Ante los cambios realizados por Blogger, tiempo atrás, y que afectaron la plantilla de este blog hay textos largos que no se mostrarán totalmente. La solución a dicho inconveniente es hacer click en el título del artículo y así se logra que se muestre el resto de la entrada. Muchas gracias y disculpas por la molestia ocasionada.

La tragedia de Superga


En la entrada del viejo estadio de Filadelfia, donde jugó el Torino hasta la construcción del Comunale, hay un monumento que recuerda al mejor equipo de su historia, el "grande Toro" de la década de los años cuarenta. Se trata de la hélice de un viejo avión. Es de lo poco que se conserva de la aeronave que se estrelló en las afueras de Turín y que acabó con el mejor equipo que posiblemente ha dado Italia en toda su historia. Hoy, cuatro de Mayo, se cumplen sesenta años de aquella tragedia.

Hoy, como cada cuatro de Mayo, los fieles aficionados del Torino suben andando a la Basílica de Superga, situada a veinte kilómetros del centro de Turín, para rezar una oración junto a la lápida que recuerda que allí mismo se estrelló el avión que devolvía a casa al considerado mejor equipo de la historia de Italia. El Torino de los años cuarenta, que había conquistado cinco títulos de Liga de forma consecutiva, protagonizó una tragedia de la que el equipo "granota" no se ha recuperado.

El accidente conmocionó a la sociedad italiana que se estaba recuperando de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, ese conflicto impidió que el Torino hiciese más grande su palmarés. Ganaron el último título antes de que el calcio se paralizara durante tres años -que habrían caído en su saco- y volvieron a ganar los tres siguientes. En 1949 faltaban cuatro jornadas para conquistar el quinto scudetto consecutivo cuando tomaron un avión para jugar un amistoso en Lisboa contra el Benfica. Valentino Mazzola, el mejor jugador de aquel Torino -y padre de Sandro Mazzola, estrella del Inter de los setenta- había insistido en acudir al homenaje del capitán lisboeta José Ferreira.

El Benfica quería al mejor equipo de Europa en aquel encuentro y Mazzola, el jefe de aquel equipo, había convencido de los directivos. La fama de aquel equipo era descomunal. Con la llegada de Valentino Mazzola y Ezio Loik, que formaban la pareja de delanteros, el conjunto grana se había convertido en una máquina perfecta que todo el mundo quería ver de cerca.

El problema vino en el viaje de vuelta. Había tormenta sobre Turín y excesiva nubosidad. Cuentan que el piloto no tenía demasiada clara la maniobra y que fue la expedición del Torino la que insistía en aterrizar. Un error de navegación hizo el resto. El avión, un viejo Fiat G212CP (en la foto de abajo), se estampó contra la Basílica de Superga. La violencia del choque fue salvaje y murieron los treinta y tres ocupantes del avión (dieciocho futbolistas, directivos, técnicos, acompañantes y tres periodistas).


Para identificar a las víctimas fue llamado el seleccionador italiano, Vittorio Pozzo. Y es que la tragedia no sólo fue para Torino sino para la selección italiana. En aquel tiempo el once inicial de la "azzurra" estaba formado por el portero de la Juve y los diez jugadores de campo del Torino. La tragedia dejó a Italia sin sus opciones de ganar el campeonato del Mundo de Brasil al que, por temor al avión, viajaron en barco.

El duelo en Turín fue tremendo. Toda Italia lo siguió por televisión y más de medio millón de personas salió a la calle para asistir al cortejo fúnebre de los futbolistas. Sus ataúdes entraron en la catedral turinesa en orden, como salían al campo cada domingo mientras por la megafonía se anunciaban sus nombres. La escena, que figura en diversos documentales, estremece. Sauro Tomá, el único jugador que no viajó a Portugal por culpa de una lesión de menisco, quedó tocado para toda su vida. Y se salvó también Kubala. El húngaro jugaba en un equipo italiano y estaba en Lisboa de viaje con su mujer e hijo. Acordó con el Torino regresar en el mismo avión, pero su hijo se puso enfermo y fue ingresado en un hospital portugués por lo que Kubala retrasó el regreso y regateó así a la muerte.

El Torino no se resignó aunque nunca se recuperaría. Decidió acabar el campeonato de aquel año jugando con los juveniles. Lo mismo hicieron sus adversarios y los clubes, reunidos por la Federación, decidieron conceder el título de 1949 al Torino independientemente de los resultados de las últimas cuatro jornadas. Hoy, los incondicionales del "Toro" regresarán como cada 4 de Mayo a Superga.

