Algunos niños no concurren a escuelas comunes. Por alguna razón nacen con una capacidad de aprendizaje más lenta que los demás.
Ellos concurren a escuelas especializadas, donde son ayudados hasta que alcanzan el nivel de los otros niños. A veces lo logran y otras no. Los que no alcanzan el nivel se quedan en estas escuelas, mientras que los más aventajados pueden ser enviados a escuelas convencionales.
En una cena que se realizó en una escuela especial, estaba el padre de uno de los niños preparando un discurso, que jamás olvidarían
Después de la cena, todos los presentes, entre los que se hallaban, profesores, ayudantes y padres de todos los alumnos, se dispusieron a escuchar.
El hombre se levantó, miró a los presentes y dijo:
-¿Dónde está la perfección, en mi hijo Sebastián? Todo lo que Dios hace, está hecho a la perfección. Pero mi hijo no puede comprender cosas que otros niños, si entienden. Mi hijo no puede recordar hechos y figuras que otros niños si recuerdan.
¿Dónde está la perfección de Dios?
La audiencia quedó sorprendida ante esta pregunta, viendo la cara angustiada del padre, y murmurando entre ellos.
-Yo creo -continuó diciendo el padre- que cuando Dios nos brinda un niño así al Mundo, la perfección de Él, está en la forma de reaccionar de la gente ante estos niños.
Contó entonces la siguiente historia acerca de su hijo Sebastián.
Una tarde, Sebastián y su padre paseaban por el parque, donde algunos niños estaban jugando fútbol.
-¿Crees que ellos me dejen jugar?- preguntó Sebastián
El padre sabía que su hijo no era para nada un atleta y que los niños no lo querrían a él en su equipo.
Pero pensó que Sebastián, quería sentirse parte de un equipo de “normales”. Entonces llamó a uno de los niños y le preguntó si lo dejarían jugar.
El chico miró a sus compañeros de equipo sin obtener respuesta alguna de ellos. Tomó él la decisión y dijo:
-Estamos perdiendo 1 a 0, y el partido está a punto de terminar. Son muy buenos, es muy difícil que podamos empatar. Lo dejaremos avanzar hacia el área y le haremos algunos pases hasta que el referí dé el pitazo final.
El padre estaba atónito ante la respuesta del chico y Sebastián sonreía satisfecho.
El equipo avanzó hacia el campo contrario, cerca del área le hicieron el pase a Sebastián que avanzó confiado hacia el arco.
Uno de los defensores apenas rozó a Sebastián, entonces el referí le otorgó un penal.
Colocaron la pelota, y todos los chicos, de los dos equipos, alentaron a Sebastián para que pateara fuerte. Así lo hizo, el arquero premeditadamente se arrojó hacia el otro lado.
Todos los chicos lo alzaron en hombros y lo hicieron sentir un héroe, Sebastián logró empatar el juego para su equipo.
-Aquel día -dijo el padre de Sebastián, con lágrimas rodando por sus mejillas- esos 22 niños mostraron con un gran nivel, la Perfección de Dios. Es curioso como gente simple y normal nos muestra lo maravilloso que es vivir en Dios y con Dios. Es curioso como tantas veces estamos preocupados por lo que las personas piensan de nosotros, en vez de preocuparnos acerca de lo que Dios piensa de nosotros.
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¿Dónde está la perfección de Dios? (Adaptación: Mirta Pedalino - Argentina)
René Higuita (Colombia)
Nació en Castilla, un barrio pobre de la ciudad de Medellín el 17 de Agosto de 1966 con el nombre de José René Higuita Zapata. Fue hijo de una madre soltera, María Dioselina Higuita, de quien tomó el apellido. Ésta moriría varios años después lo que hizo que René permaneciera al lado de su abuela Ana Felisa. Su infancia transcurrió en medio de grandes dificultades económicas, por lo que trabajó como vendedor de diarios y realizó diversos oficios para ganarse la vida.
Su ingreso al mundo del fútbol y, particularmente, al arco fue anecdótico. En un torneo de escuela, donde iban a escoger a los mejores jugadores para el Independiente Medellín, René era el goleador, pero se lesionó el arquero y en su puesto lo pusieron a él, volviéndose el dueño indiscutible del arco.
Desde aquel día en que sustituyó inesperadamente al guardameta del Dorado, un equipo escolar de Medellín, René Higuita empezó a dar que hablar. Los ojeadores del Nacional de Medellín se fijaron en él cuando jugaba con una selección regional, e Higuita recibió 16.000 pesos (unos diez dólares) por su primer fichaje, en 1982. "Nunca había visto tanto dinero. Para los demás era una suma irrisoria, para mí una auténtica fortuna", explica el futbolista, a quien Francisco Maturana, ex seleccionador colombiano, había apodado 'El Loco'.
En 1981 forma parte de la Selección Antioquia sub 16 dirigida por Luis Alfonso Marroquín, que a la postre saldría campeona de Colombia. Fue convocado entonces a la selección nacional juvenil, con la que clasificaría al Mundial Juvenil en Rusia. Luego Nacional lo cedería en préstamo a Millonarios, donde tuvo una temporada destacada.
En 1986 regresaría a jugar con el Nacional, que empezaba a ser dirigido por Francisco Maturana y bajo su batuta lograría varios de sus más importantes triunfos. El 31 de Mayo de 1989 el Atlético Nacional se coronó campeón de la Copa Libertadores de América, el primer triunfo en este torneo de un equipo colombiano. La final, jugada contra el Olimpia de Paraguay en Bogotá, se definió mediante tiros penales e Higuita atajó varios en la serie.
Sus escándalos públicos empezaron en 1991 cuando fue a visitar a la cárcel de La Catedral a Pablo Escobar, quien se encontraba allí recluido y de quien se declaró públicamente amigo. Posteriormente, se vio involucrado en una pelea con el comentarista deportivo Cesar Augusto Londoño, a quien dio un puñetazo en un ojo cuando se lo encontró en un aeropuerto.
En 1992 viajó a España para jugar con el Real Valladolid, pero no tuvo suerte y terminó como portero suplente. Regresó otra vez al Nacional con el que se coronó campeón de Colombia en 1994. En 1995 alcanzó de nuevo la final de la Copa Libertadores de América que Atlético Nacional perdió con el Gremio de Porto Alegre. En ese torneo se recuerda que en las semifinales contra River Plate en el partido en Medellín un tiro libre cobrado y convertido en gol por René que empató la serie que a la postre se definió mediante tiros de penaltis donde nuevamente Higuita atajó el penalti decisivo.
Higuita jugaría después en el Club Veracruz de México y posteriormente regresaría a Colombia. Luego iría a jugar al club Aucas de Ecuador.
El 23 de Noviembre de 2004, resultó positivo por cocaína tras un examen realizado tras un juego entre su equipo, el Aucas, y el Olmedo. Como resultado, la Federación Ecuatoriana de Fútbol lo suspendió por seis meses.
En el primer semestre de 2005, Higuita participó en el reality show "La isla de los famosos: Una aventura pirata" y su continuación en "La gran apuesta", del canal RCN, ambas adaptaciones del formato Survivor, en compañía de los también futbolistas Leonel Álvarez y Ricardo "El Gato" Pérez.
Como objeto personal llevó un toldo. En la primera parte del concurso "La isla de los famosos: Una aventura pirata", quedó entre los 5 finalistas y en la continuación, "La gran apuesta" obtuvo el segundo lugar.
Durante su estadía en este reality hizo célebres frases como "Si esta es la guerra, que no llegue la paz".
En el segundo semestre de 2005, también participó del reality "Cambio Extremo", programa en el cual René cambió drásticamente su particular apariencia por una más estilizada, causando conmoción a nivel nacional.
"El Loco" -como lo llaman-, se sometió entre otros procedimientos a liposucción, aumento de mentón, estética dental, estilista profesional, entre otros.
Es el club Pereira en 2006 es quien lo trae de vuelta al fútbol colombiano y en 2007, con 41 años de edad y ante la sorpresa de muchos, firma por el Guaros de Lara de Venezuela.
Por su estilo irresponsable y desenfadado, Higuita no podía evitar ir a regatear a un jugador, conectar un remate de cabeza o lanzar un golpe franco a 35 metros de su portería. Esto fue motivo fundamental para que se empezaran a estudiar cambios en las reglas del fútbol, pues luego de su actuación en el Mundial de Italia de 90, con arriesgadas y espectaculares jugadas por fuera del área, un congreso técnico en Coverciano 1990, empezó a hablar del arquero-jugador porque, según el sistema táctico, se necesitaba impulsar un arquero que supiera utilizar los pies. Esto llevó a la norma de que si un futbolista devuelve a su propio arquero un balón con los pies, éste no puede agarrarlo con las manos.
¿Quién no recuerda el “Escorpión” en el mítico estadio de “Wembley” Inglaterra? o ¿la infortunada jugada con Roger Milla en ese minuto en que toda Colombia paralizó sus corazones y quedó por fuera del Mundial de Italia 1990? Luego ver a René tras las rejas de la Cárcel Modelo por aproximadamente seis meses donde, incluso, inició una huelga de hambre, acusado de mediar con delincuentes en el pago de 300.000 dólares por el rescate de la hija de un amigo que había sido secuestrada, cosa penada por la ley colombiana.
Eso es Higuita: Genial, pero loco. Ídolo, pero humano. Portero, pero goleador. Creció mirando la osadía con que Amadeo Carrizo salía a gambetear desde su arco. Inspirado en el estilo propio de Hugo Gatti quien atajaba en el arco de Boca Juniors. De ahí decidió salvaguardar la portería con un sello personal que perdurará en la historia por siempre.
