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Alemania, un huracán; Maier, un coloso.

(Titular del diario español "Hoja del Lunes", al otro día de la Final del Mundial de 1974)

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El 7 de Octubre de 1973 Argentina vencía a Paraguay 3 a 1 en la cancha de Boca y lograba el pasaje al Mundial de Alemania 1974. El temor por la eliminación rondaba por la Bombonera pero el ‘Ratón’ Ayala y sus compañeros cumplieron su objetivo.
El país en 1973 esperaba que Juan Domingo Perón asumiera por tercera vez la presidencia de Argentina. Esta vez con su mujer María Estela Martínez de Perón (Isabelita) como vice. Venía a suceder a Héctor Cámpora y el General se disponía a tomar tomar la presidencia el 12 de Octubre.
Y al fútbol argentino lo acuciaba el temor de no entrar al Mundial de Alemania de 1974, y que tuviese una ausencia como pasó en México '70.
Por eso se armó un equipo especial para competir ante Bolivia en La Paz -ganó 1 a 0 con gol del mendocino Ramón Fornari- y el DT Enrique Omar Sívori tuvo la más amplia libertad para elegir al plantel y trabajar con él por mucho tiempo. Por eso se mandó a un grupo de jugadores a que se prepararan en zonas de altitud similar a La Paz. Después Sívori optó por hacer un equipo variado, entre los que habían ido a la altura y los que habían entrenado en el llano.
Le había ganado también a Bolivia en la cancha de Boca 4 a 0 y había empatado ante los paraguayos en Asunción (ahí jugó el mendocino Roque Avallay) 1 a 1.
Pero también Paraguay superó a los bolivianos de visitante y la última fecha del grupo 2 los encontró con 5 puntos a Argentina y Paraguay.
En esa época se jugaban por zonas de 3 o 4 equipos y no todos en el mismo grupo como ahora, por eso si perdía un encuentro podía significar la eliminación del Mundial. Al paraguayo Heriberto Correa, de Vélez, le pidieron que se nacionalizara para jugar para la Selección nacional.
Ese 7 de Octubre de 1973 la cancha de Boca presentaba un lleno total con la Selección nacional jugándose el pasaje al Mundial '74. El equipo formado por Sívori fue con: Daniel Carnevali; Enrique Wolff, Francisco Sá, Ángel Bargas y Heriberto Correa; Miguel Brindisi, Roberto Telch y Carlos Babington; Ramón Ponce, Rubén Ayala y Enrique Chazarreta. Al inicio del segundo tiempo entró Agustín Balbuena por Babington y a los 8' el cordobés Carlos Guerini por Roberto Telch.
Sorprendió Paraguay con un gol en el primer tiempo y empató el ‘Ratón’ Ayala, de penal a los 34'. Después el mismo delantero del Atlético Madrid logró el 2 a 1 a los 11' (ST) y el tercero fue de Guerini a los 40'.
A los jugadores argentinos les renació la calma, estarían en el Mundial.
Dentro de lo desorganizado que se manejaba el "tema selección" se logró el objetivo planeado.
Era la sexta vez que iba a jugar un Mundial de fútbol. Lo había hecho en 1930, 1934, 1958, 1962, 1966 (había sido eliminado a la cita de 1970 en México y renunciado a participar en los Mundiales de 1938, 1950 y 1954) y se clasificaba a Alemania 1974.




(tomado del blog “Historia de Portemza”)

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Con el nombre de Zaire fue conocido entre el 27 de Octubre de 1971 y el 17 de Mayo de 1997 el país africano actualmente llamado República Democrática del Congo quien se convirtió, en Alemania 1974, en la primera selección subsahariana que alcanzaba la fase final del máximo torneo futbolístico.
Los 'leopardos' emprendieron viaje hacia Alemania con una advertencia de su presidente, el delirante dictador Mobutu Sese Seko: "Si pierden, no vuelvan". Lo recordaron, sin duda, cuando Yugoslavia les ganó por 9 a 0.
Ya consumada su eliminación, intentaron poner en práctica un plan desesperado: subieron al autobús que les prestaba la organización e intentaron huir hacia cualquier sitio, menos hacia su propio país.
Según algunas versiones, el plan consistía en volver a Zaire por carretera y aplacar la ira de Mobutu regalándole el vehículo. La cosa no funcionó. La policía alemana les detuvo en la frontera y les obligó a devolver el autocar. Volvieron a Kinshasa, capital de ese país y, como temían, sufrieron represalias y alguna paliza policial.

