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1° Aniversario de "Los cuentos de la pelota"


Queridos amigos, ha pasado un año desde aquel 1º de Octubre de 2007 cuando oficialmente abrí este blog y son muy lindas las sensaciones que esto me provoca.
Un año.
Siempre tenía en mente la idea de tener un página, pero… ¿sobre qué? El simple hecho de tener un sitio de expresión por el hecho de tenerlo no me decía nada. Quería tenerlo pero a su vez con alguna finalidad. Y la encontré.
El fútbol como vínculo de acercamiento a la lectura.
Y así comenzó esta idea que pude plasmar en Septiembre de 2007, con otra portada (foto) y con la idea de empezar a publicar cuentos sobre fútbol, de autores conocidos o no.
En dos o tres días colgué unos 40 cuentos de fútbol. Algo no me cerraba. ¿Publicar por publicar a lo loco? ¿Sin la autorización de los autores? En unos días agotaría muchísimo -y valioso- material que no dejaba ver con claridad el futuro del blog.
Después de pensarlo bien, decidí darle el mismo enfoque pero matizado con las múltiples relaciones que tiene el fútbol con el arte en sus diversas formas (poesía, cuentos, pintura, literatura, etc.). Además gestioné el permiso de la mayoría de los cuentos que se pueden leer en el sitio, como debe ser. "Los cuentos de la pelota" estaba naciendo.
Así es que el 1º de Octubre de 2007 comencé oficialmente esta aventura publicando historias, poesías, anécdotas, frases y demás material. Desde entonces he sentido el cariño, la fidelidad y el apoyo de todos ustedes manifestado en diversos mails, mensajes y comentarios dejados en el sitio.
Siempre tuve la ilusión de que este blog fuera un sitio de referencia para encontrar literatura futbolera. Más de cien cuentos de fútbol publicados, más de trescientas cincuenta frases, biografías, apodos y poesías hacen que si bien eso no se haya logrado, el cariño de ustedes hace que sienta que voy en el camino correcto. Más de 30.000 visitas en este año me llenan de orgullo y gratitud para con todos aquellos que han entrado en esta página.
A mucha gente debo agradecer, como a George Zengin a quien molesto a menudo con alguna frase para ser traducida, a Federico por la ayuda que inicialmente me brindó en el diseño del sitio, a mis amigos Manoel y Jordi por sus poesías, a todos los autores de cuentos y poesías que con tanta generosidad me autorizaron a publicar sus historias. Jamás nadie a quien pedí permiso para publicarle un trabajo me lo negó. Es realmente gratificante ver la generosidad de ellos. Eso me compromete a colgar sus trabajos respetando hasta la última coma, el sentido de cada frase y, fundamentalmente, a respetar su arte y a ellos, mucho más, como artistas.
No ha sido fácil el camino, he tenido que acompañar a mis padres con problemas de salud, operaciones, largas internaciones y siempre seguí tratando de hacer un producto digno. Soy el único responsable de este sitio y a veces es difícil poder cumplir de la mejor manera con todos ustedes. Por ello, y por razones de horarios los posteos de aquí en adelante serán de lunes a viernes como una forma de poder cumplir con mis obligaciones laborales y para con mi familia. Espero puedan entenderlo.
Como a veces se me hace muy difícil conseguir material (poesías, etc.) les pido que todo aquello que pudieran considerar de utilidad para seguir publicando me lo hagan llegar a contacto@cuentosdelapelota.com.ar y con gusto lo haré.
Nada más me queda que agradecer a ustedes y, en lo posible, seguir trabajando para que siga siendo, para quien visita este sitio, un lugar en donde encuentre diversidad de temas, teniendo siempre como hilo conductor a esa pasión llamada fútbol.
Si de alguien me olvide agradecerle su ayuda, espero sepa disculparme.
A todos ustedes un gracias inmenso y siempre los esperaré aquí.

Afectuosamente
Totonet

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Oda a Garrincha (Eduardo Hurtado - México)


Fulano y redentor,
arribaste al pesebre
sin reino y sin incienso,
enclenque, malparido,
paticojo, forzado
y a tanta desventura le aplicaste
una gambeta inescrutable.

Apilada en tribuna,
la turba de tus pares
robusteció tu credo:
al destino
burlarlo con las patas,
quebrarle la cadera
con un amague raudo
y a cada nuevo quite
aplazar la condena,
finta tras finta
restaurada.

Y si la inapelable
te sometió a la postre,
lo consiguió en la raya,
en el último tramo del cotejo.
En estricto sentido,
consciente como estabas
de que todo es perder
y todo es dilatar
la unánime caída,
la tuya no fue pérdida
sino el certero alcance
de una derrota conocida.

Por eso en esta fecha
inmemorable
divorciada del múltiplo
y del cinco,
el ganador culposo
arrellanado en mí,
que siempre pierdo,
quiere canjear tu nombre
por un mero recuento de tus dones:
dipsómano atareado
en el celeste ardid
de las metamorfosis;
enemigo confeso
del vano ahínco muscular;
modesto militante del garlito,
el mismo en apariencia
y sin embargo indescifrado;
cirrótico curtido en el desorden
y el insolente sol de las favelas;
cadáver disectado
en desbordante olor
de indigestión
sobre el mármol forense de la noche;
soporte del Cualquiera
y de un montón de afanes
germinados
a pesar del insomnio
y de tu siglo;
sujeto y narrador
de tus hazañas;
heroe inventado
por un coro extinto; sueño intacto
y fugaz.

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-¿Qué piensa de la pasión en el fútbol?

-Yo me pregunto, ¿la pasión es también cuando te meten un revólver en la frente y te dicen: Te vas al descenso y te mato? ¿La pasión es la amenaza por teléfono, porque nosotros te seguimos a todos lados? ¿La pasión es poner plata todas las semanas para que la barra brava viaje a ver al equipo? No me mientan más, no me jodan. Hay que reencarrilarlo todo, decirle la verdad a la gente que realmente se interesa en estos temas.

