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Alguien lo comparó con Billy McNeill pero yo no recuerdo que Billy fuese una mierda (TOMMY DOCHERTY, legendario entrenador británico, opinando sobre el fracaso del italiano Lorenzo Amoruso en el Rangers escocés)

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Serás un hombre hijo mío (Rudyard Kipling - Inglaterra)



Si sabes encontrar el triunfo tras la
derrota,
y recibir a estos dos mentirosos con el
mismo gesto,
si puedes conservar tu coraje y tu
cabeza
cuando todos los demás los pierdan,
entonces los reyes, los dioses, la suerte
y la victoria
serán para siempre tus esclavos
sumisos
y, lo que vale más que los reyes y la
gloria,
serás un hombre, hijo mío.

A Mariana, dulce sol que alumbra nuestras vidas (Mamá y Papá)


(Rudyard Kipling, 1865-1936, novelista inglés, de origen indio, laureado con el Premio Nobel de Literatura en 1907. Escribió novelas, poemas y relatos ambientados principalmente en la India y Birmania durante la época de gobierno británico)

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Mi país es muy pobre y Dios inventó el fútbol para que los brasileños podamos salir de pobres o para que podamos seguir siendo pobres (Vitor Barbosa Ferreira "RIVALDO", jugador brasileño, Balón de Oro en 1999)

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El testigo (Hombre revenido - España)


Aunque peque de soberbia les diré que nadie acá sabe más de fútbol que yo; que en la pesadumbre de mi retiro les cuento a los más pendejos la historia de aquella noche del 25 de Junio del 78 en la que la Argentina salió campeona del mundo. Les veo escuchar asombrados cada palabra de la misma historia de siempre y siento por un espacio que me envidian, ¿viste?, porque a quién no le hubiera gustado estar donde yo estaba aquella noche.
No me creerán si les digo que era mi primer partido, que estaba un poco nervioso, que al ingresar en la cancha me quedé encandilado con tanto ruido y tanta luz. En el Monumental del River Plate, lleno hasta el tope, se oía el canto especial, creado para la ocasión por la hinchada, que decía: “Vamos vamos Argentina, vamos vamos a ganar”, y cuando el capitán Passarella asomó la cabeza por el túnel se puso todo blanco, lleno de papelitos. La cosa es que yo estaba lo más feliz.
Recién comenzó el partido me sentí especial, sentí que muchos me miraban, qué sé yo… y no es hablar al pedo porque era muy nueva la sensación que tenía, y ahí andaba, desgañado de orgullo, y con un poco de miedo también.
Estaban Passarella, Bertoni, Tarantini, Fillol (un arquero de los de antes, el “Pato”), Gallego, Luque (que era nueve nueve, de los que no achicás ni a trompadas), Ardiles… no se podía perder. Pero desde luego el “Matador” les pasaba por arriba a todos. ¿Vos viste lo que hizo el “Matador”?. Mario Kempes era un tipo alto, fornido, zurdo hasta decir basta. Luego de esa noche volví a coincidir muchos más días con él en la cancha de River porque el cariño de la gente le obligó a volver.
La noche era fresca. Ya se sabía que frío iba a hacer, y en fija que iba a haber que calentar a los nuestros de puro gritar, pues las finales, se dijo siempre, son de juego grave, sin lujos, con patadas, con encontrones. Yo aquel día pensé que era lo normal, aunque después de esa fecha pude ver la cara más amable del fútbol: la extravagancia boluda del “Loco” Gatti, la elegancia envenenada del “Príncipe” Francescoli, la milonga dulce y la suave caricia de fútbol de un muchachito que yo sentía amigo, ¡era Maradona! Qué lindo, decían con devoción en el barrio de la Boca, levantarse una mañana en domingo cuando a la tarde juega el Diego… que luego lo que le pasó al Diego fue de lo más triste. Que de cocaína no voy a hablar porque no sé nada, pero que no anden con historias porque, de todos, el engañado fue él. Y bueno, lo cierto es que hizo feliz a tanta gente que por ahí le disculpás todo y si sabés como se maneja ya no queda ninguna duda. Cómo me conocés, Diego. Me tratás bien, Diego.
Me olvidaba de Ricardo Bochini, uno de esos peloteros que ya no nacen. ¿Sabés lo que dijo el “Bocha” de Cruyff? Que a pesar de que corría era bueno, je je, todo un personaje el pibe.
Macanas aparte, que Johan Cruyff no estuviera en la cancha con Holanda era todo un alivio. Pero estaba Rep, un extremo de fina intuición y Neeskens, un tipo duro de labor constante, y la calidad sobrada de los demás. Mirá, que si había que perder se perdía, pero no iba a ser sin pelear, claro.
Cuando el ritmo precipitado del encuentro me lo permitía echaba una ojeada a los banquillos. Ernst Happel, el coach de los europeos, tenía la jeta curtida e impertubada del malo de un western. Menotti jamás sonreía, apuraba un cigarrillo y recién después otro y otro, y lo miraba todo con la arrogancia del filósofo indiscutido o del retador que oculta el miedo.
Así me sorprendió el gol de Kempes. Era mi primer gol, y entre el barullo me quedé un espacio emocionado, sin pensar en más nada. Nunca habría podido imaginar un júbilo tal, la felicidad desbordada se extendió como para siempre. Sin embargo, qué hermosos y desconcertantes matices esconde este juego. Cuando Holanda empató, ¿qué sé yo?, sentí como un frío. Me daba bronca, me parecía una cagada grande aflojar ahora, y me ahogué en aquel silencio de tristeza. Con la pálida general la cancha parecía un velatorio, ¿viste?, porque eso mismo es lo que parecía la cancha. Y yo quería ganar, más que nunca; ganar a cualquier precio como el Estudiantes de los tiempos de Zubeldía y Bilardo. El fútbol ya no era el juego más lindo, aquel que encumbraron hombres como el “Charro” Moreno, que comandaba la delantera de River que le decían “La Máquina”, Alfredo Di Stéfano, Pedernera, Brindisi…el fútbol era, más bien, un fervor patriótico, más fuerte que el hambre, más necesario que respirar.
Cuando marcaron, Kempes otra vez, y Bertoni, en el extra-time, me sentí como en un sueño. Ni el más sabio podé definir la felicidad. Es algo como un susurro, ¿viste?, pero que si se grita ya no es nada, no sé, es raro. Y si te da por explicar las cosas te acabás convenciendo de que también pasaste momentos malos, pero luego andás pudiéndolo contar con este orgullo intacto de campeón, y eso es lo mejor de todo… pero era mi primer partido, ¿no es cierto?, yo sería diferente sin aquellos dos goles en la prórroga, ni mejor ni peor, distinto.
Pero la historia no es ésta. La haré corta porque trato de parecer humilde. Al término me quedé mirando al “Flaco” Menotti mientras nos daban la copa y estaba ahí, sentado, con el cigarrillo perpetuo en la cara, y me miró agradecido. Me miró, Menotti, el campeón, el que le había quitado al combinado el miedo a las grandes citas, inventor de un método, de un espíritu, un tipo admirable de veras, me miraba a mí. Entonces comprendí que fue el único que se dio cuenta.
En el minuto 90, antes del final, con uno a uno, Rensenbrink pateó despacio. Suficiente, pensó él. Se acabó, pensó Menotti. Pero no, el poste perdió el gol. Los hay que olvidaron esa jugada, como si les hubieran recetado a todos un golpe en la cabeza, una cura de amnesia.
Vuelvo a repasar en mi interior el lance. Sí, fui yo, yo lo evité. ¡Mírenme bien, yo lo evité!.
No tuve fuerzas para volver a intervenir como aquel día; cuando iba al arco, al botar, tiré por otro rumbo y sólo un hombre lo notó.
Ahora, deshinchado en este cuartito, me entretengo contándole a los demás balones que yo también salí campeón.


