(VUJADIN BOSKOV, técnico serbio, opinando sobre el ex arquero de la Sampdoria)
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(VUJADIN BOSKOV, técnico serbio, opinando sobre el ex arquero de la Sampdoria)
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Entrevista a Diego Maradona (1ª parte)
1 Salís a la calle y te lo cruzás a Shilton, ¿qué le decís?
“Arquero”, le grito, “arquerazo”. No me quiso invitar a su partido homenaje. ¡No voy a poder dormir Shilton, qué pena!
2 Vas en auto por el desierto y está Codesal haciendo dedo...
Le tiro una anchoa.
3 De pibe, en la pobreza de Fiorito, ¿nunca se te cruzó por la cabeza ir a robar?
No, porque mi viejo me hubiera cagado a trompadas. Mi viejo me enseñó todo lo mejor que pudo. Me educó demasiado bien, el mal aprendido fui yo con todo lo que hice mal en mi vida. Si vieras la ternura que tiene hoy mi viejo en los ojos es algo increíble. Yo siempre les digo a mis hijas que le miren los ojos a mi viejo. El no habla, no dice, hay que mirarlo nada más.
4 ¿Por qué te drogaste la primera vez?
Por investigar. Y me fue mal.
5 ¿Estabas con amigos y te incitaron?
Fue por mí, no le echemos la culpa a nadie. Ahora, te aclaro otra cosa: todos los que dicen que no tomaron conmigo, todos esos tomaron, ¡eh! Te lo digo a vos: tomaron. No doy nombres porque no soy vigilante, pero si me dicen algo, les contesto. Ojo, que no se hagan los pícaros.
6 ¿A qué edad te drogaste por primera vez?
A los 22 años.
7 ¿Fumaste un porro?
Cocaína.
8 ¿La droga es pasado o tenés miedo de que vuelva?
Sueño. Sueño y es feo, pero hace tres años que no tomo nada.
9 ¿Tu polvo más grande fue contra Inglaterra en el 86, contra Brasil en el 90 o contra Italia en el 90?
Italia, por todas las connotaciones que tuvo, y aunque me haya costado un montón de cosas después, porque vivía en Italia, porque la Gazetta dello Sport tituló “Maradona es el diablo”, y porque los dejamos afuera. ¡No sabes qué placer, hermano!
10 Cuando decís que te costó un montón de cosas, ¿te referís a las facturas que te pasaron con el dóping?
Sí, y también se las pasaron a Cani (por Caniggia). Pero si hoy supiera el final de la historia, cómo termina, lo volvería a hacer de nuevo. Que no quede ninguna duda.
11 ¿Bilardo o Menotti?
El técnico más grande que yo tuve fue Menotti. Tiene las cosas muy claras, a Bilardo lo entendía a través del Profe Echevarría. Tácticamente, Bilardo es diez veces más que Menotti, pero te tenía en la cancha mucho tiempo, mientras el Flaco te lo fraccionaba y te lo explicaba de una manera que vos lo entendías rápidamente.
12 ¿Bilardo te supo usar mejor que Menotti, entonces?
Puede ser. Menotti tenía más el equipo en la cabeza y Bilardo me puso un equipo para mí, para que me pudiera realizar.
13 En la disputa entre bilardistas y menottistas, los primeros sacan chapa argumentando que los resultados los obtuviste con el Narigón.
Pero no por tener resultados es más grande. Cuando Platini ganaba campeonatos con la Juventus, decían que yo era un buen jugador, un giocoliere (en italiano: “malabarista”), un jugadorcito, porque Platini ganaba. Después, cuando yo empecé a ganar decían que Platini era un jugador muy táctico. Pónganse de acuerdo. Los resultados no explican todo.
14 Vamos con una frase maradoniana: ¿quién es más falso que dólar celeste?
Uhhhh, hay tantos... Se juegan el podio entre Blatter, Beckenbauer y Platini. Y un poquito más atrás entra el morocho... el diez brasileño. En otra época iba primero de cabeza, pero hoy hay otros. Son todos mamaderas (sic). Fijate vos: el Mundial se lo dieron a Francia porque estaba Platini y hoy Platini es el presidente de la UEFA. El 2006 se lo dieron a Alemania, a Beckenbauer, otro mamadera. Y ahora se lo dan a Brasil... Está muy clarito todo esto, por eso cuando Blatter me invita a formar parte de la familia de la FIFA, yo le contesto: “Por el amor de Dios, a esa familia no la quiero, yo tengo a la Tota y a don Diego, ésa es mi familia, la otra dejá...”.
15 ¿Con Pelé te amigaste para subir el rating de tu programa o era de verdad?
Mientras él se gane su vida, está todo bien; ahora, cuando quiere cagar más alto que el culo, no existe.
16 ¿Qué no te bancás de él?
Que lo mame a Blatter, a Beckenbauer, a Platini, que esté queriendo meterse permanentemente en todos los negocios, eso no me banco. Que se olvide de que fue jugador de fútbol, eso no me banco. Ya se lo dijo Romario, también Zico, los propios brasileños. A mí no me gusta el tipo que quiere llegar rampicándose (en italiano: “trepando”) porque él no lo necesita, se lo ganó dentro de la cancha, él no necesita ser un Blatter que nunca le pegó a una pelota de fútbol y tiene que ser mamón (sic) para llegar a ser el presidente de la FIFA.
17 ¿Por qué creés que perdiste con Fangio en “El gen argentino”?
No sé qué quieren inventar. Yo ya les gané a Fangio, Monzón, De Vicenzo y Vilas como el mejor deportista de todos los tiempos. Les saqué un montón de votos a los cuatro y me dieron el premio. ¿El gen argentino? Ganó San Martín, ¿no? Si San Martín no cruzó los Andes, ¿qué me vienen a hablar? ¿Me van a decir que San Martín cruzó los Andes? ¡¿Y encima en burro?! Mirá, hoy te alquilás un avión de 50 mil dólares y el avión te hace así (mueve las manos como una coctelera) y me dicen que cruzó los Andes... Mentira...
18 Dame tu ranking de los cinco deportistas argentinos más grandes de la historia.
Sin ponerme yo, estaría Monzón, Di Stéfano... Me acuerdo de que una vez, en España, Alfredo entró a un restaurante y se pararon todos a aplaudirlo. Fue la primera vez que vi algo así, mientras Alfredo decía “vete a tomar por culo”... Vilas también le dio mucho al deporte argentino y a mí me hizo muuuuy feliz Nicolino Locche...
19 De los actuales.
Me encanta Nalbandian. En el momento en que decían que estaba gordo, que esto y lo otro, cazó la raqueta y le ganó al primero, al segundo y al tercero. Y para que no queden dudas, lo hizo dos veces. Y nos cerró el orto a todos. Bah, a mí no, porque siempre creí en él, pero a los giles que tienen la lapicera y el chamuyo fácil les cerró el orto.
20 ¿Admiraste mucho a algún deportista del mundo por sobre el resto?
A Michael Jordan, Tiger Woods y Federer.
21 ¿Alguna vez pediste un autógrafo?
De chico se los pedí al Chivo Pavoni y a Rojitas. Recuerdo que cuando pasé a Boca, El Gráfico nos juntó con Rojitas y fuimos a comer juntos. Fue maravilloso. Yo vi jugar una vez a Rojitas: ya estaba grande, pero hizo dos o tres cosas bárbaras... Tengo varias anécdotas con jugadores viejos. Una vez, el que era mi suegro, me dijo: “Acá, a unas cuadras, va a jugar Ermindo Onega”. Yo tenía 16 años, estaba noviando con Claudia. Lo fui a ver y era tan distinto Ermindo, jugando, tocando, pegándole a la pelota. Yo decía: “¡Mirá qué diferencia, cómo me gustaría ser como Ermindo!”. Terminó el partido y me acerqué a saludarlo.