-¿Va a la cancha?

-Dejé de ir, porque me da asco. Querés comprar entradas y no hay y resulta que los barrabravas tienen para revender. En el fútbol hay mucha hipocresía, mucho cinismo dirigencial. Después critican a Grondona: Nos mata. Nos manda al descenso. Maneja a Romo, lo cual no es mentira, pero todos se mueren por ir a chuparle las medias. Julio, ¿no puede interceder en la FIFA por Ortega? Voy a ver qué puedo hacer... No seamos más hipócritas. ¿Estoy defendiendo a Grondona? No, estoy ubicando las cosas en situación. Los dirigentes se quejan, pero después van y les hablan a Luis Nofal y a Armando Tedesco -mirá qué personajes nombro, más allá de los Ávila hijos, que se creen que son unos sabios y lo único que hacen es hacerle perder guita al padre, como con El Gráfico, con Polémica, y les piden que les pongan en la primera fecha a Chicago.

(NORBERTO "Ruso" VEREA, ex arquero del ascenso argentino, columnista en programas de radio y TV, en declaraciones al diario "Página 12" del domingo 31 de Agosto de 2003)

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En el vestuario del Manchester City hay mucho mejor ambiente que en el del Real Madrid.


(ROBINHO, jugador brasileño del Manchester City, arremetiendo contra el vestuario "merengue" en declaraciones realizadas en Inglaterra)

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Les digo que me escupan a mi pero si viene otro entrenador no lo escupan, que lo dejen tranquilo, que si quieren seguir escupiendo a alguien que aprovechen y lo hagan conmigo, vivo solo en mi casa con mi señora y mis tres hijas, sin ninguna custodia.

(PABLO "Vitamina" SÁNCHEZ, resistido entrenador de Rosario Central, minutos después del empate ante San Martín de Tucumán del pasado sábado, en una remake de un clásico maradoniano de los '90)

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Un instante de gloria (Cristian Garófalo - Argentina)


Yo nunca pude entender a los jugadores que no soñaban con hacer un gol, aunque sea en un amistoso, no importa. Yo tenía compañeros, me acuerdo, que antes de patear al arco miraban cien veces a los costados para tocarla. La verdad es que nunca comprendí tampoco a Bochini, habrá sido un grande, todo lo que quieras, pero eso de pasarla ahí en el borde del área para que se lleven los aplausos los demás a mí nunca me fue. No sé, habrá sido mi posición retrasada en la cancha que me ponía ansioso, o por ahí las ganas de figurar alguna vez, lo reconozco, pero yo siempre quise meterla, mi pesadilla era terminar como Villaverde.

Desde chiquito que imaginaba goles jugando con chapitas sobre la mesa del living que tanto cuidaba la vieja. También me acuerdo que en los recreos del colegio siempre armábamos un picado y yo me ponía arriba, bien cerca del otro arco, cosa de no poder errarle cuando llegara la pelota. Algunos me cargaban porque era yo el que llevaba la pelota desde mi casa, y entonces me gritaban que lo hacía para poder jugar sí o sí, pero lo hacía para jugar pero de delantero, esa era mi ilusión, mi gran sueño. Fue una pena que no la metiera aquel día que me fui a probar al club, y además fue una desgracia que corriera tanto y me tirara dos veces al piso para recuperarla -un tío me había advertido que no lo hiciera- porque me ficharon, pero como mediocampista.

Recuerdo que tuve tanta confusión en mi cabeza que no sabía si festejar o ponerme a llorar cuando me lo dijeron. Con los años inclusive me hicieron retroceder un poco más todavía, pero ya estaba, la gran frustración ya había pasado, ya sabía que nunca más iba a poder soñar con muchos goles y muchos abrazos y muchas tapas de revistas, para mí estaba reservado otro destino, uno más oscuro, con menos picos de emoción pero con cierta regularidad que al fin de cuentas es la que te hace pagar la luz y el gas, eso también hay que decirlo. Por suerte nunca tuve una gran presión en la familia y eso me ayudó. Papá estaba contento ya con que juegue y viva de lo que siempre me había gustado, y la vieja era feliz si me veía feliz, aunque yo nunca fui feliz del todo y ella lo intuía, como toda madre.

La imagen de mi cabeza tocando la pelota al gol me llegaba todas las noches, incluso la noche previa a aquel partido. Recuerdo que me desperté como a las cuatro de la mañana y tuve que ir al baño a secarme la transpiración que me tenía empapado; no era una pesadilla pero de tanto aparecer todas las noches ya resultaba insoportable. A la mañana me levanté bastante bien -digo esto porque después me lo preguntaron muchas veces- por la noche que había pasado, hubiera necesitado dormir un poco más y un poco mejor, pero no me quejé porque la práctica esperando el partido fue livianita. Cuento todo esto, retrocedo en el tiempo y me vienen las mismas sensaciones que tuve en aquel instante tan glorioso, me pasa lo mismo por la piel, se me levantan los pelos del brazo y se me llena la garganta de no sé que, pero se me tapa y no me deja hablar, como que me ahoga.

Yo sabía que era un partido complicado en una cancha difícil pero también sabía que iba a haber mucha gente y que sería una oportunidad espectacular para cumplir el sueño, aquel que se me había negado el domingo anterior con el cabezazo en el travesaño y aquella otra vez con el rebote que me quedó en el borde del área que se fue casi al córner. Después de aquel derechazo reconozco que me tiré un poco a chanta y dejé de subir por un tiempo, estaba como fastidioso, no es fácil ver cómo cualquier picapiedra mete un gol y se abraza con medio mundo y le hacen notas hasta en los programas de cocina, y yo que pude haber sido un gran delantero, uno de esos temibles hombres de área, nunca lograba acertar al arco, no era justo. Me costó entender que el mundo era así y que me tenía que acostumbrar a ese destino de chatura, a esa falta de horizontes, a que no se fijen en vos ni los dirigentes de Brown de Adrogué. Y no era que ganara poco o que estuviera mal en donde estaba, pero uno siempre busca progresar, salir de la cueva, experimentar otras cosas, aunque no te vendan a Europa.

