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Willington Ortiz (Colombia)


Considerado uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol colombiano, Willington Ortiz nació en Tumaco (Nariño) el 26 de Marzo de 1952.
De pequeño, y fiel al mandato del fútbol tumaqueño destaca por su habilidad para proteger el balón y su velocidad, cualidades que hacen que con 17 años, en 1969, integre la selección juvenil de su departamento.
Tiempo más tarde es observado en un amistoso por Jaime Arroyave quien lo lleva a filas del Millonarios.

Millonarios (1971 - 1979)

Previo paso por las divisiones inferiores de esa institución, debuta en el segundo tiempo de un amistoso entre el cuadro embajador y el Internacional de Porto Alegre, Willington sería tenido en cuenta y haría su debut como profesional, nada más y nada menos que anotando el gol del triunfo.
Sus 1.69 metros de estatura, eran compensados y superados por las notables habilidades que poseía. Gambeta, velocidad, precisión, visión del campo y por supuesto el gol, destacaban Willington entre sus compañeros, por ese entonces albiazules.
En Millonarios lograría dos campeonatos locales: 1972 y 1978; el primero de la mano del también reconocido director técnico Gabriel Ochoa Uribe y de Pedro Dellacha en el segundo. Con Millonarios en 1972 tres jugadores se destacaron por su rendimiento e integraron la tripleta goleadora que se conoció como BOM artífice del título: Willington Ortiz, Alejandro Brand y Jaime Morón. Con los Embajadores estaría presente en las Copa Libertadores de América de 1973, 1974, 1976 y 1979.

Deportivo Cali (1980 - 1982)

Para finales del 79, Willington Ortiz dejaría a Millonarios para irse al Deportivo Cali por la suma de 13 millones de pesos, todo un récord para esos tiempos y dejando atrás ofertas de equipos españoles como el Barcelona y Valencia. Ya en la escuadra azucarera, su trayectoria no sería menos importante. En la temporada de 1980, sería el goleador del equipo con 17 tantos.
Su principal figuración vistiendo los colores verde y blanco de Cali, tuvo lugar en el Monumental “Antonio Vespucio Liberti” de Buenos Aires, Argentina. Se jugaba el último partido de la primera fase en la Copa Libertadores de América de 1981, entre el local River Plate y el equipo colombiano, encuentro que terminaría con victoria para la visita por 2-1 con goles de Capiello y Ortiz, siendo este último el de más grata recordación para los espectadores ya que en la jugada, Willington en velocidad y desde el medio campo, supera en velocidad a José Luis Pavoni, elude a Ubaldo Matildo Fillol, (uno de los mejores arqueros del mundo por esos momentos) y define ante el cierre desesperado de Alberto “Conejo” Tarantini.

América de Cali (1982 - 1989)

En 1982 sería el rival de patio del Deportivo Cali, América de Cali, quien se haría a los servicios del jugador. Con los Diablos Rojos fue tetracampeón consecutivo del Torneo Colombiano en los años 1983, 1984, 1985 y 1986 y además finalista de la Copa Libertadores de América en los años de 1985, 1986, 1987, para finalmente terminar su brillante carrera en el año de 1988.
América de Cali le organizo un partido de despedida el 15 de Marzo de 1989; América invitó al club Nacional de Montevideo. Los Diablos Rojos se reforzaron para ese partido con el arquero argentino Hugo Orlando Gatti, Norberto "Beto" Alonso y el uruguayo Jorge "Polilla" Da Silva. El día de su despedida el Alcalde de Cali, Carlos Holmes Trujillo, le entregó al “Viejo Willy” la Medalla al Mérito Deportivo “Alberto Galindo Herrera”.

Selección de Colombia (1972 - 1985)

Integró la Selección Colombia a los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich, los equipos de las eliminatorias de los campeonatos mundiales de Alemania, Argentina y España, y los de la Copa América de 1975 y 1979.
Con la Selección de Colombia disputó su último partido el 3 de Noviembre de 1985: Colombia 2 / Paraguay 1, en Cali, partido de Eliminatorias a la Copa del Mundo de 1986 (Willington Ortiz anotó uno de los dos goles, el otro lo marco Sergio "Checho" Angulo). Lamentablemente Willington Ortiz jamás logró exhibir su extraordinaria gambeta en un Mundial.

Willington Ortiz, fue elegido por la Revista “Nuevo Estadio” como el mejor jugador de Colombia durante las décadas del 70 y 80. También recibió propuestas de ir a jugar a Argentina, Europa y en Estados Unidos para jugar en el New York Cosmos.
En 1993 participó en la televisión con un papel secundario en la seria colombiana "De pies a cabeza" donde era instructor de una Escuela de Fútbol.
En Marzo del 2002 se lanzó como candidato al Senado de la República, en representación de “Negritudes” obteniendo tiempo más tarde la banca a la cual se postulaba.
En 2005 presenta en el Senado un Proyecto en donde pide “el reconocimiento al derecho a la propiedad colectiva a las comunidades negras que han ocupado tierras baldías en zonas ribereñas de los ríos” en su permanente defensa de los derechos de los ciudadanos de origen afro-colombiano.
Es considerado por FIFA el mejor futbolista de la historia del Fútbol Profesional Colombiano, integra la lista de la IFFHS - 2006 que contiene los 46 mejores jugadores sudamericanos de la historia.
En síntesis, un excelente puntero derecho, veloz, habilidoso, de pique demoledor, con mucha potencia en los hombros y piernas que dejó siempre muy bien parada la exquisita escuela de toque del fútbol cafetero.



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Siempre se sostuvo que el inolvidable cantante Carlos Gardel tenía predilección futbolera por Racing de Avellaneda, entre otros motivos por ser amigo de uno de los jugadores "académicos" de mayor renombre de los primeros tiempos de nuestro fútbol: Pedro Ochoa, "Ochoíta", como le decía el "Zorzal Criollo".
Sin embargo, el libro del periodista Enrique Escande, "La Viruta, con anécdotas del fútbol", dice textualmente en unos de sus párrafos: "No existe documento alguno en el que figure que Gardel era hincha de Racing, y, por el contrarío, hay una entrevista publicada por la revista "La Cancha" (Nº 277), del 16 de Septiembre de 1933, en el que Gardel deja en claro que no tiene ninguna preferencia por un equipo y que, más que el fútbol, a él le gustaban los chuchos (caballos de carrera)".
El autor de la entrevista fue el periodista Julio César Marini, quien ante una pregunta referida al tema de su predilección, el cantante respondió: "Mis simpatías las distribuyo entre todos por igual. Me gusta Racing, Gimnasia, que dicho sea de paso está haciendo una campaña maravillosa, y Boca Juniors". Gimnasia y Esgrima La Plata era puntero del campeonato de ese año durante 27 fechas, con José María Minella como capitán.
Por último, Carlos Gardel, quien tenía como guitarrista y amigo personal a Guillermo Barbieri, (padre de Alfredo Barbierí y abuelo de Carmen Barbieri) acérrimo hincha de Huracán, aclara: "¿Si soy hincha de Huracán?.. A ciencia cierta no se si soy hincha de alguno. Me interesa el desarrollo de los campeonatos, me interesa ver algunos partidos de vez en cuando, pero... Vea, un domingo llegamos a la cancha, nos palpitamos el primer tiempo, pero no pudimos aguantar. Fue más fuerte la pasión por los burros y en un auto, a todo lo que daba, nos fuimos al hipódromo de Palermo".

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Si hubiéramos sabido que el gol en contra provocaría eso, habríamos preferido perder aquel partido.

(THOMAS DOOLEY, centrocampista de Estados Unidos, tras el asesinato del colombiano Andrés Escobar, que marcó un tanto en propia meta en el partido contra el equipo norteamericano en el Mundial de 1994)

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Ví el equipo reserva de Brasil enfrentar a los checos y no querría encontrame con los titulares.

(ALDO OLIVIERI, arquero de Italia en el Mundial de 1938)

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Maradona en Milán (Ettore Botti - Italia)


