(Tomado del libro "Dios es redondo" del escritor mexicano Juan Villoro)
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(Tomado del libro "Dios es redondo" del escritor mexicano Juan Villoro)
Fobal del grande (Ernesto Sábato - Argentina)
La extraña instantánea duró acaso un segundo o dos.
Tito echó soda al vermouth, tomó unos sorbos y se sumió en un silencio sombrío, mirando, tal como era habitual en momentos parecidos, a la calle Pinzón: mirada abstracta y en cierto modo completamente simbólica, que en ningún caso condescendería a la real visión de hechos externos. Después volvió a su tema preferido: ahora ya no había fóbal.
¿Qué se podía esperar de jugadore que se compraban y vendían? Su mirada se hizo soñadora y empezó a rememorar, una vez más, la Gran Época, cuando él era un pebete así. Y mientras Martín, por pura timidez, tomaba el vermouth que después de dos días de ayuno sabía que le haría muy mal, Humberto J. D’Arcángelo le decía: Hay que amarrocar, pibe. Haceme caso. Es la única ley de la vida: juntar mucha menega, rifar el corazón, mientras se ajustaba la raída corbata y estiraba las mangas de su saco rotoso, corbata y traje que confirmaban que él, Humberto J. D’Arcángelo, era el riguroso negativo de la filosofía que predicaba. Y mientras de puro bondadoso lo instaba al muchacho a que terminara el vermouth, le hablaba de aquellos tiempos, y pronto a Martín le pareció que aquella conversación se desarrollaba en alta mar. Te estoy hablando del año quince, pibe, cuando yo iba a la cancha con el tío Vicente. Estábamo en plena conflagración, en tanto que Martín, mareado y triste pensaba en Alejandra y en su desaparición en el fiel de Seguel y Ministro Brin hasta el 23 en que nos trasladamo a Bransen y del Crucero ¡eh, Chichín!, a ver cómo formó el plantel inicial, a lo que Chichín, mirando al techo, suspendiendo el repasado de su vaso, con los ojos cerrados, después de mover en silencio los labios (como quien revisa la lección) respondió De los Santos, Vergara, Cerezo, Priano, Peney, Grande, Farenga, Moltedo, José Farenga y Bacigaluppi, volviendo en seguida a su tarea con el vaso mientras Tito decía esato. Y aunque Racin otuvo el capionato, lo seneise, que ya perfilábamo el temple salimo cuarto.
En el 18 ocupamo el tercer puesto y en el 19 trinfamo. ¡Eh Chichín! Decí cómo formó el equipo que ganó la copa, a lo que el otro respondió, después de permanecer un momento en suspenso, con los ojos cerrados y la cabeza levantada hacia el techo. Ortega, Busso, Tesorieri, López, Canaveri, Cortella, Elli, Bozzo, Calomino, Miranda y Martín, volviendo en seguida a su tarea, mientras Tito comentaba esato. ¡Qué equipo, pibe! El gran Tesorieri. Nunca hubo ni volverá a haber eh, un arquero como Américo Tesorieri. Te lo dice Humberto J. D’Arcángelo, que ha visto fóbal del grande, arreglándose la corbata y mirando hacia la calle Pinzón con indignación, mientras Martín, mareado, veía como en una fantasmagoría al viejo don Pancho Olmos hablando sobre la Legión y a Alejandra acodada sobre la balaustrada de la terraza y la cabeza del comandante Acevedo. Y lo mismo te digo de Pedro Leo Journal, el famoso Calomino, el güin má veló que ha pisado la cancha nacionale, el inventor de la célebre bicicleta, que luego tanto y tanto han querido imitar. ¡Qué tiempo, pibe, qué tiempo!, agregó, cambiando el sitio del escarbadientes del ángulo izquierdo al ángulo derecho de la boca y dirigiendo su mirada a la calle Pinzón, mientras Martín miraba a Alejandra dormir, observándola como al borde de un abismo. Pero, decía D’Arcángelo, lo justo, e lo justo, pibe, y hay oro en todo lo equipo y un fanático y era ciego para todo lo que no fuera Boca lo justo, e lo justo, pibe, y hay oro en todo lo equipo y hay bagayo también en Boca, pa qué no vamo a engañar. Y ahí tené, sin ir más lejo, al negro Seoane, la célebre Chancha Seoane, que fue el puntal de lo Diablo Rojo por varia temporada. Te voy a ser sincero, pibe: el negro Seoane personificaba la clásica picardía criolla puesta al servicio del noble deporte. Era un cra inteligente y aguerrido, la pesadilla de lo arquero de su tiempo. ¿Sabe cómo lo caracterizó Américo Tesorieri? El rey del área enemiga. Y con eso se ha dicho todo. ¿Y Domingo Tarasconi? El gran Tarasca fue uno de lo grande escore del fóbal amateur. Dueño de un potente sho, ya lo probó desde la punta derecha, y cuando fue corrido al eje, marcó un periodo glorioso en el historial del deporte argentino. Pero… y siempre hay un pero en el fóbal, como decía el finado Zanetta, por el mismo tiempo de Tarasca brillaba en la acción el gran Seoane, como te decía. Y ahora fijate bien en lo que te voy a explicar: la línea tenía do ala de modalidade opuesta. La derecha era académica y jugadora, la izquierda se caracterizaba por su juego eficá y por un trámite si se quiere poco brillante pero efetista, que se traducía en resultado positivo.
Y a la final, pibe, se diga lo que se diga, lo que se persigue en el fóbal es el escore. Y te advierto que yo soy de lo que piensan que un juego espetacular e algo que enllena el corazón y que la hinchada agradece, qué joder. Pero el mundo e así y a la final todo e cuestión de gole. Y para demostrarte lo que eran esa do modalidade de juego te voy a contar una anécdota ilustrativa.
Una tarde, al intervalo, la Chancha le decía a Lalín: cruzámela, viejo, que entro y hago gol. Empieza el segundo jastáin, Lalín se la cruza, en efeto, y el negro la agarra, entra y hace gol, tal como se lo había dicho. Volvió Seoane con lo brazo abierto, corriendo hacia Lalín, gritándole: viste, Lalín, viste, y Lalín contestó ¡sí pero yo no me divierto!
Ahí tenés, si se quiere, todo el problema del fóbal criollo.
Sin embargo, sus compañeros de Santos recuerdan que pocas veces vieron a un Pelé tan genial, como el que jugó el 11 de Octubre de 1962, en Lisboa, Portugal, ante Benfica, en el partido de vuelta de la final de esa edición de la Copa Intercontinental.
El cotejo de ida, disputado en el Maracaná de Río de Janeiro, Santos le había ganado a Benfica por 3 a 2 (por entonces la Copa Intercontinental se disputaba con revancha y en caso de desempate se jugaba un tercer partido en país neutral, pero en el continente del último encuentro). Pero en la revancha, en Portugal, Pelé fue un show.
"Ese día, en Lisboa, Pelé las hizo todas, además de tres goles -recordaba su compañero Lima- fue un verdadero espectáculo, y eso que yo jugué con él muchísimos partidos. Pero todos mis compañeros coinciden en que nunca lo vieron en tan buen nivel, con tanto talento desparramado en una cancha, como en esa final frente al Benfica. Sin duda, fue el mejor partido de su vida".
La síntesis de ese encuentro que ganó Santos por 5 a 2, quedándose por primera vez con la Intercontinental, fue la siguiente:
Benfica (2): Costa Pereira; Jacinto, Raúl, Humberto, Cruz, Cavem, José Augusto, Coluna, Santana, Eusebio y Simoes
DT: Fernando Riera
Santos (5): Gilmar; Mauro, Calvet, Dalmo, Zito, Olavo, Dorval, Lima, Coutinho, Pelé y Pepe
DT: Lula
Goles: 17', 25' y 64' Pelé (S), 48' Coutinho (S), 77' Pepe (S), 83' Eusebio (B) y 89' Simoes (B)
Árbitro: Pierre Schwinte (Francia)
(JULIO PÉREZ, ex futbolista uruguayo, integrante del célebre equipo que conquistó la Copa del Mundo de 1950 en Maracaná)
(CÉSAR LUIS MENOTTI, ex jugador y entrenador argentino)
Camino a la gloria -La final- (Martín Díaz Núñez - España)
Por fin, ahí estábamos, el Unión al completo, el gato Merino, el macho Díaz, el Negro Cabrera, paquete Montijo, Galleta Cabral, el chato Quintana, Mauricio “el pancho” Rivera, Ariel” el ruso” Fachinetti, el zorro Barragán, chupete Núñez y el Canario Wandosell. Sobre el césped reluciente, en medio del “Cielo”…
No es extraño que a la cancha del Nacional la llamen así, por los albos uniformes que lucen sus jugadores, y por haber disfrutado tanto tiempo con el juego irrepetible de Santos Lapiedra, Ángel Monteiro y Juan de Dios Marcuzzi, el equipo “Divino”… y justo allí, pisando el mismo verde, nosotros. Casi era un sacrilegio, pero como lo nuestro era casi un milagro…
Si, lo supe ese día que jugábamos la primera ronda con Ferrocarriles Del Norte, íbamos a hacer algo grande, aún recuerdo la jugada, Mauricio Rivera avanzaba solo, al frente, como siempre (como siempre, parece que nunca entendió que este era un deporte de equipo, y que los driblings no están prohibidos), pero en ese momento se detuvo, miró hacia delante, me vio desmarcado, y me la pasó.