Cuando ví que la pelota caía de golpe y lo pasaba a Irurmendi empecé a vivir de nuevo, no sé, fue algo raro porque se me mezcló un escalofrío con eso que decía antes de la piel de gallina. Por un momento pensé en bajarla y tirarla a la mierda, sacarme de encima el problema y seguir con mi vida, que era tranquila, quizás demasiado, pero era algo por lo menos; pero no, en un segundo decidí ponerle el pecho a la situación y hacerme cargo como correspondía, después de todo si el destino me había puesto ahí era porque quería que la metiera yo -supuse en ese momento-. Irurmendi se pasó porque saltó antes, Leguizamon había quedado muy lejos de la jugada y Deparaguirre salía a los gritos pidiéndola. Yo volví a dudar, lo pensé mejor, o todo lo que pude en realidad, porque en ese momento no tenés más de un segundo y medio para arrancar o quedarte, así está el fútbol hoy en día y lo sabemos todos. También alcancé a mirar para el banco, recuerdo.

Me metí en la cabeza del técnico y me apareció esa sensación de desconfianza que siempre presentí de su lado; a mí casi no me hablaba de proyección y de desborde, nunca me agarró y me dijo: “yo espero mucho de usted, sé que usted esto, sé que usted lo otro”, nunca se ocupaba de los de atrás salvo de Amenavar que era su “gran capitán”. Pensé en la vieja que siempre escuchaba los partidos por la radio que tenía en la cocina y sufría como Juana de Arco, pobre la vieja, les creía demasiado a los relatores y entendía poco del juego, lo único que sabía era que yo vivía pateando una pelota con los pies. Pensé en papá que se iba a dormir la siesta haciéndose el desentendido pero se llevaba la portátil para poner debajo de la almohada, y pensé no me acuerdo en quién más y listo, ya no hubo tiempo para nada, tenía la pelota encima y tenía que resolver, para bien o para mal había llegado el momento de mi vida, el tan esperado… fue ahí cuando dije “que Dios me ayude” y la clavé de cabeza en el segundo palo del hijo de puta de Deparaguirre que venía de frente diciendo “mía, mía”, ¡ma’ que tuya!, se la metí cruzada, bien pegada al palo y que me puteé toda la noche, toda la vida si quiere. Lo recuerdo y me emociono. Estoy convencido de que si el gol hubiera sido a favor salía en la tapa de todos lo diarios.

(Cuento publicado en el libro "El día que el Chango Cárdenas la tiró afuera y un juez de línea corrió por las calles de Lomas", Editorial Catálogos -2005-)

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¿Por qué Perú siempre pierde?

-Habría que remontarse a la historia del fútbol peruano, donde no hay victorias.

-¿Por qué?


-Simplemente porque no somos ni hemos sido una potencia futbolística. No nos engañemos, en Sudamérica sólo Argentina y Brasil son potencias. Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Uruguay y Colombia se han nivelado hacia abajo.

-Sin embargo, hubo una época de oro.

-La selección fue a tres mundiales: 1970, 1978 y 1982, fue un ciclo que contó con jugadores especiales. El error fue pensar que siempre sería así.

-Se dice que Man Bo Park se hacía entender en coreano y a gritos.

-Acá somos cojonudos. Criticamos a Fujimori por ser autoritario. Y a la vez, queremos que los jugadores de fútbol sean tratados con autoritarismo. Hasta un político metió su cuchara y recomendó mano militar en el seleccionado. ¿Dónde está la coherencia?

-¿Cuál es el asunto extrafutbolístico que más afecta a un jugador peruano?

-A los veinte años un futbolista tiene lo que tiene un profesional con veinte años de carrera. Por ese motivo tiene que cargar en sus hombros a toda su familia, pasando en poco tiempo de ser un adolescente a ser un abuelo. Algunos lo soportan, otros no.

(JUAN CARLOS OBLITAS, ex jugador y DT peruano, opinando sobre el fútbol incaico en 1999 en la revista "Caretas")

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Si te echan a un hombre, podés tener certeza que tu equipo va a tener solo diez hombres.


(GRAHAM BEECROFT, periodista radial británico de Century Radio 105.4)

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Felizmente el buen fútbol es como la poesía, se regala, a veces se queda callado, no dice nada, es gratis, como el loco amor.

(ABELARDO SÁNCHEZ LEÓN, escritor peruano)

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El gol de Messi (Josep Solé Balcells - España)


Está hoy en nuestro Barça
una joya sin valor,
él es Messi que tan joven
es ahora el mejor.

Cuando pone la directa
son sus piernas dos ciclones,
los rivales que se pasa
creen son todo visiones.

Pasa en medio de los contrarios
un auténtico vendaval
un, dos, tres cuatro y quinto
y el balón dentro del portal.

Que parece imposible
que sin ángulo casi ya,
mete allí él la pelota
solo un crack eso hará.

Nos recuerda a Ronaldo
cuando estaba él aquí,
aquél gol al Compostela,
como todo el mundo, bien lo ví.

Esos goles no son muchos
con tus dedos contarás,
es un gol para el recuerdo,
que en un marco tu pondrás.

En el curso de la Liga
si tranquilo está él,
nos dará él muchos goles
repetidos como aquél.

Más aquí se tiene miedo
que Abramovich con su parné,
me lo cubre con su oro
por desgracia del culé.

