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Gracias Señor!

(Frase publicada en el blog del jugador del Inter Marco Materazzi, tras las declaraciones de Zinedine Zidane quien había dicho que antes de pedirle disculpas al italiano por el cabezazo que le dio en la final del Mundial 2006, prefería morirse)

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Bilardo y el "Bambino" Veira en dudoso estado

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Los únicos que quieren que Ponzio vaya al Mundial, son la madre y el padre.

(HORACIO PAGANI, periodista deportivo argentino, en el programa “Estudio fútbol” que se emite diariamente por el canal TyC Sports, cuando se barajaba el nombre del jugador del Real Zaragoza para integrar el seleccionado nacional en Alemania 2006)

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Toda esta historia de David y Goliat no existe. Es un truco de Hiddink. Es muy astuto.

(MARCELLO LIPPI, entrenador de Italia, descreyendo sobre la superioridad que tendría la ‘azzurra’ ante Australia en el Mundial 2006)

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La verdad es que éstas pelotas van al ángulo o a la tribuna.

(MAXIMILIANO RODRÍGUEZ, autor del gol de la victoria argentina ante México en Alemania 2006)

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¿Cómo viviste dentro de la cancha la final del último Mundial, con la famosa expulsión de Zidane?

Se ha hablado mucho de esa final, pero puedo entender la reacción de Zizou porque él es un creador y, a veces, la gente quiere destruirlo. Además, en el fútbol ganan o pierden los 23 integrantes del plantel.

¿Te diste cuenta en el momento de lo que había pasado?

No, para nada. Y tampoco quería hablar de eso después, en el vestuario. Con Zidane hemos ganado un montón de cosas. Ganamos y perdimos juntos. Es duro perder, pero hemos hecho un gran Mundial. Creo que se esperaba más de Francia en 2002 que en 2006. Pero el fútbol es un deporte muy raro, ¿no?

(THIERRY HENRY, futbolista francés, en la revista argentina "Viva" del domingo 27/07/08)

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Shilla, el central izquierdo, juega en el Asante Kotoko, en Ghana, y nunca había participado en una competición grande. Tengo miedo de que se quede parado mirando que bien juegan Ronaldo o Ronaldinho y pensando a quién le va a pedir el autógrafo y la camiseta.

(RADOMIR DUJKOVIC, entrenador serbio, a cargo de la selección de Ghana en el Mundial de Alemania 2006, opinando antes de enfrentar a Brasil quien los venció con un cómodo 3-0)

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¿Una tarjeta? ¡Me la como! Me tiene sin cuidado, jugaré mi partido y lo daré todo, como siempre. Si al final me la enseñan, mala suerte, pero intentaré que no me influya.

(GENNARO GATTUSO, centrocampista de Italia, opinando antes de la final del Mundial 2006)

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Vi el partido de España ante Ucrania. Y lo volví a ver. Y lo ví otra vez... No he parado de verlo. Todos mis jugadores han visto el partido. Y estamos avisados.

(ROGER LEMERRE, seleccionador de Túnez, equipo que perdió con España 3-1 en el Mundial 2006... a pesar de estar avisados)

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Es inteligentísimo a pesar de su elevada estatura.

(MARIO BARDANCA, comentarista deportivo uruguayo, y una frase para el recuerdo en el partido Italia-Australia del Mundial 2006, opinando sobre el delantero azzurro Luca Toni)

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Cuando yo jugaba al fútbol, siempre era ariete, por convicción y por pasión. Mi posición preferida era delantero centro, muy cerca de la portería rival. El puesto de defensa, central o líbero no era para mí. Había otros con más talento y condiciones que yo. Esto era así sobre todo en un caso concreto. Me refiero a Franz Beckenbauer, quien, como futbolista, contaba con tal talento y habilidad que aún hoy personaliza al líbero perfecto. Franz Beckenbauer era un jugador excepcional, que imprimió su huella en el fútbol durante sus años como profesional. Entendió de una forma distinta este deporte que tantas pasiones despierta en todo el mundo. Beckenbauer dio una nueva dimensión al número 5 y, a partir del líbero clásico, inventó el líbero creador, que interviene de forma activa en el juego ofensivo de su equipo.
Sin duda, Franz Beckenbauer fue en el fútbol un reformador, por decirlo así. Estoy seguro de que, sin su contribución, habría resultado muy difícil traer la Copa Mundial de la FIFA 2006 a Alemania. Fue campeón del mundo como jugador en 1974, campeón del mundo como entrenador en 1990 y el máximo responsable de la organización de la Copa Mundial en 2006.


