(LUIS "El Zorro" ÁLAMOS, ayudante del técnico chileno Fernando Riera, en el Mundial de Chile 1962)
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(LUIS "El Zorro" ÁLAMOS, ayudante del técnico chileno Fernando Riera, en el Mundial de Chile 1962)
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De esos juegos me quedó una anécdota. El fútbol en Japón se jugaba sólo en las escuelas y eran horribles, pero tenían un puntero zurdo que se llamaba Yamamoto que nos dio un baile tremendo a todos. Cuando salíamos de los vestuarios, nos cruzamos con los jugadores japoneses: los mirábamos y no lo podíamos creer...
En eso pasa uno con anteojos. Los cristales eran como culo de botella. Cejas me dijo: "Mirá lo que habremos sido nosotros, que uno de ellos es ciego". Y yo le dije: "¿Vos lo podés creer? Ese tipo de anteojos es Yamamoto".
(extraído del libro "Jugar al fútbol" de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A.)
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(NEVILLE SOUTHALL, ex arquero galés, uno de los mejores de Europa en los años '80)
(CARLOS BIANCHI, ex entrenador del Atlético de Madrid, tras un partido jugado bajo el rigor del invierno en Pamplona (¿por dónde jugaba Osasuna daba el sol?)
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Conjetural (Juan Sasturain - Argentina)
Italos cantan en la galería
nazi una vez, fascista todavía.
Es en venganza por la estirpe única
de tus ancestros de daga y túnica.
Invicto Aníbal, cuya valentía
no dudó ante una Roma que temía
en el combate, a la fiereza púnica.
Zama fue la batalla, y la derrota
impuso sus rigores al aciago
destino de los hombres y la flota.
Ala soberbia, magnífica Cartago,
no la olvidó la gloria. La pelota
en soledad sueña con vos, el Mago.
(publicado en "Página 12", del martes 11 de Julio de 2006)
La venganza (Walter Saavedra - Argentina)
La infancia es la única edad feliz de la existencia;
tiene el divino poder de sumergirnos en las ilusiones.
(Guy de Maupassant)
A mi primo Lolo siempre se le ocurrían cosas macabras, como aquel día que encerró al gato de la tía Genoveva en el horno y lo asó vivo, mientras se descostillaba de la risa mirando por el vidrio la patética agonía del animal. Otra vez, le arrancó los ojos al ruiseñor del abuelo Alfredo porque decía que así, ciego, el pájaro iba a cantar mejor. Y una siesta, aburrido, mezcló los peces pequeños con los grandes y éstos se los devoraron en un santiamén. Mi primo Lolo gozaba haciendo maldades. Una noche estábamos jugando a las cabezas en la vereda con una pelota de goma cuando pasó Teté, el mayor de los Larrondo, famoso en el barrio y en la escuela por lo pendenciero. Yo había tenido algunos problemas con él un año antes y en un recreo me empavonó el ojo izquierdo. Mi primo lo sabía. Teté comenzó a desafiarnos y propuso un triangular. A Lolo se le encendieron las pupilas y aceptó. Yo no quería.
-Jueguen ustedes dos y el ganador se enfrenta conmigo- dijo y antes de desaparecer con la excusa de ir al baño, me susurró al oído: “perdé”. No fue necesario ir a menos. Teté me derrotó con gran facilidad y yo disimulé un fastidio que en realidad no tenía.
-¿Y tu primito? ¿Se cagó en las patas tu primito?- canchereó Teté, mirando con ansiedad hacia el interior de mi casa, seguro de sí mismo. Me llevaba dos cabezas, por lo menos y usaba pantalones largos.
-Acá estoy. ¿Con quién juego la final? -preguntó Lolo, reapareciendo lo más campante.
-Conmigo, salame. Mira la pregunta que hacés- respondió con desgano el grandote
-Pechito vale doble- dijo mi primo y empezaron.
La luz del farol de la esquina era escasa. Se veía muy poco, casi nada. Teté se puso dos a cero y festejaba cada punto como si fuera la final del mundo. En eso, Lolo devolvió muy arriba la pelota. Teté la dejó venir un poco, se arqueó en el aire y le metió un tremendo cabezazo:
¡Trock!
Aún resuena en mis oídos el estruendo. El matón cayó pesadamente, desmayado y con la frente abierta de la que escapaba un río de sangre. Lolo se arrimó al cuerpo inerte, sonrió cínicamente y sentenció: “Te gané por abandono, boludo”.
Con la complicidad de la penumbra, mi primo había cambiado la pelota de goma por una bocha, lo cual explicaba aquella breve ausencia y el consejo para que yo perdiera. Fueron tan rápidos y tan perfectos sus movimientos que el otro no adivirtió que en lugar de utilizar la cabeza, Lolo había enviado la pelota (la bocha, bah) con la mano.
-Ven gansa dijo el ganso- murmuró mi primo, guiñándome un ojo.
Teté estuvo tres días internado con conmoción cerebral. Debieron aplicarle, además, once puntos de sutura.
(Un saludo agradecido a Walter por permitirme subir este cuento, extraído del extraordinario libro "Hambre de gol")
(EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo)
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Argentino Geronazzo y la digna honestidad de su locura
Fue allá por el sesenta y uno cuando me llegaron las primeras noticias de la existencia de un tal Argentino Geronazzo en ese matiz de estudioso del fútbol. Porque como jugador ya lo conocía con la camiseta de Vélez después, su partida a Italia para jugar en el Nápoli: el regreso a la Argentina para jugar -siempre como número cinco- en Argentino de Quilmes; después Almirante Brown y el final en Colegiales.
Un día ya desvinculado de Estudiantes y más lejos de Osvaldo Zubeldía, comencé a frecuentarlo, al menos a "verlo" más a menudo. Cuando ya me llegaban las noticias por el comentario de jugadores, por las informaciones periodísticas de algunas actitudes "insólitas" de ese ya "loco Geronazzo" Como esa vez que se ligó a Independiente para dirigir el departamento de fútbol amateur.... Dicen que llegó la primera mañana, la que inauguraba su ingreso a Independiente. Y pidió un determinado número de pelotas para que trabajasen los chicos. No recuerdo con exactitud, pero creo que sumaban unas quince. Como era más que habitual en aquellos tiempos -y en los de ahora también- se las negaron. Entonces, Argentino Geronazzo no encontró respuesta más digna que irse. Y, no volver nunca más...
Otra vez, dirigiendo a Gimnasia, en Primera B, jugo un partido como visitante en Banfield. Gimnasia perdió y toda la tribuna platense descargó su decepción en el técnico. Cuando llegó la hora de salir del estadio Geronazzo rechazó toda compañía "solidaria", lo mismo que algunos ofrecimientos para trasladarlo en automóvil. Así salió solo, y se dirigió a la estación de trenes -distante una docena de cuadras- andando. Un grupo de simpatizantes de Gimnasia, lo seguía a corta distancia agraviándolo con todo tipo de insultos. Geronazzo siguió su marcha imperturbable, sin pedir protección. Cuando llegó al andén dos de la estación Banfield se dispuso a esperar el tren que se dirigía a Constitución, lo mismo que "la patota". Entonces fue cuando se produjo lo inevitable. Como los insultos arreciaban y cada vez más cercanos, Geronazzo "se dignó" a ponerle fin a la situación.
