
Nació en Cochabamba el 4 de Julio de 1961, debutando en Primera a los 18 años jugando para Oriente Petrolero de Santa Cruz de la Sierra.
Luego, siempre en Bolivia, Luis William Ramallo jugó en Bolívar, Jorge Wilsterman, Destroyers y The Strongest, para retornar a Oriente Petrolero que lo vio nacer como jugador de primer nivel en los torneos locales.

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Florentino y Valdano no fueron elegantes en mi salida del Madrid. En Abril me dijeron que seguía y me parece que se movieron personas para que no fuera así.

(VICENTE DEL BOSQUE, ex jugador y ex entrenador del Real Madrid, en revista "Fútbol Life", Agosto de 2007)

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Kikogol (Pablo Malagón - España)


Francisco Narváez, como el genio incomprendido que siente en sus carnes el desagrado de la puerta de atrás, abandonó llorando el Vicente Calderón el día de su despedida como jugador del Atlético de Madrid. Tras ocho temporadas, una lesión y casi un centenar de goles, se despedía, y nadie se acercaba a escuchar su llanto, el último gran genio que conoció la parroquia rojiblanca.

Y eran sus lágrimas una llamada al agradecimiento perdido más que una manera de reivindicarse como el último mohicano del fútbol auténtico, porque cuando en Kiko se unieron el arte y las ganas, salió un jugador de los de verdad al que, en su club, nunca quisieron reconocer como adalid del verdadero espectáculo. De carácter rebelde y simpatía desbordante, el bueno de Francisco nunca consiguió simpatizar con las ideas caciquistas de un presidente más dado a la publicidad de sus gestos que a la fortuna de sus acciones y por ello, el día en que dijo adiós dejaba un reguero de lágrimas, fruto de una despedida sellada con una patada en el trasero y un certificado de invalidez que le convertía en un inútil más que en un caballero del fútbol.

“Kiko cojo. Muérete”. Aquella pancarta que había colgado de la grada del Calderón unos meses antes, le había señalado como el auténtico culpable de un fracaso que él nunca cuajó en sus ánimos. Una desafortunada lesión en el Nou Camp, dos años antes, le había mandado a la enfermería durante mucho más tiempo de lo que él mismo hubiese podido imaginar. Cuando regresó no consiguió ser el mismo, sus miedos habían podido con él y sus giros, sus quiebros y sus maneras de asistir habían perdido la esencia que le habían convertido en ídolo y gracia de una parroquia más acostumbrada a sufrir que a gozar durante los últimos años. Pero de ahí a señalarle como inválido y culpable mediaba un abismo, el mismo que mediaba entre los vítores que había recibido durante sus primeros años como héroe y duende del césped y el odio que ahora causaban sus pocas muestras de genialidad. No era simple desidia, simplemente ya no podía.

Y como no fue capaz de explicar que el fútbol le había traicionado de la peor manera, no tuvo más remedio que convertirse en el dueño de sus propias frustraciones, tragarse todos sus egos y acudir aquella mañana al Vicente Calderón para despedirse por siempre y en silencio de la que había sido su casa durante más de ocho años. Y desde arriba solo recibió acusaciones, falta de tacto y ni una sola palabra de agradecimiento. Porque Kiko, el jugador que un año antes había sido utilizado como la imagen perenne del sentimiento rojiblanco que habría de sufrir un añito en el infierno, era ahora defenestrado y señalado con el dedo como el único instigador del fracaso. Le dijeron adiós y la única palmada que recibió en la espalda había sido para acompañarle a la salida y cerrar la puerta tras de sí en un gesto que le indicaba que aquella casa estaría cerrada por siempre para él.