(Al autor de este cuento mi agradecimiento por permitirme poder compartirlo con toda los amigos de "Los cuentos de la pelota")

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Quiero a Maradona como si fuera mi hijo, mi nieto... (JOAO HAVELANGE -1996-)

Cuando Havelange insiste en decir que me quiere como a un hijo, le recuerdo que tengo un excelente padre y no un hijo de puta como él (DIEGO MARADONA -1998-)

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Una vez lo corrí al "Pájaro" Domizi por toda la cancha, no bien terminó un Boca-Newell's. El pendejo empezó a joderme. Y cuando terminó el partido, lo salí a correr. No lo pude agarrar, viste lo que era: una liebre. Pero, ojo, después lo agarré en México, a los dos años. Él en Atlas y yo en el Toluca. Lo quería matar. “No te enojes, somos todos argentinos”, me decía. Qué piola… (BLAS GIUNTA, recordando un "conflicto" con el ex leproso)

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Fue más difícil salvarme del descenso con mi equipo del barrio que salir campeón con la selección (DIEGO MARADONA, en declaraciones realizadas en 1989)

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Raúl empezó con Guti y éste, con 31 años, sigue siendo una promesa (RAMÓN CALDERÓN, Presidente del Real Madrid en declaraciones al diario “Marca”, 16/01/2007)

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Buenos muchachos


La cancha de River es una heladera espantosa porque hay una gran distancia entre las tribunas y la cancha por la pista de atletismo (MAURICIO MACRI, presidente de Boca Juniors, en declaraciones realizadas en Marzo de 2006, previas a un superclásico)

Macri no conoce la cancha de River porque no viene. No va a ninguna cancha de visitante. Sus declaraciones son por lo menos desafortunadas. Macri está en la expectativa pública ya que tiene aspiraciones de conducir el país. Lo lamento, porque estamos en épocas en que debemos ser cautos. Macri no es un hombre de fútbol. Hablás diez minutos con él y piensa que el arquero de Boca sigue siendo Antonio Roma —arquero de la entidad auriazul en la década del '60— (JOSÉ MARÍA AGUILAR, presidente de River Plate recogiendo el guante)

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Si cobras más que nadie y eres una superestrella, lo que tienes que hacer es ir primero al frente, predicar con el ejemplo y trabajar como el que más. Mis antiguos compañeros no lo hacían y a veces se comportaron como unos mierdas.
(THOMAS GRAVESSEN, jugador dinamarqués, recordando en la televisión danesa su paso por la entidad merengue)

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Un Peñarol trucho!!


