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No me molestó que los directivos de Independiente hicieran tratativas con Argentinos Juniors por el pase de Batista. Al contrario, que me quieran reemplazar con semejante jugador es un orgullo. Sólo que en ese mismo momento me vino a hablar a mí la gente de Boca, así que si me tenía que ir me iba a doler menos: otro grande me estaba esperando.

(CLAUDIO MARANGONI acababa de protagonizar un partidazo en el que Independiente ganó la Liguilla de 1987 frente a Boca, y con cierta mordacidad, anticipaba su futuro pase a los de la Ribera. Publicado en revista El Gráfico, el 16 de Junio de 1987)

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A los 13 años me di cuenta de que mi vieja no sufría de dolor de estómago. Ella nunca los tuvo. Siempre quiso que comiéramos nosotros, porque no alcanzaba... Cada vez que llegaba la comida decía que le dolía el estómago para no comer.

(DIEGO MARADONA, en declaraciones efectuadas a Jorge Guinzburg en el programa de Canal 13 "Mañanas Informales", 2006)

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Todo lo que tiene que hacer un entrenador es tener felices a once jugadores. Los once reservas. Los once titulares son felices porque son titulares.

(RODNEY MARSH, ex jugador británico)

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Un sentimiento hecho poesía al Quilmes Atlético Club (Abel Cavagnolo - Argentina)


Mi viejo Quilmes querido
hoy que cumplís ciento diez
estoy con vos, ya lo ves
porque en mi alma no hay olvido.

Con el "cuore" estremecido,
llevándote en mis entrañas
recuerdo tantas campañas
de delirante alborozo
que nos llenaron de gozo
por tan gloriosas hazañas.

Decano del balompié
Quilmes Atlético Club,
la ciudad dice -¡Salud!
aplaudiéndote de pie.

Es un símbolo de fe
tu divisa azul y blanca
y en medio de esa esperanza
mis sueños te consagré.

Cancha de Guido y Sarmiento
aún estás en mi memoria
recordándome la historia
que aletea en mis pensamientos.

Todo se ha llevado el viento:
El progreso no perdona
y lo que más me emociona
es recordar tus tablones
que han perdido sus blasones
para quedar en la "lona".

Fútbol, hockey, natación,
básquet y también raquetas,
cada cual tiene su meta
de consagrarse campeón.

Es clara la situación,
bien limpia la trayectoria
y está orgulloso de gloria
tu azul y blanco pendón.

El tiempo de aquellos días
ha quedado allá en mi infancia,
cuando repleta la cancha
había un solo policía.

El alambrado tenía
del campo a su alrededor
tan solo de un metro de alto
y nada malo ocurría
porque el público tenía
un respeto de señor.

Un galaico uniformado
que la cancha circundaba
dentro del campo rondaba
bien pegado al alambrado.

Las vueltas que se habrá dado
el "botón" en el terreno,
siempre sonriente y sereno
a todos los saludaba,
allí nadie, molestaba
porque el público era bueno.

Si alguno quiere dudar
de mi palabra sincera
hay una buena manera
que lo va a desengañar.
Vaya pues a preguntar
al paladín que yo invoco.
El Sol, diario como pocos
sabe recuerdos guardar
y allí podrán encontrar
de aquel tiempo algunas fotos.

Dejo aquí esta observación
porque quiero retomar
el hilo, que al comenzar
dejé por aclaración
que no ha sido mi intención
desviarme, en realidad
solo fue necesidad
de aclarar mi comentario.
Nunca miento, al contrario
siempre voy con la verdad.

Hoy tenés cancha especial
de metales y hormigón
y siempre mi corazón
te sigue queriendo igual.
Me siento feliz mortal
viendo tus renovaciones,
pero en mis evocaciones,
que adentro llevo guardadas
te juro que me gustaban
aquellos viejos tablones.

Te digo gracias, campeón
en nombre de mi ciudad,
que tengas felicidad
es mi mayor ambición.

Aprovecho la ocasión
con un sentido formal
de mi sentimiento real
que reitero eternamente,
a todos tus dirigentes
un abrazo espiritual.

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Resulta que habíamos activado de nuevo la Agremiación de Futbolistas Paraguayos y como yo era el capitán del equipo, tenía que ser el portavoz del grupo. Me tildaron de cabecilla y no viajé en el '79 para la final de la Copa América. Barchini (entonces presidente de la Liga Paraguaya) me anunció que no viajaba por 'orden superior' (refiriéndose a Stroessner). Fue algo ridículo, pero así me tenían en la selección y por eso no pude intervenir en las eliminatorias para España 82.
Tampoco escapa otra anécdota en el estadio Defensores del Chaco: "Finalizó el juego con un equipo brasileño y como capitanes, Junior (Brasil) y yo, teníamos que entregar un banderín al Presidente de la República.
Se acercó un señor del protocolo y nos dijo que solamente el jugador brasileño sería recibido por el Presidente. Entonces, le entregué lo que tenía y Junior llegó hasta el palco con los dos banderines'.
Yo pienso que el entorno del Presidente en aquel entonces le malinformaba sobre mí y a consecuencia de eso aparecieron estos problemas".

(HUGO RICARDO TALAVERA, emblemático ex jugador de Olimpia de Paraguay, contando sus peripecias durante la presidencia de Paraguay por parte del General Alfredo Stroessner)

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Si realmente quieren que salgamos en alguna ocasión campeones del mundo ya saben mi teléfono, ya saben donde localizarme.

(HUGO SÁNCHEZ, tremendo goleador mexicano, recientemente destituído como DT de la selección azteca, en tiempos de Ricardo La Volpe como técnico de esa selección)

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El que quiera goles, que baje al campo a meterlos con los cuernos.

(JESÚS GIL y GIL, recordado y pintoresco ex Presidente del Atlético de Madrid)

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Los estábamos esperando (Mariano Roufast - Argentina)


Desperté pasadas las once de la mañana. Estaba transpirado, las sábanas y la almohada se encontraban empapadas en un mar de sudor y mi boca seca como el desierto. Bajé las escaleras en busca de un vaso con agua para hidratar mi cuerpo exprimido por el calor y así poder despabilarme un poco y despertarme definitivamente.

Tomé tres vasos bien llenos de agua refrescante y me encaminaba hacia el cuarto cuando me interrumpió la voz de mi vieja: ¿a qué hora te vas a la cancha? La pregunta me descolocó. Cierto ¡¡hoy juega Gimnasia!! Reaccioné. Y cuando me di cuenta de lo que sucedía el alma se me vino al cuerpo. Estaba tan dormido que no me había percatado de que hoy iba a ser el día más feliz de mi vida porque jugaba el Lobo, y lo hacía nuevamente en su casa. Sí, después de tanta lucha, el Lobo volvía al bosque esa misma tarde.