Un día, tiempo después de ese episodio -que yo conocí por terceros- charlé largamente con él. Y confieso que desde esa oportunidad llegué a estimarlo mucho más. Me dijo que "quería sentirse héroe, vivir como alguien distinto a los mediocres que transitan refugiados en su pusilanimidad, cerca de la hazaña, merodeando el gesto noble de los elegidos: pretendía sentirse en paz consigo mismo, contento por dentro: que se había propuesto, después de largas meditaciones, huir de los miedos que agobian a los especímenes que más presumen de poderosos.
Todo es interior -me decía-, nada es verdad cuando solo trasciende en actitudes exteriores". Cuando en el 78 volvió por cuarta vez a Chacarita, había adquirido una serenidad interior que hasta le permitía "mirar" la vida con cierto sentido "filosófico" del humor, como cuando se declaró discípulo del "maestro Lao-Tse", como le gustaba llamarlo... "¿Sabe qué pregonaba el maestro, 600 años antes de Cristo? Que el sabio tiene que parecer ignorante, porque los que saben no hablan y los que hablan no saben. Entonces, yo no soy un sabio porque hablo... Ya la digo", repetía, y hasta con cierta ironía... "Cada vez creo más en Lao-Tse cuando dice que El Hombre, para serlo todo, no necesita ser nada ni hacer nada". Y cuando se fue "porque lo echaron de Chacarita", el club que palpitaba en sus sentimientos -el mismo declaró que lo echaron-, dijo que "no quería entrar en especulaciones porque era un naturalista y aceptaba las cosas tal cual eran".
Desde entonces, no apareció más en los corrillos del fútbol ni volvió a ponerse la sigla del D.T. Entonces, como buen naturalista, admitió las cosas tal cual eran. "No hizo más nada que sea importante para los que creen en los hechos exteriores y públicos, ni habló más para aspirar a sentirse sabio. Decía que habla aprendido a vivir con austeridad. Que era experto en 'manejos de bolsa' y con unas pocas ganancias le alcanzaba..."
Por eso, me digo que "el loco Geronazzo" nunca fue loco. Y, cuando estuvo a punto de serlo, decidió aprender las doctrinas de Lao-Tse y se curó. Yo conozco muchos sensatos que corren cada vez más detrás del dinero y el poder, a pesar de ser ricos y poderosos. O, en todo caso, creer que lo son. Algunos de ellos, hasta siguen siendo Directores Técnicos. Es que no leyeron a Lao-Tse, como Geronazzo.
(nota publicada en la recordada revista "Goles", a mediadios de la década del 70 y realizada por el Maestro Osvaldo Ardizzone)
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(JOHN BENJAMIN TOSHACK, entrenador galés)
(JOSÉ LUIS CHILAVERT, ex arquero paraguayo, dedicando tiempo a generar amigos)
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Washington "Pulpa" Etchamendi (Uruguay)
Nunca llegó a jugar en el fútbol profesional, solo una trayectoria sin mayores sobresaltos en el fútbol amateur hasta los 19 años, pues una grave lesión de rótula lo marginó en forma definitiva de las canchas.
El "Pulpa" fue un personaje, no sólo por sus anécdotas, sino también por sus dichos, fruto de su enorme "carpeta". Así, cuando el fútbol empezaba a ser cada día defensivo, repetía: "En el mundo cada vez hacen más falta dos cosas: ¡democracia y delanteros!".
De la misma forma, cuando Racing de Avellaneda impuso un estilo atacante y fue campeón de América y del Mundo en 1967, el "Pulpa" sentenció: "Pizzutti (el técnico argentino) los manda a todos al ataque porque es soltero; ¡si fuera casado y con tres hijos jugaría muy diferente!"
Dueño de picardía callejera, un graciosa forma de expresarse, en algunas ocasiones folklórica y ocurrente, pero siempre muy gráfica y directa; y, sobre todo, una manera visceral de vivir el fútbol, al punto de morir al costado de un campo de juego.
En una oportunidad, cuando un amigo le reprochó que llevara al equipo que dirigía a un jugador muy capaz pero complicado como persona, el “Pulpa” se defendió diciendo: “Dónde está el problema, si yo no lo quiero para hermano ni para yerno. Yo lo quiero para que esté los domingos de tres a cinco de la tarde en la cancha, haciendo goles...” Y en otra oportunidad, tratando de encontrar una solución a los escasos resultados positivos de Uruguay, apuntó: “Saben cuál es el problema uruguayo, que todos somos muy vivos. Habría que traer dos o tres camiones de bobos y mezclarlos, a ver si conseguimos mejorar la especie”.
En otra ocasión, recriminándole a un arquero su falta de reflejos y actitud, le dijo: “vos transformás en gol hasta las pelotas que se van afuera...”
Después de iniciar sus actividades como estratega en Defensor Sporting de Montevideo y estar al frente de los destinos del equipo nacional de su país, hizo un prolongado periplo por conjuntos como Liverpool, también de Uruguay, Unión de Santa Fé y Los Andes, en Argentina, Cerro, Bella Vista y Nacional, una vez más en tierras ‘Charrúas’. Dirigió igualmente la selección nacional del Paraguay y prestó también sus servicios al equipo León de México.
En 1972, Peñarol trajo al rosarino Castronovo para cortar la hegemonía de Nacional, el "Perro" hacía goles de todos los colores y, con dos suyos, los aurinegros ganaron un clásico de pretemporada por 4 a 0. Viéndose casi impotente, el "Pulpa" le hizo conseguir una "novia" en Pocitos para que el goleador no pudiera ni con su esqueleto, pero como no logró su objetivo, se conectó con un empresario amigo y logró que el delantero fuera adquirido por el Málaga, con lo que se acabó el problema: otra vez Nacional campeón, con los goles de Artime y Mamelli.
El "Pulpa", a su vez, les decía a los jugadores de Nacional antes de los clásicos: "Ya saben. A estos hay que ganarles y, si pueden, con un gol de penal en los descuentos... ¡así se van bien calientes!" Se le dio el 2 de Marzo del 72. Ganaba Peñarol con gol de Castronovo, empató Artime a los ’85 y ganó Nacional con un gol de penal de Mujica a los 90`.
Por aquellos años al terminar el primer tiempo de un partido de Nacional, se le quejó a Montero Castillo en el vestuario: `¡Mudo, le dije que se volcara a la izquierda y no me hizo caso, miro para ahí y hace rato que no lo veo!". El padre de Paolo le respondió: "Pero, ‘Pulpa’, ¡si hace 20` que me echaron!`. El técnico cerró el diálogo: "¿Ve como tengo razón en lo que le estoy diciendo?".
Otra vez, en Colombia, un periodista de la Cadena Caracol finalizó una extensa entrevista, preguntándole a Etchamendi: "Profesor, ¿por qué se viste tan mal?. El "Pulpa" lo miró y le contestó en seco: "Yo no me visto, me tapo".