Era el crepúsculo del viernes 8 de Junio de 1990. En el aire fijo de mi oficina del diario se respiraba mal. Se sabe que en Milán no hay mar y falta esa brisa que Posillipo te manda hacia la noche. Desde la llanura padana -entre las últimas nieblas de la primavera y las primeras del otoño- llega solamente un lento e irrefrenable hálito caliente. A través de la reja de la ventana, miraba contrariado el panorama: una pared amarillo-gris con un gajo -cinco letras- del logo del banco de enfrente: "Popol". Justamente en el estadio milanés estaba por empezar el partido de inauguración del Mundial italiano, Argentina-Camerún. A mí, napolitano, hincha del Napoli y de Maradona, me hubiera gustado seguirlo, pero en mi habitación el televisor estaba apagado. Todavía tenía trabajo por hacer, y seguí haciéndolo, con creciente desgano, mientras desde los edificios cercanos escuchaba comentarios y grititos de los colegas que estaban ante la TV.
Poco después de las 19 y 15, un alboroto de gritos y vivas. Salí a ver: Camerún había hecho un gol. En la pantalla, un jugador de nombre Omam Biyik corría con los brazos en alto en el campo de San Siro seguido por los compañeros que festejaban. Detrás de un escritorio, Paolo Franzoni, de pie, aplaudía frenéticamente con el rostro morado. "¡Camerún! ¡Camerún!", gritaba.
Extraño. Conocía bien a Franzoni, óptimo compañero, ferviente interista, y sabía que todas las tardes, en la calle entre el diario y el bar, pasando al lado del “quieres comprar”, con los cigarrillos en la mano, susurraba: "Negro sucio, vuélvete a tu casa". Lo decía en voz baja, es cierto, para que no lo escucharan, pero una tarde, acompañándolo al café, yo había captado la frase con claridad.
Me distrajeron los gritos de Carlo Anderlini. Se había subido a un escritorio y se agitaba como un poseído exhibiendo repetidamente un gesto vulgar. ¿Pero cómo? ¿Anderlini, el más tímido y amable, el colega de voz callada y de modos suaves, milanista convicto pero siempre tan medido en las discusiones sobre fútbol? Sí, Anderlini. Estaba allí, golpeándose siempre la mano izquierda sobre el antebrazo derecho y yo lo miraba sin poder entender. Confuso, me acordé de una confidencia recibida dos años atrás, un día en que había llegado al diario con un ojo negro. Todos se burlaban, insinuando que había sido la mujer. Anderlini me llamó aparte, porque soy su amigo, y me habló. Todas las mañanas, dijo, viajando hacia la oficina desde Bérgamo, semáforo tras semáforo, era expuesto a la insistencia de los extracomunitarios que querían lavarle el parabrisas. Pasado un tiempo, me confesó, había tomado una costumbre, casi sin advertirlo, y ahora se avergonzaba de ella. Cuando el marroquí o el senegalés de turno se acercaba al auto preguntando: "¿Lava? ¿Lava?", él respondía con un silbido casi imperceptible: "Sí, pero con la lengua". Después engranaba el motor y se alejaba. Aquella mañana, sin embargo, en un cruce de vía Palmanova se había topado con un nigeriano de oído mejor que el de los otros y se había ganado un puñetazo en el ojo.
El recuerdo de la vieja confidencia no hizo más que acrecentar mi confusión. Estaba asombrado. Sin deseos ya de trabajar, decidí volver a mi casa.
Al llegar a un kilómetro de piazza Duomo, quedé atrapado con el auto en un atascamiento. Después de una hora de espera, bajé. Una columna de extracomunitarios, centenares y centenares, marchaba hacia la plaza levantando banderas rojoamarilloverdes de Camerún y otros paños multicolores del Tercer Mundo para mí desconocidos. Noté que por el lado opuesto, subiendo por vía Manzoni, avanzaba otro cortejo, tan o más numeroso. No eran extracomunitarios, sino milaneses. Muchachos de caras aseadas, viejos con ropas distinguidas, mujeres sonrientes y hasta algún niño "gritón". Tras ellos, muchos jovenzuelos en moto, con cascos oscuros, llegados como halcones desde los centros del hinterland. Peatones y motociclistas hacían ondear banderines rojinegros o negriazules, y también muchos de la Juve. Los dos cortejos confluyeron ante la plaza de la iglesia y, sin mezclarse, ocuparon sus dos declives.
Abriendo las banderas rojoamarillo-verdes reconocí al “quieres comprar” de los cigarrillos en la esquina, al peón del carnicero que de vez en cuando nos llevaba la carne a casa, al lustrabotas que había permitido restaurar este cómodo servicio cerca de piazza Scala después de años de inactividad. Con esfuerzo alcancé el otro lado, esquivando las carreras de las motos, y también allí encontré rostros conocidos. He aquí en medio del gentío al cantinero Procacci, que ofrecía tostadas gustosas y hablaba siempre bien de su ayudante egipcio: lo trataba con tal humanidad que le reservaba un rincón en el garaje de la casa de modo que pudiera dormir sobre un colchón bien puesto debajo del hocico de la "Thema". En la selva de cabezas vi despuntar la melena rubia y bien cuidada de Marta, la amiga de mi mujer que exaltaba en toda ocasión las dotes de la incomparable "colf" filipina: ya la consideraba casi como de la familia, a condición de que tuviera los guantes de plástico cuando bañaba al bebé. Y bajo un enorme casco tuve la seguridad de reconocer al hijo de mi colega Franzoni, montado sobre una Kawasaki 750 supercromada.
Estaba en el medio, sin palabras. Muchas palabras llegaban en cambio a mis oídos, aun muchos gritos. De los negros se alzaba fuerte el coro: "¡Camerún!" "¡Camerún!". Y desde la zona de los milaneses, rebotaba otro: "¡Diego, Diego, que te den por el culo!". Y adelante así, por turno, con tono cada vez más ensordecedor, durante minutos y minutos. Acercándome ora a un frente, ora al otro, capté también subcoros, eslóganes recitados por grupos singulares a media voz: "África es fuerte, y vencerá", silabeaban los rojoamarilloverdes. "Napoli mierda, Napoli cólera", ritmaban los rojinegros y los negriazules. Me alejé casi a la carrera y volví a mi casa sin tomar de nuevo siquiera el auto.
Tenía pocas ganas de comer y casi me peleo con mi mujer, reprochándole que, de medio alemana como es, estas cosas no pudiera comprenderlas. Pero tampoco yo, aunque siguiera irritándome, lograba comprender. ¿Cómo era posible que el gol de Omam Biyik hubiera desencadenado todo aquello? ¿Por qué en la plaza se exaltaban tantos repitiéndose "Napoli mierda, Napoli cólera"? Ante un plato de risotto ya casi frío recorría de nuevo los veinte años aquí vividos. Milán me había parecido a veces hospitalaria, a veces menos, pero nunca hostil. A menudo había escuchado que los milaneses hablaban de Nápoles y de los napolitanos, hasta con gravedad ("¡Qué hermosa ciudad, qué gente simpática, pero qué caos, qué suciedad!"), nunca con aversión. Y en el estadio de San Siro, en las tantas ocasiones en que el equipo azul premaradoniano había llegado para hacerse derrotar por el Milán y el ínter, había escuchado el fatídico coro "¡Al descenso! ¡Al descenso!". Pero, me parecía, más por un rito de tribuna que por un verdadero encarnizamiento.
Y sin embargo en los últimos tiempos algo debía haber sucedido. Mientras trataba de comer por lo menos un pedazo de costilla, me dije que el problema debía ser discernido. Nápoles no tenía nada que ver, no podía tener nada que ver. La culpa de la nueva situación era de Maradona, de sus intemperancias verbales, de sus actitudes que disgustaban, de su indisciplina. Tenía que haber sido él quien desencadenara a tal punto los humores de la plaza. Al final, a decir verdad, me vino a la mente un hecho: seis años atrás, en los días de la compra del campeón argentino, los milaneses se habían ocupado muy poco de Maradona y mucho de Nápoles, diciendo (y escribiendo) que era un escándalo. Una ciudad con tantos problemas, transporte precario y hospitales carecientes, no podía permitirse pagar trece billones por un jugador de fútbol. Pero con el café volví a convencer me. La responsabilidad era justamente de Maradona: antipático, granuja, presumido, insolente, arrogante hasta fastidiar al mundo. Sí, toda culpa suya. Pero no eran temas para discutir con mi mujer. Saludé y me fui a la cama, donde di vueltas por lo menos dos horas antes de quedarme dormido.
De golpe vi caminar con paso ligero a lo largo de las paredes del corso Sempione a un empleado de unos cuarenta años, vestido por grandes tiendas, con rasgos un poco vulgares y un relámpago de psicopatía en los ojos. Me acerqué y miré mejor. Me había equivocado. No era un empleado, y en la mirada no tenía relámpago alguno. Era el líder de la Liga Lombarda, Umberto Bossi. Lo seguí hasta dentro de una puerta y después, sin ser visto, abajo a un sótano. Había una mesa estrecha y larga, hasta larguísima, desmesurada, acaso de más de cien metros, y a los costados estaban sentados, en algunos casos en hilera doble, centenares de personas. El aire era extremadamente nebuloso. Los contornos aparecían esfumados y no podía distinguir los rostros. Me pareció reconocer a alcaldes y consejeros comunales de numerosos partidos, empresarios medios y pequeños de la metalurgia, del mueble, de la tela y de otras cosas; y después, en las segundas hileras, presidentes y jugadores de clubes de fútbol, representantes de clubes de hinchas, periodistas de la prensa y de la televisión, deportivos o no: y aun más, publicistas, dueños de cafés, restauradores y profesores secundarios. Pero apenas estaba en condiciones de identificar a alguno y de descubrir su nombre, todo volvía a ser gris y, aunque apretara mis ojos como un condenado, no era capaz de hacer foco de nuevo sobre la imagen.
Umberto Bossi estaba siempre en la cabecera, delante de un gallardete con la efigie de Alberto da Giussano, pero no hablaba. Su silencio duró largamente, casi media hora. En el ínterin, me pareció entrever sobre el costado izquierdo de la mesa, en un extremo, un gran sobre que pasaba de las manos de un constructor, asignado a los trabajos de una importante calle, a las de un asesor (pero no sé si eran realmente ellos). Y del otro costado, advertí la presencia de un gran industrial (o acaso era el periodista de una TV comercial), que seguía aspirando con la nariz un polvillo colocado dentro de una pequeña caja plateada. Tanto como para engañar la espera.
Finalmente, Bossi habló: "Señores", dijo, "estamos aquí para enfrentar y resolver de una vez por todas la cuestión Maradona. Milán, Lombardía y el Norte no pueden tolerar que una ciudad de miserables y de aprovechadores domine la escena futbolística nacional. Nápoles, lo sabemos, está llena de desocupados, de falsos inválidos y de evasores fiscales, porque allí nadie quiere trabajar y todos son picaros. Nápoles hospeda a rateros y prostitutas en todas las esquinas, tiene hospitales donde uno de nuestros corregionales no se haría curar ni los callos y un tránsito más caótico que Estambul. Me dicen que tiene el mar. Es verdad, pero resulta que el mar está contaminado también él. Y sin embargo, el equipo de una ciudad tal, gracias a Maradona, ha ganado dos scudettos en los últimos cuatro años, mientras el Inter y el Milán, nuestros equipos, solamente han ganado uno".
"No nos ocultemos la verdad", siguió Bossi con voz encabritada. "A Nápoles la mantenemos nosotros, como mantenemos a todo el Sur, y la situación que se ha creado en el campeonato ya no es admisible. Conocemos bien la popularidad y la fuerza propagandística del fútbol. La supremacía dominical que este argentino ha hecho conquistar a la Italia parasitaria provoca un fuerte perjuicio de imagen interior e internacional a la Italia que produce y que paga los impuestos.
Y no es solamente el perjuicio a la imagen"
, insistió el líder de la Liga. "Hay un peligro que va más profundamente y que puede tener consecuencias todavía más graves: el peligro que las victorias del Napoli constituyen para nuestro modelo. Me dicen que Maradona ni se entrena y que a veces se presenta en el estadio media hora antes del partido. Juega en un equipo mediocre y sin esquemas, los compañeros le dan la pelota y él resuelve. La cosa no va bien. Si los tantos meridionales que viven entre nosotros y después. Dios no lo quiera, también los otros italianos se convencieran de poder alcanzar resultados en la vida y en el trabajo con genio, fantasía e improvisación, terminaría cercenándose la credibilidad del sistema de organización, eficiencia y programación con que hemos vencido siempre.
Pero nosotros
-la voz de Bossi era ya un trueno- debemos seguir dominando a la Nación. Por eso, invito a todos a que reaccionen. El único medio eficaz es quitar del medio a este Maradona. Tengo un plan, que les explicaré. Demonicemos a Maradona, todos juntos, todos los días, en los estadios, en las plazas, en los periódicos, en los consejos municipales, en las fábricas, en los bares, en las escuelas. Nosotros podemos y debemos hacerlo. Olvidemos que es el mejor jugador del mundo, porque a nosotros el fútbol no nos interesa. Tomemos sus defectos, aprehendamos sus errores y agigantémoslos en paralelo con los defectos y los errores de Nápoles. Destruyámoslo un poco por vez con esta mezcla explosiva. Les garantizo que no resistirá. También él viene de una tierra de miserables y de aprovechadores, también él es un meridional. Yo los conozco: son gente frágil, sensible al juicio de los otros, lloriquean por la ausencia de la casa lejana, se deprimen, no reaccionan a los eventos. Con el tiempo, estoy seguro, Maradona acentuará sus propios defectos y multiplicará sus propios errores. Cometerá alguna tontería, antes o después; y no me asombraría si empezara a drogarse o a beber. Esto es: se volverá un drogadicto, verán. Hagan lo que les digo y nos liberaremos de él para siempre".
El aplauso estruendoso de la sala me despertó. Volví la cabeza en la almohada y me puse a llorar.