(GERHARD SCHRÖDER, ex canciller alemán, opinando sobre Franz Beckenbauer)

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Tampoco es noticia que Ronaldo juegue mal. Bien, lo que se dice bien, ha jugado pocos partidos con la amarelha.

(TOSTAO, ex jugador brasileño, "pegándole" en Junio de 2006 al máximo goleador de los Mundiales)

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¿Cómo vivió la eliminación?

Tal vez esa noche fue la más triste de mi vida. Lloré bastante, solo en mi cuarto. Tuve la suerte de que los jugadores estuvieron en mi cuarto porque yo quería reunirme con ellos y les hablé, y después tuve la visita de varios de ellos jugadores muy importantes, con mucha trayectoria- para pedirme que no los dejara, que siguiera. Ese para mí es el mayor elogio que puedo recibir. Pero el dolor me sigue y me seguirá por mucho tiempo.

(JORGE FOSSATI, ex entrenador de la Selección de Uruguay, manifestando el 23 de Diciembre de 2005 su desazón por la no clasificación de Uruguay al Mundial de 2006)

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Ha primado llevar a un futbolista que lo único que ha hecho este año es dar una hostia a Messi.

(BERND SCHUSTER, sobre la convocatoria de Assier del Horno a la selección española, previo al Mundial de Alemania, en Mayo de 2006)

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Si Ronaldo está gordo, yo soy obesa.

(RAICA OLIVEIRA, modelo brasileña -55 kilos de peso-, opinando días antes del inicio del Mundial 2006 acerca de quien por entoces era su novio)

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Entrevista a Wolfgang Overath


Wolfgang Overath: 62 años de edad, campeón del mundo de fútbol de 1974. Aún tiene esa velocidad en sus acciones, esa prisa apurada, sigue siendo lo que fue: un jugador. Ahora también está solicitado y se le requiere como nunca antes. Overath es el presidente del FC Colonia, un cargo honorífico. "La verdad es que me gusta mucho esta labor", y lo dice como si tuviera que convencer a alguien. "No recibo dinero a cambio. Si me pagaran ya estaría otra vez bajo presión." Y eso reduciría la diversión. Desde su mesa de presidente en su despacho ve directamente los campos de entrenamiento. En realidad el verde del césped debería tener un efecto relajante. La secretaria no está a mano, por lo que él mismo sirve el café. Aún no está sentado del todo cuando ya se lanza: ¿Qué quieres saber?

¿Por qué Alemania dentro de unas semanas será campeón del mundo?

Decir quién será campeón del mundo es increíblemente difícil.

Pero es que esa no es la pregunta: ¿Por qué Alemania será campeón del mundo?

La pregunta debería ser más bien ¿por qué tenemos alguna posibilidad de ser campeones del mundo? Pues porque jugamos en casa, porque en Alemania vamos a vivir una Copa Mundial con emociones fuertes. Yo espero que el público sea el jugador Nº 12, debe serlo para que la ilusión llegue a impregnar el equipo. Brasil, Argentina, Francia, Italia e Inglaterra son los favoritos. Pero nosotros también podemos vencer a Brasil cualquier día de éstos. Nosotros no podemos vencerles tres veces seguidas, pero sí una vez. ¿Y si esa vez fuese la semifinal o la final?

¿Qué es lo que se despierta en uno cuando recuerda la victoria en la Copa Mundial con un 2:1 en la final contra Holanda?

En 1970 fui tercero en la Copa Mundial de México, tras el partido del siglo contra Italia (perdido 3-4 en la prórroga). ¿Y todo lo que tuvimos que sufrir en la final de la Copa Mundial de 1966 con el "gol fantasma de Wembley"? Éstos fueron éxitos grandiosos y fue una gran aportación al fútbol alemán. Pero todo eso no es nada comparado con el título de campeón del mundo, ése es para la eternidad.

Sin embargo, antes de la Copa Mundial las cosas no pintaban tan bonitas para el jugador Overath.

Yo ya tenía 30 años y la temporada no me resultó nada fácil. Y tras la excepcional Eurocopa de 1972 estaba bastante claro que Günter Netzer jugaría en mi posición. A menudo llegué a pensar: Wolfgang, retírate. Pero durante la concentración de preparación en el campamento deportivo de Malente de repente todo volvía a funcionar a la perfección. Y con cada partido ansiaba más y más al gran objetivo de ser campeón del mundo.