Y Kiko lloró porque sintió en su interior el peso del recuerdo y supo que todo lo que había logrado había sido enviado al baúl del olvido. Aquello le hizo estremecer; nunca nadie le había agradecido tan poco habiendo entregado tanto. Cuando regresó de la lesión, sus tobillos estaban saturados de fútbol y eso lo sabían tanto Kiko, como el cuerpo técnico, como la directiva. Quizá se le quiso ocultar al aficionado el ocaso de su ídolo, pero Kiko nunca le dio la espalda al éxito y por ello y por el compromiso de fidelidad que le unía a su afición, decidió regresar aunque supiese que aquel regreso significaría quedar arrastrado para siempre en un campo de fútbol. Y ahora que analizaba su pasado, sus intentos y todos los abrazos enviados a la afición en forma de dolor, lloraba al sentirse incomprendido. “Kiko cojo. Muérete”. Nunca nadie le había golpeado tan fuerte como lo había hecho esa pancarta en lo más profundo de su alma.

Cuando Kiko llegó al Atlético, las ilusiones se convirtieron en hechos de esperanza. Estuvo a punto de firmar con el Deportivo La Coruña, pero dos promesas y el calor de la palabra fácil le hicieron decantarse por el segundo equipo de la gran capital. Nunca se arrepintió, ni cuando sentía en el alma el dolor de una traición, ni cuando supo que la crítica y aquellos que le habían abrazado le estaban convirtiendo en un ex futbolista por la vía rápida. Llegó joven y se marchó con el alma envejecida.

De verbo locuaz y chiste fácil, Kiko cayó bien en el vestuario desde el primer momento. Sus dos primeras temporadas fueron malas, alternó un día bueno con diez malos y comenzó a sentir en el alma el dolor del aficionado en forma de silbido. Si se esperaba mucho de él, ciertamente no estaba cumpliendo con ninguna de sus expectativas. De vez en cuando marcaba un gol y se marcaba una fantástica maniobra y aquello hacía relucir esperanzas dentro de su cuerpo trasteado. Llegó como artífice de una medalla de oro olímpica y terminaba sus primeras temporadas como la gran decepción de un club que llevaba varios años soñando con cotas mayores. Le separaron de sus mejores amigos y Kiko abandonó la farándula para convertirse en futbolista.

A Kiko siempre le valieron más las palabras que los hechos y por ello, cuando se vio sólo y bien aconsejado comenzó a fundir en su alma el genio de uno de los mejores futbolistas de Europa. Kiko comenzó su tercera temporada entre la duda y la terminó entre las nubes, había nacido un nuevo Dios para la parroquia rojiblanca. Los mejores detalles de aquel doblete que siempre viajaría en el corazón de cada uno de los integrantes de aquella plantilla, habían nacido del carácter y las botas de Francisco Narváez, el Kiko futbolista y el genio nacido en Jerez que había abandonado su tierra para hacer exactamente aquello por lo que le habían contratado, divertir. Le apodaron “Kikogol” y a pesar de no haber sido nunca un especialista de cara a la meta rival, la sintonía de su apodo invadió el eco del Calderón un domingo tras otro. “Kikogol”. Y él respondía con talento, porque de sus botas no podía salir otra cosa.

Cada temporada fue mejorando sus registros. De sombra de Caminero se convirtió en auténtico líder del equipo. Le daba igual que le acompañase Penev, que Esnaider, que Vieri. Kiko repartía el fútbol por doquier y todos se aprovechaban de su genio. Los delanteros porque en cada pelota recibida encontraban un motivo para no fallar, los aficionados porque su sonrisa se tornaba infinita con cada maniobra y el mundo porque encontraba en Kiko al eslabón perdido entre el delantero centro y el asistente genial.

La última vez, antes de esta, en la que Kiko había llorado fue la misma noche en la que cayeron eliminados de la Copa de Europa frente al Ajax. Kiko hizo el mejor partido de su vida y cada balón lo convirtió en asistencia y cada asistencia en peligro de gol. Pero cada ocasión quedó solamente en eso, en mero peligro inacabado. Y entre Dani, Esnaider, Van der Sar y la mala suerte, pusieron al Atlético fuera de un sueño que comenzaba a considerar como alcanzable. De nuevo la leyenda de un equipo ciñéndose a la historia y Kiko, como el baluarte de una afición que no esperó mucho más de lo que recibió, llorando amargamente una eliminación que bien podía haberles puesto de camino a la gloria tal y como se comprobó más tarde, porque las lágrimas que Kiko gastó aquella noche en su tristeza se tornaron en rabia en el momento en el que comprobó como aquella edición de la Copa de Europa era ganada por el Borussia Dortmund, el mismo equipo al que habían bailado ante los ojos del mundo una fría noche de invierno alemán.