El "Pulpa" tenía, a su vez, sus "códigos de procedimiento", que aplicaba sin espíritu racista, o discriminatorio, ni cosa que se le parezca: "Arquero y back derecho negro, ¡no! En EE.UU. los basquetbolistas son unos fenómenos porque tienen manos flexibles, parecen de goma! ¡Y el golero tiene que tener las manos de fierro! Además, a los morochos les gusta la cumbia, se mueven con plasticidad, son muy alegres... y ahí atrás, se precisa gente dura y seria!".
A comienzos del año de 1976 llegó a la dirección técnica del Deportivo Cali, contratado por el presidente Alex Gorayeb.
Al equipo verdiblanco llegó en reemplazo de Raúl Rodríguez Seaone, a quien sustituyó por pocas semanas, antes del “Pulpa”, el inolvidable “Pancho” Villegas.
En ese entonces en el equipo caleño militaban jugadores como Carlos Samboní, Ricardo César Ruíz Moreno, Abel Da Graca, Alberto ‘El Tigre’ Benítez, Hernando ‘La Pinta’ García, Miguel Escobar, César ‘El Caballo’ Lorea, Alvaro Contreras, Oswaldo ‘Pescadito’ Calero, entre otros.
El domingo 30 de Mayo de 1976 se cumplia en el “Pascual Guerrero” de Cali la 5ª fecha de la II Vuelta del Certamen ‘Apertura’ del fútbol colombiano.
A ese partido llegaba el Deportivo Cali ocupando el segundo lugar en el torneo con 20 puntos (compartido con Millonarios) mientras el Santa fe ocupaba la tercera posición.
El equipo caleño se puso en ventaja por intermedio del argentino Ricardo César Ruiz Moreno, pero en la parte final el equipo ‘Cardenal’ alcanzó el empate por acción de José Antonio Tébez.
A raíz de la expulsión del jugador Oswaldo Calero, por agresión a Recúpero, el técnico uruguayo abandonó el banco y se refugió en el vestuario por algunos minutos. Después de un buen rato retornó al banco, para terminar de orientar a sus dirigidos.
Hacia las 17.57 minutos, en el banco técnico del Deportivo Cali se desplomaba Washington ‘El Pulpa’ Etchamendi, víctima de un fulminante ataque cardiaco.
De inmediato fue auxiliado por el gerente de la entidad, Walter Collazos y otras personas que estaban junto al director técnico. La ambulancia que lo condujo hasta el Hospital Universitario ‘Evaristo García’ sólo pudo llegar hasta la denominada ‘Puerta de Maratón’ del estadio, pues la pista de tartán no podía ser pisada por vehículo alguno.
El cuerpo, ya casi sin vida del “Pulpa”, fue llevado al trote, en una camilla de lona, hasta la citada puerta, ubicada en el costado sur del estadio.
Los esfuerzos médicos de los doctores Luis Carlos González, Oscar Bolaños y Camilo Rengifo, fueron inútiles. El técnico oriental llegó muerto al Hospital. Su deceso se confirmó hacia las 6:30 de la tarde.
Washington ‘El Pulpa’ Etchamendi, hombre de gran parecido físico con el presidente chileno, Salvador Allende, moría a los 59 años de edad. Su cuerpo fue enviado pocos días después a Montevideo, su ciudad natal.
Al conocerse el día lunes 31 de Mayo, en forma profusa, los detalles de su muerte, la conmoción en la familia del fútbol de América fue enorme. Había fallecido, en su ley, frente a sus jugadores, uno de los mejores entrenadores sudamericanos de su generación.
Con él se iba un singular protagonista del mundo del fútbol, de esos que ya no existen, famoso no sólo por sus conocimientos sino por las ocurrentes salidas que tenía y un modo por demás pintoresco de ser.
Así se lo recuerda…
Silvia Etchamendi, (hija): "La imagen que tengo de mi padre en casa es sentado en su sillón, leyendo.
Cuándo él falleció yo tenía 12 años y mi manera de acercarme a su recuerdo era a través de la biblioteca que dejó en casa. Tenía desde Zolá hasta Víctor Hugo o Galeano. Era un lector ecléctico y voraz..."
Juan Masnik -capitán del Nacional del ‘71-: "Teníamos que ir a jugar a San Pablo un partido importantísimo por la Copa contra el Palmeiras, ya que si no ganábamos de visitantes, quedábamos afuera.
Hacía 5 días que yo estaba en cama y la prensa decía: `Mansnik no viaja`, porque había perdido 5 kilos, volaba de fiebre. El día antes el `Pulpa` se apareció en mi casa, se tomó un par de whiskys Old Smuggler y cuando se iba sólo me preguntó:`¿Mañana le mando un remise para que lo lleve al aeropuerto?`. Además, le agregó: `Acá, en confianza, ¿sabe qué pasa? Ancheta es un gran jugador, pero sin Ud., es mucho menos`. Yo me dije: `¡La pucha, qué importante que soy!` Agrandado anímicamente, me levanté y al día siguiente viajé. Ganamos 1 a 0 y clasificamos. En San Pablo, Ancheta me contó que el `Pulpa` lo había preparado, por las dudas de que yo no pudiera jugar, diciéndole: `¿Sabe lo que pasa, Atilio? Masnik es flor de jugador, pero... en confianza: sin usted, ¡es mucho menos!"
Alfredo Amarillo (último jugador uruguayo en vestir la camiseta del Barcelona de España, donde fue compañero de Johan Cruyff), se fue del país con apenas 19 años, después de haber jugado en la selección uruguaya y ponerse la blusa del Nacional del 73. Esto recuerda: “Yo era un chiquilín de 17 años y jugaba en la reserva de Nacional... yo siempre pensaba ‘algún día se va a lesionar alguno...’ ¡Aquel Nacional era tremendo! No dejaban el puesto ni equivocados... El “Pulpa” Etchamendi era un personaje fantástico.
Debuté contra Cerro, el partido iba 0 a 0 y en el entretiempo el “Pulpa” me dice: ‘cuando vayan 15 minutos usted vaya para donde estoy yo’. Él estaba del lado de la tribuna Olímpica y lo veo que levanta la mano... Ya habían pasado los 15 y yo no me animaba. Le comenté a Hynes que era el equipier y me dijo. ‘¡Andá muchacho, que van 17 minutos!’. Allá salí corriendo.
Cuando llegué allá, Etchamendi enojado dice: ‘¡Usted quiere o no quiere jugar. ¿No fue a la escuela?!’ Entré, tiré un centro, gol de Artime y ganamos 1 a 0.
Otro día Nacional va a jugar con Botafogo en el Maracaná, por la Copa Libertadores. El "Pulpa" me incluye en el grupo que viaja. En Botafogo jugaba aquel Jairzinho, que era un fenómeno, venía de salir campeón del mundo con Brasil en el 70. Antes del partido viene el Pulpa y me dice: ‘¿Quién es mejor, usted o Jairzinho? Yo tenía 18 años, le digo: ‘Y... Jairzinho, maestro’ Entonces me mira serio y seco y me dice con esa voz ronca: ‘¡Usted es un hijo de puta..., a usted yo no tendría ni que ponerlo...!’ Fui y marqué a Jairzinho y lo anulé. Se cambió de punta porque no lo dejé agarrar una pelota. Después, en los diarios, dijo que yo lo había marcado muy bien, para lo joven que era y la experiencia que tenía”.