A pesar de que el árbitro pito offside, no importaba, El Pancho había pensado, tal vez por primera vez en su vida deportiva (no, fuera de la cancha tampoco usaba la testa para otra cosa que aplastar latas de cervezas...), y eso era algo grande, cualquier cosa podía suceder.
Perdimos aquel partido 5 a 0, pero nos sobrepusimos, y pasamos ronda (claro, la alineación indebida y la sanción que les cayó a Ferro ayudó).
Después nos toco en suerte Río Chico. Y si que fue una suerte, no digo que la epidemia de gripe que tenían en la zona no nos ayudara un poquito, ni que el que presentaran un ocho, que no un once, y que de portero tuvieran al del equipo Benjamín no nos diera cierta ventaja, pero esa épica clasificación por penales que obtuvimos, siguió sabiendo a gloria.
Ah, que recuerdos me trae, como resuenan en mi mente aun los gritos del “Canario” Wandosell, “Denle caña al muñeco, que es de goma”, mientras un balón contra otro se estrellaba contra el arquero rival (tirábamos a gol, pero el chaval parecía la araña Yashin, siempre estaba en medio). Acabo llorando el chiquito, pobre… Por cierto, que lo de Canario, ya que me lo preguntan, es por el nombre, Pío. Y el Wandosell es curioso, en una provincia minera como esta, con tanta colonia extranjera, al abuelo del chico se le ocurrió inventarse un apellido más rimbombante e internacional. Cosas de la época.
Y después… si, después la revolución. Fue una lástima que el equipo contrario fuera el Real de Pueblo Nuevo, cuando se proclamó la república y el nuevo régimen decreto la desaparición de todo vestigio de la caída monarquía, lo sentimos mucho por ellos.
Y con esas llegamos a octavos, ante nosotros el temible Huracán. Realmente lo fue, devastó tan completamente la ciudad de nuestros rivales, que del estadio el cacho más grande que quedó fue el muro del aseo de caballeros. Tuvieron que retirarse de la competición, con gran pena por nuestra parte.
Cuartos, habíamos hecho historia, pero aun no nos rendíamos, pensábamos que estaba en nuestras manos seguir avanzando. Y así fue, cuando Ariel “El Ruso” Fachinetti consiguió colar su segunda diana, con la derecha (la anterior había sido con la izquierda), y el árbitro, un sabio, no apreció infracción alguna (total, en el baloncesto están todo el día introduciendo la pelota en la red con la mano y no pasa nada), el público de Independiente, grosero y violento, se encrespó de tal modo que tuvimos que abandonar el césped con rapidez. El árbitro suspendió la contienda, y el comité sancionó a nuestros rivales con la eliminación. Para que digan que no hay justicia deportiva.
Las semifinales estaban ahí. Nunca nos hubiéramos imaginado llegar tan lejos, pero ya que estábamos… en frente, el Deportivo Minero, con todas sus estrellas.
Creo que mejor que mis palabras, entenderán lo que fue el partido en la crónica del prestigioso Oswaldo “Tato” Menéndez, para “La Gaceta”: “Las acometidas del Minero llegaban una tras otra, como las olas del mar rompiendo contra la playa. Tiro tras tiro, bombardeaban la portería de Unión, con el ímpetu de un Stuka, la agilidad de un Hurricane y la precisión… de una apisonadora. Parecía que la portería se había empequeñecido, y que el Gato Merino ocupaba toda ella… toda no, pero si buena parte, impresionante la panza que lucía el arquero. 75 disparos conté, 75, si alguna vez me mandan fusilar, pediré que ellos formen el pelotón de ejecución. Posiblemente, yo mismo me tenga que disparar el tiro de gracia. Y en esas, en un pase hacia atrás de un defensa minero, el portero se trastabilla, cae, y el balón entra mansamente en la red… que gran razón tenía ese filosofo del esférico que es Lillo, cuando dijo aquello de que el fútbol es incientifico… total, no merece la pena quemarse, siempre hay alguien al que le toca la lotería, hoy, en vez de en un bombo, el sorteo fue en la cancha”.
Aunque algo injusta en mi opinión respecto a nuestros méritos, creo que sirve para explicar cómo logramos el pase.
Y como decía al principio, ahí estábamos, el Unión al completo, el gato Merino, el macho Díaz, el Negro Cabrera, paquete Montijo, Galleta Cabral, el chato Quintana, Mauricio “el pancho” Rivera, Ariel” el ruso” Fachinetti, el zorro Barragán, chupete Núñez y el Canario Wandosell. Sobre el césped reluciente, en medio del “Cielo”… En la final de la Copa provincial para amateurs, un hito histórico, no creo que cuando los reds o los blues llegan a la final de Inglaterra, puedan sentir lo que nosotros en ese momento…
Sabemos que es casi imposible que venzamos, Instituto es fuerte, algún desgraciado que no sabe que es el Sport nos dijo que deberíamos comprar al árbitro miserable, vergüenza debería darle semejante propuesta (sobre todo porque el colegiado tiene fama de integro e incorruptible).
Pero perdón, que empiezan el partido, discúlpenme, me esperan mis compañeros…-Eh, pelotudo, pasa acá la bola, que la reviento…
Posdata: Si, ganamos la copa, expulsaron a dos de nuestros contrarios, nos pitaron tres penaltis a favor… fue un triunfo del deporte, un bello rayo de luz en medio de la oscuridad y la falta de deportividad que vive actualmente nuestro juego. Las malas lenguas dicen que el referí nos pito a favor, debido a su indignación por un intento de compra, al parecer alguien le envió un jamón, con los saludos de Instituto… que falta de ética… disculpen que llaman a la puerta… -¿Si, que trae una factura de la Charcutería? Ah, perfecto, ahora mismo se la abono…
(Mi agradecimiento a Martín y a los amigos de “Café Fúbol” por tener la generosidad de cederme este cuento para compartirlo con todos ustedes)
El fútbol argentino es lo de siempre: una cantera inagotable de futbolistas jóvenes. No es de hoy que aparezcan los Saviola, Aimar, Romagnoli y Riquelme. Es de toda la vida, con la única diferencia que ahora hay dificultades económicas muy grandes que llevan a equipos como River y San Lorenzo a dejar de ser compradores y apostar un poco más a los juveniles. El fútbol es el de siempre, muy dinámico y agresivo, con pocos espacios. Se ven partidos muy buenos y otros muy malos.
¿Y en Chile?
En cuanto a técnica y buen juego, en el fútbol chileno se ven mejores partidos que en el argentino. Lo que se ve en la Argentina es más lucha y combatividad.
Pero la realidad marca que, para el mundo, los futbolistas argentinos tienen más prestigio que los chilenos.
Lo que pasa es que en Chile a todos los equipos les gusta jugar bien al fútbol, y en la Argentina no. Cuando van al Monumental o a la Bombonera, los equipos chicos intentan no dejar jugar y complicar el partido. Por lo general, acá no veo equipos chicos que intenten jugar bien ante los grandes.