Aquella, su cuarta temporada en el Atlético de Madrid había sido la más espectacular en cuanto a juego y la más desafortunada en cuanto a resultados. A la aciaga noche madrileña ante el Ajax de Ámsterdam, le precedió una eliminatoria inolvidable ante el Barça en la Copa del Rey en la que sintieron en sus carnes el dolor del resultado más espantoso; después de ganar por cero a tres terminaron perdiendo por cinco a cuatro. Kiko sacó conclusiones y la principal llevó un nombre propio: Ronaldo. Aprender a alucinar con los rivales no tenía porque ser motivo de desaliento, la derrota dolió, y mucho, pero ver a Ronaldo en acción, aun sufriéndolo en las propias carnes, seguro que le valió la pena a cualquiera de sus compañeros.

Cuando acabó el año ni los goles ni las asistencias sirvieron de mucho ante la escasez de títulos, y ni siquiera el premio del mundial vino a convertir a Kiko en el estandarte de un país sediento de gloria. La eliminación en Francia truncó tantos sueños como esperanzas y le devolvió de nuevo a la realidad de la manera más cruel. De nuevo volvió a ver sobrevolar la crítica sobre su cabeza y de nuevo se puso precio a su cuello de jugador artista; el peso de la responsabilidad le agitó sobremanera y aquel verano no descansó como debía, más que nada porque había necesitado éxito y solamente había encontrado fracasos en una temporada en la que se había sentido en mejor forma que nunca y en la que, alguna noche, tuvo que estrellar sus frustraciones contra el aire al tiempo que intentaba dormirse.

Cuando comenzó su quinta temporada en el Atlético de Madrid estaba tan sediento de gloria como cuando debutó en Primera con el Cádiz. Tenía veintiséis años y se sentía igual que cuando tenía dieciocho, la misma energía, la misma ilusión y mucho más fútbol. Le pusieron un nuevo compañero en la delantera y con él dibujó los mejores actos dentro del teatro rojiblanco del Calderón. Se llamaba Cristian Vieri y a los pies de Kiko le debió más de la mitad de los veinticuatro goles que marcó en aquella liga y que le convirtieron en el pichichi del campeonato.

Kiko estaba entonces como nunca. Patentó el arte de recibir de espaldas, supo aguantar el balón el tiempo necesario y casi nunca se equivocó en sus decisiones. Pero aquella temporada que había comenzado con las expectativas en lo más alto terminó en el solemne pozo de la mediocridad. Antic, el entrenador que había llevado al Atlético a lo más alto y con el que Kiko ya había tenido más de un roce, fue despedido por monotonía y el equipo zozobró en la miseria de la zona templada de la liga. Kiko veía pasar sus mejores años sin gestar logros importantes y aquello le producía una comezón en el ansia de lo más preocupante. Y llamaron a su puerta varias veces. Y unas veces él y otras el club, desestimaron las ofertas porque Kiko era entonces el baluarte de una afición que comenzaba a temer otros veinte años de sequía.

Y llegó un nuevo entrenador y con él una nueva etapa. Con Sacchi, Kiko jugó sus mejores minutos como rojiblanco pero el equipo comenzó el hundimiento deportivo que daría con sus huesos en la Segunda División dos temporadas después. Un hundimiento que comenzó a fraguarse una fría noche de invierno de mil novecientos noventa y nueve. El Atlético acudió al Camp Nou como víctima propicia para ser devorado por la fiesta del centenario azulgrana. La primera parte se comía los minutos, el partido no ofrecía mucho que reseñar y Kiko recibió un balón en la zona de tres cuartos de cancha. Giró sobre sí mismo como tantas otras veces y su tobillo crujió como nunca antes lo había hecho. Se derrumbó al instante y con el gesto compungido rogó al cielo una ayuda y al árbitro la entrada de una camilla. Kiko abandonó aquella noche el Nou Camp en camilla como el mejor futbolista del Atlético de los últimos años y con su tobillo maltrecho no solo se marchó un jugador sino que se marchó para siempre un duende como no se había visto otro.

