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É uma partida de futebol (Skank - Brasil)

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El 23 de Septiembre de 1973, en la ciudad de La Paz, Bolivia, el seleccionado de fútbol de Argentina jugó un partido trascendental ante el representativo local, por las Eliminatorias del Mundial de Alemania, que se jugaba al año siguiente.
Nuestro equipo tenía una base de jugadores elegidos de una "selección fantasma", denominación que se le dio porque estuvo conformado por un grupo de futbolistas que había realizado un periodo de adaptación a la altura en el norte de nuestro país. Y parece que dio resultado porque Argentina venció a Bolivia por 1 a 0. El cotejo se disputó en el estadio "Hernando Siles", y la Argentina jugó con Carnevali; Glaría, Bargas, Tagliani y Cortés; Galván, Telch y Poy; Fornari, Ayala y Kempes. Luego ingresaron Trobbiani por Telch y Bochini por Kempes.
Lo curioso es que el único gol del partido lo convirtió Oscar Fornari (en la foto, quien vistiera, entre otros equipos, la camiseta de Gimnasia y Esgrima La Plata) en su primer y único partido en el seleccionado nacional. Y fue debut -glorioso por cierto- con gol de su autoría, e inesperada despedida.

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Recibí una llamada de teléfono en mi teléfono.


(JOHN TERRY, capitán del Chelsea)

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Toda la vida ha habido maletines y el que diga lo contrario miente.


(ISMAEL URZAIZ, ex jugador del Athletic Bilbao, y su opinión acerca de la incentivación y arreglos en el fútbol)

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La Pulpo (Claudio Cherep - Argentina)


La Diócesis es así, no perdona esas cosas. “Quién hubiera dicho del padre Ernesto... quién hubiera dicho, con esa cara de mosquita muerta”, comentaban las comadres del barrio.
Enfundado en una vieja campera de jean con corderito, el padre Ernesto se cercioró de que no faltara ninguna de sus escasas prendas y con los ojos llorosos, aferró sus manos a una valija antigua. Con la mirada gacha empezó a caminar con destino a ninguna parte después que el arzobispado decidiera que el amor a Dios no podía compartirse con ningún otro amor y menos con ese amor, tan apasionado.
Ante la falta de información, se decía que el padre Ernesto se había quedado con lo recaudado en la colecta anual de Cáritas, que se había agarrado a trompadas con un cura de otra iglesia y hasta que había traicionado a Dios saliendo de jarana nada menos que con la señora del presidente de la vecinal. Todas habladurías.
El padre Ernesto, algo calvo a sus 45 años, siempre jovial, esta vez atravesó por última vez la que fue durante 20 años su casa sin lograr contener el llanto.
Las damas de beneficencia le negaron el saludo y la comisión de actividades infantiles publicó un comunicado declarándolo persona no grata.
Antes de abandonar definitivamente el predio, mientras los chicos que le habían pedido el respeto le tiraban con papel picado y unos pocos pibes agradecidos le decían ¡fuerza padre!, se le apareció delante de sus ojos el mismísimo Arzobispo.
El padre Ernesto se ilusionó con otra oportunidad. Se plantó frente al anciano que había ordenado que le quitaran los hábitos, le devolvió simbólicamente la primera sotana, esa que había usado cuando era un pibe y recién había egresado del Seminario, se santiguó y sin hablar se quedó allí como pidiendo clemencia. No hizo falta.
El arzobispo lo miró con gesto severo. Frunció el entrecejo y con tono paternal le espetó:
-Ernesto, hijo. El día que suspendiste la misa porque tu equipo jugaba el codificado a las siete de la tarde te perdoné. Aquella vez que golpeaste a dos monaguillos porque te gritaron el gol sobre la hora de no sé que equipo, hice la vista gorda. La noche que colocaste una pantalla gigante en el atrio central, tapando incluso a Jesús, para que los chicos vieran la final de la liga mayor turca entre el Galatasaray y el Fenerbache no dije nada. Esa tarde en que diste la misa en calzoncillos, con una camisa blanca, moñito, medias tres cuartos y zapatos, por cábala porque jugaban el clásico, me hice el zonzo. Pero a esto no lo podemos permitir hijo. Esto es el acabose. Quiero que sepas que el portón de la parroquia, aunque mida 7.15 por 2.25 no es un arco, que las sillas se colocan en el medio del salón, una detrás de otras, y no al costado como si fueran plateas bajas, que la copa plateada donde se sirve el vino no se puede utilizar como imaginario trofeo para ningún ganador, que las soguitas que unen a las sillas no deben ser empleadas como hipotéticas rayas de cal, que las imágenes sagradas no pueden bajarse de las paredes y colocarse en las sillas como si fueran espectadores, que las cuatro cruces que nos donaron de Roma no deben ubicarse a los costados para formar ningún semicírculo que semeje el sitio donde se patean los córner y que no me importa que llueva y no puedan utilizar la canchita. Eso no te da derecho a improvisar un partido con los chicos del barrio aquí dentro. ¡Por Dios!

(NOTA: el título hace referencia la recordada Pelota Pulpo, pelota rayada de goma muy popular en Argentina a partir de la década del '40 y que dibujaba imprevisibles piques en las calles empedradas de los barrios porteños)

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De la victoria histórica de la selección de Perú sobre la de Uruguay en el Estadio Centenario de Montevideo, en 1981, aún se discute el gol ilícito de descuento marcado por el charrúa Waldemar Barreto Victorino (Montevideo, 22/05/52), goleador en ese año del Club Nacional de Football de la capital del país oriental.
Victorino comenzó en Cerro, en 1969, y luego pasó a Progreso, en 1974. En 1975, ingresó a River Plate de Montevideo, donde jugó tres temporadas. Nacional lo fichó en 1978 y un año después, en 1979, se erigió como máximo realizador del Campeonato al anotar 19 tantos.
En 1980, en la final de la Copa Libertadores contra Internacional de Porto Alegre, en Montevideo, anotó de certero cabezazo el único y definitivo gol que le dio el título al bolso. En 1981, hizo el gol triunfal sobre Nottingham Forest en la final de la Copa Intercontinental. Fue también máximo realizador de la Copa Libertadores de 1980, con seis tantos.
Con la selección celeste debutó en 1976 y con ella se proclamó campeón de la Copa de Oro de selecciones campeonas del mundo en 1980; anotó un gol decisivo en la final ante Brasil. Tras haber triunfado plenamente en Nacional pasó a Deportivo Cali, para luego regresar a Nacional y pasar fugazmente por Cagliari de Italia. Después recaló en Newell's Old Boys (1983-1984) y, posteriormente, en Colón de Santa Fe. Se marchó a la Liga Deportiva de Portoviejo de Ecuador, en 1987, y llegó a jugar en el fútbol peruano por Sport Boys de El Callao y Defensor Lima.
En 1991, ya con 38 años encima y al borde del retiro, recibió una oferta de Deportivo AELU de Pueblo Libre (Perú), que le adelantó 30 mil dólares luego de firmar el contrato. Victorino, tras cerrar el acuerdo, volvió a su país, y se comprometió a regresar para defender al equipo verde, pero no cumplió su palabra.
Por eso, luego de que esta historia ensuciara el final de su carrera, pocos recuerdan en Perú con gratitud al centrodelantero oriental, inteligente, que sabía buscar los espacios y aprovechaba al máximo las ocasiones que se le presentaban para convertir.

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La Selección no te espera. Cuando te tiran la pelota, tenés diez minutos para hacer las cosas bien. Y si no ya empiezan a decir "una cosa es la Selección y otra cosa es el club".

(LEONARDO RODRÍGUEZ, ex internacional argentino, con paso exitoso por la Universidad de Chile)

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Sólo hay tres cosas que se mantienen suspendidas en el aire: los picaflores, los helicópteros y Dadá Maravilha.


(DADÁ, ex futbolista brasileño, Campeón del Mundo en 1970 con la "canarinha")

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Pensar con los pies


Gonzalo Suárez y David Trueba reivindican el fútbol como símbolo y espectáculo. Con el horizonte de la Eurocopa que empieza el próximo sábado, los escritores y cineastas analizan un deporte que ha dado grandes crónicas pero no grandes películas.
Salta a la mesa el sintagma "intelectuales futboleros" y David Trueba niega la mayor. No por futbolero, sino por intelectual. "Intelectuales son Habermas y los académicos. Yo me considero más del entertainment, del mundo del espectáculo. Por oficio estoy más cerca de Sara Montiel. Tal vez Gonzalo, que es un pensador...". "¿Yo?", responde éste revolviéndose en la silla: "Individuo en dificultades. Yo quería ser explorador. Luego entendí que explorar era cazar moscas. Nunca me he puesto la bata de escritor". El mismo día en que el Manchester United le birló la Champions al Chelsea en los penaltis y a tiro de piedra de la Eurocopa de Austria y Suiza, que se abre el próximo sábado en Basilea, los dos escritores y cineastas se reúnen en un restaurante madrileño.
Gonzalo Suárez realizó informes para el Inter de Milán, al que entrenaba Helenio Herrera, el marido de su madre.
Uno de los protagonistas de la nueva novela de Trueba es un futbolista argentino que ficha por un equipo español.