Tal vez sea el célebre escritor uruguayo Eduardo Galeano quien mejor defina en una frase a nuestro personaje, a quien siempre la superficie del área le ha quedado muy pequeña: "Higuita no se resignó a que el guardameta fuera un hombre muro pegado a su valla y demostró que el arquero también puede ser un hombre lanza".
Trayectoria:
Millonarios -Colombia- (1985)
Atlético Nacional -Colombia- (1986-1992) y (1994-1997)
Real Valladolid -España- (1992-1993)
Tiburones Rojos de Veracruz -México- (1997-1998)
Independiente Medellín -Colombia- (1999-2000)
Real Cartagena -Colombia- (2000-2001)
Atlético Junior -Colombia- (2001-2002)
Aucas -Ecuador- (2004)
Bajo Cauca -Colombia- (2005)
Pereira -Colombia-(2006)
Guaros de Lara -Venezuela- (2007)
Ángel Cappa era entrenador de la 'U' y, por circunstancias del momento, no tenía delanteros para afrontar un partido trascendente por el torneo local ante Juan Aurich de Chiclayo, en el Estadio Monumental. El técnico argentino tenía a todos los delanteros titulares lesionados y sólo podía recurrir al entonces juvenil Carlos Orejuela para armar el ataque de su equipo. Un periodista fue a cubrir el entrenamiento del conjunto crema y le preguntó al ex asistente de Jorge Valdano en Tenerife de España por el flaco atacante. "¿Orejuela? Ése no es futbolista. Tiene un serio problema lumbar. No puede jugar. Imposible. Voy a esperar a que se recuperen los lesionados", dijo tajante Cappa ante las risas de los reporteros a su alrededor.
Lo cierto es que el DT de la 'U' infiltró a los dos delanteros lesionados, que no pudieron anotar durante el partido, por eso el ex entrenador de Racing Club optó por el último recurso: ¡meter a Orejuela!, incluido en la lista de concentrados por si acaso. Y 'Calavera', o 'Alí', como también lo llaman, apareció en el momento preciso para batir con golpe de cabeza el arco de Juan 'Chiquito' Flores en las postrimerías del cotejo.
Cosas del fútbol…
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Con Paolo Rossi en el ataque, nuestras chances de ganar la Copa quedan reducidas.
(GABRIELE ORIALI, jugador de la selección italiana, compañero de Rossi, declarando días antes del comienzo de la Copa del Mundo de 1982)
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La defesa húngara es lo mismo que una puerta mal cerrada.
(PINGA, atacante de la selección brasileña en el Mundial de 1954)
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A Diego Maradona siempre lo llamé "Armando". Otros le dicen Diegote. Le digo así porque se llama igual que yo. Armando era un monstruo y jamás en mi vida, delante de mí, te lo juro por mis hijas, lo vi haciendo algo malo, ni nada por el estilo. Me acuerdo que una vez me habían afanado el reloj, uno que me encantaba. Entonces me compré uno trucho de 15 pesos, era una imitación espectacular. Iba y se lo mostraba a Armando, y él me decía "¡vos con esto no podés andar!". Claro, él es fanático de los relojes. Y un día me llama a la habitación, me saca el reloj y pum, lo da contra la pared. Entonces lo fui a agarrar: "La concha de tu hermana, Armando. ¿Sos pelotudo vos?", lo encaré. Cuando lo solté, le habló a Cóppola: "Guillermo, dale eso que te dije a Blas". Y me regaló un Rolex espectacular. Lo tengo guardadito. El día que él necesite algo, lo vendo y le doy la guita.
(BLAS GIUNTA, ex San Lorenzo y Boca Juniors, evocando sus tiempos de jugador junto a Diego Armando Maradona)
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El conservadurismo y el aburguesamiento conducen a la mediocridad.
(JORGE VALDANO, ex futbolista y escritor argentino)
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Cuando Mesiano se lesionó en el Pacaembú y Cap me mandó llamar para que entrara a jugar (contra Brasil), yo estaba comiéndome un pancho al costado de la tribuna.
(ROBERTO "Oveja" TELCH, ex jugador argentino, recordando su decisiva participación, con dos goles, en el 3-0 ante el equipo local, en la Copa de las Naciones de 1964. Publicado en el diario "Página 12" del domingo 1º de Julio de 2007)
Acerca del 19 de Diciembre de 1971...
Viajamos en el tiempo y nos situamos en el clásico rosarino del 19 de Diciembre de 1971. Por una de la semifinales del campeonato argentino se enfrentan los acérrimos rivales del fútbol de la ciudad de Rosario, Newell´s Old Boys y Rosario Central, los leprosos contra los canallas, el encuentro se celebra ante grandes medidas de seguridad y al ser a partido único se celebra en la cancha de River Plate en Buenos Aires.
El partido se encuentra 0-0 y está muy abierto aunque parece que los de Ñuls controlan un poco más el partido. A falta de cinco minutos para el final del partido, un centro del jugador uruguayo Jorge González, de Rosario Central desde la banda es rematado en “palomita” por Aldo Pedro Poy delantero “canalla” y el balón roza a un defensor de Newell´s , Ricardo De Rienzo, el gran protagonista de la historia, y bate al arquero Fenoy de Newell´s.
El partido termina, Central vence a su máximo rival y se clasifica para la final del campeonato, eliminando de esa manera a su tradicional adversario.
Al día siguiente, domingo, los equipos regresan desde Buenos Aires hasta Rosario. De vuelta a casa el jugador De Rienzo, aquel que desvió el balón en el tanto de Poy, sufre fuertes dolores abdominales, cerca de donde le había rozado el remate de Poy.
De Rienzo fue hospitalizado y se le diagnosticó apendicitis, siendo operado de urgencia en el hospital de Rosario.
Cuando uno es operado, en el 99 % de los casos, lo que a uno le extraen se mete en una gasa y se quema en el horno patológico con todo lo que se utilizó en la operación que no se utilizará más, pero, en este caso, no sucedió así…
Sucede que cuando De Rienzo llegó al hospital fue atendido por varios médicos, pero cuando ya lo iban a operar sólo había un cirujano disponible para la operación, que, quiso el destino, era hincha furioso de Rosario Central y además miembro de la OCAL (Organización Canalla para América Latina) fundada por hinchas de Central y que solo tiene como motivo de existir el burlarse del clásico rival.
El cirujano operó al jugador de Newell´s. De Rienzo salió satisfactoriamente de la intervención, aunque después de extraerle la apéndice vino realmente la operación. El cirujano advirtió que tenía a su merced al jugador que rozó el balón que remató Poy para batir al máximo rival y se le ocurrió algo muy curioso, no tirar el apéndice extraído a la basura, para ser quemado posteriormente, sino que lo tomó y lo metió en un frasco de formol para que se mantuviese en buen estado de conservación y se lo llevó del hospital.
Hoy el apéndice de De Rienzo descansa en la sede de la OCAL, en un frasco de formol (ver foto), para ellos fue el gran trofeo que consiguieron en 1971, y lo guardan en una de sus vitrinas .
La OCAL, que antes se hacía llamar -cuando se formó a mediados de los 60- “Organización Canalla Anti Lepra”, con el tiempo pasó a denominarse organización canalla para América Latina, aunque en sus inicios su idea era tratar de destruir a Newell´s, ahora en su Museo descansa el apéndice de De Rienzo, una de las más divertidas y curiosas anécdotas de los grandes clásicos del futbol mundial.
19 de Diciembre de 1971 (Roberto Fontanarrosa - Argentina)
Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario en esos días anteriores al partido. ¡Y qué te digo “esos días”! ¡Desde semanas antes ya se venía hablando, del partido y la ciudad era una caldera, porque eso era lo que era la ciudad! Claro, los que ahora hablan son esos turros que después vos los veías por la calle gritando y saltando como unos desgraciados, festejando en pedo a los gritos y después ahora te salen con que son... ¿qué son?... moralistas... ¿De qué se la tiran, hijos de mil putas? Ahora son todos piolas, es muy fácil hablar. Pero si vos vieras lo que era la ciudad en esos días, hermano, prendías un fósforo y volaba todo a la mierda.
No se hablaba de otra cosa en los boliches, en la calle, en cualquier parte. Saltaban chispas, te aseguro. Y la cosa arrancó con el fato de las cábalas. O mejor dicho, de los maleficios. Hay que entender que no era un partido cualquiera, hermano, era una final final. Porque si bien era una semifinal, el que ganaba después venía a jugar a Rosario y le rompía el culo a cualquiera. Fuera Central como Ñul, acá le hacía la fiesta a cualquiera. ¡Y cómo estaban los lepra! ¡Eso, eso tendrían que acordarse ahora los que hablan al reverendo pedo y nos vienen a romper las pelotas con el asunto del viejo Casale! ¿No se acuerdan esos turros cómo estaban los lepra? ¿No se acuerdan ahora, mi viejo? Había que aguantarlos porque se corrían una fija, pero una fija se corrían, hermano, que hasta creo que se pensaban que nos iban a llenar la canasta. No que sólo nos iban a hacer la colita sino que además nos iban a meter cinco, en el Monumental y para la televisión. ¡Pero por qué no se van a la concha de su madre! ¡Qué mierda nos van a hacer cinco esos culos roto! ¡Así se la comieron doblada! ¡Qué pija que tienen desde ese día y no se la pueden sacar!
Pero la verdad, la verdad, hermano, con una mano en el corazón, que tenían un equipazo, pero un equipazo, de padre y señor mío. Hay que reconocerlo. Porque jugaban que daba gusto, el buen toque y te abrochaban bien abrochado. Estaba Zanabria, el Marito Zanabria; el Mono Obberti ¡Dios querido, el Mono Obberti, qué jugador! Silva el que era de Lanús, el albañil. ¡Montes! Montes de cinco; Santamaría el Cucurucho Santamaría, qué sé yo, era un equipazo, un equipazo hay que reconocer, y la lepra se corría una fija. ¿Sabés cuántos había en la ruta a Buenos Aires, el día del partido? Yo no sé, eran miles, millones, yo no sé de dónde habían salido tantos leprosos. Si son cuatro locos y de golpe, para ese partido, aparecieron como hormigas los desgraciados. Todos fueron.