Kiko, que había puesto de moda la postura del arquero para celebrar sus goles, tuvo que conformarse con disparar las flechas de su deseo contra el tiempo. Cuánto más rápido deseó curarse más veces volvía a recaer. No le operaron de un tobillo sino de los dos y en sus articulaciones encontraron motivos más que suficientes como para recomendarle abandonar la práctica del fútbol; sus tobillos estaban completamente destrozados. Y aquellas palabras, la inactividad y el miedo a una recaída mermaron el ánimo de Kiko hasta ponerlo de patitas en la duda ¿De verdad merecía la pena? Por el Atlético, sí.

Por el Atlético y por volver a sentir el eco del Calderón sobre su piel de gallina, se conjuró para regresar al césped y anotar, en la memoria de los aficionados, nuevas jugadas geniales que arrancaran el aplauso. Mientras Kiko estuvo defenestrado por la lesión, el Atlético se quedó sin Sacchi, sin gloria y sin Copa del Rey tras perder una final aciaga ante el Valencia de Ranieri, justo el mismo entrenador que volaría al año siguiente al Vicente Calderón para hacerse cargo del Atlético de Madrid y dar la oportunidad a Kiko de regresar a la élite y a la pasión rojiblanca.

Y con Ranieri llegó Hasselbaink y todos se olvidaron durante meses de Kiko porque aunque pareciese increíble, Hasselbaink era capaz de golear a tutiplé sin la ayuda del gaditano y sobre la grada comenzó a recorrer un runrún que inquietaba el alma del más sabio ¿De verdad necesitamos a un lisiado? Y Kiko se dolió en el alma al comprobar que a él también comenzaban a olvidarlo aún cuando seguía siendo futbolista del equipo. Pero el mes de diciembre de mil novecientos noventa y nueve cayó como un hachazo fulgurante sobre el Atlético de Madrid. El club que se vio embargado y defenestrado por las hazañas políticas y económicas de su presidente. Cada jugador de la plantilla comenzó a buscarse un futuro y dejaron en manos de la adversidad el destino del club.

Kiko reapareció a mitad de temporada pero el equipo ya se había convertido en una auténtica amalgama de imprecisiones. La falta de inquietudes desmotivó a una plantilla más pendiente de su nómina embargada que del balón sobre el terreno de juego. Ni Kiko, ni Hasselbaink, ni los miles de seguidores que lloraron aquel fracaso, pudieron evitar un descenso que llevaba meses fraguándose. Y Kiko sintió como empezaban a mirarle de reojo, como si su reaparición hubiese llevado más gotas de fracaso que la participación en el juego de cualquier otro jugador y más aún cuando el Atlético, con la memoria y las espaldas manchadas, se dejó ganar una final que luchó a cara de perro ante un Espanyol de Barcelona que le enseñaba al mundo y, mucho más, al Atlético, que los peores problemas de salud se curan con cantera.

Y el equipo se disgregó porque nadie quiso mirar, ni siquiera de soslayo, la posibilidad de jugar en Segunda División. Y Hasselbaink se marchó al Chelsea, y Solari al Madrid, y Valerón, Molina y Capdevilla al Dépor, y Baraja al Valencia y así, el equipo quedó sediento de figuras y con el alma descompuesta ante un futuro de lo más incierto. Pero a Kiko volvieron a ponerle en duda su decisión y esta vez de nuevo se vio fulgurado por la palabra parca y el gesto incómodo. Esta vez era una duda ajena, la duda de quienes una vez le aclamaron como estandarte y ahora dejaban entrever que Kiko tenía todas las papeletas para cargar con la culpabilidad de un descenso no programado.

