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LOS MUCHACHOS VALIENTES - Celtic (Escocia)


Hablar del Celtic de Glasgow es hablar de uno de los símbolos del fútbol escocés, un club con una historia repleta de éxitos deportivos y humanos.
En el año 1887, procedente de la vecina Irlanda, llega a Glasgow un hermano marista, el padre Walfrid. Con él, incluso años antes, habían llegado miles de emigrantes irlandeses que buscaban en Escocia la tierra prometida. Pero la realidad en Glasgow era bien diferente. Junto a la gente rica, feliz... algunos apenas tenían para vivir. El trabajo en la mina, generalmente reservado a los emigrantes irlandeses, era cruel.
El padre Walfrid no podía dejar abandonados a sus compatriotas. Necesitaba encontrar la manera de conseguir dinero para procurar alimentos a las personas más necesitadas. Y el cielo le inspiró. El fútbol acababa de entrar en las costumbres del pueblo británico. ¡Fundaría un club de fútbol! Y el dinero lo repartiría entre la gente menesterosa.
Otro monje, el padre Dorotheus, le ayudó. En 1888 nació el Celtic de Glasgow. Un club con tradición irlandesa y fundado por católicos. Eligió como color del equipo el verde. Y como escudo el trébol, eso sí, para evitar supersticiones, de cuatro hojas. Era la manera de tener siempre en la memoria su origen y el de sus padres: Irlanda.
La elección de los símbolos fue acertada. El trébol de cuatro hojas pronto trajo la suerte al equipo. Dos años después de su fundación ya cosecharía su primer éxito deportivo. Un maravilloso inicio. Ganó la Copa de Escocia de 1890.
El club empezaba a cumplir con creces los objetivos planteados. No sólo triunfaba deportivamente, sino que al mismo tiempo, desarrollaba una importante labor social. Los beneficios eran repartidos entre los más necesitados y, sobre todo, los trabajadores encontraron una sana distracción. Pero el fútbol, como la propia vida, evolucionó. Los dirigentes dejaron de ser los padres católicos que lo fundaron. Cuando el profesionalismo irrumpió en el deporte el Celtic se agarró a él y se constituyó en compañía.
Sin embargo, sus objetivos primitivos no cambiaron. Cada año, de las cuentas del club, una cantidad importante de dinero era destinada a las sociedades de beneficencia. Y no tienen por qué ser escoceses. Grandes obras, como la lucha contra el cáncer, reciben donaciones del Celtic. Un club que no olvida sus orígenes.

Nace la rivalidad

¿Qué sería el fútbol escocés sin la rivalidad entre el Celtic y el Rangers? Dos equipos de una misma ciudad, Glasgow, pero muy diferentes. Incluso en sus orígenes. Mientras que el Rangers fue fundado en 1873 por un grupo de jóvenes protestantes, el Celtic lo fundó un padre católico irlandés.
Dos clubes indisociables en la historia del fútbol escocés. Una rivalidad que desde hace mucho tiempo fue bautizada con el nombre de “Old firm”, por referencia al origen mismo de Glasgow, una ciudad marcada por la doble cultura gaélica y anglosajana. Este nombre, Old firm, significa “vieja empresa”, y se debió a que durante unos años, ambos equipos se aprovecharon de la rivalidad entre ambos para sacarle rentabilidad pues a comienzos de siglo los dirigentes de ambos clubes forzaban la celebración de un tercer partido (desempate) en la temporada para volver a obtener beneficios por la recaudación, ya que estos partidos son los más esperados por los hinchas escoceses.
El primer Celtic-Rangers se disputó meses después de la creación del club verdiblanco. El partido se disputó en el Celtic Park el 28 de Mayo de 1888. Acababa de nacer una de las más fieras rivalidades de la historia del deporte en Escocia. Neil McCalum conseguiría el primer gol de la historia del Celtic. Y los verdiblancos consiguieron su primera victoria contra sus más directos rivales (5-2). Y en el encuentro de revancha, los herederos del padre Walfrid, volvieron a imponerse con comodidad (6-2).

Llegan los éxitos

En el año de 1892 el Celtic gana la Copa de Escocia y al año siguiente gana su primera Liga, durante esas épocas, dominó el campeonato nacional. No obstante, su dominio es interrumpido en el año de 1930 por el Rangers.
El Celtic, pese a contar con grandes jugadores, entre 1945 y 1965, sólo logró adjudicarse un título de Campeón y en 1963 su tradicional rival le arrebataría la Copa de Escocia.
Su momento más importante llegó en el año de 1967 cuando gana la Copa de Europa tras vencer al Inter de Milan 2 a 1. La final se disputó en el Estadio Nacional de Portugal, convirtiéndose en el primer equipo escocés en ganar dicho título. Aquella escuadra estaba liderada por el capitán Billy McNeill y por el entrenador Jock Stein. Todos los jugadores eran originarios de Glasgow y nacieron en un radio de 30 millas alrededor del estadio. Aquel año fue el más exitoso del Celtic proclamándose campeón de Liga, Copa, Copa de la Liga, Copa de Glasgow y Copa de Europa.
Les quedaba un paso más para quedar definitivamente inmortalizados en la historia del fútbol mundial. El titulo europeo les significó el pasaje para disputar la Copa Intercontinental ante el campeón sudamericano. El rival era el Racing Club de Avellaneda, el equipo sensación de Argentina. En los papeles el Celtic era amplio favorito y muchos daban por hecho la obtención del titulo de mayor importancia mundial a nivel clubes. Pero los escoceses no pudieron conquistar la Copa Intercontinental. Luego de vencer por la mínima diferencia en Escocia, el Celtic caería derrotado por dos a uno en Argentina, ante un colmado estadio. El tercer y definitivo partido se jugaría en Montevideo, Uruguay, en el Estadio Centenario. El encuentro quedaría inmortalizado por el gran gol convertido por el “Chango” Cárdenas. Racing daba el golpe, vencía por uno a cero y se adjudicaba la Intercontiental.
En 1970 el Celtic llegó por segunda vez a la final de la Copa de Europa pero perdió 2-1 ante el Feyenoord. La mayoría de los campeones de 1967 estaban aún en el equipo, muy veteranos todos ellos. Esa es una de las razones que achacan los seguidores a la derrota. Aquella final pasó a la historia por ser el partido de una Copa europea con mayor número de espectadores.
El Celtic vuelve a la final de un torneo internacional en el año 2003 cuando disputa la final de la Copa UEFA, sin embargo pierde la final ante el Oporto de José Mourinho por 3-2 en la prórroga. No obstante, la final fue importante ya que el equipo obtuvo el premio al juego limpio de la FIFA y la UEFA por el comportamiento de los hinchas escoceses (se desplazaron más de 80.000 seguidores.
El Celtic ha conquistado 5 de las 7 últimas ligas, consiguiendo Liga y Copa en 2007 y avanzó a los Octavos de final de la Copa UEFA.
El apodo oficial del club es “Bhoys”. Según la agencia de prensa del Celtic, cuando el club nació, se les llamaba a los jugadores “The Bould Boys” (Los muchachos valientes) por la garra y tesón que demostraban por aquellos años. En una postal de principios del siglo XX se lee "The Bould Bhoys" (la ‘h’ suplementaria refleja el acento irlandés).
Los simpatizantes del Celtic reciben el apodo “Hoops”. Se debe a la forma de las camisetas, con rayas horizontales. Hoops traducido al castellano significa “Aros”. Este apodo data de 1903.
El Celtic juega sus partidos de local en Celtic Park, al que comúnmente se le llama “Parchead”, por el distrito donde está situado, y cuenta con una capacidad para 60.832 espectadores.