22 ¿Quién es Diego Maradona?
Un tipo que está peleando la vida todos los días, que aprendió a ser feliz día a día. Mis nenas me enseñaron que me tengo que levantar todas las mañanas y estar con ellas. Las veo siempre, y si no puedo las llamo y también nos mandamos mensajes de texto. La chiquita, cuando yo estaba casi muerto, la última vez, me dijo: “Papá, tenés que vivir para mí”. Y eso me lo hice carne, viste, o sea me levanto todos los días pensando en eso, no me lo puedo sacar de la cabeza.
23 Hablando de Gianinna, ¿le preguntaste si pasó algo con el Kun?
Me contó que lo encontró en Sunset, pero ya se conocían de antes.
24 Si lo tenés a Agüero adelante, ¿qué le decís?
Que sea feliz con la persona que esté al lado de él.
25 Uno imagina al hijo de una Maradona con un Agüero, y el resultado puede ser una bomba...
¡Pará, te estás pareciendo a Rial, che! Lo que digo es que yo, viéndola feliz a mi hija, está todo bien. Uno dice que es celoso, que le va a cortar la cabeza al novio y esas cosas, pero es todo para convencerse a uno mismo...
26 ¿Está en tus planes tener más hijos?
No.
27 ¿Te ves abuelo?
Síííííí, por supuesto, me veo un gran abuelo. Las nenas todavía no me dan ningún síntoma, pero tienen 20 y 18 años.
28 ¿Por qué desde 1986 Argentina no volvió a ganar un Mundial y ni siquiera llega a una semifinal desde 1990?
¿Culpa tuya? ¿Culpa mía? Pará. Yo creo que en la Selección falta algo adentro, un revulsivo en el vestuario, como dicen los españoles. Es lo que veo, la Selección necesita un poco de rebeldía, alguien que le dé otro sentido, otro tono.
29 ¿Cómo se consigue?
No sé, no estoy adentro para entenderlo. Me encantaría estarlo.
30 Mañana es la final del Mundial, ¿cómo formaría tu Selección?
Es difícil, yo jugaría con Crespo, también metería a Tevez, a Messi tirado atrás, a Riquelme. Tampoco faltarían Agüero, Gago, Mascherano y Ayala. La verdad que ésta es una camada linda de jugadores para agarrar, yo estaba muy ilusionado después del último Mundial, pero la realidad es que hay un técnico y se dará cuando se tenga que dar.
31 ¿Por qué dijiste que te aburría la Selección?
Cuando hablo de la Selección, a los únicos que no les quiero faltar el respeto es a los jugadores. Ellos lo saben, porque lo charlé con Lio, con Carlitos, con Román. Espero mucho más de este equipo. En el arranque de las eliminatorias (la nota se hizo antes del partido con Bolivia) me aburrí. Jugamos contra Chile y parecía que venía Brasil del 70, como si Bielsa pudiera cambiarles la mentalidad a sus jugadores en un mes. Con Venezuela lo mismo, y nos quedamos con el toque fácil para el costado.
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(MARCELO BIELSA, actual entrenador de la Selección chilena de fútbol)
Logró su récord anotando 7 goles en la eliminatoria sudamericana clasificatoria para el Mundial de los Estados Unidos de 1994.
Ramallo, que de tal forma, en 1993, dejó atrás a goleadores de la talla de Gabriel Batistuta, del colombiano Asprilla o el brasileño Bebeto ampliamente triunfadores en el fútbol internacional, convirtió su última y definitoria conquista para su país ante Ecuador, logrando para su selección el pasaporte al mundial.
De tal modo, el goleador boliviano quedó en la historia futbolística de su país.
Nació en Cochabamba el 4 de Julio de 1961, debutando en Primera a los 18 años jugando para Oriente Petrolero de Santa Cruz de la Sierra.
Luego, siempre en Bolivia, Luis William Ramallo jugó en Bolívar, Jorge Wilsterman, Destroyers y The Strongest, para retornar a Oriente Petrolero que lo vio nacer como jugador de primer nivel en los torneos locales.
(VICENTE DEL BOSQUE, ex jugador y ex entrenador del Real Madrid, en revista "Fútbol Life", Agosto de 2007)
Kikogol (Pablo Malagón - España)
Francisco Narváez, como el genio incomprendido que siente en sus carnes el desagrado de la puerta de atrás, abandonó llorando el Vicente Calderón el día de su despedida como jugador del Atlético de Madrid. Tras ocho temporadas, una lesión y casi un centenar de goles, se despedía, y nadie se acercaba a escuchar su llanto, el último gran genio que conoció la parroquia rojiblanca.
Y eran sus lágrimas una llamada al agradecimiento perdido más que una manera de reivindicarse como el último mohicano del fútbol auténtico, porque cuando en Kiko se unieron el arte y las ganas, salió un jugador de los de verdad al que, en su club, nunca quisieron reconocer como adalid del verdadero espectáculo. De carácter rebelde y simpatía desbordante, el bueno de Francisco nunca consiguió simpatizar con las ideas caciquistas de un presidente más dado a la publicidad de sus gestos que a la fortuna de sus acciones y por ello, el día en que dijo adiós dejaba un reguero de lágrimas, fruto de una despedida sellada con una patada en el trasero y un certificado de invalidez que le convertía en un inútil más que en un caballero del fútbol.
“Kiko cojo. Muérete”. Aquella pancarta que había colgado de la grada del Calderón unos meses antes, le había señalado como el auténtico culpable de un fracaso que él nunca cuajó en sus ánimos. Una desafortunada lesión en el Nou Camp, dos años antes, le había mandado a la enfermería durante mucho más tiempo de lo que él mismo hubiese podido imaginar. Cuando regresó no consiguió ser el mismo, sus miedos habían podido con él y sus giros, sus quiebros y sus maneras de asistir habían perdido la esencia que le habían convertido en ídolo y gracia de una parroquia más acostumbrada a sufrir que a gozar durante los últimos años. Pero de ahí a señalarle como inválido y culpable mediaba un abismo, el mismo que mediaba entre los vítores que había recibido durante sus primeros años como héroe y duende del césped y el odio que ahora causaban sus pocas muestras de genialidad. No era simple desidia, simplemente ya no podía.
Y como no fue capaz de explicar que el fútbol le había traicionado de la peor manera, no tuvo más remedio que convertirse en el dueño de sus propias frustraciones, tragarse todos sus egos y acudir aquella mañana al Vicente Calderón para despedirse por siempre y en silencio de la que había sido su casa durante más de ocho años. Y desde arriba solo recibió acusaciones, falta de tacto y ni una sola palabra de agradecimiento. Porque Kiko, el jugador que un año antes había sido utilizado como la imagen perenne del sentimiento rojiblanco que habría de sufrir un añito en el infierno, era ahora defenestrado y señalado con el dedo como el único instigador del fracaso. Le dijeron adiós y la única palmada que recibió en la espalda había sido para acompañarle a la salida y cerrar la puerta tras de sí en un gesto que le indicaba que aquella casa estaría cerrada por siempre para él.