“El Pulpa Etchamendi venía y te decía: ‘Usted va a jugar... ¡No se me cague!’.
Una vuelta le dijo al "Coco" Martirena -con quien jugábamos en la reserva de Nacional- ‘Coco, vos sos mi ídolo, sos un fenómeno, pero no te puedo poner porque está el Ildo Maneiro’.
Nacional tenía un cuadrazo. Y todos los domingos jugaban siempre los mismos. Las charlas del Pulpa eran tremendas...
Te decía: ‘Esto es así muchachos, si ellos hacen tres y nosotros hacemos sólo dos goles... miren que perdemos!’. Él no te decía nada, ni pizarrón ni tiza, ni subí ni bajá... Nada. ‘Vaya y juegue’.
‘En un partido le cae la pelota a Calcaterra, así de frente al arco. Y Calcaterra erró un gol hecho. En el vestuario, el "Pulpa" Etchamendi va y lo encara y le dice:¿Qué le pasó?Y Calcaterra le contesta: ‘La verdad es que no esperaba la pelota...’ Y Etchamendi se calentó: ‘¿Y qué esperaba? ¿Qué cosa esperaba en el área? ¡Que cayera un boniato en vez de una pelota de fútbol!’El Pulpa además de ser un gran técnico de fútbol ¡tenía cada cosa!, de la vida, de la noche, de los boliches... El Pulpa era un libro”. (Alfredo Amarillo, recuerda innumerables anécdotas -como las antes mencionadas- del popular DT uruguayo)
Peta, usted ya no es el mismo de antes. Lo tiró tres veces a su wing y el tipo todavía sigue respirando".(Del técnico de Nacional de Uruguay a su jugador, Luis “Peta” Ubiña, al final de un primer tiempo por Copa Libertadores en 1968. Infidencia de Luis Artime).
Luis Ernesto Sauco Borges, ex jugador uruguauo, integrante de aquel plantel de Unión que ascendió en el año 1966, recuerda al "Pulpa":-¿Quién te trajo a Unión, Luis? -Los que hablaron primero conmigo en Uruguay fueron don Ángel Malvicino y Osvaldo Kopp. Pero el que me convenció para venir a Santa Fe fue el "Pulpa" Etchamendi, quien me dijo que me necesitaba para ascender a primera con Unión. Vinimos desde Uruguay en el auto de él, una coupé Ford modelo '38 descapotable. Yo venía de jugar la final de la Copa Libertadores con Nacional, cuando perdimos contra Independiente. Llegar a Santa Fe para mí fue todo un desafío. -¿Con qué te encontraste cuando llegaste? -En Unión me encontré con excelentes dirigentes y una muy buena hinchada. Me acuerdo de lo que me dijo Etchamendi: "Mire, Luis, que a Unión vinimos para ser campeones porque el año pasado “Pepe” Etchegoyen salió campeón con Colón y ascendió, así que nosotros tenemos que plantar la bandera uruguaya y romperle la cabeza a cualquiera que se interponga". Era un tipo sensacional.
En un Nacional-Peñarol, después del Mundial '70, me tocó marcar a Losada, que era dificilísimo de marcar de tan chiquito que era. No había cómo agarrarlo y fue compañero de pieza mío en la selección. Entonces antes del partido, el "Pulpa" Etchamendi le pidió a Franklin Morales que le hiciera un reportaje a Losada, preguntándole si creía que Ubiña lo iba a golpear. Losada dijo que no, que éramos compañeros de pieza en el Mundial, que yo conocía a sus padres, que eso no podía pasar.
Franklin Morales le llevó la grabación al "Pulpa" y éste me llamó para hacérmela escuchar. "Usted contra Peñarol no juega", me dijo. Fui a embolsar mis cosas, los zapatos, todo, porque si no iba a jugar el clásico para qué me iba a quedar. "A menos que no sea cierto lo que dice Losada -me dijo el Pulpa cuando vio que me iba-, en ese caso usted juega".
El Pulpa se sentaba en un pozo que había para los técnicos frente a la torre de la Olímpica y a los quince minutos del partido se encontró con que tenía a Losada en los brazos. Lo agarré con pelota y todo al chiquito y lo tiré sobre el Pulpa. Y entonces el Petiso Losada se para y le dice al Pulpa: "¡De esto sos vos el culpable, Cara de Goma!".
(LUIS "Peta" UBIÑA, ex jugador de Nacional de Montevideo, reviviendo inolvidables clásicos de comienzos de la década del '70)
Al recibir la medalla de 50 años de socio de Nacional, el Dr. Carlos Suero contó: "En el `71 fuimos a España y nos recibió el embajador, que era Jorge Pacheco Areco. Al llegar, fuimos saludando a Pacheco uno por uno y cuando le tocó al `Pulpa`, Pacheco Areco le dice: `¿Cómo le va? ¿Cómo están las cosas por Montevideo?` y el `Pulpa` le respondió: `Y... como nos dejó usted... ¡esquivando las balas por la 18 de Julio...!"
Fuentes consultadas:
• Diario “El País” de Uruguay
• Francisco “Paco” Fernández (periodista de Radio “El Espectador”)
• Página web del Deportivo Cali (no oficial)
• Página web "Tenfield digital"
• Diccionario enciclopédico del fútbol del diario “Olé”
• ABC del Ascenso (del diario “Olé”)
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Noooo, nunca tuve. Pero adentro de la cancha, mi vieja se pone una camiseta y le pego también.
(JULIO MONTERO CASTILLO, "áspero" ex futbolista uruguayo, padre de Paolo Montero, dando su testimonio el 4 de Noviembre de 2005)
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(PAUL AUSTER, novelista estadounidense)
Fútbol (Blanca Varela - Perú)
como con una pelota
báilala
estréllala
reviéntala
no es sino eso la tierra
tú en el jardín
mi guardavalla mi espantapájaros
mi Atila mi niño
la tierra entre tus pies
gira como nunca
prodigiosamente bella.
Algunos me tildan de defensivo, pero si un técnico es defensivo es difícil que salga campeón. Yo ascendí seis veces.
(JUAN MANUEL GUERRA, recordado técnico argentino, uno de los de mayor trayectoria en el fútbol de ascenso)
Distendido, Ronaldo, contaba a Diego Maradona anécdotas de David Beckham: "Cuando me felicitó por primera vez en un cumpleaños, se me acercó muy amable con un paquete de regalo. Lo abrí y era su camiseta del Real Madrid”.
La mesa se completaba con otros jugadores brasileños y argentinos del Real Madrid, a comienzos de 2005.
Al segundo cumpleaños -siguió Ronaldo-, otra vez viene con una caja, la abro y esta vez eran zapatos de fútbol autografiados: "David Beckham".