(LEONARDO RODRÍGUEZ, ex futbolista argentino, de gran paso por el fútbol chileno, en declaraciones a la revista "Mística" del 22/01/00)
(WILLI SCHULZ, ex internacional alemán de la década del '60)
(THIERRY HENRY, opinando sobre la calidad de los futbolistas argentinos, en diario "Clarín" del 13/07/08)
Entrevista a Alfredo Etchandy
De chiquilín se pasaba el día pegado a la radio, y por eso se ganó el apodo: el pibe vitrolita, le decían en casa. Conocía los programas más importantes de las principales radios y, siempre que los horarios se lo permitieran, no se perdía uno. Especialmente los deportivos. Con ese rumor de fondo, sobre la alfombra de la abuela desplegaba no sé bien qué artilugios para que, con un poco de imaginación, allí se enfrentaran los primeros equipos de Peñarol y Nacional, o de los que cuadrara. Se sabía las alineaciones de memoria. No sólo las de los equipos uruguayos sino también de los extranjeros que pintaban por el Centenario.
El pibe vitrolita también se devoraba las páginas deportivas de los cinco diarios que se compraban en la casa: de mañana El Día, al mediodía La Tribuna Popular, y al caer la tarde El Plata, Acción y El Diario. Hoy todo ese cúmulo de información almacenada y la que vino después se exhibe los domingos de noche en Canal 5 o en las trasmisiones de Sport 890. El doctor Alfredo Enrique Etchandy Ferrando -55 años, casado, dos hijas- es uno de los históricos del comentario deportivo, con un estilo rebosante de sobriedad que tiene sus adeptos.
Hasta hace pocos días fue presidente del Círculo de Periodistas Deportivos, cargo que ocupó en ocho de los últimos doce años, todo un récord. Escribió cinco libros, enseña periodismo deportivo en el IPEP, fue basquetbolista, es funcionario municipal desde hace 35 años y asegura que si Uruguay va a un Mundial debe ser para salir campeón.
De los periodistas deportivos uruguayos con unos cuantos años en la actividad, usted quizás sea el único que se recibió de tal.
De aquella época (año 1970), compañeros del curso, estaban Humberto García, Hugo Peyre, Daniel Ordóñez y algunos más.
Durante mucho tiempo se decía que para ser periodista deportivo en Uruguay había que ser abogado. Usted lo es. ¿Es casualidad esto o tiene algo que ver?
No sé si tiene algo que ver, pero hay muchos periodistas deportivos que son abogados. La mayoría son más periodistas que abogados. Yo digo que siempre fui periodista deportivo y me hice abogado porque el periodismo no me alcanzaba para vivir.
¿Ejerce la abogacía?
Durante algún tiempo ejercí en forma particular, incluso estuve instalado con algunos amigos. Actualmente no ejerzo, pero trabajo sí como abogado en la Intendencia. Soy funcionario municipal desde 1971. Empecé en la parte de Ingresos Comerciales y después trabajé durante muchos años en la parte de recaudación de Espectáculos Públicos. Era el que liquidaba los impuestos de los cines y los bailes. Y después pasé a la tarea de inspección; iba a inspeccionar los cines y los bailes los sábados de noche.
Quizás sea por esa tendencia a generalizar que tenemos los uruguayos, pero los inspectores de la Intendencia no gozan de muy buena reputación.
No, yo creo que no es así. En todas las tareas siempre hay gente buena, mala o regular.
¿El periodismo es hoy su principal fuente de ingresos?
He tenido mejores momentos. Hubo etapas en las que trabajé en los tres medios (prensa, radio y televisión) a la vez. Ahora en alguna medida también lo hago, aunque con menor actividad. También me dediqué a escribir, hice cinco libros relacionados con el deporte.
¿Cuál de ellos tuvo mayor repercusión?
“Memorias de la pelota”, que creo de alguna manera condensa todo lo que tiene que ver con la historia del fútbol uruguayo. Son más de 250 historias pequeñas: los triunfos, los campeonatos sudamericanos y también cosas como el día que se cayó el arco en el Tróccoli, o el día en que en un equipo jugaron todos parientes, integrantes de la familia Dorado y el equipo se llamaba Dorado. Cosas que han pasado en el fútbol uruguayo: cuando se inició la B, cuando se inició la Intermedia, cuando se usó por primera vez la camiseta celeste.
¿De dónde saca toda esa información?
Siempre me gustó leer mucho, y también escuchar mucho. Y de mi tío y de gente mayor que me contaba cosas fui recogiendo. Además, a cada lugar donde voy y hay una librería, entro. Y donde encuentro algo relacionado con el deporte, me lo compro. La verdad es que tengo muchas cosas.
Pero hechos como por ejemplo la caída de un arco del estadio Tróccoli no están en los libros. ¿Cómo reconstruye esas anécdotas?
Bueno, en ese caso me acordaba del hecho y más o menos por la fecha lo fui a buscar en los diarios. Para el libro Doce años de ausencia, que se refiere al período entre 1990 y 2002, me leí todos los diarios de esos doce años, día por día. Los iba mirando y buscando títulos que fueran importantes para el tema. Lo sacaba y con eso fui construyendo toda la historia del libro.
¿Cuánto tiempo le llevó esa tarea?
Ah, varios meses. Pero no leía todo, obviamente. Iba a la parte deportiva y buscaba los títulos y ahí seleccionaba lo que me podía servir. O buscaba por las fechas algún hecho que yo me acordaba que había sucedido.
¿Cuántos años fue presidente del Círculo de Periodistas Deportivos?
De los últimos doce años, fui ocho Presidente. En la historia del Círculo, que se inició en 1942, ha habido veinte presidentes. Tengo el honor de haber sido el que estuvo más tiempo como presidente. Como dirigente tengo más, casi veinte años.
¿Un día de Alfredo Etchandy gira en torno al deporte?
No. Antes sí. No digo que me vaya aburriendo, pero Yo pienso que el mejor deporte que hay es el básquetbol: el más lindo, el más emocionante, el que genera más posibilidades en cuanto a la parte táctica. Además, es el que tiene al espectador más en tensión. Un final tanto a tanto en el básquetbol es inigualable. Y si tengo que elegir el deporte más lindo, hoy es el básquetbol. Sobre fútbol, gozo más charlando del pasado que del presente.
¿El pasado glorioso del fútbol uruguayo no condiciona de alguna manera este presente lastimoso?
No, no creo.
Dicho de otra forma, ¿ese pasado no nos impide tener la humildad necesaria para reconocer lo poco que somos hoy y trabajar para mejorar?
Lo que pasa es que los que han llegado a lo máximo después solamente se alegran con lo máximo otra vez. Cuando Uruguay va a un campeonato sudamericano, va a salir campeón. Si no, no queda en la historia. Si va a un campeonato del mundo va para salir campeón, no para competir. En Uruguay se festejan los aniversarios de cuando salió campeón. Se festeja la final de Maracaná porque ganó, si la hubiera perdido no se festejaba. De los primeros diez campeonatos sudamericanos juveniles, Uruguay ganó siete. De los últimos cuarenta no ganó ninguno.
¿Qué explica, según su criterio, el derrumbe?
Hoy vivimos con generaciones de futbolistas que no son ganadoras. Se me dirá que es más difícil hoy ser campeón del mundo; bueno sí, es más difícil. El dinero juega de otra manera. En el 30, el mundo estaba muerto por la depresión y la caída de Wall Street del año 29. El gobierno uruguayo votó 300 mil pesos para que Uruguay le pagara los pasajes a los que venían a jugar, y les dieron viáticos durante toda la travesía a los que venían de Europa y todo el tiempo que estaban acá. Eso lo pagaba Uruguay, el gobierno uruguayo. En el año 30, con una población mucho menor que la que tiene ahora, el país importó quince mil automóviles. El peso uruguayo valía más que el dólar. Era naturalmente una situación distinta, este era un país muy importante no sólo en el deporte. No tenía la cara hacia América y hacia los indios porque no tenía indios, era un país que miraba a Europa. Miraba la cultura francesa.
No es muy conocida esa historia de los pasajes. Seguramente muchos no habrían venido de no haber sido así.
Bélgica y Francia, por ejemplo, les pagaron a sus jugadores pasajes de segunda y la diferencia se las dieron a las delegaciones. El Estadio Centenario se construyó en seis meses y costó un millón y medio de pesos uruguayos, que era poco más de un millón y medio de dólares. Y hoy, para hacer el campeonato del mundo, Alemania invirtió cuatro mil millones de euros. Pero calculó que esa inversión le iba a aportar diez mil millones en turismo y gente que fue y sigue yendo a dejar su plata en el país. Eso demuestra que hoy el fútbol es sólo un soporte para un negocio económico: el de la FIFA por un lado y el del país organizador de un campeonato del mundo, que en un mes gana mucho dinero. Alemania, en un mes, ganó más que la deuda externa uruguaya.