Y Kiko calló, calló por no dolerse a sí mismo y decidió apostar su futuro a un ascenso que tapase más bocas que grietas deportivas. Y su imagen, presa de una demagogia absoluta, fue utilizada como trampolín publicitario con el fin de conseguir que más de treinta mil aficionados le escupiesen a la pereza y al desánimo y se acercasen a las oficinas del Vicente Calderón para hacerse socios del Atleti. “Un añito en el Infierno”. Y Kiko, su imagen y el sentimiento arrastraron a más de cuarenta mil y el club se vio desbordado y agradeciendo por todas el gesto de una afición que, como un león herido, deseaba por todas una redención.

Pero a Kiko solamente le arrojaron una duda tras otra y sobre él cayeron todas las culpas a medida que la temporada fue devorando a la fiera y el Atlético se fue quedando sin ascenso. Y llegó un día en el que ni Kiko ni la afición pudieron más y se dolieron en sus almas por saberse perdedores de un duelo contra el recuerdo, porque el Kikogol que bautizó la grada una templada tarde de doblete se había convertido en un simple adorno de salón sobre el campo.

“Kiko cojo. Muérete”. No se murió, pero se fue. Se fue con la palabra a medias entre sus decisiones y las decisiones de su directiva. No le agradecieron ningún servicio prestado e incluso se sintió culpable por haberse lesionado y haber terminado, en sí mismo y para siempre, con un genio como hubo pocos. Y el mismo día en el que Kiko salió del Vicente Calderón con su libertad y despido en la mano, sintió en el alma el escalofrío del abuelo que es abandonado por sus hijos tras una vida plena de dedicación. Y por ello y por saber que nunca más volvería a sentir el eco del Calderón sobre su piel de gallina, Kiko recorrió llorando los últimos metros que le separaban de su pasado y le encaminaban ante un futuro plagado de dudas, silencios e inexistencias.

(Mi agradecimiento a Pablo por autorizarme a publicar este cuento y poder compartirlo con todos ustedes. Muchas gracias por tu amabilidad Pablo!!)

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Cuando yo jugaba al fútbol, siempre era ariete, por convicción y por pasión. Mi posición preferida era delantero centro, muy cerca de la portería rival. El puesto de defensa, central o líbero no era para mí. Había otros con más talento y condiciones que yo. Esto era así sobre todo en un caso concreto. Me refiero a Franz Beckenbauer, quien, como futbolista, contaba con tal talento y habilidad que aún hoy personaliza al líbero perfecto. Franz Beckenbauer era un jugador excepcional, que imprimió su huella en el fútbol durante sus años como profesional. Entendió de una forma distinta este deporte que tantas pasiones despierta en todo el mundo. Beckenbauer dio una nueva dimensión al número 5 y, a partir del líbero clásico, inventó el líbero creador, que interviene de forma activa en el juego ofensivo de su equipo.
Sin duda, Franz Beckenbauer fue en el fútbol un reformador, por decirlo así. Estoy seguro de que, sin su contribución, habría resultado muy difícil traer la Copa Mundial de la FIFA 2006 a Alemania. Fue campeón del mundo como jugador en 1974, campeón del mundo como entrenador en 1990 y el máximo responsable de la organización de la Copa Mundial en 2006.


(GERHARD SCHRÖDER, ex canciller alemán, opinando sobre Franz Beckenbauer)

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He aconsejado a Kaká que no vaya al Madrid. Me ha bastado hablarle un poco de Capello.

(RONALDO, futbolista brasileño, en "La Gazzetta dello Sport", Abril de 2007)

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¿Qué queda ahora por conseguir?

(BOBBY CHARLTON, ex jugador británico, preguntando a su compañero y hermano Jackie tras conseguir la Copa del Mundo 1966)

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41 años de gloria


El fútbol profesional en Perú llevaba ya tres años de vida cuando los propietarios británicos de la cervecería Backus y Johnston decidieron vender la firma a capitales peruanos. Cuenta la leyenda que los nuevos dueños se sintieron atraídos por una foto que pendía de una pared. Era un “eleven” que formaba en torno a un “goalkeeper” que tenía en sus manos una pelota de cuero.

