Ante los cambios realizados por Blogger, tiempo atrás, y que afectaron la plantilla de este blog hay textos largos que no se mostrarán totalmente. La solución a dicho inconveniente es hacer click en el título del artículo y así se logra que se muestre el resto de la entrada. Muchas gracias y disculpas por la molestia ocasionada.

Gloria maldita (José Antonio Fernández - España)


El estadio quedó vacío tras el partido, aunque los focos aún iluminaban el césped. Meditabundo, Oldrych Nejedly contemplaba el escenario con las manos en los bolsillos del pantalón, con ese mal sabor de boca que imprime la derrota; para él era aun peor, había fallado una pena máxima en el último suspiro del encuentro.

Todos confiaban en él; sin embargo erró el disparo y la luz se convirtió en tinieblas, ése es el precio que tiene pagar el lanzador, que en las botas tiene por un momento la gloria y el fracaso, en un segundo que parece eterno.

Italia, 1934. Llegó con la esperanza de ganar el campeonato, como todos, pero su equipo comenzó a ganarse el respeto de los demás en el primer partido cuando ganaron a Rumanía por 2 goles a 1, marcados por él mismo y por su compañero Puc.

Así comenzó Checoslovaquia su andadura por el mundial de ese año, pero además del poder futbolístico de los azzurri tendrían en contra el poder del Duce. Mussolini, amén de organizar el torneo superando obstáculos burocráticos de forma polémica, quería ganarlo a toda costa, por lo que utilizó todo ese poder.

Mientras tanto el equipo checoslovaco seguía avanzando y se encontraba ya en cuartos de final. Enfrentándose a Suiza y venciendo por 3 goles a 2 pasaron a la siguiente ronda donde les esperaba Alemania. En ese momento pensó Nejedly que el sueño había llegado a su fin, pues era de esperar que los alemanes ganaran el partido, pero su espíritu era fuerte y no se dio por vencido, al igual que sus compañeros, la gran final estaba ahí, a la vuelta de la esquina, el sueño de todo jugador: abrazar la gloria por un momento, escribir una página en la historia.

Nejedly lo sabía, infundió ánimos a su equipo y Alemania sucumbió; tres goles suyos catapultaron a su equipo a la gran final, el momento soñado. Y llegó el gran día, sólo tenían que salvar un escollo más y el trofeo más preciado sería para ellos, pero se enfrentaban al país anfitrión: Italia. Combi, Alemandi, Bertolini, Meazza, Orsi... la squadra azzurra.

En el Olímpico de Roma no cabía un alfiler. Mussolini presidía el encuentro como un emperador romano que espera en el Coliseo la salida de los gladiadores para levantar o bajar el pulgar según le plazca.

Mientras, en el vestuario, el seleccionador checo se sube en uno de los bancos y se dirige a los jugadores. Parece que les va a dar las órdenes pertinentes e infundirles ánimo para ganar el encuentro, pero no, se saca un papel del bolsillo y lo lee. Abatidos, algunos lloran, otros se sientan cabizbajos, pero deben salir al terreno y afrontar el partido.

Nejedly mira alrededor cuando salta al terreno, el ruido es ensordecedor, una banda de música se prepara, los equipos se sitúan y suenan los himnos. Cuando suena el de Italia la multitud lo entona al unísono y estalla en un clamor cuando éste acaba. El partido comienza, los checos no parecen los mismos de encuentros anteriores; Nejedly pierde el balón con facilidad y falla ocasiones inexplicablemente.

A pocos minutos del final, Puc marca para Checoslovaquia pero extrañamente apenas lo celebran, el Olímpico de Roma enmudece, los jugadores se miran unos a otros, se reanuda el juego y en poco tiempo marca Orsi para Italia y poco después Schiavio, en una gran jugada, le da la vuelta al marcador.