¿Los uruguayos podemos soñar con volver a tener un Mundial acá, aunque sea en el Mercosur?
Es difícil que la FIFA acepte que un mundial lo hagan varios países juntos, como lo hicieron Japón y Corea. Se llegó a esa solución en ese caso porque había otros problemas en el medio y ninguno quería perder.
Tiene dos hijas, ¿cómo hacen tres mujeres en su casa para tolerar su pasión por el deporte?
Mi mujer viene de una familia donde prácticamente el deporte era una cosa separada, de la que no se ocupaban. Y mis hijas tampoco salieron muy deportistas; una de ellas se interesa un poco más, pero no es tampoco una gran aficionada. Así que el tema deportivo en mi casa casi no existe.
¿Es un hombre de Tenfield?
No. No. Nunca trabajé en Tenfield ni nunca me vinieron a buscar. Estoy en contra de muchas de las cosas de Tenfield. Directamente nunca estoy a priori en contra de nada, pero cuando tengo que criticar, critico y cuando tengo que tomar otra posición también la tomo.
¿Hay periodistas comprados?
No, hay periodistas que trabajan en Tenfield. Voy a hablar por mí: para ejercer la profesión de periodista se requieren dos cosas irrenunciables: libertad e independencia. Libertad para elegir cualquier tema e independencia para tratarlo sin ninguna presión.
¿Siempre ha podido hacerlo así?
Desde que trabajo en esto, dos o tres veces tuve el problema de que me dijeran che, no podés decir eso, pero siempre me ampararon a la larga las autoridades del medio en el que trabajaba. Por eso, a esta altura de mi vida, digo lo que quiero. Absolutamente lo que quiero; el día que no lo pueda hacer me voy para mi casa.
¿Hay periodistas que adecuan su discurso a lo que la empresa les pide?
No. Creo que a algunos, la empresa no les pide nada. Entienden que deben defenderla y yo no los juzgo. Yo me siento liberado absolutamente para decir lo que quiero. A esta altura soy más un periodista de opinión que de información, y opino lo que me dicta mi conciencia. Y al único que le rindo cuentas es a ella.
Pablo Bengoechea dijo en esta sección que los periodistas deportivos están informados pero saben en general poco de fútbol. ¿Qué opina?
Y, es verdad lo que dice. Hay muchos periodistas que saben y otros que no saben tanto. Pero, ¿quién puede decir éste sabe y éste no? ¿De qué hay que saber para opinar de fútbol? Para comentar no hay que ser entrenador. Yo soy entrenador de básquetbol; dirigí equipos de básquetbol. Y tampoco hay que haber sido futbolista para opinar sobre fútbol; yo jugué como todos los uruguayos. No era un patadura pero tampoco un fenómeno. Si no, hubiera sido futbolista.
Usted trabaja con Sergio Gorzy desde hace muchos años. El hecho de que usted fuera presidente del Círculo de Periodistas Deportivos, entidad que expulsó a Gorzy de sus filas, ¿no le generó ninguna incomodidad?
No. Eso en todo caso habla bien de él, porque siendo mi patrón en alguno de los medios donde he trabajado nunca tuve problemas. Y el día que tuve que estar contra él por los temas gremiales lo estuve. Discrepo con él en muchísimas cosas que hacen al deporte y a la forma de encarar la actividad periodística. Sin embargo, tengo buena relación. Y él, siendo en algunos casos patrón mío, nunca impidió que dijera lo que quisiera decir.
¿Atilio Garrido o Sánchez Padilla?
Cada uno en lo suyo. Garrido me llevó a El Diario de la noche y trabajé con él. Era una máquina de trabajar y una persona muy inteligente. No comparto alguna de sus actividades periodísticas pero tengo por él un respeto importante. Con Sánchez Padilla nunca he trabajado pero tengo una correcta relación.
¿Lleva la cuenta de los países que ha conocido por su actividad?
Sí. Conozco cincuenta y ocho países. Algunos por el fútbol y otros por otras actividades periodísticas.
¿A qué lugar no volvería?
(Piensa) En realidad a la mayoría de los lugares que fui, volvería. De repente a algún lugar de Asia o África que ya conozco, no volvería. Si tengo que elegir un continente para volver siempre, elijo Europa.
¿Cuál es la ciudad más linda del mundo?
Hay muchas. A mí me gusta mucho Madrid. París y Londres tienen su encanto, pero me encanta Viena, y también Florencia. Hay muchas más, la lista sería infinita.
¿Y de América?
De América, Buenos Aires es la gran ciudad, con un encanto especial.
¿Es cierto eso de que a Uruguay se lo conoce en muchos lugares por el fútbol?
Sí, ha sido uno de los principales embajadores que ha tenido Uruguay en la historia. Recuerdo que una vez venía de un Campeonato del Mundo Juvenil y tuve contacto con un periodista de Sierra Leona. Entonces, cuando le dije que era de Uruguay, lo primero que dijo fue: Venancio Ramos.
¿Le ha pasado muchas veces el tener que explicar qué es Uruguay?
Ah, muchas veces. O de escuchar algún disparate. Una vez, un periodista de Guinea Ecuatorial me preguntó si Uruguay tenía límite con Inglaterra. Y cosas de esas, muchas veces. También he encontrado mucha gente que conocía hasta la historia del Uruguay.
¿Hay algún caso que le haya sorprendido especialmente en ese sentido?
Sí. El encargado de relaciones públicas de la UEFA, con quien estuve en un congreso en Cartagena de Indias, conocía de la historia del Uruguay absolutamente todo. Incluso cosas menores. Me empezó a hablar de la Guerra Grande con lujo de detalles y de otros hechos, realmente era para sacarse el sombrero.
¿El gobierno debería intervenir el fútbol?
El gobierno tiene la obligación de intervenir en temas del deporte; tiene un Ministerio de Deporte y tiene un Ministerio de Educación y Cultura que es el que da las personerías jurídicas. Y las instituciones deportivas son personas jurídicas y el gobierno ejerce la policía jurídica de esas personas. Si no se cumple con las reglas, el gobierno tiene la obligación de intervenir. El Ministerio de Deportes tiene las competencias que tenía la Comisión Nacional de Educación Física, entiende en los gerenciamientos, las drogas en el deporte, y en lo que impone la ley 14.996: el tema de los derechos de los deportistas.
¿Los llamados derechos federativos?
Los derechos son uno solo. Quienes quieren hacer trampas a la ley hablan de derechos económicos y derechos federativos, pero no hay ninguna norma en el Uruguay ni en la FIFA que separe estos derechos. Y la ley 14.996 establece que ninguna persona física o jurídica que no esté afiliada a una federación deportiva puede ser dueña de esos derechos del deportista.
¿Por qué cree que nadie hace nada al respecto?
La ley es de 1980 pero lamentablemente no se aplica. Prevé sanciones a la violación de la normativa: se debe sancionar a las instituciones que participan de esas violaciones. Y la AUF nunca hizo nada. Subsidiariamente, si no lo hace la asociación respectiva, lo debe hacer la Comisión Nacional o el Ministerio de Turismo y Deporte. No lo digo yo, lo dice la ley. Se sigue haciendo lo mismo y yo digo que el principal problema del fútbol uruguayo es ése.
¿Por qué?
Porque desde que se implantó el Impuesto a las Transferencias, el fútbol uruguayo negoció más de 340 millones de dólares y pagó impuestos por una cifra similar, y a los clubes ha ingresado dinero nada más que el 15 por ciento de ese dinero. Por lo tanto hay contratistas muy ricos y clubes muy pobres.
¿Sería bueno que Tenfield se fuera del fútbol uruguayo?
En todos los países del mundo la televisión está y da grandes ganancias. Lo que está mal es que exista un monopolio y que los contratos sean tan grandes, y que haya normas que vayan totalmente en contra de esos contratos. No es culpa de Tenfield, que hizo un negocio comercial con un fin de lucro. Los culpables son los clubes que lo votaron y los dirigentes que lo hicieron posible. En el año 99, los clubes cobraban 20 mil dólares por mes, hoy cobran 154 mil pesos, o sea seis mil dólares. Porque lo que paga Tenfield tiene un tope. La AUF hizo un contrato con Tenfield que seguramente ningún dirigente hubiera firmado para su empresa.
Usted ha admitido públicamente ser hincha de Peñarol. ¿Le ha generado problemas eso?
No, al contrario, creo que me he ganado el respeto con eso.
¿Puede juzgar y opinar con objetividad?
