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Calciatori (Guiseppe Montanari - Italia)

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El zurdito (Ariel Prat - Argentina)

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¿Con tantos años en el fútbol, ¿dónde nota más cambios: en la forma de jugar o fuera del campo?

Lo que más cambió fue la tecnología. La forma de jugar ha cambiado en cuanto a que hoy la condición física o atlética son superiores. Los valores son distintos conceptualmente: interesa ganar por sobre todo. Usted pierde una final y parece que no sirve nunca más. En el espectáculo no ha cambiado como tendría que haber cambiado, y modernizándose, la organización. Y sí ha cambiado la condición del hincha. El espectador también quiere ganar, y de cualquier manera. Y si a esto sumamos la aparición de delincuentes organizados en barras, esto complica mucho más su pelea directa, casi frontal, con la policía que tampoco tiene la preparación suficiente para combatir este tipo de fenómeno. La policía se maneja con sus recursos que a veces llegan hasta la torpeza y lo inoportuno. Y los demás se manejan con el desprecio por su propia vida. Como la vida cada vez vale menos para ellos, entonces es menos lo que se juegan.

¿Y va con custodia a la cancha?

En general a mí me ponen algún policía que me acompaña hasta la cabina... Las canchas argentinas son muy peligrosas. No tengo problemas habitualmente, soy bastante respetado en ese aspecto. Pero eso no quiere decir que un día no aparezca un loco que tenga algún problema de cualquier tipo y pueda ser peligroso, ¿no?

¿Es porque los hinchas cuestionan sus comentarios?

No tanto. Uno no puede pensar que la gente va a tener que opinar todo lo que opinamos nosotros porque, en última instancia, si yo digo blanco a alguno estoy afectando seguramente, porque hay dos que están en competencia. El asunto es que si yo digo que es blanco tengo que demostrarlo y fundamentarlo. Y si puedo, a lo largo de toda una historia de trabajo, más allá de darte popularidad eso te da prestigio. Y sobre el prestigio vos podés edificar otro tipo de cosas.

¿Se puede decir que ganó tanto dinero como un futbolista?

No, para nada. He ganado bien, he sido reconocido. Depende qué nivel de jugador y de qué categoría... Con las estrellas no, por supuesto.

(ENRIQUE MACAYA MÁRQUEZ, comentarista deportivo argentino, en diario "Clarín" del 13/07/05)

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El fútbol es un tarro de mierda.

(PEDRO MARCHETTA, entrenador argentino)

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Hay diez mil jugadores mejor que él. Nunca existió como futbolista.

(MARCELO "El Pato" SOSA, jugador uruguayo que jugaba en el Atlético Madrid, entrándole con los tapones de punta al inglés Beckham en Diario "ABC", Enero de 2005)

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La grandeza de 300 espartanos, el fútbol glorioso (Fernando Caputi - Uruguay)


Cada vez que se da la oportunidad, mi hijo Danilo propicia conmigo un completo y descarnado intercambio informativo sobre fútbol, innata pasión heredada que ha conservado intacta en su valija de emigrante los nueve años que residió en Brasil y los 23 que lleva en México.

Opina con agudeza, la misma que siempre demostró pegándole a la pelota desde muy chico en Montevideo, cultivó en São Paulo -adolescente, en la Olimpíada de los Inmigrantes armaba y definía jugadas junto a un ya veterano pero magistral Pedro Rocha, sin omitir el combate al estilo Darío Pereyra, a quien observaba in situ domingo a domingo-, muestra como amateur en Monterrey hasta donde sus meniscos a contramano se lo permiten, y, aunque no lo confiese, sueña con detectar en su primer descendiente varón, de pies inquietos y un mes de nacido.

Danilo me presta el video de “300”, un tajante y rudo filme canadiense sobre la heroica resistencia de Esparta a las invasiones del sometedor imperio persa.

“Sería bueno que lo vieran los jugadores de la actual selección uruguaya”, reflexiona. Sin que se haga necesario explicitarlo, alude al imponente contrapunto existente entre el áureo medio siglo de glorias celestes por las que, sin haberlo vivido, siente orgullo, y lo que vino después, casi totalmente desprovisto de aquella garra, palabra incorporada al léxico lusobrasileño en 1950.

Y es que la gesta griega se sustenta en una sublime, superior determinación, primero individual y por ósmosis colectiva, frente a la adversidad de cualquier aplastante poderío adversario, y la fe -en uno mismo, no me vengan con religión- en doblegar lo teóricamente imposible con coraje inagotable, como a diferencia de otros uruguayos de su generación y siguientes, mi hijo bien sabe que ocurriera en Maracaná.

La película es de película y, en verdad, podría ser tanto o más estimulante que dólares y euros en futbolistas transferidos al Exterior y retornados al país para coyunturas que en general los presentan por entero desarraigados.

Pero de igual manera le cae de medida a directores técnicos, por más maestros que se les denomine, para tentarlos a recuperar la mejor esencia de nuestro hazañoso pasado deportivo, que no está muerto sino apenas hibernando, y encender con decisión, confianza y amor propio a planteles tan faltos de motivación que no pasan de poblar anodinas zonas intermedias de sus campos de batalla, buscando empates que acaban significando derrotas.