Pero a un minuto del final Nejedly se interna en el área y Allemandi le derriba, el árbitro decreta pena máxima. El estadio vuelve a enmudecer. Nejedly coloca el balón en el punto de penalti, mira detenidamente al portero; luego gira la cabeza y contempla la tribuna donde Mussolini aguanta la respiración debajo de su rostro pétreo -en realidad parece que todo el mundo aguanta la respiración-.

Vuelve a mirar a la portería, toma carrerilla y lanza: el balón roza el poste izquierdo y sale por la línea de fondo. El Olímpico vuelve a estallar, Mussolini se levanta como un resorte, el árbitro pita el final del partido y todo es un clamor. Italia es campeón del mundo.

Cincuenta años más tarde, Nejedly, sentado en un butacón de su casa el día de Navidad, el día de su cumpleaños, observa el recorte de periódico donde puede verse su foto después del partido mirando hacia la portería donde erró el penalti, cabizbajo, con las manos en los bolsillos. Extrajo un papel semiarrugado del interior de un libro y volvió a leerlo:

“Les recuerdo con esta misiva que si ganan este partido, los jugadores de la selección italiana serán fusilados al amanecer dentro del terreno de juego.

Benito Mussolini

Ese mismo año el escritor checo Milan Kundera publica su obra “La insoportable levedad del ser”. En ese libro Nejedly guardaba el papel entre unas páginas donde había subrayado este texto: “La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes”.

seguir leyendo...

La final con prórroga

0

La final del Campeonato Mundial de fútbol de 1934 fue la primera que necesitó de una prórroga para designar al nuevo campeón. A partir de entonces, este hecho se produciría más de una vez, pero pocas finales han sido tan duramente disputadas como la que sostuvieron Italia y Checoslovaquia el 10 de Junio de 1934. En aquella jornada se abatía sobre Roma una ola de calor que llevó los termómetros a temperaturas superiores a los 30 grados. Con todo, el ambiente era, si se permite la expresión, mucho más "caliente" todavía.

Cabe recordar que en 1934 Italia vivía aún la etapa expansiva de su nacionalismo, fomentado por el Gobierno fascista de Mussolini, que seguía alimentando sueños imperiales. Toda forma de afirmación -política, social, etc.- era explotada por el Gobierno, y el deporte no podía ser una excepción. Mussolini había seguido personalmente el desarrollo de aquel campeonato, organizado con gran fasto y solemnidad. La victoria de Italia, de la legendaria squadra azzurra, debía ser el lógico colofón apoteósico de la celebración.

El camino a la final no resultó sencillo: después de arrollar a los modestos amateurs norteamericanos por 7-1, Italia se enfrentó en cuartos de final a España, a la que venció por el tanteo mínimo de 1-0 en el partido de desempate, ya que en el primero se había empatado a un gol. Gianni Brera, el gran periodista italiano, no tuvo inconveniente en reconocer años más tarde la ilegalidad del gol italiano que obligó al desempate: "El empate se produjo casi al término del tiempo reglamentario: lo marcó Ferrari, mientras Schiavio sujetaba a Zamora y el arbitro fingió no verlo". Siete jugadores lesionados en el bando español y cuatro en el italiano no pudieron participar en el desempate, donde los italianos ganaron merced a un gol de Meazza a los 12 minutos de juego y se dedicaron a defender ardorosamente su exigua ventaja.

En la semifinal, dos días después, Italia ganó de forma similar con un gol del argentino nacionalizado Guaita a los 18 minutos; a partir de aquí, cerrada defensa y victoria por el mínimo tanteo. Con anterioridad, Checoslovaquia había vencido a Alemania por 3-1, impidiendo así la final Italia-Alemania soñada por Mussolini y Hitler.