Subí las escaleras cantando y temblando por la emoción que entía. Abrí el ropero y saqué mi remera de combate, esa que me acompañó estos últimos tiempos y que reza “no hay Lobo sin bosque”. Me puse el short azul marino con el glorioso escudo y alpargatas blancas. Después agarré el carnet de socio, unas monedas y bajé.

Me mojé la cabeza, saludé a mi vieja y Salí para mi otra casa, esa que está en el medio del bosque. Tomé la decisión de ir solo porque se que si voy a mi casa, cuando entre voy a conocer a todos. Y si no los conozco seguramente son amigos de un conocido, como sucede en todo hogar.

En cuestión de minutos ya estaba caminando por la 60 hacia 118. El calor era agobiante y el cielo del domingo era tan azul como la bandera de Gimnasia. Enfilé por la callecita que lleva por debajo de la tribuna y desemboca en el monumento. Los árboles estaban todos pintados de blanco con franjas azules. Tirantes, de los mismos colores, daban al bosque un aspecto tan festivo como conmovedor. Pasé por debajo de la cabecera que estaba a medio llenar y fui derecho al monumento porque la gran mayoría estaba allí.

Miles de personas cantaban al ritmo de la batucada, las banderas bailaban en el aire y de fondo las bombas y las bengalas mostraban una verdadera fiesta. Empecé a saludar a amigos y a conocidos con fuertes abrazos. A muchos los conocí en épocas de lucha cuando nos habían sacado de casa y nunca los había visto sonreír, esa tarde sus sonrisas iban de oreja a oreja. “Llegó el día llegó”, gritaba un tipo grande que tenia una bandera en su mano y estaba parado al lado de un lobo que mostraba una pancarta que decía: “esta es mi casa”.

Empezamos a entrar y me crucé con un amigo que me gritó en tono de broma: “¿Qué pasa J.J?”. Al principio me molestó, pero luego me alegró saber que el “falso profeta” ya no estaba más, que habíamos sacado al cáncer que estaba matando al club. Lo abracé y entramos cantando por los jardines hasta la tribuna que ya no daba abasto.

No podía creer lo que mis ojos veían, esa tribuna hermosa y llena de gente provocaban grandes lágrimas que caían en mi mejilla. Hice una pausa para recordar esos domingos que no jugábamos en casa pero estaba con mis amigos pintando en el estadio e imaginando cómo sería la vuelta.
Tanto tiempo sufriendo y peleando por lo que nos correspondía y ahora el momento había llegado: en casa y para siempre.

Justo cundo terminé de subir y ubicarme en la tribuna apareció Gimnasia en el campo de juego y la cabecera explotó con una cortina de papel y globos, seguido de bombas de humo y el grito de “Ginasiá, Ginasiá” que era ensordecedor. Una vez más tranquilo observé todo el estadio y me llamó mucho la atención una bandera de gran tamaño que estaba colgada en la platea. El trapo decía: “los estábamos esperando”. No tuve mucho tiempo de pensar porque la consigna en ese momento era alentar.

El partido casi no lo ví porque no voy a la cancha a ver los partidos, para eso esta la tele. A la cancha de Gimnasia se va a alentar. El cotejo fue chato, cerrado y aburrido, lo mejor hasta ahí había sido “La 22”.

Cerca de los 47 minutos del segundo tiempo el Lobo concretó un gol que le daba la victoria por 1 a 0. Recuerdo que en el afán de festejarlo me di vuelta y abracé a un tipo grande que tenía un guardapolvo blanco. La avalancha me llevó puesto y nos separó. No lo volví a ver. El partido terminó, la hinchada deliró y festejó como nunca. Me quedé hasta que se fue toda la gente y me senté solo en la tribuna, estaba feliz. El estadio parecía un local cuando ni bien termina una fiesta. Acababa de suceder eso, una fiesta.

Todos se habían ido y lo único que quedaba era esa bandera que decía: "los estábamos esperando". Nadie se la había llevado. Me intrigaba demasiado. ¿Quiénes nos estaban esperando? También recordé a ese tipo de guardapolvo blanco que abracé en la tribuna, ¿Quién era?, ¿Qué hacía con un guardapolvo en la cancha? Feliz me fui lo de unos amigos triperos para festejar la vuelta a casa.

Nos juntamos a tomar unos mates y cada uno relató su vivencia del regreso al bosque. Luego de un rato de charla un amigo contó, pidiendo por favor que no nos riéramos de él, que cuando Gimnasia hizo el gol, él se abrazó con una persona que era igual al “Loco Fierro” y luego de la avalancha no lo volvió a ver. Obviamente eso era difícil de creer, pero él juraba que por unos segundos se abrazo a “Fierro”.

Instantáneamente otro de los chicos juró que vio al “negro José Luís” subido al alambrado mostrando una bandera pincha y que varios más lo habían visto, o al menos a alguien muy parecido a la gran bestia pop.

Mi cabeza empezó a funcionar a mil, “¿y esa bandera?” Pregunté, “la que decía los estábamos esperando ¿la vieron?” Todos me respondieron afirmativamente. Mi cabeza daba vueltas ¿Quiénes nos estaban esperando?, el corazón se me aceleró al contar que abracé a un hombre medio canoso de guardapolvo blanco. Todos pensábamos, la bandera, el Loco Fierro, José Luis y el hombre de guardapolvo que abracé por segundos, ¿Quién era? Un amigo me dijo más sorprendido que yo “¿no será el doctor?” Me puse pálido, ¿el doctor de los corazones ahí en la tribuna con nosotros? no, no puede ser, no puede ser.

“te alentamos en la tierra… pero también desde el cielo”

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¿Hay violencia en el fútbol?

El fútbol ni es violento ni deja de serlo. Lo que ocurre es que la gente canaliza a través de ese gran deporte de masas la agresividad que llevamos dentro. Me atrevería a decir que, quitando los excesos de los energúmenos, cumple una función terapéutica a nivel social. La agresividad no está en el fútbol, está en el aficionado que la proyecta sobre él.

(JULIO LLAMAZARES, escritor español, en declaraciones al diario "As" del 29/07/2007)

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Sé que no soy un gran cantante, pero me pagan muy bien y no es culpa mía que a otros, que quizá canten mejor, les ofrezcan menos.