Las víctimas del accidente

Jugadores: Valerio Bacigalupo, Aldo Ballarin, Dino Ballarin, Emile Bongiorni, Eusebio Castigliano, Rubens Fadini, Guglielmo Gabetto, Ruggero Grava, Giuseppe Grezar, Ezio Loik, Virgilio Maroso, Danilo Martelli, Valentino Mazzola, Romeo Menti, Piero Operto, Franco Ossola, Mario Rigamonti, Giulio Schubert.
Dirigentes: Arnaldo Agnisetta, Ippolito Civalleri.
Entrenadores: Egri Erbstein, Leslie Levesley.
Periodistas: Renato Casalbore, Renato Tosatti, Luigi Cavallero.


(artículo del periodista Juan Carlos Álvarez, publicado en el diario digital “Faro de Vigo” el 04/05/09)

seguir leyendo...


Los estadios de fútbol y sus administraciones son una vergüenza. Sitios sucios, peligrosos, donde la gente sólo acude por amor al deporte.

(editorial del diario inglés "Sunday Times" al día siguiente de la tragedia de Sheffield, en Abril de 1989, donde fallecieron 96 hinchas del Liverpool.
Como dato anecdótico, la victima más joven del desastre, Jon-Paul Gilhooley de 10 años,era primo de Steven Gerrard, y fue uno de los motivos por el que quiso hacerse futbolista y defender al Liverpool por todo el mundo)

seguir leyendo...

La tragedia que cambió el fútbol


El tiempo no ha logrado borrar de la memoria el horror de aquella tarde en Sheffield. 96 hinchas del Liverpool murieron por aplastamiento y asfixia en la tribuna oeste del campo de Hillsborough, en Sheffield. La tragedia significó el final de una época, el acta de defunción del fútbol como rito tribal de la clase obrera en Inglaterra y, en buena medida, en el resto de Europa.

De las consecuencias de aquel drama se deriva el perfil actual del fútbol: un espectáculo que se interpreta prioritariamente en términos económicos, propulsado por las grandes compañías de televisión, gestionado por magnates y arribistas, generador de un nuevo tipo de aficionado (el espectador virtual a través de la teletaquilla), aceptado como un colosal juguete por la sociedad actual. Por supuesto, el fútbol había perdido su inocencia en Heysel, donde murieron 39 hinchas de la Juve tras el brutal ataque de los hooligans del Liverpool. Fue su momento de máxima degradación, pero aquella tragedia repercutió principalmente sobre la conciencia del fútbol, a través de una perspectiva moral. El efecto de Hillsborough tiene otra naturaleza. Se relaciona con una mirada práctica, con el nacimiento de una nueva época que destierra viejos hábitos y alumbra un tiempo diferente.

El 15 de Abril de 1989, las hinchadas del Liverpool y el Nottingham Forest se dirigieron en masa hacia Sheffield, el lugar elegido por la Federación Inglesa para disputar la semifinal de Copa. El partido convocó a 25.000 aficionados de cada equipo, en su mayoría menores de 25 años. El escenario del partido era Hillsborough, un estadio construido en 1899 entre las callejas de una ciudad industrial. Un típico campo inglés: viejo, mal acondicionado, símbolo de un tiempo que llegaba a su fin. El tiempo del fútbol como gran bandera de las clases populares en Inglaterra.

Todo lo que podía ir mal aquel sábado de Abril, fue rematadamente mal. La tribuna oeste de Hillsborough, conocida como Leppings Lane, observaba todas las condiciones para convertirse en un matadero. Pequeña, seccionada por barras de hierro que actuaban a modo de rediles, precedida por escasos y angostos pasillos, rematada por una valla que impedía el acceso de los hinchas al terreno de juego.

A las 14.45, un cuarto de hora ante de comenzar el partido, la parte central del fondo se encontraba atestada de gente. Pero los seguidores del Liverpool continuaban entrando hacia ese sector de la tribuna. Algunos aficionados comenzaron a protestar a los agentes de policía por los primeros síntomas de aglomeración. Pero lo peor estaba por venir. A David Duckenfield, el superindente encargado de la seguridad, se le había designado en su puesto sólo 19 días antes. No contaba con experiencia alguna para manejar esa situación.

El partido comenzó a las 15 horas, pero las cámaras de la BBC dedicaban más atención a lo que sucedía en el fondo oeste que en el campo. Se hacía evidente la posibilidad de una catástrofe. Agolpados en el sector central de la tribuna, los seguidores del Liverpool pedían a los agentes que cerraran las puertas de acceso. Fuera del estadio, un número insuficiente de policías no conseguía detener a la marea humana que se dirigía desde el callejón de Lepping a las puertas de entrada del fondo oeste, atestadas de hinchas, unos con entradas, otros sin ellas. Dentro y fuera del estadio, reinaba la confusión y el pánico.