Mussolini estaba, aquel 10 de Junio, en el palco de honor. Lo peor había pasado, pues se creía que Checoslovaquia no sería enemigo de consideración en la final, a pesar de contar en la portería con el famoso Planicka, un portero excepcional. Pero los checos no querían ser víctimas propiciatorias: con su típico juego lento y pausado, tejieron una "tela de araña" en el centro del campo, que envolvió a los italianos, los cuales, agotados por el esfuerzo de los días precedentes, se veían incapaces de imponer su propio ritmo de juego, mucho más vivo y dinámico.

Un silencio sepulcral se produjo en el estadio cuando, a los 26 minutos de la segunda parte, los checos se adelantaron en el marcador gracias a un error del guardameta italiano, que se lanzó tarde y mal a atajar un disparo, sin aparente peligro, del extremo Puc. A los 32 minutos, un disparo del delantero centro checo dio en el poste. Fue la jugada decisiva: el balón rebotado lo recogió un jugador italiano, que lanzó en profundidad a Orsi, otro ítalo-argentino nacionalizado, el cual alojó el balón en las redes. De un posible 2-0 para Checoslovaquia, a diez minutos del final, se había pasado al empate a uno.

En la prórroga, y a pesar de su agotamiento, los italianos sacaron fuerzas de flaqueza, y Schiavio, en el minuto cinco, marcó el gol de la victoria. El jugador sufrió un desvanecimiento a causa de la fatiga y de la emoción. Tras el encuentro, Mussolini saludó personalmente a los jugadores, y el seleccionador italiano Vittorio Pozzo manifestó que "las razones de la victoria italiana se encuentran en la atmósfera creada por el fascismo alrededor de todo el equipo".

El fútbol italiano iniciaba así una etapa de gloria, que le llevaría a revalidar su título mundial cuatro años después, siempre a las órdenes de Vittorio Pozzo. Este extraordinario preparador se retiró en 1948, cuando el equipo olímpico italiano fue batido por Dinamarca por 5-3. Su palmarés incluía 60 victorias, 16 empates y sólo 13 derrotas; Pozzo, sospechoso de haber colaborado generosamente con el fascismo, fue despedido sin homenajes de ningún tipo y con el único regalo de un pequeño apartamento en Roma, a unos centenares de metros del estadio donde su selección había conquistado su primera Copa del Mundo.

save

seguir leyendo...


La jornada del 3 de Febrero de 1979 no es cualquier otra en la historia de Belgrano de Córdoba. Ese sábado, el Pirata cordobés se dio el lujo de derrotar en el "Gigante de Alberdi" al campeón de Europa (en la foto, posando en el estadio cordobés).
La selección de Checoslovaquia venía de consagrarse como el mejor en la Eurocopa de Yugoslavia 1976, dejando atrás a la Holanda de Cruyff en semifinales y a Alemania Federal en el cotejo decisivo.
Llegó a La Docta con la mayoría de sus figuras (se destacaban el goleador Zdenek Nehoda y el defensor Anton Ondrus), en busca de la puesta a punto para afrontar el campeonato europeo de Italia 1980, donde defendería el título y en el que finalizó en tercer lugar.
Todo hacía presumir que le ganarían al elenco argentino, sobre todo cuando a los 12 minutos ya llevaban una ventaja de 2 a 0. Sin embargo, Belgrano remontó de forma heroica el encuentro y con un gol de Eduardo Carranza y dos de Enrique Viller se llevó la victoria.

seguir leyendo...