La comparación de los tiempos prueba que, en un sentido amplio, la mitología no excluye pasados recientes. Hobby que obsesiona y en esta ocasión me induce a situar el cambio de mentalidad futbolera, ya advertible bien avanzada la década de los 80, en una actitud coincidente, la de festejar sus cada vez más escasos goles de manera payasesca, ensayada durante la semana.

Fue así, pienso yo, que se fue considerando secundario intentar fintas y perfeccionar otros fundamentos como el de saber manejar la pelota, globalizándonos en festejos tontos de cuño circense y, en lo formal, poco varoniles.

Como si la estampa rebelde de guapo del 900, que con fecundidad transitara buena parte del siglo XX por bares y cafés de hacha y tiza, nos la hubiesen permutado en antagónicos sucedáneos, mal llamados boliches -como si dieran continuidad a aquéllos- o pubs, de filosofía más salsera que de tango.

Bajo ese enfoque no consigo imaginar a Matías González, Obdulio Varela o Schubert Gambetta bailoteando como gráciles duendes de ballet en torno al banderín del córner tras el gol de Edgardo Alcides Ghiggia.

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Ángel Capuano fue un inolvidable arquero argentino que se hizo famoso, en las décadas del 30 y 40, por "jugarse la vida" ante cada pelota. Un arrojo y agilidad que todos elogiaban como su mayor virtud. Fue un temerario en el arco.
Fue titular en Racing, pero más tarde fue transferido al Fluminense, de Brasil, donde jugó dos temporadas: 1940 y 1941.
Cuando tenía todo decidido para regresar al país, aceptó una propuesta del Santos y su debut, el 31 de Mayo de 1942, no pudo ser peor. Apenas se habían jugado 20 segundos cuando Capuano salió a cortar un pase en profundidad, arrojándose a los pies del delantero adversario, de apellido Pardal, en el momento justo en que éste intentaba patear.
El puntapié dio de lleno en la cabeza de Capuano, produciéndosele una severa conmoción cerebral, fuerte hemorragia, fractura de pómulo, fisura de parietal y fisura de maxilar. Durante mucho tiempo tuvo parálisis facial del lado derecho, De todas formas, tras recuperarse, prosiguió atajando en la Argentina, aunque con escasa repercusión, pero quedó en el recuerdo de los fanáticos de entonces, la enorme entrega de un guardavallas de singulares características.

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Ellos ganaron el partido. Probablemente sea lo que querían hacer.


(DENIS IRWIN, ex jugador irlandés del Manchester United, descubriendo en 2002 los secretos ocultos del rival)

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El fútbol cada vez más es un programa de televisión que se juega en equipo. La necesidad de la tele hace que las camisetas deban contrastar e incluso cambien los colores. Estos colores que serían el último reducto de la identidad, también están desdibujados. Los jugadores y dirigentes pasan, pero los colores deberían quedar. Y el discurso más perverso de la hinchada es reivindicar para sí el sentimiento, que es lo único que queda. Los jugadores cambian y pueden ser cualquiera, incluso los clubes se mudan de barrio o pueden ser una empresa privada. Pero la esencia del hincha es otra.

(JUAN SASTURAIN, periodista y escritor argentino)

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Polirritmo dinámico a Gradín -jugador de fútbol- (Juan Parra del Riego - Perú)


Palpitante y jubiloso
como el grito que se lanza de repente a un aviador,
todo así claro y nervioso,
yo te canto, ¡oh jugador maravilloso!
que hoy has puesto el pecho mío como un trémulo tambor.

Ágil,
fino,
alado,
eléctrico,
repentino,
delicado,
fulminante,
yo te vi en la tarde olímpica jugar.
Mi alma estaba oscura y torpe de un secreto sollozante,
pero cuando rasgó el pito emocionante
y te vi correr...saltar...

Y fue el ¡hurra! Y la explosión de camisetas,
tras el loco volatín de la pelota,
y las oes y las zetas
del primer fugaz encaje
de la aguja de colores de tu cuerpo en el paisaje,
otro nuevo corazón de proa ardiente,
cada vez menos despacio
se me puso a dar mil vueltas en el pecho de repente.

Y te vi, Gradín
bronce vivo de la múltiple actitud,
zigzagueante espadachín
del golkeeper cazador,
de ese pájaro violento
que le silba a la pelota por el viento
y se va, regresa y cruza con su eléctrico temblor.
¡Flecha, víbora, campana, banderola!
¡Gradín, bala azul y verde! ¡Gradín, globo que se va!
Billarista de esa súbita y vibrante carambola
que se rompe en las cabezas y se enfila más allá...

Y discóbolo volante,
pasas uno...
dos...
tres...cuatro...
siete jugadores...

La pelota hierve en ruido seco y sordo de metralla,
se revuelca una epilepsia de colores
y ya estás frente a la valla
con el pecho...el alma...el pie...
y es el tiro que en la tarde azul estalla
como un cálido balazo que se lleva la pelota hasta la red.
¡Palomares! ¡Palomares!
de los clásicos aplausos populares...
¡Gradín, trompo, émbolo, música, bisturí, tirabuzón!
(¡Yo vi tres mujeres de esas con caderas como altares
palpitar estremecidas de emoción!)
¡Gradín! róbale al relámpago de tu cuerpo incandescente,
que hoy me ha roto en mil cometas de una loca elevación,
otra azul velocidad para mi frente
y otra mecha de colores que me vuele el corazón

Tú que cuando vas llevando la pelota
nadie cree que así juegas:
todos creen que patinas,
y en tu baile vas haciendo líneas griegas
que te siguen dando vueltas con sus vagas serpentinas.