¿Y cuando finalmente lo consiguió?

Cuando el árbitro, creo que se llamaba Taylor, dio por terminado el partido me llenó una sensación de felicidad absoluta: Había alcanzado la coronación definitiva. El hecho de que las esposas de los jugadores no pudieran asistir al banquete de celebración de la Copa Mundial en realidad ya ni me interesaba. En ese momento de felicidad indescriptible tomé una decisión totalmente racional: Wolfgang, llegado a esta cima debes retirarte como jugador de la selección nacional. Un campeón del mundo se hace inmortal.

¿A qué se debe el valor especial del título?

La gran diferencia es que, si has sido segundo o tercero, la gente lo olvida rápidamente. ¿Quién sabría decir hoy la alineación de la final de la Copa Mundial de 1966? Pero cuando has ganado una final, entonces eres inmortal. Y del título también vives en el futuro y tienes muchas ventajas, más allá del fútbol.

¿Qué consejo se le podría dar a los jugadores actuales para la Copa Mundial?

Tienen que intentar ir con ganas y con ilusión al torneo, para tener a la gente de su lado. Y tienen que luchar hasta la extenuación. Así gana el fútbol y también gana uno mismo como jugador. No hay meta más alta que la Copa Mundial.

Después del “milagro de Berna” de 1954, ¿Alemania necesita ahora un “milagro de Berlín”?

En aquel momento, el título aportó mucho a Alemania. De aquellas no éramos lo que somos hoy en día. Incluso deportivamente no teníamos nada que hacer frente a los poderosos húngaros. Y aún así lo conseguimos. Eso generó entre las personas un aumento de la autoestima para la reconstrucción tras la guerra. El fútbol, siempre algo secundario, se convirtió en lo principal.

A parte del dinero, ¿el jugador Overath habría preferido jugar en la actualidad a hacerlo en los años 60 y 70?

El dinero: Ya de aquellas ganaba mucho dinero. Y no quisiera prescindir de ninguno de aquellos días. Pero sí que me habría gustado jugar de aquellas y en la actualidad. Me gustaría seguir siendo joven. Y es que el fútbol ha adquirido tal fuerza, una dimensión impresionante. Basta con ver los muchos estadios increíbles. Sí, sí que me gustaría tener otra vez 20 años. Pero tengo que agradecer a Dios que me haya dado el talento que tengo y que me haya puesto en el lado soleado de la vida: en lo privado, en lo deportivo y en lo económico. Yo nací en el seno de una familia modesta, como el más joven de ocho hermanos. Desde muy pronto consideré el fútbol como una oportunidad para no tener que sufrir tanto como mis padres. Por Dios, si es que he tenido una suerte increíble.

¿Qué piensa una antigua superestrella y actual presidente de un club cuando un joven futbolista con cualidades más bien modestas exige un salario millonario?

Pues sí que es difícil cuando uno proviene de una época con otra relación con el dinero. Voy a dar un ejemplo: El FC Colonia tiene una solvencia excelente. Podríamos obtener en cualquier momento 30 millones de un banco para invertir el dinero en jugadores para que al final tal vez no tengamos un éxito considerable. Pero ese no es mi mundo, sería incapaz de hacer algo así. Aquellos que tengan ese tipo de mentalidad lo tienen difícil.

Atlético y rápido: El fútbol moderno

Si comparamos la época de 1974 con la actual: ¿Hasta qué punto ha cambiado el fútbol?

Ya en 1974 pensábamos que los medios de comunicación lo ponían todo patas arriba. Y eso que comparado con hoy no era nada. El fútbol ocupa una posición de primera. Desde hace dos meses todo gira en torno a la Copa Mundial.

¿Y táctica y técnicamente?

Yo aún viví la época en la que había un medio centro, el escoba. Éste se convirtió en el defensa libre. El libre fue sustituido por la cadena de cuatro. Hoy en día hay una mayor variabilidad en el juego y los esquemas no son tan rígidos como antes. El juego es ahora mucho más rápido y está marcado por la fuerza. Ya no queda tiempo para la técnica. Hoy en día, los que sean algo más lentos ya no tienen posibilidad alguna.

¿Y jugadores como Netzer o Beckenbauer?