La de empresario futbolístico es una profesión realmente en boga, en auge y en alza. A mediados de Diciembre de 1993, con la austeridad que caracteriza a los cronistas deportivos, los locales anunciaron que Peñarol de Montevideo se presentaba en Mendoza.
A pesar de que el fútbol de la vecina orilla hace rato que viene bajo, por más que digan lo que digan, sigue siendo Peñarol y la camiseta es la camiseta.
Así fue nomás.
Para templar el espíritu charrúa y estrechar vínculos fraternos, el primer encuentro fue contra Sportivo Pedal, y todo lo Peñarol que se quiera, pero se comieron un boletón. Y baile.
Sobre todo, mucho baile. La barra de los pedaleros no podía creer que estaba viviendo ese hecho histórico al pie de una cordillera más majestuosa que nunca. ¡Si hasta los cóndores pararon para ver semejante acontecimiento!
El segundo encuentro de los supuestos gloriosos mirasoles fue en General Alvear, siempre Mendoza, contra Pacífico. Perdieron sólo 3 a 1. Por lo menos hicieron un gol; salieron de zapateros. Pero la gente que asistió no era tan fana ni chacarera como los de Sportivo Pedal, y en vez de alegrarse por ganarle a esa gloria viviente, se cansaron de chiflarlos, insultarlos y recomendarles que entrenaran pateando placares; eso era una afano.
Y lo era, nomás.
Los dirigentes argentinos de todo tipo están para lo que están. Así que en vez de seguir haciendo la de los maridos cornudos, que se enteran últimos y se enojan primero, nada más que por despuntar el vicio, sin pedir horas extras ni nada por el estilo, a los periodistas de una FM de San Rafael se les dio por averiguar, sin que el siguiente orden signifique jerarquización de ninguna especie:

■ si los de Montevideo habían sacado ese plantel de un geriátrico;

■ si sería gente que estaba en período de rehabilitación luego de haber sufrido polio infantil;

■ o si en el aeropuerto de Carrasco, al subir, se les habían traspapelado pasajeros con alguna murgas para los próximos carnavales.

Ni con alucinógenos se les hubiera ocurrido dudar de la total legitimidad del envío de semejante delegación. Por eso, la respuesta, en forma de fax, los dejó patitiesos: “Nuestra institución no tiene ningún representativo, en ninguna división, jugando en Argentina”, decía en su parte más elocuente, obviando formalismos.
Con esa vocación para el papelón y tragarse los peores anzuelos hasta la panza, de inmediato armándose un escándalo de aquellos, a mediados de Enero de 1994 ya había tomado intervención hasta el Ministerio uruguayo entendido en asunto de deportes. Los abogados de los clubes afectados parecían como más calientes que mono con tricota y en Mendoza, en particular, en la AFA específicamente y en la Argentina en general, ¿alguien escuchó decir algo? ¿quiénes firmaron los contratos? ¿quiénes los tuvieron a su cargo para revisarlos? ¿Dónde se alojaron? Siendo extranjeros, ¿tenían documentación en regla, la visa de turistas o eran yorugas porque habían nacido al 200 de la calle Uruguay?
Silencio. La Argentina podrá ser un país donde tienen a bien suceder grandes e ingeniosas estafas, pero jamás será un país de estafadores.


(del libro “Jodas futboleras de antología”, de Amílcar Romero, pág. 52 a 54)

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El fútbol cumple un papel, canaliza la agresividad y el ansia de competencia de la humanidad a través de un juego. El fútbol, como el ajedrez, es la reducción a juego de la idea de la guerra. El lenguaje es bélico. Hablamos de ataque, defensa, retaguardia, disparo. La agresividad, por representación, se dirime en el campo de fútbol en lugar de en el campo de batalla. Hay una serie de señores que nos representan y en los que delegamos para que defiendan, aunque sean alemanes, brasileños o polacos, el honor de Jaén, de Cuenca, de Barcelona o Madrid.


(JULIO LLAMAZARES, poeta, ensayista y narrador español)

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Cuentos de una madre (Ariel Scher - Argentina)