¡Pez acróbata que al ímpetu del ataque más violento
se escabulle, arquea, flota
no lo ve nadie un momento,
pero como un submarino sale allá con la pelota...!
Y es entonces cuando suena la tribuna como el mar:
todos grítanle: ¡Gradín! ¡Gradín! ¡Gradín!

Y en el ronco oleaje negro que se quiere desbordar,
saltan pechos, vuelan brazos y hasta el fin
todos se hacen los coheteros
de una salva luminosa de sombreros
que se van hasta la luna a gritarle allá:
¡Gradín! ¡Gradín! ¡Gradín!

* Poema del poeta peruano Juan Parra del Riego, 1894-1925, dedicado al futbolista Isabelino Gradín.
Jugó en Peñarol entre los años 1915 y 1921. Fue una de las primeras "joyas negras" del fútbol oriental.

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En el partido Lanús-Independiente, por el Apertura 2004, Carlos Navarro Montoya, arquero de Independiente, le dio la pelota dentro del área a Tilger, delantero rival, para que la tirara al lateral porque él estaba lesionado. Y Tilger la tiró afuera.

- Cuando recoge la pelota y va a sacar, sintió un dolor y no la podía patear, entonces me dijo: "Daniel, por favor, tirala afuera que no puedo". (DANIEL TILGER)

- ¿Y no te tentaste, no pensaste hacer el gol? (PERFUMO)

- No, gracias a Dios. Y eso que íbamos empatando… (risas) (DANIEL TILGER)

(DANIEL TILGER, futbolista argentino, en el programa de ESPN “Hablemos de fútbol” junto a Roberto Perfumo y Víctor Hugo Morales)

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Dios creó el fútbol un domingo y luego se lo dio al Milan y dijo, ve por el mundo y enséñalo.

(Bufanda del AC Milán, que se exhibe entre 140 objetos en el Museo Catedralicio de Viena y que demuestra la estrecha relación entre fútbol y religión)

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Para los que lo vieron, fue el mejor "8 " argentino. Es lo más superior que ha venido a nuestro país y si no tuvo más fama, fue porque prefirió quedarse en México en lugar de emigrar a Europa.

(JULIO MARTÍNEZ, comentarista deportivo mexicano, refiriéndose a José Manuel Moreno, célebre jugador argentino)

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El cuero de las metáforas


* El fútbol en las letras peruanas

Fútbol y literatura. El fútbol era incompatible con el intelecto. Eso aseguraban los expertos que no hallaban nexos entre el atropellar un balón y el frío rubor de los gabinetes de los humanos pensantes. Hoy, el fútbol invade las librerías. En el Perú acaban de editarse dos novelas redondas sobre "eso" que sucede en los estadios. El encuentro en estos días se hace más intenso.

Juego de paradojas, el fútbol es paradójico para los peruanos. Los que escriben sobre el césped esos fantásticos gramas con la pelota imantada a su suela, ergo, Claudio Pizarro en el Bayern. Los otros, aquellos que suelen jugar con la gramática imantando las metáforas al tejido de las palabras escritas, vr. gr. Julio Ramón Ribeyro en “La tentación del fracaso”. Igual, futbolistas y escritores se atraen y rechazan en el rectángulo redondo de la creación. Así, el capítulo perfecto del escritor es besar las redes de la perfección del tropo. A continuación más que al contrario, el delantero grita el sordo gol con la sinfonía callada del paroxismo del gozo.

Siguiente paradoja. Futbolistas peruanos gozan de reconocimiento general en equipos de Alemania, Inglaterra y Holanda. Perú no clasifica hace 24 años a un Mundial. Otra. El mejor poema al fútbol lo escribió un huancaíno: "Polirritmo dinámico a Gradín". El poeta Juan Parra del Riego radicaba en Montevideo. El loado era un uruguayo, campeón olímpico en la década de 1920. Una más. El primer futbolista-autor es un peruano. Julio César Uribe escribió sin amanuense un libro propio dedicado a Los Carasucias la tarde de su retiro del fútbol. Y otrita más, “La ópera de los fantasmas”, novela-crónica, gana el Premio Casa de las Américas en 1980. Su autor, Jorge Salazar, natural de este país y el primer literato que integró la Selección Peruana en la era de Juan Carlos Oblitas. Una yapa. “El revés de morir”, novela espacial, escrita por el mejor Guillermo Thorndike en 1978, festeja el único registro posible de identidad del fútbol peruano, el juego de los negros de Alianza Lima. Su héroe es su antihéroe. Alejandro "Manguera" Villanueva, la alegría del pueblo. El muerto tuberculoso más famoso de La Victoria.

El Canon fútbol literario no existe y el soporte literatura futbolística es apenas perceptible. Borges, genial aguafiestas, jamás palpó el terciopelo a nalga de nínfula que tiene el cuero de una pelota de fútbol. No obstante por fregar dijo que el fútbol era "una cosa estúpida de ingleses, un deporte estéticamente feo, once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos".

