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Roberto Fontanarrosa: "El fútbol que vale es el que queda en el recuerdo"


Profundo conocedor y amante del fútbol, Roberto Fontanarrosa es uno de los mejores exponentes de la literatura latinoamericana contemporánea. Sus cuentos y novelas, siempre en clave de humor, son editados en todo el mundo de habla hispana y reconocidos por su capacidad narrativa.
Es un confeso hincha de Rosario Central, de Argentina, pero su pasión futbolística no conoce fronteras: es capaz de pasar una soleada tarde en París encerrado en la habitación del hotel porque televisan Galatasaray-Feyenoord, y encima amistoso, como cuenta en su libro "Puro fútbol".
En su obra "No te vayas, campeón" repasó a los equipos memorables del fútbol argentino. Nacido en 1944, llegó tarde para conocer a "La Máquina" de River, por ejemplo. "No hay vueltas, uno ve el fútbol que le toca ver", se resigna.

-Hay un fútbol sobre el que a uno le han contado maravillas, pero lamentablemente no hay ninguna referencia, salvo las fotos de El Gráfico. No existen filmaciones. Recuerdo el deslumbramiento que era ir al cine y ver el noticiero previo a la película, donde pasaban 30 segundos de un Racing-River, por ejemplo, y ahí conocía a los jugadores en movimiento.

-¿Donde empiezan sus recuerdos del fútbol sudamericano?

-Con el '59, en Buenos Aires. No ví ningún partido, todo era por radio. Pero recuerdo la efervescencia, quizá por mis 14 años. Vino Brasil campeón del mundo con Pelé, y Argentina aparecía tras un fracaso estrepitoso. La revelación fue Perú, con la delantera de Gómez Sánchez, Loayza, Joya, Terry y Seminario. Empataron con Brasil después de ir perdiendo 2-0, era un equipo privilegiado, de esos que cada tanto aparecen en Perú, como aquel otro de Teófilo Cubillas. Tanto que al tiempo Joya y Gómez Sánchez vienen a River, Loayza a Boca y después cae en Central, un tipo de una habilidad desusada. Tengo muy fresco ese recuerdo, por cosas muy puntuales: la aparición de Perú y la reacción de los brasileños después de largo tiempo en que la historia marcaba que Uruguay los mataba a patadas: se armó una gresca impresionante; ahí se inauguró la patada voladora, como mostraba la foto de Pelé volando horizontal. Esos uruguayos eran terribles. Jugaban William Martínez, Cococho Álvarez, Silveira... eran piernas de exportación. Echaron no sé a cuántos jugadores y terminó ganando Brasil 3-1. Me acuerdo de escuchar por la radio la final que Argentina empata con Brasil. Tiempo después llegaron las fotos y más tarde los goles en el cine, que no se entendían por culpa de los flashes de los fotógrafos.

-¿En la adolescencia es cuando más se marcan los recuerdos?

-Sí, se fijan más. Y antes porque había menos información. A los grandes equipos argentinos los veía una vez al año, cuando visitaban a Central. Todo se mezcla: recuerdos, imaginaciones y lo que queda son sensaciones. No me olvido de la ansiedad por ver a determinados jugadores. En el interior creíamos que a los futbolistas los inventaba El Gráfico, y había que verlos, constatar que eran como los contaban.

-¿Como espectador, qué espera de esta Copa América?

-Me interesa más que la Eurocopa, por más que allá tengan a todas sus estrellas... El hecho de que algunos seleccionados vayan con un equipo de fogueo me da curiosidad. Y será una ojeada al fútbol sudamericano; algunos equipos pueden estar pasando malos momentos, pero es un fútbol muy rico. Siempre está la esperanza de que aparezcan nuevos nombres, como Rondón o Farfán.

-¿Qué tipo de futbolista le agrada?

-Más allá de la camiseta, el mayor atractivo lo dan los talentosos. A mí me atrae más un volante creativo que un zaguero central. Obviamente, será muy útil un Samuel, pero prefiero a un Ronaldinho. A veces veía partidos europeos y decía: ¿cuándo aparecerá un Orteguita, un Ronaldinho? Uno que invente algo, que haga diferencia, que no sea solamente correcto. No hay nada más aburrido que el fútbol italiano. Me hartó, no hay uno solo que gambetee. El fútbol español le pasó por arriba, es más rico no sólo en figuras, también en espectáculo. Aún con lo mal que le fue, le agradezco al Real Madrid por Zidane, Figo, Beckham, Ronaldo, Raúl...

-Como dice César Luis Menotti, "se juega como se vive". Cada país tiene su idiosincracia y esa se traduce en el fútbol. Repasemos a los participantes, empezando por el anfitrión.

-Siempre se hablaron maravillas de la técnica del jugador peruano. Como Solano, un tipo frágil, menudo, pero con gran talento y habilidad. Me quedo con la generación que dejó afuera del mundial '70 a Argentina. Los jugadores de esos años son inolvidables: Cubillas, Percy Rojas, Chumpitaz, Sotil, Oblitas, Meléndez...

-Equipos impresionantes, como históricamente tuvieron argentinos, brasileños y uruguayos en esta competición.

-Cuando salían a la cancha imponían miedo. A Uruguay se le está esfumando ese peso... Quedó como una historia muy antigua. Y eso que, por nombres, puede armar un equipo con jugadores de nivel en cada puesto. Le pesa la tradición de la garra, es muy seductora la leyenda del coraje. Como la historia del Pepe Sasía, que una vez en Puerto Sajonia se trompeó con todos los hinchas que entraban a la cancha... La garra se desvirtuó: garra era dar vuelta un partido difícil, ganar en las peores circunstancias, no tomarse a golpes. Uruguay se quedó con la parte pintoresca de la garra. Claro, uno piensa que es un fútbol que dio a Francescoli...
Tienen un porcentaje desproporcionado de jugadores de fútbol respecto a sus habitantes, pero por ahí no alcanzan cuando llega el momento de elegir. Tal vez estos sacudones les sirvan para resurgir: no puede ser que a Uruguay lo goleen en el Centenario.
Brasil gana todo y por demografía. Están Ronaldo y Ronaldinho, y mirás para abajo y aparecen Adriano, La Bestia (Julio Baptista), Alex, Kaká...Siguen sacando laterales y ahora también tienen buenos arqueros. Y el caso de Ronaldinho es notable. ¡Qué lindo que es! Uno puede decir que Beckham es un buen jugador, pero le falta fantasía. A este tipo uno paga para verlo. Hace goles y no desaparece del partido.
Brasil es el primero en dar la lista, hace entrenamientos a puertas abiertas, sin misterios. Y paradójicamente las innovaciones tácticas salieron de Brasil: el segundo central lo inauguraron ellos, con Orlando; el 4-3-3; el wing izquierdo tirado atrás lo creó Zagalo…


-¿Y Argentina?


-Prefiero ver a un equipo con pibes, figuras que pueden llegar a ser, que ver a aquellos que ya conozco largamente.

-Hay otro pelotón histórico, con Paraguay, Bolivia, Chile, ¿qué te sugieren?

-Los paraguayos me remiten a la leyenda que dice que son grandes cabeceadores, tipos fuertes, para tener en cuenta. El de Bolivia es un tema muy dispar; tener la altura a favor cuando juega de local perturba todo, no se puede hacer una medición correcta del equipo.
Y Chile es otro caso raro… Tuvo nombres realmente importantes, como Elías Figueroa, pero son casos aislados, no saca generaciones completas. Hace poco, los periodistas chilenos usaron una frase que describe la situación:
“jugamos como nunca, perdimos como siempre”.

-Costa Rica tuvo a los dos equipos finalistas de la Copa de Campeones de la Concacaf y México siempre cumplió buenas actuaciones en la Copa América. ¿Qué le aportan los invitados?

-Es lógico que estén. Tienen más roce internacional y, sobre todo, convicción: ahora plantean otro tipo de partidos. El campeonato mexicano es más atractivo; tiempo atrás era de muchos goles porque los defensores y los arqueros eran un espanto. Nadie marcaba. Pero ahora ya no, van mejorando.

-Como Colombia desde los ’80, y más recientemente Ecuador y Venezuela.

-Ecuador era siempre un candidato a la goleada, salían a la cancha a ver cuánto aguantaban. Pero ya no es igual jugar con ellos de visitante. Apareció Aguinaga, un organizador al que podría emparentar con Valderrama, es un tipo que no da lo mismo que esté o no esté.
Venezuela ha tenido un progreso muy notorio, hasta va metiendo jugadores a nivel internacional. Puede ir más o menos, pero sabe adónde va. Creo que Pastoriza tuvo algo que ver.
Y Colombia sigue una línea, por la influencia de jugadores que han ido. Me invitaron a una Feria del Libro en Bogotá, que estaba dedicada a la Argentina, y llevaron a Pedernera, Pipo Rossi y Di Stéfano, que había jugado allá. A través de ellos pude ver la fascinación colombiana por el fútbol argentino. Fueron influenciados por los jugadores más talentosos de la época... El símbolo es Valderrama. La selección sintió el alejamiento de su generación, pero saben qué camino seguir. Al talento natural le sumaron profesionalismo; antes, en la Copa Libertadores era ir a Colombia a golear, ahora es ir a perder.

-Los recuerdos surgen caprichosos. No van de la mano del historial...

-No, uno se queda con momentos, jugadas, equipos sueltos.

-No necesariamente con los campeones.

-Claro, de los '70 me quedo con Holanda. Y en mi mente sigue aquel equipo peruano del '59, y no fue campeón ni mucho menos. La memoria no se rige por eficientismos. Son estupideces. El fútbol que vale es el que uno guarda en el recuerdo.