"El fútbol es un drama en directo, y es muy difícil llevar esa pasión al diferido o a una película". (David Trueba)

"Chillida me dijo que había aplicado a su escultura nociones sobre el espacio aprendidas del fútbol". (Gonzalo Suárez)

David Trueba (Madrid, 1970) advierte de que él es un mero aficionado y Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) añade que nadie sabe de fútbol. Ni de economía: "Si entendieran, hubieran dicho a principios de año que el Zaragoza iba a bajar a Segunda y que la crisis estaba encima. Yo creo en el destino, pero a posteriori". "El partido del domingo se ve mejor el lunes", añade Trueba, cuya última novela, "Saber perder" (Anagrama), cuenta entre sus protagonistas con un futbolista argentino que ficha por un equipo español. Cuando nació David Trueba, Gonzalo Suárez ya había publicado seis libros y dirigido tres películas. "Lo conozco desde niño", dice éste de aquél. Y añade: "¡Dios mío, de todo hace ya veinte años! Cuando no cuarenta".

La relación del director de El portero con el fútbol daría para una novela (adaptable al cine, claro). El segundo marido de su madre fue Helenio Herrera, considerado el primer entrenador moderno de fútbol y al que se atribuyen ocurrencias ya históricas como: "Se juega mejor con diez que con once" o "vamos a ganar sin bajarnos del autobús". En los años en que H. H. entrenó al Inter de Milán, Gonzalo Suárez realizó informes sobre los rivales del equipo italiano. "No era un ojeador. No miraba jugadores. Para eso ya tenía Helenio unas fichas muy completas, como las de las bibliotecas. Yo era un espía", aclara. De aquella experiencia surgió en 1964 Los once y uno, una novela montada a partir de anécdotas reales del Inter y el Barça componiendo un solo puzzle. Sobre ella llegó incluso a hacerse un guión para la Warner, con una duda respecto al actor protagonista: el propio Helenio Herrera u Orson Welles. Además, en la primera mitad de los sesenta, Gonzalo Suárez publicó reportajes y entrevistas en diversos periódicos bajo el seudónimo de Martín Girard. Como apunta Javier Cercas, cuyo primer libro publicado no fue ninguna novela, sino un ensayo sobre la obra de Suárez, aquellas crónicas se adelantaron diez años al nuevo periodismo. En 2006 quedaron recogidas en un volumen imprescindible: “La suela de mis zapatos” (Seix Barral).

Justo antes de empezar a hablar de fútbol, David Trueba y Gonzalo Suárez -que a partir de la semana que viene analizarán la Eurocopa para la sección de Deportes de este periódico- reparan en que ambos, de jóvenes (o de más jóvenes), habían jugado... al balonmano.

SUÁREZ: Pero yo al balonmano de once contra once en campo de fútbol. Era precioso.

TRUEBA: Una especie de rugby.

SUÁREZ Sí, de hecho, yo viví los primeros tiempos del rugby en España, en la facultad. Nos entrenaba André Courrèges.

TRUEBA: ¿El diseñador de moda? A mí el balonmano me parece el deporte perfecto, como un ajedrez con personas. España es una potencia mundial y los medios no le dan relevancia.

SUÁREZ: A mí dejó de interesarme cuando pasó a ser de siete y en cancha de cemento. Soy herbívoro, no me gusta el cemento.

TRUEBA: Yo perdí el gen competitivo a los quince años.

SUÁREZ: Pues a mí me lo insufló Helenio Herrera. Yo había sido un niño de pasillo. Toda mi infancia, toda la posguerra. No de barrio, como otros niños.

TRUEBA: Sería curioso analizar ese gen. Maradona lo sigue teniendo. Y los que conocían a Cruyff dicen que no toleraba no ganar. Terminaba los entrenamientos y se quedaba a jugarse dinero viendo quién le daba más veces al larguero en lanzamientos de falta. Es gente con la competición en la sangre.

SUÁREZ: Helenio hasta en los aviones tenía que salir el primero. Era una continua carrera. Pero eso lo da el hambre, al menos en su caso. Había superado una miseria tan extrema que a partir de ahí se puso a correr y no paró.

TRUEBA: Es gente que asocia el juego a ganar. Otros, a disfrutar.

SUÁREZ: O a imaginar. Porque para ser competitivo necesitas anteojeras y limitar tu visión.

TRUEBA: Es lo que comentaban Mastroianni y Vittorio Gassman de los actores. Cuanto más tonto fuera, mejor. En el sentido de cuanto más vacío, para poderse llenar con el personaje. Luego se ha entendido mal lo de tonto, aunque un tonto es peligrosísimo, sea en un rodaje o en un campo de fútbol, es peor que un malo. Se referían a alguien que llega de nuevas, que está dispuesto a ser formado.

SUÁREZ: Eso sería inocencia. En ese sentido yo no he dejado de ser tonto. De hecho, "El idiota", de Dostoievski, fue durante mucho tiempo mi libro de cabecera.

¿El gen competitivo también es decisivo para el espectador? ¿Se puede disfrutar un partido sin querer que gane un equipo concreto?

TRUEBA: Es distinto. Eso es elegir, no ser fanático. En cuanto veo un partido ya tengo uno que quiero que gane. Y si gana me hago del otro, porque la celebración del triunfo me parece tan hortera... Es uno tan idiota en cuanto empieza a hacer así (levanta los dos brazos).

¿Y por qué engancha el deporte a la gente?

TRUEBA: Es que es de los pocos aspectos de la vida que concede la posibilidad de que el débil venza al poderoso. Por eso se engancha la gente. En la vida real es imposible: en la política, en la banca... El deporte concede esa pequeña ventanita de placer donde todos los débiles del mundo se alían o donde los débiles se hacen del poderoso porque les concede un domingo de poder. Luego termina el partido, cogen el metro y se vuelven al suburbio.

SUÁREZ: A mí hay dos cosas que me repugnan. Una, la dinámica de grupo. No me gusta la mentalidad del grupo. La otra es el público masivo de los estadios. Además, nunca he conocido a nadie que sea "el público". Nadie es "el público". Creo que hay que preservar a la persona. Escribo y hago cine persona a persona. Donde no está la persona se impone lo más irracional. Da miedo. Me dio miedo en su día, cuando hacía los informes para Italia, que era una tarea muy sencilla porque te decían muy concretamente lo que quería Helenio. Fue el primer país que puso rejas entre el campo y el público. Te veían escribir y se empezaban a meter contigo, eras sospechoso. No me fío de la masa que ve blanco donde es negro en función de la camiseta. Por eso creo que la fidelidad a un equipo es bastante tonta. Si te gusta el fútbol, es contradictorio con el hecho de que tengas que seguir una bandera. Eso siempre me da miedo. Banderas, sotanas, todo eso que se mueve al viento me produce escalofríos porque lo que viene detrás no me gusta.

TRUEBA: Eso ya es entrar en para qué se utiliza el fútbol.

SUÁREZ: Como contrapartida habría que hablar de la descarga de adrenalina que se canaliza en los estadios. Algo que en otros escenarios ya sabemos qué resultado da. Pero me molesta saber que bastan unas circunstancias, una banderita, una camiseta, para que nos convirtamos en eso.

TRUEBA: Hay una necesidad social de pertenecer a un grupo. Como el español no es de partido político -tiene una fidelidad pero no la puede ejercer en público porque está mal visto-, el fútbol canaliza esa necesidad. Por otro lado, prácticamente todos los mundiales han estado al servicio de la corrupción política. Incluido el de España 82, que era un mundial que había pedido Franco en vista del gran éxito que les reportó a las dictaduras brasileña y argentina. Ahora pasa lo mismo con los Juegos Olímpicos de Pekín.

El fútbol ha dado grandes cronistas, pero no gran literatura ni gran cine. ¿Cuál sería la gran película sobre fútbol?

SUÁREZ: Yo no he visto ninguna buena, porque Evasión o victoria, de John Huston, era simplona y falsa, en lo que al fútbol respecta.