¡Lo que era esa ruta, papito querido! Entonces, oíme, había que recurrir a cualquier cosa. Hay partidos que no podés perder, tenés que ganar o ganar. No hay tutía. Entonces si a mí me decían que tenía que matar a mi vieja, que había que hacer cagar al presidente Kennedy, me daba lo mismo, hermano. Hay partidos que no se pueden perder. ¿Y qué? ¿Te vas a dejar basurear por estos soretes para que te refrieguen después la bandera por la jeta toda la vida? No, mi viejo. Entonces, ahí, hay que recurrir a cualquier cosa. Es como cuando tenés un pariente enfermo ¿viste? tu vieja, por ejemplo, que por ahí sos capaz hasta de ir a la iglesia ¿viste? Y te digo, yo esa vez no fui a la iglesia, no fui a la iglesia porque te juro que no se me ocurrió, mirá vos, que si no... te aseguro que me confesaba y todo si servía para algo. Pero con los muchachos enganchamos con la cuestión de las brujerías, de la ruda macho, de enterrar un sapo detrás del arco de Fenoy, de tirar sal en la puerta de los jugadores de Ñubel y de todas esas cosas que siempre se habla. Por supuesto que todas las brujas del barrio ya estaban laburando en la cosa y había muñecos con camiseta de Ñubel clavados con alfileres, maldiciones pedidas por teléfono y hasta mi vieja que no manya mucho del asunto tenía un pañuelo atado desde hacía como diez días, de ésos de “Pilato, Pilato, si no gana Central en River no te desato”.
Después la vieja decía que habíamos ganado por ella, pobre vieja, si hubiera sabido lo del viejo Casale, pero yo le decía que sí para no desilusionarla a la vieja. Pero todo el fato de la ruda macho y el sapo de atrás del arco eran, qué sé yo, cosas muy generales, ya había tipos que lo estaban haciendo y además, el partido era en el Monumental y no te vas a meter en la pista olímpica a enterrar un sapo porque vas en cana con treinta cadenas y no te saca ni Dios después, hermano. Entonces, me acuerdo que empezamos con la cosa de las cábalas personales. Porque me acuerdo que estábamos en el boliche de Pedro y veníamos hablando de eso. Entonces, por ejemplo, resolvimos que a Buenos Aires íbamos a ir en el auto del Dani porque era el auto con el que habíamos ido una vez a La Plata en un partido contra Estudiantes y que habíamos ganado dos a cero. Yo iba a llevar, por supuesto, el gorrito que venía llevando a la cancha todos los últimos partidos y no me había fallado nunca el gorrito. A ése lo iba a llevar, era un gorrito milagroso ése.
El Coqui iba a ir con el reloj cambiando de lugar, o sea en la muñeca derecha y no en la izquierda, porque en un partido contra no sé quién se lo había cambiado en el medio tiempo porque íbamos perdiendo y con eso empatamos, o sea, todo el mundo repasó todas las cábalas posibles como para ir bien de bien y no dejar ningún detalle suelto. Te digo más, estuvimos parados en la tribuna en el partido contra Atlanta para pararnos de la misma manera en el partido contra la lepra el boludo de Michi decía que él había estado detrás del Valija y el Miguelito porfiaba que el que había estado detrás del Valija era él. Mirá vos, hasta eso estudiamos antes del partido, para que veas cómo venía la mano en esos días. ¿Y sabés qué te lleva a eso, hermano, sabés qué te lleva a eso? El cagazo, hermano, el cagazo, el cagazo te lleva a hacer cualquier cosa, como lo que hicimos con el viejo Casale.
Porque si llegábamos a perder, mamita querida, nos teníamos que ir de la ciudad, mi viejo, nos teníamos que refugiar en el extranjero, te juro, no podíamos volver nunca más acá. Íbamos a parecer esos refugiados camboyanos que se tomaron el piro en una balsa. Te juro que si perdíamos nosotros agarrábamos el “Ciudad de Rosario” y por acá, por el Paraná, nos teníamos que ir todos, millones de canallas, no sé, a Diamante, a Perú, a Cuzco, a la concha de su madre, pero acá no se iba a poder vivir nunca más con la cargada de los leprosos putos, mí viejo.
Ya el Miguelito había dicho bien claro que él se la daba, que si perdíamos agarraba un bufo y se volaba la sabiola y te digo que el Miguelito es capaz de eso y mucho más porque es loco el Miguelito, así que había que creerle. O hacerse puto, no sé quién había comentado la posibilidad de hacerse trolo y a otra cosa mariposa, darle a las plumas y salir vestido de loca por Pellegrini y no volver nunca más a la casa. Pero, te digo, nadie quería ni siquiera sentir hablar de esa Posibilidad. Ni se nombraba la palabra “derrota”. Era como cuando se habla del cáncer, hermano. Vos ves que por ahí te dicen “la papa”, o “tiene otra cosa”, “algo malo”, pero el cangrejo, mi viejo, no te lo nombra nadie. Y ahí fue cuando sale a relucir lo del viejo Casale.
El viejo Casale era el viejo del Cabezón Casale, un pibe que siempre venía al boliche y que durante años vino a la cancha con nosotros pero que ya para ese entonces se había ido a vivir al norte, a Salta creo, lo vi hace poco por acá, que estaba de paso. Y ahí fue que nos acordamos de que un día, en la casa del Cabezón, el viejo había dicho que él nunca, pero nunca, lo había visto perder a Central contra Ñul. Me acuerdo que nos había impresionado porque ese tipo era un privilegiado del destino. Aunque al principio vos te preguntas, “¿Cómo carajo hizo este tipo pata no verlo perder nunca a Central contra Ñul? ¿Qué mierda hizo? Este coso no va nunca a la cancha”. Porque, oíme alguna vez lo tuviste que ver perder, a menos que no vayás a los clásicos. Y ojo que yo conozco muchos así, que se borran bien borrados de los clásicos. O que van en Arroyito, pero que a la cancha del Parque no van en la puta vida. Y me acuerdo que le preguntarlos eso al viejo y el viejo nos dijo que no, y nos explicó.
Él iba siempre, un fana de Central que ni te cuento, pero se había dado, qué sé yo, una serie de casualidades que hicieron que en un montón de partidos con Ñul él no pudiera ir por un montón de causas que ni me acuerdo. Que estaba de viaje por Misiones -el viejo era comisionista-; que ese día se había torcido un tobillo y no podía caminar, que estaba engripado, que le dolía un huevo, qué sé yo, en fin, la verdad, hermano- que el viejo la posta posta era que nunca le había tocado ver un partido en que la lepra nos hubiera roto el orto. Era un privilegiado el viejo y además, un talismán, querido, porque así como hay tipos mufa que te hacen perder partidos adonde vayan, hay otros que si vos los llevás es número puesto que tu equipo gana. No es joda. Y el viejo Casale era uno de éstos, de los ojetudos.
Entonces ahí nos dijimos “Este viejo tiene que estar en el Monumental contra Ñubel. No puede ser de otra forma. Tiene que estar”... Claro, dijimos, seguro que va a estar, si es fana de Central, canalla a muerte. Pero nos agarró como la duda viste? porque nosotros no era que lo veíamos todos los días al viejo, te digo más, desde que el Cabezón se había ido al norte a laburar, al viejo de él no lo habíamos vuelto a ver ni en la cancha, ni en la calle ni en ninguna parte. Además, el viejo ya estaba bastante veterano porque debía tener como ochenta pirulos por ese entonces. Bah, en realidad ochenta no, pero sus sesenta, sesenta y cinco años los tenía por debajo de las patas. Entonces, con el Valija, el Colorado y el Miguelito decimos “vamos a la casa del viejo a asegurarnos que va y si no va lo llevamos atado”. Porque también podía ser que el viejo no fuera porque no tuviera guita, qué sé yo.
Nosotros ya habíamos pensado en hacer una rifa a beneficio, una kermesse, cualquier cosa. El viejo tenía que ir, era una bandera, un cheque al portador. La cuestión es que vamos a la casa y... ¿a qué no sabés con lo que nos sale el viejo? Que andaba mal del bobo y que el médico le había prohibido terminantemente ir a la cancha, mirá vos. Nos sale con eso. Que no. Que había tenido un infarto en no sé qué partido, en un partido de mierda después que una pelota pegó en un palo, que había estado muerto como media hora y lo habían salvado entre los indios con respiración artificial y masajes en el cuore, que no había clavado la guampa de puro pedo y que le había quedado tal cagazo que no había vuelto a ir a la cancha desde hacía ya, mirá lo que te digo, dos años.
¡Hacía dos años que no iba a la cancha el viejo ese! Y no era sólo que él no quería ir sino que el médico y, por supuesto, la familia, le tenían terminantemente prohibido ir, lógicamente. No sé si no le prohibían incluso escuchar los partidos por radio, no sé si no se lo prohibían, para que no le pateara el bobo, porque parece que el viejo escuchaba un pedo demasiado fuerte y se moría, tan jodido andaba. Vos le hacías ¡Uh! en la cara y el viejo partía. ¡Para qué! Te imaginás nosotros, la desesperación, porque eso era como un presagio, un anuncio del infierno, hermano, era un preanuncio de que nos iban a hacer cagar en Buenos Aires, mi viejo. Entonces empezamos a tratar de hacerle la croqueta al viejo, a convencerlo, a decirle “Pero mire, don Casale, usted tiene que estar, es una cita de honor. ¡Qué va a estar mal usted del cuore, si se lo ve cero kilómetro!