(entrevista realizada por Pablo Aro Geraldes (a quien agradezco infinitamente su autorización para reproducirla en este blog) y publicada en el Programa Oficial de la Copa América Perú 2004)

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¡Había que estar en el vestuario con De León! Antes de las prácticas, en una hora de charla en el vestuario, se aprendían muchas cosas de vida. Un día, no me olvido más, íbamos a jugar contra Nacional, yo tenía 18 años. Dijo "vamos a jugar contra Nacional, le vamos a ganar a Nacional, -lo dijo así clarito- le vamos a ganar a Nacional y al primero que vea abrazarse en la cancha cuando termine el partido, ése no juega más. Nosotros somos Defensor. Nosotros vamos a ganar este partido y el abrazarse en la cancha es demostrar que hicimos algo heroico y nosotros entrenamos para ganar ese partido. No quiero ver a ninguno abrazarse".
Terminó el partido, le ganamos a Nacional y quedé duro. Yo era un botija y era un triunfo de la gran siete, pero en el túnel tampoco nos abrazamos, "cuando entren al túnel están los periodistas y los van a ver. Cuando entren al vestuario ahí nos abrazamos". Todos esos conceptos, que los pude vivir, porque de repente me iba por la calle quince cuadras caminando con De León y escuchándolo, después la vida me los hizo llevar a otros lugares, y yo nunca copié a De León, yo entendía lo que hacía De León.

(EDUARDO ACEVEDO, ex jugador de la selección uruguaya, actual director técnico, recordando al Profesor José Ricardo De León, DT del Defensor Campeón de 1976 que terminó con la hegemonía de Nacional y Peñarol en el fútbol uruguayo)

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Los jugadores que más trabajo le dan al preparador físico y al entrenador de su equipo son los mismos que después, en la cancha, le dan más trabajo a los rivales.

(ADOLFO MOGILEVSKY, célebre preparador físico argentino, introductor de los primeros tests psicológicos a futbolistas en Argentina)

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El periodista rosarino Luis Yorlano recordaba que en una entrevista que años atrás le realizara a Norberto "Gringo" Scoponi, ex-arquero de Newell´s y dirigido por Marcelo Bielsa, le consultó al ex arquero "leproso" cuál había sido la situación más insólita que le había tocado vivir con Bielsa.
Entonces Scoponi contó que en un partido él tiraba todos los saques de meta a la tribuna, a la altura de media cancha, provocando la rechifla generalizada del público.
Bielsa le había dado la orden de tirarlos todos afuera, pues decía que del saque lateral del rival recuperaría la pelota más rápido...


(extraído del blog "Frases Bielsistas")

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Hasta la médula -no digas nunca- (Norberto Krause - Agentina)


Lucas no era tímido. Los otros chicos del barrio eran buenos pibes, pero no de esos que cuando fueran grandes se bajarían del auto a correr contrarios que tiraran piedras. Más bien parecían de esos que nunca se animarían a ir de visitante. De hecho, ni iban de locales a ver al equipo del barrio...
En cambio a Lucas parecía quedarle todo cerca y era de esos que van a todos lados. Él iba con su camiseta blanca con franja marrón cruzándole el pecho, erguido y orgulloso, de la mano del “Loco Mazzini”. No iba a ver al equipito del Barrio. Lucas iba a Saavedra a ver a su Calamar querido.

Mazzini era un personaje no tan extraño como entrañable, que por lo bueno que se mostraba con los pibes no faltaban los que lo veían parecido a un buen cura. Pero él sabía que los niños más felices eran los que podían disfrutar lo que querían con el corazón. De ahí su costumbre de hacer hincha de Platense a todos los pibitos que pudiera.

Laburaba de portero en la escuela de Lucas en La Paternal. No de portero solamente. Hacía el mate cocido para el recreo largo, y Lucas lo tomaba rapidísimo para hacerse el jugador y practicar tiros libres pateando la pelota de balón. La que tenía preparada el profe para la hora de gimnasia. Esa vieja, de cuero, rellena con trapos. Esa que pesaba y no rebotaba. Esa.

Así que la rutina obligada del Loco era ir todos los días de Saavedra a la escuela y vuelta. La de Lucas, clavarla en el ángulo del tragaluz abierto del baño de las chicas, para asomarse a pedirla y de paso mirar a Claudia, la de 2º B, y robarle un besito en la comisura de los labios para darle las gracias. Y la de Claudia era ir al baño en el recreo largo.

A Lucas no lo ibas a ver arriba del para-avalancha, porque no le daba la altura para subirse. Pero él estaba “ahí”. A la hora de alentar, se sabía todas las letras, pero gritando con toda su fuerza no llegaban a escucharlo en medio de La Banda. Tampoco podía pretenderse más de un pibito de 8 años.

Lucas era hijo no reconocido. Su papá, ese que sólo había colaborado en su concepción, se había borrado cuando Armanda le dijo que esperaba mellizos. Se lo dijo una noche en que él vino a buscarla, de nuevo, a una esquina de Villa Fiorito, confundiendo aquella madrugada de alcohol, Carnaval y música de “Los TNT” con el trabajo de Armanda. Borracho desubicado que no sabía diferenciar a una honesta vendedora de flores de un travesti.

Del mellizo de Lucas se sabía más nada que poco. Sólo que en el Hospital, cuando nació Lucas, le dijeron a Armanda que estaba equivocada, que lo que habían sentido no eran latidos dobles, sino un extraño caso de “pared de sonido” o “devolución de latido”. Y que sólo vino Lucas, que curiosamente traía enredado en el cordón un cuerpo extraño, del tamaño de una pelota de golf, que mandarían al laboratorio. Nunca más se supo del mellizo ni de la pelotita de golf. Nunca digas nunca.

Lucas no tenía un peso. Claro, era chiquito. Pero su mamá menos que menos. La mudanza a La Paternal, el kiosco de flores y la inflación se comieron todo. El Loco Mazzini habló con los directivos de Platense por si lo podían fichar. Le preguntaron adónde había que ir a verlo.

Al recreo de la escuela- les dijo El Loco.

Se le cagaron tanto de risa que El Loco casi creyó cierto su apodo. ¿Cómo iba a ser bueno un pibito que jugaba a ser jugador en el recreo? Pssst...

El Loco lo adoptó como si fuera su propio hijo. Bueno, es una manera de decir, porque el sueldo de portero cocinero del colegio apenas alcanzaba para bancarse seguir al Calamar a todos lados, y mientras Lucas fuera chiquito lo hacía pasar de garrón. Pero al pibe por lo menos, le alimentaba la ilusión de estar “ahí”, donde su Corazón y el del Loco palpitaban y no me importa lo que digan cada vez te quiero más. Y se miraban y cantaban. Siempre. Y ya lo escuchaban.

Cuando a los 12 le pasó a Lucas lo que le pasó, Armanda se había ido a probar la vida o a darle la razón al padre, como se quiera interpretar. Y el único que apareció fue El Loco, que lo tenía como un hijo propio desde que se lo había llevado a Saavedra a vivir con él. Y Los Pibes de la Banda. Fueron tres meses de angustia peleando para que ese tren de mierda que lo traía de Avellaneda, aquella tarde del 3 a 2 a Tigre en cancha de Racing, no se llevara puesta la Esperanza.

El médico entró mirando para los costados a ver si encontraba a alguien parecido a Lucas. Cuando lo vió al Loco, que más o menos tenía pinta de Señor Portero, se lo llevó a Terapia. Y le explicó.

-“Hay un pibe internado, de la misma edad que Lucas. Hace un mes que le buscamos cura a una extraña enfermedad” –dijo-.

Y el doc le contó al Loco que el pibe se llamaba Diego, que había nacido en Villa Fiorito y que hacía un mes que estaba en coma porque “... necesitaría una médula nueva para salvarse y usted sabrá que eso, hoy, en 1972, es imposible...”

-“El pibe es adoptado, y no se sabe nada de los padres biológicos” –agregó el médico-

Y siguió contándole lo más asombroso que el Loco jamás podría haber imaginado escuchar: “Usted sabe que estos casos son muy extraños, y prefiero contárselo de una manera sencilla. De los estudios que le hicimos a Lucas en este tiempo que está internado surge que las características anátomopatológicas de su propia médula ósea son exactamente iguales a las de Diego, con una sola diferencia”

-“¿Qué diferencia, Doctor?” –se apuró a preguntar El Loco-

-“Bien. Hay una enzima de la médula de Diego que tiene cierta deficiencia y que por ahora no se ha hecho notar claramente en su evolución debido a su corta edad. Es la enzima que regula la temperatura del pecho en los adultos y estimula la destreza deportiva. Esta enzima está muy poco presente en Diego, es prácticamente nula, y abunda notablemente en Lucas. Podríamos decir que si Diego no hubiera tenido este problema y lograra llegar a una edad adulta con su actual médula, en su madurez sería un terrible caso de “frius pectoris” o “hipotermia pectoral”. Sin embargo, la médula de Lucas produce células hipercargadas de esa enzima, diría que en cantidad suficiente para varios miles de personas”

-“¿Entonces?” –volvió a preguntar El Loco

-“Entonces, hay un grupo de cirujanos en el Hospital de Niños que están en condiciones de experimentar una nueva técnica quirúrgica por la cual es posible trasplantar médula ósea de una persona a otra, con la condición de compatibilidad necesaria que sólo puede darse entre padres e hijos o...”

-“¿O qué, Doc...?”

-“O...”

-“¿O qué Doc?... Decílo Doc, decílo...!!”

-“O.... entre hermanos mellizos.”

-“Entonces... cag... digo...sonó el pibe...”

-“No, de ninguna manera” –dijo el Doctor- “Lo que le quiero hacer entender es que todo parece indicar que Lucas y Diego son.... son... son...”

- “...son dos buenos pibes que están pasando una situación de mierda y que se van al tacho en cualquier momento y que me conforme porque no es el único caso y que la reput...”

-“No, no, no..!!” –lo cortó el Doc-

-“Sí Doc, hágala corta. Si me quiere convencer que el pobre Lucas no zafará, pero que eso le puede pasar a cualquiera, inclusive a otro pibe lleno de vida como el que está en la cama de al lado y que...”