Totalmente. A esta altura de mi vida, los fanatismos quedaron absolutamente de lado. Si hay un partido y juega Peñarol, prefiero que gane Peñarol, pero no por eso voy a cambiar mi comentario.
¿Los hinchas de Nacional son hostiles hacia usted?
Algunos sí, pero la mayoría me respeta más desde que lo dije. Todos los periodistas son hinchas de algún cuadro. En uno de mis libros hice un trabajo particular y me dio que el 60,8 por ciento de los periodistas deportivos uruguayos en actividad son de Peñarol, y que el 30,2 son de Nacional.
¿Un blooper en su actividad?
Muchos. Muchas veces uno dice algo creyendo que no está al aire. En cuanto a las posiciones que defiendo, siempre las medito muy bien. De repente me equivoco o no se comparte, pero eso es parte de la profesión.
(entrevista realizada por el periodista uruguayo Gerardo Tagliaferro y publicado en el portal digital “Crónicas” del 11/09/06)
(RENÉ HIGUITA, futbolista colombiano)
(BERND SCHUSTER, sobre la convocatoria de Assier del Horno a la selección española, previo al Mundial de Alemania, en Mayo de 2006)
Hasta nuestros lanzadores de peso están en mejor forma que Gascoigne.
(LINFORD CHRISTIE, atleta inglés)
El fútbol (Roberto Jorge Santoro - Argentina)
(tomado de “Literatura de la pelota”, Ediciones Lea, Bs. As., 2007)
I
Bailarín
con un pie mareador
silbador
quien lo ve
toca de a poco
en caricia
le pone al cuerpo ballet
levanta el balón
lo empuja
lo resbala
lo mima con una gana
lo enrolla con otro pie
le da una vuelta
en el aire
de taco
que ni se ve
la vuelve
le cae al pecho
que para
cae
resbala
su pierna
de forma rara
la hace morir en el pie
que la pisa
si dormida por el suelo
la toca
y levanta vuelo
la pelota y el ballet
que en avance
con un pique
le dice que se le achique
la guarda
que en el zapato
del otro que ni la ven
se da vuelta
y no la tiene
está saltando
en el aire
le dice con la cabeza
que va el otro
que la deja
que la espera en otro pie.
II
Si muchachos la manejan
la miran
nunca la tiran
su novia que no la dejan
algunos
si la bolean
se vuela que ya se escapa
le dice chau al que quiera
a un salto todos la esperan
sólo hay uno que la baja
le hace un guiño
su piropo
que la sube
se la lleva a la vereda
que lo corren
señala que va a la punta
la pinta que le hace un gol
y que ahora ya la deja
se va
se sube al tablón
que semana se discute
que del túnel su debute
del balón
con la pierna
con toque de camiseta
salta corriendo
que espera el pase del gol
y por fin que se la meta
en ángulo con el wing
que viene pase y que va
y que luego se da vuelta
con el crack
en el centro que pelota
con botín toca y rebota
con puño
que su función
su número sube y baja
se olvida del pizarrón
su potrero
grita entero
que grito si juega fiero
con todo su corazón
que jugando su tercera
se trae su pisadera
la guinda ball
y la bola
por la red
sus mallas piolas
por la punta
que se insola
en el gol del uno a cero
por la cola
del descenso
la arrima trae y descansa
la multitud que esperanza
con banderas
que matracan sus paraguas
y el salto
con que la saltan
la emoción que son colores
y en el grito la botellan
que el referee con su luto
le dicen que es un payaso
que un bombero
su mujer se fue con otro
y él está que toca
y pito
que su asunto
corriendo van que jugando
pisando que están saltando
los muchachos de la murga
con derecha que la zurda
la marean a la tarde
la barra que está de curda.
Los que antecedieron a Pumpido en tal hazaña, fueron los siguientes:
1) El argentino Humberto Dionisio Maschio, integrante de Racing, Campeón de América de 1967, y como entrenador de Independiente, campeón de 1973.
2) El argentino Roberto Ferreiro, quien fue como jugador campeón de la Libertadores con Independiente en 1964 y 1965 y como técnico, también con Independiente, en 1974.
3) El uruguayo Luis Cubilla, quien fue campeón como jugador en 1960 y 1961 jugando para Peñarol, y en 1971 defendiendo a Nacional de Montevideo y dio la vuelta olímpica como técnico en Olimpia de Paraguay con quien ganó las Copas de 1979 y 1990.
4) El uruguayo Juan Martín Mujica, quien jugó en el Nacional campeón de 1971 y dirigió a Nacional, ganador de la Copa en 1980.
5) El argentino José Omar Pastoriza, quien jugó en el Independiente ganador de la Copa Libertadores de 1972 y dirigió a la misma entidad cuando la obtuvo en 1984.
Nery Pumpido, Humberto Maschio, José Pastoriza, Luis Cubilla, Juan Mujica y Roberto Ferreiro, hombres y nombres que hicieron historia grande del fútbol sudamericano.
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(DINO SANI, entrenador brasileño, al ser consultado sobre el mejor gol de la fecha en el fútbol argentino, en el programa televisivo "Todos los Goles" de Canal 9, 13 de Mayo de 1984. El tanto aludido por el entonces técnico de Boca Juniors, fue el que le marcó Marcelo Firpo a su compañero Daniel Alberto Carnevali, en el partido Atlanta 0-Vélez 1)
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Di Stéfano o la guerra Barcelona-Madrid
Con toda la nativa arrogancia de sus compatriotas, pero también con mucho del encanto natural del latino, Alfredo Di Stéfano hizo la gloria del Real Madrid en los años sesenta. Y la suya personal como uno de los grandes futbolistas de la historia. Pero hasta que llegó a España, su carrera había sido bastante tormentosa. Nacido en Buenos Aires el 4 de Julio de 1926, ingresó en el famoso River Píate, donde destacó muy pronto. Se le llamaba la "saeta rubia". Sin embargo, tentado por las ofertas de un equipo colombiano, el Millonarios, Di Stéfano dejó el River y marchó a Bogotá junto con Pedernera, Néstor Rossi y otros "ases" de la época. Esta situación creó un grave conflicto entre las federaciones de ambos países. Colombia rechazó todas las demandas y fue expulsada de la FIFA, y Di Stéfano, aunque jugador proscrito, se hizo famoso.
Cuando la "burbuja colombiana" explotó, dos clubes españoles, el Real Madrid y el Barcelona, contrataron a Di Stéfano. El Madrid trató directamente con el Millonarios, y el Barcelona con el club de origen, con el que Di Stéfano aún tenía pendiente su compromiso. Y aquí viene lo curioso y anecdótico.
La Federación Española quiso desenredar aquella maraña sugiriendo salomónicamente que Di Stéfano terminara la temporada en el Real Madrid, trasladándose a Barcelona para la siguiente, y así sucesivamente hasta que ambos clubes conviniesen una solución definitiva. Pero, conociendo la rivalidad de los dos grandes clubes españoles, era imposible de llevar a la práctica. El Barcelona tenía ya en sus filas a Ladislao Kubala, un fenómeno llegado a España desde Hungría tras mil vicisitudes. El entonces presidente del Barcelona, D. Enrique Martí Carreto, resumió el proceso en una carta pública que decía entre otras cosas:
"Una vez conseguida la anuencia del River Plate, nos pusimos en relación con el club Millonarios de Bogotá, y después de largas gestiones y vicisitudes se nos manifestó por su delegado que el club que presentara el pase del River obtendría también el de ellos. Esto no sucedió, ya que más adelante tuvimos conocimiento de que el presidente del Millonarios había cedido sus derechos al Real Madrid.
Hecha pública la disposición de la Delegación Nacional de Deportes sobre jugadores extranjeros, orden que acatamos respetuosamente, hicimos todo lo posible para traspasar a Di Stéfano a un club extranjero. Como para esto necesitábamos la conformidad del Real Madrid, me trasladé a dicha capital y, bajo los auspicios de un miembro de la FIFA, que se ofreció para ello, se hicieron todas las gestiones para efectuar el traspaso, sin lograrlo en definitiva. En esta situación y tratando ya sólo de defender los intereses deportivos y económicos de mi club, y bajo el arbitraje del Dr. Muñoz Calero, presidente de la Federación Española, se dirigió una súplica conjunta al Delegado Nacional de Deportes, en solicitud de excepción para dicho jugador, ya que los trámites reglamentarios se habían cumplimentado con anterioridad. No obstante, era necesario que ambos clubes se pusieran de acuerdo, y tras arduo empeño mío en superar todas las dificultades, en un caso que más que difícil me pareció especialísimo, sintiendo él pesar de presumir que no satisfaría la decisión, acepté el laudo y firmé el pacto, que establecía una igualdad económica y un contrato alternativo entre los dos clubes, con la salvedad de que, de mutuo acuerdo, podría ceder un club al otro, definitivamente, al jugador.