Dos temperaturas, las dos excelentes, recorrían como naves el cuerpo del Alto. Tenía tibia la lengua después de ejecutar el hábito de saborear el mejor café del Bar de los Sábados.
Y sentía fresco el corazón luego de que el Gordo, un amigo infaltable de ese templo urbano para observar el fútbol y la realidad, confesara una semana antes que en la juventud había ejercido un trabajo fantástico que consistía en hacer dormir chicos con relatos de fútbol.
Ahora el Alto percibía que la placidez de todos sus climas internos habilitaba que también él lanzara una confidencia parecida: en la infancia, en lo mejor de la infancia, su madre lo despertaba cada día con un cuento de fútbol. Más café y más tibieza apoyó el Alto sobre la lengua para expandir esa confidencia.
Atrapando los tímpanos de sus compañeros del Bar de los Sábados, contó sus recuerdos mejores. Por ejemplo, que cada lunes de cada semana y de cada mes, su madre lo invitaba a empezar el día con un desayuno humeante, una caricia en el flequillo y una voz de susurros. Con esa voz le entregaba la historia de un arquero que solía caer cansado en el piso tras volar de un palo al otro del arco, pero se levantaba una vez y mil veces porque la existencia era eso mismo, era ese ciclo, era levantarse a pesar de las caídas y de los cansancios.
El Alto repasó algunos de los cuentos que su madre. El del campesino que se había edificado una casa toda con postes de arcos para sugerirle a la vida que le regalara goles, el del centrodelantero que se hizo centrodelantero para tener siempre lejos la posibilidad de dejar las felicidades de estar en un lugar querido, el del árbitro que eligió ese oficio como entrenamiento para intentar ser justo. Unos cuentos eran más largos, otros eran fugacidades.
Todos guardaban encanto. "Una dulzura, tu mamá. Y, además, una dama futbolera", afirmó, sin vacilaciones, el Gordo, quien había oído con pasión cada sílaba. El Alto dejó que esa frase volara en el Bar de los Sábados, agradeció el elogio y devolvió una breve corrección. "Mi mamá nunca vio un partido, pero creo que tenía los ojos llenos con los mundos que yo veía", dijo. Enseguida, paladeó otro trago de café tibio, pensó de nuevo en los cuentos de su madre y sintió que la vida, esa maravilla, latía con la temperatura exacta.


(Un agradecimiento especial a Ariel Scher por su generosidad al permitirme publicar este cuento)

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Si Riquelme jugara en Brasil, sería Riquelminho y estaría entre los dos mejores del mundo (JOSÉ NESTOR PEKERMAN, técnico argentino)

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¿Si hubieran matado a un fan de Eros Ramazzotti, ¿se habría parado el mundo de la música? (MICHEL PLATINI, Presidente de la UEFA, y su enorme sensibilidad ante la muerte de un hincha)

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¿Alguna vez hizo un furcio relatando un partido?
-Hice enorme cantidad de furcios y también me pegué grandes sustos. Por ejemplo, en el gol de Maradona con la mano a los ingleses yo dije que había sido con la mano y cuando consulté me dijeron: "No Victor Hugo, fue un gol legal". Me quería matar. No podía creer que yo hubiera visto mano en un gol de Maradona en un Mundial y encima contra Inglaterra... ¡Estaba quitándole credibilidad al gol! Después, cuando se confirmó que había sido mano, lo sentí como un gran acierto, pero mientras tanto, estuve muy cohibido en toda la transmisión.

(VÍCTOR HUGO MORALES, relator y periodista uruguayo, en revista "Hombre" de Julio de 2006)

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¡¡No nos ganan por mi madrecita, no nos ganan!!

(AUGUSTO FERRANDO, relator y periodista peruano, en 1969 cuando la Selección de Perú empata 2 a 2 con Argentina en la Bombonera y clasifica al Mundial de México 70, eliminando de esa manera a la selección albiceleste)

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Nene, a vos te patean un colchón y te lo meten en el ángulo!!! (Un "Bambino" VEIRA muy enojado con el arquero venezolano Gilberto Angelucci (suplente de Passet) por un gol bastante tonto que le convierten en un entrenamiento de San Lorenzo)

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Ser delantero es un trabajo difícil. Pero siempre es mejor que trabajar (SALVATORE "Totó" SCHILLACI, ex jugador italiano)

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¿Se lo imaginan en Sudamérica?

Ha sucedido en Inglaterra, en un partido de la segunda ronda de la Carling Cup. Se enfrentaban el Nottingham Forest y el Leicester City. Comienza el partido sacando los jugadores del Nottingham, que pasan el balón a su portero, y éste atraviesa el campo rival para meter gol en tan sólo 15 segundos. ¡Qué bárbaro! Aunque lamentablemente para la gloria del portero, que no tuvo que regatear a todos sus rivales al estilo Pelé, le dejaron que lo metiera.
¿Y eso por qué? Pues porque de vez en cuando la deportividad y el sentido común imperan sobre las incomprensibles normas y reglas que regulan el deporte, afortunadamente. El partido se empezó a jugar unas semanas antes, pero en el descanso, al sufrir uno de los jugadores del Leicester un problema de corazón, se decidió aplazar el partido cuando el marcador era 1-0 favorable al Nottingham.
Y por una extraña razón, norma, regla o capricho, el partido se repitió desde el principio y con el marcador inicial de empate a 0. Ni que decir tiene que el equipo del Leicester no tenía porqué dejarse meter ese gol, pero aplicando un poco de sentido común y una exquisita deportividad, era lo más correcto. Finalmente, y además de recibir multitud de felicitaciones por el noble gesto, acabaron ganando el partido… así que quizá consideren repetirlo en la siguiente eliminatoria.