Que hoy día ya sabemos
lo que quiere el jugador,
el dinero “trinco trinco”
como más, mucho mejor.

Pero creo que en Messi
nada de esto él hará,
sabe bien que es el Barça
lo ha puesto dónde está.


(Toda mi gratitud para Don Josep Solé Balcells, que con sus 94 años de edad nos da lecciones de vida a través de la poesía, y también a su sobrina Patricia por su deferencia para que fuera posible poder publicar esta poesía. Don Josep escribe en catalán, es por ello que ha tratado de acomodar de la mejor manera la rima al castellano, cosa que muchísimo agradezco)


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Maradona (Argentina)


Una sola vez nos encontramos dentro de una cancha. Fue en 1977. Él venía llegando al fútbol profesional y yo me estaba yendo. Todavía no había cumplido 18 años y ya mostraba el talento que después desarrolló. Recuerdo que en una jugada me tragué el amague y, cuando me iba a pasar, le pegué un muslazo. Diego me miró como reprochando el golpe y yo le dije: "¿Qué te pasa mocoso?"
Cada vez que lo veo esa jugada reaparece porque pienso que debe ser el único recuerdo que Diego tiene de Perfumo como jugador. En cambio, a mí me quedó de Diego esta impresión: no es un jugador de fútbol, es El Fútbol.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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Chilavert era un portero de fútbol, pero ahora parece portero de discoteca.

(Titular del periódico español "Marca" durante el Mundial 2002)

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Y la verdad sea dicha: este hermoso espectáculo, esta fiesta de los ojos, es también un cochino negocio.

(EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo)

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El último entrenador (Juan Sasturain - Argentina)


Me lo encuentro de casualidad el sábado en Adrogué, en el cumpleaños de la hijita de un amigo. Salta el apellido que es raro, poco frecuente, y enseguida asocio a ese viejo, ese abuelo materno sentado casi de regalo a un costado de la mesa puesta en el extremo del living, con los recuerdos de infancia.

De las figuritas, no. No es un jugador pero es un nombre y una vaga cara del fútbol.

Aprovecho que los pibes se van al patio a devastar lo que queda de un jardín con más calas que pensamientos y le busco la memoria con una pregunta respetuosa, como tocar a un oso despeluchado con un palo a través de las rejas:

-Su apellido me suena -le digo mientras nuestras manos convergen sobre la fuente de masitas-. Lo asocio con el fútbol de los cuarenta y cincuenta, cuando yo era chico, ¿Puede ser?

Tras un momento me confirma que sí, que es él, y el reconocimiento al que no está acostumbrado lo ilumina un poco, apenas, como las velitas de esa torta de nena, sin jugadores, que espera en medio de la mesa.

-Ya nadie se acuerda.

-No crea.

Nos trenzamos a charlar y no sé bien cómo pero al rato, mientras los otros destapan botellas, nosotros estamos en el dormitorio -porque esa es su casa, la de siempre- destapando una caja de alevosos recuerdos.

-Ese año que usted dice salimos campeones -revuelve, encuentra-. Fíjese, acá estoy yo.

Y me señala lo evidente, lo alevoso de su figuración. Es la foto de una revista y él está parado a un costado, el penúltimo de la fila de arriba, entre un colado habitual y un marcador de punta de los que todavía no se llamaban así.

-Qué pinta.

Tiene bigotitos, el jopo tieso de Gomina o Ricibrill y una E bien grande de pañolenci pegada -acaso con broches- en medio del pecho. El rompevientos -así se llamaban los inevitables buzos azules de gimnasia de entonces- está algo descolorido y los pantalones abombachados se le ajustan a la cintura un poco demasiado arriba, le dan un aire ridículo. El equipo, los colores del equipo que enfrenta a la cámara en dos niveles -atrás y de pie, la defensa; abajo y agachados los delanteros del siete al once, y el nueve con la pelota-, no importa demasiado ni viene al caso. Pero la cancha está llena.

-Linda foto -digo, porque es linda foto en serio.

-Psé.

Me muestra otra parecida de esa época, de un diario, y después otra más, posterior, coloreada a mano al estilo fotógrafo de plaza. Ya el equipo es otro y las tribunas detrás, mucho más bajas. El rompevientos -es el mismo, estoy seguro de que es el mismo- está un poco más descolorido.

Pone las tres fotos en fila y me dice, me sorprende:

-No estoy.

-Cómo que no.

Y por toda respuesta, contra toda evidencia, pone el dedo en el epígrafe, va de jugador en jugador, de nombre en nombre, y el suyo en todos los casos brilla -como el Ricibrill- por su ausencia.

-No era costumbre, supongo -y me siento estúpido.

-No era el tiempo, todavía -recuerda sin ira.

-Claro.

Él sigue revolviendo, elige y me alcanza. Y yo pienso que ese hombre de destino lateral, anónimo adosado al margen del grupo de los actores con una E grotesca en el uniforme de fajina era casi, para entonces, como un mecánico junto al piloto consagrado, o como el veterano de nariz achatada que se asoma al borde del ring junto al campeón. Su lugar estaba ahí, al ras del pasto; su función se acababa entre semana.

-No era el tiempo todavía -repite.

Y sabe que llegó empírico y temprano y se metió de costado en la foto en que salió borrado.

-En esa época había pedicuros, dentistas, porteros... -dice de pronto con extraño énfasis-. Era el nombre de lo que hacían. Ahora les dicen podólogos, odontólogos, encargados... Esas boludeces, como si fuera más prestigioso... Y yo era entrenador.

-No director técnico.

-Pts... Ni me hable, por favor... -y se le escapa cierta furia sorda, muy masticada.

-No le hablo. Tiene razón.

Compartimos en silencio certezas menores, módicos resentimientos.

-Vinieron con la exigencia de diploma -dice de pronto.

-Claro.