Inmediatamente después de dar cuenta al Comité Directivo de mi club de este acuerdo, y sabiendo que el criterio de muchos socios hubiera preferido que se realizara de otra forma, se confirmó mi creencia de que cualquiera de ellos, con más acierto, podría cumplir la misión mejor que yo, y exclusivamente por mi propia voluntad, presenté mi dimisión irrevocable."
Prácticamente aquí concluyó el caso. Di Stéfano fichó por el Real Madrid y lo condujo por la senda del triunfo durante ocho temporadas. Vistiendo de "blanco" jugó 510 partidos y marcó 428 goles, 49 de ellos en la Copa de Europa, que conquistó en cinco ocasiones.
Di Stéfano hizo fama y dinero. Pese a su arrogancia, jamás olvidó lo que debía al fútbol. En el jardín de la lujosa residencia que se construyó en Madrid tenía un pequeño monolito con una pelota de fútbol encima y esta inscripción: "Gracias, vieja".
El estilo de Di Stéfano requería una forma física espléndida. Nunca soslayó los entrenamientos y la práctica constante. Fue un "zar del fútbol", pero un "zar" inimitable. Imponía su ley y nadie le discutía. "Ases" extraordinarios como Kopa, Didí o Simonsson fracasaron en el Madrid porque a Di Stéfano no le gustaba su manera de actuar. Se asegura incluso que afirmó de Didí que éste "era demasiado viejo y no valía para sucederle". Pero orgullo aparte, Di Stéfano era un excepcional director de juego, un todo-terreno que defendía y atacaba inagotablemente durante los 90 minutos.
El Barcelona, que había dispuesto de todos los derechos sobre él, flaqueó a la hora de adquirirlo. Un poco porque entonces el prestigio del jugador no era el que luego fue, y un mucho por el peso de unas circunstancias adecuadamente manejadas por el club rival.
Cuando en un partido amistoso inolvidable, que se jugó en el estadio del Barcelona, Kubala y Di Stéfano actuaron conjuntamente bajo la camiseta azulgrana, se vio el fútbol más rutilante de muchos años. Tal vez será difícil repetir algo semejante.
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Fue durante el partido disputado el 20 de Junio en Basilea, cuando se enfrentaron Hungría y Alemania...
El tema es que, por entonces, había mucha expectativa por ver al equipo húngaro (que finalmente apabulló por 8 a 3 a los germanos) porque era la máxima atracción internacional con un juego lleno de preciosismo y efectividad...
Fue así que como el estadio resultaba pequeño para cobijar a tanta gente, se ideó ubicar un tren como tribuna adicional, sobre el terraplén del ferrocarril aledaño al estadio...
Allí se ubicaron muchos hinchas, quienes vieron brillar a Kocsis, Puskas y Czibor, entre otros...
Lo curioso fue que la final del torneo la disputaron los mismos protagonistas, y pese a ese resultado, que vaticinaba un nuevo triunfo de Hungría, Alemania se quedó con la Copa, triunfando por 3 a 2, remontando un 0-2 parcial...
¿Quién habló de ganar o perder? Yo hablo de jugar... Nunca, creámelo, nunca al entrar a una cancha pienso en ganar o perder. Sólo en jugar y jugar bien.
(FEDERICO SACCHI, ex internacional argentino)
(JOSÉ ANTONIO CAMACHO, ex jugador de fútbol y DT, mientras era seleccionador nacional de España -1998/2002-)
Himno-Homenaje al club Universitario de Deportes (Perú)
Soriano, escribió: "Querido Eduardo. Te cuento que el otro día estuve en el Supermercado Carrefour, donde antes estaba la cancha de San Lorenzo. Fui con José Sanfilippo, el héroe de mi infancia, que fue goleador de San Lorenzo cuatro temporadas seguidas. Caminamos entre las góndolas, rodeados de cacerolas, quesos y ristras de chorizos. De pronto, mientras nos acercamos a las cajas, Sanfilippo abre los brazos y me dice "pensar que acá se la clavé de sobrepique a Roma, en aquél partido contra Boca".
Se cruza delante de una gorda que arrastra un carrito lleno de latas, bifes y verduras, y dice: "Fue el gol más rápido de la historia". Concentrado, como esperando un comer, me cuenta: "Le dije al cinco, que debutaba, no bien empiece el partido me mandás un pelotazo al área. No te calentés que no te voy a hacer quedar mal. Yo era mayor y el chico, Capdevilla se llamaba, se asustó, pensó, a ver si no cumplo". Y ahí nomás Sanfilippo me señala la pila de frascos de mayonesa y grita ¡Acá la puso! La gente nos mira, azorada. "La pelota me cayó atrás de los centrales, atropello pero se me fue un poco hasta ahí, donde está el arroz, ¿ve? -me señala el estante de abajo-, y de golpe corre como un conejo a pesar del traje azul y los zapatos lustrados. "La dejé picar y ¡plum!. Tira el zurdazo."
Todos nos damos vuelta para mirar hacia la caja, donde estaba el arco hace treinta y tantos años, y a todos nos parece que la pelota se mete arriba, justo donde están las pilas para radio y las hojitas de afeitar. Sanfilippo levanta los brazos para festejar. Los clientes y las cajeras se rompen las manos de tanto aplaudir. Casi me pongo a llorar.
(LUIS ARAGONÉS, seleccionador español, Junio de 2008)
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Miedos (Claudio Jorge Fleitas - Argentina)
-¡Esta carbonilla, añamembuy! No se puede ni pedalear -protestaba el Juanchi mientras trataba de mover la bicicleta de reparto. Su viejo rodado se pegaba empecinadamente a la mezcla de arcilla y carbón de quebracho molido, material barato y malo, que usaba la empresa para hacer los caminos. Para él tenía todas en contra: en la seca, cuando soplaba el viento norte, todo se cubría de cenizas y se volvía gris; cuando llovía, se mezclaba con la tierra colorada y formaba un engrudo pegajoso como ese papamoscas. Justo a medio camino, cuando se estaba secando o humedeciendo, se llenaba de pulgas y no se podía caminar por arriba; en ese limbo caliente de la siesta, invadían al caminante miles de puntitos negros, que picaban como el ají de la mala palabra.
Si no fuera por el equipo, que empezó a andar bien después de la segunda fecha, ya estaba lo suficientemente arreglado, para dejarse convencer por la Nina y pegar la vuelta... Lo del equipo y que la Nina estaba por parir de un momento a otro, lo retenían en aquel pueblo en medio de los quebrachales, a mitad de camino entre Resistencia y Charata. La primera impresión que daba el pueblo era la de una fábrica de tanino, con casas alrededor, una plaza y el club de fútbol. La segunda impresión sólo la confirmaba y encima estaban las arañas...
Quien ha nacido en la zona sabe que bichos de toda laya y víboras son lo que sobra, plata y comida faltan; tal vez habría que vender los bichos y comerse las víboras... Pero las arañas de este lugar no tenían comparación, araña pollito o ñandú ryguasu. Feas y de patas más gruesas que el back paraguayo del Forever, más peludas que la tía Eduviges, que era un poquito más linda que el Amarilla ese. En realidad, las pollito le harían juego con el apellido.
Al entrar a la cancha había que sacarlas pero rápidamente se ubicaban en sus palcos tribunas, dentro del Field. A decir verdad, de pasto tenía poco y es ahí donde se escondía las muy ladinas; los lomos de pelo rubio que brillaban al sol, parecían cabecitas de pollitos escondidos en la maleza.
Por suerte en el arco nunca había pasto, por razones más futbolísticas que técnicas; así que el Juanchi sólo sufría cuando le metían un gol. No cualquier hombre se atrevía, buscar la pelota en la vegetación crecida que había en las redes era cosa de macho, bien macho.
Igual, él siempre andaba con las medias hasta las rodillas, buscaba siempre adentro de los guantes de lana y de la gorra, aunque los muchachos lo cargaran y le dijeran: porteño, pueblerino, curepí y esas cosas que dicen los compañeros de equipo por molestarse nomás.