(JUST FONTAINE, jugador francés, goleador del Mundial de 1958, respondiendo a las críticas luego de sacar un disco, en gran parte por la fama conseguida en ese torneo)

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Aguantamos 60 minutos y después nos trituraron.

(SANDRO MAZZOLLA, ex jugador italiano, dando su punto de vista, años después, de la final de México 1970)

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Entrevista a Alfredo Di Stéfano (25/04/54)



DI STÉFANO: "El fútbol tiene algo de arte. Todo lo que hacemos con los pies lo hemos de hacer antes con la cabeza"

No hay que explicar nada sobre la personalidad del delantero centro del Madrid, de la “Saeta Rubia”, del máximo goleador de la Liga, de este jugador extraordinario que tiene poco menos que acaparado, por derecho propio, el primer plano de la actualidad deportiva. Los deportistas ya saben de él casi más cosas que sepa el mismo Di Stefano, y los profanos, aunque no sepamos nada, sabemos que en lo suyo es un tipo imponente, y en paz.

Di Stéfano está en su máximo instante vital. Se prepara en estos días un homenaje a su figura y al reconocimiento de lo español por los servicios prestados al Madrid sin desmayo, con asidua sabiduría, por el argentino internacional que hoy nos ocupa.

Di Stéfano ha venido a Barcelona en los mismos días de abril en que estoy y se hospeda también el Hotel Oriente, en el cogollo urbano de estas Ramblas expresivas y multicolores. Visto así, de cerca, con pantalón largo, con corbata, camisa y americana, DI Stéfano no podría llamar la atención de nada. ¿Es que tiene que llamar la atención por algo un jugador de fútbol? Seguramente, no. Pero, claro, la fama parece que se va a notar físicamente en alguna cosa. Y luego, resulta que no se suele notar físicamente en nada.

Está Di Stéfano vestido con un traje gris como de verano. El saco cruzado le queda un poco grande, como si hubiera adelgazado o fuera de otro. El pantalón le cae demasiado sobre el zapato negro. No es precisamente un “dandy” este muchacho. No da la impresión de proponérselo tampoco. Es correcto, esto sí.

Pertenece Di Stefano a la gran raza de los rubiascos. No es rubio, sino exactamente eso: rubiasco. Tiene una expresión un tanto atónita, como si acabara de despertar, como la del hombre que va a un Banco y lo encuentra cerrado, como la del muchacho a quien ha dado plantón una chica. Una sonrisa de excelente chico se asoma a los labios delgados. El mentón es largo y partido. La frente, despejada. Las cejas, altas.

Hemos elegido para hablar un rincón del hall, cerca de un largo itinerario de vitrinas con toreritos, bailarinas y castañuelas, con abanicos, con tijeras y puñales de Eibar, con todo ese mundo convencionalmente español preparado para el desfile turístico. Son las doce y media de una mañana gris, de una mañana de primavera escamoteada. Él, que va a jugar esta tarde, ha almorzado a las doce. Esta “concentrado”.

- ¿Qué hacía usted antes de dedicarse al fútbol, Di Stéfano?


- Estudiaba.

- ¿Para qué estudiaba?


- Para ingeniero agrónomo. Mi padre tenía en Buenos Aires ganadería y, claro, todo lo relacionábamos con la tierra.

Habla Di Stéfano con mucho acento argentino. Es lo que pudiéramos decir, con bastante precisión, expresivamente inexpresivo, más bien soso y tímido, con una simpatía que él no la procura, que él no ayuda con nada. Cruza las manos en postura habitual, siempre está cruzando los dedos, y cuando no llega a esto se coge con una mano un dedo de la otra. En la derecha lleva una alianza.

- ¿Se ha perdido en usted un buen Ingeniero?


- Yo creo que sí. Y lo creo porque, teóricamente, me gustaba mucho la carrera y era un buen estudiante.

- ¿Lo siente?


- No. El fútbol ha sido para mí una verdadera vocación.

- ¿Cómo despertó en usted esa vocación?


- Iba con otros muchachos, para divertirnos, a jugar a un campo. No sé… Mi padre también había sido jugador de fútbol. En seguida me llevaron al River Plate, de Buenos Aires.

Llama a un camarero. Me pregunta qué quiero tomar. Naturalmente, yo café. El también café. Me asombra un poco, pero luego me acuerdo de que él ha comido ya. Conversamos sobre su familia, su sangre, su raza. Es un producto muy internacional Di Stéfano. Argentino: con italianos, franceses e ingleses en sus ascendencias. Salen bien estas cosas.

- ¿Lee usted? La pregunta, si no como una pedrada, si como un terrón de azúcar tirado en el café de pronto, la encaja bien:


- Si leo bastante.

- ¿Qué?


- Por lo general, Historia y Biografías. Me gusta más la vida vivida que la novela. También escribo.

- ¡Caramba! ¿Qué escribe usted?


- Cartas

- ¡Ah!


- Y colecciono con mucho cuidad en carpetas todo lo que se publica sobre mí. Lo llevo con un gran orden.

- ¿No escribe más?


- Siempre he pensado en intentar alguna vez escribir mi vida. Sería muy lindo

- ¿Cuántos años lleva usted en la vida?


- Veintisiete.

Di Stéfano está casado. Tiene dos niñas. Me han dicho que es un hogareño, muy buen marido, muy buen hijo, muy buen padre. Sigamos:

- ¿Para qué quiere usted el dinero?


- ¿Cómo qué para qué lo quiero?

- Sí, ¿qué hace usted con él?


- Todo lo que gano lo invierto en tierras y en ganadería. Yo tenía desde 1947 un “tambo”.


Ampliación a mi desconocimiento de estas cosas. Primero, lo que es un “tambo”. Luego, lo que hacen en el “tambo”. Después, lo que produce un “tambo”


- Ordeñar…


- ¿Ordeñar?


- Ordeñar, crema y mantequilla…


- ¡Ah, bueno!

Hablamos ahora de fútbol. Para mi éste es un bosque donde me encuentro perdido. Lo mismo me ocurrió con Kubala y con Samitier. Pero no importa. Además, no hay otro remedio. ¿Cómo no voy a hablar de fútbol con Di Stéfano? Fútbol y toros. Comparaciones.

- Una pelota no es un toro…


- Evidente


- Una pelota no se mueve por ella misma. La tenemos que mover nosotros. También el fútbol tiene algo de arte. Todo lo que hacemos con los pies lo hemos de hacer antes con la cabeza.