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Una de las grandes anécdotas del Mundial 1974 tuvo a la República Federal Socialista de Yugoslavia como protagonista.
Desde el punto de vista futbolístico fue una verdadera pena pues las rivalidades nacionalistas impidieron que un equipo formidable explotara al máximo su talento en la cita germana. Disponían de un centrocampista sensacional, el esloveno Brane Oblak, y de un genial extremo zurdo, el serbio Dragan Djazic.
Las cosas se desarrollaron bien durante la primera fase porque los futbolistas se comprometieron a mantenerse unidos en la lucha por un objetivo común: la prima que les había prometido el mariscal Tito. El plan se torció tras la brillante clasificación para la segunda fase. Un grupo de jugadores, entre ellos Djazic, reclamó que se les anticipara una parte de la prima. Querían aprovechar su estancia en Alemania para ir de compras.
El presidente de Yugoslavia hizo entonces una cosa poco aconsejable: viajó a Alemania, se reunió con los futbolistas, les lanzó una arenga sobre la gloria y el triunfo y les pagó todo el dinero prometido. Ese mismo día comenzó el desastre. Ya nadie se preocupó de otra cosa que de gastar, preferiblemente en compañía de señoritas. También quedó olvidado el pacto de unidad. Serbios y croatas dejaron de hablarse.
Oblak, esloveno, lo resumió años más tarde con una frase: "El dinero fue nuestra ruina".

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El trofeo fue a Alemania, la gloria a Holanda.

(titular del diario italiano "Corriere dello Sport" al otro día de la Final del Mundial de 1974)

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Vamos a tener que inventar palabras nuevas, porque lo que hacen no se ha visto antes.

(Comentario del recordado periodista argentino Osvaldo Ardizzone a su compañero Enrique Macaya Márquez durante la transmisión de Holanda 4 - Argentina 0 en el Mundial de 1974)

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Alemania ha encontrado el remedio para Cruyff: Berti Vogts.

(Titular del periódico inglés “The Guardian” el 8 de Julio de 1974, al otro día de la Final del Mundial de ese año entre Alemania y Holanda)

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El mejor partido de mi vida lo jugué contra Italia en el Mundial de 1974, lástima que nos tuvimos que volver rápido. Es que la mayoría de los muchachos fueron a hacerse los lindos...

(RENÉ HOUSEMAN, ex jugador argentino, participó en los Mundiales de 1974 y 1978)

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El control antidoping se instituyó por primera vez en una Copa del Mundo en el certamen organizado por Alemania en 1974.
Allí fue cuando se descubrió el primer futbolista cuyos análisis de orina dieron positivo. Se trató del defensor haitiano Ernst Jean-Joseph (foto), quien inmediatamente, quedó marginado del certamen.
Fue el Mundial que ganó el dueño de casa, Alemania, tras vencer en la final a la asombrosa Holanda de Johan Cruyff por 2 a 1, anotando el tanto decisivo Gerd Müller, frustrando a la ‘Naranja mecánica’.
Pero ese inolvidable torneo Mundial presentó otra originalidad en su desarrollo: participaron 16 equipos, distribuidos en 4 grupos.
Por primera vez se instaló un sistema en el cual desaparecieron las fases de cuartos de final y semifinales.
Para el paso a la segunda ronda, quedaron los 8 mejores de la primera fase (el 1º y el 2º de cada grupo) jugando todos contra todos, repartidos en grupos de 4 equipos. El ganador de cada grupo fue a la final y los segundos disputaron la tercera y cuarta posición.
En el Mundial de Alemania de 1974, la Argentina integró el Grupo A con los representativos de Polonia, Italia y Haití.
Argentina perdió en el debut ante Polonia por 3 a 2, igualó ante Italia 1 a 1 y recién derrotó a Haití por 4 a 1. Así, se clasificó.
En la ronda posterior, nuestro seleccionado perdió contra Holanda por 4 a 0 (había sufrido una goleada similar, 4 a 1, en un amistoso previo a la copa con ese mismo equipo), cayó ante Brasil 2 a 1, para cerrar su participación con un empate frente a Alemania Democrática en un tanto.