* el autor es periodista, jefe de cronistas del Corriere della Sera, Milán.

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Un hecho insólito que se sumó a una larga serie dentro del historial del fútbol argentino ocurrió en ocasión de enfrentarse Rosario Central (1) y San Martín de Mendoza (2) en la 6ª fecha del Campeonato Nacional de 1967, partido jugado el 18 de Octubre de ese año.
Varías de las delegaciones provincianas que han participado en dicho torneo, se han dedicado por razones comerciales a obsequiar antes del comienzo de los partidos a los jugadores rivales con algún producto elaborado en la provincia a la que representaban. Los futbolistas mendocinos esperaban la aparición del cuadro adversario para hacerlo después y entregar a cada jugador una caja conteniendo botellas de vino. Pero los jugadores de Rosario Central esperaban a su vez por razones cabalísticas que salieran los contrarios para hacer su aparición en la cancha.
De tal modo, se asistió al hecho inusual de que ninguno de los dos cuadros deseara aparecer en primer término por diferentes razones, motivando esa actitud una exagerada demora en el comienzo del cotejo ante la incredulidad del árbitro Bossolino, encargado de impartir justicia en ese encuentro, y de los 3.900 espectadores presentes en el estadio de Arroyito.
Al cabo de mucho esperar, salió primero el cuadro rosarino, pero como desagrado por haber tenido que quebrar una costumbre, los jugadores de Central rechazaron el obsequio que les fuera ofrecido por los mendocinos. Un episodio ilustrativo de la fuerza de las cábalas en el fútbol sudamericano, intensificadas a veces por la incapacidad de algunos jugadores.

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Es una topadora, no hay jugadores así actualmente... Arranca como lateral y cuando acelera, agarra la velocidad de un wing de los de antes y los pasa por arriba a los que se le ponen por delante. Me parece que Basile va a empezar a mirarlo y que en estos dos años puede terminar en Sudáfrica, porque no hay jugadores así que ataquen por los laterales, y creo que en la Selección faltan, sobre todo por la izquierda.

(CARLOS BILARDO, ex jugador, director técnico y periodista argentino, opinando sobre el defensor de Boca Juniors, Fabián Monzón)

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La televisión ha hecho del deporte un espectáculo después de haber hecho del espectáculo un negocio.

(JEAN MEYNAUD, politólogo y escritor francés)

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LA VIEJA SEÑORA - Juventus (Italia)


La “Vieja señora”, como se conoce a la Juventus por ser el club más antiguo de Italia, tras Genova y Udinese, representa a la sociedad futbolística italiana más importante, veterana y poderosa económicamente y una de las más ricas en cuanto a galardones.
Nadie sabe a ciencia cierta cuándo el fútbol recaló en Turín. Pero lo que sí es seguro es que en Noviembre de 1887, en el colegio Masssimo d'Azzeglio de Turín, tuvo lugar el nacimiento de esta ilustre “dama”.
En este colegio, normalmente de familias acomodadas, los estudiantes tenían la costumbre de golpear un balón de cuero. Después de sus clases dejaban las carteras y daban rienda suelta a una afición que poco a poco estaba calando entre la juventud de aquella época: el fútbol. La idea de crear un club iba tomando forma en la mente de estos estudiantes.
Las primeras reuniones para la formación del club son agitadas. Se trataba de buscar un nombre al equipo. La moda por aquel entonces era la de los nombre latinos. Se propone el de Augusta Taurinorun, nombre en latín de la ciudad de Turín, o el de Fatigando Delectamur, que significaba y expresaba el placer por el esfuerzo. Pero todos estos nombres eran demasiado largos.
Alguien propuso el de Juventus, para expresar la juventud de sus componentes, ya que todos los miembros eran jóvenes entre 15 y 17 años. Fue aceptado por mayoría. Así nació el Sport Club Juventus.
El Club ya tenía nombre, pero ahora era necesario nombrar un presidente. Eugenio Canfari era elegido como el primer presidente del club.
Canfari, padre de dos de los miembros del equipo, decidió poner una cuota de inscripción al club.
Una lira fue el precio fijado, algo caro para la época. Acercarse al naciente juego del fútbol obligaba por entonces a buscar referencias con Inglaterra, que era la escuela originaria de este deporte. Así fue como un dentista llamado Dobbie, de unos cincuenta años y que, según un testigo de aquella época, siempre iba con una copa de más, indicó a los fundadores dónde podían comprar un balón originario de Nottingham. Costaba 60 liras y tardaron tres días en juntar ese dinero.
El equipo, en un principio, vestía camiseta roja con bandas negras y pantalón negro. Pero en 1903 es necesario el cambio de éstas. Así, siguiendo con la tradición inglesa, van a acudir a John Savage, simpatizante del club e industrial textil, para que propusiera una nueva camiseta. En un principio propuso los colores del Nottingham, pero más tarde se decidió por elegir las del segundo equipo de la ciudad inglesa, el Notts County. Son unas camisetas con rayas blancas y negras y pantalón blanco, vestimenta que aún sigue vigente, siendo una camiseta azul, con detalles en color amarillo y pantalón azul con detalles amarillos y medias azules el uniforme alternativo. Desde entonces tienen el sobrenombre de los “bianconeris”. Así nació la leyenda de una camiseta hoy célebre en todo el mundo.

Primeros triunfos

En 1901 el equipo va a conseguir su primer triunfo frente al gran rival de la ciudad, la Gimnástica de Torino. Esta vez ganarían por 5-0. Durante los años anteriores siempre había perdido contra su máximo rival.
En 1905, superando al Génova y al US Milán, en lo que iba a ser una liguilla final entre esos tres equipos, logra su primer campeonato. Este era un equipo que iba a entrar en la historia como el que conquistó el primero de una larga serie de títulos. El equipo estaba formado por: Durante, Armano, Mazzia, Walty, Goccione, Diment, Barberis, Varetto, Forlano, Squair y Donna.
En 1924 va a tener lugar uno de los acontecimientos más importantes en la historia del equipo y que sería fundamental para la marcha de éste. Eduardo Agnelli, hijo del senador Giovanni, que fuera fundador de la empresa Fiat, se hacía cargo de la presidencia “por aclamación”. Es un cambio histórico. Son las primeras horas de la dinastía Agnelli, una familia que todavía hoy, dirige los destinos del club.
Con Eduardo Agnelli, la Juve va a dejar de ser un simple club de fútbol para pasar a ser una verdadera empresa. Su llegada a la presidencia va a coincidir con el fichaje de la primera estrella del equipo, su primer jugador profesional: Virginio Rossetta.
El fichaje de este jugador, que provenía del Pro Vercelli y que era el primero en el traspaso de jugadores entre los clubes, suponía todo un récord. Su fichaje costó un montante económico de 45.000 liras. Toda una fortuna para aquella época.

21 años después

Pero a pesar de todos tendrían que pasar 21 años hasta que la Juventus volviese a conseguir un nuevo triunfo. Sería en la temporada 1925-26. Esta vez el equipo campeón esta formado por: Combi, Rosetta, Allemandi, Grabbi, Viola, Bigatto, Muneratti, Vojak, Pastore, Hirzer y Torhani.
Pese a que el Campeonato italiano comenzó a disputarse en 1898, es a partir de la temporada 1929-30 cuando empiezan a contabilizarse los triunfos de una manera más real, ya que esta competición es a doble vuelta. En los años anteriores la liga se circunscribía a unos pocos equipos y tan sólo en algunas determinadas regiones.
Pero sería a partir de este momento cuando la Juventus fue entrando por méritos propios en la leyenda del fútbol italiano y mundial.

La década del treinta

La década de los treinta coincidiría con una de sus mejores épocas. El equipo italiano va a mantener una racha de triunfos que va a culminar en la consecución de cinco scudettos consecutivos. Los logrados en los años 1931, 32, 33, 34 y 35. Además de este triunfo liguero, los “bianconeros” consiguieron una Copa de Italia, lograda en 1939. Toda una serie de éxitos difícilmente repetible.
En este equipo triunfante militaban dos cracks argentinos, Monti y Corsi. Estos dos jugadores se nacionalizarían para poder alinearse con la squadra azzurra, que iba a disputar el Mundial de 1934 en Italia. A la postre el equipo italiano quedaría campeón del Mundo.
Para el campeonato del Mundo de 1934 la Juve iba a aportar ocho jugadores, que eran los que iban a formar la columna vertebral del combinado italiano. De ellos, seis serían titulares en la final que les enfrentó a Checoslovaquia: Combi, Allemandi, Bertolini, Monti, Ferrari y Orsi, que junto a Borell II y Rosetta habían sido la aportación de la Juve a la squadra azzurra.
La Juve, con el transcurrir de los años, iba consiguiendo victorias y más victorias. Así, el 19 de Noviembre de 1933, frente al Génova, iba a conseguir su triunfo número 100. La Juve ganó por 8-1, con una actuación estelar de Cesarini, autor de tres goles, Borel y Orsi, con dos goles cada uno.

Victoria número 500

Esa cifra se vería multiplicada por cinco, llegando a la victoria 500, 62 años después de la creación del equipo. Fue el 19 de Abril de 1959. El rival que le tocó en frente para poder conseguir esta cifra y poder celebrar tal acontecimiento fue el ínter. El club turinés venció por 3-2, con goles de Emoli, Ferrari, y Boniperti. Este último un hombre de la casa que también había goleado en las centenas 300 y 400. Participó, asimismo, un futbolista que iba a crear escuela en el equipo: Enrique Omar Sívori. Con este conjunto la Juve se iba a proclamar ese mismo año campeón de la Copa de Italia.
Durante los años cuarenta el equipo turinés va a entrar en una época de sequía de triunfos, y por tanto de títulos, tan sólo interrumpida por la consecución en 1942 de su segunda Copa de Italia.
Esta sequía de títulos tuvo también que ver con la paralización del campeonato liguero como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. El equipo, durante este período de tiempo, se tuvo que conformar con disputar los campeonatos regionales que se celebraban en la Alta Italia y en el Piamonte.