Y Kiko lloró porque sintió en su interior el peso del recuerdo y supo que todo lo que había logrado había sido enviado al baúl del olvido. Aquello le hizo estremecer; nunca nadie le había agradecido tan poco habiendo entregado tanto. Cuando regresó de la lesión, sus tobillos estaban saturados de fútbol y eso lo sabían tanto Kiko, como el cuerpo técnico, como la directiva. Quizá se le quiso ocultar al aficionado el ocaso de su ídolo, pero Kiko nunca le dio la espalda al éxito y por ello y por el compromiso de fidelidad que le unía a su afición, decidió regresar aunque supiese que aquel regreso significaría quedar arrastrado para siempre en un campo de fútbol. Y ahora que analizaba su pasado, sus intentos y todos los abrazos enviados a la afición en forma de dolor, lloraba al sentirse incomprendido. “Kiko cojo. Muérete”. Nunca nadie le había golpeado tan fuerte como lo había hecho esa pancarta en lo más profundo de su alma.
Cuando Kiko llegó al Atlético, las ilusiones se convirtieron en hechos de esperanza. Estuvo a punto de firmar con el Deportivo La Coruña, pero dos promesas y el calor de la palabra fácil le hicieron decantarse por el segundo equipo de la gran capital. Nunca se arrepintió, ni cuando sentía en el alma el dolor de una traición, ni cuando supo que la crítica y aquellos que le habían abrazado le estaban convirtiendo en un ex futbolista por la vía rápida. Llegó joven y se marchó con el alma envejecida.
De verbo locuaz y chiste fácil, Kiko cayó bien en el vestuario desde el primer momento. Sus dos primeras temporadas fueron malas, alternó un día bueno con diez malos y comenzó a sentir en el alma el dolor del aficionado en forma de silbido. Si se esperaba mucho de él, ciertamente no estaba cumpliendo con ninguna de sus expectativas. De vez en cuando marcaba un gol y se marcaba una fantástica maniobra y aquello hacía relucir esperanzas dentro de su cuerpo trasteado. Llegó como artífice de una medalla de oro olímpica y terminaba sus primeras temporadas como la gran decepción de un club que llevaba varios años soñando con cotas mayores. Le separaron de sus mejores amigos y Kiko abandonó la farándula para convertirse en futbolista.
A Kiko siempre le valieron más las palabras que los hechos y por ello, cuando se vio sólo y bien aconsejado comenzó a fundir en su alma el genio de uno de los mejores futbolistas de Europa. Kiko comenzó su tercera temporada entre la duda y la terminó entre las nubes, había nacido un nuevo Dios para la parroquia rojiblanca. Los mejores detalles de aquel doblete que siempre viajaría en el corazón de cada uno de los integrantes de aquella plantilla, habían nacido del carácter y las botas de Francisco Narváez, el Kiko futbolista y el genio nacido en Jerez que había abandonado su tierra para hacer exactamente aquello por lo que le habían contratado, divertir. Le apodaron “Kikogol” y a pesar de no haber sido nunca un especialista de cara a la meta rival, la sintonía de su apodo invadió el eco del Calderón un domingo tras otro. “Kikogol”. Y él respondía con talento, porque de sus botas no podía salir otra cosa.
Cada temporada fue mejorando sus registros. De sombra de Caminero se convirtió en auténtico líder del equipo. Le daba igual que le acompañase Penev, que Esnaider, que Vieri. Kiko repartía el fútbol por doquier y todos se aprovechaban de su genio. Los delanteros porque en cada pelota recibida encontraban un motivo para no fallar, los aficionados porque su sonrisa se tornaba infinita con cada maniobra y el mundo porque encontraba en Kiko al eslabón perdido entre el delantero centro y el asistente genial.
La última vez, antes de esta, en la que Kiko había llorado fue la misma noche en la que cayeron eliminados de la Copa de Europa frente al Ajax. Kiko hizo el mejor partido de su vida y cada balón lo convirtió en asistencia y cada asistencia en peligro de gol. Pero cada ocasión quedó solamente en eso, en mero peligro inacabado. Y entre Dani, Esnaider, Van der Sar y la mala suerte, pusieron al Atlético fuera de un sueño que comenzaba a considerar como alcanzable. De nuevo la leyenda de un equipo ciñéndose a la historia y Kiko, como el baluarte de una afición que no esperó mucho más de lo que recibió, llorando amargamente una eliminación que bien podía haberles puesto de camino a la gloria tal y como se comprobó más tarde, porque las lágrimas que Kiko gastó aquella noche en su tristeza se tornaron en rabia en el momento en el que comprobó como aquella edición de la Copa de Europa era ganada por el Borussia Dortmund, el mismo equipo al que habían bailado ante los ojos del mundo una fría noche de invierno alemán.
Aquella, su cuarta temporada en el Atlético de Madrid había sido la más espectacular en cuanto a juego y la más desafortunada en cuanto a resultados. A la aciaga noche madrileña ante el Ajax de Ámsterdam, le precedió una eliminatoria inolvidable ante el Barça en la Copa del Rey en la que sintieron en sus carnes el dolor del resultado más espantoso; después de ganar por cero a tres terminaron perdiendo por cinco a cuatro. Kiko sacó conclusiones y la principal llevó un nombre propio: Ronaldo. Aprender a alucinar con los rivales no tenía porque ser motivo de desaliento, la derrota dolió, y mucho, pero ver a Ronaldo en acción, aun sufriéndolo en las propias carnes, seguro que le valió la pena a cualquiera de sus compañeros.
Cuando acabó el año ni los goles ni las asistencias sirvieron de mucho ante la escasez de títulos, y ni siquiera el premio del mundial vino a convertir a Kiko en el estandarte de un país sediento de gloria. La eliminación en Francia truncó tantos sueños como esperanzas y le devolvió de nuevo a la realidad de la manera más cruel. De nuevo volvió a ver sobrevolar la crítica sobre su cabeza y de nuevo se puso precio a su cuello de jugador artista; el peso de la responsabilidad le agitó sobremanera y aquel verano no descansó como debía, más que nada porque había necesitado éxito y solamente había encontrado fracasos en una temporada en la que se había sentido en mejor forma que nunca y en la que, alguna noche, tuvo que estrellar sus frustraciones contra el aire al tiempo que intentaba dormirse.
Cuando comenzó su quinta temporada en el Atlético de Madrid estaba tan sediento de gloria como cuando debutó en Primera con el Cádiz. Tenía veintiséis años y se sentía igual que cuando tenía dieciocho, la misma energía, la misma ilusión y mucho más fútbol. Le pusieron un nuevo compañero en la delantera y con él dibujó los mejores actos dentro del teatro rojiblanco del Calderón. Se llamaba Cristian Vieri y a los pies de Kiko le debió más de la mitad de los veinticuatro goles que marcó en aquella liga y que le convirtieron en el pichichi del campeonato.
Kiko estaba entonces como nunca. Patentó el arte de recibir de espaldas, supo aguantar el balón el tiempo necesario y casi nunca se equivocó en sus decisiones. Pero aquella temporada que había comenzado con las expectativas en lo más alto terminó en el solemne pozo de la mediocridad. Antic, el entrenador que había llevado al Atlético a lo más alto y con el que Kiko ya había tenido más de un roce, fue despedido por monotonía y el equipo zozobró en la miseria de la zona templada de la liga. Kiko veía pasar sus mejores años sin gestar logros importantes y aquello le producía una comezón en el ansia de lo más preocupante. Y llamaron a su puerta varias veces. Y unas veces él y otras el club, desestimaron las ofertas porque Kiko era entonces el baluarte de una afición que comenzaba a temer otros veinte años de sequía.