-“No, no, no...!!” –volvió a interrumpir el Doctor, que no encontraba las palabras-

-“¡¿Entonces qué?, ¿me querés explicar o querés que llame a Los Pibes?!”

-“Lo que quiero decir es que el único ser en esta Tierra que resulta tener la compatibilidad necesaria con Diego para hacerle un trasplante de médula es Lucas porque.... porque....

-“Porque... ¡¿qué?!" –loco ya El Loco-

-“Porque son mellizos....!!!” ...así que usted sabrá con quién anduvo teniendo hijos por ahí y verá que Dios es Grande y existe, y lo ha tocado a este chico Diego para que usted decida si es capaz de salvar a su hijo de lo que no puede salvarse, o hace que Diego pueda seguir vivo, o...”

-“o nada...!! Espere, doc... ¡pare..! yo no soy el padre de Lucas, ni entonces soy el padre de Diego, así que a mí no me tire con la culpa. ¿Cuál es el riesgo para Lucas?” –bramó El Loco-

-“El mismo que si continuara vivo 24 horas más” –dijo el médico- “Pero usted, entonces, no es el padre, pero.. yo creía que... me...”

-“Si, si, lo entiendo, pero mire... así como me ve, Loco y todo, no soy tan idiota como para pretender que usted sea adivino, así que le informo que Lucas no tiene padres y que yo trato de “hacer de”, sólo porque quiero tener un hijo de Platense. Sólo por eso, pero no viene al caso.... dígame... ¿qué tengo que hacer para salvar a Diego?”

-“No, nada... eh... sólo autorizar la operación, pero si usted lo quiere tanto a Lucas y prefiere que todo quede así, también estará bien.... no sé... es su decisión....” –dijo el Doctor-

-“Prefiero que Lucas no sufra más y que alguien pueda disfrutar de su energía por el resto de su vida”

-“Ah, entonces operamos ya” –dijo el médico abrazando al Loco-

-“¿Y lo de la enzima de la temperatura del pechito frío y todo eso que me dijo?”

-“No –dijo el Doctor- eso no es impedimento, sino al contrario, la médula de Lucas trasplantada a Diego hará que éste jamás sufra como adulto de hipotermia pectoral, ese riesgo inminente desaparecerá para siempre y la nueva médula permitirá que lleve sus habilidades y destreza deportiva a un nivel supremo.... aunque eso dependerá de él y de los que lo rodeen cuando sea más grande... pero bueno.... eeehhh... eso ya lo veremos cuando crezca...”

La operación fue un éxito. Para Diego. Lucas se hizo Ángel.

Pasó el tiempo y Claudia fue a bailar un sábado. En su grupito de amigos y chicas de todos los fines de semana, alguien había invitado a Diego, “un pibe de Fiorito que no sabés cómo juega a la pelota” –le dijeron cuando los presentaron-

El beso en la comisura de los labios que le dió el zarpado de Diego le hizo acordar algo de su escuela primaria... algo de 2º B, del recreo largo...., pero no supo bien qué. Fue un flash.
Se terminó de enamorar cuando Diego le contó, agrandado, que desde la panza de su mamá que venía tirando paredes con una pelotita de golf.

-“Qué loco sos...!”, dijo Claudia, con mirada enamoradísima y sintiendo un extraño olocito a mate cocido que... nada.

“En serio, en serio, yo tiraba paredes y alguien me las devolvía en la panza de mi mamá...¿por qué no me creés, mi Amor?” –zarpándose más todavía, y totalmente seguro de lo que decía-

El mellizo Lucas los miraba desde el Cielo. Estaba como en Saavedra y nunca hacía frío. Sonrió.

El fútbol le debe Una a los Hinchas de Platense. A los Hinchas de Platense hasta la médula, como Lucas. Como Todos.

Nota del autor: En el sitio oficial de Diego Armando Maradona puede leerse la historia oficial de lo que fue el debut de Diego en una práctica del equipo que luego se hiciera famoso con el nombre de “Cebollitas”.
Allí dice: “Una vez que toda la familia convenció a don Diego para que lo dejara ir a la prueba al Pelusa, hubo que esperar. Faltaba todavía. Fueron un par de días, nomás, pero a Diego le pareció un siglo. Al fin llegó. Entonces, una banda de pibes de Villa Fiorito se tomó el colectivo 28 (el verde, como le decían) hasta Pompeya. De allí, el 44 hasta llegar al complejo de entrenamiento de Argentinos, que se llamaba Las Malvinas. Entre todos ellos, había tres pibes, el Diego, el Goyo y Montañita, que no se separaban ni un minuto. Eso sí, cuando llegaron, la decepción fue de todos: llovía tanto, pero tanto, que las canchas no se podían ni pisar... ¡Se suspendía la prueba! ¿Se suspendía la prueba?
Vale detenerse un instante. No había sido fácil para Diego llegar hasta allí: el permiso de don Diego no valía para siempre, la plata para los boletos de colectivo costaba conseguirla, los entrenadores no tenían tanto tiempo como para andar yendo y viniendo con un grupo de pibes de Fiorito. ¿Habrá pensado Diego todo eso?
La voz de don Francis Cornejo, el entrenador, el descubridor de talentos, el conductor de aquel grupo que empezaba a nacer, lo sacó de su tristeza: "¡Vamos! Todos a la camioneta de don Yayo... ¡Nos vamos a otra canchita!". La camioneta era un Rastrojero algo destartalado y don Yayo era José Emilio Trotta, ayudante de Cornejo. La otra canchita resultó ser el Parque Saavedra...

(Mi agradecimiento a Norberto Krause por su autorización para poder publicar este cuento así como a Marcelo Benveniste de la página de Platense por su gestión a ese efecto)

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Magia y fetichismo



Las cábalas son comunes al fútbol de todo el mundo y varían de acuerdo con las características culturales de cada pueblo. Las nuestras se cuentan entre las más inocentes, las más ingenuas.
Cruzeiro tenía contratados dos macumberos. Los tenía contratados el presidente del club. Cierta vez que jugamos una final con Palmeiras, los dos estaban en el vestuario. Los disfrazaron de reporteros gráficos. Entraron a la cancha con bolsones, cámaras y flashes. Su misión era pasar por detrás del arco de Palmeiras, ingresar a la cancha y tirar, en el arco, tierra de un cementerio recogida la noche anterior. Lo más gracioso era que los macumberos cobraban el mismo premio por partido ganado que los jugadores.
Yo fui testigo de una historia realmente impresionante que ocurrió con Dirceu Lópes, mi compañero de equipo y de habitación en las concentraciones. Dirceu era el ídolo de la hinchada. Con Cruzeiro, en esa época, peleábamos todos los campeonatos. El día anterior a una de las tantas finales, también contra Palmeiras, amaneció con un terrible dolor en el talón. No podía apoyar el pie. Lo teníamos que alzar. El médico le aplicó inyecciones, calor, masajes, le hizo de todo. Se sentía cada vez peor. Se decidió esperar hasta el día del partido. Probó entonces y no se podía parar. "No puedo jugar", me dijo. Todos le llenaban la cabeza diciéndole que le habían hecho una macumba, que en el último partido entró al vestuario una persona a la que nadie conocía y le hizo un "trabalho".
El mismo día del partido, después del almuerzo, el presidente del club se acercó a Dirceu, le habló en el oído y se lo llevó.
En el templo lo esperaban una macumbera y dos ayudantes. Lo acostaron en una especie de plataforma, se tomaron todos de las manos y se concentraron invocando a los espíritus. La macumbera, de pronto, pegó un salto hacia atrás y cayó sentada, como posesionada. Transpiraba, recurría a los pases mágicos, sacaba polvos extraños, dientes de ajo. Pero a Dirceu le seguía doliendo...
Cuando Dirceu le dijo que igual le dolía puso una palangana debajo del pie dolorido, estrechó la ronda alrededor de Dirceu, pidió a todos que recen con fe, agarró el talón dolorido de Dirceu y le aplicó un tremendo mordiscón. Enseguida escupió un hueso de víbora que, presuntamente, el jugador tenía clavado en su talón. Dicen que es la macumba mayor que se puede hacer. Pero lo cierto es que Dirceu Lópes jugó esa noche y no sintió ese dolor nunca más.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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Yo le apunto a la cabeza al arquero, si lo erro lo erro. Que el arquero se quede sin algo por lo menos, sin cabeza, sin estómago, no sé...

(CARLOS TÉVEZ, al ser consultado sobre si debía ejecutar un penal ante Alemania en el Mundial 2006)

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El único adversario que encontramos en Montevideo no fue el 11 yugoslavo, fue el frio, un frío atroz e ininterrumpido.

(THEÓPHILO, atacante brasileño durante el Mundial de 1930, en declaraciones al periódico "A critica")

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La cumbia del campeón (Rosario Central 1971)


De Rosario está viniendo
para toda la Argentina
un equipo que promete
demostrar su valentía.

Son los once de Arroyito
que este año tan triunfal
ganarán sin un desmayo
el Campeonato Nacional.

(estribillo)

Que ya viene el gol
que ya llegará
ahí viene el campeón
Rosario Central.

Es Quiroga el gran arquero
que nadie puede igualar
con Fanesi y Carrascosa
nadie los puede parar.

González, Landucci siempre
junto a Messiano ya están
porque Bóveda la lleva
y se la pasa a Colman.

Y adelante, compañeros
ese gran trío triunfal
con Poy, Gómez y Gramajo
son la gloria de Central.

(estribillo)

La Copa Libertadores
también vamos a jugar,
viva el campeón del '70
¡El gran Rosario Central!

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No hay chacareros de saco y corbata, ni vestidos de Versace.

(DIEGO MARADONA, reflexionando también sobre el paro agropecuario en nuestro país. Una opinión que no podía estar ausente...)