Finaliza la II Guerra Mundial

Tras la finalización de la contienda mundial, Italia, como el resto de países, empieza una reorganización. Esta también es llevada al deporte, y concretamente al fútbol. Los equipos empiezan a reforzarse y a cubrir las bajas que se hayan podido producir durante esta contienda.
Así, se reanuda en 1946 el campeonato italiano. En esta temporada la Juve queda en la segunda posición.
A principios de los cincuenta los turíneses van a irrumpir con fuerza. Sobre todo destaca un hombre que estaría destinado a echar raíces en la entidad: Giampiero Boniperti. Con él en sus filas, la “novia de Italia” logra un nuevo triunfo en la Liga. Era la temporada 49-50, y el octavo scudetto conseguido.
Poco iba a tardar el equipo en conseguir un nuevo título. Seguía Boniperti, que era considerado como un estupendo goleador, y que más tarde iba a ser presidente de la entidad.
Tan sólo habían transcurrido dos temporadas y la Juve ya había conseguido un nuevo triunfo para las ya cargadas vitrinas de la entidad.
Todo el mundo pensaba que esta serie de triunfos podía tener su continuidad y volver a repetir la tacada de títulos conseguidos allá por los años treinta, con cinco victorias consecutivas. Pero todo quedó en eso, en un sueño. La Juve tendría que esperar hasta la temporada 57-58 para volver a conseguir un nuevo triunfo liguero.

Época europea

Esta época era ya la de la expansión de la Juve. El equipo contaba con dos superdotados: el argentino Enrique Omar Sívori y el galés John Charles, que sería una torre conductora de todo el juego aéreo del equipo. Sívori, uno de los mayores talentos del fútbol mundial, hizo de la Juve el club número uno del país, facilitando con sus goles la consecución de tres Ligas y dos Copas entre 1958 y 1961.
Mientras ocurría todo esto en Europa se estaba creando un torneo europeo, la Copa de Europa. La Juve, como campeona de Italia, participó en las primeras ediciones, pero no tuvo mucha suerte.
En su 1º edición (58-59) el equipo turinés iba a caer eliminado en la primera ronda frente al Viena Sportclub austríaco. La Juve ganó el partido de ida por 3-1, con tantos conseguidos por Sívori. La eliminatoria parecía estar resuelta, pero en la vuelta el equipo austriaco sorprendió a la Juve y le endosó un 7-0 con el que abortaba su primera experiencia europea. Tendría que esperar a mejores años.
En la 60-61, el equipo volvería a disputar de nuevo la Copa de Europa. Pero no tendría mejor suerte que en la anterior edición jugada. Cayó eliminado a manos del CDNA de Sofía. La Juve ganó el partido de ida en el “Comunale” turinés por 2-0, con goles de Lojodice y Sívori. Pero el equipo búlgaro remontó con un 4-1 en Sofía.
Estos años de “esplendor europeo” tendrían su colofón en la 61-62, cuando el Real Madrid, por aquellos años todopoderoso campeón europeo, eliminó al equipo turinés en cuartos de final. Pero la Juve ya se había erigido como uno de los grandes del Continente.
Al Real Madrid le hicieron falta tres partidos para poder eliminarle. En el primer encuentro, que se celebró en el “Comunale” de Turín, el equipo blanco ganó a la Juve por 0-1, gracias al gol conseguido por Di Stéfano. La Juve, en el partido de vuelta, devolvería su derrota. Sívori se encargó de lograr el único gol del partido, con lo que obligaba a disputar un tercer y definitivo encuentro. Este se celebró en París y el Madrid consiguió su pase a las semifinales al vencer por 3-1.

Luis del Sol a Turín

Pero el tiempo iba transcurriendo y la fama de la Juve subía como la espuma. A mediados de los sesenta aparecía la figura de Luis del Sol. El soriano se había iniciado en el Betis y consagrado en el Real Madrid. Tenía la experiencia europea que le faltaba a algunos jugadores de la Juventus, no en vano ya había ganado la Copa de Europa. Del Sol había seguido los pasos de otro Luis ilustre, Luis Suárez, aunque éste se había ido al Inter. Igualmente, Joaquín Peiró, que también había recalado en Turín, pero éste para ir al otro equipo de la capital, el Torino. Sin duda fue una época de esplendor para los jugadores españoles.
En 1965 iba a tener lugar una de las primeras desgracias deportivas, en las finales europeas a las que había llegado la “vecchia signora”. Sería en la Copa de Ferias frente al Ferencvaros húngaro. El equipo turinés iba a perder por un gol a cero, tanto conseguido por Fenyvesy.
Para llegar a esta final, la Juventus, tuvo que eliminar, entre otros, al Atlético de Madrid en semifinales. Al igual que en la anterior confrontación con un equipo español, también necesitó de tres partidos, pero esta vez consiguió su pase a la final. Anteriormente eliminó al Lokomotiv, al Stade Francés y al Unión St. Gallen. Esta iba a ser la primera final que perdiera en competiciones europeas.
Aquellos eran tiempos en que ya estaba establecido el patrocinio generoso de Giovanni Agnelli, patrón por entonces de la Fiat. Esto se hacía notar, aunque no iba a durar mucho.
En 1971 se produciría la segunda de las decepciones continentales que ha sufrido la Juventus. De nuevo en la Copa de Ferias, frente al Leeds United inglés. La Juve iba a empatar en su casa (2-2), no pudiendo pasar de un empate a un gol en el partido de vuelta.
Era otra decepción más para los aficionados bianconeros. Antes de todo esto la Juve había disputado una Recopa como ganador de la Copa de Italia en la campaña 64-65, y la Copa de Europa en la 67-68. La Juve ya había conseguido trece scudettos.

Llega la era Boniperti

Con la llegada a la presidencia, en Julio de 1971, de Boniperti, antiguo jugador del equipo y una de las personas más relacionadas con el club durante estos años, va a dar comienzo una nueva época.
Esta era contemporánea va a traer como entrenador del equipo al checoslovaco Cestmir Vycpalek. Este nuevo técnico va a dar entrada a jóvenes valores, que con el tiempo se convertirían en toda una institución en el club, como son los casos de Furino, Marchetti, Causio, Anastasi, Capello y Bettega. A muchos de estos jugadores los dejó forjados como grandes futbolistas, Heriberto Herrera.
Con las nuevas incorporaciones el equipo funciona, y el resultado es la consecución de dos Ligas consecutivas (72 y 73). Pero no todo iba a ser un camino de rosas, ya que en el año 1973, tendría lugar un nuevo tropiezo europeo. Fue en la final de la Copa de Europa frente al Ajax. El equipo en el que por aquel entonces ya jugaba Johan Cruyff, venció por un solitario 1-0, gol conseguido por otro de los clásicos jugadores, que por esos años hicieron tan famoso al equipo holandés, Johnny Rep.
Este partido se disputó en Belgrado, en el pequeño Maracaná yugoslavo (Campo del Estrella Roja) el 30 de Mayo. En la portería estaba ya el mítico Dino Zoff, que llegó en 1972 con 30 años de edad y procedente del Nápoles. Este increíble y longevo deportista jugaría durante 11 temporadas en la Juve. En este período de tiempo disputó todos y cada uno de los partidos que celebró, no sólo su equipo, sino también la selección italiana.

Trapattoni, nuevo técnico

En 1976 se hacía cargo de la plantilla un ex-milanista, Giovanni Trapattoni. Este joven técnico conduciría a la Juventus a una nueva racha de éxitos: cuatro Ligas, las conseguidas en 1976-77, 77-78, 80-81 y 81-82. Una Copa de Italia (78-79) y, por fin, ese triunfo europeo que tanto se le había negado, la Copa de la Uefa de 1977.
El equipo turinés venció en la final al Athletic de Bilbao. En el estadio “Comunale” la Juve consiguió el triunfo por 1-0, gracias al gol marcado por Tardelli. En la vuelta el equipo italiano llevaba aprendida la lección de anteriores finales y, aunque encajó dos goles marcados por los bilbaínos, Carlos e Irureta, ganó la Copa gracias al tanto de Bettega. La Copa de la Uefa ya tenía dueño, la Juventus. Se había deshecho el infortunio de anteriores ediciones y por fin podría lucir un trofeo europeo en las vitrinas de la entidad. Y no sería el último.
La Juve de entonces, bajo la dirección de Trapattoni, es la de los Cabrini, Gentile, Scirea, Tardelli, Rossi y Dino Zoff. Nombres históricos para una época en la que proporcionaron grandes alegrías a los aficionados bianconeros. Pero junto a ellos hay que destacar, sobre todo, la figura de Michael Platini.

Se ficha a Michel Platini

En 1982, y tras disputarse el Mundial de España, los técnicos de la Juventus deciden fichar a Michel Platini. Había sido elegido mejor jugador de Francia la temporada anterior, y realizó un espléndido Mundial con su selección.
Platini fue contratado para reforzar a su equipo y poder disputar la Copa de Europa con total garantía. El jugador francés realizó una perfecta competición, menos en el partido decisivo. Se enfrentaban al Hamburgo en una nueva final europea. El por aquel entonces inabordable Hamburgo se llevaría el preciado trofeo, merced al gol conseguido por Felix Magath. Era otra oportunidad fallida, e iban... para poder conseguir la Copa.
El equipo, al mismo tiempo que Platini, contaba con otro importante valor futbolístico, Zbigniew Boniek. Ambos venían precedidos de una gran fama en toda Europa. Pero para la incorporación de estos dos jugadores se tuvieron que deshacer del irlandés Lian Brady, hasta entonces figura del equipo turinés.
Con la aportación de estos jugadores la Juve va a conseguir en la campaña 83-84 una Recopa, que hasta el momento se le había negado. Fue en Basilea ante el Oporto (2-1), con goles de Vignola y Boniek para la Juve y de Sousa para el equipo portugués. Este no sería el único triunfo conseguido en esta temporada, ya que también ganaría la Copa de Italia.

Por fin... La Copa de Europa

El 29 de Mayo de 1985 iba a ser un importantísimo día para los seguidores de la casaca cebra. Ese día, al fin, conseguía el único trofeo continental que le quedaba por ganar, la Copa de Europa. La final la disputó en Bruselas, contra el Liverpool. Pero este triunfo se iba a ver empañado por los sucesos que tuvieron lugar aquella tarde en el estadio de Heysel y en el que fallecieron 39 aficionados, sobre todo de la Juve, que habían asistido a presenciar esa fiesta que más tarde se convirtió en un funeral. El partido terminó con el solitario gol de Platini, marcado de penal.
Pero meses antes la Juve se había impuesto también al Liverpool por 2-0 en un partido para dilucidar el ganador de la Supercopa de la temporada anterior. El mágico año 85 lo iba a cerrar la Juventus con su triunfo en la Intercontinental frente a Argentinos Juniors.
En la temporada 85-86, la Juve iba a conseguir su último scudetto, hasta el momento. Esta época iba a coincidir con un declive del equipo.