TRUEBA: La saeta rubia tiene la curiosidad de ver a los futbolistas reales, pero no tiene mayor interés. Ya empieza a haber un género tangencial, desde Fiebre en las gradas (basada en el libro de Nick Hornby sobre el Arsenal) hasta Quiero ser como Beckham. El fútbol es el telón de fondo.

SUÁREZ: Mientras el balón sea redondo y el resultado imprevisible, el fútbol será imposible de trasladar a la pantalla.

¿El hecho de que se trate de un deporte colectivo añade dificultad?

SUÁREZ: Varias dificultades: ¿que sean futbolistas o que sean actores? Si son futbolistas, ¿tienen que actuar? ¿Qué colores pones, qué club? ¿Te lo inventas y reconstruyes todo el contexto? Resultaría muy problemático.

TRUEBA: Tienes que inventártelo. Yo la haría encantado. Siempre que la película no transcurriera en el campo. Sólo si no pones a los jugadores en el césped puedes salvar la película.

Con otros deportes sí se han hecho grandes películas, empezando por el boxeo.

SUÁREZ: En las películas de boxeo se habla de la mafia, de corrupción, de gente pagada por perder. ¿Qué equipo de fútbol asume eso? Te lo tienes que inventar todo.

TRUEBA: Una gran película sería sobre la selección Argentina de 1978, pero quién hace de Kempes. Se han hecho películas a mayor gloria de Zidane, de Di Stéfano, de Maradona como se han hecho a mayor gloria de la Pantoja.

Maradona ya lleva varias. En Cannes se estrenó la de Kusturica. Y aprovechó para criticar a Pelé, que salía, por cierto, en la película de Houston.

TRUEBA: Pelé ha decidido hacer dinero arrimándose a los poderosos y Maradona ha decidido hacer dinero haciendo la revolución. Son dos polos del mismo sistema. Pero que una persona le diera prodigiosamente bien a un balón no significa que su opinión sobre la política mundial tenga ninguna importancia. Por cierto, es posible que la mejor película sobre fútbol sea el vídeo del gol de Maradona a Inglaterra en el mundial de México.

SUÁREZ: Y eso que el fútbol no se ve bien por televisión. Muchas veces lo importante no es ver la jugada sino dónde no está el balón. Lo importante es ver el espacio. Eduardo Chillida, que había sido portero de la Real Sociedad, me dijo que él había aplicado a su escultura nociones sobre el espacio que había aprendido en el fútbol.

Iríbar decía que la televisión había matado la imaginación. Y que había hecho mucho daño, sobre todo, a los porteros.

TRUEBA: La televisión corrompe todo lo que toca. En la retransmisión no tiene ninguna importancia ni la colocación ni el espacio, que es, eso dicen los que entienden, lo más importante. Nunca apreciarás a un jugador que abra huecos, que sea oportuno. Porque su trabajo no sale en la tele. Por eso algunos presidentes sólo quieren fichar delanteros.

SUÁREZ: Los jugadores de clase (Luis Suárez, Guardiola) siempre han sido jugadores en gran angular, veían el espacio. Pero el jugador que más suele gustar es el de teleobjetivo: el que regatea y hace lo imposible. Pero esa jugada es excepcional e irrepetible.

TRUEBA: El fútbol es un drama en directo, y es muy difícil llevar esa pasión al diferido o al grabado que es una película. Los deportes han sido cinematográficos o literarios cuando han sufrido la manipulación de quien los miraba. Las grandes películas de boxeo no hablan sobre los combates. Lo interesante es lo que rodea a los personajes. Si consigues hacer una obra rica en el desarrollo de los personajes, el fútbol resulta tan interesante como el curso del río Misisipi. Depende de la calidad de la mirada.

¿Y no se podría aplicar al fútbol la misma mirada manipuladora que al boxeo? El fútbol ha generado mejores crónicas que ficciones.

SUÁREZ: El boxeo como metáfora es más estricta: es uno contra otro. Y el hecho de que se dé en un cuadrilátero es más inteligible como representación. Además, lo mitificaron los surrealistas, la novela negra... Lo importante es amueblar la realidad. Por eso la gente quiere que le cuentes al día siguiente lo que ha visto el día anterior. Y sabiendo, además, el resultado.

TRUEBA: La crónica es fundamental.

SUÁREZ: Sí, para no perderse en el agujero negro del instante.

TRUEBA: Ha habido escritores que han hablado bien de fútbol. Aparte de Gonzalo, que lo ha hecho muy bien, están los argentinos. Siendo justos, porque luego ha caído todo en la parodia, lo que hizo Valdano cuando se puso a escribir de fútbol tiene mucho valor. Que lo hiciera bien Vázquez Montalbán tiene un relativo mérito porque ya tenía atribuido el factor intelectual, pero Valdano fue el primero que, salido de los campos, empezó a contar el fútbol muy bien, con ironía, con sentido mítico. Luego, cuando conoces la sensibilidad argentina y uruguaya, descubres que él era heredero de la tradición de Roberto Fontanarrosa, de Osvaldo Soriano, escritores que han bordeado los géneros. Fontanarrosa era viñetista, y Soriano, periodista y novelista negro. Su relato sobre el Maracanazo (Obdulio Varela, el reposo del centrojás) es maravilloso.

Ahora hay más escritores futboleros, pero en la literatura española el caso más socorrido era siempre el poema de Alberti a Platko, el portero húngaro.

TRUEBA: Y Vinicius de Moraes tiene un poema muy bonito a Garrincha, El ángel de las piernas torcidas. Si al atraso histórico español le añades la Guerra Civil, cuando llegamos a los cuarenta y cincuenta, que es cuando se da la explosión del fútbol, tenemos un país de un catetismo abrumador. Para ser intelectual aquí había que fingir unas cosas que en Argentina, México o Francia no había que fingir. Gonzalo, tú conoces bien la tradición francesa.

SUÁREZ: Yo empiezo a no acordarme de nada.

Albert Camus jugó de portero.

TRUEBA: El deporte siempre ha sido importante para muchos escritores. Orhan Pamuk es seguidor del Fenerbahce. Y Coetzee en "Diario de un mal año" hace varias reflexiones sobre el críquet. Coetzee escribe muy bien sobre el deporte, y habla, precisamente, de la profunda antipatía que produce la celebración de un triunfo deportivo. Esa estúpida manía de celebrarlo todo como si fuera el no va más, por cualquier excusa te cierran la Cibeles o Canaletas, formando parte de esa hiperinflación mediática del fútbol, donde cada pequeña cosa que sucede es hinchada artificialmente para sacar dinero.

SUÁREZ: Yo la verdad es que prefiero que me las juzguen antes (risas). De cualquier cosa se puede sacar buena literatura, depende, como decíamos, de la mirada.

TRUEBA: Sí, y ahora que las batallas son teledirigidas, quizás el fútbol tenga algo de batalla que se puede contar.

¿El deporte es la épica de nuestro tiempo?

TRUEBA: No, la épica hoy está en las pateras, no en el Bernabéu. Los medios han terminado con la épica. Cuando yo era pequeño leía las cosas que se escribían sobre cine para ser mejor espectador, para encontrar en las películas cosas que no había sabido encontrar. Como ahora vivimos en una época de dorar la píldora al consumidor, la escritura sobre las cosas tiene como objetivo crear peores espectadores. Te hacen tragar que lo que estás viendo es buenísimo, y luego... Se ha perdido el sentido crítico y la idea de hacer mejor al que mira. Por otro lado, hasta los científicos y los intelectuales tienen que acreditar hoy triunfos deportivos para ser reconocidos. Crear una vacuna que salve millones, arrasar en taquilla.

SUÁREZ: El problema es que hay inflación. Hay un partido del siglo cada semana. Y la mejor novela de los diez últimos años sale cada dos meses.