Marta Hildebrandt, lúcida esclerótica, ha construido un autoepitafio: "El fútbol solo entorpece al vulgo y droga a los cretinos". Ya fueron. El poeta Arturo Corcuera es autor de un libro lírico singular por plural en el magma de la misma paradoja: “La gran jugada o Crónica deportiva” que trata de Teófilo Cubillas y el Alianza Lima. Corcuera da brillo a una poética libre, que canta al carácter popular multicultural del mestizaje criollo peruano. Fútbol es igual a genio y duende del zambo al mejor estilo de Nicolás Guillen, el mismo Parra del Riego, Nicomedes Santa Cruz y hasta González Prada.

Dice el psicólogo Julio Hevia que a las mujeres no les gusta el fútbol como no les gusta “Rayuela” o “Tres tristes tigres” porque no entienden que los (ciertos) hombres son juguetones. De ahí que algunas llegan a ser jugadoras, el añadido es mío. Sin embargo dos palpitantes poetas mujeres, Carmen Ollé y Giovanna Pollarolo padecen del virus tras una bola de cuero. La primera en “Noche de adrenalina” desliza el paradigma gol es clímax. "Una cópula como una masturbación rápida". La segunda en “Entre mujeres solas” hace queja cuando las tardes de domingo -por abundancia de fútbol- siente la ausencia del padre/esposo. Un añadido. No puedo ignorar a Blanca Varela y su poema "Fútbol" en su libro “Valses y otras confesiones”.

La ocasión es propicia. Con diferencia de horas, se han presentado en Lima dos novelas a partir del fenómeno fútbol. “Muerte súbita” (Aguilar) de Phillip Butters y “La tristeza de los burros” (Planeta) de Ernesto Ferrini. Los dos peruanos, los dos novelistas cadetes. Qué ocurrencia, los dos libros rompen la trampa del off side y destrozan la profecía: "el fútbol no se lee". Otros registros consolidados en las canchas de la literatura son las novelas de culto de Óscar Malca: “Al final de la calle” y de Isaac Goldemberg “Tiempo al tiempo”, que extraen del fútbol su enorme carga simbólica.

Mario Vargas Llosa hace una semana al despedir al periodista Ezequiel Martínez del diario “Clarín” en su casa de Madrid le confesó que esperaba descansar frente al televisor durante todo el Mundial de Fútbol. Dijo que era hincha del Universitario de Perú, del Real Madrid, del Chelsea inglés y recordaba cómo se entretuvo durante el Mundial de España cuando escribía columnas como reportero. Vargas Llosa en "Los Cachorros" hace que Pichulita Cuéllar utilice al fútbol para integrase a una elite miraflorina. El periodista cerró la entrevista con el escritor peruano con un fuera de juego: "Tampoco es para preocuparse: con cada nueva novela Vargas Llosa suele ganar todos los partidos".

Alfredo Bryce contaba hace un par de meses a Juan Cruz de “El País”, de España, que durante un partido de fútbol Perú-Brasil el locutor, fanático del equipo peruano, narraba así un lance del juego: "Avanza Perú, avanza Perú, ¡¡gol de Brasil!!". Bryce en el cuento "Su mejor negocio" del libro “Huerto cerrado” se vale del fútbol para socializar la pituquería de su protagonista. Curioso, pero otro de nuestros escritores consagrados, Alonso Cueto -Premio Herralde el año pasado- escribió hace unos días en su columna de Peru21 -luego de citar a Camus, Soriano y Ribeyro- que la afición de los escritores al fútbol no es casual, pues el fútbol -como la literatura- también es un juego (quizá la literatura sea algo más que eso).

Santiago Roncagliolo, nuestro joven escritor recientemente galardonado con el Premio Alfaguara de novela 2005 sufre del síndrome del hincha. No sólo practica el fútbol como los buenos, habla y habita en ese oceánico espacio del balompié. A la pregunta luego de recibir la Copa Literaria ¿Ya no seguirá diciendo 'Soy peruano y estoy acostumbrado a perder? respondió: "Cuando lo he dicho me refería al fútbol". Al contrario, como dice Fernando Iwasaki, estamos de lo más ganadores, en fútbol no ganaremos nunca pero el premio a Alonso Cueto, el premio finalista de Jaime Bayly (Novela de Planeta) y este premio son una buena razón para que los peruanos veamos menos fútbol y leamos más, que es menos triste.

Otro escritor amante del fútbol es Abelardo Sánchez-León. Hincha del Alianza Lima, escribe crónicas de fútbol y ha dedicado buena parte de su carrera periodística a desentrañar la magia del juego. Sus textos amalgaman la cancha tipográfica, la tinta de la calle y la cultura de masas que esta recrea. Todas sus anotaciones figuran compiladas en su libro “La balada del gol perdido” de 1998. El entrañable "Balo" ha sentenciado: "Felizmente el buen fútbol es como la poesía, se regala, a veces se queda callado, no dice nada, es gratis, como el loco amor."

(artículo de Eloy Jáuregui publicado en el diario peruano "El Comercio" del Viernes, 23 de junio de 2006)

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En las concentraciones se llevaba a mujeres a la habitación. Iba también a las discotecas y sus compañeros de equipo protestaban, pero él creía estar por encima de todos. Cuando llegó no sabía jugar en equipo, no tenía ninguna disciplina alimentaria, ni ningún rigor táctico. En París lo aprendió todo, tanto que Scolari me dio las gracias por el trabajo hecho y se lo llevó al Mundial.
Cuando uno dispone de normas de conducta y elabora un reglamento y él, durante sus ratos libres, hace subir a una chica al hotel, ¿qué debo hacer? Admitamos que cierro los ojos. Los otros, que sí cumplen las normas, vendrán y me dirán:
‘Luis, esto nos está fastidiando a todos porque si sale en la prensa, ¿qué dirán nuestras mujeres? Que estas normas de conducta no sirven para nada'.