Paréntesis para hacer fotos. Al fotógrafo y a mí nos gusta hace una un poco rara: unos zapatos en primer plano. No se sacude uno fácilmente el simbolismo.

- ¿Qué futbolistas influyeron en usted?


- Yo tuve unos compañeros que me enseñaron a que había que tener antes que nada habilidad.

- ¿Bonaerenses?


- Sí, bonaerenses. Moreno, Pedernera, Rosas, Labruna, Lostau…

- ¿Qué tipo de jugador puede gustarle más?


- A mí me gusta el jugador que tenga arte. El jugador claro, limpio.

- ¿En España?


- En España tenemos varios.

- ¿Quiénes?


- Varios…Muñoz, Arza, Silva, Molowny…

- ¿Y Kubala? ¿Qué le parece Kubala? (Di Stéfano se pone muy serio. Se pasa la punta de la lengua por los labios finos)


- Kubala es la máxima expresión del fútbol. Las sabe todas.

- ¿Jugará usted con él próximamente?


- Sí, en el homenaje a Zarra.

- ¿Encuentra usted mucha evolución en el fútbol actual en relación a lo que le han dicho que era el fútbol en otras épocas?

- Siempre hubo épocas. Siempre parece, en fútbol y en todo, que lo pasado fue mejor.

- ¿Y su dimensión pública?


- Los estadios se agrandan todos los días. Lo que quiere decir algo. Además, el fútbol está teniendo, como no tuvo nunca, un verdadero sentido internacional.

- ¿En qué aspecto?


- El fútbol ha sido el enlace más grande que han tenido los países. Sepan o no de fútbol, se han unido en su pasión todos los habitantes de un país. Todos los gobiernos, cuando llega un equipo, lo reciben como a una auténtica misión diplomática.

Me explica ahora Di Stéfano en lo que consiste para él una jornada de trabajo y un día de no trabajo. En esta última dice él que se levanta de ocho a ocho y media de la mañana. Que tiene un rato a las niñas jugando a su lado. Que desayuna “mate”. Que va luego a entrenar hasta la una y media. Que regresa después a casa y almuerza, y que hacía las siete de la tarde da un paseo, generalmente con su mujer. Que casi nunca trasnocha.

- ¿Y el día de juego?


- El día de juego es de mucho reposo. Almuerzo temprano. Lo principal es comer bien.

-¿Qué moral tiene usted después de un partido al margen de la natural alegría de haber ganado o de la natural tristeza de haber perdido?


- Mi moral depende exclusivamente de cómo haya jugado. No está ni en el éxito ni en la derrota. Sino en la responsabilidad que uno se crea ante sí mismo.

- ¿Es usted muy severo con Di Stéfano?


- Sí, mucho. Le exijo demasiado. Le hago poner mucho corazón a todo lo que hace.

- ¿Qué cree usted más importante en el fútbol, el apasionamiento o la frialdad?


- A mi modo de ver, el futbolista tiene que ser un apasionado. En todo en la vida me parece que hay que ser un apasionado.

- ¿Va usted mucho como espectador al fútbol?


- Voy bastante, y sufro mucho. Me apasiono. Llevo en la mente el juego.

- ¿Y a los toros, va usted?


- He ido también bastante. En Colombia, donde estuve tres años, he visto a casi todos los toreros españoles que han pasado por allá.

Proyecto para el porvenir. ¿No es éste uno de los capítulos que para un profano parece más importante en la vida de un futbolista profesional? Di Stéfano me dice:


- Yo tengo un contrato hasta 1957. Si hasta ese año respondo como creo que debe responder Di Stéfano, puede ser que tenga el cincuenta por ciento de probabilidades para seguir jugando. Si no es así, me retiraré, y ya tendré treinta y un años.

- ¿Y qué hará entonces?


- Quizá me dedicara a lo que tengo ya encaminado.

- ¿El “tambo”?


- Sí, el “tambo”.

Tocamos un tema difícil: la critica deportiva. ¿Qué le parece a él la crítica?


- En general, apasionada como el público mismo.

- ¿Le influye a usted el público?


- Le oigo cuando hago una buena jugada, me entero si está satisfecho. Si creo que es lo contrario, trato de enmendar rápidamente la mala jugada. Ahora que el público no impresiona fundamentalmente mi forma de ser.

Hemos hablado de muchas cosas más. Di Stéfano contesta bastante bien y es muy concreto. Hemos hablado, por ejemplo, del momento español en el mundo internacional deportivo. Di Stéfano cree que éste es el gran momento de España, que estamos quedando muy bien en todo.


- En hóckey sobre patines, en ciclismo…

- ¿Qué le parece a usted el baloncesto?


- Lo considero uno de los deportes más completos.

- ¿Es usted supersticioso en el fútbol?


- Hago cábalas. El 13, al contrario de lo que se dice, a mi me pone contento.

Y nada más. Hay que despedirse de este muchacho, que dentro de muy poco tiempo va a estar en el campo prendiendo las miradas de todo un público, cada vez más numeroso y cada vez más seguro del destino de este jugador admirable.

(entrevista tomada del libro "Las palabras quedan" del periodista y escritor español César González Ruano, 1903-1965)

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En el fútbol soy de la misma opinión que Iván Lendl en tenis: si quieres un amigo, cómprate un perro.

(MARCO VAN BASTEN, ex jugador holandés)

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Durante los años de entreguerras, el fútbol hizo más que cualquier otra cosa por hacer la vida soportable a los desempleados.

(GEORGE ORWELL, escritor y periodista británico de origen hindú)

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Alfredo Di Stéfano llegó en 1958 a nuestro país integrando el por entonces imbatible Real Madrid. Cuando el equipo español enfrentó a River (ganó 1-0 con gol de Rial), Alfredo mostró su faceta de jugador de toda la cancha, inquietando en el área rival y dando una mano en la propia. En una jugada llegó justito para cruzarlo a Labruna, que ingresaba al área. Y al rato, cuando Angelito esperaba que tiraran un córner a favor de River, notó que Di Stéfano se le había pegado. “¿Qué hacés acá, Alemán? Rajá para el otro lado que vos sos delantero”, le dijo a su ex compañero de equipo.
El genial Alfredo, sonriendo, le contestó: “Ángel, dejame estar un ratito al lado tuyo como en los viejos tiempos”.

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Maradó (Los Piojos - Argentina)


Dicen que escapó de un sueño
en casi, su mejor gambeta
que ni los sueños respeta
tan lleno va de coraje
sin demasiado ropaje
y sin ninguna careta.

