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Football (Monika Dryl - Polonia)

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El fútbol es como el ajedrez pero sin dados.

(LUKAS PODOLSKI, internacional alemán de origen polaco, al diario ‘Der Spiegel’)

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Está en un momento mágico. Es capaz de curar a un enfermo sólo con tocarlo.

(ZBIGNIEW BONIEK, ex internacional polaco, refiriéndose al goleador de Italia en el Mundial de 1990)

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Pasión por el fútbol (Ryszard Kapuscinski - Polonia)


En su libro "El Imperio", el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, cuenta que en visita a un pueblo minero en Siberia, llega a la casa de un obrero, Yevgueni Alekséievich, con quien conversa acerca de la situación laboral y de la rigurosa vida que se lleva en esa apartada región de la ex Unión Soviética. Luego, mientras esperan que llegue la hora para reunirse con otros trabajadores, sucede lo que Kapuscinski cuenta de la siguiente manera: "Al cabo de poco rato empezaron a venir vecinos y la habitación de Mijaíl Mijáilovich se hizo pequeña. Yevgueni Alekséievich encendió el televisor, en color, que estaba sobre el aparador. La enorme caja granate oscuro rugió con tanta amenaza que parecía que se iba a erizar de un momento a otro. El Dinamo contra el Spartak, me aclaró en voz baja Yevgueni Alekséievich, sólo a mí, pues los demás hacía tiempo que lo sabían.
Clavé la vista en una pantalla que no transmitía ninguna imagen. Su cóncava curvatura de cristal la recorrían con frenesí y en todos los sentidos miles de chispas de todos los colores. El televisor estaba estropeado, y si una tele se estropea en el Komsomolski Posiólok, no hay manera de arreglarla.
Nunca había visto nada semejante. Una veintena de hombres con la vista clavada en una pantalla centelleante que cada dos por tres despedía columnas de chispas, como las que se levantan sobre el fuego cuando alguien le echa una rama de pino seco. Motas, rayos y granos de luz bailaban, latían y chisporroteaban como un febril y etéreo espejismo. Qué riqueza de formas de luz, qué pantomima tan alocada e incansable. Todo aquel fulgor se me antojaba delirante e ilógico, pero no tenía razón. Un orden perfecto gobernaba los movimientos de aquellas partículas multicolores, sus vertiginosas carreras y sus súbitos cambios de dirección. En determinados momentos el lado izquierdo de la pantalla empezaba a despedir un chisporroteo rojo que vibraba, ondeaba y corría de un lado para otro, y, de repente, la habitación se llenaba de un grito: ¡Goool! ¡El Dinamo ha metido un gol! ¿Cómo sabes que lo ha metido?, pregunté, perplejo, a Yevgueni Alekséievich, tanto más cuando en la tele tampoco funcionaba el sonido. ¿Cómo no lo voy a saber?, me contestó con gran asombro, ¡todo el mundo sabe que el Dinamo lleva camisetas rojas!
Al cabo de un tiempo en el extremo opuesto de la pantalla se producía una concentración de azul (el color del Spartak) y la habitación gemía: ¡Han igualado el marcador (puesto que los reunidos eran hinchas del equipo del Dinamo).
Durante la media parte las chispas se habían calmado, incluso se habían quedado inmóviles, dispuestas ordenadamente en toda la superficie de la pantalla, para, más tarde, volver a lanzarse a hacer nuevas piruetas y locuras, pero se nos había hecho tarde y tuvimos que dejarlas para acudir a la reunión.

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El 30 de Junio de 1998, Argentina e Inglaterra protagonizaban uno de los partidos más reñidos de la Copa Mundial de Fútbol que se disputaba en Francia.
Casi 2.000 kilómetros al este, específicamente en la ciudad de Szdlowiec en Polonia, el fiscal Narek Kopaczen veía en el sillón de su casa el juego, tal como otros cientos de millones de personas en el mundo entero.
Javier Zanetti Inglaterra estaba ganando hasta el minuto 90 de juego, cuando el árbitro dispuso un tiro libre para Argentina. De forma dramática, el centrocampista Javier Zanetti marcó un espectacular gol que prolongó el partido a tiempo extra.
El fiscal Kopaczen no quería perderse la prórroga y decidió quedarse un rato más en su casa antes de sacar a pasear a su perro, y llevar su auto a la estación de policía para resguardarlo de los enemigos que tenía, en una rutina que practicaba todos los días a las 10 de la noche.
En Francia, argentinos e ingleses reiniciaron el partido en tiempo suplementario...
Instantes después, auto del fiscal explotó en la calle.
Kopaczen salió de su casa a averiguar qué había pasado. Cuando vio su coche en llamas no podía creerlo: por quedarse a ver el fútbol salvó la vida.
El fiscal perseguía a una banda que se dedicaba al chantaje y la extorsión, siendo sujeto de constantes amenazas. Días antes del atentado el techo de su vehículo fue destrozado, obligándolo a recurrir a la policía para cuidarlo. Era evidente que los plagiarios le habían hecho un seguimiento de sus costumbres, como la de salir de casa todos los días a las 10 de la noche. La bomba activada por reloj, estalló justo a esa hora.
Seis años después, cuando el caso pasó a ser parte del pasado, Kopaczen le envió a Zanetti una carta de agradecimiento por el gol que había convertido. El futbolista, que no sabía nada del asunto, manifestó su deseo de conocer a la persona que inconscientemente salvó.

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