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Como dijo Martín Fierro, ladran Sancho, señal que cabalgamos...

(OSVALDO DOMÍNGUEZ DIBB, ex presidente del Club Olimpia de Paraguay, dejando en 2001 una frase que nos permite ver los cambios que se avecinan en la literatura hispana)

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El fútbol es un invento postcolonial que sustituye las peleas a cuchillo.

(JORGE LUIS BORGES, escritor argentino)

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Fútbol y Literatura


La primera vez que mi padre se refirió al “Divino Zamora”, nos quedamos estupefactos. Era extraña en él cualquier alusión a individuos de la hagiografía cristiana -librepensador declarado y conspicuo anticlerical como era-, después nos enteramos que se trataba del famoso arquero español, rey de puertas y mago de redes en una época en que el fútbol aún se engalanaba con aura olímpica y mitológica, orgulloso de sus amateurs y de los “comprometidos con la camiseta”. Se contaba en Chile que el delantero colocolino, David Arellano, en gira de su club por Europa, en los albores de los 30, le había hecho un gol “de chilena” al virtuoso guardapalos... Desde entonces, aquella vistosa pirueta, que consiste en alzar ambas piernas en un brinco para golpear con una de ellas el balón hacia atrás, llevaría el honroso y universal gentilicio femenino de “chilena”, denominación que hasta hoy día emplean los relatores de los cinco continentes. Somos universalmente conocidos por ella; también por Neruda, el vino, algún dictador de penosa prosapia, y por los cíclicos terremotos…

En nuestra casa-quinta de La Cisterna teníamos una cancha de fútbolito, donde solíamos jugar entre las 10:00 y las 00:00 horas, invierno y verano, con luz solar o modestas luminarias General Electric. De allí saldrían algunos cracks de viejo cuño, como nuestro hermano Toño, hábil fintero, rey de la cachaña, estilista en el área chica; nuestro cuñado Eduardo, ágil y veloz como zorzal criollo; Fernando, eficiente arquero que probaría suerte con éxito en las divisiones inferiores del club Green Cross Temuco; Juan Aceituno, que aún juega en cancha grande, a los 65 años de edad… Pasaron por nuestra memoria futbolera varios mundiales: el de 1954, con Alemania de campeón y Hungría, los magos magiares, como subcampeón; el del 58, cuando brilló Pelé, a los 17, en la fabulosa delantera de la verde amarelo; el de 1962, con el tercer lugar de Chile, detrás de Brasil y Checoslovaquia; el del 66, cuando fueron campeones los ingleses… Después nos distanciaríamos; íbamos a jugar otros partidos y el área grande sería testigo de nuestros sucesivos matrimonios, hijos y afanes, para relegar a segundo plano aquella pasión de “pies volanderos y corazón de pájaro”.

Jamás hubo en casa dicotomía entre esta afición por la bola de cuero y nuestro amor por los libros. Mi padre, que había vivido sus años de adolescencia y primera juventud en Buenos Aires, consideraba el fútbol como el más digno y atractivo de los deportes, quizá merecedor de poetas como Píndaro, que pudiesen escribir, si no “Las Olímpicas”, algo así como “Las Futbolísticas”, para gloria de las futuras generaciones. Descubriríamos a los primeros autores literarios que tomaron al fútbol como tópico: Cortázar, Osvaldo Soriano, Alfonso Alcalde, y otros que recordar no puedo, sentado como estoy, en la ominosa banca de los suplentes.

En Chile tenemos un caso singular que paso a relatarles, amigos lectores, sean o no futboleros: Fue el promediar la década de los 70. Ingresaba a la Academia Chilena de la Lengua el notable escritor Alfonso Calderón; le recibía, el poeta y Premio Nacional de Literatura, Miguel Arteche. El discurso del nuevo académico era notable parodia de un mediocampista que agarra el balón bajo el pórtico de su equipo y atraviesa la cancha, luciendo fintas, esquivando rivales, en suave y eficiente manejo del balón, para terminar dando el pase justo a un compañero que introduce la bola de cuero en el arco enemigo, en esa suerte de símbolo de penetración orgásmica que es el gol. Entremedio, brillan alusiones literarias, imágenes y metáforas de rigurosa prosodia. Bien. Miguel Arteche le recibe como un defensa central (centro half, decíamos entonces) y va entrabándole, futbolística y semánticamente, los aprontes de ataque y dominio del campo adversario, respondiendo a Calderón en su propia lengua discursiva y con similares amagues corpóreos y pedestres. Al finalizar, se acepta el ingreso-gol como enaltecedor gesto de académica cortesía (cosa que no suele ocurrir en el field).

Sufríamos cuando Chile jugaba con Argentina. Nuestra selección mayor nunca ha podido vencer a la trasandina en un cotejo oficial, es decir, peleando por puntos o clasificaciones. Mi padre aplaudía a los ‘che’, actitud que hería nuestro vago e incipiente nacionalismo. -“No es cuestión de banderas ni camisetas -decía- sino de habilidad… Y agregaba: -“Esos que lucen teñida albiceleste juegan al fútbol; los de camisetas rojas apenas patean la pelota…” Nos mordíamos la rabia, pero era cierto, lo sigue siendo hoy, más que nunca, al borde de quedar fuera del próximo Mundial en Alemania.

Julio, recordado Curmán argentino, se burlaba de nosotros: -“Los chilenos son unos cagones”… Era mayor y de recia apostura física, aunque yo comenzaba a esgrimir mis armas literarias: -“Pero tenemos mejores poetas que ustedes: una mujer Premio Nobel, el primero y único de América”. El primo reía, cachazudo y directo: -“Y qué más da, boludo… ¿Cuándo has visto a un poeta metiendo un gol ‘de chilena’?”.

Ahora tenemos otro Nóbel: Pablo Neruda, y el vate Nicanor Parra es candidato constante al premio de la Academia Sueca… Pero no iremos al Mundial ni ganaremos la Copa Libertadores de América.