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Carlos Altieri tiene una gran amistad con Marcelo Bielsa. De hecho, él fue quien promovió la designación de Bielsa como D.T. de Newell´s, a mediados de los '90, cuando el ciclo de Yudica estaba cumplido. A continuación, relata como era el trabajo del Loco cuando dirigía, allá por los '80, en las inferiores de Newell's: "Fue en el ochenta y pico. Al principio, le dieron una división que no era tan importante y un año después empezó a reclutar jugadores, sin saber que, con el tiempo, ese grupo le iba a dar tantos títulos al club.
Marcelo se toma un año en el que hace toda una selección de jugadores, recorriendo el país en un Renault 6. Yo lo acompañé en muchos viajes, como amigo. Me acuerdo que fuimos a Bahía Blanca a buscar a "Quito" Paz, que era de allí, y al "Negro" (Marcelo) Escudero, que vivía en Punta Alta (una localidad vecina). Salimos a las siete de la tarde de la terminal de ómnibus y a las pocas horas el colectivo paró, creo que en Junín.
Bajamos a comer una pizza y cuando volvemos el coche estaba lleno.
Nosotros creíamos que teníamos el pasaje con asiento, pero no era así.
La cuestión es que viajamos parados desde las once y media de la noche hasta las ocho de la mañana hasta que llegamos a Bahía Blanca. Creo que eso lo pinta de cuerpo entero a Marcelo".

Cabe agregar la anécdota del arribo de Mauricio Pochettino al club, que fue un tanto peculiar: Bielsa, guiado por el comentario de un hombre en una parrilla, y sin haberlo visto jugar, fue a buscarlo al pueblo de Murphy a la una de la mañana, para convencerlo de que fichara para Newell´s, y no para Central.


(extraído del excelente blog Frases bielsistas)

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Todo estaba previsto, menos la victoria de Uruguay.

(JULES RIMET, ex Presidente de la FIFA, rememorando en su libro "La maravillosa historia de la Copa del Mundo" el Maracanazo de 1950)

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¿Incorporarle tecnología al fútbol? Al fútbol hay que dejarlo tranquilo. Es un deporte de dudas que está hecho por y para futbolistas, al fin y al cabo, seres humanos. De lo que hay que ocuparse es de enseñarles a jugar a los chicos un fútbol positivo.

(JOHAN CRUYFF, célebre ex jugador y técnico holandés, dando en 1997 su opinión sobre los avances tecnológicos en el fútbol)

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Víctor Hugo Aristizábal (Colombia)


Víctor Hugo Aristizábal Posada despertó a la vida y al fútbol, un 9 de Diciembre de 1971, en el barrio Belén, en el sur occidente de Medellín. Belén, una suerte de pueblo pequeño con grandes mangas, tiendas de abarrotes y cantinas con billares, dentro de la gran metrópoli antioqueña, le servía como “patria chica” al pequeño párvulo sediento de gloria.
El hijo de Leonel Eudoro y de María Elena, el tercero de la familia Aristizábal Posada, era un inquieto muchacho con ansias de triunfar. Sus amiguitos de la escuela Jacklyn Kennedy, viendo sus virtudes y su olfato goleador, lo empezaron a invitar a jugar en los “desafíos” barriales. No tardó en destacarse no solo por sus anotaciones con sabor a barro o a arenilla, sino por su generosa nariz, razón por la cual sus compañeros lo empezaron a llamar “Pinocho”.
Esa “Goma” por jugar a la pelota lo lleva a las canchas de Campo Amor, a pedir la oportunidad de jugar en los equipos de Asesorias Hernando Díaz, en los torneos de la liga Antioqueña de fútbol. Jugó en las categorías cuarta y tercera.
Por recomendación de Hernando Díaz, su primer técnico en el fútbol, llega a la selección pre juvenil de Antioquia, orientada por Juan José Peláez. Es el año de 1985 cuando “Aristi” se enfunda la primera camiseta blanca y verde de las 8 selecciones paisas en las que participaría y en las cuales anotaría 25 goles.
En ese mismo año de su debut con la camiseta de Antioquia y en el mes de Marzo muere su padre que, con la venta de chance, mantenía a su familia compuesta por su madre, dos hermanas, un hermano, y Víctor Hugo.
No hubo otra alternativa que abandonar sus estudios de tercero de bachillerato, en el Octavio Harry y ponerse a trabajar vendiendo chance, moliendo arepas o voceando el periódico del día, en Belén Rincón, pues le daba pena con sus amiguitos del barrio que lo vieran vendiendo la prensa diaria.
Insiste con el fútbol y pasa por los equipos del Colegio Antonio Nariño donde convierte más de 70 goles.
Más tarde, en 1989, llega al cuadro Atlético Nacional y de la mano de Nelson Gallego empieza a fundamentarse como gran goleador. Su debut con el cuadro verde no se hizo esperar: el 2 de Agosto de 1990 pisa el gramado del Atanasio Girardot como profesional del balón, enfrentando al Deportivo Pereira.
Su primer gol se lo hizo al portero Lisandro Abello, del Sporting de Barranquilla, un 23 de Agosto de 1990, en la portería norte del “coloso de la 74”. A los 16 minutos de iniciado el partido, Víctor Hugo se escapa por la punta derecha y con balón cruzado vence la resistencia costeña.
De eso han transcurrido 16 años y todavía lo sigue haciendo, con un récord difícil de igualar para goleador colombiano: más de 333 goles, en los diferentes equipos en los que ha militado.
Sus hermanos Carlos Albero, Angelina, Sandra y su madre María Elena siguen viendo en Víctor Hugo ese ser humano preocupado por el mejor estar de su familia y al mismo tiempo celebrando todas y cada una de las anotaciones que ha realizado con el cuadro verde de Antioquia, que ya suman más 190.
Además, las alegrías entregadas al pueblo colombiano con nuestra selección que llegan a 19 dianas, incluyendo las 6 que marcó en la Copa América del 2001 y que lo erigieron como el máximo anotador del combinado nacional en ese torneo.
Asímismo, quién no recordará ese “escorpión” contra Chile en un partido amistoso con Colombia, cuando estaba recién casado con Catalina Echavarriaga Lopera, en 1994.
De igual manera, quién se olvidó de los 33 gritos de gol convertidos para el Sao Paulo, en las temporadas 96/98. O las 31 anotaciones con el Victoria Guimares en el 2002. O las 28 con el Cruzeiro de Porto Alegre, en el 2003.
Igualmente, como no rememorar los 12 goles con el Coritiba o los 5 con el equipo del rey Pelé, el Santos. Además, las 15 dianas que convirtió este romperedes antioqueño, cuando se encontraba defendiendo los colores del Deportivo Cali, en el 2001.
Una de las máximas frustraciones que tiene “Aristigol” es que en su debut internacional, jugando para el Valencia de España, en 1994, no pudo marcar. Pero eso no lo amilanó. Es que ni a Emilio, su último hijo, se le podrá olvidar de la memoria esas grandes gestas de su padre, porque de manera permanente se las estarán recordando, por más de 300 veces, sus hermanitas Maria Camila o Juanita.
Víctor Hugo Aristizábal es sinónimo de gol y sus goles son vida.

(biografía realizada por Roosevelt Castro Bohorquez, Historiador, Comunicador Social y Periodista de la Universidad de Antioquia -Medellín, Colombia- que gentilmente la cedió para ser publicada en este blog. Muchas gracias Roosevelt!)

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Hablame de Europa, de Francia. ¿Qué hacía un tipo como vos en un lugar como ese?

-Al segundo día se quería ir -dice Mónica, su esposa-.

-Sí, me quería ir.

-¿Qué pasaba?

-Encontré todo, cómo te lo digo, frío, eso es. Ordenado, demasiado prolijo, demasiado bajo control. No me enamoré a primera vista.

-Dame un ejemplo.

-Por decirte algo, hay en Lyon un club, "El Club de los Cien". Son hinchas del club y gente que pone plata para estar cerca. Cholulos, ¿viste? Bueno, era lo mismo que ganáramos o perdiéramos por goleada. Siempre el mismo agasajo, la misma comida, la misma conversación. ¿Te das cuenta? Acá si ganas todos contentos. Pero si perdés, 6 a 1, como perdimos nosotros con el Olimpyque de Marsella, el del Bernard Tapie, donde jugaban Jean-Píerre Papin, y otros genios, tenés que salir en un celular para que no te maten. Es otra historia. Como si les diera lo mismo ganar que perder. Es difícil meterse en eso.

-Pero te metiste. Y no te fue mal.