Parecía que la anécdota sobre el marketing eterno que hace Beckham de sí mismo, inclusive con sus propios compañeros, terminaría allí. Pero no.
Tiempo después –retomó Ronaldo- Beckham nos invita a su cumpleaños; todos sentados en mesas, se apagan las luces, aparece una pantalla y comienzas las imágenes. ¿Qué era? ¡Los goles de David Beckham! ¡Todos nosotros allí sentados mirando los goles de Beckham!
Ronaldo frenó las risas. Faltaba la frutilla del postre... "Y los goles, encima, eran todos de tiro libre..."
(artículo del periodista Ezequiel Fernández Moores en la revista Vanguardia, editada en Barcelona, Julio de 2006)
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Roberto Fontanarrosa: "El fútbol que vale es el que queda en el recuerdo"
Profundo conocedor y amante del fútbol, Roberto Fontanarrosa es uno de los mejores exponentes de la literatura latinoamericana contemporánea. Sus cuentos y novelas, siempre en clave de humor, son editados en todo el mundo de habla hispana y reconocidos por su capacidad narrativa.
Es un confeso hincha de Rosario Central, de Argentina, pero su pasión futbolística no conoce fronteras: es capaz de pasar una soleada tarde en París encerrado en la habitación del hotel porque televisan Galatasaray-Feyenoord, y encima amistoso, como cuenta en su libro "Puro fútbol".
En su obra "No te vayas, campeón" repasó a los equipos memorables del fútbol argentino. Nacido en 1944, llegó tarde para conocer a "La Máquina" de River, por ejemplo. "No hay vueltas, uno ve el fútbol que le toca ver", se resigna.
-Hay un fútbol sobre el que a uno le han contado maravillas, pero lamentablemente no hay ninguna referencia, salvo las fotos de El Gráfico. No existen filmaciones. Recuerdo el deslumbramiento que era ir al cine y ver el noticiero previo a la película, donde pasaban 30 segundos de un Racing-River, por ejemplo, y ahí conocía a los jugadores en movimiento.
-¿Donde empiezan sus recuerdos del fútbol sudamericano?
-Con el '59, en Buenos Aires. No ví ningún partido, todo era por radio. Pero recuerdo la efervescencia, quizá por mis 14 años. Vino Brasil campeón del mundo con Pelé, y Argentina aparecía tras un fracaso estrepitoso. La revelación fue Perú, con la delantera de Gómez Sánchez, Loayza, Joya, Terry y Seminario. Empataron con Brasil después de ir perdiendo 2-0, era un equipo privilegiado, de esos que cada tanto aparecen en Perú, como aquel otro de Teófilo Cubillas. Tanto que al tiempo Joya y Gómez Sánchez vienen a River, Loayza a Boca y después cae en Central, un tipo de una habilidad desusada. Tengo muy fresco ese recuerdo, por cosas muy puntuales: la aparición de Perú y la reacción de los brasileños después de largo tiempo en que la historia marcaba que Uruguay los mataba a patadas: se armó una gresca impresionante; ahí se inauguró la patada voladora, como mostraba la foto de Pelé volando horizontal. Esos uruguayos eran terribles. Jugaban William Martínez, Cococho Álvarez, Silveira... eran piernas de exportación. Echaron no sé a cuántos jugadores y terminó ganando Brasil 3-1. Me acuerdo de escuchar por la radio la final que Argentina empata con Brasil. Tiempo después llegaron las fotos y más tarde los goles en el cine, que no se entendían por culpa de los flashes de los fotógrafos.
-¿En la adolescencia es cuando más se marcan los recuerdos?
-Sí, se fijan más. Y antes porque había menos información. A los grandes equipos argentinos los veía una vez al año, cuando visitaban a Central. Todo se mezcla: recuerdos, imaginaciones y lo que queda son sensaciones. No me olvido de la ansiedad por ver a determinados jugadores. En el interior creíamos que a los futbolistas los inventaba El Gráfico, y había que verlos, constatar que eran como los contaban.
-¿Como espectador, qué espera de esta Copa América?
-Me interesa más que la Eurocopa, por más que allá tengan a todas sus estrellas... El hecho de que algunos seleccionados vayan con un equipo de fogueo me da curiosidad. Y será una ojeada al fútbol sudamericano; algunos equipos pueden estar pasando malos momentos, pero es un fútbol muy rico. Siempre está la esperanza de que aparezcan nuevos nombres, como Rondón o Farfán.
-¿Qué tipo de futbolista le agrada?
-Más allá de la camiseta, el mayor atractivo lo dan los talentosos. A mí me atrae más un volante creativo que un zaguero central. Obviamente, será muy útil un Samuel, pero prefiero a un Ronaldinho. A veces veía partidos europeos y decía: ¿cuándo aparecerá un Orteguita, un Ronaldinho? Uno que invente algo, que haga diferencia, que no sea solamente correcto. No hay nada más aburrido que el fútbol italiano. Me hartó, no hay uno solo que gambetee. El fútbol español le pasó por arriba, es más rico no sólo en figuras, también en espectáculo. Aún con lo mal que le fue, le agradezco al Real Madrid por Zidane, Figo, Beckham, Ronaldo, Raúl...
-Como dice César Luis Menotti, "se juega como se vive". Cada país tiene su idiosincracia y esa se traduce en el fútbol. Repasemos a los participantes, empezando por el anfitrión.
-Siempre se hablaron maravillas de la técnica del jugador peruano. Como Solano, un tipo frágil, menudo, pero con gran talento y habilidad. Me quedo con la generación que dejó afuera del mundial '70 a Argentina. Los jugadores de esos años son inolvidables: Cubillas, Percy Rojas, Chumpitaz, Sotil, Oblitas, Meléndez...
-Equipos impresionantes, como históricamente tuvieron argentinos, brasileños y uruguayos en esta competición.
-Cuando salían a la cancha imponían miedo. A Uruguay se le está esfumando ese peso... Quedó como una historia muy antigua. Y eso que, por nombres, puede armar un equipo con jugadores de nivel en cada puesto. Le pesa la tradición de la garra, es muy seductora la leyenda del coraje. Como la historia del Pepe Sasía, que una vez en Puerto Sajonia se trompeó con todos los hinchas que entraban a la cancha... La garra se desvirtuó: garra era dar vuelta un partido difícil, ganar en las peores circunstancias, no tomarse a golpes. Uruguay se quedó con la parte pintoresca de la garra. Claro, uno piensa que es un fútbol que dio a Francescoli...
Tienen un porcentaje desproporcionado de jugadores de fútbol respecto a sus habitantes, pero por ahí no alcanzan cuando llega el momento de elegir. Tal vez estos sacudones les sirvan para resurgir: no puede ser que a Uruguay lo goleen en el Centenario.
Brasil gana todo y por demografía. Están Ronaldo y Ronaldinho, y mirás para abajo y aparecen Adriano, La Bestia (Julio Baptista), Alex, Kaká...Siguen sacando laterales y ahora también tienen buenos arqueros. Y el caso de Ronaldinho es notable. ¡Qué lindo que es! Uno puede decir que Beckham es un buen jugador, pero le falta fantasía. A este tipo uno paga para verlo. Hace goles y no desaparece del partido.