Con el nivel de aquellas no podrían jugar hoy ese papel tan dominante. Aún así, con el entrenamiento actual serían igual de sobresalientes gracias a su capacidad futbolística. Pero han cambiado muchas cosas. A los equipos les faltan las grandes figuras como en los años 70: Pelé, Riva, Rivera, Bobby Charlton, Franz Beckenbauer. Cada equipo tenía jugadores destacados. Estos jugadores le sentaron bien al fútbol. Hoy en día, a fin de cuentas, el juego se presenta con fuerza, atletismo y tensión.

Bajo el seleccionador nacional Sepp Herberger la generación del 54 eran amigos. En 1974, Günter Netzer y Wolfgang Overath en la pugna por el puesto de director del equipo fueron más bien enemigos, ¿no?

Pues no. Nosotros supimos diferenciar entre la rivalidad en el campo y la vida privada. Siempre tuvimos una muy buena relación. Y eso sigue así en la actualidad. Pero la filosofía de 1954 sigue siendo posible incluso hoy. Simplemente la realidad es otra. Seré capaz de formar un auténtico equipo si estoy dispuesto a hacer todo por el otro. Si es así, el resultado de lo que se consiga será el mismo que en 1954.

(entrevista del periodista deportivo alemán Wolfgang Golz, previa al Mundial de 2006)

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El jugador alemán que más me llama la atención es el del nombre difícil (por Sebastián Schweinsteiger), no sé cómo se pronuncia pero yo le llamo Schwarzenegger (por el ex actor y actual gobernador de California.

(MAURICIO SOLÍS, mediocampista de Costa Rica, opinando días antes del inicio del Mundial 2006)

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Pensaba que era imposible, pero he comprobado que usted es incluso peor entrenador que futbolista... y además ni siquiera es irlandés.

(ROY KEANE, pegándole a Mick Mc Carthy, técnico de Irlanda en el Mundial 2006)

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El fútbol: un diálogo imaginario con Borges... hoy


A partir de las numerosas entrevistas que mantuvo con el célebre escritor, Rodolfo Braceli se permite tejer aquí, ficción mediante, una conversación ilusoria sobre un tema que discutieron en la realidad: el fútbol. Por estos días, Mundial mediante, un asunto que acapara la atención del planeta.
Borges siempre decía que esperaba la muerte con esperanza. Para ser olvido. Pero en este Junio de 2006, en un país que celebra mucho más las muertes que los nacimientos, el supremo escritor deberá soportar los ruidos de discursos y homenajes por los veinte años de su muerte. No sólo eso: Borges, que más de una vez declaró su aversión al fútbol, encima deberá soportar los ruidos de un planeta tomado por el Mundial de Alemania. Conocí y entrevisté largamente a Borges a partir de 1965; sembrado por aquellas conversaciones reales, me permito ahora tejer, ficción mediante, esta conversación ilusoria. Sigo creyendo que si Borges hubiera aprendido los códigos del alfabeto del fútbol lo habría gozado y valorado, como hizo con el ajedrez y con el truco.

–Permiso, don Borges, usted sabe que todo es posible. Entonces, despierte de su eternidad. Pasaron dos décadas de su muerte. Pero vamos a conversar.

–Le agradezco. Mi cuerpo ya cumplió su destino de cuerpo. Me he adiestrado en el hábito del silencio.

–Remonte ese hábito. Queremos escuchar al gran escritor…

–No soy más que un lector. Todo lector es un hombre solo.

–No se cierre así. Conversar es una aventura.

–Padezco de nihilismo básico. Gracias. No insista.

–Sepa disculparme. Tenemos que charlar un rato.

–¿Y de qué le parece que podemos hablar?

–Tal vez de fútbol. Ahí tenemos un televisor: el Mundial ya palpita.

–Abominable asunto.

–¿Prefiere que hablemos sobre los 20 años de su muerte?

–Usted quiere dilatar las posibilidades de mi paciencia. Esta conversación ha concluido.

–Por favor, don Borges, no se ponga así. Lo despierto por un rato nada más.

–¿Cómo dijo que usted se llama?

–Rodolfo Braceli.

–Bracheli, hágame el favor de beneficiarme con su ausencia.

–Está bien, maestro, me voy.

–Sólo soy un viejo discípulo. No olvide sus cosas.

–Ya me voy pero… resulta que tengo sed.

–Un vaso de agua y una faja de honor de la SADE no se le niegan a nadie…

–Gracias por el agua. Permítame: déjeme decirle que usted al fútbol lo aborrecía porque no lo aprendió. Por eso no llegó a enterarse de su dimensión épica, de sus posibilidades estéticas, del drama y la alegría que anidan en ese juego.