-No, me fue bien. Hice bastantes goles. Compraron a Kabongo, un jugador de Zaire, y nos entendíamos mucho. Era negro, por supuesto. Azul, de tan, tan negro, aquel Kabongo.

-¿Te peleaste con alguien en Lyon?

-Lo mandé al diablo a Lacombe, el manager. Era un pesado y un déspota. No lo aguanté, de ahí en adelante me sacó, me dejó sin jugar y me hizo todo tipo de porquerías para que me cansara y me fuera, dejándole el cupo a otro extranjero. Hay mucha gente así, ya se sabe.

(CLAUDIO “Turco” GARCÍA, ex futbolista argentino, rememorando su paso por Francia en revista “El Gráfico” Nº 3833 del 23 de Marzo de 1993)

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Blooming es el papá de Oriente Petrolero y el hijo de Destroyers.

(FERMÍN ZABALA, comentarista deportivo boliviano)

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El jugador de fútbol es como un caballo. Si uno lo monta bien, lo respeta y obedece. Pero si usted no sabe apretarle bien los tacos, lo bellaquea y por ahí lo tira...

(RENATO CESARINI, ex jugador y técnico de fútbol ítalo-argentino)

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Tuyo siempre (Andrés Calamaro - Argentina)

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No importa lo que pase los domingos
aunque ganes, aunque pierdas voy contigo
yo te voy a alentar toda la vida
porque este amor por vos no se termina.

Te seguiria por todas partes
y volveria a La Paternal
todos juntos, para poder festejar
un campeonato más!... mejor que antes
vamos Bicho que yo te sigo a todas partes
Argentinos, hay que poner mas huevo
te lo pide la Banda de Paternal!

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El doctor Roberto “Cacho” Paladino estaba cenando en el restaurante "La Raya" con la gente de Huracán, cuando de repente se acercó un dirigente de AFA. Faltaba poco para el Mundial 74 y el hombre le contó sus inquietudes: “Necesitamos un nueve que se haga sentir. Alguien que preocupe allá arriba, en el área, que la meta...”
Cacho, metido en las necesidades del dirigente sumó su cuota al perfil del jugador deseado: “alguien que arranque de atrás y llegue, y que cuando llegue facture. Un tipo con agilidad, velocidad, olfato de gol...” En el paroxismo de su entusiasmo, el dirigente casi gritó: “¡Eso, justamente eso!”. “Entonces no busque más -lo interrumpió Paladino-, en aquella mesa está justo el hombre que describe. Por lo menos era todo eso hace treinta años, ahora no sé cómo andará...”
Y le señaló al genial paraguayo Arsenio Erico sentado en una mesa cercana.

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El fútbol es una guerra simbólica.

(MARIANO GRONDONA, periodista, ensayista y presentador de televisión argentino -1996-)

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Tuve ganas de darle una trompada. Es muy feo que un colega, un compañero de trabajo, te haga eso. En ese momento tuve ganas de pegarle, pero me contuve y traté de manejar la situación.

(JULIO CÉSAR CÁCERES, defensor paraguayo de Boca Juniors, refiriéndose al delantero de Gimnasia y Esgrima La Plata, el uruguayo Diego Alonso, quien le tocó el culo durante el partido del domingo pasado)

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Para jugar al fútbol hay que ser...


VANIDOSO

Sin vanidad es imposible llegar a ser futbolista. La vanidad hace que el jugador se mate por "mostrarle" al público, a los compañeros, al director técnico, a los adversarios, a la prensa, lo bien que juega, lo fuerte, lo guapo, lo cojudo que es. Lo vivo, lo veloz, lo pícaro, lo grande que es.
El jugador se tiene que sentir el mejor del mundo y sus alrededores, por lo menos en su puesto. La vanidad es el motorcito fuera de borda que lo va a hacer trabajar, practicar, cuidar el físico, tratar de aprender algo nuevo todos los días. Ya el hecho de ponerse el colorido disfraz de jugador de fútbol implica una gran dosis de vanidad, pero esa dosis no alcanza cuando entra a la cancha a jugar y a "mostrar" lo bien que lo puede hacer.

• En la expresión está el éxito: muestre su porte de crack

• La vanidad como motor hace campeones

EGOÍSTA

Uno juega para uno. Es como salir a comer con diez amigos; los once comen juntos pero uno come para uno. El egoísmo alimenta el deseo de llegar antes a todos lados. Incluso al vestuario, para las prácticas o los partidos, porque eso permite que el masajista lo atienda primero y no después de haber masajeado a quince compañeros, cuando el pobre tipo está muerto.
Hay que ser el primero en subir al micro o llegar al aeropuerto y elegir el mejor asiento para viajar. El egoísmo hace que el futbolista elija la mejor pelota para las prácticas de técnica individual, la mejor toalla, la mejor mina cuando asiste a una recepción.
El egoísmo es el que lo hace llegar primero a la ventanilla de pago, por las dudas...
Es la virtud que hizo grande a los goleadores en todo el mundo, porque adentro del área nunca le pasaron la pelota a ningún compañero. Ellos siempre piensan en el gol, sin tener en cuenta que a su lado y mejor colocado tal vez haya un compañero. La Argentina fue campeón del mundo en el '86 por el egoísmo de Burruchaga después de una corrida de cincuenta metros cuando piso el área y enfrentó a Schumacher: a su izquierda tenía a Valdano sólo frente al arco y sin arquero, pero prefirió patear y definir él. Por egoísta arriesgó y ganó.
El egoísmo es la virtud más importante en las dos áreas, porque así como hace que el goleador resuelva siempre solo, también hace que el defensor rechace cualquier pelota comprometida, sin pensar en ningún compañero ni siquiera en el arquero. El egoísmo hace que cuando el técnico le da la camiseta de titular no se la quiera dar o prestar más a nadie que pueda quitarle esa titularidad. Con once egoístas que no le dan a nadie la camisa porque se agarran a ella con uñas y dientes se hicieron los grandes equipos.

• El egoísmo es negativo en la vida y positivo en el fútbol

VIOLENTO

Ser violento es imprescindible. El jugador tiene que serlo cuando pretende ganar una pelota dividida, cuando va al choque con un rival. La violencia, sin salir de las reglas del juego, es la que arranca a los aficionados el grito de "¡Huevo, huevo, huevo!".
Es la única virtud que el hincha acepta en lugar de la falta de técnica. Los entrenadores aman a los violentos. Y los jugadores también, siempre que jueguen para su equipo. Y le temen a los que juegan enfrente.
El fútbol es un deporte violento en su esencia. Por eso no se puede ser buen jugador si no se tiene esa dosis siempre necesaria para intervenir en la jugada dividida, para trabar con alma y vida, para llevarse por delante al rival cuando no se puede con fútbol.
En el fútbol, cada pelota se pelea a morir y para quedarse con ella hace falta violencia. Jorge Brown, patriarca de Alumni a comienzos de siglo, declaraba en 1921: "El fútbol no es un sport de salón ni nada parecido. Es un juego violento y fuerte en el que se ponen a prueba la resistencia física y la musculatura de los jugadores". Yo pienso lo mismo. El fútbol es un deporte violento, nadie lo puede evitar, ni las nuevas reglas, ni la prevención, ni la educación, ni los predicadores de la no violencia. Nadie la evitará. La repudio fuera del luego y la acepto y justifico dentro de él porque si no, sería jugar a otro deporte. Porque hay una estética de la violencia y, en buena medida, el fútbol debe su gran belleza a ella.

• La violencia dentro del campo de juego es una necesidad; afuera, una barbaridad

MENTIROSO

El jugador debe mentir permanentemente cuando le preguntan la razón del éxito o una derrota. No tiene que decir nunca cuál es su mejor virtud ni su mayor defecto. El que lo dice pasa a ser previsible y, por lo tanto, vulnerable y controlable. Si un jugador es sincero y confiesa públicamente que su equipo tiene un arma mortífera en el contraataque, es muy probable que en el siguiente partido no pueda ponerla en práctica porque el rival ya está avisado. Es más, es posible que en ese partido el que juegue el contraataque sea el rival. A los medios de comunicación hay que utilizarlos para que los demás lean lo que le conviene al jugador que lo dice. Mintiendo sacará ventajas, porque el fútbol es el arte del engaño.