Dicen que escapó este mozo
del sueño de los sin jeta
que a los poderosos reta
y ataca a los más villanos
sin más armas en la mano
que un "diez", en la camiseta.

Cae del cielo brillante balón
toda la gente y todo el mundo ve,
una revancha redonda en su pie,
todo el país con él corriendo va.

Caen las tropas de su majestad,
y cae el norte de la Italia rica,
y el Papa dando vueltas no se explica,
muerde la lengua de Joao Havelange.

Maradó, Maradó....

Rinoscopía embiste a cualquier
a cualquier quía del poder letal
rinoscopía cuerno de marfil
filoplatino para reventar
y la champaña que descorchan hoy
guarden los corchos para un bote hacer
que viene el río del hambre y la sed
y ya no hay goles que den de morfar

Maradó, Maradó....

Cuando se caigan a pedazos las paredes
de esta gran ciudad
cuando no queden en el aire más cenizas
de lo que será, que será...

Y sigue el Diego, el mejor en lo suyo
si vos lo fueras no habría tanto yuyo
y va el cafiolo por el tobogán
va para arriba va riendo, ja!

Y viaja afuera alfombra mágica
alfombra va privada mil millón
todos se empilchan para la ocasión
y esperan alguna miga... ja!

Maradó, Maradó....

Cuando se caigan a pedazos las paredes
de esta gran ciudad
cuando no queden en el aire más cenizas
de lo que será, que será...
Maradó...

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¿Nunca le interesó ser entrenador?

Me ofrecieron Las Palmas, pero yo no tenía título. Cuando dejé el fútbol quería hacer el curso de técnico, pero en esa época Grondona había decidido cerrar la escuela por unos años, ya que decía que había demasiados entrenadores. “También hay muchos abogados y no por eso van a cerrar la Universidad de Derecho”, le contesté. Después, cuando la volvieron a abrir, ya no me interesaba.

¿Y por qué dejó el fútbol?

Yo volví de España en 1979 y firmé con Argentinos Juniors, donde jugué con Maradona. Pero no pude soportar la desorganización del fútbol argentino. Yo venía del Real Madrid, un club perfecto, y no estaba acostumbrado a un montón de cosas.

(ENRIQUE "Quique" WOLFF, ex jugador, actualmente periodista deportivo en declaraciones a "El diario de hoy" de El Salvador, 12/02/05)

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No soy supersticioso ni nada de eso, sólo espero que juguemos lo mejor que podamos y que Dios no asista.

(TERRY NEILL, ex entrenador del Tottenham Hotspurs)

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Mi vida por All Boys (Fernando De Renzi - Argentina)


La vida sintetiza muchas cosas, un color blanco y negro
se refiere a una camiseta,
es el equipo de All Boys que simboliza al barrio de Floresta.
Esta gente prepara la fiesta, grita, llora y alienta
por un color que te hace sentir y por un equipo que tambien te hace sufrir.

All Boys significa fiesta, bombos, cantos, tristeza, esperanza,
ilusiones por una camiseta querida que todos que remos ser campeones.

Una canción te impone a alentar, este color te llega al corazón
este barrio te aumenta a sentir, este equipo te da ganas de vivir.

La gente salta y grita goles, como si fuera un descargo hacia alguien,
pero para algunos no es más que un simple gol,
pero para esta gente es el grito de la pasión.

Floresta es la vida plena, All Boys es la esperanza
que te llega muy dentro de tu piel,
el blanco y el negro es la unión de este equipo fiel.

Gracias por sentirte cerca,
gracias por entregarnos tristezas e ilusiones
y siempre te vamos a decir gracias
porque nosotros sentimos a estos colores.

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Juego muy malo bandas. Jugadores con balón no tiraban portería. Árbitro muy mal. Liga no está alcance mano.

(RADOMIR ANTIC, ex futbolista y entrenador serbio, "ensayando" con nuestro idioma durante su paso por el Atlético de Madrid)

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La apuesta (Edgardo Olivera - Argentina)


* Cuento infantil

El grupito de chicos estaba descansando a un costado de la cancha. Recién habían terminado de jugar un partido extenuante.
Caminando con cansancio, un hombre de setenta y pico de años se acercó a ellos:
-Hola, chicos, ¿puedo sentarme con ustedes? Me gustaría contarles algo que le sucedió a un chico llamado Sergio. Él tenía la edad de ustedes.
Los chicos, que tenían entre trece y quince años, le dijeron que sí. El anciano empezó a contar: “Sergio solía jugar en esta cancha hasta muy tarde. Él amaba el fútbol y, a veces, hasta jugaba solo. Una vez, se quedó jugando un partido “a penales” con su amigo Juan. No había nadie cerca, solo estaban ellos y empezaba a oscurecer. Entonces, un hombre que tenia la misma edad que tengo yo, se acercó a ellos y les propuso, a cualquiera de los dos, jugar una competencia a cinco penales. Si él perdía pagaría cien pesos al ganador. Ninguno de los chicos quiso aceptar. Era un viejito que ni podía patear una pelota. Pensaron que estaba loco. Pero el anciano insistió mostrándoles el billete. Sergio se tentó y dijo que si.
-¿Vos tenés plata?-le preguntó el viejo
Sergio dijo que no.
- Está bien. Si vos perdés, me vas a regalar años de juventud por cada gol que te haga.
Sergio sólo pensaba en los 100 pesos. Estaba ansioso. Por eso aceptó sin pensarlo”
-¿Y qué pasó? -preguntó uno de los chicos.
-El anciano pateaba mucho mejor de lo que se habían imaginado. Y atajaba. Sergio erró varios penales. Antes de patear sentía que se le nublaba la vista. Finalmente, el anciano ganó y se llevó los años de juventud.”
-¿Cuándo ocurrió eso? -quiso saber otro de los chicos.
-Hace una semana -contestó el anciano.
-Así que usted es el anciano que le ganó cincuenta años a Sergio -dijo el chico, con tono burlón.
Los ojos se les llenaron de lágrimas. Llorando, respondió:
-No, yo soy Sergio. ¿Alguno quiere jugar...?

(tomado del libro "Cuentos de fútbol para chicas y chicos", Editorial Estrada, Colección Azulejos, Pág. 35-37 -2002-)

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Esto es la consecuencia de un plan serio y responsable. Cuando terminó el Nacional 81 pensé que íbamos a estar en el 82 otra vez peleando el título y no me equivoqué. Si mantuvimos el mismo trabajo, la misma gente y la misma dedicación, no podíamos otra cosa que mejorar.