(artículo escrito por Edmundo Moure Rojas, Editorial Poetas Antiimperialistas de América, 2005)

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Chengue, usted está dolorido y no va a jugar.
¿Cuándo le duele, cuando camina o cuando trota?

- No, ¡me duele cuando bajo del auto!

(RICHARD "El Chengue" MORALES, internacional uruguayo, en el suplemento deportivo del diario "El País" de Montevideo del 01/10/05)

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Antes de vendérselo al Real Madrid, lo dejó en la grada. Me he reunido varias veces con ellos (los Glazer, accionistas mayoritarios del club) y ya me han dicho: ’Al diablo con el Madrid’. Tienen pelotas. Lo puedo decir. Estoy encantado con ellos en ese sentido.

(ALEX FERGUSON, técnico del Manchester United, declarando hace unos días sobre el pase del portugués a la entidad "merengue")

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Ver fútbol es como ver sexo: está bien, pero es mejor practicarlo.

(ALEX JAMES, futbolista escocés de la década del '20)

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Vivero del juego noble (Javier Elizalde Blasco - España)


(dedicada al Real Sporting de Gijón)

Cada vez que un nuevo equipo
celebra su Centenario
quiere lograr un trofeo
y agrandar su antiguo armario.

El sentido más profundo
de celebrar estas fechas
es alejarnos de hoy
y revivir sus proezas.

Una orilla del Cantábrico,
vivero del mejor fútbol,
leales al juego noble,
a la lucha y al buen gusto.

En qué otro rincón podría
nacer la clase de Villa,
el poderío de Quini,
Eloy y sus pillerías,
el tesón de Luis Enrique,
la sobriedad de Abelardo,
el cancerbero Ablanedo
y el héroe mártir Castro.

La cabeza de Maceda
que en el descuento de Francia
superó a los alemanes
tiñó de éxtasis España.

No hay palabras inventadas
con que poder expresar
el tributo que debemos
a tu fútbol de verdad.

No tienes que ganar títulos
para que reconozcamos
la gloria que te mereces,
no cabe en ningún armario.

La Primera División
recobrará su dignidad
aquel día en que tu nombre
en ella vuelva a sonar.

Una institución de "Oscar",
vivero del juego noble,
mejor cantera de España,
que honra tu santo nombre.

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¿Es inevitable que el fútbol sea manejado políticamente?

El fútbol es un fenómeno que afecta a la sociedad. Te puede gustar o no el fútbol, pero te llega. Es el lenguaje más universal. Los políticos, inevitablemente, siempre han tenido la tentación de manejar eso. Hemos conocido personas que fueron desde el fútbol a la política. Si Jesús Gil, por ejemplo, hubiera tenido que pagar la publicidad que logró siendo Presidente del Atlético, seguramente no hubiera tenido dinero suficiente, ni él hubiera tenido dinero suficiente. El fútbol es un altavoz impagable y los políticos lo saben. Siempre ha sido así.

(JULIO LLAMAZARES, escritor español, en declaraciones al diario "As" del 29/07/2007)

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Paul Ince siempre me dice que quiere quedarse en Italia con nosotros. Luego va casa y no tiene el coraje de decirle lo mismo a su mujer.

(MASSIMO MORATTI, Presidente del Inter de Italia, "atendiendo" al jugador británico durante el paso de éste por dicha institución)

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Ésos juegan la táctica del murciélago: todos colgados del travesaño.

(CARLOS CASZELY, ex internacional chileno y actual comentarista de radio y TV)

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Viaje a la despensa del fútbol (Alberto Salcedo Ramos - Colombia)


El barrio Vargas luce este domingo más alegre que de costumbre: varios adolescentes descalzos bailan currulao en plena calle, ante los ojos atentos de los adultos.
La música sale de una grabadora remendada con alambre y colgada como dios tutelar en lo alto de un cerco de estacas viejas. Un sancocho de pescado hierve sobre un fogón de leña improvisado en la arena desnuda. Los danzantes se mueven de manera circular, en sentido inverso a las manecillas de los relojes, como si intentaran luchar contra el paso del tiempo. Cuando zarandean los cuerpos, el aire se impregna de un almizcle de cebolla cruda. También huele a ajo machacado y a concha de mar.
El festín corre por cuenta de los abuelos de Secundino Quiñones, quien hoy está cumpliendo catorce años. Asomados por la ventana, los dos señores ven cómo el nieto gira alrededor de su pareja, blandiendo un pañuelo rojo por encima de la cabeza de ella, como si fuera una atarraya con la cual pretendiera atraparla.
¡Vamos, Secundino, remáchala! -grita el viejo, chocando con fuerza las palmas de sus manos.
Los entendidos de Tumaco consideran a Secundino como la próxima gloria que su pueblo le aportará al fútbol colombiano. Según ellos, el muchacho es heredero de los dones que hicieron célebres a algunos de sus paisanos: el tranco fulminante del 'Tigre' Castillo, la intuición goleadora de Eladio Vásquez, la magia de 'la Gambeta' Estrada, el disparo mortífero de Léider Preciado, la genialidad de Willington Ortiz.
De repente, la brisa que viene del mar alborota el fogón. Los bailadores quedan envueltos en un torbellino de humo que hiere los ojos. Gritan, levantan tierra con los pies. El aire es ahora un amasijo de candela y bochinche. Le informo a mi guía, el profesor Clemente Cuéllar, que quiero ver a Secundino jugando fútbol, para comprobar si es tan bueno como todo el mundo dice.
¿Acaso no está viendo cómo baila? -me responde Cuéllar, con un rostro sarcástico.
Enseguida, advirtiendo mi desconcierto, me cuenta que en Tumaco hubo un maestro llamado Luis Antonio Biohó, que solo recibía en su escuela de fútbol a los chicos que sabían bailar currulao, esa danza típica de raíces africanas. Biohó consideraba que quien es incapaz de contonear la cintura al ritmo de un tambor, tampoco podrá eludir a sus rivales en la cancha. Desde entonces, los tumaqueños tienen un sentido musical del fútbol.
-Si bailas bien, juegas bien -sentencia Cuéllar, convencido de que está diciendo una verdad antigua y elemental.
El círculo de danzantes sigue girando hacia la izquierda. Secundino Quiñones abre los dos brazos frente a su pareja, que en este momento se arrima a él de manera coqueta. Resulta inevitable la analogía con la pelota de fútbol que encuentra por fin el pecho de su hombre. El abuelo, que ha estado viéndolo todo con los ojos muy abiertos, lanza por enésima vez su grito de combate.
¡Remáchala, Secundino!