Y llegó un nuevo entrenador y con él una nueva etapa. Con Sacchi, Kiko jugó sus mejores minutos como rojiblanco pero el equipo comenzó el hundimiento deportivo que daría con sus huesos en la Segunda División dos temporadas después. Un hundimiento que comenzó a fraguarse una fría noche de invierno de mil novecientos noventa y nueve. El Atlético acudió al Camp Nou como víctima propicia para ser devorado por la fiesta del centenario azulgrana. La primera parte se comía los minutos, el partido no ofrecía mucho que reseñar y Kiko recibió un balón en la zona de tres cuartos de cancha. Giró sobre sí mismo como tantas otras veces y su tobillo crujió como nunca antes lo había hecho. Se derrumbó al instante y con el gesto compungido rogó al cielo una ayuda y al árbitro la entrada de una camilla. Kiko abandonó aquella noche el Nou Camp en camilla como el mejor futbolista del Atlético de los últimos años y con su tobillo maltrecho no solo se marchó un jugador sino que se marchó para siempre un duende como no se había visto otro.
Kiko, que había puesto de moda la postura del arquero para celebrar sus goles, tuvo que conformarse con disparar las flechas de su deseo contra el tiempo. Cuánto más rápido deseó curarse más veces volvía a recaer. No le operaron de un tobillo sino de los dos y en sus articulaciones encontraron motivos más que suficientes como para recomendarle abandonar la práctica del fútbol; sus tobillos estaban completamente destrozados. Y aquellas palabras, la inactividad y el miedo a una recaída mermaron el ánimo de Kiko hasta ponerlo de patitas en la duda ¿De verdad merecía la pena? Por el Atlético, sí.
Por el Atlético y por volver a sentir el eco del Calderón sobre su piel de gallina, se conjuró para regresar al césped y anotar, en la memoria de los aficionados, nuevas jugadas geniales que arrancaran el aplauso. Mientras Kiko estuvo defenestrado por la lesión, el Atlético se quedó sin Sacchi, sin gloria y sin Copa del Rey tras perder una final aciaga ante el Valencia de Ranieri, justo el mismo entrenador que volaría al año siguiente al Vicente Calderón para hacerse cargo del Atlético de Madrid y dar la oportunidad a Kiko de regresar a la élite y a la pasión rojiblanca.
Y con Ranieri llegó Hasselbaink y todos se olvidaron durante meses de Kiko porque aunque pareciese increíble, Hasselbaink era capaz de golear a tutiplé sin la ayuda del gaditano y sobre la grada comenzó a recorrer un runrún que inquietaba el alma del más sabio ¿De verdad necesitamos a un lisiado? Y Kiko se dolió en el alma al comprobar que a él también comenzaban a olvidarlo aún cuando seguía siendo futbolista del equipo. Pero el mes de diciembre de mil novecientos noventa y nueve cayó como un hachazo fulgurante sobre el Atlético de Madrid. El club que se vio embargado y defenestrado por las hazañas políticas y económicas de su presidente. Cada jugador de la plantilla comenzó a buscarse un futuro y dejaron en manos de la adversidad el destino del club.
Kiko reapareció a mitad de temporada pero el equipo ya se había convertido en una auténtica amalgama de imprecisiones. La falta de inquietudes desmotivó a una plantilla más pendiente de su nómina embargada que del balón sobre el terreno de juego. Ni Kiko, ni Hasselbaink, ni los miles de seguidores que lloraron aquel fracaso, pudieron evitar un descenso que llevaba meses fraguándose. Y Kiko sintió como empezaban a mirarle de reojo, como si su reaparición hubiese llevado más gotas de fracaso que la participación en el juego de cualquier otro jugador y más aún cuando el Atlético, con la memoria y las espaldas manchadas, se dejó ganar una final que luchó a cara de perro ante un Espanyol de Barcelona que le enseñaba al mundo y, mucho más, al Atlético, que los peores problemas de salud se curan con cantera.
Y el equipo se disgregó porque nadie quiso mirar, ni siquiera de soslayo, la posibilidad de jugar en Segunda División. Y Hasselbaink se marchó al Chelsea, y Solari al Madrid, y Valerón, Molina y Capdevilla al Dépor, y Baraja al Valencia y así, el equipo quedó sediento de figuras y con el alma descompuesta ante un futuro de lo más incierto. Pero a Kiko volvieron a ponerle en duda su decisión y esta vez de nuevo se vio fulgurado por la palabra parca y el gesto incómodo. Esta vez era una duda ajena, la duda de quienes una vez le aclamaron como estandarte y ahora dejaban entrever que Kiko tenía todas las papeletas para cargar con la culpabilidad de un descenso no programado.
Y Kiko calló, calló por no dolerse a sí mismo y decidió apostar su futuro a un ascenso que tapase más bocas que grietas deportivas. Y su imagen, presa de una demagogia absoluta, fue utilizada como trampolín publicitario con el fin de conseguir que más de treinta mil aficionados le escupiesen a la pereza y al desánimo y se acercasen a las oficinas del Vicente Calderón para hacerse socios del Atleti. “Un añito en el Infierno”. Y Kiko, su imagen y el sentimiento arrastraron a más de cuarenta mil y el club se vio desbordado y agradeciendo por todas el gesto de una afición que, como un león herido, deseaba por todas una redención.
Pero a Kiko solamente le arrojaron una duda tras otra y sobre él cayeron todas las culpas a medida que la temporada fue devorando a la fiera y el Atlético se fue quedando sin ascenso. Y llegó un día en el que ni Kiko ni la afición pudieron más y se dolieron en sus almas por saberse perdedores de un duelo contra el recuerdo, porque el Kikogol que bautizó la grada una templada tarde de doblete se había convertido en un simple adorno de salón sobre el campo.
“Kiko cojo. Muérete”. No se murió, pero se fue. Se fue con la palabra a medias entre sus decisiones y las decisiones de su directiva. No le agradecieron ningún servicio prestado e incluso se sintió culpable por haberse lesionado y haber terminado, en sí mismo y para siempre, con un genio como hubo pocos. Y el mismo día en el que Kiko salió del Vicente Calderón con su libertad y despido en la mano, sintió en el alma el escalofrío del abuelo que es abandonado por sus hijos tras una vida plena de dedicación. Y por ello y por saber que nunca más volvería a sentir el eco del Calderón sobre su piel de gallina, Kiko recorrió llorando los últimos metros que le separaban de su pasado y le encaminaban ante un futuro plagado de dudas, silencios e inexistencias.
(Mi agradecimiento a Pablo por autorizarme a publicar este cuento y poder compartirlo con todos ustedes. Muchas gracias por tu amabilidad Pablo!!)
Sin duda, Franz Beckenbauer fue en el fútbol un reformador, por decirlo así. Estoy seguro de que, sin su contribución, habría resultado muy difícil traer la Copa Mundial de la FIFA 2006 a Alemania. Fue campeón del mundo como jugador en 1974, campeón del mundo como entrenador en 1990 y el máximo responsable de la organización de la Copa Mundial en 2006.
(GERHARD SCHRÖDER, ex canciller alemán, opinando sobre Franz Beckenbauer)
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(RONALDO, futbolista brasileño, en "La Gazzetta dello Sport", Abril de 2007)
(BOBBY CHARLTON, ex jugador británico, preguntando a su compañero y hermano Jackie tras conseguir la Copa del Mundo 1966)
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41 años de gloria
El fútbol profesional en Perú llevaba ya tres años de vida cuando los propietarios británicos de la cervecería Backus y Johnston decidieron vender la firma a capitales peruanos. Cuenta la leyenda que los nuevos dueños se sintieron atraídos por una foto que pendía de una pared. Era un “eleven” que formaba en torno a un “goalkeeper” que tenía en sus manos una pelota de cuero.
Allí mismo, ese 8 de Abril de 1954, nació la idea de fundar un club que representara a la nueva empresa peruana. El principal impulsor fue Don Ricardo Bentín Mujica, quién, desde ese momento, puso en marcha todo su empuje para lograr que ese objetivo fuese realidad. Contó con el aporte de su compañera de toda la vida, Esther Grande de Bentín, a quienes, por aquellos años, se veía concurrir invariablemente al viejo estadio Nacional a sentarse sobre las graderías de madera.