Allí mismo, ese 8 de Abril de 1954, nació la idea de fundar un club que representara a la nueva empresa peruana. El principal impulsor fue Don Ricardo Bentín Mujica, quién, desde ese momento, puso en marcha todo su empuje para lograr que ese objetivo fuese realidad. Contó con el aporte de su compañera de toda la vida, Esther Grande de Bentín, a quienes, por aquellos años, se veía concurrir invariablemente al viejo estadio Nacional a sentarse sobre las graderías de madera.

Eran tiempos en que los primeros lugares del torneo peruano se los disputaban Alianza Lima, Universitario de Deportes, Deportivo Municipal y el Atlético Chalaco. Desde el Rímac se estaba gestando el nacimiento de un grande que iba a imponerse a lo largo de los años.

El barrio necesitaba de ese club y los dos propulsores aceleraron los trámites. La Backus tenía un equipo, el Sporting Tabaco, que nunca había logrado un título y que, por aquellos años, estaba en decadencia económica. El matrimonio Bentín buscó terrenos cercanos de la cervecería para que los trabajadores pudieran desarrollar sus actividades deportivas.

El primer paso estaba dado, pero también aparecía el primer choque con la realidad: la Federación Peruana no recibió con beneplácito que el viejo Sporting Tabaco se transformara como pretendía la Backus. Se instaló una polémica pública hasta que finalmente el 13 de Diciembre de 1955, la familia Bentín ganó la pulseada. Nació el Sporting Cristal Backus, primer nombre adoptado en la reunión de la Comisión Directiva. El nombre de Cristal surge a raíz de que éste era el producto más popular de la cervecería.

Con el convenio firmado, el distrito del Rímac veía como comenzaba a florecer un centro de esparcimiento de 137.000 metros cuadrados en el corazón del tradicional barrio Abajo del Puente. Su primera directiva electa estaba integrada por el presidente Blas Loredo Báscones; vicepresidente, Manuel Bentín Sánchez; secretario, Octavio Figueroa Fonseca; tesorero, Jorge Coquis Herrera; vocales, Jesús Espinoza Coronel, Jorge Albertini Delgado, Juan Echevarría y Guillermo Negrón Soyer.

El primer equipo de fútbol conservó los colores del Sporting Tabaco, el celeste elegido por los rimenses. Para el debut en los campeonatos peruanos, se contrató a un técnico extranjero, y así llegó el chileno Luis Tirado con sus valijas cargadas de entrenamientos variados. También era menester reunir otros elementos foráneos en la cancha para juntarlos con los nacionales. La piedra fundamental estaba colocada y se edificó el primer equipo campeón en la historia del nuevo club.

El final de 1956 encontró a la camiseta celeste de la cervecería en lo más alto. El valle donde se fundó la Ciudad de los Reyes -llamado Rímac en lengua de los indios-, festejaba su debut en las mieles del éxito. Hubo festejo allá en la cervecería, en la Alameda de los Descalzos, el agua del río traía noticias de triunfos.

Faustino Delgado, el puntero izquierdo de aquel título, lo hace memoria y recuerda desde sus 71 años (dato de 1996): “Yo fui uno de los que pasó de Tabaco a Cristal, y ese campeonato fue la primera alegría que me dio el fútbol. Me acuerdo el estado físico que teníamos. El chileno Tirado nos dejaba para jugar dos partidos por domingo. Además, nunca repetía los ejercicios. En el equipo había muy buenos jugadores que armaban el juego, como Mosquera, Terry y Zunino. Yo era ligerito y ellos me dejaban solo para definir. Jugué 19 años en este club y cuando me retiré, doña Esther me regaló un carro por mi trayectoria. Fue inolvidable”.

Don Ricardo Bentín Mujica y su esposa Esther Grande comenzaron a ver que sus ideas originales tomaban forma. Su equipo de fútbol era campeón y el club crecía con otras actividades deportivas que iban ganando espacio: boxeo, béisbol, básquetbol, bochas y ping pong, hasta las modernas como fútbol femenino y el tenis. La buena imagen del matrimonio hizo creer a la institución que, de a poco, comenzaba a meterse en la piel de los limeños.