***

Tumaco, perteneciente al departamento de Nariño, es la suma de tres islas bañadas por el Océano Pacífico. Según el censo de 2005, tiene 170 mil habitantes que se ganan la vida a través de la pesca y la agricultura. En sus 3.760 kilómetros cuadrados hay seis canchas, quince potreros y dos playas extensas para jugar fútbol. Justamente en una de esas canchas -la de Ecopetrol- encontramos a Eladio Mideros.
Mideros, ex jugador de Independiente Santa Fe en los años 70, cree que él ha sido el único futbolista de su tierra que no aprendió a bailar currulao. Quizá por eso -agrega- le tocó ser defensor. Lo suyo era borrar con los pies la fantasía que dibujaban sus paisanos en el césped. A menudo no podía, pero siempre encontraba la manera de emparejar las cargas afuera de los estadios, gracias a su capacidad de razonamiento.
Una tarde, por ejemplo, fue a la sede del club a negociar su nuevo contrato. El presidente lo esperó con tres piedras en la mano: un salario como el que él pedía -le dijo- no se lo ganaba ni el arquero James Mina Camacho, considerado la estrella del equipo. Mideros lo desarmó con un argumento irrebatible.
-Así es, doctor. ¡Pero recuerde que Mina Camacho no es el que marca a Willington Ortiz!
Como Ortiz le había hecho tragar pasto muchas veces con su cintura chanchullera, Mideros consideró que usar su nombre para mejorar sus ingresos era apenas un desagravio justo. Hoy, sin embargo, siente la necesidad de agradecer el servicio, pues sin Willington jamás habría conseguido el generoso aumento de sueldo que le permitió costear los estudios universitarios de sus cinco hijos.
Mideros, que en la actualidad se desempeña como concejal del municipio, afirma que los futbolistas de Tumaco crean tejido social. "Puede que uno no estudie por estar pateando el balón, pero con lo que gana educa a su gente o la ayuda a vivir en condiciones dignas". Para sustentar su tesis, cita varios casos. Antes de que Luis Manuel Quiñones jugara en el Once Caldas, en su casa no sabían lo que era una licuadora. La mamá de Víctor Bonilla solo comenzó a dormir en una cama confortable, cuando el Deportivo Cali le abonó a él su primer sueldo. Juan Caicedo adquirió una flota de taxis para sus hermanos, con una comisión que le reconoció América. Hernando Cuero montó un negocio para su mujer, con una prima navideña que le pagó el Junior. Gracias al fútbol, Léider Preciado le dio techo a su madre y Enrique Simón Esterilla, a su padre. Algunos jugadores consagrados, cuando vienen a pasar vacaciones, les regalan uniformes y pelotas a los muchachos que todavía corretean descalzos por los playones. Además, son los mejores embajadores de su tierra. En los años 70, a quienes salían a buscar trabajo en las grandes ciudades les bastaba con decir que eran paisanos de Willington Ortiz, para que los trataran con una consideración especial.
El investigador Nel Enrique Valverde y la ecologista Lisenia Gallo me habían comentado que en Tumaco los blancos y los negros eran incompatibles como el agua y el aceite. Se miraban con desprecio, se esquivaban en los cruces. Vinieron a mezclarse, apenas, en 1918, cuando el fútbol llegó al pueblo y no les quedó más remedio que compartir pelotas y potreros. A partir de ese momento, labraron juntos una etapa de prosperidad que los mayores aún recuerdan: construyeron una fábrica de botones, una de gaseosas y otra de cigarrillos; crearon una compañía exportadora de atún, fundaron dos periódicos y montaron seis grandes empresas madereras que abastecían a todo el Pacífico Sur de Colombia.
Eladio Mideros ratifica la información, pero insiste en que los beneficios económicos derivados del fútbol no siempre se pueden cuantificar. Nadie maneja el dato exacto de lo que, en términos materiales, le han aportado a Tumaco los 1.236 futbolistas profesionales que ha producido a lo largo de su historia. Por eso, él prefiere hablar, aunque suene reiterativo, de tejido social. Cada año se gradúan en el pueblo unos dos mil trescientos bachilleres. Tan solo el 30 por ciento de esos muchachos dispone de los recursos necesarios para cursar una carrera. Los otros se quedan vagando por las calles, o lanzando al mar su caña de pescar, o convirtiéndose en padres precoces, simplemente porque no tienen otra alternativa. A menos que, como dice Enrique Simón Esterilla, alguno de sus parientes encuentre a la mismísima mamá de Cristo dentro de una cancha de fútbol. Entonces habrá universidad para los que vienen detrás, salud y respeto para todos. Si estudia uno, estudian los otros. Si come el mayor, también come el menor. Y esa es la ganancia intangible a la que se refiere Mideros.
El fútbol les ofrece, además, el regusto de una gambeta soberbia, el encanto de una jugada magistral que se inmortaliza en el tiempo. No es, pues, un divertimento fugaz: muchos domingos de polvo y bochorno se habrían desvanecido en la memoria, de no haber sido por aquel golazo de chilena o por aquel pase de cuarenta metros que dejó una estela luminosa sobre la arena. Tiene razón el locutor tumaqueño Paché Andrade cuando afirma que un niño de su pueblo solo necesita una pelota y un metro de tierra, para documentar la esperanza. Para darle sentido a la vida.
Hubo un tiempo en el que Tumaco era un punto casi imperceptible en el mapa, una villa pobre que, a falta de energía eléctrica, se alumbraba con mechones de querosene. Los navegantes que transitaban de noche frente a sus costas se impresionaban cuando veían el resplandor turbio del pueblo. De ese modo nació, como producto de la lengua picaresca de aquellos viajeros, un dicho lapidario: "Más triste que las lamparitas de Tumaco". Los futbolistas restablecieron el fulgor, fundamentaron la alegría. Y entonces, por fin, en el pueblo se hizo la luz.