Me sumo a su fastidio y de ahí saltamos a desmenuzar los detalles, el contraste: el banquito con techo, el verso táctico, el vestuario aparatoso y la pilcha elegida para salir el domingo, esa que nunca se puso. Cuando quiero atenuar tanta simpleza sin lastimarlo, se me adelanta:

-Le digo: no se lo cambio.

-Le creo.

En eso, los primeros padres que vienen a recoger a sus niños irrumpen en el dormitorio y entre disculpas se llevan los pulóveres, las camperas apiladas sobre la cama grande. Entra la mujer de mi amigo, incluso.

-Ah, papá... estabas acá -y suspira como si encontrarlo en una casa de tres habitaciones fuera un trabajo-. Y siempre con esas cosas viejas. Sabés que no te hace bien.

Ella me mira como si yo tuviera alguna culpa que sin duda tengo y se lo lleva, lo saca de la vieja cancha despoblada para que vaya a saludar a alguien que se va o se sume para la foto con la nieta que -lo sé- no le interesa. El veterano me mira resignado. -Ha sido un gusto.

Asiente y se lo llevan. Apenas se resiste.

Me quedo solo y guardo las viejas revistas que han quedado abiertas sin pudor ni consuelo. No es cuestión de que cualquiera meta mano ahí. Después busco mi propio abrigo y escucho los ruidosos comentarios del living. Me imagino que para las fotos familiares el viejo se debería poner una remera grande con la letra A de Abuelo, para que al menos alguno pregunte quién es.

Pero no me quedo para verificarlo. Me basta con sentir o imaginar que he conocido al último entrenador.

(extraído del libro “Picado grueso”, Buenos Aires, Ediciones Al Arco, 2006)

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Gerd Müller (Alemania)


Contra el alemán jugué un partido amistoso en la cancha de Racing cuando recién se estaba armando aquel equipo fenomenal del Bayern Munich. En la primera jugada me dio un codazo que me dejó sin aire durante diez minutos. Era durísimo saltar con él. Tenía la potencia de un toro y la condición innata de los goleadores: parecía que la pelota lo buscaba a él en lugar de él a la pelota. Era vivísimo para entrar por detrás del defensor. Fue un fenómeno. En el área recibía la pelota y a cobrar. Era infalible.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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Tampoco es noticia que Ronaldo juegue mal. Bien, lo que se dice bien, ha jugado pocos partidos con la amarelha.

(TOSTAO, ex jugador brasileño, "pegándole" en Junio de 2006 al máximo goleador de los Mundiales)

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Mis padres han estado conmigo apoyándome. Incluso desde que tenia 7 años.

(DAVID BECKHAM, futbolista británico)

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Entrevista a Enrique "Quique" Wolff


Si a los futboleros les dieran libertad para elegir un compañero con el que puedan hablar de fútbol, más de uno pensaría en Enrique Wolff. Su carrera como jugador registra actuaciones en clubes como Racing, River Plate, Argentinos Juniors, Las Palmas, Real Madrid y en la Selección Nacional de Argentina. Su labor como periodista deportivo desde hace 24 años, hacen de “Quique” una opinión calificada para hablar del “deporte más lindo del mundo”.
Al hablar de Wolff, es inevitable pensar en “Simplemente fútbol”, el programa televisivo que “Quique” conduce por la cadena ESPN y en el que se puede observar a los mejores jugadores del mundo. “Es un programa que me ha dado más de lo que me imaginaba, me gané cuatro Martín Fierro, muchísimos premios. Es un programa que me deleita hacerlo”.

-¿Qué persona lo influenció más en su vida?

-Mi viejo, sin dudas, porque me indicó el camino en mi vida. Me enseñó las cosas buenas y malas, dejándome elegir. Además, me avaló en todo lo que hacía y nunca me privó de nada.

-¿Cómo está compuesta su familia?

-Mi familia la componen mi señora Mara, mis 5 hijos, que son Carolina (30), Valeria (28, Juan Cruz (26), Pedro (22) y Wendy (11). Y mis nietos Agustín (5) y Joaquín (cerca de cumplir 4 años), que son hijos de Juan Cruz y Carolina, respectivamente.

-¿Es cierto que sus hijos trabajan junto a usted?

-Sí, -afirma entre risas- mi hija mayor, Carolina, es la encargada de las relaciones públicas de la empresa. Valeria hace los diseños gráficos. Juan Cruz edita los programas de televisión, y Pedro está dando sus primeros pasos en el periodismo deportivo.

-¿Qué siente al trabajar con sus hijos?

-Siento una satisfacción, porque me resulta bárbaro tenerlos siempre cerca; ya que si no están junto a mí, los extraño demasiado. Además, de lo primero que saco pecho es de mi familia.

-¿Cómo fue dejar de ser futbolista para ser periodista?

-Es una decisión. No fui entrenador porque hubo cosas en el fútbol argentino que no me gustaron cuando volví del Real Madrid. Sabía que no lo iba a tolerar como entrenador. El periodismo era algo que estaba escondido. Cuando yo jugaba, Esteban Peicovich, un periodista argentino que estaba en España, me decía que tenía que hacer periodismo. Cuando volví consulté a los periodistas de ese momento, como Juvenal o José María Muñoz. Fui a hablar con la gente que tenía confianza para ver si era cierto que tenía condiciones. Me dijeron que sí, estudié, me capacité y después tuve la posibilidad de empezar a trabajar y ya llevo 24 años como periodista, una buena cantidad y sigo aprendiendo cada día.

¿Futbolista o periodista?