Eran tiempos en que los primeros lugares del torneo peruano se los disputaban Alianza Lima, Universitario de Deportes, Deportivo Municipal y el Atlético Chalaco. Desde el Rímac se estaba gestando el nacimiento de un grande que iba a imponerse a lo largo de los años.
El barrio necesitaba de ese club y los dos propulsores aceleraron los trámites. La Backus tenía un equipo, el Sporting Tabaco, que nunca había logrado un título y que, por aquellos años, estaba en decadencia económica. El matrimonio Bentín buscó terrenos cercanos de la cervecería para que los trabajadores pudieran desarrollar sus actividades deportivas.
El primer paso estaba dado, pero también aparecía el primer choque con la realidad: la Federación Peruana no recibió con beneplácito que el viejo Sporting Tabaco se transformara como pretendía la Backus. Se instaló una polémica pública hasta que finalmente el 13 de Diciembre de 1955, la familia Bentín ganó la pulseada. Nació el Sporting Cristal Backus, primer nombre adoptado en la reunión de la Comisión Directiva. El nombre de Cristal surge a raíz de que éste era el producto más popular de la cervecería.
Con el convenio firmado, el distrito del Rímac veía como comenzaba a florecer un centro de esparcimiento de 137.000 metros cuadrados en el corazón del tradicional barrio Abajo del Puente. Su primera directiva electa estaba integrada por el presidente Blas Loredo Báscones; vicepresidente, Manuel Bentín Sánchez; secretario, Octavio Figueroa Fonseca; tesorero, Jorge Coquis Herrera; vocales, Jesús Espinoza Coronel, Jorge Albertini Delgado, Juan Echevarría y Guillermo Negrón Soyer.
El primer equipo de fútbol conservó los colores del Sporting Tabaco, el celeste elegido por los rimenses. Para el debut en los campeonatos peruanos, se contrató a un técnico extranjero, y así llegó el chileno Luis Tirado con sus valijas cargadas de entrenamientos variados. También era menester reunir otros elementos foráneos en la cancha para juntarlos con los nacionales. La piedra fundamental estaba colocada y se edificó el primer equipo campeón en la historia del nuevo club.
El final de 1956 encontró a la camiseta celeste de la cervecería en lo más alto. El valle donde se fundó la Ciudad de los Reyes -llamado Rímac en lengua de los indios-, festejaba su debut en las mieles del éxito. Hubo festejo allá en la cervecería, en la Alameda de los Descalzos, el agua del río traía noticias de triunfos.
Faustino Delgado, el puntero izquierdo de aquel título, lo hace memoria y recuerda desde sus 71 años (dato de 1996): “Yo fui uno de los que pasó de Tabaco a Cristal, y ese campeonato fue la primera alegría que me dio el fútbol. Me acuerdo el estado físico que teníamos. El chileno Tirado nos dejaba para jugar dos partidos por domingo. Además, nunca repetía los ejercicios. En el equipo había muy buenos jugadores que armaban el juego, como Mosquera, Terry y Zunino. Yo era ligerito y ellos me dejaban solo para definir. Jugué 19 años en este club y cuando me retiré, doña Esther me regaló un carro por mi trayectoria. Fue inolvidable”.
Don Ricardo Bentín Mujica y su esposa Esther Grande comenzaron a ver que sus ideas originales tomaban forma. Su equipo de fútbol era campeón y el club crecía con otras actividades deportivas que iban ganando espacio: boxeo, béisbol, básquetbol, bochas y ping pong, hasta las modernas como fútbol femenino y el tenis. La buena imagen del matrimonio hizo creer a la institución que, de a poco, comenzaba a meterse en la piel de los limeños.
El primer arquero de aquel campeón, Rafael Asca, quizás el más importante de la historia rimense, busca en el baúl de los recuerdos: “Entrenábamos en el Cuerpo de la Guardia Republicana, que nos prestaba las instalaciones mientras se construían las canchas. El Rímac estaba identificado con los colores de Tabaco. Por eso, Cristal siguió con la camiseta celeste. Me retiré a comienzos del ’63 para enseñarle a los arqueros. Pero como a fines de ese año se lesionaron Párraga y Rubiños, el brasileño Didí me pidió que volviera. Estaba a punto de cumplir 39 años y teníamos que jugar el clásico con la “U”. Fue mi último partido y empatamos 2-2”.
Unos años después de la fundación, la institución eliminó el nombre de Backus en señal de independencia económica, ya que se trata de una asociación civil sin fines de lucro, a pesar de que la empresa aporta dinero en el club, pero éste maneja sus propios ingresos.
El fútbol seguía creciendo y el segundo título llegó en 1961. “La institución era un hogar para todos los que estábamos en aquella época de los ’60” -cuenta Alberto Gallardo, junto con Julio César Uribe, los mejores jugadores de la historia de Cristal que surgieron de las inferiores-. “El equipo era uno de los más fuertes, a pesar de que casi no teníamos hinchada. El fútbol profesional sólo se practicaba en Lima, y se jugaba entre sábados y domingos. En el ’61, hicimos una gira por Estados Unidos, China, Europa y África. En total fueron 30 juegos y yo convertí 37 goles. Tenía 20 años. Después fui goleador del ’62 y ’63 hasta que me vendieron al Milán de Césare Maldini, Sandro Mazzola y Gianni Rivera. Más tarde jugué en Palmeiras para retornar luego al Cristal. ¿Quién fue el mejor jugador de este club? Yo, Alberto Gallardo, sin dudas. Claro, si estuve en los Juegos Olímpicos del ’60, el Mundial del ’70, actué en varias Copas Libertadores y fui dos veces el artillero del Perú”.
Actualmente tiene 56 años (al momento de escribirse esta nota Alberto Gallardo aún nos acompañaba, lamentablemente ya no está más con nosotros debido a su fallecimiento en 2002) y entrena las divisiones menores del club, además de ser el técnico de Alcides Vigo, una institución que patrocina Cristal. “Acá hubo un cambio en los últimos años, tiene mejor estructura que cuando yo jugaba”.
La tercera vuelta olímpica llegó en 1968, de la mano de Didí. Don Ricardo Bentín Mujica lo trajo al club a fines de ’67 para que armara el equipo y el brasileño los llevó al éxito. Ramón Mifflin, uno de los puntales de aquella formación hace un repaso: “En esos tiempos ya era el club con mejores posibilidades económicas de Perú. Estaba el matrimonio Bentín, a quienes recuerdo con mucho cariño, que siempre se preocupaban por el jugador. Cristal mantenía un estilo de juego donde prevalecía la parte técnica. El que no tenía buen manejo no podía estar en el equipo. Del título del ’68 recuerdo la final que le ganamos 2-1 al Juan Aurich”. El “Cabezón” Mifflin tiene hoy cincuenta años (dato de 1996).
En el arranque mismo de la década del ’70 llegó el cuarto título, más tarde complementado por el del ’72. Por aquellas épocas, la tradición de la familia Bentín exigía que, antes de los partidos, ellos se acercaran a la concentración del primer equipo, comieran juntos y realizaran una misa en la pequeña capilla que hizo construir doña Esther detrás de uno de los arcos de las canchas de entrenamientos.