(CARLOS TIMOTEO GRIGUOL, explicando algunos secretos de aquel Ferro campeón del Nacional 82)

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“…son felices hija” (Diego Castaño - Argentina)


La Historia que se cuenta es
un hecho real que sucedió
un 22 de Junio de 1986.



El perro del vecino lo despertó, hizo un rato de fiaca, apagó la radio con la que se durmió, y se levantó muy temprano, en una mañana de mucho frío. Así se despertó esa mañana Juan mientras todos apolillaban, caminó en soquetes hasta el comedor y lo primero que hizo fue colocar en la pared, arriba del televisor, una camiseta de la selección argentina que su hijo tenía en el ropero. Luego fue al baño, el dentífrico se desparramó al untar el cepillo, y para colmo el foco se quemó cuando intentó prender la luz. Lo que pasa es que los nervios hicieron que pulse más de una vez la perilla y así la lamparita prendió, apagó, prendió y se quemó.
No era un día cualquiera, estaba nervioso y la ansiedad lo volvía insoportable. En la cocina divisó desde la ventana los rastros de la helada, de esa mañana de Junio que castigaron el césped del terreno. Puso agua en la pava y preparó unos buenos amargos que, junto a un resto de torta que estaba sobre la heladera, ayudaron a calmarle el frío. Sobre el armario la “Noblex Carina” despedía la voz de José María Muñoz desde México, “hoy Argentina tiene revancha ante Inglaterra y esta tarde podremos demostrarle que somos mejores que ellos, en México, muy lejos de nuestra tierra, la selección argentina de fútbol enfrenta a Inglaterra por los cuartos de final del la Copa del Mundo de 1986”, decía Muñoz esa mañana por Radio Rivadavia desde el mismísimo Estadio Azteca.
Juan y todos, aunque pese pensaron en el partido de fútbol, pero al instante se le cruzaron los hechos de la guerra de Malvinas, los pibes con hambre, el afano en las donaciones, Galtieri pidiéndole a los ingleses que vengan, como si fuera un juego, y todo se mezcló. Ante tamaño acontecimiento, tan cercano en el tiempo y doloroso para ambas naciones, las sensaciones eran raras y era casi lógico que todo se mezclara.
Carmen, su esposa, quien se había despertado cuando lo escuchó protestar en el baño, se levantó, levantó la cortina de la pieza de sus hijos y despertó a Martín, que estaba con la camiseta argentina toda transpirada. La ansiedad no lo dejó dormir bien. Se levantó, bajó el rosario que colgaba junto al póster de Maradona y lo llevó hasta la pared donde el padre había colgado su camiseta, lo besó y lo acomodó colgado de un clavo, sin ver a su padre que lo observaba. Fue al baño y luego buscó a Juan. Tomaron mates, hablaron de lo que harían a la mañana para tener todo preparado a la hora del partido y además le recordó de la tarea de la escuela, porque si ganaba Argentina el festejo se prolongaría hasta tarde.
Martín comenzó el operativo. Buscó los cassettes con los que grabaría el partido, se abrigó bien y en el patio llamó a los gritos a “Fede” y “Cuchi”, sus primos con quienes prepararon una bolsa de papelitos, mientras Juan y Carmen mateaban y despertaban a Elisa, la hermana de Martín.
Todos hablaban del partido, el teléfono sonó un par de veces y Juan dialogó con amigos intercambiando ideas del partido, las mujeres en la panadería hablaban, como si supieran, del planteo de Bilardo, en la calle un camión con altoparlantes pasaba los goles de la selección y una voz muy eufórica alentaba como si el partido se jugase en el pueblo.
Los minutos eran eternos, Carmen comenzó a preparar el almuerzo y el histórico partido empezaba a vivirse...
Mientras el olor a salsa inundaba el comedor, padre e hijo no se despegaban de la radio. -“A estos ingleses les tenemos que ganar fácil”, dijo Martín. -“Para un cachito, mira que ellos son fuertes y ningunos tontos”, le contestó Juan, analizando la situación objetivamente.
Con los ravioles servidos, Elisa trataba de imponer cualquier otro tema, pero era imposible, hasta Carmen decía que Maradona hoy hacía un gol. Se comió poco, siempre antes de un partido importante se come poco. Los minutos pasaban y los nervios aumentaban, la bandera argentina cubría el televisor, la radio repetía a cada instante el... -“Vamos, vamos argentina, vamos, vamos a ganar”-.
Los lugares enredador de la mesa ya estaban elegidos, Carmen, mientras terminaba de barrer le replicó a Juan: -“Vos dejate de joder, de sufrir tanto que te vas a enfermar por el fútbol”- Es que Juan vive los partidos con mucho fanatismo y hacía un año justo, cuando la selección clasificó sobre la hora al empatar con Perú con el gol de Gareca, que se había pegado un susto grande. Ese día, en ese gol se levantó con silla y todo y casi se desvaneció al gritar el gol con tanta fuerza.
A una hora para comenzar el partido, los vecinos se juntaban y daban su opinión de quien es el que debe marcar a este y porque no puso al otro. Para ese entonces Carlos Bilardo quien aguantó todas las críticas, hasta las más brutales, ya había logrado torcer la discusión y todos se subían al carro. Martín se había peleado en el colegio con casi todos sus compañeros al no comprender, que más allá de los gustos, se quería ver perder a la selección y eso agigantó aún más su pasión.
El dial de la “Noblex Carina” corría de derecha a izquierda como un limpiaparabrisas: Radio Argentina con Victor Hugo Morales y, de vez en cuando, se cambiaba a Rivadavia para escuchar algún dato que tiraba Muñoz. A diez minutos del inicio Carmen intentaba planchar, pero quedó en el intento, porque, Martín no soportaba ya un ruido, Juan estaba sentado con el respaldo de la silla hacia delante y Elisa lejos, pero atenta.
El partido comenzó y un silencio sepulcral invadió el ambiente.
El trámite del partido favorecía a Argentina, pero no se concretaba el gol, los pulsos del corazón se aceleraban cada vez más. El primer tiempo terminó 0 a 0. En el entretiempo se aprovechó para hacer mate, ir al baño, se cambió de lugar por cábala y se maldijo un poco a alguien.
Si Juan, Carmen, Elisa, Martín o cada habitante de la República en cualquier rincón donde estuviera, podrían haber sabido lo que vendría, ¿qué hubieran hecho?, ¿se lo preguntó alguna vez?, ¿Cómo habrían actuado si hubieran sabido que estarían por observar la participación de Dios en un partido de fútbol?
Cinco minutos del segundo tiempo, Maradona encaró desde tres cuartos por derecha, eludió un hombre y tocó hacia el medio en busca de una pared mientras se introdujo en el área, el rechazo es un pase perfecto, pero él nunca le podía ganar al arquero. La pelota cayó lentamente cuando y el “diez” con rapidez, agilidad, levantó su puño y empujó la pelota al gol con la “Mano de Dios”. Sí, gol, gol, gol argentino y esta vez contra Inglaterra y con la mano vale igual. Juan gritó fuerte y su mujer lo acompañó con un - “viste que te dije Maradona iba a hacer un gol”-, Martín se arrodilló frente al televisor y se besó la camiseta argentina, Elisa rió sin parar y los vecinos gritaron en la calle como locos.
Pero Dios estaba en la cancha y seis minutos más tarde acompañaría a Maradona en su mejor obra de arte que dejaría impávidos a todos. Convertiría el mejor gol de todos los tiempos y ante Inglaterra.
El “Negro” Enrique le dio el balón cerca del límite central, sobre el sector derecho, Maradona recibió, pisó y giró para dejar en el camino a dos ingleses, acarició la pelota unos metros adelante mientras su cuerpo se balanceaba como un artista, luego enganchó hacia adentro e ingresó al área por derecha, con dos ingleses que lo seguían como a una presa. Sólo frente al arquero y al Olimpo, amagó y lo eludió por la derecha para tocar a la gloria infinita, al éxtasis total,
Era el dos a cero, pero el partido se podía haber terminado, era todo, la sensación indescriptible de emoción. Juan abrazó a Carmen y dieron una vuelta a la mesa, en una imagen que sólo la pasión del fútbol puede despertar, Martín se trepó las paredes del patio para gritar el gol con sus vecinos y hasta Elisa se acercó y en silencio observó la situación...
Volver, no fue fácil, aflojarse de tamaña situación tampoco, el partido siguió y faltaba mucho. A nueve del final descontó Inglaterra y a poco del epílogo, el “Vasco” Olarticoechea salvó en la línea, después llegó el final con alegría y festejo.
A Juan, que quedó sentado mirando hacia el piso se le cayeron algunas lágrimas, Martín estaba en la calle. Fue una risa ver a Enrique, un viejo amargo y renegado saltando como un chico, Alicia, la de la despensa abrió las persianas para que se viera el enorme retrato de Maradona que le había hecho su tío. Todos salieron a festejar a abrazarse, a gritar, a ser un poco más felices...
La vuelta a casa fue tarde, Juan y Martín se fueron a acostar con la radio bajo la almohada, afónicos y con las camisetas de la selección puestas.
Elisa, que se quedó mirando el gol de Maradona una y otra vez, le preguntó a su mamá, mientras ayudaba con la limpieza de la cocina -el porqué de tanta locura de su papá y su hermano, y Carmen le contestó con una caricia en la mejilla - “dejalos hija, dejalos que son son felices…”.