Brasil es el primero en dar la lista, hace entrenamientos a puertas abiertas, sin misterios. Y paradójicamente las innovaciones tácticas salieron de Brasil: el segundo central lo inauguraron ellos, con Orlando; el 4-3-3; el wing izquierdo tirado atrás lo creó Zagalo…
-¿Y Argentina?
-Prefiero ver a un equipo con pibes, figuras que pueden llegar a ser, que ver a aquellos que ya conozco largamente.
-Hay otro pelotón histórico, con Paraguay, Bolivia, Chile, ¿qué te sugieren?
-Los paraguayos me remiten a la leyenda que dice que son grandes cabeceadores, tipos fuertes, para tener en cuenta. El de Bolivia es un tema muy dispar; tener la altura a favor cuando juega de local perturba todo, no se puede hacer una medición correcta del equipo.
Y Chile es otro caso raro… Tuvo nombres realmente importantes, como Elías Figueroa, pero son casos aislados, no saca generaciones completas. Hace poco, los periodistas chilenos usaron una frase que describe la situación: “jugamos como nunca, perdimos como siempre”.
-Costa Rica tuvo a los dos equipos finalistas de la Copa de Campeones de la Concacaf y México siempre cumplió buenas actuaciones en la Copa América. ¿Qué le aportan los invitados?
-Es lógico que estén. Tienen más roce internacional y, sobre todo, convicción: ahora plantean otro tipo de partidos. El campeonato mexicano es más atractivo; tiempo atrás era de muchos goles porque los defensores y los arqueros eran un espanto. Nadie marcaba. Pero ahora ya no, van mejorando.
-Como Colombia desde los ’80, y más recientemente Ecuador y Venezuela.
-Ecuador era siempre un candidato a la goleada, salían a la cancha a ver cuánto aguantaban. Pero ya no es igual jugar con ellos de visitante. Apareció Aguinaga, un organizador al que podría emparentar con Valderrama, es un tipo que no da lo mismo que esté o no esté.
Venezuela ha tenido un progreso muy notorio, hasta va metiendo jugadores a nivel internacional. Puede ir más o menos, pero sabe adónde va. Creo que Pastoriza tuvo algo que ver.
Y Colombia sigue una línea, por la influencia de jugadores que han ido. Me invitaron a una Feria del Libro en Bogotá, que estaba dedicada a la Argentina, y llevaron a Pedernera, Pipo Rossi y Di Stéfano, que había jugado allá. A través de ellos pude ver la fascinación colombiana por el fútbol argentino. Fueron influenciados por los jugadores más talentosos de la época... El símbolo es Valderrama. La selección sintió el alejamiento de su generación, pero saben qué camino seguir. Al talento natural le sumaron profesionalismo; antes, en la Copa Libertadores era ir a Colombia a golear, ahora es ir a perder.
-Los recuerdos surgen caprichosos. No van de la mano del historial...
-No, uno se queda con momentos, jugadas, equipos sueltos.
-No necesariamente con los campeones.
-Claro, de los '70 me quedo con Holanda. Y en mi mente sigue aquel equipo peruano del '59, y no fue campeón ni mucho menos. La memoria no se rige por eficientismos. Son estupideces. El fútbol que vale es el que uno guarda en el recuerdo.
(entrevista realizada por Pablo Aro Geraldes (a quien agradezco infinitamente su autorización para reproducirla en este blog) y publicada en el Programa Oficial de la Copa América Perú 2004)
Terminó el partido, le ganamos a Nacional y quedé duro. Yo era un botija y era un triunfo de la gran siete, pero en el túnel tampoco nos abrazamos, "cuando entren al túnel están los periodistas y los van a ver. Cuando entren al vestuario ahí nos abrazamos". Todos esos conceptos, que los pude vivir, porque de repente me iba por la calle quince cuadras caminando con De León y escuchándolo, después la vida me los hizo llevar a otros lugares, y yo nunca copié a De León, yo entendía lo que hacía De León.
(EDUARDO ACEVEDO, ex jugador de la selección uruguaya, actual director técnico, recordando al Profesor José Ricardo De León, DT del Defensor Campeón de 1976 que terminó con la hegemonía de Nacional y Peñarol en el fútbol uruguayo)
Los jugadores que más trabajo le dan al preparador físico y al entrenador de su equipo son los mismos que después, en la cancha, le dan más trabajo a los rivales.
(ADOLFO MOGILEVSKY, célebre preparador físico argentino, introductor de los primeros tests psicológicos a futbolistas en Argentina)
El periodista rosarino Luis Yorlano recordaba que en una entrevista que años atrás le realizara a Norberto "Gringo" Scoponi, ex-arquero de Newell´s y dirigido por Marcelo Bielsa, le consultó al ex arquero "leproso" cuál había sido la situación más insólita que le había tocado vivir con Bielsa.
Entonces Scoponi contó que en un partido él tiraba todos los saques de meta a la tribuna, a la altura de media cancha, provocando la rechifla generalizada del público.
Bielsa le había dado la orden de tirarlos todos afuera, pues decía que del saque lateral del rival recuperaría la pelota más rápido...
(extraído del blog "Frases Bielsistas")
Hasta la médula -no digas nunca- (Norberto Krause - Agentina)
Lucas no era tímido. Los otros chicos del barrio eran buenos pibes, pero no de esos que cuando fueran grandes se bajarían del auto a correr contrarios que tiraran piedras. Más bien parecían de esos que nunca se animarían a ir de visitante. De hecho, ni iban de locales a ver al equipo del barrio...
En cambio a Lucas parecía quedarle todo cerca y era de esos que van a todos lados. Él iba con su camiseta blanca con franja marrón cruzándole el pecho, erguido y orgulloso, de la mano del “Loco Mazzini”. No iba a ver al equipito del Barrio. Lucas iba a Saavedra a ver a su Calamar querido.
Mazzini era un personaje no tan extraño como entrañable, que por lo bueno que se mostraba con los pibes no faltaban los que lo veían parecido a un buen cura. Pero él sabía que los niños más felices eran los que podían disfrutar lo que querían con el corazón. De ahí su costumbre de hacer hincha de Platense a todos los pibitos que pudiera.
Laburaba de portero en la escuela de Lucas en La Paternal. No de portero solamente. Hacía el mate cocido para el recreo largo, y Lucas lo tomaba rapidísimo para hacerse el jugador y practicar tiros libres pateando la pelota de balón. La que tenía preparada el profe para la hora de gimnasia. Esa vieja, de cuero, rellena con trapos. Esa que pesaba y no rebotaba. Esa.
Así que la rutina obligada del Loco era ir todos los días de Saavedra a la escuela y vuelta. La de Lucas, clavarla en el ángulo del tragaluz abierto del baño de las chicas, para asomarse a pedirla y de paso mirar a Claudia, la de 2º B, y robarle un besito en la comisura de los labios para darle las gracias. Y la de Claudia era ir al baño en el recreo largo.