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Holanda no tiene un sistema de juego. Tiene varios y los aplica según las necesidades del partido. Nos importa saber cómo juega el adversario, sus puntos fuertes y sus flancos débiles. Pero sobre todo nos interesa saber qué somos capaces de hacer.

(JOHAN CRUYFF, resumiendo su pensamiento acerca del funcionamiento de Holanda y su "fútbol total" a mediados de los '70)

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El 22 de Mayo de 1974 Inglaterra y Argentina se enfrentaron en el viejo estadio de Wembley dentro de una gira previa al Mundial de Alemania que realizó la selección albiceleste por Europa.
En un momento del partido Vladislao Cap, entrenador de la visita, tuvo intenciones de hacer ingresar a René Houseman (foto); pero miró al banco y no lo encontró... le preguntó a uno de sus colaboradores "¿y René dónde está?", mientras le hacía un gesto para tranquilizarlo el masajista dijo "no se preocupen, ya vuelvo" y se fue hacia al vestuario; al minuto "el Loco" salió al campo de juego para hacer de las suyas.
Según explicó después, se había ido a fumar ahí dado que tenía entendido que afuera estaba prohibido.

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Marinus Jacobus Hendricus "Rinus" Michels (Amsterdam, 9 de Febrero de 1928-3 de Marzo de 2005) fue un futbolista y entrenador holandés. Como entrenador se le conoció con el nombre de "Mr. Mármol" por su dureza no solo en el campo.
Su carrera como futbolista discurrió casi en su totalidad en el principal club de su ciudad, el Ajax, equipo en el que estuvo desde 1945 hasta 1958. Entre 1959 y 1960 jugó en un equipo local de Ámsterdam Zandvoortmeeuwen. Al retirarse decidió seguir vinculado al fútbol desde los banquillos. En 1965 ya estaba dirigiendo al Ajax, en el que tuvo a su cargo a jugadores de la talla de Johan Cruyff, Johan Neskeens, Jonhy Rep. Tanto Cruyff como Neskeens también estuvieron a sus órdenes en el Barça.
Sus mayores logros los consiguió con la Selección de Holanda, en la que inventó el llamado 'fútbol total' y que pudo poner en práctica gracias a jugadores como Cruyff, Rensenbrink o Neeskens. Con la naranja mecánica logró el subcampeonato del Mundo en 1974 frente a Alemania. Más tarde, regresaría a la selección holandesa para hacerla campeona de Europa en 1988 de la mano de Rijkaard, Van Basten, Gullit, Koeman, etc.
En el Barcelona consiguió tres títulos en las dos etapas (1971-75 y 1976/78) en las que estuvo: La Finalisima de Ferias ente el Leeds United (1971), La Liga (1973/74) y la Copa del Rey, ante la UD Las Palmas (1978).
Durante su estancia en el Barça tuvo varios enfrentamientos con los jugadores más carismáticos del Barça de la época: Charly Rexach, Reina, Marcial... y un largo etc... no olvidan aquellas broncas.
Quique Costas destacó que Michels era, "básicamente, una persona recta y muy correcta con el club", y recordó la anécdota del champán. "En un desplazamiento, los jugadores nos reunimos en una habitación para tomar una copa de champán. Michels lo descubrió y, muy enfadado, se metió en la habitación. Nos cayó una bronca monumental".
Ángel Mur, el masjista de la época: "Antes, Marinus había trabajado con mi padre. Era muy serio, responsable, profesional, incluso una persona cerrada y distante en el trabajo. Difícilmente uno podía acceder a él. Sin embargo, fuera era una persona maravillosa. En las comidas, nos solía cantar en holandés junto a su mujer, que era encantadora", comentó Mur.

(tomado del blog “Cathonys Blaugrana”)

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No fue un partido de fútbol, porque un equipo se adueñó de la pelota y no se la dejó tocar al otro.