–La dicha es mejor que la alegría, dice William Blake. Prescindir del fútbol para mí ha sido una dicha.

–La ignorancia de algo, ¿puede conducirnos a alguna dicha genuina?

–Acato su sentencia: soy un ignorante. Pero alcanzo a vislumbrar que el fútbol no es otra cosa que la apoteosis de la guarangada.

–Podríamos discutirlo. Fíjese, su admirada Alemania es la sede que hoy organiza el Mundial.

–Pobre Alemania, la patria de Heine, Hegel, Klemm, Buber, Unruh, Kafka, Goethe, Nietzsche… Pobre Alemania, primero ultrajada por el incesante Hitler, ahora ofendida por el incesante fútbol… Adiós. ¿Me va a beneficiar con su ausencia?

–Por el momento, don Borges, no lo voy a beneficiar. Lo desperté para conversar.

–Es inútil. Le aviso que hace rato que yo no estoy en el mundo. He padecido ese proceso impuro que se llama morir.

–La muerte es una anécdota, Borges. Tratemos de conversar.

–¿Pero tiene que ser sobre el abominable fútbol?

–No nos queda otra. La Tierra se ha aplanado y el Mundial es como una ventosa que nos succiona de lado a lado. Sabe... yo tengo fe en que usted accederá a conversar por más que el fútbol le provoque...

–... asco.

–Su asco muta en curiosidad.

–Todo es posible, joven. Hasta es posible encontrar una católico civilizado que prefiera la persuasión a la intimidación.

–Ese católico es Chesterton. Chesterton se apasionó por el fútbol.

–¡¿Chesterton?!

–Gilbert Keit Chesterton. 1874–1936. Y también veneró el fútbol un premio Nobel, Albert Camus.

–Entonces tomo como condecoración no haber sido ofendido por el Nobel.

–¿Acepta o no esta conversación?

–Sería una descortesía para con el invocado Chesterton no aceptarla.

–Don Borges, ¿por qué siempre rechazó el fútbol?

–Alguna vez, allá por 1977, se lo expliqué en una conversación real. No he variado: lo rechazo porque la idea de competir me parece innoble, convoca tanta gente...

–¿Y qué si convoca mucha gente?

–El fútbol es la vindicación del canibalismo.

–El canibalismo, Borges, no precisa del fútbol para ser vindicado. Hoy vivimos algo que dulcemente se llama globalización, sinónimo de genocidio institucionalizado. El canibalismo suena a cuento de hadas.

–Si así son las cosas, habrá que responsabilizar a la cosmogonía de Leucipo: la formación del mundo por fortuita conjunción de los átomos.

–Dejemos a Leucipo. ¿Será posible, don Borges, que el fútbol no le despierte la menor curiosidad?

–Bueno, no deseo defraudarlo, cierta curiosidad tengo: explíqueme, ¿cómo es una turba de guarangos reunidos para expresar la pasión desbocada?

–Usted se refiere a un grupo de hinchas exasperados, los barrabravas.

–Me refiero a esa reunión de vulgares que convocan los estadios. Dígame, Rodolfo: ¿a qué huele esa gente unificada por la guarangada?

–A ver si puedo explicárselo: cien o doscientos barrabravas huelen como podrían oler cien o doscientos malevos en trance de afrontar duelo. La adrenalina del supuesto coraje.

–El olor masivo de la cobardía.

–Sí, Borges, la cobardía enfurecida. La patota. Cien o doscientos barrabravas huelen como podrían oler cien o doscientos malevos de ésos que usted... admira.

–Pero hay una diferencia, los fanáticos del fútbol son cobardes. Se amparan en la patota guaranga, repito, vindicación del canibalismo. Los malevos, en cambio, son redimidos por el coraje. Cada malevo está solo con su destino. No me parece que sea el caso del hincha.

–Sin ánimo de ofender su devoción, yo le diría que los malevos también son de sustancia cobarde.

–¿A usted le parece?

–¿No es de cobardes, acaso, adicionar un cuchillo al propio cuerpo? Si están con el cuchillo, Borges, ya no están solos. En todo caso, cada hincha no es menos cobarde que cada malevo.

–Los que usted llama hinchas renuncian a su individualidad. ¿Qué se puede esperar de sus entusiasmos? El incendio total de las bibliotecas, por ejemplo. No es casual que la superstición del fútbol tenga tanta adhesión en este arrabal del mundo, la Argentina.