(entrevista realizada por Javier Rodríguez Marcos y publicado en el diario “El País” de España del 31/05/2008)

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El 28 de Agosto de 1949, se enfrentaron en el estadio de Independiente de Avellaneda, por la 18ª fecha del campeonato argentino, el local y Boca Juniors.
Los equipos formaron así: Independiente lo hizo con Simonetti; Barraza y A. Vázquez; Sastre, Castro y Arnaldo; Cervino, De la Mata, Romay, Ferrari y Panasci.
Boca: Vacca; Perrocino y Bendazzi; Castellani, Grecco y Grima; H. González, J. Martínez, Ferrara, Campana y Busico.
El partido fue arbitrado por Carlos Nai Foino (foto).
El tema es que a los 16 minutos del primer tiempo, Campana abrió el marcador en favor de Boca, igualando en el segundo tiempo Ferrari para los diablos rojos.
Este gol produjo un gran revuelo. Todo Boca lo protestó por presunto foul del delantero local al arquero Vacca dentro del área chica. Allí Francisco Perrocino, defensor visitante, se excedió en los reclamos, provocando una inesperada reacción del inolvidable e irascible árbitro Nai Foino, quien al ser insultado derribó al defensor boquense de un certero puñetazo.
El partido se suspendió por incidentes en las tribunas y porque los jugadores de Boca mostraron evidente animosidad a Nai Foino.
Las acciones se reanudaron el 14 de Septiembre, sin Perrocino (le dieron 6 fechas de suspensión) y sin Nai Foino, separado por razones obvias, siendo reemplazado por el inglés Gregory.
En los minutos que faltaban. Campana y Ferrara aumentaron para Boca, descontando Vicente de la Mata para Independiente.
Así quedó el 3 a 2 de un partido en donde no faltó la sal del fútbol, el gol, ni la emoción del boxeo, con ese KO memorable.

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Ni Pelé, ni Cruyff, ni Maradona. Nadie como Di Stéfano.

(MARQUITOS, ex futbolista, compañero de "La Saeta" en aquel inolvidable Real Madrid de los '60)

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La velocidad en el fútbol cambió a partir de la Selección de Holanda en 1974. Fue una revolución en el fútbol mundial, a partir de allí se empezó a jugar mucho más rápido.

(RICARDO BOCHINI, ex futbolista de Independiente de Avellaneda y la Selección Argentina)

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Fútbol en la calle Costa Rica (Fernando Sorrentino - Argentina)


Las empresas inmobiliarias ejercen cierta poética de intención lucrativa. Así, al barrio de Las Cañitas lo llamaron La Imprenta, y a mi barrio natal, que era Palermo a secas, Palermo Viejo. Y ahora, peor aún, lo rebautizaron Palermo Hollywood.
Las cinco primigenias repúblicas centroamericanas corren desde la frontera sur (terraplén del Ferrocarril San Martín) hasta la norte (calle Dorrego). Las calles, aunque arboladas, son irremisiblemente grisáceas.
El arco tiene sus postes en un árbol y la pared; el travesaño, invisible, es la altura del brazo vertical del arquero, estirado al máximo. Hay un arco en cada vereda, y, entre ellos, unos cincuenta metros. El partido, describiendo su geometría, se denomina cruzado.
Ecuánimes como los terremotos y como las epidemias, vandálicos futbolistas usurpan calzada y aceras, asestan pelotazos en las ventanas, salpican con el agua sucia de la cuneta, ponen en peligro el físico de los peatones. La justa reprobación, el sacro odio de los vecinos ultrajados es un aceite ominoso que cae sobre ellos.
Más allá del bien y del mal, a los jugadores la furia circundante los tiene sin cuidado. Las quejas y amenazas jamás consiguen abreviar un solo minuto el partido. Termina cuando tiene que terminar.
Salvo dos casos de fuerza mayor:
A veces, la pelota cae en una casa hostil. De allí puede no volver nunca, y es como un amigo querido que parte en un viaje sin retorno. O puede volver acuchillada y destripada, y es como recibir el cadáver mutilado de ese mismo amigo.
Otras veces es el advenimiento de la ley -bajo la hipóstasis de agentes de la Comisaría 31- el que provoca en los deportistas la dispersión y la fuga, honorable si se logra salvar la pelota para próximos partidos.
Estas cosas nos ocurrían hacia 1952, hacia 1954...
Hace muchos años que no hay fútbol en la calle Costa Rica. Yo, vándalo de aquel entonces, recibo ahora ese recuerdo como si fuera un perfume.

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¿Para entender el discurso de Menotti hay que ser inteligente?

Sí, algo que en el fútbol llega con la experiencia. Los chicos quedan seducidos por su mensaje, pero si no lo captan no sirve para nada.

¿El achique es una cruz para los arqueros o una ventaja?

Todos los equipos achican. Si no, prestá atención a la salida de un rebote después de un córner. Nosotros lo tirábamos con una línea de cuatro y eso es suicida. iSi tenés a un tipo a cinco metros y no lo escuchás, ¿te imaginás cuatro tipos en línea?!

¿Hubieras abandonado el fútbol por tu religión, como hizo Carlos Roa?

Dijo que Dios le había dado todo lo que quería. Vivaldo, en cambio, que es de la misma religión, dice que Dios lo puso en este camino y por eso lo sigue. Lo que hizo es algo que a mí no me entra en la cabeza.

Al atajar un penal, ¿en qué porcentaje juega la suerte?

Ochenta por ciento, tranquilamente. El veinte restante es conocer al rival. Si es diestro o zurdo, si es potente o habilidoso. El arquero, además, tiene todo a favor. Desde el arco, la pelota se ve cerca. En cambio, desde el punto del penal, el arco es una miniatura y el arquero un gigante.

(NORBERTO SCOPONI, ex arquero argentino, en declaraciones a la revista "Mística" del 22/01/00)

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El fútbol es simple, tu necesitas la mentalidad correcta, peleando en cada partido, en cada práctica, por cada pelota.

(HRISTO STOITCHKOV, ex internacional búlgaro)

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Si me dan la oportunidad estoy preparado para ser el líder del Real Madrid en los próximos años.

(FERNANDO GAGO, futbolista argentino, en "Don Balón", Abril de 2007)

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Fútbol y mitos inútiles: la garra charrúa nunca sirvió para nada


El mito de la garra charrúa

El 13 de Junio se cumplieron 70 años del legendario gol de Héctor Scarone con pase de Tito Borjas que aseguró la victoria celeste en Ámsterdam. Aquel “¡tuya, Héctor!” permanece grabado a fuego en el imaginario social uruguayo. Nuestro fútbol asombró al mundo en las primeras décadas de este siglo que termina. Aquellas hazañas extraordinarias pertenecen a un pasado remoto que contrasta fuertemente con la mediocridad del presente.

Pero entonces, ¿por qué nos duele tanto perder una vez más, o volver a quedar fuera de un Mundial? Porque el mito sí persiste, tiene una vitalidad propia, desde hace ya mucho tiempo no depende de la evolución real de las performances deportivas. La existencia del mito de la “garra charrúa” dificulta una mirada cuidadosa, desapasionada, sobre las circunstancias histórico-sociales de aquellos desempeños excepcionales. ¿Tendrá una mirada de este tipo, algún efecto sobre la “conciencia colectiva” en que se asienta el mito? Las luces de Colombes, Ámsterdam y Montevideo.

El lugar destacado que ocupa la epopeya futbolística en nuestro imaginario, resulta para cualquier uruguayo una constatación casi banal. Tan familiar como la idea de la superioridad histórica de un fútbol que asombró al mundo entre la segunda y tercera décadas del siglo. Trasmitidas de padres a hijos, dramatizadas una y otra vez en relatos animados de pasión y nostalgia, las glorias del pasado futbolístico arraigan hondamente en la memoria colectiva. En la saga popular así preservada, destacan las victorias fulgurantes de 1924, 1928 y 1930; éstas nos hicieron sentir en el lugar del pequeño David haciendo triunfar su astucia contra el gigante Goliat (1).

Un aire de gesta heroica fue envolviendo progresivamente a estos triunfos. Pero conforme se alejaba en el pasado la década del ’30, tanto más evidente se tornaba la excepcionalidad de aquellas hazañas, su condición de irrepetibles. En nuestra hipótesis, a medida del alejamiento en el tiempo del fútbol heroico, aumentó el contraste entre pasado y presente, en beneficio del primero y en desmedro del segundo.

Cuanto más se agigantan las figuras de Nasazzi, Petrone, Scarone u Obdulio, tanto más humillante se vuelve la modestia de las actuales performances deportivas. Muchos han hecho notar el cono de sombra que proyectan sobre el presente las luces de Colombes, Ámsterdam y Montevideo; así por ejemplo, se ha dicho que “nuestro país forjó sus glorias futbolísticas con garra, técnica y viveza; pero hoy en Uruguay se le llama garra a la improvisación organizativa, la impotencia y la nostalgia” (2).

O acerca del peso del pasado sobre los hombros de los actuales jugadores: “...antes de patear, debe considerar si el ángulo de su tiro está de acuerdo con la mística celeste, la garra charrúa y los miles de almas que constituyen la nación y dependen, en vilo, de lo certero o no de su patada” (3).