• Mienta, que en el fútbol no es pecado

MALO

Hay que ser malo para ser bueno jugando al fútbol. Pele le aconsejó a Maradona que sea malo para defenderse de la maldad de los contrarios. Lo hizo en una conferencia que dio en 1979 en el hotel Sheraton de Buenos Aires. Pelé tenía la maldad incorporada a su bagaje técnico. Así como podía hacer, en un segundo, una genialidad con la pelota, podía esperar a un rival treinta minutos, un mes o un año para darle el "vuelto".
Pelé fracturó a un montón de defensores que entraron liviano a disputarle una pelota y que le habían pegado antes. Lo comprobé jugando contra él. Entre nosotros el respeto era recíproco, pero yo tenía que estar muy atento cuando entraba en fricción con él para disputar una pelota dividida.
El jugador tiene que ser malo para que el contrario no le robe el pan, la gloria y el honor. El pan, porque el jugador se puede quedar sin club, que es quedarse sin laburo, si por ser bueno el equipo pierde.
En una jugada se puede ir todo a la mierda. El esfuerzo de un año de todo un plantel que se mató entrenando y bancando adversidades o todo el sacrificio que hizo en su vida para llegar a jugar ese partido, esa final de copa que lo va a consagrar definitivamente y cuando llega ese momento, por blando lo pierde todo.
No se trata de lesionar al rival. Se trata de ser duro para chocar, para trabar. Hay que ser malo para hacer el cuarto gol cuando el equipo está ganando 3 a 0 y el rival está muerto. Hay que ser malo, porque si alguien pierde el cuarto gol por cancherear, lo más probable es que se agrande el rival y el equipo termine perdiendo ese partido 4 a 3.
Juan José Pizzuti tenía una frase bárbara para estos casos. Decía: "Cuando el rival está en el suelo, písenle la cabeza". Lo decía poniendo como ejemplo al boxeador que estaba groggy y contra las cuerdas. Ahí no había que dejarlo escapar.
Reconozco que el paso del tiempo me hizo cada vez más malo. Aprendí a simular que intentaba ayudar a levantar del suelo a un rival y en realidad lo que estaba haciendo era tomarlo de una oreja y tirarlo para arriba. O pegarle un pelotazo en los huevos con toda intención cuando al atacante contrario se le adelantaba la pelota o saltar en las áreas con los codos levantados para no perder en el salto, pero también para que el rival se morfara el codazo en la cara. O tirarle la pelota encima al rival que está a dos metros y, antes de que se acomode para jugarla, hacer un pique corto hacia él, trabarle pelota y tobillos y desparramarlo tirándole el "camión" encima. O dejarlo que llegue un segundo antes a la pelota para cruzarlo y mandarlo con pelota, pasto y todo contra el alambrado. Estas fueron algunas de las maldades habituales que hacía.
Perfecto Rodríguez, que fue un wing de Chacarita Juniors en la década del '60, decía que tenía un compañero (Roberto Moreno) tan fuerte para jugar que "te pasaba la pelota con contrario y todo".

• Hay que ser malo para defender la gloria y el honor, porque en condiciones técnicas, físicas y tácticas iguales, gana el más malo. Y no hay cosa que humille, que desaliente, que caliente, que desvalorice más que perder porque el rival fue más malo que uno. Al jugador malo lo van a buscar todos los técnicos. Lo van a querer los compañeros y lo van a respetar todos los contrarios


Cuando quise ser bueno, perdí

Una sola vez fui bueno y perdí. Fue en el último clásico contra Boca que jugué con la camiseta de River. Llegó el Chino Benítez a la puerta del área con la pelota y todavía no me explico por qué no lo reventé. Tal vez porque era el Chino, que lo conocía de Racing cuando él era un pibe. No sé. Lo cierto es que fui sólo a la pelota, en vez de ir a las dos cosas: a la pelota y al hombre. Y eso que conocía la ortodoxia a la perfección. En situaciones como esa hay que trabar la pelota y a la vez chocarlo con el cuerpo. Esa vez me equivoqué: el Chino pasó y fue gol. Nunca me perdoné esa boludez.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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-¿La quiebra de Racing es paradigmática con respecto al destino de los demás clubes?

-Es la primera prueba piloto, un buen ejemplo para entender cómo, con el verso del gran negocio, se vacían los clubes. Racing fue el mejor ejemplo de lo peor que podían hacer los dirigentes. Mucho peronismo berreta adentro, del malo: un club acostumbrado a que le regalen todo, la cancha, las piletas, la iluminación... Era una fiesta y mirá cómo terminó: ahí los tenés a los gerenciadores.

-¿Por qué cree que el fútbol permite estas contradicciones?

-Las permite porque la gente está tarada buscando que no la carguen más.
Racing le debía cuatro años de sueldo a Sergio Zanetti; lo metieron adentro de la convocatoria de acreedores y vos hablás con el hincha de Racing, obrero, laburante, que por ahí hoy está de piquete, porque le sacaron todo, y por ahí te dice:
“Qué querés, Zanetti se metía los goles en contra”.

(NORBERTO “Ruso” VEREA, ex arquero del ascenso argentino, columnista en programas de radio y TV, vaticinando en “Página 12” del domingo 31 de Agosto de 2003 lo que sería una cruda realidad para el futuro racinguista)

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Es difícil explicar por qué no estoy en la Selección.

(HUGO BENJAMÍN IBARRA, jugador de Boca Juniors, a comienzos de 2006 y a la espera de la citación a la selección argentina que se preparaba para Alemania 2006)

Lo entiendo a Ibarra. Pero él tiene que entendernos. Cuando hicimos la lista no estaba en un buen nivel. Y ahora que sí lo está no hay amistosos para probarlo.

(HUGO TOCALLI, ayudante de campo de Pekerman en Radio "Mitre", tiempo después)

Pueden probar a un chico de 18 y 19 años, no a mí. Ya tengo experiencia, me gané un lugar en Boca. Ojalá pueda estar. Si voy al Mundial, voy a estar feliz. Si no, también.

(HUGO IBARRA, replicando a Tocalli, días después)

Yo siempre dije que en su puesto fue el jugador más destacado de la última década. Pero esta Selección necesita además sostener un determinado parámetro en su formación. Uno tiene que pensar que la Selección va a jugar siete partidos seguidos, tener una continuidad física y un montón de situaciones.

(JOSÉ NÉSTOR PEKERMAN, por entonces DT de la Selección Argentina, poniéndole punto final a esta polémica y dando a entender que el lateral de Boca no se encontraba en su mejor forma física)

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Yo no trabajo para que se piense que tengo razón. Y el día que me echen de acá me voy con un megáfono a una esquina y armo una polémica, una discusión, algo. Y sí, así espero morirme.

(FERNANDO NIEMBRO, periodista deportivo argentino, Julio de 2007)

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Saavedra 2089 (Guillermo Valle - Argentina)


6 de enero de 2089

Mañana fresca, los 47 grados que anuncia el periodista del canal SE-927, desde el TV wall, presagia que este verano será uno de los mas fríos de las últimas décadas. ¿Será que se esta achicando el agujero de la capa de ozono? ¿Estarán creciendo mas árboles en la selva amazónica?... El clima esta cambiando, no hay duda...

Seis de Enero, día de reyes, hasta mediados del siglo anterior fue feriado...

Bajo por el descensor electromagnético de mi loft de un ambiente, ubicado en el piso 200 de la torre 9 de la Avenida Cabildo al 3700, aún me resisto a mencionar a la avenida por su nuevo nombre, “Chiche Duhalde”, aunque hace diez años que la rebautizaron.

Me propongo “caminar” por el Boulevard García del Río hasta el Parque Saavedra, quiero respirar un poco de aire puro, quiero ver un poco de césped natural...

La cinta transportadora de la margen norte del boulevard me llevara sin prisa hacia mi destino. Los locales de la feria de artesanos, ubicados en el centro del mismo –en lo que otrora hubo plazas- construidos de acrílicos de colores y techos de paneles de energía solar, “compiten” con los hyper-shopings instalados en ambas márgenes.