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Quebré a la izquierda y me siguió; quebré a la derecha y volvió a seguirme; quebré de nuevo a la izquierda y lo mandé a comprar un perrito caliente.

(ZLATAN IBRAHIMOVIC, jugador del Inter, nacido en Suecia, de padre bosnio y madre croata)

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Me voy al campo a apoyar a toda la gente. Tengo tambo y después metí algo de cereales. Yo no estoy identificado con nada de la política, porque no me interesa. Lo único que quiero es que a mi país le vaya bien. Yo viví mucho tiempo afuera y no sé cuál es el modelo que estamos copiando ahora.
Cuando empecé a ganar plata en el fútbol compré un campo, porque era el gran futuro de la Argentina. En vez de darle plata a mi familia yo prefería que trabajen, así que compré un tambo chiquito, pero hoy el tambo se agrandó. El año pasado hice una gran inversión que no voy a recuperar ni en 15 años, porque el litro de leche te lo pagan ochenta centavos.
Es una lástima que se venda todo cambiado. Porque acá queda como que los que tienen campo son los millonarios. Hay gente que tiene campo, que labura y que mantiene a su familia, y saca un crédito para sembrar, porque es lo que sabe hacer.
Ya que hay tantas retenciones sería bueno que los caminos rurales estuvieran 10 puntos y que hagan rutas de doble mano
.

(MATÍAS ALMEYDA, ex jugador argentino, dando su opinión sobre el paro agropecuario en Argentina)

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El fútbol argentino es pura corrupción. El antidóping es un carnaval y la incentivación es moneda corriente.

(FRANCISCO RÍOS SEOANE, controvertido empresario gallego afincado en Argentina, ex Presidente del Deportivo Español, opinando en 1996 sobre el fútbol de nuestro país)

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Distinto a los demás (Anónimo - Argentina)


Y un día…
alguien dijo que ya no existías,
pobre no sabe lo que hizo,
primero paralizó el corazón de millones de tus fieles seguidores,
mas tardó un instante en que tus fieles salieran a la calle a decir acá estamos
y hay ciertas cosas que no se tocan.

Perdónenla, no sabía lo que decía y lo que podía provocar.
Tus incansables seguidores allí estuvimos...

Como tantas otras veces, allí estuvimos...
como cuando nos fuimos a la "B",
como cuando jugamos un partido sin jugar (solo tu gente),
como cuando nos alquilaron la cancha y también el equipo,
como cuando las derrotas nos hacen más fuertes
y cantamos y alentamos hasta límites increíbles,
que solo vos RACING podes entender,
como cuando nos quedamos una hora gritando en Caballito
tras haber perdido con Argentinos,
¿festejando qué?…. ¡ser de Racing!,
como cuando defendimos Villa del Parque, como tantas veces…
sí por vos y solo por vos RACING
el nombre, los colores, el escudo, el estadio, Tita, tu gente y tus banderas.

Tus guardianes en la tribuna,
aquellos que transforman el sufrimiento en energía para seguir adelante,
a pesar de todo.

Al 2001, 35 años ¡Ja! ¿A quién le importa?,
nosotros te juramos amor y respeto eterno,
es el compromiso del corazón, y no el de la razón.

Por eso no digo que nuestro amor sea mayor o menos al de los otros,
pero si digo que nuestro sentimiento es: ¡Distinto a los demás!

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En 1977 el Boca de Juan Carlos Lorenzo lo tenía a mal traer a River y Ángel Labruna, técnico de los millonarios, se moría por ganarle al exitoso equipo. En la semana previa al partido, Don Angel apareció en la concentración con un amigo al que presentó como “fana de Boca, que me tiene podrido insistiendo apostar plata a mano de ellos”.
El técnico motivó a sus jugadores y organizó una “vaquita para jugar contra el bostero recalcitrante”.
La cosa es que River ganó ese clásico por 2-1 con un gol sobre la hora de Pedrito González. Y como recuerda el “Negro” Juan José López, “a la alegría del triunfo se sumaron los pesitos de la apuesta ganada”.
Al poco tiempo, los jugadores se enteraron que “el amigo boquense de la apuesta” había sido un invento de Labruna para motivar al plantel. “Con tal de ganarle a Boca, él solo se bancó la apuesta”, recordó J.J.López.


(anécdota extraída del sitio oficial de AFA)

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A mí me ponés un buzo que no me gusta, sin hombreras, y me siento mal.

(LUIS ISLAS, ex arquero argentino y su gusto por la moda, en declaraciones realizadas al diario "Olé" en Agosto de 2006)

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Amor y fútbol (Alfredo de la Peña - Uruguay)


EI fóbal es amor porque es la pasión de las nulitude. Si no fuera no seguiría concuyendo la aflición deportiva... Es voz potourri que el fóbal es un negocio flordicente, por eso se van los jugadores a otros mejores pagos, porque nadies es bobeta en su tierra. Y el amor también puede ser bien renumerado fuera del país, por eso se han ido las sustitutas y los porsemetas. Tanto en fóbal como en amor puede haber un buen partido, pero se necesita estrenamiento, calentamiento y masaje predio. Antes, el amor y el fóbal eran más íntimos, había amor a la camiseta, hoy, puras fámulas.
Si se piensa en el fóbal hay que pensar en la pelota. Hay que darle pelota al fóbal, y al amor mucho más. Algunos, por no decir pelota, hablan del esférico, de la guinda, del útil, pero si el jugador no sirve, el útil es inútil y la guinda no da jugo. En el amor como en el fóbal, el hombre aprende a tratarla: la espera, la para, la lleva (cuanti más pegada, mejor) y la toca. Porque hay que jugar al toque. Ahí es cuando se le ven los meniscos a la sota, porque el peligro está en la mano intencional. Si te ven te cobra jan, y si es en el área chica, penal. Menos mal que penal y gol es gol y andá a cantarle a Gardel. El fóbal es un trabajo y el amor da trabajo; se termina con la cara toda sugestionada. En el fóbal, los jugadores no van a jugar por una resbalada de pan, no es la indiosincracia de estos muchachos; como me decía un player: "no voy a vivir de la castidad pública", (palabras textiles), y como no le alcanzaba con los tres palos del arco pidió quince. En amor también se pide más, pero a veces no se puede, hay que enjuagar el defici. Cuando al jugador no le dan lo que pide, apunta sus bacterias pa'otro lado, y en amor, cuando no se da lo que se pide, se hace la reconstrución del lecho ante el juez, porque al otro le importa un pito. No se van a quedar a esperar al sosías, como los erraelitos.
Hay muchas semezanjas entre el amor y el fóbal, entre el amor y la pelota. Ella es elástica, redondita, croqueta, y todos se la diputan, con perdón de la ofensa. Corren tras de ella. Cuando se moja se pone pesada, aunque cada día está más liviana y ahora hasta se pinta. Le gusta que la trabajen de cabeza y que la línea delantera le lleve la carga. Es muy salidera y si no es religiosa es muy supérstite, dos por tres toca madera. Es fiel y es emisa a los pies del que la domina. Hay jugadores románticos que la peinan, la cachetean, la jopean. Los más celosos la esconden; y los que se mueren por los gajos, creen que es una fruta y se la comen. Otros, más gallitos, la pisan. Y otros la revientan, la curten a patadas. Es cuando ella se ablanda. Es triste el destino e'la pelota, se la pasa rodando. Y eso que tiene evocación de madre, le gusta estar inflada, pero funciona al revés que las señoras, cuando la pinchan, se desinfla. Hay jugadores que no saben qué hacer con la pelota y cuando la rematan no la compra ni el golero. Otros son ligeros como una instalación, y otros tan cachacientos que ya son vagos concientudinarios. Son como el caballo de Artigas, te le ponés al lado y no te patea, pero decíle que te lleve hasta Ejido...
Hay otras simultitudes entre el amor y el fóbal, porque un partido aburrido, de esos de benedicencia, es como un matrimonio sin hijos. En fóbal no hay que pasarse de la raya para afuera, y en amor, bueno... no hay que pasarse...
Las hinchadas son como las familias de los novios que se juntan en el combinado, por eso en los casorios todos se abrazan, pero en los partidos de entre casa, primero se indultan y después se agarran a las pinas. Pa'evitar eso, hay que poner en marcha las diapositivas necesarias. Hay que poner coito a tales desvanes.
Es tan indecente pegarle al contrario como hacer preposiciones deshonestas en el amor. Los ténicos aconsejan la tática a seguir y las suegras también. Si los ténicos aconsejaran en el amor, enseñarían la mejor tática que conocen: Meter pa'delante. Cuando un jugador se pustula pa'l puesto, hace méritos, y el novio, también. Cuando lo consiguen se dan ínsulas.
En fóbal hay arte, y en amor, arte. Cuando hay tarjeta roja, el jugador no puede seguir jugando en ninguna cancha. Los que juegan con clase son científicos y los que opinan como científicos son de ciencia-afición.
Al fóbal se juega a dos tiempos, y a las duchas. Y en el amor, ¿qué? Cuando hay alargue, vienen los calambres, el desgotamiento y no se producen goles. Y vamos a poner pito final porque traspiró el tiempo reglamentario. Lo único que deseamos es que el partido ahora se lo jueguen ustedes como puedan y también deseamos que salgan empatados. Salute.