***

La vida en Tumaco es sensorial y sucede de puertas hacia fuera. Encerrarse es refutar el sol, morirse de tristeza en las tinieblas. Las mejores horas son las que transcurren al aire libre. En las terrazas se juega dominó, en los parques se bebe licor, en las esquinas se fomenta el barullo. Aúllan los niños, gritan los viejos. Aquí y allá estalla la música con un volumen atronador. Luego están los colores encendidos del trópico: camisa púrpura, pantalón anaranjado. Al gris se le huye porque anticipa el funeral y al negro, porque asfixia. El tumaqueño es un hedonista que rechaza de plano todo lo que le priva del placer. A él no vas a convencerlo con el cuento de que es más sano comer coliflores que chorizos. Si existe la corvina frita, ¿por qué diablos tendría que desayunar pan y cereal? Mantenerse a salvo del colesterol, a fin de cuentas, no es el paraíso prometido. De la misma manera podrían imponerle la música de cámara, con el argumento de que, a diferencia del salvaje tambor, es apacible y se puede escuchar sin necesidad de despeinarse y sin sudar. A él lo mata lo sabroso, nunca lo insípido. Por eso, le cuesta convertir el fútbol en una disciplina prusiana. Le aburren las tácticas, como a 'la Gambeta' Estrada, o lo tientan las rumbas, como al 'Tigre' Castillo. Muchos no logran desplegar su magia en las grandes ciudades, porque se niegan a pagar el precio de la adaptación. ¿A cuenta de qué sacrificarse en un lugar ancho y ajeno, si en Tumaco encuentran todo lo que necesitan? Basta con tirar un cordel al mar para conseguir el almuerzo de hoy. Basta con oír un currulao para sentir que el mundo vale la pena.


***

En la Playa de Bajito varios muchachos descamisados y descalzos juegan un partido de fútbol. Las porterías de ambos equipos están armadas con un montón de ropa y un palo delgado. Asombra cómo estos jóvenes galopan sobre el tupido manto de arena: de un modo natural, como si no tuvieran que realizar ningún esfuerzo. Incluso se dan el lujo de conservar un cierto garbo de danza que convierte el acto de correr en la antesala de la fiesta.
Máximo Tello, quien hoy me acompaña, repite lo que ya me han dicho muchos de los personajes que he entrevistado: aprender a jugar con los pies enterrados en la arena es el secreto de los futbolistas de Tumaco. Cuando estos chicos salten del playón al césped, liquidarán a sus rivales con la zancada, como hizo Willington Ortiz con la encopetada defensa del River Plate, una noche de 1981.
Tello es dueño de la escuela de fútbol donde se formó Léider Preciado, cuyo pase le cedió al Santa Fe por veinte millones de pesos, la cantidad más alta que un club profesional ha pagado por uno de los futbolistas anónimos del pueblo. Casi todos los demás han sido vendidos por minucias: 600 mil pesos, un rancho de tablas, un juego de muebles. Eso sí: algunos de esos equipos los han transferido después por sumas astronómicas.
¡Vamos, pelao, que la plata está en tus piernas! -le grita Tello al muchacho, que en este momento lleva la pelota.
Tello sabe, sin embargo, que no todos los que hoy corretean el balón accederán a un equipo de primera división. Él calcula que tan solo cinco de cada cincuenta que lo intenten lo conseguirán. Al resto todavía le quedará la opción de disfrutarlo, pues como dice el licenciado Manuel Yesid Araújo, ser futbolista se está poniendo cada vez más difícil, pero sigue siendo mejor que trabajar.
El fútbol, como el currulao, les pone alas en los pies y los lleva a concluir -haciéndole eco a un célebre pensador- que el cuerpo no debe ser la primera sepultura del esqueleto. Quizá por eso, el profesor Araújo no recuerda que en Tumaco se haya presentado algún suicidio. Más tarde, cuando se acabe el partido, nadie podrá quitarles lo bailao, es decir, la alegría.

(Un gracias enorme al gran escritor colombiano Alberto Salcedo Ramos por permitirme publicar este cuento. ¡¡Muchísimas gracias Alberto!!)

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A mí me hizo un gol "Mostaza" Merlo. Le habían traído al "Tolo" Gallego para pelear el puesto en River Plate, y jugábamos un partido en el Estadio Mundialista de Mar del Plata por un Torneo de Verano.
En el segundo tiempo entró Merlo por Gallego. "Mostaza" se estaba jugando el puesto y faltando tres o cuatro minutos, un rechazo corto de la defensa nuestra y la agarró de sobrepique al borde del área y la puso en el ángulo. Lo gritó muchísimo.
Cuando terminó el partido, nos saludamos y me dijo:
"Gracias... ¡un año más de contrato!"

(CARLOS GOYÉN, ex arquero uruguayo, con un paso muy recordado por el fútbol argentino)

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Vinnie Jones es al juego limpio lo que Drácula era a las tranfusiones de sangre.

(MICHAEL HERD, periodista británico)

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La mujer más importante de la historia del deporte argentino es doña Tota Maradona. ¿Vos te imaginás qué hubiese sido de todos nosotros si le hubiese dolido la cabeza aquella noche en que gestó a Diego?