Vamos, don Casale -me acuerdo que lo jodía Miguelito- ¿cuántos polvos se echa por día? usted está hecho un toro”. Pero el viejo, ni mierda, en la suya. Que no y que no. Le decíamos que el partido iba a ser una joda, que Ñubel tenía un equipo de mierda y que ya a los quince minutos íbamos a estar tres a cero arriba, que el partido era una mera formalidad, que el gobierno ya había decidido que tenía que ganar Central para hacer feliz a mayor cantidad de gente. No sé, no sé la cantidad de boludeces que le dijimos al viejo para convencerlo. Pero el viejo nada, una piedra el hijo de puta. Para colmo ya habían empezado a rondar la mujer del viejo, madre del Cabezón, y una hermana del Cabezón, que querían saber qué carajo queríamos decirle nosotros al vicio en esa reunión, porque medio que ya se sospechaban que nosotros no íbamos para nada bueno.
En resumen que el viejo nos dijo que no, que ni loco, que ni siquiera sabía si iba a poder resistir la tensión de saber que se jugaba el partido, aun sin escucharlo. Porque el viejo los diarios los leía, tan boludo no era, y sabía cómo venía la mano, cómo era la cosa, cómo formaban los equipos, suplentes, historial, antecedentes, chaquetillas, color, todo. Nos dijo más. “Ese día -nos dijo- bien temprano, antes de que empiecen a pasar los camiones y los ómnibus con la gente yendo para Buenos Aires, yo me voy a la quinta de un hermano mío que vive en Villa Diego”. No quería escuchar ni los bocinazos el viejo. “Me voy tempranito a lo de mi hermano, que a mi hermano le importa un sorete el fútbol, y me paso el día ahí, sin escuchar radio ni nada”. Porque el viejo decía y tenía razón, que si se quedaba en la casa, por más que se encerrara en un ropero, algo iba a oír, algún grito, algún gol, alguna cosa iba a oír, pobre desgraciado, y se iba a quedar ahí mismo seco en el lugar. Así que se iba a ir a radicar en la quinta de ese hermano que tenía, para borrarse del asunto. Muy bien, muy bien.
Te digo que salimos de allí hechos bosta porque veíamos que la cosa venía muy mal. Casi era ya un dato seguro como para decir que éramos boleta. Para colmo, al Valija, el día anterior le había caído una tía del campo y él se acordaba que, en un partido que perdimos con San Lorenzo, esa misma tía le había venido el día antes. Era un presagio funesto el de la tía. Fue cuando decidimos lo del secuestro. Nos fuimos al boliche y esa noche lo charlamos muy seriamente. El Dani decía que no, que era una barbaridad, que el viejo se nos iba a morir en el viaje, o en la cancha, y después se iba a armar un quilombo que íbamos a terminar todos en cana y que, además, eso sería casi un asesinato. Pero al Dani mucha bola no le dimos porque ha sido siempre un exagerado y más que un exagerado, medio cagón el Dani. Pero nosotros estábamos bien decididos y más que nada por una cosa que dijo el Valija: el viejo estaba diez puntos. Había tenido un infarto, es cierto. Pero hay miles de tipos que han tenido un infarto y vos los ves caminando tranquilamente por la yeca y sin hacer tanto quilombo como este viejo pelotudo, con eso de meterse adentro de un ropero, o no ir a la cancha, o dejar que te rigoree la familia como la esposa y la otra, la hermana del Cabezón.
Por otra parte, y vos lo sabés, los médicos son unos turros pero unos turros que se ve que lo querían hacer durar al viejo mil años para sacarle guita, hacerle experimentos y chuparle la sangre. Y además, como decía el Miguelito y eso era cierto, vos lo veías al viejo y estaba fenómeno. Con casi sesenta años no te digo que parecía un pendejo pero andaba lo más bien. Caminaba, hablaba, se sentaba, qué sé yo, se movía. ¡Chupaba! Porque a nosotros nos convidó con Cinzano y el viejo se mandó su medidita, no te digo un vasazo pero su medidita se mandó.
La cosa es que el Miguelito elaboró una teoría que te digo, aún hoy, no me parece descabellada. ¡El viejo era un curro, hermano! Un turrazo que especulaba con el fato del bobo para pasarla bien y no laburarla nunca más en la vida de Dios. Con el sover del bobo no ponía el lomo, lo atendían a cuerpo de rey y -la tenía a la vieja y a la hermana del Cabezón pendientes de él -viviendo como un bacán, el viejo. Y... ¿de qué se privaba? De algún faso; que no sé si no fasearía escondido; y de no ir a-la cancha. Fijate vos, eso era todo. Y vivía como Carolina de Mónaco el otario.
Bueno, con ese argumento y lo que dijo el Colorado se resolvió todo. El Colorado nos habló de los grandes ideales, de nuestra misión frente a la sociedad, de nuestro deber frente a las generaciones posteriores, los pendejos. Nos dijo que si ese partido se perdía, miles y miles de pendejos iban a sufrir las consecuencias. Que, para nosotros y eso era verdad, iba a ser muy duro, pero que nosotros ya estábamos jugados, que habíamos tenido lo nuestro y que, de últimas, teníamos experiencias en malos ratos y fulerías.
Pero los pibes, los pendejitos de Central, ésos, iban a tener de por vida una marca en sus vidas que los iba a marcar para siempre, como un fierro caliente. Que las cargadas que iban a recibir esos pibes, esas criaturas, en la escuela, los iban a destrozar, les iban a pudrir el bocho para siempre, iban a ser una o dos generaciones de tipos hechos bolsa, disminuidos ante los leprosos, temerosos de salir a la calle o mostrarse en público. Y eso es verdad, hermano, porque yo me acuerdo lo que eran las cargadas en la escuela primaria, sobre todo. Yo me acuerdo cuando perdimos cinco a tres con la lepra en el Parque después de ir ganando dos a cero, cuando se vendió el Colorado Bertoldi, que todavía se estará gastando la guita, y te juro que yo por una semana no me pude levantar de la cama porque no me atrevía a ir a la escuela para no bancarme la cargada de los lepra.
Los pibes son muy hijos de puta para la cargada, son muy crueles. ¿No viste cómo descuartizan bichos, que agarran una langosta y le sacan todas las patas? Son unos hijos de puta los pibes en ese sentido. Y lo que decía el Colorado era verdad. Ahora todo el mundo habla de la deuda externa, y bueno, hermano, eso era algo así como lo de la deuda externa, que por la cagada de cuatro reverendos hijos de puta que empeñaron el país, la tenemos que pagar todos y los hijos y los hijos de nuestros hijos. Y si estaba en nosotros hacer algo para que eso no pasara, había que hacerlo, mi querido.
Además, como decía el Colorado, ya no era el problema de la cargada de los pendejos futbolistas, está también el fato del exitismo. Los pibes ven que gana un equipo y se hacen hinchas de ese equipo, son así, casquivanos. Son hinchas del campeón. Entonces, ponele que hubiese ganado Ñubel y... ¡a la mierda! ... de ahí en más todos los pibes se hacían de Ñubel, ponele la firma. Y no te vale de nada llevarlos a la cancha, conversarlos, hablarles del Gitano Juárez o el Flaco Menotti, ni comprarles la camiseta de Central apenas nacen. No te vale de nada. Los pendejos ven que sale River campeón y son de River. Son así. Y en ese momento no era como ahora que, mal que mal, vos los llevás al Gigante y los pibes se caen de culo.
Entonces, cuando van al chiquero del Parque, por mejor equipo que pueda tener Ñul, los pibes piensan “Yo no puedo ser hincha de esta villa miseria” y se hacen de Central. Porque todo entra por los ojos y vos ves que ahora los pibes por ahí ni siquiera han visto jugar a Central o a Ñul y ya se hacen hinchas de Central por el estadio. Es otra época, los pendejos son más materialistas, yo no sé si es la televisión o qué, pero la cosa es que se van de boca con los edificios.
Entonces la cosa estaba clara, había que secuestrar al viejo Casale, o sino aguantarse que quince, veinte años después, hoy por ejemplo, la ciudad estuviese llena de lepra sos nacidos después de ese partido, y esto hoy ¿sabés lo que sería? Beirut sería un poroto al lado de esto, hermano te juro. El que organizó la “Operación Eichmann”, como lo llamamos, fue el Colorado. La llamamos así por ese general alemán, el torturador, que se chorearon de acá una vez los judíos ¿viste? y lo nuestro era más o menos lo mismo.
El Colorado es un tipo muy cerebral, que le carbura muy bien el bocho y él organizó todo. El Colorado ya no estaba par ese entonces en la O.C.A.L.. La O.C.A.L., no sé si sabés es una organización de acá, de Rosario, que se llama así porque son iniciales, O.C.A.L “Organización Canalla Anti Lepra”. Son un grupo de ñatos como el Ku-Klux-Klan, más o menos, que se reúnen en reuniones secretas y no sé si no van con capucha y todo a las reuniones, o si queman algún leproso vivo en cada reunión.
Mirá yo no sé si es requisito indispensable ser hincha de Central, pero seguro seguro, lo que tenés que hacer es odiar a los lepra. Tenés que odiar más a los lepra que lo que querés a Central. Hacen reuniones, escriben el libro de actas, piensan maldades contra los lepra, festejan fechas patrias de partidos que les hemos ganado, tienen himnos, son como esos tipos los masones esos, que nadie sabe quiénes son. Andan con antorchas. Bueno, de la O.C.A.L., de la O.C.A.L. al Colorado lo echaron por fanático, con eso te digo todo pero es un bocho el Colorado y él fue el que organizó todo el operativo. Y te la cuento porque es linda, te la cuento porque es linda, no sé si un día de estos no aparece en el “Selecciones” y todo.