(este cuento pertenece a la Obra de Teatro “El amorólogo”, escrita en 1977 y representada durante varios años en diversos teatros del Uruguay (El Tinglado, Nuevo Stella, Sala Dos)

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A principios de Noviembre de 1987, nosotros estábamos concentrados con el Nápoli en el Hotel Brun, de Milán, para jugar contra el Como, y apareció un Mercedes Benz impresionante a buscar a Cóppola. Se lo llevaron a Milano 5, donde tenía su ranchito el propio Berlusconi. Una mansión de ésas de las películas.
Él le dijo a Guillermo que me quería a mí, a toda costa, cuando terminara mi contrato, que había gastado casi cincuenta millones de dólares y todavía no había podido conseguir un puto título. Ni le preguntó cuánto ganaba en el Napoli: ¡él ofrecía el doble para mí!, un departamento en piazza San Babila, la zona más cara de la ciudad, el auto que quisiera -no un Fiat 600, ¿eh?: Lamborghini, Ferrari, Rolls Royce-, cinco años de contrato dentro de la organización de ellos y un lazo con la Fininvest, su empresa de comunicación.
Vaya uno a saber por qué, ¿no?, esas cosas que pasan, pero lo cierto es que mi amigo periodista Gianni Mina tuvo la noticia del encuentro y en Diciembre la publicó en su revista Special... ¡Para qué! El martes a la mañana, todos sabían que el Milán me quería y ofrecía lo que a mí se me ocurriera; y el mismo martes a la noche, Ferlaino aceptó todas las condiciones que le pusimos nosotros y firmamos un nuevo contrato, con el triple de beneficios de lo que pretendíamos al principio.
Eran 5.000.000 de dólares por año, hasta el '93, sin contar los ingresos por publicidades y merchandising, que serían 2.000.000 más cada 365 días... Unos mangos y un regalito, además: el presidente, Ferlaino, se me apareció en casa con una Ferrari F40 negra, ¡era la única que había en el mundo en ese momento! No sé... No sé qué habría pasado con mi carrera si arreglaba finalmente con el Milán; no sé si habría sido distinta, mejor o peor. Pero yo conocía al napolitano y sabía que el napolitano daba la vida por mí... ¡Guay con el que tocaba a Maradona en Italia! Se le iban todos los napolitanos al humo, en Torino, en Milán, en Verona, donde fuera. En realidad, si algo no tenía en aquellos tiempos, era problemas de plata...

(extraído del libro "Yo soy el Diego" de Editorial Planeta)

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Quiero que el Barcelona juegue en sesenta metros de cancha, y si para conseguirlo debo correr algún riesgo defensivo, no me importa. Finalmente, jugamos para convertir más goles que el contrario.

(JOHAN CRUYFF, técnico holandés, opinando años atrás sobre el funcionamiento de aquel extraordinario Barça)

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Este señor nos deja a los técnicos más jóvenes un legado muy grande y un enorme ejemplo de vida.

(MIGUEL ÁNGEL RUSSO, técnico argentino, dando su punto de vista sobre el “Maestro” Ángel Tulio Zoff, técnico argentino, en revista “Solo fútbol” Nº 629, del 7 de Julio de 1997)

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Osvaldo Ardizzone en el recuerdo


El estilo histórico de la afamada revista argentina "El Gráfico" siempre estuvo ligado a la categoría de los periodistas que por allí pasaron.
Aquí presentamos un fragmento de un reportaje efectuado a uno de esos maestros del periodismo deportivo que prestigiaron esa publicación deportiva de fama mundial: Osvaldo Ardizzone.
(publicada en “Yo fui testigo”, Nº 2, año 1986)

-¿Qué era el club?

-El club era el producto del esfuerzo de los vecinos, de los individuos que vivían en ese barrio. Los sueños estaban transferidos y todo el entusiasmo puesto hacia eso, sin ninguna clase de especulación de tipo económico. Eran las camisetas tradicionales, como Boca, River, San Lorenzo, Independiente; que pertenecían uno a Avellaneda, otro a La Boca, otro a Boedo. En general, los clubes nacieron alrededor de un barrio o una parroquia, como en el caso de San Lorenzo, que nace por iniciativa de un cura que se llamaba Lorenzo Mazza, que pertenecía a una congregación católica. Crecen al amparo de un sentimiento, eran pobres, no eran clubes ricos. Se cobraba entrada, sí, porque “había” que cobrar entrada, pero era exigua, y además formaba parte de una distracción de fin de semana... Había sí pasiones encendidas, porque la camiseta tira... pero era un problema romántico más que un problema económico.

-¿Cómo nace el fútbol profesional en la Argentina?

-Ya en el año treinta y dos se advierte que hay una clandestinidad en esa fachada de romanticismo. Hay cierta clandestinidad en los pagos. Hay jugadores que ya reciben retribución por jugar. A pesar que en ese tiempo eran todos trabajadores que, además, jugaban al fútbol. El club les pagaba en "especies", como ser un trabajito en alguna repartición nacional, o en la empresa del presidente del club... y entonces cobraban sueldo, y algo más, por el día en que jugaban.

-¿No había "pases" ni "ventas" de jugadores?

-El primer pase fue el de un jugador llamado Carlos Peucelle, que jugaba en un club muy modesto, Deportivo Buenos Aires, que estaba en los confines de La Boca, la zona del puerto. Es transferido a River y lo pagan en diez mil pesos. De ahí le viene a River el mote de "los Millonarios". River sale de La Boca, que era su lugar de origen, (junto con Boca) y pasa a ser "los Millonarios". Se van a jugar a la avenida Alvear y Tagle, que era la parte rica, la parte en la que vivía el gringo que había evolucionado económicamente y ya tenía al hijo "doctor", con chapa en la puerta, chapa de bronce lustrada. Se establece como en todos lados: los de "arriba" y los de "abajo". Los de "abajo" terminaron siendo los proletarios, los de Boca, y se quedaron en el barrio, y los de River emigraron, como hicieron muchas familias del Sur, que se fueron a vivir al Norte y el Norte después se hizo elegante.

-¿Cómo nace el fútbol-espectáculo de los ‘60?

-En Boca estaba de presidente Alberto J. Armando, un individuo que no era del barrio, un cordobés que vino a Buenos Aires a tentar fortuna, como muchos provincianos -él era experto en automóviles- y llegó a tener una de las agencias de automóviles más poderosas de la firma Ford, en la avenida La Plata. En River estaba Antonio Liberti, un individuo que había nacido en La Boca, que había sido distribuidor de gaseosas, cuando estaba Naranjín, sodas y bebidas sin alcohol. Entonces ambos resuelven, por ser presidentes de las instituciones más poderosas, que hay que hacer el "fútbol-espectáculo", a la manera de los países europeos, como Italia por ejemplo, y comprar grandes figuras, es decir, poblar el equipo de nombres famosos, sin escatimar esfuerzos económicos, para que las canchas se llenen de fútbol.

-¿Tiene éxito el fútbol-espectáculo?

-No, porque al final es un fiasco. No logran los espectáculos que ellos se habían propuesto en función de la calidad. Aquí los espectáculos más ricos en materia de fútbol se dan por los años cuarenta, pero en el sesenta quieren resurgir con el fútbol-espectáculo comprando figuras, pero ese fenómeno no se produce y, como consecuencia, las instituciones quedaron bastante afectadas económicamente por el exceso de gastos que no se recuperaron.

-¿Usted por qué cree que, de alguna manera, languidecía el fútbol?

-No languidecía el fútbol... Ellos decían que había un profesionalismo tibio, que no se manifestaba tal cual como ellos lo esperaban, y quisieron hacer el gran negocio del fútbol contratando figuras.

-¿A quiénes trajeron en ese momento?

-Boca trajo a un peruano, trajo a un uruguayo, trajo brasileños. River también, pero además contrataron jugadores del mercado local... River trajo, por ejemplo, tres: dos brasileños y un uruguayo, que fueron un fiasco. Quisieron traer nombres para deslumbrar a la gente, pero no consiguieron el objetivo. Al contrario, gastaron mucho dinero y no pasó absolutamente nada. Pero no es que languidecía el fútbol... ellos decían que el fútbol había que hacerlo descaradamente, con un profesionalismo total.

-Pero dicen que hubo una disminución del treinta por ciento del público en las tribunas en ese momento

-Puede ser, pero en el sesenta lo que pasaba es que andaban mal los equipos, no tenían muchos atractivos.

-¿Usted cree que en fútbol se reflejan las cosas que pasan en la sociedad?

-Yo creo que ninguna manifestación humana es ajena al contexto social. Acá tenemos, por ejemplo, al atletismo, que es el caso del deporte romántico por antonomasia; es el único deporte en el cual no hay lucro, uno de los pocos amateurismos que quedan. Los lanzadores de jabalinas, los maratonistas, por ejemplo, cada vez son menos... Creo que ya no queda nadie. ¿Por qué? Porque no se gana. La transformación de la sociedad no es ajena al fútbol. Por ejemplo, en un país empobrecido como el nuestro difícilmente vaya mucha gente a presenciar los espectáculos. Primero, porque la cancha exige un gasto y, segundo, porque evidentemente hay un desánimo en el individuo para ir a ver una distracción de este tipo. Pienso que en un país que está bien económicamente se piensa distinto con respecto al deporte.

-Usted me decía que por el estado de ánimo de la gente se supone que no iría a la cancha y, en realidad, lo que sucede es que está yendo más que antes.

-Sí, la gente va en función del éxito deportivo, pero no va como antes. El ejemplo no es Boca-River. También hay que ver qué sucede cuando juegan los equipos chicos, y ahí va muy poca gente. Si Boca Juniors va a Entre Ríos, por tratarse de Boca, va el público para ver a las estrellas... y si va Maradona... Es eso lo que querían Armando y Liberti: Tener once Maradonas, tener elementos de atracción popular. El caso del fútbol es que está empobrecido. Pero ocurre que la Argentina es un país muy futbolero, donde nacen muchos jugadores, naturalmente. Esto, últimamente, ya no está sucediendo porque la juventud actual no tiene ocio para ir al fútbol, porque se tiene que dedicar muy tempranamente a las actividades laborales para poder subsistir, y porque si está esperanzada en ganar dinero con el fútbol, va a tener que tener la suerte y la fortuna de ser un tipo privilegiado, que surja entre tanta competencia. Además, los clubes que tienen divisiones inferiores las utilizan solamente cuando están en la pobreza; apenas tienen un peso, compran figuras de afuera.

-Vimos que empezaron a surgir "barras bravas" conectadas con los clubes cuando empezó a perderse un poco el entusiasmo espontáneo de la gente del barrio que apoyaba al club.