(LUIS FERNÁNDEZ, ex jugador y director técnico francés, "atendiendo" a Ronaldinho, a quién dirigió cuando el brasileño militaba en las filas del Paris Saint Germain. Extracto tomado de su reciente libro "Luis contraataca")

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El entrenador es 95% en la semana y 5% en el partido.


(MANUEL PELLEGRINI, entrenador chileno)

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Establecer quien es el mejor de los dos, Maradona o Platini, es como discutir sobre el sexo de los ángeles.

(LODOVICO MARADEI, "La Gazzetta dello Sport", 2 de Noviembre de 1985)

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Al Alianza Lima, en su naufragio (José Pardo del Arco - Perú)


No temí caminar en el día

ni que mis ojos recorrieran sangrando

todas las playas del mundo

de mi alma

y no encontraran nada

ni siquiera aquella pequeña gaviota

perdida en el cielo

que tal vez los viera desaparecer en el agua

como una hermosa leyenda

de antiguas estrellas naufragadas.


(este poema hace alusión a la tragedia aérea del primer equipo de Alianza Lima, accidente aéreo ocurrido el 8 de Diciembre de 1987 y que dejó un saldo de 43 víctimas (16 integrantes del equipo, 6 miembros del cuerpo técnico, 4 auxiliares, 8 miembros de la barra, 3 árbitros y 6 tripulantes)

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- ¿Qué jugador le ha sorprendido en la liga mexicana?

Hay muchos jugadores de gran calidad, pero el mejor indudablemente ha sido Salvador Cabañas, un fuera de serie en México y con la selección de Paraguay.

- ¿A qué tribuye esa estupenda adaptación suya al fútbol mexicano?

Tuve la suerte de estar en un buen grupo, realmente me adapté rápidamente a la liga mexicana, tuve la confianza del cuerpo técnico y de los jugadores, y por ello cumplí una gran temporada, de hecho la cantidad de goles que logre.

¿Es muy superior el fútbol mexicano al venezolano?

El fútbol venezolano se ha venido superando en los últimos años. Realmente lo que está faltando para dar el salto final es mayor organización de los equipos y mejorar la infraestructura. Las divisiones menores y su mantenimiento continuo, junto con la observación de los verdaderos talentos, constituye la clave para avanzar. No hay milagros sino esfuerzo y consistencia en las bases donde se cosecha y madura el verdadero fútbol.

(GIANCARLO MALDONADO, jugador venezolano, en declaraciones al diario venezolano "Meridiano" en Mayo del corriente año)

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Tiene un único defecto, como muchos italianos: es demasiado católico.


(RUUD GULLIT, ex futbolista holandés, opinando sobre Silvio Berlusconi)

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El Piojo no está contento. Que sea el jugador que más fueras de juego comete en la Liga es un indicio de su falta de compromiso. Pero no es sólo él, sino que es algo generalizado en el vestuario y sobre todo en los pesos pesado. Está fallando el trato humano de Cúper. No hay alegría en la plantilla.

(PACO CAMARASA, jugador del Valencia, en el diario "El País" del martes 18 de Enero de 2000)

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El niño relator (Murga Contrafarsa & Mauricio Ubal - Uruguay)

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Yo maduré futbolísticamente a los 28 años en México, jugando en el Toluca. Hasta esa edad era muy volador, esperaba el griterío de la gente, el aplauso.
A los 28 años experimenté un cambio, pero también sentí una maduración como hombre, como persona. Por eso es feo cuando al arquero lo tildan de veterano. Sí, sos veterano, pero si estás respondiendo, ¿cuál es el problema?
Inclusive, y ahora suena tonto decirlo, yo quería inconscientemente que mi equipo no jugara bien para que me pelotearan. Prefería ganar 1-0 y que me mataran a pelotazos. A partir de la madurez, ya preferí que me llegaran una sola vez y ganáramos 5-0.

(LUIS ISLAS, ex arquero y director técnico argentino)

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El fútbol es parte de mi. Cuando juego, el mundo se despierta alrededor de mí.

(BOB MARLEY, célebre músico jamaicano)

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Si Ronaldo está gordo, yo soy obesa.

(RAICA OLIVEIRA, modelo brasileña -55 kilos de peso-, opinando días antes del inicio del Mundial 2006 acerca de quien por entoces era su novio)

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Entrevista a Wolfgang Overath


Wolfgang Overath: 62 años de edad, campeón del mundo de fútbol de 1974. Aún tiene esa velocidad en sus acciones, esa prisa apurada, sigue siendo lo que fue: un jugador. Ahora también está solicitado y se le requiere como nunca antes. Overath es el presidente del FC Colonia, un cargo honorífico. "La verdad es que me gusta mucho esta labor", y lo dice como si tuviera que convencer a alguien. "No recibo dinero a cambio. Si me pagaran ya estaría otra vez bajo presión." Y eso reduciría la diversión. Desde su mesa de presidente en su despacho ve directamente los campos de entrenamiento. En realidad el verde del césped debería tener un efecto relajante. La secretaria no está a mano, por lo que él mismo sirve el café. Aún no está sentado del todo cuando ya se lanza: ¿Qué quieres saber?