El estilo épico que anima ampliamente los relatos de los viejos triunfos futbolísticos, ha contribuido así a fetichizarlos. Se trata sin duda de un camino muy legítimo que transita la comunidad para producir y reproducir una tradición propia. Las imágenes del gol de Ghigghia en Maracaná o del festejo del '30 conectan directamente con la sangre y la tierra, no con el razonamiento.

En concordancia con ello, la literatura que se ha ocupado de nuestro fútbol muestra muy a menudo a campeones tallados en mármol y bronce; pero éstos resultan materiales demasiado rígidos para representar la filigrana del acontecer histórico real. Y a medida que se agranda la figura de aquellos campeones, se estrecha la posibilidad de un análisis desapasionado del movimiento histórico que los comprendía.

En otras palabras, la fetichización de las viejas proezas entorpece una consideración socio-histórica ponderada de aquellos desempeños deportivos, de las condiciones y circunstancias que se le asocian. El relato apologético y la distancia creciente entre pasado glorioso y presente frustrante, han contribuido a borrar los contornos de aquellas hazañas épicas, a desprenderlas de los contextos que las había tornado posibles. Los campeones de bronce. Este progresivo desencuentro entre pasado y presente, ha tenido por efecto una mitificación creciente de aquellas hazañas y sus protagonistas.

Apenas iniciado, este proceso emplearía una imagen fuerte para presentarse: la “garra charrúa”, esa cualidad que se tenía o no, y que nada podía hacerse al respecto, garra que poseíamos por el solo hecho de ser quienes éramos... Franklin Morales propone una hipótesis sobre esta hibridación de fútbol y garra charrúa: "El fútbol ofrecía al criollo el escenario ideal donde exhibir la fiera entereza que heredara del gaucho, ya próximo a desaparecer ahuyentado por la maquinaria gubernamental basada en el cambio de la realidad económica (...) Este secreto fermento gaucho hallaría en la taba de la cancha el sitio ideal para pasear sin ataduras el valor y la destreza, medir su gallardía, exhibir el gesto audaz, la temeridad y la nobleza (...) El fútbol constituye una pequeña guerra, una batalla caliente, dura. Las ‘masacres' frente a los arcos estaban en la cartilla del juego" (4).

El mito no es un engaño ni una burda falsedad: antes bien, se trata de una entidad socio-cultural muy real. “El mito cuenta una historia sagrada, relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los comienzos...” (5).

El relato sagrado que narra el mito, da al mundo real cierto sentido, lo “resignifica”. El carácter extraordinario que adquiere el fenómeno mitificado, lo separa del mundo cotidiano. Por otra parte, el mito persiste porque es reactualizado periódicamente; y estas reactualizaciones reproducen aquella atmósfera sagrada, primordial y heroica, tornando definitivamente borrosa la frontera entre realidad y fantasía. Así, el relato épico de las glorias futbolísticas pasadas se ha mostrado un camino muy fecundo y transitado para reactualizar el mito.

Veamos por ejemplo -entre muchos posibles- la prosa de epopeya con que se ha coloreado la figura del “maestro” Piendibene: "En la verde gramilla de los estadios [Piendibene] inscribió el canevás de sus hazañas, la filigrana de la cortada en el área penal, la sutil concertación de los pases justos, en la concepción del juego corto y largo, como las dos alas de la línea de forwards, cuyo fútbol de conjunto era expresión armónica, desplazados con la gracia de un movimiento de abanico. Definió y estructuró la técnica y la táctica de los quintetos orientales, el dominio del medio campo, la entrada y remate en el área. ... y la pelota inscribió la sutil gama donde quedó enredada la gloria de nuestro fútbol, y la multitud vibró, en las tardes soleadas de los campos de juego, y fue gloria, pasión y adorno del hincha" (6).

Supongamos claramente establecida la condición de mito de un pasado deportivo que crece con la distancia. Al tiempo, acordemos que la ecuación que iguala mito con fantasía o engaño reduce o simplifica la perspectiva. Corresponde entonces preguntarse: ¿cuáles son los desempeños futbolísticos que efectivamente tuvieron lugar en el “tiempo primordial”? ¿en qué consistieron esas performances deportivas colocadas más tarde en un pedestal mítico? De esto nos ocuparemos en el apartado siguiente.

Tuya y mía, cortita y al pie

Numerosos autores se han ocupado de la emergencia y consolidación de un estilo propio de jugar al fútbol. Hemos consultado los trabajos de Franklin Morales (1969-1970) así como de José Luis Buzzetti (1969), César Gallardo (1969), Ricardo Lombardo (1993) y un enigmático J.M.S. autor de un opúsculo sin pie de imprenta ni editor, publicado meses antes del Mundial de 1950. Apoyándonos en ellos, hemos construido el cuadro descriptivo que sigue. Directamente traído por sus creadores británicos, el football se juega desde fines del siglo pasado según el estilo y reglas venidas de ultramar. Su progresiva popularización en nuestro país da lugar a la constitución de un juego original que combina diversos aportes. Ciertas individualidades fuertes ocupan un lugar destacado en este proceso; con el paso del tiempo adquirirían la talla de maestros indiscutidos.

Destacan en los albores de nuestro siglo las figuras de los hermanos Céspedes de Nacional, John Harley (escocés, capitán de Peñarol de 1909 a 1916), la dupla Vicente Módena-Pablo Dacal (en River Plate desde 1908), José M. Piendibene (capitán del team aurinegro hasta entrados los '20), entre otros. Durante las dos primeras décadas del siglo, emerge cierto fútbol original que se distancia rápidamente de la matriz británica.

Sus rasgos más salientes:

a) Un juego de pases rápidos, cortos y a ras de suelo que contrasta con la modalidad británica de pases largos; este juego aseguraba por una parte un mayor control del balón, y por otra, una mayor cooperación entre jugadores de distintas aptitudes que rompía con la dependencia de individualidades prominentes.

b) Un eje de juego basado en dos figuras dominantes: el center forward (director del quinteto delantero) y el center half (director del trío de la defensa).

c) Una concepción del match fundada en el dominio del medio campo, el avance en abanico, la entrada y remate dentro del área.
d) Por último, recursos como el del pase hacia atrás ante el camino bloqueado junto a improvisaciones sin libreto, rompían la marcial modalidad europea de avance unilateral y por la fuerza. Este estilo de juego se muestra ya maduro en 1910-12, y brindará sólida base técnica a los desempeños exitosos de los veinte años siguientes.

Detengámonos brevemente en dos momentos de este proceso, separados por algo más de una década (7).
El 15 de Agosto de 1910 ha sido cargado de un fuerte simbolismo; los uruguayos -que vestían por primera vez la camiseta celeste- derrotaban por 3 a 1 a su tradicional rival rioplatense en la cancha de Belvedere, sede de Wanderers. El quinteto delantero formado con V. Módena, P. Dacal, J. Piendibene, C. Scarone y P. Zibechi, exhibía el alto rendimiento del nuevo estilo de juego en proceso de consolidación.

Un año más tarde, la selección celeste volvía a derrotar a los argentinos por dos a cero en la final de la Copa Lipton jugada en el Parque Central, y en 1912 resultaba invicta de cuatro enfrentamientos con Argentina. El diario porteño La Nación comentaba en su edición del 23.9.12: “Ni aun en los mejores tiempos de nuestro fútbol se presentó un conjunto que se entendiese mejor (...) Frente a semejante cuadro que demuestra en forma elocuente los progresos del fútbol uruguayo, la tarea del nuestro fue realmente ardua. Contener a cinco forwards bien apoyados por una línea de halves, y sobre todo, cinco forwards que sólo piensan en combinar, prescindiendo en todo lo posible de la habilidad individual, es trabajo difícil para cualquier defensa”. En Noviembre de 1923 estallaba una grave crisis en el fútbol uruguayo que desencadenó la sanción de la Asociación Uruguaya de Fútbol a Peñarol y Central por dos años. Ello explica la ausencia de los jugadores de estos clubes en el Sudamericano de ese año y en el Torneo Olímpico del siguiente. El conflicto estuvo a punto de hacer naufragar la participación de Uruguay en estas contiendas deportivas: ¿cómo llenar ausencias de la talla de Piendibene...?

La Asociación Uruguaya de Fútbol responde al desafío organizando giras y torneos destinados a estimar las cualidades de numerosos jóvenes que se desempeñaban en el estrecho radio de clubes de barrio. La operación posibilitó el “descubrimiento” -entre otros- de Petrone, golero de Solferino hasta Julio de ese año 1923, y desde escasos meses atrás center forward en Charley.