Italia y Checoslovaquia disputaron la final el día 10 de Junio de 1934 en el estadio del Partido Nacional Fascista, en Roma, ante 55.000 espectadores. El saludo del trío arbitral (foto) ya daba cuenta en los prolegómenos del encuentro de que Il Duce se había asegurado de que Italia vencería el partido y se haría con el Mundial.
Pese a todo, Mussolini también se había encargado la noche anterior de recordarle a los jugadores y a su entrenador, Vittorio Pozzo, que el partido ante Checoslovaquia debía ser para ellos una cuestión de vida o muerte. Literalmente, las palabras fueron: “Señores, si los checos son correctos, nosotros somos correctos. Eso ante todo. Pero si nos quieren ganar de prepotentes, el italiano debe dar un golpe y el adversario caer… Buena suerte para mañana señores. Ganen, o si no… crash -corte de cabeza-”.
El partido llegó con empate a cero al descanso. Cuentan que un emisario de Mussolini le recordó al técnico italiano la consigna del dictador, con una breve nota: “Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si fracasa”. Los jugadores italianos tenían claro que cualquier método era lícito para ganar y conservar la vida.
A falta de 20 minutos para la finalización del tiempo reglamentario, Puc adelantó a los checoslovacos. Orsi empató en el minuto 81 y el partido llegó a la prórroga. Exhaustos por los esfuerzos de los días anteriores, los italianos no podían con sus rivales. Meazza se desmayó, pero como por aquel entonces no se podían hacer cambios, tuvo que volver al terreno de juego. Suyo fue el pase de la victoria, que Schiavio transformó en gol.
Italia se proclamó Campeona del Mundo, y sus jugadores se convirtieron en héroes de la Patria. Mussolini ordenó que fueran recompensados con 20.000 liras cada uno, y se les otorgó la distinción de “Comendadores al Mérito Deportivo”. Sin embargo, su máxima satisfacción no fue vencer por Italia, fue salvar la propia vida.

(tomado del blog “Deportexpress”)

seguir leyendo...

Una final con handicap


En 1962, Pelé era la figura indiscutible del fútbol mundial; su fama había atravesado todas las fronteras. De ahí que en el Campeonato del Mundo se aguardara con expectación su presencia como auténtico conductor del equipo brasileño. Desde hacía cuatro años la selección apenas se había renovado. Aún jugaban los laterales Djalma y Nilton Santos, de 37 y 36 años, respectivamente, aunque la franja central de la defensa la cubrían ahora Zoísmo y Mauro, menos seguros, por otra parte, que Bellini y Orlando. Afortunadamente, en la portería estaba, mejor que nunca, Gilmar.

El centro del campo había variado poco. Seguían firmes Zito y Didí, éste después de haber pasado, con poca fortuna, por el Real Madrid.

Tampoco se había modificado la línea atacante, con Garrincha, Vavá (38 años), Pelé y Zagallo. La táctica brasileña se había hecho más conservadora a medida que la veteranía de sus astros obligaba a éstos a jugar con mayores precauciones. De esta forma Zagalo se convertía prácticamente en un tercer centrocampista y Pelé tenía libertad de acción para moverse por toda la franja izquierda del campo.

No obstante, la presencia de Pelé en el Campeonato resultó lamentablemente corta. En el segundo partido, contra Checoslovaquia, quedó fuera de combate por una grave lesión en la ingle.

El nerviosismo y la inquietud se apoderaron de los brasileños, que tuvieron enormes dificultades para batir a España por 2-1 en el último partido de la fase eliminatoria, y ello gracias a dos goles de Amarildo, el sustituto de Pelé. Este joven jugador, desconocido fuera de su país, vino a ser la estrella y la tabla de saltación de su equipo. Menos completo que Pelé, Amarildo poseía, en cambio, un innato sentido del gol.

Brasil llegó a la gran final para encontrarse de nuevo con Checoslovaquia, que había eliminado en semifinales a Yugoslavia por 3 a 1.

En tanto, la 'canarinha' se había librado de Chile por 4 a 2, con dos goles de Garrincha y otros dos de Vavá. Amarildo parecía haber perdido el espectacular toque de su primer partido frente a España.

La final fue poco espectacular y muy diferente de la celebrada en Estocolmo cuatro años antes. Brasil se basaba en la experiencia y el contragolpe, igual que Checoslovaquia, que había dado la sorpresa llegando a la final con una formación no menos veterana (29 años de promedio, el más elevado después de Brasil). El soviético Latuchev fue el encargado de dirigir el partido.