(DANTE PANZERI, recordado periodista argentino, tras Holanda 4 - Argentina 0 en Alemania 74)

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Presidida en la actualidad por Michael van Praag, la Federación Holandesa de Fútbol fue fundada en 1889 y afiliada a FIFA en 1904.
Los orígenes del color de la camiseta de su seleccionado, naranja, se remonta cuando en la República de Holanda el gobierno estaba constituido por representantes de las provincias y la mayor parte de los mismos eran de la Casa de Orange, que debe su nombre a la ciudad francesa de Orange. Y en inglés, "orange" significa naranja.
Holanda, que fue dos veces subcampeona del mundo en fútbol -en las Copas de 1974 y 1978- tuvo su primera alegría internacional cuando en los cuartos -Juegos Olímpicos de la era moderna, realizados en Londres en 1908, logró la medalla de bronce.
Claro que el mejor futbolista de la historia de Holanda, surgió hace pocas décadas, Johan Cruyff (Balón de Oro 1971, 1973 y 1974) sólo disputó un mundial, el organizado por Alemania en 1974, logrando la segunda posición tras perder en la final ante el equipo local.
Para muchos, ese equipo holandés fue el mejor del torneo, inaugurando los tiempos del denominado "fútbol total". Ese equipo quedó en la historia como “La Naranja Mecánica”.
Desde la década del 70, los holandeses apoyaron al fútbol internacional jugadores de enorme importancia, desde Neeskens, Resenbrink, Krol, Rep, Willy y Rene Van der Kerkhof, hasta Koeman, Rijkaard, Gullit, Van Basten, Bergkamp y Kluivert.
Holanda, y su color naranja, es hoy un país exportador de talentos futbolísticos.

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El fútbol y la utopía


Hace diez días empezó la gran fiesta. En todas las regiones del mundo, millones de hombres participan del gran espectáculo: el campeonato mundial de fútbol. Durante los partidos la vida cotidiana se interrumpe. Hay que robarle el mayor tiempo al trabajo o al sueño, para sumergirse en otro mundo que la televisión nos brinda. Pocos son inmunes a su hechizo; aún quienes no son aficionados habituales al deporte, participan por unas semanas del mismo contagio, a reserva del olvidarse del juego, terminado el campeonato. ¿Hay un secreto de esa fascinación colectiva?

Se ha dicho hasta el cansancio: el deporte, promovido oficialmente en gran escala, sirve para desviar a los pueblos de sus problemas reales. Permite que se olviden de sus carencias, de la explotación, de la servidumbre; encauza los impulsos rebeldes hacia un campo de lucha políticamente neutro. Por ello es un instrumento que ayuda a mantener una situación de dominio, conservando satisfechos a los siervos: Pan et cirquenses. Desde antiguo, los gobernantes se percataron de su utilidad para mantener en paz a las masas. En ese sentido, el deporte en gran escala favorece la huida de la realidad, ayuda a volverle la espalda. Sería el nuevo "opio de los pueblos".

Todo eso es cierto. Pero nada humano suele ser tan sencillo; a menudo, tras la dimensión aparente puede descubrirse otra más profunda. Después de todo, el opio no sólo adormece, también despierta el sentido para percibir formas nuevas, posibilidades más ricas de los objetos. Quisiera hoy asomarme a esa otra dimensión del juego, aunque sólo sea por el gozo de romper una lanza a favor del bello espectáculo.

Nuestra época es, como pocas, violenta y represiva. La ansiedad, el temor, el desencanto, amenazan continuamente nuestras vidas. Los grandes valores colectivos se desdoran y muchos se preguntan si la vida no carece de sentido. La sociedad moderna, represiva y vacía, está permeada por un sordo nihilismo.

Frente a esa realidad, el juego nos ofrece un gran respiro. Al través de las pantallas aparece otro espacio y otro tiempo. En la duración cotidiana se ha abierto un paréntesis. La reemplaza una temporalidad con un inicio y un término precisos, con una trama coherente y ordenada, con un sentido claro: el campeonato. En ella todo transcurre según reglas, todo tiene un fin y un propósito: en el espacio-tiempo del juego, la represión y el vacío han terminado. Los sustituye el gozo de los cuerpos en libertad, el entusiasmo de la contienda, los destellos de ritmo y de armonía. Sí, huimos de nuestra realidad cotidiana -violenta y represiva-, pero vislumbramos también la posibilidad de una realidad distinta.