(ROBERTO PETTINATO, músico y animador de TV argentino, -1995-)

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Néstor Rossi (Argentina)


Nacido el 10/05/1925 en Capital Federal, este locuaz y temperamental jugador argentino fue poco menos que el “inventor” del puesto de volante central. Dueño y señor de la mitad de la cancha, con su vozarrón gritaba y ordenaba a sus compañeros para pedir la pelota, que después cedía con precisión y al pie en la distribución del juego. Era el puesto clave de toda una época, que tuvo grandes cultores antes pero con él alcanzó la máxima dimensión; recibió el mote de “Patrón de América” en el equipo de “Los Carasucias” del Sudamericano de Lima en 1957.
Pocos jugadores lograron conjugar a lo largo de más de cien años de fútbol argentino las condiciones por las que el “Gritón” (uno de los tantos apodos que llegó a tener en su carrera) es considerado por todos los hinchas que “peinan canas” el más grande exponente de una vieja estirpe en extinción: la de los “números cincos” caudillos, mandones, capaces de convertirse en ejes de sus equipos por juego y despliegue pero también por autoridad sobre compañeros, rivales y hasta árbitros.
De los Juveniles de Acassuso, Carlos Peucelle lo llevó a River en edad de 5º División. Corría el año 1940 y se pago por él la cifra récord de $ 5.000 por un jugador no profesional. Luego del tránsito obligado por las divisiones inferiores de River, tras un paso por Platense, llegó a la Primera de River Plate para ser sostén indiscutido de “La Máquina”. Sus compañeros eran mayores que él, pero tenía la personalidad suficiente para parecer hasta irrespetuoso al gritarles y ordenarlos. Enseguida llegó a la Selección para discutirle el puesto a Ángel Perucca. Campeón con River en el 45 y el 47, participó luego del éxodo a Colombia. Allí vivió otro gran momento de su carrera en el “Ballet Azul” de Millonarios, aquél de Pedernera, Di Stéfano y Báez. Regresó a River y fue el pivote del tricampeonato de 1955/56/57.
Rossi contaba con una gran presencia física, por la que, en un caso totalmente novedoso para su época, llegó a ser modelo de una casa de ropa en Colombia. Pero aquello que realmente lo distinguía y hacía de él un verdadero "cacique" era su temperamento. Ese que derrochaba generosamente en su juego a la hora de trabar fuerte y ganar la mitad de la cancha, a veces con demasiada vehemencia como certifican sus múltiples expulsiones.
Más allá de esa personalidad, históricamente más emparentada con Boca que con River, Rossi era un exquisito a la hora de distribuir la pelota, capaz de colocar un pase “como con un guante” desde 40 metros de distancia o más. En definitiva, un típico producto de aquellas inferiores “millonarias” que, en su época, se cansaban de sacar jugadores con esa impronta que, para el momento en que él apareció en la primera del club en 1945, ya era todo un sello distintivo de los de banda.
En el seleccionado argentino fue protagonista del triunfo del Sudamericano de Lima en 1957 y luego testigo fundamental del desastre del Mundial de Suecia en 1958. Allí, "otro" fútbol superaba su lentitud de movimientos. Era el principio del fin para su carrera; fue a terminarla a Huracán, donde alcanzó a jugar un par de temporadas y también hizo sus primeras armas como director técnico.
En la memoria futbolera queda el recuerdo de su gran físico -era pesado para moverse, pero muy ágil para pensar-, su calidad para manejar la pelota, sus gritos y algunos golpes, producto de su fuerte temperamento, que le valieron expulsiones y persecuciones de los árbitros.
En la Selección Argentina, entre 1947 y 1958, alcanzó a jugar 26 partidos.
Néstor Rossi, falleció el 13 de Junio de 2007 a los 82 años pero, afortunadamente, resumió sus vivencias futbolísticas y una interminable cantidad de anécdotas en el libro autobiográfico “Yo, Pipo”, realizado en la colaboración del periodista Hernán Ceres.

Dijeron de él

Rossi no corría demasiado y tenía movimientos lentos, pero cuando le llegaba la pelota era el único que tenía una jugada pensada y dos alternativas para hacer. Hacía fáciles las cosas.
(JUAN CARLOS MUÑOZ, compañero en la célebre “Máquina” de River Plate)

En mi primera práctica con la selección le hice un caño a “Pipo” Rossi. En el vestuario, todos lo cargaban y yo le pedí perdón. Él me dijo: "No te hagas problema pibe, pero que sea la última vez".
(JOSÉ RAMOS DELGADO, compañero en la Selección Argentina)

Era un fenómeno... Era original porque era un fenómeno. Simplemente era así...
(ALFREDO DI STÉFANO, compañero suyo en River y en Millonarios de Colombia)

Era el que ponía las cosas en su lugar.
(ÁNGEL LABRUNA, compañero suyo en River Plate)

Anécdotas

- En el año 1959, siendo director técnico y jugador a la vez del club Huracán de su Parque Patricios natal, se dirigió al delantero Norberto “Beto” Conde, a quien él había hecho contratar, y tras mirarlo fijo le espetó: "Beto... a vos te llamaban “El goloso del área” ¿qué te pasa acá en Huracán?... ¿te agarró la diabetes?".

- Como entrenador de River en 1974, le dio por mirar un partido ante Atlanta con un solo ojo. Daniel Passarella, aún imberbe, le preguntó por qué hacía esto. "Para que voy a verlo con los dos si no pasamos del medio del campo".

- Héctor Scandoli, un compañero suyo en River, hizo un mal control con el pecho y le dijo: "che, Pájaro, ¿por qué no te ponés un clavo en el pecho?".

- Jugando contra Estudiantes de La Plata en 1954, Federico Vairo, antes de despejar un balón, le avisó: "Tuya, Pipo". El pase se marchó al limbo y Rossi le pidió ayuda: "bueno, ahora tírame la escalera".

- El debut de “Pipo” en Primera División ocurrió el 24 de Junio de 1945, y River Plate enfrentaba al Racing Club de Avellaneda. Rossi tomó la pelota en el mediocampo y avanzó rápidamente hacia el área racinguista cuando se encontró cara a cara con Milone, arquero de Racing. Cuando iba a “fusilarlo”, Solomón, capitán de Racing, lo derribó en el área y Ángel Labruna transformó el penal en gol. Camino del vestuario al finalizar el primer tiempo, “Pipo” le dijo al capitán de la “academia”: "eh, gran capitán, si no me hacés penal ¿qué pasaba?". "Calláte, mocoso insolente", le contestó un muy enojado Solomón.