Escucho los gritos de alegría, provenientes de un “cyber-virtual café”, de unos chicos jugando al Counter Strike 89.3277, un anuncio que reza: “Lleve su microchip y vea el partido de hoy en su megacelular” me recuerda que esta noche juega la selección contra la de Federación del Caribe, como preparación para el Mundial Chipre 2090.

La selección... todavía se discute en cada esquina como debe formar, como debe jugar...

Unos dicen que el esquema 7-2-1 que utiliza César Luis Salvador Lorenzo, no va, que hay que usar el 8-2 como los equipos de Eurasia, otros dicen que hay que arriesgar mas, al modo brasilero con un 7-1-2, así de esta manera podrían jugar los dos volantes-delanteros juntos, Lacio y Supertuta, pero el “loco” Lorenzo dice que los dos juntos no van. Algunos dicen que los días del loco como técnico están contados, pero Lorenzo cuenta con el apoyo irrestricto de Sebaxtián Grondona, presidente de la AEFAYBA (Asociación de Empresas del Fútbol Argentino y Buenos Aires.

Me entretengo viendo a través del pavimento de cristal el arroyo que pasa por debajo del boulevard, cuentan que una vez estuvo al nivel de las veredas y hasta que pasaban embarcaciones, no creo que sea tan así.

La cinta entre Vidal y Cramer no funciona, tendré que caminar, intento realizar una queja en los buzones electrónicos que hay en cada esquina y este me devuelve un ticket que dice: “Lo sentimos mucho, el sistema esta saturado de reclamos, estamos trabajando para solucionarlos. Disculpe las molestias ocasionadas”.

Paso por el Hyper-shopimg “Argenchino”, donde se pueden comprar todas las novedades fabricadas en Honk Kong, desde una lapicera láser hasta un mini satélite de comunicaciones unipersonal con su propio propulsor para ponerlo en órbita, “láncelo usted mismo” dice la caja. Llego hasta el Hyper “Gelly y Obes”, entre Conesa y Zapiola, solo me faltan 100 m. para llegar a mi meta, desde Zapiola a Pinto, se extiende el Hyper “All for Hair” con sus 99 peluquerías, una para cada corte de pelo y color. Cruzo Pinto en diagonal y alcanzo a percibir el olor a verde. Me tomo de las rejas y me arrodillo, atravieso las mismas con mis brazos y siento el pasto en las palmas de mi mano, será real?...

Respiro profundamente...

Para envidia de muchos barrios, tenemos este magnífico parque con sus 10 metros de ancho y 10 de largo, con su enrejado y un pedestal con un busto semidestruido en el centro. ¿De quién? “. edra” se alcanza a leer. De Saavedra, obvio, pero cuál? Luis María, Cornelio, Miguel de Cervantes?

Mi abuelo me contaba que su padre jugaba fútbol aquí mismo, quince contra quince, esquivando a los contrarios y al monumento o tirando paredes con él. Exageraba un poco el viejo...

Me gustaría “caminar” hasta la Estación del subte “L” Luis María Saavedra, sobre la Av. Raúl Alfonsín, pero estoy cansado, quizás otro día. Me levanto y doy una vuelta al Parque antes de emprender el regreso. En la parte posterior del pedestal, se alcanza a leer “aguante tense”. Tense... como le dicen los vitalicios de la platea. Yo también soy hincha del Sony, del Sony Entertainment Platense Sport Club, es que viene de familia, el abuelo de mi bisabuelo era de Platense. Podría haber elegido cualquier otro, Microsoft River Plate Enterprise o Sevel Boca Juniors Group, por nombrar dos de los cuatro grandes, pero el barrio y la tradición familiar pesó más.

Este año voy a seguir su campaña, aunque sea voy a ir cuando juegue de local, en su modesto estadio techado con microclima y césped artificial. La verdad es que la nueva fórmula para los promedios del descenso nos tiene semi condenados. Es difícil pero ya me la aprendí. Se suman los puntos de los últimos 10 campeonatos jugados en la divisional Alfa, en nuestro caso son 7 porque ascendimos hace siete años. Entonces, sumamos los 7 y los dividimos por 7 + raíz de 3 (3 es por los años que no estuvimos en primera. A este resultado le quitamos un 8%, que luego se prorratea entre los cuatro grandes (no les sirve para el descenso pero si para clasificar para las Copas internacionales, como la Conquistadores de América, o la ALCA por ejemplo), luego de la quita dividimos el total por Pi, o sea por 3,141592 y este resultado (despreciando los decimales) da una cantidad de PIS.

Resumiendo, un equipo de primera categoría, o sea los cuatro grandes, necesita 10 PIS para estar salvado. Los de segunda categoría, necesitan 12 PIS para salvarse, del resto (Platense, entre ellos) los cuatro con menos PIS descienden directamente a la Beta, salvo que alguno de las otras categorías no consigan sus 10 y 12 PIS respectivos.

Y bueno... dicen que en el siglo pasado nos mantuvimos 23 años en similares condiciones.

La cinta transportadora de la mano sur del boulevard ya me acerca a Cabildo, con tantas cuentas se me hizo corto el viaje de vuelta. Un súper cartel luminoso en la esquina de Manzanares dice: “En breve inauguramos la Estación Shoping Balcarce de la línea D” “Viaje al megacentro en 5 minutos”, mi viejo dice que hace 35 años que está ese cartel...

Igual... quien quiere ir al megacentro, con sus supertorres de 600 pisos, las autovías de tres niveles, millones de personas pisándose unas a otras, los “piqueters” manifestando día por medio pidiendo mas Planes Descansar y elevación de 6.000 a 7.000 dólares de los mismos.

Noo... dejame en Saavedra, con sus torres de no mas de 200 pisos, los hypers de García del Rio, los casinos del Boulevard San Isidro, las disco y las cabinas de sexo virtual de Av. Ruiz Huidobro al fondo, ahí por donde pasa el monorraíl esquivando los edificios, el Parque, sí, el de césped de verdad y el Sony…Platense, como se le decía antes…

Te amo Saavedra...Te amo Platense, no cambien nunca.

(Mi agradecimiento a Guillermo Valle por la cesión de este cuento publicado en ”La página calamar” y también a Marcelo Benveniste por sus gestiones para poder contactarme con el autor. A ambos, muchísimas gracias)

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¿Es imposible retener un jugador ante una gran oferta?

-Cuando en River las cosas están bien, el jugador no se va. En las épocas de gloria, cuando yo jugaba, llegaban ofertas todos los días y nadie se quería ir.
A los pibes de las inferiores hay que hacerles entender que no se trata de jugar bien diez partidos para irse a Europa a ganar plata. Tienen que saber que antes deben triunfar.

¿Quién debe inculcárselo? ¿Los dirigentes o el técnico?

-En River estaba instalado, se olía. Ahora le preguntás a un chico con qué sueña y te contesta: "Con jugar en Europa", no dice "con jugar en River".

¿Cómo se controla eso?

-Me pasó ahora: cuando tomé Colón no habia nadie dando vueltas, y después del quinto partido, como veníamos ganando, aparecieron cinco representantes a romperles la cabeza a los jugadores para llevárselos.
Yo les digo: "Sacame campeón y después te vas". Hoy, un chico de nueve años ya tiene representante. Lo único que falta es que estos tipos vayan a buscar jugadores a una maternidad.

(LEONARDO ASTRADA, ex jugador y DT de River Plate, actual técnico de Colón de Santa Fe en diario "Perfil" del domingo 22 de Julio de 2007)

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No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso.

(CARLOS CASZELY, ex internacional chileno y comentarista de TV)

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Es increíble poder elogiar un arquero de Brasil por primera vez en la historia.

(PELÉ, sobre las actuaciones de Marcos durante el Mundial 2002)

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Medio siglo y más allá (Manrique Zago - Argentina)

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Sarandí de los potreros,
croar de ranas en los cuarenta,
barrio para inventar,
ladrillo tras ladrillo,
sueño a sueño.