(extraido del portal "Desde la grada")


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El 26 de Octubre de 1863 nació el fútbol


Ese día se fundó en la Freemasons Tavern de Londres la Football Association (FA) y se sentaron las bases del reglamento que conocemos en la actualidad. Ocho años después, en 1871, se disputó la primera edición de la FA Cup (Copa inglesa), la competición de clubes más antigua del mundo.
El origen del fútbol es incierto y son muchas las teorías que existen al respecto. Hay textos chinos, fechados durante la dinastía Han, hace más de 2.000 años, que hablan del Ts'uh Kuh, un juego que se practicaba con una bola de cuero rellena de plumas y pelos y que debía ser lanzada con el pie a una red fijada a unas varas de bambú. Los japoneses hablan de un juego similar, llamado Kemari y conocido hace más de 14 siglos.
Los juegos con balón también fueron muy populares en la antigua Grecia, cuando se practicaba el Epislcyros, y entre los romanos, muy aficionados al Haspastum. En este deporte se utilizaba un balón más pequeño que en el Epislcyros y los partidos se disputaban en un terreno rectangular, divido por una línea media y limitado por las líneas de marcación. El objetivo del juego era lanzar la pelota detrás de la línea de marcación del contrario.
Hay quien considera que en este juego y en el Hurling, de gran popularidad entre los celtas y que aún se practica en Cornwell (Irlanda), están los orígenes del rugby.
En la Galia se practicaba también un deporte similar a lo que es hoy el fútbol, denominado Soule, y que en el siglo XI era practicado por representantes todas las clases sociales. Debido a su violencia, este juego llegó a ser prohibido en dos ocasiones, una en 1319 por Felipe V y otra en 1369 por Carlos V.
Entre los mayas también disfrutó de enorme popularidad el 'Juego de la pelota', que se practicaba en lo que hoy son las ruinas de Chichén Itza.
Lo que sí parece claro es que el desarrollo decisivo hasta llegar a lo que hoy conocemos como fútbol se produjo en las Islas Británicas entre los siglos VIII y el XIX. En Londres, los escolares ya jugaban organizadamente al fútbol en 1175 y durante el reinado de Eduardo II este juego alcanzó una gran popularidad en las calles de la capital inglesa, lo que provocó las protestas de los comerciantes. Estos pensaban que esta actividad, que consideraban violenta, podía afectar a sus negocios. El 13 de Abril de 1314, Eduardo II prohibió practicar este juego en las calles londinenses, bajo amenaza de cárcel para quien contraviniera esta norma.
Eduardo III, en 1349, intentó acabar con el fútbol, ya que entendía que los jóvenes pasaban demasiado tiempo entregados a esta actividad, en lugar de practicar el tiro con arco o el lanzamiento de jabalina. El rey conminó a las fuerzas del orden a suprimir esta actividad, que consideraba ociosa y propia de holgazanes. Ricardo II, Enrique IV y Jaime III también lanzaron sus particulares cruzadas contra el fútbol, pero sin demasiado éxito. El fútbol sobrevivió a estos ataques y en la época de los Tudor y los Estuardo alcanzó una enorme popularidad, que no hizo más que crecer en los siglos siguientes.
Era una época en la que el fútbol se practicaba sin reglas, lo que provocaba no pocos accidentes, algunos de ellos de gravedad. El primer intento serio por regular el juego data de 1848 y fue impulsado en la Universidad de Cambridge por Messrs H. De Winton y J. C. Thring. Reunieron a representantes de las principales escuelas públicas y los acuerdos a los que llegaron se publicaron bajo el nombre de las Reglas de Cambridge.
Pero el impulso definitivo al desarrollo del fútbol se produjo el 26 de Octubre de 1863, cuando se fundó la Football Association (FA) y se sentaron las bases del reglamento que conocemos en la actualidad. Ese día se considera el del nacimiento del fútbol.
Fue en la Freemasons Tavern de Londres (ver foto de la izquierda) y el historiador Bernardo de Salazar relata así el histórico acontecimiento: "El football, con oscuros y variopintos antecedentes, nació en realidad el 26 de Octubre de 1863. En esta fecha se reunieron en la londinense Freemasons' Tavern, situada en The Great Queen Street, representantes de once sociedades inglesas y crearon la Football Association. Su secretario, Mr. Morley, presentó un mes más tarde (24 de Noviembre) un proyecto de reglamento basado en las reglas de Cambridge (1848). Fue necesaria una tercera reunión para aprobar los 14 artículos que lo conformaron. Así nació nuestro popular deporte. La supremacía política y económica del Imperio Británico, la fascinación que sus sistemas pedagógicos ejercían sobre las clases altas y progresistas de la sociedad, ayudaron a su difusión".
A partir de este momento, el desarrollo del fútbol ha sido imparable. Unos años antes, concretamente en 1855, ya se había fundado el Sheffield United, entonces conocido como Sheffield Club, que es considerado el club más antiguo del mundo, y en 1871 se disputó la primera edición de la FA Cup (la Copa inglesa), la competición de clubes más antigua. A nivel de selecciones este honor le corresponde a la Copa América, que comenzó a disputarse en 1916.
Sea cual fuere el origen de este deporte, y con independencia de qué pueblo fue el primero en practicarlo, es indudable que el mérito de que el fútbol se haya desarrollado hasta límites insospechados y se juegue en todo el planeta corresponde a los británicos. Ellos fueron los que dieron forma a este juego, y los que sentaron las bases para que se convirtiera en el mayor espectáculo del mundo.


(extracto de la nota redactada por Oscar García en la revista digital “As”)

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"El fútbol argentino es el mejor del mundo" (1988)

"El fútbol argentino es una jungla" (1997)

"El fútbol argentino es Vietnam" (1999)

(ALFIO BASILE, técnico argentino, según pasan los años)

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Prefiero repetirme a contradecirme. Sólo los estúpidos no cambian de opinión.