- Dirigiendo a Huracán, un delantero volvió a cometer el pecado capital del abecedario futbolístico de Rossi: un mal pase. Y claro, nunca se las callaba: "¿A quién se la diste? ¿Al hombre invisible?".

- Cuenta Daniel Passarella, quién debutara en River bajo su dirección técnica en 1974: El Inter programó en los 80 una cena de gala para agasajar a futbolistas que fueron campeones con el club. A Pipo no le gustó la mesa que le habían asignado a Daniel y decidió acomodarse en una que estaba pegada al escenario. En vano fue el enojo del Kaiser. De pronto, un robusto personaje flanqueado por sus guardaespaldas se plantó delante de los argentinos esperando que le liberaran su ubicación. Pero Pipo, sin levantarse, tirado hacia atrás en su silla, miró y dijo: “Sentate Luchito, hacela corta papá, hacete gomía” (amigo). Luciano Pavarotti sonrió y se fue.

- Una desopilante anécdota lo tuvo de protagonista jugando en "Millonarios" de Bogotá, poderoso club de la "Dimayor" colombiana. Tenía compañeros futbolísticamente ilustres, como Adolfo Pedernera, además de Cozzi, Alfredo Di Stéfano, Báez y el uruguayo Pini entre otros.
En aquel "Millonarios" bogotano se divertían como locos dentro de las canchas y fuera de ellas. Una vez “Pipo” había estado de parranda una noche previa a un importante partido, de esas que empiezan apenas caen las primeras sombras de la noche del sábado y terminan al otro día cuando "el carro de la aurora se asoma por los balcones del Oriente".
Como a la hora del partido estaba que no podía con su alma y trazó un plan que recibió la aprobación caballeresca de sus compañeros: "en los primeros minutos hago un foul, el juez me lo cobra, yo le digo "¿qué cobra?" lo insulto de arriba a abajo, él me echa y yo, con el negocio hecho, me voy a dormir y que Dios los ayude".
Para su mal ocurrió que el árbitro se enteró antes del partido lo que tramaba Rossi. Y le jugó una mala pasada: se dejó insultar todo el partido, por lo que nuestro personaje tuvo que trajinar los 90 minutos “echando el bofe” y largando insultos al vacío porque el juez se hacía el burro olímpicamente…

- Después de su paso por Millonarios de Bogotá, Rossi regresó a River Plate en 1955. Venini, que durante la ausencia de Rossi había sido el mediocentro de River, despejó un balón que impactó con fuerza contra la nuca de Rossi. Y el Pipo, que no soportaba el maltrato de la pelota, justificó la razón de su regreso a River: "¿Cómo no iban a querer que regresara si este era el mediocentro de River?".

- Jugando para Huracán, un compañero suyo achacó que sacó mal un córner porque desde la tribuna le habían tirado un gato. "Un tigre le tenían que haber tirado", repudiando ese defectuoso golpe al balón.

- En una reunión informal sobre la valía de un jugador, alguien se apresuró a decir: "Es un jugador muy limpio". Rossi, socarrón, dijo: "sí, sobre todo con la pelota. Porque nunca la toca".

Trayectoria como jugador:
River Plate (1945-1949) y (1955-1958)
Millonarios -Colombia- (1950-1955)
Huracán (1959-1961)

Trayectoria como técnico:
Huracán (en dos etapas)
River Plate (en dos etapas)
Racing
Boca Juniors (campeón en 1965)
Millonarios (Colombia)
Granada (España)
Cerro Porteño (Paraguay)
Atlanta (notable campaña en 1973)
Elche (España)
All Boys
Atlanta
Colón (Santa Fe)

Títulos conseguidos:
River Plate: 1945, 1947, 1955, 1956 y 1957
Millonarios: 1949, 1950 y 1951
Sudamericanos: 1947 y 1957 (con la Selección Argentina)

Fuentes consultadas:
* Diario “Perfil”
* Blog “Café fútbol”
* Blog “La pelota no dobla”
* Diccionario Enciclopédico del fútbol (del Diario “Olé”)
* Libro “10.000 horas de fútbol” de Diego Lucero (Corregidor)
* Libro "De la Naranja Mecánica a la Mano de Dios" de Julio Maldonado

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Sobre tu pasión futbolera y este personaje extraordinario que fue Obdulio Varela, ¿cómo fue esa hazaña de la selección uruguaya en el Maracaná en la final del mundial del 50 contra Brasil?

–Esa historia me la contó el propio Obdulio. Yo la sabía de a pedacitos, pero no sabía si era cierta o no. A él le costó contarla porque se emocionaba mucho cuando evocaba aquella tarde del milagro: Uruguay iba perdiendo 1 a 0 y ganó 2 a 1, contra todo pronóstico, porque Brasil era el favorito absolutísimo. El autor de la hazaña había sido él.

Obdulio había liderado la huelga del fútbol en Uruguay...

–Había sido el capitán de una huelga de jugadores que duró siete meses. Los jugadores uruguayos exigían que se les reconociera el derecho a organizarse sindicalmente como trabajadores. Algo impensable, pero tuvieron apoyo popular porque ¿qué sería de los uruguayos sin fútbol? Un domingo sin fútbol es grave, pero siete meses es inimaginable. El capitán de la huelga fue Obdulio, que después fue el capitán del equipo de la hazaña. Esa noche, se escapó de la celebración. Salió por otra puerta, medio disfrazado, y se fue a beber. Su droga era el vino, por eso lo llamaban “Vinacho”, pero como en los boliches brasileños no había, tomaba cerveza. Se puso a tomar con uno, con otro, y la gente lloraba. El había odiado con todas sus fuerzas a ese animal rugiente de doscientas mil cabezas, la mayor cantidad jamás reunida en la historia del fútbol. Y cuando los vio de a uno, llorando la derrota, sintió una pena tremenda por ellos, que decían “Tudo foi por Obdulio”. Nadie lo reconocía y él pensaba “cómo pude hacerles esa maldad, pobre gente”. Y bueno, la historia es ésa: él pasó toda la noche abrazado a los vencidos.