Cada año, los pueblos primitivos tenían un lapso de tiempo en que la vida cotidiana quedaba en suspenso. Todas las actividades detenían su curso normal. Las leyes, los tabúes de la moral convencional dejaban de regir en ese lapso; en su lugar, se instauraba la espontaneidad, la libertad y el gozo colectivos. Todo el sistema de represión y dominio estaba suspendido, las jerarquías sociales se trastocaban, el amo se volvía siervo, el siervo, rey. En esos días,, los dioses descendían a la Tierra. Venían a dar nueva vida, a instaurar un nuevo ciclo histórico. Su presencia se celebraba en ritos. La sociedad no podía subsistir sin esos días. En ellos se recreaba periódicamente a sí misma. Pero cuando terminaban, todo volvía a su cauce; el orden y la represión se imponían de nuevo sobre el espacio-tiempo libre del rito. Los antropólogos han bautizado a ese lapso con un nombre: la "Fiesta".

Pues bien, los grandes sucesos deportivos mundiales, el campeonato de futbol, las olimpiadas, tienen algo de la Fiesta primitiva. Podrían considerarse como una versión desacralizada, al alcance de las grandes masas, que cumple, en la sociedad tecnificada y enajenada en el consumo, una función, en algunos puntos análoga, a la que cumplía la Fiesta en los pueblos primitivos.

El campeonato mundial se desarrolla en una unidad espacio-temporal que se inserta, como un paréntesis, en la vida cotidiana. En ella las jerarquías establecidas entre las naciones parecen suspenderse. Naciones pequeñas y sumisas tienen la misma oportunidad que países poderosos. Un espectador de África o de Sudamérica puede tener la sensación, es ese lapso, de que su nación supera a las más fuertes. Un modesto portero haitiano puede, en un instante privilegiado, brillar ante los ojos del mundo; un país dependiente y atrasado puede actuar en señor de sus poderosos amos. Los órdenes de dominio reales, mantenidos por siglos, pueden trastocarse; la igualdad parece reinar en vez del dominio.

En el espacio-tiempo del campeonato quedan suspendidas también las reglas represivas de la sociedad cotidiana. Rigen, en cambio, otras. Ya no valen la riqueza, ni la arbitrariedad del poder, ni la violencia. Priva, en cambio, la agilidad, la habilidad y la gracia, dotes que cualquiera, dominante o dominado, puede poseer. A la competencia basada en la fuerza del poder, en el que el pequeño necesariamente se humilla o sucumbe, sucede otra en que sólo vence la inteligencia, el arrojo, la habilidad y el arte.

En ese espacio-tiempo se manifiesta un nuevo tipo de libertad. Frente a la rigidez de las actitudes convencionales de la sociedad represiva, se despliega la espontaneidad de los movimientos del cuerpo en libertad. En el césped hace su presencia la vitalidad corporal, desatada de las ligas que la entorpecen: se expresa en el vigor del impulso, en el ritmo de los movimientos, en la inventiva del juego creador. En el espacio cerrado de la cancha, se escenifica un rito, un rito que evoca la energía vital, el goce del movimiento libre, el entusiasmo de vivir. De pronto, en un pedazo de hierba, se desarrolla ante nuestros ojos un tejido de movimientos concordes; el vigor de la vida está allí, la gracia ilumina el espacio... como si los dioses hubieran de nuevo descendido a la Tierra.

El espacio-tiempo del deporte, como el de la Fiesta antigua, nos hace vislumbrar otra realidad posible. Una realidad humana donde, en lugar de la represión y el poder, rigieran la igualdad, la espontaneidad, la alegría de vivir, la belleza; un mundo donde el trabajo enajenado y la ansiedad serían reemplazados por la creatividad del juego estético.

Un mundo semejante pertenece a la utopía. Con todo, el enorme desarrollo de la ciencia y de la técnica lo ha puesto a nuestro alcance. Nunca la humanidad ha estado tan cerca de alcanzar una sociedad donde el trabajo enajenado dejara lugar al ocio creador; una sociedad donde ya no fueran necesarios los tabúes morales represivos y, en vez de ellos, rigieran reglas de convivencia destinadas a favorecer el desarrollo vital, libre, de los hombres; una sociedad cuyo valor máximo no fuera el rendimiento, ni el poder, sino la alegría de vivir, la espontaneidad y la belleza; una sociedad, en suma, donde la represión y la violencia fueran sustituidas por el gozo y la libertad.