Quizás el final de una década gloriosa para el fútbol peruano fue el amague de un ciclo histórico para el Cristal. Se quedó con los campeonatos de 1979 y 1980. No pudo completar el “Tri” porque el Melgar interrumpió su serie en el ’81. Marcos Calderón era el técnico del equipo y habían retornado del exterior nombres que tuvieron su sitio privilegiado en la historia del fútbol incaico: Héctor Chumpitaz, Ramón Quiroga, Percy Rojas, Oswaldo Ramirez, Alfredo Quesada, Juan Carlos Oblitas y Julio César Uribe.
A la alegría de los campeonatos se interpuso la irreparable pérdida de los verdaderos padres del club. En 1975 falleció la señora Esther Grande de Bentín y cuatro años más tarde se fue el ingeniero Ricardo Bentín Mujica. Sus hijos, Ricardo y Cata, eran los encargados de seguir la tradición familiar del club “bajopontino”.
La racha de títulos se extendió en 1983 y 1988, éste último con la vuelta del ídolo, Julio César Uribe, para la parte final del torneo. Lo mejor estaría por llegar cuando el cienasta Franciso Lombardi asumiera como presidente de la Comisión de Fútbol. Su primer acto fue contratar a Juan Carlos Oblitas, un zurdo que sabía de títulos con la celeste en el pecho, a pesar de estar identificado con los colores cremas de Universitario de Deportes.
El “Ciego” armó el equipo con jugadores de experiencia, un plantel que no desbordaba de talento pero que era invulnerable defensivamente. Conclusión: décimo título del Club Sporting Cristal. Oblitas dejó el club para ser el ayudante de Miguel Company en la Selección Peruana, pero retornó a fines de 1993 para armar el equipo tricampeón.
Pero nuevamente el destino se ensañaba con Sporting Cristal. A fines de 1994, una penosa enfermedad se llevó a Ricardo Bentín Grande cuando tenía 45 años. El campeonato Descentralizado de 1995 llevó su nombre y Sporting Cristal se juramentó ganarlo. Era el mejor homenaje que un grupo de jugadores y dirigentes le podían hacer a la memoria de un digno continuador de la obra de sus padres.
Hasta que el 3 de Noviembre de 1996 llegó el decimotercer campeonato a las vitrinas del club Rímac. Ese distrito que fue centro de la vida social y política en el siglo XIX y comienzos del XX. A ése lugar y ésa época de la vieja Lima a la que se refiere Chabuca Granda en su célebre canción “La Flor de la Canela”, cuando describe a un tipo de mujer mulata y bajopontina, que a su esposo derramaba su gracia.
La vida es otra en la mítica Lima por estos tiempos, y el viejo Sporting Tabaco nunca soñó que su sucesor, el Cristal, iba a recorrer tantos caminos de éxitos en el fútbol peruano, hasta dejar de ser el club del Rímac y discutirle cara a cara la supremacía a Universitario y Alianza Lima. Aquella idea del matrimonio Bentín es una realidad. La tradición familiar lo elevó a un sitial de privilegio, como lo habían soñado cuando vieron la foto del “eleven” de Backus colgado en la pared de la cervecería.
(artículo escrito por el periodista peruano Emilio Laferranderie, “El Veco”, en la página oficial del club Sporting Cristal con motivo del 41º aniversario de su fundación)
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Arsene Wenger es mi segundo padre, el DT que más me ha comprendido. Me gusta cómo ve al fútbol: siempre busca atacar y ganar. A veces escucho decir: 'Hemos perdido sólo 1 a 0, qué suerte'. Con Arsene eso no es posible.
¿Lo ves como futuro DT de Francia?
¡No! A él le gusta entrenar cada día, y con la selección eso no se puede.
(THIERRY HENRY, futbolista francés, en la revista argentina "Viva" del domingo 27/07/08)
MARK "Slaggers" SAGGERS, periodista británico de Radio 5 Live y de BBC Radio Cambridgeshire)
(PAULO ROBERTO FALCAO, cerebro de Brasil en el Mundial de 1982)
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Dennis Bergkamp (Nigel Downing - Inglaterra)
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Cuando Havelange fue al Mundial de Suecia del '58 como simple directivo del seleccionado de Brasil, no asistió a la final ante los suecos. Tanto viaje para no ir al estadio en la instancia decisiva, solo por una cuestión de nervios. Y Brasil fue campeón por primera vez.
Entonces, para respetar lo que se convertiría en una cábala, hizo lo mismo para el próximo Mundial que se realizó en Chile, en 1962. Havelange no fue a la final ante Checoslovaquia y Brasil nuevamente alzó la Jules Rimet.
En la Copa de 1966, en Inglaterra, vio los primeros partidos de su selección hasta que quedó eliminado. No hubo final para Brasil.
Entonces, para México '70, Havelange repitió su cábala de no ir a la final y Brasil logró el tricampeonato, al derrotar a Italia.
Claro que al ser titular de la FIFA, le era imposible no ver los partidos y Brasil no pudo dar la vuelta olímpica ni en 1978, 1982, 1986 y 1990.
Pero en los Estados Unidos, en 1994, Havelange, desde el palco de honor pudo presenciar, por primera vez -aunque mediante penales- como Brasil se consagraba tetracampeón del mundo, también frente a Italia. Y se acabaron las cábalas.
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Argentina es como los Superamigos, no está Supermán, pero entra Batman, Robin o Aquamán...
(NOLBERTO SOLANO, jugador peruano, en el periódico limeño "El Bocón", Septiembre de 2008, días antes del último Perú-Argentina y en referencia a la ausencia en la selección albiceleste de Tévez, Mascherano y Abbondancieri)
(VIC BUCKINGHAM, primer entrenador de Johan Cruyff en el Ajax)
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1° Aniversario de "Los cuentos de la pelota"
Un año.
Siempre tenía en mente la idea de tener un página, pero… ¿sobre qué? El simple hecho de tener un sitio de expresión por el hecho de tenerlo no me decía nada. Quería tenerlo pero a su vez con alguna finalidad. Y la encontré.
El fútbol como vínculo de acercamiento a la lectura.
Y así comenzó esta idea que pude plasmar en Septiembre de 2007, con otra portada (foto) y con la idea de empezar a publicar cuentos sobre fútbol, de autores conocidos o no.
En dos o tres días colgué unos 40 cuentos de fútbol. Algo no me cerraba. ¿Publicar por publicar a lo loco? ¿Sin la autorización de los autores? En unos días agotaría muchísimo -y valioso- material que no dejaba ver con claridad el futuro del blog.
Después de pensarlo bien, decidí darle el mismo enfoque pero matizado con las múltiples relaciones que tiene el fútbol con el arte en sus diversas formas (poesía, cuentos, pintura, literatura, etc.). Además gestioné el permiso de la mayoría de los cuentos que se pueden leer en el sitio, como debe ser. "Los cuentos de la pelota" estaba naciendo.
Así es que el 1º de Octubre de 2007 comencé oficialmente esta aventura publicando historias, poesías, anécdotas, frases y demás material. Desde entonces he sentido el cariño, la fidelidad y el apoyo de todos ustedes manifestado en diversos mails, mensajes y comentarios dejados en el sitio.
Siempre tuve la ilusión de que este blog fuera un sitio de referencia para encontrar literatura futbolera. Más de cien cuentos de fútbol publicados, más de trescientas cincuenta frases, biografías, apodos y poesías hacen que si bien eso no se haya logrado, el cariño de ustedes hace que sienta que voy en el camino correcto. Más de 30.000 visitas en este año me llenan de orgullo y gratitud para con todos aquellos que han entrado en esta página.