(CARLOS BIANCHI, ex jugador y técnico argentino, -2000-)

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La reacción de Zidane no es normal, es de estúpidos. Un jugador que en su carrera ha cometido 12 agresiones, ¿cómo puede ser un ejemplo para los niños? La verdad es que no lo entiendo.

(HRISTO STOICHKOV, ex jugador y técnico de Bulgaria, opinando sobre la agresión de Zidane a Materazzi en la Final del Mundial de Alemania 2006)

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¿El tipo que más te costó marcar?

Con el inglés Keegan tuve muchos problemas porque era muy veloz, pero Bochini y Maradona fueron los más difíciles. A Bochini le metía un par de uñazos en la cabeza y, como era medio peladito, se volvía loco. Además le decía: “Y andate para otro lado porque cuando vuelvas ahora te empiezo a pegar de abajo”. En cambio, Diego era altanero y me contestaba: “¡Qué me vas a pegar, gordo, sabés cómo te tiro un caño y te gambeteo!”. Diego te provocaba mucho más, y el Bocha saltaba.

¿Cómo era eso de los uñazos?

Me dejaba las uñas de los dedos más chiquitos bien largas y afiladas. La idea vino de la época en que estábamos todos parados en un entrenamiento o en una charla y venía uno con una uña larga atrás y te pinchaba en la pierna. El Negrito Galván, de Independiente, fue el primero. Después me la empecé a dejar para los partidos y la usaba en la cancha.

(RUBÉN "Tolo" GALLEGO, ex jugador y técnico argentino, recordando sus batallas con grandes del fútbol mundial, en Revista "El Gráfico" de Diciembre de 2001)

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Señor Labruna (Rodolfo Braceli - Argentina


Estimado señor Labruna:
Por intermedio de la presente me dirijo a usted, antes que nada deseando que al recibo de esta carta se encuentren habitados de buena salud usted, la familia de usted y las amistades de usted.
Antes de expresarle el motivo de estas líneas quiero presentarme: soy maestro de escuela, es decir, honrado pero pobre. Tengo 35 años de edad, no soy casado, no tengo hijos, en realidad vivo solo en una casita de piedra que está apoyada sobre la espalda de mi escuelita. Por esas vueltas que tiene la vida nací en Santa Cruz, en un pueblito que se llama Los Antiguos, cerca del volcán Hudson; nací bien al sur pero desde hace diez años vivo bien al norte, mucho más arriba de San Salvador de Jujuy, pasando el Trópico de Capricornio, entre la quebrada de Humahuaca y el río Miraflores. Fácil de llegar si algún día se le ofrece la ocasión.
Señor Labruna, yo sé que usted es una persona que no tendrá tiempo para cartas demasiado largas, pero le ruego que me tenga paciencia. El sitio donde vivo no figura en el mapa. No hay pueblo alrededor de mi escuelita. Los niños vienen de casas dispersas que están a media hora, a una hora, a dos. Yo soy el maestro de los seis grados y cuando el tiempo permite que vengan todos son veintinueve los niños que aquí se juntan. Más que nada les enseño a leer y escribir y después les enseño a comprender lo que leen. Sabiendo esto, algún día podrán ser libres no sólo cuando cantan el himno y sabrán que ser pobres no es todo lo que se puede ser.
Señor Labruna, no vaya a tomar a mal lo que ahora paso a contarle: yo soy hincha de Boca, lo soy desde que tengo uso de razón y uso de pasión. Pero eso no me impide tener por usted mi más alta estima y admiración. Yo sé que usted es de River y jugará en River hasta el último minuto del último partido de su vida –quiera Dios que sea bien pasados los cuarenta años de su edad. Pero debo confesarle que soy un convencido que usted tiene todas las características de un jugador típicamente boquense. Usted no arruga jamás, usted es capaz de dar vuelta un resultado en los últimos cinco minutos del partido, usted no le tiene miedo a nada. A usted, señor Labruna, los insultos de la hinchada contraria lo hacen jugar mejor. Hace un año y dos meses, acercándose al alambrado donde estaba la vibrante hinchada bostera de mi Boca, usted, desafiante, simulando mal olor, se apretó la nariz con el índice y el pulgar. El coraje que tuvo para hacer eso en la mismísima cancha de Boca demuestra lo que le digo: usted es un típico jugador de Boca. Pero Dios tiene sus planes y designios y estableció, para siempre, que usted fuera para siempre jugador de River.
Señor Labruna: se preguntará usted cómo hago, tan fuera del mundo como estoy, para estar tan enterado del fútbol y de sus hazañas. Le cuento: todos los domingos, si el tiempo así lo permite, para escuchar los partidos bajo a caballo hasta San Salvador de Jujuy. Allí me espera un amigo que tiene una preciosa radio y una preciosa hermana. Usted no se imagina la felicidad que significa escuchar al maestro Fioravanti, es como ver los partidos. Ciertamente vale la pena cabalgar dos horas de ida y dos horas y media de vuelta.
Por esta vez, señor Labruna, no quiero quitarle más tiempo. Que esta primera carta sirva para testimoniarle mi grande admiración.
Reciba mi apretón de manos. Quiero decirle que si usted me contesta le daré suerte, aunque usted no la necesita.
Su seguro admirador,