Pero creímos que era posible
dar vida con trabajo y fantasía
a las Tres Efes de aquel mítico bar:
Familia, Fortaleza y Fe.

Y supimos concretar
casaca, estadio
y las mil hazañas,
teniendo como piedra inicial
un simbólico adoquín
y un apretón de manos,
que permanecieron sin fisuras
por más de cincuenta años.

Goleada tras goleada,
fuimos recorriendo el abecedario
letra tras letra al revés,
hasta llegar a la cima.

Y seguiremos más allá,
hacia esa Serie de letra incierta,
donde se cualifique
el corazón ardiente y solidario
de los barrios,
donde nuestro hogar
asomando del viejo Viaducto,
certificará sin rivales
los colores de la amistad.

Arsenal de Sarandí:
atajo del pasado
y puente a las estrellas:
¡nuestro bien de familias!


(Poema extraído del libro "Bien de familias")

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De las andanzas de Enrique Omar Sívori por Nápoles, se recuerda aquella que protagonizó con un periodista que criticaba al técnico argentino Bruno Pesaola y al que, por eso, Enrique se la tenía jurada. Un día que Pesaola, Sívori y Altafini charlaban en la concentración napolitana, se sumó a la rueda el citado informador. En determinado momento Sívori comentó que “con ese jugador el Nápoli será imparable”, mientras Pesaola y Altafini –advertidos de lo que preparaba el Cabezón- abandonaron el lugar. El periodista, saboreando la súper primicia, rogó a Sívori que le dijera quién iba a comprar el Nápoli. El argentino, después de hacerse rogar, le dijo: “Está bien, pero no digas que yo te pasé la información, se trata de José Paparulo”.
A la mañana siguiente el diario napolitano tituló a seis columnas: ¡“Nápoli compra a Paparulo”!
El periodista casi termina en la calle.

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En este país hay discriminación: si yo hubiese sido rubio y de ojos celestes, seguro que dirigía a la selección. Nunca me la ofrecieron por eso, porque soy negro.

(PEDRO MARCHETTA, técnico argentino, y una curiosa visión sobre su realidad en 1998)

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Me retiré a los 40 años porque mis hijas un día me miraron y me dijeron: "Papá, pelado y con pantalones cortos, no quedás bien..."

(ALFREDO DI STÉFANO, ícono viviente del madridismo, declarando en 1977 el porqué de su retiro de las canchas de fútbol)

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El penal más largo del mundo (Osvaldo Soriano - Argentina)