Lo mismo que en Estocolmo, Brasil empezó perdiendo. A los 15 minutos, Masopust, el potente centrocampista checo, abrió el marcador. Casi inmediatamente, empató Brasil por medio de Amarildo, que había recobrado su dinamismo. Pero en esta ocasión las cosas no se veían tan cómodas; la lucha era tremenda en el centro del campo.

El primer tiempo finalizó, pues, con empate a uno. Esta situación se mantuvo hasta el minuto 70 de juego, en que Zito, el veterano medio volante, puso por delante a Brasil, que podía aplicar de esta forma su táctica de contención y contragolpe.

Zagallo se retrasó ostensiblemente para sostener a sus compañeros centrocampistas, mientras que los diabólicos regates de Garrincha obligaban a la defensa checa a vigilar sus puestos. A un cuarto de hora del final los checos se lanzaron al ataque, y poco después, en un fallo del portero checo Schroif, Vavá redondeó el triunfo brasileño.

Era el final de una época. Vavá, Didí, Garrincha, Nilton y Djalma Santos..., todos estaban en el crepúsculo de su carrera. Pasarían ocho años antes de que Brasil saboreara de nuevo las mieles de la victoria. Un solo superviviente. Pelé, culminaría en México su fabulosa carrera deportiva.

seguir leyendo...



Ví el equipo reserva de Brasil enfrentar a los checos y no querría encontrame con los titulares.

(ALDO OLIVIERI, arquero de Italia en el Mundial de 1938)

seguir leyendo...


¿Cómo fue la experiencia en República Checa?

Fue muy linda, con un fútbol y costumbres muy diferentes a los nuestros. Desde lo fútbolístico fue un paso importante, me fui a sumar experiencia en la Primera División. Jugué la Copa de la UEFA, la Premier de la Champions League, salí campeón con el Sparta Praga y dos veces con el Slovan Liberec. Fue una experiencia muy positiva.

¿Fue difícil tomar en su momento la decisión de irse a un lugar tan recóndito para un argentino?

No tanto. Cuando llegó el ofrecimiento para irme a la Primera División del fútbol checo era muy joven y me pareció interesante probar suerte en Europa, como un paso previo a otros equipos más importantes. De hecho, después de cuatro años en República Checa me fui a Italia y estuve en clubes del ascenso (Cl y C2) donde tuve varias opciones para pasar a equipos grandes de Alemania, Austria y España, cosa que no se dio en aquel momento. Después decidí, por cuestiones familiares, volverme a la Argentina.

¿Te quedó algún objetivo pendiente por cumplir en Europa?

No, no me puedo quejar, pasé nueve años muy lindos. Quizás de lo único que me privé fue de jugar en el alto nivel del fútbol italiano. Pero sucede que llegué allí con 28 años y, según la idiosincrasia de ese país, si un jugador no hizo toda la carrera, desde joven, en Primera, se te cierran muchas puertas. De todas maneras, los años jugados en los clubes "chicos" de Italia fueron de un gran crecimiento, desde lo personal y lo deportivo.

(LEANDRO LÁZZARO, goleador de Estudiantes de La Plata, contando sus experiencias en Europa en la revista de la Asociación del Fútbol Argentino de Octubre de 2007)

seguir leyendo...



En el fútbol soy de la misma opinión que Iván Lendl en tenis: si quieres un amigo, cómprate un perro.

(MARCO VAN BASTEN, ex jugador holandés)

seguir leyendo...


El fútbol, es un pensamiento que se juega, y más con la cabeza que con los pies. Tal vez los jugadores tengan la hermosura y la tragedia de las mariposas, que vuelan tan, tan alto y tan bello pero que jamás pueden apreciar y admirarse en la belleza de su vuelo.

(MILAN KUNDERA, novelista, poeta, dramaturgo y escritor checoslovaco)

seguir leyendo...