¿Por qué Alemania dentro de unas semanas será campeón del mundo?

Decir quién será campeón del mundo es increíblemente difícil.

Pero es que esa no es la pregunta: ¿Por qué Alemania será campeón del mundo?

La pregunta debería ser más bien ¿por qué tenemos alguna posibilidad de ser campeones del mundo? Pues porque jugamos en casa, porque en Alemania vamos a vivir una Copa Mundial con emociones fuertes. Yo espero que el público sea el jugador Nº 12, debe serlo para que la ilusión llegue a impregnar el equipo. Brasil, Argentina, Francia, Italia e Inglaterra son los favoritos. Pero nosotros también podemos vencer a Brasil cualquier día de éstos. Nosotros no podemos vencerles tres veces seguidas, pero sí una vez. ¿Y si esa vez fuese la semifinal o la final?

¿Qué es lo que se despierta en uno cuando recuerda la victoria en la Copa Mundial con un 2:1 en la final contra Holanda?

En 1970 fui tercero en la Copa Mundial de México, tras el partido del siglo contra Italia (perdido 3-4 en la prórroga). ¿Y todo lo que tuvimos que sufrir en la final de la Copa Mundial de 1966 con el "gol fantasma de Wembley"? Éstos fueron éxitos grandiosos y fue una gran aportación al fútbol alemán. Pero todo eso no es nada comparado con el título de campeón del mundo, ése es para la eternidad.

Sin embargo, antes de la Copa Mundial las cosas no pintaban tan bonitas para el jugador Overath.

Yo ya tenía 30 años y la temporada no me resultó nada fácil. Y tras la excepcional Eurocopa de 1972 estaba bastante claro que Günter Netzer jugaría en mi posición. A menudo llegué a pensar: Wolfgang, retírate. Pero durante la concentración de preparación en el campamento deportivo de Malente de repente todo volvía a funcionar a la perfección. Y con cada partido ansiaba más y más al gran objetivo de ser campeón del mundo.

¿Y cuando finalmente lo consiguió?

Cuando el árbitro, creo que se llamaba Taylor, dio por terminado el partido me llenó una sensación de felicidad absoluta: Había alcanzado la coronación definitiva. El hecho de que las esposas de los jugadores no pudieran asistir al banquete de celebración de la Copa Mundial en realidad ya ni me interesaba. En ese momento de felicidad indescriptible tomé una decisión totalmente racional: Wolfgang, llegado a esta cima debes retirarte como jugador de la selección nacional. Un campeón del mundo se hace inmortal.

¿A qué se debe el valor especial del título?

La gran diferencia es que, si has sido segundo o tercero, la gente lo olvida rápidamente. ¿Quién sabría decir hoy la alineación de la final de la Copa Mundial de 1966? Pero cuando has ganado una final, entonces eres inmortal. Y del título también vives en el futuro y tienes muchas ventajas, más allá del fútbol.

¿Qué consejo se le podría dar a los jugadores actuales para la Copa Mundial?

Tienen que intentar ir con ganas y con ilusión al torneo, para tener a la gente de su lado. Y tienen que luchar hasta la extenuación. Así gana el fútbol y también gana uno mismo como jugador. No hay meta más alta que la Copa Mundial.

Después del “milagro de Berna” de 1954, ¿Alemania necesita ahora un “milagro de Berlín”?

En aquel momento, el título aportó mucho a Alemania. De aquellas no éramos lo que somos hoy en día. Incluso deportivamente no teníamos nada que hacer frente a los poderosos húngaros. Y aún así lo conseguimos. Eso generó entre las personas un aumento de la autoestima para la reconstrucción tras la guerra. El fútbol, siempre algo secundario, se convirtió en lo principal.

A parte del dinero, ¿el jugador Overath habría preferido jugar en la actualidad a hacerlo en los años 60 y 70?

El dinero: Ya de aquellas ganaba mucho dinero. Y no quisiera prescindir de ninguno de aquellos días. Pero sí que me habría gustado jugar de aquellas y en la actualidad. Me gustaría seguir siendo joven. Y es que el fútbol ha adquirido tal fuerza, una dimensión impresionante. Basta con ver los muchos estadios increíbles. Sí, sí que me gustaría tener otra vez 20 años. Pero tengo que agradecer a Dios que me haya dado el talento que tengo y que me haya puesto en el lado soleado de la vida: en lo privado, en lo deportivo y en lo económico. Yo nací en el seno de una familia modesta, como el más joven de ocho hermanos. Desde muy pronto consideré el fútbol como una oportunidad para no tener que sufrir tanto como mis padres. Por Dios, si es que he tenido una suerte increíble.

¿Qué piensa una antigua superestrella y actual presidente de un club cuando un joven futbolista con cualidades más bien modestas exige un salario millonario?

Pues sí que es difícil cuando uno proviene de una época con otra relación con el dinero. Voy a dar un ejemplo: El FC Colonia tiene una solvencia excelente. Podríamos obtener en cualquier momento 30 millones de un banco para invertir el dinero en jugadores para que al final tal vez no tengamos un éxito considerable. Pero ese no es mi mundo, sería incapaz de hacer algo así. Aquellos que tengan ese tipo de mentalidad lo tienen difícil.

Atlético y rápido: El fútbol moderno

Si comparamos la época de 1974 con la actual: ¿Hasta qué punto ha cambiado el fútbol?