Época de crisis

La retirada de Platini del fútbol activo (había jugado durante cinco temporadas en el club) iba a desembocar en una profunda crisis. Si a esto le añadimos la marcha del entrenador, Trapattoni, hacia el ínter de Milán, nos encontramos que el equipo pasó por una época de vacas flacas.
Nombres célebres e imprescindibles durante mucho tiempo abandonaban el club, bien a causa de su retirada futbolística o de su marcha a otro equipo. Así, jugadores como Cabrini, Scirea, Tardelli, Boniek, Rossi... dejaban la Juve. Sus herederos no iban a poder sustituirlos, al igual que tampoco el entrenador, Marchesi, podía igualar los éxitos del ex-técnico, Trapattoni.
La Juve, en, estos años, no gana nada. Es más, ya no inspira el mismo respeto. El Inter, el Milán y el Nápoli de Maradona son los nuevos reyes del Italia. La “vecchia signora” estaba herida de muerte.
En 1987-88 fue sexta en el campeonato y no pudo superar las semifinales de la Copa. En Europa, igualmente, sus actuaciones no fueron mucho mejores. En la Copa de la Uefa cayó ante el Panathinaikos, en dieciseisavos, y en la siguiente temporada en cuartos ante el Nápoli.
Esta época no fue muy propicia para grandes jugadores de la talla de Ian Rush, Sacha Zavarov o el propio Michael Laudrup. Fueron años en los que bajaron vertiginosamente su rendimiento.
Era imprescindible un cambio. Agnelli y Boniperti dieron la confianza a un técnico que había sido de la casa y que la conocía mejor que nadie, Dino Zoff. Pero la Juve sigue sin levantar cabeza. El nuevo técnico no consigue dar los éxitos que pide la afición. Tan sólo en la temporada 89-90, cuando todo parecía estar perdido, ganaron la Copa de la Uefa.

La década de 1990 y un nuevo ciclo con Trapattoni

Después de que Giampiero Boniperti dejara la presidencia del club el 5 de Febrero de 1990, el abogado Vittorio Caisotti di Chiusano asumió funciones. A partir de ese año el club decidió jugar sus partidos de local en el Stadio Delle Alpi (construido para la Copa Mundial de Fútbol de 1990) que tiene capacidad para 71.012 espectadores (todos sentados por reglamentación de la UEFA) y dimensiones de 105 x 68 metros. El estadio se ubica en las afueras de la ciudad de Turín.
Bajo la dirección técnica de Luigi Maifredi y el retorno de Trapattoni en 1991; llegaron al club jugadores como el portugués Rui Barros, el bielorruso Sergeij Alejnikov (jugadores de la URSS en ese entonces), Roberto Baggio ‘il Divino’ (Balón de Oro 1993, procedente del AC Fiorentina) y los alemanes Thomas Hässler y Andreas Möller. En esa temporada, el club alcanzó las semifinales de la Recopa de Europa, donde quedó eliminado ante el Manchester United.
El club ganó la Copa Italia por octava ocasión y en ese mismo año, la Copa de la UEFA en 1990 (con marcadores de 3:1 y 0:0 respectivamente) ante la Fiorentina.
En la temporada de 1992/93, la Juventus obtuvo su tercera Copa de la UEFA, al vencer al Borussia Dortmund alemán (3:1 en Dortmund y 3:0 en Turín).

La Era de Marcello Lippi (1995-1999)

Procedente del SSC Napoli, Marcello Lippi se hizo cargo de la Juventus en 1995. Lippi contaba con jugadores como Antonio Conte, el francés Didier Deschamps, Alessio Tacchinardi, y Alessandro del Piero, quienes se sumaron al grupo encabezado por Roberto Baggio, Gianluca Vialli y Fabrizio Ravanelli. Con ellos, el club logró la Segunda Dupleta de su historia, la Copa Italia y el Scudetto de la temporada 1994/95. El equipo logró el bicampeonato en las temporadas de 1996/97 y 1997/98 y la Supercopa de Italia en 1995, ante Nápoli y 1997, ante el Parma.
En el plano internacional, tras nueve años de ausencia, la Juventus participó en la Copa de Europa (rebautizada desde 1993 como Liga de Campeones) y, tras eliminar en semifinales al Real Madrid, obtuvo el torneo (final jugada en Roma) ante el Ajax de Ámsterdam (1:1 en tiempo regular; 4:2 por penales).
Aquel equipo presentaba en sus filas a Christian Vieri, el uruguayo Paolo Montero, el croata Alen Boksics y el francés Zinedine Zidane. En la siguiente temporada, la Juventus obtuvo la Supercopa de Europa ante el Paris Saint Germain FC francés y, por segunda ocasión, la Copa Intercontinental por 1:0 frente al River Plate de Argentina, en el Estadio Nacional de Tokio con gol de Baggio.
En 1997, la Juventus, tras previamente superar en las semifinales de la Copa de Europa por 2:1 en el nuevo estadio Ámsterdam Arena y, 4:1 en Delle Alpi al Ajax holandés. El club turinés llegó a la final realizada en Munich, la cual perdió 1:3 contra el Borussia Dortmund.
En 1998, tras superar por semifinales al AS Mónaco de Francia, la "Juve" llegó por tercera vez consecutiva a la final, esta vez en Ámsterdam donde cayó 0 a 1 contra el Real Madrid.
En 1999, con Carlo Ancelotti al frente del cuerpo técnico del club en reemplazo de Lippi, alcanzó, las semifinales de la Copa de Europa, pero caería en la eliminatoria ante el Manchester United: 1:1 en Old Trafford y derrota de 2:3 en Delle Alpi.

El Presente (desde el año 2000)

Tras tres temporadas sin conseguir nada, la dirigencia de Caisotti decide contratar a una serie de jugadores para renovar la plantilla, entre los que se encontraban el arquero Gianluigi Buffon, el lateral derecho Lilian Thuram (ambos ex Parma) y el centrocampista checo Pavel Nedved (ex Lazio).
En Agosto de 2001, Zinedine Zidane es traspasado al Real Madrid de España por la suma de 75 millones de dólares: el traspaso más costoso de toda la historia. El 20 de Diciembre del mismo año, el club cotiza por primera vez parte de su accionariado en la Bolsa de Valores.
La Juventus ganó los títulos nacionales de las temporadas 2001/02 y 2002/03. Esa misma temporada, disputó la final de la Liga de Campeones, tras superar al Barcelona en cuartos de final y al Real Madrid en semifinales..
Disputando por séptima ocasión la final del torneo, realizada en Manchester, el equipo cayó 2:3 en la definición por penales ante el AC Milan, luego de empatar sin goles en el tiempo regular y suplementario. En ese mismo año, Pavel Nedved se convirtió en el octavo jugador de la "Juve" al que se le otorgaba el Balón de Oro.

El descenso a Serie B y el retorno a la Serie A

En Junio del 2006, la Juventus inauguró su nuevo Centro de Entrenamiento de Vínovo, ubicado en la localidad de Acqui Teme (en las afueras de la ciudad de Turín). Ese mismo mes, a raíz del escándalo de interceptaciones telefónicas e influencia en la designación de árbitros del Calcio Italiano (denominado Calciopoli o "Moggiopoli"), la familia Agnelli decidió nombrar a un nuevo Consejo de Administración -CdA- en el club (destacando el empresario Giovanni Cobolli Gigli como nuevo presidente de la Sociedad y los símbolos del club y de la Nazionale, Marco Tardelli y Gianluca Pessotto).
El ex jugador juventino de mediados de la década de 1990, Didier Deschamps, reemplaza en la dirección técnica del club a Fabio Capello, convirtiéndose en el primer entrenador del club con origen no italiano después de treinta y tres años.
El 14 de Julio de 2006 se publicó el fallo en primera instancia que indicaba el descenso administrativo a la Serie B italiana de la Sociedad, la revocación del Scudetto de la temporada 2004-05 y la no asignación del Scudetto de la temporada 2005-06 (a favor del Inter) y una penalización de 30 puntos para el campeonato 2006-07.
Luego de la apelación de los clubes implicados ante el Tribunal de Justicia de la FIGC, la penalización por puntos se redujo de -30 a -17 y su descenso de a la Serie B del calcio (el descenso a la Serie B fue una sanción que solo se le aplico al club Bianconero), de manera similar a las sanciones asignadas a los otros tres clubes implicados: SS Lazio, AC Fiorentina y AC Milan.
El descenso a la Serie B le hizo perder varios jugadores importantes como Fabio Cannavaro, Lilian Thuram, Gianluca Zambrotta y Zlatan Ibrahimovic, entre otros.
La Juventus FC es en la actualidad una corporación con sedes institucionales y de formación de menores en toda Italia perteneciente al Grupo Empresarial IFIL (propiedad de la familia Agnelli), cuyas acciones operan en la Bolsa de Valores de Milán. Desde el año 2000 la sociedad forma parte de la organización que agrupa a los principales clubes europeos conocida como el G-14, en calidad de miembro fundador.
Según el reporte anual de la Revista Forbes correspondiente al año 2006, la Juve figuró como la segunda entidad italiana (tras el Milan) y la sexta en el mundo con los mayores ingresos económicos.
En lo deportivo, el club, sumó 82 puntos en 39 partidos disputados en la Serie B italiana (27 victorias, 10 empates y 2 derrotas, incluyendo además una sanción disciplinaria de -9 puntos al inicio del torneo) y conquistó el campeonato de Serie B, por lo que ascendió a la Serie A para disputar la temporada 2007-08.