A Lucas no lo ibas a ver arriba del para-avalancha, porque no le daba la altura para subirse. Pero él estaba “ahí”. A la hora de alentar, se sabía todas las letras, pero gritando con toda su fuerza no llegaban a escucharlo en medio de La Banda. Tampoco podía pretenderse más de un pibito de 8 años.
Lucas era hijo no reconocido. Su papá, ese que sólo había colaborado en su concepción, se había borrado cuando Armanda le dijo que esperaba mellizos. Se lo dijo una noche en que él vino a buscarla, de nuevo, a una esquina de Villa Fiorito, confundiendo aquella madrugada de alcohol, Carnaval y música de “Los TNT” con el trabajo de Armanda. Borracho desubicado que no sabía diferenciar a una honesta vendedora de flores de un travesti.
Del mellizo de Lucas se sabía más nada que poco. Sólo que en el Hospital, cuando nació Lucas, le dijeron a Armanda que estaba equivocada, que lo que habían sentido no eran latidos dobles, sino un extraño caso de “pared de sonido” o “devolución de latido”. Y que sólo vino Lucas, que curiosamente traía enredado en el cordón un cuerpo extraño, del tamaño de una pelota de golf, que mandarían al laboratorio. Nunca más se supo del mellizo ni de la pelotita de golf. Nunca digas nunca.
Lucas no tenía un peso. Claro, era chiquito. Pero su mamá menos que menos. La mudanza a La Paternal, el kiosco de flores y la inflación se comieron todo. El Loco Mazzini habló con los directivos de Platense por si lo podían fichar. Le preguntaron adónde había que ir a verlo.
–Al recreo de la escuela- les dijo El Loco.
Se le cagaron tanto de risa que El Loco casi creyó cierto su apodo. ¿Cómo iba a ser bueno un pibito que jugaba a ser jugador en el recreo? Pssst...
El Loco lo adoptó como si fuera su propio hijo. Bueno, es una manera de decir, porque el sueldo de portero cocinero del colegio apenas alcanzaba para bancarse seguir al Calamar a todos lados, y mientras Lucas fuera chiquito lo hacía pasar de garrón. Pero al pibe por lo menos, le alimentaba la ilusión de estar “ahí”, donde su Corazón y el del Loco palpitaban y no me importa lo que digan cada vez te quiero más. Y se miraban y cantaban. Siempre. Y ya lo escuchaban.
Cuando a los 12 le pasó a Lucas lo que le pasó, Armanda se había ido a probar la vida o a darle la razón al padre, como se quiera interpretar. Y el único que apareció fue El Loco, que lo tenía como un hijo propio desde que se lo había llevado a Saavedra a vivir con él. Y Los Pibes de la Banda. Fueron tres meses de angustia peleando para que ese tren de mierda que lo traía de Avellaneda, aquella tarde del 3 a 2 a Tigre en cancha de Racing, no se llevara puesta la Esperanza.
El médico entró mirando para los costados a ver si encontraba a alguien parecido a Lucas. Cuando lo vió al Loco, que más o menos tenía pinta de Señor Portero, se lo llevó a Terapia. Y le explicó.
-“Hay un pibe internado, de la misma edad que Lucas. Hace un mes que le buscamos cura a una extraña enfermedad” –dijo-.
Y el doc le contó al Loco que el pibe se llamaba Diego, que había nacido en Villa Fiorito y que hacía un mes que estaba en coma porque “... necesitaría una médula nueva para salvarse y usted sabrá que eso, hoy, en 1972, es imposible...”
-“El pibe es adoptado, y no se sabe nada de los padres biológicos” –agregó el médico-
Y siguió contándole lo más asombroso que el Loco jamás podría haber imaginado escuchar: “Usted sabe que estos casos son muy extraños, y prefiero contárselo de una manera sencilla. De los estudios que le hicimos a Lucas en este tiempo que está internado surge que las características anátomopatológicas de su propia médula ósea son exactamente iguales a las de Diego, con una sola diferencia”
-“¿Qué diferencia, Doctor?” –se apuró a preguntar El Loco-
-“Bien. Hay una enzima de la médula de Diego que tiene cierta deficiencia y que por ahora no se ha hecho notar claramente en su evolución debido a su corta edad. Es la enzima que regula la temperatura del pecho en los adultos y estimula la destreza deportiva. Esta enzima está muy poco presente en Diego, es prácticamente nula, y abunda notablemente en Lucas. Podríamos decir que si Diego no hubiera tenido este problema y lograra llegar a una edad adulta con su actual médula, en su madurez sería un terrible caso de “frius pectoris” o “hipotermia pectoral”. Sin embargo, la médula de Lucas produce células hipercargadas de esa enzima, diría que en cantidad suficiente para varios miles de personas”
-“¿Entonces?” –volvió a preguntar El Loco
-“Entonces, hay un grupo de cirujanos en el Hospital de Niños que están en condiciones de experimentar una nueva técnica quirúrgica por la cual es posible trasplantar médula ósea de una persona a otra, con la condición de compatibilidad necesaria que sólo puede darse entre padres e hijos o...”
-“¿O qué, Doc...?”
-“O...”
-“¿O qué Doc?... Decílo Doc, decílo...!!”
-“O.... entre hermanos mellizos.”
-“Entonces... cag... digo...sonó el pibe...”
-“No, de ninguna manera” –dijo el Doctor- “Lo que le quiero hacer entender es que todo parece indicar que Lucas y Diego son.... son... son...”
- “...son dos buenos pibes que están pasando una situación de mierda y que se van al tacho en cualquier momento y que me conforme porque no es el único caso y que la reput...”
-“No, no, no..!!” –lo cortó el Doc-
-“Sí Doc, hágala corta. Si me quiere convencer que el pobre Lucas no zafará, pero que eso le puede pasar a cualquiera, inclusive a otro pibe lleno de vida como el que está en la cama de al lado y que...”
-“No, no, no...!!” –volvió a interrumpir el Doctor, que no encontraba las palabras-
-“¡¿Entonces qué?, ¿me querés explicar o querés que llame a Los Pibes?!”
-“Lo que quiero decir es que el único ser en esta Tierra que resulta tener la compatibilidad necesaria con Diego para hacerle un trasplante de médula es Lucas porque.... porque....
-“Porque... ¡¿qué?!" –loco ya El Loco-
-“Porque son mellizos....!!!” ...así que usted sabrá con quién anduvo teniendo hijos por ahí y verá que Dios es Grande y existe, y lo ha tocado a este chico Diego para que usted decida si es capaz de salvar a su hijo de lo que no puede salvarse, o hace que Diego pueda seguir vivo, o...”
-“o nada...!! Espere, doc... ¡pare..! yo no soy el padre de Lucas, ni entonces soy el padre de Diego, así que a mí no me tire con la culpa. ¿Cuál es el riesgo para Lucas?” –bramó El Loco-
-“El mismo que si continuara vivo 24 horas más” –dijo el médico- “Pero usted, entonces, no es el padre, pero.. yo creía que... me...”