Este enérgico y desconocido adolescente de 18 años sería una figura central en Colombes al año entrante. La resolución exitosa de esta grave crisis delata la existencia de una modalidad de juego ya generalizada, segura de sí, probadamente eficaz.Para finalizar este breve repaso de los orígenes, hemos seleccionado un eco de prensa -entre muchos posibles- del desempeño de la selección uruguaya en Europa, en ocasión de los Juegos Olímpicos de 1924. Véase la notable coincidencia entre las observaciones del periodista español y las características arriba señaladas. Se trata del cotidiano madrileño “El Eco”, en comentario a los partidos jugados en la península ibérica semanas antes de Colombes: “La característica más esencial de los uruguayos es la compenetración de sus líneas, que más bien que correspondientes a una selección nacional parece que pertenecen a las de un club. Pero esto tiene su explicación normal en la preparación de conjunto que realizan cuidadosamente y que les permite un ajuste extraordinario de las más diversas facultades; realmente, el acoplamiento es portentoso. Esa homogeneidad tiene su traducción en el juego combinado que ejecutan, lleno de método, exento de notas personalistas, verdaderamente colectivo y poseedor además de la táctica de levantar poco la ball del suelo. Rápidos, dan al juego, muy abierto, gran movilidad. Pero lo realmente subyugante en estos campeones sudamericanos es la calidad del pase. De cualquier manera, aun colocados en posición arbitraria, pasan fácil y precisamente a sus camaradas. El ataque tiene siempre tras de sí a los medios, cubriendo y reparando las faltas de la vanguardia” (8).

Puede decirse, en suma, que estos ruidosos triunfos se apoyaban realmente en cierta eficacia comparativa del fútbol desplegado en nuestro medio. Y al hacerlo, parecían justificar la existencia de la “garra charrúa”, que se mostraba a quien quisiera verla: la superioridad del fútbol propio no tenía explicación ni la necesitaba, se llevaba en la sangre, nada especial debía hacerse para legitimarla.

Pronto, esta percepción cobraría existencia propia, autónoma respecto de la declinación real de las virtudes comparativas del fútbol local; la “garra charrúa” consolidaba su condición de mito resistente, dotado de vida propia, capaz de sobrevivir a largas décadas de estancamiento, al desplazamiento duradero del sitial de campeones mundiales.

En pocas palabras

No hemos querido más que señalar tres cosas:

a) la emergencia de un mito que nos muestra la “garra charrúa” posibilitando los triunfos de 1924-30.

b) una “deformación de la perspectiva” operada por el mito, que entorpece el análisis de las condiciones particulares que ambientaron aquellas performances.

c) una breve reconstrucción del estilo de juego original exhibido en todo su apogeo entre 1910 y 1930, en concordancia con los sonados triunfos internacionales.

Una vez abierto, el camino del examen crítico del mito de nuestra superioridad futbolística estalla en múltiples pistas a seguir. Así, entre tantas otras: ¿cómo se jugó realmente en cada uno de aquellos tres encuentros internacionales tan próximos entre sí? ¿Cómo se ganó en el '30, cómo eran los rivales, qué selecciones importantes faltaron a la cita?

Por otra parte, ¿qué pasó realmente en Maracaná, a veinte años del Mundial de Montevideo? Se trata de viejas preguntas. Pero tal vez la perspectiva del mito, hasta ahora muy poco frecuentada, permita respuestas novedosas, eventualmente útiles para conocernos mejor.

Notas:

1 - Tomo prestada esta imagen a Hebert Gatto: “El fútbol uruguayo y el complejo de David”. Cuadernos de Marcha, Octubre de 1993

2 - José Luis González, en ¿Nunca más campeón mundial?, Fesur/Trilce, Montevideo 1990 pág.50

3 - David Martino: “El dilema del goleador vernáculo”, en Posdata del 10.03.95, p.13

4 - Franklin Morales:100 Años de fútbol uruguayo, fascículos semanales, Montevideo 1969-70, fascículo Nº 1 del 27.11.69

5 - Mircea Eliade: Mito y realidad. Guadarrama S.A., Madrid 1968, pp.23 y ss.

6 - Buzzetti, J.L.: “Crónica y comentario del Club Atlético Peñarol, 1891-1961”, en El fútbol. Antología de aa.vv., Centro Editor América Latina, Montevideo 1969.

7 - Información tomada de R. Lombardo: Donde se cuentan proezas. Fútbol uruguayo (1929-1930), EBO, Montevideo 1993; C. Gallardo: “El fútbol del 12”, fascículo Nº 3 del 11.12.69 en la Colección “100 años de fútbol uruguayo”, Montevideo 1969-70.

8 - Reproducido por el diario “El País” del 07.06.24

(artículo de François Graña, Master en Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales -Universidad de la República, Uruguay-. Publicado en la revista “Insomnia” Nº 36)

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Pedro Escartín fue un español que vivió el fútbol con verdadera pasión. Había nacido en Madrid el 2 de Agosto de 1902 y fue árbitro durante 26 años, dirigiendo 847 partidos, entre ellos 5 finales de Copa de España, actuando además en los Juegos Olímpicos de 1928 y en el Mundial de Italia de 1934.
Pero también Escartín fue técnico del seleccionado español en dos ocasiones, rechazando siempre el cobro de sus haberes. ¡Qué tiempos aquéllos!
Era también un hombre algo despistado, tal es así que en la charla previa a un partido internacional, les encomendó a sus jugadores el utilizar una táctica que respondía a un 4-4-3.
Pese a preguntar si se lo había comprendido, nadie se animaba a decirle de lo imposible de jugar con 12 jugadores (al arquero se lo omite en la táctica del equipo), hasta que Alfredo Di Stéfano se despachó con un histórico: "Lo que dijo está muy bien, don Pedro, pero tenemos doce jugadores..."
Cuentan que Escartín, sin aceptar su equivocación, cambió la respuesta alentando a sus jugadores con un: "Pongamos mucho corazón, corramos a todos los balones como si fuera lo último que hicierais en esta vida, para que nuestros rivales piensen que nosotros jugamos con uno o de más".
Otra vez, estando en Roma para dirigir un partido de la selección italiana, aprovechó para pedir una audiencia al Papa Pio XII. Le advirtieron de que debía esperar arrodillado la llegada del Papa y de que no se pusiera en pie hasta que el Pontifice se lo indicara. Pio XII le dijo: ¿"Así que usted fue el árbitro que le anuló ayer dos goles a Italia"? "Sí, pero fue con justicia, Santidad", respondió. El Papa le pasó factura y lo tuvo toda la audiencia de rodillas. Fue el mayor castigo recibido por un árbitro internacional.

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Correr no es proporcional a ganar, si fuera así al fútbol jugarían los maratonistas.


(SANTIAGO SOLARI, futbolista argentino)

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Yo no soy ejemplo para hablarle a Ortega. Su papá me llamó, pero me daría vergüenza aconsejarlo. Sólo una vez jugué borracho: tuve la suerte de escaparle al alcohol.

(RENÉ HOUSEMAN, ex futbolista argentino, en declaraciones a Radio Mitre el 13/07/08, opinando acerca del jugador recientemente incorporado por Independiente Rivadavia de Mendoza)


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Entrevista a Michel Platini


Michel Platini, presidente de la UEFA, compartió almuerzo con Mundo Deportivo. En un restaurante panorámico de Viena (el D&Co), pasó revista a todo el Euro y a mil cosas más relacionadas con el fútbol, entre las que no faltó el Barça, un equipo especial para él, ya que cuando jugaba en el Saint Etienne le quiso fichar y estuvo "muy cerca del Camp Nou".

¿Sabe usted que Pep Guardiola entrenará al Barça?

¡Claro que sí! Y le deseo toda la suerte del mundo, ojalá tenga como técnico los mismos logros que como futbolista.

¿Cree que es demasiado inexperto?

Usted conoce mi filosofía. Lo importante en el fútbol son los jugadores. Un técnico debe sacar provecho de los futbolistas que tiene a sus órdenes, compartir su forma de jugar y pensar. ¿Qué experiencia tenía yo cuando fui seleccionador francés en el Euro de Suecia en 1992? Pep era un excelente futbolista, con la cabeza muy bien puesta, que sabía en todo momento qué hacer con el balón. Si el Barça es capaz de jugar parecido a como lo hacía su técnico no va a estar nada mal.

¿Sabe que usted siempre fue el ídolo de Pep Guardiola?

Sí, lo había leído y cuando se retiró le envié un mensaje a través de su diario. Él fue un gran jugador también con el Barça de Johan Cruyff y en la selección. Le deseo lo mejor.