Averiguamos qué ómnibus iba para Villa Diego, adonde tenía la quinta el hermano del viejo Casale. Desde donde vivía el viejo, ahí por San Juan al mil cuatro cientos, lo único que lo dejaba en ese entonces, si mal no recuerdo, era el 305 que pasaba por la calle San Luis. O sea que el viejo tenía que tomarlo en San Luis-Paraguay o San Luis-Corrientes, no más allá de eso a menos que fuera muy pelotudo y lo fuera a tomar a Bulevar Oroño que no sé para qué mierda iba a hacer eso. Ahora, la duda era si el viejo se iba a ir en ómnibus o en auto, porque si se iba en auto nos recagaba, pero nos jugábamos a que se iba a ir en ómnibus porque auto no tenía y seguro que el hermano tampoco tenía porque debía ser un muerto de hambre como él, seguramente.
Y te digo que la cosa venía perfecta, porque el viejo nos había dicho que iba a salir bien temprano para no infartarse con las bocinas o sea que nosotros podíamos combinarlo con el horario de salida nuestra para el partido. Porque también nos cagaba si salía a la una de la tarde para Villa Diego porque después ¿cómo llegábamos nosotros a Buenos Aires para la hora del partido con el quilombo que era la ruta y en un ómnibus de línea? Lo más probable es que nos hiciéramos pelota en el camino por ir a los pedos.
Y por otra parte, hermano, Villa Diego queda saliendo para Buenos Aires o sea que la cosa estaba clavada, era posta posta. Después hubo que hablar con los otros muchachos, porque convencer al Rulo no nos costó nada, a él le daba lo mismo y, además, le contamos los entretelones del asunto. Te digo que el Colora manejó la cosa como un capo, un maestro. El asunto era así, el Rulo es un fana amigo de Central que tiene un par de ómnibus, está muy bien el Rulo. Y en esa época tenía un par de coches en la línea 305. Fue un ojete así de grande, porque si no teníamos que conseguir otro coche, cambiarle el color, pintarlo, qué sé yo, ponerle el número, un laburo bárbaro. Pero el Rulo tenía dos 305 y con uno de ésos ya tenía pensado pirarse para el Monumental el día del partido y más bien que se llevaba como mil monos que también iban para allá. Lo sacaba de servicio y que se fueran todos a la reputísima madre que los parió, no iba a perderse el partido ese.
Entonces, el Rulo, con los monos arriba, y nosotros, tenía que estar con el ómnibus preparado, el motor en marcha, por España, estacionado. Y el Miguelito se ponía de guardia, tomando un café, justo en un boliche de ahí cerca desde donde veían la puerta de la casa del viejo Casale. Creo que a las cinco, nomás, de la matina, ya estaba el Miguelito apostado en el boliche haciéndose el boludo y junando para la casa del viejo. Te juro que ni los tupamaros hubieran hecho un operativo como ése, hermano. Fue una maravilla. Apenas vio que salía el viejo con una canastita donde seguro se llevaba algún matambre casero, algo de eso, el pobre viejo, el Miguelito cazó una Vespa que tenía en ese entonces, dio la vuelta a la manzana y nos avisó. Cargó la moto en el ómnibus, en la parte de atrás, detrás de los últimos asientos y nos pusimos en marcha.
Ya les habíamos dicho a tres o cuatro pendejos, de esos quilomberos de la barra, que se hicieran bien los sotas, que no dijeran ni media palabra y se hicieran los que apoliyaban. Nosotros también, para que no nos reconociera el viejo, estábamos en los asientos traseros, haciéndonos los dormidos, incluso con la cara tapada con algún pulóver, como si nos jodiera la luz, o con algún piloto. Te digo que el día había amanecido frío y lluvioso, como la otra fecha patria, el 25 de Mayo. Además, el quilombo había sido guardar y esconder todas las banderas, las cornetas, las bolsas con papelitos, los termos, todo eso.
Uno de los muchachos llevaba una bandera de la gran puta que medía 52 metros ¡52 metros, loco! Media cuadra de bandera que decía “Empalme Graneros presente” y tuvimos que meterla debajo de un asiento para que el viejardo no la vichara. La cosa es que el viejo subió medio dormido y se sentó en uno de los asientos de adelante que ya habíamos dejado libre a propósito para que no viera mucho del ómnibus. Rulo le cobró boleto y todo. Y nadie se hablaba como si no nos conociéramos. Y como el ómnibus iba haciendo el recorrido normal, el viejo iba lo más piola, mirando por la ventanilla. La cuestión es que llegamos a Villa Diego y el viejo tranquilo.
Cada tanto, cuando nos pasaba algún auto con banderas en el techo, tocando bocina, el viejo miraba a los que tenía cerca y movía la cabeza como diciendo “¡Mirá vos!”.Se ve que tenía unas ganas de hablar pero nadie quería darle mucha bola para no pisarse en una de ésas. Así que nos hacíamos todos los dormidos. Parecía que habían tirado un gas adentro de ese ómnibus hermano. Como cuando se muere algún ñato ¿viste? que se queda a apoliyar en el auto con el motor prendido y lo hace cagar el monóxido de carbono, creo.
Bueno, así parecía que a nosotros nos había agarrado el monóxido de carbono. Pero, cuando llegamos a Villa Diego, por ahí el viejo se levanta y le dice al Rulo “En la esquina, jefe”. Y yo no sé qué le dijo el Rulo, algo de que ahí no se podía parar, que estaba cerrado el tráfico, que había que seguir un poco más adelante y el viejo se la comió, pero se quedó paradito al lado de la puerta. Al rato, por supuesto, de nuevo el viejo, “En la esquina”. Ahí ya el Rulo nos miró, porque se le habían acabado los versos. Y ahí, hermano... ¡vos no sabés lo que fue eso! Fue como si nos hubiésemos puesto todos de acuerdo y te juro que ni siquiera lo habíamos hablado.
Empezaron los muchachos a desplegar las banderas, a sacar las cornetas y las banderas por la ventana, y a los gritos, hermano, “¡Soy canalla, soy canalla!” por las ventanas. Pero no para el lado del viejo, el pobre viejo, que la cara que puso no te la puedo describir con palabras, sino para afuera, porque los grones, con lo quilomberos que son, se habían ido aguantando hasta ahí sin gritar ni armar quilombo para no deschavarse con el viejo, pero cuando llegó el momento agarraron las banderas, empezaron a sacar los brazos y golpear las chapas del costado del ómnibus y también el Rulo empezó a seguir el ritmo con la bocina. ¿Viste esas películas de cowboy, cuando los choros van a asaltar una carreta donde parece que no hay nadie, o que la maneja nada más que un par de jovatos y de golpe se abren los costados y aparecen 17.000 soldados que los cagan a tiros? ¿Qué levantan la lona y estaban todos adentro haciéndose los sotas? Bueno, ese ómnibus debió ser algo así.
De golpe se transformó en un quilombo, un escándalo, una de gritos, de bocinazos, cornetas, una joda. ¡Y la gente al lado de la ruta! Porque desde la madrugada ya había gente a los costados de la ruta esperando que pasaran las caravanas de hinchas. Era para llorar, eso, conmovedor, te saludaban, gritaban, levantaban los puños, por ahí algún lepra, a las perdidas, te tiraba un cascotazo... Pero vuelvo al viejo, el viejo, no sabés la caripela que puso. Porque nosotros lo estábamos mirando porque decíamos: éste es el momento crucial. Ahí el viejo o cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, o salía adelante. El viejo miraba para atrás, a todos los monos que saltaban y cantaban y no lo podía creer. Se volvió a sentar y creo que hasta San Nicolás no volvió a articular palabra.
Te digo que el Rábano, el hijo de la Nancy ya se había ofrecido a hacerle respiración boca a boca llegado el caso, que era algo a lo que todos, mal que mal, le habíamos esquivado el bulto porque, qué sé yo, te da un poco de asco, además con un viejo. Pero mirá, te la hago corta. Mirá, cuando el viejo ya vio que no había arreglo, que no había posibilidad de que lo dejáramos bajar del ómnibus, se entregó, pero se entregó entregó. Porque, al principio, nosotros nos acercamos y nos reputeó, nos dijo que éramos unos irresponsables, unos asesinos, que no teníamos conciencia, que era una vergüenza, qué sé yo todo lo que nos dijo. Pero después, cuando nosotros le dijimos que él estaba perfecto, que estaba hecho un toro, que si se había bancado la sorpresa del ómnibus quería decir que ese cuore se podía bancar cualquier cosa, empezó a tranquilizarse. El Colorado llegó a decirle que todo era una maniobra nuestra para demostrarle que él estaba perfectamente sano y que incluso el médico estaba implicado en la cosa.
Mirá hermano, y creéme porque es la pura verdad ¿qué intención puedo tener en mentirte, hoy por hoy? mucho antes ya de entrar en Buenos Aires ese viejo era el más feliz de los mortales, te lo digo yo y te lo juro por la salud de mis lujos. El viejo cantaba, puteaba, chupaba mate, comía facturas, gritaba por la ventana y a la cancha se bajó envuelto en una bandera. No había, en la hinchada, un tipo más feliz que él.
Vino con nosotros a la popu y se bancó toda la espera del partido, que fue más larga que la puta que lo parió y después se bancó el partido. Estaba verde, eso si, y había momentos en que parecía que vos lo pinchabas con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo lo relojeaba a cada momento. Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué porque fue tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abrazos y los desmayos y esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo vi abrazado a un grandote en musculoso casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me dije: si éste no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal.