Palmarés

Torneos nacionales

Campeonato italiano de Serie A: 1905, 1925-1926, 1930-1931, 1931-1932, 1932-1933, 1933-1934, 1934-1935, 1949-1950, 1951-1952, 1957-1958, 1959-1960, 1960-1961, 1966-1967, 1971-1972, 1972-1973, 1974-1975, 1976-1977, 1977-1978, 1980-1981, 1981-1982, 1983-1984, 1985-1986, 1994-1995, 1996-1997, 1997-1998, 2001-2002, 2002-2003

Copa de Italia: 1937-1938, 1941-1942, 1958-1959, 1959-1960, 1964-1965, 1978-1979, 1982-1983. 1989-1990, 1994-1995

Supercopa de Italia: 1995, 1997, 2002, 2003

Torneos internacionales

* Copa Intercontinental (2): 1985, 1996
* Liga de Campeones (2): 1984-1985, 1995-1996
* Recopa de Europa (1): 1983-1984
* Copa de la UEFA (3): 1976-1977, 1989-1990, 1992-1993
* Copa Intertoto de la UEFA (1): 1999-2000
* Supercopa de Europa (2): 1984, 1996

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Uno de los partidos más electrizantes que disputaron Argentina y Chile, se realizó en el estadio de Boca Juniors el 13 de Julio de 1973, por la Copa "Carlos Dittborn Pinto" (foto), trofeo que tres décadas atrás, tenía un alto significado deportivo en ambos países.
El cotejo fue realmente espectacular, terminando con una fiesta de goles: Argentina 5, Chile 4. Ambos seleccionados se preparaban para el próximo Mundial que organizaba Alemania en 1974.
El árbitro del partido fue el brasileño Armando Márques y Argentina alineó con: Carnevali; Rosl (Pernía), Bargas, Heredia y Wolff: Brindisi, Telch y Alonso (Chazarreta); Ponce, Ayala y Guerini.
Director técnico: Enrique Omar Sívori.
Los goles argentinos fueron anotados por Guerini (1m.) el "Ratón" Ayala (19m. y 80m.) y Brindisi (33m. y 69m.).
Pese al buen desempeño que cumplía por entonces nuestro seleccionado, incluso luego con un triunfo por 3 a 2 en un amistoso como visitante ante Alemania, finalmente Argentina fue al Mundial sin Sívori como entrenador. Lo sustituyó una trilogía de técnicos compuesta por José Varacka, Víctor Rodríguez y Vladislao Cap y es recordada aquella participación Argentina en el Mundial 74 por la desorganización imperante donde los jugadores "se conocieron en el avión" rumbo a tierra germana.
La Copa "Carlos Dittborn Pinto", fue instaurada en 1962, meses después de la muerte del gran dirigente chileno del mismo nombre, que fue presidente de la Federación de su país y de la Confederación Sudamericana de Fútbol y el hombre clave para que la nación trasandina organizara la Copa del Mundo de ese año. Siempre se disputó en partidos de ida y vuelta, salvo la última edición (1976), que se definió en un solo encuentro.
De las 9 veces que se puso en juego, Argentina obtuvo 8 de ellas, por lo que se quedó de manera inobjetable con el trofeo, que permanece en las vitrinas de la Asociación del Fútbol Argentino.

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La moto la vendo y la radio se la doy a mi tía.


(BIRO-BIRO, ex jugador de Corinthians, respondiendo sobre que destino le daría al Motoradio que ganó como mejor jugador del "Timao" en un partido años atrás)

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El fútbol puede ser categorizado como un tipo de técnica masturbatoria.


(SHERE HITE, educadora sexual y feminista estadounidense)

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Ganar en la Boca (Ricardo Martínez Gálvez - Argentina)

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É uma partida de futebol (Skank - Brasil)

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El 23 de Septiembre de 1973, en la ciudad de La Paz, Bolivia, el seleccionado de fútbol de Argentina jugó un partido trascendental ante el representativo local, por las Eliminatorias del Mundial de Alemania, que se jugaba al año siguiente.
Nuestro equipo tenía una base de jugadores elegidos de una "selección fantasma", denominación que se le dio porque estuvo conformado por un grupo de futbolistas que había realizado un periodo de adaptación a la altura en el norte de nuestro país. Y parece que dio resultado porque Argentina venció a Bolivia por 1 a 0. El cotejo se disputó en el estadio "Hernando Siles", y la Argentina jugó con Carnevali; Glaría, Bargas, Tagliani y Cortés; Galván, Telch y Poy; Fornari, Ayala y Kempes. Luego ingresaron Trobbiani por Telch y Bochini por Kempes.
Lo curioso es que el único gol del partido lo convirtió Oscar Fornari (en la foto, quien vistiera, entre otros equipos, la camiseta de Gimnasia y Esgrima La Plata) en su primer y único partido en el seleccionado nacional. Y fue debut -glorioso por cierto- con gol de su autoría, e inesperada despedida.

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Recibí una llamada de teléfono en mi teléfono.


(JOHN TERRY, capitán del Chelsea)

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Toda la vida ha habido maletines y el que diga lo contrario miente.


(ISMAEL URZAIZ, ex jugador del Athletic Bilbao, y su opinión acerca de la incentivación y arreglos en el fútbol)

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La Pulpo (Claudio Cherep - Argentina)


La Diócesis es así, no perdona esas cosas. “Quién hubiera dicho del padre Ernesto... quién hubiera dicho, con esa cara de mosquita muerta”, comentaban las comadres del barrio.
Enfundado en una vieja campera de jean con corderito, el padre Ernesto se cercioró de que no faltara ninguna de sus escasas prendas y con los ojos llorosos, aferró sus manos a una valija antigua. Con la mirada gacha empezó a caminar con destino a ninguna parte después que el arzobispado decidiera que el amor a Dios no podía compartirse con ningún otro amor y menos con ese amor, tan apasionado.
Ante la falta de información, se decía que el padre Ernesto se había quedado con lo recaudado en la colecta anual de Cáritas, que se había agarrado a trompadas con un cura de otra iglesia y hasta que había traicionado a Dios saliendo de jarana nada menos que con la señora del presidente de la vecinal. Todas habladurías.
El padre Ernesto, algo calvo a sus 45 años, siempre jovial, esta vez atravesó por última vez la que fue durante 20 años su casa sin lograr contener el llanto.
Las damas de beneficencia le negaron el saludo y la comisión de actividades infantiles publicó un comunicado declarándolo persona no grata.
Antes de abandonar definitivamente el predio, mientras los chicos que le habían pedido el respeto le tiraban con papel picado y unos pocos pibes agradecidos le decían ¡fuerza padre!, se le apareció delante de sus ojos el mismísimo Arzobispo.
El padre Ernesto se ilusionó con otra oportunidad. Se plantó frente al anciano que había ordenado que le quitaran los hábitos, le devolvió simbólicamente la primera sotana, esa que había usado cuando era un pibe y recién había egresado del Seminario, se santiguó y sin hablar se quedó allí como pidiendo clemencia. No hizo falta.
El arzobispo lo miró con gesto severo. Frunció el entrecejo y con tono paternal le espetó:
-Ernesto, hijo. El día que suspendiste la misa porque tu equipo jugaba el codificado a las siete de la tarde te perdoné. Aquella vez que golpeaste a dos monaguillos porque te gritaron el gol sobre la hora de no sé que equipo, hice la vista gorda. La noche que colocaste una pantalla gigante en el atrio central, tapando incluso a Jesús, para que los chicos vieran la final de la liga mayor turca entre el Galatasaray y el Fenerbache no dije nada. Esa tarde en que diste la misa en calzoncillos, con una camisa blanca, moñito, medias tres cuartos y zapatos, por cábala porque jugaban el clásico, me hice el zonzo. Pero a esto no lo podemos permitir hijo. Esto es el acabose. Quiero que sepas que el portón de la parroquia, aunque mida 7.15 por 2.25 no es un arco, que las sillas se colocan en el medio del salón, una detrás de otras, y no al costado como si fueran plateas bajas, que la copa plateada donde se sirve el vino no se puede utilizar como imaginario trofeo para ningún ganador, que las soguitas que unen a las sillas no deben ser empleadas como hipotéticas rayas de cal, que las imágenes sagradas no pueden bajarse de las paredes y colocarse en las sillas como si fueran espectadores, que las cuatro cruces que nos donaron de Roma no deben ubicarse a los costados para formar ningún semicírculo que semeje el sitio donde se patean los córner y que no me importa que llueva y no puedan utilizar la canchita. Eso no te da derecho a improvisar un partido con los chicos del barrio aquí dentro. ¡Por Dios!

(NOTA: el título hace referencia la recordada Pelota Pulpo, pelota rayada de goma muy popular en Argentina a partir de la década del '40 y que dibujaba imprevisibles piques en las calles empedradas de los barrios porteños)

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De la victoria histórica de la selección de Perú sobre la de Uruguay en el Estadio Centenario de Montevideo, en 1981, aún se discute el gol ilícito de descuento marcado por el charrúa Waldemar Barreto Victorino (Montevideo, 22/05/52), goleador en ese año del Club Nacional de Football de la capital del país oriental.
Victorino comenzó en Cerro, en 1969, y luego pasó a Progreso, en 1974. En 1975, ingresó a River Plate de Montevideo, donde jugó tres temporadas. Nacional lo fichó en 1978 y un año después, en 1979, se erigió como máximo realizador del Campeonato al anotar 19 tantos.
En 1980, en la final de la Copa Libertadores contra Internacional de Porto Alegre, en Montevideo, anotó de certero cabezazo el único y definitivo gol que le dio el título al bolso. En 1981, hizo el gol triunfal sobre Nottingham Forest en la final de la Copa Intercontinental. Fue también máximo realizador de la Copa Libertadores de 1980, con seis tantos.
Con la selección celeste debutó en 1976 y con ella se proclamó campeón de la Copa de Oro de selecciones campeonas del mundo en 1980; anotó un gol decisivo en la final ante Brasil. Tras haber triunfado plenamente en Nacional pasó a Deportivo Cali, para luego regresar a Nacional y pasar fugazmente por Cagliari de Italia. Después recaló en Newell's Old Boys (1983-1984) y, posteriormente, en Colón de Santa Fe. Se marchó a la Liga Deportiva de Portoviejo de Ecuador, en 1987, y llegó a jugar en el fútbol peruano por Sport Boys de El Callao y Defensor Lima.
En 1991, ya con 38 años encima y al borde del retiro, recibió una oferta de Deportivo AELU de Pueblo Libre (Perú), que le adelantó 30 mil dólares luego de firmar el contrato. Victorino, tras cerrar el acuerdo, volvió a su país, y se comprometió a regresar para defender al equipo verde, pero no cumplió su palabra.
Por eso, luego de que esta historia ensuciara el final de su carrera, pocos recuerdan en Perú con gratitud al centrodelantero oriental, inteligente, que sabía buscar los espacios y aprovechaba al máximo las ocasiones que se le presentaban para convertir.

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La Selección no te espera. Cuando te tiran la pelota, tenés diez minutos para hacer las cosas bien. Y si no ya empiezan a decir "una cosa es la Selección y otra cosa es el club".

(LEONARDO RODRÍGUEZ, ex internacional argentino, con paso exitoso por la Universidad de Chile)

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Sólo hay tres cosas que se mantienen suspendidas en el aire: los picaflores, los helicópteros y Dadá Maravilha.