Estupor Corcuera


Ésta fue la primera carta de Estupor Corcuera a Ángel Labruna. Sucedía en la Argentina y en el mundo el mes de Octubre de 1947. Después de esa carta, Corcuera, cada semana le escribió a Labruna. Siempre se las enviaba a la cancha de River, seguro de que las recibiría. En cada carta le contaba cosas menudas referidas a sus alumnos, a la escuelita de piedra, a algún temporal de nieve, a cierto caballo que se mancó, a lo difícil que es aprender a leer cuando no se está bien comido y bien abrigado. Todas las cartas Estupor Corcuera las cerraba con la misma frase: Quiero decirle, señor Labruna, que si usted me contesta, le daré suerte, aunque usted no la necesita.Labruna no contestaba. Y no por desgano; no le salía. Generalmente las leía una hora antes de los partidos. En 1951, cuatro años después de la primera, Labruna un domingo se encontró con que no había carta. En los dos domingos siguientes tampoco hubo. Lo que Labruna experimentó no se lo alcanzaba a explicar con palabras: sintió un vago malestar, sintió que realmente le faltaba algo. Y se dijo: soy un chambón, ¿cómo es posible que me haya pasado cuatro años sin contestarle a este hombre? Creyó que nunca más recibiría otra carta de aquel maestro desde el remoto norte, Jujuy adentro, pasando el Trópico de Capricornio, entre la quebrada de Humahuaca y el río Miraflores. Labruna no lo supo explicar a los demás pero estaba ganado por la tristeza. Pero el domingo siguiente se encontró con las cartas atrasadas, y la que correspondía a ese domingo. Corcuera le pedía disculpas, le decía que una especie de pulmonía le había impedido salir de su casita en el medio de la montaña. Pero ya estaba bien. Al final le reiteraba el saludo y la frase de siempre: Quiero decirle, señor Labruna, que si usted me contesta, le daré suerte, aunque usted no la necesita.
Como a los cinco años desde la primera carta un día Labruna decidió contestarle a Estupor Corcuera. Compró un block, sobres, y empezó por fin a responder. Después de la primera, de la segunda, a lo sumo de la tercera línea, se atascaba. Estrujaba la hoja y arrancaba con otra. Finalmente tiró al diablo el block y los sobres. Dijo esto no es para mí, escribiendo no hay caso conmigo, no entro al área ni por puta. Allí fue que Labruna se juró ir un día a la casita escuela donde vivía Estupor, allá, en la bella desolación, al norte del paraíso.
Y el día llegó después de una noche estrellada. Era lunes y Diciembre. El cielo estaba azul, sin nubes, inobjetable. Labruna cabalgó con un paisano que conocía de memoria aquellas eternidades. La última parte del cerro era una especie de cuesta y tuvo que hacerla solo y de a pie. Un trayecto de unos veinte minutos agravado por el paquetón que traía. Siguió una senda hecha por la costumbre. El paisano, para alentarlo en ese último tramo, le había dicho con cierto alarde literario:
–Aquí lo estaré esperando no bien pasen tres horas desde este minuto. Vea, amigo, vaya sin apuro, porque aquí el aire es mañoso. Siga por donde la senda de las piedras suaves se lo van diciendo. Abro comillas: El camino lleva al sol en los hombros. El camino no acaba de llegar. Cierro comillas. Hasta más luego.
Labruna hizo caso: empezó a subir la cuesta sin apuro. Notó enseguida que el aire le resultaba poco. Miró hacia atrás: el paisano ya se había borrado del paisaje. Allá, adelante, la escuelita de piedras estaba cerca pero demasiado lejos. Necesitó morder el aire; sí, porque le resultaba poco. Y ahí comprendió eso de que el camino no acaba de llegar. Sintió miedo, casi una ráfaga de terror. No quiso mirar hacia atrás de nuevo. Mirando nada más que las piedras suaves siguió avanzando. El ruido del silencio le golpeaba las sienes. No daba ya más. Sintió que se derrumbaba.
–¡Señor Labruna! ¡yo sabía que usted un día iba a venir por aquí!
Estupor Corcuera se adelantó y le dio un abrazo. Con el largo abrazo lo sostuvo. Labruna fue encontrando el aire y las palabras:
–Mucho gusto, Corcuera... encantado de conocerlo.
Estupor lo hizo pasar a la cálida penumbra de la casa que era escuela. Partió enseguida una cebolla al medio y le dijo que se la comiera. Labruna hizo caso. La cebolla lo resucitó. Terminó de encontrarse con el aire y empezó conversar de todo un poco con Corcuera. Lo primero que hizo fue entregarle el paquetón con algunos obsequios: cuadernos, cajas de colores, dos bolsitas con harina y una baraja.
Como a la media hora los dos maestros estaban jugando al truco.
Después comieron un locro de aroma emocionante que ya estaba en trámite desde la mañana. Brindaron con vino clarete.
Y se les pasó el rato tan rápido como se pasa la vida.
Cuando llegó el momento de bajar la cuesta, Estupor Corcuera le indicó a Labruna que lo siguiera. El maestro caminaba adelante, llevando bajo el brazo una de las dos pequeñas bolsas de harina con que fue obsequiado. Antes de iniciar el recorrido Labruna vio con extrañeza que Estupor le hacía varios agujeritos a la bolsa. Y ahora la bolsa iba dejando un reguero, un sendero de harina. Alarmado le avisó a Corcuera.
–No se preocupe, señor Labruna. Eso sí: usted vaya pisando por el caminito que va dejando la harina. Por favor le pido. Por favor.
Labruna sin preguntar hizo caso: caminó por el angosto sendero de la harina.
Al llegar al final de la cuesta se encontraron con el paisano que, puntual, ya estaba esperando. Labruna se animó a preguntarle a Corcuera algo que venía rumiando desde que llegó:
–Dígame, Estupor: ¿por qué en todas sus cartas dijo que me iba a dar suerte?
–Señor Labruna, ¿qué otra cosa le puede dar un pobre?
Se abrazaron fuerte, rápido. Ni a Corcuera ni a Labruna les quiso salir una sola palabra más. Sabían que se habían visto por primera vez, y por última vez.
Ya al galope, Labruna se dio vuelta y alcanzó a ver cómo el maestro estaba subiendo la cuesta. Iba poniendo y demorando sus pies, uno a uno, exactamente sobre las pisadas, una a una, que recién él dejó marcadas, en la harina.