Y después ni me acordé más del viejo, que lo que alambramos, lo que cortamos clavos, los fierros que cortamos con el upite, hermano, ni te la cuento. Eso no se puede relatar, hermano, porque rezábamos, nos dábamos vueltas, había gente que se sentaba entre todo ese quilombo porque no quería ni mirar. Porque nos cagaron a pelotazos, ya el segundo tiempo era una cosa que la tenían siempre ellos y ¿sabés qué era lo fulero, lo terrible? ¡Qué si nos empataban nos ganaban, hermano, porque ésa es la justa! ¡Nos ganaban esos hijos de puta! ¡Nos empataban, íbamos a un suplementario y ahí nos iban a hacer refucilar el orto porque estaban más enteros y se venían como un malón los guachos! ¡Qué manera de alambrar!
Decí que ese día, Dios querido, yo no sé que tenía el flaco Menutti que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompía a pedazos en cada centro. Le sacó un cabezazo de pique al suelo a Silva que lo vimos todos adentro, hermano, que era para ir todos en procesión y besarle el culo al flaco ése ¡qué pelota le sacó a Silva! Ahí nos infartamos todos, faltaban cinco minutos y si nos empataban, te repito, éramos boleta en el suplementario. Me acuerdo que miro para atrás y lo veo al viejo, blanco, pálido, con los ojos desencajados, pobrecito, pero vivo. Y ahora yo te digo, te digo y me gustaría que me contesten todos esos que ahora dicen que fue una hijaputez lo que hicimos con el viejo Casale ese día.
Me gustaría que alguno de esos turritos me contestara si alguno de ellos lo vio como lo vi yo al viejo Casale cuando el referí dio por terminado el partido, hermano. Que alguno me diga si, de puta casualidad, lo vio al viejo Casale como lo vi yo cuando el referí dio por terminado el partido y la cancha era un infierno que no se puede describir en palabras. Te digo que me, gustaría que alguien me diga si alguien lo vio como lo vi yo. ¡La cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día más feliz de su vida, pero lejos lejos el día más feliz de su vida, porque te juro que la alegría que tenía ese viejo era algo impresionante!
Y cuando lo vi caerse al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo, un poco que todos pensamos; “¡qué importa!” ¡Qué más quería que morir así ese hombre! ¡Esa es la manera de morir para un canalla! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más vale morirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio!
¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa.
Tampoco es noticia que Ronaldo juegue mal. Bien, lo que se dice bien, ha jugado pocos partidos con la amarelha.
(TOSTAO, ex internacional brasileño, "atendiendo" al artillero del Milan, Junio de 2006)
Haciendo amigos...
Si pudiera pedir perdón y regresar en el tiempo y cambiar la historia, lo haría. Pero el gol sigue siendo un gol, Argentina se convirtió en campeón mundial y yo fui el mejor jugador del mundo.
(DIEGO MARADONA en declaraciones al diario británico "The Sun", el 31/01/08, que después desmintió, acerca de "La mano de Dios")
A los putos de acá, que hablaron antes de que yo hablara, incluidos muchos compañeros míos del 86, les digo que son muy putos, que no me conocieron ni adentro ni afuera de la cancha.
(DIEGO MARADONA, en alusión a sus ex compañeros Julio Olarticoechea, Claudio Borghi, Ricardo Giusti y Jorge Burruchaga quienes se mostraron disconformes por su supuesta disculpa ante los ingleses por el gol con la mano en México 86)
Si hubiese sido compañero de él del 86, lo voy a buscar y lo cago a trompadas. Cuando dice esa palabra (en referencia al término 'puto') tiene que tener mucho cuidado, no sea cosa que se queme él…
Es un mentiroso. Mintió siempre; acá hizo llorar a viejos y a chicos cuando dijo 'me cortaron las piernas', y resulta que se había tomado todo.
(JOSÉ SANFILIPPO, ex jugador argentino, abonado a toda polémica que ande dando vuelta, echando unas "papitas" más al guiso)
La Copa del Mundo (Agarrate Catalina - Uruguay)
- Así está el mundo amigos, tragedia en Uruguay, pobrecito Uruguay, otra vez, otra vez mas afuera, afuera de la Copa del Mundo...
Las 6:46 de la mañana
hoy nos jugamos todo con Australia.
Fossati me preocupa, no entraron ni los jueces
y ya se persignó 600 veces
- Según Boris Kristoff clasificamos
- Nombraste al viejo yeta y nos clavaron
- Mejor prendo la radio, así estoy más calmado
- ¡La puta está el relato adelantado!
Con todo pa´l segundo tiempo
¡Qué lindo que viene ese centro! ¡Ta!
¡Qué injusta a veces la Naturaleza!
¡El “Chengue” tiene un plato en la cabeza!
Hay que tranquilizar la cosa
por eso pone al “Pato” Sosa.
Europa lo cambió como persona
- ¡¡¡Ahh!!!
Por suerte sus principios no abandona
¡Y más bien muchacho!
¡Si el “Viruta” ,“Viruka” ese está de vivo muchacho!
¡Ta´ sobrando desde hoy! ¿Qué se cree que porque es más lindo y rubio, me va a venir a sobrar?
¡Mirá que yo también fui rubio! ¡Era igualito a Forlán!
-¡¡¡NOOO!!!
- ¿Qué pasó?
- Quedamos afuera “Pato”...
-¿Cómo? ¿Y yo no pateé ningún penal?¿Vos te das cuenta que estamos afuera y que clasificó Togo, Trinidad y encima Tobago?
Pa´l próximo mundial nos queda
una esperanza cabalera,
meter en el avión si no se empaca
todo el plantel de Rocha con la vaca.
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¿Nunca sentiste que los jugadores hablan en guaraní para que no los entiendas?
Siempre pienso que alguno me está puteando, pero no me molesta. Al contrario: creo que los jugadores necesitan su lugar. Elvio Paolorosso, el profe, les dice a cada rato que entendió todo, pero en realidad no caza una. Es bueno no haber aprendido guaraní, así no tienen que encerrarse en un cuarto para poder putearme tranquilos. Además, siempre pensé que los extranjeros éramos nosotros, que los que teníamos que cambiar éramos nosotros y no ellos.
¿Cómo estás con Chilavert?
Imagino que si en Paraguay estás mal con Chila... Salvando las distancias, José Luis en Paraguay es lo mismo que podría pasar con Maradona acá. Habla y el piso tiembla. Es una palabra autorizada, un emblema en el fútbol paraguayo. Mantengo una relación normal con Chilavert, de mucho respeto, charlamos 4 o 5 veces, pero no por eso voy a dejar de decir algo si tengo que decirlo ni voy a aceptar las cosas que diga si no estoy de acuerdo.
(GERARDO "Tata" MARTINO, ex jugador argentino, actual DT del Seleccionado de Paraguay)
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La ceremonia de apertura fue muy buena. A pesar de que me la perdí.
(GRAEME LE SAUX, ex jugador inglés)
Pibe, vos sos un jugador de planilla. A vos te ven en la planilla los rivales y se asustan. Blasito, vos sos el Sheriff.
(HÉCTOR "Bambino" VEIRA, técnico argentino, "motivando" a su modo a Blas Armando Giunta)
El periodismo deportivo: ¿una balacera lingüística?
La prensa escrita no ha escapado al flagelo del lenguaje agresivo y violento. Hemos hecho un sucinto análisis de este tipo de lenguaje en el periódico. Hay titulares y frases como éstas: "Mañana Antioquia en la pelea" ¿y quién dijo que íbamos a pelear, cuando lo que realmente era que nos íbamos a reunir con otras personas y a disfrutar de otra cosa?; "Crucial choque futbolero", es que cuando uno se imagina que hay un choque, ya de lo que se está hablando es de damnificados, de agresión y de sangre y de terrorismo.
Cuando se dice esta frase: "El equipo tiene en sus filas a Rubencho". Es que filas es una cuestión marcial. Se imagina que es un soldado y no un futbolista. Hernán Dario Gómez, director técnico de la selección ecuatoriana de fútbol, dio estas declaraciones antes del partido contra Brasil: "Mañana saldremos con todas las baterías al campo de batalla, porque daremos la guerra hasta el final, vamos a quemar los últimos cartuchos". ¿Cuál es la diferencia de esto con una quema de una población? ¿Cuál es la diferencia de esta expresión lingüística con una masacre en un poblado? La gente se prepara para un partido, como los televidentes, cuando la guerra del golfo Pérsico, que la pasaban por televisión: era otro programa más de suspenso.
Solamente analicemos los sobrenombres de algunos deportistas y eso le da la idea a uno de por dónde estamos caminando: "El Bombardero" de Barranquilla; ¿Pero qué tiene que ver una persona con mucha potencia en sus piernas con una maquinaria bélica?; "El misil" Restrepo; ¿Qué puede sentir una persona con ese nombre?; "El matador" Salas o "El Panzer" Carvajal; como si esto fuera un escuadrón o una unidad alemana que está en conflicto bélico con otras personas. Otro apelativos como "El artillero del equipo", "El Búnker" de la selección, "El estratega de la escuadra", son otros claros ejemplos de lenguaje bélico del balompié.
Observemos el boxeo. Sólo con decir: "mañana será la pelea" ya se indica que no es un deporte. No es la agilidad de la persona que tiene una filigrana corporal para hacer un deporte, sino que es un combate: "mañana va a haber un combate", exactamente como pasa en las montañas de Colombia. Que el boxeador bajó la guardia o Asalto como las secciones, los segmentos en que se divide un encuentro de boxeo, ¿un asalto?, uno se imagina un atraco.