(DADÁ, ex futbolista brasileño, Campeón del Mundo en 1970 con la "canarinha")

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Pensar con los pies


Gonzalo Suárez y David Trueba reivindican el fútbol como símbolo y espectáculo. Con el horizonte de la Eurocopa que empieza el próximo sábado, los escritores y cineastas analizan un deporte que ha dado grandes crónicas pero no grandes películas.
Salta a la mesa el sintagma "intelectuales futboleros" y David Trueba niega la mayor. No por futbolero, sino por intelectual. "Intelectuales son Habermas y los académicos. Yo me considero más del entertainment, del mundo del espectáculo. Por oficio estoy más cerca de Sara Montiel. Tal vez Gonzalo, que es un pensador...". "¿Yo?", responde éste revolviéndose en la silla: "Individuo en dificultades. Yo quería ser explorador. Luego entendí que explorar era cazar moscas. Nunca me he puesto la bata de escritor". El mismo día en que el Manchester United le birló la Champions al Chelsea en los penaltis y a tiro de piedra de la Eurocopa de Austria y Suiza, que se abre el próximo sábado en Basilea, los dos escritores y cineastas se reúnen en un restaurante madrileño.
Gonzalo Suárez realizó informes para el Inter de Milán, al que entrenaba Helenio Herrera, el marido de su madre.
Uno de los protagonistas de la nueva novela de Trueba es un futbolista argentino que ficha por un equipo español.

"El fútbol es un drama en directo, y es muy difícil llevar esa pasión al diferido o a una película". (David Trueba)

"Chillida me dijo que había aplicado a su escultura nociones sobre el espacio aprendidas del fútbol". (Gonzalo Suárez)

David Trueba (Madrid, 1970) advierte de que él es un mero aficionado y Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) añade que nadie sabe de fútbol. Ni de economía: "Si entendieran, hubieran dicho a principios de año que el Zaragoza iba a bajar a Segunda y que la crisis estaba encima. Yo creo en el destino, pero a posteriori". "El partido del domingo se ve mejor el lunes", añade Trueba, cuya última novela, "Saber perder" (Anagrama), cuenta entre sus protagonistas con un futbolista argentino que ficha por un equipo español. Cuando nació David Trueba, Gonzalo Suárez ya había publicado seis libros y dirigido tres películas. "Lo conozco desde niño", dice éste de aquél. Y añade: "¡Dios mío, de todo hace ya veinte años! Cuando no cuarenta".

La relación del director de El portero con el fútbol daría para una novela (adaptable al cine, claro). El segundo marido de su madre fue Helenio Herrera, considerado el primer entrenador moderno de fútbol y al que se atribuyen ocurrencias ya históricas como: "Se juega mejor con diez que con once" o "vamos a ganar sin bajarnos del autobús". En los años en que H. H. entrenó al Inter de Milán, Gonzalo Suárez realizó informes sobre los rivales del equipo italiano. "No era un ojeador. No miraba jugadores. Para eso ya tenía Helenio unas fichas muy completas, como las de las bibliotecas. Yo era un espía", aclara. De aquella experiencia surgió en 1964 Los once y uno, una novela montada a partir de anécdotas reales del Inter y el Barça componiendo un solo puzzle. Sobre ella llegó incluso a hacerse un guión para la Warner, con una duda respecto al actor protagonista: el propio Helenio Herrera u Orson Welles. Además, en la primera mitad de los sesenta, Gonzalo Suárez publicó reportajes y entrevistas en diversos periódicos bajo el seudónimo de Martín Girard. Como apunta Javier Cercas, cuyo primer libro publicado no fue ninguna novela, sino un ensayo sobre la obra de Suárez, aquellas crónicas se adelantaron diez años al nuevo periodismo. En 2006 quedaron recogidas en un volumen imprescindible: “La suela de mis zapatos” (Seix Barral).

Justo antes de empezar a hablar de fútbol, David Trueba y Gonzalo Suárez -que a partir de la semana que viene analizarán la Eurocopa para la sección de Deportes de este periódico- reparan en que ambos, de jóvenes (o de más jóvenes), habían jugado... al balonmano.

SUÁREZ: Pero yo al balonmano de once contra once en campo de fútbol. Era precioso.

TRUEBA: Una especie de rugby.

SUÁREZ Sí, de hecho, yo viví los primeros tiempos del rugby en España, en la facultad. Nos entrenaba André Courrèges.

TRUEBA: ¿El diseñador de moda? A mí el balonmano me parece el deporte perfecto, como un ajedrez con personas. España es una potencia mundial y los medios no le dan relevancia.

SUÁREZ: A mí dejó de interesarme cuando pasó a ser de siete y en cancha de cemento. Soy herbívoro, no me gusta el cemento.

TRUEBA: Yo perdí el gen competitivo a los quince años.

SUÁREZ: Pues a mí me lo insufló Helenio Herrera. Yo había sido un niño de pasillo. Toda mi infancia, toda la posguerra. No de barrio, como otros niños.

TRUEBA: Sería curioso analizar ese gen. Maradona lo sigue teniendo. Y los que conocían a Cruyff dicen que no toleraba no ganar. Terminaba los entrenamientos y se quedaba a jugarse dinero viendo quién le daba más veces al larguero en lanzamientos de falta. Es gente con la competición en la sangre.

SUÁREZ: Helenio hasta en los aviones tenía que salir el primero. Era una continua carrera. Pero eso lo da el hambre, al menos en su caso. Había superado una miseria tan extrema que a partir de ahí se puso a correr y no paró.

TRUEBA: Es gente que asocia el juego a ganar. Otros, a disfrutar.

SUÁREZ: O a imaginar. Porque para ser competitivo necesitas anteojeras y limitar tu visión.

TRUEBA: Es lo que comentaban Mastroianni y Vittorio Gassman de los actores. Cuanto más tonto fuera, mejor. En el sentido de cuanto más vacío, para poderse llenar con el personaje. Luego se ha entendido mal lo de tonto, aunque un tonto es peligrosísimo, sea en un rodaje o en un campo de fútbol, es peor que un malo. Se referían a alguien que llega de nuevas, que está dispuesto a ser formado.

SUÁREZ: Eso sería inocencia. En ese sentido yo no he dejado de ser tonto. De hecho, "El idiota", de Dostoievski, fue durante mucho tiempo mi libro de cabecera.

¿El gen competitivo también es decisivo para el espectador? ¿Se puede disfrutar un partido sin querer que gane un equipo concreto?

TRUEBA: Es distinto. Eso es elegir, no ser fanático. En cuanto veo un partido ya tengo uno que quiero que gane. Y si gana me hago del otro, porque la celebración del triunfo me parece tan hortera... Es uno tan idiota en cuanto empieza a hacer así (levanta los dos brazos).

¿Y por qué engancha el deporte a la gente?

TRUEBA: Es que es de los pocos aspectos de la vida que concede la posibilidad de que el débil venza al poderoso. Por eso se engancha la gente. En la vida real es imposible: en la política, en la banca... El deporte concede esa pequeña ventanita de placer donde todos los débiles del mundo se alían o donde los débiles se hacen del poderoso porque les concede un domingo de poder. Luego termina el partido, cogen el metro y se vuelven al suburbio.

SUÁREZ: A mí hay dos cosas que me repugnan. Una, la dinámica de grupo. No me gusta la mentalidad del grupo. La otra es el público masivo de los estadios. Además, nunca he conocido a nadie que sea "el público". Nadie es "el público". Creo que hay que preservar a la persona. Escribo y hago cine persona a persona. Donde no está la persona se impone lo más irracional. Da miedo. Me dio miedo en su día, cuando hacía los informes para Italia, que era una tarea muy sencilla porque te decían muy concretamente lo que quería Helenio. Fue el primer país que puso rejas entre el campo y el público. Te veían escribir y se empezaban a meter contigo, eras sospechoso. No me fío de la masa que ve blanco donde es negro en función de la camiseta. Por eso creo que la fidelidad a un equipo es bastante tonta. Si te gusta el fútbol, es contradictorio con el hecho de que tengas que seguir una bandera. Eso siempre me da miedo. Banderas, sotanas, todo eso que se mueve al viento me produce escalofríos porque lo que viene detrás no me gusta.

TRUEBA: Eso ya es entrar en para qué se utiliza el fútbol.

SUÁREZ: Como contrapartida habría que hablar de la descarga de adrenalina que se canaliza en los estadios. Algo que en otros escenarios ya sabemos qué resultado da. Pero me molesta saber que bastan unas circunstancias, una banderita, una camiseta, para que nos convirtamos en eso.

TRUEBA: Hay una necesidad social de pertenecer a un grupo. Como el español no es de partido político -tiene una fidelidad pero no la puede ejercer en público porque está mal visto-, el fútbol canaliza esa necesidad. Por otro lado, prácticamente todos los mundiales han estado al servicio de la corrupción política. Incluido el de España 82, que era un mundial que había pedido Franco en vista del gran éxito que les reportó a las dictaduras brasileña y argentina. Ahora pasa lo mismo con los Juegos Olímpicos de Pekín.

El fútbol ha dado grandes cronistas, pero no gran literatura ni gran cine. ¿Cuál sería la gran película sobre fútbol?

SUÁREZ: Yo no he visto ninguna buena, porque Evasión o victoria, de John Huston, era simplona y falsa, en lo que al fútbol respecta.

TRUEBA: La saeta rubia tiene la curiosidad de ver a los futbolistas reales, pero no tiene mayor interés. Ya empieza a haber un género tangencial, desde Fiebre en las gradas (basada en el libro de Nick Hornby sobre el Arsenal) hasta Quiero ser como Beckham. El fútbol es el telón de fondo.

SUÁREZ: Mientras el balón sea redondo y el resultado imprevisible, el fútbol será imposible de trasladar a la pantalla.

¿El hecho de que se trate de un deporte colectivo añade dificultad?

SUÁREZ: Varias dificultades: ¿que sean futbolistas o que sean actores? Si son futbolistas, ¿tienen que actuar? ¿Qué colores pones, qué club? ¿Te lo inventas y reconstruyes todo el contexto? Resultaría muy problemático.

TRUEBA: Tienes que inventártelo. Yo la haría encantado. Siempre que la película no transcurriera en el campo. Sólo si no pones a los jugadores en el césped puedes salvar la película.

Con otros deportes sí se han hecho grandes películas, empezando por el boxeo.

SUÁREZ: En las películas de boxeo se habla de la mafia, de corrupción, de gente pagada por perder. ¿Qué equipo de fútbol asume eso? Te lo tienes que inventar todo.

TRUEBA: Una gran película sería sobre la selección Argentina de 1978, pero quién hace de Kempes. Se han hecho películas a mayor gloria de Zidane, de Di Stéfano, de Maradona como se han hecho a mayor gloria de la Pantoja.