-Lo natural es que donde entran los mercenarios se prostituye todo. La prueba está que ahora en Italia se descubre una especie de estafa, por partidos arreglados, por el asunto del PRODE (Pronósticos deportivos)... Es decir que no sólo hay jugadores prostituidos, sino equipos enteros...Ya hay varios que están en capilla para ser sancionados por haber jugado, digamos, "a desgano". De manera que, cuando entra dinero, ése es el estímulo más grande, y el dinero puede acarrear todo tipo de desviaciones, de prostitución...

-Pizzutti, en una declaración a "Yo fui testigo", dijo que en el Mundial de Suecia, del año cincuenta y ocho, se habían dado cuenta los argentinos que el fútbol que tenían no era competitivo a un nivel internacional.

-Sí. Nosotros teníamos un buen fútbol. Pero en nuestro fútbol, por el año cincuenta y ocho, no se tomaban recaudos en cuanto al cuidado del estado físico del jugador. Además faltaba competencia internacional, ya sea por la guerra o porque no estábamos asociados a la FIFA; habíamos perdido prácticamente el contacto con el fútbol de Europa. Es decir que fueron a Suecia gorditos... confiando en su habilidad natural, olvidándose que para poder prevalecer con esa habilidad también necesitaban el sustento paralelo de una aptitud física.

-¿Qué opina sobre las "barras bravas"?

-En cuanto a las barras bravas, no tengo ninguna duda que empiezan con el grueso de la hinchada, y luego son utilizadas por los dirigentes. Los dirigentes son los principales responsables de la existencia de las "barras bravas". Ocurre como ocurre en todos los terrenos cuando hay guardaespaldas: el guardaespaldas se convierte en el tirano del amo y el amo, al final, le tiene miedo al guardaespaldas. Eso lo dice la historia. Todos los guardaespaldas, al final, son los tipos que atemorizan y el amo no se los puede sacar nunca más de encima porque se convierte en cómplice, lo que le impide liberarse, está sometido, porque donde el otro habla lo puede chantajear. Acá hay una especie de chantaje. El tipo de la barra brava se convierte en el individuo que el dirigente necesita en épocas de elecciones, porque es el que influye en el electorado para que vote a determinada persona. Lo necesitan porque en las canchas custodia a los dirigentes y al equipo. Son "garde du corps". Eso no lo hacen gratis. Ni tampoco por la entrada... sino por dinero, asado, vinos, etc., aparte de la entrada, el viaje... La prueba está que acá se cometió hasta el exceso de llevar la "barra brava" a México. Hubo miembros de una barra que vinieron a ver a Boca aquí y después volvieron a volar a México... Como uno que se llama el "Abuelo", que es el famosísimo jefe de la barra brava de Boca. Es decir que ahí tiene que haber dinero fuerte, porque evidentemente ese hombre tampoco trabaja... Fue a México a dirigir la barra brava, para pelearse con los ingleses, para alentar al equipo, para llevar banderas y para que en el Mundial estuviese la presencia argentina.

-¿Cuándo nacen las "barras bravas"?

-Nacen con el cambio de la sociedad. Antes era una barra puramente romántica, que iba a alentar al equipo, que se peleaba, como se peleaba cualquiera por una pasión. Luego viene la deformación, porque se hacen mercenarios... Y ahora es una industria. A tal punto que, muchas veces, prevalecen en las reuniones de Comisión Directiva... Porque aconsejan, sugieren jugadores, dirigentes, etc. Les tienen miedo y, entonces, hay que obedecer.

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Universitario de Deportes y Unión Minas jugaban un partido por el Torneo Apertura del 2000 en el Estadio Nacional de Lima. El duelo, disputado el 2 de Abril de ese año, estaba empatado a cero hasta que el atacante argentino Carlos Alberto Yaqué superó la resistencia del colombiano Lincoln Mosquera, y se desató la tragedia. Luego del gol de la 'U', un aficionado, un alférez de la Armada peruana que estaba posicionado en la tribuna oriente, lanzó una bengala que cruzó la cancha hacia occidente e impactó en el rostro de un adolescente con retraso mental, José Mayta, alias "Pepito", de 17 años, quien falleció al instante luego de que el objeto se le incrustara en el ojo y explotara ante la vista de todos. Los aficionados ubicados en la tribuna occidente hicieron lo posible para salvarle la vida, pero no lo lograron.
El encuentro, como era de esperarse, fue suspendido por el juez principal Albert Caballero a los 18 minutos (el choque se completó dos días después y acabó 2 a 0). Los periodistas ingresaron a la cancha a hablar con los jugadores y uno de ellos le preguntó a Yaqué si se sentía culpable por la muerte del niño en la gradería. El rioplatense se mostró muy sorprendido por la consulta y respondió con signos de molestia: "¡¿Y yo qué tengo que ver con esto?!"
El reportero, un tanto desubicado, le explicó: "Si no hubieras metido el gol nada de esto hubiera pasado. No hubieran lanzado ninguna bengala". ¡Plop!

(anécdota extraída de "Blogs Perú")

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Palermo es uno de esos jugadores que uno siempre quiere tener en sus equipos. Cuando se retire y pasen los años, su trayectoria quedará resaltada mucho más todavía. Tiene una gran fuerza de voluntad y siempre se pone objetivos nuevos.

(GUILLERMO BARROS SCHELOTTO, ex compañero en Boca Juniors, en diario "La Nación" del domingo 30 de Septiembre de 2007)

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Desde pasiva hasta activamente, vivimos rodeados de fútbol, de "fútbol espectáculo". Muchos viven de él, diría, y muchos más vivimos, quiérase o no, en él. ¿Cómo vivimos en el fútbol? Obviamente, no todos lo vivimos jugándolo, en el sentido común -lúdico- del término. Tampoco lo vivimos, aunque es un nudo de nuestra articulación con él, observándolo directamente. Mi sospecha es que, fundamentalmente, lo vivimos verbalizándolo. Dicho de otra manera: vivimos hablando -sea como sea- de él y de sus avatares.



(LUIS H. ANTEZANA, escritor boliviano)



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Los carteros de la imaginación


Historia del relato radial del fútbol en Argentina

Nos cuentan los partidos del domingo y así nos envían al paraíso de la fantasía. No sacan conejos de la galera, pero igual hacen magia. Primero fue Fioravanti, luego Muñoz y más tarde Víctor Hugo. Los relatores, integrantes de una cultura que irrumpió en la Argentina hace casi ochenta años y todavía hoy sigue emocionando.

Da temor verlos. Asustan. Parece que estuvieran a punto de escupir los pulmones y caer redondo encima de los viejos de la platea. Ahí andan ellos, la camisa totalmente abierta, arrugada, los pelos embarullados, anchas gotas de sudor resbalándole en el rostro, la mano enlazando el micrófono, el cuello hinchado, colorado de euforia, las venas que quieren escaparse. Y el grito de gol que se prolonga y rompe los límites del tiempo. Vértigo, velocidad, improvisación, imaginación, potencia. Mentiras. Exageraciones.

Los relatores radiales de fútbol alcanzaron en Argentina un papel mayor que el simple hecho de contar un partido de fútbol. Armaron una cultura nueva. Se diferenciaron del resto de la gente que hace periodismo deportivo y fundaron algo así como un gremio abstracto. Porque no son periodistas. Son relatores. Y recién después se nombra al comentarista, ayudante de campo, vestuaristas o estudios centrales. Es el relator. El cartero de la mentira y la exageración, que nos dibuja en la imaginación cómo Gallardo sorteó la marca de Bermúdez o cómo Gatti descolgó una pelota del ángulo.

Esta cultura se inició en el país el 2 de Octubre de 1924, y casi por accidente. Jugaban Argentina y Uruguay. Y Horacio Martínez Seeber y Atilio Casime informaron a los escuchas acerca de las incidencias del encuentro, que ganó Argentina 2 a 1. Se dice que lo hicieron informalmente, un relato ni siquiera parecido al que hoy se escucha. Ingenuos, no tenían ni idea lo que ellos mismos acababan de comenzar.

El primer partido que se relató completo fue Sportivo Barracas contra Estudiantil Porteño, en 1927. Lo relató Tito Martínez Delbox.

Alfredo Aróstegui fue a quien primero se le colgó el cartel de narrador futbolero. De narrador futbolero profesional, por así decirlo. Aróstegui llevó a las casas argentinas los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928 y por eso se ganó el apodo de El Relator Olímpico. Le costaba bastante seguir las acciones: “Una serie de pases intrascendentes en el mediocampo”, prefería decir y salir del paso.

La tarde llegada de los diarios a los hogares y la no presencia de la televisión transformó a la radio en el primer medio de consulta y entretenimiento. Era una gustosa obligación sentarse en la mesa de la cocina, mate y galletitas, a escuchar los episodios de un partido que se jugaba a largos kilómetros de distancia. Y partidos muy importantes, además. Luis Elías Sojit, por ejemplo, fue el encargado, a través de Radio Splendid, de contar lo ocurrido en la Copa del Mundo de Italia 1934.

Tal vez fue en la década del 40 cuando el relatar se vistió con el traje del arte.

Porque apareció Fioravanti. Joaquín Carballo Serantes -sólo según su documento- presentó un carné diferente al que todos habían presentado. Se elevó por encima del resto. Fue el invitado especial de todas las familias futboleras, que lo dejaban ingresar a sus casas todos los domingos. Le ganó además el duelo que protagonizó con otro grande: Eduardo Pelliciari, el “Lalo” que jugó para Rivadavia primero y Mitre después.

La hegemonía de Fiorovanti se enterró en el recuerdo de la gente cuando surgió, allá por 1960, José María Muñoz. Inventor de las conexiones, amigo de todo gobierno de turno, El Relator de América mantuvo al público futbolero pegado a la radio durante casi 20 años y fue además la voz del Mundial de Argentina 1978. Enjuagaba la voz con una polenta tremenda, acaso su arma más eficiente.