A mucha gente debo agradecer, como a George Zengin a quien molesto a menudo con alguna frase para ser traducida, a Federico por la ayuda que inicialmente me brindó en el diseño del sitio, a mis amigos Manoel y Jordi por sus poesías, a todos los autores de cuentos y poesías que con tanta generosidad me autorizaron a publicar sus historias. Jamás nadie a quien pedí permiso para publicarle un trabajo me lo negó. Es realmente gratificante ver la generosidad de ellos. Eso me compromete a colgar sus trabajos respetando hasta la última coma, el sentido de cada frase y, fundamentalmente, a respetar su arte y a ellos, mucho más, como artistas.
No ha sido fácil el camino, he tenido que acompañar a mis padres con problemas de salud, operaciones, largas internaciones y siempre seguí tratando de hacer un producto digno. Soy el único responsable de este sitio y a veces es difícil poder cumplir de la mejor manera con todos ustedes. Por ello, y por razones de horarios los posteos de aquí en adelante serán de lunes a viernes como una forma de poder cumplir con mis obligaciones laborales y para con mi familia. Espero puedan entenderlo.
Como a veces se me hace muy difícil conseguir material (poesías, etc.) les pido que todo aquello que pudieran considerar de utilidad para seguir publicando me lo hagan llegar a contacto@cuentosdelapelota.com.ar y con gusto lo haré.
Nada más me queda que agradecer a ustedes y, en lo posible, seguir trabajando para que siga siendo, para quien visita este sitio, un lugar en donde encuentre diversidad de temas, teniendo siempre como hilo conductor a esa pasión llamada fútbol.
Si de alguien me olvide agradecerle su ayuda, espero sepa disculparme.
A todos ustedes un gracias inmenso y siempre los esperaré aquí.
Totonet
Oda a Garrincha (Eduardo Hurtado - México)
Fulano y redentor,
arribaste al pesebre
sin reino y sin incienso,
enclenque, malparido,
paticojo, forzado
y a tanta desventura le aplicaste
una gambeta inescrutable.
Apilada en tribuna,
la turba de tus pares
robusteció tu credo:
al destino
burlarlo con las patas,
quebrarle la cadera
con un amague raudo
y a cada nuevo quite
aplazar la condena,
finta tras finta
restaurada.
Y si la inapelable
te sometió a la postre,
lo consiguió en la raya,
en el último tramo del cotejo.
En estricto sentido,
consciente como estabas
de que todo es perder
y todo es dilatar
la unánime caída,
la tuya no fue pérdida
sino el certero alcance
de una derrota conocida.
Por eso en esta fecha
inmemorable
divorciada del múltiplo
y del cinco,
el ganador culposo
arrellanado en mí,
que siempre pierdo,
quiere canjear tu nombre
por un mero recuento de tus dones:
dipsómano atareado
en el celeste ardid
de las metamorfosis;
enemigo confeso
del vano ahínco muscular;
modesto militante del garlito,
el mismo en apariencia
y sin embargo indescifrado;
cirrótico curtido en el desorden
y el insolente sol de las favelas;
cadáver disectado
en desbordante olor
de indigestión
sobre el mármol forense de la noche;
soporte del Cualquiera
y de un montón de afanes
germinados
a pesar del insomnio
y de tu siglo;
sujeto y narrador
de tus hazañas;
heroe inventado
por un coro extinto; sueño intacto
y fugaz.
-Yo me pregunto, ¿la pasión es también cuando te meten un revólver en la frente y te dicen: Te vas al descenso y te mato? ¿La pasión es la amenaza por teléfono, porque nosotros te seguimos a todos lados? ¿La pasión es poner plata todas las semanas para que la barra brava viaje a ver al equipo? No me mientan más, no me jodan. Hay que reencarrilarlo todo, decirle la verdad a la gente que realmente se interesa en estos temas.
-¿Va a la cancha?
-Dejé de ir, porque me da asco. Querés comprar entradas y no hay y resulta que los barrabravas tienen para revender. En el fútbol hay mucha hipocresía, mucho cinismo dirigencial. Después critican a Grondona: Nos mata. Nos manda al descenso. Maneja a Romo, lo cual no es mentira, pero todos se mueren por ir a chuparle las medias. Julio, ¿no puede interceder en la FIFA por Ortega? Voy a ver qué puedo hacer... No seamos más hipócritas. ¿Estoy defendiendo a Grondona? No, estoy ubicando las cosas en situación. Los dirigentes se quejan, pero después van y les hablan a Luis Nofal y a Armando Tedesco -mirá qué personajes nombro, más allá de los Ávila hijos, que se creen que son unos sabios y lo único que hacen es hacerle perder guita al padre, como con El Gráfico, con Polémica, y les piden que les pongan en la primera fecha a Chicago.
(NORBERTO "Ruso" VEREA, ex arquero del ascenso argentino, columnista en programas de radio y TV, en declaraciones al diario "Página 12" del domingo 31 de Agosto de 2003)
En el vestuario del Manchester City hay mucho mejor ambiente que en el del Real Madrid.
(ROBINHO, jugador brasileño del Manchester City, arremetiendo contra el vestuario "merengue" en declaraciones realizadas en Inglaterra)
(PABLO "Vitamina" SÁNCHEZ, resistido entrenador de Rosario Central, minutos después del empate ante San Martín de Tucumán del pasado sábado, en una remake de un clásico maradoniano de los '90)
Un instante de gloria (Cristian Garófalo - Argentina)
Yo nunca pude entender a los jugadores que no soñaban con hacer un gol, aunque sea en un amistoso, no importa. Yo tenía compañeros, me acuerdo, que antes de patear al arco miraban cien veces a los costados para tocarla. La verdad es que nunca comprendí tampoco a Bochini, habrá sido un grande, todo lo que quieras, pero eso de pasarla ahí en el borde del área para que se lleven los aplausos los demás a mí nunca me fue. No sé, habrá sido mi posición retrasada en la cancha que me ponía ansioso, o por ahí las ganas de figurar alguna vez, lo reconozco, pero yo siempre quise meterla, mi pesadilla era terminar como Villaverde.
Desde chiquito que imaginaba goles jugando con chapitas sobre la mesa del living que tanto cuidaba la vieja. También me acuerdo que en los recreos del colegio siempre armábamos un picado y yo me ponía arriba, bien cerca del otro arco, cosa de no poder errarle cuando llegara la pelota. Algunos me cargaban porque era yo el que llevaba la pelota desde mi casa, y entonces me gritaban que lo hacía para poder jugar sí o sí, pero lo hacía para jugar pero de delantero, esa era mi ilusión, mi gran sueño. Fue una pena que no la metiera aquel día que me fui a probar al club, y además fue una desgracia que corriera tanto y me tirara dos veces al piso para recuperarla -un tío me había advertido que no lo hiciera- porque me ficharon, pero como mediocampista.
Recuerdo que tuve tanta confusión en mi cabeza que no sabía si festejar o ponerme a llorar cuando me lo dijeron. Con los años inclusive me hicieron retroceder un poco más todavía, pero ya estaba, la gran frustración ya había pasado, ya sabía que nunca más iba a poder soñar con muchos goles y muchos abrazos y muchas tapas de revistas, para mí estaba reservado otro destino, uno más oscuro, con menos picos de emoción pero con cierta regularidad que al fin de cuentas es la que te hace pagar la luz y el gas, eso también hay que decirlo. Por suerte nunca tuve una gran presión en la familia y eso me ayudó. Papá estaba contento ya con que juegue y viva de lo que siempre me había gustado, y la vieja era feliz si me veía feliz, aunque yo nunca fui feliz del todo y ella lo intuía, como toda madre.