El penal más fantástico del que yo tenga noticia se tiró en 1958 en un lugar perdido del valle de Río Negro, en Argentina, un domingo por la tarde en un estadio vacío.
Estrella Polar era un club de billares y mesas de baraja, un boliche de borrachos en una calle de tierra que terminaba en la orilla del río. Tenía un equipo de fútbol que participaba en el campeonato del valle porque los domingos no había otra cosa que hacer y el viento arrastraba la arena de las bardas y el polen de las chacras. Los jugadores eran siempre los mismos, o los hermanos de los mismos. Cuando yo tenía quince años, ellos tendrían treinta y me parecían viejísimos.
Díaz, el arquero, tenía casi cuarenta y el pelo. El blanco que le caía sobre la frente de indio araucano. En el campeonato participaban dieciséis clubes y Estrella Polar siempre terminaba más abajo del décimo puesto. Creo que en 1957 se habían colocado en el decimotercer lugar y volvían a sus casas cantando, con la camiseta roja bien doblada en el bolso porque era la única que tenían.
En 1958 empezaron ganándole a Escudo Chileno, otro club de miseria. A nadie le llamo la atención eso. En cambio, un mes después, cuando habían ganado cuatro partidos seguidos y eran los punteros del torneo, en los doce pueblos del valle empezó a hablarse de ellos. Las victorias habían sido por un gol, pero alcanzaban para que Deportivo Belgrano, el eterno campeón, el de Padini, Constante Gauna y Tata Cardiles, quedara relegado al segundo puesto, un punto más abajo. Se hablaba de Estrella Polar en la escuela, en el ómnibus, en la plaza, pero no imaginaba todavía que al terminar el otoño tuvieran 22 puntos contra 21 de los nuestros. Las canchas se llenaban para verlos perder de una buena vez. Eran lentos como burros y pesados como roperos, pero marcaban hombre a hombre y gritaban como marranos cuando no tenían la pelota.
El entrenador, un tipo de traje negro, bigotitos recortados, lunar en frente y pucho apagado entre los labios, corría junto a la línea de toque y los azuzaba con una vara de mimbre cuando pasaban a su lado. El público se divertía con eso y nosotros, que por ser menores jugábamos los sábados, no nos explicábamos como ganaban si eran tan malos. Daban y recibían golpes con tanta lealtad y entusiasmo, que terminaban apoyándose unos sobre otros para salir de la cancha mientras la gente les aplaudía el 1 a 0 y les alcanzaba botellas de vino refrescadas en la tierra húmeda. Por las noches celebraban en el prostíbulo de Santa Ana y la gorda Leticia se quejaba de que se comieran los restos del pollo que ella guardaba en la heladera. Eran la atracción y en el pueblo se les permitía todo. Los viejos les recogían de los bares cuando tomaban demasiado y se ponían pendencieros; los comerciantes les regalaban algún juguete o caramelos para los hijos y en el cine, las novias les consentían caricias por encima de las rodillas. Fuera de su pueblo nadie los tomaba en serio, ni siquiera cuando le ganaron a Atlético San Martín por 2 a1.En medio de la euforia perdieron, como todo el mundo, en Barda del Medio y al terminar la primera rueda dejaron el primer puesto cuando Deportivo Belgrano los puso en su lugar con siete goles. Todos creímos, entonces, que la normalidad empezaba a restablecerse. Pero el domingo siguiente ganaron 1 a 0 y siguieron con su letanía de laboriosos, horribles triunfos y llegaron a la primavera con apenas un punto menos que el campeón.
El último enfrentamiento fue histórico por el penal. El estadio estaba repleto y los techos de las casas también. Todo el mundo esperaba que Deportivo Belgrano repitiera los siete goles de la primera rueda. El día era fresco y soleado y las manzanas empezaban a colorearse en los árboles. Estrella Polar trajo más de quinientos hinchas que tomaron una tribuna por asalto y los bomberos tuvieron que sacar las mangueras para que se quedaran quietos.
El referí que pitó el penal era Herminio Silva, un epiléptico que vendía las rifas del club local y todo el mundo entendió que se estaba jugando el empleo cuando a los cuarenta minutos del segundo tiempo estaban uno a uno y todavía no había cobrado la pena por más que los de Deportivo Belgrano se tiraran de cabeza en el área de Estrella Polar y dieran volteretas y malabarismos para impresionarlo. Con el empate el local era campeón y Herminio Silva quería conservar el respeto por sí mismo y no daba penal porque no había infracción. Pero a los 42 minutos, todos nos quedamos con la boca abierta cuando el puntero izquierdo de Estrella Polar clavó un tiro libre desde muy lejos y se pusieron arriba 2 a 1. Entonces sí, Herminio Silva pensó en su empleo y alargó el partido hasta que Padín entró en el área y ni bien se le acercó un defensor pitó. Ahí nomás dio un pitazo estridente, aparatoso y sancionó el penal. En ese tiempo el lugar de ejecución no estaba señalado con una mancha blanca y había que contar doce pasos de hombre. Herminio Silva no alcanzó siquiera a recoger la pelota porque el lateral derecho de Estrella Polar, el Colo Rivero, lo durmió de un cachetazo en la nariz. Hubo tanta pelea que se hizo de noche y no hubo manera de despejar la cancha ni de despertar a Herminio Silva. El comisario, con la linterna encendida, suspendió el partido y ordenó disparar al aire. Esa noche el comando militar dictó estado de emergencia, o algo así, y mandó a enganchar un tren para expulsar del pueblo a toda persona que no tuviera apariencia de vivir allí.
Según el tribunal de la Liga, que se reunió el martes, faltaban jugarse veinte segundos a partir de la ejecución del tiro penal y ese match aparte entre Constante Gauna, el shoteador y el gato Díaz al arco, tendría lugar el domingo siguiente, en el mismo estadio a puertas cerradas. De manera que el penal duro una semana y fue, si nadie me informa lo contrario, el más largo de toda la historia.
El miércoles faltamos al colegio y nos fuimos al pueblo vecino a curiosear. El club estaba cerrado y todos los hombres se habían reunido do en la cancha, entre las bardas. Formaban una larga fila para patearle penales al Gato Díaz y el entrenador de traje negro y lunar trataba de explicarles que esa era la mejor manera de probar al arquero. Al final, todos tiraron su penal y el Gato atajó unos cuantos porque le pateaban con alpargatas y zapatos de calle.
Un soldado bajito, callado, que estaba en la cola, le tiró un puntazo con el borseguí militar y casi arranca la red.
Al caer la tarde volvieron al pueblo, abrieron el club y se pusieron a jugar a las cartas. Díaz se quedó toda la noche sin hablar, tirándose para atrás el pelo blanco y duro hasta que después de comer se puso un escarbadiente en la boca y dijo:-Constante los tira a la derecha.
-Siempre -dijo el presidente del club.
-Pero él sabe que yo sé.
-Entonces estamos jodidos.
-Sí, pero yo sé que él sabe -dijo el Gato.
-Entonces tírate a la izquierda y listo -dijo uno de los que estaban en la mesa.
-No. El sabe que yo sé que él sabe -dijo el Gato Díaz y se levantó para ir a dormir.
-El Gato esta cada vez más raro -dijo el presidente el club cuando lo vio salir pensativo, caminando despacio.
El martes no fue a entrenar y el miércoles tampoco. El jueves, cuando lo encontraron caminando por las vías del tren estaba hablando solo y lo seguía un perro con el rabo cortado.
-¿Lo vas a atajar?- le preguntó, ansioso, el empleado de la bicicletería.
-No sé. ¿Qué me cambia eso?- preguntó.
-Que nos consagramos todos, Gato. Les tocamos el culo a esos maricones de Belgrano.
-Yo me voy consagrar cuando la rubia de Ferreyra me quiera querer -dijo- y silbó al perro para volver a su casa.
El viernes, la rubia de Ferreyra está atendiendo la mercería cuando el intendente del pueblo entró con un ramo de flores y una sonrisa ancha como una sandía abierta. Esto te lo manda el Gato Díaz y hasta el lunes vos decís que es tu novio.
-Pobre tipo -dijo ella con una mueca y ni miro las flores que habían llegado de Neuquén por el ómnibus de las diez y media. A la noche fueron juntos al cine. En el entreacto el Gato salió al hall a fumar y la rubia de los Ferreyra se quedó sola en la media luz, con la cartera sobre la falda, leyendo cien veces el programa sin levantar la vista.
El sábado a la tarde el Gato Díaz pidió prestadas dos bicicletas y fueron a pasear a las orillas del río. Al caer la tarde la quiso besar, pero ella dio vuelta la cara y dijo que el domingo a la noche, tal vez, después que atajara el penal, en el baile.
-¿Y yo cómo sé? -dijo él.
-¿Cómo sabés qué?-Si me tengo que tirar para ese lado.
La rubia Ferreyra lo tomó de la mano y lo llevó hasta donde habían dejado las bicicletas.
-En esta vida nunca se sabe quién engaña a quién -dijo ella.
¿Y si no lo atajo? -preguntó él.
Entonces quiere decir que no me querés -respondió la rubia, y volvieron al pueblo.
El domingo del penal salieron del club veinte camiones cargados de gente, pero la policía los detuvo a la entrada del pueblo y tuvieron que quedarse a un costado de la ruta, esperando bajo el sol.
En aquel tiempo y en aquel lugar no había emisoras de radio, ni forma de enterarse de lo que ocurría en una cancha cerrada, de manera que los de Estrella Polar establecieron una posta entre el estadio y la ruta. El empleado del bicicletero subió a un techo desde donde se veía el arco del Gato Díaz y desde allí narraba lo que ocurría a otro muchacho que había quedado en la vereda que a su vez transmitía a otro que estaba a veinte metros y así hasta que cada detalle llegaba a donde esperaban los hinchas de Estrella Polar. A las tres de la tarde, los dos equipos salieron a la cancha vestidos como si fueran a jugar un partido en serio. Herminio Silva tenía un uniforme negro, desteñido pero limpio y cuando todos estuvieron reunidos en el centro de la cancha fue derecho hasta donde estaba el Colo Rivero que le había dado el cachetazo el domingo anterior y lo expulsó de la cancha. Todavía no se había inventado la tarjeta roja, y Herminio señala la entrada del túnel con una mano temblorosa de la que colgaba el silbato.
Al fin, la policía sacó a empujones al Colo que quería quedarse a ver el penal. Entonces el árbitro fue hasta el arco con la pelota apretada contra una cadera, contó doce pasos y la puso en su lugar.
El Gato Díaz se había peinado a la gomina y la cabeza le brillaba como una cacerola de aluminio. Nosotros los veíamos desde el paredón que rodeaba la cancha, justo detrás del arco, y cuando se colocó sobre la raya de cal y empezó a frotarse las manos desnudas, empezamos a apostar hacía dónde tiraría Constante Gauna. En la ruta habían cortado el tránsito y todo el Valle estaba pendiente de ese instante porque hacía diez años que el Deportivo Belgrano no perdía un campeonato.
También la policía quería saber, así que dejaron que la cadena de relatores se organizara a lo largo de tres kilómetros y las noticias llegaban de boca en boca apenas espaciadas por los sobresaltos de la respiración. Recién a las tres y media, cuando Herminio Silva consiguió que los dirigentes de los dos clubes, los entrenadores y las fuerzas vivas del pueblo abandonaran la cancha, Constante Gauna se acercó a acomodar la pelota. Era flaco y musculoso y tenía las cejas tan pobladas que parecían cortarle la cara en dos. Había tirado ese penal tantas veces -contó después- que volvería a patearlo a cada instante de su vida, dormido o despierto. A las cuatro menos cuarto, Herminio Silva se puso a medio camino entre el arco y la pelota, se llevó el silbato a la boca y sopló con todas sus fuerzas.
Estaba tan nervioso y el sol le había machacado tanto sobre la nuca, que cuando la pelota salió hacía el arco, el referí sintió que los ojos se reviraban y cayó de espalda echando espuma por la boca. Díaz dio un paso al frente y se tiró a su derecha. La pelota salió dando vueltas hacía el medio del arco y Constante Gauna adivinó enseguida que las piernas del Gato Díaz llegarían justo para desviarla hacia un costado. El gato pensó en el baile de la noche, en la gloria tardía y en que alguien corriera a tirar la pelota al córner porque había quedado picando en el área. El petiso Mirabelli llegó primero que nadie y la sacó afuera, contra el asombrado, pero el árbitro Herminio Silva no podía verlo porque estaba en el suelo, revolcándose con su epilepsia.
Cuando todo Estrella Polar se tiró sobre el Gato Díaz, el juez de línea corrió hacía Herminio Silva con la bandera parada y desde el paredón donde estábamos sentados oímos que gritaba “¡no vale, no vale!”.La noticia corrió de boca en boca, jubilosa. La atajada del Gato y el desmayo del árbitro. Entonces en la ruta todos abrieron las botellas de vino y empezaron a festejar, aunque el “no vale” llegara balbuceado por los mensajeros como una mueca atónita. Hasta que Herminio Silva no se puso de pie, desencajado por el ataque, no hubo respuesta definitiva. Lo primero que preguntó fue “qué pasó” y cuando se lo contaron sacudió la cabeza y dijo que había que patear de nuevo porque él no había estado allí y el reglamento decía que el partido no puede jugarse con un árbitro desmayado. Entonces el Gato Díaz apartó a los que querían pegarle al vendedor de rifas de Deportivo Belgrano y dijo que había que apurarse porque esa noche él tenía una cita y una promesa y fue otra vez bajo el arco.
Constante Gauna debía tenerse poca fe, porque le ofreció el tiro a Padini y recién después fue hacía la pelota mientras el juez de línea ayudaba a Herminio Silva a mantenerse parado. Afuera se escuchaban bocinazos de festejo y los jugadores de Estrella Polar empezaron a retirarse de la cancha rodeados por la policía. El pelotazo salió hacía la izquierda y el Gato Díaz se fue para el mismo lado con una elegancia y una seguridad que nunca más volvió a tener. Costante Gauna miró al cielo y después se echó a llorar.
Nosotros saltamos del paredón y fuimos a mirar de cerca a Díaz, el viejo, el grandote, que miraba la pelota que tenía entre las manos como si hubiera sacado la sortija de la calesita. Dos años más tarde, cuando él era una ruina y yo un joven insolente, me lo encontré otra vez, a doce pasos de distancia y lo vi inmenso, agazapado en punta de pie, con los dedos abiertos y largos. En una mano llevaba un anillo de matrimonio que no era de la rubia de los Ferreyra sino del hermano del Colo Rivero, que era tan india y tan vieja como él. Evité mirarlo a los ojos y le cambié la pierna; después tiré de zurda, abajo, sabiendo que no llegaría porque estaba un poco duro y le pesaba la gloria. Cuando fui a buscar la pelota dentro del arco, el Gato Díaz estaba levantándose como un perro apaleado.
-Bien, pibe -me dijo-. Algún día, cuando seas viejo, vas a andar contando por ahí que le hiciste un gol al Gato Díaz, pero para entonces ya nadie se va a acordar de mí.