El primer arquero de aquel campeón, Rafael Asca, quizás el más importante de la historia rimense, busca en el baúl de los recuerdos: “Entrenábamos en el Cuerpo de la Guardia Republicana, que nos prestaba las instalaciones mientras se construían las canchas. El Rímac estaba identificado con los colores de Tabaco. Por eso, Cristal siguió con la camiseta celeste. Me retiré a comienzos del ’63 para enseñarle a los arqueros. Pero como a fines de ese año se lesionaron Párraga y Rubiños, el brasileño Didí me pidió que volviera. Estaba a punto de cumplir 39 años y teníamos que jugar el clásico con la “U”. Fue mi último partido y empatamos 2-2”.

Unos años después de la fundación, la institución eliminó el nombre de Backus en señal de independencia económica, ya que se trata de una asociación civil sin fines de lucro, a pesar de que la empresa aporta dinero en el club, pero éste maneja sus propios ingresos.

El fútbol seguía creciendo y el segundo título llegó en 1961. “La institución era un hogar para todos los que estábamos en aquella época de los ’60” -cuenta Alberto Gallardo, junto con Julio César Uribe, los mejores jugadores de la historia de Cristal que surgieron de las inferiores-. “El equipo era uno de los más fuertes, a pesar de que casi no teníamos hinchada. El fútbol profesional sólo se practicaba en Lima, y se jugaba entre sábados y domingos. En el ’61, hicimos una gira por Estados Unidos, China, Europa y África. En total fueron 30 juegos y yo convertí 37 goles. Tenía 20 años. Después fui goleador del ’62 y ’63 hasta que me vendieron al Milán de Césare Maldini, Sandro Mazzola y Gianni Rivera. Más tarde jugué en Palmeiras para retornar luego al Cristal. ¿Quién fue el mejor jugador de este club? Yo, Alberto Gallardo, sin dudas. Claro, si estuve en los Juegos Olímpicos del ’60, el Mundial del ’70, actué en varias Copas Libertadores y fui dos veces el artillero del Perú”.

Actualmente tiene 56 años (al momento de escribirse esta nota Alberto Gallardo aún nos acompañaba, lamentablemente ya no está más con nosotros debido a su fallecimiento en 2002) y entrena las divisiones menores del club, además de ser el técnico de Alcides Vigo, una institución que patrocina Cristal. “Acá hubo un cambio en los últimos años, tiene mejor estructura que cuando yo jugaba”.

La tercera vuelta olímpica llegó en 1968, de la mano de Didí. Don Ricardo Bentín Mujica lo trajo al club a fines de ’67 para que armara el equipo y el brasileño los llevó al éxito. Ramón Mifflin, uno de los puntales de aquella formación hace un repaso: “En esos tiempos ya era el club con mejores posibilidades económicas de Perú. Estaba el matrimonio Bentín, a quienes recuerdo con mucho cariño, que siempre se preocupaban por el jugador. Cristal mantenía un estilo de juego donde prevalecía la parte técnica. El que no tenía buen manejo no podía estar en el equipo. Del título del ’68 recuerdo la final que le ganamos 2-1 al Juan Aurich”. El “Cabezón” Mifflin tiene hoy cincuenta años (dato de 1996).

En el arranque mismo de la década del ’70 llegó el cuarto título, más tarde complementado por el del ’72. Por aquellas épocas, la tradición de la familia Bentín exigía que, antes de los partidos, ellos se acercaran a la concentración del primer equipo, comieran juntos y realizaran una misa en la pequeña capilla que hizo construir doña Esther detrás de uno de los arcos de las canchas de entrenamientos.

Quizás el final de una década gloriosa para el fútbol peruano fue el amague de un ciclo histórico para el Cristal. Se quedó con los campeonatos de 1979 y 1980. No pudo completar el “Tri” porque el Melgar interrumpió su serie en el ’81. Marcos Calderón era el técnico del equipo y habían retornado del exterior nombres que tuvieron su sitio privilegiado en la historia del fútbol incaico: Héctor Chumpitaz, Ramón Quiroga, Percy Rojas, Oswaldo Ramirez, Alfredo Quesada, Juan Carlos Oblitas y Julio César Uribe.