Los peores lo empezaron a llamar "el araña", sólo para verle la cara de terror que le provocaba al Juanchi el aviso: -¡Chaque la ñandú, porteño..!
Para armar bronca y porque en realidad estaba retobado con el pueblo, les hizo comprar una camiseta amarilla como el sol, unos pantaloncitos de color negro y así le quedó... el Ñandú Cañete, por lo menos en ese pueblo así comenzaron a conocerlo, cambiándole el apelativo que lo acompañaba desde chico.
Para colmo parecía que desde el clásico Sarmiento-Forever, aquel del penal de taco y último partido que había jugado con la gloriosa naranja y marrón sarmientista, le habían cambiado también la pisada... Parecía el Py Nandî, para donde fuera daba un paso para adelante y otro para atrás, como las huellas de dos talones del rubio duende; camino que tomaba, le iba un poco bien y un poco mal.
Todos saben que tanto para un arquero como para un goleador, la suerte es importante; es como la sal en el guiso, un poquito hay que tener, mucha y nada arruinan la cena.
En realidad era la Nina la que no estaba conforme con ese pueblo recién creado; dos filas de casas alrededor de una plaza, la primera fila de material y las otras de adobe. Una cancha de fútbol haciendo esquina y en el fondo el club: Deportivo Colonia Baranda, decía el cartel en una rodaja quebracho. El destacamento, en la entrada del pueblo, era de madera con dos habitaciones y allá en el fondo, grande y aislado como esos castillos de las cintas, estaba La Fábrica; sólo así se conocía al monstruo que comía toneladas de quebracho y obtenía el magro tanino para La Forestal.
El puesto de cabo que le habían prometido para venir a jugar a esos lugares, todavía no había salido. Entonces, don Saverio, el patrón del Club y del Almacén de ramos generales, también de la Empresa, le ofreció un trabajo temporario de dependiente. Al principio, su obligación era entrenar y hacer la caja, pero después empezó a hacer los repartos por la misma paga.
-Mal no me va a hacer -pensaba el Juanchi, ahora el Ñandú-, esto de la bicicleta me va a fortalecer las piernas -se decía, mientras trataba de convencerse pedaleando en la tarde calurosa, por el camino de tierra colorada hasta Villa Ángela, el pueblo vecino.
Llegó en mal momento -se decía-, porque ahora que vino de delantero, junto con él llegó un petiso, ligero como ratón de campo y más vivo que turco en feria; había metido unos goles bárbaros, porque aparte le pegaba como con un guante y no les hacía asco a las patudas, a las arañas claro. Entonces esta vez quedó de arquero o golkeeper, como decían los gringos.
Como el indio que atajaba lo hacía bastante mal, entonces el entrenador del equipo, el mismo don Saverio que lo había contratado, lo puso al arco con bicicleta de reparto incluida.
El peludo Rojas... Así le quedó al petiso, no por lo subido en pelos, cosa que nadie sabía en realidad, porque no se sacaba la boina blanca que usaba calzada hasta las orejas. A veces más aun, no se la sacaba ni para limpiarse en la bomba después del entrenamiento, ni para mojarse la cabeza, que se la mojaba con boina y todo, de no creer.
El peludo era tan zurdo, que siempre le pegaba tres dedos con el pie izquierdo. Tan zurdo que siempre andaba con la "cambiacanchada", tanto que terminó jugando de wing derecho. Rápido y tan zurdo, confundía a los backs contrarios, muy derechos y pesados como guapo de comité.
El mataco, cuando le informaron de su reciente suplencia en el arco del Deportivo, en silencio como había venido, penetró en el monte detrás del arco y no se lo volvió a ver más.
Por lo menos los del equipo no volvieron a verlo más... Esto complicó las cosas más aun, sin arquero suplente, el de ahora en más Ñandú, era el único arquero a cien kilómetros de bosque y monte a la redonda.
Esto en un equipo de los chicos y en formación solo significaba una cosa: problemas.
El primer partido de la temporada fue de visitante contra Pabellón de Las Palmas, equipo también dependiente de la Empresa y que había estado ahí, en el campeonato anterior.
A fines de Febrero el calor era insoportable, y en Las Palmas al lado del río, húmedo y pegajoso... El Ñandú no quería excusarse, pero ahí no se podía jugar.
La bandada de mosquitos y jejenes era tal que no se veía el otro arco, una neblina color negro cubría la cancha. Corriendo, más o menos se aguantaba, pero en el arco... Era blanco fácil, así que más bien parecía un arquero con algún mal selvático, porque no dejaba de moverse.
Por eso y no por hacerse el sobrador, fue que corría al encuentro de la pelota y la pasaba con el pie. En tiempos en que el fútbol era cosa de quintitas y quinteros, que un arquerito se atreviera a salir a cortar y pasarla con el pie, era lo más cercano que había al sacrilegio y la excomunión futbolística.
Tanto que a la tercera vez que lo hizo, don Tuto Martínez, el referee, llamó al Ñandú aparte y le dijo: -Juan, yo te conozco de antes y sé que no estás cargando, pero ¡dejale de patear la pelota o te echo!
-¡Don Tuto, me comen los ñatyû! -dijo el ahora Ñandú, desesperado.
-¡Sea macho, carajo! -le dijo el urubú, vestido con la camiseta de For Ever en esa ocasión, porque la de Pabellón era negra, con vivos amarillos, color privativo del Ferrocarril y de los árbitros.
La exhortación al machismo y al aguante hicieron que el arquerito volviera a sus rectángulos, debajo de los tres palos, por toda la tarde. Esa fue la perdición, pues si hubiera seguido adelantado, habría cortado el pase del golazo del Braulio, hermano del negro del Sarmiento, que se le escapó al Tape Ortigosa (back del Deportivo) que ni con arco y flecha, lo pudo agarrar... Y después, se complicó el partido, uno a cero en contra y con ese calor mosquitero o esos mosquitos calurosos, nadie podía correr. Así que el partido se fue apagando rápido como vela de entierro pobre.
Pabellón uno, Colonia Baranda cero. Una tarde para olvidar y no hablar de ella nunca más.
2
Cuando uno está en el arco, tiene mucho tiempo. Sobre todo cuando la práctica transcurre en el otro arco, con los insiders, centrofoward y wines peloteando a los suplentes de la reserva. Al arquero sólo se le exige que esté atento cuando la pelota le llega y que la ataje.
Nada más y nada menos...
El Ñandú sólo observaba con recelo a los objetos de su miedo amarillo, como se mira sol que brilla en la tarde chaqueña, con la esperanza de que se vaya pronto.
El aburrimiento y no otra cosa, hizo que viera a las patudas en su huida en masa hacia la espesura. ¿Qué podía hacer correr así a semejantes bichos ponzoñosos, más grande que cualquier ratón? -pensó el Ñandú bastante preocupado, si ni siquiera el ir y venir de tapones y pelota las ahuyentaba. Ahí la vio, la marca en el lomo la hacía inconfundible.
-Ñacaniná -pensó y le corrió un cangué por la espina; más vale primero la oyó, la víbora de la cruz emite un siseo característico cuando está de cacería, como si arreara a sus víctimas.
El Ñandú miró hacia el otro extremo de la cancha y vio a la pareja que cerraba el cerco cazando algunas arañas para la cena; sólo se sentía ruidos como a látigo de cuero.
Tan rápido como llegaron se fueron, a las víboras sí que no les gusta el fóbal; las pollito ni bien se fueron sus enemigas reaparecieron en sus palcos preferenciales. Y ahí se le ocurrió, tal vez viveza criolla, suerte o vaya a saber uno que... A veces el miedo agudiza el ingenio.
Al principio, para sacarse de encima a las arañas y poder ir abajo tranquilo, empezó a probar chifliditos imitando a las mbói, hasta que los sacó perfecto. Las pollito corrían respondiendo a lo que habían aprendido y como si le temieran al arquerito, que se zambullía justo en el espacio que le dejaban. En realidad eso es lo que empezó a quedar en el subconsciente del equipo. Todo el mundo sabía que él no podía dominarlas chiflando, pero hacían como si pudiese y así se acrecentaba la leyenda.
Bajo ese sol afiebrado tuvo al fin la idea que iba terminar haciendo la diferencia.
La segunda fecha venía brava, con tormenta y contra los verdes otra vez. Amaneció sin lluvia, pero con un cielo más negro que capote de vigilante, For Ever venía desde la capital y si los caminos lo permitían y llegaban, el partido se jugaba de cualquier manera.