-Futbolista y periodista, hace veinticinco años que hago periodismo, no soy un descolgado, hice una profesión nueva. Los jugadores tienen la opción de tener otra profesión si se lo proponen, yo elegí ésta. Y estudié. No tuve el objetivo de salir en radio o en televisión para que después un club me contratara e irme a entrenar. Nunca entrené. Fui periodista deportivo desde el primer día y voy a seguir siéndolo.
No acepto que me digan ex futbolista. No hay ex médicos, ex abogados. Cuando dejan de ejercer siguen siendo médicos, abogados. Somos jugadores, ya pasó nuestro tiempo, pero seguiremos siéndolo siempre, por ideología, por pensamiento, por lo que nos dio.


La diferencia no la proclama, se le nota: el periodismo le encanta, el fútbol le apasiona. Y, aunque no lo diga, añora los tiempos idos, las actitudes nobles de antes.

-Racing venía de ser campeón de América en Chile y le tocaba jugar como visitante contra Independiente, su gran rival. Entramos al campo y los jugadores de Independiente nos esperaban haciendo pasillo de honor, ¡cada uno con laureles en la mano! Y todo el estadio aplaudiendo. Después nos ganaron 4 a 0, pero nos hicieron sentir un respeto extraordinario.

-Parece increíble.

-En mi casa éramos todos de Racing, sin embargo cuando Independiente jugaba las copas, en el '64, '65, hinchábamos por ellos. Formamos la selección del colegio y compramos camisetas rojas porque había salido campeón y hacíamos ese famoso saludo rojo de los brazos en alto. Todo era así. No sé cuándo se cortó todo eso. Ahora se odian. Con River y Boca lo mismo, con todos...

-¿Te apasiona el periodismo tanto como el fútbol?

-No con la misma intensidad, una cosa es ser protagonista y otra verlo desde afuera, es inevitable, pero me gusta, me atrapó. Tuve grandes maestros, trabajé con gente muy importante, con todos aprendí algo. Si tenía que ir a grabar algo a las tres de la mañana lo hacía, ese fue mi camino. Le puse mucha pasión. Siempre les digo eso a los chicos en mi escuela de periodismo, al empezar el curso: si no tienen pasión por esto, vayan a otra cosa.

-No sos un ex futbolista que opina, como tantos.

-No, en la primera etapa de mi vida fui futbolista y lo sigo siendo, y ahora soy periodista. Creo que se complementan las dos cosas. El fútbol tiene una teoría y una práctica; yo la teoría la estoy aprendiendo, la práctica ya la aprobé, jugué en Racing, en River, en el Real Madrid, en un Mundial, ya está. Y tengo una cantidad de vivencias que sería un tonto no utilizarlas, porque sé las cosas que pasan en un partido, cuando la gente se pregunta qué se dirán los jugadores en ese momento, yo lo sé, porque lo he vivido, sé cuándo un jugador miente, si le duele o no le duele...

-¿Qué fútbol te gusta mirar?

-Me gusta mucho la Liga española y en general las ligas europeas porque se juegan en serio, todos contra todos a ida y vuelta, y los campeonatos son largos, como debe ser. Los primeros salen campeones y los últimos se van al descenso. No hay promedios, no hay cosas extrañas.
Esos campeonatos son los que me gustan a mí, te dan posibilidades de revancha, de jugar una vez en tu campo y otra vez en el ajeno. Me parece que es en serio y nosotros no nos damos cuenta de eso y seguimos haciendo campeonatos que no lo son y me da un poco de bronca porque tenemos jugadores y gente para hacer algo más serio. Me gustan el fútbol de España, Italia, la Bundesliga y la Liga inglesa. Los campeonatos europeos me atraen.


-¿Qué jugadores destacás?

-Todos sabemos que tenemos grandes jugadores que están en la selección, como los casos de Messi, Riquelme o Aimar, que siempre creo en ellos. Me alegro por “la Bruja” Verón, que volvió. Si tengo que hablar de un jugador que me parece diferente a todos los demás es Kaká; a mí siempre me parece que a Ronaldinho es una fiesta verlo, igual que a otros jugadores. Pero si hacemos un pan y queso, y tenemos que elegir, me quedo con Kaká.

-Como ex jugador, ¿disfrutaste el título del Real Madrid?

-Los títulos en el Madrid siempre se disfrutan. Ha sido un campeonato que más que ganarlo el Madrid, lo perdió el Barcelona. Y el Madrid es muy particular tenés que ganar y jugar bien. Este título se festejó mucho porque hacía mucho que no ganaba nada, pero si hubiese ganado los títulos anteriores, no lo hubiesen festejado de la misma manera. Los campeonatos siempre se festejan, pero el equipo no jugó bien y no mostró todo lo que debe mostrar.

-¿Cómo les puede ir a Fernando Gago y a Gonzalo Higuaín?

-Les va a ir bien porque son jugadores talentosos. Por suerte siempre algún argentino anduvo dando vueltas por ahí, todos cobijados por el gran Alfredo Di Stéfano. Pasamos muchos argentinos por ahí, a lo mejor no la cantidad suficiente, pero a todos les ha ido muy bien. Gago es un jugador que va a rendir muy bien, no era uno de los volantes ideales para el juego de Capello, pero sí lo puede ser para cualquiera de los entrenadores que elija el Madrid. Y “Pipita” (por Higuaín) rindió mucho más de lo pensado. En un equipo que decidió que se fuera Ronaldo, que para mí es uno de los grandes fenómenos del fútbol mundial, y se quedara “Pipita”, creo que eso es muy valioso.

-¿Es difícil para los argentinos insertarse en ese club?

-Hay que tener en cuenta que mi caso, como el de Valdano o el de Redondo, veníamos de jugar en otro equipo español, con lo que estábamos un poco ambientados al torneo español. De todos modos, jugar en el Madrid y en el Bernabéu siempre lleva un período de adaptación. Nosotros no lo sentimos tanto como lo sienten los que llegan de Argentina, más allá de que Gago e Higuaín jugaban en Boca y en River.