Ya en 1974 pensábamos que los medios de comunicación lo ponían todo patas arriba. Y eso que comparado con hoy no era nada. El fútbol ocupa una posición de primera. Desde hace dos meses todo gira en torno a la Copa Mundial.

¿Y táctica y técnicamente?

Yo aún viví la época en la que había un medio centro, el escoba. Éste se convirtió en el defensa libre. El libre fue sustituido por la cadena de cuatro. Hoy en día hay una mayor variabilidad en el juego y los esquemas no son tan rígidos como antes. El juego es ahora mucho más rápido y está marcado por la fuerza. Ya no queda tiempo para la técnica. Hoy en día, los que sean algo más lentos ya no tienen posibilidad alguna.

¿Y jugadores como Netzer o Beckenbauer?

Con el nivel de aquellas no podrían jugar hoy ese papel tan dominante. Aún así, con el entrenamiento actual serían igual de sobresalientes gracias a su capacidad futbolística. Pero han cambiado muchas cosas. A los equipos les faltan las grandes figuras como en los años 70: Pelé, Riva, Rivera, Bobby Charlton, Franz Beckenbauer. Cada equipo tenía jugadores destacados. Estos jugadores le sentaron bien al fútbol. Hoy en día, a fin de cuentas, el juego se presenta con fuerza, atletismo y tensión.

Bajo el seleccionador nacional Sepp Herberger la generación del 54 eran amigos. En 1974, Günter Netzer y Wolfgang Overath en la pugna por el puesto de director del equipo fueron más bien enemigos, ¿no?

Pues no. Nosotros supimos diferenciar entre la rivalidad en el campo y la vida privada. Siempre tuvimos una muy buena relación. Y eso sigue así en la actualidad. Pero la filosofía de 1954 sigue siendo posible incluso hoy. Simplemente la realidad es otra. Seré capaz de formar un auténtico equipo si estoy dispuesto a hacer todo por el otro. Si es así, el resultado de lo que se consiga será el mismo que en 1954.

(entrevista del periodista deportivo alemán Wolfgang Golz, previa al Mundial de 2006)

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¿Qué le quedó de la experiencia en el Betis?

Cosas muy buenas, y cosas que ellos aplican creyendo que son buenas y están equivocados. Entre lo primero, me quedo con el profesionalismo y la competencia. Entre lo segundo, está el precio de esa seguridad: los jugadores no se comprometen con la camiseta, para ellos es lo mismo ser titular, estar en el banco o mirar el partido desde la platea. Del juego en sí, no me quedó demasiado: son 18 equipos que juegan de la misma manera y dos, el Real y el Barcelona, que son diferentes.

Es decir, esa "seguridad profesional" se vuelve nociva...

Sí, y tiene que ver con la educación, con toda una cultura de sentir el fútbol. Ellos piensan distinto que nosotros.

¿Se arrepiente de haber ido a España?

No. Pero allá, para dirigir un plantel, hay que tener el respaldo de jugadores argentinos. Esa presencia te da la posibilidad de controlar. Si no tenés argentinos, no controlás nada.

(CARLOS TIMOTEO GRIGUOL, técnico argentino, recordando su paso por España en revista "Mística" del 17/06/00)

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En todos los planteles hay envidia; por ejemplo: si sos zaguero y tu mejor amigo es delantero, en las prácticas le pegás patadas al delantero titular para que juegue tu amigo.

(OMAR "El Turco" ASAD, ex futbolista argentino)

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El fútbol es ese juego nefasto que incita a la violencia porque es violento en sí mismo; se juega con los pies, y pocos movimientos hay tan feroces como el que supone dar una patada.

(GUILLERMO CABRERA INFANTE, escritor cubano, 1929/2005)

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Amor a primera vista (Jaime Bayly - Perú)


Corría el año de 1979. Para mí, literalmente corría: me escapaba del colegio (corriendo, tras escabullirme por un hueco del alambrado), me fugaba de la casa de mis padres (corriendo por la bajada de los Cóndores, en las alturas de Chaclacayo), huía de mi soledad (corriéndomela).

Yo tenía entonces 14 años y ya algunos desengaños.

Una mañana de invierno me marché de la casa de mis padres. No era la primera vez, no sería la última. Llevaba conmigo una vieja maleta de mi abuelo. Antes de huir, confundí en ella una radio portátil, revista de fútbol, una foto estragada de Farrah Fawcett y algo de ropa.

Qué hubiera sido de mí en esos años sin Pocho y Farrah Fawcett. Pocho me acompañaba en la radio todas las noches (Ovación de radio El Sol; un Perú en sintonía), a Farrah Fawcett la amaba, afiebrado, con una mano. El gordo era mi amigo del alma; la rubia, mi amante furtiva (y en este caso fugitiva).

Escondido en un modesto hotel del centro de Lima, leí en la prensa que Cristal jugaría ese fin de semana en Huancayo. No lo dudé: fuí a la estación de Desamparados, compré un boleto y viajé en tren a Huancayo. Mentiría si dijera que el viaje fue una paliza. Una guapa estudiante de la Católica, que me invitó cigarrillos y me permitió recostarme en sus piernas y acaricio mi aturdida cabeza, me enseñó que es posible encontrar ternura y belleza en un tren de madrugada a la sierra.