–No se engañe, don Borges, el fútbol también caló hondo entre los que alguna vez usted denominó oblicuos japoneses. Y en la patria de Goethe. Mire el televisor, si quiere.

–Mis ojos no ven desde 1955… ¿Así que en la patria de Goethe ahora recrudece el Mundial...? No es buena noticia. ¿Tiene otras noticias para propinarme?

–Le cuento que el último campeón mundial del siglo XX fue Francia. Dos millones de personas en los Campos Elíseos. A la Torre Eiffel casi la arrancaron de cuajo y la llevaron en andas.

–¿Esto pasó en la patria de Descartes?

–Eso. También los alemanes celebraron sus títulos mundiales...

–Yo pensé que el suicidio había concluido con el atroz Hitler.

–Tal vez, no serían malas noticias si usted no descalificara sistemáticamente al fútbol. El fútbol no es malo en sí. No potencia el mal. Si no existiera, ¿la condición humana estaría un escalón más arriba? En todo caso, el fútbol nos espeja.

–El fútbol es una obscenidad sentimental.

–Sigue descalificando eso que usted no se permitió conocer. El fútbol es prodigioso. No sabe lo que se perdió.

–Usted, Adolfo...

–Rodolfo.

–Usted, Rodolfo, me empuja a la emisión de apotegmas cínicos o blasfematorios.

–Blasfeme, Borges, blasfeme. Eso es bueno para el colesterol, para la tiroides y sobre todo para la miopía.

–Ahora sé qué fue lo que me condenó a la ceguera: mi imposibilidad de acceder a la guarangada.

–Decir malas palabras no siempre es una guarangada. Estornudar tampoco. Asomarse al misterio de una cancha de fútbol tampoco.

–La del fútbol es una causa indefendible.

–No le pido que lo defienda, sólo que se permita conocerlo.

–Me niego a convertirme en un fanático de la euforia desaforada.

–No le pido que se convierta... Usted, en una charla que tuvimos en el ’65, me confesó que nunca había comido nueces. Me preguntó incluso si uno se ensucia al comerlas...

–Me acuerdo. ¿Y a qué viene eso?

–Viene a que, así como ignoraba las nueces, se la pasó ignorando al fútbol. Hubiera sido, digamos, penoso que dijera que detestaba las nueces si no las conocía. Lo mismo con el fútbol: usted lo descalifica sin haber aprendido a leerlo.

–¿Sugiere que soy un analfabeto?

–Bueno, en este punto usted... es un analfabeto.

–Analfabeto agradecido y dichoso. Pero tengo que confesarle que algo me inquieta: eso que me comentó acerca del interés de Chesterton sobre el fútbol, ¿de dónde lo sacó?

–Lo soñé. Soñé que Chesterton iba con el padre Brown a la cancha del Manchester. Y les fascinaba.

–Ah, lo soñó... entonces puede no haber sucedido.

–Me extraña oír eso de su boca: ¿desde cuándo, Borges, los sueños no son parte esencial de la realidad?

–Me temo que esta conversación se vuelva infinita. Entonces sabré en qué consiste el tan mentado infierno.

–No tema. Sólo se trata de que usted se asome al conocimiento de lo que es el gol.

–Eso que usted llama gol no me hace falta conocerlo; puedo intuirlo... Es una mera interjección. Una interjección que usurpa la función del razonamiento.

–Si sólo fuera eso, bien vale recordar que la interjección es una parte de la vida. No se la debe aniquilar.

–No hace falta aniquilarla. El gol es un vano estampido consagrado por la estéril guaranguería. Seguramente inventado por la irreparable ingenuidad de alguna tribu ociosa.

–Tribu inglesa, Borges.

–Usted intenta ofender a mi amada Inglaterra. Sepa que mi sangre y el amor a las letras me arriman indisolublemente a Inglaterra.

– Justamente ellos inventaron el prodigioso juego del fútbol que usted aborrece. Gol viene del inglés goal. Meta. Objetivo. Se pronuncia goul.

–Y degeneró en gol.

–No hay caso, usted no amaina. No se imagina el suceso estético que a veces generan algunos jugadores.

–Pegarle brutalmente a una esfera indefensa no me parece que pueda generar nada que nos acerque a lo estético.