(este texto fue especialmente escrito por Osvaldo Soriano para el excelente compilado "Cuentos de fútbol". La selección de los cuentos publicados estuvo a cargo de Jorge Valdano).

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De Cerro te cuento una anécdota: Cerro debería ser el tercer grande por todo, por la gente que lleva, por la zona de influencia y tiene una cosa muy común que yo palpé.
La gente de Cerro quiere al jugador del Cerro. Eso de Cerro-Cerro, existe. Había un muchacho que la gente me lo pedía con insistencia, "tiene que jugar fulano, tiene que jugar fulano" y no siempre me lo pedían de buena manera. Era un jugador de ahí. Jugamos contra Nacional, le fuimos ganando durante los noventa minutos y en el alargue me hacen goles dos jugadores que habían sido míos, Marcelo Saralegui y Dely Valdez. Terminé perdiendo 2 a 1. El tercer partido me tocó con Danubio, en la cancha de Danubio, y siempre me pedían que pusiera a este muchacho, "ponelo que es del Cerro". A los treinta segundos me pasa a ganar Danubio 1 a 0. No habían movido, levantan la pelota y 1 a 0. Pero Cerro remontó bien y faltando 5 minutos, Vespa hace un gol de chilena sensacional. Respiré, porque la hinchada de Cerro estaba ahí. Entonces, no digo para congraciarme, pero pensé "le voy a dar la oportunidad a este muchacho del Cerro que me insisten". Lo pongo faltando dos minutos y viene un centro en la hora, salta, cabecea desde afuera del área y me la pone en el ángulo de su propio arco.
Pobre muchacho, se quería morir él y me quería morir yo.
Ese fue mi último partido en Cerro.

(BEETHOVEN "Coco" JAVIER, técnico uruguayo, portador de jugosas anécdotas del fútbol charrúa. Extraído del diario digital "Pasión")

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El estilo de Independiente murió cuando Bochini dijo basta.

(NÉSTOR ROLANDO CLAUSEN, ex jugador de Independiente y ex compañero de equipo del "Bocha", dejando en 1996 una definición sobre el gusto de fútbol bien jugado por parte de los hinchas del Rojo de Avellaneda)

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El avión con los 25 dirigentes sale mañana, ahora solo falta conseguir los 22 jugadores.

(Excéptico titular del periódico "Folha de Sao Paulo", del 19 de Mayo de 1962)

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¡Un médico ahí, por favor!


Al futboleramente famoso Estudiantes de La Plata de Osvaldo Zubeldía lo rebautizaron, con justicia, La Banda. Inauguraron una concepción sesgada de la contienda lúdica que sentó toda una escuela. Por ejemplo, entre otras cosas, salían siempre últimos a la cancha y todos mirando hacia donde sabían que se habían ubicado los rivales, mientras pensaban para sus adentros, automotivándose para evitar lo pernicioso de la mentalidad perdedora: "Esos once hijos de puta son inferiores a nosotros y no nos pueden ganar".
Como ayudante de campo incorporaron a un ex campeón argentino de box y el hotel de La Plata, donde se hospedaban las delegaciones rivales en los torneos internacionales, daba la casualidad que siempre, justo tenía libres sólo las habitaciones del primer piso, y en la noche previa al partido, todos los platenses con auto salían a dar vueltas a la manzana y tocaban la bocina porque había mucho tránsito. Además, era tanto el espíritu de confraternidad, que los que no tenían para un cuatro ruedas llamaban por teléfono hasta que amanecía, para saludarlos y que no se sintieran tan solos lejos del terruño y el conserje, como no podía ser menos, incapaz de controlar semejante ola de calor humano, les pasaba las llamadas sin andar preguntando de parte de quién o si hablaban inglés o portugués.
Nadie sabe por qué, los ingleses del Manchester, de puro cabrones que son, se llevaron tan mala impresión que cuando fue el partido de vuelta en cancha de ellos, como Estudiantes exigió un lugar a campo abierto para que no le devolvieran las gentilezas de las manifestaciones automovilísticas, el cocinero subdito de Su Majestad que les habían destinado en la concentración les puso tal cantidad de purgante del bueno en la sopa, que a la noche se llenaron de chichones tratando de entrar primero al baño.
Tampoco pudieron pegar un ojo. Pero así y todo, se trajeron la Intercontinental. Aparte no era un plantel recolectado de las villas y el pobrerío como otros. Profesionales, gente culta. Y hubo que recordárselo a los piratones, como pasó el jueves 26 de Octubre de 1968, en ocasión de la primera parte de la final que se jugó en la cancha de Boca, pero no porque se sintiera más la presión del público, sino para que les quedara más cerca a ellos, gente extranjera, que habla otro idioma, y no tuvieran que irse hasta La Plata.
Los del Manchester United perdieron 1 a 0 y se quedaron con la sangre en el ojo. Para ellos jugaba Bobby Charlton, nombrado Sir de la corona inglesa desde el Mundial de 1966 por Isabel II, quien en el vestuario entró a despotricar y buscar excusas como todo derrotado. Por ejemplo, trató de hacer entender que ellos, que son unos brutos, está bien, se bancan los patadones porque son parte del juego, y como para muestra alcanza un botón, se bajó las medias: la verdad, no le cabía ni un cardenal ni un raspón más.
Pero lo que lo tenía caliente al Bobby, casi fuera de sí, era lo que él, nada menos que un inglés, consideraba una falta total al fair play, y para demostrarlo se levantó la camiseta: el amplio círculo que entre las tetillas y la cintura le daba vuelta al tórax, según él, era producto de los pellizcones que sistemáticamente le había aplicado durante los 90' un marcador personal, lo más parecido a una estampilla que llevaba visto sobre un césped.
Entonces ahí fue cuando todo lo Sir que quisiera, pero llegó el momento de pararle el carro y ponerlo en caja. Uno de los periodistas argentinos, aunque medio a los tumbos con el idioma de William Shakespeare, le sacó a relucir -más que eso, se lo refregó bien por la jeta- que el doctor Carlos Salvador Bilardo -porque de él se trataba, aunque el noble de pacotilla no se animara a nombrarlo-, para que lo supiera y no anduviera diciendo pavadas, era médico recibido en la Universidad de Buenos Aires, con título habilitante y juramento hipocrático y todo.
Como no podía ser de otro modo, el británico se quedó atónito, estupefacto, así sólo atinó a balbucear por toda respuesta:
- ¿Y qué? ¿Sale a la cancha a buscar pacientes?



(tomado del libro "Jodas futboleras de antología" de Amílcar Romero, Ediciones Cambio S.R.L., pág. 81 a 83)

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El Bambino Veira en "Hay equipo" de TyC Sports (3ª parte)

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