A la alegría de los campeonatos se interpuso la irreparable pérdida de los verdaderos padres del club. En 1975 falleció la señora Esther Grande de Bentín y cuatro años más tarde se fue el ingeniero Ricardo Bentín Mujica. Sus hijos, Ricardo y Cata, eran los encargados de seguir la tradición familiar del club “bajopontino”.

La racha de títulos se extendió en 1983 y 1988, éste último con la vuelta del ídolo, Julio César Uribe, para la parte final del torneo. Lo mejor estaría por llegar cuando el cienasta Franciso Lombardi asumiera como presidente de la Comisión de Fútbol. Su primer acto fue contratar a Juan Carlos Oblitas, un zurdo que sabía de títulos con la celeste en el pecho, a pesar de estar identificado con los colores cremas de Universitario de Deportes.

El “Ciego” armó el equipo con jugadores de experiencia, un plantel que no desbordaba de talento pero que era invulnerable defensivamente. Conclusión: décimo título del Club Sporting Cristal. Oblitas dejó el club para ser el ayudante de Miguel Company en la Selección Peruana, pero retornó a fines de 1993 para armar el equipo tricampeón.

Pero nuevamente el destino se ensañaba con Sporting Cristal. A fines de 1994, una penosa enfermedad se llevó a Ricardo Bentín Grande cuando tenía 45 años. El campeonato Descentralizado de 1995 llevó su nombre y Sporting Cristal se juramentó ganarlo. Era el mejor homenaje que un grupo de jugadores y dirigentes le podían hacer a la memoria de un digno continuador de la obra de sus padres.

Hasta que el 3 de Noviembre de 1996 llegó el decimotercer campeonato a las vitrinas del club Rímac. Ese distrito que fue centro de la vida social y política en el siglo XIX y comienzos del XX. A ése lugar y ésa época de la vieja Lima a la que se refiere Chabuca Granda en su célebre canción “La Flor de la Canela”, cuando describe a un tipo de mujer mulata y bajopontina, que a su esposo derramaba su gracia.

La vida es otra en la mítica Lima por estos tiempos, y el viejo Sporting Tabaco nunca soñó que su sucesor, el Cristal, iba a recorrer tantos caminos de éxitos en el fútbol peruano, hasta dejar de ser el club del Rímac y discutirle cara a cara la supremacía a Universitario y Alianza Lima. Aquella idea del matrimonio Bentín es una realidad. La tradición familiar lo elevó a un sitial de privilegio, como lo habían soñado cuando vieron la foto del “eleven” de Backus colgado en la pared de la cervecería.

(artículo escrito por el periodista peruano Emilio Laferranderie, “El Veco”, en la página oficial del club Sporting Cristal con motivo del 41º aniversario de su fundación)

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¿Qué significa Arsene Wenger en tu carrera?

Arsene Wenger es mi segundo padre, el DT que más me ha comprendido. Me gusta cómo ve al fútbol: siempre busca atacar y ganar. A veces escucho decir: 'Hemos perdido sólo 1 a 0, qué suerte'. Con Arsene eso no es posible.

¿Lo ves como futuro DT de Francia?

¡No! A él le gusta entrenar cada día, y con la selección eso no se puede.

(THIERRY HENRY, futbolista francés, en la revista argentina "Viva" del domingo 27/07/08)

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El ganador se lleva todo, aunque un empate sirve.

MARK "Slaggers" SAGGERS, periodista británico de Radio 5 Live y de BBC Radio Cambridgeshire)

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Nos bastaba un empate para acceder a la semifinal, pero Paolo Rossi estaba en estado de gracia y logró una tripleta de goles asombrosa. Lo intentamos todo, pero no había nada que hacer.

(PAULO ROBERTO FALCAO, cerebro de Brasil en el Mundial de 1982)

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