-“Si, si, lo entiendo, pero mire... así como me ve, Loco y todo, no soy tan idiota como para pretender que usted sea adivino, así que le informo que Lucas no tiene padres y que yo trato de “hacer de”, sólo porque quiero tener un hijo de Platense. Sólo por eso, pero no viene al caso.... dígame... ¿qué tengo que hacer para salvar a Diego?”
-“No, nada... eh... sólo autorizar la operación, pero si usted lo quiere tanto a Lucas y prefiere que todo quede así, también estará bien.... no sé... es su decisión....” –dijo el Doctor-
-“Prefiero que Lucas no sufra más y que alguien pueda disfrutar de su energía por el resto de su vida”
-“Ah, entonces operamos ya” –dijo el médico abrazando al Loco-
-“¿Y lo de la enzima de la temperatura del pechito frío y todo eso que me dijo?”
-“No –dijo el Doctor- eso no es impedimento, sino al contrario, la médula de Lucas trasplantada a Diego hará que éste jamás sufra como adulto de hipotermia pectoral, ese riesgo inminente desaparecerá para siempre y la nueva médula permitirá que lleve sus habilidades y destreza deportiva a un nivel supremo.... aunque eso dependerá de él y de los que lo rodeen cuando sea más grande... pero bueno.... eeehhh... eso ya lo veremos cuando crezca...”
La operación fue un éxito. Para Diego. Lucas se hizo Ángel.
Pasó el tiempo y Claudia fue a bailar un sábado. En su grupito de amigos y chicas de todos los fines de semana, alguien había invitado a Diego, “un pibe de Fiorito que no sabés cómo juega a la pelota” –le dijeron cuando los presentaron-
El beso en la comisura de los labios que le dió el zarpado de Diego le hizo acordar algo de su escuela primaria... algo de 2º B, del recreo largo...., pero no supo bien qué. Fue un flash.
Se terminó de enamorar cuando Diego le contó, agrandado, que desde la panza de su mamá que venía tirando paredes con una pelotita de golf.
-“Qué loco sos...!”, dijo Claudia, con mirada enamoradísima y sintiendo un extraño olocito a mate cocido que... nada.
–“En serio, en serio, yo tiraba paredes y alguien me las devolvía en la panza de mi mamá...¿por qué no me creés, mi Amor?” –zarpándose más todavía, y totalmente seguro de lo que decía-
El mellizo Lucas los miraba desde el Cielo. Estaba como en Saavedra y nunca hacía frío. Sonrió.
El fútbol le debe Una a los Hinchas de Platense. A los Hinchas de Platense hasta la médula, como Lucas. Como Todos.
Nota del autor: En el sitio oficial de Diego Armando Maradona puede leerse la historia oficial de lo que fue el debut de Diego en una práctica del equipo que luego se hiciera famoso con el nombre de “Cebollitas”.
Allí dice: “Una vez que toda la familia convenció a don Diego para que lo dejara ir a la prueba al Pelusa, hubo que esperar. Faltaba todavía. Fueron un par de días, nomás, pero a Diego le pareció un siglo. Al fin llegó. Entonces, una banda de pibes de Villa Fiorito se tomó el colectivo 28 (el verde, como le decían) hasta Pompeya. De allí, el 44 hasta llegar al complejo de entrenamiento de Argentinos, que se llamaba Las Malvinas. Entre todos ellos, había tres pibes, el Diego, el Goyo y Montañita, que no se separaban ni un minuto. Eso sí, cuando llegaron, la decepción fue de todos: llovía tanto, pero tanto, que las canchas no se podían ni pisar... ¡Se suspendía la prueba! ¿Se suspendía la prueba?
Vale detenerse un instante. No había sido fácil para Diego llegar hasta allí: el permiso de don Diego no valía para siempre, la plata para los boletos de colectivo costaba conseguirla, los entrenadores no tenían tanto tiempo como para andar yendo y viniendo con un grupo de pibes de Fiorito. ¿Habrá pensado Diego todo eso?
La voz de don Francis Cornejo, el entrenador, el descubridor de talentos, el conductor de aquel grupo que empezaba a nacer, lo sacó de su tristeza: "¡Vamos! Todos a la camioneta de don Yayo... ¡Nos vamos a otra canchita!". La camioneta era un Rastrojero algo destartalado y don Yayo era José Emilio Trotta, ayudante de Cornejo. La otra canchita resultó ser el Parque Saavedra...
(Mi agradecimiento a Norberto Krause por su autorización para poder publicar este cuento así como a Marcelo Benveniste de la página de Platense por su gestión a ese efecto)
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Magia y fetichismo
Cruzeiro tenía contratados dos macumberos. Los tenía contratados el presidente del club. Cierta vez que jugamos una final con Palmeiras, los dos estaban en el vestuario. Los disfrazaron de reporteros gráficos. Entraron a la cancha con bolsones, cámaras y flashes. Su misión era pasar por detrás del arco de Palmeiras, ingresar a la cancha y tirar, en el arco, tierra de un cementerio recogida la noche anterior. Lo más gracioso era que los macumberos cobraban el mismo premio por partido ganado que los jugadores.
Yo fui testigo de una historia realmente impresionante que ocurrió con Dirceu Lópes, mi compañero de equipo y de habitación en las concentraciones. Dirceu era el ídolo de la hinchada. Con Cruzeiro, en esa época, peleábamos todos los campeonatos. El día anterior a una de las tantas finales, también contra Palmeiras, amaneció con un terrible dolor en el talón. No podía apoyar el pie. Lo teníamos que alzar. El médico le aplicó inyecciones, calor, masajes, le hizo de todo. Se sentía cada vez peor. Se decidió esperar hasta el día del partido. Probó entonces y no se podía parar. "No puedo jugar", me dijo. Todos le llenaban la cabeza diciéndole que le habían hecho una macumba, que en el último partido entró al vestuario una persona a la que nadie conocía y le hizo un "trabalho".
El mismo día del partido, después del almuerzo, el presidente del club se acercó a Dirceu, le habló en el oído y se lo llevó.
En el templo lo esperaban una macumbera y dos ayudantes. Lo acostaron en una especie de plataforma, se tomaron todos de las manos y se concentraron invocando a los espíritus. La macumbera, de pronto, pegó un salto hacia atrás y cayó sentada, como posesionada. Transpiraba, recurría a los pases mágicos, sacaba polvos extraños, dientes de ajo. Pero a Dirceu le seguía doliendo...
Cuando Dirceu le dijo que igual le dolía puso una palangana debajo del pie dolorido, estrechó la ronda alrededor de Dirceu, pidió a todos que recen con fe, agarró el talón dolorido de Dirceu y le aplicó un tremendo mordiscón. Enseguida escupió un hueso de víbora que, presuntamente, el jugador tenía clavado en su talón. Dicen que es la macumba mayor que se puede hacer. Pero lo cierto es que Dirceu Lópes jugó esa noche y no sintió ese dolor nunca más.
(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)
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(CARLOS TÉVEZ, al ser consultado sobre si debía ejecutar un penal ante Alemania en el Mundial 2006)
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