Glosario
afano: Robo
amargos: Mates
apolillaban: Dormían
fiaca: Pereza, desgano
mate: Infusión de yerba mate
pava: Recipiente de metal o hierro esmaltado, con asa en la parte superior, tapa y pico, que se usa para calentar agua.
subirse al carro: La gente en Argentina no creía en el equipo de Bilardo previo al Mundial 86. Al obtener ese logro se dice que muchos se "subieron al carro" (triunfal) al cambiar de opinión por el título conseguido en México.

(Agradezco a Diego Castaño su generosidad por cederme este cuento para ser publicado en este blog y poder ser compartido con ustedes. Gracias Diego!)


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¿La gente aún le recuerda el gol de Roger Milla?

Diría que me recuerdan por dos acontecimientos en mi carrera: ese gol de Camerún, en el que salí a jugar con los pies, y la atajada del Escorpión. Pero es algo parejo. El que me felicita por el Escorpión, al instante me recuerda aquel gol de Milla. Y el que me reta por aquel error, me habla enseguida de la atajada de Wembley. Así es el fútbol y también la vida: hay ganadores y perdedores, buenos y malos, flacos y gordos, altos y bajos. Uno debe tomarlo con naturalidad.

Pese al paso de los años, suponemos que sigue utilizando la ropa interior azul, ¿verdad?

¡Siempre! A fines de la década del 80', el Atlético Nacional no podía ganarle al Millonarios. En eso llegó Carlos Perea y fuimos juntos a ver a una señora que leía la suerte y ese tipo de cosas. Nos dijo que alguien nos había hecho alguna brujería y nos envió una correa y calzoncillos azules para todos los jugadores. Anduvimos bárbaro: ganamos todo y llegamos a conquistar la Copa Libertadores. Desde entonces, aún los uso.

(RENÉ HIGUITA, arquero colombiano, recordando algunos momentos de su larga trayectoria deportiva)

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Trabajarás cinco días a la semana, como dice la Biblia. El séptimo se lo dedicarás al Señor. El sexto día es para el fútbol.

(ANTHONNY BURGESS, musico y novelista británico, fallecido en 1993)

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Para ser exitoso como jugador, entrenador y dirigente hay que tener mucha disciplina, bastante suerte y nacer en el país y en el momento justo.

(FRANZ BECKENBAUER, ex jugador y director técnico alemán -1996-)

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Los dueños de la pelota (Eduardo Galeano - Uruguay)


La FIFA, que tiene trono y corte en Zurich, el Comité Olímpico Internacional, que reina desde Lausana, y la empresa ISL Marketing, que en Lucerna teje sus negocios, manejan los campeonatos mundiales de fútbol y la olimpíadas. Como se ve, las tres poderosas organizaciones tienen su sede en Suiza, un país que se ha hecho famoso por la puntería de Guillermo Tell, la precisión de sus relojes y su religiosa devoción por el secreto bancario. Casualmente, las tres tienen un extraordinario sentido del pudor en todo lo que se refiere al dinero que pasa por sus manos y al que en sus manos queda.

La ISL Marketing posee, al menos hasta fin de siglo, los derechos exclusivos de venta de la publicidad en los estadios, los filmes y videocasetes, las insignias, banderines y mascotas de las competencias internacionales. Este negocio pertenece a los herederos de Adolph Dassler, el fundador de la empresa Adidas, hermano y enemigo del fundador de la competidora Puma. Cuando otorgaron el monopolio de esos derechos a la familia Dassler, Havelange y Samaranch estaban ejerciendo el noble deber de la gratitud. La empresa Adidas, la mayor fabricante de artículos deportivos en el mundo, había contribuido muy generosamente a edificarles el poder. En 1990, los Dassler vendieron Adidas al empresario francés Bernard Tapie, pero se quedaron con la ISL, que la familia sigue controlando en sociedad con la agencia publicitaria japonesa Dentsu.