Además, y en ese mismo orden de ideas, cuando el "pecoso" Castro dirigía al Cali, era un técnico mañoso y tramposo, pero cuando vino al Medellín, era un gran estratega.
Calero era un payaso en el Cali, pero era el "show-man" Calero en el Nacional.
Recodamos que Antony de Melo, a través de uno de sus personajes, manifestaba que si alguien de otro partido llegaba al nuestro, era un converso. Y que si alguien se retiraba de nuestro bando, era un traidor.
Todo depende del cristal con que se mire.
El deporte es confrontación, competencia individual o colectiva. El deporte es un sustituto, es sucedáneo de la guerra.
Los términos que se escuchan en la transmisión radial futbolera obedecen más a los de una batalla: dispara, ataca, patea, defiende, pega fuerte, agrede, enemigo, cuchillada, etc. En síntesis, es un lenguaje guerrero, se habla de falta y de castigo.
Uno no puede decir: El jugador levanta la pierna y con su guayo toca el balón tan fuerte que llega al rincón donde el arquero no puede llegar, lo único que uno puede decir es dispara. El deporte como sucedáneo de la guerra contiene un lenguaje guerrero, una actitud guerrera que predispone a los contendores a eliminar al contrario sin consideración alguna, pues se trata de vencer al oponente a como de lugar.
Los juegos olímpicos nacen en la Grecia antigua. Los pueblos que mantenían disputas, que se iban a la guerra según la necesidad, se idearon una forma de pelear sin arriesgar muchos muertos, eligiendo a un representante por bando para que se enfrentaran en una lucha. El pueblo victorioso era el del gladiador ganador. La lucha de David y Goliath.
Con el tiempo, se fueron ideando diversas competencias en las que se podía demostrar la destreza, el poder, la inteligencia, la fuerza, fue así como fueron naciendo los juegos olímpicos. Se realizaban para unir los pueblos, para zanjar las disputas internas, para dar término a todas las dificultades que obstaculizaban la terminación de un acuerdo.
En un mundo convulsionado, en que los odios étnicos, culturales y religiosos están al orden del día, el deporte como expresión de identidad, se convierte en instrumento político que esgrimido y manipulado por los gobiernos, exacerba los ánimos y fomenta un malentendido patriotismo que decanta en chauvinismo y xenofobia patentizado en las barras bravas y los grupos neonazis o cabezasrapadas.
La globalización ha hecho que la gente responda a esta invasión neoliberal con tradiciones de la cultura local. En los Estados Unidos, en los últimos quince años no se ha creado un solo puesto de empleo. La crisis es mundial.
Los hinchas manipulados por agitadores anarquistas son capaces de matar diluyendo la culpa pues lo hacen en grupos considerables, luego nadie es culpable. Los medios tienen gran incidencia en este comportamiento. Las arengas son en contra del oponente.
El deporte, concebido al principio como reemplazo de la guerra, tiene que ser constructor de paz y no de violencia. Y para hablar de paz, necesitamos de una zona de despeje lingüístico, en donde tuviéramos tener, por lo menos, acantonadas a las personas que están haciendo ese daño.
Pero... ¿Quiénes son los "culpables" de esta balacera lingüística?
Federico Medina Cano, semiologo y profesor de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Pontificia Bolivariana, indica que en la transmisión deportiva se articulan dos tipos de discursos: la narración y el comentario. No son independientes, los dos se integran aunque cada uno de ellos cumple una función diferente.
En la narración el sujeto de la enunciación en la transmisión deportiva asume frente a los sucesos a los que debe referirse una actitud narrativa. Lo que ocurre en el terreno de juego lo acomoda el narrador a la s reglas, a los códigos, a los modelos de narración conocidos, la acción se estructura según un orden temporal. Sigue la acción paso a paso y construye, en su discurso, la secuencia lineal de los sucesos, con sus actos grandes o pequeños. Su actividad está determinada por la unidireccionalidad del tiempo.
Cuando el periodista elige la estructura narrativa le impone a los hechos un determinado formato. Toda narración es una instancia cultural que se sobrepone a la realidad con el fin de hacerla comprensible y legible. El narrador es un fabulador que en su trabajo selecciona, omite arbitrariamente parte de los acontecimientos y recompone lo ocurrido.
El comentario es un tipo de discurso diferente a la narración y obedece a lógicas distintas. Es mucho más libre e imprevisible. Como un juicio sobre la acción es más abierto en su formal. Es un discurso interpretativo y valorativo que acompaña la narración. No está determinado por el tiempo ni busca la secuencia temporal. Es atemporal. El comentarista interviene sólo cuando la acción lo requiere; analiza, recapitula, evalúa, pronostica, hace conexiones con otros partidos, busca antecedentes y consecuentes de lo que ocurre en la cancha.
El narrador acompaña la acción casi inmediatamente se produce; el comentarista hace un corte en la acción y con la información que posee desentraña el sentido último de una jugada y su trascendencia para el equipo.
Los locutores (narrador y comentarista) se caracterizan por su tono ponderativo y ennoblecedor. La narración la llenan de dramatismo y la cubren de emociones, la embellecen y la presentan del modo más sugestivo y minucioso con su lenguaje pintoresco, su fluidez verbal, su embriaguez lírica, magnifican lo ocurrido, dan testimonio de lo grandiosos de las acciones, del camino arduo hacia el gol.
En el discurso de los locutores deportivos, las alusiones, comparaciones y metáforas con todas las manifestaciones de la vida cotidiana son constantes. Es un verdadero discurso fáctico en el que la verborrea y toda la retórica literaria son utilizadas para mantener la comunicación.
Nosotros somos el lenguaje. El lenguaje es energía. El lenguaje nos constituye en los seres que somos. De ahí esa zona de despeje que proponemos. ¿Será posible?
(artículo de Roosevelt Castro Bohórquez, Comunicador social, Periodista e Historiador de la Universidad de Antioquia, Colombia)
El 19 de Julio de 1987, Daniel Francovig, guardameta uruguayo-venezolano del UA Tachira, de Venezuela, estableció una marca curiosa en la Copa Libertadores de América: convirtió un gol sacando desde su propia meta, contribuyendo así a la victoria del conjunto venezolano sobre Independiente. El gol se lo convirtió a Luis Islas, internacional de la selección nacional de Argentina quien en Febrero de 2003 declaraba sobre ese gol en revista "El Gráfico": No entendía nada. Recuerdo que le decía al árbitro “¡no vale, no vale!”. “Qué no va a valer… andá a buscarla adentro”, me dijo el tipo. Por suerte, ese gol no afectó en el resultado. Si nos dejaba afuera de una Copa, por ejemplo, me hubiera marcado. Pero yo prefiero que me hagan un gol así y no uno por salir mal en un centro.
El fútbol como juego alude tanto a la libertad originaria, a la capacidad de improvisación y de alegría vital, a la tendencia al divertimento, a la impetuosidad e imponderabilidad que da origen al juego, como a la tendencia inversa, la racionalización, la necesidad de someter el juego a convenciones arbitrarias, a obligaciones.
(FEDERICO MEDINA CANO, Al calor de la jugada: el fútbol, signos y símbolos, -1996-)
Me echó un hincha de Boca.
(GERMÁN LUX, arquero argentino del Mallorca, comentando así la decisión del DT de River Plate, Daniel Passarella de separarlo del plantel en 2006)
La final (Luis Carlos Rosales Almaguer - México)
En un pueblo donde el fútbol era la única distracción y pasión de la gente, que en su mayoría era obrera, allí no existían los equipos grandes, solo dos equipos el amarillo y el blanco, el día sábado se jugaría la final entre los 2 equipos de la pequeña tierra, ambos jugaban en 2ª División y el ganador iría a pelear con los grandes en el máximo circuito.
Ambos equipos tenían hinchas que daban la vida y la libertad por su equipo ya se habían registrado muertes por defender su bandera e incontables presos por combates y ataques a los directivos, tal era la desesperación por llegar a la máxima División por primera vez, que el ambiente en lugar de sentirse de fiesta era tenso, exageradamente tenso.
El viernes nadie fue a trabajar, muchos prefirieron no ir por los nervios que sentían antes del gran juego, algunos prefirieron dormir para que el tiempo volara, otros ni siquiera pudieron cerrar los ojos, de apuestas ni hablamos, la gente no podía arreglar apuestas con hinchas del equipo contrario ya que, aunque fueran sus vecinos, no se hablaban. Tal era la pasión en este pueblo.
Las únicas palabras que se dirigían eran después de los clásicos para cargarse uno al otro; cada quien hacia sus apuestas personales o promesas al ser Divino. La que más llamo la atención fue la de Luis, un tipo que era hincha a morir del equipo blanco, hizo una apuesta doble, prometió que si su equipo subía a primera dejaría la droga, el alcohol y el tabaco por el resto de su vida, así como también si su equipo perdía dejaría la vida. Este partido cambiaria la vida de miles de personas.
Llego el sábado. El partido se jugaba en el único estadio de la comunidad y los tickets estaban estrictamente divididos entre dos, era un problema conseguir boleto si no eras socio, aún así hubo sobre ocupo no sabemos si por lo ambicioso de los directivos por sacar más dinero, o por los hinchas que pudieron entrar sin el ansiado boleto.
Por razones de seguridad el partido se jugo a pleno mediodía del sábado, la cancha ardía, estaba a mas de 35 grados, las hinchadas colgaban sus trapos desde las 9 de la mañana y empezaban a retarse con silbidos.
Al salir de su casa rumbo a la cancha Luis se despidió de su esposa e hijo, les dijo que si no volvía era porque su equipo no pudo darle la alegría mas grande de su vida y si volvía regresaría totalmente renovado, ese día el muchacho no probó gota de alcohol.