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Pelé (Brasil)


Tenía el físico ideal para jugar al fútbol: altura, musculatura. Las piernas perfectas: grandes arriba y finitas abajo. El físico estaba siempre predispuesto a obedecer todo lo que mandaba el cerebro. Era malo. Devolvía golpe por golpe. Si recibía, esperaba el momento de la devolución y seguro que se cobraba. Nunca repetía una jugada. Era el rey del engaño y el que lo marcaba tenía que barajar diez posibilidades que el negro, seguramente, manejaba en un segundo.
En técnica individual era perfecto. Una vez jugando yo para Cruzeiro y él para Santos nos pusimos a charlar antes de la iniciación del partido en el medio de la cancha. En determinado momento me confesó: "No digas nada, pero a fin de año dejo de jugar al fútbol". Me rompió la cabeza. Estuve quince minutos desconcentrado pensando solamente en eso.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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El fútbol es la recuperación semanal de la infancia.

(JAVIER MARÍAS, escritor, traductor y editor español)

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César marcó un antes y un después en la historia de la Selección. Antes, muchos jugadores no querían ser citados, preferían quedarse en sus equipos. El Flaco programó todo diferente, le dio prestigio al equipo y consiguió los primeros títulos importantes.

(LEOPOLDO JACINTO LUQUE, Campeón Mundial en 1978, opinando sobre Menotti)

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Fútbol en el bar (Gonzalo Centelles - España)

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El baile de la gambeta (Bersuit Vergarabat - Argentina)

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Johan Cruyff (Holanda)


Estratega excepcional. Tenía una cancha interna impresionante. La tenía en la mente. Dirigía a sus compañeros, a los referís y achicaba a los que tenían que marcarlo. Era muy difícil controlarlo porque él te marcaba a vos. Siempre aparecía detrás de su marcador. Por ahí estaba parado y uno se confiaba. Le llegaba la pelota, levantaba la cabeza y se mandaba un pique que al marcador lo dejaba muerto. En esos primeros cinco metros era letal. Y en el área buscaba y encontraba los palos con una facilidad increíble. Se te iba y era gol. Encima jugó en el Ajax y en la Selección de Holanda, que eran dos equipos supertrabajados tácticamente.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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Sólo hay una cosa contra la que no puedo luchar, la edad.

(DINO ZOFF, ex arquero italiano, el día de su retiro de los campos de juego como jugador, 2 de Junio de 1983)

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Yo con Garrincha tenía algo de prejuicio. El psicólogo me había dicho que tenía algunos problemas, pero los incorporé y comprobé que los jugadores muchas veces ven mejor que el técnico desde adentro de la cancha.

(VICENTE FEOLA, entrenador de Brasil en la Copa Mundial de 1958, opinando sobre el malogrado wing)

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Preparando el desafío (Gabriel Impaglione - Argentina)


Unas figuritas redondas, impresas en sonoras chapitas plateadas. Las coleccionábamos de a puñados y no había pibe que no tuviera pilones en los bolsillos a punto de descoserse.

Venían en paquetes rectangulares, traían cartones con los equipos completos de primera y detrás dos líneas de historia, la cancha, los nombres de los ídolos y DT, el sagrado escudito.

Yo tenía varias de Gimnasia y soñaba cubrir con ellas una pared de mi cuarto.
Nos juntábamos a las cuatro de la tarde en la puerta de casa, bajo un ceibo lleno de gatas-peludas de las grandes, esas verdes y dolorosas. Los pibes del barrio ya sabían, allí nos canjeábamos figus y se pactaban desafíos en el potrero de enfrente.

Un miércoles quedamos en un partido a cara de perro con los de la cuadra de la bicicletería, los del "Centro del Barrio", donde estaban los negocios y doblaba el colectivo.

Era un equipo fuerte y batallador, pero nosotros teníamos los habilidosos, y aunque muchas veces nos volvimos mordiendo el polvo de la derrota, y nuestros fenómenos llorando de la bronca y las patadas o rengueando, esta vez nos prometimos olvidar aquellos malos tragos y jugar hasta llenarles la canasta, con lujo incluído, como si fuera una cuestión de vida o muerte.

Hablamos con Don Carito, el abuelo de Azucena, -la novia que todos queríamos tener por la intensidad de su afición futbolera-, que siempre venía a mirar los partidos. Era la persona indicada, vivía justo en la esquina, en el límite exacto de los dos territorios futboleros. Aceptó ser referí y corrió al kiosco a comprar un pito.

Esa tarde nos juntamos en casa, bajo una larga galería sobre cuyos mosaicos gastados mi tío Lino dibujó una cancha de fútbol profesional con una tiza de clandestina procedencia escolar.

Fue hora de estrategias. Pizarrón para trazar el secreto de victorias inolvidables.
El partido de media hora por tiempo se jugaba con siete jugadores, así que pusimos siete botones rojos que le saqué a mi madre del costurero, de un lado, y siete chapitas del otro: Gatti, Perfumo, Marzolini, Della Savia, Onega, Artime y el Pinino Mas.

Aquel Hugo Orlando Gatti, mi ídolo, atajaba entonces en el Lobo de La Plata. Buscaba parecerme imitando las excentricidades del Maestro: salía a gambetear bien lejos de los tres palos, cacheteaba la pelota en el aire sobre la cabeza de los contrarios, achicaba arrodillándome delante del atacante y poniéndole el pecho al puntinazo... hasta que una tarde me hicieron cuatro o cinco goles al hilo y la contundente amenaza de mis compañeros me obligó a moderar el show... por la tranquilidad de los muchachos, claro.

Con chapitas y botones proyectamos el partido. El Gordo Tito, que era fanático de Deportivo Morón, se paró atrás junto a Roberto, el hijo del mecánico, tan grandote como patadura, amante de los fierros, la pelota era una cuestión de cuerpo a cuerpo y esta oportunidad, territorio para ajustar alguna cuenta con los de la zona comercial; en el medio Tilo y Bocha y adelante, de nueve, el Japonés Tokio, que sabía artes marciales. De punta el Turquito, el más rápido de la clase (y encima hacía la bicicleta que daba gusto). ¡Teníamos un equipazo!