El poder sobre el deporte mundial no es moco de pavo. A fines de 1994, hablando en Nueva York ante un círculo de hombres de negocios, Havelange confesó algunos números, lo que en él no es nada frecuente: "Puedo afirmar que el movimiento financiero del fútbol en el mundo alcanza, anualmente, la suma de 225 mil millones de dólares".

Y se vanaglorió comparando esa fortuna con los 136 mil millones de dólares facturados en 1993 por la General Motors, que figura a la cabeza de las mayores corporaciones multinacionales.

En ese mismo discurso, Havelange advirtió que "el fútbol es un producto comercial que debe venderse lo más sabiamente posible", y recordó la ley primera de la sabiduría en el mundo contemporáneo: "Hay que tener mucho cuidado con el envoltorio".

La venta de los derechos para televisión es la veta que más rinde, dentro de la pródiga mina de las competencias internacionales, y la FIFA y el Comité Olímpico Internacional reciben la parte del león de lo que paga la pantalla chica. El dinero se ha multiplicado espectacularmente desde que la tele empezó a trasmitir en directo, para todos los países, los torneos mundiales. Las Olimpíadas de Barcelona recibieron de la televisión en 1993, seiscientas treinta veces más dinero que las Olimpíadas de Roma en 1960, cuando la transmisión sólo llegaba al ámbito nacional.

Y a la hora de decidir cuáles serán las empresas anunciantes de cada torneo, tanto Havelange y Samaranch como la familia Dassler lo tienen claro: hay que elegir a las que pagan más. La máquina que convierte toda pasión en dinero no puede darse el lujo de promover los productos más sanos y más aconsejables para la vida deportiva: lisa y llanamente se pone siempre al servicio de la mejor oferta, y sólo le interesa saber si Mastercard paga mejor o peor que Visa y si Fujifilm pone o no pone sobre la mesa más dinero que Kodak. La Coca-Cola, nutritivo elixir que no puede faltar en el cuerpo de ningún atleta, encabeza siempre la lista. Sus millonarias virtudes la ponen fuera de discusión.

En este fútbol de fin de siglo, tan pendiente del marketing y de los sponsors, nada tiene de sorprendente que algunos de los clubes más importantes de Europa sean empresas que pertenecen a otras empresas. La Juventus de Turín forma parte, como la Fiat, del grupo Agnelli. El Milan integra la constelación de trescientas empresas del grupo Berlusconi. El Parma es de Parmalat. La Sampdoria, del grupo petrolero Mantovani. La Fiorentina, del productor de cine Cecchi Gori. El Olympique de Marsella fue lanzado al primer plano del fútbol europeo cuando se convirtió en una de las empresas de Bernard Tapie, hasta que un escándalo de sobornos arruinó al exitoso empresario. El París Saint-Germain pertenece al Canal Plus de la televisión. La Peugeot, sponsor del club Sochaux, es también dueña de su estadio. La Philips es la dueña del club holandés PSV de Eindhoven. Se llaman Bayer los dos clubes de la primera división alemana que la empresa financia: el Bayer Leverkusen y el Bayer Uerdingen. El inventor y dueño de las computadoras Astrad es también propietario del club británico Tottenham Hotspur, cuyas acciones se cotizan en bolsa, y el Blackburn Rovers pertenece al grupo Walker. En Japón, donde el fútbol profesional tiene poco tiempo de vida, las principales empresas han fundado clubes y han contratado estrellas internacionales, a partir de la certeza de que el fútbol es un idioma universal que puede contribuir a la proyección de sus negocios en el mundo entero. La empresa eléctrica Furukawa fundó el club Nagoya Grampus, que contó en sus filas con el goleador inglés Gary Lineker. El veterano pero siempre brillante Zico jugó para el Kashima, que pertenece al grupo industrial y financiero Sumitomo. Las empresas Mazda, Mitsubishi, Nissan, Panasonic y Japan Airlines también tienen sus propios clubes de fútbol.

El club puede perder dinero, pero este detalle carece de importancia si brinda buena imagen a la constelación de negocios que integra. Por eso la propiedad no es secreta: el fútbol sirve a la publicidad de las empresas y en el mundo no existe un instrumento de mayor alcance popular para las relaciones públicas. Cuando Silvio Berlusconi compró el club Milan, que estaba en bancarrota, inició su nueva era desplegando toda la coreografía de un gran lanzamiento publicitario. Una tarde de 1987, los once jugadores del Milan descendieron lentamente en helicóptero hacia el centro del estadio, mientras en los altavoces cabalgaban las Walkirias de Wagner. Bernard Tapie, otro especialista en su propio protagonismo, solía celebrar las victorias del Olympique con grandes fiestas, fulgurantes de fuegos artificiales y rayos láser, donde trepidaban las mejores bandas de música rock.

El fútbol, fuente de emociones populares, genera fama y poder. Los clubes que tienen cierta autonomía, y que no dependen directamente de otras empresas, están habitualmente dirigidos por opacos hombres de negocios y políticos de segunda que utilizan el fútbol como una catapulta de prestigio para lanzarse al primer plano de la popularidad. Hay, también, raros casos al revés: hombres que ponen su bien ganada fama al servicio del fútbol, como el cantante inglés Elton John, que fue presidente del Watford, el club de sus amores, o el director de cine Francisco Lombardi, que preside el Sporting Cristal de Perú.

(texto tomado del libro "El fútbol a sol y sombra" de Eduardo Galeano, 1995)

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Estoy confiado. Nunca he perdido en Parma. Nunca he jugado allí.

(ROY HODGSON, entrenador inglés, dejando esta frase muy fundamentada cuando dirigía al Inter de Italia en 1996)

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Descendimos, pero dejo una buena base.

(JORGE CÉLICO, ex técnico de Huracán, tras irse al descenso en el año 2003)

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Un día me lo encontré al "Pepe" Sasía, que había jugado en Rosario Central muchos años antes, y le pregunté si se acordaba de un partido amistoso que Central había jugado en Rosario con el Real Madrid en el medio del barro. Se me acercó y me dijo: "¿Si me acuerdo?... ocho caños le hice a Marquitos". Ese día la rompió el Pepe.

(ROBERTO FONTANARROSA, recordado humorista y escritor argentino)

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