Maradona ya lleva varias. En Cannes se estrenó la de Kusturica. Y aprovechó para criticar a Pelé, que salía, por cierto, en la película de Houston.

TRUEBA: Pelé ha decidido hacer dinero arrimándose a los poderosos y Maradona ha decidido hacer dinero haciendo la revolución. Son dos polos del mismo sistema. Pero que una persona le diera prodigiosamente bien a un balón no significa que su opinión sobre la política mundial tenga ninguna importancia. Por cierto, es posible que la mejor película sobre fútbol sea el vídeo del gol de Maradona a Inglaterra en el mundial de México.

SUÁREZ: Y eso que el fútbol no se ve bien por televisión. Muchas veces lo importante no es ver la jugada sino dónde no está el balón. Lo importante es ver el espacio. Eduardo Chillida, que había sido portero de la Real Sociedad, me dijo que él había aplicado a su escultura nociones sobre el espacio que había aprendido en el fútbol.

Iríbar decía que la televisión había matado la imaginación. Y que había hecho mucho daño, sobre todo, a los porteros.

TRUEBA: La televisión corrompe todo lo que toca. En la retransmisión no tiene ninguna importancia ni la colocación ni el espacio, que es, eso dicen los que entienden, lo más importante. Nunca apreciarás a un jugador que abra huecos, que sea oportuno. Porque su trabajo no sale en la tele. Por eso algunos presidentes sólo quieren fichar delanteros.

SUÁREZ: Los jugadores de clase (Luis Suárez, Guardiola) siempre han sido jugadores en gran angular, veían el espacio. Pero el jugador que más suele gustar es el de teleobjetivo: el que regatea y hace lo imposible. Pero esa jugada es excepcional e irrepetible.

TRUEBA: El fútbol es un drama en directo, y es muy difícil llevar esa pasión al diferido o al grabado que es una película. Los deportes han sido cinematográficos o literarios cuando han sufrido la manipulación de quien los miraba. Las grandes películas de boxeo no hablan sobre los combates. Lo interesante es lo que rodea a los personajes. Si consigues hacer una obra rica en el desarrollo de los personajes, el fútbol resulta tan interesante como el curso del río Misisipi. Depende de la calidad de la mirada.

¿Y no se podría aplicar al fútbol la misma mirada manipuladora que al boxeo? El fútbol ha generado mejores crónicas que ficciones.

SUÁREZ: El boxeo como metáfora es más estricta: es uno contra otro. Y el hecho de que se dé en un cuadrilátero es más inteligible como representación. Además, lo mitificaron los surrealistas, la novela negra... Lo importante es amueblar la realidad. Por eso la gente quiere que le cuentes al día siguiente lo que ha visto el día anterior. Y sabiendo, además, el resultado.

TRUEBA: La crónica es fundamental.

SUÁREZ: Sí, para no perderse en el agujero negro del instante.

TRUEBA: Ha habido escritores que han hablado bien de fútbol. Aparte de Gonzalo, que lo ha hecho muy bien, están los argentinos. Siendo justos, porque luego ha caído todo en la parodia, lo que hizo Valdano cuando se puso a escribir de fútbol tiene mucho valor. Que lo hiciera bien Vázquez Montalbán tiene un relativo mérito porque ya tenía atribuido el factor intelectual, pero Valdano fue el primero que, salido de los campos, empezó a contar el fútbol muy bien, con ironía, con sentido mítico. Luego, cuando conoces la sensibilidad argentina y uruguaya, descubres que él era heredero de la tradición de Roberto Fontanarrosa, de Osvaldo Soriano, escritores que han bordeado los géneros. Fontanarrosa era viñetista, y Soriano, periodista y novelista negro. Su relato sobre el Maracanazo (Obdulio Varela, el reposo del centrojás) es maravilloso.

Ahora hay más escritores futboleros, pero en la literatura española el caso más socorrido era siempre el poema de Alberti a Platko, el portero húngaro.

TRUEBA: Y Vinicius de Moraes tiene un poema muy bonito a Garrincha, El ángel de las piernas torcidas. Si al atraso histórico español le añades la Guerra Civil, cuando llegamos a los cuarenta y cincuenta, que es cuando se da la explosión del fútbol, tenemos un país de un catetismo abrumador. Para ser intelectual aquí había que fingir unas cosas que en Argentina, México o Francia no había que fingir. Gonzalo, tú conoces bien la tradición francesa.

SUÁREZ: Yo empiezo a no acordarme de nada.

Albert Camus jugó de portero.

TRUEBA: El deporte siempre ha sido importante para muchos escritores. Orhan Pamuk es seguidor del Fenerbahce. Y Coetzee en "Diario de un mal año" hace varias reflexiones sobre el críquet. Coetzee escribe muy bien sobre el deporte, y habla, precisamente, de la profunda antipatía que produce la celebración de un triunfo deportivo. Esa estúpida manía de celebrarlo todo como si fuera el no va más, por cualquier excusa te cierran la Cibeles o Canaletas, formando parte de esa hiperinflación mediática del fútbol, donde cada pequeña cosa que sucede es hinchada artificialmente para sacar dinero.

SUÁREZ: Yo la verdad es que prefiero que me las juzguen antes (risas). De cualquier cosa se puede sacar buena literatura, depende, como decíamos, de la mirada.

TRUEBA: Sí, y ahora que las batallas son teledirigidas, quizás el fútbol tenga algo de batalla que se puede contar.

¿El deporte es la épica de nuestro tiempo?

TRUEBA: No, la épica hoy está en las pateras, no en el Bernabéu. Los medios han terminado con la épica. Cuando yo era pequeño leía las cosas que se escribían sobre cine para ser mejor espectador, para encontrar en las películas cosas que no había sabido encontrar. Como ahora vivimos en una época de dorar la píldora al consumidor, la escritura sobre las cosas tiene como objetivo crear peores espectadores. Te hacen tragar que lo que estás viendo es buenísimo, y luego... Se ha perdido el sentido crítico y la idea de hacer mejor al que mira. Por otro lado, hasta los científicos y los intelectuales tienen que acreditar hoy triunfos deportivos para ser reconocidos. Crear una vacuna que salve millones, arrasar en taquilla.

SUÁREZ: El problema es que hay inflación. Hay un partido del siglo cada semana. Y la mejor novela de los diez últimos años sale cada dos meses.

(entrevista realizada por Javier Rodríguez Marcos y publicado en el diario “El País” de España del 31/05/2008)

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El 28 de Agosto de 1949, se enfrentaron en el estadio de Independiente de Avellaneda, por la 18ª fecha del campeonato argentino, el local y Boca Juniors.
Los equipos formaron así: Independiente lo hizo con Simonetti; Barraza y A. Vázquez; Sastre, Castro y Arnaldo; Cervino, De la Mata, Romay, Ferrari y Panasci.
Boca: Vacca; Perrocino y Bendazzi; Castellani, Grecco y Grima; H. González, J. Martínez, Ferrara, Campana y Busico.
El partido fue arbitrado por Carlos Nai Foino (foto).
El tema es que a los 16 minutos del primer tiempo, Campana abrió el marcador en favor de Boca, igualando en el segundo tiempo Ferrari para los diablos rojos.
Este gol produjo un gran revuelo. Todo Boca lo protestó por presunto foul del delantero local al arquero Vacca dentro del área chica. Allí Francisco Perrocino, defensor visitante, se excedió en los reclamos, provocando una inesperada reacción del inolvidable e irascible árbitro Nai Foino, quien al ser insultado derribó al defensor boquense de un certero puñetazo.
El partido se suspendió por incidentes en las tribunas y porque los jugadores de Boca mostraron evidente animosidad a Nai Foino.
Las acciones se reanudaron el 14 de Septiembre, sin Perrocino (le dieron 6 fechas de suspensión) y sin Nai Foino, separado por razones obvias, siendo reemplazado por el inglés Gregory.
En los minutos que faltaban. Campana y Ferrara aumentaron para Boca, descontando Vicente de la Mata para Independiente.
Así quedó el 3 a 2 de un partido en donde no faltó la sal del fútbol, el gol, ni la emoción del boxeo, con ese KO memorable.

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Ni Pelé, ni Cruyff, ni Maradona. Nadie como Di Stéfano.

(MARQUITOS, ex futbolista, compañero de "La Saeta" en aquel inolvidable Real Madrid de los '60)

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La velocidad en el fútbol cambió a partir de la Selección de Holanda en 1974. Fue una revolución en el fútbol mundial, a partir de allí se empezó a jugar mucho más rápido.

(RICARDO BOCHINI, ex futbolista de Independiente de Avellaneda y la Selección Argentina)

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Fútbol en la calle Costa Rica (Fernando Sorrentino - Argentina)


Las empresas inmobiliarias ejercen cierta poética de intención lucrativa. Así, al barrio de Las Cañitas lo llamaron La Imprenta, y a mi barrio natal, que era Palermo a secas, Palermo Viejo. Y ahora, peor aún, lo rebautizaron Palermo Hollywood.
Las cinco primigenias repúblicas centroamericanas corren desde la frontera sur (terraplén del Ferrocarril San Martín) hasta la norte (calle Dorrego). Las calles, aunque arboladas, son irremisiblemente grisáceas.
El arco tiene sus postes en un árbol y la pared; el travesaño, invisible, es la altura del brazo vertical del arquero, estirado al máximo. Hay un arco en cada vereda, y, entre ellos, unos cincuenta metros. El partido, describiendo su geometría, se denomina cruzado.
Ecuánimes como los terremotos y como las epidemias, vandálicos futbolistas usurpan calzada y aceras, asestan pelotazos en las ventanas, salpican con el agua sucia de la cuneta, ponen en peligro el físico de los peatones. La justa reprobación, el sacro odio de los vecinos ultrajados es un aceite ominoso que cae sobre ellos.
Más allá del bien y del mal, a los jugadores la furia circundante los tiene sin cuidado. Las quejas y amenazas jamás consiguen abreviar un solo minuto el partido. Termina cuando tiene que terminar.
Salvo dos casos de fuerza mayor:
A veces, la pelota cae en una casa hostil. De allí puede no volver nunca, y es como un amigo querido que parte en un viaje sin retorno. O puede volver acuchillada y destripada, y es como recibir el cadáver mutilado de ese mismo amigo.
Otras veces es el advenimiento de la ley -bajo la hipóstasis de agentes de la Comisaría 31- el que provoca en los deportistas la dispersión y la fuga, honorable si se logra salvar la pelota para próximos partidos.
Estas cosas nos ocurrían hacia 1952, hacia 1954...
Hace muchos años que no hay fútbol en la calle Costa Rica. Yo, vándalo de aquel entonces, recibo ahora ese recuerdo como si fuera un perfume.

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