En el seno de la sociedad represiva, el gran espectáculo deportivo nos ofrece un símbolo confuso de otra posibilidad de vida humana. Es como una alegoría de otro mundo posible, como un vislumbre oscuro, en imagen, de la utopía. En eso consiste quizás su más profundo atractivo.


(texto del escritor mexicano Luis Villoro publicado en el diario “Excelsior” del 22 de Junio de 1974, en ocasión del Campeonato Mundial de Fútbol que en ese año se realizó en Alemania. También publicado en su libro “Signos políticos”, México, Grijalbo, 1974)

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La velocidad en el fútbol cambió a partir de la Selección de Holanda en 1974. Fue una revolución en el fútbol mundial, a partir de allí se empezó a jugar mucho más rápido.

(RICARDO BOCHINI, ex jugador argentino)

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En la final del Mundial ‘74 la camiseta número 14 de Johan Cruyff tenía 2 tiras y no las 3 de Adidas, porque él era hombre de Puma.
Años más tarde, en 1983, River Plate le rescindió el contrato a Ubaldo Fillol por que se negó a jugar (teniendo sus haberes al día) por solidaridad con sus compañeros que tenían un conflicto con la entidad.
La situación se complicó cuando el arquero no quiso vestir la indumentaria oficial de River (Adidas) por que tenía un contrato con otra empresa (Le Coq Sportif).
Previo al encuentro ante Rosario Central por la 3° fecha del Metropolitano, el jugador fue intimado por un grupo de dirigentes a utilizar la ropa del club. Debido a ello el Pato dejó la concentración.
El domingo 26 de Junio, al mediodía, Fillol le declaraba a la Revista "El Gráfico": “Quiero que una cosa quede bien en claro: no juego pero no estoy en rebeldía. River quiere que salga a jugar con una remera Adidas, como el resto del equipo. Si lo hago así, Le Coq Sportif me hace un juicio y lo pierdo con toda seguridad, por que tengo un contrato en exclusividad con esa empresa que firmé en Agosto del ‘82. Si me pongo la remera de Le Coq, como lo hice el martes contra Racing, voy a perjudicar a River porque Adidas puede romper el contrato que acaba de acordar con el club. En ese caso, River pierde, además de 400.000 pesos argentinos, de provisión de ropa para sus representantes en todas las disciplinas deportivas. Por eso le dije a Patrick Noher (dirigente del club) que la solución no estaba en mis manos. Por que no quiero perjudicar a River de ninguna manera y no quiero perjudicarme yo. Tampoco me dejan usar una remera "neutral", que no fuera de ninguna de las dos firmas. Y me vine a mi casa porque pensé que eso esa lo mejor, aunque me arriesgara a una multa por no jugar contra Central. Al menos me daba tiempo para que hicieran lo que no consiguieron antes: reunir a la gente de Adidas y de le Coq, y juntos conversar hasta llegar a las conclusiones que no perjudicaran ni a River ni a mi”.
Mediante un comunicado de la Gerencia General de River, la CD suspendió sin goce de sueldo por el plazo de 10 días al jugador.
La disputa se solucionó luego de la intervención del Ministerio de Acción Social que logró el levantamiento parcial de la sanción para que el Pato pudiera jugar en la Selección y ser transferido a Argentinos, donde jugó el resto del torneo.

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Sparwasser: el héroe de nadie


Tal vez no fue el mejor futbolista que dio la República Democrática de Alemania (RDA) durante sus cuatro décadas de existencia, o tal vez sí. En cualquier caso, pocas carreras como la suya se vieron tan influidas por el tiempo que le toco vivir desde el terreno de juego y, sobre todo, tan marcadas por un gol, un a ciudad y una fecha: el que logró en Hamburgo en 1974.

La suya bien podría haber sido una historia más de un jugador más. Con una técnica muy aseada y unas cualidades que bien merecieron mayor relumbrón, sí, pero un jugador más al fin y al cabo. Y seguramente él mismo lo hubiese preferido así. Sin embargo, para Jürgen Sparwasser siempre habrá un antes y un después del 22 de Junio de 1974. Aquella tarde, la historia se enfundó la camiseta de la ‘DDR’ con el 14 a la espalda para arrebatar a un espigado y prometedor mediapunta del anonimato masivo.