- Hay que llevarlos a que pateen de lejos... si se vienen en malón al área, perdimos, decía el Turco. Bocha se lustró la punta de la zapatilla y dejó escapar una sonrisa de película de terror.

El turquito agarró la chapita del Pinino y armó una jugada bárbara mientras todos tratábamos de grabarnos la idea para hacerla en la cancha.

Recibió la pelota pisando el vértice de mi área grande y desbordó por la punta amagándole al nueve de ellos que atoraba la salida.

Avanzó hasta mitad de cancha, por la franja lateral, gambeteando en velocidad al volante y al nueve que lo seguía corriendo como si fuera la última vez y entró a campo contrario con la pelota al pie.

Allí amagó irse hacia el medio y desairando al otro volante central que se cruzó la cancha para partirlo, tocó la pelota hacia la línea lateral y con otro amague volvió hacia el centro de la cancha con la marca de los dos desairados atrás, para enfrentarse al defensor ése, el morocho grandote, que era el más temido del barrio; le amagó hacia adentro y entrando a pie cambiado pisó el vertice del área, rápido, inalcanzable.

Allí, en esa porción de territorio mágico encaró a mil por hora al otro defensor que con zancadas enormes llegaba a tapar el disparo.

El arquero corrió para achicarle, cerca del defensor desairado, que patinó en el pasto como si fuera una bailarina del Holliday On Ice, dos segundos antes.

El Turco, entre el arquero y el zaguero levantó la pelota en cucharita, al pie casi, y los hizo pasar de largo como toros en celo.

Dio dos pasos hacia el arco y acariciando con la zurda mágica la bola encantada, salió corriendo hacia el alambrado de la vecina, que siempre miraba los partidos tomando mate en el fondo...

Fá!! que golazo! Hasta la Doña lo felicitó y después le regaló un buñuelito! y otro vecino lo llevó al diario del pueblo a que le hagan un reportaje y sobre el pucho el primer contrato en Racing que había salido campeón del mundo ese año.

Y el Turco seguía y seguía imaginando hasta que le dije que "El día que alguien meta un gol así van a llover sapos sobre la cabeza de la reina de Inglaterra”.

Al Turquito los ojos le chorreaban sensaciones mientras acomodaba las fichas en su lugar.

Al otro día perdimos uno a cero, un gol de rebote, pura casualidad: la pelota se desvió en la zapatilla que se le había volado en un rechazo a Bocha, esa misma que se lustró el día anterior, y se metió en el rincón dando saltitos como un gato jugando con un ovillo de lana.

El Turco, llorando, se fue lesionado, y a Bocha, encima, le dieron tres puntos en la salita de primeros auxilios porque cabeceó el poste en un córner cuando faltaban menos de treinta segundos para que se acabe el partido. Don Carito salió corriendo con Bocha en andas y detrás Azucena llevándole la bicicleta.

Quedamos en una revancha que no se jugó porque terminaban las clases, y entre las fiestas y las vacaciones se desarmaban los equipos.

Luego esas cosas de siempre... la historia echada a rodar entre olvidos y memorias.

Hasta que muchos años después, cuando aquellas jugadas de pizarrón habían quedado en cualquier rincón del galponcito de la memoria, vi el gol, aquel gol, esa obra maestra de Diego en México.

El gol a los místers inventores del fútbol. El Gol. El más hermoso de toda la historia del fútbol.

De toda la historia de la Tierra, la Vía Láctea y alrededores! Y justo a los ingleses.
En un momento el flash, la infancia, Dieguito haciendo malabarismos con la redonda en el potrero, el turquito planeando la jugada con figus y botones, casi contemporáneamente tal vez... el sueño de lo imposible convertido en obra de arte, en capricho de la magia colgando su propia exposición eterna, infinita, maravillosa, indeleble en el corazón de la memoria.

Al otro día, en un recuadro de Clarín, la foto de tres sapos reinando en el jardín real, luego de haber caído desde el cielo en medio de una tremebunda lluvia que anegó también algunas calles de Londres.

(Mi agradecimiento a Gabriel Impaglione, escritor y periodista argentino, radicado en Italia, desde donde dirige la excelente publicación Isla Negra y quien me cedió este relato de su serie “Cuentos de arqueros”)

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Luis Artime (Argentina)


Fue el símbolo del goleador. El más formidable que yo vi y enfrenté dentro de una cancha. Mejor dicho: que soporté. Para marcarlo se necesitaba una concentración mental superior a la normal y no se podía hacer ninguna concesión física porque era un profesional riguroso. Conocía mejor que nadie sus limitaciones técnicas y nunca se complicaba. Eso hacía difícil encimarlo o anticiparlo. Cuando recibía fuera del área tocaba de primera y adentro del área era todo un drama encontrarlo porque siempre buscaba la espalda del defensor y aparecía para definir, generalmente por el segundo palo. Tenía un pique corto excepcional y una intuición fabulosa. Ponía todos sus sentidos en la jugada calculando dónde podía encontrarse con la pelota en el tiempo exacto. Llegaba junto con ella ganándoles la posición a los defensores y al arquero. Después terminaba la jugada con un solo toque. La metía con cualquier parte del cuerpo.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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El fútbol es una de las mayores actividades de unificación entre nosotros.

(NELSON MANDELA, ex Presidente sudáfricano y Premio Nobel de la Paz 1993)

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Esta jugada quedará en la retina de nuestros oídos.

(OSCAR GALAGORRY, relator de Difusora Soriano, Uruguay, necesitando una urgente clase de anatomía)

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