Después vino Víctor Hugo Morales, el nombre que le ganó al apellido, uruguayo, talentoso además. Fue el tercer eslabón de una cadena de monstruos. Primero Fioravanti, luego Muñoz y por último él. Algo así como Di Stéfano, Pelé y Maradona, reyes en sus actividades y en sus épocas.

Víctor Hugo gozó de su punto más alto durante la década del 80. Voz cavernosa, ahuecada, enérgica, transmitió para medios argentinos los mundiales del 82, 86, 90, 94 y 98. Y en México 86 pintó lo que para muchos es su obra maestra. Dibujó con el pincel de sus cuerdas vocales y su llanto el segundo gol de Maradona a los ingleses en el corazón de todo argentino.

Todavía se escucha aquella poesía: “La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja el tercero y va a tocar para Burruchaga... ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio!... ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... y Goooooool... Gooooool... ¡Quiero llorar! ¡Dios santo! ¡Viva el fútbol! ¡Golazo! ¡Diego Maradona! Es para llorar, perdónenme... Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... barrilete cósmico... ¿de qué planeta viniste? Para dejar en el camino tanto inglés, para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina.... Argentina 2 - Inglaterra 0... Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona... Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este... Argentina 2 - Inglaterra 0...”

La gran cantidad de radios que se abocaron al fútbol abrió el espectro para la llegada de montones de relatores. Desde principios o mediados de la década del 80: Atilio Costa Febre, Héctor Caldiero, Jorge Bullrich, Juan Carlos Morales -perdió con Víctor Hugo el cetro que dejó El "Gordo" Muñoz-, José Gabriel Carbajal, Osvaldo Webhe y Walter Saavedra, entre muchos otros. Y desde principios de los 90 hasta los días que ahora corren, Alejandro Fantino y Sebastián Vignolo, tal vez los más destacados.

Hoy, acaso el único que pide permiso para sentarse en el sillón que todavía ocupa Víctor Hugo es el desenfadado Mariano Closs.

El locutor y escritor Pablo Molinari plantea en uno de sus delirios la siguiente cuestión: “Cuesta creer que los relatores de fútbol no tienen, como imperiosa necesidad de la excelencia en su oficio, un pacto con el Diablo. Si no, ¿cómo se explica la exactitud con la que estos hombres son capaces de anticipar una jugada, incluso muchos segundos antes de que ocurra? (...) Si tal es la infabilidad de los pronósticos de los relatores, los jugadores no son más que simples piezas de ajedrez destinadas a cumplir los deseos del tipo de la radio. Así, pues, los futbolistas carecen de decisiones propias: todos sus actos responden a la imaginación del relator”.

Tal vez así sea. Y en realidad todos nosotros somos víctimas del antojo de unos tipos que hablan rápido, escupen mentiras y nos hacen felices todos los domingos.

(artículo escrito por el periodista Ignacio Fusco, y publicado en la revista "Súper Fútbol")

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¿Qué piensa de Argentina?

-Es un gran equipo, uno de los mejores de la actualidad. Me encanta.

-¿Le gusta más esta Selección que la de Bilardo?

-Definitivamente. Me identifico mucho más con la actual.

-Es extraño, usted fue jugador de Bilardo y también uno de sus alumnos, sin embargo marca grandes diferencias con él.

-Tanto Osvaldo Zubeldía como Bilardo dejaron importantes enseñanzas aquí en Colombia, introdujeron el verdadero profesionalismo. Es decir: vivir para el fútbol y no vivir en el fútbol. A Carlos lo respeto mucho, ha sido campeón del mundo y luego subcampeón.

-Entonces, ¿qué lo diferencia de Bilardo?

-Algo fundamental: el fin. A él sólo le interesa el resultado, a mí ganar jugando bien.

(FRANCISCO “Pacho” MATURANA, entrenador colombiano, opinando sobre la selección de Basile que se encontraba en plena Eliminatoria rumbo al Mundial 1994, y de cara al recordado partido entre ambas selecciones, con la victoria colombiana 5 a 0 en Buenos Aires. Revista “El Gráfico” Nº 3830 del 2 de Marzo de 1993)

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¿Yo, verdugo de un pueblo que quiero entrañablemente?

(EDGARDO CODESAL, árbitro mexicano, tras el polémico penal cobrado en la final de Italia 90)

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Nuestra selección perdió la Copa porque despreció el torneo. Yo no conseguí sentir con el equipo el mismo fervor de la Olimpíada, dos años antes. Para nosotros, la medalla en la Olimpíada fue más importante.

(SANDOR KOCSIS, jugador húngaro, goleador de la Copa del Mundo de 1954, comentando sus sensaciones tras la final perdida ante Alemania)

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El fútbol en clave de horror


El 24 de Marzo de 1976 una Junta de Comandantes asumió el poder tras la destitución de Isabel Perón. A partir de ese momento se sucedieron secuestros, desapariciones y prohibiciones. Con el dictador Jorge Rafael Videla a la cabeza, los ideólogos del nuevo gobierno se encargaron de utilizar al deporte para disimular la tremenda realidad que azotaba al país. Este es un somero racconto de hechos recogidos por el periodista Ariel Scher.

Eran las primeras horas de la dictadura. Ya habían pasado 22 comunicados en los que se prohibía toda actividad política y sindical. El número 23 fue el primero en permitir algo: la televisación en directo del partido que la selección de fútbol tenía que disputar en Chorzow frente a Polonia. Quizás sea esa la imagen más clara de cómo los militares se propusieron utilizar al deporte, copiando lo que Hitler había hecho en 1936 con los Juegos Olímpicos.

Ni azar ni leve intencionalidad ni tema menor, el deporte, y en especial el fútbol, fue objeto de la atención sistemática del régimen autocrático que se había instalado en el poder. Estigma de los estigmas de la época, el Mundial de 1978 representó un objetivo estratégico en la pretensión de los militares para afincarse largamente en ese sitio. Hicieron todo bien: apenas asumieron confirmaron que la Argentina sería sede del torneo; poco después le pagaron 500 mil dólares a una consultora estadounidense para que les ayudara a modelar su imagen política alrededor del campeonato; más adelante, llevaron los gastos organizativos de los 70 millones previstos a casi 700 según la evaluación del propio secretario de Hacienda, Juan Aleman y al final, cuando la Selección se consagró campeona, desplegaron una retórica apabullante con la que aspiraron demostrar que la combinación entre el éxito deportivo y el supuesto éxito organizativo daba origen a otro país, triunfal y sin contradicciones.

Nunca en la intensa historia que signa el vínculo entre política y fútbol en la Argentina un gobierno avanzó tanto con la intención de que la pelota jugara en su provecho. Pero se trataba de una era en la que todo parecía posible desde la perspectiva que ofrecían los tronos de los represores. Hace algún tiempo, el periodista Ezequiel Fernández Moores sintetizó lo que había ocurrido: "Fueron años en que la política abusó del deporte. Años de Kempes, el Matador. Años de Videla, el asesino".

Fútbol sí, letras no

La cuenta regresiva para el Mundial de los días del espanto estaba clavada exactamente en un año. Era el 1 de Junio de 1977 y uno de todos los horrores que fracturaban las calles arrancaba de un colegio a Roberto Santoro para volverlo un desaparecido. Poeta y periodista, hincha de Racing, había publicado en 1971 su maravillosa "Literatura de la pelota", un libro que combina los textos que en la Argentina hicieron eje en el fútbol. Santoro sabía encontrar música de gol en las palabras de los escritores y también conocía el secreto arte que distingue la voz de las hinchadas. Al mismo tiempo, no ocultaba su voluntad de que la realidad soplara hacia un punto cardinal más justo y vivía haciendo fuerza para empujar esos vientos. Santoro, con sus libros y sus vocaciones, su poesía y su pasión de fútbol, su desaparición y su memoria, es un símbolo potente y doloroso de la relación que signó al deporte con la última dictadura militar.

El arco de la libertad

Entre las mugres que hacían un infierno de la Mansión Seré, el centro clandestino de detenciones que la Aeronáutica regenteaba en Castelar, una siempre se adosaba al cuerpo de Claudio Tamburrini, arquero de Almagro hasta que un comando militar lo secuestró el 23 de noviembre de 1977. "¿Quién es arquero acá?", interrogaban hombres que no eran hombres. "Yo", contestaba Tamburrini que, futbolista al fin, en las noches miserables todavía se soñaba volando de un palo a otro. "Entonces atajate ésta", le contestaban, y lo molían a trompadas.

Tamburrini logró sobrevivir porque el día del segundo cumpleaños de la dictadura aprovechó, junto a tres compañeros, la bendición de un tornillo flojo y, desnudo, esposado y rapado, se escapó de la Mansión Seré a través de una ventana. Se radicó en Suecia, donde aún reside y enseña filosofía. Veintiún años después de su fuga, regresó una mañana a la cancha de Almagro. "Esto fue lo que más miré", confesó. Lo que más miraba era un arco.

Los dueños de la pelota

La AFA fue una joya velozmente codiciada. En 1976, el presidente de la institución era David Bracutto, también titular de Huracán y médico de la Unión Obrera Metalúrgica. Los militares lo desplazaron del cargo y ubicaron en su lugar, mediante una "elección", al abogado Alfredo Cantilo. A diferencia de los golpes de estado de 1955 y 1966, la AFA no fue intervenida: por delante estaba el Mundial 78 y la FIFA, que suele desentenderse de la condición política de los países donde organiza torneos, tiene como requerimiento que sus afiliadas posean autonomía. Si hubo intervención en la Confederación Argentina de Deportes y en otras federaciones. Era una determinación casi deportiva: la dictadura trataba de jugar en todas las canchas.