La imagen de mi cabeza tocando la pelota al gol me llegaba todas las noches, incluso la noche previa a aquel partido. Recuerdo que me desperté como a las cuatro de la mañana y tuve que ir al baño a secarme la transpiración que me tenía empapado; no era una pesadilla pero de tanto aparecer todas las noches ya resultaba insoportable. A la mañana me levanté bastante bien -digo esto porque después me lo preguntaron muchas veces- por la noche que había pasado, hubiera necesitado dormir un poco más y un poco mejor, pero no me quejé porque la práctica esperando el partido fue livianita. Cuento todo esto, retrocedo en el tiempo y me vienen las mismas sensaciones que tuve en aquel instante tan glorioso, me pasa lo mismo por la piel, se me levantan los pelos del brazo y se me llena la garganta de no sé que, pero se me tapa y no me deja hablar, como que me ahoga.
Yo sabía que era un partido complicado en una cancha difícil pero también sabía que iba a haber mucha gente y que sería una oportunidad espectacular para cumplir el sueño, aquel que se me había negado el domingo anterior con el cabezazo en el travesaño y aquella otra vez con el rebote que me quedó en el borde del área que se fue casi al córner. Después de aquel derechazo reconozco que me tiré un poco a chanta y dejé de subir por un tiempo, estaba como fastidioso, no es fácil ver cómo cualquier picapiedra mete un gol y se abraza con medio mundo y le hacen notas hasta en los programas de cocina, y yo que pude haber sido un gran delantero, uno de esos temibles hombres de área, nunca lograba acertar al arco, no era justo. Me costó entender que el mundo era así y que me tenía que acostumbrar a ese destino de chatura, a esa falta de horizontes, a que no se fijen en vos ni los dirigentes de Brown de Adrogué. Y no era que ganara poco o que estuviera mal en donde estaba, pero uno siempre busca progresar, salir de la cueva, experimentar otras cosas, aunque no te vendan a Europa.
Cuando ví que la pelota caía de golpe y lo pasaba a Irurmendi empecé a vivir de nuevo, no sé, fue algo raro porque se me mezcló un escalofrío con eso que decía antes de la piel de gallina. Por un momento pensé en bajarla y tirarla a la mierda, sacarme de encima el problema y seguir con mi vida, que era tranquila, quizás demasiado, pero era algo por lo menos; pero no, en un segundo decidí ponerle el pecho a la situación y hacerme cargo como correspondía, después de todo si el destino me había puesto ahí era porque quería que la metiera yo -supuse en ese momento-. Irurmendi se pasó porque saltó antes, Leguizamon había quedado muy lejos de la jugada y Deparaguirre salía a los gritos pidiéndola. Yo volví a dudar, lo pensé mejor, o todo lo que pude en realidad, porque en ese momento no tenés más de un segundo y medio para arrancar o quedarte, así está el fútbol hoy en día y lo sabemos todos. También alcancé a mirar para el banco, recuerdo.
Me metí en la cabeza del técnico y me apareció esa sensación de desconfianza que siempre presentí de su lado; a mí casi no me hablaba de proyección y de desborde, nunca me agarró y me dijo: “yo espero mucho de usted, sé que usted esto, sé que usted lo otro”, nunca se ocupaba de los de atrás salvo de Amenavar que era su “gran capitán”. Pensé en la vieja que siempre escuchaba los partidos por la radio que tenía en la cocina y sufría como Juana de Arco, pobre la vieja, les creía demasiado a los relatores y entendía poco del juego, lo único que sabía era que yo vivía pateando una pelota con los pies. Pensé en papá que se iba a dormir la siesta haciéndose el desentendido pero se llevaba la portátil para poner debajo de la almohada, y pensé no me acuerdo en quién más y listo, ya no hubo tiempo para nada, tenía la pelota encima y tenía que resolver, para bien o para mal había llegado el momento de mi vida, el tan esperado… fue ahí cuando dije “que Dios me ayude” y la clavé de cabeza en el segundo palo del hijo de puta de Deparaguirre que venía de frente diciendo “mía, mía”, ¡ma’ que tuya!, se la metí cruzada, bien pegada al palo y que me puteé toda la noche, toda la vida si quiere. Lo recuerdo y me emociono. Estoy convencido de que si el gol hubiera sido a favor salía en la tapa de todos lo diarios.
(Cuento publicado en el libro "El día que el Chango Cárdenas la tiró afuera y un juez de línea corrió por las calles de Lomas", Editorial Catálogos -2005-)
-Habría que remontarse a la historia del fútbol peruano, donde no hay victorias.
-¿Por qué?
-Simplemente porque no somos ni hemos sido una potencia futbolística. No nos engañemos, en Sudamérica sólo Argentina y Brasil son potencias. Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Uruguay y Colombia se han nivelado hacia abajo.
-Sin embargo, hubo una época de oro.
-La selección fue a tres mundiales: 1970, 1978 y 1982, fue un ciclo que contó con jugadores especiales. El error fue pensar que siempre sería así.
-Se dice que Man Bo Park se hacía entender en coreano y a gritos.
-Acá somos cojonudos. Criticamos a Fujimori por ser autoritario. Y a la vez, queremos que los jugadores de fútbol sean tratados con autoritarismo. Hasta un político metió su cuchara y recomendó mano militar en el seleccionado. ¿Dónde está la coherencia?
-¿Cuál es el asunto extrafutbolístico que más afecta a un jugador peruano?
-A los veinte años un futbolista tiene lo que tiene un profesional con veinte años de carrera. Por ese motivo tiene que cargar en sus hombros a toda su familia, pasando en poco tiempo de ser un adolescente a ser un abuelo. Algunos lo soportan, otros no.
(JUAN CARLOS OBLITAS, ex jugador y DT peruano, opinando sobre el fútbol incaico en 1999 en la revista "Caretas")
Si te echan a un hombre, podés tener certeza que tu equipo va a tener solo diez hombres.
(GRAHAM BEECROFT, periodista radial británico de Century Radio 105.4)
(ABELARDO SÁNCHEZ LEÓN, escritor peruano)
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El gol de Messi (Josep Solé Balcells - España)
una joya sin valor,
él es Messi que tan joven
es ahora el mejor.
Cuando pone la directa
son sus piernas dos ciclones,
los rivales que se pasa
creen son todo visiones.
Pasa en medio de los contrarios
un auténtico vendaval
un, dos, tres cuatro y quinto
y el balón dentro del portal.
Que parece imposible
que sin ángulo casi ya,
mete allí él la pelota
solo un crack eso hará.
Nos recuerda a Ronaldo
cuando estaba él aquí,
aquél gol al Compostela,
como todo el mundo, bien lo ví.
Esos goles no son muchos
con tus dedos contarás,
es un gol para el recuerdo,
que en un marco tu pondrás.
En el curso de la Liga
si tranquilo está él,
nos dará él muchos goles
repetidos como aquél.
Más aquí se tiene miedo
que Abramovich con su parné,
me lo cubre con su oro
por desgracia del culé.
Que hoy día ya sabemos
lo que quiere el jugador,
el dinero “trinco trinco”
como más, mucho mejor.
Pero creo que en Messi
nada de esto él hará,
sabe bien que es el Barça
lo ha puesto dónde está.
(Toda mi gratitud para Don Josep Solé Balcells, que con sus 94 años de edad nos da lecciones de vida a través de la poesía, y también a su sobrina Patricia por su deferencia para que fuera posible poder publicar esta poesía. Don Josep escribe en catalán, es por ello que ha tratado de acomodar de la mejor manera la rima al castellano, cosa que muchísimo agradezco)
Maradona (Argentina)
Cada vez que lo veo esa jugada reaparece porque pienso que debe ser el único recuerdo que Diego tiene de Perfumo como jugador. En cambio, a mí me quedó de Diego esta impresión: no es un jugador de fútbol, es El Fútbol.
(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)
(Titular del periódico español "Marca" durante el Mundial 2002)
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