(Este cuento pertenece al libro “DE FÚTBOL SOMOS”, de Rodolfo Braceli, editado por Editorial Sudamericana, en el año 2001. A Rodolfo y a la gente de Sudamericana mi eterno agradecimiento por la autorización para la publicación de este fantástico "Señor Labruna" que engalana "Los cuentos de la pelota")

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Jorge tiene una gran personalidad, podría jugar hasta en Irak, nene! (HÉCTOR "Bambino" VEIRA, y sus salidas siempre jocosas, en este caso opinando sobre Jorge Bermúdez, ex jugador de Boca Juniors y de la Selección Colombia)

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EL CICLÓN DEL BARRIO OBRERO - Cerro Porteño (Paraguay)


El 1º de Octubre de 1912, un grupo de amigos que se juntaba a jugar al fútbol cerca de la Capilla “San Juan”, en Asunción, Paraguay, decidieron fundar un club de barrio.
Entre ellos se encontraban los cuatro hijos de doña Susana de Núñez, una humilde madre de familia que habitualmente recibía a la barriada juvenil. Allí, aquel día, vio la luz Cerro Porteño, el “Club del Pueblo”.
En sus raíces quedaron inscriptos los conceptos básicos de Cerro: lucha y unión. Debe su nombre a la batalla librada entre las fuerzas porteñas (de Buenos Aires, Argentina) al mando del general Manuel Belgrano y el Ejército paraguayo, en las cercanías del entonces conocido como cerro Mbaé y Rombado (al sur del país, a escasos kilómetros de las orillas del río Paraná), el 19 de Enero de 1811, durante una de las invasiones del país vecino a suelo paraguayo.
Tras esa gesta, en la cual el invasor fue repelido por los paraguayos, ese sitio quedó bautizado como Cerro Porteño, denominación adoptada por los fundadores de la institución, frente a los cuales aparecía una mujer: doña Susana Núñez, quien a su vez fue inspiradora de los colores del club, que no son otra cosa que un signo de unión entre los paraguayos, representado por los distintivos de los dos partidos políticos tradicionales de nuestro país, a los que se agregó el color blanco (del pantalón oficial), para completar los colores de la enseña patria.
El apodo de Ciclón del Barrio Obrero nació en 1918, año en que debió disputar un desempate con Nacional. El primer juego terminó 2-2, el segundo 1-1 y en el tercero, Cerro perdía por 2-0 a los 40 del segundo tiempo. Sin embargo, en cinco minutos, lo dio vuelta, ganó 4-2 y se consagró campeón.
En ese mismo año, la Municipalidad de Asunción compró los terrenos que dieron origen al hoy populoso “Barrio Obrero”, cuando en 1931, debido a una gran crecida del río, la Junta Municipal autorizó la ubicación de numerosas familias damnificadas en el lugar, lo que fue realizado por el intendente Pedro Bruno Guggiari. Por esta razón, una ordenanza del 8 de Septiembre de 1933 le dio el nombre de Barrio “Intendente Guggiari”, en homenaje al Ex Intendente fallecido ese año. La venta de los lotes a sus ocupantes fue reglamentada en 1935 y es en este barrio donde se encuentran las instalaciones del club Cerro Porteño. Su estadio es conocido como “La olla azulgrana”.

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Me cuesta creer que todavía Paul pueda usarlos.

(VINNIE JONES y su opinión acerca de los atributos de Paul Gascoigne, luego de las "caricias" que le propinara al, por entonces, jugador del Newcastle)

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Algunos dirán que en fútbol sólo interesa ganar y otros, más cándidos, seguiremos pensando que si esto es un espectáculo también importa gustar.

(JORGE VALDANO y su defensa hacia un estilo de juego)

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