Usted siempre ha dicho que le gustaba la forma de jugar del Barça...

Ya en tiempos de Johan Cruyff como entrenador no me perdía un partido. Es y era una apuesta que me gusta, el fútbol de ataque y técnico es el que yo siempre quise hacer como futbolista y entrenador. Frank Rijkaard, en sus primeros años, también lo hizo. Daba gusto ver a ese equipo que llegó a ganar la Champions League en París a otro equipo como es el Arsenal que también hace un juego muy atractivo.

¿Qué le parece que prescindan de Deco, un jugador que a usted tanto le gusta?

Como presidente de la UEFA no me puedo pronunciar sobre si hacen bien o mal en dejarle ir, sólo diré, hablando en términos futbolísticos, que de este Euro 2008, Deco ha sido uno de los jugadores que más me han gustado. Ya sabe usted mi debilidad por él. Seguro que en el equipo que vaya seguirá destacando. Ya le seguía cuando estaba en el Porto y luego con Portugal.

¿Es Deco es una de las víctimas del 'asesinato' del '10'?

Bueno, ahí quienes deciden son los técnicos. 'Dieces' sigue habiendo y muy buenos, pero le hacen cumplir funciones de 'carrileros', de medio centro, de interiores, de delanteros retrasados. Deco, Modric, Xavi, Iniesta, Cesc, Pirlo, Aquilani, Rosicky (que no ha jugado el Euro por lesión), Zirkhov, Ballack, Snejder, Van der Vaart, Totti, Baggio y muchos más podrían hacer de 'diez', pero son los técnicos los que han borrado esa función maravillosa que realizaron hombres míticos a lo largo de toda la historia, desde Maradona a Netzer, Beckenbauer, Overath, Schuster, Zidane, Bobby Charlton, Rivera, Luisito Suárez, Riquelme, Pelé o Eusebio, aunque estos dos fueran más atacantes... Bueno y luego está Johan Cruyff, que jugaba con el 14 pero daba igual. Hacía de diez, de seis, de ocho, de nueve, de todo lo que le daba la gana.

Usted estuvo a punto de fichar por el Barça.

Sí, cuando jugaba en el Saint Etienne y antes por el Valencia, por recomendación de un señor que creo recordar se llamaba Pasieguito. En el Barça habló bien de mi Lucien Müller.

Por eso le tira el Barça...

No, a mí lo que me gusta de un equipo es cómo juega. Cuando lo hace bien y el Barça lo hacía, me entusiasmaba. Pero le voy a contar un secreto que ni usted, que me conoce de años sabe. Estuve a punto de fichar por el Real Madrid como entrenador.

¿Cuándo?

Fue en la temporada 1992, cuando era seleccionador de Francia y habíamos eliminado a España en la fase previa. Creo recordar que les entrenaba Vicente Miera. Entonces me hicieron una oferta muy seria que estudié detenidamente, pero al acabar la Eurocopa 1992 decidí que no era lo mío seguir en los banquillos, que lo había pasado fatal.

¿Sabe que en España critican que la selección juegue tanto al toque?

¿Y qué va a hacer Luis Aragonés si tiene en el equipo a Xavi e Iniesta? ¿A Cesc, que juega en el Arsenal y ha salido del Barça? ¿A jugadores técnicos? ¿Pegar pelotazos? Creo que Luis ha sido muy inteligente en adecuarse a los jugadores que tiene. Y si éstos juegan en el Barça, qué mejor solución que España juegue como el Barça. Es de sentido común.

¿Le gusta el 'Barça-España'?

No me haga trampas. Ya sabe que a mí lo que me gustan son los futbolistas, los detalles, no tanto el equipo en general. No me interesan las tácticas sino el espectáculo en general y de forma individual qué dan los futbolistas. Pero le diré que en esta Eurocopa se está viendo buen fútbol, que hay emoción y eso para mí es fundamental. Diría que España, como Portugal, Croacia, Holanda, Alemania, Rusia, Suecia y muchos más han sido positivos en su juego, han querido agradar y ganar. Luego en cada partido puede decidir un detalle. Fíjese en el Croacia-Turquía. Todavía estaban celebrando el gol los croatas y empatan en el último minuto los turcos. Eso es el fútbol.

¿Le ha decepcionado Italia, vigente campeona del Mundo?

No se puede juzgar a un equipo así de golpe. Todo ha dependido de un penalti. ¿Sería el mismo juicio en Italia si Casillas no para sus penaltis o Cesc marca el último?

¿Le ha sorprendido Rusia?

Sí y no. Sabíamos que llegaban muy frescos a nivel físico, que casi todos sus jugadores pertenecen a su Liga que está al inicio. Y si además tienen calidad, que la tienen, pues no pueden sorprender a nadie. Ya en la Copa del Mundo de México-86 les tuve cerca y vi a un auténtico equipazo que me recuerda mucho al actual de Guus Hiddink.

Usted era partidario de cambiar las fechas del Euro. Hay que estudiarlo, ¿pero cuándo sería mejor?

El clima europeo es muy variado, aunque se podría estudiar celebrar la Eurocopa al inicio de la temporada, cuando los jugadores estuvieran más frescos. Pero seguro que entonces los clubs dirían que sus jugadores llegan cansados...Vamos a estudiarlo.

¿Está preocupado por cómo van las cosas en la organización del Euro 2012 en Ucrania y Polonia?

De este tema no voy a hablar durante la Eurocopa. El 3 de Julio vamos a visitar ambos países y estudiar de forma conjunta cómo están las cosas.

¿España...?

No, no voy a contestar si España u otro país son alternativa al Euro 2012. He dicho que de ese tema no hablo.

¿Está contento del nivel del arbitraje en este Euro?

Es un tema que no me preocupa lo más mínimo. Está Ángel Villar al frente de la comisión y son ellos los que deciden quiénes pitan. Yo voy a los partidos y no sé quién será el árbitro.

¿Con qué fútbol se queda?

Cuando llegué a Italia recuerdo que para mí un partido sensacional era el que acababa 3-3. Luego en el 'calcio' supe apreciar que un 0-0 podía ser un buen partido. Ahora sigo creyendo que mejor si hay fútbol de ataque y goles, por más que entienda la importancia de una buena defensa. Yo era delantero y soy francés, aunque de ascendencia italiana.

¿Está contento por el cambio en el tema de las tarjetas a partir de cuartos?

Mucho. El presidente Blatter me ha dicho que lo van a adoptar para el Mundial de Sudáfrica 2010. El presidente Platini es un ex futbolista. No se puede perder uno una final por una, con perdón, 'chorrada'. Una final es algo muy especial. Futbolistas como Nedved o Amor se la perdieron en Champions y no debe repetirse.

¿Van a ampliar la Eurocopa a 24 equipos?

Lo hablaremos aquí en Viena, pero lo estudiaremos en Septiembre en Burdeos. Allí tomaremos una decisión después de oír todas las opiniones y si se amplía será en la Eurocopa 2016.

¿La repetición de las jugadas en las pantallas del estadio?

Yo quería que se dieran hasta las jugadas dudosas o las equivocaciones, pero los árbitros y la administración me dijeron que no. No siempre dejan al presidente salirse con la suya. Pero me sigue pareciendo lo mejor, dar todas las imágenes...

¿Ficharía a Cristiano Ronaldo por cien millones de euros?

Mire, si un club dispone de ese dinero y quiere invertirlo en un jugador está en su derecho a hacerlo. En cambio a mí lo que me preocupa es si un club está endeudado e invierte diez millones en un jugador. La UEFA va a luchar muy en serio para regular el acceso a sus competiciones de esos clubs endeudados. A través de la asociación de clubs (ECA) y de nuestros organismos como la Comisión de Licencias vamos a intentar regularizarlos. No hablo sólo de equipos ingleses como Chelsea o Manchester United, que han llegado a la final de la Champions con un gran endeudamiento, hablo en general. Además, vamos a controlar el dinero que perciben de derechos de televisión y publicidad por participar en las competiciones europeas.

¿Pero ficharía Cristiano Ronaldo por esa cifra?

El Madrid en los años 50 ya pagaba auténticas fortunas por excelentes jugadores. Los grandes equipos siempre lo hacen. No ha cambiado la tradición de ningún grande.

¿Y el Porto?

Como presidente de la UEFA no estoy nada contento con su inclusión en la Champions League. Lo digo así de claro. La UEFA, bajo mi mandato, va a luchar a muerte contra la corrupción. Puede estar sujeto a derecho, pero me parece que ese no es el espíritu. Si un equipo ha sido sancionado por su federación, por la UEFA, por corrupción no puede disputar una competición europea.