En los dos primeros minutos del encuentro, el Nottingham lanzó dos saques de esquina. Algo terrible debía suceder: algunos espectadores saltaron las vallas y entraron en el campo. Querían detener el juego. "Ahí dentro está muriendo nuestra gente", le dijo un aficionado a Alan Hansen, capitán del Liverpool. Pero el juego continuó, mientras cerca de 2.000 hinchas pugnaban por acceder al fondo oeste.

Un policía solicitó al superintendente Duckenfield el permiso para abrir una de las puertas. Duckenfield, que luego aseguró que la puerta fue derribada por los hinchas, dio el permiso para abrirla. La gente entró en tropel, aplastando, derribando, asfixiando. La tragedia era irremediable. Sin embargo, la policía se negó a abrir las portezuelas que daban acceso desde las vallas al terreno de juego. Se sentían más preocupados por impedir la invasión del terreno de juego que por aliviar el drama de la muchedumbre atrapada en el matadero.

El partido terminó en el minuto siete, instantes después de un tiro al palo de Peter Beardsley. En el otro fondo del campo, la tragedia se había consumado. Las cámaras de televisión recogían la espantosa escena de cientos de hinchas luchando con desesperación por sus vidas. 96 personas no lo consiguieron. Se habló de la responsabilidad de los hoolingans, pero el desastre se consumó sobre todo por la incompetencia de la policía, por las deficientes condiciones del estadio, por el descontrol que presidió los acontecimientos de aquella tarde mortífera.

El juez Peter Taylor fue designado por el gobierno para investigar la tragedia, dirimir responsabilidades y elaborar un informe decisorio. En sus conclusiones, el juez Taylor propuso un nuevo escenario para el fútbol, en la confianza de evitar tragedias como las de Hillsborough. El gobierno asumió las directrices del informe, destinado a cambiar el destino del fútbol en el Reino Unido y, por extensión, en el resto de Europa.

Se eliminaron las vallas, se obligó a los clubes a disponer en los campos sólo de localidades de asiento, se instruyeron todas las medidas para convertir los estadios en lugares seguros y confortables. Fue el final del fútbol como una ceremonia tribal destinada a satisfacer el ocio de la clase obrera. Así había ocurrido desde el siglo XIX. A finales del XX, el fútbol es otra cosa. Es el tiempo del dinero, del comercio, de la televisión, del espectador virtual que no ocupa su asiento en el campo, sino en el sofä de su salón. Es el fútbol que nació de la tragedia de Hillsborough.

(artículo de Santiago Segurota publicado en el diario “El País” de España del 15/04/1999)


seguir leyendo...


El diario sensacionalista The Sun señaló a los culpables de la tragedia de Hillsborough. Bajo el título "La verdad" (The truth) y siguiendo testimonios de los responsables policiales, acusó a hinchas reds de robar a los muertos y orinarse encima, así como de golpear a agentes y sanitarios, además de generar el problema por estar borrachos. Ni un solo fallecido dio positivo por alcohol en las autopsias. En Liverpool todavía se toman represalias contra The Sun y su ofensa.
Según las evidencias recogidas por el juez Taylor en sus investigaciones, la negligencia policial fue manifiesta. El responsable del operativo se empeñó en meter a 3.000 hinchas en una zona para 1.600 para evitar incidentes en el exterior, sólo se habilitaron dos puertas y, cuando ya había decenas de cadáveres y el partido estaba suspendido, el inexperto oficial al mando pidió permiso al superintendente Duckenfield para abrir las salidas de emergencia y dejar que la gente escapara por el césped. Le fue negado.
Dos hipótesis afectan al trabajo de Duckenfield. "Si vio morir a los chicos y no hizo nada, no es humano", justifican los voluntarios de la campaña para la justicia. Y, "si no vio a la gente morir a través del televisor, ¿dónde estaba?". En Liverpool juran que, tarde o temprano, se hará justicia y alguien pagará por sus 96 muertos, que nunca caminarán solos.

seguir leyendo...


De no haber sido futbolista, habría estado allí, animando al Liverpool. Durante seis meses no pude volver a pisar un campo. Tenía amigos en la grada y no pude hacer nada por salvarles. Aún me cuesta hablar de aquello. Vuelven a mí imágenes terribles. Todos se merecen justicia. Tarde o temprano, se sabrá la verdad.

(JOHN ALDRIDGE, ex jugador del Liverpool, quien vivió desde el césped el infierno del 15 de Abril de 1989 en Hillsborough)

seguir leyendo...