Sparwasser vio la luz en 1948, el mismo año en el que los expertos sitúan el comienzo de la Guerra Fría. La tensión larvada entre los dos bloques, el comunista y el capitalista, se sufrió en Alemania de manera más cruda y directa que en cualquier otro rincón de Europa, ya que provocó la división del país en dos estados separados por un ‘telón de acero’. Al protagonista de este artículo le tocó nacer al este de aquella enorme cicatriz.

Paradójicamente, Alemania Occidental tuvo en Sparwasser una importancia capital desde edad temprana. En 1965, dos goles suyos en la final contra Inglaterra le dieron la victoria a la selección germano-oriental en el Campeonato Europeo juvenil que se disputó en la RFA. Siete años más tarde, Munich acogió los Juegos Olímpicos. Jürgen tomó parte como integrante del combinado que logró la medalla de bronce. Y, dos temporadas después, confirmaría en suelo ’federal’ su mejor curso como futbolista: el de 1974.

En aquel periodo, el Magdeburgo había alcanzado una velocidad de crucero que le granjeaba muchas victorias, tanto en la competición doméstica -la Oberliga- como en la Recopa de Europa. Ambos trofeos fueron a parar a las vitrinas del club blanquiazul y en los dos logros tuvo mucho que ver el papel de Sparwasser, un mediapunta con caída a bandas que también podía desenvolverse como ariete o medio ofensivo. La consecución de la Recopa fue especialmente celebrada, por lo que de excepcional tenía que un título continental fuera a caer en manos de unos futbolistas de la RDA (de hecho, fue la única ocasión en que esto sucedió).

Las semifinales, contra el Sporting lisboeta, contaron con la participación decisiva de ‘Spari’, que con un gol en la ida y otro en la vuelta dejó encarrilada la presencia de su club en la final de Rotterdam. Sólo 4.000 aficionados, la mayoría italianos, presenciaron el 2-0 que los hombres de Heinz Krügel infligieron al todopoderoso Milan de Rivera. Sparwasser no marcó, pero vivió desde el césped aquel éxtasis europeo.

Así que el Mundial de Alemania llegó no sólo en el mejor momento de Jürgen y su club, sino en el punto más álgido del fútbol en un país que dedicaba más fondos al atletismo o a la natación por su mayor rentabilidad olímpica. En este punto es necesario señalar que la RDA atravesaba en 1974 su mejor ciclo histórico también en lo económico y en lo social, y que parecía por fin consolidarse la extraña coexistencia de dos Alemanias, vueltas de espaldas para no tener que mirarse. Pero el bombo del Mundial las obligó.

El morboso último partido del Grupo A se salpimentó además con un escándalo de espionaje: un estrecho colaborador del canciller federal Willy Brandt resultó agente de la policía secreta de la RDA, la Stasi. En ese ambiente saltaron los 22 alemanes al tapete de Hamburgo para dirimir algo más que el primer puesto de un grupo mundialista.

Hamburgo, 1974

“Si en mi lápida pusieran ‘Hamburgo, 1974’, todos sabrían quién yace debajo”, ha afirmado Sparwasser con acierto y sin una pizca de vanidad. Corría el minuto 77 de ese duelo entre compatriotas y el 0-0 campeaba en el electrónico. De repente, la Alemania visitante recupera un balón en su terreno, es ‘Spari’ quien arranca la carrera, cruza el centro del campo y encara a los tres defensas occidentales (Beckenbauer, Vogts y Höttges); sigue galopando y es justo en ese punto, cuando Jürgen pisa ya el área de la RFA, cuando su propia su vida cambia de rumbo y, en un espasmo, se convierte en algo que no busca. Latigazo seco. Sepp Maier cae, pero las mallas se ondulan por efecto del balón. Gol.

Lejos de erigirse en un ídolo para su país, Jürgen comenzó a ser visto con recelo, cuando no con odio mal disimulado, por parte de sus conciudadanos. Según Heiko Puechel, especialista en fútbol germano-oriental, “más de la mitad de la población de la RDA se sentía alemana por encima de su propio estado y apoyaba a la selección de la RFA”.