–Justamente, hay artistas que a la pelota no le pegan. Tienen manos en los pies. Debería verlos: Maradona, Bochini, Whillington, Riquelme, Aimar, Legrotaglie, el pibe Messi... Usted se estuvo perdiendo algo fascinante.

–Es inútil que renueve sus argumentos. Resígnese. Además ya es tarde: soy un ciego sin retorno.

–Es que el fútbol propone intensidades, emociones impredecibles.

–Prefiero otras emociones.

–¿Por ejemplo?

–Leer el evangelio gnóstico de Basílides. O rastrear los oscuros caminos del bisonte.

–No me resigno a que usted se quite la posibilidad de descifrar el indescifrable fútbol. Vamos, maestro...

–Le dije que soy un viejo alumno.

–Si es un viejo alumno, está en trance de aprender. Ergo: aprenda el fútbol.

–Me niego a enrolarme en una vacuidad ruidosa.

–Será una vacuidad, pero es una vacuidad prodigiosa que amalgama, en el vértice del mismo instante, el drama y la comedia, la tragedia y el éxtasis.

–Absurdo, puro absurdo.

–Precisamente, el fútbol matiza la absurdidad del mundo instalada dentro de la congénita absurdidad de la vida. Y un detalle más: nada nos hace tan iguales como el fútbol, salvo la muerte.

–Suena tentador lo que me postula, pero le reitero: recuerde lo que le dije en una conversación real, hace años: yo no puedo claudicar, no puedo aceptar algo en donde uno gana y el otro pierde: me parece horrible, innoble. Hay que tratar siempre de que gane el otro... Esto y el culto del coraje son, en su amado fútbol, imposibles. Y entonces el fútbol fue, es y será imposible para mi pobre código.

–Con el mayor respeto: usted está equivocado. Si hubiera conocido a Obdulio Varela pensaría muy distinto.

–Obdulio Varela... no me suena. ¿Poeta gauchesco? ¿Caudillo de comité? ¿Payador perseguido?

–Le contaré algo, y para eso echaré mano de detalles que recogió Osvaldo Soriano…

–Ah, Soriano. Lo leí finalmente a este muchacho, para disipar el parejo tedio que me sucede desde que a mi carne le vino la muerte… Lo leí y comparto su aversión por Chaplin… Además le he encontrado alguna línea rescatable, como cuando dice… "He sentido pena al ver que caminamos hacia el abismo como vacas ciegas". Buena definición para un país ganado. Ganado por la atroz ceguera del amor al fútbol.

–No nos vayamos del asunto. Usted argumenta que no puede aceptar algo donde uno gana y otro pierde. Le cuento algo que Obdulio Varela le confesó a Soriano. Obdulio fue el capitán de la selección uruguaya que jugó la final con Brasil, en el 50. Pasó en el estadio de Maracaná: más de 150 mil brasileños estaban convencidos, como todo el mundo, de que era imposible perder de locales. A los 6 minutos del segundo tiempo, gol de Brasil. Todo parece terminado para los uruguayos. Pero tras el gol, Obdulio se pone el balón debajo del brazo derecho y lentamente va a discutirle al juez de línea. Hasta exige traductor Obdulio. Logra así domar el delirio victorioso. Una pequeña eternidad, se reanuda el partido, los uruguayos empatan y, faltando 9 minutos, hacen otro gol. Lo imposible se da vuelta como un guante. Uruguay campeón del mundo.

–Para mí lo de Obdulio no pasa de una picardía de mañoso jugador de truco.

–Borges, falta lo mejor: ¿sabe qué hizo Obdulio después del partido en Río de Janeiro, allí donde millones lloraban con desconsuelo? Se fue a caminar boliches. Veía a grandes que lloraban como chicos y decían: "Obdulio nos ganó a todos". Cuenta Soriano que Obdulio, en ese momento de absoluta gloria, se sintió muy mal. En 1972 le confesó: "Si ahora tuviera que jugar esa final, me hago un gol en contra, sí señor." Borges, ¿vio?

–Usted me pide que vea: me pide demasiado. Pero no puedo negar que el tal Obdulio Varela es un hombre de coraje, capaz de querer que gane el adversario para no verlo triste.

–Sin ánimo de descalificar a sus venerados cuchilleros, yo creo que Obdulio tenía más coraje que cualquiera de ellos. Usted se perdió este personaje, Borges. No lo juzgo mal por eso. Le digo nomás.

–Siempre reconocí: vida y muerte le han faltado a mi vida. El castigo va conmigo.