Yo todavía no era hincha de nadie. No quería ser de la “U”, tampoco del Alianza. Desde chico me he resistido (es un instinto que agradezco) a estar en las mayorías. Veía con simpatía al Muni y a Cristal. Me gustaba que fuesen equipos marginales, minoritarios.

Tal vez me sentía más cerca del Muni, por que ciertas tardes después del Colegio de regreso a Chaclacayo, me trepaba a los muros del Hebraica y lo veía entrenar.

Cristal era entonces una causa perdida. A mí siempre me han gustado las causas perdidas.

Ese domingo en el estadio de Huancayo fuí uno de los treinta o cuarenta entusiastas que, agitando banderas, golpeando bombos, y fatigando las gargantas, afirmamos a viva voz, sobre los crujientes bancas, nuestra (desolada) pasión por Cristal.

Conocí aquella tarde que no siempre goles son amores: a veces, si los gritas allá arriba, en la montaña, son también soroches.

Borracho de alegría (aunque no solo de alegría), pasé esa noche procurando inútilmente alguna forma de comercio verbal con dos alemanes que, del todo indiferentes a mis ardores futboleros, fumaban, taciturnos, una pipa de marihuana.

Por supuesto, no podía faltar al siguiente partido de Cristal, Habría sido un crimen perderme los desplantes del Loco Quiroga, las operaciones sin anestesia del Panadero Díaz, la aérea elegancia del Gran Capitán, el zig zag del Trucha, la zurda astuta del Ciego y sobre todo, el arte muy peruano de Cachito, que consistía, bien se sabe, en despreciar los goles fáciles (pelota reventada a la tribuna), para sólo convertir los imposibles.

La cita fue en el Nacional de Lima contra la “U”. Compré entrada en la tribuna Oriente para estar con la despoblada barra de Cristal, pero, sobre todo, porque no me alcanzó la plata para comprar Occidente.

Me veo ahora sentado en una banca de Oriente Alta, apretujado, comiendo incontables barquillos, la radio a pilas encendida en Ovación, la voz risueña de Pocho recorriendo como un eco el estadio, los olores recios a fritangas, café y maní, las manos rojas de aplaudir.

Cuando Percy metió el primer gol, un hombre obeso, en guayabera, que había estado observándome sentado en las gradas, me cogió del brazo y, en medio del griterío, me dijo al oído:

- Soy policía, Mejía de la PIP. Vengo contratado por tu viejo. Andaba buscándote. Vamos, tengo que llevarte a tu casa.

Le rogué que me permitiera ver el partido. Se negó, siempre agarrándome del brazo. Tenía que cumplir su papel de duro. Bajando las escaleras, esquivando riachuelos de orina, insistí:

- Ya pues, hermano. Sé buena gente, que te cuesta. Vemos el partido y nos vamos.

En ese momento, las tribunas rugieron gol. Era obvio, por el estruendo de los festejos, que la U había metido ese gol.

- Mierda, nos empataron - dijo Mejía, olvidando sus tareas de sabueso, delatando su pasión por Cristal.- Vamos, corre -añadió, y trepó de dos en dos las pestilentes escaleras, de regreso a la tribuna.

El fútbol tiene esa magia: suspende la realidad, suprime, aunque sólo sea por noventa minutos, las contrariedades y amarguras que a todos nos son inevitables, inventa un mundo propio, donde, por lo general, prevalecen la destreza, el arrojo, la armonía (pero en el cual, como en la vida, no siempre ganan los buenos).

Mejía y yo nos sentamos en las gradas porque mi sitio ya había sido ocupado. Cuando Cristal metió el segundo gol, Mejía saltó, gritó como un oso, exhibió sin pudor su condición de fanático.

Yo no me alegré tanto. Estaba pensando en lo que me esperaba en casa de mis padres después del partido. Pero fue con el tercer gol de Cristal cuando Mejía enloqueció de alegría, me disolvió en un abrazo virulento y, sometiéndome al severo olor de sus axilas, gritó conmigo, como un niño:

- ¡Gol, carajo, Gol!

Saltaba a la vista (literalmente saltaba) que Mejía era un hincha de los que lloran cuando pierde su equipo.

Esa noche Cristal ganó tres a uno, y Mejía me llevó a Chaclacayo. En el camino, media hora de huecos y camiones, sólo hablamos de fútbol, Pocho en la radio comentando y entrevistando desde camerinos (Oye, Panadero, ahora que han ganado, ¿me vas a invitar por fin el cebiche que me debes?). Al despedirnos, Mejía me abrazó con la complicidad de la victoria.

- Nos vemos en el estadio el próximo domingo- me dijo.

Mi padre abrió la puerta. No levantó la voz ni me hizo reproches. Más bien me sorprendió:

- Sabía que ibas a ir al estadio.

Entré en la cocina. Mi madre me esperaba con algo de comida. Me abrazó, resignada ya a mis fugas y desvaríos.

- ¿Estás bien? - me preguntó.

- Si -le dije-, Ganó Cristal.

Todo estaba bien, en efecto. Había olvidado mi radio a pilas en el estadio y mi foto de Farrah Fawcett en el hotel, para no mencionar el penoso regreso a la casa de mis padres, pero la certeza de saberme hincha de Cristal compensó sobradamente esos percances.

A Mejía lo volví a ver en el estadio. Llevaba consigo una radio a pilas que, estoy seguro, era la mía.


(tomado del libro "No se lo digas a nadie")

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