La figura de Sparwasser, que para colmo empezó a ser utilizada con fines propagandísticos por parte del régimen comunista, dejó de contar con la admiración de los jóvenes. Incluso deportivamente, aquel fue un gol inoportuno: de haber concluido segunda de grupo, la RDA habría evitado en la siguiente fase a Holanda, Brasil y Polonia, verdugos que le impidieron luchar por el podio. Jürgen trató de aislarse de todo ello para proseguir con su carrera. Aunque los jugadores germano-orientales no podían salir de la Oberliga, algunos recibían mareantes ofertas de los clubs de la Bundesliga para cruzar la frontera. Fue su caso: rechazó un traspaso de 350.000 marcos alegando ser “hijo de familia trabajadora” y despreciando “el lujo y el dinero” que le ofrecía el Bayern de Munich.

En 1979, la cadera de este inteligente, técnico y explosivo jugador, algo irregular pero con innegables dotes de liderazgo, dijo basta. Los médicos le enseñaron el camino del quirófano y él se negó. Colgó las botas a los 31 años.

La RDA ya no era el paraíso comunista que aparentaba sólo un lustro atrás. Jürgen, harto de los rumores que le adjudicaban una casa o un coche a cambio de sonreír en los actos del partido, decidió rebelarse: hasta en tres ocasiones rechazó la propuesta oficial de convertirse en técnico del Magdeburgo, un cargo con evidentes conexiones políticas. En represalia, su doctorado en Pedagogía nunca vio la luz. Durante largo tiempo, el mítico Sparwasser desempeñó tareas menores en el cuerpo técnico de un Magdeburgo muy venido a menos.

Hasta que en Enero de 1988 fue invitado a ir a la RFA para participar en un partido de veteranos. Nunca volvió a pisar Alemania Oriental. “No podía quedarme en mí país: tanta mentira, tanta propaganda…” declaró. Su mujer, Christa, pudo reencontrarse con él en la República Federal, pero no su hija de 19 años. La adaptación de Sparwasser a la República Federal no fue nada cómoda.

“Los diarios conservadores lo acusaban de haber sido afiliado al SED (partido único en la RDA) mientras que la gran mayoría seguían recordándole el gol de Hamburgo” , rememora Puechel. Dirigió a dos equipos en la Bundesliga sin pena ni gloria. Tras la reunificación (1990) presidió con acierto la Asociación de Jugadores, una especie de sindicato desde el que bregó por mejorar las condiciones de los futbolistas más modestos.

En la actualidad intenta tejer una red de escuelas de fútbol por todo el territorio de la antigua Alemania Oriental. Parece que por fin ha podido deshacerse del fantasma que tanto tiempo le persiguió (“ese tanto me supuso más daño que beneficios”). Vuelve a residir con Christa en Magdeburgo. Y ya nadie le señala con desdén por aquel gol en plena Guerra Fría.

(artículo de Aitor Lagunas publicado en “Don Balón” del 15/02/2006)



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Franz Beckenbauer es un defensor del fútbol, los momentos culminantes y la mentalidad ganadora. Además, ganó la Copa Mundial en nuestro país. Estamos orgullosos de él.

(BORIS BECKER, leyenda del tenis alemán, opinando sobre un emblema del fútbol germano)

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Cuando yo jugaba al fútbol, siempre era ariete, por convicción y por pasión. Mi posición preferida era delantero centro, muy cerca de la portería rival. El puesto de defensa, central o líbero no era para mí. Había otros con más talento y condiciones que yo. Esto era así sobre todo en un caso concreto. Me refiero a Franz Beckenbauer, quien, como futbolista, contaba con tal talento y habilidad que aún hoy personaliza al líbero perfecto. Franz Beckenbauer era un jugador excepcional, que imprimió su huella en el fútbol durante sus años como profesional. Entendió de una forma distinta este deporte que tantas pasiones despierta en todo el mundo. Beckenbauer dio una nueva dimensión al número 5 y, a partir del líbero clásico, inventó el líbero creador, que interviene de forma activa en el juego ofensivo de su equipo.
Sin duda, Franz Beckenbauer fue en el fútbol un reformador, por decirlo así. Estoy seguro de que, sin su contribución, habría resultado muy difícil traer la Copa Mundial de la FIFA 2006 a Alemania. Fue campeón del mundo como jugador en 1974, campeón del mundo como entrenador en 1990 y el máximo responsable de la organización de la Copa Mundial en 2006.


(GERHARD SCHRÖDER, ex canciller alemán, opinando sobre Franz Beckenbauer)

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