–Borges, esto no quiere ser un arreglo de cuentas. Sólo intentaba invitarlo a que se asomara al prodigio del fútbol. La historia de Obdulio Varela, ¿alcanza para que usted deponga su aversión?

–Si todo es inútil, ¿qué importancia pueden tener mis odios? Agradezco su esfuerzo por revelarme lo imposible. Pero me niego a considerar que en el fútbol se hospede la secreta porción de divinidad que hay en todo hombre. Además, me temo que si seguimos por el rumbo del fútbol conseguiremos arribar al mono inmortal.

–No hay caso, don. Pero una cosa más quiero decirle: cada partido esconde en gran escala, en cada cancha, un secreto partido de truco y una secreta partida de ajedrez.

–¿Y cómo son las canchas?

–Rectangulares.

–Ah, las ruinas rectangulares… Dígame, y ese cataclismo, ¿qué fue?

–Gooool… ¡Gol argentino, don Borges!

–Si este país y el mundo entero siguen oxidándose en la mediocridad de las multitudes, lo que alguna vez tuvo el color del fuego terminará por tener el color de la ceniza.

–No nos ponemos de acuerdo. Una cosita más le digo, y tal vez esto le despierte algún interés por el misterioso fútbol: el rectángulo de toda cancha, debajo de su verde gramilla, esconde un laberinto que no cesa.

–¿Un laberinto? Pero ¿por qué no me lo dijo antes, Rodolfo?

–Nunca es tarde para...

–Para mí sí es tarde. Yo me atengo a Buda. Soy el cansado del camino. Me adiestro para el nirvana, o sea, para la extinción mediante rigurosos ejercicios de irrealidad. Todos mis actos son ilusorios. Lo eran antes de morir. Para mí no se trata de ser o no ser... Demasiado tarde para que me asome a lo que usted llama el prodigio del fútbol. Hay imprudencias que ya no podré cometer. Me deberé, para siempre, esa misteriosa imprudencia del fútbol... Usted me acaba de afligir con la noticia de que hay un laberinto al que no me asomé; no me di permiso para esa aventura. Pobre de mí.

–No esté triste, don. Sólo se trata de que tengamos un poco de compasión por la pasión.

–Compasión por la pasión... ¿estará allí el coraje más difícil? Bueno, adiós. A falta del incesante laberinto de la verde gramilla sólo me queda desgranar el tedio contando las veces que las aguas del Ganges han reflejado el vuelo de un halcón... Pero antes dígame, Rodolfo, ¿ahí afuera es de día o de noche?

–Afuera es la vida. Y la vida continúa. A propósito, cuénteme: ¿cómo se vive durante la muerte?

–Se vive dentro de una pausa. Dichosa pausa, porque no es interrumpida por los aullidos de los goles, ni por la noticia anual del Nobel que no me concedieron. De este lado de la muerte yo esperaba saber si he sido una palabra o si he sido alguien. La vida y la muerte, todo, sirve para un fin que nunca comprenderemos… Dígame ¿y eso?

–¡Otro gol de la patria idolatrada!

–Me gustaría ser sordo. Sordo, estaría librado de escuchar esto que atraviesa ahora hasta las ventanas cerradas: la interjección de ese vano estampido que nombran gol no tiene límites. Yo pensaba descansar en paz: ni los homenajes ni los goles me dejan. Ni siquiera soy polvo. Ni siquiera soy sombra. La inmortalidad es una mera equivocación de la esperanza.

–No lo molesto más, don Borges, ya me voy.

–Gracias. Muchas gracias… Camino de la puerta, que encontrará sin llave, apague el televisor. Sus imágenes reproducen el mundo.

–No me va a decir que le molesta. Si usted no ve.

–Hijo… hijo… yo no tuve hijos debido a mi simpatía por Herodes…

–Algo me estaba por decir. No se lo guarde. Don Borges, dígamelo.

–Hijo… yo nunca fui ciego. Pero convencí a todos de que lo era.

–Magnifica ironía.

–Ironía no. Lo hice para que me quisieran… Lo hice para saber si me querían.


(publicado en Diario “La Nación”, previo al Mundial 2006)

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El resto del mundo se ríe de nosotros. Nos han perdido el respeto.

(STEFAN EFFENBERG, mostrando el desasosiego alemán en el diario "Bild", en referencia a la debacle sufrida por Alemania al caer ante Italia por 4-1 en una presentación previa al Mundial 2006)

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