El gran partido comenzó, las hinchadas no dejaban de alentar, de brincar, era un espectáculo para todo aquel que no fuera hincha de estos equipos, pero un sufrimiento en cada llegada, en cada tiro al arco para los participantes.
El partido se encontraba 0-0 en tiempo de reposición, cuando un jugador del equipo amarillo se inventó una falta en el área rival, y el referee se la comió todita, marcó el penalti, la hinchada del blanco quedó callada, la del amarillo brincaba de alegría.
Luis se paró en la parte alta de la tribuna se envolvió en su bandera, el árbitro pitó y el jugador del amarillo anotó, era algarabía por parte de esta hinchada y un dolor en la banda del cuadro blanco; mientras Luis dejaba caer su cuerpo por lo alto del estadio, el referee sorprendentemente ordenó repetir el tiro penal por invasión de cancha del equipo que cobraba la pena máxima, demasiado tarde para Luis, el amarillo falló el penalti, y el equipo blanco se consagró con el ansiado campeonato en el tiempo extra…
(Un gracias enorme a Luis Carlos Rosales Almaguer por remitirme este cuento para compartirlo con todos ustedes. Gracias Luis!!)
Si existieran escuelas de fútbol, la de Zidane debería ser una materia obligatoria. Él ha estado en medio de toda esta tormenta que hay alrededor del fútbol, pero siempre ha encontrado un refugio para no participar de la parte más confusa del juego.
(JORGE VALDANO, ex jugador y director técnico argentino)
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El 30 de Junio de 1998, Argentina e Inglaterra protagonizaban uno de los partidos más reñidos de la Copa Mundial de Fútbol que se disputaba en Francia.
Casi 2.000 kilómetros al este, específicamente en la ciudad de Szdlowiec en Polonia, el fiscal Narek Kopaczen veía en el sillón de su casa el juego, tal como otros cientos de millones de personas en el mundo entero.
Javier Zanetti Inglaterra estaba ganando hasta el minuto 90 de juego, cuando el árbitro dispuso un tiro libre para Argentina. De forma dramática, el centrocampista Javier Zanetti marcó un espectacular gol que prolongó el partido a tiempo extra.
El fiscal Kopaczen no quería perderse la prórroga y decidió quedarse un rato más en su casa antes de sacar a pasear a su perro, y llevar su auto a la estación de policía para resguardarlo de los enemigos que tenía, en una rutina que practicaba todos los días a las 10 de la noche.
En Francia, argentinos e ingleses reiniciaron el partido en tiempo suplementario...
Instantes después, auto del fiscal explotó en la calle.
Kopaczen salió de su casa a averiguar qué había pasado. Cuando vio su coche en llamas no podía creerlo: por quedarse a ver el fútbol salvó la vida.
El fiscal perseguía a una banda que se dedicaba al chantaje y la extorsión, siendo sujeto de constantes amenazas. Días antes del atentado el techo de su vehículo fue destrozado, obligándolo a recurrir a la policía para cuidarlo. Era evidente que los plagiarios le habían hecho un seguimiento de sus costumbres, como la de salir de casa todos los días a las 10 de la noche. La bomba activada por reloj, estalló justo a esa hora.
Seis años después, cuando el caso pasó a ser parte del pasado, Kopaczen le envió a Zanetti una carta de agradecimiento por el gol que había convertido. El futbolista, que no sabía nada del asunto, manifestó su deseo de conocer a la persona que inconscientemente salvó.
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EL TALADRO - Banfield (Argentina)
El 21 de Enero de 1896, un grupo de profesionales y comerciantes ingleses residentes en Banfield decidieron fundar un club al que bautizaron con el nombre del pueblo. Este nombre respondía al de la estación del ferrocarril, establecida en 1873 en honor a Edward Banfield, primer Gerente de la empresa Gran Ferrocarril Sur.
Mientras Daniel Kingsland fue Presidente, en lo deportivo le dio prioridad al cricket y el fútbol quedó relegado a un segundo plano, lo que explica las pobres actuaciones de los equipos del club en los campeonatos de fútbol de 1897 y 1898.
Hasta que en 1899 lo reemplazó el contador Alfred John Goode, un amante del fútbol. En 1899 se disputó el primer campeonato de fútbol de Segunda División en la Argentina, el cual Banfield ganó aventajando por un punto al equipo de la English High School de Alejandro Watson Hutton. Esta conquista convirtió a Banfield en el único club de los que actualmente militan en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), que fue campeón en el siglo XIX.
En 1931 un grupo de clubes -encabezados por los de mayor convocatoria- decidió profesionalizar el fútbol, lo que en definitiva significó blanquear la situación y poner fin al "amateurismo marrón" o profesionalismo encubierto. Banfield fue invitado a participar de la Liga Profesional pero sus dirigentes, entendiendo erróneamente que el profesionalismo iba a fracasar a corto plazo, optaron por seguir participando en los campeonatos amateurs. Inmediatamente, los jugadores de Banfield recibieron ofertas de los clubes de la Liga Profesional y se marcharon.
Con un plantel diezmado, Banfield participó de torneos intrascendentes hasta 1934. En 1935 se organizó la actual Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y Banfield fue destinado a la Segunda División. Sus campañas fueron extremadamente pobres, el público lo había abandonado, los socios eran menos de 300 y en 1938 terminó último en la tabla de posiciones perdiendo la categoría.
En 1940 su Presidente, el joven empresario Florencio Sola, renovó totalmente al equipo. Con jugadores como Rafael Sanz, Eduardo Silvera, Juan Bautista Busuzzo, Alfredo De Terán, Armando Farro y otros, Banfield hizo una sorprendente campaña (atípica para clubes recién ascendidos), por lo que el diario "El Pampero" bautizó al equipo con el nombre de "El Taladro" (por la manera en que “agujereaba” los arcos de sus rivales), apodo que pasó a la historia como el seudónimo oficial de la institución.
Banfiel no ha sido campeón del fútbol argentino, pero obtuvo los subcampeonatos de 1951 y 2005.
Con campañas que lo tuvieron alternando en el Ascenso y en Primera División, en la que se encuentra desde 2001, Banfield es un club netamente represantivo del Sur del Gran Buenos Aires y un clásico animador del fútbol argentino.
A Zamora lo pedimos porque creíamos que ya estaba en Independiente. Lo del él fue algo especial. Habló con nosotros en Diciembre y nos dijo que quería volver a la Argentina. En Enero, cuando comenzamos a trabajar en Independiente, lo llamamos y nos dijo 'sí, voy'. Lo volvimos a llamar en Febrero y Marzo, y siempre nos respondía lo mismo. Cuando surgió lo de River se lo preguntamos y nos contestó que no sabía nada. Pero aparecieron el representante, el dueño del pase y él, diciendo que tenía comprometida su palabra con Menotti. Es un buen pibe, pero vivía en una villa y había que correr la cortina para ver la cama y encontrarlo. Ahora, de golpe y porrazo, se encuentra con 100 mil dólares en el bolsillo y 50 tipos que lo aconsejan y lo marean. Nosotros en esa no entramos.
(JORGE SOLARI, por entonces entrenador de Independiente, respecto de por qué Julio Zamora no jugó en su equipo y fichó por River Plate. Revista "Solo fútbol" del 16 de Mayo de 1988)
Hay que decirles cómo tienen que jugar y hasta cómo tienen que orinar y sentarse. Les da lo mismo ganar o perder.
(AMÉRICO RUBÉN GALLEGO, ex jugador argentino y técnico de Tigres de México, opinando sobre sus dirigidos, tras una derrota ante Veracruz por 2 a 1. Agosto de 2007)
La era de Pelé y Robinho se terminó, ahora es la hora de Tévez.
(ALBERTO DUALIB, Presidente del Corinthians -2005-)
Tévez es bueno, pero no sería titular en la Selección de Brasil.
(PELÉ, opinando días después)
Los jugadores (Pablo Neruda - Chile)
Agachados, arrugados, decrépitos.
Este hombre torvo
junto a los mares de su patria, más lejana que el sol,
cantó bellas canciones.
Canción de la belleza de la tierra,
canción de la belleza de la Amada,
canción, canción
que no precisa fin.
Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.
(extraído del libro "Crepusculario" de 1923)
¿Cómo manejó el grupo lo del doping de Maradona en USA 94?
Fueron horas durísimas, inmanejables. Al mazazo anímico se le sumó la pérdida futbolística irreparable. Basile había sido clarito: “Voy a armar el equipo alrededor de Maradona”. Que no era el del 86, obvio, pero que seguía siendo un as de espadas. Y Coco le encontró la vuelta perfecto. Nunca me voy a olvidar cómo lloraba Diego en su pieza. Estábamos como en un velatorio. Contra Bulgaria jugamos con la cabeza en otro lado. Fuimos de Boston a Dallas con un pantalón corto y dos remeritas porque creíamos que volvíamos, que salíamos primeros o segundos y jugábamos en Boston. Nadie pensó que la derrota nos iba a dejar terceros para tener que ir a San Francisco. Con Rumania levantó el ánimo, pero no fuimos lo que éramos. Estábamos nocaut parados.
¿Le guardás rencor a Basile porque no te puso en USA 94?
No. Me molestó el tratamiento que le dio a la decisión, no la decisión en sí. Yo podía llorar o patalear, pero si él me decía que lo veía mejor a Islas, listo, a otra cosa. No me gustó enterarme un día antes, en el reconocimiento a la cancha. Intuía que él no se animaba a decirmelo, tal vez por la trayectoria que yo tenía en la Selección. Si lo hubiera dicho una semana antes, no pasaba nada. Pero hoy está todo bien. Me puedo juntar a tomar un café como si nada.
(SERGIO GOYCOCHEA, ex arquero argentino, en revista "El Gráfico" de Octubre de 2002)
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