El rostro militar del fútbol fue el marino Carlos Lacoste, vicepresidente del Ente Autárquico Mundial 78, el organismo que manejó ese campeonato y que nunca presentó su balance definitivo. También fue ministro de acción social, breve jefe del Estado argentino entre las presidencias de Roberto Viola y Leopoldo Galtieri, y vicepresidente de la FIFA hasta los días iniciales de la democracia. Aunque las presiones políticas lo hicieron dimitir, Lacoste siguió siendo un invitado recurrente a las reuniones de la FIFA, como consecuencia de su amistad con el brasileño Joao Havelange, alguien que en 1978 declaró entre elogios que: "Por fin el mundo pudo ver la verdadera imagen de la Argentina".

Pariente de Videla y de Galtieri, Lacoste sostuvo que "el Mundial terminó con el subdesarrollo mental de los argentinos". Luego, influyó fuerte en River Plate, un club que hasta 1996 mantuvo como socios a los líderes de la dictadura. Argentinos Juniors recién le quitó ese privilegio en 1999 a Carlos Suárez Mason, encumbradísimo jerarca militar de esos años, juzgado y condenado en primera instancia en Italia por varios casos de violación a los derechos humanos, entre ellos el de Norberto Morresi, hermano del ex futbolista Claudio Morresi.

Julio César Santuccione fue el hombre de la Fuerza Aérea en la AFA. Se desempeñó como secretario del Tribunal de Disciplina en 1979 y 1980. Esas atribuciones en el terreno de la disciplina suenan paradójicas, teniendo en cuenta que Santuccione encabezó la durísima policía de Mendoza en las jornadas de la mayor barbarie. Él, como varios de sus pares, encontró un sitio cerca de la pelota. Por entonces, los amos de la vida y de la muerte, también eran los amos del fútbol.

El veredicto de la memoria

Una y otra vez, la radio estallaba con un mensaje unívoco. Era este: "Los argentinos somos derechos y humanos", según reza uno de los slogans de la época. Era una mañana de viernes, de Septiembre y de 1979, con dos sentimientos hondos confluyendo en la Plaza de Mayo. Uno era la esencia del fútbol: la fantástica Selección juvenil en la que brillaban Diego Maradona y Ramón Díaz acababa de ganar el campeonato mundial de su categoría en Japón. Otro era la esencia del sufrimiento: los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado acudían al lugar porque miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA estaban en el país investigando denuncias sobre los horrores argentinos.

Los servidores del Régimen instalados en los medios de comunicación convocaron a la gente a la Plaza para "demostrarle a esos señores que los argentinos no tenemos nada que ocultar". La dictadura necesitaba una ayuda. El fútbol, según la concepción de los dueños de la época, siempre podía dar una mano. A 30 años del golpe militar, la memoria puede llamarse Roberto Santoro o puede llevar otros 30 mil nombres. Y hace lo inevitable, lo imprescindible. La memoria vive como testimonio, como mensaje, como reclamo, como bronca, como esperanza, como protesta. Y nadie lo puede evitar.

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El día que la Selección ganó y perdimos todos


El 24 de Marzo de 1976, la Selección Argentina venció 2-1 a Polonia como visitante. Los futbolistas que actuaron no se ponen de acuerdo sobre cuándo recibieron la noticia del golpe.
El 24 de Marzo de 1976, la televisión argentina sólo emitió los comunicados de la junta que había derrocado al gobierno de María Estela Martínez y el partido de fútbol que la Selección Argentina, que se preparaba para jugar el Mundial 1978, jugó contra el seleccionado polaco en Chorzow, a 13 mil kilómetros de Buenos Aires. Los jugadores de aquel equipo discrepan a la hora de recordar si se enteraron de lo que había sucedido en el país antes o después de salir a la cancha y así recuerdan aquel partido que fuera calificado por la prensa de entonces como “la mayor hazaña de la historia (de la Selección) en el exterior”.
“Tuvimos que jugar obligatoriamente ante Polonia ese día porque la fecha ya estaba pautada. No recuerdo bien si había llegado una nota de algún militar para jugar ese partido, pero sí me acuerdo de que ganamos 2-1, con goles de René Houseman y Héctor Scotta”, contó a “Página/12” Alberto Tarantini, uno de los futbolistas que participó de ese partido, que formaba parte de una gira por de la Selección que dirigía César Menotti.
“El recuerdo más fuerte que tengo de la gira del ’76 es la tristeza que teníamos todos los jugadores por lo que estaba sucediendo en el país”, confesó René Houseman, autor de uno de los goles de aquel encuentro.
La Selección había debutado en esa gira ganándole 1-0 a la Unión Soviética en Kiev, el sábado 20 de Marzo. El autor del único tanto argentino fue Mario Alberto Kempes, que dos años más tarde sería el goleador del Mundial. Aquel partido se jugó bajo la nieve y la figura fue Hugo Gatti, vestido con pantalón largo y tocado con un gorro.
El itinerario de la gira marcaba al estadio Siaski, de la ciudad industrial de Chorzow, en Polonia, como el siguiente destino. El partido a jugarse el 24 de Marzo era importante: la selección local había terminado el Mundial de 1974 en el tercer lugar.
Pese a que uno de los primeros comunicados de la junta confirmó la suspensión de espectáculos, transmisiones y programas de televisión para el resto de la jornada, se informó que el partido iba a televisarse como estaba programado. “Se ha exceptuado la propagación programada para el día de la fecha del partido de fútbol que sostendrán las selecciones de Argentina y Polonia”, sostenía el nuevo comunicado. Canal 7 televisó el encuentro y el relato estuvo a cargo de Fernando Niembro, el mismo periodista que en 1990, como vocero de Carlos Menem, anunciara los indultos a los militares genocidas.
Houseman adujo no recordar con exactitud el momento en que el plantel se anotició del golpe: “Creo que nos enteramos después del partido. La noticia empeoró el ánimo del vestuario y de todos. Si llegó una orden desde Argentina para continuar con la gira, la verdad es que no me enteré”, añadió el ex delantero de Huracán.
Sin embargo, Héctor Horacio Scotta, el otro goleador argentino del partido, dijo recordar claramente que la noticia había llegado al seno del plantel antes de jugar el encuentro. “Todos estábamos muy preocupados y no únicamente Kempes y yo, como tantas veces se dijo. Nos habíamos ido del país con un gobierno democrático y cuando regresamos al país era todo diferente. Teníamos mucho miedo a todo, a lo que fuera, una guerra civil, por ejemplo. Horas después del partido llegó a la concentración una orden del propio Videla diciendo que la Selección ‘tenía que jugar’ ese encuentro ante Polonia”, puntualizó el ex goleador de San Lorenzo.
Leopoldo Luque afirmó que el relator José María Muñoz les había dado la noticia del golpe tras la cena posterior al partido: “La mayoría no estábamos tan metidos en el tema y ganar dos partidos seguidos en Europa para nosotros era algo totalmente inusual...”, señaló tiempo atrás.
Consultado por Página/12, Ricardo Bochini da una versión diferente: “El Gordo Muñoz nos comentó el tema del golpe y todos nos quedamos muy mal. No recuerdo bien, pero creo que la noticia la dio antes del partido. El Tolo Gallego se puso muy mal, porque empezó a pensar que le podía pasar algo malo a su familia, pero todos, rápidamente, lo tranquilizamos”.
Como Bochini, Marcelo Trobbiani también fue titular contra los polacos y su versión es coincidente. “Estábamos en el hotel y faltaban tres o cuatro horas para el partido -recordó en una entrevista hace años-. Kempes nos contó que en la Argentina había un golpe. Analizamos la posibilidad de no jugar, pero faltaba muy poco para empezar el partido y ya había gente en la cancha. Después Menotti nos reunió y nos pidió que nos tranquilizáramos. El sentimiento fue horrible durante el trayecto en el micro y en el vestuario. No bien el árbitro pitó el final, les preguntamos a los periodistas si tenían alguna novedad y yo pude comunicarme con mi familia”.
El relato coincide con lo que Héctor Vega Onesime divulgó en su libro “Memorias de un periodista deportivo”: que Muñoz, enviado de Radio Rivadavia, fue el primero en tener conocimiento del golpe y se lo informó al presidente de la delegación, Pedro Orgambide. “Por suerte no hay que lamentar desgracias personales o derramamiento de sangre”, comentó Muñoz, que apoyaría sin tapujos la dictadura. Su comentarista en ese partido fue Julio César Calvo, el hermano de Adriana Calvo, detenida-desaparecida y hoy integrante de la Asociación de Detenidos-Desaparecidos. Según el comentarista, muerto hace unos años, Muñoz realizó gestiones para averiguar el paradero de su hermana.
“Se dijo muchas veces que se había dudado en no jugar ese partido o en suspender la gira, pero no es así -recuerda Bochini-. Todos estábamos allá y teníamos muchas ganas de jugar. Como todas las informaciones que nos daban aseguraban que no había problemas, la verdad es que todos estábamos muy tranquilos”. César Menotti declinó hablar sobre el tema.
La gira siguió con una derrota 2-0 ante Hungría en Budapest, el sábado 27, la caída 2-1 con el Hertha en Berlín, el lunes 29 y la igualdad sin goles con el Sevilla el miércoles 10 de Abril. Los dos últimos partidos ni siquiera se televisaron.
“La noticia del golpe nos tomó por sorpresa -contó hace unos años Jorge Carrascosa en nota con este diario-. Estábamos concentrados y enterarse de eso fue algo muy fuerte. Allá no nos decían todo lo que queríamos saber. No sabíamos exactamente lo que estaba sucediendo. Uno siempre estaba pendiente de que a la familia no le pasara nada. El único contacto que yo tenía era telefónico, pero el deseo de todos era regresar lo más rápido posible para estar con los suyos. A medida que pasaban los días, el deseo era terminar cuanto antes la gira para estar rápido en el país”.

(artículo de Pablo Vignone, publicado por el diario “Página 12” del viernes 24 de Marzo de 2006, con motivo de los 30 años del Golpe Militar de 1976)

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