(tomado de una entrevista a Eduardo Galeano en la revista "Caras y Caretas" de Mayo de 2008)

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No hay peor cosa que corista con mamá y futbolista con papá.

(Don SANTIAGO BERNABEU, ex Presidente del Real Madrid)

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¿Un método especial para ganar a Brasil? ¡Darles patadas!

(JASON CULINA, centrocampista australiano, consultado antes del choque Brasil-Australia en el Mundial 2006)

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La vida no es la misma sin fútbol (Joel Jáuregui - México)


Fanáticos de bandera,
de amor por la camiseta.
Hinchas de un club de Primera,
con la pasión en las venas.

Todos queremos salir a jugar.
No importa el lugar.
No importa el rival.
hey!

Nada es lo mismo sin fútbol, fútbol.
La vida no es la misma,
no es la misma sin fútbol, fútbol.
La vida no es la misma,
sin fútbol.

Con los colores del rostro,
con el escudo del pecho,
con los brazos de bandera,
con la piel de camiseta.

Todos queremos salir a jugar.
No importa el lugar.
No importa el rival.
hey!

Nada es lo mismo sin fútbol, fútbol.
La vida no es la misma,
no es la misma sin fútbol, fútbol.
La vida no es la misma,
sin fútbol.

Todos queremos salir a jugar.
No importa el lugar.
No importa el rival.
hey!

Nada es lo mismo sin fútbol, fútbol.
La vida no es la misma,
no es la misma sin fútbol, fútbol.
La vida no es la misma,
sin fútbol.

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Todo deporte es una escuela de superación personal que enseña a postergar la recompensa: el jugador entrena para dar la mejor versión de sí mismo el día del partido, pues la práctica le ayuda a similar extremos tan simples como ganar y perder. Un equipo es una sociedad en miniatura que enseña mucho sobre la condición humana. Jugar, tener miedo –al público- y ser joven son tres razones para bajar la guardia y mostrarse con transparencia. Por ello el fútbol se puede convertir en un buen laboratorio para analizar los comportamientos del ser humano. Aunque muchas veces ocurre de manera inconsciente, mientras corremos fascinados detrás de una pelota también aprendemos a vivir.

(JORGE VALDANO, opinando sobre fútbol, en un artículo publicado en la revista "Etiqueta Negra" -2006-)

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Nada se compara con dejar callados a cuarenta mil aficionados de un solo tiro.

(ROLANDO FONSECA, jugador costarricense, en alusión al gol de tiro libre que le anotó a la Selección de México en el Estadio "Azteca", en la histórica victoria de Costa Rica conocida como "El Aztecazo" (2-1) en la eliminatoria mundialista hacia Corea-Japón 2002)

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Es mejor jugar con una silla que con Hans Müller. A la silla le tirás una pelota y al menos rebota...

(EVARISTO BECCALOSSI, ex jugador del Inter (1978-1984), quien disputaba un puesto en el equipo con el internacional alemán)

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El árbitro Justino (Gianni Rodari - Italia)


El árbitro Justino es inapelable, como todos los árbitros. Aún cuando se equivoca, hay que respetarlo y obedecerlo inmediatamente.
Qué responsabilidad tremenda.
Hoy no es un buen día para él. Su silbato suena a tontas y a locas, lo que desorienta al público y a los jugadores.
En este momento, en lugar de un “saque de esquina”, el árbitro Justino ha ordenado con el silbato un “saque de espina”
-¿Y cómo lo hacemos? -preguntan nuestros atacantes.
-Arréglenselas -dice el árbitro.
Un futbolista debe ceñirse una corona de espinas en el pie para patear la pelota. Apenas la roza, la pelota comienza a perder aire, se arruga y se desinfla: hay que poner otra en el campo.
El juego se reanuda y, durante unos minutos, sin tropiezos. Luego el terrible silbato del señor Justino ordena un castizo. Lamentablemente, esta vez es en contra nuestra.
-¿Querrá decir un castigo, con “g”? -preguntan desesperados nuestros jugadores.
-Lo que he dicho, dicho está -responde Justino-. Yo soy inapelable.
El “castizo” con “z” es un castigo espantoso, porque está compuesto de tres saques de castigo, uno tras otro.
Los jugadores se ponen de rodillas a los pies del árbitro, le besan la camiseta de seda negra, le lustran el silbato.
-¡Por favor, cámbienos la consonante!
-¡Vendido! Toma tu “z” y vete -grita el público.
El público, si sabe, no razona. Al estadio no se va para razonar sino para gritar. Pero el árbitro no se inmuta. La multitud llora a coro y las lágrimas bajan a raudales por las graderías, inundan el campo...
No hay nada que hacer. “El castizo” nos cuesta tres goles. Adiós partido, adiós trofeo. Ciertos errores se pagan caros, especialmente si son errores ajenos.

(tomado de “El libro de los errores”, Espasa-Calpe, Madrid, 1989, pp.29-30)