Llegar llegaron caminando, porque la chatita y el Chevrolet que los traía se habían quedado pegados a la tierra colorada, a medio camino de Villa Ángela.
Los muchachos no venían con caras de buenos amigos, con los pantalones todos embarrados, los bolsos y los útiles en los hombros. Protestando por todo, como porteño de Buenos Aires.
-¡Juanchi, con la plata que tienen ustedes podrían arreglar por lo menos el camino! -le dijo el wing rosarino de ellos, sobrando con tono de desafío y para comenzar las hostilidades.
-¿Cañete, te viniste a jugar acá para estar cerca de tus parientes los macá? -le preguntó el Mencho, el arquero del famoso penal de taco, que no se lo había perdonado; y agregó desafiante:- ¡Sarmientista tenías que ser, para esconderte en esta selva, como jaguar con la cola entre las patas!
La cosa pasó a mayores, porque a los lugareños no les gustó el tono de los pajueranos, y se armó una batahola de la que el ahora Ñandú no participó ni de palabra.
Ahora casi lo veía claro: ¡qué mal bicho había sido con toda esta gente buena y esforzada! Gente que él veía todos los días levantarse temprano, para ir a deslomarse con el quebracho. ¿Cuántas veces habrá entrado a otros pueblos como éste y se comportó de esa manera con un ex compañero?
-Por lo menos estos dos, hoy me la pagan... -dijo entredientes, en el cuartito que hacía de vestuario. Allí comenzó con la cuasi rutina del boxeador, que es la preparación de un arquero y su bolsito.
Un partido bravo y con más patinadas que disco de pasta, con los verdes ejerciendo un claro dominio en las dos áreas, solo el Vasco y el Ñandú salvaron al Colonia de una goleada histórica. El Vasco porque cada pelota que el arquerito daba rebote (es muy difícil agarrarla con barro) la reventaba de puntín con los 45 que Dios y Euskera le habían dado. Y entonces salió el sol.
Con el calorcito, las compañeras amarillas e inseparables que amaban el balompié tomaron sus asientos preferenciales, ahí detrás de cada matita. Y entonces comenzó otro partido.
El Ñandú las vio aparecer y probó su chiflidito-mboí, las patudas se pusieron nerviosas y empezaron a tamborilear como si estuvieran impacientes.
En un contraataque, el diez de ellos le cortó un pase al rosarino, wing rápido y goleador que venía del Newell’s, que encaró para el arco del Colonia, refregándose los botines.
Rápido como un rayo y antes de salir a cortar el arquerito chifló dos veces, cortito y finito.
Las patudas como si hubieran estado esperando entrar, enfilaron para el lado contrario del sonido, que era por donde venía el wing, a toda velocidad. Éste vio como que una convención de dactilógrafas se le venía encima y que él era la única máquina de escribir disponible.
Ahí delante de todo un pueblo que lo miraba, de todos sus compañeros y los contrarios, se paralizó como estatua de la Plaza de Resistencia. Se avergonzó el hombre, para siempre...
El rosarino disgraciao se paró en seco, las arañas burlonas huyeron hacia el monte y la pelota fue a dar mansita a los pies del arquerito silbador. El Ñandú la pisó como con una garra, hizo un jueguito y le puso un pase de 45 metros al wing, que se aprovechó de la confusión. Ahí la cosa se complicó, el peludo y su zurdita desparramaron a la defensa todavía confundida con el accidente. Mientras definía, el rosarino salía corriendo hacia los vestuarios, colorado ahora como capa de torero.
El árbitro pitaba el gol, válido aunque mucho se discutió después sobre esto. Los dos monstruosos backs paraguayos se le fueron encima argumentando mula, premeditación en la situación, foul arácnido y chiflido antirreglamentario, mezclando las dos lenguas.
El árbitro puesto en sus trece no retrocedió, aunque en realidad los backs forevistas lo hayan empujado media cancha por el barro pegajoso. Éstos lo insultaban, pero en guaraní y con tanta mala suerte que el urubú era local, o más o menos porque era de Formosa. Éste entendió todo y sobre todo lo referido a su pobre viejita. Cuestión que los echó a los dos, el rosarino que no quería salir del cuartito de chapa que era el vestuario visitante. Justo en ese momento, el Mencho pisó el área rival, como un ladino silencioso.
Despacio se acercó al Ñandú y le dijo:
-Yo no sé cómo hacés, Cañete, pero vos siempre la terminás jodiendo, todos los partidos.
-Volvé al arco, Mencho, vas a hacer que me enoje... A ver si terminás como el rosarino ese... -le respondió el ahora Juanchi otra vez, mirando al morocho que le sacaba dos cabezas de alto.
-Y cómo es que le voy a terminar yo, a ver... -dijo el Mencho ya en tono de desafío y manoteándose la cintura, donde por suerte no había nada.
-Con pañales y corrido por las arañas -dijo el arquerito y largó una carcajada desafiante.
El Mencho reaccionó al instante y a falta de algo mejor cerró la manaza y se la estampó en la cara al Juanchi, que cayó por toda la cuenta.
El árbitro, aún agarrado por uno de los paraguayos, vio todo y corriendo se puso delante del arquerazo de color negro y lo echó también sin preguntarle nada. Le dijo sin mirarlo, despectivamente:
-Golquiper, yo no sé nada, pero usted cruzó la cancha para hacer un foul inexcusable, vea.
For Ever con cuatro menos no podía seguir, era el reglamento en ese tiempo y no hubo Dios que convenciera al rosarino de volver a esa cancha. Limpió su deshonra, se vistió con la ropa embarrada y enfiló por el camino a medio secar, lleno de pulgas ahora, vigilando con recelo cada matita.
Dicen que no paró hasta Resistencia, que de ahí recaló en Buenos Aires y que ya estaba en el barco cuando el equipo Forevista llegó a la capital provincial. Alguien dijo que terminó jugando en un equipo de la divisional B, creo que en Nueva Chicago.
El Ñandú pedaleaba y se reía con ganas ahora que no le dolía la mandíbula, mientras llegaba al pueblo: -¡Uno a cero contra For Ever! Y lo que nos espera cuando vayamos a Resistencia... -dijo melancólico, pensando en esa cancha llena otra vez, clamando venganza.
Desde su casita de la segunda fila, la Nina salió a recibirlo. Agarrándose la panza y con un papel en la mano le pegó el grito:
-Juan, te llegó el nombramiento, andá a lo dueño que quiere verte -dijo esperanzada, le había cambiado la cara, y agregó: -Andá y vení, mirá que tengo otra sorpresa.
-No, mujer, estoy cansado, decímelo ahora así me tomo algo fresco y festejo que largo la bicicleta por el uniforme -dijo casi saboreando una cerveza fresca del almacén.
-Está bien, te lo merecés, pero una sola. Vino Ña Pilá, me revisó y me senté en la tijera...
-¿Que anduviste haciendo? Sos loca... -dijo preocupado por las rarezas de las culandreras.
-Nooo, qué pensaste -dijo risueña-, es la prueba de que va a ser el mitaí, si me sentaba en la cama era hembrita y si me sentaba donde estaba la tijera escondida, era machito. Así que es Juancito nomás -el Juanchi pegó un sapucaí largo y desahogante, desde muy adentro; desde ese interior caluroso.
Le dio un beso de aquellos a su guaina y enfiló con la bicicleta para el almacén, seguro de que era la última vez que la iba a pedalear por esas tardes dormidas.
Pensó que el futuro no podía ser tan malo si, por lo menos de local, hasta las arañas jugaban para él.
(Mi agradecimiento a Claudio por permitirme la publicación de este cuento, así como de su primera parte "De taco")
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Un día se ve que habían armado un partido donde había pica, porque cuando entré a jugar con ellos viene Alberto Fanesi y me dice: "Don Ángel, mire que estamos jugando en serio, eh".
Salí y nunca más jugué.
(ÁNGEL TULIO ZOFF, ex director técnico argentino)
(PELÉ, refiriéndose al arribo de David Beckham al fútbol de E.E.U.U. en diario "El Mundo" del 29/07/2007)
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Yo conozco a Paco Casal porque le vendí una casa. Lo que yo veo es que un equipo de fútbol tiene que estar armado, y acá no dura seis meses. Todas esas cosas influyen en el nivel del fútbol. Para mí no le ha servido.
(JULIO CÉSAR ABBADIE, ex futbolista uruguayo, 21 de Enero de 2005)