(fragmento de la entrevista realizada por Francesc Aguilar y publicada en el diario “Mundo Deportivo” del 26/06/2008)

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Ningún defensa es tan rápido, ningún portero tan bueno.

(HERNAN MEDFORD, ex internacional costarricense)

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Fecha: Febrero de 1984
Escenario: Estadio "Defensores del Chaco"
Lugar: Asunción del Paraguay
Rivales: Paraguay - Uruguay
Carácter: Amistoso

Al arquero de Uruguay lo tienen loco a naranjazos. El campo de juego está sembrado de las frutas color oro.
Y como el guardavalla de Uruguay, tanto cuanto para manifestarle indiferencia a los que lo bombardeaban, se puso a comerse las naranjas, los agresores, indignados, querían tirarle hasta los canastos.
Están 0 a 0.
En un pasaje del juego, el árbitro paraguayo, un caballero, en plan de favorecer al local y ya que no podía cobrar penal porque Paraguay no atacaba, decide expulsar a un jugador de Uruguay para equilibrar un poco la cosa. El problema era buscar un buen candidato para chantarle la tarjeta roja. Eligió un delantero que tenía inclinaciones peligrosas frente al arco de los locales: era Amaro Nadal (foto).
Y cuando llegó a la conclusión que estaba bien elegido, lo buscó, lo señaló y lo llamó para mostrarle la colorada; interviene entonces rápidamente un jugador paraguayo, se acerca al arbitro y muy silenciosamente, en guaraní, le sopla "No... a ese no, echá a aquel otro que es el mejor...".
El juez reacciona, cambia de jugador y expulsa sin más ni más a Enzo Francéscoli. Lo echó sin dar explicaciones ante la atónita mirada del "Príncipe" y la incredulidad de sus compañeros.
Poco después, en hilera, Amaro Nadal convirtió tres goles.
Ganó Uruguay 3 a 0.

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Si alguien utiliza a Jordi para enfrentarse a mí que se prepare, porque entonces iré con pistolas, ya que los cuchillos no serán suficientes.

(JOHAN CRUYFF, ex futbolista y director técnico holandés, defendiendo a su hijo ante la críticas recibidas durante su paso como jugador del FC Barcelona)

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Calciatori (Guiseppe Montanari - Italia)

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El zurdito (Ariel Prat - Argentina)

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¿Con tantos años en el fútbol, ¿dónde nota más cambios: en la forma de jugar o fuera del campo?

Lo que más cambió fue la tecnología. La forma de jugar ha cambiado en cuanto a que hoy la condición física o atlética son superiores. Los valores son distintos conceptualmente: interesa ganar por sobre todo. Usted pierde una final y parece que no sirve nunca más. En el espectáculo no ha cambiado como tendría que haber cambiado, y modernizándose, la organización. Y sí ha cambiado la condición del hincha. El espectador también quiere ganar, y de cualquier manera. Y si a esto sumamos la aparición de delincuentes organizados en barras, esto complica mucho más su pelea directa, casi frontal, con la policía que tampoco tiene la preparación suficiente para combatir este tipo de fenómeno. La policía se maneja con sus recursos que a veces llegan hasta la torpeza y lo inoportuno. Y los demás se manejan con el desprecio por su propia vida. Como la vida cada vez vale menos para ellos, entonces es menos lo que se juegan.

¿Y va con custodia a la cancha?

En general a mí me ponen algún policía que me acompaña hasta la cabina... Las canchas argentinas son muy peligrosas. No tengo problemas habitualmente, soy bastante respetado en ese aspecto. Pero eso no quiere decir que un día no aparezca un loco que tenga algún problema de cualquier tipo y pueda ser peligroso, ¿no?

¿Es porque los hinchas cuestionan sus comentarios?

No tanto. Uno no puede pensar que la gente va a tener que opinar todo lo que opinamos nosotros porque, en última instancia, si yo digo blanco a alguno estoy afectando seguramente, porque hay dos que están en competencia. El asunto es que si yo digo que es blanco tengo que demostrarlo y fundamentarlo. Y si puedo, a lo largo de toda una historia de trabajo, más allá de darte popularidad eso te da prestigio. Y sobre el prestigio vos podés edificar otro tipo de cosas.

¿Se puede decir que ganó tanto dinero como un futbolista?

No, para nada. He ganado bien, he sido reconocido. Depende qué nivel de jugador y de qué categoría... Con las estrellas no, por supuesto.

(ENRIQUE MACAYA MÁRQUEZ, comentarista deportivo argentino, en diario "Clarín" del 13/07/05)

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El fútbol es un tarro de mierda.

(PEDRO MARCHETTA, entrenador argentino)

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Hay diez mil jugadores mejor que él. Nunca existió como futbolista.

(MARCELO "El Pato" SOSA, jugador uruguayo que jugaba en el Atlético Madrid, entrándole con los tapones de punta al inglés Beckham en Diario "ABC", Enero de 2005)

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La grandeza de 300 espartanos, el fútbol glorioso (Fernando Caputi - Uruguay)


Cada vez que se da la oportunidad, mi hijo Danilo propicia conmigo un completo y descarnado intercambio informativo sobre fútbol, innata pasión heredada que ha conservado intacta en su valija de emigrante los nueve años que residió en Brasil y los 23 que lleva en México.

Opina con agudeza, la misma que siempre demostró pegándole a la pelota desde muy chico en Montevideo, cultivó en São Paulo -adolescente, en la Olimpíada de los Inmigrantes armaba y definía jugadas junto a un ya veterano pero magistral Pedro Rocha, sin omitir el combate al estilo Darío Pereyra, a quien observaba in situ domingo a domingo-, muestra como amateur en Monterrey hasta donde sus meniscos a contramano se lo permiten, y, aunque no lo confiese, sueña con detectar en su primer descendiente varón, de pies inquietos y un mes de nacido.

Danilo me presta el video de “300”, un tajante y rudo filme canadiense sobre la heroica resistencia de Esparta a las invasiones del sometedor imperio persa.

“Sería bueno que lo vieran los jugadores de la actual selección uruguaya”, reflexiona. Sin que se haga necesario explicitarlo, alude al imponente contrapunto existente entre el áureo medio siglo de glorias celestes por las que, sin haberlo vivido, siente orgullo, y lo que vino después, casi totalmente desprovisto de aquella garra, palabra incorporada al léxico lusobrasileño en 1950.

Y es que la gesta griega se sustenta en una sublime, superior determinación, primero individual y por ósmosis colectiva, frente a la adversidad de cualquier aplastante poderío adversario, y la fe -en uno mismo, no me vengan con religión- en doblegar lo teóricamente imposible con coraje inagotable, como a diferencia de otros uruguayos de su generación y siguientes, mi hijo bien sabe que ocurriera en Maracaná.

La película es de película y, en verdad, podría ser tanto o más estimulante que dólares y euros en futbolistas transferidos al Exterior y retornados al país para coyunturas que en general los presentan por entero desarraigados.

Pero de igual manera le cae de medida a directores técnicos, por más maestros que se les denomine, para tentarlos a recuperar la mejor esencia de nuestro hazañoso pasado deportivo, que no está muerto sino apenas hibernando, y encender con decisión, confianza y amor propio a planteles tan faltos de motivación que no pasan de poblar anodinas zonas intermedias de sus campos de batalla, buscando empates que acaban significando derrotas.

La comparación de los tiempos prueba que, en un sentido amplio, la mitología no excluye pasados recientes. Hobby que obsesiona y en esta ocasión me induce a situar el cambio de mentalidad futbolera, ya advertible bien avanzada la década de los 80, en una actitud coincidente, la de festejar sus cada vez más escasos goles de manera payasesca, ensayada durante la semana.

Fue así, pienso yo, que se fue considerando secundario intentar fintas y perfeccionar otros fundamentos como el de saber manejar la pelota, globalizándonos en festejos tontos de cuño circense y, en lo formal, poco varoniles.

Como si la estampa rebelde de guapo del 900, que con fecundidad transitara buena parte del siglo XX por bares y cafés de hacha y tiza, nos la hubiesen permutado en antagónicos sucedáneos, mal llamados boliches -como si dieran continuidad a aquéllos- o pubs, de filosofía más salsera que de tango.

Bajo ese enfoque no consigo imaginar a Matías González, Obdulio Varela o Schubert Gambetta bailoteando como gráciles duendes de ballet en torno al banderín del córner tras el gol de Edgardo Alcides Ghiggia.

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