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Si yo tuviera que elegir a un técnico para que me dirija, me quedaría con el Flaco Menotti. Por sabiduría... Las cosas que él decía a mí me pasaban. Te hablaba y te quedabas mudo, y salías a la cancha y te sentías orgulloso de lo que intentabas hacer. Y Bilardo... Carlos es como un padre para mí. Alguna vez dije que me gustaría que mis hijas tuvieran sus principios. Me ayudó mucho y nunca voy a terminar de agradecerle que confiara en mí como confió: fue decisivo para mi carrera. Eso sí: siempre tuvo una actitud, más allá de lo futbolístico, que a mí nunca me gustó. Nunca dejó que ganaran plata los demás, los que estaban con él. Se le fue Pachamé, se le fue Echevarría... ¡y toda la plata para él!
El propio Echevarría, que era su mano derecha y una de las personas más buenas que yo conocí en el fútbol, necesitó que Basile le diera una mano, que se lo llevara al Atlético de Madrid cuando el Profe, pobre, ya estaba muy enfermo. Y otra cosa: tampoco me quiso explicar nunca, nunca -y yo lloré mucho por eso- por qué lo dejó a Valdano afuera del Mundial de Italia. Porque yo, ¡yo!, le fui a pedir a Valdano que intentara el regreso, después de su hepatitis, y se retirara del fútbol como lo que es, un grande, ¡un grande de verdad! Yo se lo pedí delante de Jorgito, su hijo. Y yo sentí que los traicioné a los dos cuando Bilardo lo dejó afuera... Sé que hay muchas sospechas, sé que a Valdano lo relacionaban con mis reclamos gremiales desde México '86, cuando juntos denunciamos que era criminal jugar al mediodía sólo porque la televisión lo pedía. Pero a mí me dijeron que Valdano no rendía, eso me dijeron. Y nosotros teníamos lesionados a dieciocho, ni yo podía jugar. Lo único cierto es que por alguna razón Valdano no tenía que estar en aquel plantel y yo nunca pude enterarme de la verdadera historia. Eso es lo único que me duele en el balance de mi relación con Bilardo. Como con Menotti me duele que me haya robado el orgullo de jugar el Mundial 78.
Pero, igual, al Narigón lo quiero como a un padre y al Flaco lo admiro.

(extraído del libro "Yo soy el Diego", de Daniel Arcuchi y Ernesto Cherquis Bialo, Editorial Planeta,)

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Golpead todo lo que se mueva, si es el balon mejor.

(NEREO ROCCO, entrenador italiano, ex director técnico del Milán)

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Cree usted que jugadores jóvenes y tan talentosos como Giovanni o Bojan podrían desplegar todo su talento en categorías como Preferente o Primera Regional con la cantidad de juego duro y brusquedad que hay en estas?

Seguro que no y afortunadamente se les saca rápido de los escenarios. Si uno tiene un Ferrari no creo que lo lleve a hacer kilómetros a pistas forestales. Las pistas son necesarias pero para determinados coches es mejor que vayan por las autopistas.

(XAVIER AZKARGORTA, entrenador vasco, Diciembre de 2007)

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El drama de todos


Todo eso que viví me llevó a comprender lo que sintieron otros jugadores. Y el drama que no pudieron superar. El “Yaya” Juan José Rodríguez, por ejemplo, sufrió una depresión tan grande que lo llevó a la muerte. Estuvo tres años sin levantarse de la cama. Se dejó morir. Jorge José González, el lateral uruguayo que jugó varios años en Rosario Central y terminó su carrera en Vélez, murió de indefensión, bajo los efectos del alcohol, como Omar Oreste Corbatta, como el brasileño Garrincha. El arquero Alberto Pedro Vivalda se pegó un tiro. El “Chapa” Rubén Suñé (foto) se arrojó desde un séptimo piso y milagrosamente un techo, que encontró en la caída, le salvó la vida.
El futbolista siempre busca una excusa cuando llega el momento de tomar la decisión más difícil de su carrera. La más común es la de afirmar que ya está cansado de tantos entrenamientos, de las concentraciones, de levantarse temprano todos los días. Todo eso es cierto pero esos argumentos los derrumban la andanada de sucesos positivos que barren con todo. Cuando eso se produce, el futbolista vuelve a sentirse bien. Juega. Lo elogian. Siente que está jugando bien y el equipo gana. Ahí se siente el tipo más feliz del mundo. Y es eso lo que uno quiere mantener. Es difícil, muy difícil renunciar a ello.
En la mala, todos sienten deseos de largar, pero enseguida la experiencia los hace ver que esa mala racha es circunstancial y, aunque se encuentren muy deprimidos saben que todo se remedia con unos cuantos resultados favorables. Y cuando eso se alcance, el futbolista volverá a gozar de todos los privilegios que le da la profesión más linda del mundo.
El jugador de fútbol no renuncia nunca a esa sensación irrepetible que le da el hecho de pisar un vestuario, masajearse, ponerse el pantalón, la camiseta, las medias, los botines. Ni siquiera las tensiones previas a un gran partido porque sabe que las va a descargar apenas se ponga la pelota en movimiento. Porque es feliz y se emociona cuando pisa el pasto de la cancha. La del futbolista es la profesión más emocionante.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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¿Hay mucha hipocresía en el ambiente del fútbol?

Mucha es poco. Hay muchísima. Algunos piensan que soy un jugador conflictivo porque me gustan las cosas claras. De Boca me fuí porque consideré que los dirigentes especularon con mi lesión y el que quedó como conflictivo fui yo. En el Atlético de Madrid, Gil y Gil habló mal de mí, le respondí y el conflictivo fui yo. En River, opiné que para mi Babington era un técnico mediocre y chau, me borraron- Siempre pasa lo mismo, decís lo que pensás y creen que sos conflictivo.

¿El futbolista tiene que saber jugar en cualquier puesto?

Yo creo que sí, aunque muchas veces luché por lo contrario. En Boca me peleé con Marangoni por jugar como volante central, pero son etapas que uno quema. Hoy, con 31 años, no pienso de la misma manera.

(JOSÉ LUIS VILLARREAL, ex jugador argentino, en revista "Mística" del 4/10/97)

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No tienen cara; se cagaron en el Bernabeu. ¿Es que no se quieren salvar del descenso?

(JAVIER CLEMENTE, diplomático entrenador español acusando a los jugadores del Real Murcia de falta de coraje en el estadio del Real Madrid tras la derrota ante los "merengues" por uno a cero en Abril pasado)

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Quien es padre sabe que entre el equipo del corazón y el hijo, no dudamos en quedamos con nuestro hijo. Como él está en Palmeiras, por increíble que parezca, hinché para Palmeiras.

(LULA DA SILVA, Presidente de Brasil y reconocido simpatizante de Corinthians, confesando haber apoyado a su archirrival, Palmeiras, en la definición del campeonato paulista pues su hijo Claudio trabaja en la comisión técnica de Palmeiras junto al DT Vanderlei Luxemburgo -Abril de 2008-)

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